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Sep 12 2023

EL SANTO YÉRONTAS DE AGRAFA, PADRE PANAGIOTIS TSIOLIS

 

EL SANTO YÉRONTAS DE AGRAFA, PADRE PANAGIOTIS TSIOLIS

Por Dionisio Makrís

«ΑΓΑΘΟΣ ΛΟΓΟΣ AGAZÓS LOGOS»

Atenas 2022

 

CONTENIDOS

 

1 Joyas de santidad en la Gran Escuela de los Agrafos.

2 «He aquí quién liberará a Grecia del yugo de la degradación, depravación e impiedad…»

3 Cómo conocí al Yérontas Panagiotis

4 Este sacerdote/padre es santo…

5 ¡Vaya, vaya, qué sacerdote es este!

6 Los mandatarios obispos, el canal de televisión Mega Channel y el Yérontas de Agrafa.

7 Las cosas espirituales… determinan las cosas físicas.

8 Los médicos lo habían dado por perdido, pero…

9 Los perros pastores se convirtieron en corderitos

10 «¡Si estás embarazada, romperé mi diploma!»

Nota del traductor

La Ortodoxia no es una religión, es fe en apocalipsis, es psicoterapia y sanación para el ser humano enfermo y afligido; esto se logra a través de la Χάρις Jaris (energía increada), la ascética ortodoxa de los Santos Padres y los Divinos Misterios (sacramentos) de nuestra Santa Iglesia Ortodoxa, la única Iglesia según el término griego teológico εκκλησία (eklisía) iglesia… (ver el término en https://www.logosortodoxo.com/alfa%cf%89mega-gran-lexico-ortodoxo/ 61.Eklisía Iglesia Εκκλησία)

El verdadero Psicólogo, Psiquiatra y Teólogo es el Logos Increado encarnado (hecho hombre), es decir, el Cristo, junto con sus discípulos los Apóstoles y Santos Padres de todos los siglos. Uno de estos discípulos de Cristo es nuestro santo Yérontas Panagiotis de Agrafa (1934-2021), que tuve el honor de conocer en año 2002. Desde entonces, he tenido la oportunidad de visitarlo cada año, a veces en compañía de fieles españoles como Juan, Andriana, Antonio… Durante estas visitas, hemos sido testigos de innumerables milagros, psicoterapias, sanaciones, la recuperación de adictos, y exorcismos de personas poseídas por demonios.

 

 

EL SANTO YÉRONTAS DE AGRAFA, PADRE PANAGIOTIS TSIOLIS

  1. Joyas de santidad en la Gran Escuela de los Agrafos.

La gran escuela psicoterapéutica y clínica de los Ágrafos, en la que humildemente servía el padre Panagiotis, se convirtió en un refugio para toda psique-alma cargada, dolida y afligida. Desde que lo conocí, me di cuenta de lo que significa vivir verdaderamente en Cristo. Mi vida cambió radicalmente por completo. Vivía y experimentaba el milagro a diario. A su lado, aprendí en la práctica lo que significa la teología. En su mirada penetrante y pura interpreté en realidad y en praxis las palabras del Apóstol Pablo: “Dios eligió a los débiles, simples y humildes, a los que el mundo tiene por necios, para humillar a los sabios y a los poderosos del mundo; y lo vil, lo despreciable, lo que es nada, ha escogido Dios para anular y demostrar que no son nada ni nadie a los que el mundo considera que son potentes y grandes” (1 Cor 1:27-28).

Desde el primer momento en que lo conocí, a principios de la primera década del nuevo siglo, me di cuenta de cuán equivocado había estado en mi camino. Y la desgracia fue que creía que ese era el camino correcto y socialmente aceptado. Había creado una relación superficial con Dios. Había construido una fe a medida de mis propias ambiciones, intereses, voluntades y deseos. Sin embargo, en mi interior comprendía que había tomado un camino equivocado en mi vida, como dice el conocido proverbio popular, y buscaba una salida verdadera.

He descubierto este camino en el rostro del santo Yérontas (anciano sabio e iluminado) de Agrafa, Padre Panagiotis Tsiolis, quien durmió (falleció) el 12 de noviembre de 2021, el día de la conmemoración de San Juan el Misericordioso. Con sus diversos carismas-dones, con los cuales fue dotado por Jesús Cristo desde su infancia, discernió mi fuerte deseo. Me recibió en la clínica espiritual psicoterapéutica de Agrafa y de inmediato comenzó a sanar las heridas profundas de mi psique-alma, como un excelente cirujano, con la delicadeza y la virtud del discernimiento que lo caracterizaba como personalidad. Es verdad que en la famosa clínica espiritual psicoterapéutica fueron tratados miles de cristianos, desde un extremo hasta el otro de Hélade/Grecia, e incluso del extranjero (algunos españoles llevados por mí, el traductor, viviendo muchos milagros), y encontraron la psicoterapia y curación que esperaban de Dios en las manos de nuestro humilde, bondadoso y dulce padrecito. Esto se debe a que la Soberana, como solía llamar a nuestra Panaghía, y Jesús Cristo nunca ignoraron sus oraciones. Siempre respondieron de inmediato a sus peticiones. Lo mismo ocurrió con sus amigos espirituales, el coro de los Santos de nuestra Iglesia, con quienes conversaba con la sencillez que caracteriza la relación entre dos buenos amigos.

«Desde nuestra segunda reunión, me dijo enfáticamente: “Debes aprender a tomar café todas las mañanas con Cristo”. Inicialmente, no podía entender cuál era el propósito de esta recomendación. También me habló durante horas sobre el gran médico psicoterapeuta de Agrafa, el Santo Anastasio Gordio, un gran maestro del Γένος (yénos) linaje helénico o raza helénica». Cabe señalar que recientemente el Santo Sínodo lo incluyó oficialmente en la lista de los Santos y estableció que su conmemoración se celebraría el 7 de junio. Me hablaba sobre la humildad y honestidad de la Santa Paraskeva, la rapidez de San Jaralambos, el amor que San Cosme el Etolio tenía por nuestro γένος (yénos) linaje helénico o raza.»

«¡Hay que ver lo que sucede cuando los santos Yérontas que sirvieron en el histórico monasterio de Santa Paraskeva de Guva participan en las Divinas Liturgias, donde también se encuentra la Gran Escuela de la Nación de Vrangianá y se sientan en los peldaños del templo!» Cuando le preguntaba cómo los veía, él inclinaba la cabeza y guardaba silencio… Más tarde, me habló sobre los oídos y los ojos de la psique-alma, sobre el tiempo y lo atemporal en relación con el renacimiento en Cristo. Aunque apenas había acabado los seis grados de educación primaria, era un conocedor empírico de la verdadera teología pragmática. La teología que se deriva del ejercicio ascesis incesante, el ayuno, la oración y la comunión constante con el Salvador Cristo.

«En el tiempo ven los ojos que están hechos de barro. En lo atemporal ven los ojos de la psique-alma, que son resultado del Soplo Divino del Dios trino», enfatizaba. Por eso, nuestro humilde padrecito, el Yérontas (anciano sabio e iluminado) de Agrafa, percibía y escuchaba nuestros pensamientos, comprendía nuestros problemas antes de que los expresáramos y ofrecía soluciones celestiales. Recuerdo que cada vez que enfrentaba un problema en casa o en la oficina, nuestro padrecito nos llamaba «por casualidad». Las llamadas telefónicas eran beneficiosas porque siempre seguía y brindaba una solución al problema.

«Toda la naturaleza y sus leyes tienen un solo propósito. Guiarnos hacia la doxología alabanza del Dios trino. Ves cómo un pequeño árbol comienza su camino desde la tierra cuando la semilla se desintegra. Luego, crea raíces, aparece en la tierra y comienza a crecer lentamente. Lo mismo ocurre con los animales, los insectos y las plantas, todo lo que existe y se desarrolla en la tierra. ¿Alguna vez has pensado por qué Dios eligió comenzar tu vida desde el vientre de tu madre? ¿Por qué no te hizo venir a la tierra fuera del vientre de tu madre, aunque podía hacerte tal como eres ahora? ¿Te enseñaron eso en la Escuela de Teología?»

-«No, Yéronta. Cada vez que comenzaba una conversación como esa, quería dejar que nuestro padrecito terminara su pensamiento. De hecho, lo que nos decía muchas veces parecía como si escuchaba algo de algún lugar.

«El niño pequeño, para sobrevivir, necesita a su madre tan pronto como nace. Se alimenta inicialmente de la leche materna. Y luego se integra en la familia, donde conoce a su padre y a los demás miembros. Sus padres le enseñan cómo caminar en la vida sin intervenir en su desarrollo físico. Lo mismo sucede con el renacimiento en Cristo, con la vida espiritual.

Mira, así como el niño pequeño toma la mano de su padre para familiarizarse con la vida terrenal y evita los peligros, es decir, ser conducido con estabilidad y seguridad, nosotros también debemos tomar la mano de nuestro Padre, de nuestro Salvador Cristo. Y Él, como Padre, nos guiará con seguridad hacia la nueva vida eterna. Si no nos entregamos humildemente, como el niño pequeño, en psique-alma y cuerpo en las manos de Cristo, entonces corremos el riesgo de perder la eternidad. He aquí por qué nuestro Cristo nos dijo que debemos ser como niños para ganar el reinado de la Realeza increada de los Cielos…».

Nuestro padrecito siempre relacionaba la enseñanza con maravillosos ejemplos que nos dejaban sin palabras.

-¿Recuerdas cuando una víbora se arrastró junto a ti, cómo reaccionó tu padre?

-Sí, padrecito, me agarró con una mano y con la otra la golpeó en la cabeza y la mató.

-Eh, así es como también actúa Cristo. Nos protege de las peligrosas flechas envenenadas del malvado. Nuestro Padrecito siempre tenía la capacidad de contarte historias de tu propia vida, que extraía ya sea a través de la confesión o a través del don de la clarividencia que tenía. Una vez en el Arjontariki (sala de visitas) en una conversación se refirió a un incidente que un joven había enfrentado en su infancia. Por la descripción entendí que el relato se refería a mí y era algo que había olvidado mencionar en mi confesión. Tan pronto como terminó el relato, le pedí que fuéramos a la Iglesia y lo confesé.

El Yérontas había experimentado muchos de los milagros que se mencionan en el Nuevo Testamento. En algunos de ellos Dios me permitió estar presente. Era el día de Pentecostés y estaba oficiando en la Iglesia de la Santa Trinidad en un pequeño pueblo donde él mismo servía. Ese día me había ocupado de llevar panes para la liturgia festiva. Durante las oraciones que se leen durante las Vísperas de Pentecostés, y mientras el Yérontas leía arrodillado, a intervalos se detenía y a veces miraba hacia arriba y otras miraba hacia el lado del atril, donde un grupo de jóvenes estaba arrodillado. Sonreía y parecía vivir algo maravilloso desde su brillante rostro.

Tan pronto como terminaron las Vísperas, me llamó y me dio una gran icona/representación de la Panaghía de Jerusalén, con la recomendación de ponerla en mi despacho. En ese momento dio una icona similar pero más pequeña a un monje, ahora hieromonje. A continuación cantó quinientas veces más o menos el himno del día «Bendito sea nuestro Dios, el que destacó e hizo sabios a los pescadores…». Pidió que sostuviéramos las iconas en alto y realizamos una procesión alrededor del templo.

Se comportaba como un niño. Tomó una manguera de la fuente y nos mojó a todos. Bendición, bendición gritaba. En un momento empezó a mirar a Katerina, que estaba repartiendo pan a más de cincuenta fieles. Inconscientemente también miré hacia su lado. Vi a Katerina cortando cada pan en cuatro y darlos a todos. A mí me dio uno entero.

-Yéronta, ¿le diste más panes a Katerina? Pregunté con sorpresa. Esto lo pensé porque calculé que cuatro panes solo cortados en cuatro darían dieciséis piezas.

-Quédate en silencio y no hables, me dijo con un guiño. Después te lo explicaré. Mientras volvíamos a Valari, le pregunté a Katerina si el Yérontas le había entregado más panes. Ella entonces me miró con asombro y me dijo que solo cortó a aquellos que estaban en la mesa grande, es decir, cuatro panes. No entendió nada.

-¡Viste, hijo mío, qué regalos nos hizo nuestro Cristo hoy! ¡Viste cómo se multiplicaron los panes sin que nadie se diera cuenta! Katerina cortó más de veinte panes y nadie se dio cuenta.

-Personalmente, Padrecito, me di cuenta de algo cuando me dio un pan entero. Viendo tanta gente, pensé que no alcanzaría y en un momento pensé en devolvérselo. Pero luego vi la cesta llena y luego vi a muchos sosteniendo un pedazo grande. También te vi a ti mirando a Katerina.

– Hijo mío así es cómo ocurrió el milagro de la multiplicación de los panes y los peces en tiempos de Cristo. ¿Fue eso lo único que viste?

-Sí, Padrecito, ¿sucedió algo más?

Me sonrió y no dijo nada. Tal vez porque otros peregrinos se nos habían acercado.

Regresé a Atenas tarde en la noche. Al día siguiente, el Yérontas me llamó a casa. Estaba ausente en mi trabajo y mi cuñado Nikos, a quien estábamos alojando en ese momento (2007), contestó la llamada. «Dile a Dionisio que ayer, durante la Divina Liturgia, el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego descendió sobre los jóvenes que estaban a lado del atril. Entró en sus cabezas. ¿Entendiste?» Mi primo respondió afirmativamente y, tan pronto como colgó, me llamó por teléfono y me lo dijo. Por eso nuestro Padrecito estaba tan feliz parecía que volaba, pensé interpretando su alegría. ¡Tuvo el privilegio de vivir y experimentar el milagro de Pentecostés!

Como podéis imaginar, aquellos de nosotros que vivimos de cerca al padre Panagiotis no podemos registrar todo lo maravilloso que presenciamos con solo una dedicación. Creo que lo anterior constituye el comienzo de la narración de la vida de este humilde levita de Agrafa. Solo lo que yo y mi familia vivimos personalmente pueden formar un volumen completo. Que nuestro Señor Jesús Cristo, a través de las intercesiones del Yérontas Panagiotis, contribuya para que todos los maravillosos testimonios de aquellos que encontraron psicoterapia y sanación, a través de nuestro padre espiritual en la clínica psicoterapéutica de Agrafa, sean registrados para la doxa (gloria y luz increada) de Dios…

  1. «He aquí quién liberará a Grecia del yugo de la degradación, depravación e impiedad…»

Skopje (pequeño estado eslavo falsomacedonia de norte) se disolverá porque fue creadο como estado por orden del Anticristo y del Vaticano.

«¿Sabes, hijo mío, por qué nuestro Cristo bendijo a los Helenos-Griegos y a Grecia?» me preguntó un día el Yérontas de los Agrafa, nuestro iluminado ancianito sabio, el padre Panagiotis.

Su pregunta me sorprendió. Sabía que algo importante seguiría y guardé silencio.

-“La gran bendición que recibimos se debe al santo héroe valiente y rey nuestro, el orgullo de Macedonia y Hélade-Grecia, Alejandro Magno. No era solo un rey, sino también humilde y un ejemplo de piedad. Era una joya de virtud. Él aró el campo en el que sembró las semillas de nuestra σωτηρία sotiría salvación nuestro Cristo. Su maestro lo había infiltrado, imbuido con todas estas hermosas enseñanzas que te abren el camino hacia Dios. Nuestro rey Alejandro era un recipiente de la χάρις jaris (gracia, energía divina increada) y aún lo es. Él ahora lidera las fuerzas espirituales que liberarán la Reina Capital, Constantinopla/Konstantinópolis, y la entregarán al santo rey, Ioannis/Juan Vatatzis. Él sacará a Hélade-Grecia del yugo del impenitencia (a-metania) y traerá la deseada unidad que asegura la μετάνοια metania (introspección, arrepentimiento y confesión)”.

El Yérontas ha confundido las cosas, reflexionaba yo mientras escuchaba lo que nos decía. De repente, interrumpió mi pensamiento y dijo:

-Algunos creen que he perdido la cabeza y que estoy confundido. Como veis, estas cosas no se las enseñaron en sus escuelas. No les dijeron, por ejemplo, que este santo valiente no era un conquistador, sino que civilizó a los pueblos. Les presentó la grandeza de la lengua helénica (griega), el idioma de los ángeles, la lengua del cielo. Les trajo la civilización. ¿Y saben por qué Cristo nuestro se lo llevó cerca junto a Él, en la flor de su juventud? Porque quería mantenerlo inmaculado, puro y limpio, para protegerlo de las malas influencias, de los vicios babilónicos y la inmoralidad y preservarlo para una gran misión, la de traer la luz a las naciones. Además, había completado la obra que Dios le había encomendado. Cuando Dios permita y se revele la tumba del rey Alejandro, entonces verán cómo todo el lugar se perfumará. Y el perfume es señal de santidad. ¿No es así, teólogo?

-Sí, yéronta, respondí.

-La tumba del rey Alejandro se encuentra en Hélade-Grecia. Y su tumba se revelará cuando los helenos-griegos logren romper los lazos de la esclavitud. Porque hoy estamos atados a la calabaza del Diablo, sumergidos en pazos pasiones, vicios y pecados.

-Algunos afirman que está enterrado en Egipto…

-En Egipto se hizo una tumba simbólica, y en Hélade-Grecia se hizo la verdadera. En aquellos tiempos, enterraban a los reyes con el oro y otros metales preciosos y piedras preciosas, porque los pobres creían que la riqueza también les sería útil en la vida después de la muerte. En algún lugar de la región de Macedonia (cerca del Olimpo) está la tumba de Alejandro Magno, pero el oro fue llevado de allí y trasladado a un lugar seguro en una de las montañas benditas de Hélade-Grecia. Este oro será utilizado por el santo rey Ioannis Vatatzis, una vez que asuma el liderazgo de Constantinopla/Konstantinópolis. Dios tiene un plan. ¿Lo entiendes, teólogo? Dios tiene un plan y simplemente debemos seguirlo, en lugar de insistir en convencer a nuestro Cristo de aceptar nuestros propios planes. Debemos tener plena confianza en Su providencia.

Cuando se alejaron dos parejas y un policía que escuchaban las extrañas narraciones, el Yérontas me apartó y me dijo:

– Teólogo, no dudes que Alejandro Magno está al frente y lidera las fuerzas espirituales que tomarán la Πόλις Polis Ciudad* (*Los helenos según contexto, acostumbramos llamar Πόλις Polis en mayúscula a nuestra Konstantinópolis, Constantinopla o Estambul llamada por lo turcos). Cree y Dios te honrará permitiéndote comulgar, tomar al Divina Comunión/Efjaristía en nuestra Gran Iglesia, Santa Sofía (Sabiduría). El Anticristo conoce la santidad de Alejandro Magno. Por eso ha desatado todos sus órganos internos y extranjeros para difamarlo, acusándolo de anormal, asesino y conquistador.

Para empañar su memoria y su obra, el Vaticano ha movido ficha para establecer un estado eslavo pseudomulticultural y llamarlo Macedonia del norte que es el actual Skopja. Esa es la razón por la que el Papa corrió a reconocer primero a este pséudo-estado eslavo, dando la consigna para que los demás hagan lo mismo. Sin embargo, se acerca el día en que Skopja se disuelva, a pesar de los esfuerzos por apoyarlos de algunos falsos políticos corruptos nuestros y extranjeros…»

  1. Cómo conocí al Yérontas Panagiotis

En los comienzos de la década de 2000, fui con un conocido mío de Tríkala por primera vez al padre Panagiotis. El camino hacia Valari era difícil, donde ahora está enterrado. Mi viaje parecía interminable, pero la naturaleza me recompensaba. Llegamos a la capilla de la Panaghía. Me impresionó ver que había otras personas esperando al Yérontas, quien había ido a alimentar a sus animales. Al entrar en el templo, sentí un fuerte aroma. Provenía del icono de la Panaghía, que destilaba mirra. Le abracé y le agradecí. La mirra también fluía de las iconas/representaciones de San Juan el Precursor y San Demetrio. Sinceramente, nunca antes había experimentado algo así. Había tenido una experiencia similar, pero de menor intensidad, en la Skiti Asceterio de Agios Andreas/Andrés, en un lugar llamado Serai, en Kariés capital de Athos, donde se conserva la reliquia del cráneo del apóstol Andrés. Al salir del templo, fuimos testigos de una conversación entre una chica desconsolada y su grupo. La chica se negaba a entrar en el templo, mientras que su grupo, compuesto por dos conocidos médicos de barrio Nea Smirni de Atenas y sus esposas, intentaba convencerla en vano. Ella tenía miedo. Me pareció que la conocía. Me había conmovido tanto por la peregrinación que no tenía intención de intervenir en la conversación. Sin embargo, uno de los dos médicos, un radiólogo, como supe más tarde, me dijo: “Dile, hijo mío, a la chica que no hay razón para tener miedo…”. Me di la vuelta y miré a la chica con más atención. Me resultaba muy conocida. Mi conocido de Tríkala la reconoció de inmediato. Era una periodista conocida que hacía programas de noticias en la televisión. Creo que todavía presenta noticias en uno de los canales de televisión.

«Venga, entraremos juntos, no tenga miedo. Venga a ver la mirra que fluye de nuestra Panaghía. El templo está perfumando…». La chica se negó rotundamente. Parecía que algo la preocupaba intensamente. Después de unos diez minutos, vimos al Yérontas descender. Nos miró a todos. Entonces sentí por primera vez su penetrante mirada. “Ahora escribes bien las cosas”, me dijo. Luego se volvió hacia la conocida periodista y le dijo: “Levántate, mi buena mujer, y ve hacia la Reina nuestra Panaghía. Cuéntale primero todo a Ella, y luego hablaremos juntos”. Ella entonces se levantó sin ninguna resistencia y entró en el templo. El Yérontas, después de mostrarle dónde sentarse, salió y cerró la puerta. La esposa de uno de los dos médicos intentó informar al Yérontas sobre el miedo de la periodista, pero él la tranquilizó amablemente. Luego se volvió hacia mi dirección, me miró de nuevo y dijo: “Stylos/Pilar de la Orthodoxia (periódico del autor Dionisio), ahora escribe correctamente”. Alguien lo llamó por teléfono, pensé y no le presté atención.

Luego, el Yérontas entró en el templo y habló con la conocida periodista durante bastante tiempo, la cual literalmente brillaba cuando salió. La tristeza había desaparecido y estaba feliz. Ella miró brevemente a los demás y luego me hizo seña para que entrara a la Iglesia. Se sentó en un asiento y me dijo que me sentara cerca de él. No puedo describirles todo lo que sucedió. El padre Panagiotis había logrado entrar en lo más profundo de mi psique-alma y, como un hábil cirujano, comenzó a sacar las espinas que el pecado había causado en mí. ¡Uno a uno, desde mi infancia! Y si olvidaba algo, él humildemente me lo recordaba, diciendo que supuestamente lo había hecho él también. Algo similar hizo también san Jacobo/Santiago Tsalikis, el abad del monasterio San David en la isla Evia.

Cuando me leyó la oración de la absolución de los pecados, sentí como si su mirada lanzara llamas y quemara mi cabeza. Pensé que estaba ardiendo. Cuando salí afuera, literalmente volaba. El padrecito había logrado psicoterapiar y descargar una gran parte de la carga que llevaba desde el primer momento.

Cuando regresamos a Trikala, pregunté quién había llamado al Yérontas y lo había informado. Entonces algunos se rieron. “El Yérontas tiene otra forma de informarse. No es necesario que alguien le llame…” dijo la señora Cristina. Y Pablo agregó: “Los teléfonos en Valari llevan una semana sin funcionar. Porque estoy tratando de informarle sobre algo que me pidió y no puedo. Quería alcanzaros por la mañana para que ustedes lo transmitieran, pero ya se habían ido”. Las respuestas fortalecieron mi opinión de que había conocido a un santo Yérontas en vida. Y desde entonces, Dios me ha favorecido para no perder la oportunidad de relacionarme con un auténtico y verdadero hombre de Dios.

  1. Este sacerdote/padre es santo…

En una reciente visita a Karpenisi, una ciudad con la que tengo fuertes lazos espirituales y amistades sólidas, me encontré con mi querido amigo Timoteo, un padre de familia numerosa que proviene de las áreas donde sirvió el Yérontas de los Agrafa, el padre Panagiotis, como sacerdote, específicamente del pueblo de Tridendro.

Mi alegría era indescriptible. Y esto se debe a que había coincidido con Timoteo en varias ocasiones en Vrangiana, Valari y Trovato. Rara vez faltaba a la Divina Liturgia celebrada por nuestro Padrecito. Además, él desde que era niño conocía al Yérontas. Había vivido muchos acontecimientos maravillosos con él que fortalecían su fe y lo acercaban aún más a Dios.

-Timoteo, sé que viviste muchas cosas extraordinarias cerca de nuestro Padrecito.

-Nuestro padrecito era un recipiente de elección. Hijo de la Panaghía y de nuestro Cristo. Tenía como amigos a los Santos. Y esto no lo digo por impresionar, sino porque lo viví personalmente, no una sino muchas veces. Mis padres decían que desde que era niño se destacaba. Tenía una intensa vida litúrgica. Entraba en el templo, tomaba una vela para encender y la vela se encendía por sí sola mucho antes de llegar al manual. Todos sabían que el pequeño Panagiotis se convertiría en sacerdote. Su rostro brillaba y era muy devoto. Era un hombre de oración.

Yo era un niño cuando viví personalmente un milagro, antes incluso de que él fuera ordenado sacerdote. Se disponía a bajar a Nafpaktos/Lepanto para ser ordenado sacerdote. Una semana antes de su ordenación, la campana en el templo de la Panaghía comenzó a sonar alegremente. Uno se preguntaba al otro quién estaba tocando la campana, y además, en horas inapropiadas. Algunos se quedaron vigilando para ver quién era el que tocaba la campana. ¡Pero, en vano! Poco antes del domingo las campanadas aumentaron. Había nevado y pensaron que aquel que tocaba la campana habría dejado sus huellas en la nieve. Corrieron rápidamente para ver quién era. No solo no había rastro alguno, sino que descubrieron con gran sorpresa que la campana sonaba por sí sola. Inmediatamente lo asociaron con la ordenación del Padrecito que se estaba llevando a cabo en Nafpaktos/Lepanto. “Se alegra nuestra Panaghía porque un hijo Suyo se ha convertido en sacerdote. Por eso suena la campana”.

Después de unos días en que el Padrecito subió a Vrangiana, comenzó su labor litúrgica. Oficiaba casi a diario. Seguía el rito Aghiorita. ¡No dejó un solo templo o capilla sin servicio litúrgico! Incluso necesitaba recorrer grandes distancias caminando de un pueblo a otro. Renovó y construyó templos. Una tarea muy difícil para aquellos que conocen bien la zona…

-Eso, querido Timoteo, lo viví personalmente. Nos decía que fuéramos al templo a las cuatro de la mañana y él ya estaba allí desde las dos, leyendo nombres. No olvidaba a nadie. Recuerdo que siempre me llamaba cuando enfrentaba algún problema o tentación… Lo veía todo.»

Es verdad. Lo viví. Acababa de terminar el servicio militar y estaba preocupado por el tema del trabajo. En aquel entonces, siendo joven, consideré la posibilidad de irme del pueblo y buscar trabajo en Karditsa o Karpenisi. Nuestro Padrecito siempre leía nuestros pensamientos y nos daba discretamente las mejores soluciones. Así que me llamó para trabajar en Valari, en el templo. Específicamente, quería que construyéramos las escaleras de piedra que conducen desde la actual Arjontariki (sala de visitas) hasta la Iglesia.

Una mañana me dijo: “Timoteo, ven y te indicaré dónde trabajarás hoy. Encontré una gran piedra que colocaremos en el lugar donde se hará la ampliación”. Me llevó más arriba del templo. De hecho, vi una enorme piedra voluminosa, en la que trabajé durante horas para darle forma y utilizarla en la ampliación. Una vez que terminé los preparativos, le pregunté inconscientemente al Padrecito cuándo vendría el cargador para moverla. “¿Qué cargador? Cógela de allí y levantémosla juntos”, me respondió. Padrecito, esta piedra es demasiado pesada. Es imposible llevarla. Solo podremos moverla con un cargador, le respondí. Él me miró. ¡Hizo la señal de la cruz, bendijo la piedra y la levantó él solo, tan fácilmente como si fuera una pluma! Me quedé sorprendido al ver cómo la colocaba sobre su hombro y avanzaba mientras yo lo seguía. Cada vez que visito el templo de nuestra Panaghía y veo la ampliación, recuerdo ese maravilloso incidente.

-Algo similar ocurrió con la puerta de hierro. El oficial de policía Kimon también me contó un incidente similar, ya que solía ir con frecuencia a ayudar al Yérontas… Timoteo, nuestro Padrecito tenía una fe fuerte.»

-Muy fuerte, muy fuerte. Lo sé, lo he experimentado muchas veces. Recuerdo una vez que me llamó para quitar escombros que habían caído junto al templo de San Juan el Teólogo y hacer limpieza general en el área del patio que estaba en un estado lamentable. Era mucho trabajo. Empezamos por la mañana. No habíamos terminado cuando comenzaron a formarse nubes oscuras en el cielo. “Padre, todavía falta una hora de trabajo. Ya está empezando a llover. Dejémoslo para mañana…”, le dije. Entonces, sin responderme, se arrodilló y levantó las manos hacia el cielo. “San Juan, ayúdanos a limpiar tu casa”, dijo. Y de inmediato me ordenó que continuáramos con nuestro trabajo. Literalmente, llovían torrentes alrededor del templo. Llovía intensamente y se habían formado pequeños riachuelos… Pero no caía ni una sola gota de lluvia sobre el templo y su patio. Inconscientemente sentí la necesidad de hacer la señal de la cruz. Nunca había visto algo así. Un paraguas invisible protegía al templo de la lluvia… El Padrecito me sonrió y hizo un guiño para que siguiéramos. Llovía casi una hora seguida. Se detuvo diez minutos antes de que termináramos nuestro trabajo. Esa era la fe de nuestro Padrecito. Cristo, la Panaghía y nuestros santos respondían de inmediato a sus peticiones. El Yérontas veía con otros ojos.

-No solo veía, Timoteo, sino que escuchaba también. Mi esposa te lo puede decir… Escuchó lo que me dijo mientras estaba en Agrafa cuando le anuncié que en pocos meses tendríamos el anhelado regalo, es decir, que tendríamos un hijo…»

-Lo sé, lo sé… Una vez estábamos echando cemento en la cafetería que está encima del templo de la Panaghía. Me acompañaba Giannis, un amigo mío de treinta años. Durante un descanso para tomar nuestro aperitivo, Giannis expresó su deseo de confesarse. Le sugerí que fuera a ver al padre Panagiotis. El lugar donde estábamos y conversábamos estaba a 150 metros del templo. Por la tarde, cuando terminamos, bajamos hacia el templo. De repente, el Padrecito salió del templo y clamó: “¡Hey, Giannis, ven a confesarte!” Giannis se sorprendió. El padre, a quien veía por primera vez en su vida, lo llamaba por su nombre como si lo conociera desde hace mucho tiempo. Estuvo con el Padrecito durante más de una hora. Cuando salió del templo, volaba. Su rostro brillaba.

«Timoteo, el padre Panagiotis es santo. Recordaba cosas que olvidaba y con discernimiento me las recordaba refiriéndose aparentemente a otra persona. Leía mi psique-alma y me dijo cosas que había olvidado por completo. Decidí venir a menudo a Valari».

«Me recordaste algo similar que también me sucedió a mí. En concreto, después de la Divina Liturgia estábamos sentados en el patio del templo tomando café. Éramos alrededor de 20 personas, la mayoría de Karditsa y Trikala, y dos o tres de Atenas. Entonces, el Yérontas comenzó a referirse a las relaciones familiares de una pareja que aparentemente había conocido antes. Al principio, me preguntaba qué beneficio espiritual obtendríamos de esa historia. Sin embargo, cuando el Padrecito comenzó a describir las situaciones que vivía esa pareja, me di cuenta de que había vivido situaciones similares con mi esposa. Fue entonces cuando entendí que todo lo que decía era con el propósito de quitarme un peso enorme de encima. Un obstáculo que me impedía acercarme más a Cristo. Incliné la cabeza y escuché atentamente al Padrecito. Cuando el padre Panagiotis terminó, nos preguntó: «¿Alguien quiere decirme algo en privado?»

-Sí, Yéronta, antes de irnos, me gustaría decirte algo. Él sonrió y me hizo un guiño para que entráramos al templo. Le dije que quería confesarme. Se puso el estólico (estola de confesión) y me indicó que me sentara a su lado.

-Padre, la historia que nos contaste hoy entendí que se refería a mí. Yo era el protagonista.

El Yérontas me escuchaba en silencio. Al final, me leyó la oración del perdón y me abrazó paternalmente, diciéndome:

-Cristo te ama y la Panaghía te protege. Hoy diste otro gran paso para acercarte más a ellos.

¿Qué quieres decir, padre? – pregunté inconscientemente.

-El pecado, hijo mío, la transgresión de los mandamientos de Dios, es un obstáculo en nuestra relación con el cielo. ¡Hoy, desgraciadamente se ha vuelto en una moda! Y tenemos la culpa, primero nosotros, los sacerdotes, por dejar al pueblo de Dios sin catequesis. El pecado es lo que impide que Cristo entre y santifique nuestra psique-alma con su presencia. Funciona como una espina que ahoga la semilla y no le permite crecer y dar fruto. Y el crecimiento de nuestra Santa Iglesia se logra mediante el persistente trabajo diario en el campo de la salvación en Cristo. Por lo tanto, el misterio de la Confesión Divina (Metania) funciona como el remedio que los agricultores usan para limpiar su campo y sembrarlo. Hoy, arrancamos de tu psique-alma una espina muy difícil que impedía que nuestro Sembrador Cristo sembrara en tu campo… Ahora, con la ayuda de la Panaghía y nuestros santos, Cristo se ocupará pronto de una abundante cosecha, lo cual deseo de todo corazón…

No es una coincidencia, querido Timoteo, que unos meses después de esta confesión profunda, con la ayuda del padre Panagiotis, ¡se escribieran mis dos primeros libros sobre la vida en Cristo del Trelogiannis (locoYanis)! Y digo “escribieran” porque sinceramente puede que no sea el autor escritor de ellos según el mundo, ¡pero en realidad fue una mano del cielo la que me guió para redactar estos libros, los cuales han ayudado y siguen apoyando espiritualmente a muchos cristianos! Fui el primero en llorar de alegría mientras describía los capítulos de la vida de Trelogiannis locoYanis. Debo mucho al padre Panagiotis, nuestro querido Padrecito. Ojalá tengamos su bendición.

  1. ¡Vaya, vaya, qué sacerdote es este!

Dios le revela todo, sabía incluso de lo que me dijo el padre Ambrosio Lazaris hace cinco años.

El Yérontas de los Agrafa, el inolvidable padre Panagiotis Tsiolis tenía el don de ver el hogar (el interior) de las psiques-almas de todos los que se acercaban a él. Y con la ayuda de la Panaghía y de nuestro Cristo, siempre lograba introducirse con discernimiento en lo más profundo de la psique-alma de cada peregrino, encendiendo la luz (increada) de Cristo como una vela, fortaleciendo el deseo de su retorno al camino de la μετάνοια metania (introspección, arrepentimiento y confesión, “psicoterapia verdadera”). El Yérontas te hacía amar la santidad. Te instaba a enamorarte de Cristo. Te impulsaba a levantar la mirada al cielo. Te convertía en enemigo del pecado. Reforzaba tu fe en el único Dios verdadero. Te enseñaba a conversar constantemente con Jesús Cristo, a tomar un café, como solía decir, diariamente con Él, y a anhelar intensamente Su voluntad y a no ser perturbado por nada.

Ibas a los Agrafa psíquicamente cargado y agotado, pero te marchabas revitalizado y con alas en los pies. En el libro «Batalla de Vida» publicado en 2010 por las ediciones «Agathos Logos», se registra la aventura personal de Angelikí, una azafata, y su relación personal con el Yérontas Panagiotis. Una relación que se convirtió en un eros amor ardiente de Angelikí por Jesús Cristo. Una relación que la condujo desde el camino del martirio que experimentó con la enfermedad del cáncer hacia la santidad… Además, nuestro Padrecito tenía la forma de quitar la «r» de «agrios (salvaje)» en que estabas e ibas a convertirte en… agios santo, es decir, a orientarte en cómo cumplir y aplicar la voluntad de Dios.

Cuando conocí al Yérontas, ya llevaba 15 años de vida matrimonial. Luchamos arduamente, mi esposa y yo, con súplicas y oraciones para tener un hijo. Como pareja, enfrentamos muchos errores del pasado que tenían que ver con evitar la procreación… invocando diversas excusas demoníacas.

-Vendrá el mes deseado, no te preocupes. El Yérontas Ambrosio (Lazaris) era mi guía espiritual y no decía nada al azar. Es un santo y ha hecho muchos milagros. Lo que te dijo se cumplirá, me señaló el Yérontas desde nuestros primeros encuentros. No os oculto que me sorprendí gratamente.

-Pero no os mencioné nada sobre mi encuentro con el padre Ambrosio. ¿Cómo…?

-Vendrá lo deseado, vendrá -dijo el padre Panagiotis, y me hizo un gesto para que me levantara porque tenía que ir a alimentar a sus cabritas.

Entendí que se fue para no ponerme en una situación difícil. Mientras se alejaba, pensé: ¡Hay que ver qué es este padre! Dios se lo apocalipta revela todo. Incluso sabía lo que me dijo el padre Ambrosio Lazaris hace cinco años. En ese momento, cuando el inolvidable Porfirios Paparupas me llevó al piso de Zografu (barrio de Atenas), donde se alojaba por unos días. Entonces, el padre Ambrosio nos dijo a mi esposa y a mí que tendríamos tres hijos. Sosteniendo mi mano firmemente, describió de manera resumida el curso de mi vida. Esto confirmaba exactamente también el hijo espiritual suyo, el padre Panagiotis Tsiolis.

Siempre tuvo la manera de fortalecer mi fe.

-Dios lo concede todo. Él nos despierta. Él nos alimenta. Él nos consuela en los momentos difíciles. Él nos guía en el camino de la salvación. Es un Padre cariñoso que cumple todos nuestros deseos, siempre y cuando estén en línea con el marco litúrgico que Él ha establecido desde el principio de la creación del mundo. ¿Lo entiendes, teólogo?

-Sí, padre, poco a poco comienzo a darme cuenta de lo que me dice y voy cambiando mi vida cotidiana.

-Quería saber qué os enseñan en las Escuelas de Teología. La tierra es una fábrica de Dios. ¿Sabes qué debe producir?

-No, Yérontas, respondí sorprendido por su pregunta.

-Santos, está diseñada para producir santos. Nuestra tierra es una fábrica de producción de santos. El hombre fue creado con un único propósito y objetivo, convertirse en santo. Para vivir el Paraíso aquí y a la eternidad. Las Escuelas de Teología deberían funcionar como lugares de verdadera ortodoxia y santidad. Deberían enseñarles a seguir los pasos, los rastros de nuestro dulcísimo Señor Jesús Cristo. Deberían ser los buques insignia de la fe ortodoxa. ¿Lo entiendes, teólogo?

-Nada tienen que ver cómo funcionan ahora con la forma en que lo describiste, padre. Allí, cualquiera que mostrara una mayor devoción a Dios era señalado con el dedo y se burlaban de él. Los estudiantes más inteligentes eran considerados aquellos que tenían dudas abiertas sobre Dios. Aquellos que formulaban las preguntas de un ateo…

-Entonces, que la Iglesia cierre esas Escuelas. ¿Qué está haciendo el Arzobispo y la Jerarquía? ¿Para qué quieren esas escuelas?

-Pero, querido padre, nadie puede convertirse en obispo sin un título de Teología…

-Por eso mismo, hijo mío, hemos llegado al punto de tener Arzobispos que no son simplemente incrédulos, sino perseguidores de nuestro Cristo. Pero afortunadamente, el buen Dios siempre se encarga de dar también buenos obispos humildes. Dos de esos santos obispos vinieron aquí a Agrafa. Nunca olvidaré la alegría de nuestra Panaghía Balariotissa cuando el inolvidable Obispo Antonio de Siátista cruzó el umbral del templo. En ese momento, la mirra destilaba como un río desde su icono. Toda la Iglesia se llenó de fragancia.

-Era una santa persona yéronta, verdaderamente una personalidad santa. Una joya real de nuestra Iglesia. Destacaba por su humildad y su amor a Cristo y a nuestra Panaghía. Vi también la foto en la que estás junto a él en el Arjontariki (sala de visitas).

-En los pasos de Antonio estaba también el Obispo Kosmás (Cosme) de Agrinio (que recientemente falleció). ¡Verás lo que sucedió cuando vino, dijo sonriendo!

-¿Venerable Yérontas, vino el Metropolita de Etolia y Acarnania, Kosmas en estas sagradas tierras?

-¡Sí! Era un día de verano, al mediodía. Estábamos comiendo con la presbitera (esposa del sacerdote) cuando comenzó a sonar la campana de la Panaghía. Rápidamente dije a mi presbitera: ¡Nuestro Soberano nos visita! Ella dudaba y me dijo que será algún peregrino y está llamando para que subas al templo. «Levántate, levántate», le dije a mi presbitera, vamos a recibirlo. Con dificultad, se levantó la presbitera. Subimos rápidamente al templo y no había ni un alma. La campana seguía sonando. Poco después vimos que descendía el automóvil que transportaba al Obispo. Corrí a recibir su bendición. No lo conocía. La presbitera, al verlo bajar del automóvil, exclamó espontáneamente: «este no es un obispo, me parece que es un monje”. Bajé avergonzado la cabeza, pensando que ojalá que el Obispo no hubiera oído lo que dijo la presbitera. Le reverencié y recibí su bendición.

-Admiraba su humildad, su sencillez. Soy el Metropolita de Etolia y Acarnania, Kosmás, se presentó mientras lo conducía al templo. La presbitera todavía dudaba hasta que escuchó del acompañante del Obispo llamarlo «Su Eminencia» y preguntarle dónde dejaría los regalos que habían traído como bendición. Vamos a tocar la campana para Vísperas ahora, ya hemos hablado mucho por hoy.

Junio de 2012, Domingo de Pentecostés: Junto con Kimon, el oficial de policía de Trikala y Giannis, el empleado bancario de Karditsa, subimos para celebrar con el Yérontas el Domingo del Pentecostés. Previamente había ocurrido el milagro de la multiplicación de los panes, no solo durante la festividad de Pentecostés con el Yérontas como oficiante en 2007, y siempre había deseado ir a Agrafa para celebrar este día. Nuestro Padrecito la víspera de la festividad nos informó que la llamada para despertar sería a las cuatro de la madrugada. Él, por supuesto, iba una o dos horas antes al templo para leer y rezar por todos aquellos que le pedían sus oraciones. La mayoría de los nombres los recordaba de memoria. Recuerdo una vez que durante una hora recordaba los nombres frente al Altar. Le pregunté cómo los recordaba y él respondió sonriendo: «Los he dividido en grupos regionales». Después de terminar los maitines en Valari, nos informó que celebraría la Divina Liturgia en Agia Paraskevi de Guva, en Vraghianá. En el antiguo y histórico monasterio, donde se guarda la reliquia de cráneo de San Anastasio de Gortina y donde hicieron vida monástica los santos Eugenio de Etolia, el obispo Serafim de Fanari y Efdokimos de Vatopedi (el monje Savvas). Allí funcionaba la Gran Escuela del Γένος Yenos (raza, linaje helénico) de Vrachiana, donde también se formó, entre otros, san Kosme de Etolia, antes de ir al Monte Athos.

Nunca olvidaré ese día. Nuestro Padrecito estaba radiante de alegría, literalmente brillaba. Interrumpió la Divina Liturgia dos veces y pidió a todos los fieles que llenaban el histórico templo que veneraran la reliquia del cráneo de San Anastasio, cuyo aroma llegaba hasta el atrio del templo. Capté dos o tres veces a nuestro Padrecito mirando fijamente hacia el psalterio sonriendo. Terminó la Divina Liturgia y la Víspera de Pentecostés. El Yérontas comenzó a repartir el antídoro (contra-regalo, pan consagrado) mientras nosotros cantábamos «¡qué grande es nuestro Dios, nuestro Dios…!» y el himno del día «Bendito sea nuestro Dios, el que ha hecho sabios a los pescadores…». Cuando fui a tomar el antídoro, me hizo señas de que me quedara al final. Antes de hacer la despedida y mientras todos habían salido, me dijo:

-Hoy la Virgen Santa Paraskevi y San Anastasio vinieron y te dieron regalos. Llama a tu padre y dile que lo deseado (el deseo de tener un hijo) se cumplirá este año. Salté de alegría. Abracé devotamente a la Panaghía y a Santa Paraskeva. Hice una reverencia profunda ante el icono de Cristo y, con lágrimas de alegría, me postré una vez más ante la Santa reliquia de San Anastasio de Gortina, el médico de los Agrafa. Lo primero que hice cuando salí del templo fue llamar a mi esposa, Theopula, y transmitirle lo que el Yérontas me había dicho. Ella me escuchó atentamente sin hacer comentarios. Lo único que dijo fue: «Sé que nuestro Padrecito reza por nosotros día y noche».

En agosto, dos meses más tarde y poco antes de las vacaciones de verano, la Sra. Georgia Z., desconocida hasta entonces para nosotros, llamó y pidió hablar con mi esposa. «El padre Panagiotis me pidió que te transmitiera lo siguiente: Cree y no dudes. Lo deseado se cumplirá este año». Mi esposa quedó sorprendida. Una mujer desconocida que había ido a los Agrafa en peregrinación la informó sobre algo que la había preocupado durante dos meses. Como me confesó, el astuto malicioso intentaba alimentar su duda sobre los maravillosos eventos que el Yérontas había presenciado. «No puedes tener un hijo después de 22 años», le decía constantemente para desilusionarla. El Yérontas, aunque estuviera en los Agrafa, vio lo que estaba sucediendo y se aseguró de fortalecer su fe. En octubre del mismo año quedó embarazada y en noviembre, después de los exámenes habituales, supimos que estábamos esperando gemelas. La Panaghía, Santa Paraskeva y San Anastasio, a través de las intercesiones del santo Yérontas de Agrafa, el padre Panagiotis, nos dieron dos adorables niñas.

  1. Los mandatarios obispos, el canal de televisión Mega Channel y el Yérontas de Agrafa.

El padre Panagiotis predijo las protestas de diciembre de 2008, la desestabilización planificada del país y el cierre del canal de televisión. El Yérontas de Agrafa, desde que era niño, se convirtió en un instrumento de elección de Dios. Fue elegido por Cristo para servir al lugar de donde surgieron numerosos santos, como san Anastasio de Gortina, san Cosme de Etolia, san Eugenio de Etolia, el obispo Serafín de Fanari, el monje Efdokimos (monje Savas) del Monasterio de Vatopedi, etc. Según los Yérontas de la región, su madre lo veía en una visión desde muy joven, vestido como un sacerdote parado frente a ella. Otros veían al pequeño Panagiotis encendiendo las velas por sí mismo antes de siquiera acercarse al candelabro. «Este niño, verán, se convertirá en sacerdote. Tiene una gran bendición», susurraban.

Cristo lo preparaba desde muy joven para convertirse en el soporte espiritual de los pueblos de la región y para fortalecer la fe ortodoxa en miles de almas, no solo de toda Grecia, sino también de otros lugares del extranjero que encontraban consuelo en su estolorio (estola de confesión). Nuestro Padrecito lo logró y, con la bendición de Cristo y la Panaghía, a quienes amó tanto, convirtió su tierra en un poderoso bastión ortodoxo. Siguiendo el camino de la santidad desde muy joven, vivió experiencias asombrosas que marcaron su vida y la de aquellos que lo conocieron. Tenía abiertos los ojos de la psique-alma y los santos le revelaban muchas cosas.

Era, si recuerdo bien, el 25 de noviembre de 2008, día de la Santa Caterina. Esa mañana subimos a Agrafa y asistimos a la Divina Liturgia celebrada por el padre Panagiotis. Noté que estaba muy pensativo, diría que distraído, cuando después de la Divina Liturgia nos dirigimos al Arjontariki (sala de visitas) para la tradicional hospitalidad y, sobre todo, para seguir con la edificación espiritual que seguía. Sentí que el Yérontas estaba tratando de encontrar una oportunidad para hablarme. Le dijo a Kimon, el policía y amigo mío con el que habíamos subido a la Panaghía de Valari, que nos quedáramos. Cuando los demás peregrinos, unos 5 o 6 en total, se fueron, el Padrecito se volvió hacia mí y me dijo: «¡Sois tontos y locos vosotros, los atenienses!». Lo miré a los ojos buscando explicaciones en silencio. Y añadió: «Es un tonto aquel que está poseído por demonios y pierde la protección de la Panaghía y de nuestros Santos. Abriréis la puerta al Anticristo. Cuidado, ay, ay lo qué se avecina en Atenas en unos pocos días. Los demonios danzarán sin control en la Plaza Syntagma-Constitución (céntrica de Atenas y en las áreas circundantes. Llegarán incluso a tu vecindario. Asegúrate de informar a los mandatarios, los obispos por si acaso ayuden y evitemos el mal. Que no permitan esa blasfemia».

No os oculto que fue la primera vez que vi al Yérontas tan inquieto. Instintivamente le pregunté: «¿Qué va a suceder, Yérontas? ¿A qué blasfemia te refieres?»

-Un canal de televisión transmitirá una película blasfema sobre nuestro Cristo, nuestra Panaghía y nuestros Santos. Los pobres y desgraciados intentan lanzar flechas de blasfemia hacia Dios, pero el Dios trino está muy alto y las flechas no le alcanzan. Así que muy pronto volverán sobre sus cabezas. El cielo cerrará este canal de televisión y Hélade-Grecia sufrirá mucho debido a esta gran blasfemia. Pasará por una gran crisis.

¿Qué canal es, Yéronta?

«No sé, periodista. Asegúrate de averiguarlo ahora que bajes a Atenas y de informar a los obispos para que puedan prevenir el mal. De lo contrario, Atenas arderá. Vino un monje desconocido, alto y delgado, lo vi por primera vez y me dijo cosas… Me di la vuelta para preguntarle algo más, pero desapareció. ¡No lo volví a ver!

Por lo que dijo el Padrecito, ¡entendí que la información venía del cielo! Al monje desconocido lo movilizaba la mayoría de las veces para ocultar la información celestial que tenía. Tan pronto como regresé a Atenas al día siguiente, comencé a buscar la película blasfema que nos mencionó el Yérontas. De hecho, descubrí que el canal de televisión Mega Channel programaba proyectar la película blasfema «El Código Da Vinci» el domingo 7 de diciembre de 2008. Comencé a pensar en cómo debería manejar el asunto. Llamé al Metropolitano de Pireo Serafín, a quien conocía de su servicio de asesor jurídico en el Santo Sínodo. Le pedí que quisiera verlo en persona. Sabía que el día de su festividad sería visitado por el Arzobispo de Atenas Hieronymos, y era una excelente oportunidad para informarle sobre lo que nos transmitió el Yérontas. La reunión se programó para el 2 de diciembre. Informé detalladamente al Eminente Metropolitano de Pireo Serafín y le rogué que informara también al Beato Arzobispo de Atenas Hieronymos. A partir de la discusión que tuvimos en la oficina, sentí que no estaba convencido de lo que le transmití. Por eso, al día siguiente decidí enviar una carta personal al canal de televisión Mega Channel y hacerla pública al director de programación.»

«Considero necesario hacerles responsables en la medida de lo posible por los sufrimientos que vendrán si persisten en la proyección de la película “El Código Da Vinci” blasfema y ofensiva hacia el Dios trino. Pronto probaremos males grandes y sufrimientos venidos del cielo, como ya ha ocurrido en otros países…» Escribí, entre otras cosas, informándole discretamente sobre lo que me transmitió el Yérontas, pidiéndole que cancelara la proyección de la película cinematográfica (véase Stylos/Pilar de la Orthodoxía, n.º 96, pág. 5, diciembre de 2008). Naturalmente, no recibí ninguna respuesta y tenía esperanzas de una intervención del Santo Sínodo, que nunca se produjo…

El sábado alrededor de las 8 de la noche recibí una llamada telefónica del padre Panagiotis, el Yérontas de Agrafa.

-Mira, en estos días trata de evitar muchos desplazamientos. Hoy después de las Vísperas, nuestra Panaghía y los santos patrones de Atenas, los Santos Dionisio, Ierotheo, santa Filothea y muchos otros, abandonaron Atenas. No querían estar presentes en esta gran blasfemia. Qué pena que se llevaron (mataron) al joven inocente.»

-¿Qué joven mataron, Yérontas? ¿Quién lo asesinó? Pregunté espontáneamente al escuchar al Yérontas llorar con angustia.

-El demonio desde el primer piso mató al joven… Es una lástima, una lástima que nuestros obispos no se preocuparan. Ahora los demonios bailarán en Atenas. Ten cuidado y no te aventures circular por el centro.

Entendí que el Yérontas había presenciado algo, pero no podía interpretarlo. Me di cuenta de que su llamada telefónica tenía la intención de protegernos. Inmediatamente encendí el televisor para escuchar las noticias. No había nada alarmante en ese momento…

En la madrugada del domingo, el joven adolescente Grigoropulos fue asesinado en Exarquia (barrio céntrico de Atenas). Fue entonces cuando comprendí las palabras del Yérontas. Por la noche del domingo, durante la proyección de la blasfema película cinematográfica, comenzaron los disturbios que se registraron como revueltas «Decembrinas». Los canales de televisión, aparte de Mega Channel, interrumpieron su programación para mostrar escenas de los disturbios, mientras que la policía no logró o no se le permitió enfrentarlos.

Al día siguiente, el 8 de diciembre de 2008, el Metropolitano de Pireo Serafín, cuando vio que todo lo que el Yérontas transmitió a través de la carta se confirmó, emitió un comunicado en el que se pronunciaba en contra de los propietarios del canal de televisión Mega Channel en ese momento. Entre otras cosas, escribió: «…el intento de destruir la imagen divina de nuestro Salvador Jesús Cristo en las conciencias de las personas y en la verdad de Su Iglesia conduce inevitable e irrevocablemente a los trágicos incidentes que ocurrieron con la horrenda muerte de un adolescente de quince años, porque la frase de Dostoyevsky es atemporal, “si no hay Dios, todo está permitido”, de aquí y de allá» (véase Stylos Orthodoxías, n.º 96, pág. 5, diciembre de 2008). Para la historia, mencionamos que los demonios no solo destruyeron las propiedades de los ciudadanos en ese momento, sino que llegaron al punto de profanar incluso las Sagradas Iconas dentro de la Catedral Metropolitana de Atenas. Unos pocos años más tarde, el canal Mega Channel cerró, confirmando una vez más las predicciones del humilde profeta de Agrafa.

Dos abogados, hijos espirituales del Yérontas, presentaron una demanda contra el canal de televisión. El juicio fue el 9 de marzo de 2010, dos años después. El Padre Panagiotis descendió de Agrafa para asistir al tribunal. Yo fui el único testigo de cargo y tuve que presentar en detalle las blasfemias de la película cinematográfica. Sin embargo, no pude ver esa película. «No te preocupes, Cristo y el Espíritu Santo te iluminarán y les dirás lo que debes», me dijo. Además, hoy en la sala del tribunal han venido los Santos Cuarenta Mártires, cuya memoria celebra hoy nuestra Santa Iglesia». Realmente, en la sala de justicia de la antigua Escuela de Evelpides durante el juicio había un fuerte aroma. De hecho, algunos abogados que pasaban afuera los escuché decir: «¿Qué perfumes llevan estos sacerdotes que nos están rompiendo la nariz?». En la sala estaban presentes, además del padre Panagiotis Tsiolis, otros dos sacerdotes. A través del testigo, un periodista cámara del canal de televisión, el tribunal se enteró de que en el mismo horario y el mismo día, simultáneamente, la película blasfema se proyectó en 19 países europeos en total. Tan pronto como terminó el juicio, el aroma se detuvo automáticamente, a pesar de que las personas que la presenciaron permanecieron en el lugar por un tiempo.

Luego siguió también la crisis económica después de la caída del gobierno de Karamanlis, planeada desde más allá del Atlántico, y la desestabilización planificada de nuestro país… Grecia fue luego arrastrada mundialmente, mientras que sus políticos se vieron obligados a ceder a chantajes, asedios y amenazas, y a cambiar cosas que nadie creía que podrían imponerse en un país con millones de santos, en un país Ortodoxo. En una conversación que tuve en Agrafa más tarde, el Yérontas me reveló muchas cosas que habían ocurrido durante ese período en el que los tangalakia diablillos bailaban desenfrenadamente.

Al año siguiente, durante el mismo período de los 40 días de ayuno de Navidad, el canal Mega Channel volvió a transmitir la película blasfema. Sin embargo, esta vez los cristianos, especialmente los discípulos espirituales de nuestro Yérontas, en toda Grecia, siguiendo su orden, recitaban el salterio mientras él vigilaba en Valari. En ese momento, los tangalakia (diablillos) bailaban descontroladamente solo en el espacio del canal de televisión…

  1. Las cosas espirituales… determinan las cosas físicas.

Las palabras proféticas del padre Panagiotis sobre el Arzobispo Cristódulos y los incendios de agosto de 2007 en el Peloponeso.

Durante mi visita en febrero de 2006 al padre Panagiotis en Aliatro, donde solía pasar el invierno, lo vi muy inquieto. Me sugirió que fuéramos al café de su vecindario para tomar una bebida refrescante. Entendí que quería decirme algo importante que los demás no debían escuchar. Esto se confirmó cuando pidió que nos sentáramos en un rincón apartado del café.

«Todos debemos arrodillarnos lo antes posible para evitar este mal que se acerca. Debes ir a hablar con el Arzobispo Cristódulos. Dile que cancele inmediatamente el viaje al Vaticano. Dile que no necesita visitar a la bestia del Anticristo, al Papa. Esta visita traerá muchas nuevas calamidades al país y también tendrá consecuencias para él mismo», dijo el padre Panagiotis.

-No creo, padre, que el Arzobispo vaya a ir al Papa, porque la Jerarquía no va a dar permiso para una visita de ese tipo. ¿Cómo va a ir? Primero tendrá que asegurarse el permiso necesario…

Irá, irá pronto, lo tiene en mente. Vino un monje alto unos días antes, cuando salía de San Constantino, y me dijo: «Cristo está enojado porque el Arzobispo decidió ir al Papa y reverenciarlo. Si este viaje sucede, seguirán muchas calamidades, similares a las que ocurrieron cuando la bestia del Anticristo (el Papa romano) vino a Grecia. Pero en ese momento, nuestra Panaghía y San Juan el Precursor moderaron la ira de Dios con sus súplicas». Entonces eras tú, el monje, que estaba en la gasolinera fuera de Karditsa, donde me hablaste sobre la helada que quemó un tercio de nuestra cosecha en toda Grecia. No tuve tiempo de decir nada más y él desapareció, como si la tierra se lo hubiera tragado.

-¿Qué te dijo entonces, Yéronta?

-Mira, habíamos bajado a Karditsa y regresábamos a Valari. Paramos para echar gasolina y bajé a echar un vistazo a nuestros campos y montañas. Entonces se me acercó un monje muy alto y delgado que llevaba una raso túnica desgastada. Había pasado un año desde la visita de la bestia, el Papa, a Atenas. «Vengo de muy lejos, del Monte Pangueo», me dijo. «¿Y qué viento te trae a nuestros lugares?», le pregunté. «Voy al monasterio de Panaghía Pelekiti. Y luego comenzó a decirme cómo «la visita de la bestia a Hélade/Grecia enfureció a nuestro Cristo, quien quería destruir toda la cosecha en Hélade para que nuestros obispos no cometieran el gran error. En ese momento, nuestra Panaghía y San Juan el Precursor se postraron ante Él y le rogaron que mostrara clemencia.

El Señor misericordioso decidió, como ejemplo, que solo se destruyera un tercio de la cosecha, lo cual ocurrió con la histórica y grave helada que golpeó al país durante diez días», me gritó mi hijo Yorgos mientras volvía a mi coche y giré la cabeza por un momento. Cuando volví hacia el otro lado, el extraño monje había desaparecido.

-Pero la invitación al Papa fue hecha por el entonces presidente Constantino Stefanópulos y no por el Arzobispo Cristódulos. ¿Nuestros jerarcas son culpables?», le dije.

-Hubo un acuerdo secreto, igual ahora. Mira, teólogo, intenta ayudar en lo que puedas para evitar que el Arzobispo vaya al Papa. La violación de los límites espirituales tiene consecuencias trágicas…

Me fui muy preocupado en ese momento. Sabía que nuestro Padrecito solía reclutar al extraño monje para ocultar la información que obtenía de su trato diario con nuestra Panaghía y nuestros Santos. Mi esposa, quien estaba acompañando a la presbitera (esposa del sacerdote), se dio cuenta de que algo me preocupaba, pero no le dije nada. Tan pronto como llegué a Atenas, llamé a un alto funcionario de la Arquidiócesis y estrecho colaborador del Arzobispo, y le pregunté directamente: «¿Está planeando el Arzobispo ir al Vaticano? ¿Y si es así, convocará primero a la Jerarquía?» «¿Quién está difundiendo estas tonterías?», respondió. Y añadió: «Ten cuidado de no escribir algo así, porque serás expuesto en evidencia. ¡Habrá un desmentido por parte de la Arquidiócesis!»

Quizás aún no se haya decidido ese viaje. Quizás se planee después de Pascua, pensé. Pasó Pascua, pasó el verano y esa visita no se llevó a cabo. En octubre, de manera completamente repentina, el Arzobispo Cristódulos en la reunión anual regular de la Santa Sínodo de la Jerarquía investigó la posibilidad de realizar una visita al Vaticano. Casi toda la Jerarquía en ese momento estaba en total desacuerdo. Sin embargo, a pesar de la oposición de la Santa Sínodo de la Jerarquía, en diciembre del mismo año, el Arzobispo Cristódulos sorprendió a todos y se fue al Vaticano. A partir de entonces, comenzó la cuenta regresiva para él. En una reunión extraordinaria de la Jerarquía, donde se discutió la visita, recibió una crítica intensa y fue cuestionado incluso por los jerarcas que siempre lo habían apoyado. Dos meses antes de la Pascua de 2007, el Yérontas de Agrafa me llamó por teléfono y me dijo: «Este verano será muy difícil. Todos debemos arrodillarnos. La mitad del Peloponeso se quemará. Y eso es porque el avión que llevó a nuestro Arzobispo al Papa pasó por allí». Estas palabras del Yérontas fueron repetidas por mi amigo Kimon, quien a menudo llevaba al Padrecito a Agrafa para celebrar la Divina Liturgia cuando se quedaba en Aliatro durante el invierno. El 6 de agosto de 2007 estallaron incendios catastróficos en Ilia y en general en el oeste del Peloponeso. El país lloró entonces a decenas de muertos… Las palabras del Yérontas se confirmaron plenamente y representan la dimensión espiritual de lo mencionado anteriormente.

¡El cielo le borró!

A principios de abril de 2007, en otra conversación que tuve con mi Yérontas, me dijo: «Teólogo, el cielo borró a Cristódulos porque reverencio y adoró las pantuflas (zapatillas) del Papa. Pronto habrá un cambio en la cabeza de nuestra Iglesia. Puede que incluso sea durante este tiempo». En el boletín de abril de 2007, en el periódico Stylos (Pilar) de la Ortodoxia, escribimos en su momento discretamente la declaración profética del padre Panagiotis: «… ahora se considera un hecho que habrá cambios y reorganizaciones en las personas y en la estructura de la Iglesia de Hélade-Grecia. Cómo sucederá, Dios lo determinará. Simplemente lo seguro es que pronto se espera que incluso a nivel de liderazgo, independientemente de la voluntad de los protagonistas, se anuden en tronos en los que deberían servir con temor y reverencia… » (página 4, número 78). En ese momento recibimos críticas intensas de colaboradores del Arzobispo por lo que escribimos.

Un mes después, el Arzobispo Cristódulos enfermó. En junio de 2007, visité al Yérontas en Valari. Durante la discusión espiritual que siguió después de la Divina Liturgia, el Yérontas habló ante muchos de nosotros sobre μετάνοια metania (introspección, arrepentimiento y confesión, conversión). «La metania cambia radicalmente incluso los planes de Dios», enfatizó. Incluso nos dio el ejemplo del profeta Jonás y Nínive.

-Dios había decidido destruir Nínive debido a la apostasía y el pecado de sus habitantes. Sin embargo, como Padre misericordioso, quiso dar una oportunidad más a sus hijos para que no se perdieran en el abismo. Envió a Jonás, quien no quería ir porque sabía que la inmoralidad se había convertido en un modo de vida. Sin embargo, la predicación del profeta tuvo éxito y los habitantes se arrepintieron, ayunaron y los planes de Dios se frustraron. Con fe y metania, todo es posible, incluso la curación del cáncer. ¿Estás de acuerdo, teólogo? ¿O tienes alguna objeción?

-No, Yérontas, estoy de acuerdo. Así son las cosas.

«La secreta soberbia que nos aflige a todos, nos hace creer que somos importantes y magnánimos, que Dios nos hizo distintos de los demás seres humanos, y que todo el mundo gira en torno a nosotros. Hijos míos, prestad atención, los fariseos también sufrieron por esto. Desgraciadamente, nosotros también padecemos por ella, aquellos que en nuestra vida diaria vestimos las ropas de los fariseos y aborrecemos las vestimentas empapadas de lágrimas del recaudador de impuestos… Incluso nuestros guías religiosos son afligidos por esta terrible enfermedad de la soberbia oculta, lo que impide que alcancemos a Dios. Él, como un buen padre, nos envía diversos mensajes, como enfermedades, grandes caídas, grandes problemas, pero los demonios de la soberbia no nos permiten comprenderlos. Por ejemplo, te envía un pequeño cáncer para despertarte y corregirte. Luego espera ver un paso tuyo que lo alegre y cure el pequeño cáncer que te envió como un regalo de obediencia y salvación…

Comprendí que estaba hablando del difunto Arzobispo Cristódulos. Como había otras personas presentes, evité preguntarle directamente. Sin embargo, de manera discreta, justo antes de irme a Atenas, me dijo: «Mira, la curación para nuestro buen Arzobispo Cristódulos es la metania. El medicamento que lo sanará se llama contrición o quebrantamiento del corazón, se llama humildad y confesión. Tener un guía espiritual santo (yérontas iluminado) y el cancercito desaparecerá. Pero ¿quién se lo va a decir? Nuestra Santa Iglesia, teólogo, siempre tiene los remedios, los fármacos espirituales adecuados. Ahí está San Anastasio el Gordiano, el médico de los Ágrafos, que daba la medicina del salterio junto con alguna hierba y sucedía el milagro. Hoy hemos olvidado esas cosas y corremos solo hacia los médicos, a quienes les pedimos que nos curen. Aunque llevemos sotanas, olvidamos que Cristo es nuestro médico tanto para las psiques-almas como para los cuerpos. Mira, y enfatiza estas medicinas espirituales en el periódico».

En enero de 2008, el Arzobispo Cristódulos fue vencido por la enfermedad incurable. Toda Grecia quedó sumida en el duelo. El padre Panagiotis hizo un servicio conmemorativo y exhortó a todos sus hijos espirituales a orar por el alma del difunto Arzobispo Cristódulos, ya que está enfrentando dificultades…

  1. Los médicos lo habían dado por perdido, pero…

«Oh, esos médicos. Su orgullo los hace creer que son dioses».

¿Qué más? Esta era la frase característica de nuestro Padrecito cuando quería ocultar su intervención curativa a través de sus oraciones en alguna petición o súplica de todos los que se le acercaban. Cuántas historias tienen para contar aquellos que acudieron a él y experimentaron consuelo o presenciaron milagros en sus vidas.

Kimon, policía de profesión, vivía con nuestro padre Panagiotis en su vida cotidiana. Desde el día en que su madre lo llevó al Yérontas, experimentó un hermoso cambio en todo su ser. Agrafa y nuestro Padrecito lo atraían como un imán, tanto en invierno como en verano. El Yérontas no quería dejar sin servicio las capillitas de Agrafa y Kimon lo ayudaba a ir a ellas durante todo el año. Como él mismo nos cuenta, unos días antes de la festividad de la Anunciación, el padre Panagiotis expresó el deseo de ir al Valari y celebrar la Divina Liturgia en el templo de nuestra Panaghía. Allí, la icona de ella emanaba mirra. Recordamos cómo poníamos algodones que se empapaban con la mirra y los entregábamos como bendición a parientes y amigos. El padre Panagiotis decía que este maravilloso acontecimiento se debía a la visita y presencia de la Santa Madre de Dios en el templo… una presencia que siempre iba acompañada de eventos milagrosos y convertía la icona en milagrosa. Me fui hasta el Arjontariki sala de visitas para traer leña, y la mañana de la Anunciación nevó mucho. La nieve superaba el metro de altura y nuestros desplazamientos eran muy difíciles. Mientras regresaba al templo, vi a nuestro Padrecito cavando con las manos en la nieve cerca de san Jaralambos. Llevaba su vestimenta litúrgica, ya que estábamos casi a mitad de los maitines. Me sorprendió lo que buscaba y lo miré con curiosidad. Desde la nieve desenterró dos lirios grandes y los utilizó para decorar la icona de la Panaghía. Llevé la leña a la estufa y tomé mi lugar en el coro para continuar con la Divina Liturgia. Afuera, la nieve seguía cayendo sin cesar. Terminó la Divina Liturgia y nos dirigimos a Arjontariki. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta y a pensar cómo era posible que se encontraran esos dos hermosos lirios en medio de ese frío intenso. El Yérontas captó mi pensamiento, algo a lo que estaba acostumbrado, y se volvió hacia mí y me dijo:

-«Kimon, Cristo nos envió dos lirios porque somos dos. Así que ofrecimos a nuestra Panaghía dos lirios, uno tú y uno yo. Si hubieran logrado venir, el Nicos y la Urania, entonces habríamos sacado cuatro lirios… ¡qué más!»

Con esa pregunta, el Yérontas te desarmaba y llevaba la conversación a otra parte.

«¿Cómo están tus seres queridos?»

«Están bien, Yéronta. El señor Demetrio, el suegro de mi hermana Urania, no está bien. Está gravemente enfermo con la gripe H1N1 y los médicos no le dan ninguna esperanza de vida. Dicen que su hígado está completamente destruido y creen que no le queda mucho tiempo…»

No tuve tiempo de terminar mi frase y vi al Padrecito bajar la cabeza. Lo hacía a menudo. Su cuerpo estaba allí, pero su psique-alma no. Pasaron casi tres o cuatro minutos hasta que volvió en sí de su peculiar «letargo».

-«Kimon, Dimitris se pondrá bien. Fui a verlo. Tiene mucha ayuda, muchos Santos están junto a él. Se pondrá bien pronto. Hasta que volvamos, estará en su casa».

Sentí una gran alegría. Nos quedamos en Valari con el Padrecito durante nueve días. Estábamos bloqueados por la nieve. Cuando regresamos, supe que señor Dimitri estaba en su casa. Sin embargo, los médicos habían informado a su esposa, Katerina, que debido a la condición de su hígado no viviría más de tres meses. Llamé al Padrecito por teléfono y se lo dije. Él suspiró profundamente y con respiro profundo me dijo:

«¡Ay, esos médicos! El orgullo los hace creer que son dioses. Dile a la señora Katerina que su esposo está bien. Ya no tiene nada de qué preocuparse». Han pasado 14 años desde entonces y Dimitri está muy bien.

Habíamos experimentado algo similar también con los médicos con mi hermana María, cuando estaba embarazada de mi sobrina. El ginecólogo de Trikala que la atendía le informó con absoluta certeza que el feto que llevaba no tenía brazos. Había entrado ya al mes y a través de los exámenes el médico veía que el bebé no tenía brazos. Mi hermana le decía: «¡No importa cómo sea, doctor, lo daré a luz y lo criaré!». Durante ese tiempo, me encontré en Agrafa con el Padrecito.

– «¿Cómo están tus seres queridos, Kimon? ¿Cómo está María?», me preguntó.

«Están bien», respondí. Sin embargo, su mención sobre mi hermana me recordó el problema que enfrentaba.

-«Padre, el médico insiste en que el bebé que lleva no tiene brazos», le respondí.

-«Debe cambiar de médico. Debe encontrar a otro», dijo.

-«Pero casi está en el sexto mes. Y él es considerado el mejor médico en Trikala. Tiene los equipos más modernos», le expliqué.

«Bueno, que se quede allí y no tenga miedo, el bebé tiene brazos. Nacerá completamente sano. ¡Qué más!»

Cuando nació mi sobrina, tenía brazos y los movía perfectamente. El médico hablaba de un milagro. «Debería haber al menos una malformación. No puede ser que las máquinas estén tan equivocadas. A menos que hayamos tenido alguna intervención divina. Porque aquí tenemos un milagro palpable», dijo a mi hermana.

Un mediodía, mi amigo Apostolis, maestro de Nisyros, me llamó. Su tía Emilia estaba llegando al final de su vida terrenal. Él estaba en un dilema sobre cómo ella interpretaría la visita del sacerdote para recibir la comunión. Pidió, pues, del Kimon que le pidiera a nuestro Padrecito que orara para que su tía no partiera sin recibir la comunión. Durante la comida, Kimon transmitió la solicitud de Apostolis al Yérontas. «Deja eso. Está resuelto», le respondió. Luego, esa misma tarde, Apostolis volvió a llamar a Kimon y le preguntó insistentemente sobre la hora en que transmitió su súplica al Yérontas.

-«A las dos, durante la hora del almuerzo. ¿Por qué preguntas?», respondió Kimon.

«A eso de las dos, mi tía comenzó a gritar fuertemente “παπά papá (cura, sacerdote) -papá-papá”. Corrí a su habitación pensando que estaba delirando y llamaba a su padre. Pero me di cuenta de que no llamaba a su padre, sino que quería que la atendiera y le diera la comunión/efjaristía un sacerdote. Había venido por un corto tiempo en sus momentos de lucidez y me lo dijo claramente. El sacerdote, que había sido informado sobre la situación de mi tía, vino casi de inmediato y le dio la comunión. Experimentó una gran sorpresa cuando mi tía se dio la vuelta y le dio las gracias. Luego, aproximadamente dos horas y media después de su momento de recibir la comunión, mi tía falleció. Sinceramente, Kimon, me habría sentido culpable si mi tía hubiera partido sin recibir la comunión. Por favor, transmite mis agradecimientos al Yérontas», dijo.

Por la tarde, antes de las nueve, intenté transmitir las gracias de Apostolis a nuestro Padrecito. Parecía que entendió lo que quería decirle y no me dejó hablar.

«Ve, Kimon, han llegado de Karditsa, Paraskevi, Urania y Jrysula. Ve y diles que vengan al templo y después de las Vísperas nos encontraremos para hablar. De hecho, cuando fui al Arjontariki (sala de visitas), vi a Urania bajando con su coche. Estaban con ella Paraskevi y Jrysula. Se sorprendieron cuando les dije que nuestro Padrecito las estaba esperando.

-«Lo decidimos en el último momento. No le habíamos informado que subiríamos a Valari», susurró Urania.

-«Nuestro Padrecito lo ve todo, Urania», completó la señora Paraskevi… Después de las Vísperas, el Yérontas, sin que yo le dijera nada, rezó el Trisagio por la tía de Apostolis. Realmente, nuestro padrecito siempre estaba un paso por delante de todo lo que ocurría… Incluso ahora que está en el cielo, cerca de Cristo, debo transmitirle las gracias de Apostolis, que por su humildad no me dejó decirlo en aquel momento.

  1. Los perros pastores se convirtieron en corderitos

¡Qué más! Una vez subí en Agrafa con mi amigo Vanguelis, que se dedica a las artes marciales. Allí conocimos al P. teólogo de Creta. Nuestro Padrecito oficiaba en Agios Nikolaos. Después del final de la Divina Liturgia, nos sugirió ir al monte a recoger té. De hecho, fuimos en coche a una zona bastante lejana de Agios Nikolaos. Antes de detener el coche, aparecieron dos grandes perros pastores. Eran muy agresivos. Mordían las llantas del coche. El Padre Panagiotis sugirió que detuviéramos el coche y saliéramos para recoger el té. Vanguelis se dio la vuelta y me miró sorprendido.

-«Yo, amigo, no voy a bajar…»

Yo también estaba pensando lo mismo. En ese momento, nuestro padrecito abrió la puerta del coche y salió. Los perros empezaron a moverse agresivamente hacia él. Por un lado, yo tenía miedo y, por otro lado, estaba pensando en salir a ayudar al Yérontas. Entonces vi al Padre Panagiotis levantando la mano hacia los perros. En mi terror no entendí si los bendijo o les hizo un gesto con la palma de la mano para que se detuvieran. Lo que todos quedamos sorprendidos de ver es que los perros se convirtieron en corderitos y se sentaron en el suelo. Nuestro Padrecito abrió la puerta y nos hizo señas para que saliéramos. Estábamos en una pendiente abrupta, casi vertical. Tanto yo como Vanguelis, e incluso el P. teólogo, tuvimos dificultades para recoger el té.

En nuestro intento de mantenernos para no caernos, no prestamos atención a dónde se dirigió el Yérontas. Subimos al coche y lo esperamos. Había pasado aproximadamente una hora y nuestro Padrecito no aparecía. Teníamos miedo de que hubiera caído al precipicio, cuando de repente lo vimos venir desde el otro lado. Había convertido su abrigo en una especie de saco y lo había llenado de té. Los tres, nosotros y los otros dos, en comparación con lo que llevaba nuestro padrecito, no habíamos recogido ni la décima parte. ¡Qué más!…

  1. «¡Si estás embarazada, romperé mi diploma!»

¡Esto es lo que dijo el ginecólogo de Trikala que estaba siguiendo el embarazo de Georgia, cuando ella le anunció que el padre Panagiotis, el Yérontas de Agrafa, le dijo que no solo estaba embarazada, sino que también daría a luz a un niño y que los regalos de la Panaghía serían duplicados… Pero veamos las cosas desde el principio para comprender y concienciar que para nuestro Salvador Cristo, todo es posible y no debemos desesperar, especialmente en estos tiempos difíciles.

Georgia subía a Agrafa cada vez que tenía la oportunidad para consultar a nuestro Padrecito sobre un asunto económico importante que su familia enfrentaba. El Yérontas la amaba mucho por su espontaneidad y su sentido del humor genuino. En una de sus visitas, el Yérontas la apartó y la anunció que se vaya preparando para casarse con un joven bueno y tranquilo. Georgia estaba en edad de casarse en ese momento. Durante sus visitas a Agrafa, se había conectado mucho con la hermana de nuestro Padrecito, Ifigenia, una mujer santa que había servido en el histórico monasterio de Santa Paraskevi durante toda su vida. O sea, de allí donde pasaron figuras santas como los Santos Eugenio de Etolia, Anastasio el Gordio, Cosmás de Etolia, Serafín, el obispo del Fanar, Efdokimos de Vatopedi y otros. Aunque ella misma admitió que tenía una fe superficial y tibia, en las benditas y santificadas montañas de Agrafa comenzó a acercarse a nuestro Cristo, a conectarse con nuestra Panaghía y a inspirarse por nuestros santos.

No pasaron ni seis meses desde que el Padrecito le dijo que conocería a un buen chico y Georgia conoció a Nikos. A través de lo que le había dicho el Padrecito, entendió que Nikos encajaba en las descripciones del padre Panagiotis. Era tranquilo, trabajador y estaba listo para formar una familia. Sin embargo, también quería la confirmación del Yérontas. Por eso le sugirió que subieran a Valari. Nikos no tuvo ninguna objeción. Después de todo, había escuchado muchas cosas sobre padre Panagiotis por parte de Georgia y Kimon, lo que había aumentado su curiosidad por conocerlo. Subieron a Agrafa muy temprano por la mañana para poder asistir también a la Divina Liturgia.

En este punto, cabe señalar que el padre Panagiotis oficiaba todos los días. Él mismo iba a la Iglesia de la Panaghía a las tres de la madrugada. Por lo general, hacía el servicio nocturno solo y luego comenzaba los maitines hasta que llegaba el cantor. Leía todo, todos los troparios himnos, y le daba mucha importancia a la lectura de los Salmos del salterio.

El Padrecito recibió a los dos jóvenes con una amplia sonrisa. Después del final de la Divina Liturgia, Georgia corrió a preparar el habitual café en el Arjontariki (sala de visitas), mientras que Nikos aprovechó la oportunidad para escuchar los primeros consejos y recomendaciones del Yérontas sobre el misterio del matrimonio y la familia. Según relata Georgia, sin las oraciones y bendiciones del Padrecito, no superarían los obstáculos que el maligno ponía para impedir el matrimonio.

La boda de los dos jóvenes se hizo muy rápido. Ambos también deseaban tener un hijo rápidamente. A pocos meses de la boda, Georgia quedó embarazada. Desafortunadamente, no pudo llevar a término el embarazo y tuvo un aborto. Visitó a su Padrecito y le informó lo que había sucedido. Él, de manera discreta, le entregó una icona de papel de Cristo sosteniendo en sus manos a un niño abortado…

«No es agradable para Dios que mates a un ser humano», le dijo. En ese momento, Georgia comenzó a llorar desconsoladamente. Como ella misma nos contó, cuando estaba en el tercer grado de la escuela secundaria, entabló una relación con un joven y quedó embarazada. Inmediatamente se sometió a un aborto. Y ahora estaba pagando las consecuencias de ese acto. El Yérontas de Agrafa le aconsejó que tuviera paciencia y le sugirió que el remedio curativo era la participación regular en los servicios de la Iglesia y la conexión directa con nuestra Panaghía. «Paciencia, paciencia y todo irá bien…», le dijo mientras formaba con sus dedos el número cuatro.

En ese momento, como relata Georgia, no entendí lo que quería decir mi Padrecito. Pero seguí sus consejos. Cada domingo y festividad iba a la Iglesia. Mi querida Ifigenia me enseñó cómo hablarle a nuestra Panaghía. «Madre, perdóname. Sé que no merezco tu regalo después del crimen que cometí, pero por favor haz tu milagro», decía Georgia llorando frente a la icona de nuestra Panaghía. Después del primer aborto, vinieron otros dos. Fue entonces cuando conocí a través de mi abuelo a Evangelia, quien trabajaba en una conocida clínica de Atenas. Le hablé sobre los tres abortos y ella me sugirió que bajara a Atenas para hacer una serie de exámenes.

Allí conocí al ginecólogo S.F., quien me sugirió someterme a una cirugía laparoscópica después de eliminar quistes y pólipos, así como la vesícula biliar. Incluso me recomendó perder peso, ya que estaba sobrepeso. Recuerdo que fue en febrero cuando me hice los exámenes. Me fui de Atenas muy triste. Durante más de un mes me preparé para las dos cirugías. En la víspera de la Anunciación, me encontré con una amiga que tenía un problema muy grave. Me pidió que llamara al padre Panagiotis para pedirle consejo. Llamé al Padrecito. Estaba en Aliartos. Ni siquiera tuve tiempo de decirle «feliz cumpleaños» y hablar sobre la razón de la llamada cuando él comenzó a preguntarme alegremente:

-¿Qué celebramos en la Anunciación? En ese momento quedé sorprendida.

-La anunciación del Arcángel Gabriel a nuestra Panaghía sobre el nacimiento de Cristo, respondí con asombro. Y él me dijo:

-Lo que has deseado ha llegado. Vamos, que tengas un buen parto. Cristo te ha dado un niño. Vamos, con poco de dolor lo traes al mundo.

-Estás loco, abuelo, todavía tengo mi período, ¿estás equivocado?

– Georgia enciende una gran vela en honor a la Panaghía y dale las gracias.

Literalmente quedé perpleja. Ni siquiera tuve tiempo de hablar sobre el problema de mi amiga.

-Corre a la farmacia y compra una prueba de embarazo, le dije apenas colgué el teléfono, dándole el dinero.

Hice la prueba y dio positiva. No podía creerlo, me preguntaba cómo era posible. Corrí y compré otra prueba para asegurarme. También dio positiva. Antes de anunciarlo a Nikos, llamé a mi médico y se lo informé. Él me respondió irónicamente: «Si realmente has quedado embarazada, romperé mis diplomas. Además, asumiré todos los gastos del parto». Llamé a Nikos y le conté en detalle lo que había sucedido. Se alegró y me sugirió que esperáramos unos días y volviera a hacerme la prueba de embarazo. Cuando la tercera prueba también dio positiva, decidimos ir a Atenas. Mi ginecólogo se quedó sin palabras. Lo mismo ocurrió con mi amiga Evangelia. Se preguntaban cómo podía ser posible algo así.

Entonces comencé a mencionarles sobre el Padrecito. Evangelía apenas lo había conocido y no sabía la magnitud de santidad que poseía. El médico se quedó asombrado. «Aquí se derrumban todos los datos médicos. Y si resulta ser verdad en cuanto al género, gritaré que Dios es quien lo controla todo», dijo, y me rogó que lo presentara al Padrecito. Unos días después, el ginecólogo y Evangelía visitaron al Padrecito en Aliartos. El médico estuvo con el Yérontas durante más de dos horas. De hecho, en ese momento, él estaba en proceso de divorcio con su esposa. El Yérontas le dio cuatro nueces y le pidió que las rompiera todas juntas con su mano. El médico le respondió que no podía, y luego el Padrecito le habló de sus cuatro hijos, de su esposa y de la bendición de su matrimonio. El médico se quedó sin palabras.

La conversación que tuvieron en esa reunión con el padre Panagiotis giró en torno a los abortos… Repitió varias veces el precio que Grecia pagaría por los asesinatos de millones de personas -no mencionaba embriones-, sería especialmente grave. Y las consecuencias para las mujeres, las familias y también para los médicos que realizan estos actos abominables son muy graves. El abuelo enfatizó que los abortos y los pecados contra la naturaleza son las causas de los sufrimientos que atraviesa nuestra patria. El médico y Evangelía regresaron a Atenas.

Más tarde, me di cuenta del movimiento de los cuatro dedos del abuelo cuando lo visité después de la primera pérdida del embarazo. Exactamente cuatro años de matrimonio habían pasado cuando tuvimos a nuestro hijo Cristos. Experimenté muchas maravillas cerca del Yérontas y comprendí que lo único que hace feliz a una persona es Cristo, el único Dios verdadero. Los medicamentos de la fertilización in vitro que había comprado los doné a una mujer que había pasado por cuatro FIV y estaba agotada económicamente. ¡Dio a luz a gemelos, eso es lo que supe! Los quistes, los fibromas desaparecieron y el mal funcionamiento de mi vesícula biliar se restableció. Los regalos de nuestra Panaghía fueron duplicados y triplicados.

Cerca del Padrecito aprendí que cuando sigues y aplicas fielmente sus enseñanzas, experimentas el paraíso en la tierra. Cerca de él fortalecí mi relación con la Panaghía y hice amigos a nuestros santos. Ellos marcan el camino del arrepentimiento que te lleva al verdadero significado de la vida y te aleja de las ilusiones y las trampas del mal.

Al final, me gustaría referirme al presente, al hoy. El Padrecito ha fallecido en 2021, hace casi un año, pero ahora lo siento mucho más cerca de mí. Siempre está dispuesto a interceder por mí ante Cristo en cualquier petición que concierne mi camino hacia la salvación. Y cuando paso alguna prueba, escucho su dulce voz instándome a tener paciencia y oración. Agradezco y alabo a Dios por haberlo conocido, dijo Georgia conmovida. Amín.

Dionisios Makrís

Traducido por xX Χρῆστος Χρυσούλας, jJ Jristos Jrisulas www.logosortodoxo.com

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