Ortodoxa Psicoterapia I, II
Instrucción terapéutica patrística
Ierotheo Vlajos, Metropolita de Nafpaktos-Lepanto
Se sugiere leer primero el MINILÉXICO: http://www.logosortodoxo.com/minilexico/
(Libro aceptado y aprobado oficialmente por la SANTA IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ORTODOXA, traducido en más de 15 idiomas hasta en Chino y se enseña por muchas Universidades del mundo sobre todo en los ramos de Psiquiatría y Psicología…)
CAPÍTULO 1
La Ortodoxia como ciencia terapéutica
- Qué es el Cristianismo
- Θεολογία (zeología), la teología como ciencia terapéutica
- Qué es la terapia
- El método de terapia – Instrucción terapéutica
CAPÍTULO 2
El Ortodoxo terapeuta
- Condiciones para el ascenso de sacerdotes-terapeutas.
El valor del sacerdocio
Llamamiento y ordenación de los Apóstoles.
Condición básica para la ordenación.
Los tres grados del sacerdocio o santidad.
- “Reanimar el carisma”
Atributos básicos de los terapeutas – sacerdotes
- La santidad espiritual
- La búsqueda de terapeutas.
Prólogo del Santo Monasterio
Con alegría especial y gran honor nuestro Santo Monasterio procede a la tercera edición del libro del sabio Archimandrita Ierotheos Vlajos, con el título “Ortodoxa Psicoterapia”.
Tal como el mismo título expresa se trata de un libro que se ocupa principalmente para la terapia de la psique del hombre, según la enseñanza de los Santos Padres de nuestra Iglesia que vivieron la vida ascética y se convirtieron en terapeutas experimentados del laós (pueblo) de Dios. El padre Ierotheos viviendo dentro en el mundo y como padre espiritual que es, diagnosticó que la enfermedad más seria de nuestra época es la enfermedad de la psique, los llamados problemas psicológicos. Ha distinguido que todos éstos son problemas principalmente de los loyismí, del oscurecimiento del nus y del corazón sucio no sanado. Él mismo, al haber gozado de las obras de ellos, ha registrado los pazos del caído hombre y nos ha ofrecido la instrucción terapéutica de cada uno, de manera que el lector pueda ver como en un espejo la enfermedad de sí mismo. Para buscar médico terapeuta (yérontas) y continuar en la terapia de su psique, su nus y su corazón, llegando a la zeoría (contemplación espiritual, visión) de Dios y la divina comunión.
Creemos firmemente que este libro ayudará al hombre contemporáneo que está infectándose literalmente de problemas psíquicos, ansiedad, inseguridad, desequilibrio, vacío… sin salida y en vez de otra terapia o pseudoterapia recurrirá y se refugiará al hospital-albergue, que es la Iglesia, donde encontrará al Señor y sus terapeutas, los antiguos con sus admirables textos eclesiásticos y los contemporáneos. Ellos como portadores de la Tradición Ortodoxa pueden dar a cada uno particularmente los fármacos adecuados, la dosis necesaria y en el preciso tiempo. Además, el Señor dijo: “Venid a mí todos los cansados, deprimidos y cargados psíquicamente y yo os daré descanso y alivio psíquico y espiritual” (Mt 11, 28), como también, Él mismo dio poder a Sus Apóstoles curar “…toda enfermedad y dolencia” (Mt 10,1).
Para nuestro Monasterio será una gran bendición si algunas personas encuentran el camino hacia el Arca de la sanación y salvación, que es la Iglesia y quisieran incorporarse en el santo y bendecido Cuerpo de Cristo, y los que ya se encuentran en ella ayudarse, catartizarse y purificarse de manera que se conviertan en sus dignos miembros, “el divino y santo laós de Dios”.
Para la re-edición de este libro, como para la edición de tantos más, debemos un gran agradecimiento al nuestro Excelentísimo Metropolita de Tebas y Livadiá, Señor Jerónimo, (actualmente Patriarca de Grecia), el cual como obispo ortodoxo auténtico ama la Tradición de nuestra Iglesia, nos dio su bendición con mucho gusto; nos tiene acogidos con mucho cariño y agapi y se ocupa para el florecimiento y el resurgimiento del monaquismo de su Metrópolis. Suplicamos al Señor que le mantenga “sano, saludable y honesto vigilando el logos de su verdad”.
Y al Santo y Trinitario Dios, el que inspiró y condujo esta composición y edición, que sea la gloria, la potencia, la honra y la veneración por los siglos de los siglos. Amén.
Santo Monasterio para mujeres Nacimiento de la Zeotocos.
Prólogo del escritor.
El hombre actual cansado (psíquicamente), desilusionado y decepcionado por varios problemas que le torturan busca un descanso, una reanimación de su psique. Esencialmente, busca terapia de su psique, porque allí principalmente siente el problema. Vive estando aplastado por un peso y una opresión psíquica, depresión. Por eso en nuestros días las interpretaciones psiquiátricas circulan mucho. Principalmente se divulga mucho la psicoterapia. Mientras que hasta ahora estas cosas eran casi desconocidas, en la época actual han tomado una tremenda propagación y muchas personas acuden y se refugian en psicoterapeutas para encontrar consuelos, descanso y alivio psíquico. Porque el hombre contemporáneo repito, siente que tiene necesidad de terapia.
Junto con la concienciación de esta necesidad básica, compruebo diariamente que el Cristianismo y principalmente la Ortodoxia que guardó la esencia del Cristianismo, dispone de mucha “psicoterapia”, o más bien, la Ortodoxia es una ciencia terapéutica. Todos los medios que usa y su misma finalidad es sanar al hombre y conducirlo a Dios. Porque para que lleguemos a la comunión con Dios y encontrar el bienaventurado y feliz estado de la zéosis o glorificación antes debemos de sanarnos. Por eso, más allá de cualquier otra interpretación, la Ortodoxia es principalmente ciencia e instrucción terapéutica. Se distingue claramente de los demás métodos psiquiátricos porque es Θεανθρωποκεντρική (Zeanzropokentrikí, Dioshumanocéntrica) y no ανθρωποκεντρική (anzropokentrikí, humanocéntrica), además, esto no lo hace con métodos humanos sino con la ayuda y energía de la divina Jaris (Gracia increada), esencialmente también con la sinergia (colaboración) de la voluntad divina y la humana.
He querido recalcar algunas verdades en este libro. Quiero mostrar la esencia del Cristianismo Ortodoxo y añadir aún el método que utiliza para conseguir esta terapia. El fin básico mío es ayudar al hombre contemporáneo a vivir su terapia dentro en la Iglesia Ortodoxa, tal como nosotros también luchamos para conseguirlo. Conozco que todos estamos enfermos y buscamos al Médico. La Iglesia Ortodoxa es el albergue y la clínica en el cual cada enfermo y dolido puede sanarse.
Si este libro llega a ser la causa que algunos hombres puedan dirigirse hacia la Iglesia Ortodoxa y sus enseñanzas para que consigan sus terapias, alabaré a Dios que me dio la iluminación y la fuerza para terminar esta difícil empresa y Le rogaré que sea misericordioso para mí por la cantidad de mis enfermedades.
Escribía en Édesa el 30 de septiembre del 1985,
memoria de san Gregorio Mártir el iluminador,
Obispo de Gran Armenia.
Archimandrita Ierózeos Vlajos.
Introducción
Considero que mi obligación es dar unas explicaciones que son indispensables para el estudio y comprensión de los capítulos que siguen.
El título del libro es “Ortodoxa Psicoterapia” porque presenta la enseñanza de los santos Padres para la terapia de la psique. Conozco que el término psicoterapia es casi contemporáneo y se usa por muchos psiquiatras para presentar el método que siguen para que se sanen los neuróticos. Pero como muchos psiquiatras no conocen la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa o mejor dicho, no quieren utilizarla, y como la antropología de ellos es muy distinta de la antropología y la sotiriología (terapia y salvación) de los santos Padres, por eso, aunque he utilizado el término “psicoterapia” no utilizando sus opiniones. Me era muy fácil en algunos temas exponer también sus opiniones de las cuales unas están de acuerdo con la enseñanza de los Padres y otras son contrarias y hacer las observaciones correspondientes pero no lo quise. He creído que es mejor escuchar la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa mediante los santos Padres sin otras mezclas. Por eso en la palabra “psicoterapia” se antepuso la palabra “ortodoxa”, es decir” “Ortodoxa Psicoterapia” que se podría también formular como “instrucción terapéutica ortodoxa”.
Se han puesto muchas enseñanzas de los santos Padres junto con sus citaciones para garantizar el desarrollo. Conozco muy bien que los textos que tienen cantidad de citaciones no se hacen agradables para la lectura. Pero he preferido este método que es más seguro, en vez de hacer este estudio de fácil lectura, puesto que no ayudaría eficazmente al lector. Desgraciadamente muchos libros hoy se leen emocionalmente, por eso no he querido escribir de esta manera sobre este tema crucial de nuestra época.
Se han utilizado muchos Padres durante el desarrollo de este tema. Principalmente los llamados nípticos sin dejar naturalmente de lado los llamados sociales. Digo los llamados nípticos y sociales porque creo que en esencia no existe esta distinción. En la teología ortodoxa los llamados nípticos son sociales por excelencia y los llamados sociales son principalmente nípticos. Por el ejemplo los tres Jerarcas, san Juan Crisóstomo, san Basilio el Magno y san Gregorio el Teólogo vivieron la nipsis, la ascesis, purificaron sus nus y así pastorearon al laós, pueblo de Dios. Creo firmemente que la sociabilidad de los santos es dimensión de la nipsis.
En las obras de los Tres Jerarcas existe mucha enseñanza níptica. Utilicé más los Padres de la “Filocalía de los Nípticos” porque tiene bastante material y como éste texto es antología de textos de la teología mística o de apocálipsis-revelación, “constituye el reflejo de gran inspiración de la santificada vida ascética de personalidades de divinos Padres a los que ha iluminado en abundancia el Santísimo e Iluminador Espíritu” (Filocalía t.1º, prólogo de los editores).
De acuerdo con los editores helenos de la Filocalía, después del cese de las disputas hisijastas del siglo 14, fue necesaria una recolección de las principales obras de los Padres sobre la vida hisijasta y la oración noerá o del corazón. Escriben característicamente: “Según todas las demostraciones la colección se hizo de las bibliotecas de la Santa Montaña de Athos, empezando desde 1350 hacia delante por Monjes Aghioritas de altísimo nivel espiritual. Este período coincide con el cese de las famosas disputas hisijastas y concretamente con la Sinódica celebración festejada, dando la razón y justicia a los Padres Aghioritas. Entonces se hizo necesaria una codificación de la enseñanza de los Santos Padres de la Ortodoxia oriental sobre la áskisis (ascesis, ejercicio) Hisijasta y la oración noerá o del corazón, las cuales habían sido el blanco de los ataques del racionalismo social del Romanocatolicismo, es decir, del papismo y su proyectado calumniador, el llamado Barlaam monje de Calabria y después Obispo del Vaticano” (Filocalía tomo 1º pag10-11).
La elaboración definitiva de los textos de la Filocalía se hizo por el antes Obispo de Corinto san Macario Notarás y san Nicodemo el aghiorita y así la “Filocalía toma las dimensiones sinódicas y de una manera la aparición y presentación de la Teología Mística de la Ortodoxa Iglesia de Oriente… (idem pág.11)”. Por esta causa con el fin de describir y presentar la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa para la enfermedad de la psique, del nus, del corazón y de los loyismí, se han utilizado principalmente los textos de la Filocalía de los Padres. Pero no hemos omitido donde hacía falta recurrir en textos de otros grandes Padres tales como San Gregorio el Teólogo, San Gregorio Palamás (principalmente su majestuosa obra “sobre los santos hisijastas”), del divino Crisóstomo, de Basilio el Grande, de san Simeón el Nuevo Teólogo etc.
Es verdad que no se desarrolla en un capítulo aparte el Misterio del Santo Bautizo y de la divina Efjaristía y eso no por omisión. En muchos puntos se recalca el gran valor de la vida mistiríaca (sacramental) de nuestra Iglesia Ortodoxa. Pero para el santo Bautismo Ortodoxo no se ha hecho un capítulo separado porque sé que me dirijo a personas que ya están bautizadas puesto que condiciono su necesidad. Además, el misterio de la divina Efjaristía es el centro de la vida espiritual y mistiríaca de la Iglesia Ortodoxa. La divina Comunión/Efjaristía es aquella que discierne la ascética de la Iglesia Ortodoxa de cualquier otra “ascética”. La considero muy necesaria para la vida espiritual del hombre y para su sanación y salvación. Sin embargo, para que uno se haga digno de comulgar el Cuerpo y Sangre de Cristo antes hace falta preparación relativa. Porque la divina comunión, según las súplicas litúrgicas, para aquellos que se han preparado es luz que ilumina y para los que no están preparados es fuego que los quema. El Apóstol Pablo dice: “Por eso aquel que come del pan o bebe del cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, que se examine cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz. Porque el que come y bebe sin discernir que se trata del cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. Por eso muchos de vosotros estáis enfermos y débiles, y bastantes mueren” (1Cor 11, 27-30).
Vivimos en una época que se habla mucho de la eclesiología, la efjaristología y la esjatología. No estamos en contra de esto. Creemos que son elementos indispensables para la vida espiritual. Pero la Iglesia, la divina Efjaristía y la esjatología conectan estrechamente con la vida ascética. Creo firmemente que se debe dar prioridad en el tema de la vida ascética que es el camino de preparación para la divina Comunión. Como se pone de lado este aspecto, por eso se hizo necesario recalcar especialmente en estos textos. La divina comunión ayuda a la terapia, si se sigue toda la demás instrucción religiosa, que es la base de la ascesis ortodoxa.
Hoy se habla mucho de problemas psicológicos. Creo que los llamados problemas psicológicos son principalmente problemas que provienen de los loyismí, oscurecimiento del nus y del corazón sucio, no purificado. El corazón no purificado, tal como lo describen los santos Padres, el tétrico y tenebroso nus, más los sucios loyismí son aquellos que crean los llamados problemas psicológicos. Cuando el hombre está terapiado interiormente, cuando descubre el espacio de su corazón, cuando está purificada, sanada la parte noerá (espiritual) de la psique y está liberada la parte logística/racional de la misma, entonces no tiene problemas psicológicos. Vive la bienaventurada, feliz e imperturbable paz de Cristo. Se dice todo esto con la precaución de la enfermedad del cuerpo a causa del cansancio, agotamiento, debilitamiento y desgaste somático.
El primer capítulo con el título: “La Ortodoxia como ciencia terapéutica” se puede considerar como el resumen de todo el libro. Realmente en este punto se han incluido los puntos más centrales de todos los capítulos. También confieso que el tercer capítulo con el título: “Ortodoxa psicoterapia” en algunos puntos es difícil. No podría evitarlo porque tendría que analizar los términos psique, nus, kardía (corazón), lógica y encontrar la relación y la diferencia entre ellos.
Quizá se podría escribir un séptimo capítulo con el título “La oración noerá o del corazón como método de la terapia”. Pero como en todos los capítulos había puntos que recalcaban el valor y la necesidad de la oración, principalmente en el capítulo sobre la hisijía como método de terapia y, además, como existen excelentes libros que describen el método y el valor de la noerá oración, por eso he preferido no incluir este capítulo a pesar de mi pensamiento inicial. Sugiero el estudio de otros libros sobre la oración noerá o del corazón que circulan en nuestra tierra.
Rogaría no solamente se leyera este libro sino que se estudie. Quizá haga falta que se lea por segunda y tercera vez, principalmente que se estudie con el propósito de aplicar. Los santos Padres de los cuales su enseñanza se presenta aquí que ilumine tanto a mí, como a los lectores de manera que avancemos al camino de la terapia y salvación de nuestras psiques.
Verdaderamente ruego a Dios que rectifique mis posibles errores y si existen que no hagan daño a las psiques de los lectores, porque estos capítulos se han escrito para beneficiar y no para perjudicar, como también ruego a los lectores que si descubren este tipo de errores que nos lo comuniquen para rectificarlos. (Lo mismo el traductor, ruego que me comuniquen posibles fallos de traducción en castellano).
Terminando me gustaría desde esta posición agradecer todos los que me han ayudado para esta edición. El posible beneficio que venga se deberá también a ellos. “El Señor que conceda a ellos según su corazón”.
Archimandrita Ierotheos Vlajos.
CAPÍTULO 1
La Ortodoxia como ciencia terapéutica
- Qué es el Cristianismo
- Θεολογία (zeología), la teología como ciencia terapéutica
- Qué es la terapia
- El método de terapia – Instrucción terapéutica
La Ortodoxia como ciencia terapéutica
Se han formulado muchas zeoría s sobre el Cristianismo y muchas respuestas se han dado sobre lo qué es y cuál es su misión dentro en el mundo. La mayoría no son verdaderas. A continuación analizaremos más ampliamente que el Cristianismo y principalmente la Ortodoxia es una ciencia terapéutica, también describiremos que es terapia y como se consigue.
- Qué es el Cristianismo
Muchos interpretando el carácter del Cristianismo, formulan la opinión de que el Cristianismo es filosofía o una religión dentro de tantas conocidas desde la antigüedad. Es cierto que el Cristianismo no es filosofía con el sentido que domina actualmente. La filosofía dispone de sistema encefálico (cerebral) que la mayoría de las veces no tiene relación con la vida. Principalmente la diferencia del Cristianismo de la filosofía se ve en este punto que la segunda es meditación humana, en cambio el Cristianismo es apocálipsis-revelación de Dios. No es anakálipsis-descubrimiento del hombre sino apocálipsis-revelación del Mismo Dios al hombre. Las verdades del Cristianismo eran imposibles de encontrarlas la lógica humana. Allí donde el logos (razón) humano estaba débil vino el Θεανθρώπινος Λόγος (Zeanzrópinos, Divino-humano Logos) o mejor dicho el Θεάνθρωπος (Zeánzropos Dios-Hombre) Cristo el Logos de Dios. Las verdades del Cristianismo la lógica o razón humana le eran imposibles encontrarlas. Esta apocálipsis de Dios se formuló con los términos filosóficos de aquella época, pero otra vez se tiene que subrayar que no es filosofía. La prenda del Zeantrópino (Divino-humano) Logos está tomada de la filosofía de aquella época.
El divino Crisóstomo interpretando lo de Isaías: “Mirad que el Soberano Señor Sabaoz restará del soberano de Judea y de Jerusalén el poder del mismo y al juez y el profeta y también al filósofo intelectual…”, y observa que restará del filósofo intelectual, el cual al tener mucha prudencia cuando piensa e imagina habla de las cosas futuras a causa de la experiencia de las cosas que el mismo tiene. Porque una cosa es la filosofía intelectual y otra la profecía. Porque aquel que habla inspirado por el Espíritu Santo, no ofrece nada suyo. Pero el filósofo tomando como causa de los que ya son acontecimientos y excita su propia sabiduría y ve muchas de las cosas futuras, tal como es natural al hombre que es sabio en prevenir las cosas futuras. Pero hay gran diferencia entre la sabiduría humana y la divina Jaris (Gracia energía increada).
Entonces una cosa es la meditación (filosofía) y otra la profecía, es decir, el logos del Profeta que teologiza. La primera es operación humana y la segunda es apocálipsis-revelación del Santísimo Espíritu.
En las obras patrísticas y principalmente de san Máximo el Confesor, se habla sobre la filosofía como principio de la vida espiritual. Pero se debe de observar que con el término ¡filosofía práctica”, el santo da a entender la catarsis del corazón de los pazos, que realmente es el primer estadio del camino de la psique hacia Dios.
Además, el Cristianismo ortodoxo no se puede considerar como una religión con el sentido que se presenta hoy la religión. Por regla general hoy se considera que Dios habita en los cielos y desde allí gobierna la historia humana, es duramente exigente, pide satisfacción por el hombre que está caído en la tierra dentro en su enfermedad y debilidad. Entre Dios y el hombre existe una pared que les separa. Esto se tiene que superar y en esto ayuda muy eficazmente la religión. Para este propósito se utilizan varias ceremonias de culto.
Según otro aspecto, el hombre se siente débil dentro en el universo y tiene la necesidad de crear y desarrollar un Dios potente, el Cual le estará ayudando en su debilidad. De acuerdo con esta zeoría no crea Dios al hombre sino el hombre a Dios. Además, religión no se entiende como relación del hombre con el Absoluto Dios, es decir, “la relación del yo hacia el Absoluto Tú”. También se considera la religión como un medio para engañar el pueblo con el traslado de las esperanzas en la vida futura. De esta manera con la religión como medio presionan al pueblo con fuerzas potentes.
Pero el Cristianismo es algo más que estas interpretaciones y zeoría s, por eso no se puede encerrar el significado y definición de religión como generalmente se da en las llamadas religiones “naturales”. Dios no es el Absoluto Tú, sino Hipostasis-Prósopon Persona viviente que tiene comunión orgánica con el hombre. Además, el Cristianismo Ortodoxo no traslada simplemente el problema al futuro, ni espera el goce del reinado de la Realeza increada de los Cielos después de la historia y del fin del tiempo. El futuro del Cristianismo Ortodoxo se vive en el presente y la Realeza increada de Dios empieza desde esta vida. La Realeza de Dios según la interpretación patrística ortodoxa es la energía increada Jaris de Dios Trinitario, la zeoría contemplación espiritual, expectación de la increada Luz.
Nosotros los Ortodoxos no esperamos el fin de la historia y del tiempo, sino que con la vida en Cristo caminamos hacia el fin de la historia y así vivimos las cosas que tratan de las que ocurrirán después de la Segunda Parusía Presencia. San Simeón el Nuevo Teólogo dice que aquel que vio la Luz increada y se ha unido con Dios no espera la Segunda Parusía del Señor sino que la vive. Así en la enseñanza Ortodoxa no existe exposición lineal sobre el tiempo sino cíclica y encrucijada. Es decir, lo eterno se apodera de nosotros en cada momento crónico. Por eso el pasado, el presente y el futuro esencialmente se viven en una unidad inquebrantable. Es el llamado tiempo condensado.
Por eso la Ortodoxia no se puede considerar como el “opio del pueblo” exactamente porque no traslada el problema. Ofrece vida, metamorfosea, convierte la vida biológica y santifica y metamorfosea las sociedades. La Ortodoxia allí donde se vive correctamente y funciona divino-espiritualmente es una sociedad de comunión de Dios y de los hombres, de celestes y terrenales, de los vivos y de los que han dormido (fallecido). Dentro en esta comunidad se resuelven verdaderamente todos los problemas que aparecen en nuestra vida.
Pero como entre los miembros de la Iglesia existen enfermos y principiantes espiritualmente, es posible que algunos vean al Cristianismo Ortodoxo como una religión tal como hemos expresado anteriormente. Además, la vida espiritual es un camino dinámico. Empieza con el Bautismo que es la catarsis del “como a imagen” y continúa con la vida ascética (ejercicio espiritual) para llegar el hombre al “como a semejanza”, es decir, la comunión, unión con Dios. De todos modos se debe aclarar que aún cuando hablamos para el Cristianismo como religión se debe de hacer dentro de unas indispensables presuposiciones y condiciones.
La primera es que el Cristianismo ortodoxo es principalmente Iglesia. Iglesia quiere decir Cuerpo de Cristo. Existen muchos pasajes en el Nuevo Testamento en los cuales se habla de que el Cristianismo ortodoxo es Iglesia. Nos basta el logos de Cristo “tú eres Pedro y sobre esta confesión de fe inquebrantable como esta roca edificaré mi Iglesia…” (Mt 16,18), y por un lado, en los logos del Apóstol Pablo a los Colosenses: “Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia…” (Col. 1´18) y por otro lado, al logos hacia su discípulo Timoteo “… para que conozcas como debes de vivir y comportarte en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3,15). Esto significa que Cristo no habita simplemente en los Cielos y desde allí dirige la historia y la vida de los hombres, sino que está unido con nosotros. Tomó naturaleza humana, la glorificó o la unió con Dios y así en Cristo la naturaleza humana glorificada se encuentra a la derecha del Padre. Así Cristo es nuestra vida y nosotros somos miembros de Cristo.
La segunda condición es que la finalidad del Cristiano ortodoxo es conseguir el bienaventurado y feliz estado de la zéosis o glorificación. La zéosis y lo “como a semejanza” se identifican. Pero para que uno pueda llegar al como semejanza que es la zeoría expectación de Dios y esta expectación, visión no se convierta en fuego abrasador quemándole, sino luz que le vivificará, se requiere antes la catarsis (limpieza, purificación). Esta catarsis y terapia es obra de la Iglesia. Cuando el Cristiano participa al culto sin sufrir la vivificadora catarsis (además, estas manifestaciones ceremoniales aspiran a la catarsis de la persona), entonces no vive realmente dentro en el lugar de la Iglesia. Cristianismo sin catarsis es utopía. Así pues, mediante la catarsis y sobre todo cuando nos cuidamos de nuestra terapia, podemos hablar sobre religión, además de acuerdo con san Santiago: “Si alguno se cree religioso y piadoso entre vosotros, y no refrena su lengua, se engaña a sí mismo y a su corazón, y su religiosidad es vana no vale para nada. La práctica religiosa y piedad pura y sin mancha delante de Dios y Padre consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y en guardarse de los vicios del mundo” (Snt 1, 26-27). Se ve claramente en este pasaje que religioso es aquel que doma su lengua y no engaña su corazón, sino que lo purifica de aquellas cosas que se encuentran dentro de este. Aún, religión es el que uno tenga interés por los dolidos y principalmente mantenerse a sí mismo en catarsis purificado de las cosas mundanas. Aquel que se cuida de su catarsis es religioso y pertenece a la religión.
Esta abstención nos da el derecho de sostener y afirmar que el Cristianismo ortodoxo no es filosofía ni religión con el sentido que se califican las religiones “naturales”, sino que principalmente es terapia. Es terapia del hombre de sus pazos para llegar a continuación a la comunión y unión con Dios.
El Señor en la parábola del buen Samaritano nos indicó algunas verdades. El buen Samaritano inmediatamente al ver al hombre en manos de los atracadores que le dejaron herido y medio muerto “… se compadeció de él, se acercó, le vendó las heridas echando en ellas aceite y vino; le montó en su cabalgadura llevándole a un albergue y cuidó de él”, (Lc 10, 33-34). Cristo sanó al hombre herido y le condujo al albergue, es decir, al Hospital que es la Iglesia. Aquí se presenta Cristo como médico que sana las enfermedades del hombre y la Iglesia como Hospital general.
Es muy característico que el divino Crisóstomo analizando esta parábola, presenta las verdades que hemos presentado anteriormente. El hombre por engaño “desde el régimen político celeste bajó al régimen engañoso del diablo” y “se somete a los atracadores, es decir, al diablo y sus fuerzas”. Las heridas que sufrió son varios pecados, tal como dice David: “Por mi insensatez han crecido en mi rostro las heridas y las llagas pudriéndose”. Porque cada pecado produce heridas y llagas. Samaritano es el mismo Cristo, el Cual bajó del Cielo a la tierra para sanar al herido hombre. Usó el vino y el aceite para las heridas, es decir, “mezclando Espíritu divino con la sangre vivificó al hombre”. Según otra interpretación “el aceite introduce al logos consolador, el vino rocía y provoca recogimiento, la enseñanza reúne la esparcida diania (mente). Le puso a su propio caballo, es decir “tomando la sarx (cuerpo y carne) sobre sus propios hombros de la deidad y subió al Padre en los cielos”. A continuación el buen Samaritano, es decir, Cristo, condujo al hombre “al albergue grande, amplio y majestuoso, en esta misma Iglesia universal”. Le entregó al responsable del albergue que es el Apóstol Pablo y “a cada Iglesia mediante el Apóstol Pablo a los sacerdotes, maestros y funcionarios” diciendo, “ocúpate del laós de las Naciones, el cual te lo he entregado dentro en la Iglesia”. Porque los hombres se enferman y están heridos por sus pecados, sánales dándoles los logos proféticos y las enseñanzas evangélicas, haciéndoles saludables mediante las instrucciones, doctrinas, consejos, ruegos y consuelos del Antiguo y del Nuevo Testamento…”. Así según el divino Crisóstomo, Pablo es aquel que sostiene las Iglesias de Dios “y sanando todos los hombres mediante sus enseñanzas espirituales del nus, repartiendo las adecuadas para cada uno…” 2. (P.G. 62,755-757).
En esta interpretación del divino Crisóstomo, se ve claramente que la Iglesia es el Hospital que sana a los enfermos del pecado y los obispos-sacerdotes, tal como el Apóstol Pablo, son los terapeutas del laós-pueblo.
Estas verdades se ven también en muchos puntos del Nuevo Testamento. El Señor decía que “… no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos” (Mt 9,12). También Cristo como médico de nuestras psiques y cuerpos sanaba cada enfermedad de la psique y del cuerpo. “…curando todas las enfermedades, dolencias y males del pueblo… Le traían todos los aquejados de diversas enfermedades, que tenían dolencias, depresiones, sufrimientos y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos” (Mt 4, 23-24). El Apóstol Pablo conoce bien que la conciencia de los hombres se enferma, principalmente de la gente simple (1Cor 8,12). También se refiere en la Apocalipsis que el Evangelista Juan ha visto un río de agua que emanaba del trono de Dios y del cordero: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que procedía del trono de la jaris de Dios y del Cordero. En medio de la plaza de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol son destinadas para la terapia de los hombres de las naciones” (Apoc 22, 1-2).
Así la obra de la Iglesia es terapéutica. Aspira a sanar las enfermedades de los hombres y principalmente las psíquicas que les torturan. Esta es la enseñanza básica del Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia. A continuación de este capítulo, como también en otros muchos, se expondrán muchos pasajes de los Padres que revelan esta verdad.
De todos modos volviendo en este punto, recalco que debemos de ver la necesidad de la Iglesia. Al profesor de Universidad y padre Romanidis le debemos mucha gratitud porque en sus obras insiste mucho en esta realidad. Presenta en nuestra época esta verdad olvidada. Tengo la convicción que el mencionado profesor estudió muy bien a los Padres Nípticos, y principalmente las obras que están contenidas en la Filocalía, por eso captó bien el verdadero significado del Cristianismo Ortodoxo. Creo que en este punto se encuentra la gran contribución del padre Romanidis. Porque en esta época que el Cristianismo se presenta como filosofía o racionalismo estéril (teología encefálica) o como una cultura y tradición del pueblo (costumbres, y pietismos laicos), él presenta esta enseñanza sobre ciencia terapéutica e instrucción.
Dice concretamente. “La fe en Cristo si uno no pasa por la sanación en Cristo de ningún modo es fe. Se trata exactamente de la misma contrariedad que presenta un enfermo que teniendo mucha confianza a su médico no aplica nunca la instrucción que aquel le recomienda. Para una correcta consideración de esta terapia en relación con el mundo en general, se debe de apuntar que: si el Judaísmo profético y su sucesor el Cristianismo hubiesen aparecido por primera vez en el siglo veinte, seguramente se hubiesen calificado, no como religiones, sino como ciencias médicas, parientes de la psiquiatría con amplísimas repercusiones en la sociedad, debidas al éxito de sanar en varios grados la enfermedad del funcionamiento parcial de la personalidad. De ninguna manera se podrían tomar como religiones que con distintas formas mágicas y cultos prometen huida del supuesto mundo de la materia y del mal o la hipocresía en un supuesto mundo espiritual de seguridad y éxito” (3. P. Romanidis: “Jesús Cristo la vida del mundo”, págs 28-29).
En otra obra el mismo Profesor insiste sobre esta verdad: “En su naturaleza la Tradición Patrística no es filosofía social, ni un sistema ético, moral, tampoco un dogmatismo religioso, sino instrucción terapéutica. En este punto se parece mucho con la medicina, principalmente con la psiquiatría. La noerá (del nus) energía de la psique que ora noeramente (espiritualmente) sin cesar en el corazón, que es un órgano fisiológico que todos lo tienen y necesita terapia. Ni la filosofía ni ninguna de las conocidas ciencias positivas o sociales pueden sanar este órgano. Sólo la instrucción níptica o ascética de los Padres conduce en la terapia de este órgano… Por eso el no terapiado ni siquiera conoce la existencia de este órgano”. 4. (P: Romanidis: Padres Románicos de la Iglesia. T. 1 pág 22-23).
Así dentro en la Iglesia nos distinguimos en personas enfermas que pasan por la instrucción terapéutica y en hombres (los santos) que se han sanado. “… para los Padres, los hombres no se separan en morales e inmorales o buenos y malos a base de los cánones éticos. Esta separación es superficial. En el fondo se distingue la humanidad en hombres enfermos psíquicamente, en los que se están sanando y en los sanados… Todos los que no están en el estado de iluminación están enfermos psíquicamente. No es sólo la buena voluntad, la buena decisión, la acción ética y la dedicación a la Tradición Patrística que hace al ortodoxo, sino la catarsis, la iluminación y la zéosis o glorificación. Los estadios de esta terapia son la finalidad de la vida mistiríaca (sacramental) de la Iglesia Ortodoxa, tal como lo testifican los textos litúrgicos” (5. Idem pag. 27).
- Θεολογία (zeología), la teología como ciencia terapéutica
De todo lo que se ha dicho hasta aquí se ve claramente que el Cristianismo Ortodoxo es una ciencia que sana, es decir, es un método psicoterapéutico e instrucción. Lo mismo debemos de decir también para la teología. No es filosofía sino principalmente instrucción terapéutica. La ortodoxa teología muestra claramente que es el fruto de una terapia y el camino que la muestra. De todos modos sólo los que se han terapiado y consiguieron la comunión con Dios son teólogos y sólo ellos pueden indicar a los Cristianos el verdadero camino para llegar al “lugar” de la terapia. Entonces la teología es fruto y método de terapia.
Aquí hace falta de extendernos un poco para ver más claro estas verdades. Expondremos la enseñanza de los santos Padres en relación con la teología y los teólogos.
Creo que uno debe de empezar de san Gregorio el Teólogo al cual no por casualidad la Iglesia le dio el sobrenombre de Teólogo. Al principio de sus espléndidos logos teológicos escribe que no todo hombre puede teologizar y hablar sobre Dios, porque el que uno hable sobre Dios no es una cosa barata y de personas con mentalidad materialista y terrenal”. Esto no es trabajo para todos, sino de los que están probados y experimentados en la vida espiritual y de los que han llegado a la zéosis o glorificación. Antes de ellos están los que han catartizado purificado, limpiado su psique y cuerpo o por lo menos han hecho una catarsis normal.” Sólo aquellos que pasaron por la praxis a la zeoría contemplación espiritual pueden hablar sobre Dios. ¿Cuándo se consigue esto? “Cuando cesamos de las preocupaciones terrenales, de los conflictos y de las suciedades de las tentaciones exteriores, y cuando la parte hegemónica, es decir, el nus de la psique, no está rabiando o confundido por malas conductas y engaños”. Por eso el Santo nos sugiere que “realmente el hombre bebe liberarse de las preocupaciones terrenales y conocer a Dios” 6. (San Gregorio el Teólogo, E.P.E t.4º, 14).
San Nilos el Asceta conecta la teología con la plegaria, especialmente con la oración noerá o del corazón. Sabemos bien por la enseñanza de los santos Padres que aquel que consiguió el carisma de la oración del corazón, se ha introducido en los primeros estadios de la zeoría de Dios. Esta también es un tipo, una variedad de zeoría. Por eso los que oran noeramente (espiritualmente con el nus al corazón) adquieren la comunión con Dios y esta comunión es gnosis, conocimiento de Dios por el hombre. Dice pues, san Nilos el Asceta: “Sí, eres teólogo orarás verdaderamente, y sí oras de verdad eres realmente teólogo” 7. (Filocalía, t.1º c.61).
San Juan el Sinaíta o el Klímaco en muchos puntos de su gozosa obra que se llama “Klímax”, (escalera) presenta la verdadera teología. “El fin de la catarsis es cuestión de la teología. Aquel que ha unido totalmente sus sentidos con Dios se instruye místicamente de Él, si no se ha conseguido esto, entonces es difícil y peligroso que hable sobre Dios”. Aquel que no conoció a Dios existencialmente, éste “se expresa intelectual y reflexivamente”. 9. (Logos 30,13). Desde luego según la enseñanza patrística, el que uno hable sobre Dios por meditación es muy malo y peligroso, porque conduce la persona al engaño. El mismo santo conoce la manera que se desarrolla en nuestro interior “la teología de los demonios”. En los vanagloriados corazones que anteriormente no se han catartizado, limpiado y purificado por la energía increada del Espíritu Santo, los sucios demonios “… apenas que empiezan a estudiar la Santa Escritura les revelan sus interpretaciones”. 10. (Logos 26b,36). Por eso aquel que tiene un pazos es “peligroso tocar la teología”. 10. (Logos 27,9).
Los santos sufrían y pasaban por “las experiencias divinas no intelectualizando” y como dicen los Padres no teologizaban aristotélicamente, es decir, con la diania (mente, intelecto, cerebro), sino pescadamente (por atracción sin privar la libertad), es decir, atraían por la energía increada del Espíritu Santo. Si antes no se hace la catarsis no se limpia ni se purifica el hombre de los pazos y principalmente de la fantasía, es incapaz, incompetente e impotente para dialogar y hablar sobre Dios, puesto que “el nus imaginando con la fantasía es impotente para la teología”. Los santos han vivido una “teología escrita por el espíritu”.
La misma enseñanza se encuentra en las obras de san Máximo el Confesor. Cuando el hombre vive la “filosofía práctica” que es metania y catarsis de los pazos, “avanza en prudencia y sano juicio”. Cuando vive en zeoría entonces prospera en “increada gnosis, conocimiento de Dios”. En el primer caso puede discernir entre la virtud y la maldad. En el segundo el de la zeoría contemplación espiritual “conduce al participante a los logos somáticos (corpóreos) e incorpóreos”. A continuación progresa “… y entonces se hace digno de la Jaris increada para teologizar, pasando con las alas de la agapi por todo lo que se ha dicho, y viene en zeoría y examina – a medida de la posibilidad del nus humano- el logos sobre las cualidades de Dios con la ayuda del Espíritu”. 12. (Filocalía tomo 2º pág.17, logos 26). La teología, es decir, la gnosis (increada) sobre Dios se mistagoyiza se instruye místicamente en aquel que llegó a la zeoría contemplación espiritual, expectación de la luz increada. En otro punto el mismo Padre dice que aquel que incesantemente se ocupa y trata sobre sus interiores “no sólo tiene sano juicio y es tolerante y bondadoso y tiene conducta humilde sana y serena, sino que “contempla, teologiza y ora” 13. (Filocalía tomo 2º pág.47, logos 64). En este punto la teología también conecta y se une con la zeoría y la oración.
Debemos de subrayar que la teología que no es resultado de la catarsis, es decir, de la praxis, es demoníaca. Según san Máximo el Confesor la gnosis sin praxis es teología de los demonios. 14, (P.G 91, 601 C).
San Thalasio encontrándose en la misma perspectiva escribe que cuando el nus del hombre empieza por la fe “termina en la teología que está más allá de cada nus y la definen como fe sostenida y visión de las cosas invisibles” 15, (Filocalía 2º tomo pág.227, 13). La teología es superior y está más allá de la lógica, es apocálipsis-revelación de Dios al hombre y los Padres la definen como zeoría. Aquí la teología es principalmente zeoría de Dios, es decir, contemplación, expectación, avistamiento de Dios. En otro punto el mismo santo escribe que “de la verdadera agapi nace la gnosis. Esta la sucede el ésjaton (último) deseo. Esto es la Jaris de la teología” 16, (Filocalía 2º tomo pág.226, 62).
En la enseñanza de san Diádoco de Fótica, la teología se presenta como el mayor carisma que ofrece al hombre el Santísimo Espíritu. “Todos los carismas de Dios son muy buenos y capaces de suministrar cualquier bondad. Pero ningún otro enciende y mueve al corazón a la bondad de Dios, como la teología”. Porque la teología como nacimiento de la jaris increada de Dios “sobre todo hace muchos regalos a la psique” 17 (Filocalía, San Diadoco de Fótica v.67).
Según el logos de Apóstol Pablo, el Espíritu Santo da a un hombre el carisma de la gnosis y a otro el de la sofía sabiduría. (2Cor 12,8). Y san Diádoco de Fótica dice que la gnosis junta al hombre con Dios pero no mueve la psique para logos de las cosas. Existen monjes que aman la hisijía y se iluminan por la jaris de Dios, “pero no llegan en logos divinos”. La sofía, sabiduría es de los regalos más escasos que se dan por Dios al hombre para aquel que tiene expresión y nus receptivo y abierto con espacio para caber. Por eso la gnosis de Dios “trae mucha oración, hisijía y perfecta despreocupación, en cambio la sabiduría la produce el continuo estudio de los logos de Dios que se hace sin vanagloria y sobre todo por la Jaris increada de Dios, (18. Idem). El carisma de teología es la energía (increada) del Paráclitos y a la vez sinergia (colaboración con la energía de la voluntad) del hombre, puesto que el Espíritu Santo no da la gnosis de los misterios “cuando no tenemos la fuerza que por su naturaleza busca e investiga la gnosis”, (19. San Máximo el Confesor, Filocalía t2, v.16)
En la enseñanza de san Gregorio Palamás los teólogos son principalmente zeoptes-visionarios de Dios y la teología es la zeoría contemplación espiritual. “Porque existe el conocimiento de Dios y la gnosis de los dogmas sobre Dios, es decir, la zeoría, la cual llamamos teología…”, (20. San Gregorio Palamás, Ε.Π.Ε. tomo 2º pág.182). Aquel que sin tener gnosis y experiencia de los temas de la fe enseña sobre estos, “aquel que se sostiene en sus propios loyismí y quiere demostrar con la lógica humana el bien, que está más allá de cada lógica, es evidente que baja al último escalón de la idiotez y la locura…”, (21. San Gregorio Palamás, Ε.Π.Ε. tomo 1 pag 422). Existen aún casos sobre hombres que sin tener obras, es decir, sin haber sufrido y pasado por la catarsis hayan encontrado y escuchado hombres santos pero después “meditando, intelectualizando y pensando por sí mismos” rechazan a la vez al mismo santo y por el enaltecimiento e inflamiento de su mente, intelecto y su nus se engañan. (22 idem antes)
Todo esto nos indica que la teología es principalmente fruto de la terapia del hombre y no una ciencia intelectual. Sólo el que ha hecho lacatarsis, el purificado o el que por lo menos está en un estado de catarsis puede mistagoyizarse (iniciarse, instruirse místicamente) en los inefables misterios y en la grandes verdades, recibir la apocálipsis-revelación y a continuación transferirlas al laós-pueblo. Para la teología es indispensable la terapia y a continuación sanar a otros. Por eso en la Tradición Patrística Ortodoxa el teólogo se conecta y se identifica con el padre espiritual que es por excelencia el teólogo, es decir, aquel que padece y experimenta las realidades divinas y así puede conducir inconfundiblemente sus discípulos espirituales.
El padre Ioanis Romanidis escribe característicamente: “El teólogo Ortodoxo por excelencia es el conocedor directamente de algunas de las energías (increadas) de Dios por el centelleo, lucimiento o más a ellas por la expectación, avistamiento, o conoce indirectamente las energías (increadas) de Dios mediante los profetas, apóstoles y los santos, o mediante la Santa Escritura, los textos de los Santos Padres y las decisiones y cánones de los Sínodos Ecuménicos y Locales. Teólogo es aquel que por la directa e indirecta gnosis (conocimiento increado) y zeoría conoce claramente sin duda a discernir entre energías increadas) de Dios y energías creadas de las creaciones y particularmente de las acciones del diablo y de los demonios. Sin el carisma del discernimiento de espíritus no puede uno probar los espíritus y ver qué energía y operación es del Espíritu Santo o del diablo y los demonios.
Entonces teólogo y padre espiritual es la misma cosa. El meditador mental e intelectual en su búsqueda de comprensión de los dogmas de la fe, poniendo como principio su diania (mente, intelecto, cerebro) y su nus, como el prototipo de la tradición Francolatina es claro que no sólo no es padre espiritual ni si quiera se puede llamar teólogo. La teología no es una ciencia abstracta o práctica como en la lógica, las matemáticas, la astronomía o química etc., sino todo lo contrario, tiene un carácter polémico como en la estrategia bélica y en la medicina; la primera se ocupa de la defensa y el ataque contra los enemigos por el perfeccionamiento somático y estratégico en la utilización de las armas, fortificaciones y planes defensivos y atacantes. La segunda con la guerra contra las enfermedades psíquicas y somáticas por la salud y los medios de la apocatástasis (restablecimiento) de la salud.
El teólogo que ignora los métodos del enemigo y el perfeccionamiento continuo en Cristo, no puede luchar sólo él mismo contra el enemigo para su perfeccionamiento y tampoco está en situación de conducir y sanar a otros. Es como un general que nunca practicó, ni luchó y nunca estudió la estrategia bélica, sino que es el que se cuidó solamente en su bella y gloriosa apariencia de los lujosos uniformes en los banquetes, reuniones y eventos. Es como si apareciese el carnicero como quirurgo y que tenga un sitio como médico sin conocer ni las causas de las enfermedades, ni la manera de sanarlas y tampoco el estado de salud al que debe restablecer al enfermo”. (P. Romanidis, Teología dogmática de la Ortodoxa Iglesia Católica de Oriente, pág.85-86).
- Qué es la terapia
Puesto que hemos hablado que el Cristianismo Ortodoxo y la teología es principalmente y en concreto ciencia terapéutica, ahora debemos de escribir un poco sobre lo qué es la terapia. De qué nos cura la Ortodoxia con su teología y su culto. Esto es imprescindible aclarar a continuación.
Terapia de la psique significa principalmente terapia y liberación del nus. La naturaleza del hombre se enfermó por su caída de Dios. Esta enfermedad es principalmente cautiverio y caída del hombre de Dios, la pérdida de la divina Jaris (Gracia increada) con consecuencia la destrucción, narcotización, oscurecimiento y muerte del nus. Exactamente podemos sostener que la caída del hombre o la situación del pecado heredado es: 1) el fracaso de la fuerza noerá (energía espiritual humana del nus) en funcionar correctamente o aunque sea funcionar 2) su confusión con las funciones del enkéfalos (cerebro, mente, intelecto) y generalmente con el cuerpo, 3) por consecuencia su esclavitud en la ansiedad, angustia y condiciones del ambiente. Cada persona adquiere la experiencia de la caída de su propia fuerza noerá del nus en varios grados mientras se expone en ambientes donde no funciona o sub-funciona la fuerza noerá… Resultado del mal funcionamiento de la fuerza noerá del nus son las malas relaciones del hombre con Dios y con los hombres entre sí, y la utilización tanto de Dios como del caído hombre para la garantía de su seguridad y felicidad personal.
Esta pérdida de la Jaris increada de Dios narcotizó y mortificó al nus del hombre, toda la naturaleza enfermó y transmitió esta enfermedad también a los progenitores. Así comprendemos la herencia del pecado en la enseñanza Ortodoxa. Los Padres en el pasaje del Apóstol Pablo “porque, como por la desobediencia de un sólo hombre nos hemos convertido en pecadores todos…” (Rom 5,19), lo interpretan no judicialmente sino… médicamente, es decir, que se ha enfermado la naturaleza humana. San Cirilo de Alejandría interpreta: “Como la naturaleza por Adán ha caído al pecado y resbaló en la corrupción, desde aquí se introdujo dentro en la naturaleza del cuerpo placeres carnales y suciedades. Así nació dentro de los miembros humanos la ley salvaje. Entonces se ha enfermado la naturaleza humana a causa del pecado por la desobediencia del uno, es decir, de Adán. De esta manera la mayoría de los hombres se han convertido en pecadores, no porque han desobedecido el pecado junto con Adán, porque entonces no existían, sino porque co-participan de la naturaleza de Adán, la cual se ha esclavizado a la ley del pecado… Mediante la naturaleza de Adán se ha enfermado la naturaleza humana y mediante la desobediencia vino la corrupción; así de esta manera se introdujeron en la naturaleza los pazos (25. P G 74, 788-789). En otro punto el mismo santo Padre usa como ejemplo la raíz. La muerte en todo el género humano ha venido de Adán, “tal como cuando una planta se enferma en la raíz, el resultado es que se marchiten también sus plantas” (26. P G 74, 785).
San Gregorio Palamás dice característicamente que: “El nus disertado y separado de Dios se convierte y se hace demoníaco o bestial y disertando de los límites de la naturaleza desea las cosas de los demás…” 27.
Con la “ceremonia de la divina génesis”, es decir, del Santo Bautismo, el nus del hombre se ilumina y se libera de la esclavitud del pecado y del diablo y se une con Dios. Por eso el Bautismo se llama también iluminación. Pero desde entonces, a causa del pecado, ocurre otra vez el oscurecimiento, la narcotización y la necrosis del nus. En las obras patrísticas se ve claramente que en cada pecado y pazos se mortifica el nus del hombre.
San Juan el Sinaíta escribe que los astutos malos demonios pretenden y luchan para el oscurecimiento de la parte noerá (espiritual y lógica) de nuestra psique. Particularmente el demonio de la lujuria al oscurecer al hegemónico nus de la psique, incita a los hombres hacer aquellas cosas que sólo los insensatos las hacen, (28, Climax Logos 15,78).
En otro capítulo describiremos claramente que es el nus del hombre. Pero insistimos más en el tema del oscurecimiento. San Máximo el Confesor nos enseña que tal como el cuerpo tiene su mundo de las cosas, también el nus tiene su mundo de conceptos y nociones y tal como el cuerpo se prostituye con el cuerpo de la mujer, lo mismo también el nus se prostituye con la noción de mujer por la fantasía del mismo cuerpo, (29 Filocalía 2º tomo, v.53). Esto es la caída y el oscurantismo del nus.
En otro lugar el mismo Santo nos enseña que tal como el cuerpo peca mediante las cosas y para su pedagogía tiene las virtudes somáticas, así también el nus peca por las nociones apasionadas y lo mismo para su pedagogía tiene las virtudes psíquicas (30, Filocalía 2º tomo, v.64). Esta verdad revela que la caída del nus crea y desarrolla confusión en todo el organismo espiritual, crea la ansiedad o fatiga, alteración, perturbación, y generalmente convierte y hace al ser humano vivir la caída con toda su tragedia. Así muchos problemas que nos azotan provienen de esta enfermedad interior. Por eso los psicoterapeutas no pueden ayudar mucho, puesto que solo Cristo es aquel que puede resucitar al nus mortificado o narcotizado por sus pazos.
Aún, san Máximo intentando definir con más claridad lo qué es la suciedad y en consecuencia la caída del nus, escribe que la suciedad del nus la representan cuatro cosas: Primera la falsa gnosis. Segunda la ignorancia de algo de las generales, me refiero lo relacionado con el nus humano. Tercera, el de tener loyismí compulsivos apasionantes con pazos. Cuarta, dar consentimiento al pecado, (31. Idem antes)
Se requiere pues terapia del nus que los Padres llaman vivificación o catarsis del nus.
Sobre la catarsis del nus y del corazón se habla mucho en la enseñanza del Señor y los santos Apóstoles. El Señor refiriéndose a los Fariseos de su época que se cuidaban de la catarsis, limpieza exterior y abandonaban la interior dice: “Fariseo ciego limpia primero el interior del vaso y del plato, para que también por fuera queden limpios” (Mt 23,26). El Apóstol Pedro en el Sínodo apostólico en Jerusalén afrontando el problema de los Cristianos de las naciones si antes debían de hacer la circuncisión y cumplir la ley del Antiguo Testamento dijo: “Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio a favor de ellos, dándoles el Espíritu Santo, igual que a nosotros; y no ha hecho diferencia alguna entre ellos y nosotros, haciendo la catarsis y purificando sus corazones con la fe” (He, 15,8-9). El Apóstolos Pablo en la carta a los Corintios sugiere que: “hagamos la catarsis y purifiquémonos de cualquier mancha del cuerpo y del espíritu, realizando nuestra consagración en el temor de Dios” (2 Cor 7,1). La sangre de Cristo “nos hace la catarsis y purifica nuestra conciencia de las obras muertas…” (Heb 9,14). El mismo Apóstol nos certifica también escribiendo a su discípulo Timoteo que tenemos el misterio de la fe “en conciencia limpia, purificada” (1Tim 3,9). Además, el mismo Apóstol Pedro conoce bien que la agapi (amor incondicional) entre nosotros es fruto del corazón catartizado purificado, limpio y por eso sugiere que: “desde el corazón purificado amaos intensamente” (1Ped 1,22).
Entonces es indispensable la catarsis del nus y del corazón. Escribimos nus (atención fina y energía) y corazón (esencia) aunque conocemos que estos dos en la teología patrística se interconectan y se entrelazan. Pero sobre esto volveremos hablar en otro capítulo.
San Máximo el Confesor separa estos dos estadios de la vida espiritual en tres, que son: la filosofía práctica, la zeoría natural y la teología mística en sentido ortodoxo. Según un investigador estudioso del santo “la ascética del san Máximo, es decir, la enseñanza sobre apropiación de la sanación y salvación personal se divide en tres partes básicas: I) la filosofía práctica, praxis, II) la zeoría natural o simplemente zeoría y III) la teología mística o simplemente teología. La primera sana y purifica al hombre de los pazos y le adorna mediante las virtudes; la segunda le ilumina su nus mediante la verdadera gnosis; y la tercera corona al hombre mediante la sublime experiencia mística, la cual el santo Padre llama éxtasis (Dios se extiende sobre el hombre). Estas tres partes constituyen las etapas básicas sobre el camino de la sanación y salvación personal del hombre, (32, Artemio Rantovasilevits, El misterio de la sanación y salvación según San Máximo el Confesor, Atenas 1975, pág.122).
Es cierto que debemos de apuntar que muchos Padres distinguen la vida espiritual en estos tres estadios que son por un lado la filosofía práctica que es la catarsis del corazón, por otro la zeoría natural que es la iluminación y el tercero la comunión mística con Dios mediante la zeoría, contemplación o expectación de la luz increada.
De acuerdo con otra división que se presenta en las obras patrísticas, la vida espiritual se separa en praxis y zeoría. Está claro que no se trata de otra división contraria a la anterior, sino que es la misma cosa. Porque de todos modos la praxis precede la zeoría (expectación) de Dios. “Porque la praxis es la causante de la zeoría”, (33, San Gregorio el teólogo, PG 36, 412). Más detalladamente, la praxis es el ayuno del cuerpo y la vigilia. “Praxis de la boca es la psalmodía, la oración y el silencio que es más precioso del hablar”, (34, Elías el Presbítero Filocalía tomo 2 v.4). Pág. 38 “Zeoría es la contemplación espiritual del nus, el sorprenderse, y comprender todas las cosas porque se han creado y las que se harán, y zeoría es la visión del nus…” (35 Isaak el Sirio: Las obras encontradas. Salónica 1977, pág.384).
Por supuesto, según la didascalía-enseñanza de san Máximo la zeoría no es independiente de la praxis. “No existe praxis segura sin zeoría ni verdadera zeoría sin praxis. Porque es necesario que sea la praxis lógica y la zeoría práctica experimentada”. Sobre todo el santo sostiene que “para los que tienen estudios la zeoría precede de la praxis, para los de menos estudios la praxis precede de la zeoría ”. Pero en los dos casos el fin es bondadoso, llegan al mismo resultado que es la catarsis, la sanación y la salvación del hombre, (36 PG 90, 6.1433-1437).
Es cierto que cuando decimos catarsis de la psique principalmente entendemos exculpación y liberación de los pazos, (37, San Thalasio, Filocalía tomo 2 v.78) y para expresarnos mejor, es metamorfosis, conversión de los pazos. Más allá de esto, catarsis es también el “uniforme recogimiento” del ser humano que concluye a la iluminación, esplendor del nus. Es pues, no solo negativa sino también positiva. Cualidad característica de la psique sanada y purificada es “logos en abundancia, celo sin maldad y eros (amor ardiente) incesante al Señor de la doxa-gloria, (38. San Diadoco de Fótica, c.19). Al contrario, si nuestro logos tiene envidia, nuestro celo maldad y el eros a Dios no es incesante, significa que aún no se ha sanado y purificado.
El nus es el “como a imagen”. Esto “como a imagen” lo hemos manchado por el pecado y ahora se debe de limpiar y purificar. Por eso el abad Dorotheo recomienda: “Hagamos nuestra icona (imagen) pura y limpia tal como la hemos recibido…” . (39, Abad Doroteo, Filocalía 12, pág.582). Se exige pues esfuerzo y amargura insoportable hasta terminar la catarsis, sanar y purificar el nus y hacerle amigo de la atención y de la pureza con la ayuda de la simplicidad, el cuidado y muy sin enojarse, (40. San Juan el Sinaíta, Clímax logos A-17). Si el hombre lucha contra el energizado y operativo pecado y guerrea hacia los apasionados y compulsivos loyismí, entonces se convierte en humilde, se quebranta y lucha, “ y por la aflicción de las luchas se sana, se limpia y se purifica poco a poco y retorna al por o según naturaleza” (41 Abad Dorozeo, mismo que antes pág.528).
Pero a pesar del esfuerzo del hombre si no baja el Santísimo Espíritu no se puede sanar, purificar y vivificar al muerto nus, porque “la catarsis del nus solamente por el Espíritu Santo es posible”, (42. San Diádoco de Fótica, v.28).
De todos modos cuando con la sinergia de la divina energía increada y la voluntad, el nus se ha sanado y purificado, entonces se ilumina, puesto que “donde hay catarsis allí hay el alumbramiento”, (43, San Gregorio el Teólogo, ver San Nicodemo el Aghiorita, el camino de la fiesta). Y después de la catarsis, cuando el hombre vigila su nus para no mancharse por el pecado, entonces el nus puede llamarse “fototokos” “nacedor o generador de la luz”, “reluciente”, “luminiscente” y “portador de fuego”, (44. Hisiquio el Presbítero, para Theódulos, Filocalía 1 tomo pág168).
Brevemente podemos sostener que la terapia del hombre es en realidad la catarsis del nus, del corazón, del como imagen y el restablecimiento del nus en su primitiva belleza creada y algo más, la comunión del hombre con Dios. Cuando se convierte y se hace templo del Espíritu Santo, entonces decimos que se ha conseguido la terapia y los sanados son los santos de Dios.
- El método de terapia – Instrucción terapéutica
Puesto que hasta ahora hemos visto qué es el Cristianismo Ortodoxo, quién es el carácter de la teología ortodoxa y qué es la terapia, vamos a ver ahora el método de la instrucción terapéutica que es el método de la piedad y devoción ortodoxa. Si hasta aquí hemos localizado el problema, ahora debemos a avanzar a medida de lo posible también en el registro de los métodos por los cuales se consigue la catarsis del corazón, es decir, la terapia. Porque no tiene sentido el registro de altas situaciones sino avanzamos en la concienciación y aplicación de ellas.
Como se consigue la terapia de la psique
Primero debemos de recalcar la fe ortodoxa, la correcta. Nosotros los ortodoxos damos un gran valor y significado en la protección de la fe, exactamente porque conocemos que por la alteración de la fe se altera automáticamente la terapia. Hemos recalcado anteriormente que la teología se debe interpretar principalmente como medicina. La medicina también tiene en cuenta al hombre sano, entonces intenta con distintos métodos terapéuticos conducir al enfermo allí. Lo mismo podemos decir también para la teología. Teología ortodoxa es la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa sobre la salud espiritual y a la vez el camino que debemos de seguir los enfermos para sanarnos. Por eso los Ortodoxos damos un gran énfasis e importancia en la protección de los dogmas no sólo porque tenemos miedo la perturbación de una enseñanza, sino porque se pierde la posibilidad de la terapia y, por consiguiente, la sotiría redención, sanación y salvación. Además, el conflicto entre San Gregorio Palamás y Barlaam (papista) no se hizo tanto sobre el tipo del dogma, sino sobre la cimentación metodológica de Barlaam que se apoyó sobre la metafísica, la gnoseología metafísica y la razón, en cambio Palamás sobre la comprobación y averiguación empírica, por experiencia y las consecuencias demostrativas de ellas” (P. Romanidis, Padres Romanos de la Iglesia, pág.18).
Además, para la terapia de la psique es indispensable el sentido de enfermedad. Cuando un enfermo no conoce su enfermedad no puede recurrir al médico. El autoconocimiento es el primer escalón de la terapia. San Máximo el Confesor enseña que aquel que conoce la enfermedad de la naturaleza humana, éste “ha probado la fuerza y energía divina por experiencia” y con la fuerza de Dios unas cosas las ha conseguido y otras aspira a conseguirlas”, (46. Filocalía tomo 2º v.39). San Pedro el Damasceno describiendo el gran valor que tiene la oración nocturna, dice que la praxis ética se consigue cuando el hombre estudia las obras del día y las caídas que ha tenido “en la confusión del día… para que tome conciencia mediante la hisijía serenidad y silencio de la noche y así poder estar en luto por las cosas que ha pecado”, (47. Filocalía tomo 3º, pág.154). Sólo cuando nos conocemos a nosotros mismos podemos estar en luto por nosotros.
Es un hecho y no cabe ninguna duda que la mayoría de los Cristianos hoy ignoran su estado espiritual. Estamos muertos por nuestras faltas leves y no sólo no lo percibimos, sino que tenemos la conciencia de que estamos plenos de los regalos del Santísimo Espíritu adornados de virtudes. Desgraciadamente esta autosuficiencia que nos carcome, destruye toda la obra de sanación y salvación. ¿Cómo puede hablar Cristo a un hombre que se autojusticia, autojustifica y se exculpa a sí mismo? Desgraciadamente parecemos a los Fariseos de la época del Señor que no sentían la necesidad del médico. Como puede desarrollarse el gran carisma de la metania y del luto en un corazón que no siente su desierto; entonces no se puede desarrollar la vida interior.
Junto con el sentido de enfermedad se debe de unir también el autoconocimiento propio, es decir, el gran carisma de la autocrítica o autocondena. Esto muestra que hay humildad, puesto que “la autocrítica consiste en la continua humildad de la psique”, (48. San Gregorio Palamás Filocalía tomo 4º pág108). Esta autoanálisis, autocrítica y autocondena es un peso espiritual, el cual puesto en la psique “presiona y destruye trayendo el vino de la salvación que deleita al corazón del hombre, es decir, nuestro hombre interior. Este vino es el recogimiento”. La autocrítica y autocondena con el luto que lo caracteriza, co-consterna los pazos y llena la psique de bienaventurada alegría, (49. San Gregorio Palamás Filocalía tomo 4º, pág.109). Por eso debemos continuamente autoanalizarnos, autocriticarnos y autocondenarnos “de manera que con el desprecio voluntario alejar los pecados involuntarios”, (50. San Juan el Sinaíta, Klímax, logos 25,51).
Pero no sólo basta el sentido y conciencia de enfermedad. Sin falta se requiere también médico terapeuta. Este terapeuta es el sacerdote o el guía espiritual. Primero se sana él de sus propias enfermedades o por lo menos lucha para sanarse y después sana también a sus discípulos espirituales. Hemos dicho anteriormente que el padre espiritual tiene que ser teólogo y viceversa. En este caso se aplica el logos “médico sánate a ti mismo” (Lc 4,23). Aquel que ha pasado por los métodos del diablo, puede conducir correctamente sus discípulos espirituales. Aquel que conoció el gran tesoro que se llama salud espiritual puede ayudar a los demás a sanarse. Aquel que ha encontrado su nus puede también a ayudar a los demás a encontrar el suyo. “Médico es el nus que se ha sanado a sí mismo y el que se ha sanado sana a los demás”, (51. San Zalasio, Filocalía tomo 2º v.44).
Muchos cristianos contemporáneos consideran a los sacerdotes como funcionarios del Altísimo y empleados eclesiásticos que les ayudan en los trabajos burocráticos, a celebrar varios Misterios cuando los necesitan o celebrar la divina Liturgia y así ellos podrán… satisfacer sus necesidades psíquicas o …cumplir un deber tradicional. ¡Los consideran como magos que hacen magias! Pero conocemos que la Jaris (energía increada) de Dios no se transmite mágicamente ni mecánicamente sino por los misterios. Es cierto que el incompetente sacerdote celebra el Misterio pero no puede sanar. Porque una cosa es la absolución de los pecados y otra la terapia. La mayoría de los Cristianos se contentan en una típica confesión y seguimiento de la Divina Liturgia, aún más, en una comunión de los inmaculados Misterios y nada más. No avanzan en la terapia de la psique. Pero los sacerdotes y los Padres espirituales no celebran solamente Misterios sino que sanan a las personas. Conocen por supuesto e indican a sus discípulos espirituales la manera de la terapia de los pazos. Les muestran como pueden liberarse del aprisionamiento y como el nus se puede liberarse de la esclavitud.
Así consideran la paternidad espiritual los Padres. El pastor es también médico. “Médico es aquel que ha adquirido inmunidad somática y psíquica y no necesita ningún fármaco para su salud”, (52, San Juan el Sinaíta, Klímax 4º logos hacia Pimín).
“Consiga tu también querido cataplasmas, líquidos medicinales, cuchillas de afeitar, colirios, esponjas, interventores de venas, termómetros, pomadas, hipnóticos, navaja, ventas y eso que se llama anafsía (es decir, no tener mareo y asco por el olor de las heridas). ¿Si no disponemos de estos como ejercitaremos nuestra ciencia? No hay otra manera. Porque no con palabras sino con intervenciones prácticas benefician los médicos a los enfermos y reciben sus recompensas.
Cataplasma es la terapia de los pazos que se ven exteriormente, es decir, los somáticos. Líquido medicinal es la terapia de los pazos esotéricos (interiores) y el vaciamiento de la suciedad interior que no se ve. Cuchilla de afeitar es la humillación que muerde pero purifica, limpia la pudrición del presumir y del engreimiento.
Colirio es la catarsis del ojo psíquico, el cual se ha enturbiado y empañado por la ira.
Colirio es la reprimenda que amarga pero después de un rato terapia, sana.
Interventor de venas es el breve vaciamiento de la suciedad y la fetidez. También la intensa y rápida intervención para la salvación de los enfermos.
Esponja es la terapia después del vaciamiento e intervención de las venas y el refrescamiento del enfermo por el médico con palabras dulces, serenas y blandas. Calentador térmico es el canon y la reprimenda que se da por el médico con amor para un tiempo al arrepentido. Pomada es el alivio después de la cauterización que se ofrece al enfermo para una causa u otro pequeño consuelo.
Hipnótico es el que llevemos el peso de la obediencia y con ella regalarle el descanso y sueño al no sueño y ceguera divina de manera que vea bien los bienes que tiene. Vendaje es la fijación hasta la muerte y atar fuertemente con la paciencia los paralizados y languidecidos por la vanagloria.
Por último la cuchilla es la medida y la decisión para cortar la parte que se mortificó psíquicamente y así que no pueda transmitir también al resto su propia avería.
Bienaventurada y admirable la anafsía (no asco) es para los médicos y para los Higúmenos (Guía del Monasterio) la apazia (sin pazos). Porque por un lado los primeros mientras no sienten mareo y asco sin cansancio emprenderán la terapia de cada fetidez. Por otro lado los segundos cada psique mortificada o narcotizada podrán resucitarla”. (53. San Juan el Sinaíta, Klímax 4º logos hacia el Pimena).
El padre Ioanis Romanidis escribe: “La repetición victoriosa de la experiencia de la confirmación, que en la medicina y en la ciencia Patrística es también la terapia, es la verdad de cada ciencia. Tal como es tonto decir médico alguien que no sana y no conoce sanar, así de absurdo es considerar teólogo a uno que no está por lo menos en el estado de iluminación y zéosis, que no conoce lo que estos son y cómo llega uno a estos estados y por consecuencia no sana”, (54. P. Romanidis. Padres Romanos de la Iglesia pág.18-19).
También el mismo escribe: “Se supone que los terapeutas por excelencia que conducen a los enfermos en los estadios son los obispos y los presbíteros, que para los primeros predominó la procedencia del monaquismo. Pero hoy después de un siglo y medio de propaganda neohelénica catastrófica contra el hisijasmo, este tipo de clérigos son pocos. Los monjes hisijastas también. Los hisijastas tal como los describe san Dionisio el Areopagita casi han desaparecido” (P. Romanidis, igual que antes).
El terapeuta sacerdote sugiere a sus discípulos espirituales también un método ortodoxo que es el método de la ortodoxa piedad y devoción. Por eso a continuación giraremos sobre este punto. Describir el método que debe seguir el enfermo por la conducción de su padre espiritual para llegar a la sanación espiritual.
Principalmente queremos localizar la ascesis, práctica. “La intensa ascesis con contención y agapi, paciencia e hisijía mata los pazos que se encuentran a nuestro interior”, (56. San Thalasio Filocalía tomo 2º v.8). San Nikitas Stizatos discípulo de san Simeón el Nuevo Teólogo, describe esta ascesis. El hombre tiene cinco sentidos y por eso también son cinco las ascesis, vigilia, estudio, la monologa oración, engratia (autodominio, autocontención y abstinencia) e hisijía. El practicante deberá de unir los sentidos con estas cinco ascesis. Es decir, la visión con la vigilia, el oído con el estudio, el olfato con la bendición (la monologa oración), el sabor con la engratia y el tacto con la hisijía. Cuando haya conseguido esta unión entonces “rápidamente sana y purifica el nus de su propia psique y afinado por ellos se constituye en perspicaz y apazís (sin pazos), (57. Filocalía 4º tomo, v.21).
Sinópticamente podemos decir que la ascesis-áskisis es la aplicación de la ley de Dios y el cumplimiento de Sus mandamientos. El esfuerzo que hacemos para someter nuestra voluntad a la de Dios y que sea alterada por la divina, esto se llama áskisis ascesis. Además, conocemos bien por nuestros santos Padres que el Evangelio es “mandatos de sanación y salvación”. Lo que existe dentro en la Escritura es mandamiento de Dios que se debe de aplicar y cumplir por los hombres que buscan su sanación y salvación. En las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) esto se ve claramente.
Lo “bienaventurados los pobres de espíritu humano” es mandamiento del Señor para vivir nuestra pobreza, es decir, sentir nuestra miseria. Lo de “bienaventurados los que están en luto” es mandamiento del Señor para llorar por nuestros pazos, que para nuestra devastación los tenemos en nuestro interior. Lo de “bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia” es mandamiento del Señor para que tengamos hambre y sed por la comunión con Dios. Lo de “bienaventurados los catartizados, sanados y purificados del corazón” es mandamiento de Cristo para hacer la catarsis del corazón. Cuando dice: “bienaventurados o felices”, es como si dijera haceos pobres en pecados, estar en luto, sedientos de justicia etc.
Así el mandamiento de Cristo es la oración incesante, la celebración de la Divina Liturgia, la nipsis, es decir, la vigilancia del nus, la pureza, limpieza o catarsis del corazón etc. “La ley es santa y el mandamiento santo, justo y bondadoso” (Rom 7,12). Juan el Evangelista el discípulo de la agapi (amor, energía increada) subraya a los Cristianos: “Y en esto sabemos que le conocemos: si aplicamos y cumplimos sus mandamientos. El que dice que le ha conocido y no cumple sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él, pero el que aplica y cumple sus logos verdaderamente en él se ha perfeccionado la agapi de Dios, en esto conocemos que estamos en él” (1Jn 2,3-5). El mismo Evangelista subraya auténticamente: “porque esta es la agapi de Dios, la aplicación y el cumplimiento de sus mandamientos” (1Jn 5,3).
“La finalidad jerárquica espiritual para nosotros es, a la medida de lo posible, asimilación y unión con Dios. Esta asimilación y unión tal como enseñan las divinas Escrituras la conseguimos sólo con la agapi y la aplicación de los divinos mandamientos”, según san Dionisio el Areopagita, (58. P.G. 3, 592 A). San Gregorio Palamás enseña que la gnosis de los seres la trae el trabajo de las virtudes. Preguntando cuál es el fin del trabajo para las virtudes escribe: “La unión y asimilación hacia Dios”, 59. (E.Π.E Gregorio Palamás tomo 2º pág.556). El trabajo de las virtudes conecta con el trabajo de los mandamientos. Aún el santo hisijasta cita que la agapi a Dios “nace sólo por el trabajo sagrado de los mandamientos divinos”, 60. (E.Π.E Gregorio Palamás tomo 2º pág.562).
A continuación me gustaría citar algunos logos de los Padres que presentan el valor de los mandamientos de Dios.
La finalidad de los mandamientos del Salvador se encuentra en la liberación del nus de la incontinencia, la dureza y el odio, 61. (San Máximo el Confesor Filocalía 2º tomo v.56).
Los mandamientos de Dios “son superiores de todos los tesoros del mundo”. Aquel que los adquiere, “en su interior encuentra a Dios”, 62. (Isaac el Sirio pág.20).
“De la vigilancia, la aplicación y el cumplimiento de los mandamientos de Dios nace la apázia (sin pazos) y la apázia de la psique mantiene la gnosis-conocimiento”, (63. San Zalasio, Filocalía 2º tomo v.25).
La obediencia al mandamiento de Dios “es resurrección de muertos”, (64. igual que antes v.48).
San Gregorio el Sinaíta describiendo las dos maneras básicas que se encuentra la energía increada del Espíritu que hemos recibido místicamente durante el Santo Bautismo, considera el trabajo de los mandamientos una de ellas. “En cuanto trabajamos los mandamientos tanto se manifiesta y resplandece sobre nosotros la brillantez, el resplandor de su luz”, (65. Filocalía 4 tomo pág.67, 3).
Todas estas nos revelan lo indispensable que es la ascesis para la des-narcotización, resurrección y terapia de la psique y esta ascesis tal como hemos citado, es principalmente la vigilancia y cumplimiento de los mandamientos del Cristo Salvador y Médico de nuestros cuerpos y psiques.
Los mandamientos básicos que tratan del trabajo sobre nuestra sanación espiritual tal como decimos en los troparios que psalmodeamos son: ayuno, vigilia y oración.
Si la caridad sana nuestra parte irascible (emocional) de la psique y la oración purifica al nus, el ayuno marchita el deseo o anhelo, (66. San Máximo, Filocalía tomo 2º v.79) y así la psique entera sanada se ofrece a Dios. También el ayuno hace humilde al cuerpo, “la falta de pan, seca el cuerpo del monje”, (67. Abad Theodoros, Yerontikón pág. 42). “Cuando el cuerpo está pesado por muchas comidas, convierte al nus débil, lento, perezoso, miedoso y cobarde; en cambio cuando flaquea por la gran engratia, inspira a la parte contemplativa de la psique tristeza y evita hablar. Debemos regular las comidas según el estado del cuerpo, de manera que cuando está saludable sea domado convenientemente y cuando está enfermo sea atendido con mesura. Porque el luchador no debe debilitar el cuerpo, sino que tenga la necesaria resistencia para la lucha, de manera que los esfuerzos corporales contribuyan convenientemente a la catarsis de la psique” (68. San Diadoco de Fótica, Filocalía v.45).
San Juan el Sinaita hablando sobe el ayuno dice característicamente: “El ayuno es forzar la naturaleza y circuncisión del placer de la garganta, amputación del fuego carnal, corte de los astutos malos loyismí, liberación de los sueños contaminados, pureza de oración, iluminación de la psique, guardia del nus, disolución de la corrupción, puerta de compunción o recogimiento, contrición alegre, freno de la charlatanería, causa de hisijía, vigilante de la obediencia, causante de la apazia, absolución de los pecados, puerta y gozo del paraíso”, (69. Klimax, logos14,31).
Todo esto que cita san Juan el de la Escalera, por un lado indica la extensión del ayuno y por otro revela los frutos que trae para la psique luchadora. Por eso todos los santos amaron el ayuno. Es muy importante citar que cuando una persona empieza a convertirse por la metania también empieza sólo por su cuenta a ayunar, cosa que indica que el ayuno co-camina con la oración y la metania.
Es cierto que el ayuno es el medio y no la finalidad, “es la herramienta para los que quieren adquirir la sofrosini– conducta sana, serena y humilde del nus y la mente” (70. San Diádojo de Fótica v.47), pero sin ella es imposible al hombre vencer los pazos y llegar a la apázia (sin pazos). Por eso el santo de la Escalera es claro. Tal como los Hebreos se liberaron del Faraón y vivieron la Pascua, puesto que comieron hierbas amargas y ázimos, así nosotros también nos liberaremos del imaginable Faraón con el ayuno y la humildad: “¡No te engañes! No te liberarás de la esclavitud del Faraón ni verás la Pascua superior, si continuamente no saboreas las amarguras y los ázimos. Amarguras son el esfuerzo y castigo por el ayuno, y ázimos son la conducta y virtud sin enaltecimiento”, (71. Escalera, logos 14,29).
Es imprescindible cumplir los ayunos que ha determinado la Iglesia y luchar para no satisfacer al extremo las apetencias de la carne.
Aparte del ayuno otro método de terapia es la vigilia. La vigilia también es un método ascético de terapia de la cual se catartiza, se limpia y se purifica el hombre y se sana de los pazos. El Señor nos ha enseñado el tipo de oración durante la noche. El Mismo pasaba noches enteras en la montaña. “Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (Mt 14,23).
Los santos Padres probaron en sus propias vidas el efecto benéfico de la vigilia. San Isaac el Sirio escribe: el monje que permanece en la vigilia con discernimiento del nus, a este no lo veas como carnal. Porque esta obra es del orden angélico. La psique que se esfuerza y aguanta en las vigilias, tiene ojos querúbicos y está tocando y contemplando siempre la zeoría celeste, (72. Mismo que antes pág 123).
San Juan el Sinaíta presenta el tipo de monje desvelado y vigilante con toda su fineza discernida y los beneficios de la vigilia: “El ojo que está en vigilia ha catartizado, purificado su nus, en cambio la abundancia del sueño embota la psique. El monje desvelado es enemigo de la lujuria, en cambio el dormilón es su marido. La vigilia apaga el fuego de la carne, libera de la suciedad de los sueños, trae lágrimas a los ojos, hace blando el corazón, vigila y proviene de los loyismí, crisol de comidas, doma de los pazos, freno de la lengua y alejamiento de las fantasías indecentes. El monje que vela es un pescador de loyismí, pensamientos en la serenidad de la noche capaz de examinarlos y juzgarlos”, (73. Escalera logos 19,2 y 4).
Junto con la vigilia co-caminante es también la oración. Este es el método por excelencia que sana las enfermedades de la psique. Porque por la oración viene mucha energía en la psique del hombre. Pero para la oración del corazón o noerá y el método que usamos para la liberación del nus y la zeoría de Dios nos referiremos en otro capítulo con título “La hisijía como método de terapia” y eso porque lo consideramos como medio interesantísimo para la sanación y salvación del hombre.
También existen otros medios terapéuticos para la sanación de cada pazos de la psique. Pero para estos nos referiremos detalladamente en los próximos capítulos con el título “Ortodoxa patología”.
Quizá, se observa que todos estos medios terapéuticos, que son colirios que sanan al ojo del corazón (ver Apocalipsis 3,18), se pueden vivir solamente por los monjes. Esto en absoluto no es cierto. Todos podemos, aún nosotros también que vivimos en el mundo, vivir los mandamientos de Cristo. La oración, la metania, el luto, el recogimiento, el ayuno, la vigilia etc., son mandamientos de Cristo y significa que todos pueden vivirlos. Cristo no dijo cosas que son imposibles para los hombres. San Gregorio Palamás hablando sobre la catarsis y pureza del corazón recalca que: “también los que están en matrimonio pueden conseguir esta pureza pero con más dificultad”, (74. Filocalía pág. 97, 6.20-22). De todos modos pueden desarrollar esa vida evangélica con sus respectivas adaptaciones.
Además, mientras exista obispo y la Divina Liturgia significa que la sanación y salvación son posibles. Porque existe y funciona la Iglesia. También para cada hombre es análoga la adaptación a los mandamientos de Cristo. En la escritura patrística tenemos casos de este tipo. Los Padres que los mismos se han sanado y han adquirido el carisma del discernimiento, aconsejan a cada hombre a encontrar su camino que es esencialmente camino de la Tradición Ortodoxa.
San Juan el de la Escalera es característico en este tema. Comenta que ha visto a un médico imbécil agotando a un enfermo destruido y lo único que le había provocado fue desesperación. A la vez vio otro, que era un genio de médico espiritual, a operar con agotamientos un corazón muy inflado y vaciarlo de todos los fétidos. También dice que vio al mismo enfermo una vez sanar una mancha con el fármaco de la obediencia y otra sanar al ojo de su enferma psique con la hisijía y el silencio, (75. san Juan el Sinaíta, Escalera logos 26 v.21) Aquí se ve claramente que el mismo enfermo necesita unas veces obediencia y otras veces hisijía y silencio. Los fármacos adecuados se deben de dar al tiempo adecuado.
El mismo santo como quía espiritual con discernimiento escribe que el fármaco bueno para un hombre puede ser veneno para otro. Además, el mismo contenido del fármaco unas veces es bueno si se da al tiempo debido y otras puede ser veneno si se da fuera del tiempo, para el mismo enfermo, (76. Escalera, logos 26,20).
Por eso recalcamos otra vez que es indispensable y necesario terapeuta ortodoxo (médico-guía espiritual) preparar y adaptar el fármaco y dar la adecuada instrucción terapéutica.
Me gustaría a continuación referir algunos logos de santos Yérontas del Gerontikón en los cuales se ve claramente que existe variedad de ascesis y gran posibilidad de adaptación.
Alguien preguntó a san Antonio “¿qué debo de vigilar para agradecer a Dios?” El Yérontas le contestó: Donde vayas ten ante tus ojos a Dios y cualquier cosa que haces y dices tener testigo de las Escrituras y en cualquier lugar que te sientas no te desplaces rápido. Guarda estos tres y te salvarás, (77. Gerontikón, pág.1,3)
Otro Padre preguntó al abad Nisceroo ¿cuál es la buena obra que debo hacer? Y le contestó: “No todas las obras son iguales; La escritura dice que Abraham era filóxeno (hospitalario, acogedor) y Dios estaba con él; Elías amaba la hisijía y Dios estaba con él; David era humilde y Dios estaba con él; aquello que consideres que quiere la psique es para Dios esto haz y vigila tu corazón”, (78. Gerontikón pág.80,2).
José de Thebas dice que: “Tres cosas son honestas delante de Dios. La primera es cuando uno está enfermo y acepta con gratitud la enfermedad, la segunda es cuando hace obras limpias ante el Señor y la tercera es cuando se somete a un padre espiritual y destituye todas sus voluntades. El último tiene premio mayor. A mí me gusta la primera el de la enfermedad”, (79. Gerontikón, pág.57).
También el abad Pimín dice: si se encuentran tres hombres al mimo lugar y uno hace bien la hisijía, el otro estando enfermo agradece a Dios y el tercero sirve con loyismós puro, limpio, los tres son de un sólo trabajo, (80. Gerontikón, pág 88,29).
De todos estos ejemplos se ve que la lucha de los hombres es común, pero la manera de cada uno distinta. Todos deben de cumplir al logos de Dios y Sus mandamientos, todos deben ocuparse de la catarsis y pureza de su corazón adonde estén y aunque estén trabajando. Para eso existe variedad de adaptación que verifica el padre espiritual.
Cierto es que se puede considerar como falta sino establecemos también la Divina Comunión/Efjaristía. Se debe de recalcar debidamente que consideramos la Divina Efjaristía, la Comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo como indispensable para el hombre. Esto el Señor ha recalcado epigramáticamente “si no coméis la sarx (cuerpo, carne) del hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn. 6,53). Pero es conocido que de la divina Comunión precede la catarsis y la preparación. Si no se antepone esta terapia sobre la cual se habla aquí, entonces la toma del Cuerpo y Sangre de Cristo se convierte “en krima y katákrima” (pena y maldición). No se puede entender eclesiología y esjatología sin instrucción terapéutica. Así no rebajamos la Divina Efjaristía, sino que con el valor de la ascesis y la terapia, se realza el gran regalo de la divina Efjaristía. Además, la finalidad de los escritos es principalmente que se revele el camino exacto que resulta al Altar, de manera que la divina Comunión se haga luz y vida.
Con este poco creo que se ha manifestado claramente que el Cristianismo Ortodoxo es una ciencia terapéutica. Sana al hombre enfermo. Esta enfermedad se concreta en el nus. La Iglesia Ortodoxa con su enseñanza, el culto, la ascesis, los Misterios, libera al nus y le constituye en templo del Espíritu Santo. Esta instrucción terapéutica se aplicó y se certificó por todos los santos. El único camino que conduce a Dios. Creo que la pérdida de la Tradición se ve principalmente en la pérdida del método terapéutico y en la pérdida de terapeutas reales auténticos. La vuelta a la Tradición Ortodoxa es esencialmente la vuelta en estas dos bases.
CAPÍTULO 2
El Ortodoxo terapeuta
- Condiciones para el ascenso de sacerdotes-terapeutas.
El valor del sacerdocio
Llamamiento y ordenación de los Apóstoles.
Condición básica para la ordenación.
Los tres grados del sacerdocio o santidad.
- “Reanimar el carisma”
Atributos básicos de los terapeutas – sacerdotes
- La santidad espiritual
- La búsqueda de terapeutas.
El Ortodoxo terapeuta
Hasta ahora hemos localizado la verdad que el Cristianismo Ortodoxo es principalmente medicina-ciencia terapéutica. Pretende la sanación espiritual del hombre. Pero tal como en el justo ejercicio de la ciencia médica se requiere la existencia de buen médico científico, lo mismo ocurre también con la ciencia terapéutica espiritual. Este es el obispo y el sacerdote.
Tal como hemos observado anteriormente, los hombres hoy sienten al sacerdote como liturgo, funcionario para poder comulgar los inmaculados Misterios. Le sienten como el mandado por Dios, como sirviente y diácono de Dios para que confiesen sus pecados y se alivien espiritualmente. Como el diácono de Dios que se le invita a orar a Dios con el propósito de que sean bendecidos sus trabajos etc. Es cierto que uno no puede negar que el sacerdote también hace este tipo de trabajo. Pero por costumbre se observa que el laós-pueblo considera al sacerdote (cura) más bien como… mago (y que se me perdone esta expresión). ¡Porque cuando vemos la vida de culto fuera de la terapia, entonces más bien es magia!!
No obstante para hacerlo muy claro repetimos que el sacerdote principalmente es médico espiritual que terapia, sana las enfermedades de los hombres. El culto y los Misterios se deben de adherir dentro en el método terapéutico e instrucción.
Sacerdote como confesor es principalmente terapeuta. El misterio de la confesión no se agota con una simple típica absolución, por ejemplo como el tipo occidental, como si fuera un Dios enfadado y se requiere una expiación. Es algo más. Se adhiere dentro en la instrucción terapéutica. Existen muchos cristianos que se confiesan por muchos años pero no se sanan de sus enfermedades espirituales. En esto contribuye el desconocimiento y la ignorancia tanto del laós-pueblo como de los pastores.
El obispo, el sacerdote o el confesor, son soberanos del laós que le conducen desde Egipto a la tierra prometida como otros Moisés. Esta conducción requiere esfuerzo, trabajo, esmero, privación y agonía. Es principalmente supervisión terapéutica. Los santos Padres insisten mucho en esta verdad. Como ejemplo utilizaremos a san Juan el Klimax o de la Escalera, quien recomienda que los que queremos marchar de Egipto y de Faraón necesitamos intermediario a “Dios y con Dios”, el cual encontrándose entre praxis y zeoría estará rogando a Dios “para que los conducidos pasemos el mar de los pazos y echar al Amalik de los pazos”. A continuación el santo teoforo (portador de la luz) divulga que aquellos que se basaron y se confiaron en sus propias fuerzas sosteniendo que no necesitan ningún guía, se han engañado, (1. San Juan el Klimax, Logos1,14). Además del Antiguo Testamento conocemos lo que sufrió Moisés conduciendo a este duro pueblo.
Este guía espiritual Moisés es médico. Además, todos estamos enfermos y necesitamos la terapia y el médico.
San Simeón el Nuevo Teólogo hablando para los monjes, presenta claramente esta verdad. Los Monasterios tal como conocemos de la Tradición Ortodoxa son principalmente Hospitales. Podría sostener mejor que son escuelas de medicina. Como enfermos nos sanamos y a continuación aprendemos la manera y el método de la terapia. Por eso la antigua Iglesia tomaba de los Monasterios, que son escuelas médicas, los sacerdotes para colocarlos al lugar de Obispo.
Así hablando el santo, no duda en decir que “somos todos pobres y enfermos…” A continuación dice el santo que, todos nosotros que nos encontramos en las celdas estamos heridos y padecemos de varias enfermedades, por eso no hacemos otra cosa que clamar día y noche al médico de nuestras psiques y cuerpos a sanar nuestros corazones heridos y darnos la salud espiritual. Escribe el santo: “Pero no sólo los pobres y los desnudos sino también los heridos, como estamos poseídos de varias enfermedades y nos encontramos lastimosos estirados en la cama y nos encontramos dentro en las habitaciones de distintos hospitales, albergues, geriátricos y en nuestros monasterios, clamamos, lloramos, lamentamos, llamamos e imploramos a este médico mismo de las psiques y cuerpos, de manera que cuando venga sane nuestros corazones heridos, dándonos la salud de nuestras psiques las cuales se encuentran en la cama del pecado y de la muerte; Porque todos los hombres hemos pecado y necesitamos la misericordia y la divina Jaris increada de Dios, según el divino Apóstol; Es decir, los que han tomado conciencia del dolor de los pazos y de las heridas. Como también existen algunos que se comportan como locos sin que conozcan nada sobre su enfermedad o porque están poseídos de algún pazos (2. S C 129, 174).
Hemos expuesto todo este texto porque se ve claramente la misión del monaquismo y de la Iglesia como el trabajo de los pastores. Principalmente es obra terapéutica. Estamos enfermos en la cama del pecado y de la muerte (espiritual). Los que no sienten esta verdad están locos. Los cristianos que no permanecen en la Iglesia para sanarse o sienten que están saludables están locos.
El sacerdote según el mismo Padre (san Simeón el nuevo Teólogo) es el médico. Viene uno al “médico espiritual enfermo, carcomido por los pazos, alterado y perturbado su nus…”, (3. S C 129, 140). El “médico científico, filántropo y agradable, comprende profundamente la enfermedad del hermano, la inflamación del pazos, el hongo, ve al enfermo como se ha convertido en un muerto total. Y a continuación describe la manera de llegada del paciente y el modo de terapia por el médico espiritual y científico, (4. S C .129, pág.140-142).
Hemos mencionado anteriormente las dos iconas-imágenes básicas que caracterizan la obra del pastor. Que es el Moisés que conduce sus discípulos espirituales y a la vez es el médico científico y caritativo. Estas dos cualidades las contiene en un poema san Simeón describiendo su personal sanación por su padre espiritual su personal Moisés. Adapta en su vida el camino del pueblo de Israel y la conducción por el Moisés. Escribe:
“Porque bajó y me encontró esclavo y desalojado
y dijo ven hijo mío para conducirte hacia Dios “
Pidió de su propio Moisés que le asegure si puede hacer un trabajo de este tipo.
“Me ha traído más cerca, me abrazó
y otra vez me besó con beso divino
él mismo ha perfumado con fragancia de inmortalidad.
Creí y amé en seguirle
Y deseé de hacerme esclavo sólo en él…
Me aguantó la mano yendo delante de mí
Y así empezamos a recorrer el camino”
Después de un largo camino durante el cual logró san Simeón, mediante las intercesiones de su padre espiritual, a enfrentar y liberarse de la esclavitud de los pazos, ruega a su yérontas:
“Señor, dijo, vamos no me separaré de ti,
no desobedeceré tu mandamiento y lo cumpliré en todo” (5. S C 172 86-92)
Pero para que uno sea terapeuta ortodoxo y pueda sanar las enfermedades de sus hijos espirituales, antes debe él mismo haberse terapiado lo máximo posible. Que esté en medio de praxis y zeoría. ¿Cómo puede uno sanar si antes no se ha terapiado o por lo menos no ha saboreado el principio de la terapia? Por eso san Simeón acusa aquellos que son pnevmatikós-padres o guías espirituales sin antes haber recibido el Espíritu Santo o aquellos que tienen prisa en aceptar como confesión loyismí ajenos, es decir, quieren ser rápidamente guías espirituales, y se atreven a hacerse higúmenos (Abad) y gobernantes y quieren pastorear el pueblo del Señor, haciéndose Metropolitas y obispos, utilizando muchos métodos descaradamente, sin antes haber visto al novio dentro en la habitación nupcial y sin que ellos se hayan convertido en “hijos de la luz e hijos del día” (6. S.C. 129, 116-118).
San Gregorio el Teólogo escribe aquel clásico: “Catartízate, límpiate y sánate primero y luego sana, limpia y purifica a otros; hazte sabio y luego habla de sabiduría; hazte luz y luego ilumina; toca a Dios y conducirás a otros: santifícate y santificarás…”, (7. Sobre sacerdocio logos 33).
En sus famosos logos sobre Santidad y Sacerdocio san Crisóstomo a quien se le llama científico del sacerdocio, justificando su negación de ser obispo escribe que, conoce su pequeña y enferma psique, como también lo grande y difícil que es pastorear al laós-pueblo, (8. Sobre Sacerdocio, pág.96).
En su conversación con san Basilio el Grande pide que no dude en nada de lo dicho, es decir, puesto que ama a Cristo tiene miedo no vaya ser que Le enfurezca por tomar un servicio espiritual. Puesto que “la enfermedad de mi psique me hace inútil para este menester”, (9. Mismo antes, pág.66). A causa de su gran pureza y claridad de sus loyismí y las emociones, tenía el sentimiento que la enfermedad de su psique le hace inútil para ese gran servicio. Porque realmente como comprobaremos más abajo, los pazos no curados no dejan al sacerdote ayudar a la terapia de sus discípulos espirituales.
Si antes el terapeuta no se ha sanado, es un hombre que vive “como los animales en el campo”… y “si tomen este tipo de hombres que viven como los animales en el campo, gobiernan los hombres igual que los animales”, (10. Mismo que antes pág.120).
Todas estas cosas que se han referido antes, manifiestan la gran verdad: que los sacerdotes que quieren sanar las enfermedades del laós-pueblo deben los mismos antes haberse terapiado de estas enfermedades o por lo menos que hayan empezado a sanarse de las enfermedades y aún más sentir el valor y la capacidad de la terapia.
En estos niveles se integrarán también los siguientes. Tenemos que dar la certeza de que no estamos dispuestos de tratar o negociar sobre el sacerdocio, santidad y los sacerdotes. No tenemos como fin el desarrollar el valor y la grandeza del sacerdocio sino ver de este lado este gran y responsable axioma. Es decir, que es ciencia terapéutica y que sana principalmente las enfermedades de los hombres. En algunos puntos se verá que recalcamos el valor del sacerdocio y lo hacemos únicamente para ver lo que aquí queremos recalcar.
- Condiciones para el ascenso de sacerdotes-terapeutas.
La terapia de los Cristianos enfermos la desarrolla y trabaja el Santísimo Espíritu y generalmente la Jaris (energía increada) del Santo Dios Trinitario. El sacerdote es el servidor de esta terapia. Toda la organización de la Iglesia es Θεανθρώπινα Zeanzrópina Divino-humana. Además, la Jaris de Dios trabaja místicamente (secretamente) al sacerdote y él conoce por su experiencia esta energía mística de la Jaris de Dios.
El valor del sacerdocio
El sacerdocio tiene un grandísimo valor. El divino Crisóstomo escribe que: “el Sacerdocio se celebra en la tierra pero tiene como orden las órdenes celestes”, puesto que no lo ha fundado hombre, ni ángel, tampoco arcángel u otra fuerza creada, sino “el mismo Paráclitos”, (11.San Juan Crisóstomo: Logos sobre el sacerdocio, pág.84).
El “culto al respetuoso y digno sacerdocio” es superior de cada psalmodía y oración y diferente de todos los demás oficios, tanta la diferencia como el sol de las estrellas. Esto porque con el misterio de la divina Efjaristía sacrificamos al mismo Unigénito que se ha degollado para nuestros pecados, (12. San Theógnostos, Filocalía t2 v.72). Cuando uno utiliza bien y con conciencia clara sir remordimientos “el divino y respetuoso oficio de la terrible solemnidad” que se ofrece, se convierte desde aquí en beneficio más que “cualquier otro trabajo espiritual y zeoría”, (13. Idem antes v.71).
El valor del sacerdocio, el cual tiene la posibilidad de sacrificar la ternera cebona, se debe principalmente en que ayuda al hombre a llegar desde el “como imagen” al “como semejanza”, conducirlo a la zéosis, que es realmente la terapia del hombre o mejor dicho, revela la terapia del hombre.
Los Padres comparando el sacerdocio con muchas otras obras, lo consideran el mayor, porque las demás autoridades ayudan al hombre a resolver las cosas terrenales, en cambio el sacerdocio conduce a la zéosis. Por eso el “Sacerdocio es superior al reinado terrenal, puesto que se ocupa de las cosas y realidades divinas y el reinado terrenal se ocupa de las cosas terrenales”, (14. Isidoro Pilusiotis, t 1 pág. 222).
Ciertamente hemos recalcado que el sacerdocio de los pastores es principalmente sacerdocio de Cristo. Los sacerdotes llevan esta Jaris encima de ellos y por eso tienen también el vigor de perdonar y sanar los pecados de las personas.
Hasta aquí estas pocas palabras sobre el valor del sacerdocio puesto que no es nuestro propósito de recalcar aquí el gran valor de este trabajo.
Llamamiento y ordenación de los Apóstoles.
El Señor llama a los adecuados para esta obra y les entrega Su sacerdocio. Así los primeros obispos son los Apóstoles. El Señor les llamó al axioma apostólico y les tenía tres años a Su lado, a continuación les entregó el Santísimo Espíritu para que puedan perdonar los pecados y les mandó a predicar en todas las naciones y guiar a todos los hombres. Les hizo pescadores y predicadores del Evangelio. Esta elección y misión es la que les hizo Apóstoles. No tenemos testificación en la Santa Escritura si el Señor utilizó un oficio especial para la transmisión del servicio sacerdotal a los Apóstoles. Pero podemos observar que “el Señor siendo Él el fundador de los misterios no estaba obliga o comprometido por estos, sino que podía producir cualquier resultado por una simple expresión de Su voluntad”. (15. P. Trempelas. Dogmática, t3, pág. 293). De todos modos el hecho del llamamiento de los doce Apóstoles por Cristo, Su aparición en ellos, el carisma de absolver los pecados y la venida del Paráclitos el día del Pentecostés, les hizo pastores del laós-pueblo de Dios.
En concreto, tenemos el caso del Apóstol Pablo quien no era discípulo de Cristo mientras vivía Él. Pero aquel también fue llamado al axioma apostólico. Él mismo se considera a sí mismo Apóstol (enviado) de Jesús Cristo: “Pablo apóstol de Jesús Cristo por mandato de Dios, nuestro Salvador y del Señor Jesús Cristo…” (1 Tim 1,1). Cierto que en otra parte escribe: “Sin embargo, pienso que en nada soy inferior de los grandes apóstoles” (2Cor 11,5). En otro punto escribe: “Y doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor quien me ha dado fortaleza y confianza poniéndome a este servicio…” (1 Tim 1,12). Tiene la certeza que es testigo de la Resurrección de Cristo, porque ha visto al resucitado Cristo cuando viajaba hacia Damasco. Por eso describiendo las apariciones de Cristo, se atreve a insistir “el último de todos, como (un aborto) a uno que nace antes de tiempo, también se me apareció a mí” (1Cor 15,8). Se incluye a sí mismo con los testigos de la Resurrección.
La aparición de Cristo al Apóstol Pablo y su llamada al axioma apostólico es ordenación en Apóstol. Cristo dio también en él Su sacerdocio.
El profesor de universidad y padre Romanidis escribe: “En el Apóstol Pablo los Profetas de la parroquia (1Cor 14,29) junto con los Apóstoles (1Cor15,5-8) son aquellos que llegaron a la zéosis, es decir, a la expectación o avistamiento de Cristo, en la doxa-gloria increada de la Santa Trinidad. Esto recalca claramente Pablo cuando escribe sobre el misterio de Cristo que “esta verdad era un misterio en otras épocas y generaciones, y no se dio a conocer a los hombres tal como se reveló ahora por apocálipsis-revelación en los santos apóstoles y en los Cristianos profetas mediante el Espíritu” (Ef 3,5). Dentro de este marco se debe de interpretar el lema introductorio de la enumeración de los miembros del cuerpo de Cristo “…si se glorifica un miembro gozan juntamente todos los miembros” (1Cor 12,26). Es decir, el miembro glorificado es el que llegó a la zéosis (unión con Dios por la energía increada) y por Dios se ha convertido profeta. Por eso en la enumeración de los miembros de Cristo, Pablo empieza con los apóstoles y profetas al principio de la cumbre y acaba en los que tienen “géneros o variedades de lenguas” (1Cor 12,28), que eran las variedades del culto noeró (espiritual de corazón) y lógico (Ef 5,19-20). El que profetiza según Pablo es el que interpreta el Antiguo Testamento -porque el Nuevo aún no existía- con base la experiencia de la oración noerá o de corazón que se llama “géneros o variedades de lenguas”, en cambio el Profeta es el que ha llegado a la zéosis. Es exactamente el discernimiento posterior patrístico entre teologizante y teólogo. Todos desde el Apóstol hasta el que profetiza y el que interpreta tenían “género o variedad de lenguas”, es decir, los distintos cultos noerós (espirituales humanos) del Espíritu Santo en el corazón y por ello son zeóklitos (dios-llamados) miembros del cuerpo de Cristo y templos del Espíritu Santo. Se distinguen entre zeóklitos y particulares (1Cor 14,16), que son los que aún no han recibido el carisma de la visita del Espíritu Santo orando incesantemente en sus corazones y por consecuencia aún no se habían convertido en templos del Espíritu Santo. Se ve que estaban bautizados por agua en absolución de los pecados pero no bautizados en Espíritu, es decir, Crismados. Quizá el misterio de la crismación se hacía con la certeza de la llegada del Espíritu Santo del que ora y por eso en latín se llama “confirmatio”.
De todos modos los deificados Apóstoles y Profetas, más los iluminados maestros, las potencias, los carismas de terapias, percepciones, gobernaciones, variedades de lenguas o “varias oraciones de corazón” (1Cor 12,28), se ve que constituían el clero crismado y el sacerdocio real tal como se ve en la ceremonia de la Santa Mirra. Los particulares, tal como testifican los Padres, eran los laicos. Y “… así puso Dios en la Iglesia” (1Cor 12,28) significa claramente la visita del Espíritu Santo con la zéosis de apóstoles y profetas e iluminación del resto y no sólo con praxis ceremonial”, (16. Padre Romanidis: Padres Romanos de la Iglesia, pág.27-28).
Condición básica para la ordenación.
Es cierto que los Apóstoles transmitieron esta santidad o sacerdocio de Cristo con un Misterio concreto, el llamado Misterio del Sacerdocio y la Iglesia arregló las condiciones adecuadas a fin de tomar uno esta gran Jaris y ejercer este supremo ministerio.
Una ordenación de este tipo es la de los diáconos en la primera Iglesia de Jerusalén. Después de elegir a los siete diáconos, dice el libro de los Hechos, “los cuales presentaron ante los Apóstoles, quienes orando les impusieron las manos” (He 6,6). Aquí tenemos colocación de las manos y oración. San Crisóstomo analizando este versículo escribe que: “Porque no dice, el cómo, sino simplemente que se han ordenado por la oración; Porque esto es la ordenación. La mano se pone sobre el hombre y el resto todo lo hace Dios…” (17. P.G 60, 116).
Lo que sí se debe de señalar en este caso es que se escogieron de la multitud de los Cristianos de la primera Iglesia. Disponían de algunos atributos. La cualidad básica era que tenían el Espíritu Santo. Respecto a la elección de Esteban dicen los Hechos de los Apóstoles que “…eligieron a Esteben hombre pleno de fe y Espíritu Santo…” (He 6,5). Así no recibió al momento de su ordenación el Espíritu Santo sino que tenía la Jaris (energía increada) del Espíritu Santo.
San Crisóstomo interpretando, observa que tenía la Jaris increada del Santísimo Espíritu desde “el baño”, desde el santo Bautismo. “No basta solamente esta Jaris sino que se necesita la jaris de ordenación que se hizo como añadidura del Espíritu” (18. P G 60,119). También observa que Esteban recibió más Jaris que los demás diáconos a pesar de que la ordenación fue común (18. P G 60,119). Esta Jaris de más que recibió del Santísimo Espíritu se debe a la mayor catarsis, limpieza del Esteban y la existencia del Espíritu Santo en su interior.
Esto sin duda indica que, los aspirantes para recibir este gran ministerio del sacerdocio no esperan simplemente recibir el Espíritu Santo el día de su ordenación, sino que antes deben de tener el Espíritu Santo.
La Iglesia tiene mucho cuidado en este punto. Lo vemos también en las epístolas del Apóstol Pablo, las llamadas pastorales. El gran Apóstol escribe a Timoteo: “recordándome la fe sin hipocresía que hay en ti, la cual arraigó primero al corazón de tu abuela Loida y en tu madre Efniki, y estoy seguro que también habita en tu corazón” (2Tim 1,5). Sabemos bien que la fe no es enseñanza abstracta, sino “comprensión y visión de corazón”, es la vida del Espíritu Santo dentro en nuestra psique.
A su discípulo Timoteo al que ordenó el mismo como obispo escribe: “No descuides el divino carisma que existe en tu interior y se te ha dado con la imposición de manos en tu cabeza por el cuerpo de los presbíteros, después de la elección que se nos condujo por apocálipsis-revelación profética” (1Tim. 4,14). Y en otra parte escribe: “esta es la recomendación que te hago, hijo mío Timoteo, conforme a las profecías hechas sobre ti anteriormente, apoyado en ellas libra el buen combate” (1Tim 1,18). San Theofílaktos interpreta que. “El axioma del sacerdocio, la enseñanza y la protección del laós-pueblo, por ser grande y alto, es necesario aquel que tiene intención de recibirlo que esté votado de Dios; la jaris increada de este como también de los antiguos sacerdotes y Prelados se hacía por divinas profecías, es decir, por el Espíritu Santo”, (20. San Nikódemo el Ayiorita: Interpretación a las Epístolas, tomo 3, pág. 95).
Se requiere mucha preparación y muchas condiciones sobre el ascenso de sacerdotes y obispos para este gran axioma. El Apóstol Pablo incita “el que fuere irreprensible…” (Tito 1,6) que sea llamado para hacer de presbítero y obispo. Por eso sugiere “que no sea neófitos o recién convertido” (1Tim 3,6). No sea neófitos porque debe tener experiencia espiritual antes haber realizado el axioma real con el santo Bautismo y se haya catarizado, sanado y purificado como veremos más abajo y después avanzar hacia la ordenación.
San Juan el Crisóstomo desde luego escribe que debe tener más atención y fuerza espiritual que los mismos ermitaños. Porque si los ermitaños, “que están liberados de todas las cosas de la ciudad y del ágora con todo que conlleva esto”, no se sienten seguros, el sacerdote necesita mucha más fuerza y violencia para ejercer su axioma de modo que pueda “salvarse de cualquier infección de la psique y mantener sin prejuicio la belleza espiritual”. Por eso certifica que los sacerdotes que están en el mundo necesitan más catarsis, limpieza, purificación que los monjes, (21. Idem antes p 118)
Este tema de protección de la pureza del sacerdocio nos ocuparemos en otro párrafo. Aquí queremos recalcar más las cualidades que debe de tener el Cristiano para ordenarse sacerdote. Porque si el mismo no se ha sanado ¿cómo podrá sanar los pacientes y enfermos espiritualmente?
La preparación para el sacerdocio es de las tesis dominantes en las obras del San Simeón el Nuevo Teólogo. El que no se ha desprendido del mundo y no se ha hecho digno de recibir el Santo Espíritu, tal como los divinos Apóstoles, el que no ha pasado por la catarsis y la iluminación y no se ha hecho digno “de la zeoría de la inefable luz, que no acepte sacerdocio y protección de psiques, ni siquiera lo atreva” (22. S C 196, 294-296).
La misma enseñanza se encuentra también en San Theógnostos. Dice que el sacerdote “si no se ha crismado por el Espíritu Santo para ser mediador entre Dios y los hombres que no se atreva arriesgarse a celebrar la divina y santísima ceremonia”, (23. Filocalía t2, v.14), dando a entender la Divina Efjaristía.
Cuando se aproximaba la ordenación, los Padres se iban al desierto a las montañas, tal como vemos en la vida y enseñanza de san Gregorio el Teólogo. Escribiendo en su obra “confesional de la ida al Ponto” y justificando este acto, dice que uno no puede encargarse de pastorear el rebaño lógico, si antes el mismo “no se ha convertido en templo del Dios vivo y teniendo como habitáculo a Cristo en espíritu”, si no ha superado en “obra y zeoría” todas las nominaciones y fuerzas de Cristo, si no ha aprendido la “sabiduría de Dios que está escondida en el misterio”, y si es un niño aún “alimentándose de leche”, (24. Obras de San Gregorio el Teólogo, tomo 1, pág.192-194).
Es cierto que los Santos Padres no ignoran la realidad de que muchos se ordenan sin tener realmente estos atributos, sin antes haberse catartizado purificado y terapiado. Por eso muchas ordenaciones “no se hacen por la divina Jaris increada, sino por estudios humanos”, (25. San Crisóstomo: Sobre el sacerdocio, pág.150). Es conocida la frase de San Crisóstomo que Dios no ordena a todos pero energiza y opera por todos, (26. P G 62,610).
Los tres grados del sacerdocio o santidad.
Del estudio de las fuentes y principalmente por el estudio de las obras patrísticas, se ve claramente que los grados de santidad o sacerdocio, diácono, presbítero y obispo conectan estrechamente con los tres grados básicos de la vida espiritual que es catarsis, iluminación y zéosis o glorificación. Esto indica que cuando más se van sanando, más suben en la escalera sacerdotal de la divina Jaris y bendición. Por lo menos así lo enseñan los Padres. Es necesario que desarrollemos más este punto hablando sobre la Jaris terapéutica del sacerdocio.
Hemos recalcado en otro capítulo anterior que la vida se divide en tres estadios que son: la catarsis, la iluminación y la zéosis. Esta división la encontramos en muchos Padres, pero en cada uno tiene nombres distintos. Por ejemplo: San Nikitas Stizatos dice que tres son las clases de los hombres que progresan en las ascensiones perfeccionadoras, “la catártica o purificadora, la iluminadora y la mística que es la perfeccionadora”. La catártica purificadora es de los principiantes, la iluminadora de los medianos y la mística de los perfeccionados. Subiendo mediante estas tres clases o estadios, el Ortodoxo Cristiano crece en la edad de Cristo. La energía catártica es la fusión de la carne, la huida de cada pecado que excita el pazos, el arrepentimiento, las lágrimas etc. La iluminadora que es la primera apázia (sin pazos), su cualidad es la gnosis de los seres, la contemplación de los logos (causas) de la creación y la participación del Espíritu Santo. Su trabajo es “la catarsis del nus… la apocálipsis-revelación en el corazón de los ojos noerós (espirituales)… y la apocálipsis-revelación de los misterios de la Realeza increada de los Cielos”. Y “el estadio o la clase mística y perfeccionadora” mistagoyiza (instruye místicamente) “los apócrifos misterios de Dios, le completa por “la participación consubstancial del Espíritu” y le demuestra como “Teólogo sabio, instrumento de la gran Iglesia”, (27. Filocalía tomo 3 pág. 335-337), etc.
El hombre viviendo dentro en la Iglesia y ayudado por la divina Jaris (energía increada) catartiza purifica primero la parte pasional de la psique y a continuación se ilumina el nus y asciende a la teología mística que es la bienaventurada zéosis o glorificación.
Estos tres estadios en la teología de san Máximo el Confesor se expresan como “filosofía práctica” que es la catarsis (positiva y negativa), “zeoría natural” (iluminación del nus) y “teología mística” (zéosis). Los santos Padres de la Iglesia separados de todas las existencias creadas se elevan a la zeoría de Dios y la zeoría llega al elevadísimo grado “en la epistimi ciencia mística o instrucción mística”, la cual se llama “gnosis inolvidable (e increada)”, (29. Artemio Rantosavlievits: El misterio de la sanación y salvación según san Máximo el Confesor, pag.175).
Así los santos Padres viviendo la zeoría expectación, visión espiritual de Dios, son verdaderos Teólogos o más bien la verdadera teología porque la teología emana de toda sus existencias.
Teólogo fue el Gran Moisés, el cual según san Máximo el Confesor, mientras hizo su tienda de campaña fuera del atavío, “es decir, desarrollando su opinión, razón y su diania (mente, intelecto) fuera de las cosas visibles, empezó a venerar y rezar a Dios”. Teólogos se convirtieron también los tres Alumnos destacados encima del Monte Tabor que fueron dignos de ver la increada Luz de la deidad de los tres soles. Teólogo también fue el gran Pablo, el cual subió hasta el tercer cielo y explica san Máximo que los tres cielos corresponden a los tres grados de la elevación mística del hombre, es decir, la filosofía práctica, la zeoría natural y la instrucción mística o trascendental. (29. Artemio Rantosavlievits: El misterio de la sanación y salvación según san Máximo el Confesor, pág.171-172).
Se ha hecho esta presentación de la enseñanza patrística para así avanzar en las correlaciones hacia el tema que nos ocupa en este capítulo. El mismo Padre (San Máximo) conecta los tres estadios de la vida espiritual con los tres del sacerdocio. Escribe: “Aquel que prepara su nus hacia las luchas sagradas y expulsa de sí mismo los apasionados loyismí, es correspondiente a diácono. Aquel que ilumina su nus con la gnosis de los seres (existencias) y hace desaparecer la falsa gnosis es correspondiente a presbítero. Y aquel que perfecciona su nus ungiéndole con mirra santa de la gnosis y la veneración a la Santa Trinidad es correspondiente a obispo, (30. Filocalía t.2, v.21).
En vez de otra interpretación expondremos la que hace san Nicodemo el Aghiorita, puesto que esta es la base de la Iglesia, que un santo interpreta a otro santo y mediante los santos se expresa la experiencia de la Iglesia. Escribe pues, san Nicodemo: “El teoforo (portador de la luz de Dios) Máximo, quiere que el diácono haga lo mismo, o sea, que catartice limpie, sane y purifique a los demás de los pazos y de los malos loyismí mediante la ética; el Sacerdote que ilumine a los demás mediante los logos de la zeoría natural de los seres (existencias); y el Obispo que perfeccione a los demás mediante los logos de la teología… que el obispo no debe ser solamente filósofo ético y natural, es decir, contemplativo (zeoriticós) sino también teólogo, siendo superior del diácono y del Presbítero”. (31. San Nicodemo el Ayiorita: Manual de consejos, pág.154).
Se debe de apuntar que la conexión de los tres grados del sacerdocio con los tres grados o estadios de a vida espiritual, está referida en los escritos de san Dionisio el Areopagita en los que se ve la tradición de la Iglesia. Y si se considera que estos escritos presentan el orden de la Iglesia de los primeros siglos, se ve claramente que estos tres estadios de la vida espiritual corresponden a los tres grados del sacerdocio. Quiero ocuparme de este tema para que se vea esta conexión.
Es conocido que en el capítulo “Sobre Jerarquía eclesiástica” de san Dionisio el Areopagita, se describen los tres estadios de la vida espiritual llamados: catarsis, iluminación y perfeccionamiento o zéosis. El perfeccionamiento equivale a la zéosis. Así se llaman: “el primer orden de los jerarcas se dice perfeccionador y ceremonial, el segundo el de los sacerdotes iluminador y portador de luz y el tercero el de los diáconos catártico purificador y discernidor”, (32. P G 3, 506-508). La obra de los Clérigos es ceremonial, pero paralelamente santificadora y perfeccionadora, puesto que los misterios amplían y hacen crecer espiritualmente al hombre. Es decir, los cultos divinos no se hacen típicamente, sino que catartizan sanan, purifican, iluminan y perfeccionan (deifican) al hombre.
Así el trabajo de los diáconos, de los presbíteros y de los jerarcas conecta con la maduración espiritual de los Cristianos Ortodoxos. En concreto: Durante el oficio del santo Bautismo, tal como expone san Dionisio el Areopagita, creemos que expresa el orden de los primeros siglos de la Iglesia, los diáconos liberan de la ropa a la persona que se lleva al Bautismo y esto manifiesta su lugar dentro en la Iglesia que es catártico sanador y purificador, los sacerdotes crisman el cuerpo del hombre y esto manifiesta que su lugar dentro en la Iglesia es iluminador y los obispos perfeccionan a los hombres con el bautismo y esto indica que su lugar dentro en la Iglesia es perfeccionador, (33. PG 3, 396 par 6 y 7). La orden jerárquica divina que perfecciona a los Cristianos Ortodoxos es aquella que contiene plena y exclusivamente las praxis e instruye interpretativamente las ciencias de los sagrados misterios y enseña las correspondientes sagradas costumbres y fuerzas. La orden de los sacerdotes instruye a los instruidos a las divinas visiones, expectaciones o contemplaciones, pero aquellos que desean la ciencia de las aplicaciones divinas que han visto, los envía al jerarca. Esto significa que el sacerdote con la bendición del obispo ilumina a los Cristianos, pero manda al obispo aquellos que desean el perfeccionamiento, porque es el más adecuado para este trabajo. Y la orden de los diáconos, antes de que se conduzcan hacia los sacerdotes, “catartiza purifica a los aspirantes, convirtiéndoles puros y preparados para la celebración de la divina comunión”, (34. P G 3, 505-506 pár 6-7).
Es muy importante, según san Dionisio el Areopagita, que los jerarcas no sólo perfeccionen sino que iluminan, catarticen sanen y purifican al laós pueblo, los sacerdotes además de que iluminan conocen también catartizar sanar y purificar, en cambio los diáconos sólo conocen catartizar limpiar y purificar. Es imposible que los inferiores salten hacer trabajos superiores, (35. P G 3, 505-508, 7). Entonces, el trabajo de cada orden dentro en la Iglesia es estricto. Cada orden tiene su propia ciencia y gnosis de la vida espiritual. Creo que se debe de poner un versículo característico del santo que resume toda esta enseñanza sobre el trabajo de las tres órdenes. “La decoración de los oficiantes con su primera fuerza mediante los oficios purifica a los no instruidos. Con la mediana, la instrucción iluminante. Y la última y extrema de las fuerzas divino-jerárquicas acaba a los partícipes de la divina luz a la gnosis perfecta de los resplandecimientos que han recibido”, (36. P G 3, 504 párr. 3)
Estudiando toda la enseñanza de san Dionisio el Areopagita, podemos resumir que cada orden de la santidad o sacerdocio tiene su análoga vida espiritual. Catarsis, iluminación y perfeccionamiento (zéosis, glorificación) se conectan estrechamente con los tres grados del sacerdocio, es decir, diácono, sacerdote y obispo correspondientemente. Así el diácono puesto que tiene el trabajo de catartizar limpiar y purificar los pazos del laós del Señor, entonces condición indispensable para ordenarse es que se encuentre en el estadio de la catarsis, es decir, vivir la filosofía práctica. El presbítero puesto que su trabajo es iluminar a los demás, para ordenarse de acuerdo con las enseñanzas de los Padres, debe de encontrarse en el estadio de iluminación de su nus que es un grado de zeoría, es decir, tener incesante memoria de Dios mediante la oración noerá o del corazón y contemplar los logos (causas) de los seres en toda la creación y la Santa Escritura. El obispo puesto que su principal trabajo es perfeccionar al laós mediante los logos de la teología, debe de estar viviendo la teología mística y la comunión con Dios. Que se encuentre en el baile de los Profetas que tienen relación estrecha con Dios, se ungen de las divinas e instruyen místicamente el logos de la verdad al laós.
La manera por la cual se ordenan el diácono, el presbítero y el obispo, muestra también el estado espiritual del receptor de las energías increadas y el trabajo de cada orden. No se ordenan independientemente de su estado espiritual, ¿porque como pueden ayudar al laós si no tienen experiencia espiritual del oficio que tratan de ejercer? (37. P G 3, 509-516 y 504-505).
Especialmente el obispo que transmite la Jaris (energía increada) a los Cristianos para que se conviertan en verdaderos diáconos y sacerdotes, está “movido por Dios en todas las aplicaciones jerárquicas divinas y santificantes”, (38. P G 3, 512 pár.5). El mismo Moisés sobre todo no condujo ni a su hermano Aarón “en el perfeccionamiento jerárquico,” “hasta que no fue inducido por Dios y como oficiante el mismo Dios, aplicó y ofició la divina jerarquización y el perfeccionamiento de ella”, (39. P G 3, 512 pár.5).
Por eso especialmente el obispo, según san Dionisio el Areopagita que expresa la tradición de la Iglesia, es el científico de la vida espiritual, el visionario de Dios, el que adquirió experiencia personal de la zéosis. Por eso “lo primero y último de la divina orden de los jerarcas es el de las divinas visiones”, (40. P G 3, 505 pár. 5). El jerarca es el fruto de la zéosis, es decir, el mismo, por la Jaris increada, consiguió la zéosis y ayuda al Cristiano al camino para su zéosis por la Jaris. “Y que cada jerarca según su esencia, analogía y orden, el mismo puede instruirse en los divinos misterios y deificarse y también transmitir a los subordinados la zéosis que se realiza en él por Dios, según el merecimiento de cada uno” (41. PG 3, 372 pár. 2). Aquel que llama a uno jerarca, expresa “un hombre deificado, santo y científico, al cual está perfeccionada toda la gnosis divina jerárquica y se le reconoce claramente toda su jerarquía”, (42. PG 3, 37 pár. 3) Así el jerarca como fruto de la catarsis y la iluminación es el divinizado hombre el cual ha llegado al perfeccionamiento (zéosis) y entonces está dirigido personalmente por Dios. Este es la “boca de la verdad” y el que está sentado “en tipo y lugar” de Cristo.
No podemos evitar la tentación de presentar un versículo característico de san Dionisio el Areopagita de acuerdo con el cual los rayos divinizadores pasan a los más zeómorfos (los de forma divina, deificados), los cuales como transparentes son adecuados para la transmisión y participación de la Luz. Los que ven a Dios tienen el trabajo de mostrar a los sacerdotes “abundantemente y en simetría… las divinas visiones que se manifestaron en ellos”. También en iniciar en los principios divinos es trabajo de los que se han iniciado místicamente y bien todos los misterios de su jerarquía y con perfecta gnosis y ciencia adquirieron la fuerza de instrucción”, (44. P G 3, 504-505 pár.4). Esto significa que sólo después del perfeccionamiento personal uno puede ascender en lugar superior y esto lo tiene el deificado portador de Dios, el que ha conocido por experiencia a Dios.
Estas eran las verdaderas cualidades de los cristianos para que ascendiesen a la santidad o sacerdocio. Debían de pasar estos tres estadios para asegurarse y certificarse si se han terapiado y pueden sanar al laós del Señor. De estos exactamente se ve que el obispo, el presbítero y el diácono no son sólo personas litúrgicas destinadas a celebrar los Misterios, sino que son médicos espirituales que ayudan al laós hacer su catarsis, purificarse, a divinizarse y progresar hacia la comunión y unión con Dios. También san Simeón el Nuevo Teólogo escribe que puede avanzar el hombre a oficiar “en corazón puro con la conciencia limpia y con la Santa e inmaculada Trinidad” si ha visto a Cristo y recibió el Espíritu y si ha subido al Padre mediante estos dos”, (45. S C 174, 98-100).
De esta manera la entrada en el sacerdocio es claramente llamada de Dios. Y esta llamada exactamente no es en un sentido abstracto, porque el aspirante está llamado por Dios a servir el pueblo del Señor, sino que es certeza por su propia metamorfosis (transformación) que puede pastorear al laós y por supuesto pastoreo del laós es principalmente terapia del laós. Porque sin terapia no puede el hombre llegar a Dios, ver a Dios y con esta visión convertirse luz que le ilumina y no fuego que le estará quemando. “Y si estás llamado, has entrado en la Jaris sobrenatural de la divina santidad o sacerdocio…” (46. San Theógnostos, Filocalía t.2º, c-51). Si el hombre no siente esta llamada superior, es decir, si no se ha sanado, entonces “el yugo es pesado, porque está basado más allá de su fuerza” (47. San Theógnostos Filocalía t.2º, c-52).
Repetidas veces se habla sobre la parádosis (entrega y tradición divina) y la sucesión apostólica, además, se sobreentiende que esto era sucesión de ordenaciones. Cierto es que uno no puede negar también esta realidad. Pero al mismo tiempo no puede dudar el hecho que la sucesión apostólica no era simplemente una serie de ordenaciones, sino parádosis tradición de toda la vida de la Iglesia. Los Apóstoles y después los Padres no transmitían solamente la Jaris de la santidad o sacerdocio, sino que transmitían a Cristo y toda la vida de Cristo. Parían o generaban. Por eso el obispo tenía y tiene el carisma de la verdad. El profesor y padre Romanidis observa que: “El cimiento de la parádosis y sucesión apostólica no era la imposición de manos, sino esta transmisión acompañada de generación en generación de la parádosis de la terapia, de la iluminación y de la zéosis. El Sínodo parroquial y el provincial se organizaron para la unidad de los verdaderos terapeutas, para la exclusión del clero a los curanderos o matasanos, pseudo-profetas que simulaban tener carismas y la protección del rebaño de los curanderos, matasanos herejes. La parte más importante era la elección yel examen del candidato” (48. Padres Romanos de la Iglesia, pág. 28-29). VER http://www.logosortodoxo.com/teologia-ortodoxa/santa-tradicion-de-la-una-santa-iglesia-catolica-apostolica-ortodoxa/
Esta era la base de la Iglesia. Principalmente para la elección de obispo había un principio básico, el que se escogiera de las órdenes monásticas, porque el monaquismo es escuela médica de donde pueden salir los científicos médicos capaces de sanar las enfermedades de los hombres.
El obispo de Doklía Kálistos Wear escribe que uno de los 20 principales monasterios del Santo Monte Athos (quizás se sobreentiende la Mellísti o Gran Laura), solamente este ha dado 26 Patriarcas y 146 Obispos. Esto da una idea de la importancia de la Santa Montaña en la Iglesia Ortodoxa” (49. Periódico: Testificación Ortodoxa, nº 15 septiembre 1985, pág 12).
También san Nicodemo el Aghiorita al preámbulo de su libro “Consejos espirituales” presentando esta santa parádosi y costumbre de la Iglesia, escribe: “¡Ay, qué siglos de oro y dichosos durante los cuales gobernaba en la Santa Iglesia de Cristo una excelente y bella costumbre, el que se eligiesen de la humilde legión de los Monjes, todos aquellos que tratarían después de subir a los tronos superiores del sacerdocio y ocuparse del cuidado de psiques, (excepto pocos casos que de laicos han subido en la presidencia del laós)! También este tipo de costumbre eclesiástica se cita en los escritos del sínodo en la Santa Sofía, donde el obispo de Cesaria y el de Calcedonia dijeron al observador del papa Juan, esto: En Oriente si uno no es monje no se hace obispo o patriarca” (50. San Nicodemo el Aghiorita. Consejos espirituales, pág.15).
Ciertamente que en toda la historia de la Iglesia, las cosas no fueron tan de color de rosas. Hubo casos que esta verdad se perdía y entonces el laós se encontraba a la oscuridad de la ignorancia. No conocían que existe terapia y cómo se hacía, no existían hombres para enseñar la forma de la terapia. Ya en el siglo cuarto, Isidoro el Pilusiotis presenta la diferencia de los antiguos pastores. Escribe que los pastores de entonces morían por sus ovejas, ahora ellos mismos matan las ovejas. A continuación escribe característicamente: “Antiguamente los virtuosos y prudentes se ordenaban sacerdotes y obispos, pero ahora se hacen y ofician los avariciosos. Entonces los virtuosos evitaban a ordenarse sintiendo la grandeza del poder, pero ahora se ordenan los que corren en tomar los axiomas con hedonismos, placeres. Entonces los ordenados por su libre voluntad eran insolventes (materialmente liberados, desapegados, pobres), pero ahora están los que quieren ganar mucho dinero por su codicia. Entonces se ordenaban los que tenía delante de sus ojos el divino juicio, pero ahora se ordenan los que ni siquiera en su cabeza pasa esto. Entonces se ordenaban los que sufrían por los demás, pero ahora se ordenan los que están preparados a hacer sufrir y atormentar a los demás. No es necesario decir muchas palabras, creo que el axioma ha recaído y de santidad se ha convertido en tiranía. Se ha convertido de humildad en orgullo, de ayuno en hedonismo, de economía en despilfarro; Porque de cuidadores buenos para el pueblo caen al despotismo, porque no pretenden gobernar como cuidadores del pueblo, sino abusan del poder, (51. San Nicodemo el Aghiorita: Interpretación en las Epístolas 3º t, Pág.112-113).
El Profesor y Padre Romanidis que ha tratado de este tema sobre la pérdida de esta Tradición Ortodoxa escribe: “Pero con el paso del tiempo no se encontraban siempre y en todas partes deificados e iluminados para le elección y ordenación de obispos y sacerdotes. Y si existían no los querrían los electores. Muchas veces se preferían los simples buenos y éticos pero sin que tengan adquirida la instrucción terapéutica de iluminación y zéosis. Es decir, aparecen obispos que en la época anterior serían simples laicos, puesto que no tenían el Espíritu Santo orando sin cesar dentro de sus corazones. Así explica las cosas San Simeón el Nuevo Teólogo.
San Simeón el Nuevo Teólogo provocó una revolución sobre esta situación que he descrito, con el resultado de devolver en el centro de la Ortodoxia la misión terapéutica de la Iglesia y tomar la Jerarquía otra vez el hisijasmo Patrístico, tal como prevé san Dionisio el Areopagita. Por el mando del Hisijasmo patrístico la Iglesia y la etnia helénica sobrevivieron después de la disolución del Imperio, porque la instrucción terapéutica que hemos descrito ha dado la fortaleza para aguantar los duros años de dominio Árabe, Franco y Turco…
Como deificados y terapeutas, es decir, los profetas, eran como equipos de médicos del hospital, donde entre ellos uno se elegía como presidente sin que esto significara algún tipo de desigualdad. Lo mismo ocurrió con los Apóstoles entre los cuales Pedro era el primero aunque en las asambleas de los Apóstoles en Jerusalén primer presidente fue Santiago como obispo de la Iglesia local.
Cuando ya aparecen parroquias sin deificados o deificado, es decir, los profetas según el Apóstol Pablo, entonces la Iglesia afrontó el problema si era correcto que se ordenasen como obispos sin haber sido deificados, sino que estuviesen sobre todo en estado de iluminación. Frente a esta falta, la Iglesia prefirió ordenar presbíteros como supervisores de las asambleas parroquiales. Así adquirieron los obispos responsabilidad de inspector frente a los interventores presbíteros, como médicos de centros de salud con cabecera los enfermeros. Puesto que el sínodo no encontraba bastantes médicos para inspeccionar en todos los centros médicos, designó enfermeros a los presbíteros. El de llamar médico al enfermero, es decir, obispo al no deificado, estaría fuera de la realidad y conduciría a la disolución de la obra terapéutica de la Iglesia.
Pero con el paso del tiempo aparecen obispos y presbíteros que ni siquiera estaban iluminados. Así se provocó la revolución de San Simeón el Nuevo Teólogo y la ocupación de las jerarquías por los hisijastas, principalmente desde la época de san Gregorio Palamás.
La salvación de la instrucción terapéutica hasta la época post-apostólica, hasta la aparición de la Frangosini (de los Francos), de la Zarista (de los Zares) y de la Neohelénica Ortodoxía, esta concentración y tradición apostólica se ha realizado al monaquismo. Es decir, el método de la instrucción terapéutica de iluminación y zéosis se traspasó de la parroquia mundana, donde se había debilitado, a las parroquias monásticas. Simultáneamente la Metrópolis y los obispados se convirtieron en monasterios. Por eso la Santa Sofía por la tradición laica se llamaba también Mega Monasterio. El monaquismo se hizo como una clase de escuela médica, donde estudiaban la terapéutica apostólica los candidatos a obispos. Paralelamente el trabajo de cada parroquia mundana era de imitar la parroquia monástica a medida de lo posible. Esto, porque la iluminación y la zéosis eran indispensables para la terapia de todos los hombres, puesto que todos tienen obscurecidos sus nus. Desde el aspecto dogmático no hay ninguna diferencia entre parroquia mundana y monástica en lo que respecta a los misterios y la necesidad de terapia. La diferencia consiste en la cantidad y calidad del éxito de la terapia” (52. Padre Juan Romanidis: Padres Romanos, pág.29-31).
- “Reanimar el carisma”
Se ha mostrado hasta ahora que el sacerdocio es un gran carisma que se da en aquellos que se han sanado de los pazos y se ponen al lugar del médico para la terapia de los pazos del laós-pueblo.
Pero el médico necesita una continua renovación, de otra forma no puede sanar con los nuevos métodos las enfermedades humanas. La misma cosa, por decirlo de una forma, ocurre también con los sacerdotes. Se necesita atención vigilante y gran lucha para que mantengan este carisma de sacerdocio. El sacerdote trae en su interior el sacerdocio de Cristo y debe mantenerlo sin mancha. Esto tiene un significado profundo.
Hay sacerdotes que se han catartizado sanado y purificado, entonces pueden celebrar y oficiar los Misterios con la Jaris increada de Dios. Exteriormente tienen libre sacerdocio porque no tienen ninguna amonestación de la Iglesia. Pero el sacerdocio de ellos no tiene fuerza porque lo han manchado con sus vidas. Pueden santificar los regalos, pero los mismos no pueden santificarse de ellos, tal como dice san Nicolás Kavásilas.
¿Dónde se ve esta debilidad espiritual? Principalmente se ve en que no pueden sanar y no conocen hacer terapia. Pero el que uno celebre los Misterios es de la Jaris de Dios que se da por el Misterio del sacerdocio. Pero sanar las enfermedades de los hombres es de la Jaris de Dios que se da en aquel hombre que valoriza la Jaris del Bautismo y valoriza el carisma real. Así se explica porque muchos sacerdotes no conocen y no pueden sanar los pazos de los hombres, porque no conocen el método que deben aplicar. No tienen idea que es el corazón y el nus, como se captura el nus y como se mortifica, se narcotiza el corazón. Muchas veces consideran que estas enseñanzas están referidas sólo para los monjes. Así separan la enseñanza de Cristo y de los Padres en monacal y mundana. Pero este tipo de distinción no existe en la enseñanza de nuestra Iglesia Ortodoxa. A continuación nos gustaría exponer el tema de la enseñanza de la Iglesia por los Santos Apóstoles y los Padres sobre el tema de que el sacerdote tiene que valorizar el carisma del sacerdocio, reanimar el carisma que recibió durante el Misterio del sacerdocio, porque de otra manera no puede sanar las enfermedades espirituales de los hombres.
Atributos básicos de los terapeutas – sacerdotes
El Apóstol Pablo a su alumno Timoteo: “No descuides el carisma que has recibido…” (1Tim 4,14). Esta exhortación es análoga de la que hacía a los Cristianos: “Siendo, pues, colaboradores, os exhortamos a no recibir en vano la Jaris de Dios” (2Cor 6,1) y la confirmación del mismo Apóstol “…la jaris de Dios que ha nacido en mi no ha resultado vana…” (1Cor 15,10). Al Apóstol Pablo también pide a Timoteo: “Por eso te recomiendo que reanimes la Jaris de Dios, que te fue conferida por mi por la imposición de mis manos” (2Tim 1,6).
En las llamadas epístolas pastorales, el Apóstol Pablo a menudo se refiere a este tema. El obispo y generalmente todo clérigo, debe con su lucha guardar el carisma del sacerdocio y trabajar dignamente a Dios y a los hombres y guardar el depósito
De la cantidad de versículos que existen, nos gustaría poner algunos característicos: “… ejercítate hacia la piedad” (1Tim 4,7). “…serás buen discípulo de Cristo Jesús alimentándote tu espíritu con los logos de la fe y la buena enseñanza que has seguido” (1Tim 4,6). “…debes ser, más bien, ejemplo para los creyentes, en el modo de hablar, en el comportamiento, en el amor, en la fe, en la honestidad” (1Tim 4,12). Ruega a Timoteo mantener el mandamiento “…inmaculado, sin mancha y sin reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesús Cristo” (1Tim 6,14). Le incita a que guarde la parádosis-tradición, transmisión: “Guarda este preciado depósito con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros” (2Tim 1,14). Esta conservación de la tradición se debe de hacer con el Espíritu Santo que habita al interior de Timoteo. Le incita a tener nipsis, es decir, atención y cuidado estando en vela continua, para corresponder a la gran llamada de Dios: “Pero tú estate siempre en nipsis, soporta con paciencia los sufrimientos, haz trabajo de Evangelista, desempeña y cumple bien con tu trabajo que te ha sido dado por la Iglesia” (2Tim 4,5).
En la enseñanza patrística se refieren todos los atributos esenciales que deben adornar al sacerdote para poder corresponder a su gran obra y alta llamada. A continuación intentaremos hacer una elección de la enseñanza patrística, principalmente de san Juan el Crisóstomo y de san Theógnostos. La instrucción de estos dos padres expresa la enseñanza de la Santa Iglesia Ortodoxa.
Según san Theógnostos, el sacerdote no debe de informarse sólo de las tradiciones humanas sino tener a su interior, mística y secretamente la Jaris de Dios, (53. Filocalía t.2º, v.18). El axioma y la vestimenta de la psique es brillante, si el sacerdote por su catarsis brilla también al interior de su psique, (54. Filocalía t.2º, v.56). Por eso el sacerdote debe de guardar este divino regalo “como la pupila de su ojo” y mantener el honor inmaculado, (55. Filocalía, t.2º, v.50).
Estas cosas revelan que se exige gran nipsis y sobriedad de parte del sacerdote y ésta nipsis requiere mucho dolor. La Divina Liturgia se debe de celebrar por el sacerdote, primero para él mismo “esforzándose y vigilando su nipsis y sobriedad”, (56. Filocalía t.2ª, v.60).
También San Juan el Crisóstomo insiste en esta continua conservación de la santificadora Jaris sacerdotal (energía increada). Dice que el sacerdote debe de ser sobrio y perspicaz “estando con muchos ojos viendo en todas partes”, (57. San Juan Crisóstomo: Sobre sacerdocio). Ser semejante a los de múltiples ojos de los Querubín, adorando puramente al Señor de las potencias. Debe de estar vallado por todas partes “con estudio perseverante y continua vigilancia de la nipsis y de la sobriedad de su vida” para no lesionarse, (58. Mismo pág 110-112). Según el divino Crisóstomo, tal como el fuego necesita leña así también “la jaris necesita de la buena gana para que esté siempre reanimada”. De nosotros depende si se apaga o se enciende este carisma. El carisma de la “protección de la Iglesia” se apaga “por la acedia, desgana, negligencia, desánimo y pesadez” y se despierta por “por la nipsis y atención”, (59. P G 62, 603).
La nipsis es indispensable para mantenerse uno mismo catartizado purificado y así permanecer en la jaris y bendición sacerdotal. La respetuosa santidad o sacerdocio según san Theógnostos: “Requiere orden angélico y catarsis, a continuación más precaución y prudencia que antes”, (60. Filocalía, t.2º, v.49). Debe el santificado en el sacerdocio, según San Crisóstomo, estar tan purificado como si estuviese entre fuerzas celestes, (61. Mismo antes, pág.84). La psique del sacerdote, según el mismo Padre, debe de ser más limpia que los rayos “para que el Espíritu divino no le abandone nunca desierto”, (62. Idem, pág.200).
La metania es otro atributo indispensable para el sacerdote. Blanquearse como la nieve por “ríos de lágrimas” y a continuación con conciencia purificada, tocar “el santo de los santos o altar de los altares”, (63. San Theógnostos, Filocalía t.2, v.18).
La pureza, claridad del sacerdote debe de brillar e irradiar a los Cristianos. El sacerdote se debe de catarizar purificar de los pazos “especialmente el de la lujuria y del resentimiento, tampoco tener la fina fantasía”, (64. Idem, v.17). Muchos Padres insisten en que estos dos pazos, lujuria y resentimiento deben de encontrarse lejos del sacerdote, porque de otra manera no energiza, no opera la Jaris de Dios para la terapia de sus enfermos hijos espirituales. Entonces, tal como hemos dicho, el sacerdocio padece, sufre. A sí mismo se debe de tener “puesto en la mortificación de los pazos y las hedonés placeres carnales” (65. Idem, v.13). Además, según el Abad Dorotheo “sacro es todo lo que está dedicado al sacrificio de Dios, supón como la oveja, la ternera o cualquier otra cosa parecida”, (66. Filocalía pág. 590). Debe de estar íntegramente dedicado y ofrecido a Dios.
El Evangelio que describe el camino del luchador Cristiano para llegar a la comunión de Dios, debe de aplicarse primero de su diácono, es decir, el ordenado. La ascética de la Iglesia que describimos en este libro debe de ser conocida por los pastores de la Iglesia. Cuando decimos que debe ser conocida, no entendemos que se debe saber por leer libros, es decir, que sea conocida intelectualmente, sino que sea su vivencia y experiencia. Porque lo que pasa dentro del corazón, esto es lo que ayuda a los fieles Cristianos. Uno ofrece su sangre para que se alimente el otro. Se trocea, se sacia y llena a los hombres.
Pero más allá de la catarsis y de la metania, de la nipsis y de la atención, el ordenado debe estar pleno de todas las jaris del Espíritu Santo, de todas las virtudes. La virtud básica es la santa humildad que según san Isaac el Sirio, es prenda de la deidad, puesto que Cristo para sanar y salvar al hombre se humilló a sí mismo, tal como dice Apóstol Pablo. Además, la divina Efjaristía que oficia el sacerdote, nos indica esta humildad de Cristo. Con la divina Efjaristía tenemos la posibilidad de introducirnos en la santa humildad y de adquirir la moral, conducta y costumbre de espíritu de sacrificio. Por eso, con la celebración de la divina Liturgia no buscamos simplemente que se convierta el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino adquirir la conducta y ética de Cristo y esto es la humildad. Buscamos en introducirnos dentro en el espíritu de la divina Efjaristía que es la kénosis, vaciamiento.
Dentro de esta perspectiva san Theógnostos pide: “Hazte humilde como el cordero al matadero, creyendo de verdad que todos los demás son superiores a ti” (67. Filocalía t.2º, v.70). Sobre todo el mismo Padre sugiere que: “Conoces de qué altura y en qué fondo cayó el Lucifer por la soberbia. Esto que no te pase a ti, imaginándote grandes cosas sobre ti, sino que te consideres como tierra y ceniza (Gén 18,27), basura y llorar continuamente…”, (68. Filocalía t.2, v.16). El servicio divino debe de estar pasando “por miedo, temor” y de esta manera hacer con rectitud el logos ortodoxo de la verdad, elaborando su sanación y salvación, (69. Idem pag 265 v.53). Pero los santos Padres conocen también la realidad existente. Tampoco ignoran la existencia de muchos sacerdotes indignos que sin disponer de estas cualidades esenciales se atreven a diaconizar los Santos Misterios. El sacerdocio, según san Juan el Crisóstomo, no cubre los pazos del hombre sino que los evidencia y los revela. Tal como el fuego prueba las materias metálicas, “así también tortura las psiques de los hombres del clero. Y si es iracundo, con poca fe, ambicioso, vanaglorioso, arrogante o cualquier otra cosa, rápidamente se revelan todos sus defectos y le desnudan. No sólo le desnudan sino que se hacen más fuertes y peores”, (70. San Juan el Crisóstomo, idem antes pag 216)
San Juan el Sinaita comenta casos que ha visto yérontas santos que los demonios se estaban burlando de ellos, (71. San Juan el Sinaita: Escalera, logos 14 v.7).
Los Padres no dudan en manifestarnos hasta el castigo de los sacerdotes inmerecidos, éstos que vienen a este gran ministerio sin la adecuada prueba, preparación y vida. Eso porque en vez de sanar a las psiques del rebaño, las escandalizan y las enferman.
San Isidoro el Pilusiotis escribe: “No juguemos con las cosas divinas”, (72. San Nicodemo el Aghiorita: Interpretación a las Epístolas t3, pag 113).
San Juan el Crisóstomo dice que, esta misma santidad nos acusará si no la ejercemos correctamente, (73. Idem antes pag 98)
Según San Theógnostos, el sacerdote incorregible quien voluntariamente no se aparta de la divina celebración cae “en manos y en la ira implacable del Dios vivo…”, (74. Filocalía t2 v.54 Salva la información de que a “muchos que oficiaban indignamente les apresó la muerte repentina y les entregó en los justos castigos de allí”, (75. Idem v.20).
Tiene en cuenta dos ejemplos de sacerdotes indignos con resultados distintos. Uno exteriormente parecía justo en los hombres y a pesar de eso, era “interiormente lascivo, lujurioso y sucio” y mientras decía el himno querúbico “ninguno axios-digno” “inmediatamente apareció muerto”, (76. Idem v.21). Otro sacerdote había caído al pazos de la lujuria y por eso enfermó de una enfermedad terrible e incurable. Aunque utilizó todos los medios no se sanaba sino que empeoraba. Cuando volvió en sí mismo y tomó contacto consciente que está muriendo, porque celebra la divina Liturgia indignamente, enseguida con juramento paró de oficiarla más. Enseguida se sanó de manera que no le había quedado ni una señal de su enfermedad, (77. Idem v.55)
Hemos insistido un poco en este punto, aunque parezca que estábamos fuera del tema que nos ocupa, porque queríamos principalmente recalcar que el sacerdocio es una diaconía pastoral al pueblo. El sacerdote y el obispo tienen este gran honor de servir al laós-pueblo. Servicio al pueblo principalmente es la terapia. Además, la Iglesia no existe simplemente para hacer obra social y servir las necesidades sociales de los hombres, sino conducirles a la sanación y salvación de la psique. Este trabajo necesita muchas cualidades. Es necesario que dentro del sacerdote habite la jaris, energía increada de Dios. No debe simplemente celebrar los Misterios sino que se santifique por ellos de manera que el santificado, santifique con su existencia a los hombres. Este trabajo es altísimo, por eso san Crisóstomo pronuncia: “No creo que existen muchos entre los curas que se van a salvar, sino que la mayoría de estos perderán sus psiques; y la causa es que para salvarse se necesita tener una psique y corazón grande, (78. P G 0, 39)
- La santidad espiritual
Ya hemos descrito el pensamiento de que el sacerdote ejecuta doble trabajo. Uno es la celebración de los divinos Misterios y el otro, la terapia de los hombres de manera que vengan dignamente a tomar parte de los inmaculados Misterios. También hemos apuntado que existen muchos sacerdotes que exteriormente tiene impecable el sacerdocio, pero esencialmente han manchado la santidad, y esto se ve por el hecho que no pueden sanar. Celebran los Misterios y se santifican los regalos a través de ellos, pero no pueden sanar a los hombres y salvar sus propias psiques.
Por otro lado, existen laicos y monjes que no tienen el sacerdocio de misterios, pero pueden sanar a los hombres porque tienen santidad espiritual. Exactamente en este punto queremos insistir un poco.
Con el santo Bautismo ortodoxamente y el intento de cumplir los mandamientos de Cristo, todos los Cristianos vestimos a Cristo y de esta manera participamos del axioma Real, Profético y Sacerdotal de Cristo.
En los textos del Nuevo Testamento se salva esta enseñanza. San Juan el Evangelista en su Apocalipsis 1, 5-6 escribe: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, [5 Y de Jesús Cristo que es el testigo y mártir absoluto y ha resucitado primero de los muertos y se hizo el inicio de la resurrección de todos los fieles para la nueva vida. Él es el eterno Soberano y Señor de todos los reyes de la tierra. Él que nos ama, y nos lavó y nos sanó de nuestros pecados con su sangre por su sacrificio cruciforme,] 6 y nos ha dado a conocer su propia realeza (increada) espiritual y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre…” (Apoc. 1, 5-6). El Apóstol Pedro dice: “Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, pueblo de su propiedad…” (1Ped 2,9). Y Apóstol Pablo a los Cristianos de Roma escribe: “Hermanos os ruego, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, consagrado y agradable a Dios que debe ser vuestro culto lógico” (Rom 12,1).
Esta enseñanza la encontramos también en muchos Padres, es decir, cada persona es sacerdote de Cristo en el sentido que hemos determinado anteriormente y desarrollaremos más abajo. San Juan el Crisóstomo hablando sobre Abraham, le presenta también como sacerdote, ¿porque donde hay fuego, altar y cuchillo “qué dudas sobre la santidad?” El sacrificio de Abraham era doble. Ofreció su hijo unigénito y la oveja “sobre todo, más que nada su propia opinión”. Con la sangre de la oveja santificó su mano derecha y con el sacrificio de su hijo (que ya había decidido hacer) santificó su psique. “Así se ordenó en sacerdote con sangre del unigénito y sacrificio de oveja”. Exactamente después de esto san Crisóstomo incita a sus oyentes que: “Así también tú hazte rey, sacerdote y profeta mientras has recibido el Santo Bautismo. Te convertirás en rey, si tiras abajo todas las malas astutas praxis y si matas los pecados; y te convertirás en sacerdote, si antes te has ofrecido a ti mismo a Dios, y si mientras has sacrificado el cuerpo y te has matado a ti mismo”, (79. Idem 61, 417).
Todos los creyentes bautizados al nombre de la Santa Trinidad y viviendo según la voluntad del Santo Dios Trinitario, son sacerdotes y tienen santidad espiritual. Preferimos el término santidad o sacerdocio espiritual en vez de otros como el sacerdocio general o laico, porque pueden esta santidad tenerla los clérigos y los laicos y aún no la tienen todos los bautizados, sino los que se han convertido en habitáculo, residencia del Santo Dios Trinitario. La santidad espiritual la tienen aquellos fieles que tienen la oración noerá o del corazón y principalmente aquellos que han llegado a tal grado de Jaris de manera que oran por todo el mundo. Este es el oficio espiritual por el universo. Las oraciones de estos hombres que se sacrifican por todos, aguantan el universo y sanan a los hombres. Porque con la oración se convierten en exorcistas, echan los demonios que dominan las sociedades humanas. Esto es la gran obra de los incesantes orantes por todo el mundo.
San Gregorio el Sinaita ha escrito sobre esta santidad espiritual que es a la vez el pedestal esencial del sacerdocio mistiríaco. Porque tal como hemos escrito, aquellos fieles que se sanaban y adquirían la oración noerá o del corazón se elegían también para tomar la especial Jaris de Santidad o Sacerdocio. Según san Gregorio la oración del corazón es “oficio místico del nus”. Escribe característicamente: “principio de la oración del corazón o noerá es la energía, es decir, la fuerza catártica, purificadora del espíritu y el oficio místico del nus”, (80. Filocalía, t 4, v.111”. Aquel que adquiere el carisma de la oración del corazón o noerá, siente la energía de la Jaris en su interior, la cual se convierte purificadora, iluminadora y mística. Esto es la santidad o sacerdocio interior y la divina Liturgia interior.
Los que llegan a este estado son sacerdotes. Altar es el corazón que se energiza y opera por el Espíritu sin loyismí. Como dice el mismo Santo: “Altar verdadero –además, antes de la vida futura- es el corazón que se ha liberado de los loyismí y recibe la energía del Espíritu. Porque todo allí se celebra y se dice espiritualmente”, (81. Filocalía t4, v. 7).
En este versículo del santo Padre se nos presta la ocasión de decir que la santidad espiritual es aquella que pasará al otro siglo, a la Realeza increada de los Cielos. Recalcamos la verdad de que la santidad mistiríaca o sacramental es para el laós-pueblo, para servir las necesidades del laós, en cambio la santidad espiritual es aquella que continuará funcionando al Altar celeste en la vida futura. Los que tienen esta santidad espiritual constituyen “el verdadero sacerdocio” que empieza desde aquí hacia la vivencia futura. Dentro en este sacerdocio puede haber de todas las categorías de personas, naturalmente también las mujeres. Por eso que no tiene gran importancia para la Tradición Ortodoxa que las mujeres no pueden recibir el sacerdocio mistiríaco, sacramental pero tienen la posibilidad de convertirse y hacerse el “verdadero sacerdocio”.
En otra parte el Mismo san Gregorio el Sinaita es muy claro: “Durante la renovación por el bautismo, se crisman en verdaderos sacerdotes y reyes, como tipo, tal como los antiguos”. Los sacerdotes del Antiguo Testamento eran “tipos, modelos… de nuestra verdad” y a pesar de eso “nuestra realeza y altar” no es “de la misma manera y especie”, (82. Filocalía idem antes v.133)
Cuando el nus del hombre se descubra y cuando se libere de su prisión y reciba la energía del Santísimo Espíritu, se convierte y se hace “altar espiritual”, entonces dentro en el altar de su psique oficia místicamente y participa como en noviazgo del cordero de Dios. Come, a este altar espiritual, el cordero de Dios dentro en el altar espiritual de su psique y a la vez se convierte como el cordero. Así entendemos bien que cuando en nuestro interior energiza y opera la oración del corazón, entonces se hace una divina Liturgia incesante que alimenta toda nuestra existencia. Escribe san Gregorio el Sinaita: “La noerá energía del nus es el oficio divino espiritual. Como nuncio antes del futuro goce que supera toda comprensión, este oficio divino se celebra por el nus quien sacrifica místicamente el Cordero de Dios al altar de la psique y participa en él. El que uno coma el Cordero de Dios en el altar espiritual de la psique, no es sólo que Le entienda o que participe en Él, sino que se haga semejante a Él en la futura vida. Porque aquí gozamos de los logos de los misterios, pero las cosas y realidades de los misterios tenemos esperanza que vamos a disfrutarlas allí”, (83. Idem v.112)
También el mismo santo escribe que la Realeza increada de los Cielos parece como tienda hecha de Dios “tal como aquella de la ley Mosáica o de Moisés y tendrá dos separaciones o tiendas durante el siglo futuro. En la primera entrarán los que son sacerdotes de la Jaris increada. En la segunda que es espiritual, entrarán sólo los que han llegado al gnofos (luz que supera toda luz) de la teología y han funcionado tríadicamente –con nus, logos y espíritu- como perfectos oficiantes, teniendo como oficiante delante de la Trinidad al primer Jerarca Jesús, en la tienda que ha montado el mismo Cristo donde entraban y recibían más ricamente Sus esplendores”, (84. Idem antes v.43)
Entonces los que han conseguido el carisma de la teología, tal como hemos desarrollado antes, es decir, los que después de la zeoría natural entraron al divino gnofos (Luz que transciende toda luz), estos son sacerdotes de Dios y constituyen esto que es el verdadero sacerdocio espiritual y pueden sanar a los enfermos.
San Nikitas Stizatos enseña que si algún sacerdote, diácono o monje participa de la divina Jaris con todas las condiciones que describen los santos Padres, “éste es obispo verdadero”, aunque no se ha oficiado u ordenado por los hombres como obispo y sacerdote. Al contrario el que no está iniciado en esta vida espiritual es “falso-obispo aunque a pesar de la ordenación que ha hecho, es arrogante y orgulloso por el axioma, poniendo por encima de todos a sí mismo y enorgulleciéndose frente a los demás, (85. Georgios Manchzaridis: Obras Palámicas, pág.279-280).
Quizá puede que no se escuche bien esta frase que nos hemos referido, el que los que constituyen el sacerdocio espiritual pueden sanar enfermos. Pero la enseñanza de San Simeón el Nuevo teólogo en este punto es muy apocalíptica (reveladora).
Creemos que san Simeón desarrolló esta enseñanza, primero, para recalcar que el Misterio de santidad no transmite mágicamente el poder de absolución o perdón de los pecados a los hombres, si el hombre no tiene la santidad espiritual interior. Segundo, para presentar la situación desastrosa que se encontraba el clero de su época. Tercero, para subrayar el valor de la santidad espiritual que es la oración del corazón y la zeoría de Dios que desgraciadamente entonces como hoy se deja de lado. Y cuarto es porque él mismo tenía experiencia personal del tema en el aspecto que su Yérontas que no se había ordenado por el prelado, tenía la jaris del Espíritu Santo y la potencialidad de perdonar a los pecados. A pesar de eso su Yérontas, san Simeón el Devoto, no dejaba de lado el Misterio del Sacerdocio.
Cuando decimos absolución de los pecados, se debe de entender principalmente como terapia de los pazos. Así vemos claramente hoy que los monjes que están jaritificados o poseídos de la jaris, sin tener la santidad mistiríaca o sacramental nos sanan. Siendo realmente perspicaces, perciben y se dan cuenta del problema que nos tortura y nos dan fármacos y maneras de terapia y así nos sanamos de lo que nos pasaba interiormente. La existencia de estos santos hombres es el consuelo del laós-pueblo.
- La búsqueda de terapeutas.
Ahora venimos a la cuarta unidad de este capítulo que es la búsqueda de los terapeutas. Después de concienciar la enfermedad espiritual como también el gran valor de los sacerdotes-terapeutas debemos de buscarlos para liberarnos de las úlceras de nuestra psique. Realmente hace falta mucha lucha para que se encuentren estos verdaderos conductores del laós que son los médicos de nuestros cuerpos y psiques, puesto que muchas enfermedades somáticas, físicas se deben a las espirituales.
San Gregorio Palamás en “el Evangelio del Nuevo Domingo” sugiere que: Cada cristiano después de la Iglesia durante el domingo, pida con diligencia alguien que esté imitando a los Apóstoles, los cuales se encontraban dentro en el desván después de la Crucifixión de Cristo y “permanece más tiempo encerrado anhelando comunicarse con el Señor en hisijía con oración y psalmodía o de cualquier otra actirud”. Que se acerque, pues, en la casa de aquel con fe “como si entrase en un lugar celeste que en su interior tiene la fuerza deificadora o divinizadora del Espíritu” y se acerque al inclino permaneciendo junto a él y le pregunte “sobre Dios y las realidades divinas” aprendiendo con humildad e invocando su oración. Entonces, dice el Santo, conozco bien que vendrá en él invisiblemente Cristo “y ofrecerá la paz dentro en la parte lógica de su psique, aumentará la fe y dará más fuerza al apoyo y esfuerzo y a su tiempo le clasificará junto con sus escogidos en la realeza increada de los cielos, (89. San Gregorio Palamás, tomo 9º, pág.512-514).
Es necesaria la búsqueda de este tipo de padre espiritual. En este punto es digno de ver lo que dice san Simeón el Nuevo Teólogo. Que ruegues, dice, a Dios que te indique a un hombre “el adecuado para tu instrucción”, al que tú debes hacer obediencia. Debemos de hacer obediencia a este que nos ha indicado Dios secretamente o se nos ha mostrado mediante otro y “respetarle como al mismo Cristo”, (90. S C 104, pág.334).
Al padre espiritual que está sin pazos y nos lo ha indicado Dios a nosotros, debemos de tener la misma confianza y agapi (amor incondicional) que tiene el enfermo a su médico, esperando de él su sanación y terapia. Más bien tenemos que tener más agapi, cuando se tiene en cuenta la diferencia entre psique y cuerpo. En el pnevmaticós-guía espiritual se encuentra el Mismo Cristo. Es la boca de Dios.
A continuación san Simeón adapta la actitud de los Apóstoles hacia Cristo con la actitud que debemos de tener nosotros con el padre espiritual, porque así vendrá la terapia de nuestra psique. Tal como los Apóstoles han seguido a Cristo, así debemos hacer también nosotros. Cuando deshonran y desprecian al pnevmaticós no debemos de abandonarle.
Es muy característico que al padre espiritual, al terapeuta le pone en el lugar de Cristo.
San Simeón utiliza también un modo de oración con la cual debemos orar para encontrar guía espiritual adecuado que nos ofrecerá la sanación espiritual.
“Señor, que no quieres la muerte del pecador y quieres que vuelva a vivir, Tu que has bajado para esta causa sobre la tierra, para resucitar a los que están muertos por el pecado y ellos quieren verte a Ti, que eres la luz verdadera, a la medida que es posible para el hombre ver esta luz, mándame un hombre espiritual que te conoce bien, para que le sirva y obedezca como si fueras Tú. Y cuando me haya sometido con todas mis fuerzas a él y mientras haciendo la voluntad tuya, haciendo obediencia a éste yérontas, agradecerte a Ti el único Dios y yo el pecador hacerme digno de convertirme en miembro de tu Realeza increada, (92. S C 129, 186-188).
Si el Cristiano ora de esta manera, entonces Dios le manifestará a este guía espiritual para que se cuide de las enfermedades y de las heridas de su psique.
Cierto es que uno no puede obviar que este tipo de terapeutas como en la época de san Simeón como hoy también es difícil de encontrar. “Porque hoy es raro y difícil encontrar pastores que pastoreen bien y “psicoterapien”, sanen psiques lógicas”, (93. idem pag 104, 346).
En resumidas cuentas se debe de decir que es necesario que busquemos y pidamos este tipo de médicos científicos, terapeutas y aún hasta enfermeros para que nos psicoterapiemos, sanemos espiritualmente. No existe otra manera de terapia. Dios es el verdadero terapeuta, “psiquiatra” nuestro, pero también los amigos de Cristo, los santos en los cuales habita el Mismo Dios Trinitario. Amín… sigue el capítulo 3 el más importante
Traducción Χρῆστος Χρυσούλας (Jristos Jrisulas) 1-9-2020 www.logosortodoxo.com