EVANGELIO DE SAN MATEO 9,1-8
Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.
2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
3 Entonces algunos de los γραμματείς (gramatís estudiosos, intelectuales, “tiólogos” actuales) decían dentro de sí: Éste blasfema.
4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal y hacéis circular pensamientos malignos en vuestro corazón y nus?
5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dice entonces al paralítico: Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.
8 Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
«y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. Και ιδών ο Ιησούς την πίστιν αυτών, είπε τω παραλυτικώ: Θάρσει, τέκνον, αφέωνταί σοι αι αμαρτίαι σου»
El Señor como Dios nuestro encarnado, viene al mundo para la sanación y salvación del mundo, pero derrumbando todos los parámetros considerados lógicos. Su venida consiste no en la anulación de la lógica, pero sin duda la superación de ella. Con el Cristo nos encontramos a otro nivel de vida, que sin duda pisamos al suelo, pero nos movemos al espacio del cielo. Es decir, todo con el Cristo funciona θεανθρώπινα (teantrópina, divino-humanamente). Esta es la impresión que tiene uno escuchando la lectura evangélica de hoy: el Señor sana un paralítico, a quien lo traen ante Él unos amigos. El Señor restableciéndole su salud física, sana a la vez también su psique. Es decir, antes de decirle: levántate toma tu cama y vete a tu casa”, le certifica: “hijo, son perdonados tus pecados”. ¿Qué queremos decir en concreto?:
1. En este incidente son dos los “derribos” de la lógica, razón humana. El Señor con el hecho que con Su voluntad sana al paralítico, primero: debería dirigirse a él dando orden para la solución de su problema y sanarlo somáticamente (físicamente), pero se produce en la segunda parte. Segundo: debería dirigirse solamente a él, puesto que únicamente él tenía el problema. Sólo con la fe del paralítico bastaría para que operara la potencia y energía increada de Cristo, tal y como lo encontramos en otros casos, por ejemplo, el paralítico de la piscina de Betseida.
2. Pero el Señor se comporta de manera diferente de lo previsto humanamente. Y esta prioridad suya no es a causa de la parálisis humana, sino de los pecados, es decir, el estado psíquico del hombre; la “visión” o perspectiva de Él es más amplia, porque ve la fe de todos, del paralítico y sus amigos, para sanarlo. ¿Por qué pues, todos estos “derribos”?. La respuesta realmente no parece que sea difícil. En el primer derribo el Señor, mediante el caso concreto, nos señala que el problema básico y esencial del hombre no es tanto su estado corporal o físico, sino su estado espiritual. Es decir, el pecado es aquel que enferma al hombre, le paraliza psíquicamente y le hace conducirse a la muerte (espiritual), puesto que le separa de Dios, la fuente de la vida. El hombre está creado para vivir fisiológicamente con el Dios, por eso cada pecado constituye perversión, trauma y herida en su existencia. “Detrás del pecado está la muerte”. La parálisis física, la enfermedad física constituye un reflejo de la parálisis espiritual, por lo tanto la terapia real empieza de la psique. Muchas veces por supuesto sufre la salud de la psique sin que el cuerpo tenga su salud, y a veces viceversa, algo que concierne las voluntades inescrutables de Dios, quien tiene un plan concreto para cada humano. En el caso del paralítico del evangelio de hoy, el pecado de él era la causa de su parálisis somática o física, por eso también el Señor “toca” en la raíz del mal.
En el segundo “derribo” el Señor nos orienta hacia una profunda verdad: mirando no sólo la fe del paralítico sino también la fe de sus amigos, que parece que la tiene en cuenta seriamente; es como si nos revelara la fuerza de la comunión entre los hombres; es decir, cuánto emociona a Dios cuando nos ve unidos para la realización del bien, de modo que muchos o más que uno desearlo y pedirlo a Él para que se haga inmediatamente praxis y hecho. Por supuesto que como cristianos conocemos que en esto consiste también la venida de Cristo al mundo: “Para que los esparcidos hijos de Dios se unan a uno”. Esta era la petición principal de Cristo en Su oración sacerdotal (Jn 17), un poquito antes de Su Pasión. Pedía del Padre Celeste “que fueran los hombres uno, igual que nosotros somos uno”. Y la razón de esta “sensibilidad”, diríamos, por parte de nuestro Dios en el tema de la unidad, obviamente no es otra cosa de que la unidad constituye la señal de la existencia de la agapi (amor desinteresado), que es también la principal voluntad de Dios. Porque «ο Θεός αγάπη εστί el Dios agapi es». En el caso del paralítico de hoy, pues, sus amigos manifiestan la agapi hacia el amigo y esta unión da un empuje también a la agapi (amor, energía increada) de Cristo a expresarse con inmediatez.
3. Pero la reacción de Cristo en sanar psicosomáticamente al paralítico, por supuesto con la sinergia (colaboración) de sus amigos, además de la potencia de la agapi (amor, energía increada) y unidad, como hemos dicho, apocalipta=revela desde este aspecto también la deidad de Jesús Cristo. El Cristo como Señor y Dios, es el único que puede perdonar los pecados de los hombres, algo que por un lado provoca y molesta a los Fariseos y por otro está confirmado por el milagro que sigue. Y es la única realidad que conduce al hombre al equilibrio psicosomático. Porque está demostrado que aquello que provoca conflicto, agitación, agresividad y tristeza al hombre es la culpabilidad que produce siempre el pecado. Por lo tanto solamente cuando el hombre se ha liberado de las culpabilidades, es decir, cuando en metania gira hacia el Cristo podrá serenarse y estar con buenas maneras también hacia sus semejantes.
La dinámica de la fe común y la experiencia de la absolución de los pecados, son situaciones espirituales que las vivimos al cuerpo vivo de Cristo, la Iglesia, y sobre todo allí donde se revela por excelencia es en la Divina Liturgia. Dentro de los desafíos de la época contemporánea y la confusión de los pazos del mundo, la solución está más allá de los hombres racionalistas. Está allí donde existe el mismo Cristo, el único capaz de “psicoterapiar” sanar cualquier parálisis.
Padre Jorge Dorbarakis
Fuente: ΑΚΟΛΟΥΘΕΙΝ
Traductor: xX.jJ