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Oct 16 2021

“LIBERTAD”, según san Máximo el Confesor

“LIBERTAD”, según san Máximo el Confesor

Por el presbítero y teólogo Dimitri Saniloae

 

San Máximo se distingue como el teólogo de la libertad. En la encarnación de Cristo se manifiesta la divina libertad y esto tiene como consecuencia la libertad humana. La humanidad que toma Cristo no puede quedar insensible por el gran soplo de la divina libertad. Tomando libremente la naturaleza humana, el Hijo de Dios mantiene la libertad dentro en la unión. Pero como hombre que es también tiene esta libertad humana, (63. P.G 91, 598 A)

Pero según san Máximo la libertad conecta con el logos. Según él, la libertad es movimiento de la naturaleza lógica. La naturaleza humana no puede salir totalmente de su libertad, porque no puede salir totalmente de su racionalidad. La libertad, el logos y la agapi son tres términos que definen la naturaleza humana en su autenticidad. El logos separa las partes de una realidad, pero los logos de las partes hacen las partes constituir un conjunto, porque existe un logos del todo. Y esta tendencia de las partes es la agapi recíproca de ellas. Y los tres aspectos que nos hemos referido sobre la realidad espiritual conducen esta realidad a su unión con Dios, al supremo Logos, Libertad y Agapi, (65 P.G 91, 488 D).

Pero la plena libertad se establece en la naturaleza creada por la encarnación del Logos de Dios, el Logos supremo. Porque dentro en la naturaleza creada en sí misma, la libertad se determina por el lazo o vínculo entre las partes.

Las partes de una naturaleza compuesta se definen entre sí y también se han definido por el todo que trae esta naturaleza a la existencia, es decir, del universo. Ninguna parte existe antes de las otras, porque ninguna tiene la iniciativa de la producción de las otras. Un átomo-individuo con naturaleza compuesta es producto de su misteriosa totalidad y, más allá de esta totalidad es producto de un género y está contenido en esto. Y el género o especie contiene la totalidad de la creación.

Aquellos que sostienen compuesta la naturaleza de Cristo se basan a la teoría que la psique y el cuerpo son dos entidades autónomas que pueden constituir una sola entidad con el encuentro de ellas. La preexistencia de la psique era un punto para basarse ellos. San Máximo ha demostrado  en su obra “Sobre Distintas Dudas” que la psique no preexiste antes del cuerpo ni viceversa. Jesús Cristo no puede tener naturaleza compuesta, porque el Logos preexiste de la eternidad y porque no se viste del cuerpo por una necesidad, (66 P.G 91, 488D – 489 AB).

Lo mismo dice también san Máximo en su epístola 13. (67  P.G 91, 546 D – 547 C).

Los adversarios objetaban, puesto que cada hipóstasis tiene sus partes que empezaron a existir a la vez que ella, san Máximo y los que sostienen una hipóstasis compuesta cometen el mismo error con los que sostienen una naturaleza compuesta en Cristo. San Máximo contesta: esto sería veraz si considerásemos la hipóstasis de Cristo como una hipóstasis de un género o especie que se constituye de naturaleza compuesta. Pero en el caso de Cristo el estado es totalmente distinto: «Porque el divino Logos no bajó a nosotros de manera lógica, racional sino utilizando la economía (es decir, la humanización del divino Logos), en la hipóstasis del divino Logos se unió la humana y así renovó nuestra naturaleza humana” (68. P.G 91, 492 A).

La naturaleza compuesta significa falta de libertad de las partes. La hipóstasis compuesta no significa siempre falta de libertad, sino sólo cuando la hipóstasis se delimita en un género o una especie. En Cristo la hipóstasis es compuesta por el hecho de que la divina hipóstasis “asume y toma” libremente la naturaleza humana. El hecho de “asumir y tomar” se convierte así el punto de libertad en la composición de la hipóstasis compuesta de Cristo. No es hipóstasis compuesta de su naturaleza sino que se hace libremente, (69 P.G 91, 525 D) (70 P.G 91, 529 BC) (71 P.G 91, 547 C).

Es verdad que aquel que no mantiene la diferencia de las naturalezas después de la unión, sino que las manifiesta como una naturaleza compuesta, ya no reconoce la libertad del Logos a la “asumida y tomada” naturaleza, sino que le somete a la ley de la creada naturaleza. Sólo el Logos está por encima de las creaciones «sin pazos y tomando verdaderamente la otra esencia, la creada, la guardó inalterable, in-cambiable y sin mezcla…» (73. P.G 91, 532 A).

Sin duda el hombre a pesar de que tiene naturaleza compuesta, cierto que tiene alguna libertad. Pero no la libertad de nacerse o no nacerse como hombre, de ser o no ser humano, tal como la libertad que tiene el Logos de Dios. El hombre tiene la libertad de la icona-imagen de Dios, pero no la libertad del Arquetipo del hombre. Tiene una libertad que se energiza, se activa cuando la naturaleza humana recibe la existencia concreta como nueva hipóstasis. Tiene libertad, porque el hombre nace y puesto que Dios le llama a la existencia y él responde a la llamada de Dios, aún aunque esta respuesta se da inconscientemente desde el primer momento. Tiene la libertad, porque Dios le llama y él contesta como sujeto de una naturaleza que tiene a su interior el poder de la libre y concienciada respuesta. Pero su libertad es libertad de ser hombre que se constituye de psique y soma (cuerpo), calcular los límites del cuerpo, contestar a Dios y así participar a la libertad de Dios por voluntad y iniciativa de Dios.

Jesús Cristo también como hombre responde a Dios por la venida a la existencia como hombre y actuar como humano. Pero en su caso, el mismo Hijo de Dios llama la naturaleza humana a la existencia y el mismo se hace cargo de responder como hombre a esta llamada. Como Hijo de Dios mantiene su libertad católica (universal), y también como hombre, aunque esta segunda libertad suya es humana, se aviene al hombre y tiene en cuenta los límites del cuerpo. Pero, dentro en Aquel, el hombre responde con la más perfecta libertad en cada llamada de Dios.

Para la diferencia de las dos naturalezas de Cristo, san Máximo trae un argumento más: la falta de analogía de las naturalezas o la absoluta falta de analogía podríamos decir.

Sólo el ὂν (on) el ser que sus partes vienen a la vez a la existencia y por consecuencia se han hecho lo uno para lo otro, tiene estas partes en una dimensión común. En naturaleza humana, realmente conjuntada en una hipóstasis particular, todas las partes vienen a la vez en una concreta existencia hipostática y entre ellas se realiza una composición como expresión de una especie o género que se realiza de nuevo en una concreta existencia hipostática. Y todas las partes entre ellas obedecen a una analogía, es decir, se han creado exactamente el uno para el otro y ninguno tiene algo que no corresponda en algo de un otro. La especie o género determina cada nueva forma concreta de la existencia hipostática, (74. P.G 91,532 BC).

La falta de analogía entre la divina naturaleza y la humana no muestra la incapacidad de una para la otra, sino sólo que la divina naturaleza supera a su medida ilimitadamente la naturaleza humana, no sólo en el concepto cuantitativo sino también cualitativo. San Máximo dirá muchas veces que la voluntad humana no es por su naturaleza contra Dios, tampoco lo contrario. Por otra parte Dios participa al hombre a la medida del él, según el nivel que se encuentra el hombre. Esto indica que Dios está ininterrumpidamente dentro del sí mismo más allá de cada nivel espiritual del hombre, pero con la condescendencia puede hacerse análoga con el hombre, es decir, puede dar al hombre un regalo a su medida. El hombre en cada uno de los niveles recibe doble experiencia; la experiencia de Dios, la aceptada de él, y la experiencia de Dios que supera ilimitadamente todo aquello que él le concede. Dios condesciende al hombre gracias a una “kenosis-vaciamiento” libre, pero no recae de su esencia, (75. P.G 91, 529 D).

San Máximo en aquellos que sostienen “una naturaleza compuesta o mezclada” pone también el siguiente dilema: «pero si… Cristo es naturaleza compuesta o mezclada… o es naturaleza general para todos los hombres o es la única; porque es imposible para nosotros concebir otra naturaleza mediana entre las dos». Si es general entonces existen muchos Cristos, por lo tanto esta naturaleza se concibe sólo con el pensamiento en aquellos de los cuales se realiza concretamente y entonces en el Cristo «no está reconocido tener propia hipóstasis». Así se introducen una multitud de Cristos que no tienen ninguna identidad con Dios ni con los hombres. Al contrario si Cristo es la única naturaleza, no es consubstancial con el Padre ni con  D – los hombres, porque es totalmente único no tiene parentesco con ninguna otra cosa, (76. P.G 91, P.G 91, C).

La persona de Cristo es la única manifestación y aparición de la perfecta libertad de Dios en forma humana. Las otras personas humanas aparecen dentro del marco de la causalidad natural y aunque dentro de este marco pueden moverse con alguna libertad. El Dios que es absolutamente libre, se hace y permanece hombre de modo absolutamente libre. Vive esta absoluta libertad no sólo como Dios, sino también como hombre. Por lo tanto, si permanece y sufre todo, que es propio del hombre, lo sufre y lo soporta de modo absolutamente libre y sólo por la agapi (libre amor desinteresado e incondicional). Es decir, soporta todo lo humano de manera divina, o sea, libremente, (77. P.G 91, 594).

Dentro en la agapi se encuentra la libertad con la aceptación de las relaciones con los demás y las situaciones que se crean a causa de astas relaciones. La libertad cuando está regada de agapi, es la voluntad de soportar situaciones y relaciones, incluso hasta dolorosas, para el bien de los otros.

San Máximo ve el misterio de Cristo dentro del horizonte de la libertad. Defendiendo la libertad de Dios dentro de la praxis de la encarnación, contra del Monofitismo, se encontraba sobre la línea de la defensa de la divina libertad dentro en el acontecimiento de la creación contra el Origenismo. Y de esta manera, en su lucha contra el Monotelismo (una voluntad), constituía una base firme para la defensa de la libertad humana en Cristo y en la relación del hombre con Dios. En un Cristo, dentro del cual existiese sólo una voluntad, lo humano, resultaría una parte mecánica. Este ser humano no viviría la divina libertad. Sólo un Dios libre puede alimentar la libertad humana. San Máximo ha solucionado desde mucho tiempo el problema de la relación entre la jaris (gracia, energía increada)  y la libertad humana, que incordió después la teología occidental y finalmente sin solucionarse aún por parte ella hasta hoy. Porque no vio un antagonismo entre la jaris y la libertad humana, que le hubiera hecho desear una victoria de la jaris sobre la naturaleza humana o una victoria de la libertad sobre la jaris. Ha visto la jaris o la divina libertad como fuente de la dinamis (potencia y energía) de la libertad humana, tal como la libertad de un hombre espiritual refuerza otra persona a su propia libertad.

Según san Máximo, las dos libertades en Cristo permanecen inconfundibles, pero dentro de su energización o activación, es decir, dentro en la hipóstasis, y se manifiestan en una perfecta unidad. Más claro aún, la divina Persona absolutamente libre, llama a la existencia la libertad humana, para hacerla otra libertad también suya y esta contesta positivamente. Así la divina Persona se hace también humana y ya no sólo tiene la libertad que llama sino también la libertad que responde de manera perfecta. La psique de Jesús Cristo no se siente dentro del crecimiento espiritual a causa de la estrechez del cuerpo, sino que se siente libre en el ambiente de la divina libertad; ni el cuerpo siente que está delimitado dentro de su espiritualización de la psique que se encontraría estrechísima a causa del cuerpo, sino que se siente abierto a infinita espiritualización. La psique y el cuerpo de Cristo constituyen una naturaleza, pero los compuestos de esta naturaleza se alimentan como naturaleza unificada o uniforme de la naturaleza divina que nada la detiene en estrechez.

Dios con su libertad se entrega a la naturaleza humana para energizarla o activarla dentro de su propia plena libertad, que es especial para un ser, que consiste en la unión natural de la psique y del cuerpo. Lo humano, en su tendencia para la plena libertad dentro a la ilimitada libertad de Dios, se abre dentro de Cristo al mayor grado hacia Dios, pero se abre como respuesta que se ha provocado y venido a la existencia por la llamada de Dios. Lo humano permanece respuesta eterna y apertura receptiva en Cristo y como tal no se confunde con la deidad, que es llamada y oferta regaladora. Pero como perfecta respuesta y oferta receptora, lo humano de Cristo no consiste ya una hipóstasis separada, sino que es la naturaleza humana de la Hipóstasis que llama y se entrega.

Con esta recomposición del monotelismo (una voluntad), san Máximo puso la base para la edificación de la enseñanza anti-monoteísta.

Por el hecho de que la naturaleza humana de Cristo no es resultado de nacimiento natural (de esperma de hombre) sino de la energía y acción del Logos, san Máximo sacará la conclusión de que la naturaleza humana que ha tomado el Logos se ha sellado en su totalidad, y por consecuencia también la voluntad de ella con la deidad del Logos, es decir, con la divina libertad; nos escribirá el santo en su epístola hacia el presbítero Georgios, (78. P.G 91, 60 C)

La debilitación de la libertad humana se manifiesta en el pecado, en la contrariedad con Dios, que es la libertad que no se puede impedir por nada. La naturaleza humana que se ha tomado por la divina Hipóstasis, vuelve a ganar la plena libertad o la libertad que no se impide por el pecado y el acuerdo con Dios quien es absolutamente libre, y así se reencuentra a sí misma. El Logos de Dios unido con la sangre pura de la Madre de Dios, «fue para nosotros hombre perfecto, menos el pecado, por el cual nosotros muchas veces nos rebelamos y combatimos contra Dios…» (79. P.G 91, 60 AB)

La libertad humana estaba tan reforzada dentro de Cristo que la mantenía aún cuando aguantaba nuestras debilidades.,(80. P.G 91, 297 D -300 A), (81. P.G 91, 573 B).

Sin duda esta libertad que era suya como Dios era también suya como hombre. En Cristo, el hombre se elevó por encima de la determinación de la naturaleza y aceptaba esta determinación voluntariamente y a la medida que quería.

Nuestra salvación se realiza por la apocatástasis, restablecimiento nuestra libertad en Dios, porque esto restablece la misma naturaleza. El Hijo de Dios no tenía necesidad de liberarse de lo humano para ejercer su libertad. Con esta naturaleza humana restablecida dentro en su libertad ejercía su divina libertad en la figura humana. La apocatástasis de la naturaleza humana dentro de Él, a su plena libertad, gracias al acuerdo completo con Dios, significa la apocatástasis de la naturaleza humana a su autenticidad, dentro de la cual está contenida también la cualidad o atributo de ser la naturaleza humana el medio por el cual se manifiesta la divina libertad, sin que se ejerza ninguna fuerza o violencia en ella, (82. P.G 91, 236 C)

Los Monotelistas decían que la voluntad humana de Cristo no podía ser sino sólo antítesis a Dios y, por consecuencia, la voluntad de Dios no se podía ejercer sino solamente de una manera contraria a la voluntad humana. Pero se debe de apuntar que si Cristo en Getszimaní dice: «Que no se haga mi voluntad sino la Suya», se trata de una voluntad debilitada por lo “pasional o padecido” que ha penetrado después de la caída a la naturaleza, humana, lo “pasional” que no pertenecía desde el principio en ella y que de esto Jesús la liberó, (83. P.G 90, 313 AD)  Pero aún en este caso la voluntad humana de Cristo (la verdadera voluntad) quiere tal como quiere la divina voluntad. Porque tenemos que tener en cuenta que la muerte no es una situación natural para la naturaleza humana que quiere vivir y que con su voluntad manifiesta su tendencia a vivir. Los Monotelistas con su siniestra percepción para el hombre y para la creación, consideraban imposible un acuerdo entre la voluntad humana y la divina o identificaban un acuerdo de este tipo con la desaparición de la voluntad humana dentro de Dios. Sólo conocían la separación: la voluntad humana se opone a Dios o desaparece. 84 Pensaban más o menos como más tarde los seguidores del destino absoluto o predestinación. Por otro lado pensaban que la voluntad humana no pertenece a la naturaleza, porque la naturaleza se somete en algún determinismo, (85. P.G 91,  293 B).Tenían la percepción equivocada sobre la naturaleza humana.

San Máximo observa que si la voluntad humana no puede hacer otra cosa que oponerse a Dios, entonces Dios la ha creado para oponerse y, por consecuencia, Dios ha hecho el mal. Y este aspecto, de que la antítesis de la voluntad humana no se puede evitar sino sólo con su desaparición, pone a Dios frente al dilema: el mantenimiento de la creación aunque sea mala, o la catástrofe de ella. Los Monotelistas escogieron el mantenimiento de la creación sin la voluntad de Dios.

San Máximo conocía la solución superior de una creación buena según la naturaleza, una naturaleza humana dotada por la creación con buena voluntad y en consecuencia la solución de un acuerdo natural dentro del bien, entre la voluntad humana y la divina. Era una solución de la alegría de Dios que fue provocada de la agapi entre Él y la creación y no la solución de una paz de Dios con recompensa la destrucción de la voluntad de la creación. (86. P.G 91, 292 A). Se debe señalar el horizonte cósmico que colocaba el problema san Máximo.

La antítesis hacia Dios no se encuentra a voluntad natural, sino a la manera personal que esta se utiliza, en la voluntad de la opinión, gnómica o juicio, (87. P.G 91, 193 A)

La naturaleza humana que su atributo esencial es la libre voluntad no se opone a Dios. (88. P.G 91, 301). Es una voluntaria anti-antítesis positiva, no una anti-antítesis inactiva y muerta, es un acuerdo de agapi. Es un acuerdo deseado de la naturaleza, porque la voluntad es una cualidad o atributo de la naturaleza, (89. P.G 91,80 A),

Pero si es así, la voluntad humana se encuentra en su autenticidad, cuando energiza u opera de acuerdo con Dios y, por consecuencia, cuando está glorificada o deificada, (90. P.G 91, 77 BC).

Cristo no ha cambiado su naturaleza humana, sino que la glorificó, deificó. Y evidentemente, la zéosis es lo contrario de la alteración; es el desarrollo de la naturaleza. Y glorificó la naturaleza porque de modo real glorificó o deificó la voluntad de ella y deificó, glorificó la voluntad, porque la Hipóstasis que concretamente quería dentro de la voluntad humana era el Logos de Dios. Porque el quiero, generalmente caracteriza la naturaleza, pero el quiero de una manera u otra, es decir, quiero en praxis y en concreto, caracteriza la hipóstasis, (91. P.G 91, 293 A). Por otra parte, la zéosis o glorificación de la voluntad, que se hizo gracias a su divina Hipóstasis, no era sino la confirmación de la voluntad a su movimiento natural, es decir, su movimiento de acuerdo con la voluntad de Dios. (92. P.G 91, 32 AB).

Sin duda la zéosis o la estabilidad de la voluntad en su movimiento natural no es un grado donde resulta la naturaleza por sí misma sola, sino una oferta de Dios. Pero la relación de Dios, la apertura hacia Dios y el enriquecimiento en Él, es algo que caracteriza interiormente la naturaleza. Una naturaleza encerrada en sí mismo cae de su autenticidad.

Una verdadera libertad se puede desarrollar sólo en la relación con una otra libertad y en definitiva, la libertad humana sólo dentro de la relación con la absoluta divina libertad: «Si el hombre es icona, imagen de la divina naturaleza y si la divina naturaleza es independiente, entonces es libre o independiente también la icona, es decir, el hombre; si exactamente la icona salva su semejanza con el prototipo o arquetipo, entonces su imagen es independiente, libre», (93. P.G 91, 324 D). Así, la semejanza con Dios no se puede conservar y desarrollar sino sólo dentro de una relación cada vez más familiarizada con Dios.

San Máximo asegura incesantemente lo paradójico: la naturaleza se mueve voluntariamente en acuerdo o sinfonía con el sí mismo, es decir, en la libertad desencadenada y libre de cualquier de los pazos, sólo cuando se encuentra en relación con Dios y cuando se está sellando y fortaleciendo por la divina libertad. Porque esta relación es relación de agapi (amor incondicional) y sólo dentro en la agapi se salva la libertad. Para hablar más preciso, en la relación con Dios Logos, el logos ontológico de la naturaleza humana que es un logos de agapi se encuentra con el personal Logos divino que es el supremo Logos de la agapi.

El Hijo de Dios, como Logos de todos los logos, se encuentra en relación con ellos todo el tiempo, en cuanto no se oponen a Él exageradamente de manera decisiva. Sino que viene en una gran aproximación con ellos y ejerce una gran atracción a ellos con la encarnación, (94. P.G 910, 1137, capítulos gnósticos II y I).Porque con la encarnación, el Logos conduciendo su propia voluntad natural hacia Dios y hacia los demás humanos que llevan el mismo logos humano o tienen como esencia suya el mismo logos y restablece plenamente en la naturaleza humana su logos y a continuación también la voluntad de ella. El movimiento de Su voluntad humana no puede ser un movimiento contrario a Dios y a las demás personas humanas, (a sus verdaderos intereses), sino un movimiento de una naturaleza humana no debilitada, ni desviada del camino; es un movimiento enteramente orientado hacia Dios y a los demás, es un movimiento aún más fuerte, puesto que con ella se mueve a la vez también la voluntad amorosa del divino Logos hacia los personalizados logos ontológicos, que es el creador y conservador de la causa de ellos. La voluntad de la naturaleza humana restablecida dentro de Cristo y deificada o glorificada, traspasa con su movimiento las voluntades de los demás hombres y las restablece también. Las restablece con la atracción de la agapi, no con la violencia. Este restablecimiento-apocatástasis no significa que la voluntad permanece inactiva; significa que su movimiento se hace de acuerdo con la divina voluntad y la voluntad de los demás hombres y que es un crecimiento dentro de esta agapi hacia ellos. La apocatástasis-restablecimiento es a la vez apocatástasis en estabilidad y dinamismo, al dinamismo estable o la estabilidad dinámica de la agapi.

Esta relación restablecida, dinámica y estable con Dios y la voluntad de los humanos se manifiesta en las virtudes. La virtud es una apertura dinámica hacia Dios y a los hombres. La virtud tiene a Dios siempre encima de ella y por eso no puede parar ni cambiar (95. P.G 90, 493 D). San Máximo podrá decir así que por una parte las virtudes provienen naturalmente del hombre y representan la apocatástasis de la naturaleza humana dentro de su movimiento natural (96. P.G 91, 309 AB) y por otra parte las virtudes manifiestan la restablecida naturaleza de Cristo, como iconas-imágenes de la divina perfección (97. P.G 91, 321 B).

Los esfuerzos ascéticos (ejercicios espirituales) no tienen como fin a determinar con las virtudes una naturaleza que el hombre aún no tiene, sino hacer al hombre mediante ellas regresar al movimiento natural de su naturaleza, la que ahora está desviada del camino y debilitada por las fantasmagorías que se provocaron por los sentidos (98. P.G 91, 449 D). En estos esfuerzos tenemos como ayuda el ejemplo y la dinamis (fuerza y energía) que nos inspira Cristo.

Así san Máximo corona su espiritualidad con su Cristología. Para ser más precisos, toda su enseñanza espiritual, que está desarrollada en las obras de sus estadios anteriores de su actividad, tenía como cimiento base el divino Logos increado. Y aunque no había hablado analíticamente sobre la encarnación y hablando sobre el Logos, san Máximo daba a entender y presuponía en todo caso la encarnación. La luz de ella caía en todo su pensamiento. Pero la práctica de la vida espiritual que san Máximo quería dedicar todo su pensamiento aún no le había impuesto la necesidad de cimentar esta práctica a una Cristología aclarada. Debía de aparecer una otra necesidad práctica de la Iglesia, es decir, la necesidad de su protección que la amenazaban los Monotelitas (los de una voluntad), para que san Máximo dedicase el último estadio de su actividad en este tema y coronar así toda su obra con la inmaculada Cristología de la Iglesia poniéndola a la vez como cimiento claro de toda su zeoría-contemplación espiritual. (Refutando algunos errores occidentales sobre san Máximo, es correcto y se ve la certificación por el mismo san Máximo que la “icona-imagen del Salvador Cristo” es el centro de su obra, y que su ontología y cosmología es Cristología ampliada, puesto que la composición cristológica es la última y la primera idea de Dios).

 

…Apuntamos algunos de la cantidad de argumentos de san Máximo.

Entre otros, sostiene que sí el Hijo de Dios no ha tomado la voluntad humana y no la ha reforzado dentro de su libertad, entonces no nos hemos salvado. La salvación no se ha realizado sin la contribución de la restablecida libertad humana (103. P.G 91, 325 A)

La salvación es regalo, pero no regalo que se hace de un tronco pasional, tal como ocurre con el Protestantismo, sino un regalo con el cual la naturaleza humana vuelve a ganar su libertad dentro en la divina libertad. La libertad se nos ha sido dada con la creación. Pero si el Logos de Dios no ha restablecido nuestra voluntad tomándola por la encarnación, no ha querido o no ha podido salvarnos (104. P.G 91, 325 B).

Allí donde no hay libertad humana, no existe libertad divina y viceversa. Sólo cuando la naturaleza humana junto con su libertad, encuentra su lugar dentro en la divina libertad, se hace posible realizar la salvación de la misma libertad y de la humanidad. Pero si la voluntad humana junto con la naturaleza no se ha hecho partícipe y componente de la divina hipóstasis, sino sólo relativamente ha podido haberse llamado su voluntad, esta voluntad no se ha restablecido verdaderamente dentro en la libertad. Nadie ha podido defender tanto la libertad dándola una parte tan grande a la obra de la “psicoterapia”, redención y salvación, como san Máximo…

…San máximo en su vida permaneció libre como en su pensamiento, el hombre con su voluntad lógica y su lógica voluntariosa que se completa dentro de su autenticidad humana. Esto lo consiguió porque su voluntad se movió dentro de un pleno acuerdo con el divino Logos personal y en la atmósfera (ambiente) de la infinita espiritualidad de Aquel. Amín. Ver también https://www.logosortodoxo.com/san-gregorio-palamas/el-caracter-de-la-libertad-del-hombre/  también https://www.logosortodoxo.com/2-libertad-cristiana/.

Traducido por Χρήστος Χρυσούλας Jristos Jrisulas https://www.logosortodoxo.com/ octubre 2021

 

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