El tiempo en fase de bendición
«Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el nuevo año agradable del Señor. »
La Iglesia dentro de su sabiduría despliega ante nosotros las perspectivas más benditas con el fin de que se consiga en nuestra vida una coexistencia armoniosa y la mayor asignación que nos ha prometido la agapi (amor, energía increada) de Dios. Hoy, pues, nuestra madre Iglesia nos reabre a los horizontes de lo nuevo, quienes nos remiten en ocasiones irrepetibles, para que nos recoloquemos con más fe, fiabilidad y certeza en las constantes de la eternidad. Es decir, permitir en este vivir el tiempo o este año, por supuesto no como una pesadilla de la inseguridad, corrupción, degeneración y muerte –elementos que rodean por todas partes nuestra vida diaria- sino como experiencia y sabor anticipado de la eternidad, es decir, la presencia de Dios en cada momento y en cada paso de nuestra vida.
El significado y sentido de este día está en el llamamiento alto que nos dirige la Iglesia para que vivamos el tiempo o el año nuevo en la perspectiva del valor eterno de lo nuevo. El día 1º de Septiembre como principio del nuevo año eclesiástico, tal y como se ha establecido hace muchos siglos. La importancia del Inicio de la Indicción, tal y como ha pasado también en los años romanos, era y es el inicio del año nuevo. Los romanos definían el nuevo año y lo conectaban con las actividades agrícolas, y en particular con la siembra. Eνιαυτός (eniaftós) año o año nuevo es un término prestado del verbo de Homero«ενιαύω» eniavo que significa descansar, reposar. En el A. Testamento y especialmente en el libro Levítico se encuentra una orden que caracteriza cada año «ιωβηλαίο» iovileo, jubilar, es decir, el cincuentavo que viene como coronación desde las siete semanas-años. La entrada del año santo se anunciaba con trompetas y tomaba un carácter alegre y jubiloso. Cada cincuenta años, a fin de restablecer la cohesión social, se liberaban los esclavos judíos y se perdonaban las deudas insoportables; también no se concentraban ya productos en los grandes almacenes, sino que tenían acceso en estos todo el mundo, principalmente los hombres pobres.
¿Pero, cómo se conectan los acontecimientos con el Cristo y la Iglesia? Una primera correlación se verifica si uno recurre en los libros Proféticos del A. Testamento. El profeta Isaías escribe sobre el Mesías: «Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el nuevo año agradable del Señor». El nuevo año del Señor, según estos logos proféticos no sólo ambiciona en el arreglo de los bienes materiales y preocupaciones de la vida sino en el ascenso espiritual del humano. Es decir, su incorporación a la perspectiva de la eternidad. En un ciclo que el tiempo deja ya de fluir dentro de la tragedia y la pesadilla de la decadencia y la muerte; sino que surge como flujo para que el hombre ascienda existencialmente y repose en los brazos de la agapi (amor, energía increada) de Dios. Entonces el año nuevo se predicaba como año de remisión de las deudas y otros compromisos conexos. Los hombres se liberaban de las cargas insostenibles de las deudas que en estas condiciones les llevaban a la miseria y la degradación. Tal y como desgraciadamente vemos que ocurre hoy con la crisis que azota la humanidad, no sólo en lo económico, sino principalmente a nivel espiritual. El tiempo en la Iglesia es siempre nuevo y adquiere un contenido más profundo, más allá de un paso suyo aburrido y superficial. Con el aprovechamiento del tiempo el hombre se libera ahora de las cadenas del pecado y se hace digno como persona con su inestimable valor como imagen de Dios.
Queridos hermanos, el paso del antiguo al nuevo año cuando no existe el Cristo en la vida del hombre, significa esclavitud y sometimiento. Significa una degeneración psicosomática del hombre. Al contrario, la aceptación de Su agapi (amor, energía increada) consiste en la liberación de la opresión del pecado que nos remite a una forma de esclavitud terrible. El antiguo «ιωβηλαίο έτος» “año jubilar” se llama ahora «ενιαυτός Κυρίου» “año del Señor”. Es decir, el Dios ofrece Su agapi a todos los hombres. Por lo tanto dejemos tierra fértil en nuestros corazones para que fructifique «el año del Señor”, en cada momento bendito que supone su paso. Amín.
Añadido
”Indictio” indicción, se llamaba así cada período de 15 años que se pagaban los impuestos a los emperadores romanos. Según la tradición eclesiástica, el principio de la indicción fue introducida por Cesar Augusto (1-14), que ordenó el censo general de los habitantes del Imperio romano y la recaudación de los impuestos a partir del día 1 de septiembre.
Desde Constantino el Grande (313) se hizo oficialmente el uso de la Indicción como cronología. A partir de entonces la Iglesia de Constantinopolis hasta hoy celebra el día 1 de septiembre como inicio del año eclesiástico.