En la fiesta del Espíritu Santo
Bendecimos, deseamos y ojalá que el suprabondadoso Dios y la Santísima Zeotokos, la que es Señora e Inspectora de esta Santa Montaña Athos, el cual como sabéis es también el “Jardín de la Panaghía-Santísima”, que bendiga a vuestro peregrinaje aquí en la Santa Montaña y que conceda la Jaris del Espíritu Santo, del Cual hoy festejamos Su “venida”, de modo que llenos de la Jaris de Dios volváis a vuestros trabajos y continuar allí como fieles Cristianos la lucha de la vida cristiana, allí donde el buen Dios a cada uno de vosotros ha puesto vivir y luchar.
El propósito o finalidad de nuestra vida, queridos hermanos míos, tal y como la Santa Escritura nos lo enseña ya desde las primeras líneas del primer libro, el Génesis del Antiguo Testamento y también los Padres de nuestra Iglesia y toda la bendita Parádosi-Tradición Santa de nuestra Santa Iglesia Ortodoxa, no es pequeño, humillante y miserable, sino grandioso y glorioso; es que el hombre se convierta y se haga dios/a por la Jaris. No simplemente hacerse mejor persona, mejor hombre moralmente, justo sino dios/a por la Jaris de Dios. ¡Veis, pues, qué doxa-gloria tiene el hombre y en qué altura quiere Dios a Su criatura, el ser humano! Quiere cada ser humano, cada Cristiano hacerse un dios, en donde sólo una diferencia habrá entre el Creador Dios y Su creatura, y por un lado el Creador Dios es Dios por naturaleza, por otro lado, el hombre ser dios por la Jaris. Es decir, hacerse dios por la Jaris; o sea, el hombre se hace dios por la bendición, la ayuda y con la Jaris de Dios.
Por tanto, para que pueda el hombre hacerse dios y poder estar unido con Dios, vino el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús Cristo en la tierra y se hizo hombre. Por eso se hizo toda la obra de la Economía del Dios Logos, de nuestro Cristo. Por eso nació en la tierra, por eso se revistió de la carne o naturaleza humana, por eso se crucificó, resucitó y ascendió a los Cielos. Tal y como dice san Atanasio el Grande, el gran Teólogo de nuestra Iglesia: “Dios se hace hombre para hacer al hombre Dios” (Obras de san Atanasio, EPE t.1 pag 366).
Este es todo el Misterio del Evangelio de nuestro Cristo. ¿Qué significa Evangelio? Mensaje alegre, noticia buena y alegre. ¿Cuál es el mensaje alegre que tiene el Evangelio y nos da la alegría real? Éste es: el que yo el hombre insignificante, miserable y terrenal pueda convertirme en dios por la Jaris y unirme con Dios. Este es también el misterio de nuestra fe Ortodoxa, esto es el centro o base de nuestra fe Ortodoxa y esto se hace dentro de nuestra Iglesia. Lo que se hace en nuestra Iglesia, lo que se dice, lo que se escucha, lo que se salmodia, cualquier celebración u oración, para esto se hace: para que el hombre pueda hacerse dios por la Jaris, unirse con Dios. Por eso se hace también la lucha, práctica de la vida cristiana. El Cristiano que lucha cada día de su vida con fe, con oración y el esfuerzo de no transgredir los logos-mandamientos de Dios, con su lucha en mostrar la agapi a Dios y al prójimo, con su lucha para vivir una vida limpia y espiritual, para esto se hace: para que el hombre pueda estar unido con Dios. No separado de Dios, sino estrechamente unido con Él. El hombre y el Dios que sean uno y así se convierta el hombre dios por la Jaris. Por eso ha sido enviado el Espíritu Santo el día del Pentecostés que hoy festejamos. Porque el hombre no podría hacerse dios por la Jaris, si el que ha ascendido en los Cielos, el Hijo y Logos de Dios, nuestro Señor Jesús Cristo, el Θεάνθρωπος zeánzropos Dios-Hombre, no mandase filantrópicamente el Espíritu Santo en la Iglesia, en los Apóstoles y en los Cristianos.
Atención, hermanos míos, un detalle, que es muy esencial. ¿Cómo ha descendido el Espíritu Santo durante el día del Pentecostés? No descendió como un fuego en general, como una nube de fuego que ha cubierto a todos los Apóstoles, sino que descendió “como lenguas de fuego” (Hec 2,3). No como “lenguas de fuego real”, porque el Espíritu Santo no es material para hacerse lengua de fuego, sino que la Jaris energía increada del Espíritu Santo apareció a los santos Discípulos y Apóstoles como si fueran y parecieran lenguas de fuego. Vieron la increada Jaris de Dios, y esta Jaris parecía como lenguas de fuego. Y se sentó cada una lengua de fuego a la cabeza de cada Apóstol, que significa lo siguiente: que cada Apóstol recibió personalmente la Jaris del Espíritu Santo. Cada Cristiano recibe él mismo con su lucha personal –ya que supuestamente es miembro del cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia- la Jaris del Espíritu Santo. La Jaris del Espíritu Santo es donación, regalo personal. Cada hombre como persona distinguida –siendo unido con los demás hermanos dentro en la Iglesia, con la Iglesia de Dios, y es miembro del cuerpo de Cristo- recibe el mismo la Jaris del Espíritu Santo. Por tanto, cada Cristiano puede recibir la Jaris del Espíritu Santo. En cada Cristiano puede venir esta Jaris en forma de lengua de fuego, y cada cristiano puede hacerse Pnevmatoforos (portador de la luz del Espíritu), tal y como los Santos Apóstoles.
He aquí, pues, el porqué podemos también nosotros hacernos dioses por la Jaris. Porque puede venir a nosotros también el Espíritu Santo y hacernos dioses por la Jaris. Si no viene el Espíritu Santo el hombre no es divinizado o glorificado, no se ilumina, no se santifica; está en la oscuridad espiritual. Aunque conozca muchas letras y estudios, aunque haya hecho muchos progresos científicos y descubrimientos. Puesto que no ha recibido la donación del Espíritu Santo, está en profunda oscuridad espiritual. Pero apenas el hombre reciba la donación del Espíritu Santo, entonces es iluminado, entontes se abren sus ojos (espirituales) y se dilata, amplía su existencia, entonces de un ser pequeño limitado y corruptible que es, se convierte y se hace un ser infinito que se extiende en la eternidad y todo está iluminado por la Luz increada de Dios, y todo entero es jaritificado, agraciado en la Jaris increada de Dios. ¡Qué gran cosa es el hombre, cuando posee la Jaris y la donación, regalo del Espíritu Santo! Realmente el hombre es dios por la Jaris.
Hermanos míos, deseemos y anhelemos también nosotros en mantener la Jaris de Dios en nuestro interior, tener el Espíritu Santo y no echarlo. Porque el Espíritu Santo como nos ama, quiere estar en nuestro interior. No quiere que seamos desiertos de la Jaris de Dios, no quiere que estemos a la oscuridad, huérfanos y abandonados, sino que quiere permanecer en nuestro interior, para hacernos hombres espirituales, iluminados, jaritificados-agraciados con la Gracia Divina no la des-gracia humana creada. Por tanto, el que de nosotros anhela ser un hombre divinizado o glorificado y no un simple individuo humano, que ame al Espíritu Santo, que hoy descendió a la Santa Iglesia y siempre desciende a los Cristianos, y cada uno que luche para mantener la Jaris del Espíritu Santo en su interior.
Si hoy en día, hermanos míos, existe en el mundo tanta confusión e ignorancia, tanta angustia, ansiedad, depresión, tanto vacío, tanta falta de la verdad y de la profunda paz de nuestros corazones, esto se debe en que no tenemos la Jaris del Espíritu Santo y así no tenemos consolador, suplicante. Porque el Espíritu Santo es el Paráclitos Consolador, Suplicante, tal como decimos en la oración: “Rey de los Cielos, Paráclitos, el Espíritu de la Verdad…”. Al Espíritu Santo lo expulsamos, hermanos míos, por nuestra falta de fe e incredulidad, con nuestra corazón duro, con nuestra vida sucia con los pazos, sin catarsis y sin nuestra μετάνοια metania. Dice la Santa Escritura: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención, es decir, la plena redención durante la segunda presencia-parusía” (Ef 4,30). Nos hemos sellado por la Jaris del Espíritu Santo en el Santo Bautismo, cuando hemos sido bautizados y crismados. Todos los Cristianos hemos sido sellados y hemos recibido la donación del Espíritu Santo y la posibilidad de la zéosis o divinización. Pero cuando caemos a la incredulidad, a nuestro egoísmo, a nuestros pazos sin metania ni arrepentimiento, entristecemos el Espíritu Santo, y Le perdemos, y entonces nos quedamos huérfanos, abandonados y, a pesar de nuestras diversiones y éxitos en este mundo, en esencia estamos entristecidos, angustiados, deprimidos e inconsolables.
Por eso hoy pidamos todos al Señor Su Jaris por nuestra continua metania con nuestra humildad diaria y con nuestra oración continua, mantener la Jaris del Espíritu Santo en nuestros corazones. Y entonces, hermanos míos, os lo digo, que tendremos alegría profunda, la que ninguna otra cosa nos la puede dar en nuestra vida, excepto la Jaris del Espíritu Santo.
Biendigo, deseo y ojalá así sea, en vosotros que como buenos Cristianos habéis venido a la Santa Montaña, hoy seáis renovados en la Jaris del Espíritu Santo, renovar toda vuestra fe a nuestro Cristo y vuestra agapi a nuestra Iglesia. Y marchando de la Santa Montaña, os vayáis como cristianos más ardientes y decididos a vivir más concienzudamente nuestra santa Fe Ortodoxa, que lo más precioso que tenemos en el mundo. Deseo y así sea que el Santísimo Espíritu permanezca en los corazones de todos y nos esté iluminando, apoyando y endulzando nuestro corazón, aquí en esta vida que pasamos por tantas pruebas, tanta lucha y tantas dificultades. Y este mismo Espíritu Santo nos glorifique y jaritifique-agracie en la vida eterna, porque los que han recibido la Jaris y la donación del Espíritu Santo en esta vida, serán dignos también en la vida futura a resplandecer dentro en la Luz increada de Cristo, que es la Jaris del Espíritu Santo. Amín.
Homilía 24. EN EL ESPÍRITU SANTO
Como ayer durante el día del santo Pentecostés resplandeció, brilló la Jaris (luz, energía increada Gracia) de la Santa Trinidad, donde los santos Discípulos y Apóstoles han recibido iluminación de Teognosía (conocimiento de Dios) y recibieron la Jaris para hacerse predicadores del Misterio de la Santa Trinidad, hoy en la Iglesia se nos da la posibilidad de ofrecer especialmente nuestro culto y veneración a la Tercera Persona-Hipóstasis de la Santa Trinidad, el Santísimo Espíritu, equivalente y omodoxo-misma gloria y mismo honor con el Padre y el Hijo. Y a la vez recordarnos de todas sus cosas admirables que el Espíritu Santo ha realizado y realiza en la Iglesia, y así llenarse nuestra psique-alma con gratitud hacia Dios, la Santa Trinidad, y también especialmente hoy la Tercera Persona, el Santísimo Espíritu.
Éste Espíritu Santo era el que “estaba sobre el agua” (Gén 1,2), antes que fueran formados el mundo y la tierra, según la narración conocida por el Génesis, y formó el mundo. Este Santísimo Espíritu infunde, desciende a los santos Profetas del Antiguo Testamento y les otorgaba el don de la profecía: “porque nunca hasta ahora la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios profetizaron siendo conducidos e inspirados por el Espíritu Santo” (2Ped 1,21). Éste Espíritu Santo descendía en la Señora Zeotokos el día del Evangelismós-Anunciación y ha sido encarnado el Hijo y Logos de Dios: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Todos los acontecimientos de la vida de Cristo se hicieron en Espíritu Santo. Os acordáis las conocidas narraciones del Nuevo Testamento que “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc 2,52) y “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mt 4,1) y en general en Espíritu Santo se manifestaba el Jesús Cristo como Hijo y Logos de Dios. Y el día del Pentecostés se ha dado la Jaris del Espíritu Santo especialmente permaneciendo en la Iglesia por los siglos y conducir la Iglesia “a toda la verdad” (Jn 16,13).
El Señor había dicho que mandará el Espíritu Santo, “he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros” (Lc 24,49), lo había prometido, para continuar Su obra, y la obra del Espíritu Santo es revelar y manifestar a Cristo. El Cristo envía el Espíritu Santo y el Espíritu Santo revela a Jesús, el Θεάνθρωπο Zeánzropo Dios-Hombre, y compone la Iglesia, es decir, esto que se hace en cada Divina Liturgia en la que invocamos la Jaris Espíritu Santo. Sin la invocación, imploración del Espíritu Santo no se celebra la divina Liturgia y no se santifican los Misterios. Sino que imploramos la Jaris del Espíritu Santo para que venga el Cristo, para hacerse el pan y la sangre de Cristo. Y nosotros por la κοινωνία kinonía comunión, comulgación del Cuerpo y Sangre de Cristo comulgamos con Cristo, porque Su Cuerpo y Su Sangre es Espiritual, es decir, en plenitud del Espíritu Santo, y de nuevo tomamos el Espíritu Santo y nos convertimos y hacemos nosotros también seres humanos espirituales.
Por tanto, vemos en las dos Personas de la Santa Trinidad, que uno manifiesta y revela-apocalipta al otro y esto muestra la humildad –de una manera- de las dos Personas-Hipostasis de la Santa Trinidad.
Y estas dos Hipostasis-Personas de la Santa Trinidad nos llaman también a nosotros a participar en esta bendita κοινωνία kinonía del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Viene el Espíritu Santo y trae a Cristo entre nosotros y todos nosotros por la Jaris del Espíritu Santo nos unimos alrededor de Cristo y con Cristo constituimos el Cuerpo de la Iglesia. No podría existir Iglesia, si el Cristo no se hubiera encarnado y no descendiera el Paráclitos. Si Cristo no se encarnase y si el Espíritu Santo no nos hubiese reunido alrededor de Cristo y no nos diese a Cristo, no podríamos hacernos uno con Cristo y uno entre nosotros; Cuerpo de Cristo e Iglesia del Dios viviente. Así también nosotros por la Jaris de Dios unidos con Cristo dentro en la Iglesia y comulgando el cuerpo espiritual de Cristo, comulgamos y nos unimos también con el Espíritu Santo y nos hacemos también partícipes de la vida eterna y de la Jaris y donación del Santísimo Espíritu.
Por tanto, el Espíritu Santo tiene doble misión.
Primero reúne y forma la institución de la Iglesia. Para que sea formada la Iglesia siempre tiene que hacerse la imploración o invocación del Espíritu Santo. Sin la Jaris del Espíritu Santo no se forma la Iglesia, somos suma de hombres, no somos Cuerpo de Cristo. Paro donde se hace la epíclisis imploración de la Jaris del Espíritu Santo por los Obispos y sacerdotes canónicos allí se forma la Iglesia. “El Espíritu Santo reúne y forma toda la institución de la Iglesia”. Todas las instituciones de la Iglesia son resultado de la donación del Espíritu Santo, también el Sacerdocio y los Misterios.
Y lo segundo, a los que están dentro de la Iglesia unidos con la Jaris del Espíritu Santo, el mismo Espíritu Santo los ayuda también a santificarse personalmente. No sólo estar unidos a la Iglesia, al Cuerpo de Cristo, sino también cada uno personalmente sea santificado y gratificado por la Jaris. Para esto hablan también los Teólogos de nuestra Iglesia, de que el día del Pentecostés el Espíritu Santo no sólo ha unido los Apóstoles y los hizo uno, Iglesia, sino que Su Jaris se dio por separado a cada uno de ellos “en forma o tipo de lengua candente”. Es decir, se dio en cada uno una lengua particular, que significa que el Espíritu Santo ayuda a cada Cristiano a realizar de la mejor manera posible su personalidad, el sí mismo, y hacerse esto que el Dios quiere en Su Iglesia.
Por eso nosotros también anhelamos tener la Jaris del Santísimo Espíritu. Esto ya el profeta David lo sentía y suplicaba: “no dejes que se marche de mí Tu Espíritu el Santo” (59,13). Y no sólo con esta sino también con otras imploraciones del Espíritu Santo que ha escrito el profeta David. Y los Santos de Dios todos buscaban, pedían y sentían esta Jaris, tenían este anhelo, colmarse de Jaris del Espíritu Santo, de modo que venga en sus interiores el Espíritu Santo a catartizarlos, sanarlos, iluminarlos y santificarlos. Es este resplandecimiento que viene del Principio Divino, que hoy dicen los troparios que venga en sus interiores. Y este resplandecimiento viene en el interior, entonces se hace otra vez esto que dice el tropario: “a los que han recibido el soplo la jaris divina, están alumbrados, refulgentes y con una alteración desconocida, paradójica y decorosa”.
Por eso la Iglesia de nuevo con anhelo y nostalgia clama hacia al Señor: “Rey de los Cielos, Paráclito, el Espíritu de la verdad, santificado sea tu nombre, venga en nosotros Tu Realeza”. Tal y como interpretan los Padres de la Iglesia “venga Tu Realeza”, pues, venga la Jaris del Espíritu Santo, porque la Realeza de Dios es el Espíritu Santo, es la Jaris increada del Paráclitos, (San Gregorio Palamás EPE tomo 10, pag. 358, y san Máximo el Confesor: “Padre nuestro” en la Filocalía t,2). Y la Iglesia con este clamor se dirige siempre hacia Dios: que venga la Jaris del Espíritu Santo para que no nos quedemos sin Él. Porque si Dios se lleva de nosotros el Espíritu Santo, tal como dice el Profeta, nos convertiremos en carnes, (Gen 6,3). Como los hombres se hicieron carnes, -es decir, carnales- se llevó Dios de ellos Su Espíritu, el Espíritu bondadoso, vivificador e iluminador.
Y nosotros con dolor vemos que nuestra época es una época carnal, porque los hombres no piden el Espíritu Santo. Por eso Dios se ha llevado Su Espíritu Santo de los hombres de nuestra época. Y nosotros en este mundo carnal vivimos y estamos influenciados por el espíritu carnal y este espíritu nos arrastra hacia la tierra, hacia abajo. Pero nuestro anhelo debe ser, cómo este hombre carnal, que lo somos todos, será colmado de la Jaris del Espíritu Santo y cómo nos haremos hombres espirituales y estaremos plenos del Espíritu Santo.
Humildemente, pues, hoy veneramos el Espíritu Santo, el Paráclitos y Bondadoso, y Le suplicamos que nos deje desiertos en este mundo, sino que nos colme con Su Jaris increada, para que nos convirtamos también nosotros hombres espirituales y vivamos las agapi de Dios y tenerla viva siempre en nuestros corazones!!! Amín.
† Yérontas Gheorghios Kapsanis, Kazigúmenos Co-guía del Monasterio Grigoriu de Athos (1935-2014, durmió en Señor el día del Pentecostés 2014)
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