YERONTAS PORFIRIOS el KAFSOKALIVITA ATHOS, ahora Santo
Conversación sobre la depresión
“La causa principal de la depresión y todas estas cosas que llaman tentativas, satánicas, como es la pereza, la pesadez, la desgana o acedía, que junto con estos hay un montón más psicológicas, es decir cosas tentativas, es que tienes gran egoísmo en tu interior”
Editado por el Santo Hisijastirion para Mujeres, Dilesi – Atenas
SANTO HISIJASTIRION PARA MUJERES
METAMORFOSIS DEL SALVADOR, NAVIDAD del 2003
Continuando la edición de nuestras conversaciones grabadas del Yérontas Porfirio que habíamos empezado con los títulos “Cristo es todo” y “El espíritu ortodoxo es el verdadero”, editamos esta traducción de una conversación con el padre que trata la depresión; es un tema muy interesante para todos. Esperamos que sean ayudadas personas por los consejos del Yérontas, que están contenidos en esta conversación que mantuvimos con él, porque la depresión hoy está muy divulgada y extendida.
Tal como dice el Yérontas Porfirio, la depresión se debe al gran egoísmo, del cual padecemos la mayoría, porque nos criamos y educamos desde niños con el cultivo del espíritu egoísta, que se manifiesta y se declara con la φιλοδοξία filodoxía, amistad y amor a la gloria mundana o ambición, el deseo e ilusión de sobresalir y nos alaben, el deseo e ilusión que nos elogien por cosas que no sirven de nada, como por ejemplo nuestra ropa, nuestro peinado, nuestras posturas, nuestras marcas o récords, notas buenas en los estudios, trabajos, deportes y en palabras graciosas idiotas.
Desde luego algunas veces se manifiesta aún con el deseo de sobresalir haciendo el mal, tal como el antiguo Hiróstratos, que quemó un templo muy bello para que el mundo hablara de él.
Así, cada vez que las cosas no van como queremos, nos entristecemos y nos desesperamos, nos preocupamos, nos deprimimos y nos encerramos en nosotros mismos, deprimidos y apenados, porque no nos han reconocido, porque nos han herido, nos han reprendido o nos han avergonzado, o nos han dicho algo que pica o molesta a nuestro egoísmo y a la buena imagen y concepto que tenemos de nosotros mismos y que queremos que los demás la tengan también de nosotros.
Es triste ver personas jóvenes suicidarse porque no aguantan una valoración negativa o desprecio, como por ejemplo, un fracaso en los exámenes, un mal comportamiento del prójimo hacia ellos o una catástrofe económica. Todos estos acontecimientos, cuando los afrontamos cristianortodoxamente, con humildad, con confianza en Dios, optimismo, con serenidad y aplomo, se superan rápidamente y se convierten en causa de un mayor progreso. De todo puede salir algo bueno espiritualmente y hasta materialmente para el hombre que está siendo probado por las dificultades.
La depresión, al contrario, inactiva al hombre, le hace de corazón duro, casi le convierte en cadáver. Por eso escuchemos con atención los consejos del Yérontas y sobre todo éstos que nos hablan de la causa de la depresión, y principalmente de la gran relación que ella tiene con nuestro egoísmo; recemos a Dios para que nos dé humildad, porque sin ella estamos continuamente deprimidos y apenados.
Además, si analizamos bien las cosas veremos que el egoísmo es idiotez, necedad y la humildad es inteligencia, porque el egoísta nunca se harta, es insaciable y por eso está continuamente apenado; en cambio el humilde siempre está satisfecho.
Además el egoísta vive continuamente con ansiedad y estrés, por como le ven y le juzgan los demás, le interesa la imagen que da a los demás y ansia y se angustia en provocar la atención y el elogio de ellos, cosa que en el fondo significa que no tiene autoestima y vive con la estima que espera de los otros.
Pero es cierto que los demás no se interesan tanto por él, y no en la medida que él le gustaría; así se tortura su psijí, huye y se refugia en las pastillas para tomar un poco de ánimo, o peor aún, se refugia en las drogas duras (el rey es el alcohol), que le empujan y le introducen en un mundo fantástico, en el cual todo parece tal como queremos, mientras que no es así.
Se gastan enormes cantidades en psicofármacos, sobre todo en antidepresivos, quizás aún más en programas de desintoxicación de personas dependientes, pero generalmente no se consigue ninguna terapia permanente, porque la verdadera causa, el egoísmo, no sólo permanece intocable, sino que se incuba y crece más.
Así son empujados los más sensibles jóvenes contemporáneos y también los maduros, al desencanto, a la depresión, a los psicofármacos, y a los narcóticos (el rey es el alcohol), porque no aguantan la realidad que desmiente, desmitifica la falsa icona- imagen que quisieran tener sobre ellos mismos. Huyen pues de la realidad, se dejan llevar por la inercia, no pasan exámenes para no fracasar, o se refugian en sustancias que crean dependencias que les transportan fuera de la dura realidad.
Pero la humildad afronta todas las dificultades hasta el ridículo social, el fracaso, el desprecio, como acontecimientos esperados, dignos a nuestro pequeño propio valor, los cuales nos empujan a luchar para que mejoremos, y así en vez caer en la depresión nos damos a la lucha en el intento, a la acción y a la vida.
Los logos del Yérontas Porfirio algunas veces son densos de profundos conceptos y significados. Por eso hace falta que los escuchemos y los estudiemos, muchas veces y profundicemos más en las cosas que dice. Comprobaremos que algunas frases pequeñas suyas, como la frase “… y la causa es que tienes un gran egoísmo” al principio nos parecen que no tienen ninguna relación con el tema y son inconcebibles.
Pero poco a poco nos apocaliptan, nos revelan la causa real de nuestra tristeza, aflicción y de nuestra depresión, que es nuestro egoísmo; no nos deja soportar alguna postura indiferente hacia nuestra persona, o algún desarrollo distinto de nuestros planes, ilusiones o deseos.
Deseamos y bendecimos que esta conversación con el Yérontas Porfirio nos ayude a todos a entrar en el país cristiano de la humildad y la alegría, que es Cristo. Y rogamos que rueguen por nosotros para entrar nosotros también en este país.
La conversación con el Yérontas Porfirio
-El presentador: Todos buscamos la alegría y la paz de nuestro corazón, pero diariamente vivimos penas y depresiones.
El Yérontas Porfirio con agapi-amor y sofía-sabiduría, conversa con sus hijos espirituales sobre la manera en que se transforma la pena en alegría. Nos revela-apocalipta el gran secreto, y es muy interesante escucharlo y estudiarlo.
-Yérontas Porfirio:
Una vez vino una señora aquí y me decía que padecía de depresión, me pedía qué tenía que hacer para sanarse y salvarse de esta cosa. Decía que “la causa por la que vine aquí es que me ha reñido mi marido, porque había cometido un error, por lo que él se indignó y me trató muy mal y me cogió una grande y fuerte depresión. No cené y toda la noche la pasé melancólica, vivía dentro de un mar abierto, dentro de una oscuridad en una depresión, con tal tipo de loyismí (pensamientos, reflexiones) que pensé: ¿para qué quiero la vida? Mejor es que no viva; continuamente este tipo de ideas me agudizaba la depresión hasta incluso pensar en suicidarme. Me dormí pero por la mañana estaba pesada, mi marido intentó hablarme pero yo no hablaba, pues se levantó, hizo sólo el café, me dijo si quería, pero yo no quise y se marchó.”
Ella enrollada en la manta, tal como ella me lo contaba, vivía sin apenas comer, por decirlo así, en la depresión. Es un sentimiento desagradable y molesto, que te atrapa y te remacha, no puedes ni pensar, solo piensas en esto. Crees que tu piensas en cosas serias, en cambio estás atrapado en una idea o concepto.
Entonces, le digo -yo conozco un grandioso fármaco, pero tú debes de prestarme atención para que te lo diga.- Le hice una pregunta- si después de esta depresión le ocurrió algún acontecimiento agradable. Me dijo que si – que cuando estaba acostada sobre las diez y media, escuché el timbre de mi casa sonar insistentemente. “Yo estaba enrollada con la manta desde la noche anterior y que insistía, me levanté, me eché encima el abrigo, abrí la puerta y he visto una antigua amiga mía, que estudiábamos juntas en Atenas; me abraza con alegría y me dice que tiene una buena noticia que darme. Vino (la tal) del Cairo y está en un hotel del centro de Atenas.
Nos besamos allí con ella, empezamos a contarnos nuestras cosas y me acuerdo de algunos detalles, como que estudiamos juntas, luego ella se fue a estudiar a una escuela elénica de El Cairo, etc…, con alegría me dice vamos a tomar un café por el centro de Atenas y de compras. Y yo le pregunto ¿ cómo lo pasaste? Se me fue todo, le digo. ¿Es verdad? ¿Que desde el momento que tu amiga entró en tu casa se marchó todo? ¿ Y tú desde cuando tenías todo esto? Lo tenía desde medio día del día anterior, me dice. Digo. ¿Apresada? Sí, esclavizada, apresada, me dice. Me angustié mucho y mi marido también, él se marchó frío de casa y yo allí sufriendo.
Le pregunto cómo lo ves todo esto? No le daba mayor importancia, nada de importancia. Ahora que tú me quieres decir algo sobre este tema, veo que esto tiene un gran significado. Le digo ¿sabes música? Si pero lo he abandonado todo a causa de la depresión, mi vida entera está en los fármacos. No sé ni ordenar bien la casa y olvidé lo que sabía de música. Lo he dejado todo, lo he olvidado todo. Yo le dije entonces muchas cosas sobre la música y más le hablé sobre el amor a Dios, que es la cosa más grande que cautiva la ψυχή psijí (psique, alma, ánima), porque no es solamente un acto y energía hacia Dios, si no que es lo más importante, que es la Jaris-Gracia (increada energía) de Dios la que después llena la psijí y la convierte, la cambia en otra cosa mejor. Es decir, esto que le había apresado era una fuerza y energía psíquica y en vez de convertirse algo bueno, el diablo con esta fuerza y energía psíquica la convertía en depresión y castigaba y angustiaba a la persona. Le dije pues que poco a poco empezara otra vez a tocar el piano, lo más importante de todo es que se ocupara de la oración y sobre todo que ponga un especial interés en el concepto o pensamiento que debe conocer y amar a Cristo. Le dije ejemplos que vemos muchas veces, cómo una madre añora a su hijo, etc…
De una manera así nosotros también debemos amar a Cristo, con añoranza. La principal causa de la depresión y todo esto que llamamos tentaciones satánicas, como son la pereza, la desgana, la pesadez, y junto con estas tantas otras cosas más psicológicas, es decir, cosas tentadoras de Satanás, es que tienes un gran egoísmo en tu interior.
Le conté como conseguirá dentro de esta situación convertir la pena en alegría. Dentro de nuestra religión está muy extendido este método, y nuestros Santos lo practicaron mucho. Es decir, habían encontrado la manera de convertir o transformar la depresión en alegría.
La manera que tenían era ésta: sabían cómo darse y entregarse a Dios. Con el amor a Dios, con oración clamaban los apóstoles con orgullo y decían “me alegro en mis pazos, (pasiones, vicios, adicciones, y padecimientos) “. Tan poderoso era el sentimiento de la depresión para destrozarlos, diríamos, un sentimiento muy fuerte, muy potente, una fuerza psíquica suya, pero ellos cogían esto y lo daban a Dios, lo convertían en alegría y gozo en el Señor. Un masón que era vecino mío que a veces veía, me decía que esta cosa de los apóstoles es una locura, qué personas son estas…, le digo: es que hablamos para locura divina, se lo expliqué, y quedó contento, agradecido. Ojalá pudiera yo hacer esta conversión, pero estoy aprisionado por mucha depresión. He gastado mucho dinero, he visitado toda Europa para esto, mis bolsillos están llenos de fármacos.
Pues este es el secreto. Tengo muchas cosas que contaros sobre esto que he visto en mi vida, cosas compuestas de emociones, es decir, emociones y sentimientos satánicos, o sea, el diablo y nuestro mal carácter, consigue y coge de la batería de nuestra psijí, que tiene la fuerza y la energía de la voluntad para que hagamos el bien, la oración, la agapi-amor, la jará-alegría y nuestra unión con Dios; él consigue y toma esta energía y la convierte en pena, depresión, tal como dicen los llamados psiquiatras; nosotros no lo decimos así, lo llamamos energía satánica. Decimos acedía, pesadez o desgana, decimos loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía, y meditaciones y reflexiones) y también decimos el diablo de la desgana, el diablo de la prostitución, el diablo de la vanagloria, el diablo, el diablo… Diferentes diablos para cada energía satánica que nos crean.
Os voy a contar otra cosa. Tenía aquí un joven que en su casa lo hacía todo polvo, castigaba a sus padres y sufría muchísimo. Sus padres dijeron de traerlo aquí, lo trajeron aquí y se ocupó del jardín, se alegraba yendo de arriba a abajo, por aquí y por allá, y volvió a sus cabales, se recuperó, no tenía ni depresión ni tristezas, ni nada, compró libros de jardinería para árboles y también libros eclesiásticos, leía y estudiaba y estaba muy contento. Un día me dice, -Yéronta, me entró una gran tentación y no puedo estar más aquí, he conocido muchas cosas con usted y tomé mucho ánimo, pero ahora muchos loyismí me trastornan, quiero marcharme de aquí, no puedo más-. Le digo, -¿ahora quieres marcharte, a esta hora? Sí, sí, me voy, – me dice- no puedo, no intervengas que no puedo más, quiero marcharme. Vale, -le digo-, yo ahora descansaré, pero podrías leerme un poco, quiero escuchar los salmos y así dormirme en esta concentración mental… Tengo la costumbre que cuando me dedico a algo, me cautiva vivamente y soy feliz.
Pero cuando me apoyo en el asiento de la iglesia hacia atrás con la dedicación que tengo al escuchar, me adormezco. Tal como un chofer cuando el camino es recto, mirándolo así y cuando se apoya hacia atrás se adormece y el coche sale del camino; pues he encontrado estos secretos y cuando escucho quiero estar así con atención y escuchando así disfruto. Así también con el psaltiri (los salmos), cuando estoy estirado y pongo mi atención en sus bellas frases enseguida me duermo.
Entonces le di a que me leyera el psaltiri y me dice, -¿por donde quieres que lea? Ábrelo donde quieras, lo único que quiero es que lo leas claramente porque me entristezco si no me lo dices claro.- Abrió pues el psaltiri y empezó: -“ Kirios- Señor tú eres mi iluminación, mi sanación y mi Salvador, ¿de qué voy a tener miedo? Señor el defensor de mi vida, ¿de quién me acobardaré?“- y lo dice continuamente hasta el punto que… -Oh -Me dice -¿Yéronta, te has dormido? No me voy. -Le digo, – ¿qué te pasa, hombre? Uf, uf… Con estas cosas que he leído, no sé que me ha pasado que sentí una alegría tan grande que no me quiero marchar ahora. -Empezó a decirme- Estos pseudopsiquiatras, estos falsos neurólogos… tengo que ir a decirles el gran error que cometen dando narcóticos a las personas. ¡Mira! ¿Qué he tomado yo ahora? Escuché los salmos tal y como me lo dijiste, y el diablo se marchó, -me contesta-. Y ahora que pasará, no me voy, -me contesta- ahora quiero quedarme aquí, cerca de ti.
Entonces le digo -lee y cuando te canses para. ¡Yo que sé! Yo me dormiré.- Se sentó pues y luego al despertarme me volvió a decir que ahora no se iba.
Pues, aquella señora que anteriormente os conté, volvió a empezar otra vez a aprender música, iba y se confesaba con un sacerdote y este sacerdote era muy bueno, muy santo.
Todo el día estaba muy activa, iba a confesarse, tenía ganas de hacer cosas, etc. Pues iba siempre, no se quedaba atrapada y después consiguió que su marido fuera a confesarse y aquél también dio un giro en todo, y también era continua la confesión. Pues este es el secreto, cómo uno puede hacer el giro, ahí donde le ha apresado algo malo, pensar algo distinto; es un poco difícil, pero cuando uno se prepara…, preparación es humildad, eh!, pues esto es. Este tipo de personas, los deprimidos, neuróticos, impacientes, no aceptan que les piques o les digas -esto tienes que hacerlo así.- Pero si es que no puedo, lo dice la ciencia. -Le digo- hazlo tonto, y deja lo que dice la ciencia. Yo obedeceré al Yérontas.
No lo puedo hacer, comprendiste?
Esto es algo que podemos llamarlo diabólico y es algo que el hombre tiene, no sé cómo, pero lo tiene, como el salvaje en el desierto. Quiero decir que no es una cosa fácil, pero decimos que debes girar tu mente así. Ahí está el arte, que no es girarlo, sino que es tener la fuerza y energía de arrancar la jaris (increada energía) de Dios, que te haga unirte junto a Él y cuando te unes y te has entregado a Dios, entonces no hace falta mirar ni recordar qué vino detrás de ti y cómo te arrastraba el espíritu contrario (pensamiento); se marchó, desapareció ya, comprendéis! Esta cosa de aquí ¿podéis comprenderla? Es decir, echarlo sin que os deis cuenta.
A partir de ahí te dedicas a lo otro y lo vives, de manera que intentas ver que es lo que hace, si está detrás de ti o si te aprisionará o te tirará. Principalmente todos estos pensamientos o emociones que llamamos satánicos son la pereza, la negligencia, la angustia, la depresión y un montón de palabras que no recuerdo. Las llaman inseguridades, han sacado un montón de denominaciones sobre esto los psiquiatras y lo han hecho de una manera tal que evitan nombrar la palabra diablo, mientras que en realidad nuestra religión de la palabra diablo ha hecho dogma. Si sacas el diablo, todo se va de nuestra religión, ¿comprendes?
Así pues, este es el gran arte, como entregarnos a la agapi- amor de Dios. Cierto es que puedes hacer muchas cosas, pero cosas humanas; lo más grande es entregarte a la agapi- amor de Dios más que a ninguna otra cosa, en el culto a Dios, en la oración; pero aunque hagas cualquier cosa, si no consigues la humildad, no haces nada; solo con los narcóticos intentarás dormir y tranquilizarte un poco. No se hace ni se consigue nada, no pongáis en vuestra mente que conseguiréis algo con buenos médicos o fármacos.
Puede por el momento si te dicen que es bueno, impresionarte, que te den un fármaco y hacerte algo, pero te agarra otra vez la tentación.
El gran secreto es la humildad.
Yo veo mucho que estos deprimidos y todos aquellos que tienen en su interior sustancias que reaccionan, se torturan y se atormentan. Vemos en que en seguida que les dices algo para cortar su voluntad (egoísta) y en este momento enseguida le atrapa su egoísmo y reacciona. Vino uno y me contó que no iba a la iglesia porque allí dentro lo pasa mal cuando se siente en un espacio cerrado y no puede. Le digo, ¿qué tonterías son estas? Yo quiero que vengas a la iglesia, que te levantes temprano y vengas a plantar árboles, y tú me dices esta tontería.
¡Ay, no, no puedo! Le digo, escúchame una cosa que te voy a decir, que sepas que te he dejado libre y no te hablo pero siento remordimientos porque tú en vez de conformarte y mejorar te estás haciendo más egoísta porque vas donde quieres, haces lo que te da la gana y lo que te parece y así se fortalece tu voluntad y vives dentro en este mal espíritu, te atormentas y torturas. Yo digo: empezaré a aplicar reglas, ¿no has leído sobre la obediencia? Si, he leído, ¿donde lo has leído? En la escalera ( de San Juan, el Clímaco) ¿entonces, no te acuerdas lo que dice? Si me acuerdo, pero ahora tal como lo dices, me estás coaccionando y yo no puedo ¿cómo, yo te coacciono? Porque me has dicho que me darás tres trozos de pan al día y me echarás de aquí. ¿Esto no es coacción? No, esto es una regla, soy Yérontas anciano y puedo decirte esto. Que quieres tú, que te llevemos en bandeja, que no te toquemos, y que te estemos todo el día mimando y diciendo, ay que no se entristezca el niño; Ay! Que no lo traumaticemos, no vaya ser que le cojan sus nervios, su melancolía y sus ataques.
Es decir, que cuidemos de ti y que te tengamos miedo, no vaya ser que te digamos algo y te entristezcas. Esto es un gran egoísmo, me dice (porqué me hablas, déjame? .
Me coaccionas, ¿Cómo te coacciono? Mira, con las cosas que me dices. ¿No soy tu guía espiritual, no vienes aquí y te confiesas, no te leo la bendición y vas y tomas la comunión? ¿No tengo derecho a hablarte así? ¿Qué quieres decir con que te coacciono? Debes aprender a obedecer y ser humilde.
Por fin bien. Mañana despiértate para la divina liturgia y después te vienes a plantar árboles; y así lo hizo.
Y le digo, mira, mañana irás al trabajo y verás con que ganas trabajarás, te acordarás de mí y dirás: el Yérontas me dijo que estarás trabajando como loco, cogerás la pala y pin pan pun, tirarás las piedras fuera, la tierra. Me contesta – que ¿trabajaré como un loco? Sí, como un loco, le digo.
Si el hombre tiene entusiasmo hace cosas que los demás miran y se ríen, en cambio él, vive en una vida entusiasta; de estas cosas amigo, que sepas que sé mucho, es un tema significativo. Otro puede que no le dé, importancia pero yo sí. Mira los hombres que tienen esta costumbre, las personas que conocen y les rodean y los castigan con distintos caprichos, es decir: ay, no puedo esto, yo no sé, ahora estoy depre… y los que están alrededor sufren y se deprimen ellos también, ¿me comprendéis? Pero los que padecen, cuando ven a los demás que sufren junto a ellos, se contentan y lo continúan haciéndolo más aún. Dirás, ¿es posible que pase esto? Si se hace sin que nosotros lo comprendamos o lo sintamos, es que el diablo lo opera y lo energiza, no sé chicos míos si podéis comprender todo esto que os digo.
Se hace esto, sin que ellos mismos lo comprendan, por ejemplo, ves uno caer en el suelo, parece que se estuviera muriendo como si tuviera epilepsia para impresionar a los otros y así le tengan pena, o porque dieron “unos zapatos nuevos” a su hermano o para que piensen porque han dado “unos zapatos nuevos a su hermano” y no a él, por cualquier pequeño motivo que le den empieza a tirar las sillas, a romper los cristales, etc… es decir, estas cosas suceden de una manera misteriosa.
El presentador:
El Yérontas Porfirio en la anterior conversación da a entender que el hombre muchas veces se convierte en energúmeno con malos pensamientos, sean suyos o sean impuestos, muy finamente, sin darse cuenta, por el maligno, mal astuto espíritu; entonces sin darse cuenta uno es arrastrado sin poder dominarse y hace todo esto que más tarde cree que no quería hacer, pero en realidad él también lo quiso hacer, coopera con el mal pensamiento o loyismós diciendo en su interior: por un momento el sí, y después se deja y actúa incontroladamente y hace cosas que ni si quiera recuerda. Pero en el momento inicial cedió y sucumbió con su voluntad y así fue dominado, fue apresado por su pasión. Esto el Yérontas lo llama forma o manera misteriosa. Porque no es enseguida percibido por todos en ese mismo momento, pero es verdad que ocurre. Por eso se necesita atención, vigilancia en el primer momento en que viene el mal loyismós, despreciarle y girarnos inmediatamente a Cristo para que el pensamiento no nos coja y aprisione nuestra voluntad y nos haga lo que él quiere y luego no controlemos la situación.
Yérontas Porfirio:
Escuchadme, os voy a contar otra experiencia:
Vino una vez un chico y me dice:
Yérontas, tenemos a mi hermana que está sufriendo mucho. ¿Que le pasa? Pues ella sufre epilepsia, nos ha vuelto a todos locos en casa.
Escucharme que esto es un bonito ejemplo, no es bueno que os diga los nombre, es mejor anónimamente. Le digo al chico: que sepas que tu hermana no tiene epilepsia. Me dice, sí tiene epilepsia, se atormenta mucho y muerde hasta sus labios, la pobrecita. Le digo: lo hace así, no, no lo hace así, lo hace de esta manera y le coge; le digo, tráemela aquí. Le dice, la traigo mañana. Sí, y al día siguiente la trajo.
Pues al día siguiente llegó la chica, una bella muchacha con pelo largo, como una cola de caballo. Y me dice: me ha traído mi hermano para que me aconsejes porque tengo epilepsia y sufren todos en casa.
Le digo ven aquí y siéntate. ¿Sabes lo que visto yo de lejos? Apenas me contó tu hermano que sufres de epilepsia, he visto que esto te lo produces tú sola. No, me contesta, no lo hago yo. Sí, le digo, te lo produces tú sola. No, no, me contesta otra vez. Piensa que cuando me recupero muchas veces me he mordido el labio y sangro. Eso lo sé, le digo, pero escúchame, que te voy a contar como se produce; le digo, tú tienes un gran egoísmo en tu interior, quieres que te amen todos. Muchas veces cuando ves a tus padres que cuidan de tus hermanos lo provocas tú sola, sabes como se provoca esta cosa y lo haces, es decir, te abres, te aprisiona el demonio. A partir de ahí te pierdes, caes al suelo, sacas saliva, muerdes tus labios; recuérdatelo bien esto, hija mía; pues así lo hago, me dice; y le digo ¿cómo lo haces? ¿Y porqué? Mira, cuando me entristecen no tengo otra cosa que hacer y hago esto para que entiendan que no deben entristecerme y así me quieren y me traen lo que quiero. Digo, muy bien, me cuentas todo esto pero lo comprendes. Sí, lo comprendo. ¿Lo comprendes, que te lo produces tú sola? Sí, ahora si que acabo de comprender que me lo produzco yo sola. Lo provoco, pero después me pierdo y a partir de ahí me coge todo esto y estoy dominada totalmente por el mal.
Habéis escuchado todo esto, es muy importante, es decir, como se abre la puerta.
Mirad, os cuento otra experiencia como ejemplo.
Le decía a un señor de hacer una cosa y él decía no puedo. Y yo le digo, házmelo por favor, yo soy un pobre viejo cura y quiero que me hagas este favor; no puedo, estábamos en el sótano, y me dice, esto no lo dice la ciencia, y le digo, hijo mío, ¿por qué mezclas la ciencia? Yo te digo que vayas a hacerme este favor, no tengo a otro que me lo haga. Yo no puedo.
En aquel momento amigos míos me vino algo, como lo voy a contar, a describir, es decir, me vino gana de enfadarme contra él. Pero enseguida lo capté y lo comprendí, el secreto está en que lo captes y te anticipes, si lo dejas y te coge ya estás dominado; ahí pues, donde quería gritar indignado y enfadado, en aquel momento se me inspiró una bella oración. Sabéis que útiles son las cosas que os estoy diciendo, tengo muchísima experiencia en estas cosas.
Ah, os voy a contar otra experiencia. Un hijo quería castigar mucho a sus padres y hermanos. Mirad, tenía un demonio, tenía miedo en el tranvía con su padre y cada vez que quería bajar a la ciudad, hacía que el padre pagara un taxi de ida y vuelta y muchas cosas más. En definitiva, yo estuve de acuerdo con el chico que se marchara del lado de los padres para librarse de todas esas cosas. Pues con toda devoción se ofreció al amor de Dios y se sacó todo esto de encima y se libró. ¿Comprendéis? He visto esto en muchas personas. Hijos míos, esto castiga hoy al mundo, estas cosas tentativas y diabólicas que atrapan a los jóvenes; se pelean, se marchan de sus casas, dejan los estudios…
Luego, otra cosa os quería decir; es el trabajo, el interés por la vida, el arte, el jardín, las flores, son cosas muy importantes, el estudio de la Santa Escritura, el interés por la fe, en el amor de Dios. ¿Para qué queréis los psiquiatras, el psicoanalista, los narcóticos-drogas pues, ir en paz.
El presentador: De estos pequeños ejemplos que nos contó el Yérontas Porfirio guardemos el gran secreto, la conversión de la pena tristeza o depresión en alegría. Es la humildad, que atrae la jaris (gracia), la increada energía de Dios. Amén.
La Ortodoxia no es una religión, sino más bien es fe en la αποκάλυψις (apocálipsis, revelación). La columna vertebral de la Ortodoxia es la catarsis, la iluminación y la zéosis o glorificación, y además, el discernimiento entre esencia y energías increadas y creadas. Es la auténtica psicoterapia y la “fe energetizada por la αγάπη (agapi, amor)” (Gal.5,6). La energía increada del amor de Jesucristo, energetizada por la energía increada de la Χάρις (Jaris, Gracia) del Dios Trino. En nuestra Iglesia se sana el hombre físicamente y psíquicamente como dice la Divina Liturgia, Cristo es el médico de nuestros cuerpos y psijes. La sanación de la psijí (naturaleza espiritual), del hombre enfermo a causa del oscurecimiento de su nus (espíritu humano y energía) por el movimiento de la energía maligna de su propia voluntad egoísta, orgullosa y por la influencia del Mal astuto (Diablo). La increada gloria de Dios está dentro de cada criatura y por lo tanto en el corazón (esencia) de cada persona junto con Sus energías increadas: creadora, cohesiva, provisora, catártica (purificadora) etc. El buscar a Dios en algún “más allá” es pura insensatez.
Traducido por: χΧ χρήστος Χρυσούλας jJ jristos Jrisulas www.logosortodoxo.com