Παράκλητος (Paráclitos) Espíritu Santo: El término viene de los textos de San Juan Evangelista, en el 4º Evangelio y la 1ª Epístola, que lo expresa así y lo mismo también para nuestro Señor Jesús Cristo (1ª Jn. 2,1). Es la tercera persona de la Santa Trinidad. La palabra quiere decir: “consolador”, que cumple todo y consuela. La venida del Paráclitos se relaciona con la salida de Cristo (Jn 16,17). El Paráclitos, o sea, el Espíritu Santo, procede siempre del Padre y se envía para cumplir la obra de la Divina Economía por el Hijo y conduce la Iglesia a toda la Verdad. “Cuando venga Aquel, el Espíritu de la Verdad, os conducirá a toda la Verdad…”(Jn. 16,13). El Espíritu Santo procede del Padre (Jn. 15,26). Está clarísimo no del Hijo, tal y como se dice herética y erróneamente en el “Filioque” de la recitación del Catolicismo Romano y en el Protestantismo.
Porque Dios es Espíritu Infinito, autoexistente, teniendo en Sí Mismo al “Logos” de su propio Infinito Ser. Dos “infinitos” quedan excluidos. La matemática es una ciencia exacta y el cesaropapismo con su “neoplasma, nueva creatura”, es decir, “filioque” de “que el Espíritu Santo procede también del Hijo”, nos demuestra matemáticamente su herejía, entonces existen dos principios y no Un Dios Triádico. De Dios Padre nace el Hijo y procede el Espíritu Santo y se envía de los dos, pero procede sólo del Padre.
San Gregorio Palamás nos dice: «Decimos que el Hijo es del Padre como nacido de la Divina esencia, es decir, de la Hipóstasis Paternal; porque la esencia es la misma en las Tres Hipóstasis (bases substanciales)… La procedencia pertenece a la Hipóstasis Paternal y no es posible que el Espíritu proceda también del Hijo porque no tiene las mismas cualidades del Padre. Según San Juan Damasceno, “la diferencia entre las Divinas Hipóstasis las reconocemos en tres únicas cualidades: a) El Padre no tiene causa, b) La segunda Hipóstasis no es causa y es filiada, y c) La tercera no es causa pero sí que tiene procedencia de la primera. La cualidad paternal como tal contiene ambas ideas: el nacer y proceder… Si el Espíritu Santo procediera del Hijo, Éste también sería causa y a la vez, Padre como causante». (“Sobre la procedencia” tomo1º, capítulo 1º).
San Juan de Crostanda en su libro “la vida en Cristo” versículo 640 nos dice que: “…la imagen de la Santa Trinidad está también al hombre. El nus es la imagen de Dios Padre. El corazón donde habita la sabiduría está la imagen del Hijo, que es la sabiduría personal de Dios. Los labios por los cuales se expresa esto que está en el nus y se proyecta al corazón es la imagen del Espíritu Santo. “Después sopló sobre ellos y dijo: Recibid el Santo Espíritu” (Jn 20,22).
Consideración sobre el Paráclito según San Cirilo de Jerusalén: «Nos hace falta tener la Jaris increada para hablar del Espíritu Santo y poder decir aquello que es conveniente. Hay un peligro que se manifiesta, si reflexionamos en las palabras del Señor que dice: “Aquel que cometa un pecado contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en el presente tiempo, ni en el futuro siglo”. Existe el temor de que por ignorancia o por un exagerado pietismo digamos algo que no conviene y nos condenemos eternamente. Por eso nos referiremos a aquellas cosas que el mismo Espíritu Santo nos reveló en las Escrituras… Único es el Espíritu Santo como uno es también Dios Padre y uno es el Unigénito Hijo y Logos de Dios. No existe un segundo espíritu igual. Es algo divino e inescrutable. Es vivo, lógico y espiritual. Está en todas partes siempre junto con el Padre y el Hijo. No es una energía, respiro o soplo, ni una homilía de los labios del Padre o del Hijo que se esparza por el aire, sino una persona con una particular hipóstasis (base sustancial). Es una existencia excepcional independiente. Habla, energiza, economiza, santifica, ilumina las psiques-almas o vidas de los Justos, Profetas y Apóstoles. Es algo muy grande, magnifico y Omnipotente. Se encuentra entre nosotros y ve los actos de cada uno leyendo los pensamientos y la conciencia individual y escuchando todo lo que decimos. Ve lo que pensamos y creemos, ¡qué cosa grandiosa! Pero esto no es nada. Imaginemos a los cristianos de todos los pueblos y observemos al Protector y gran Donante de los carismas que a unos da prudencia, a otros da serenidad, a otros castidad, otros da sabiduría etc. Tal y como el sol con sus rayos alumbra todo, así el también Espíritu Santo a los que tienen ojos espirituales. Aquellos que no acostumbraron sus ojos (espirituales) a ver estos regalos, no deben acusar al Espíritu Santo sino su propia incredulidad…Todas las energías y operaciones del Espíritu Santo aspiran al bien y la bondad para nuestra sanación y salvación. Su presencia es apacible y fragante, su carga ligerísima. Rayos de conocimiento anticipan su presencia. Viene con el cariño y la compasión del Padre a sanar, salvar, enseñar, instruir, ayudar, consolar, iluminar la mente y el nus, enseñar aquellas cosas que nunca uno se imaginó. Con su venida el hombre ve los Cielos abiertos…El Espíritu Santo es uno e indivisible, pero reparte sus carismas como quiere. A unos les otorga sabiduría. A otros les ilumina su psique (alma) para realizar profecías. A algunos les da carismas contra los demonios y a muchos la posibilidad de interpretar las Escrituras. A unos les enseña a ayunar, a otros a tener autodominio y serenidad. Otorga a algunos el alegrarse por cosas de este mundo y a otros la preparación para el martirio. Pero Él es el mismo siempre…Así como el árbol medio seco cuando se riega produce brotes, lo mismo la psique con la metania (introspección, arrepentimiento y confesión) y la Jaris energía increada del Espíritu Santo producirá frutos espirituales…A pesar de las ventajas de este mundo los cristianos prefieren la pobreza porque les comprometió más el Espíritu Santo…En el Antiguo Testamento profetizó el advenimiento de Cristo y en el Nuevo vino y proclamó su Deidad. El Espíritu Santo llegó también a la Virgen María porque se trataba de dar a luz a Dios. La cubrió de Divina Jaris, la energía increada y la preparó para que se convirtiera en la residencia de Dios y del Logos… El Espíritu Santo se manifestó gloriosamente en el bautizo del Señor: “…Se abrieron los Cielos y Juan vio al Espíritu de Dios en forma de paloma descender sobre el bautizado” (Mat 3,16)… La Jaris increada del Paráclitos se repartió entre los Apóstoles y Él les dio poder de atar y desatar los pecados de los hombres. Fue cuando les dijo que permanecieran en Jerusalén esperando a recibir la fuerza desde las Alturas…
El Señor subió a los Cielos y cumplió con su promesa. Cuando llegó el día del Pentecostés llegó el Paráclitos a los Apóstoles que estaban reunidos esperando su venida. Vino para bautizarlos y cubrirlos de fuerza, tal y como les había prometido el Señor. No recibieron sólo una parte de la Jaris, sino una fuerza completa en sí misma. Al igual que el bautizado se sumerge entero dentro del agua, así también los Apóstoles se bautizaron (sumergieron) dentro del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios limpia y sana la psique y el cuerpo. Si alguno duda le pondré un ejemplo sencillo. Tomemos el fuego y el hierro. ¿Cómo es posible que el fuego pase dentro del hierro y lo haga ardiente y lo frío se convierta en caliente? Su color negro se pondrá al rojo vivo. ¿Por qué puede parecer raro entonces que el Espíritu Santo se introduzca en las profundidades de la psique?…
¡Vino el Paráclitos! Y para que no pasara inadvertida la venida de esta gloriosa Jaris increada, se escuchó algo así como una trompeta celeste, como el zumbido de un fuerte viento. Inundó de luz la estancia y se convirtió en pila bautismal mental y espiritual donde se bautizaron los Discípulos. Las lenguas de fuego aparecieron y se repartieron a cada uno y todos fueron bañados en la luz del Espíritu Santo. ¡Tomaron una comunión de fuego! Fuego que no quema, sino que vivifica y quema la energía de los pecados y resplandece la psique. Lenguas de fuego como otras diademas irrepetibles adornaron las cabezas de los Apóstoles. Un tiempo atrás la espada ardiente vigilaba las puertas del paraíso. Ahora la lengua ardiente las abrió regalando la sanación y salvación. “… y empezaron hablar en otras lenguas” (He 2,4), mientras los iluminaba el Espíritu Santo… Pedro, iluminado por la increada energía de la Jaris y conociendo bien a quien tiene de aliado, se levantó entre los once y elevó su voz hacia la multitud. Así con el encanto de su kerigma (discurso) pescó tres mil almas, psiques. Así de este tipo era la Jaris increada que energizaba y cooperaba con los Apóstoles, convirtiendo a muchos que crucificaron a Cristo a su fe y a bautizarse en su nombre…
¿Cómo relatar correctamente las magníficas energías y operaciones del Espíritu Santo que se manifestaron en el Apóstol Pablo? Su psique se había colmado de su fuerza. El Paráclitos le hizo “instrumento destacado” para confesar su fe a Cristo ante reyes, idólatras e israelitas. Transformó al antiguo perseguidor que extendió su kerigma desde Jerusalén hasta el mar ilirio y catequizó hasta Roma con ganas de llegar hasta España…» (San Cirilo de Jerusalén).
San Gregorio Palamás dice que: «…del Logos que se Encarnó y se asoció conviviendo con nosotros, hemos aprendido el nombre de la procedencia del Espíritu, que procede del Padre y que Éste no es sólo del Padre sino que está también en el Hijo. Cristo dijo que: “…el Espíritu de la Verdad, el que procede del Padre…” (Jn 15,26). De esto aprendemos que no es sólo el Logos el que proviene del Padre sino también el Espíritu pero no de nacimiento sino por procedencia. También el Espíritu está en el Hijo que lo obtiene por el Padre puesto que es Espíritu de Verdad, Sabiduría y Logos. Porque la verdad y la sabiduría es un logos (pensamiento lógico divino expresado) adecuado para el Hacedor. Cristo como Logos se alegra con el Padre y viceversa de acuerdo con lo dicho por Él a Salomón: “Yo me alegraba junto a Él” (Prov 8,30). No dijo que se alegraba sólo, sino junto a Él. Esta alegría secular de antes del tiempo por el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo, porque es de los dos y por eso se envía a los dignos merecedores pero como existencia sólo procede del Padre» (Filocalía t.4º, v.36).
D. Panagópulos, Homilía 52: «Después de la Resurrección y Ascensión del nuestro Señor tenemos el Pentecostés que es la venida del Espíritu Santo que viene a consumar el tema de toda la economía encarnada de Dios. Permanece en la Iglesia y santifica gracias a nuestro Cristo a los que creen en Él y su Sacrificio. En el Pentecostés viene la tercera Persona de la Santa Trinidad y se queda con nosotros. La verdad es que el asunto de Pentecostés no lo hemos captado bien. En realidad es una segunda Pascua. Cristo dijo a sus discípulos que era benéfico para ellos que se fuera para que viniera el otro Paráclitos que proviene del Padre que se quedaría con ellos. Todos los Santos Misterios de la Iglesia Ortodoxa, sanan psíquica y somáticamente al hombre y le salvan. Los realiza esta fuerza invisible que es la tercera Persona de la Santa Trinidad.
El Rey Celeste, Paráclito, Espíritu de Verdad es una oración que encabeza multitud de oraciones y oficios religiosos. Para que sea Rey no terrenal tiene que ser Dios. No es soplo, ni aire ni brisa. Es Dios, Rey Celestial. Solo el Espíritu conoce las cosas de Dios y nadie más porque es Dios. El primer Paráclito es Cristo. En el Misterio de la Metania y Confesión en el nombre de Cristo se perdonan los pecados del hombre y el Espíritu Santo los sana y limpia. Después vendrá la Divina Comunión que es el billete para la Realeza increada de los Cielos. El Espíritu Santo está en todas partes, sopla y vivifica completándolo todo. Si no fuera Dios, entonces tendría que estar en un lugar y en tiempo, pero el Espíritu Santo es omnipresente. Los Ángeles y el Satanás con sus demonios son diferentes, son limitados y están en el lugar y en el tiempo».
Hay tantas cosas que no tendríamos tiempo de contarlas todas. De momento basta con esto. Los vacíos los rellenarán las energías increadas del Paráclitos. Yo os ofrecí las mínimas y vosotros habéis de buscar más, porque el Espíritu Santo regala lo que podemos aceptar y según nuestra capacidad. Sus regalos son riquísimos para los que tienen el corazón sanado y limpio. Este corazón es el jardín del Paráclitos con sus dulces frutos espirituales que son: amor, alegría, gozo, paz, tolerancia, serenidad, magnanimidad, apacibilidad, indulgencia, bondad, sabiduría, honradez, ayuno, autodominio etc. AMEN.