Índice de Contenido
- 1 Unidad 71 Apocalipsis 21, 22-37 Los misterios de la nueva ciudad, 3ª Parte. En la ciudad de los santos inalterables, los símbolos se pasan.
- 2 Unidad 72 Apocalipsis 22,1-2 Los misterios de la polis-ciudad, 4ª parte. El agua y el árbol de la vida
- 3 Unidad 73 Apocalipsis 22, 3-4 Los misterios de la nueva ciudad, 5ª parte. El Dios Padre y el Cordero son omótronos
- 4 Unidad 74 Apocalipsis 22, 4-5 Los misterios de la nueva polis-ciudad, 6ª parte Θεοπτία zoptía visión divina: el apogeo de la marcha o camino
- 5 Unidad 75 Apocalipsis 22, 6-7 Epílogo 1ª parte: “Vengo pronto”
- 6 Unidad 76 Apocalipsis 22, 8-10 Epílogo 2ª parte: No selles los logos de la profecía
- 7 Unidad 77 Apocalipsis 22, 11-12 Epílogo 3ª parte: El salario
- 8 Unidad 78 Apocalipsis 22, 13-16 Epílogo 4ª parte: El Poseedor del poder
- 9 Unidad 79 Apocalipsis 22, 17-21 Epílogo 5ª parte: La plenitud de la profecía
- 10 Unidad 80 y 81 Resumen y breve interpretación y de las 101 homilías del Libro del Apocalipsis
Unidad 71 Apocalipsis 21, 22-37 Los misterios de la nueva ciudad, 3ª Parte. En la ciudad de los santos inalterables, los símbolos se pasan.
Homilía 92 a partir de la página 12. Y se continúa la descripción: «Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Pantocrátor-Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero» (Ap 21,22), dice el divino Evangelista.
“Majestuosa idea”, apunta Brasiotis, “que podía ver una polis-ciudad que no tenga templo”.
Plutarco como conoceréis, relata que vio muchas ciudades civilizadas y analfabetas: vio ciudades con murallas y sin murallas, pero ciudades sin templos y sin altares, sacrificaderos no ha visto en ninguna parte; ningún espectador ha visto una ciudad de este tipo, (Plutarco: Hacia Koloti 31).
Por tanto, ¿qué significa que Juan mientras ve nueva polis-ciudad sin templo?
No es más que aquello que señala Ántimo de Jerusalén: “porque los símbolos pasaron”. ¿Qué otra cosa, amados míos, que otra cosa pueden ser estos templos? Son símbolos. ¡Atención, son símbolos y nada más! Y decimos ναός naós templo. Ναός naós y νεώς neós es la casa. Neós o neokoros es el que sirve al ναός naós templo. Por tanto, ναός naós templo es la casa de Dios. Pero el Dios no habita en templos hechos a mano, como dice san Stefanos el diácono. Entonces el templo es un símbolo.
Y la bandera es el símbolo de una nación, es decir, simboliza el estado. Si alguien pisotea esta bandera, es culpable frente a este que simboliza, es decir, del estado, nación, y es perseguido. Por tanto, aquí si derrumbamos a un templo-naós, significa que profanamos un naós-templo, el símbolo que es la casa de Dios y por supuesto que somos culpables. Pero es un símbolo y vendrá la hora que los símbolos pasarán, porque sencillamente este mismo Dios habita en esta nueva ciudad.
San Andrés Kesarea señala:
“¿Para qué hace falta que exista el naós-temple sensible, ya que esta polis-ciudad tiene como su guardián y protección a Dios, dentro en Éste Dios que vivimos, existimos y nos movemos”. “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Lev 2,12, y 2Cor. 6,16). Porque el Cordero ha sido degollado para nosotros. Porque el Dios es también naós-templo pero también residencia de los Santos y Él es el que camina dentro en ellos, tal y como ya ha sido prometido (J.P.Migne, P.G., tomo 106, logos 23 cap 67 pag 440A).
Es decir, los Santos habitan dentro en Dios, pero también el Dios habita dentro en los Santos.
Pero templo es también el Cordero, porque dice que “templo-naós es el Dios y el Cordero”. Los refiere al lado y equivalentemente. ¡Esto tiene importancia! Cuando el divino evangelista Juan dice aquí el Dios, quiere decir al Padre; y cuando dice cordero, da a entender al Hijo que se hizo hombre y padeció para nosotros.
Pero aquí dice que pondrá también el Espíritu Santo y con un río. Es una icona-imagen que está más abajo, y que hoy no vamos hablar de ella, y está en el versículo 1º del último capítulo 22 del libro del Apocalipsis. El Espíritu Santo es simbolizado con un río, y allí uno ve a Dios Padre, el Cordero, el Hijo que se ha hecho hombre, y el río que emana desde el trono de Dios y del Cordero. Veis que el Espíritu Santo procede de el Padre, pero es enviado también por el Hijo. El Espíritu Santo no procede de el Hijo, se envía por el Hijo: “Yo mandaré el Espíritu Santo”, dice a Sus Discípulos (Jn 15,26) (no es lo mismo en griego proceder que enviar, como quieren los occidentales heréticos). Y en esta icona veis a Dios, el Cordero y el Rio. Realmente es una icona-imagen.
«La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que iluminen; porque la doxa (gloria, luz increada) de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara resplandeciente» (Ap 21,23)
Es decir, en la nueva Jerusalén, amados míos, el sol no será necesario, ni tampoco la luna será necesaria, porque la polis-ciudad será iluminada por la luz increada, la doxa de Dios.
Es digno de destacar que, en el versículo anterior que os he leído, cómo el templo-naós de la polis-ciudad es el Dios y el Cordero, y aquí de nuevo dice que las lámparas de la ciudad son el Dios y el Cordero. Naós-templo el Padre, y templo también el Hijo; luz increada el Padre, luz increada también el Hijo.
Realmente, prestamos atención a esto. ¿Cómo el divino Evangelista ve exactamente al Hijo de Dios, ahora no en el Apocalipsis sino en los Evangelios! Os lo he dicho que tomo paralelamente los evangelios y toda la Santa Escritura y los Profetas. Oíd pues, en el Evangelio según Juan capítulo 1º versículos 4 y 9 y al capítulo 8 versículo 12. El evangelista Juan dice que el Cristo “¡era, es y siempre es la luz verdadera!”. ¿Quién es “la luz verdadera”? ¡No es el Padre sino el Hijo! No sencillamente el Hijo, sino “¡el Hijo de Dios hecho hombre!” Él es la verdadera Luz (increada).
Esto significa muchas cosas:
Primero, cuando dice que es la “luz verdadera”, significa que el Hijo que se hizo hombre, es la luz, como la verdad.
Después, es la luz, como la gnosis (conocimiento empírico) verdadero y profundo.
Luego, es la luz, como santidad “que la luz (increada) vino al mundo” (Jn 3,19), “y las tinieblas no la vencieron ni la dominaron, tampoco la sofocaron” y “la luz ilumina en la oscuridad”. Y el mismo Señor dijo: “¡Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz! (Jn 12,36), “cuando llega la noche ya nadie puede trabajar” (Jn 9,4). ¿Cuál es esta luz? Es el Cristo como santidad. ¿Y la oscuridad qué es? ¡Es el pecado, es el lío, la confusión, el engaño, la ignorancia y la oscuridad!
Aún es la luz como Deidad. Decimos el símbolo de la Fe: “Luz de luz…” Luz (increada el Padre, Luz también increada el Hijo. La Luz de la Luz.
Aún la luz es como la visión de los ojos tanto del cuerpo como de la psique. Decimos en la oración y bendición del evangelio: “Ilumina en nuestros corazones… Tú que eres la luz de la iluminación de la psique y del cuerpo”.
Pero también la luz de la Metamorfosis es la energía increada y doxa (luz increada, gloria) de Dios que sobreiluminó en los Discípulos y esta luz estaba en Cristo. Cristo hizo que resplandeciesen las caras/rostros de los Discípulos y dentro en aquella luz quedaron los Discípulos. Esta luz (increada) resplandeció y sobreiluminó a los Discípulos en el Tabor, esta luz, la energía increada de Dios que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, como río, está sobreiluminando también la nueva polis-ciudad.
Sobre esto escribe san Andrés de Kesarea: “Porque a donde está el Sol espiritual de la Justicia, el Cristo, allí sobran las lumbreras sensibles como son el sol creado y la luna creada; porque Él es la doxa y la luz (increada) de la nueva polis-ciudad”.
La nueva Jerusalén la había profetizado ya también Isaías, sobre el tema de la luz, en el 60º capítulo que escribe ochocientos años antes de Cristo:
“60:19 El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que el Señor te será por luz perpetua, y el Señor y Dios tuyo por tu doxa-gloria”. Y continúa: “60:20 Porque no se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque el mismo Señor Dios te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán relevados”, (prestad atención a este semi-versículo) “los días de tu luto serán reemplazados, suplidos”. Los días del luto de la Iglesia son los días que quedará la Iglesia militante sobre la tierra. Es la Iglesia histórica. Cuando se vaya del medio la Historia, terminará el mundo y la Iglesia se encontrará en el reinado de la Realeza increada de Dios y entonces allí habrá la luz increada de Dios, la luz sin crepúsculo que nunca desaparece. Esta luz sin crepúsculo, amados míos, es la luz increada del octavo día, tal y como lo festejamos en la fiesta del Pascua.
Y continuamos en el Apocalipsis: «Y las naciones vivirán en la ciudad santa y andarán por la divina luz de ella; y los reyes de la tierra llevarán y ofrecerán su gloria y honor a ella. Sus puertas no se cerrarán nunca de día, porque allí ya no habrá noche. Y llevarán y ofrecerán la doxa-gloria y la honra de las naciones a ella» (Ap 21, 24-26).
Y esta misma tesis la Profetiza, amados míos, Isaías en el mismo capítulo 60:
“Porque he aquí… sobre ti aparecerá el Señor y Su doxa-gloria resplandecerá sobre ti. Y andarán los reyes a tu luz y las naciones al resplandor de tu nacimiento. Levántate y alza tus ojos alrededor y mira Jerusalén para ver todos éstos hijos –los fieles, los Cristianos- que se han juntado; vinieron a ti tus hijos de lejos, y tus hijas serán llevadas en sus espaldas” (60:2-4).
Las naciones, amados míos, caminarán en la luz increada en aquella polis-ciudad, es decir, en aquella luz increada de la polis vivirán las naciones de los salvados; son los salvos de todas las naciones de todas las épocas. Estas son las naciones que vivirán dentro en la luz increada de aquella polis-ciudad, es decir, en la Realeza increada.
San Andrés de Kesarea escribe: “Y las naciones salvadas caminarán en la luz increada de ella”. ¿Veis? ¡Las naciones salvadas!
Aquí vemos algo majestuoso; vemos la universalidad del Cristianismo, igual también que la universalidad en el libro del Apocalipsis.
¿Y los reyes de la tierra quiénes son?
En principio también los reyes entrarán en la Realeza increada de Dios, es decir, el axioma no impide a que uno se haga fiel y salvarse, basta que lo quiera.
Es conocido, todos lo sabéis, que en nuestro Agiologio (libro de Santos) tenemos bastantes reyes y reinas que los honramos como Santos. ¿Esto lo sabéis, pero a mí me gustaría quedar en un punto, es decir, preguntar a los que atacan a Constantino el Grande de que no es Santo (rey que fue soberano) apelando sus errores o debilidades o incluso sus crímenes? ¡Pero su obra fue grandiosa, enorme, hacía falta fortaleza y valor tan grande para este soberano de los Romanos para que sea presentado, proyectado y confesado en el imperio el Cristo! ¡Por eso a los ojos de los Cristianos fue una personalidad gigante! ¡Es el primer rey cristiano de los Romanos!
Así que no diga alguno que hubo intencionalidad política, como quieren los charlatanes interpretar la Historia. No me gustaría que se dijera esta cosa, porque no es correcta. ¿No había quizás intencionalidad política en otros? Os lo diré una vez más y tener mucho cuidado en este punto: ¡el Comunismo no entendió que la Iglesia no se hunde! ¿Por qué la persigue? ¿Aquí no hay intencionalidad política? Por supuesto que me diréis –perdonadme, pero… hago una retrospección a la Historia; Stalin dejó las Iglesias abiertas en el año 1941, es decir, las abrió para que se estimule y se fortalezca el pueblo y vencer a los Alemanes, y lo consiguió. Pero, ¿por qué después otra vez entraron los cordones de controles a amparar la Iglesia? ¿Aquí no hay intencionalidad e inteligencia política maligna, vil y astuta?
Sencillamente Constantino el Grande, amados míos, era un genio, no en el sentido de la intencionalidad política, sino que era un genio en poder ver la verdad. Igual que inteligente o genio no es aquel que roba, engaña y falsifica, sino que inteligente es el que es hombre honesto. Por tanto, hay dos tipos de inteligencias; es la inteligencia política, la inteligencia de la intencionalidad política (¡genio demoníaco o inteligencia/astucia demoníaca!) y la otra es aquella que ve las cosas más profundas, las auténticas y verdaderas. Y si se supone que acusan a Constantino el Grande que supuestamente ha cometido crímenes, responderíamos que todas estas cosas las hizo antes de bautizarse. Se bautizó al final de su vida, y por consiguiente no es acusado por ningún delito o crimen.
Pero la Santa Escritura llama también reyes a todos los fieles, según el triple axioma de Cristo, como sacerdocio real, que son todos los fieles, tal y como psalmodian los veinticuatro Presbíteros, en el libro del Apocalipsis 5,10: “y los has hecho (a los fieles) para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y co-reinarán en la tierra” (Ap 5,10). Así pues, que reyes no son sólo los reyes de las naciones que se han hecho Santos, sino también cada fiel es un rey, siempre según la Santa Escritura, como os he leído.
¿Y qué ofrecen ahora a Dios estos reyes de las naciones que vienen? Negativamente por la liberación de sus pazos, porque se hacen reyes que reinan sobre sus pazos, y positivamente ofrecen la fe, la agapi, la confesión y el martirio.
San Andrés de Kesarea escribe:
“Los que han reinado sobre sus pazos, llevarán la doxa-gloria y el honor de su santidad en la nueva polis-ciudad”.
Pero debemos volver otra vez al Profeta Isaías que tiene algo precioso que decirnos.
Homilía 93. Os acordáis, amados míos, que en el libro del Apocalipsis en el capítulo 21, versículos 24-26, nos habíamos referido que las naciones caminarán con la luz de la nueva Jerusalén y los reyes de la tierra tendrán su doxa-gloria y el honor de las naciones en esta polis-ciudad; también los portales de ella no se cerrarán ni de día ni de noche, porque allí no existe la noche (luz increada) sin crepúsculo ni ocaso). Y decíamos aún quiénes son los reyes y quiénes son las naciones, es decir, son los salvados de todas las naciones de todas las épocas. Y para los reyes dijimos que también los piadosos son literalmente reyes y la Santa Escritura llama reyes a todos los fieles. Y lo que llevarán y tendrán serán sus luchas, sus combates y la victoria sobre sus pazos. Esto lo llevarán como regalo en la nueva Jerusalén.
Y os decía que el profeta Isaías, que se refiere a este tema, haciendo un llamamiento hacia la ciudad nueva, la Jerusalén, la dice: “Levántate y alza tus ojos alrededor y mira Jerusalén para ver todos éstos hijos (los fieles, los Cristianos) que se han juntado; vinieron a ti tus hijos de lejos, y tus hijas serán llevadas en sus espaldas” (Is 60,4). Esta es una escena maravillosa.
Esto recuerda los logos del Señor que dijo: “Y entonces enviará sus ángeles con la voz de trompeta grande, y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mrc 13,27).
Esto es el llamamiento general de los vivos y de los muertos que se hará, para que se reúnan todos en la nueva Jerusalén, en la Realeza increada de Dios.
Y los portales de la ciudad no se cerrarán nunca. San Andrés de Kesarea dice: “Esto que se refiere de “que no se cierren las puertas”, manifiesta e indica que los habitantes de esta ciudad, es decir, los salvados que están en la Realeza increada de Dios, tendrán seguridad absoluta y no habrá ninguna posibilidad que entre el mal en esta ciudad, y mucho menos que reine el mal”. Igual también no hay posibilidad que los habitantes de esta tierra cambien, como se hace y sucede con los hombres en el mundo presente. Hoy en día vemos a uno que es bueno, mañana le vemos que es malo y feo. Por tanto, no habrá alteración, cambio, habrá inmovilidad firme. Los hombres serán inalterables, exactamente igual de inalterables serán también los ángeles.
Es conocido que la inmovilidad, (sin alteración) de los Ángeles se hizo por la encarnación, humanización de Jesús Cristo. Los Ángeles también confesaron su fe en Jesús Cristo, porque delante de Jesús Cristo “doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra” (Fil 2,10). Todos venerarán a Cristo. Diríamos que el último criterio de la fe y de la inmovilidad la no alteración de los santos Ángeles es la encarnación del Hijo de Dios.
Los Ángeles no vieron nunca a Dios, sino Su doxa. La usía-esencia de Dios nadie jamás la ha visto; ninguna creatura creada (Jn 1,18, 1Jn 4,12). Por primera vez ven a Dios en la persona/rostro de Jesús Cristo y Le veneran y Le alaban. Y con la veneración que hacen los santos Ángeles a Jesús Cristo, se estabiliza ya la virtud y la fe de ellos.
Pero la in-alteración/invulnerabilidad de los santos Ángeles, como también de los Santos en la Realeza increada de Dios, no es en su esencia sino en la voluntad y predisposición de ellos. Pero la predisposición y voluntad será ya tan estable, de modo que jamás desearía uno marcharse del reinado de la Realeza increada de Dios. Por tanto, cuando dice que “los portales de la ciudad jamás cerrarán”, indica la seguridad de cualquier mal y la invulnerabilidad /in-alteración de los habitantes de la ciudad, Ángeles y Santos.
Pero también aquí, amigos míos, sobre el tema de la apertura de los portales, el profeta Isaías profetiza: “Tus puertas estarán de continuo abiertas; oh nueva Jerusalén, no se cerrarán nunca ni de día ni de noche” (Is 60,11)
Esto de “día y noche” no presupone la noche, sino que es una expresión totalmente humana; es para las cosas humanas y los acontecimientos del siglo presente; es expresión del “por siempre”.
Pero como se ha referido de que los portales no cerrarán de día y siempre será de día, va el divino Evangelista a señalar que “allí no hay noche” (Ap 21, 25).
De esto aún se ve que la renovación/regeneración del universo no presupone sol ni luna y mucho más la forma esférica de estos cuerpos celestes.
El fenómeno de la luz no es ya un fenómeno natural, sino que será esta misma doxa gloria, luz increada de Dios.
Pero habrá también oscuridad o tiniebla en concreto sin amanecer, skotos la oscuridad exterior, es decir, alejado, sin que haya rastro de luz y sin que haya esperanza de luz. Sobre esta oscuridad san Andrés de Kesarea dice: “Porque la noche será heredada por pecadores”. Es la oscuridad eterna del Infierno, el cual el Señor llama, skotos-oscuridad o tiniebla exterior, “Mt 8,12 · 22,13 · 25,39).
Y continúa sobre la nueva ciudad: «Y no entrará en ella nada de lo sucio, no abominable, sino sólo los que están escritos en el libro de la vida del Cordero» (Ap 21,27).
Quizás se daba la impresión, por la imagen que nos referimos, que esta ciudad tiene portales, que están siempre abiertos y que podría cualquiera entrar en ella, en cualquier situación ética y espiritual que se encuentre. Igual que ahora aquí vemos este templo que nos encontramos; tiene unas puertas abiertas y puede entrar cualquiera. Pero la polis-ciudad de Larisa (Thesalia) no está rodeada de murallas y puede entrar el que quiera. ¡Quizás también allí, pues, como las puertas no estarán cerradas, podrá entrar algo que será “común” “abominable” y “falso”, es decir, hombres que estarán sucios, abominables y falsos?
Por esta razón aquí el divino evangelista Juan viene a añadir y decir: “Que no se vaya a creer de que habrá la posibilidad y facultad de que entren este tipo de hombres; allí nada de todo esto podrá entrar. ¡Absolutamente nada!
Hombre común quiere decir sucio, sin catarsis, en un sentido espiritual y ético se entiende. Lo único que limpia y purga es la metania. Por esta razón exactamente cada hombre, tratándose de entrar allí, si ve su situación que está sucia, sin catarsis, debe empezar la metania y el arrepentimiento.
Amados míos, esto es lo catártico, lo purgador y detergente de nuestra suciedad; la Metania. Arrepentirnos y estar siempre en metania. ¡No olvidéis que no podemos decir que nos confesaremos en Navidad y en la Pascua y expresar nuestra metania con una confesión –que muchas veces es muy rápida- porque creemos que sólo entonces debemos confesarnos, es decir, Navidad y Pascua! Es una percepción muy equivocada esta, que ha dominado en muchos fieles los últimos años. La metania debe hacerse en cada momento.
¿Cómo se hace? Primero que nos distinga el espíritu de metania y el continuo retorno. Y si algo se nos escapa y pecamos, inmediatamente decir: “¡Dios mío, Dios mío, perdóname; perdóname! ¡Esto que hice lo rectificaré! Esto quiere decir para uno tener espíritu de metania.
Después el que “comete abominación”, que dice aquí, es el que vive y hace praxis extra-religiosas, como son la idolatría, la magia, el espiritismo y cualquier otra cosa.
Cuántas veces os he dicho estas cosas… Espero que no haya nadie que no lo haya escuchado esto. Os ruego de todo mi corazón: No puedes, hermano mío, ofrecer tu ofrenda, tu pan, tu vela, tu aceite y tu vino al Culto de Dios y ofrecer también al Diablo culto análogo yendo en la magia o en el espiritismo o en otras manifestaciones, y reuniones idólatras que ya en nuestros temas pasados hemos analizado.
¿Y quién es el que miente? Por supuesto que no es solamente el que dice mentiras, sino en sentido amplio de la palabra es el herético que tergiversa, falsea la Fe y la vida espiritual.
Puede decir uno que “yo no falseo la fe y sobre todo soy muy ortodoxo”, pero puede tergiversar y falsear la vida espiritual. ¡Qué es falsificación y tergiversación de la vida espiritual? Cuando uno dice que el ayuno no tiene mucha importancia para mantener la limpieza y la pureza hasta el matrimonio, estas cosas son una falsificación de la vida espiritual.
¡En concreto últimamente, el mal ha entrado tanto en nuestras casas, de modo que ya los padres se han aliado con la realidad y toleran que sus hijas traigan al novio en sus casas, que quede y duerme también en la misma cama junto con ella! ¡Y viceversa, y que vaya la novia en la casa de sus futuros suegros y se quede a dormir allí! Y cuando decimos a los mayores, a los padres ya: “¿por qué hacéis esto? Es pecado, porque os hacéis autores éticos de una situación”; y responden que ya no pueden hacer nada… Sé que es una situación y cuestión muy difícil.
Esto lo conozco bien. Sé aún que muchas veces no podéis contener y frenar a vuestros hijos. Esto lo sé también. Pero que uno con su silencio colabore, condescienda y diga “¡qué más da, no pasa nada!… ¿qué vamos hacer?”, esto amados míos, es pecado. Esto es falsificación de la vida ética y espiritual y uno vive en el espectro de la mentira. Esto debemos olvidarlo.
¡O, incluso, buscar una espiritualidad falsa y tergiversada, una espiritualidad falsificada, porque nos parece que la espiritualidad del Evangelio es dura y queremos hacer una más ligera! Y por supuesto que no quiero decir que no existen escalonamientos, sino escalonamientos que constituyen escalones de la una y misma escalera. Pero el que pidas otros escalones, es decir, una tergiversación, falsificación de la espiritualidad, para que tranquilices tu conciencia y digas que eres hombre espiritual, estos es engaño, y os dije que pertenece a la categoría de la mentira, de lo falso.
De todas formas todos estos no tienen entrada a la polis-ciudad, porque no están escritos en el libro de la vida.
Y os recordaré de nuevo aquello que dice san Crisóstomo, (no pasa nada, no molesta si os lo he dicho diez veces; aquí nuestras homilías tienen carácter de aprendizaje). Si os escudáis y decís que el Estado así legisla las cosas, si decís esto, (lo siento lo que voy a decir) y de que también algunas cosas la Iglesia las acepta, os respondería con esto que dice san Crisóstomo: “No serás juzgado con las leyes del Estado, sino por y con el Evangelio”.
Por su puesto que en su época, quizás aún no habían comenzado algunas concesiones, que poco a poco entraron en la vida de la Iglesia, como por ejemplo, el segundo matrimonio después del divorcio, y otras cosas… Poco a poco entraron estas cosas, amados míos, y las ha aceptado la Iglesia en algún tiempo que se encontraba bajo presión.
¡En este momento, por ejemplo, se define que el embrión hasta el tercer mes, como no es ser humano -¡es mono!- podemos tirarlo a las cloacas biológicas y a los inodoros de los lavabos de nuestras casas! Es decir, ¡se permite el aborto! ¡Pero cuando es de tres meses y más… tres meses y un día, te engancha el alicate de la Ley! ¡Ay, ay… qué ironía! ¡Ironía pura y dura! ¡Así que desde los tres meses y arriba el embrión es ser humano, desde los tres meses hacia abajo no es ser humano y por tanto no es un crimen, si lo tiramos a la basura!
¡Qué voy a decir!… ¿Decir que en este trono de la Iglesia, patriarcal u obispal o de archiobispo … va a sentar el Anticristo? ¡Os lo he dicho también antiguamente que puede que la Iglesia alguna vez acepte realmente de que si el embrión es hasta los tres meses puede el Cristiano hacer el aborto!… ¡No sé qué decir!…
Por tanto, bajo estas condiciones, san Crisóstomo dice que “en el día del Juicio-Krisis serás juzgado única y exclusivamente por las Leyes del Evangelio”. Por eso, amados míos, no tomemos las cosas a la ligera y sentir un alivio de que finalmente tendremos de una manera una vida ligera y con distensión. ¡Lo recalcaré para que uno que se ha tomado en serio la cuestión de su salvación, estas cosas no son nimiedades!
Aún una nueva icona-imagen de la nueva Jerusalén descrita por el profeta Isaías, que dentro de ella co-teje y enlaza la Jerusalén típica, la terrenal con la Jerusalén esencial y eterna. Es decir, Isaías coteje y entrelaza tres cosas: habla sobre la ciudad Jerusalén, topográficamente a nivel terrenal esta misma ciudad, pero habla también sobre la Iglesia como militante encima de la tierra. Aún habla también de la Iglesia como triunfante. Por tanto, el ojo de Isaías traspasa el tiempo y llega hasta la eternidad y ve la Jerusalén típica (física), la Iglesia militante y también la Iglesia triunfante.
Como desearía mucho que tengamos un contacto con los Profetas, os diré un par de logos: ¡el profeta Isaías decimos que es una voz altisonante, pero le dejamos que grite y clame solo! Ni le leemos, ni le escuchamos. ¿No creéis que es una pena dejar a los Milenaristas y los Testigos de Jehová que tengan al profeta Isaías maltratado y mutilado, igual que entonces sus ancestros, sus ancestros espirituales, diríamos, los Hebreos y han mutilado al profeta a la mitad y que nosotros le ignoremos? ¿Sabéis qué tesoro, amados míos, es el profeta Isaías? ¡Un tesoro majestuoso! ¿Sabéis en cuántos puntos habla sobre la nueva Jerusalén, sobre la Realeza increada de Dios?
Oíd, pues, un pasaje admirable que lo leemos en el Gran Agiasmo como pasaje del Antiguo Testamento y en concreto es el primer pasaje en la Teofanía, que leemos en el Gran Agiasmo, Isaías capítulo 35, 1-10: “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como el lirio; florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo los desiertos de Jordán…”. Este pasaje, en concreto lo oímos en los Oficios que decimos en nuestra Iglesia, ¿pero quién lo da importancia? Miramos cómo se mueve uno y qué hace el otro. Por tanto, si comenzamos a observarnos, a controlarnos y a cuidarnos, entonces renaceremos.
Os diré lo qué me sucedió a mí. Cuando salí hacer al Agiasmós, este pasaje del Profeta lo leía un salmista; yo sólo miraba mi folleto y observaba. ¡Amados míos, me quedé sorprendido! Es decir, si alguien me observase un poco, percibiría y entendería que me había distraído, olvidándome de mí. He visto todo este pasaje que os digo del libro del Apocalipsis y pensé en leerlo también a vosotros, para que os alegréis vosotros también y que se haga un motivo para que empecemos a leer los Profetas.
Por tanto: “Oh desierto sediento goza… que deleite el desierto y que florezca como el lirio”.
¿Cuál es este desierto que tiene sed? Esto está también en otros puntos del Antiguo Testamento y durante el traspaso también al Nuevo Testamento. Es la Iglesia la de las naciones; ¡el desierto! Esta es, la del desierto y estéril. Es la Iglesia de las Naciones.
Que deleites, pues, Iglesia de las naciones… ¡Porque hasta ahora estaba desierta, pero a partir de ahora no lo será; tendrá marido verdadero, el Novio! ¡Vendrá el Cristo! ¡Vendrá en ella y se hará Su novia la Iglesia de las naciones!
“Florecerá como el lirio con la fragancia de las virtudes, tal como florecen las flores, y también se llenarán con flores los lugares desiertos de Jordán y brotarán de alegría; y la doxa-gloria de Líbano que se le dio junto con el honor del Carmelo, y mi pueblo verá la doxa-gloria del Señor y la altura de la grandeza de Dios”.
Los “desiertos de Jordán” son las regiones desiertas, pero aquí ahora, amados míos, es el florecimiento espiritual y fructificación y porque en el río Jordán se bautiza el Dios hecho hombre. Esto es el preámbulo de la Historia.
Y la “altura de Dios” es la teofanía en el río Jordán… Mirad la palabra, observad la frase: “¡contemplará la doxa-gloria del Señor!” Por supuesto que el Padre aparece como voz, no la usía-esencia del Padre; el Espíritu Santo como paloma, no la usía-esencia del Espíritu Santo, y el Hijo está cubierto por la mampara o velo “es decir de su cuerpo humano” (Heb 10,20), como dice el apóstol Pablo en su epístola a los Hebreos. Y la mampara o velo que cubre la deidad del Hijo es el cuerpo o carne. Este es el velo o la cortina que cubre la deidad del Hijo. ¡Sin embargo, a pesar de esto, el pueblo ve “la doxa-gloria del Señor y la altura de Dios”!
Y continúa: “¡Levantaos manos débiles y pies paralizados! Rogad y consolaos vosotros pusilánimes y asustados en vuestros corazones; fortaleceos, no temáis; he aquí el Dios nos recompensa con justicia y nos la concederá. Él vendrá y nos salvará”.
¿Me pregunto, cómo verían esto en aquel tiempo antes de Cristo y cómo entenderían a este pasaje de Isaías?
Os diré: tal y como nosotros hoy en día relatamos la futura Realeza increada de Dios, y decimos algunas cosas que existen para que entendamos, así también aquí tenemos un realismo. ¿Pero, decidme, quién podría sospechar, quién de los lectores y de los oyentes en la Sinagoga de este pasaje, podría sospechar que vendrá el Mismo Dios para salvarnos? ¡Y sin embargo vino ya este Mismo Dios para salvarnos!
Y añade las características de Dios que vendría a salvarnos. Habla de la Primera Parusía-Presencia de Cristo; es la Iglesia militante, que se constituye en la tierra, la Iglesia de Israel y de las naciones.
Continuamos: “Entonces cuando venga el Mesías, se abrirán los ojos de los ciegos y oirán los oídos de los sordos. Entonces saltará de alegría como el ciervo el cojo sanado y la lengua de los sordomudos será clara y bien entendida; porque brotó bastante agua en el desierto y se llenó el cañón de agua en la tierra que estaba sedienta. Y el suelo sin agua y seco se convertirá en charcos y la tierra sedienta se hará fuente de agua; allí habrá la alegría de los pájaros, extensiones de cañas y matorrales que brotan de los charcos”.
El Cristo es el agua que salió desde desierto, y aquí habla de todo este período, diríamos, mesiánico.
Y la tierra sedienta que se convertirá en charcos, porque hay abundancia de agua, que ya la tierra no la absorbe, es el Espíritu Santo en la Iglesia.
Los pájaros, las cañas… todas estas cosas serán muy vivas y es la presencia del Espíritu Santo.
Hasta aquí relata y se refiere a la Iglesia militante, es decir, a la Iglesia de Cristo en la tierra, al período mesiánico. De aquí en adelante el ojo del Profeta se introduce más allá del tiempo, dentro en la eternidad. Oíd cómo lo describe:
“Allí el camino será sin impedimentos y se llamará santo, allí no pasará nadie que esté manchado, contaminado y sucio, ni habrá camino sucio, sino que los fieles esparcidos en las naciones estarán caminando encima de este camino sin que nadie los pueda engañar”. Son los fieles de todas las naciones y de todos los siglos, ya en estado invulnerable, sin alteración y sin engaño.
“Allí será…” ¿Dónde “allí”. En aquella Jerusalén, no en la terrenal sino en la celestial. Veis como co-teje y enlaza las iconas-imágenes.
En esta aquí, la Iglesia militante, ¿qué sucede? Veis que uno dice que quiere bautizarse. ¡Pecados sobre pecados, apostasías, traiciones…de todo! Uno ve la situación de los Cristianos, amados míos. Es la seducción. Dice el Cristo, ¿cómo asimilaré la realeza increada de Dios?” y da a entender la Iglesia militante sobre la tierra: “Asimismo el reinado de la realeza (increada) de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo lo echan fuera. Así será al fin del siglo”, es decir, se hace elección en la playa, y los malos se tiran, en cambio los peces buenos son útiles y entran en recipientes, dice el Señor. ¿Hoy en día veis dentro en la Iglesia lo qué hay? ¡Todos estamos… como somos! ¡Todos! ¡Pero allí, ya allí nadie será así! ¿Lo veis? “Ningún sucio, manchado y contaminado entrará en aquella ciudad”.
Y continúa la descripción de la nueva polis-ciudad: “Y allí no habrá león, ni ninguna otra de las bestias malvadas pisará sobre este camino, ni se encontrará allí, sino que dentro en este camino caminarán los redimidos y reunidos con centro el Señor. Y se marcharán lejos del exilio y vendrán en Sión con alegría, y la alegría estará coronando eternamente sus cabezas; porque encima de sus cabezas los poseerá como corona la prudencia, el deleite y el gozo. Se ha expulsado y extinguido ya de ellos la pena, el sufrimiento, el dolor, la tristeza, la aflicción, la angustia y el gemido” (Is 35, 1-10).
El león que aquí se refiere es el Diablo. Como dice el apóstol Pedro que el Diablo “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1Ped 5,8); es decir, en la polis-ciudad, en la Realeza increada de Dios, no estará el Diablo, ni los demonios, las bestias malignas.
Los redimidos están escritos en el libro de la vida del Cordero y la alabanza es el himno eterno de los fieles y de los Ángeles. Este último semi-versículo también os lo había relatado hace tiempo. ¿Habéis visto ahora su posición natural? Sólo en la increada Realeza celestial de Dios la pena, la angustia, la tristeza, el dolor y el gemido serán expulsados y extinguidos.
Así que, amados míos, diríamos que aquí uno ve al Profeta a abordar la Jerusalén celeste, la nueva.
Nuestra Iglesia puso este pasaje al día del Bautismo, exactamente, amados míos, porque por la humanización, encarnación y el bautismo de Cristo tenemos la apocálipsis-revelación (y no esperamos otra) de que el Dios es Trinitario. No esperamos otra apocálipsis-revelación. No se manifestará y se presentará algo distinto, que diremos que el Dios es cuatro personas o dos o diez; esta es la última apocálipsis sobre el Dios: El Dios es Trinitario. De allí comienza el nuevo período: La Iglesia es el reinado de la Realeza increada de Dios. Amín.
Unidad 72 Apocalipsis 22,1-2 Los misterios de la polis-ciudad, 4ª parte. El agua y el árbol de la vida
Homilía 93 a partir de la página 12. Y ahora, amados míos, entramos en el capítulo 22 el último del libro del Apocalipsis.
«Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que procedía del trono de Dios y del cordero» (Ap 22,1).
Tal como uno ve, aquí tenemos la culminación, la cúspide de la descripción de la Jerusalén celestial que veréis a continuación del capítulo 22.
Las iconas-imágenes y los colores de esta descripción cada vez se hacen más impresionantes pero también más queridos; tan queridos que realmente os acordaréis de mí.
El hombre espiritual mientras estudia estos textos, como es este texto aquí ahora, siente un deleite místico y su corazón se inunda de alegría. No queda ausente, sin participar sentimentalmente de lo que va estudiando.
Incluso el fiel, cuando lee, especialmente el libro del Apocalipsis, siente que todos los tipos (modelos) o pre-figuraciones históricos del pasado que se atribuyeron al Antiguo Testamento se presentan aquí, pero ahora con una dimensión espiritual.
Habla sobre un río. Eh pues, realmente es un río, pero esto en el Antiguo Testamento es un tipo (modelo o pre-figuración) histórico. Esto aquí ahora toma dimensión espiritual. Oídlo. En el libro del Génesis leemos:
“Y Dios plantó el paraíso en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado… y un río salía de Edén para regar el paraíso, y de allí salía y se repartía en cuatro direcciones” (Gen 2, 8-10).
Aquel río, en concreto, como veremos un poquito más abajo, se bifurca y son los ríos Geón, Fisón, Tigre y Éufrates. Quiénes son los ríos Geón y Fisón hoy en día no lo sabemos, quizás sean unos afluentes de estos ríos, pero con los nombres antiguos que tenemos hasta hoy en día tenemos el Tigre y el Éufrates. Por consiguiente son realmente ríos verdaderos aquellos que emanan de las montañas de Armenia y desembocan al golfo Pérsico, una vez que atraviesen toda aquella región de Persia, diríamos también de Irak, desembocan al Golfo Pérsico.
Así que, como dice la Santa Escritura, el Dios hizo un río. Habla de un río (os lo diré un poquito más abajo), que riega al Paraíso. Este río era sensible y a la vez el símbolo del nuevo río, de aquel que estará dentro en la Realeza increada de Dios, la nueva Jerusalén, y que procede del trono de Dios y del Cordero.
¡Este río es el Espíritu Santo!… Este es el río que riega la polis-ciudad de Dios. ¡Es el Espíritu Santo! Por tanto, el río aquel que se refiere en el libro del Génesis era un símbolo.
Era tipo (modelo, prefiguración) histórico, realidad-símbolo histórico.
Aquí está la apocálipsis-revelación del misterio de la Santa Trinidad, amados míos, en este pasaje que ahora os digo, y que tendrá cada fiel y habitante de aquella ciudad.
¿Cómo será esto?
Una vez el Señor dijo: “Vendremos haremos residencia dentro de él y habitaremos en él” (Jn 14,23). No dijo vendré, sino que “vendremos”. ¿Quiénes? El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto ahora, en aquella polis-ciudad, la nueva Jerusalén, no será sólo un hecho interior, sino también un hecho exterior.
Ahora los fieles en la Iglesia militante, cuando tienen residente a Dios, pueden entender la residencia, pueden sentirla, entenderla (los que llegan al nivel de sentir la presencia de Dios), pero entonces, en la Nueva Jerusalén, no será sólo fenómeno interior, sino también exterior. ¿Por qué? En el siguiente versículo del Apocalipsis dice “y contemplarán, verán su cara/rostro o persona” (Ap 22,4) y los fieles, los residentes de la ciudad verán la cara o persona de Dios. No dice la usía-esencia de Dios, sino la cara/persona de Dios. Es aquello que dice el Evangelista Juan en su epístola: “le contemplaremos, le veremos tal y como es” (1Jn 3,2).
Por tanto es un fenómeno tanto interior como exterior.
El libro del Génesis aún nos informa que: “subía de la tierra una fuente, la cual regaba toda la faz de la tierra” (Gen 2,6). No llovía, sino que dice que subía una fuente, agua de la tierra, y regaba toda la superficie. Y aquí tenemos una icona-imagen mística de la nueva Jerusalén.
El antiguo Paraíso es icona-imagen de la Realeza increada de Dios.
Adán y Eva fueron expulsados fuera, pero volverán a entrar de nuevo. Por consiguiente, la icona-imagen es de la Realeza increada de Dios, de la nueva polis-ciudad.
¡La única fuente, ¡única fuente!, lo subrayo, que riega al Paraíso, es esta presencia del Uno Santo Dios Trinitario! ¡De Dios uno! La fuente es el Padre, el agua es el Hijo y el río es el Espíritu Santo. Fuente-Agua-Rio. Un Dios, tres Personas-Hipostasis.
El río aquel del antiguo Paraíso, nos dice de nuevo el libro del Génesis, se separaba, bifurcaba en otros cuatro ríos y principios (Gen 2,10). Son los cuatro puntos cardinales del horizonte, que se derramó por el Espíritu Santo el Evangelio de Cristo, y regó en abundancia ricamente a la οικουμένη icumeni-toda tierra habitada. Pero son también los cuatro lados de la ciudad cuadrada, que el Espíritu Santo cubre toda su superficie, es decir, el Espíritu de Dios está encima de la nueva Jerusalén.
Y una verdad mística dogmática más: El río, el Espíritu Santo, procede, nos dice el evangelista Juan, por el trono de Dios y del Cordero, es decir es procedido de el Padre y es enviado al mundo por el Hijo hecho hombre. Lo dijo el Cristo que “cuando yo me vaya os enviaré el Espíritu Santo, el otro Paráclitos-Suplicante” (Jn 16,7 · 15,26). Esto “enviaré” significa que también el Hijo envía el Espíritu Santo. El Espíritu Santo procede desde el Padre y se envía por el Hijo, así que correctamente se formula que Juan ha visto que el río emana desde el trono de Dios y del Cordero. ¿Veis qué discernimiento? Habla de un trono. Porque también el Padre y el Hijo (en la icona-imagen no se ve) y el Espíritu Santo son homótronos-mismo trono. Uno es el trono. Porque una es la usía-esencia, uno es el Dios.
Este río es aún la vida eterna. Leemos en el evangelio según Juan: «pero, el que beba del agua que yo le dé, no tendrá jamás sed, además, el agua que yo le daré se convertirá en agua manantial espiritual de fuente inagotable que siempre brotará regalándole vida eterna» (Jn 4,14), dice el Cristo. Es el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, amados míos, deleita el corazón del fiel, tanto en el mundo presente como en el mundo futuro; por eso el Salmista señala: “Las corrientes del río alegran y deleitan la ciudad de Dios” (Sal 45,5).
¿Sobre qué río habla? Jerusalén no tiene ningún río. El río Jordán está en la parte oriental de Jerusalén bastante lejos, muchos kilómetros lejos; cómo pues, ¿las corrientes del río alegran y deleitan la ciudad de Dios?… La ciudad de Dios siempre es Jerusalén; ¿Cómo la alegran, ya que no pasa ningún río por allí dentro?… ¡La ciudad está construida encima de siete colinas! ¡La expresión es mística! Se trata de la nueva Jerusalén. Es el Espíritu de Dios. Es la Iglesia. Y los fieles, cuando tomen el Espíritu de Dios, tendrán la alegría de Dios. Por tanto, lo volveré a decir: “¡Las corrientes del río alegran y deleitan la ciudad de Dios!” (Sal 45,5).
Aún este río del Apocalipsis, es también el santo bautismo, que proporciona el renacimiento espiritual, por el cual el fiel ve el misterio de la Santa Trinidad. No es el Misterio de la Santa Trinidad algo que lo leeremos en un papel; el misterio de la Santa Trinidad es misterio y es visto sólo por el fiel. (Ver https://www.logosortodoxo.com/12-lexis-apocalipticas/ XIII. Conclusión: Μυστήριο mistirio Mysterio)
Sobre todas estas cosas que os dije, san Andrés de Kesarea escribe lo siguiente:
“Y el río procedente es el Bautismo del renacimiento por la Iglesia en la vida presente; y operado por el Espíritu Santo limpiando y purgando a los fieles convirtiéndoles blancos como la nieve y brillantes como el cristal”.
Dice san Andrés de Kesarea: “Y en la Jerusalén de arriba el río de Dios está pleno de agua, procede el Espíritu vivificador, el que viene de Dios y Padre, y por el Cordero… y colma las plazas de la polis-ciudad santa”, (San Andrés de Kesarea: “En el Apocalipsis” J.P. Migne, tomo 106, logos 23, cap 68, pag 441A) o sea que este rio pasa por dentro de la polis-ciudad de Dios y multiplicándose en abundancia la llena plenamente, la deleita, la ilumina y abre los misterios de la Realeza increada de Dios a todos los fieles que están en la plaza. O sea que el Espíritu de Dios está en todos los fieles
Una icona-imagen muy bella sobre el Espíritu Santo en la Iglesia según la época mesiánica, que recuerda el río del Apocalipsis, amados míos, tiene también el profeta Zacarías, y dice las siguientes cosas: “Acontecerá también en aquel día, que saldrá de Jerusalén agua viva, fresca, la mitad hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, y en verano y en primavera” (Zac 14,8). Habla sobre la primera Presencia-Parusía de Cristo y el mar primero es el mar Negro y el último es el mar Mediterráneo.
El río se separa en dos; uno va hacia el Mar Negro y el otro va hacia el Mediterráneo y endulza a estos dos mares. El cómo nos endulza, amados míos, nos lo dirá el profeta Ezequiel en otra icona-imagen muy bella y muy detallada. Quizás sea la icona-imagen más bella que existe en el Antiguo Testamento para la presencia-parusía y acción del Espíritu Santo.
También dice que esta agua será la misma, tanto en verano como en primavera, y lo dice esto porque Palestina no tiene ríos, tiene sólo un río, y todo lo demás que tiene son algunos pequeños torrentes, que en invierno tienen agua, y en primavera y verano no tienen, por tanto no habla sobre topografía, no es la topografía de Palestina. Esta agua que permanece tanto en verano como en primavera, es otra, es decir, ee perpetua y es el Cristo, es el Espíritu de Dios.
La icona-imagen que nos da el profeta Ezequiel en el 47º capítulo, versículos 1-12, es la siguiente, os lo leeré y después lo analizaré:
“Y he aquí aguas que salían de debajo del umbral del templo hacia el oriente; porque la fachada del templo estaba hacia el oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho del patio, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera del templo, al camino que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y vi un varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas eran impetuosas y habían crecido de manera que del río no se podía pasar”.
Uno ve el Espíritu de Dios, amados míos, de que poco a poco aparece también al fiel, a cada fiel. El Espíritu de Dios viene a medida; y cuando el fiel deja su corazón, lo hace torrente profundo, entonces el agua del Espíritu Santo se hace mucha, tan en abundancia que ya el fiel puede gritar y decir: “¡Señor no puedo más, no aguanto! ¡Siento que esta carne, esta existencia mía se romperá como una ostra!”, pero indisolublemente sin que le pase nada al hombre. El Espíritu de Dios parece que remueve los cimientos de nuestra existencia de barro de tierra, pero siempre la contiene, no la rompe.
Y continúa: “Esta agua… llegaba hasta la región del oriente, (del Mar Muerto), al agua de la desembocadura del río Jordán y recibirán sanidad las aguas. Y toda psique-alma y ente viviente que estaba ardiendo por falta de agua, todos por dondequiera que pase el río, serán revivificadas”.
Allí en Mar Muerto, lo que aparece vivo muere, porque el agua de este mar tiene en su interior mucha sal, pero viene el río y hace las aguas vivificadoras. No las santifica, sino que las hace útiles. Es decir, hace el agua dulce, que se pueda beber, lo hace saludable y cualquier organismo vivo que beba aquella agua vive.
Pensad, amados míos, que una vez, en la Realeza increada de Dios, no comeremos ni beberemos, y a pesar de esto viviremos y seremos llamados hombres espirituales, es decir, ya la biología no detendrá nuestras existencias, tal como quiere el Dios que vivamos en el esquema de este mundo presente, con las comidas, el agua y cualquier otra cosa. Entonces estaremos viviendo con el Espíritu de Dios y el que bebe aquella agua estará viviendo siempre, porque será hombre espiritual, existencia espiritual. No será inmaterial, sino que será gobernado y regulado por el Espíritu de Dios.
La visión también tiene otras faces o lados. El Profeta sale, no puede quedar más en el río y ve los árboles de izquierda y derecha. Sobre los árboles habla la icona-imagen más abajo del libro del Apocalipsis. No os diré ahora nada, os diré sólo un párrafo pequeño muy triste. Es curioso este párrafo, amados míos, en el texto del profeta Ezequiel y dice lo siguiente:
Cuando el agua llegó allí en Mar Negro, lo vivifica todo. Pero por un momento vio que el río diera una vuelta y el Mar Muerto en un momento se quedó muerto, con mucha sal y sin vida. Esto es un paréntesis curioso. Y continúa después del paréntesis diciendo que las orillas del rio se llenaron de árboles. ¿Sabéis qué es esta intervención curiosa? Oídla:
El Espíritu de Dios vino en el mundo, históricamente vino. Tenemos el Pentecostés; vino en el mar muerto de este mundo, pero ¿cuántos Lo aceptaron el Espíritu Santo y cuántos se renovaron y renacieron por el Espíritu Santo? Los que Lo aceptaron y Lo quisieron, ellos renacieron y vivieron; los que no Lo quisieron, quedaron muertos. ¡Se convirtieron y se transformaron en mar muerto, tanto ellos como sus países, sus civilizaciones y sus culturas!
Homilía 94 Continúa, amados míos, en el capítulo 22º del Apocalipsis, la descripción de la nueva Jerusalén, la nueva polis-ciudad, que la Iglesia triunfante, la nueva polis-ciudad que es la Iglesia triunfante, es la Realeza increada de Dios y al 2º versículo de este capítulo, san Juan dice:
« En medio de la plaza de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol son ofrecidas para la terapia de los hombres de las naciones» (Ap 22,2).
Este versículo del libro del Apocalipsis nos recuerda al antiguo Paraíso, con el árbol de la vida y el árbol de la gnosis-conocimiento del bien y del mal.
El libro del Génesis escribe: “Y Dios plantó el paraíso en Edén, al oriente… también el árbol de vida en medio del paraíso, y el árbol de la gnosis-conocimiento del bien y del mal”.
Es conocida la Historia de los primeros en ser creados. Cuando transgredieron el mandamiento de Dios, comiendo del fruto del árbol de la gnosis del bien y del astuto mal, fueron expulsados del Paraíso e impedidos a probar del fruto del árbol de la vida. Y como dicen los Padres, esto se hizo “para que el mal no se convierta inmortal”, es decir, que no quede el hombre inmortal en su caída. Por lo tanto la muerte fue una filantropía, caridad de Dios; un castigo a la vez y una filantropía. Fue un medio de restablecimiento del mal que el mismo hombre ha creado para sí mismo, y por supuesto que no era el Dios el creador del mal. Introductor de la muerte es el Diablo, y su creador el mismo hombre que transgredió el mandamiento de Dios.
Como muy bien escribe san Teófilo de Antioquía en su segunda epístola a Aftóliko: O sea que “el Dios ha dado una gran donación y un gran regalo al hombre, para que no quede el pecado eternamente, sino que de una manera, lo expulsó del Paraíso”, o sea que encontró la forma de su expulsión del Paraíso.
Pero el exilio o expulsión no fue para siempre, eternamente, es exactamente igual a lo que dice el profesor al alumno “sal fuera de la clase porque no te comportas bien”. Esta expulsión no es para siempre, es pasajera, es para aquella hora o aquel día.
Y continúa: “Le expulsó del Paraíso, de modo que con su deseo, una vez que acabe de pagar y saldar el pecado en tiempo determinado y una vez que se haya pedagogizado -instruido, retorne de nuevo atrás al Paraíso”.
Por tanto, seguro que esto fue una filantropía, donación de Dios, el que los primeros en ser creados fueron expulsados del Paraíso, desobedeciendo la voluntad de Dios, y así probaron el árbol de la vida. Ahora vemos que este árbol de la vida es la nueva polis-ciudad, la nueva Jerusalén.
De todas formas me gustaría recalcar, y lo recalco cada vez y de cualquier manera, de que esta revocación de los Primeros en ser Creados se hizo ontológicamente por el misterio de la divina Economía. El misterio de la divina Economía es la humanización, encarnación y la revocación ontológica es que el hombre muere. Y el Cristo que se ha hecho hombre, murió y resucitó para resucitar a Adán, es decir, a los hombres descendientes de Adán. Esto muestra que esta revocación, el que uno retornará atrás de nuevo en el Paraíso, es ontológica, porque ya allí nos encontraremos con nuestro cuerpo entero, con toda nuestra existencia.
Además esto daba a entender también el apóstol Pablo, cuando decía hacia las multitudes, en Hechos 3, 19-21: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan por la presencia de la persona del Señor tiempos de refrigerio, recreo y placer de la psique y vuelva a enviar en vosotros de nuevo a Jesús Cristo, que os fue anunciado antes de los siglos Salvador vuestro; a Quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas”. Por eso dice μετανοείτε metanoíte arrepentíos y convertíos para que vengan los tiempos de recreo y placer de la psique. Y estos tiempos de recreo es la Realeza increada de Dios.
¿Pero cuál es este “árbol de la vida” que ahora ve el divino Evangelista en la nueva polis-ciudad?
San Andrés de Kesarea hace una bella descripción aquí y dice: “que el árbol de la vida manifiesta y expresa a Cristo, que está en el Espíritu Santo y se entiende por y con el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo está en Él y Él es venerado como Dios con y por la iluminación del Espíritu Santo. Y Él es Aquel que concede el Espíritu Santo que regala, dona Sus carismas” (J.P.Migne, P.G., tom. 106, logos 23 cap 68 pag 441C).
¡Este es el árbol de la vida, el Cristo, al lado del río! El río es el Espíritu Santo. Como decíamos también la vez pasada, el río es el Espíritu Santo. Es decir, el árbol de la vida toma sus zumos de el río de la vida y nos recuerda los logos del Señor que dijo a Sus discípulos: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Paráclitos-Consolador no vendría en vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Jn 16,7). Os interesa a vosotros que yo me vaya de vosotros y vaya al Cielo. Es decir… Interesa que sea transportada mi naturaleza humana allí, y así de este modo abriré el camino para que venga el Espíritu Santo, venga el Paráclitos-Suplicante en vosotros. ¡Yo mandaré al Paráclitos-Consolador en vosotros. Por tanto, os conviene. Hasta ahora teníais a mí, ahora tendréis el Espíritu Santo. ¡Yo estoy dentro en Espíritu Santo, porque el Dios es uno, y como veremos un poquito más abajo, también Su naturaleza humana no sólo es deificada sino también venerada y alabada!
El árbol de la vida, amados míos, es la santa Cruz, de la cual su fruto es admirable, agradable y proporciona esta inmortalidad, es el encarnado y sacrificado encima de la Cruz, es este mismo Logos de Dios. Árbol y fruto. Por tanto, el árbol es la madera de la Cruz y el fruto encima de la Cruz es el Jesús Cristo.
Entonces los primeros en ser creados fueron impedidos a probar del fruto de la vida, es decir, la inmortalidad, como os he explicado, para que el mal no se convierta en inmortal, porque se encontraron al pecado. El Dios dice claramente allí en el libro del Génesis que sea impedido el camino hacia el árbol de la vida. Adán fue expulsado, para que no vaya a comer del fruto de la vida. Ahora los fieles son incitados, exhortados a comer de este fruto de la vida, para que vivan.
Y son los logos del Señor, que dijo: “Amín, amín, de verdad en verdad os digo que, si no coméis la sarx (cuerpo y carne) del hijo del hombre y no bebéis su sangre, a través del misterio de la divina Efjaristía, no tendréis vida en vosotros; El que come mi sarx y bebe mi sangre, mediante el misterio de la divina Efjaristía, tiene vida eterna y yo lo resucitaré al ésjato-último gran día del juicio” (Jn 6, 53-54). Y el día ésjato-último es el día grande del Señor, la resurrección de los muertos. Es decir, este vivirá dentro en la polis-ciudad, la nueva Jerusalén, porque ha probado Su sarx (cuerpo) y Su sangre, que es el fruto de la vida.
Estos doce frutos del árbol, uno cada mes, tal y como nos dice, es una expresión que indica la fructificación eterna y es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el misterio de la divina Efjaristía, el Mismo Cristo dentro en los siglos. Y por supuesto que no solo en el siglo presente, sino también en el futuro, por eso dice “cada mes un fruto”, es decir, habrá siembre fructificación.
Aún vemos que este camino que fue cerrado a los Primeros en ser Creados para no probar el fruto, se abre, y se abre por la naturaleza humana del Dios Logos.
¿Cuál es el camino? Atención a este punto. El camino que se abre hacia el árbol de la vida, el árbol de la inmortalidad es la naturaleza humana del Dios Logos.
Una vez Cristo dijo: “¡YoSoY el camino!” (Jn 14,6). El camino es Él Mismo. No es sólo el camino ético, es decir, aplicar el Evangelio de Cristo para entrar en Su Realeza, sino que es el camino ontológico; cuando comemos Su Cuero y bebemos Su sangre, esto exactamente es el camino nuestro para vivir.
“¡YoSoY el camino y la verdad y la vida!” (14,6) ¡Atención a esta frase que la hemos leído tantas veces en la Santa Escritura y la hemos escuchado tantas veces! Oíd ahora con estas nuevas dimensiones: “¡YoSoY el camino y la vida!” Esto que dijo el Dios: “y puso al paraíso Querubín, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Gen 3,24). ¿Árbol de la vida? El Cristo es la vida. ¿Y el camino? De nuevo es el Cristo.
¿Qué quiere decir, que “este camino está guardado”? Es decir, aún no se haría hombre, no se haría la encarnación y tenemos posición muy privilegiada, a pesar, por supuesto que los de antes de Cristo no se perjudicaron ni se dañaron. Dios no es injusto con nadie. Y aquellos que encontró el Cristo en el Hades allí también los predicó el kerigma de la fe. ¡Pero tenemos posición privilegiada, porque somos después de Cristo, porque todas estas cosas las conocemos ahora, y esto es una cosa grandiosa!
El Cristo amados míos, es el camino y la vida y la única verdad. Si estos logos alguna vez los hombres los entendiesen, no correrían en otros senderos para encontrar la verdad y la vida.
¿Qué significa que aquel árbol estaba “aquí y allá del río”?
Sobre este tema, en el cómo estaba colocado el árbol, hay una descripción poco analítica; pero no pasa nada; Además nos encontramos en descripciones que muchas veces superan el realismo, salen de lo natural y van a lo sobrenatural, a lo curioso y a lo extraño, para provocar la atención o expresar verdades supra-geniales.
Aquí dice que el árbol era de un lado y del otro del río. ¿Cómo se hace esto? O pasaba el río por un lado y por el otro lado estaba el árbol o lo contrario…
No tiene mucha importancia. Existen cuatro interpretaciones sobre este tema, pero nos referiremos sólo de que, según san Areza, “en aquí” esto significa dentro durante la vida presente y lo de” allá” según el siglo venidero.
Realmente, amados míos, el árbol de la vida está aquí y también allá, porque el Cristo está aquí y está también allá; porque “Jesús Cristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb 13,8). ¡Allí estaremos viendo a Cristo, Le estaremos viendo cara a cara; aquí Le vemos en forma de enigma dentro en el misterio de la Divina Efjaristía, dentro el Pan y el Vino que nuestro sabor nos informa que es el pan y el vino, sin embargo es el Mismo Cristo!
¡Aquí está el misterio maravilloso! Y nadie de los heréticos nunca ha dudado de este tema, porque si el Cristo es verdadero Dios, entonces aquellos logos que dijo son verdaderos. Y es verdadero Dios, porque resucitó, no porque enseñó, sino porque resucitó y ascendió a los cielos, y el peso específico se encuentra en este punto: en Su Resurrección y en Su Ascensión y en el Pentecostés.
Si el Dios, y lo dijo el mismo Cristo, reprobara a Jesús Cristo, porque dijo que es igual que el Padre, (¡y no habría peor pecado que uno diga que es igual que el Dios!), ¡si el Dios hiciera esto, entonces no mandaría el Espíritu Santo el día del Pentecostés y el Cristo sería el más pecador en el Hades! ¡Pero el Cristo resucitó, y mandó el Espíritu Santo, porque es el verdadero Dios; y por consiguiente, ya que es el verdadero Dios, lo que Él diga esto es! Y dijo: “El pan y el vino será mi cuerpo y mi sangre”. Y será prorrogado (¿) hasta que termine este mundo, dentro en la Historia.
Por tanto el Cristo está también aquí y allá; el árbol de la vida “aquí y allá”.
Aún el árbol de la vida devela la “sabiduría divina”, como dice san Arezas, que los fieles estarán disfrutando en la eternidad en la Realeza increada de Dios, y cada vez más profundamente.
Una vez los primeros en ser creados… Veis que me refiero continuamente a los primeros en ser creados, porque los temas son paralelos. No olvidemos, que un polo del eje del misterio de nuestra salvación son los Primeros en ser Creados y sus caídas, y el otro polo del eje de nuestra Fe es el Jesús Cristo, el nuevo Adán. ¿Dónde están aquellos que dicen que no nos hace falta el Antiguo Testamento? No tiene ningún significado la presencia de Cristo, si no tenemos la caída de los Primeros en ser Creados. No tiene sentido la resurrección de Cristo, si no sabemos que entró la muerte en los hombres por los primeros en ser creados. Es de importancia fundamental por parte teológica, amados míos, la presencia de los primeros en ser creados, el Paraíso y etcétera, por eso nos referimos continuamente a este tema. Además uno ve que aquí existen también conceptos paralelos.
Así que, una vez pues, los primeros en ser creados, cuando fue indicado en ellos el árbol de la gnosis, observaron que es bueno “y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría” (Gen 3,6); Bello el fruto y útil, pero fuera del tiempo para comerlo.
¡Algún día los primeros en ser creados comerían de este fruto, pero no entonces, sino algún día! Primero deberían conocer más cosas, pero cuando llegase el tiempo debido. Es como si dijésemos a un niño pequeño de cinco años que vamos a indicarlo cómo se enciende el fuego por las cerrillas! ¡Esto es una gnosis útil, pero para nada beneficiosa si enseñamos a un niño de cinco años, porque si nos marchamos prenderá fuego la casa!… ¡Tomará las cerrillas para probar y prenderá fuego la casa!
Por consiguiente, el niño aprenderá a encender fuego, pero no a esta edad; aprenderá el niño que se casará, pero no en esta edad. El niño se destruirá, si adquiere experiencias en la edad de los cinco y de los diez años sobre los temas del matrimonio. De modo que la gnosis/conocimiento es buena, pero cada cosa viene a su tiempo. Esto exactamente quería Dios, que Adán debería madurar. Aún estaba en estado de niñez, debería madurar.
Pero estos temas grandes de la libertad y de la zéosis quiso el Diablo a revelarlas a los primeros en ser creados y a decirlos que tienen la posibilidad y capacidad de hacerse dioses y no tienen necesidad de Dios. Por tanto, pueden conocer sin esperar. Esto es característico de los jóvenes de nuestra época, que quieren conocer y verlos hoy en día hundidos dentro del lodo, no del pecado, sino de la corrupción biológica, con la exagerada y extrema inmoralidad, las drogas y etcétera. ¡He aquí el miserable resultado! El mismo resultado miserable tuvo también Adán y Eva.
Por tanto vieron que es muy bueno este fruto. Pero ahora el fruto de la vida que ve el divino Evangelista, “los doce frutos del baile apostólico”, como dice san Andrés. Con este kerigma de los Apóstoles comienza el nuevo año, el nuevo tiempo, el aceptado por Dios; es el tiempo de nuestro retorno, el tiempo de nuestra conversión y metania, es la medición a la inversa. Una vez nos marchamos del Paraíso, ahora retornamos y nos volvemos hacia al Paraíso, y el tiempo este comienza con la metania: “Μετανοεῖτε metanoíte estaos en metania continua, convertíos y arrepentíos, porque ha llegado la realeza increada de los cielos” (Mt 3,2). Por tanto, los doce Apóstoles sin cesar ni interrumpir nos dan gratis el fruto de la teοgnosía (gnosis empírica de Dios).
Teognosía es la gnosis o conocimiento empírico de Dios. Esta gnosis que nos da también la medida de nuestra gnosis. ¿Cómo podemos saber quiénes somos? ¿Qué soy yo el hombre?
Existen dos maneras o modos para conocer estos dos misterios, el misterio de Dios y el misterio hombre: una manera o modo es conocer a Dios para conocer quiénes somos y la segunda manera o modo es conocer quiénes somos para conocer a Dios. Es decir, lo diré de una manera distinta: O de la fotografía iré al prototipo/original o del prototipo/original iré a la fotografía. La posición correcta, y por muchas razones que ahora no las digo, es esta: Conoceré al prototipo/original, para conocer la fotografía. Conoceré a Dios, para conocer a Su icona-imagen que soy yo el ser humano, el hombre.
Por tanto, la teognosía es la que nos proporciona también la verdadera antropo-gnosía conocimiento humano. Y si no aprendemos quiénes somos, estaremos moviéndonos siempre a los caminos del mal, dentro de los mares del pecado, dentro de los pantanos de la desesperación y depresión, sin que nunca podamos encontrar qué somos y cómo debemos vivir. Así los fieles tendrán el desfallecido e “inagotable tesoro” (Lc 12,33), el tesoro de la teognosía.
¡Veis que estos pasajes de la Santa Escritura, cómo podemos entenderlos, cuando se hace un análisis adecuado! Es muy importante.
El principio del retorno es este: Ἡ μετάνοια la Metania. Lo dice la misma palabra; cambio de nus, de mentalidad, de conducta interior; cambio de percepción y regreso atrás a Dios.
Esta teognosía es la teología eterna, que es ofrecida a los fieles por la zeoría-contemplación espiritual de la persona/rostro/cara de Dios. Este sabor del fruto de la teognosía, por supuesto que empieza de la vida presente. Incluso en estos frutos existe también la promesa eterna de los eternos bienes, la promesa de Cristo de que nos dará la eterna bienaventuranza.
Este río que es el Espíritu Santo y que lo proporciona el Cristo, es nuestro alimento tanto aquí como allá, tanto en en el mundo presente como en el futuro, porque seremos llamados y seremos hombres espirituales. Y aquí nos llamamos hombres espirituales y allí decimos que tenemos cuerpos espirituales. No inmateriales, sino regulados por el Espíritu Santo; no por leyes biológicas, sino por el Espíritu Santo.
Por tanto, veis que el Espíritu Santo es nuestro alimento, tanto aquí como allá; tanto para nosotros como para los Ángeles.
Por eso, san Andrés de Kesarea dice también que árbol de la vida se llaman también los fieles, nosotros trópicamente… según imitación a Cristo. Y estamos en el río, es decir, tomamos también de los zumos del Espíritu Santo. Y riega a los Santos que están sembrados en un lado y al otro de las orillas del río (J.P.Migne, P.G., tom. 106, logos 23 cap 68 pag 441B).
En concreto, acordaos del Salmo 1º que dice “árbol plantado junto a corrientes de aguas… y su hoja no cae”.
El fiel es asimilado con el árbol que está cerca de las desembocaduras de un río y allí este árbol sediento y alegre tiene toda su posibilidad de beber cuánta agua quiere, que dará su fruto en su tiempo y sus hojas no caerán, estarán siempre, es decir, de hojas perenes. Cada fiel es asimilado como este árbol.
De que cada fiel es el árbol de la vida, sobre este tema exactamente, tiene una icona-imagen muy bella el profeta Ezequiel, cuando ve aquel río majestuoso que emana de los portales del templo y desemboca en el Mar Muerto y dice en el capítulo 47:
“Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado… Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, no se envejecerá nunca y sus frutos nunca faltarán, porque sus aguas emanan del santuario del Altar de los Altares; y el fruto de estos árboles estará dando alimento, y su hoja para terapia dando medicina” (Ez 47, 7·12).
Es decir, este río es el Espíritu de Dios, que procede del Padre y es enviado por el Hijo, comienza desde el templo y desemboca al Mar Negro y da vida. Atención a este último medio versículo, “y el fruto de estos árboles estará dando alimento, y su hoja para terapia dando medicina”. Es decir, las hojas son ofrecidas para que proporcionen salud. Acordaos bien de esto.
Y el Evangelista Juan en el Apocalipsis dice que “y las hojas del árbol son ofrecidas para la terapia de los hombres de las naciones” (Ap 22,2). Veis concordancia del Antiguo y del Nuevo Testamento. Es decir, dice que también las hojas del árbol tienen cualidades terapéuticas para los fieles de todas las naciones que se habrán salvado. Y esta cualidad terapéutica será la vida. O sea que en la Realeza increada de Dios la vida será eterna e incorruptible. Sin embargo, existe una diferenciación. Atención algo aquí que envidiaréis, que quizás será la única, diríamos, envidia sana en la Realeza increada de Dios. Me diréis: ¡Puede que no exista ninguna envidia en el reinado de la Realeza increada de Dios! Atención:
San Andrés de Kesarea dice que “los frutos de aquel árbol los comen aquellos que han fructificado en la vida presente cien, y las hojas de aquel árbol que también proporcionan la inmortalidad y la incorruptibilidad, las comen los que han fructificado sesenta y treinta. Porque cuanta diferencia hay entre las hojas y los frutos, tanta será también entre los que se habrán salvado entonces”.
Os acordáis de la parábola del sembrador, que el Señor allí dice una espiga en la tierra buena proporciona cien veces, sesenta veces y treinta veces (Mt 13, 4-23 Mrc 4, 3-20). Aquí hace una diferenciación de la atribución a cada fiel.
Amados míos, no somos Pablos (¡sin duda alguna!), no somos Crisóstomos… no somos Antonios… pero somos unos fieles. Ellos fructificaron cien, nosotros sesenta, treinta. Y nosotros fructificamos, pero poco; menos pero mucho menos que aquellos. Eh pues, cuanta diferencia hay entre el fruto y las hojas, tanta es la diferencia también entre los salvados.
Prestad atención a esto: En el reinado de la Realeza increada de Dios unos son glorificados menos, otros son glorificados más, y tal como se ha escrito, una es la gloria, luz del sol, otra la luz de la luna, y otra la luz de las estrellas. Lo dijo también esto el Apóstol Pablo: “pues una estrella es diferente de otra en doxa-gloria” (1Cor 15,41).
Y el Cristo dijo “y en la casa del Padre hay muchas habitaciones”, es decir, el Padre de la casa. De estas, unas son dignas de menos brillantez y resplandecimiento y a otras más, según las obras de cada una. Es muy natural. Igual que existe diferenciación también en los infernados, os lo he dicho otra vez, no serán castigados igualmente. Y en el reinado de la Realeza increada de Dios, no serán glorificados todos lo mismo, pero aquello que tiene muchísima importancia está claro que es que todos estarán viendo la persona o cara de Cristo.
¿Qué significa que el árbol de la vida está en medio de la plaza?
En el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, leemos que tanto el árbol de la vida, como también el árbol de la gnosis del bien y del mal, están en el centro del Paraíso. Y aquí pues, también tendremos el árbol de la vida en medio de la nueva polis-ciudad.
Aquello, en el Paraíso antiguo, es el tipo del otro, es decir, el prototipo/original del reinado de la Realeza increada de Dios. Esto significa que todos los salvados, a pesar del grado de la doxa que os he dicho, todos tendrán visión, contemplación y expectación de la cara/rostro de Cristo. Todos verán la persona de Cristo, porque Paraíso, Realeza increada de Dios, es esto: expectación, contemplación de la persona o cara de Cristo.
Pero, atención, lo único que estará cambiando será la diferenciada comprensión teológica (con principal sentido la palabra “teológica”) y por consiguiente por ella estará cambiando también la bienaventuranza y dicha de los fieles, de los espectadores y de los habitantes de aquella polis-ciudad. Es decir, cada uno estará comprendiendo más y recibiendo más bienaventuranza y dicha, porque así tendrá mayor apertura a la gnosis increada de Dios, en esta Teo-gnosía que os dije anteriormente.
Pero también típicamente, diríamos técnicamente, que algo similar se hace aquí también en el mundo presente. El Cristo, el árbol de la vida, es el Misterio de la divina Efjaristía. Constituye la tesis central también de la Divina Liturgia y del Culto, pero también la tesis, posición central del templo.
Pero me diréis que la santa Mesa o Altar está en el centro del templo, está dentro en el Santuario. Oíd: en la antigua Iglesia la santa Mesa estaba en el centro del templo y podíamos decir entonces que es una definición de la Iglesia, una expresión sobre lo qué es la Iglesia. Por tanto, la Iglesia es la concentración y la participación alrededor de la santa Mesa. El laós-pueblo está en el centro, a imitación del arca de la escena-tienda del martirio, que estaba en el centro del campamento de los Hebreos en el desierto.
Por tanto, la santa Mesa o Altar hubo una vez que estaba en el centro, pero otras razones impusieron que sea colocada en el extremo. La primera construcción, diríamos, de las Iglesias, el plano y estilo arquitectónico era la real. Este estilo, plano no fue inventado por los Cristianos, sino que se encontró, porque los edificios de entonces, los edificios públicos tenían esta forma.
Tomad la galería de Atalo que está por debajo de la Acrópolis; es una construcción larga y estrecha. Esta galería de Atalo es real; así se llamaba. Por consiguiente esta largura, tal y como estaba hecha no facilitaba para que se hiciera el centro del misterio de la divina Efjaristía y fue colocada al extremo. Y en concreto allí se hace otra asimilación. El obispo estaba por detrás de la Santa Mesa, no estaba en el trono soberano, estaba atrás. Y los presbíteros estaban por detrás de la Santa Mesa, excepto a uno que oficiaba. Los otros estaban alrededor de la santa Mesa en unos asientos. Y allí el obispo observaba a todo el pueblo que había dentro del templo esta construcción larga y estrecha, una aula larga y estrecha como galería, que se asimila a un barco que el capitán está en el popel y observa todo el movimiento del barco.
Estos elementos y datos por supuesto son técnicos y no tiene mucha importancia. La importancia es que la tesis, posición central la tiene el Misterio de la divina Efjaristía, tanto para que sea visible como para que sea participada, es decir, verla y hacernos partícipes, participar y comulgar el Misterio de la divina Efjaristía.
Por esta razón, pues, el árbol de la vida está en el centro de la plaza. Amín.
Unidad 73 Apocalipsis 22, 3-4 Los misterios de la nueva ciudad, 5ª parte. El Dios Padre y el Cordero son omótronos
Homilía 94 a partir de la página 15. Y continúa su descripción san Juan: “Y no habrá más maldición alguna” (Ap 22,3). Y allí ya no habrá ninguna maldición.
Κατάθεμα katázema maldición es anatema, pero para que sea recalcada la concepción se escribe maldición. Significa por un lado maldición y por otro lado anatema o separación. Además que esto quiere decir anatemizo, significa que expulso a uno fuera de la frontera. Cuando decimos que la Iglesia anatemiza un fiel, significa que le saca de sus fronteras. ¡Y las fronteras o límite de la Iglesia es la divina Efjaristía! Es el centro y a la vez es también las fronteras, los límites.
Imaginaos un círculo. La divina Efjaristía es el centro, pero también la periferia del círculo. Cuando la Iglesia quiere anatemizar o excomulgar a uno, sacarle fuera de las fronteras, le corta la divina Comunión, es decir, no le permite comulgar; esto es el anatema o excomunión.
¿Os asustáis? Pues, sí, bien hacéis de asustaros, porque debemos tener las condiciones de comulgar a menudo. Para comulgar a menudo (lo diré otra vez), debemos cumplir las condiciones.
Cuando el guía espiritual te diga que no comulgues, ¿qué culpa tiene él? ¿Da su cuerpo el mismo? ¿Tengo que perder o ganar algo yo, de quitar algo de mí, de tacañear, si no te dejo que tomes la comunión? Simplemente no te dejo comulgar porque parece ser que no tienes las condiciones. Hermano mío, ten tú las condiciones y entonces comulgarás y estarás dentro de la Iglesia y no fuera. Porque no comulgar significa que estoy fuera de las fronteras de la Iglesia, es decir, soy anatemizado o excomulgado. Pero nos asusta la palabra anatema. Nos asusta porque ya que quiere decir separación, significa que no tenemos ningún lugar o posición en la Iglesia.
Por tanto, obviamente el pensamiento del divino Evangelista, cuando dice que “no habrá más maldición alguna”, es decir, allí no habrá ya ningún anatema y maldición, tiene en mente de nuevo el antiguo Paraíso, por el cual los primeros en ser creados recibieron también la maldición, (por supuesto que no los mismos, si queréis que hable con exactitud), sino también el anatema, es decir, fueron expulsados del Paraíso.
He aquí cómo lo dice esto en el Génesis: El Dios dice a Adán: “maldita será la tierra en sus obras” (Gen 3,17). Atención, el Dios no ha maldecido a Adán (ya que le reclamó) ni la tierra la maldijo. ¿Pero no dice, maldita la tierra? No, el Dios no maldice la tierra; el Dios no maldice Sus obras. Sino “la tierra en tus obras”, no la tierra por sí misma, sino cuando nosotros hacemos un trabajo, este trabajo será maldito, o sea, en otras palabras, es que no tendremos mejora, prosperidad. Es decir, uno estará sembrando, y unas veces estará lloviendo y otras veces lloverá poco; unas veces vendrá el gusano y otras vendrá la sequía y otras la inundación y no podrá prosperar. Tendrá cuanto haga falta para vivir y siempre estará con la agonía o miedo si tendrá cosecha buena, si sus trabajos irán bien. No lo sabrá no porque es maldita la tierra, sino la tierra sobre nuestras obras, durante le realización de nuestras obras.
Y otra cosa: “Y expulsó a Adán y le puso habitar frente del Paraíso” (Gen 3,24). Sacó a Adán fuera del Paraíso. Esto es el Κατάθεμα katázema (maldición y anatema). Tanto lo uno como lo otro es catázema-maldición. ¿O sea qué? Pues, marchó, salió, fue separado y anatematizado Adán, fue expulsado del Paraíso.
Por tanto, el significado de todo el versículo que os he leído es que en la nueva Jerusalén no va a repetirse ni maldición ni alejamiento, ni en grupo, ni individual; el que entra dentro ya no sale. En la nueva Jerusalén no existe caída, no hay expulsión de la nueva Jerusalén. Allí ya no hay anatema, ni excomunión ni maldición: “Y no habrá más maldición alguna”.
Por eso el profeta Zacarías apunta que: “habitarán en ella (en la nueva Jerusalén) y ya no habrá anatema y Jerusalén será habitada con la seguridad que nada de estas cosas ya van a suceder” (Zac 14,11).
Y el Evangelista Juan continúa: «Y no habrá más maldición alguna; y el trono de Dios y del cordero estará en ella eternamente, y sus siervos le adorarán» (Ap 22,3).
Atención aquí; es el trono común de Dios, y se entiende del Padre y del Cordero. No dice “tronos”, sino “trono”; “el trono de Dios y del cordero”. ¿Pueden sentarse en una silla dos hombres? No pueden. ¿Cómo pues aquí es un trono y dos personas?
Aquí con el decir “trono” y no tronos, quiere indicar la equivalencia del Padre e Hijo hecho hombre. ¡Es una cosa grandiosa! ¡Padre e Hijo son omótronos, tienen trono común!
¡Es digno de destacar que el Padre es omótrono no con el Hijo, sino con el Hijo hecho hombre! Es decir, no con el Hijo como segunda persona de la Santa Trinidad, sino con el Hijo de Dios como θεάνθρωπο zéanzropo Dios-Hombre. Es decir, entra también la naturaleza humana. El texto es claro. Lo volveré a leer: “y el trono de Dios y del cordero” que indica la naturaleza humana de Cristo, del Hijo de Dios, en la Realeza increada. Y el Padre y el zeánzropos-dios-hombre Jesús son omótronos-mismo trono.
¡Es decir, esta naturaleza humana, en otras palabras, nuestra naturaleza, esta que ha tomado por la Zeotokos, de nuestra naturaleza humana, subió hasta el trono de la Deidad! ¡Este es el grandísimo honor de la naturaleza humana!
¡Decimos ἄνθρωπος ánzropos hombre! ¡Si supiéramos qué es el ser humano o hombre!…
Os decía al principio que, para que podamos conocer quiénes somos, debemos tener teognosía, debemos estudiar bien quién es el Dios y en este caso quién es el Cristo, porque lo que sucede a Cristo sucede también a nosotros los hombres, a nosotros los seres humanos. Por eso el criterio de la gnosis humana es el Jesús Cristo. ¡Los hombres cuando no creen en Jesús Cristo han perdido los criterios antropológicos, no pueden ya conocer lo qué es hombre, y así matan a los hombres, son injustos con ellos y los hacen jabón!…
Aún aquí vemos algo muy importante, es decir, que también la naturaleza humana de Jesús Cristo, es decir, del Hijo, es adorada, venerada. Atención a este punto. Es adorada a causa de la unión hipostática de la naturaleza humana y de la divina en el Hijo.
Tenemos una persona/rostro, no tenemos dos personas. Tenemos una persona/cara, pero tenemos dos naturalezas, la divina y la humana. Y esta equivalencia del Hijo que se hizo hombre, junto con la naturaleza humana inseparable en los siglos por los siglos, parece en el evangelio según Juan, igual que aquí, que dice el trono de Dios y del Cordero es común.
Selecciono sólo dos o tres posiciones de la multitud que tiene san Juan en su evangelio: 1,1 Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ Λόγος… (en arjí in o logos)
1 En el principio el Logos era, es y será eterna e infinitamente; y el Logos existía con Dios y está en Dios; y el Dios era y es el Logos.
14 Y el Logos se hizo hombre de manera sobrenatural y plantó su tienda o acampó entre nosotros y nosotros hemos contemplado su δόξα (doxa gloria, luz increada) como unigénito de la misma naturaleza del Padre, pleno de Χάρις (Jaris, Gracia energía increada) y de Verdad.
- Y el Logos en el tiempo se hizo hombre; y teniendo como tienda de cabaña y templo su naturaleza humana, permaneció con mucha intimidad entre nosotros como uno de nosotros. Y nuestros ojos se saciaron de su resplandeciente y divina doxa (gloria, luces de luz increada), que se manifestaba con sus milagros y su enseñanza, además de su vida santa e impecable en todo. Era la doxa, la que no tomó por la jaris (gracia, energía increada) y regalada como la reciben sus creaturas lógicas, sino que la tenía natural de-el Padre como Hijo unigénito que era, pleno de Jaris con la que hacía milagros y ahora nos renace y nos ilumina, y, pleno de verdad con la que nos enseña.
Dice el Cristo: “Para que todos honren al Hijo, tal como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió al mundo” (Jn 5,23). Es decir, ¡tenemos equivalencia! Esto quiere decir que tienen un trono.
“El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió al mundo”. Es explícito y rotundo el evangelista Juan. Por no decir también otra cosa que dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre” 1Jn 2,23 ·5,22, es decir, que es ateo. Escuchad el significado del ateísmo. Con esta concepción, diríamos que los Hebreos son ateos. Ya que no tienen el Hijo, no tienen tampoco al Padre, por tanto, son ateos, sin Dios.
“Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30). ¿Habéis visto equivalencia? ¿Quién soy yo? Yo que os hablo ahora. Es decir, ¿cómo soy yo que os hablo ahora? Soy Θεάνθρωπος Zeánzropos, Dios-Hombre. Como Θεάνθρωπος Zeánzropos es uno con el Padre. ¡Veis que importante es esto!
San Juan refiriéndose al culto o adoración dice “a él”, e insinúa también que el Padre y el Hijo son omoúsios-consubastanciales, como lo va a decir un poquito más abajo.
¿Quién es el trono de Dios?
San Andrés de Kesarea dice: “Y los convertidos en trono de Dios por el reposo del Soberano en ellos, el trono de Dios son los mismos habitantes de aquella polis-ciudad”. El Cristo dijo: «y vendremos a él (al hombre fiel) y en él nos alojaremos permanentemente» (Jn 14,23). He aquí pues, que cada fiel, todos los fieles, serán la residencia del Santo Dios Trinitario, es decir, el trono será los mismos fieles.
Aquí se utiliza el verbo λατρεύω latrevo adorar o rendir culto, que tiene sentido absoluto. Tiene significado absoluto el adorar o rendir culto, y se refiere también al Padre y al Hijo hecho hombre.
Este culto o adoración al Hijo hecho hombre es absoluto con todas las dimensiones que se atribuía al culto a Dios.
Homilía 95. Le veneración y honor que se atribuye tanto a los Santos como a la Hiperagía Zeotokos, igual que podemos atribuir esta reverencia o veneración honorífica incluso también a una persona en el mundo presente, por ejemplo, al obispo, al presbítero, incluso a una persona distinguida que ha ofrecido muchas cosas buenas, o las personas ancianas o cualquier otro. Cuando beso la mano de mi abuelo o de mi padre, es una reverencia o veneración. Cuando hago una prosternación delante de una persona, a mi abuelo, a mis padres o a un presbítero (es decir, de la santidad del sacerdocio), por supuesto que esto es una reverencia o veneración, pero esta reverencia es honorífica. Esto lo encontramos mucho dentro en la Santa Escritura, especialmente en el Antiguo Testamento.
Jacob cuando regresa de su autoexilio, veinte años después, tratando de apaciguar la persona de su hermano Isaf, no dista, a pesar de que eran hermanos gemelos, por tanto tenían la misma edad, ni dista en reverenciar, venerar a su hermano. Y en concreto reverenciándole le dijo: “Viendo a tu persona o cara es como si hubiese visto la cara o rostro de Dios” (Gen 33,10). Y por supuesto que estas palabras de Jacob no tenían un carácter superficial, es decir, de encartuchar a su hermano Isaf; sin duda que había también este elemento, pero las palabras de Jacob tenían profundidad. Y tienen profundidad, porque más tarde, en la escritura ascética encontraremos las tesis o posiciones que dice que “cuando ves la cara de tu hermano, ves la cara/ rostro de Dios”. Y para que no os penséis y creáis que esto que dije es exagerado, este acontecimiento de Jacob es hagiográfico, está en el libro del Génesis, y voy a señalaros que el mismo Señor dijo que, cuando nos juzgará durante aquel día el grande y ésjato-último, nos dirá si hemos sido frente a Él misericordiosos o no misericordiosos, según nuestra posición frente a nuestro prójimo. Es decir, el Señor nos dirá: “Ya que fuisteis misericordiosos a uno de estos hermanos míos, (¡a estos Sus hermanos!), lo sois también a mi” (Mt 25, 31-36).
Por tanto, veis que el mismo Señor llama cada ser humano hermano. Por consiguiente en la cara/persona del hermano tenemos la cara/persona de Dios. La demostración es que la Iglesia esto lo tiene como praxis suya, cuando el sacerdote sale a incensar a las iconas-representaciones del templo, a Cristo, después la Panaghía y los Santos…, luego inciensa al laós-pueblo. Lo hace porque el laós-pueblo son iconas-imágenes vivas de Jesús Cristo. ¡Atención, de Jesús Cristo! ¡No simplemente de Dios, sino de Jesús Cristo! Esto lo dice el apóstol Pablo (Rom 8,29). No somos icona-imagen de Dios, somos icona de Jesús Cristo.
Si me decís: “¿Pero no dice el libro del Génesis que el Dios ha creado al hombre a Su propia imagen?”.
Sí, dice san Irineo, porque aún no se había apocaliptado-revelado el misterio de la encarnación para decir que seremos imagen-icona de Cristo. Por consiguiente, la expresión allí es deficiente y se completó en el Nuevo Testamento, tal como apunta el apóstol Pablo y lo subraya san Irineo. Por tanto, somos icona-imagen de Cristo.
Cuando uno hace una reverencia a mí, y yo hago una reverencia a vosotros, esta reverencia es honorífica y por supuesto que está permitida. No toméis aquel caso absoluto que dice el Señor: “no llamaréis a nadie padre sobre la tierra; uno es el padre vuestro. Y no llamaréis a alguien maestro, uno es el maestro, el Cristo” (Mt 23, 8-10). Amados míos, allí son casos absolutos. La demostración es que en ninguna parte en la Santa Escritura está escrito que no llamemos padre al padre que nos ha engendrado, nuestro padre. ¿Cómo le voy a llamar a mi padre, Jorgito o Jaimito? Le llamaré padre. Nadie jamás nos lo ha prohibido esto. Y no sólo esto, sino que el mandamiento honra a tu padre y a tu madre es renovado por el mismo Cristo en el Nuevo Testamento, “¿Señor, qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?”, dice aquel jovencito, “debes cumplir los mandamientos” ¿Cuáles? “Honra a tu padre y a tu madre….” (Mrc 10, 17-22 Lc 18, 18-23), y etcétera.
Por tanto esto allí significa padre en el sentido absoluto. Pero cuando nos expresamos para un gobernador de un país, como este poeta Francés, el Aragón, (otra vez os lo dije), que había dicho sobre Stalin “te ríes, y florecen los campos y sale el trigo…” ¡Eh, esto no, esto es inadmisible, es un necedad! ¡No que se ría una persona y salga el trigo! En este sentido lo dijo Cristo esto de “no podéis llamar padre a alguien en la tierra”. No es el padrecito como una vez se llamaba a Stalin. No es padrecito, sin duda; es un ser humano. El que yo le haga una reverencia, besarle la mano, en el sentido honorífico de la reverencia o veneración, por supuesto que esto es admisible, pero en el sentido absoluto, no.
O sobre la exclamación al profesor: ¿No decimos “señor maestro” en el colegio? ¿No llamamos al didáskalos-maestro, como maestro? Pero el Cristo dice “no os llaméis rabí”, es decir, didáskalos-maestros, con el significado absoluto, es decir, el que es didáskalos-maestro lo es todo. No vemos en ninguna parte que se prohíba o sea tema de discusión a no decir didáskalo-maestro al maestro. Pero con el sentido absoluto, que vino a decirnos la Verdad con V mayúscula uno es Didáskalos-Maestro que nos la dijo: el Jesús Cristo. Nosotros los demás somos didáskalos-maestros relativos, somos profesores relativos, somos padres relativos.
Y el verbo λατρεύω latrevo adorar, rendir culto, venerar, honrar quiero/amo excesivamente, no se refiere a hombre, se refiere sólo a Dios, por eso dice aquí que adorarán o rendirán culto a Dios y al Cordero. Así que aquí vemos que existe el culto o adoración en su absoluta consideración.
¡Se rinde culto también al Cordero, es decir, al Hijo que se ha hecho hombre y tomó la fisis-naturaleza humana, nuestra naturaleza, esta que es tal como la conocemos, la fisis-naturaleza humana, es decir, un cuerpo descrito con sus dos manos y con sus dos pies, esta pequeña creación que se llama ser humano y la tomó Dios! ¡Ahora esta naturaleza-fisis humana de Cristo es adorada, amados míos! ¡Sí, sí, es adorada! Y en concreto especialmente os rogaré que prestéis especial atención aquí.
Primero lo que dice la Santa Escritura. Oíd como lo formula: “y el trono de Dios y del Cordero estará en ella eternamente, y sus siervos, le adorarán” (Ap 22,3), es decir, los fieles del reinado de la Realeza increada de Dios.
No dice “a ellos”, porque el Dios es uno. Y no dice tronos, porque el trono es uno, porque el Dios es uno. La esencia es una, las personas son tres; por consiguiente uno ve el culto o la adoración no se atribuye simplemente al Hijo, sino al Hijo hecho hombre. Pero se rinde culto y se adora el Cordero y se rinde culto y se adora absolutamente, con el significado absoluto de la palabra λατρεύω latrevo adorar, rendir culto, venerar, honrar, amar/querer excesivamente. Y ahora es venerado o adorado en la Iglesia militante, dentro en el espacio y el tiempo, es adorado, venerado en el Misterio de la divina Efjaristía. Es decir, ¡el Cuerpo y la Sangre de Cristo son adorados, venerados y se rinde culto!
¿Cómo lo veis esto? ¡En la praxis, nos sobrecoge miedo y temblor sobre la Divina Efjaristía, no vaya ser que caiga una gota, que se extravíe cayendo algo! ¡Reverenciamos, veneramos! ¡Incensamos! Con temor y temblor tomamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Y Ángeles observan, como dice san Juan el Crisóstomo, en honor del Cristo expuesto rodeándole con temor y miedo la Santa Mesa o Altar, porque el Cuerpo de Cristo es venerado, adorado y reverenciado!
Y lo maravilloso es que delante nuestro tenemos un trozo de pan encima del Diskarion-Disco y dentro en el Cáliz tenemos el vino, pero estos se han transformado por el Espíritu Santo, exactamente igual que el Espíritu Santo ensombreció y tocó la Zeotokos-Madre de Dios. Pregunta la Zeotokos: “¿Cómo se hará esto en mí?…El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra” (Lc 1,34). El Espíritu de Dios creó la encarnación del Dios Logos en las entrañas de la Zeotokos. Y nosotros decimos al Padre que envíe Su Santo Espíritu: “Padre nuestro, envía tu Santo Espíritu en nosotros y sobre estos regalos expuestos” (Oración de la Divina Liturgia). No sólo en estos regalos expuestos, ni sólo en nosotros; nosotros debemos hacernos adecuados para recibir los honrados Regalos. Por consiguiente debe venir el Espíritu Santo en nosotros, a hacernos adecuados a tomar aquellos regalos que transformará en Cuerpo y Sangre de Cristo. “El que comulga en Espíritu Santo”, ya que las has transformado por el Espíritu Santo en “Cuerpo y Sangre de tu Cristo”. Aquí están también las tres personas de la Santa Trinidad; se entiende, que lo comprendéis. “Y transformar también el vino en Sangre de tu Cristo, ya el Espíritu Santo el Tuyo, vendrá a transformar estos regalos”.
¡Así que el Cristo es adorado, venerado, se le rinde culto!
Arrío decía que el Cristo no es Dios, sino que es creatura, creación, esto que susurran y chupetean también los ateos Milenaristas y los Testigos de Jehová… Dije ateos, y no es una exageración. El que no tiene al Hijo, ni al Padre tiene, y por consiguiente es ateo. No lo digo yo, lo dice Juan el evangelista en su Evangelio y sus Epístolas (1Jn 2,23 · 5,12). Por tanto, uno que no acepta al Hijo como Dios hecho hombre, tampoco tiene al Padre, es ateo.
Os dije que ateo no es sólo aquel que niega (así totalmente con clemencia lo decimos esto), no es aquel que niega que existe Dios, este que dice que no existe Dios. Ateo no es sólo este; ateo es también aquel que no acepta la zaenzrópina-divino-humana naturaleza de Cristo, ¡Lo habéis oído, os lo ruego por favor! No vaya ser que quede alguno durmiendo en alguna esquina y no lo ha oído. Lo vuelvo a decir: ¡El que no acepta la zanzrópina-dino-humana naturaleza de Cristo es ateo! Y la calificación no es mía.
Si el Cristo fuera creado, es decir, creatura, entonces con el culto de Cristo retornamos a la idolatría, porque rendimos culto una creación. Pero el Cristo por eso vino, para librarnos de la idolatría. ¡Cómo pues, adorando o rindiendo culto a Jesús Cristo, si no fuera Dios, no volveríamos a caer de nuevo en la idolatría?
Así que tenemos que escoger esto: O aceptaremos que Jesús Cristo es Dios y Le rendiremos culto, adoraremos y veneraremos con Su naturaleza zeanzrópina-divino-humana, o, si no Le creemos y Le adoramos, rendimos culto, entonces somos idólatras! Pero el Cristo es Θεάνθρωπος Zeánzropos Dios-Hombre, el culto y adoración hacia Él segurísimo que no es idolatría.
Retornamos al texto: “y el trono de Dios y del cordero –del Cristo-estará en ella (la ciudad se entiende) eternamente, y sus siervos le adorarán, rendirán culto”.
Aquí no se ve el Espíritu Santo. Muchísimas veces, dentro en la Santa Escritura, tenemos aspectos, facetas que se refieren sólo el Hijo o sólo el Padre o sólo el Espíritu Santo, o alguna vez las dos personas o algunas veces también las tres personas. Por supuesto que os he explicado una vez más que el trono es del Padre y del Hijo y el río que sale desde el trono es el Espíritu Santo. Tenemos las tres Personas de la Santa Trinidad. Pero en este caso, todas estas cosas son iconas-imágenes, por esta razón este momento podríamos ver aquí como trono de Dios, que es el trono del Padre y el trono del Cordero y los siervos de Dios que rinden culto, adoran al Padre y al Hijo.
“Los siervos de Dios”. Esto dice el texto sagrado. Es digno de destacar que dentro en el libro del Apocalipsis, se entrelazan e intercambian las calificaciones y caracterizaciones de los habitantes de la polis-ciudad. Unas veces se llaman dulos-esclavos o siervos, otras santos, otras veces divinos o sacerdotes, otras laós-pueblo de Dios, otras veces temerosos de Dios, otras la novia. Cada una de estas nominaciones expresa una faceta de los salvados, una actitud o posición, yo diría una beneficencia, un privilegio, una cualidad.
¡Pero la desgracia es (para nosotros los hombres siempre y sobre todo cuando estamos y decimos que estamos dentro en la Iglesia), que cuando estamos alterados por el espíritu de la Santa Escritura, afectamos y ofendemos la cualidad de “dulos-siervo fiel de Dios” según los modelos o tipos culturales y sociales mundanos! Y como esto se ha observado últimamente, por eso os lo recalco. ¡El tema ha llegado hasta el parlamento! ¡No podemos decir que “se casa tal dulos-siervo de Dios con la tal o cual sierva-dula de Dios! ¿Qué quiere decir “dulos-siervo de Dios? Tenemos democracia, tenemos socialismo… ¿el dulos-siervo de Dios? ¿Dónde nos encontramos, en la Edad Media?
¡He aquí! Veis que, los hombres alterados, no entienden. ¡Por supuesto que, si les dijéramos que la Santa Escritura llama también reyes a los fieles… entonces dirían que hablamos de reinado por rey, y esto obviamente tampoco les gustará!…
¡Por el amor de Dios! ¿Debemos adaptar las calificaciones que da para los fieles el logos de Dios? Tal como os he explicado, es siempre una tesis, una posición, una actitud, un privilegio y una beneficencia de parte de Dios hacia aquellos que se salvan y están en la polis-ciudad de Dios. Son iconas-imágenes estas, es decir, ¿deberemos a adaptar a estas calificaciones de la Santa Escritura en cada época con las expresiones políticas, culturales y sociales mundanas? ¿No creéis que esto es curioso, una cosa rara?
Lo dije porque estas cosas se están oyendo, porque está muy cercano a nosotros esto que ha sucedido, para que sepáis cómo debemos movernos. ¿En qué consistiría este culto? El culto tiene una dimensión amplia. Es en general la diaconía de Dios, la terapia de lo divino (terapiar quiere decir sirvo, diaconizo), el servicio, la diaconía de Dios.
Esta diaconía de Dios, es decir, el culto empieza desde tiempo muy antiguo. Vemos que Caín y Abel ofrecen culto a Dios con sacrificios; es decir, sacrifican animales. El primer trabajo que hizo Noé cuando salió del arca fue esto, a sea, venerar y dar culto a Dios con un sacrificio. Y cuando el Dios le dijo que “de los animales sucios tomarás tantos pares, en cambio de los puros, limpios tomarás muchos más pares” (Génesis), esta era la razón de tener bastantes animales y sacrificar a Dios, hasta que se multipliquen los animales. Abraham también él sacrifica (Ver Génesis).
Así en los hijos de los primeros en ser creados vemos el culto a Dios… Sin duda alguna los primeros en ser creados participaban también; sin duda que Adán y Eva hablaron también a sus hijos sobre este culto; sin duda alguna los primeros en ser creados tomaron de Dios el culto; Él les dijo cómo adorar, rendir culto a Dios. El culto se salvaguardó dentro en el género humano, pero se perdió el objetivo del culto, que es la persona del verdadero Dios y se transformó en culto a los ídolos. Sin embargo, el verdadero culto a Dios dentro en el trayecto de la Historia, se ha mantenido en algunas personas, de una forma admirable y de un modo misterioso.
Abraham conoció a Dios por apocalipsis-revelación, pero cuando vino en Jerusalén encontró una persona curiosa y misteriosa que se llamaba Melquisedek, (era el rey Salim; rey y sacerdote Jerusalén). Jerusalén por supuesto que no fue creada por los Hebreos, sino por los Jebusíos, los Cananeos, y mucho más tarde, quinientos años más o menos después de la cohabitación de los Hebreos en tierra Canaán, fue conquistada por David, como ciudad con la nominación de Jerusalén. Por tanto, Melquisedec ofreció a Abraham la décima o diezmo para hacer sacrificio a Dios, con panes y vino, protiposis o prefiguración del Misterio de la divina Efjaristía. ¿Dónde conocía a Dios este Melquisedec? ¿Es misterio? Dentro de la trayectoria, os dije, la Historia humana había el monoteísmo y el culto o adoración a Dios.
Así que, por el culto a Dios por los animales, desde entonces hasta el culto lógico de los Cristianos como sacrificio sublime del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Divina Liturgia, tenemos el culto de Dios.
Pero tenemos también un otro culto hacia Dios, el culto diario, igual que entonces en el Antiguo Testamento que se recalcaba el culto diario a Dios, por los sacrificios. Este es el culto lógico, no ya el Cuerpo y la Sangre de Cristo sino el culto que ofrecerá cada fiel a Dios, y no es más que lo que dice san Crisóstomo: “¿Y qué es el culto lógico? Es la diaconía, servicio y gobernarse y vivir según Cristo…”
En este sacrificio el hombre es el mismo sacerdote, sacrificador, es decir, también el sacrificio. ¿Qué ofrece? El sí mismo. Os analizo lo que dice san Crisóstomo:
Es la diaconía espiritual, el gobernarse y vivir según Cristo; el modo que vive cada uno es un sacrificio, si cada día ofrece a Dios sacrificios, carnes, -“sacrificios divinos” como dice Cabásilas-, es también el mismo sacerdote su propio cuerpo y la virtud de su psique. ¿Cómo? Cuando es prudente y apacible, cuando es puro, cuando es autodominante y continente, entonces ofrece culto a Dios y refiere (el verbo referir es de dimensión litúrgica, por eso también la oración o bendición del corazón o de Jesús, se llama oración de la santa Anáfora), entonces ofrece a Dios el culto lógico de sí mismo.
Cuando, amados míos, el hombre dirá no al pecado y dirá sí en la virtud, esto es sacrificio. Y así su autogobernación y actitud según Cristo es un sacrificio a Dios.
Tenemos también otros sacrificios. El apóstol Pablo recalca estas formas, y en general la Santa Escritura. La oración es un sacrificio; la alabanza es un sacrificio; la psalmopdia es un sacrificio, es el sacrificio de los labios, y etcétera. Pero el sacrificio sublime es el martirio; cuando uno ofrece el sí mismo a martirizar por Cristo.
Pero no vayáis allí. No sé quiénes se harán dignos de este martirio, quiénes realmente se dignarán; sólo una cosa: para que lleguemos allí quizás deberemos cada día que ofrecer sacrificio de martirio y confesión. Privarnos de algo, tener paciencia en algo, de una burla que nos dirán o harán, una privación sin gemir, y etcétera. Decir, por ejemplo: No hago esto que me sería muy agradable o mundano; me lo privo. Esto es un sacrificio y este sacrificio es realmente bien recibido de Dios. Es lo que dijo el Señor a la mujer samaritana: “Pero llega la hora, y ahora ya es, cuando los adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así son los adoradores que el Padre quiere” (Jn 4,23). A este tipo de veneradores, adoradores y orantes pide y busca el Dios; aquellos que venerarán y rendirán culto a Dios espiritualmente y de verdad.
Por tanto, el verdadero culto es la verdadera gnosis, la doxa (doxa, además de gloria quiere decir también opinión; decimos Orto-doxa, es decir, doxa recta, opinión correcta), la verdadera fe para el Dios y Su obra, igual que el misterio de la divina economía, que lo trabajó para nosotros.
El engaño y la herejía no constituyen culto, sino blasfemia. Por eso no es fanatismo decir que ·no tolero a los hombre heréticos”. ¡No es fanatismo, lo vuelvo a decir! La herejía no constituye doxología de Dios, no constituye culto ni sacrificio; es cosa abominable porque es blasfemia.
El verdadero culto es también la vida espiritual, como os he explicado, y aún la memoria a Dios. Cuando tenemos la memoria a Dios, ella es también veneración, adoración y culto a Dios.
Pero en aquella ciudad bienaventurada, la eterna Jerusalén, la Realeza increada de Dios, ¿cómo rendirán culto y adorarán a Dios sus habitantes?
En principio, como presencia de ellos dentro en aquella ciudad, la presencia de Santos, de los habitantes como Santos, esto es culto a Dios. “El Dios reposando sobre Sus santos”, dice la Santa Escritura. Por tanto, la presencia de los Santos, de los habitantes como Santos es culto a Dios.
Después la comprensión de la agapi de Dios, de la sabiduría increada de Dios y la fuerza de Dios por parte de los habitantes de la polis-ciudad eternamente será también esto un culto hacia Dios. Pero también el himno eterno de Dios y esto será también culto a Dios.
Todas estas cosas constituyen el culto a Dios por parte de los fieles en aquella polis-ciudad, en la Realeza increada de Dios.
Esto es también la obra de los santos Ángeles. Los santos Ángeles esto lo ofrecen como culto a Dios. Esto será la obra de los Santos de Dios. Y es la obra por excelencia del hombre, tanto en la Iglesia militante, como también en la triunfante; tanto en la Iglesia triunfante, como también en la militante.
¡Lo dije así, doblemente, amados míos, para que entendamos que cualquier de los trabajos que hagamos en nuestras vidas, son elementos segundarios! Aquello que tiene importancia y debemos entenderlo, es que la primera obra que tenemos que realizar aquí en esta vida, es llegar a adorar, a venerar y al culto correcto a Dios. Amín.
Unidad 74 Apocalipsis 22, 4-5 Los misterios de la nueva polis-ciudad, 6ª parte Θεοπτία zoptía visión divina: el apogeo de la marcha o camino
Homilía 95 a partir de la página 12. Avanzamos un poco: “Y verán su rostro/cara” (Ap 22,4). Pero aquí imprecisamente, da a entender de Dios y del Cordero. No dice de “estos”, sino de “él”, expresando lo equivalente y lo omousio-consubstancial.
¡Aquí amados míos, nos encontramos en el corazón del corazón de todo el libro del Apocalipsis, incluso de toda la Santa Escritura, de todas las luchas cristianas, de la fe, de la esperanza y de la agapi! ¡Estamos en el corazón! ¡Todo está aquí! ¡Es la escondida, es la deseada, es la esperada y desde tiempo acechada zeoría-contemplación, expectación espiritual de la persona/ cara/rostro de Dios, como dice el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos! (Rom 8,19). ¡Eso es! ¡Lo que hagamos, todo nuestro combate y lucha, todo intento es para llegar a ver el rostro/cara/persona de Dios!
El laós-pueblo lo dice sencillamente: “¡No veremos la cara de Dios!” (Costumbre y expresión popular helénica). Cuando alguna vez cometemos algunos pecados, decimos: “¡No veremos la cara de Dios!”, porque esto constituye el último propósito y fin de nuestra vida. Es decir, la finalidad es alcanzar la zéosis, es decir, llegar a ser semejantes a Cristo; Él deificado y nosotros también deificados, glorificados y como semejantes a Él veremos Su cara/persona/rostro. Esto constituye el altísimo esfuerzo e intento. Esto es el Cristianismo. Que lo sepáis, allí debemos llegar: ¡Vemos el rostro, la cara, la persona de Dios!
Si me preguntáis, “¿esto es todo?”, por supuesto que podría deciros muchas cosas, y os diré a continuación, pero me gustaría a ayudaros con un ejemplo, más vivo y más vital para que todo esto lo entendáis mejor:
¿Entre dos seres humanos enamorados qué tendría mayor valor? ¿Un traje? ¿Un vestido? ¿Una casa? ¿Un coche? ¿Miles de dineros? ¿Dracmas, liras, euros y oro? ¡No lo creo! ¡El mayor valor lo tendría que se vieran cara a cara estas dos personas enamoradas! Esto es lo que os digo tanto rato, amados míos, que el bien sublime es esto: ¡ver la cara, rostro o persona de Dios! ¡Sí, sí, sí esto es! ¡Porque si para alguien la felicidad sublime es poder ver la persona, la cara que ama, entonces cuánto más debe ser la felicidad sublime que uno vea la cara/persona de Cristo glorificado, del Dios glorificado! ¿Se puede medir esto? ¿Se puede comparar?
Dije este ejemplo, para que más o menos podáis entender qué quiere decir “veo, contemplo el rostro, la cara/persona de Dios”. ¡Y la cara/rostro/persona Lo estaremos viendo insaciablemente! La frase no es mía, es de san Simeón el Nuevo Teólogo: “saciarse insaciablemente”. Te estarás saciando sin saciarte… y esto dentro en la Eternidad. Infinito el Dios e infinita la zeoría-contemplación, expectación de Su persona/cara.
Así tal y como el divino Evangelista pone el tema y expresa con tanta sencillez y seguridad, ”y contemplarán verán el rostro, cara de él”, indica que la zeoría-contemplación espiritual de la cara, rostro de Dios es una realidad.
San Andrés de Kesarea escribe: “y los fieles Le verán cara a cara, no enigmáticamente, (no os explico lo que quiere decir enigmáticamente lo veremos un poquito más abajo), sino que Le verán tal y como Le vieron los Apóstoles encima del monte Tabor, como dice el gran santo Dionisio el Areopagita”.
Por tanto, diríamos, he aquí la demostración de la verdad. ¡La Metamorfosis de Cristo, como acontecimiento histórico! Esto es la zeoría-contemplación espiritual; es un hecho, un acontecimiento. La Metamorfosis de Cristo se ha hecho sensible, visible a los tres Discípulos, Pedro, Jacobo o Santiago y Juan.
Pero diréis: ¿Cómo la creación, el ser humano, llegará a ver al invisible e infinito Dios?
Sobre esto san Cirilo de Jerusalén, en su 10ª Catequesis, en el 7º párrafo, dice: “Por eso pues, como no podía nadie ver la cara-rostro-persona de la Deidad y vivir, el Dios tomó la naturaleza humana, la cara, rostro humano para que Le veamos y vivamos. Y cuando quiso indicar esta cara, rostro apenas con una poquita doxa-gloria (luz increada), apenas con una rendija de la divina doxa increada, Su cara, rostro ha resplandecido como el sol, y sus discípulos cayeron al suelo por sus miedos. Pero, si su cara del cuerpo cuando resplandeció provocó temor y miedo, ¿cómo podría uno ver la doxa increada de la deidad?”.
“¡Se hizo cargo de la cara o rostro de la humanidad, para que viendo esto vivamos! ¡Qué bella esta frase! Esto será nuestro alimento en el reinado de la Realeza increada de Dios! Esto será nuestro alimento en la Realeza increada de Dios, esto será nuestra αθανασία azanasía-inmortalidad, el ver el rostro-cara-persona de Dios.
Amados míos, toda la Santa Escritura revela que el rostro-cara-persona de Dios, el hombre la vería verdaderamente. Atención toda la Santa Escritura esto nos informa, todo tiende a este punto, en que el hombre llegaría a ver el rostro, la cara de Dios, y aquí y allí, en la eternidad, como persona-cara de hombre.
El profeta Baruc, por ejemplo, dice: “éste nuestro Dios… se ha visto en la tierra y se relacionó con los hombres” (Bar 3, 36-38). ¡Qué otra cosa significa sino que veríamos el rostro, la cara/persona de Dios con la cara humana!
Y san Simeón el Teodojos-receptor de Dios, que antes de ayer hemos festejado la fiesta de Υπαπαντή ypapantí-Presentación de Jesús al templo, dijo: “Ahora, Señor, despide y libera a tu siervo en paz, conforme a tu logos; porque han visto mis ojos al Salvador del mudo” (Lc 2, 29-32), el Cual es la Luz increada de las naciones. Vio el rostro, la cara de Dios en la cara, persona de Jesús Cristo.
Por eso Clemente de Alejandría, en su “Pedagogo”, dice: “Y persona, rostro o cara de Dios es el Logos dentro del Cual se ilumina y se reconoce el Dios. ¿Cómo voy a conocer a Dios? Por Su Logos, el Logos increado que se hizo hombre.
Y como dice de nuevo el mismo: “Perona, rosto-cara se llama el Hijo del Padre, ya que llevaba cuerpo con carne y hueso con los cinco sentidos, el Logos, el anunciante de la cualidad Paternal. ¡Por tanto, el rostro, la cara o persona del Padre es el Hijo que se hizo hombre!
Por eso cuando Su alumno Felipe dijo: “8 Señor muéstranos al Padre y nos basta. 9 Jesús le dijo: «Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 9. Jesús le dijo: Felipe ¿llevo tanto tiempo con vosotros y todavía no me conoces quién soy sobre mi divina naturaleza? Es decir, que yo soy el Hijo de Dios y Dios, como el Padre. El que me ha visto a mí y se ha introducido al misterio de mi encarnación, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 10 ¿Tú no crees que yo estoy unido en el Padre y el Padre en mí? La sabiduría de los logos que yo os hablo y enseño no los digo de mí mismo, sino el Padre que permanece unido en mí, él energiza y realiza las obras” (Jn 14, 8-10). Somos omoúsios-consubstanciales.
Por tanto, ¿cuál es la persona-cara-rostro del Padre? Es la del Logos increado hecho hombre. Esta es la cara-rostro del Padre.
San Andrés de Kesarea es muy claro cuando se refiere a esto que dice san Dionisio el Areopagita, el que veremos a Dios en la cara-rostro-persona de Cristo, es decir, cara a cara, igual que los Discípulos Le vieron en la Metamorfosis del monte Tabor.
Pero con la diferencia que en el Tabor los discípulos vieron a Cristo “según y a medida de lo que podían” (Apolitikio de la Metamorfosis), porque la naturaleza-fisis humana aún no había sido renovada para ver la mucha doxa-gloria (luz increada). Pero en el siglo futuro, cuando nos habremos renovado/regenerado, entonces veremos que ahora no podemos ver, pensar o imaginar, de todas formas seguro que veremos la cara/persona glorificada de Cristo. Los hombres aquí probaron sólo un pequeño sabor. No os creáis que la cara de Cristo la vieron sólo los tres Discípulos; porque alguno puede decir que esta exclusividad es un poco sospechosa. Pero también el Apóstol Pablo dice que “¿no he visto a Jesús Cristo el Señor nuestro?” (1Cor 9,1). ¿Y a dónde Le vio? Por lo menos lo que el mismo nos dice, Le vio al camino hacia Damasco. ¡Le vio como el sol! Es decir, Le vio tal y como Le vieron los Discípulos en el monte Tabor, pero aquellos no se cegaron, porque tenían el corazón katartizado purgado, limpio, puro y cayeron al suelo. Pero Pablo también él cayó al suelo y se asustó, pero no quedó ciego, porque iba como perseguidor contra a Cristo.
Y Dios sabe cuántas apocalipsis-revelaciones de Jesús Cristo tuvo el apóstol Pablo, cuando dice que el Evangelio lo recibió directamente de Cristo y que no es Apóstol de segunda línea.
Pero también tantos Santos que recibieron la divina doxa-gloria increada, resplandecieron como doxa del Cristo metamorfoseado en el Tabor. Este es el testimonio histórico, estas son las demostraciones, amados míos. Este es el testimonio, os lo digo una vez más.
Así claramente relata san Juan el Evangelista en su epístola 1Jn 3,2; acordaos de este pasaje, que dice: “2 Queridos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos, contemplaremos tal y como Él es. [2. Queridos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado qué seremos al futuro. Pero conocemos que cuando Cristo se manifieste con toda su doxa-gloria y jaris-gracia, nosotros también nos convertiremos y seremos semejantes a él en doxa y jaris. Entonces lo veremos y contemplaremos tal y como es con su doxa y jaris (energía y luz increada) que también será nuestra doxa y jaris]” (1Jn 3,2). Los iguales del mismo género se ven, por eso dice que seremos semejantes a Él, es decir, que seremos nosotros también glorificados. ¡Inconcebible, difícil de captar! ¡Realmente es inconcebible!
¿Y cuál es el rostro/cara de Dios?
Ántimo de Jerusalén escribe: “Esta es la cara, rostro… de Dios, el cual es su luz y decoro, tal y como los Apóstoles contemplaron Su doxa increada en el monte Tabor”. ¡Esta es la cara de Dios, la doxa-luz increada! Porque, naturalmente la usía-esencia de Dios, ¿quién la puede ver?
En el Antiguo Testamento, tal como sabréis, aparecía sola la doxa increada de Dios, pero en el Nuevo Testamento aparecía también en la cara/persona humana que tomó el Dios, y esta glorificada. ¡En la Realeza increada de Dios tendremos la cara/persona humana de Cristo, en una inconcebible doxa-gloria, luz increada!
Y sin embargo, amados míos, en el Antiguo Testamento la zeoría-contemplación, expectación espiritual de Dios no aseguraba la vida. En la exigencia de Moisés para ver la cara de Dios, el Dios respondió: “No podrás ver mi cara; porque no me verá hombre, y vivirá” (Ex 33,20). Morirá no puede vivir. Hoy en día, amados míos, para vivir, debemos ver el rostro/cara de Dios; porque se ha hecho hombre, se hizo la encarnación. ¡Oh, si supiéramos qué significa encarnación o humanización…!
No obstante, permitidme deciros dos palabras sobre qué siguió y después analizaros de alguna manera estas cosas que dijo Dios a Moisés, cómo las ha padecido y vivido san Gregorio el Teólogo. Por tanto dice a Moisés:
“Y dijo aún el Señor: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; hasta cuando pase mi doxa increada, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no aparecerá ni se verá mi rostro o cara”. Estas realidades dice Moisés.
Ahora, san Gregorio el Teólogo, amados míos, en su “B´ Logos Teológico”, en el párrafo 3, oíd lo que dice:
“¡Oh amigos míos, iniciadores a los misterios y co-amantes de la verdad, qué es esto que padecí y viví! ¡Corría para asir, captar y coger a Dios, y así subí a la montaña, atravesé la nube, entre a través de la nube y de la materia y de las cosas materiales, entonces me doblé y me recogí en mí mismo. Cuando giré atrás para ver, apenas pude ver las espaldas de Dios; y esto porque fue cubierto por la piedra, es decir, por el encarnado Dios Logos para nuestra gracia. La piedra que esconde la deidad es la encarnación de Dios, el Cuerpo-Sarx de Cristo. Y después de poco rato me agaché, no vi la primera usía-esencia, es decir, la sustancia de Dios, y con ella entiendo la santa Trinidad y la que queda dentro en el katapéstasma-velo que está cubierta y escondida por los Querubines, pero la última que llega a nosotros es la divina doxa increada. Esta la usía-esencia de la divina doxa que no es visible, se esconde también por los Querubines, y los Querubines se esconden de sí mismos. Esta, por lo que conozco, es la grandeza que se proyecta dentro de las creaciones y por las cosas que son gobernadas por Él, o como la llama el divino David, es la majestuosidad de Dios. Pero ella es también algo mucho más allá que las creaciones; las creaciones se pierden delante de esta zeoría-contemplación, expectación divina. Pero estas son las espaldas de Dios, es la divina doxa increada, las cosas que están junto con Él, son cualidades Suyas. La divina doxa increada comienza de las creaciones, desde el ver uno la sabiduría-sofía, la fuerza y la agapi increada de Dios a las creaciones, hasta que vea la luz increada”.
Por tanto, san Gregorio el Teólogo, amados míos, lo que vivió y relató, es lo enigmático. Todas estas realidades constituyen algo que es enigmático, que dice el apóstol Pablo “en enigma” (1Cor 13,12). Os lo he dicho anteriormente y os dije que os lo analizaré esto que dice el apóstol Pablo, es decir, en el siglo presente la gnosis que tenemos de Dios y Su zeoría-contemplación, expectación divina es enigmática, no es inmediata. En la Realeza increada de Dios veremos directamente a Dios; pero aquí la zeoría es enigmática. ¡Y Moisés visionario de la divinidad, vio a Dios enigmáticamente! Y Elías también visionario de la divinidad, él también vio enigmáticamente a Dios.
Oíd cómo lo señala el apóstol Pablo: “porque parcialmente conocemos y profetizamos. Cuando venga lo perfecto, entonces desaparecerá lo parcial e imperfecto. Cuando yo era niño pensaba, razonaba y hablaba como un niño. Cuando llegué a ser hombre, se despojaron y desaparecieron las niñerías, las cosas de niño, pero cuando me hice hombre anulé el comportamiento niñero…”
¿Cuándo vendrá lo perfecto?
Cuando nos encontraremos allí en el reinado de la Realeza increada de Dios. Allí ya no seremos niños, allí maduraremos, allí seremos perfectos “a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13), y allí veremos a Cristo en plenitud dentro en Su doxa increada.
Y continúa: “Porque ahora vemos confusamente como en un espejo de manera que quedan muchos enigmas e interrogantes que no podemos explicar. Entonces veremos y será claramente cara a cara, (en persona a Persona). Ahora conozco parcialmente la verdad, pero entonces tendré perfecta la gnosis, tan perfecta como cuando fui reconocido por Dios (como apóstol)” (1Cor 13, 9-15).
Esoptron aquí es el espejo. Tengo delante de mí un espejo y veo las cosas que hay detrás de mí. Lo que existe detrás de mí es proyectado al espejo, es decir, se proyecta el ídolo de los objetos que están detrás de mí. Pero yo no puedo mirar detrás de mí, sino que veo los ídolos de los objetos en el espejo. Así las veo todas estas cosas “como en esoptro-espejo”, enigmáticamente, es decir, dentro de formas, esquemas, figuras e iconas-imágenes. Pero entonces, en la Realeza increada de Dios, no hay nada enigmático; entonces habrá lo directo. Entonces conoceré “prósopon a prósopon cara a cara, persona a persona”. Tal y como el Dios me conoce a mí, así conoceré también yo entonces a Él. Por supuesto que no Su primera usía-esencia, sino la ésjata-última, la divina doxa luz increada en la cara de Jesús Cristo.
Homilía 96. «Y verán su persona/cara/rostro », esto señala el divino Evangelista Juan en el libro del Apocalipsis 22,4.
Hemos visto que esto constituye el centro de cada intento, es decir, el hombre puede llegar alguna vez ver la cara el rostro, de Dios y tener conexión κοινωνία kinonía comunión con el Dios.
Por eso el apóstol Pablo en su 1ª epístola a los Corintios dice que: “porque parcialmente conocemos y profetizamos, cuando venga lo perfecto, entonces desaparecerá lo parcial e imperfecto… y cuando yo era niño pensaba, razonaba y hablaba como un niño. Cuando llegué a ser hombre, se despojaron y desaparecieron las cosas de niño, las niñerías. Entonces veremos y será claramente cara a cara, (en persona a Persona). Ahora conozco parcialmente la verdad, pero entonces tendré directa y perfecta la gnosis….” (1Cor 13, 9-15). Entonces veremos directamente la cara, “persona a Persona, cara a Cara”.
Y en su 2ª epístola a los Corintios señala que: “porque por fe andamos, no por vista o sin poder ver de forma sensible la cara del Señor” (2Cor 5,7). Es decir, no tenemos forma de fe. Entonces no tendremos la fe, tendremos la forma, la persona/cara/rostro.
Por eso el apóstol Pablo también allí, en su 1ª epístola a los Corintios capítulo 13º, aquel capítulo majestuoso, que se refiere al himno de la agapi, dice que todo quedará abolido. Y la fe quedará abolida porque aquello que creo lo habré visto. Por ejemplo, ¿qué voy a creer cuando estáis delante mío, ya que os estoy viendo? Por tanto, ya que os veo y me veis, no existe el caso o cuestión de creer que no me veis. Es decir, así la fe queda abolida.
Y la esperanza también ella queda abolida. Cuando disfrutaremos los bienes del reinado de la Realeza increada de Dios, entonces, sin duda alguna también la esperanza queda abolida. ¿Qué queda? ¡Pues, queda la agapi! Por tanto todo quedará abolido, porque habremos visto la cara-rostro-persona de Dios.
El Apóstol Pablo dice que ahora es como si viéramos dentro de un espejo, enigmáticamente, y nos recuerda, amados míos, la caverna de Platón. Platón, el filósofo antes de Cristo, era heleno de Atenas, y os digo este ejemplo suyo que es la llamada caverna de Platón, con este mito suyo quiere indicar que el hombre no tiene la percepción clara y el conocimiento-gnosis cierta de la usía-esencia de los seres, sino que conoce los seres sólo indirectamente. Y para utilizar un poco su fraseología, “no conocemos los seres sino las sombras de los seres”. Su ejemplo (que en alguna vez os lo he dicho) es muy útil, para darnos una bella icona-imagen que en este cosmos-mundo no conocemos muchas cosas, y es lo siguiente:
Uno dentro en una caverna, tiene girada su espalda y mira hacia el fondo. Fuera de la caverna existe un fuego. Delante del fuego pasan y desfilan los objetos de este mundo, y como pasan delante del fuego, lanzan sus sombras al fondo de la caverna. El hombre está girado siempre hacia el fondo de la caverna. El hombre no puede volver o girar, es decir, no puede retornar para ver la esencia-usía cruda de los seres; en este mundo-cosmos esto no se hace. Y al fondo de la caverna no ve los objetos, sino que ve las sombras de los objetos, la sombra de los seres o existencias de las cosas.
Por consiguiente, significa que no podemos tener conocimiento-gnosis precisa de los seres. Así que no sabemos qué es el ser humano, sino sólo si se nos apocalipta-revela. No sabemos qué es la materia. ¡No lo sabemos! Que nadie diga ingenuamente que conocemos; pues, no conocemos. Por eso se ha producido y creado también el famoso problema llamado gnoseológico. Este es el problema gnoseológico. Tres son los problemas en la filosofía, tres grandes problemas: el problema cosmológico y religioso, sobre Dios y la creación. El segundo es antropológico, y el tercero es el gnoseológico, el que concierne la gnosis-conocimiento del ser humano en relación con el sí mismo, con la creación y con el Dios. Es decir: esto que conozco, ¿es esto?
Para que tengáis un pequeño sabor de la cosa, os diré un ejemplo pequeño. Hago un experimento de Física; hago unas mediciones y saco unas conclusiones. ¿Las conclusiones que he sacado son exactas? ¿Tengo gnosis-conocimiento del fenómeno o del objeto? No, porque entran unos errores en las mediciones y la misma esencia de las cosas se me escapa. ¿Y ahora qué hago? Mido, y vuelvo a medir y tomo la medida media (término medio) de las mediciones, la mitad de valor de las mediciones y esto que tomo se acerca a la verdad, pero no es la verdad exacta.
Buscamos a encontrar qué es la materia. Hacemos varias teorías y decimos que la materia es así, es así… ¿De dónde sacamos estas cosas? Por el comportamiento de la materia. ¡Pero qué es esta estructura de la materia que está basada sólo en teorías y las teorías se basan sólo al comportamiento que tenemos de ella?, es decir, en indicaciones y no demostraciones. Por tanto, siempre se nos escapa la icona-imagen pragmática, real de la esencia de la materia. Y se ve por las cosas esto que os digo y no es cuestión de pesimismo, el que el hombre en el mundo presente nunca conocerá la esencia de los seres o existencias. Y estos tres problemas de la filosofía permanecen problemas mientras existe el hombre y existe la Historia.
Esto exactamente quiere expresar la caverna de Platón, con estas palabras que os he dicho. Esto exactamente quiere expresar también san Pablo, de que conocemos como “en esoptro, espejo”. Es decir, en un espejo vemos los ídolos de los objetos desfilar. No vemos los objetos, vemos los ídolos de los objetos. ¡Así no podemos tener icona-imagen de la naturaleza de las cosas, mucho más no vemos las realidades metafísicas, las espirituales! ¡Cómo se pueden asir estas, cómo se pueden tocar estas casas…!
Por tanto, ignoramos, pero vendrá la hora que no ignoraremos. Ahora conocemos sólo según una parte, pero entonces conoceremos plenamente. ¿Cuándo entonces? No en el presente siglo, no en el presente cosmos-mundo, bajo de los esquemas que nos encontramos, sino cuando el hombre será nuevo, en la nueva creación y estará viendo la cara-rostro-persona de Dios. Esto por supuesto que escapa de los límites de la ciencia y de la filosofía. No estaremos viendo enigmáticamente ya las cosas, no a través de los símbolos, no mediante los tipos o modelos y objetos, sino que estaremos viendo a Dios cara a Cara.
Pero la condición de la zeoría-contemplación espiritual expectación de la cara/rostro de Dios es la pureza del corazón. Esto nos pertenece. Pero cuándo vendrá la hora de ver la cara de Dios no nos pertenece. El tema o cuestión es la pureza de nuestro corazón, como condición, esto nos pertenece, debemos trabajar sobre esto. ¡El tema o la cuestión de la catarsis del corazón, amados míos, es nuestra obra dolorosa; obra y trabajo doloroso, polifacético e… infinito!
Es una lástima cuando los hombres alguna vez puede que digan “eh, ahora soy Cristiano completo, no tengo ya que hacer nada más; comulgo, me confieso, voy a la Iglesia, no tengo nada más que hacer”. Que lo sepáis bien: ¿la obra o trabajo práctica del Cristiano es la catarsis de su corazón hasta morir! ¡Hasta su último respiro! Porque en el último momento puede enorgullecerse, vanagloriarse.
Por eso también se relata sobre san Antonio el Grande que el Diablo, el muy astuto y maligno demonio, en el último momento de su vida, le dijo “¡Antonio, me has vencido!” Y el hombre que trabajó en el desierto decenas de años, murió a la edad de los ciento cinco años, y se marchó hacia el desierto más o menos a la edad de veinte años, no sólo aprendió qué debe hacer sino también cómo lo debe hacer. Aprendió los métodos del Diablo, como dice el Apóstol Pablo, y podría conocer también el nus del Diablo, teniendo nus de Cristo (Ef 16,11). Adquiriendo nus, espíritu y mentalidad de Cristo, entendía los métodos y las triquiñuelas del Diablo y dijo al Satanás: “¡No aún no te he vencido! ¡Porque si san Antonio, le dijera te he vencido, puede ser que se vanagloriase!
Por tanto, percibiréis que es trabajo, obra y práctica dolorosa, difícil, sutil y fina; hace falta atención plena, total del fiel. Así que, como entenderéis tenemos trabajo. ¡Tenemos mucho trabajo!
Por eso también el Señor sobre esto dijo: “Bienaventurados y felices los que han hecho la catarsis de su corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
Sabéis que en estas bienaventuranzas, con la manera que muchas veces las interpretamos no damos la profundidad que se debe, y esto porque estamos privados de la gnosis más amplia y profunda de la Santa Escritura. Muchas veces decimos: “¿Cómo veré a Dios?”. Y esto muchas veces lo interpretaremos como simple sentimentalismo de la presencia de Dios, sea cuando leemos solos, pero también alguna vez cuando oímos algún kerigma. No, amados míos; cuando el evangelista Juan dice “contemplaremos, veremos a Dios tal como él es” (1Jn 3,2), excluye todo caso de sentimentalismo o emocionalismo. ¡Se trata de situación ontológica pragmática, real!
Por supuesto que aquí si alguien dirá que “a Dios nadie le vio jamás” (Jn 1,18), “ni puede verle” (1Tim 6, 16), como dice el evangelista Juan y el apóstol Pablo, ¿quizás la Santa Escritura se contradice? ¿Quizás debemos interpretar estos pasajes de otra manera, y cuando verán a Dios, entiende que tendrán, digamos, calmada, serena y en paz la conciencia? Es decir, ¡corazón puro, limpio o catartizado significa calma, serenidad! ¡Y qué cosa más bella es que uno tenga una calma, serenidad y paz en su corazón, que no le perturbe nada! Por tanto, cuando tengo esta calma, serenidad y paz en el corazón, ¿quizás esto es la visión de Dios?
¡No, no y no! Nada de todo esto. Y la santa Escritura no se contradice, cuando uno dice “a Dios nadie le vio jamás”, “ni puede verle” y los santos Padres de nuestra Iglesia lo colocan y explican muy bien y bellamente.
San Gregorio el Teólogo, pues, dice esto que os he leído la última vez y en concreto os lo repito tal como os lo dije:
“Y después de poco rato me agaché, no vi la primera usía-esencia, es decir, la sustancia de Dios, y con ella entiendo la Santa Trinidad y la que queda dentro en el katapétasma-velo que está cubierta y escondida por los Querubines, pero la última que llega a nosotros es la divina doxa increada”.
Es decir, la usía-esencia de Dios, de una manera o forma es caracterizada y calificada en primera y última. Y por un lado es la primera usía-esencia increada, invisible y conocida a Dios, a Sí Mismo y, por otro lado, la última no es más que la energía increada de Dios, que es, diríamos el envoltorio exterior de la esencia-usía de Dios, es la energía increada de Dios, porque es deidad y viene en contacto con la creación creada. La primera esencia-usía está y es totalmente aislada, para nada viene en contacto con la creación creada y es conocida sólo a Dios.
Cuando el divino Evangelista Juan dice que el Espíritu de Dios investiga también las profundidades de Dios, esto es lo que quiere decir; sólo la tercera persona que es Dios, conoce a Dios, la esencia-usía, el Sí Mismo; la una persona conoce la otra, pero por sus energías conocemos a Dios. Y veremos la persona/cara de Dios a la persona de Jesús Cristo. Estas cosas os las decía la vez pasada.
Pero, el evangelista Juan refiriéndose a las condiciones para poder ver la cara/persona, cuando dice que “contemplaremos, veremos cómo él es”, añade: “y todo el que tiene esta esperanza, -de la zeoría expectación, visión de la cara o rostro de Dios- se purifica, se catartiza, purga a sí mismo, también igual que Él, el Cristo es puro y santo”. ¡Veis concordancia de la Santa Escritura? ¡Bienaventurados y felices los que han hecho la catarsis del corazón, porque ellos verán a Dios!
Y continúa el evangelista Juan en el Apocalipsis y dice:
«Verán su persona/cara/rostro, y los fieles llevarán su nombre en sus frentes» (Ap 22,4).
Ya en el ángel de Filadelfia, al principio del libro del Apocalipsis, allí el mismo Cristo dice:
«y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo» (Ap 3,12).
La inscripción de este nombre sobre las frentes, devela la propiedad de Dios, es decir, que los habitantes de la ciudad, de la nueva Jerusalén, son propiedad de Dios.
Esto se acostumbraba entonces, cuando se escribía el libro del Apocalipsis, porque algunas cosas de este tipo, hoy en día que tenemos nuestra democracia nos molestan… ¡Nos molestan cuando oímos decir que soy propiedad de un señor…! Pero que fuera no sólo propiedad, sino algo más que propiedad, de Dios, y que estuviese cerca de Dios. Veis que hoy en día todos estos sistemas políticos que hemos creado para ser gobernados, nos han hecho y llevado al sensualismo, de modo que como os decía una vez pasada, llegamos al punto de no tolerar ni siquiera las bendiciones u oraciones que dice nuestra Iglesia, “de que se casa el siervo-dulos de Dios…”, y dicen despectivamente, ¿qué es eso de dulos-esclavo-siervo…?”. ¡Ojalá que yo fuera dulos-siervo de Dios no iba a querer nada más en mi vida!
Pero esto es una praxis análoga, que sucedía entonces, por los señores hacia los dulos-sirviente-esclavos, porque los dulos entonces eran propiedad de los señores, y así exactamente también nosotros hoy en día esto lo hacemos para objetos. Cuando se trata de viajar y tenemos una maleta, escribimos encima de la maleta nuestro nombre, de modo que si se pierde nuestra maleta, que se vea que nos pertenece y que es de nuestra propiedad. Así también el nombre de Jesús Cristo que está escrito encima de la frente de los fieles que indica que estos son propiedad de Cristo.
Pero es el nombre de Dios, el nombre de Cristo y el nombre de la ciudad. ¿Esto qué indica?
En principio indica la equivalencia Padre y Hijo y después el lugar de nuestra casa, exactamente igual que nuestros carnets de identidad nos dicen que somos, habitantes, digamos de Larisa o de Barcelona. ¿Esto por qué no escandaliza? ¿Por qué podemos pertenecer como ciudadanos en una ciudad, y estamos inscritos en los registros de esta ciudad? ¿Por qué esto no escandaliza y escandaliza cuando leemos en la Santa Escritura de que podemos ser propiedad de Dios? Amados míos, que vayamos reconsiderando algunas cosas.
No obstante dice san Andrés de Kesarea:
“El sumo sacerdote del Antiguo Testamento vestía una medalla de oro, que allí escribía el divino nombre, pero los fieles, en vez de medalla, tienen en sus corazones marcado el divino nombre, que indica no sólo que pertenecen a Dios, sino que tienen también estable esta agapi que les permite tener la franqueza y firmeza ante Dios, atreverse a decirLe y clamarle Padre (En la Divina Liturgia), tal y como decimos en la oración del Padre Nuestro: “Padre nuestro el de los cielos…” (Mt 6, 9-13 Lv 11, 2-4). No es la franqueza mal entendida, sino la bien entendida que sale de la convicción de adopción que nos ofrece el Dios y Le aclamamos Padre y esta es irrevocable, irreversible e inamovible.
O como escribe Ántimo de Jerusalén: “Y el nombre de Él estará en la frente de ellos, o sea, la doxa-gloria luz increada y la lucidez de él resplandecerá en la cara/rostro de ellos.”. Lo que será el Cristo lo serán también Sus Discípulos, lo serán también Su fieles, lo serán también los habitantes de la polis-ciudad. No podrían nunca ver la cara-rostro-persona de Cristo, si los mismos también no fueran glorificados.
Es decir, para que entendáis, acordaos de los Discípulos en el monte Tabor… Porque el modelo de todo lo que estará sucediendo en la Realeza increada de Dios es el monte Tabor, no lo olvidéis esto. Porque esto también es histórico, es decir, sucedió, diríamos, y es el cimiento de la realidad en el reinado de la Realeza increada de Dios. Para que vean a Cristo metamorfoseado también los mismos Discípulos fueron metamorfoseados.
Me diréis que esto no lo escribe. Pero se entiende; lo dice el tropario de ellos, que pudieron ver a Cristo cuanto los mismos pudieron, cuando los ojos (espirituales), de ellos se abrieron. En principio se hizo una metamorfosis de ellos en sus ojos (espirituales), es decir, veían aquello que antes no veían. Por tanto, se hizo una metamorfosis.
Los Discípulos tenían sin duda algo de divina doxa gloria, luz increada. Os recuerdo aquel ejemplo dicho millares de veces como ejemplo, porque es también ejemplo de nuestros tiempos, con san Serafín de Sarof que le visitó allí en el bosque un antiguo discípulo suyo, el Motobilov, y le dijo: ¿Cómo puedo saber que tengo el Espíritu de Dios?, y san Serafín le responde: “Mírame”. ¡Y ví una cara resplandeciendo!, confiesa el Motobilov. Era como si viera un disco del sol, que tuviera en su interior ojos, nariz, boca, es decir, la cara, rostro de san Serafín se metamorfoseó como sol. Y le dice san Serafín: “Escucha, Motobilof, no me podrías ver (y esto es los importante) si tú en este momento no fueras igual que yo”.
Así que, seremos lo que es también el Cristo. Además Cristo también dijo, “entonces los justos resplandecerán como el sol en la realeza (increada) del padre de ellos…” (Mt 13, 43).
Y en libro del Apocalipsis leemos: «No habrá allí más noche, ni necesidad ya de la luz de una lámpara, ni de la luz del sol, porque Dios el Señor los alumbrará; y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22,5). Reinarán junto con Él eternamente.
Es decir, una vez más, con el cierre del libro del Apocalipsis se resalta tanto positivamente como negativamente esta idea de la luz continua y eterna (increada), que estará reinando en la polis-ciudad de Dios. Fuente inagotable en esta polis-ciudad será este Mismo Dios, que estará habitando en ella y así será innecesaria la presencia de toda otra fuente luminosa, sea física sea técnica (Panagiotis Brasiotis).
Y san Andrés también escribe: “Y los justos, como dice el Cristo
“resplandecerán todos como el sol”, tienen la iluminación la doxa-gloria luz increada del Señor y también Rey, ya que in-terminantemente por los siglos de los siglos serán reinados o más bien co-reinarán con Él, según el divino Apóstol”. Ya que lo dijo el Cristo “que los justos resplandecerán todos como el sol” ya no habrá necesidad que exista la luz o cualquier otra luz. Esta es la última esencia de Dios, la energía increada que os decía anteriormente. Incluso es digno de destacar que no reinarán los fieles con Cristo y el Dios para mil años, como dicen los Milenaristas y los Testigos de Jehová, sino que reinarán eternamente.
Esta Realeza increada tiene su correspondiente en el Infierno eterno. Tanto la Realeza increada, como también el Infierno eterno, que muchísimas veces os lo he recalcado, hermanos míos, se refiere por el mismo logos de Cristo en los evangelios, cuando dice “e irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt 25, 46). Si uno piensa que esta Realeza increada es algo que no termina nunca, al hombre le sobrecoge vértigo. Se han dicho muchos ejemplos sobre el tema de un sabor de eternidad. Muchísimos, pero no me referiré a ninguno. Sentémonos a pensar qué quiere decir no acaba nunca, realmente sufrimos vértigo.
No obstante, así se describe la trayectoria de la creación y la historia del hombre, que acaba (a pesar de la caída del hombre y la tradición de la creación de la corrupción y de la muerte), por hacerse nueva creación y el hombre adquirir la vida eterna y la Realeza increada de Dios, y así todas estas cosas se vuelvan hacer nuevas cerca en Dios.
Diríamos que, con este pasaje termina esencialmente el libro del Apocalipsis. No queda nada más que el epílogo del libro del Apocalipsis y totalmente ya acaba este libro con lo “y reinarán en los siglos por los siglos”.
Si uno estudia toda la Santa Escritura, y sobre todo el libro del Génesis, que se refiere a la creación del mundo, y el libro del Apocalipsis que se refiere a la regeneración y renovación del mundo, entonces ve de una manera panorámica el plan de Dios dentro en Su sabiduría, Su fuerza y Su agapi. Y si uno pregunta qué es el Cristianismo, podríamos decir que es la rectificación, regeneración y renovación del todo y la participación del todo en la vida del eterno Dios. Este es el Cristianismo.
Si así lo pensamos, entonces amaremos con toda la fuerza de nuestra psique a Dios. Pero no tenemos icona-imagen clara del Cristianismo. Al Cristianismo lo vemos con corazón estrecho y sobre todo como un sistema ético o incluso también como un sistema social o cultural. ¡Cuántas veces os las he dicho estas cosas…!
No amados míos; el Cristianismo viene a recrear, regenerar y renovar lo que ha caído, hacer incorruptible lo que se ha corrompido, e inmortalizar lo que entró en el espacio de la muerte. Esto viene hacerlo nuevo y volver atrás otra vez lo que se ha ido de Dios: el ser humano, el hombre y toda la creación. Esto es el Cristianismo. Y realmente podemos captar y sentir el concepto del Cristianismo, entonces amaremos con toda la fuerza de nuestra psique la causa de nuestra sotiría sanación, redención y salvación, el Santo Dios Trinitario. Amín.
Unidad 75 Apocalipsis 22, 6-7 Epílogo 1ª parte: “Vengo pronto”
Homilía 96 a partir de la página 12. Y con la ayuda de Dios, entramos al epílogo de todo el libro, que comienza del versículo 6º del último capítulo el 22º.
La escenografía del epílogo parece con la escenografía del prólogo y cierra tal y como se abrió el libro, con la confirmación firme y explícita de la verdad del contenido, que el garante de ella es el Cristo, tal como lo mismo se refiere y se subraya terminantemente también Su rápida y pronta segunda Presencia-Parusía otra vez en el mundo. Este es el epílogo. Y leo:
«Y me dijo: todos estos logos son absolutamente fieles y verdaderos [los que están contenidos en el libro]; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado a su ángel, a mostrar a sus siervos las cosas que van a suceder pronto, [es decir, a los fieles de la iglesia, aquellas cosas que son de acuerdo con su divina voluntad se realizarán en seguida, pronto]» (Ap 22,6).
¿Quién es este que allí habla con el divino Evangelista que dice: “¿Y me dijo”? ¿Quién habla? Es el Cristo o el ángel que ha indicado la nueva Jerusalén, pero por parte de Cristo.
Aquí uno ve que para que sea dada una vitalidad en todo el pasaje (lo veremos esto también un poquito más abajo), se entrelazan e intercambian las personas, de tal manera que perdemos los sujetos de los verbos y nos preguntamos ¡quién habla aquí ahora! Pero a pesar de esto la persona central que habla es el Jesús Cristo.
Es decir, viene a darse la confirmación firme que lo que se ha escrito en todo el libro del Apocalipsis es fidedigno y verdadero. Y realmente, ya que el Cristo es el que apocalipta-revela los misterios, tal como se refiere al prólogo del mismo libro, “escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que sucederán después de estas” (Ap 1,19). Te apocaliptará-revelaré aquellas cosas que ya existen y aquellas que van a suceder después de estas –que dice al Evangelista- y porque es el mismo “la verdad y el testigo fiel”, de acuerdo con la calificación que da el mismo (Ap 3,14), entonces la garantía de la fiabilidad y de la verdad está ya depositada.
Pero existe también la fiabilidad y la verdad también de Juan el Evangelista, que está también depositada.
El mismo divino Evangelista es el único testigo presente de los Evangelistas; el único. Y vio, después del pinchamiento o golpe de lanza derramando de la costilla de Cristo agua y sangre, un fenómeno maravilloso y sorprendente, porque el hombre muerto no tiene ya sangre líquida. Con la muerte de un organismo vivo, sea de ser humano o de animal, la sangre permanece dentro del cuerpo y cuaja. Por tanto, Juan vio este milagro, por un lado la separación de la sangre y del agua, es decir, del suero natural, que esto sucede en la muerte y a la vez el fluido que no sucede en la muerte. Esto es un milagro y detrás de este milagro, vio otro milagro, es decir, el misterio de ser nacida la Iglesia por la costilla de Cristo en aquel momento, con los dos Misterios del Bautismo y de la divina Efjaristía. Y el divino Evangelista como testigo presente de estos acontecimientos, apunta:
“Y este gran y simbólico acontecimiento, el que lo ha visto con sus propios ojos, (es decir, Juan el Evangelista), da su testimonio y lo certifica de manera oficial, y su testimonio es absolutamente verdadero. Y él conoce muy bien que dice la verdad, para que vosotros también creáis” (Jn 19,35).
Y es un testimonio, amados míos, que sale, igual que los otros Discípulos también, por la abnegación de sus vidas en martirio.
Y esta fuente de la apocálipsis-revelación de las cosas y realidades que se escriben en el libro del Apocalipsis es “el Dios de los espíritus de los profetas”.
Y Arezas señala que “el Dios de los espíritus de los profetas” equivale con “el Señor del carisma profético”. Es el Dios, Éste que ha dado el carisma profético a los Profetas y por consiguiente aquí proporciona el carisma profético también a Juan el Evangelista, para que profetice aquellas cosas que existen y aquellas que van a existir en el futuro. Es decir, diríamos que es lo mismo que escribe también en el preámbulo del libro: “Ἀποκάλυψις apocálipsis-revelación de Jesús Cristo, que Dios le dio…” (Ap 1,1), la naturaleza-fisis humana de Cristo que tomó de Dios. El Cristo toma de Dios, da al ángel, y el ángel indica a Juan, es decir, es exactamente esto que dice la santa Parádosi– recepción, transmisión y tradición divina. (ver https://www.logosortodoxo.com/teologia-ortodoxa/santa-tradicion-de-la-una-santa-iglesia-catolica-apostolica-ortodoxa/)
Pero muchas veces dentro en el libro del Apocalipsis se entrelaza la persona de Cristo con la persona del ángel, que indica los pormenores, pero aquí quiere que sea recalcado principalmente este punto que os dijo, es decir, Parádosi-entrega, transmisión y tradición divina. Igual que más tarde dirá el apóstol Pablo: “recibí del Señor lo que también os he entregado y enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado…” (1Cor 11,23 ·15-1-3 Fil 4,9 1Tes 4,2 etc) y etcétera, etcétera. Y el Cristo dijo “aquellas cosas que he escuchado del Padre, estas os digo” (Jn 8, 26·40; 15,15).
Amados míos, la Parádosi, enseñanza y entrega divina tradición es una cuestión muy grande. Esto no es sólo en el caso de la fe y de la apocálipsis-revelación, sino que está en todos los aspectos y secciones de la vida humana. ¿Podéis imaginar la ciencia sin parádosi-tradición? ¿Ignoramos lo qué nos ha entregado como ciencia el pasado y empezar de aquí en adelante nosotros hacer ciencia? ¿Podéis considerar las bellas artes y en general el arte, sin la aceptación del pasado, con el comienzo de ellas desde aquí en adelante? No hay nada. Nuestra gnosis está sostenida sobre la Parádosi divina, y si cortamos y derrumbamos la Parádosi, ¿entonces qué tememos? ¡Empezamos desde el principio! Nuestra época por eso vuelve a ser de nuevo bárbara, porque va corriendo a cortar la Parádosi.
Sencillamente, quiero por una vez más deciros que la parádosi no es sólo cuando intentamos revivir algunas bestialidades culturales, es decir, cómo se visten los hombres con pellejos de carnaval, para festejar, y esto se hace en todo el año, en cada ocasión… ¡Sólo que esto no es parádosi! La parádosi es una cosa profunda.
Se han hecho series de sellos sobre el tema de la parádosi, se han hecho conferencias, se han hecho exposiciones en los colegios… me temo que finalmente no se ha tocado el tema de la Parádosi. Le esencia y el espíritu de la Parádosi no se ha tocado. Parádosi es algo muy profundo. Y este elemento de la Parádosi lo vemos aquí dentro en el mismo libro del Apocalipsis.
Lo diré una vez más: el Dios Padre entrega al Hijo, el Hijo al ángel, el ángel a Juan, el Juan a la Iglesia.
¡Lo veis bien!
No obstante cuando dice que el Dios es el Señor de los Profetas, y los verdaderos Profetas nunca han hablado por sí solos o por una invención humana, sino que decían lo que Dios ponía en sus bocas, esto, pues, que lo sepamos muy bien porque es muy importante, lo escribe el apóstol Pedro de la siguiente manera: “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados y dirigidos por el Espíritu Santo” (2Ped 1,21). Nunca, jamás ha llegado a ser una profecía producto de la voluntad del ser humano, sino que habló el Espíritu de Dios. Es decir, la fuente de la profecía es el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo indica el carisma de la profecía.
Además, (aquí os rogaré que prestéis atención a este punto) se ha hecho comprender y percibir en los cuatro años que hacemos el análisis del libro del Apocalipsis, que tanto el espíritu como la letra del libro del Apocalipsis tiene su paralelo en toda la Santa Escritura, tanto en el Antiguo, como el Nuevo Testamento.
¡Habéis visto cuántas veces he movilizado al profeta Isaías, especialmente, pero también en toda la Santa Escritura, y de los logos del Señor, del Cristo! Esto, amados míos, lo he hecho para que veamos que el libro del Apocalipsis no habla de disparates, sino que tanto en el espíritu como en la letra es paralelo con todos los demás libros de la Santa Escritura.
Lo digo esto porque sencillamente debemos enmendarnos, formarnos y acoplarnos con las realidades y cosas que anuncia el libro del Apocalipsis y por supuesto se hace una consolidación y confirmación de las tesis o posiciones del Apocalipsis con los elementos y datos paralelos con toda la Santa Escritura. Y una cosa más: Dónde están aquellos que dicen “no lo toques el libro del Apocalipsis, déjalo” y aún temen, digamos un poco justificadamente, porque este es el miedo del pasado. Pero no se permite tener a este miedo, a pesar de que se hace un maltrato y malinterpretación por los heréticos. ¿Si acaso, por qué? ¿Sólo el libro del Apocalipsis se maltrata y se malinterpreta por los heréticos? ¿Los otros libros de la Santa Escritura no se malinterpretan por los heréticos? Pero llegar al punto de no poder juzgar y razonar y decir: ¿quién es este que interpreta la Santa Escritura? ¿Cómo se atreve a interpretar?, ¡la cosa va mucho!
Amigos míos, atención, tener cuidado. Doxa gloria y gracias a Dios empiezan bastantes Ortodoxos en concreto importantes, a interpretar el libro del Apocalipsis; comienzan a interpretarla y escribir libros, relatos y notas sobre el Apocalipsis. Esto es importante, e indica que comenzó la necesidad de ser necesario el estudio del libro del Apocalipsis. Por tanto, que vayamos comenzando estudiándolo. Los tiempos son difíciles y este libro responde exactamente en estos tiempos difíciles y ahora es cuando debemos abrir el libro del Apocalipsis, para que podamos ver la trayectoria de las cosas, una trayectoria que se puede captar por los focos de los reporteros gráficos y los inteligentes ojos de los periodistas. Es una trayectoria que trasciende y supera las percepciones humanas y esta trayectoria la apocalipta el mismo Dios dentro en la Historia, en el libro del Apocalipsis.
Es aún digno de destacar que a menudo el libro se refiere en el las cosas “que es necesario o deben suceder pronto” (Ap 1,1) que expresa realmente cuán profético es este libro.
Pero la exposición profética del libro no es una prognosis seca de las cosas que van a suceder en el futuro, sino que es adornado con muchísimos otros elementos y datos, como son los teológicos, los pastorales, el elemento histórico y muchos más, (como es el método de la Santa Escritura, no sólo en este libro sino también en todos los otros libros de ella)
El libro del Apocalipsis desde un aspecto es un libro maravilloso, atractivo y consolador para lo que se realiza, se celebra y se lleva a cabo en este mundo que está dominado por el Satanás. Así uno ve que este libro es lo que conviene para nuestra época.
Aquel “pronto o enseguida” que dice el Cristo, en “las cosas que es necesario o deben suceder pronto” y se hace un continuo recuerdo de este “pronto o enseguida” en todo el libro del Apocalipsis (¡os acordáis cuántas veces lo hemos referido!), indica que las cosas que se describen en este libro pronto se realizarán, por supuesto que cumpliendo siempre las analogías históricas, porque estas no se refieren en la duración de una vida humana; aquí las cosas estas son universales, se refieren a la Historia y a la eternidad. Tenemos, diríamos, dos escenas que una está delante de la otra. La primera escena es la Historia y detrás de la Historia está la escena de la eternidad. Por tanto, cumpliendo estas analogías, uno ve que todas estas realidades y cosas se realizarán “pronto o enseguida”, y la Segunda Parusía-Presencia está en la entrada de nuestra puerta.
Todas estas cosas se dirigen claro está a los dulos-siervos de Dios, como dice claramente, que constituyen, (atención una palabra que voy a decir), el círculo cerrado del laós-pueblo de Dios, es decir, aquello que una vez decía la Iglesia “las puerta, las puertas…”, que se cierren las puertas y permanezcan dentro en la Iglesia sólo los fieles que se harán partícipes de los misterios de Cristo. Estos logos se dirigen al círculo cerrado del laós-pueblo de Dios. Y si nosotros tenemos las puertas del templo abiertas, de este templo aquí, que está hecho de piedras y de cemento, en realidad el Dios tiene las puertas de Su laós cerradas. Es el círculo cerrado del laós-pueblo de Dios, es la verdadera Iglesia que ahora viene a entender el libro del Apocalipsis, porque sencillamente fuera del laós-pueblo de Dios, fuera de la Iglesia, el libro del Apocalipsis no se entiende y se rechaza. Por tanto, sólo los fieles aceptan el Apocalipsis, porque sólo ellos tienen el Espíritu Santo que está dentro en la Iglesia.
Es aún digno de destacar allí donde el Señor dice “a mostrar a Sus siervos las cosas”. Voy a leer otra vez el texto: Y me dijo: todos estos logos son absolutamente fieles y verdaderos [los que están contenidos en el libro]; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado a su ángel, a mostrar a sus siervos las cosas que van a suceder pronto, [es decir, a los fieles de la iglesia, aquellas cosas que son de acuerdo con su divina voluntad se realizarán en seguida, pronto] (Ap 22,6).
¿Qué significa este “mostrar?
El verbo “mostrar/indicar” corresponde tanto al que las profecías se atribuían a iconas-imágenes, para que sean dichas a Juan las cosas y realidades que le indicó el ángel, ya que son iconas-imágenes, como también al hecho que existe la experiencia del logos de Dios dentro en los corazones de los hombres y la experiencia es una demostración, porque manifiesta y devela una fe empírica del logos de Dios dentro en los corazones de los hombres y la experiencia es una demostración, porque manifiesta una fe vivida, empírica. El fiel por eso permanece fiel. Y aún si se le presenta el martirio, permanece fiel, y aunque se le quite cualquier cosa, permanece fiel, porque su fe es empírica, es decir, tiene experiencia, ha saboreado, tiene sabor y gnosis real (increada).
Y aquello lo “vino a mostrar” indica que el fiel tiene todas estas cosas que apocalipta-revela el Dios, no se le apocaliptan-revelan dentro en un libro que lo leen los fieles, sino a la vez se hace también una apocálipsis-revelación dentro en su corazón, dentro en los corazones del laós-pueblo de Dios. No podréis volver aquí (a oírme), si estos logos y cosas que escucháis aquí sólo como palabras no se convierten a la vez también una experiencia, una demostración, una icona-imagen, una situación (o estado espiritual) dentro en vuestros corazones.
Habla el que habla, pero el Espíritu de Dios muestra y demuestra la realidad. ¡No éste que habla, sino el Espíritu de Dios!
El apóstol Pablo hablaba, pero el Espíritu Santo abría el corazón de Lidia. Es el Espíritu con llave, lo que abría el corazón de ella de modo que llegue a decir: “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad” (Hec 16, 14-15). La que antes era idólatra, quizás también prosélita después de esto, ¿cómo recibió el mensaje de Evangelio? Por el Espíritu de Dios. El logos de Pablo llegaba, ¿pero hasta dónde? Lo más allá lo abría el Espíritu de Dios.
Por eso dice que recibió la orden “a mostrar a sus siervos las cosas que van a suceder pronto” (Ap 22,6).
Veis pues, que tenemos esta fe empírica. Y cuando el hombre no llega a tener esta fe empírica, entonces es eólico, inestable en su vida. Cuando adquiera esta fe empírica, el sabor, como dice la Escritura: “saboread y ved que el Señor es bondadoso e indulgente” Salmo 33,9, entonces también “¡las fuerzas del hades no podrán moverle!” (Mt 16,18).
Homilía 97. «He aquí, vengo pronto» dice el Señor en el capítulo 22 versículo 7 del libro del Apocalipsis.
Esta frase, amados míos, de una manera estereotipa, se dice tres veces en el epílogo, para mostrar que este mismo el Cristo es el que habla y que estas cosas que se apocaliptaron-revelaron a Juan son verdaderas, tal y como dice también san Andrés, “como expresadas por la verdad”, porque todas estas cosas se dicen por el mismo Cristo, el Cual dijo “YoSoY la verdad” (Jn 14,16).
En lo «he aquí, vengo pronto» llama la atención del oyente, como acostumbra la Escritura, para tener cuidado de las cosas que se escribieron, no sólo que son verdaderas, sino que en breve todas estas cosas se realizarán.
Toda la frase «he aquí, vengo pronto», con esta triple expresión como estribillo, como repetición, devela esta verdad grande de nuestra Fe, que es la Segunda Parusía-Presencia de Cristo.
Me gustaría permanecer en este punto un poco, porque la Segunda Parusía-Presencia de Cristo constituye el corazón del Cristianismo, el techo, diríamos, del edificio del Cristianismo, la coronación de toda la obra de Cristo. ¿Porque vino en el mundo? El eterno Dios tomo cuerpo, murió, resucitó y ascendió. ¿A mí qué tendría que decir el Cristo, con todas aquellas que cosas que se hicieron hace dos mil años, si el Cristo no vuelve a venir? Nada tendría que decirme. ¡Nada de nada! Es el Cristianismo sin cabeza, sin sentido y sin significado. Finalmente, diríamos, quizás haya regalado un espectáculo maravilloso (no sé cómo decirlo de otra manera), a Sus Discípulos que Le vieron resucitado y ascendido en los cielos. ¿Para mí esto qué tendría que decirme, si el Cristo no volviese a venir en el mundo? ¿No creéis que el Evangelio finalmente así por parte dogmática decae en una bonita habladuría y finalmente como un libro de eticología o moralismo? Esto es si el Cristo no vuelve a venir. Su venida por segunda vez constituye, como os dije, la culminación de la obra de Cristo.
La obra de Cristo aún no se ha completado y terminado. Nuestra σωτηρία sotiría sanación, redención y salvación aún no se ha completado y terminado, porque la σωτηρία sotiría quiere decir que me vuelvo hacer de nuevo σῶος soos sano entero. Decimos estamos sanos e inocuos. Inocuo es el que no ha sufrido ningún daño, está sin avería, por ejemplo no se ha chocado o golpeado, sino que uno está sano cuando no le falta un miembro, no le falta el dedo o la mano, digamos.
¡Aquí, por la muerte, me falta el cuerpo entero! Por tanto, no estoy sano o salvo, entonces no tengo toda entera mi sotiría, la sotiría que yo tengo que trabajar aquí en la tierra, y que el Dios que se ha hecho hombre, me ha ayudado en esto, abrió el camino, es una sotiría ética, digámoslo así; pero no es correcta esta expresión. No es correcta; la sotiría es espiritual, porque aquí está el Espíritu de Dios y no son y están sólo mis propias fuerzas. Es la jaris (gracia, energía increada) de Dios… son muchas cosas. Pero aún no es ontológica (existencial) la sotiría. Y la sotiría ontológica significa que resucitaré. Y resucitaré significa que me hago de nuevo σῶος soos sano entero, es decir, esto que yo era antes. Si esto no se hace, la sotiría es la mitad. Y lo volveré a decir una vez más, que para mí no tendría que decirme nada la presencia de Cristo en este mundo y dentro en los siglos, absolutamente nada, excepto de una eticología o moralismo solo del Evangelio, si el Cristo no volverá a venir.
He aquí, porque podemos justificar los hombres que no creen en algo más profundo en el Evangelio, ya que no creen en la Segunda Parusía-Presencia de Cristo. Por eso, cuando el apóstol Pablo habla sobre la resurrección de los muertos, en realidad habla sobre la Segunda Parusía-Presencia de Cristo, porque entonces se hará también la resurrección de los muertos, y dice: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación-kerigma, vana es también vuestra fe” (1Cor 15, 12-20). ¿Habéis oído? “¡Vana también nuestra predicación-kerigma!” ¿Para qué nos sentamos y hablamos? Simplemente el Evangelio se podría hacer como una circular, como manual de buena conducta, tal y como circulan también los manuales de “savoir vivre”, de comportamiento bueno, o si queréis algo más, aunque sea una ética filosófica, algo así y nada más. ¡Nada! ¡Y entonces la parte dogmática que está basada sobre la historia y la persona de Cristo, sería simplemente un mito filosófico!
¡Desde el momento que no creeré a la persona de Cristo como Θεάνθρωπος Zeánzropos Dios-Hombre, hasta allí llego! Por esta razón hoy en día, hombres que hablan sobre estas cosas, es porque empiezan de allí; esta es la esencia. No frotemos los ojos; es la consecuencia de la cosa.
El Cristo volverá a venir. El Cristo volverá y esto el Señor lo confirmó de varias y muchas maneras. Y no lo confirmó con palabras sino que lo certificó también con praxis. La última praxis encima de la tierra es la Ascensión, pero también la Resurrección, este milagro admirable, maravilloso y salvífico, que tiene como testigos más de quinientos hombres, como nos dice el apóstol Pablo “y apareció y fue visto a más de quinientos hermanos” (1Cor 15,6). Estaban presentes, Le vieron resucitado. Y quizás estos quinientos hombres estaban presentes también en Su última aparición en Galilea o en el monte de los olivos donde ascendió Cristo. Y los ángeles atraídos por ellos, los dicen: “¿por qué estáis mirando al cielo? Así vendrá del mismo modo como le habéis visto ir al cielo” (Hec 1,11), todas estas cosas son los hechos, acontecimientos. No es enseñanza sino hechos, acontecimientos. Le enseñanza sale de los hechos, es decir, no son solo palabras.
Así vemos que se repita continuamente dentro en el libro del Apocalipsis esto que dice el Señor “he aquí vengo pronto o enseguida”, y sin duda el Señor es verdadero y habla sobre Su Segunda Parusía-Presencia.
¡Lo dije porque me entristecería aunque fuera sólo uno de vosotros los oyentes, que oís el logos de Dios, quedase alguna vez con la impresión de que no lo sabe si volverá a venir el Cristo! ¡Será realmente una desgracia! Hermanos míos, atención, no tengamos semi-terminadas a medias las gnosis-conocimientos en nuestro cerebro.
¡Pero el Señor dice “he aquí vengo pronto, enseguida”, y han pasado dos mil años! Aquí ahora vamos hacer un pequeño paseo dentro en la Historia y en la Prehistoria.
Sí comparamos el tiempo desde Adán hasta Abraham, veremos que es un espacio del tiempo muy largo. ¡Diremos que son unos cuantos miles de años! Según la Santa Escritura, son cinco, seis, siete mil años. ¡Según los paleontólogos, son unos cuantos millones de años, (es su razón y derecho poner lo que quieran, los ceros que les guste son gratis) hasta diez, quince a veinte mil años! Existen paleontólogos que dicen que la aparición del hombre encima de la tierra no debe pasar los quince mil años. Dónde se apoyan, amados míos, no lo sé; no soy paleontólogo; quiero sólo deciros que existe un largo espacio del tiempo. ¿Cuánto?, sólo Dios lo sabe, no nos interesa. El tema o caso es que desde Adán hasta Abraham el tiempo es muy largo.
Y si los Primeros en ser creados han caído, se les dio la confirmación que su salvación vendría por la encarnación de Dios. Si queréis, esta promesa y confirmación se dio a Eva, porque ella fue engañada. Y esto se llama πρωτευαγγέλιον (protevangelion) primer evangelio (primera noticia alegre). Dentro en aquella hora tétrica de su condena y expulsión del paraíso, toman el primer mensaje alegre, un evangelio, el primero mensaje alegre después de sus caídas, “de ti vendrá Aquel que destruirá la cabeza de la Serpiente”. Y este no será otro sino Aquel que maravillosamente dice el canon del Sábado Santo que bajará al Hades para buscar a Adán y Eva.
El Cristo bajó al Hades también para esto; para ir a buscar a Adán y Eva y aparecer consecuente con Su promesa que les había dado en el paraíso.
Por supuesto que allí en el Hades, aprenderían que Aquel que los hablaría en el paraíso es Él, que ahora bajó al Hades, porque el Dios Logos era el que los hablaba en el paraíso. Es aquel que los creó. Y como dice san Cirilo: “como el Logos, el Dios Logos creó a los primeros en ser creados y ellos se desviaron, el Dios Logos asumió también la sotiría sanación, redención y salvación y vuelta de ellos”. Por tanto, el tiempo es largo, pero se ha cubierto.
Atención. Abraham ya vive en los llamados tiempos históricos; son unos 2.100 a 2000 años más o menos antes de Cristo. El Dios renueva Su promesa a Abraham. Si leéis el libro del Génesis, os impresionará el que continuamente la fe de Abraham es probada. Y en el caso más pequeño el Dios le dirá: “y haré de tú esperma como la arena del mar, como las estrellas del cielo”. ¡Multitud, enorme multitud! (Gen 22,17).
Abraham no tenía hijos. El Dios con estas continuas promesas le ocupa más o menos dos o tres decenas de años, amados míos, pero hijo no se ve en el horizonte. Al final vino el hijo, cuando Abraham tenía cien años y Sara noventa. Vino el hijo de la anunciación, el hijo de la promesa que a continuación será el genarca, diríamos, por eso se llama también patriarca, tanto el Abraham como el Isaac y el Jacob. Se llaman patriarcas, como jefes de la patria, de páter-padre-patria- genarcas de patria, genarcas de laós-pueblo.
Así Abraham toma la renovación de la promesa para la sotiría salvación, para la sanación y redención. Abraham espera. Oíd la frase y veréis que estas cosas que os digo no tienen nada de abstracto, a pesar que estamos haciendo un paseo; pero nuestro paseo está en jardín seguro, en la Santa Escritura.
Cuando vino el Cristo, en una conversación que tuvieron junto a Él los Fariseos, Le dijeron: “¿Y quién eres tú?, ¿eres tú superior que nuestro genarca-patriarca Abraham? Y el Señor respondió: Os aseguro que antes de que naciera Abraham yosoy y estoy. Le dijeron pues, los judíos: Ahora estamos bien convencidos de que tienes demonio. No tienes ni cincuenta años de vida y dices que existes antes que Abraham. Y os aseguro, dice el Señor, que Abraham, vuestro padre, se regocijó pensando en ver el día de mi encarnación, y le vio y se alegró» (Jn 8, 52-58).
¿Cuál es Su propio día? Es el día de la encarnación, el día que se hizo hombre, porque para este día Abraham tomó la promesa para la sotiría salvación de su laós-pueblo. Y esta promesa de la salvación del laós-pueblo tenía un tipo y este era sus descendientes, sus inmediatos descendientes, bajarían en Egipto; desde allí el Dios le dijo que convertiría a sus descendientes en mucha multitud de laós-pueblo. “De allí volveré a llamar a tus descendientes, desde el Egipto”. Y esta convocación del laós-pueblo de Dios desde el Egipto en la tierra prometida era el tipo de la sotiría salvación, el tipo de salvación en Cristo Jesús. Egipto es el tipo de este mundo y la tierra prometida es el tipo de la Realeza de Dios.
Y dice el Señor Jesús Cristo ahora a Sus contemporáneos: “Abraham ha visto mi día”. ¿A dónde la vio Abraham? ¡En el Hades! Abraham en el Hades tomó un mensaje, que Aquel que le daba las promesas se ha hecho nombre.
Abraham era Profeta. No se refiere a la Santa Escritura especialmente, pero Abraham quizás tenía la información esta, que Aquel que le da las promesas vendrá aquí en la tierra. Y dice el Señor que “le vio y se alegró”. Es maravillosa esta confirmación del Señor. ¡Vio y se alegró! Por tanto, Abraham se alegró… ¡Se alegró porque se realizaron las promesas!
¿Cuánta era la distancia de Abraham hasta el Cristo? ¡Sólo dos mil años! ¿Cuánta la distancia de Adán hasta Abraham? Miles de años, no sabemos cuántos. Pero desde Abraham hasta Cristo fue apenas dos mil cien años.
Vamos ahora, amados míos, a echar una ojeada a los profetas del Antiguo Testamento, y veremos que hablan sobre la encarnación del Hijo de Dios de una manera maravillosa y sorprendente con los detalles que nos sorprenden. ¿Y qué sucede?
Cuando expresan sus profecías, muestran que no tienen prisa para nada. Dicen: “…y con los hombres se ha relacionado” (Bar 3,38) y “he aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is 7,14) y otros muchos. En los Profetas del Antiguo Testamento en ninguna parte encontramos ninguna prisa, de que estas cosas que dicen como profecías “¡he aquí, he aquí..!”, están en las puertas. He aquí, es decir, que se realizarán inmediatamente. Nada de nada, en ninguna parte. Es decir, el tiempo es largo e indefinido. Sin embargo, amados míos, el último profeta es del siglo 3 más o menos antes de Cristo. ¡No se leen, pero el tiempo es de dos mil años!
Atención ahora. El Cristo vino y se cumplieron las profecías de los Profetas con absoluta exactitud, por supuesto sin que se agoten; apuntadlo esto. Las profecías del Antiguo Testamento no se han agotado, pero a lo que concierne a la persona de Cristo para Su primera Parusía-Presencia se cumplió plenamente.
Ahora tenemos los Profetas del Nuevo Testamento y el primero es el mismo Señor nuestro, Jesús Cristo que profetiza. Tenemos también al apóstol Pablo, a san Juan el Evangelista y los otros Apóstoles, los escritores del Nuevo Testamento que son también Profetas. Atribuyen profecías de Cristo y profetizan; que no lo olvidemos esto.
Por tanto, vemos que para la Segunda Parusía-Presencia de Cristo (sobre todo cuando habla el mismo Señor) dicen que está en las puertas.
Tomad la epístola a los Filipenses del apóstol Pablo que dice: “Regocijaos, no os preocupéis; el Señor está cerca” (Fil 4, 5-6). Lo de “el Señor está cerca” no es localmente, porque localmente está cerca, está en nuestro interior; aquí lo de “está cerca” es en el sentido del tiempo. No os preocupéis por nada más en la vida excepto de manteneros, porque el “Señor está cerca” de vosotros, viene.
En su epístola a los Hebreos, de nuevo el apóstol Pablo, dice: “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”, (Heb 10,37) y etcétera. Todas estas cosas indican una prisa.
El mismo Señor dice: “vengo pronto, enseguida”. Sólo en el epílogo del libro del Apocalipsis se confirma tres veces este: “he aquí, vengo pronto, enseguida”.
Y el evangelista Luca especialmente cuando utiliza el “he aquí”, y lo utiliza mucho, quiere mostrar algo que provocará el interés del lector o del oyente. Quiere llamar la atención de lo que se dirá después del “he aquí”, que debe prestar atención a esto.
Por tanto lo repetiré: el tiempo desde Adán hasta Abraham es grande. Desde Abraham hasta Cristo el espacio del tiempo es de dos mil cien años; los profetas no muestran prisa. Desde la Primera Parusía-Presencia de Cristo hasta Su Segunda Parusía, han pasado dos mil años, y las profecías indican prisa. Pregunto: ¿Tardará el Señor a venir? Sacad vosotros mismos las conclusiones por el paseo que hemos hecho dentro de la Santa Escritura. ¿Tardará el Señor? ¡No!
Alguno me dirá: “Si el Señor nos dijo que sobre el día aquel y la hora nadie conoce” (Mt 24,36 Mrc 13,32).
Correcto. El Señor dijo: vengo pronto. El Señor dijo que “para el día aquel y la hora nadie conoce”. ¿Hay contradicción? No. Porque se debería saber el día y la hora, entonces, amados míos, el Señor no debería decirnos “vengo pronto, enseguida”. Sin duda alguna no debería decirnos esto. Pero el que dijera que “vengo pronto, enseguida” significa que… nos dijo también las señales o signos. En concreto nos dijo la siguiente icona-imagen: “Cuando veis la higuera brotar sus hojas, (que en Marzo más o menos cuando brotan las primeras hojas), decís que “está cerca la siega, está cerca el verano”. Y cuando veis aquellas cosas que os dije… veréis aquello o lo otro… entonces diréis “está cerca el fin” (Mt 24, 32-33 Mrc 13, 28-29 Lc 21, 29-31). ¡En la higuera “está cerca el verano”, en los acontecimientos “está cerca el fin”!
Sí, pero el Cristo dijo “sobre aquel día y hora” no conocemos. Mirad, qué dijo “sobre el día”. Sabéis que tenemos el siglo, tenemos el año, tenemos el mes, tenemos el día y tenemos la hora. ¿Qué son estas cosas? Si el siglo es una unidad-mónada de medición del tiempo grande, las demás son subdivisiones de la mónada o unidad. Decimos año, decimos mes, decimos día, decimos hora; avanzamos de subdivisión en subdivisión. El Señor no dijo que no conoceréis el siglo, ni el año, sino dijo que no conoceréis el día y la hora.
Por supuesto que me diréis: “¡Quizás nos parecemos a los Milenaristas y los Testigos de Jehová que no definen el día y la hora, pero definen el año? ¿Quizás se trata de algún engaño?
¡Por supuesto que aquí hace falta tener mucho cuidado, y que Dios nos guarde y proteja! Quiero recalcar que uno puede estar definiendo si el Señor está cerca o no, sin caer en la tentación, sin equivocarse y caer en el engaño y decir que “he aquí, este es el año, aquel es el año” y definir con exactitud esto que el Señor escondió (porque esto es energía y acción de curiosidad demoníaca), es decir, ya que el Señor dijo “no sabéis el día y la hora”, entonces ¿qué buscamos a encontrar?. Nada, simplemente entendemos que el fin está cerca. ¡Y el “vengo pronto, enseguida”, quiere indicar que el fin está cerca! Esto es todo.
En concreto en la tercera aclamación del “he aquí vengo pronto, enseguida” se añade también un “sí”. Dice “sí, vengo pronto” (Ap 22,20), y como sabéis este “sí” que se añade, la misma Santa Escritura nos dice en la 2ª epístola a los Corintios 1,19 y en el Apocalipsis capítulo 1º versículo 7, que el Cristo es el “sí” y el “amín”, que quiere decir el Cierto,. No el mentiroso, sino el Cierto, el Verdadero. Y cuando dice “sí, vengo pronto, enseguida” quiere decir sí, os aseguro que vengo pronto, enseguida. Aquello que dijo “vuestro logos que sea el sí, sí y el no, no” (Mt 5,37), no podría decir un sí el mismo, sin que corresponda a la verdad, porque así uno ve claramente que el Señor viene pronto, enseguida. Y os dije estos espacios del tiempo grandes, que son tres períodos, para que percibamos y entendamos que el período tercero y definitivo del tiempo es pequeño.
Nos impresiona mucho este “vengo”. Está en tiempo Presente, por supuesto que no histórico, pero se refiere también al pasado y al futuro como un movimiento esencial que hace el Cristo continuamente dentro en el espacio del tiempo.
Si os acordáis, en todo el libro del Apocalipsis, muchas veces dijimos que el Cristo viene como Juez y siempre se refiere aquel “vengo”, “vengo”. Es cierto que Su Parusía-Presencia definitiva será al final.
Este “vengo”, “vengo” significa que el Cristo entrando en la Historia la juzga parcialmente. No lo olvidéis esto. El Cristo continuamente juzga la Historia, pero Su juicio es parcial. El Cristo continuamente viene como juez dentro en la Historia.
¡Veis un pueblo que perjudica y es injusto con otro cómo es juzgado, o un hombre que comete injusticia a otro hombre cómo es juzgado! No creáis ni penséis que el Cristo está fuera de la Historia; el Cristo está a la derecha del Dios Padre, y a la vez está dentro en la Historia, pero la juzgará definitivamente en Su última ya Parusía-Presencia.
San Andrés de Kesarea interpretando el “vengo pronto, enseguida”, apunta lo siguiente: “el «vengo pronto, enseguida», es lo declaratorio o la cortedad, brevedad de este mundo en relación con el tiempo futuro, o de la brevedad de la vida de cada persona, lo rápido y lo repente de su fin”.
¡Veis cuánta es la vida humana! Podríamos decir que el “vengo pronto, enseguida” el Cristo lo dice también a la Historia, y lo dice también a cada persona. “Vengo rápido” y entonces significa que cada ser humano debe estar preparado, porque como el mismo nos ha asegurado, viene “como el ladrón en la noche” (Ap 3,3 · 16,15 y 1Tes 5,2 y 2Ped 3,10).
Y continúa el santo: “Para cada ser humanos, su fin está cuando se va de este mundo. Pero como ignoramos cuál hora viene el ladrón, pues, que seamos súper preparados y armados, a tener encendidos también los candiles o lámparas que están encendidas en el estado de Dios y a estos que están cerca de nosotros y hemos recibido la petición de iluminarlos” (J.P.Migne, P.G., tomo 106, logos 23, cap 68, pag 445D).
Es decir, en otras palabras, el fin de cada uno es breve; para cada uno el Cristo viene. Si yo muero, para mí el Cristo vino. Cuándo vendrá definitivamente en la Historia es cuestión y tema de Él; pero para mí el Cristo vino y para mí se ha acabado, diríamos, el trabajo de la semana y viene el sabatismo de la tumba. Porque “trabajad mientras es de día; cuando llega la noche ya nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, yosoy luz del mundo”. «…Porque aquel que camina en la oscuridad no sabe a dónde va» (Jn 9,5 · 12,35). Y cuando venga la muerte, como dice san Isaac el Sirio, sabatizaremos, es decir, allí ya no hay obra que hacer; allí esperamos el octavo día, el día de la resurrección de los muertos y de la eternidad de la Realeza increada de Dios.
«¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que aplica, cumple y guarda los logos de la profecía de este libro» (Ap 22,7), es decir, del libro del Apocalipsis.
Estos logos del Señor, amados míos, en el libro del Apocalipsis, nos recuerdan aquellos otros logos que dijo en Su Evangelio según Mateo, aunque habla sobre los obreros del Evangelio, sin embargo es para cada uno: “Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle comportándose así (es decir, prudente y fiel)… Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt 24, 46-51 Lc 12, 43-46); es decir, ¡el que vive la vida desentendida, a la ligera, derrochadora y prodiga, con sus compañías, su vinito, su comidita, las buenas tapas etc… y el tiempo pasa!, cuando menos lo piensa el Señor vendrá y le cortará en dos, o sea que morirá, vendrá la muerte, vendrá el momento que se separa la psique-alma del cuerpo.
Aquí podríamos encontrar también un ejemplo –haré una referencia a lo anterior, sobre la hora que vendrá el Cristo. Pero prestad atención en algo.
Un hombre tiene delante de él la vida humana. Y la demostración es, si no sucede algo, que vivirá unos setenta-ochenta años más o menos. Si, por ejemplo, un hombre tiene ochenta años, no puede hacer más que esperar ya el día que va a morir y está cerca, (pues que no se decepcione nadie que tiene ochenta años). ¡Un año será, dos, tres…! ¿Cuántos? ¿No está cerca el fin? ¿Qué le muestra la vida? Pues, que su fin está cerca. ¿Qué es lo qué no sabe? El día y la hora.
Con el ejemplo que os he dicho, quiero hacerlo más claro aquello que antes os he relatado sobre el fin de la Historia.
Aquí amados míos, tenemos la sexta bienaventuranza del Apocalipsis. Todas las bienaventuranzas en el libro del Apocalipsis son siete. Y esta es semejante al contenido de la primera bienaventuranza, pero en epítome, resumen, por razones de vitalidad. La primera bienaventuranza del Apocalipsis, en el capítulo 1º, versículo 3, dice: “Bienaventurado y dichoso es aquel que lee, y aquellos que escuchan los logos de esta profecía divina y practican, aplican y cumplen con devoción y fe todos los logos que están escritos en ella; porque el tiempo que se van a realizar todas estas apocalipsis-revelaciones está muy cerca”. Estos logos dice allí. Aquí dice ¡he aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que aplica, cumple y guarda los logos de la profecía de este libro.
Aquí vemos que se conecta la bienaventuranza con el tiempo de la venida de Cristo que será rápido, para recordar a sus fieles que sus luchas no son interminables, que la Historia no es interminable, sino que todo es breve, porque el Señor viene pronto, enseguida, tanto en la llamada personal de cada uno, como también durante Su Segunda Parusía-Presencia.
Es esto que escribe el apóstol Pablo, cualitativa y crónicamente: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la doxa-gloria luz increada venidera que en nosotros ha de apocaliptarse-revelarse” (Rom 8,18), y ¡cuánto sufría Pablo… lo sabéis muy bien! ¡Qué aflicciones y calamidades padecía este hombre por la agapi a Cristo!, ni siquiera son dignas delante de la doxa (gloria luz increada) que se nos va a apocaliptar-revelar. Esto significa que por muy duros y pesados que sean estos padecimientos, un día tendrán su fin.
Y realmente cuando pasamos una dificultad, digamos: “Eh, esta también terminará. Todo en este mundo termina”. Algo que es agradable, digamos: “Todo termina”. Algo que es desagradable digamos: “todo termina”. Dentro en nuestra conciencia, dentro en nuestra célula, debe ser instalada esta tesis: todo termina, todo acaba tanto lo bueno y agradable como lo malo y enfermo.
Así que, si nos sucede algo muy agradable no nos quedemos apegados a esto. “Eh, agradable, ¡doxa-gloria y gracias a Dios!, agradable. Pero no nos quedamos apegados en esto. Y para algo que es desagradable, digamos: “Eh, esto también pasará”. No nos quedemos apegados y con esto allí decepcionarnos y desesperarnos.
Y si pasamos enfermedades, pasamos dolores, pasamos dificultades, no sé yo lo que mañana nos pueda suceder, no sé qué enfermedades tendrá cada uno y qué dolores padecerá cada uno de nosotros, no lo sabemos, diremos sencillamente: “Esto también pasará”. No qué pasará, es decir, que nos sanaremos, recuperaremos. Alguna vez puede que nos digan que no nos pondremos bien y que tengamos la conciencia de que no me pondré bueno. Atención a este punto. No sé lo que diréis a vuestros parientes, pero para vosotros mismos, que ahora me escucháis, esto tengo que aconsejaros: no os perturbéis. Preguntad al médico: “¿Doctor, por supuesto que ninguna esperanza se puede perder, pero es incurable mi caso?, ¿estoy conducido a la muerte? Sería bendición que el médico diga pero de forma buena: “Tú caso es serio. Debes… tener cuidado. Es verdad, en algo no vamos bien”. ¡Pero vosotros no os perturbéis! Mañana nos dice el médico que tenemos cáncer. ¿Y en concreto este momento también cuántos de nosotros puede que tengamos en nuestro interior cáncer y se presenta después de poco? ¿Cómo lo sabemos? Por supuesto que también algunos hombres se curan; no faltará la esperanza. Atención, no caeremos en telarañas negras, sino que diremos “¿qué más tengo que esperar? Debo prepararme, debo ocuparme; esto también pasará”. ¡Qué? ¿Cómo pasará? ¿Me curaré? No. Sino que mi vida pasará.
¿Pero qué importancia tiene esto si digo “pasará mi vida? Yo quiero que no pase mi vida.
¡He aquí está la cuestión!… Si en esta realidad metafísica (usaré metafísica un término inapropiado, no pasa nada), si permanezco con fe de que mi vida no termina aquí y digo “doxa-gloria y gracias a Dios, he vivido, he oído y se me ha dado la oportunidad de trabajar mi sotiría redención y salvación; ahora el Señor me lleva. Sea hoy, sea mañana me lleva”.
¡Por eso nos son útiles estas cosas que decimos; nos son útiles para aquellas horas difíciles, amados míos! En concreto, no desde el lado de la desesperanza, es decir, decir que todos estamos moribundos, todos somos próximos agonizantes; el tema es cómo permaneceremos y afrontaremos cada uno en su propia realidad. Así piensa el apóstol Pablo y dice que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la doxa-gloria luz increada venidera que en nosotros ha de apocaliptarse-revelarse” (Rom 8,18).
¡Pero bienaventuranza significa felicidad, dicha y deleite! Y a menudo el Señor utiliza, amados míos, en los evangelios este término bienaventuranza. “Bienaventurados los pobres…” (Lc 6,20), “bienaventurados los pacificadores” (Mt 5,9) y etcétera, “bienaventurado el que coma pan en el reinado de la Realeza increada de Dios” (Lc 14, 15) y muchos más.
La bienaventuranza se refiere a la adquisición de los bienes del reinado de la Realeza increada de Dios y la predisposición y condición de esta bienaventuranza es la aplicación y cumplimiento de los logos de la profecía de este libro del Apocalipsis. Es decir, aplicar y cumplir uno estos logos de la profecía de este libro, del libro concreto, del Apocalipsis.
Arezas dice: “Habla de los que aplican, practican y cumplen y se cuidan en no caer en los castigos que se han dicho en este libro”, es decir, las plagas aquellas que se han referido y relatado en el libro del Apocalipsis, y “con sus vidas gustadas a Dios sean excluidos de estos castigos”. Por eso debemos leer y estudiar el libro del Apocalipsis. Es decir, en otras palabras, decirlo sencillo, que es la repulsión y evitación de las plagas anunciadas en el libro, que vienen a los transgresores de los mandamientos-logos de Cristo.
Si nos acordamos, cuando decíamos, quizás el año pasado, que también por estas plagas el Dios liberará a Sus fieles, de una manera y forma que Él sabe. No es el que no participarán totalmente de estas, pero el Señor sabe liberar a los Suyos, “los que son realmente de Él, conoce a los que están junto con Él.
La palabra “bienaventurado” (Ap 22,7) en esta bienaventuranza, se expresa en tiempo singular. “Bienaventurado… y etcétera… aquel el cual…”, porque esencialmente el mensaje del Evangelio es un mensaje más personal que en grupo y en masa; es decir, el mensaje de la sotiría sanación, redención y salvación es principalmente mensaje personal.
El contenido del libro del Apocalipsis es caracterizado como profecía. “Los logos de la profecía de este libro…”, se dice. Por tanto, profecía en el sentido amplio, que significa no sólo anunciación de estas cosas que se van hacer, pero también consuelo, estimulo, rectificación y reforma de la vida, grandes verdades dogmáticas y etcétera.
Precisamente está claro que aquí califica que los logos de la profecía se encuentran en este libro, es decir, este libro es muy importantísimo.
Este libro se ha dado para que lo leamos y el Evangelista apunta dentro que “es bienaventurado aquel que lee este libro y lo aplica, practica y cumple”, porque recibió el mandamiento por Cristo a escribirlo. Es como si se tratara de ser percibido y entendido al contrario dentro en la Historia y que dijeran: “No leáis este libro del Apocalipsis, está cerrado y sellado, es un libro difícil, no lo leáis”. Un extranjero dice en concreto lo siguiente: “La antítesis entre esta bienaventuranza y frente la cautela del libro, como si la exhortación de Juan fuera inversa, es decir, bienaventurado el que no lo lee” (Bengel). Esto es terrible.
¿Es decir, ¿cuál es el valor del libro del Apocalipsis?
Mirad; cuando dice “bienaventurado el que aplica, cumple y guarda los logos de la profecía de este libro”, significa:
Primero: Cuando uno lea y vea las iconas-imágenes del libro, las iconas de las plagas, del Anticristo, de la Parusía de Cristo y etcétera, de la Realeza increada de Dios, en éste se le van produciendo una vigilancia y vela continua, se vigila y se protege a sí mismo.
Segundo: Se prepara para todas aquellas cosas que sucederán, y principalmente sobre la apostasía que es la culminación de todo. Y creo que en nuestra época la apostasía se mueve con una curva que se marca de forma y con elementos expositivos, diríamos, o según progresión geométrica, por decirlo más sencillo, o sea, que la apostasía se mueve tanto más y más rápida, en una escala internacional. ¿Lo entendemos esto?
¿Nosotros dónde nos encontraremos? ¿Hoy en día es incrédulo mi amigo, pero quizás mañana podría ser yo? Mi amigo ayer no fue incrédulo, fue arrastrado y engañado. Por tanto, ¿quizás mañana yo seré el incrédulo? ¿Quizás yo me iré de Dios mañana? Cuántas veces vemos amigos, parientes que estaban cerca con Dios y ahora se van.
Por tanto, debe haber una prognosis de que vendrá la apostasía. ¿Os acordáis cómo lo dijo el Señor esto? Que “la agapi de muchos se congelará…” (Mt 24,12), “que…que…que…”. Y aquello que es del salmo que dice “me había preparado y no me perturbé” (Sal 119,60). Psicológicamente me he preparado, se que vendrá la incredulidad, vendrá la apostasía; estoy preparado y por eso no me turbaré.
Cuando otro ve que la incredulidad, la falta de fe y la apostasía se hacen moda, dice “¿pero bueno, yo voy a ser distinto que los otros? ¡Y éste también se hace apóstata!
Tercero. Aquellos males que vienen, deben suceder; y por consiguiente el fiel no se escandalizará cuando vea que estas cosas van a venir.
Cuando por ejemplo, el Cristo dice en los evangelios, “se congelará la agapi de los muchos” (Mt 24,12) y el apóstol Pablo dice a Timoteo “¡También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”, y se refiere a los Cristianos! ¡No a los idólatras, sino que se refiere a los Cristianos, de que serán los Cristianos los que serán así!
El hombre fiel, cuando vea todas estas cosas, toda la apostasía, no se escandaliza, y decir “¿quizás no sea verdadero el Cristo? ¿Quizás la humanidad ha fallado y se ha equivocado porque Le ha aceptado? Quizá nuestra Iglesia… ¿No ves lo que hace este o aquel obispo, este o aquel presbítero; este diácono, aquel hombre espiritual… no ves lo qué hacen? Por tanto, quizás alguno se escandalice y diga: ¿dónde está el Cristo? ¿Quizás nos hemos equivocado?
Cuando el fiel conoce que estas realidades y cosas “es necesario o deben suceder pronto” (Ap 1,1), las ha anunciado el mismo Cristo… está preparado y no teme, amados míos, no se escandaliza. Es interesante esto. ¿Qué dice el apóstol Pablo? “Primero vendrá la apostasía y después vendrá el Anticristo” (2Tes 2,3), porque la apostasía traerá al Anticristo. ¿No lo dice esto en la epístola a los Tesalonicenses?
Por todas estas razones diríamos que especialmente en nuestra época, que se mueve tan rápidamente en la apostasía y al pecado derramado y exagerado, no debemos dejar el libro del Apocalipsis de nuestras manos; debemos estar estudiándolo continuamente. ¡No lo olvidemos esto; continuamente estudiando el Apocalipsis!
No digáis, “si es que no entiendo muchas cosas” o “puedo ser engañado”; es cuestión de humildad. Si eres hombre humilde y no entiendes algo, entonces recurrirás a la interpretación (exégesis-explicación) depositada que está en la Iglesia y aprenderás. Tal y como yo tampoco interpreto por mi cuenta; la interpretación (exégesis-explicación) depositada que está en la Iglesia, esta utilizo y esta os digo. Cuántas veces os lo he dicho esto, para que no se vaya a creer y pensar que yo hago interpretación mía. Así podemos estudiar con humildad e ir haciéndonos de estas grandes verdades, porque el mal viene, y debemos a pesar de esto nosotros permanecernos firmes y derechos en pie.
Me ha venido en mi cabeza en este momento, en estos dos tres minutos que quedan para deciros algo que me ha impresionado mucho. No lo dije a nadie esto, vosotros sois los primeros que lo oís ahora. Lo pensé… ayer lo pensé.
Leía un periódico local de una provincia (un señor me lo trajo), que se refiere a una protesta del vicepresidente de los clérigos sobre una obra de teatro que se hace en Atenas, en el teatro Kalutá. Esto lo he visto también en otra parte, un escolio-comentario en la revistas Zoí-Vida o Sotir, no me acuerdo, en alguna parte lo he visto este comentario. ¡Presenta en esta función, representación a Dios (estoy en duda, lo digo, no lo digo que Dios me perdone), presenta a Dios en una posición homosexual con los ángeles! ¿Os habéis removido y templado? ¿Si os digo que esto está escrito en la Santa Escritura?
Ahora esto es una representación, una escena, así es. ¡Y van los cristianos y pagan la entrada y ven estas funciones y escenas! Y no van a dar un par de bofetadas a los actores y al dueño del teatro y decir: “¡Qué es esto que haces? Nada de nada… Van y se ríen, por supuesto y disfrutan…! Por tanto, si os digo que esta escena está depositada en la Santa Escritura, ¿qué diríais? Oídla cómo está descrita.
Los dos Ángeles, de los tres que visitaron a Abraham vienen en Sodoma. Es en tipo o modelo de la Santa Trinidad, estos dos ángeles son el Hijo y el Espíritu Santo. Descienden bajo, en tipo de la venida del Hijo en el mundo y el Espíritu Santo que vino y permanece en el mundo.
Entraron en la ciudad como hombres. Como hombres los vio Abraham y como hombres los acogió en filoxenía, y los llamó Señor. ¡Esto diríamos que es el gran acontecimiento, que Abraham acogió en filoxenía a Dios! Los Sodomitas que eran homosexuales desde el más joven hasta más grande, cuando vieron dos hombres jóvenes, se escandalizaron. Fueron, pues, a la casa de Lot, le tocaron la puerta y le dijeron: “Entréganos estos hombres para acostarnos con ellos…” (Gen 19,5). Veis que la Santa Escritura habla bien, “para acostarnos con ellos”, es decir, encontrarnos con ellos y cometer el pecado.
“¡No, nooo! Dice Lot, por Dios! ¡No y no! Os daré mis dos hijas, os daré a ellas”. ¡No a ellas responden ellos; sino que queremos a estos hombres!
¿Qué pidieron? ¡Hacer praxis malas, asquerosas, abominables e inmorales con los dos Ángeles que eran en tipo o modelo de Dios!
Y entonces los dos Ángeles dijeron: “¡Eh, el mal ya… se ha derramado por todas partes! Preparaos. Hasta por la mañana tendréis que haber marchado. ¡Por la mañana estas ciudades serán destruidas!
¡Si hemos llegado, amigos míos, a presentar obras de teatro de este tipo, posiblemente la catástrofe está muy cerca!
Cada uno que juzgue y saque sus conclusiones. Amín.
Unidad 76 Apocalipsis 22, 8-10 Epílogo 2ª parte: No selles los logos de la profecía
Homilía 98. Y a continuación san Juan dice: «Yo Juan soy el que estaba oyendo y viendo estas cosas» (Ap 22,8).
Con esto que dice, ni más ni menos quiere decir que viene a confirmar y certificar que ya da testimonio el Cristo.
Y, todo esto el divino Evangelista nos dice: «Y me dijo: todos estos logos son absolutamente fieles y verdaderos [los que están escritos y contenidos en el libro del Apocalipsis]; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado a su ángel, a mostrar a sus siervos las cosas que es necesario o deben suceder pronto, [es decir, a los fieles de la iglesia, aquellas cosas que son de acuerdo con su divina voluntad se realizarán pronto, enseguida». Todas estas cosas nos da testimonio el Evangelista diciendo que testifica Su ángel y testifico yo también. Sí, el libro es verdadero porque este, el Juan es el que ha oído y visto todas estas cosas, es decir, de que el Dios apocaliptó-reveló realmente el futuro de Su Iglesia.
Por consiguiente, amados míos, esta es la tercera autenticidad en serie del contenido del libro del Apocalipsis, después de Cristo y después del ángel.
Y la vez pasada y la antepasada insistí en este punto, como insisto también hoy de nuevo, porque el tema de la autenticidad es un asunto muy grande. El tema de la autenticidad y el tema de la zeopnefstía-inspiración divina son asuntos y cosas muy grandes.
Por supuesto que, como seres humanos sencillos que somos, quizás la mayoría no venimos en contacto consciente y comunión, debido a los frutos del racionalismo, que los que trabajan al racionalismo quizás tengan grandes títulos de cienciología y etcétera, y vienen a decir que este libro de la Santa Escritura no es auténtico, porque… y etcétera y etcétera. Por lo tanto es necesario que consolidemos y confirmemos la autenticidad de los libros de la Santa Escritura. Además el tema de la autenticidad es algo que lo ha cuidado y se ha ocupado incluso el mismo logos de Dios.
Es conocido que la misma Iglesia lo que es falso lo rechaza, por eso también ha creado el llamado Canon de la Santa Escritura, y nos dice que los libros del Antiguo Testamento son cuarenta y nueve y del Nuevo Testamento son veintisiete, ni más ni menos.
Se fatigó y se torturó mucho la Iglesia para definir este Canon. Y eso porque muchos heréticos intentaron crear una filología y producción herética, pero la Iglesia, la caja fuerte de la verdad y de la autenticidad, como autoridad, se ha preocupado a sacar y quitar lo que no es auténtico y verdadero, excluirlo y evitar a los Cristianos que vayan leyendo todo lo herético… Ya tenemos un catálogo, aunque es posterior, porque tenemos también anteriormente este tipo de catálogos. San Cirilo de Jerusalén en su 4ª Catequesis habla sobre las Santas Escrituras y nos dice cuáles libros de la Santa Escritura tenemos que leer. Esto significa que la Iglesia, no sin fatigas ni torturas, ha entregado en nuestras manos esto que nosotros llamamos Santa Escritura.
Así san Juan el Evangelista es una autoridad auténtica, la tercera después de Cristo y del ángel. Y como sabéis, los Santos son autoridades de las apocalipsis-revelaciones de Dios.
La autoridad es fruto de la autenticidad, de la legitimidad y de la santidad. ¡Y la auténtica santidad, para que sea aceptada, debe tener para sí misma la santidad de la vida vivida y la conducta, actitud y virtud ortodoxa pura, verdadera e inquebrantable, es decir, sin mezclas e irrompible!
Y aún algo más, es decir, que tenga también el testimonio de la Iglesia, que se hace también testigo de las dos primeras características, la santidad de la vida vivida y de la conducta recta, ortodoxa de aquel que deposita la apocálipsis-revelación de Dios.
Y el testimonio de la Iglesia sobre Juan ya existe, porque este testimonio de la Iglesia lo apela Juan; se ocupa a consolidar la verdad y veis que la Iglesia la consolida. Escribe por ejemplo en el capítulo 1º, en el preámbulo del libro, consolidando: «Juan, a las siete Iglesias que están en Asia: Χάρις Jaris (Gracia, energía increada) y paz de Dios a vosotros, del que es y el que era y el que siempre viene, y de los siete espíritus que están delante de su trono…Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en reinado de la realeza y en la paciencia en Jesús Cristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa del logos de Dios y por dar testimonio de Jesús Cristo» (Ap 1, 4 · 1,9).
Por tanto, se dirige a las siete Iglesias, y esto indica que las Iglesias lo saben. Las receptoras son las Iglesias, las Iglesias parciales y las Iglesias locales y como receptoras de las cosas que las entregará vienen a dar sus testimonios. Incluso Juan está unido también con las Iglesias, porque es miembro de la Iglesia.
Y dice: “Yo Juan”. Es decir, dice su nombre y en concreto pone también el antónimo “Ἐγὼ egó yo”, mientras que podía decir “Juan, vuestro hermano”. Esto lo hace para recalcar su presencia; lo decimos también en nuestra lengua, cuando decimos nuestro nombre y ponemos también el antónimo yo; “yo Atanasio” y etcétera. Y continúa “el hermano vuestro”. ¿Y qué más?, también “copartícipe”. No partícipe sino copartícipe, es decir, co-cómplice vuestro “en la tribulación” en las persecuciones (esto quiere decir con la palabra tribulación) “y en la realeza increada y en la paciencia en Jesús Cristo”. Estos son los testimonios que Juan apela, para decir las posteriores cosas más abajo.
Por consiguiente, la autoridad y la zeopnefstía-inspiración divina de la Iglesia percibirá y entenderá que aquello que se le está depositando es auténtico y verdadero o no. ¡La Iglesia es la caja fuerte de la Ortodoxia! ¿Lo habéis oído bien, por favor? No soy yo, ni los individuos, es la Iglesia. Y si estas cosas que yo diré son probadas a la piedra angular de la Iglesia, entonces la Iglesia testimoniará y dirá que las digo bien, son verdaderas, son auténticas.
Por consiguiente, la verdad y la fidelidad del libro del Apocalipsis está asegurada y tal como se ha dicho en temas pasados y antepasados, conviene y está de acuerdo el contenido tanto sobre el espíritu como sobre la letra, con todos los libros de la Santa Escritura y con los logos de Cristo en los evangelios.
Lo diré una vez más, esto que os dije también antiguamente: En todo lo largo del análisis del Apocalipsis, testigos son los casetes que se han grabado; si las escucháis, esto lo veréis. Cuando analizábamos una tesis del libro del Apocalipsis, paralelamente íbamos también a los restantes libros de la Santa Escritura, a los Profetas, a los evangelios, a los libros históricos y a las epístolas del apóstol Pablo y etcétera, y comprobábamos que esto que dice el Apocalipsis está escrito también allí. Por consiguiente el espíritu del Apocalipsis está de acuerdo con el espíritu de la Santa Escritura, pero incluso está de acuerdo también con la letra, a pesar que el libro del apocalipsis constituye algo particular y diferente. A pesar de esto, si insistimos hasta en la letra encontraremos similitud.
«Y después cuando las oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que aplican, cumplen y guardan los logos de este libro. A Dios tienes que venerar o adorar» (Ap 22, 8-9)
Es la segunda vez, amados míos, que Juan intenta venerar a este ángel que le está acompañando. En el capítulo 19º en el 10º versículo esto lo hemos visto otra vez.
De todas formas por una vez más, por los logos de este ángel, “no, ten cuidado” y etcétera, se ve claramente que Juan es el Profeta, porque el ángel le dijo “soy tu consiervo y de tus hermanos los profetas”. Por tanto, vemos que es Profeta, ya que este ángel le llama hermano de los Profetas.
De todas formas, en relación con este suceso que relata san Juan el Evangelista, san Andrés de Kesarea dice que: “Mostró también la piedad del ángel, porque no aceptó esta veneración o adoración o reverencia del consiervo y le indicó que sea para el Soberano Dios”. Parece que en la disposición de Juan sería una veneración o reverencia no honorífica sino de culto, tal y como hemos explicado otra vez, por eso también el ángel niega una veneración de este tipo, y le dice, “no, a Dios venerarás que es el Soberanos, el Señor que es común tanto para mí el ángel como para ti el hombre”.
Los Ángeles, amados míos, son piadosos, son santos, por eso también el Señor los llama santos, tal como hemos escuchado en el pasaje evangélico de hoy, en el Evangelio según Mateo, en el capítulo 25º. El mismo Señor dijo: “Cuando venga el hijo del hombre en su doxa-gloria luz increada y todos sus santos ángeles con él…” (Mt 25,31).
Aquí uno ve la humildad de este ángel, que dice no, y que confiesa que es “consiervo de Juan, de los Profetas y de los que cumplen la ley evangélica”.
Es digno de observar que se refiere que es “consiervo de los Profetas y de los que aplican y cumplen los logos de este libro”. Dice “de este libro”, no dice “del logos de Dios” en general. Se sobreentiende que toda la Santa Escritura; y se sobreentiende que es tanto del Antiguo como Nuevo del Testamento.
Por tanto, cuando dice que “soy consiervo de los que aplican y cumplen los logos de este libro”, significa que este mismo ángel, con este modo indirectamente identifica el libro del Apocalipsis con toda la Santa Escritura y especialmente los Evangelios.
¡Veis cómo vienen los testimonio uno detrás del otro y cómo se confirman y se consolidan!
¿Y cuáles son los “logos de este libro”?
En el libro del Apocalipsis los logos son proféticos, son logos dogmáticos, logos exhortativos y logos-mandamientos. Todas estas cosas son ofrecidas en el libro del Apocalipsis, y los verdaderos fieles se forman, se formalizan, se instruyen y mejoran en y por todos estos logos.
Y la exhortación del ángel, “a Dios venera” evidentemente se refiere, como os he explicado, en la veneración de culto y en honorífica. Lo vuelvo a decir para que no se piense y se crea que no se debe decir, por ejemplo, nuestra oración al ángel u otra cosa. Decimos: “Santo Ángel, que estás observando y vigilando mi psique desastrosa y vida miserable…” (Oración de vísperas) y aún decimos el Canon del santo Ángel o a los santos Ángeles, o tenemos la fiesta de los santos Ángeles, en la fecha 8 de septiembre y etcétera. Para que no creáis esto, por eso vuelvo hacer esta aclaración.
«Y me dijo: No selles [ni guardes escondidos y secretos] los logos de la profecía de este libro, [sino anúncialos y transmítelos], porque el tiempo está cerca» (Ap 22,10).
“Y me dijo”. ¿Quién es el que habla aquí a Juan? Si os acordáis, os había dicho, en el último capítulo del libro del Apocalipsis, es que es un poco difícil buscar a encontrar los sujetos de los verbos. ¡Más bien, parece que tenemos más de cuatro-cinco casos, como aquí lo “me dijo”, que tenemos duda de “quién es el que habla ahora”, el Cristo o el ángel! Porque existe esta pequeña dificultad a entender cuál es el sujeto de un verbo.
Es exactamente, amados míos, como en un concierto polifónico con muchos órganos. Tomad el “Aleluya” de Hendel, como un ejemplo improvisado que puede comenzar lentamente, pero mientras progresa se hace un alarido, un entusiasmo, se hace una elevación, una subida del espectador… por la música que arrastra hacia arriba. Cuando el coro con muchos miembros que salmodia el “aleluya” alabad a Dios se hace una subida progresiva. En una subida los órganos tocan más y más rápidamente, más y más corto, más y más fuerte, de modo que no quedan ya espacios de discernimiento de algunas cosas. Es algo que encontramos también en la ejecución de los Salmos, porque algunos Salmos tienen el epígrafe que nos dicen con qué manera será ejecutado un Salmo.
Así también aquí, el epílogo del libro es un tono de tensión, que quiere llevarte a ti el lector o el oyente, llevarte y sacarte de la lectura de todo el libro que has hecho y ahora trasladarte al cielo.
¡Así diríamos que igual que en los capítulos anteriores en su sintaxis se presenta en muchos puntos un solikismo una a-sintaxía (sin sintaxis), para provocar la atención del lector, así también aquí no apunta con exactitud los sujetos, para provocar, diríamos, una vitalidad y porque no tiene tiempo para explicar, porque tiene prisa a subirte al cielo, no tiene tiempo en aclararte cuál es el sujeto!
Por tanto, ¿quién habla aquí, el ángel o el Cristo?
Por supuesto que habla el Cristo. Anteriormente hablaba el ángel. Un poco antes, como hemos analizado, el mismo Juan, da testimonio al lector: “yo el Juan doy testimonio de estas cosas que he oído y visto”, y ahora habla el Cristo. Veis, los sujetos se intercambian.
San Andrés, que interpreta cuál es el sujeto dice: “Hasta ahora hablaba Juan poniendo los logos angelicales; ahora viene en la persona Soberana de Cristo que le dice “no selles los logos de la profecía”. Por tanto, está hablando el Cristo.
De todas formas, vamos a ver ahora este “no selles”.
El sentido y concepto del sello tiene dimensión exterior e interior. La dimensión exterior es cuando sellamos una caja, una casa, y no podemos entrar dentro en aquel espacio que sellamos, ni tampoco pueden salir aquellos que están dentro.
Os recuerdo la tumba de Cristo. Pilatos dijo a los sumos sacerdotes “id vosotros y sellad la tumba, vosotros sabéis”, y después apunta que los sumos sacerdotes “ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mt 27,66). Pusieron el sello en la piedra, de modo que al forzarlo mostrar inmediatamente que algo sucedió al sepulcro.
Por tanto, aquí sellar exteriormente quiere decir que hago imposible la introducción a un espacio, o por lo menos, si se fuerza la entrada que pueda darme el testimonio que ha sido forzada, igual que en este caso el sepulcro.
El sellamiento interior es, como cuando un libro (aquí el libro del Apocalipsis), escribe de una manera incomprensible, y así sus conceptos están sellados, uno lee y no entiende. No está cerrado con llave el libro; uno lo compra de la librería y lo lee cualquiera que quiera, pero los conceptos están sellados y no entiende nada. Esto se llama el sellamiento interior.
Sellamiento aún es el silencio también, igual como dice san Juan en un punto del capítulo 10º del libro del Apocalipsis: “Cuando los siete truenos hubieron hablado, yo me preparaba para escribir sus logos” (Ap 10,4). Cuando hablaron los siete truenos, dijeron una profecía, y “yo escribía” (los siete truenos son esquema, os acordáis cuando hablábamos allí sobre esto).
Una nota: Como Juan escribía, es decir, escribía durante la apocálipsis-revelación, o sea que no vio una vez y después se sentó a escribir. Y esto tendría su valor y su zeopnefstía-inspiración divina no se cuestiona, pero vemos que aquí ve y escribe, ve y escribe…
Os acordáis cuántas veces le dice el Cristo “escribe en la Iglesia… al obispo, al ángel de la Iglesia tal; escribe…”, es decir, toma tu papel y tu lápiz y escribe: “esto dice la estrella de la mañana…” y etcétera.
Juan escribe. Mantiene su conciencia, no son visiones que pierde su conciencia. Mantiene la claridad de su espíritu, plena claridad y lucidez del espíritu. Todas estas realidades son para la consolidación de la autenticidad el libro del Apocalipsis. Veis cómo os lo recalco este punto.
Por tanto aquí dice: “Cuando los siete truenos hubieron hablado, yo me preparaba para escribir sus logos; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella y mantén en secreto los logos que han dicho los siete truenos, y no los escribas” (Ap 10,4).
Por consiguiente aquí, sellar significa que escondo, callo no anuncio: “Estos logos no los escribas para nada, son para ti; no los publiques”.
Sabéis que existen puntos que el Dios los apocalipta-revela a los Profetas, y son sólo para los Profetas. Estas cosas que vieron se las llevarán con ellos. Se marcharán de este mundo, morirán y las llevarán consigo; no las depositarán; sólo depositarán las que recibieron la orden de exponerlas y depositarlas.
Aquello que me interesa en este momento es mostraros qué quiere decir sellar. Así que aquí otra vez sello quiere decir ocultación, silencio, esconder. Se sellan algunas cosas y no se publican, no se dan a conocer.
En el caso que el Dios por una parte apocalipta-revela, pero por otra parte mantiene la precaución de la interpretación sobre el tiempo futuro, y esto es un sellamiento.
Dice: “Escríbelo. Pero la interpretación de la cosa (de este logos) vendrá en el tiempo futuro, ahora no lo entenderá nadie”.
Pero existen también casos que el sellamiento se hace también para el Profeta. El Profeta oye, escribe, pero no entiende. Oídlo cómo lo dice esto el Dios a Daniel: “Y tú –Daniel, sella esta visión, porque pasarán muchos días para ser entendida” (Dan 8,26). Es decir, escribe de esta manera que la interpretación no sea posible; pasará mucho tiempo para que sea comprendida. Y le dice: “Cuando se realizará el esparcimiento o dispersión, entonces los hombres comprenderán esta profecía” (Dan 12,7).
¿Cuál es esta dispersión o esparcimiento?
Oíd ahora lo qué dice el profeta Daniel: “Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? ¿Cuál será este esparcimiento? El respondió: Anda, Daniel, pues estos logos están cerrados y sellados hasta que pase el tiempo definido” (Dan 12, 8-9). No lo sabrás ni tú. Así que también los Profetas algunos puntos no los entienden; las esconde el Dios también de ellos.
Es sencillo, amados míos, hoy lo sabemos. Daniel entonces esto no lo conocía, pero nosotros hoy en día lo conocemos porque se ha realizado. Lo interpretó el Señor: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo –en el templo de Salomón- la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, el que lee, entienda, entonces los que estén en Judea, huyan a los montes y sepan que llegó el fin de Jerusalén” (Mt 24, 15-16).
Esta, “la dispersión o esparcimiento” se hizo en el año 70.
La palabra “dispersión o esparcimiento” vemos que como profecía, se cumple en el siglo 1º después de Cristo. ¡Habéis visto! Sólo una palabra puso, de que estas cosas que dijo el Señor serán entendidas cuando se realice el esparcimiento o dispersión del pueblo de Dios.
Los romanos surcaron y conquistaron la ciudad, derrumbaron el templo, lo destruyeron todo, llevaron a los hebreos y los vendieron a los mercados de esclavitud, y desde entonces se esparcieron en los cuatro puntos cardinales de la tierra, hasta el 1948 que hicieron estado. ¡Es la diáspora de los hebreos! ¡La diáspora obligatoria! Los romanos los sacaron ya de allí, porque no podían aguantarlos ya por sus continuas revoluciones.
Leeré otra vez la profecía: “Cuando se vaya a producir la dispersión o esparcimiento, entonces conocerán todas estas cosas y realidades”.
El intérprete de la profecía es el Cristo y esto significa que Profeta escribe y Profeta interpreta; lo veremos un poquito más abajo esto.
Existe aún (sobre el sellamiento hablamos), la negligencia también, o la no estimación correcta del contenido del libro, y así se pone al margen el libro del Apocalipsis. Y en este caso la palabra para hablar sobre el libro del Apocalipsis la tienen los teólogos, los predicadores y los oradores. Por negligencia, por ignorancia o por estimación del contenido del libro, lo ponen al margen, y dicen “no lo toques este libro”. ¿Pero por qué?
Arezas escribe: “No selles ahora tú este libro cerrándolo bien, sino que lo presentes a todos”. Al contrario que el mandamiento de Cristo, no lo selles tú este libro en tu armario, o mejor dicho, no hables sobre el libro del Apocalipsis, sino que preséntalo a todos.
Si me preguntáis aquí, y con razón, ¿por qué la Iglesia en los primeros tiempos no lo utilizó? ¿Por qué no tenemos lecturas en la Iglesia del libro del Apocalipsis?, tal como tenemos por las epístolas de san Pablo y las siete epístolas universales y los Hechos de los Apóstoles, os respondería: Desgraciadamente porque existía la herejía del Milenarismo… Y la herejía del Milenarismo no es nueva; el milenarismo comenzó, amados míos, apenas se publicó el libro del Apocalipsis. ¡El primero que usurpó la Realeza milenaria de una forma materialista fue Kerinto, mientras vivía aún san Juan el Evangelista! Y como esta herejía perturbó a Oriente–no a Occidente – por eso la Iglesia fue obligada- y así creó conveniente no utilizarlo. Pero ahora no existen las causas y razones de no utilizarlo. Y como desea y bendice también el profesor académico Brasiotis, sería bendito que en un Sínodo Panortodoxo que entre el libro del Apocalipsis como lectura también en las lecturas de la Iglesia.
No obstante san Andrés de Kesarea, y Arezas antes, ahora san Andrés dice:
“Es digno que se lea la biblia por los fieles. Porque allí habla también sobre el Infierno, que está preparado para los pecadores, para el castigo de los infieles e impíos habla también del reinado de la Realeza de Dios, sobre el descanso de los Santos que se ha anunciado. Todas estas cosas y realidades conducen al fiel a una vida santa”. Es decir, es una cosa preciosa y beneficiosa que leamos el libro del Apocalipsis.
Por consiguiente es necesidad imperativa, amados míos, que estemos estudiando el libro del Apocalipsis, principalmente en los tiempos difíciles, exactamente para que aprendamos y vayamos preparándonos.
San Ignacio, en su epístola a san Policarpo, dice: “¡que estudies muy bien… y sobre todo aprenda y conozca!” Pone el “sobre todo”, para recalcar el esmero y el detalle. En los tiempos que los estudies; en tu época que la estudies, tanto la pasada como la actual y que esperes a éste que esperamos, a Jesús Cristo.
Así que, yo diría que paremos y dejemos de malinterpretar y desconsiderar el libro del Apocalipsis y decir que “está sellado con siete sellos” (Ap 5,1) porque los sellos del libro los deselló (abrió) el Cordero.
Os acordáis en el 5º capítulo, cuando aparece la escena en el cielo, donde existe un libro con los sietes sellos y se escucha una voz que pregunta ¿quién puede abrir este libro? El libro es de las voluntades de Dios, del futuro de la Iglesia. “¿Quién puede descifrar lo qué sucederá? ¡Nadie! Ninguna voz, ni en el mundo angelical, ni en la tierra, ni en el Hades. ¡Nadie! Y yo, dice el Evangelista Juan, comencé a llorar y llorar: “¿Nadie?…” “No te entristezcas, me dijo entonces el ángel, el libro lo ha desellado y descifrado el Cordero” (Ap 5, 2-5). Eh, pues, el Cordero que deselló y descifró los siete sellos del libro, este mismo Cordero ahora dice a Juan “no selles los logos de la profecía de este libro” (Ap 22,10). ¿Cómo, pues, ya que el mismo Cristo dice “no selles”, cómo Juan sellaría? ¿Y cómo nosotros sellaríamos?
Os leeré algo que escribe en una de sus notas Panagiotis Brasiotis, el académico y catedrático de Teología:
“Esto “no selles”, se dice en oposición a la petición entregada a Daniel 8, 26 y 12,9: “Y tú sella esta visión…”, la cual desgraciadamente en la Iglesia muchas veces se aplicó en la totalidad del contenido de este libro maravilloso, olvidándose de esta petición terminante y característica del Señor, la cual podría uno suponer que se dio exactamente por predecir las futuras cosas y realidades frente la cautela de muchos teólogos sobre el libro del Apocalipsis … Lo opuesto del sellamiento es la publicación, la que impone aquí el Señor, tanto en el Apóstol como en todos los maestros de la Iglesia”. Habéis visto como lo llama Brasiotis el libro del Apocalipsis: ¡Maravilloso, libro majestuoso! Estas cosas, amados míos, escribe Panagiotis Brasiotis sobre el libro del Apocalipsis al final ya de su análisis en el dosier.
Pero vamos a retornar. Os dije que la profecía de Daniel la interpreta el Cristo. O sea que, Profeta escribe y Profeta interpreta.
Escribe el apóstol Pedro: “entendiendo primero esto, que toda profecía de la Escritura no se puede nunca interpretar por el nus (espíritu) y mente humana, porque nunca en el pasado se hizo la profecía por voluntad humana” (2Ped 1, 20-21), sino que profecías hablaron los santos hombres de Dios siendo inspirados y dirigidos por el Espíritu Santo.
Estas realidades que dice el Apóstol Pedro significan el sellamiento y el de-sellamiento o apertura, es decir, la descripción y la interpretación de una profecía no se hace por invención humana, por fantasía humana y por la mente humana; sino por el Espíritu Santo. Entonces la profecía es verdadera.
San Juan el Precursor, el mayor de los Profetas, ¿sabéis qué hizo? Desellaba, descifraba y abría todas las antiguas profecías que fueron escritas en el Antiguo Testamento sobre la persona de Jesús Cristo. ¿Cómo las descifraba y las desellaba? El mismo dice: “33 Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: aquel sobre quien veas descender y posarse el Espíritu Santo y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. 33. Igual que vosotros, yo no conocía que es el Mesías; pero el Dios que me envió a bautizar con agua, me dijo: Sobre quien veas bajar el Espíritu Santo y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo, y el que dona y proporciona las energías increadas y los carismas del Espíritu Santo a los que reciben su bautismo” (Jn 1,33), ese es el Mesías.
Por tanto, ¿qué hizo Juan? Descifró una profecía. Es decir, ¡descifró las profecías de todo el Antiguo Testamento! Si todas las profecías del Antiguo Testamento inclinan a un centro que es la persona de Jesús Cristo, del Mesías y ya que esta persona la indica Juan y dice: “Éste es el Hijo de Dios, este es el Cordero de Dios el que quita el pecado de los hombres. Y yo no le conocía, sino que aquel que me envió a bautizar, este me dijo quién es”. ¿Qué hace Juan? ¡Interpreta todas las profecías del Antiguo Testamento de forma de inspiración divina zeopnefstos-divino-inspiradamente!
El mismo Señor, amados míos, hace las dos cosas: “Desella, descifra y sella. Desella, descifra por interpretar una profecía y desella por anunciar una profecía.
Por ejemplo; ya os lo dije este ejemplo, pero os lo repetiré, porque tiene importancia: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo –en el templo de Salomón- la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, el que lee, entienda, entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mt 24, 15-16 Mrc 13,14).
¿Qué hace aquí el Señor? Desella, descifra la profecía aquella que dijo el Dios a Daniel, de que “cuando venga la hora del esparcimiento o dispersión, entonces sabrán cuál es esta profecía” (Dan 12, 1-12). ¡La interpreta el Señor, y en concreto la interpreta, atención, treinta y cinco años antes de que se realizara! El año 70 después de Cristo se hizo toda esta apertura, desciframiento diríamos de la profecía, es decir, la realización de la profecía.
El mismo Señor responde a los Fariseos que Le preguntaron “quién es”: “Os diré quién soy, sólo si me diréis vosotros la interpretación correcta” (Lc 20, 42), Salmo 109: “dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?”.
Dijo el Señor a mi Señor, es decir, el Padre al Hijo y vosotros decís que el Mesías es descendiente de David, ¿Cómo es posible si es descendiente de David, llamar al Mesías Señor?
¡Calladitos, ni pio los Fariseos! ¡Nada… de nada! ¿Qué van a responder? Pero el Señor desella, descifra la profecía. En realidad son los dos correctos, es decir, es también Dios, “dijo el Señor a mi Señor…”, y es también hijo de David, porque si la palabra Señor para el Padre que dirá Dios, es absoluta, entonces a la misma frase la palabra Señor es absoluta también para el Hijo.
“Dijo el Señor a mi Señor”, aquí la primera persona habla a la segunda persona, que muestra que la segunda persona es Dios. Por lo tanto “este será Dios”, pero a la vez es también hijo de David, que significa que se hizo hombre. ¡Por tanto este que está delante de vosotros es el Θεάνθρωπος Zeánzropos Dios-Hombre!
“Por tanto, ¿queréis saber quién soy? Sí, soy descendiente de David. Después no podéis dudar de mí; vosotros tenéis los libros de registro, las praxis de los acontecimientos”. Los Hebreos los tenían, porque esperaban al Mesías, por eso presentan también catálogo, tanto Mateo como Luca; tenían datos. “Pero si dudáis que soy Dios, decidme ahora, ¿cómo explicáis esta profecía”. ¡Calladitos, ni pío los Fariseos!
Por tanto aquí el Señor interpreta una profecía.
Aquí ahora el Señor compone una profecía, la describe, la deposita y la sella:
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis logos no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mt 24, 35-36). ¿Qué es eso? Una profecía. ¿Cuándo se hará la Segunda Parusía-Presencia de Cristo? Aquel lo sabe. Dijo la profecía y la selló. Cuándo será desellada o descifrada; Cuando se realizará, igual que se ha desellado, abierto y descifrado la profecía de Daniel.
¡Todas estas cosas sabéis qué consolidación y confirmación dan en nuestra psique-alma! ¡Sabéis cómo refuerzan y fortalecen en nuestra psique! ¡Son otra cosa, son grandiosas! Por eso se deben decir, por eso debemos estudiar, para consolidar la fe en nuestro interior. Y la fe no es sólo decir sencillamente que creo, debo consolidar mi fe, no sólo para mí mismo, sino también para el que está al lado mío.
“Porque el tiempo está cerca” (Ap 22,10). Por eso “no selles [ni guardes escondidos y secretos] los logos de la profecía de este libro, [sino anúncialos y transmítelos], es decir, justifica la causa del “porqué el tiempo está cerca”, como os he explicado.
¿Cuál “tiempo”? Como dice Arezas, “el tiempo que se van a realizar aquellas cosas que se dijeron”, pero también el tiempo de la Segunda Parusía-Presencia de Cristo, que no está lejos. Porque la certeza de la Segunda Parusía-Presencia de Cristo, amados míos, en una propiedad in-expropiada de la verdadera Iglesia de Cristo (nadie puede expropiar).
Debo deciros que la Iglesia espera a Cristo en cada época y esta su espera mantiene la Iglesia en vela, sin falsedades, ni mezcla, ascética, espiritual y martírica. Esta esperanza de ella que “¡el Señor viene!”, la esperanza de la Segunda Parusía-Presencia, la mantiene viva.
Cuando los Cristianos dicen “el Señor tarda” y lo peor “¿y cómo sabemos que va a venir? ¿Cómo lo sabemos?, entonces tenemos secularización, mundanación de la Iglesia.
Lo “el Señor tarda”, nos lo dijo el Señor en una parábola, la del pastor malo (Mt 24, 48-51). Y lo “cómo lo sabemos” nos lo dice el apóstol Pedro: “y diciendo: ¿dónde está la promesa de su parusía-presencia-advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” (2Ped 3,4). ¡Y los que lo dicen esto son los Cristianos, no los idólatras! Y nuestros abuelos y nuestros bisabuelos… murieron… moriremos también nosotros, vendrán también nuestros hijos… ¡Qué más da… las mismas y las mismas cosas… así siempre se hará, no va a volver Cristo!
¡Estas cosas decían en la época del apóstol Pedro los Cristianos, y no sólo entonces! Y cuando la Iglesia, cuando los fieles dentro en la Iglesia, pueden decir “tarda” o “no vendrá el Cristo”, entonces tenemos secularización, mundanación de la Iglesia y los fieles se hacen sal desalinada, sin sal (Mt 9,50).
Esta secularización es lo más terrible y la cosa más diabólica. Debo deciros esto, que la secularización de los Cristianos es acción y energía diabólica. En concreto se ha utilizado también un término especial en este punto, es decir, sobre este tema, el de la secularización o mundanación, que se llama “secularismo”, es decir, nos hemos hecho secularistas. Se ha utilizado este término.
Nuestra fe, amados míos, debe volver a encontrar su dimensión esjatológica! ¡El Señor viene! “El Señor está cerca” (Fil 4.3)
Quizás, creo y pienso que es un punto de partida de revivificación de nuestra Iglesia y de nuestra conducta eclesiástica. Decimos… decimos que se debe renovar algo dentro en nuestra Iglesia; que se renueve nuestro clero y nuestro pueblo. Renovarse. ¿Pero por dónde tocaremos? ¿De dónde empezaremos? ¡Cuál es el punto de partida para empezar? Es esto: empezar nuestro pueblo a adquirir otra vez dentro en su creencia esta dimensión esjatológica, de que la Historia acaba, estamos en los ésjatos últimos tiempos, el Cristo viene! Sólo así podremos vivir días mejores.
Debo deciros, con mucha tristeza, que también la Ortodoxia, en nuestro espacio helénico, pasa por una terrible prueba, pasa por situaciones desagradables, porque el clero y el laós-pueblo se han secularizado. Miramos no aquellas cosas que Dios quisiera, sino una religiosidad, una espiritualidad simplona, tonta… tal como la queremos, como nos gusta. ¡Todos nosotros! ¡Queremos tener una espiritualidad en el mínimum, al justísimo y que ella esté mezclada con la conducta y moral mundana, según el dicho, “si el perro está saciado, la empanada no se la puede comer está fuerte, dura!
¡No puede ser, amados míos! O seguiremos la conducta y moral mundana de pensar y de vivir, y no seremos Cristianos o seremos Cristianos y no tendremos ninguna relación con la conducta y la moral mundana-cósmica.
Estas dos cosas y realidades tienen dos jefes. Y no puede el hombre, según el logos del Señor, trabajar para dos jefes o tendrás uno como jefe, a Cristo o al otro jefe, al soberano del pecado de este mundo. No puedes ser siervo-dulos también a los dos jefes (Mt 6,24, Lc 16,13).
Lo vuelvo a decir una vez más: Nuestra Iglesia se revivificará, se renovará y se levantará, dará días de resplandecimiento, dará Mártires y Santos, en estos difíciles ésjatos últimos tiempos, si vuelve a poner en su horizonte óptico que “el Señor está cerca”, el Señor vuelve a venir. Amín!
Unidad 77 Apocalipsis 22, 11-12 Epílogo 3ª parte: El salario
Homilía 99. Continuamos, amados míos, el epílogo del libro del Apocalipsis, que por supuesto tiene algunas repeticiones de posiciones de todo el libro, pero tiene también puntos que son íntegros, plenos, por eso de una forma no nos dejan avanzar más abajo para terminar con este libro.
Nos encontramos en el 11º versículo del último capítulo.
«El que es injusto, que siga cometiendo injusticias y pecados todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, se santifique más todavía» (Ap 22,11).
Quizás esta tesis se considere curiosa, por lo menos tal como se expresa, pero no se trata de exhortación, es decir, este que comete injusticia que continúe cometiendo injusticia y que suba también otros escalones de injusticia. Sin duda no es cuestión de exhortación.
San Andrés de Kesarea apunta: “El Cristo no dijo estas cosas exactamente para exhortar a los hombres sucios e inmundos hacerse más sucios y más inmundos, pero es como si quisiera decir que uno no debe mantener su opinión obligatoriamente. Ya que la preferencia y voluntad es sin obligación, presión, cada uno hace lo que le gusta. Este sentido y significado tienen estas palabras de Cristo. (San Andrés de Kesarea; En el Apocalipsis del Apóstol y Evangelista Juan el Teólogo, J.P. Migne, tomo 106, Logos 24, cap 71, Centro de Ediciones Patrísticas; Atenas 2001, pag 448D).
Sobre esto, para que lo entendamos, el profeta Ezequiel apunta: “Así ha dicho el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír que no oiga y el que quiera desobedecer que desobedezca” (Ez 3,27). Nos es muy útil este versículo, por eso os rogaré que lo prestéis atención.
Es análogo con aquello que dijo el Cristo: “El que tenga oídos que oiga y escuche” (Mt 11,15 ·13,9 Mrc 4,9 Lc 8,8 etc), que se sobreentiende que aquel que no tiene oídos, es decir, si no quiere que no oiga. Porque uno va a oír el logos de Dios, tiene orejas, oye naturalmente, los oídos funcionan. Por tanto, cuando el Señor dice “el que tenga oídos que oiga y escuche”, significa que el que no tiene orejas ( o prestar atención) que no escuche. O sea que si no quiere, que no escuche; y si quiere que escuche. Este significado tiene.
Y el profeta Isaías, refiriéndose a la devastación de Babilonia escribe: “el que hace infracción infringe, el ilícito comete ilegalidad” (Is 21,2), dando a entender que la ciudad permanecerá sin metania, a pesar de que se acerca el final. ¿Habéis visto? “El que hace infracción infringe, el ilícito comete ilegalidad”.
Tenemos una tesis admirable del profeta Daniel, exactamente sobre este punto y se refiere a los ésjatos tiempos y acontecimientos. Por eso os dije que prestéis atención; es una tesis interesante, y muy útil para nosotros. Dice pues Daniel en su capítulo 12º versículo 10:
“Muchos serán limpios, emblanquecidos, purificados y santificados; los impíos e ilícitos procederán impíamente e ilícitamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán”. Cuando llegue el final, por las tribulaciones y sufrimientos que se han referido, los justos destacarán, y muchos hombres se katartizarán se purgarán, se limpiarán y se harán santos. Pero los impíos e ilícitos se harán más impíos y más ilegales y ninguno de ellos comprenderá algo; pero los sabios según Dios las entenderán todas estas realidades y cosas.
Será exactamente igual que cuando ponemos dentro en el horno y ardemos materiales que no se pueden quemar. Los ladrillos del horno se hacen blancos. Así también los justos por sufrimientos y tribulaciones alcanzarán a lo que aspiran, se emblanquearán, se purificarán y se expiarán muchos. Pero todos los impíos no entenderán nada de todas las cosas que se han profetizado, al contrario, los fieles, los piadosos entenderán muy bien todas estas cosas y realidades. Esto quiere decir aquí el profeta Daniel.
Pero tengamos cuidado. Como os he explicado es muy importante, por eso tengamos mucho cuidado. San Juan el Evangelista en este texto expuesto coloca esta tesis en dos pares que tienen un rendimiento rítmico. El primer par es el injusto y el justo, el segundo par es el sucio y el santo.
¿Quién es el injusto y quién el justo?
El injusto y el justo, en el sentido y significado amplio injusto es el que peca y justo el que es piadoso pero en los temas de la Fe. La justicia en la Santa Escritura es la santidad, en el sentido y significado amplio de la palabra, igual que cuando decimos los justos del antiguo Testamento. Así con este sentido y significado, los injustos son los que pecan en el tema de la Fe principalmente, y los justos son lo que no pecan en el tema de la piedad, es decir, los piadosos, los fieles.
El sucio, manchado en la concepción ética es el que peca principalmente en los pecados carnales, en contraposición hacia al santo que es impecable en el sentido ético, también, tanto positivamente como negativamente, es decir, que no comete praxis de pecado y vive la vida en santidad.
De todas formas la concepción de todo el versículo indica que todos los hombres de la tierra espiritualmente están separados en dos campamentos; aquello que son piadosos y progresivamente se santifican y aquellos que son pecadores, impíos y también se van ensuciando progresivamente, así que entre estos dos campamentos existe un abismo que continuamente va creciendo; y por un lado, unos van continuamente hacia la santidad y los otros van continuamente hacia la impiedad y la suciedad. Este significado tiene el “todavía” (Ap 22,11). Por consiguiente, alejados los unos de los otros, el abismo lo hacen más y más grande.
Si aislamos, amados míos, de todo el versículo lo “el santo se irá santificando todavía”, tendremos muchas cosas que decir. En estos ésjatos últimos tiempos, difíciles y arduos, no existe otra manera de mantenimiento de nuestra santidad, sino sólo el crecimiento. Si queréis, es la ley economológica. ¿En la economía si quieres mantener tus capitales, debes aumentarlos, si paras de aumentar los capitales estos comenzarán a reducirse.
Así que, si queremos realmente a aumentar la santidad o más bien mantener la santidad, debemos aumentarla. Este sentido y significado tiene, amados míos, el que el logos de Dios nos pide atención y nos dice cuando el mundo continuamente irá alejándose de Dios, la apostasía del mundo se irá haciendo más y más grande, y al mismo tiempo los fieles deberán ir acercándose más y más a Dios.
Esto significa que no debe haber ninguna relación entre estos dos campamentos. No debe haber ninguna relación entre el santo y piadoso, con el impío y sucio. No abre diálogo uno con el otro. Ningún diálogo. No dirán venid a conversar, porque si lo dicen, entonces aquellos que se les cometerá injusticia y serán perjudicados serán los santos. No hace falta diálogo. ¿Los otros quieren rectificarse y reformarse? El camino está abierto; simplemente pueden rectificarse y reformarse. Esto de ven y hablamos, no en el sentido que te explicaré cuál es la vida espiritual, sino en el sentido que empezamos a poner un poco de agua a nuestro vino.
Atención, tened cuidado, amados míos; según lo que demostráis, sois hombres espirituales, ya que venís en este lugar y escucháis el logos de Dios, al cual amáis. Si uno quiere mantener su piedad, que no tenga coqueteos con los hombres impíos e incrédulos, que no intente acercarse, porque se estropeará y enfermará. Al contrario, deberá estar aumentando en la santidad y en la virtud.
Si me decís, “¿por qué Dios deja así que exista esta coexistencia pero no trópica sino coexistencia tópica-física en este mundo, que coexistan los unos con los otros?”, os diré que esto no os extrañe para nada.
Acordaos de la parábola de las cizañas, que dijo el Señor, sobre el terreno con el trigo, que cuando lo sembraron brotaron también junto las cizañas. Acordaos de aquellos campesinos, los obreros que dijeron a su jefe que vayan a limpiar el terreno de las malas hierbas, y el Señor los dijo que no, con aquel logos extraño: “Dejadlos que co-crezcan…” (Mt 13,30). Dejadlas que crezcan junto el trigo también las cizañas. Uno crece y el otro también crece.
¡Con esta parábola hemos percibido el significado y sentido de los logos “el justo que se haga más justo, el santo que se haga más santo, el impío más impío, y el sucio más sucio”! Es esto que da a entender; crece uno, y crece lo otro. Es decir, por un lado están en el mismo espacio, al terreno de este mundo, pero, por otro lado, fácilmente distingue uno que el trigo es el trigo y la cizaña es cizaña. No se puede hacer la cizaña trigo, ni el trigo cizaña.
Lo que tiene importancia es que el tema se encuentra bajo de nuestra preferencia y voluntad, nosotros qué queremos. Si nosotros queremos permanecer en la santidad, permaneceremos y debemos crecer. Que no diga alguien aquello lo demoníaco (porque es demoníaco, y desgraciadamente se predica desde el atril), es decir, que la santidad tiene unos límites; la espiritualidad es la que es; tiene un esquema, y el esquema este de la santidad cierra, es un esquema cerrado.
Amados míos, la piedad no tiene esquema; la piedad aumenta continuamente. Por tanto, no hagáis caso si oís que hemos llegado; ¡NO! Tenemos necesidad de crecimiento continuo.
Atención lo qué señala el profeta Daniel: “los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán” (Dan 12,10). Es decir, los impíos, infieles quedarán sin sospechar nada para este misterio de la iniquidad que lo estará trabajando el Anticristo. ¡Insospechados! Si vamos a decirlos, sacarlos de lo insospechado que están y hacerlos sospechar, la mayoría no entenderán; “no entenderán los impíos, inmundos”, pero “los entendidos, los piadosos” estarán entendiendo la realidad de los tiempos y tendrán cuidado.
Aquí se encuentra, amados míos, la Sofía-sabiduría en Cristo. Decimos: ¿Quién es el hombre inteligente? Por supuesto que la inteligencia (genio) podemos tenerla selectivamente. Uno puede ser un hombre muy inteligente en su negocio, pero que no sea inteligente en sus relaciones sociales o en su espiritualidad. Por supuesto que este eclecticismo no es una cosa buena; si uno es inteligente debe ser inteligente, su cerebro debe maquinar genialmente, pero juzgaremos por la calidad de los intereses del hombre para ver que es verdadera inteligencia (genio). Si se supone que uno es inteligente en su comercio, negocio y gana tantos dineros y no gasta nada y continuamente recoge, quizás llegue a ser como el rico insensato, y en algún momento le dirá el Dios “¿rico insensato, en esta noche los demonios se llevarán tu psique-alma, todo esto que has acumulado qué lo vas hacer?” (Lc 12,20). ¡Sabéis cuántos hombres, amados míos, luchan, se matan para ganar dinero y una vez descubren que sus vidas han pasado! ¡No es una pena esto! ¡No se han alegrado en sus vidas; la han pasado privados, como esclavos para ganar dinero, para tenerlo para el futuro. ¿Cuál futuro?… Incluso aún si no han muerto, pero han envejecido. Ahora el que ellos vayan a dar el dinero a sus hijos no tiene mucha importancia. A estos hijos que no han trabajado gastarán el dinero rápidamente, lo derrocharán. ¡Los hijos, sí, sí! Lo dice admirablemente el divino Crisóstomo y la experiencia lo demuestra.
Pero la inteligencia, la verdadera inteligencia es que uno pueda entender su interés real, su interés espiritual y esto es el interés en Cristo. Es esto que dice aquí Daniel: “y los entendidos comprenderán”. Podríamos estudiar los tiempos o períodos, para saber lo qué sucede en nuestro alrededor y aumentar la santidad. Por eso os dije que no nos quememos, ni nos escandalicemos porque nuestra época es difícil; existen muchos que toman el camino de la perdición, dejarlos a sus caminos. Lo que nosotros tenemos que hacer es lo que ellos hacen, ellos crecen al mal y ¡nosotros crecemos al bien! Y debemos entender muy bien cuál es nuestro interés real. ¿No creéis vosotros que es algo que realmente debemos prestarlo mucha atención?
«He aquí yo vengo pronto, y llevo conmigo la recompensa o el salario que voy a dar a cada uno según sea su obra» (Ap 22,12).
Aquí obviamente habla el mismo Señor Jesús Cristo y quiere expresar por una vez más la inmediatez y proximidad de Su venida, pero también Su cualidad como justo Juez y Recompensador.
De todas formas el punto céntrico de todo el versículo es la concepción del salario/recompensa. Aquí básicamente, en este versículo el concepto de salario tiene dos caras. La primera cara es (atención a este punto) que el Cristo tiene Su propio salario que es dado por los fieles a Cristo o los fieles son el salario/ recompensa de Cristo. Y la segunda cara es que el Cristo da el salario a los fieles, que es el Sí Mismo. ¿Lo habéis entendido?
Lo volveré a decir una vez más. La primera característica es que: el Cristo tomará Su propio salario que son los fieles; Le pertenecen, es Su salario. Los fieles tomarán su propio salario que el Cristo; les pertenece.
Es decir, aquí vemos el concepto del salario que tenga estas dos características. Y en este versículo del Apocalipsis tenemos claramente también dos caras o características que las veremos más abajo las dos; tiene importancia esto.
La primera característica es que el Cristo tiene salario.
Escribe el profeta Isaías: “He aquí que el Señor; el Señor vendrá con dinami potencia y energía, y Su brazo señoreará; he aquí que Su recompensa viene con Él, y Su paga, salario delante de Su rostro, y Su obra está delante Él” (Is 40,10).
“Decid a mi hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí ha llegado el Salvador llevando su recompensa con Él, y Su obra delante de Él. Y a Su pueblo lo llamará santo, que se ha redimido por el Señor; y tú serás llamada la ciudad deseada y no abandonada y desamparada” (Is 62, 11-12).
“¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos, éste hermoso en su vestido…” (Is 63,1) y etcétera.
Lo que se refiere a Jesús Cristo, amados míos, se manifiesta exactamente a continuación: “¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos, este hermoso?” etc… Y más arriba: “Voz que clama en el desierto… y toda carne juntamente verá al salvador de Dios…” (Is 40,3·5).
Lo “voz clamando en el desierto”, sabemos que se refiere a Cristo. ¿Quién es este que viene de Edom y sus prendas y zapatos son rojos? Es el Logos de Dios que se encarnó, se hizo hombre, y Su Pazos-Pasión, Su Sacrificio cruciforme.
Por tanto, muy claramente Isaías se refiere, amados míos, a la persona del Hijo de Dios hecho hombre, es decir, de Jesús Cristo, y para el Cristo que dice que “Su salario o paga está con Él”.
¿Y quién es este Su salario? Sin duda es el laós-pueblo redimido, el pueblo santo. Este es Su salario.
Sobre esto san Cirilo de Alejandría señala:
“Salario llama el fruto de la carne que ha muerto. Porque dijo que “Amín, amín de verdad os digo que si el grano del trigo no cae en la tierra no muere se queda sólo; pero si muere trae mucho fruto, cosecha más de lo que se siembra…, es decir Cristo, el fruto, el que murió sobre la cruz. Así que la economía, es decir, el misterio de la encarnación, no queda sin salario, ni tampoco sin fruto.
¡Así que el Cristo tiene salario!
Ántimo de Jerusalén, interpretando el versículo del Apocalipsis, dice lo siguiente:
“¿Cuál es el trabajo y esfuerzo de Dios? El esfuerzo de Dios es Su encarnación, hacerse hombre y Sus Padecimientos-Pazos, con punto culminante la cruz. Este es Su esfuerzo, es Su trabajo. Y Su paga es aquello que ha ganado. ¿Cuál ha ganado? “Nos ha comprado de la maldición de la ley con su honrada sangre …”, etc, es decir, nos ha ganado, se esforzó, se cansó y tomó Su salario y Su salario es Su laós-pueblo. Como dice Isaías: “el laós-pueblo el redimido por el Señor”; este es el salario de Cristo.
Atención aún una cosa más. Dice que aquí no se venera sólo a causa de Su unión hipostática-substancial, porque la naturaleza humana de Cristo se venera a causa de Su unión hipostática; es una persona, dos naturalezas, la divina y la humana. Y como os decía la vez anterior, el Cuerpo de Cristo es venerado y en el misterio de la divina Efjaristía veneramos en forma de culto veneración y no honorífica. En el Misterio de la divina Efjaristía veneramos en forma de Culto también la Sangre de Cristo.
Pero Su salario, dice Ántimo de Jerusalén, y Su recompensa es el “co-venerar”, es decir, tomo el salario, para que no se venere sólo como Dios, sino también como hombre; es decir, Su salario es que se venere también Su naturaleza humana. Y no sólo el “co-venerar”, sino también “co-participar en el ésjato-ultimo día para juzgar”, es decir, que se encuentren los dos juntos, tanto la deidad como Su naturaleza humana. Es decir, juzgar no sólo como Dios, sino juzgar también como hombre. Este es Su salario; el que Su naturaleza humana ganó la veneración y el juzgar al mundo como hijo del hombre, como nos dice el evangelista Mateo: “Cuando venga el hijo del hombre con toda su doxa (gloria, luz increada) y todos los santos ángeles con él… (Mt 25,32). No dice “el Dios”, no dice “el Logos”; dice “el hijo del hombre”. Este es Su salario; el que Su naturaleza humana es glorificada con la divina y que co-participa en el juicio que hará el Dios.
¡Esto es maravilloso, amados míos, es sublime, majestuoso! El Mismo Cristo, en el Evangelio según Juan dice: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo (como hombre) como honran al Padre” (Jn 5, 22-23). Por tanto este es Su salario a lo referente a Su naturaleza humana, porque Su naturaleza se ha esforzado y trabajado.
El Cristo sudó, el Cristo tuvo hambre, el Cristo tuvo frío, se calentó, se cansó, “entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo” (Jn 4,6). Por tanto tiene Su salario, que son estas cosas, más el que gana Su laós-pueblo; Su pueblo es Su propiedad. Por eso el apóstol Pablo dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio grande y pesado” (1 Cor 6, 19-20). El Cristo nos ha comprado; somos Su propiedad, somos Su salario.
Todas estas cosas que os dije, las dice el apóstol Pablo en su epístola a los hebreos 1, 8-9. Es el eterno salario de Cristo que leemos inmediatamente:
“Y el Padre dice al Hijo: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; (pero si fuera sólo Dios, entonces el trono lo tiene siempre, pero aquí se refiere también a la naturaleza humana de Cristo), El cetro o vara de equidad y de justicia es la vara de tu realeza increada. Has amado la santidad, y odiado la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Heb 1, 8-9), (los apóstoles y los demás hombres). ¡Es el mega –grande salario de Cristo! ¿Lo habíais pensado e imaginado alguna vez esto que el Cristo tiene salario?
Pero tenemos también la otra cara del salario, que es el esfuerzo, el trabajo de los fieles y que el salario de ellos es el Cristo. El Cristo tiene a nosotros como salario y nosotros con nuestro trabajo y esfuerzo tenemos salario a Cristo. Esta concepción, como también la primera, está muy expandida en la Santa Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, amados míos.
Pero antes de analizar este aspecto, sobre cuál es el salario de los fieles, sería bueno que aclaremos el tema del salario, porque se ha malinterpretado y desviado mucho por la filosofía y en general de la mentalidad mundana.
Como sabréis, Kant acusó al Cristianismo porque en su ética utilizó el salario, la recompensa. Es decir, Kant pide el bien no dependido de Dios o de otros motivos. Quiere el bien autónomo, independiente de Dios, quiere el bien para el bien. Uno debe hacer el bien, no porque lo dice el Dios, ni porque tendrá un salario, sino para hacer el bien, sencillamente porque ama el bien; nada más. Esta opinión de Kant se consideró superior sobre los motivos, y así la ética del Evangelio se condena supuestamente en este punto.
Pero si el Evangelio proyecta la recompensa y el salario… ¿Si acaso no nos acusan, amados míos, también a nosotros los hombres de afuera? Dicen que: ¡vais a ganar la Realeza increada de Dios! ¡Interés personal, provecho propio!”. Ojalá que mirásemos real, pragmáticamente… nuestro interés. ¿Pero por qué no nos acusan de que somos provechosos en nuestros trabajos y en nuestros negocios y en nuestros dineros? En fin. Por tanto si el Evangelio proyecta la recompensa y el salario, debemos investigar cómo exactamente se entiende este salario. Observad: El concepto de salario contiene la concepción de la justicia, y por consiguiente expresa la justicia de Dios. ¿Qué quiere decir que recibo salario? He trabajado y cobraré. Por tanto, cuando hablamos sobre el salario, tenemos la concepción de la justicia, y por consiguiente, lo repito una vez más, tenemos también aquí la expresión de la justicia de Dios. Primer punto, pues, es la justicia de Dios.
Así que el Dios no se delimita al espacio de la agapi, que hablamos siempre sobre la agapi de Dios, sino que se extiende también al espacio de la justicia, que Su cualidad o Su energía como Justo es cualidad inalienable, es Suya; nadie puede quitársela. Así vemos también algo más, el que la concepción de la justicia se enlaza inquebrantablemente con la concepción de la verdad. Trabajo libremente, y cobro libremente, porque si no estoy libre, trabajaré pero no cobraré, tal como eran los esclavos de la antigüedad. Los esclavos-dulos no cobraban; trabajaban pero no cobraban.
Por consiguiente, ahora tenemos la concepción del salario… y el asalariado tiene la concepción de la justicia y la concepción de la libertad. Dios deja al hombre libre a actuar positivamente o negativamente frente al Evangelio; hacemos lo que queremos, pero no quiere que el hombre se posicione negativamente frente al Evangelio. El hombre puede hacer esto, pero no le interesa, no le conviene. Puede. ¡Atención, puede! Pero no le interesa. El Dios le da esta capacidad y posibilidad, pero no lo quiere.
Por eso el apóstol Pablo dice –diríamos la clásica formulación en la 1ª epístola a los Corintios: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna, no me convertiré esclavo en nada” (1Cor 6,12).
Este es el sentido y significado de la libertad evangélica, no el desmán, que lo tenemos fuera. Esta es la concepción; la posibilidad de elección tanto del bien como del mal, pero la elección sólo del bien, porque esto quiere Dios y esto le interesa y conviene al hombre.
Por tanto, con esta concepción existe la justicia de Dios, es decir, en el sentido que el Dios elogiará el bien, lo premiará y lo recompensará; paro también condenará el mal, y lo castigará. Por tanto, con este sentido y significado se enlaza y se conecta la justica y la libertad.
El salario es una recompensa das y recibes y en consecuencia tenemos la concepción de la justicia, como os dije.
El salario de Cristo sobre el esfuerzo de Sus padecimientos es el fiel Cristiano y el salario del fiel Cristiano por su trabajo, esfuerzo es el Cristo. Así se introduce un nuevo elemento y dato, el elemento de la agapi (amor incondicional).
Por consiguiente tenemos tres concepciones que complementan la concepción del salario: Justicia, libertad y agapi.
Cuando entra la agapi, desaparece el motivo de la φιλαυτία filaftía (excesivo amor a sí mismo y al cuerpo, egolatría). Estas cosas las escribe bellamente el divino Crisóstomo, en su 5ª homilía a los Romanos, de la siguiente manera: “el mayor salario es cuando no esperas para recibir salario. Que amemos a Cristo como es debido amarle, porque Él es nuestro salario grande; amar a Cristo.
Por tanto, entra el concepto de la justicia, la concepción de la libertad, (no se entiende justicia sin libertad), entra también la concepción de la agapi (amor incondicional).
Así el Cristiano tal como dice también Clemente de Alejandría, en su carta a los Stromatís 7,12: “¿Qué salario doy yo a Cristo? El distanciarme del mal y hacer el bien. Este salario le doy a Cristo. ¿Y el Cristo qué me da a mí? El Sí Mismo, Su Realeza increada; pero Su Realeza no está separada de Él; a donde está Cristo, allí está también Su Realeza increada. Por tanto, me da Su sí mismo, es decir, Su Realeza increada.
San Isidoro el Pilusiotis, sin autonomizar el bien, apunta en una epístola suya: “Si realmente amas la virtud, sabrías que es sin recompensa, esta virtud es tu salario”.
En este sentido y concepción, amados míos, se pone el salario por el Evangelio, es decir, como tema de justicia, agapi y libertad. En concreto también estas tres características se expresan admirablemente en la parábola de los obreros asalariados (Mt 20, 1-16).
Una mañana un jefe encuentra unos obreros y los pregunta: ¿No os ha contratado nadie? No, responden ellos. ¿Cuándo queréis para trabajar en mi viñedo? Un denario (un euro), dicen. De acuerdo iros a mi viñedo.
Y a las diez encuentra unos otros: ¿No os ha contratado nadie? No, responden ellos. ¿Cuándo queréis para trabajar en mi viñedo?, yo os daré un denario. De acuerdo, iros a mi viñedo.
Al mediodía sucede lo mismo. Una hora antes que acabe la jornada laboral dice a los últimos: iros a trabajar también vosotros y os pagaré. Iros al viñedo.
Vino la hora del pago. Pagó primero los últimos, y los pagó, amados míos, un denario. Entonces los primeros pensaron: “Nosotros hemos trabajado todo el día; Por tanto ahora debería darnos más. Ya que a estos que vinieron hace una hora los da un denario, a nosotros nos dará más”.
Pero a ellos también los da un denario. Pusieron malas caras murmurando; y dice el Señor: “Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y márchate al bien; pero yo quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tú tienes envidia, porque yo soy bueno?
Exactamente aquí, amados míos, existe también la justicia de Dios: “¿Cuánto he quedado de acuerdo contigo? Un denario. Pues, tómalo. ¿Sabéis qué es el denario? Es la Realeza increada de Dios. “Tómalo; esto hemos quedado de acuerdo tú y yo. No te he engañado” Existe aún la libertad de Dios también: ¿No tengo derecho hacer lo que quiero con lo mío? Incluso al último pagarlo también un denario, a este también le da la Realeza increada de Dios, esto ahora es la agapi de Dios.
Por tanto la concepción del asalariado, amados míos, evangélicamente tiene estas tres dimensiones; de la justicia, de la libertad y de la agapi. Esta concepción, tiene aquella que no la capta ni la percibe el cerebro del mundo y llegan a acusar que existe el salario (y egolatría en esto).
Naturalmente debemos decir que, la obra del hombre delante de la obra de Dios ni siguiera se piensa. ¿Qué ofreció el Dios para mí el pobre? ¿Qué ofrezco yo a Dios? ¿Existe comparación? ¿Qué hago yo? ¿Yo he sido crucificado? ¿Yo hice algo? ¡Mientras que el Cristo hizo tantas cosas para mí… lo hizo todo!
Por tanto, a pesar de esto, el Dios por la gracia y en la obra de la sotiría redención, sanación y salvación que proporciona, pide la obra (la práctica, el trabajo) del hombre. Allí inmediatamente se pone el tema de la contradicción, es decir, el mutuo salario, recompensa.
Un ejemplo típico, por todas las cosas que os dije, porque quizás marchando no os acordáis de las cosas que os dije; quizás sería un poco difícil el tema hoy en día y no sé si os he cansado, pero os diré un pequeño ejemplo típico para que lo toméis y os lo acordéis mejor.
Es el pan de ofrenda del fiel cuando va a la Iglesia. No lleva trigo, lleva pan, ofrenda. No lleva uvas, lleva vino. Muy bien dice san Cabásilas en su Divina Liturgia: “Por las especies del pan y del vino ofrendamos nuestro esfuerzo y trabajo. Hemos molido el trigo, es decir, le hicimos harina, le hemos amasado y le hemos asado. La uva la hemos pisado y se hizo vino. Por consecuente, cuando llevamos el pan y el vino, simplemente no llevamos más que nuestro esfuerzo y trabajo”. ¡Me oís? ¡Sólo llevamos nuestro esfuerzo y trabajo! Nuestro regalo es de nuestro esfuerzo y trabajo. ¿Tienen razón algunos que dicen que no la he pagado, no la he fabricado, no tiene valor? Por supuesto que tiene valor, porque allí debe haber un esfuerzo. Por supuesto que se puede intercambiar el esfuerzo y el trabajo. Si uno da dinero, el dinero lo recibió porque ha trabajado. No obstante, esto es algo de menos importancia. ¿Y qué recibiré de Cristo? Yo Le llevé un trozo de pan y un poco de vino. ¿Qué voy a tomar? Lo supremo: ¡Su Cuerpo y Su Sangre!
Este es el salario, amados míos, el salario recíproco. ¡Atención a esto, el salario recíproco! Le llevo mi regalo y me da Su regalo; toma lo mío y me llevo el Suyo; toma a mí y tomo a Él. Esto es el significado y sentido del salario dentro en el Evangelio.
Este significado y concepto en los Latinos no existe así. Ellos se basan en sus trabajos, esfuerzos y obras personales, y en los salarios dignos de los Santos. Esto es extranjero en la espiritualidad Ortodoxa.
Los Protestantes aún quedan sólo en la jaris-gracia de Dios y no en su esfuerzo y trabajo personal. El esfuerzo y el trabajo personal lo hacen desaparecer, por eso no les gusta la epístola del hermano de Dios san Jacobo que habla para esfuerzo, para trabajo, lucha y virtud.
Por tanto con este sentido y significado, el salario está ya muy expandido, amados míos, dentro en la Santa Escritura.
Cuando el mandamiento-logos dice “honra a tu padre y a tu madre, tal como el Señor te ha mandado, para que te vengan todos los bienes en tu vida y que tengas muchos años en la tierra la que el Señor Dios te da” (Deut 5,16). Aquí significa salario. Lo cumplirás esto y tendrás tu salario.
Las nueve bienaventuranzas anunciadas por el Señor a la vez proyectan también el salario:
“Bienaventurados los pobres de espíritu (con su propia preferencia y libre voluntad ser pobres), porque de ellos es el reinado de la realeza increada de los cielos… porque heredarán la tierra… porque… porque… porque…” (Mt 5, 3-10) El salario entra al lado.
El Señor lo dijo claramente: “Vuestro salario es mucho o la recompensa es mucha y grande en los cielos” (Mt 5,12). Y continua: “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa o salario” (Mt 10,42).
El evangelista Juan en su segunda epístola, versículo 8, delante de la visión del Anticristo y del engaño venidero, nos dice: “1:8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis el salario completo”. Aquello que hemos trabajado es el esfuerzo y la lucha de la vida espiritual, los combates y los sudores de la vida espiritual.
La posición del hombre frente a Dios puede tomar tres formas: posición de dulos-sirviente, posición de asalariado y posición de hijo.
El que tiene conducta de sirviente aplica y cumple el Evangelio porque es el mandamiento de Dios. El asalariado calcula su salario que recibirá por el Evangelio y el hijo aplica y cumple el Evangelio sólo por su agapi a Dios.
Los dos primeros permanecen en la justicia (el primero ni siquiera en la justicia) pero el tercero, el hijo tiene también estos tres elementos del salario; pero tiene de más la agapi amor incondicional también. Y por supuesto que los tres posicionamientos son legales, pero el último, si uno queda como hijo delante de Dios, esto es lo máximo y sublime.
Por eso el apóstol Pablo, dice que por supuesto que es dulos-sirviente de Cristo, pero en realidad es hijo de Dios, escribe en la 2ª epístola a los Corintios: “Por tanto procuramos bien con bondad también, o ausentes o presentes, serle agradables”, tanto si estamos en este mundo presente como si estamos marchando, que seamos de agrado a Dios” (2Cor 5,9). Agradecer a Él no por el salario, ni por el deber, ni por el servilismo sino por la agapi (amor incondicional).
“Φιλοτιμούμεθα* filotimúmeza procuramos bien con bondad” (2Cor 5,9). Mirad esta palabra dejada de lado que se llama φιλότιμο* filotimο (o filotimía)! Sabéis que esta virtud φιλότιμο* filótimo ha muerto en el mundo, así es; queda sólo como telaraña en pocos hombres.
*(De nuestro diccionario, ALFAωMEGA GRAN LÉXICO ORTODOXO HELÉNICO-ESPAÑOL: Φιλότιμο Filótimo, esta palabra es neutro y no tiene traducción exacta, no hay palabra correspondiente en español;
Φιλότιμο Filótimo más bien y sobre todo es libre buena voluntad y buena disposición, buenas ganas para hacer o servir algo que nos piden… Parecidas palabras son: bien dispuesto, una persona con generosidad, esplendida y dadivosa, buenas ganas e indulgente con los demás, pundonor esplendido y bueno.
Según san Paísios: «Φιλότιμο filótimo, “es esencia y extracto piadoso de la bondad, es la humilde agapi abrillantada del hombre”. Entonces su corazón está lleno de gran gratitud hacia Dios y sus semejantes y por la finura-sensibilidad espiritual intenta recompensar hasta la mínima bondad y bien que le hacen los demás”. Lo que se hace más allá del deber y de la obligación, sin ser pedido, por agapi incondicional, esto es el Φιλότιμο filótimo cristiano heleno-ortodoxo».
Decía el mismo Santo: “Tened φιλότιμο filótimo y no explotar, ni abusar de la bondad de los demás”
“El hombre φιλότιμο filótimo es bombardeado por bendición, en cambio el quejoso y gruñón genera miseria”.
“El corazón no se limpia con polvo de lavar la ropa, sino con φιλότιμο filótimo”.
(Del libro: “La vida de san Paísios el Aghiorita”, por el hieromonje Isaac el Aghiorita)
Así amados míos, viene el Cristo “a dar a cada uno según sea su obra” (Ap 22,12), viene el Cristo dad a cada uno el salario o la recompensa según su obra. Este es el significado y concepción del salario. Pero vamos a ver dos o tres puntos más antes que cerremos este versículo del Apocalipsis.
¡Cuando viene el Cristo “a dar a cada uno según sea su obra”, es la hora de rendir las grandes cuentas!
Acordémonos de la parábola de “los tálantos o talentos”, cuando pidió la palabra, “¿decidme qué habéis hecho vosotros? Recibisteis los tálantos o talentos…” Y los tálantos o talentos no son sólo los carismas; tálanto es también nuestra psique-alma, es este el “como imagen”, el tálanto precioso que hemos recibido, y estamos llamados a aumentarlo, pasarlo desde como imagen al como semejanza.
Así que, acordémonos de esta parábola. La atribución del sueldo debemos decir que es absolutamente personal (aquí no existen los salarios dignos) no se traspasa a otros hombres. No puedo decir yo que me he hecho muy santo y darte un poco de santidad; no se traspasa la santidad, por consecuencia también el salario es absolutamente personal. Por eso dice aquí “a dar a cada uno según sea su obra”.
Esto “a dar a cada uno según sea su obra” indica aún la calidad de la obra; si has construido con oro, con plata, con piedras preciosas, con caña o con hierba, como dice el apóstol Pablo a su 1ª epístola a los Corintios 3, 12-15. Cuál es la calidad de tu obra.
Aún indica también el volumen de la obra; si has producido obra cien veces más o sesenta o treinta.
Y dice “obra”, en tiempo Singular, para expresar la totalidad de la espiritualidad. Uno no puede hacer obra en una virtud aquí y que vaya pecando y pecando en otra cosa. ¡No puedes ser fornicador-lujurioso y misericordioso! ¡Algunos creen que puede que estén en la prostitución, lujuria, basta que hagan caridades y den limosnas! No; una es la obra, uno también el salario.
¡Dice el Señor “llevo conmigo la recompensa o el salario” (Ap 22,12), mi salario o recompensa está conmigo, que indica que es verdadero, eterno, interminable e incesante donador del salario /recompensa sólo es el Cristo y nadie más!
Y finalmente, cuando el divino Evangelista utiliza el verbo “atribuir o dar”, que indica este salario y recompensa recíproca, este que el fiel da a Cristo por Su obra y este que dona el Cristo al fiel por su lucha, su combate y su obra. Amín!!!
Unidad 78 Apocalipsis 22, 13-16 Epílogo 4ª parte: El Poseedor del poder
Homilía 100 Después del salario o la recompensa que dará el Cristo a aquellos que quedarán fieles en Su voluntad, amados míos, complementa y dice:
«YoSoY el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el primero y el último» (Ap 22,13).
El Señor, lo añade esto en el versículo 13º del último capítulo del Apocalipsis, porque cuando uno promete recompensa/salario, alguien podría decir: “¿Y de dónde tomaré yo el salario?”. El sentido y significado del salario lo hemos analizado la vez anterior, os acordáis. El salario lo recibirá de Aquel que es el A alfa y el Ω omega, que es el Primero y el Ésjatos-Último, que es el Principio y el Fin. Por tanto, es necesario sin falta que sea definido quién es el que dará el salario.
Es la cuarta vez que dentro en el libro del Apocalipsis donde el mismo Cristo dice de Sí Mismo que es el A alfa y el Ω omega, el Primero y el Ésjatos-Último, el Principio y el Fin. Es la cuarta y última vez que lo dice.
Esta nominación pertenece sólo a Dios y, el apropiado Jesús Cristo esta nominación dice para Sí Mismo, e indica que es Dios.
Claramente se refiere a Cristo, porque cuando aparece por primera vez a Juan, en el capítulo 1º, en el versículo 17-18 dice: “YoSoY, el primero y el último y el viviente; el A alfa y el Ω omega, y me hice muerto, (porque me entregué a mí mismo a la muerte sobre la cruz para la salvación de los hombres), mas he aquí que vivo eternamente por los siglos de los siglos”.
Pero el Dios no se mortifica; sólo el encarnado Dios se mortifica pero sobre Su naturaleza humana. Por tanto, claramente “YoSoY el A alfa y el Ω omega” se refiere a Jesús Cristo. Clarísimo. Por tanto el Jesús Cristo, tomando este nombre, toma el nombre de Dios, porque Él es Dios.
San Arezas escribe que Aristóteles dice: “Estas realidades o atributos, según Aristóteles, son estas que se ofrecen como nominaciones-símbolos en hombres de renombre”; es decir, se utilizaban y las utiliza el Cristo. Y apuntad que en el Antiguo Testamento se refiere también para el Dios; “es aquel que no tiene principio ni fin, es el Ἄναρχος A-narjos-sin Principio e Interminable” (Ex 3,14).
Por consiguiente, esto quiere decir que “YoSoY el primero y el último-ésjatos”, como veremos a continuación, porque exactamente estos símbolos, Α y Ω, los interpreta también san Andrés de Kesarea y dice:
Primero, “YoSoY el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el primero y el último”. Observad aquí sinonimias: “Α y Ω” primer par; y después: “Principio y Fin”, porque el A alfa es la primera letra del alfabeto y el Ω omega la última letra y después: “El Primero y el Ésjatos-Último”, es decir, son tres pares para que sea expresada la misma cosa”.
Segundo, continúa san Andrés de Kesarea: “Ni antes de mí ni después de mí existe Dios. Y el “Α y Ω”, devela que no existe nada más antiguo que el principio, ni habrá fin del poder divino y de la realeza increada”. Por tanto, no existe antes que Dios ni después de Dios hay Dios, es decir, que termine de una manera la vida de Dios y después que haya algún otro Dios. Incluso no existe algo más antiguo que el Dios.
Es aquello que excepcionalmente es tonto y a-filosofado, por supuesto también a-teológico, que algunos dicen: “¿Y a Dios quién le hizo o ha creado?”. Pero si alguien hizo a Dios, entonces sería presbítero, mayor que el Dios; y si fuera presbítero, mayor sería Dios. Pero el Dios no tiene nada mayor que Él, no tiene nada más antiguo que Él, de esto no hay ninguna duda.
Por tanto, manifiesta que no tiene nada mayor que Él y en Su divino poder y en Su realeza increada no tiene sucesor. Ni sucedió a alguien, ni Le sucederá alguien.
Y tercero, continúa san Andrés de Kesarea, muchas veces se ha dicho anteriormente sobre la deidad de Cristo; también, es el ésjatos-último por parte de la humanidad” (San Andrés de Kesarea, en el Apocalipsis, J.P.Migne, P.G., Τomo 106, logos 24, cap 71 pag 449Α).
Es una tesis muy bella de san Andrés de Kesarea, que cuando el Cristo dice “soy el Α” quiere decir que “soy el Principio del todo, soy el Primero”, es decir, “Ἄναρχος a-narjos sin principio”. Cuando dice “Ω”, el “Ω” omega se refiere al ésjaton-último, que es la naturaleza humana, es la última letra del alfabeto.
Reamente el hombre es la última creación de toda la creación. El sexto día el Dios hizo al hombre. Por tanto, ya que el Dios tomó la naturaleza humana, entonces es el Α alfa para la deidad y el Ω omega para la humanidad, dice san Andrés de Kesarea.
Pero cuando, antes del Padecimiento-Pazos, el Señor daba su promesa que Aquel efectivamente se marchará de Sus Discípulos, pero enviará Su Espíritu Santo, veía en Sus Discípulos un miedo si se realizarán estas cosas.
Ahora pensad, amados míos, que las autoridades y poderes de la ciudad estén dispuestos con enemistad contra a Jesús Cristo… Ya el apóstol Pedro había sobre-señalado la disposición enemiga de las autoridades, por eso también impedía al Señor a subir a Jerusalén. El Señor le disuade, entran en Jerusalén, ya se prepara la cena pascual y el Señor anuncia a Su Discípulos que se prepara para el Pazos-Padecimiento-Pasión. “He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado en manos pecadoras, a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte” (Mt 20,18 ·26,45, etc).
Ahora cuando los dice que les mandará el Espíritu Santo, ¿qué harían estos hombres? ¡Eran doce hombres, eran un grupo pequeño, esencialmente aislado! ¡Ven delante de ellos al Didáskalos-Maestro, Le respetan, Le honran, Le admiran, paro aún no conocen perfectamente Quién es, incluso aún no han captado que es el encarnado Dios hecho hombre! Es el Yahvé del Antiguo Testamento, el terrible… que dijo encima del monte Sinaí que “el que suba a la montaña morirá” (Ex 19,12), y se apoderó del campamento de los Hebreos miedo y temblor. ¡Sólo subió Moisés! Ahora Éste… Éste está junto con ellos; Éste que las autoridades y poderes Le ven con enemistad, como enemigo. ¡Ay ay si lo supieran!…
Y el Señor los habla sobre Su Realeza increada. “Yo me iré y volveré a venir y os llevaré a mi reinado de la Realeza increada. En mi Realeza hay muchas habitaciones: Si no hubiesen os lo diría. Os enviaré el Espíritu Santo”. “Sí, pero… Sí, pero… ¿tú quién eres? ¿Quién eres tú?”. Se quedan sorprendidos y dudan. Es muy natural.
Por esta razón, cuando ve los Discípulos que están perturbados, los dice: “No os perturbéis en vuestros corazones ni os asustéis y acobardéis” (Jn 14,27). Si me veis como un ser humano sencillo, os digo esto, porque “mi Padre mayor es que yo”.
Atención a este versículo espinoso; es un versículo muy espinoso. En dos palabras os diré su correcta interpretación. Os informo que sí queréis verme como hombre sencillo, entonces no me miréis a mí; mirad y considerad a mi Padre. ¿No tenéis el testimonio que mi Padre me ama? ¿No habéis oído en mi Metamorfosis que “éste es mi hijo bien amado, en el cual tengo complacencia”? ¿No os habéis enterado y oído las cosas de mi Bautismo? En mí reposa el Padre. Por tanto, si veis a mí, se supone que veis sólo mi naturaleza humana, pero os aviso e informo que “mi Padre mayor que yo es”.
Pero esto se dice hipotéticamente, porque el Hijo es igual con el Padre.
Si se supone que me veis sólo como hombre, y así es como me veis en este momento como ser humano, en este sentido y concepción os digo que mi Padre mayor que yo es.
Esto lo toman los milenarista y los Testigos de Jehová y allí se confunden. Dicen “he aquí veis, el Padre es mayor que el Hijo”. Pero esto se dice hipotéticamente. Así interpretan los Padres de nuestra Iglesia.
Es decir, “me veis sólo con la naturaleza humana, como os veo que tenéis miedo y os perturbáis”.
No puede decirles nada más el Cristo. Les dice que “tengo muchas cosas que deciros que no podéis aguantarlas”. Y no podrían porque aún no tenían el Espíritu… no tenían el Pentecostés. Pero cuando vino el Pentecostés, entonces comprendieron quién es el Jesús Cristo.
Ahora el Cristo dice en el Apocalipsis esto que dijo en los evangelios, es decir, “que no os perturbéis en vuestros corazones y tengáis miedo”. La atmosfera, el ambiente psicológico era de tal manera que en aquel altillo los Discípulos se encontraban bajo el miedo de los Judíos. Pero ahora las cosas no son así. El Jesús es glorificado; no necesita ya decir que “mi padre mayor que yo es”, sino que dice “yoSoy el Α alfa y el Ω omega”. Ahora Sus Discípulos, la Iglesia, tiene ya el testimonio, después de la Resurrección, la Ascensión de Cristo y del Pentecostés, que realmente el Jesús Cristo es el Hijo de Dios, igual, equivalente que el Padre y que es Dios. Es el Dios Logos, el Cual se ha hecho hombre.
Por eso habla así, amados míos, en el libro del Apocalipsis, como en posición de poder y vigor, es el Dios. “YoSoY el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el primero y el último”.
“Así tienen las cosas, entonces sin duda aquellas cosas y realidades que ya dije que se escriban en el libro del Apocalipsis son auténticas, son válidas y son logos míos”. Esto quiere decir.
Veis que con cualquier manera se confiere autoridad y prestigio al libro del Apocalipsis, porque se apocalipta-revela en cada momento la fuente del contenido del libro del Apocalipsis, que es el Jesús Cristo. Y avanza diciendo: “Bienaventurados los que realizan los mandamientos-logos de Cristo…” (Ap 20,14).
Os dije en un tema pasado, que en el último capítulo, que es el epílogo de todo el libro, los sujetos continuamente se intercambian y se entrelazan. Antes el sujeto era Jesús Cristo; Él hablaba. Aquí ahora habla Juan. Es decir, se intercambian continuamente. De versículo a versículo los sujetos cambian.
«Bienaventurados los que lavan sus vestiduras o los que aplican y realizan los mandamientos-logos de Cristo, para así tener facultad y poder sobre el árbol de la vida, y a entrar en la ciudad por los portales. 24,14 [Bienaventurados serán los que lavan sus vestiduras o los que aplican y realizan los mandamientos-logos de Cristo, para así poder tener facultad y autoridad de Dios y el derecho de ser alimentados por el árbol de la vida, y a así entrar libremente por los portales en la ciudad de Dios, en la realeza increada de los cielos].
(Ap 22,14).
Y a continuación leemos: « Fuera los perros y los φαρμακοί farmakí (los fabricantes de venenos fármacos, drogas, cócteles y hechiceros), y los fornicarios/lujuriosos, y los homicidas, y los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. » (Ap 22,15).
Aquí, amados míos, tenemos la séptima y última bienaventuranza de todo el libro del Apocalipsis. Se bienaventurizan (bendicen), como habéis visto, los que aplican y cumplen los logos-mandamientos de Cristo, porque ellos se harán herederos de la Realeza de Dios y ellos serán los habitantes de la nueva Jerusalén.
El Señor lo certificó y lo aseguró en los evangelios (Mt 7,21), cuando dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en la realeza increada de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”, es decir, reconoce mi deidad, pero que aplicará y cumplirá también los mandamientos de mi Padre que está en los cielos.
Y otra vez os dije que es humano, muy humano, porque en el hombre no existe medida. La pérdida de medida se debe a la caída del hombre dentro en el paraíso. Desde entonces que el hombre ha caído, perdió también la medida y se mueve siempre hacia extremos tanto hacia las cosas más santas, como a las más divinas.
Se ha dicho que en Grecia ha dominado un pietismo, por decir “aplicad y cumplid los mandamientos, la teología no hace falta”. Descubriendo que habíamos tomado un camino torcido, volvemos atrás, y decimos: “¡Volved a la teología, la aplicación y cumplimiento de los mandamientos no tiene mucha importancia!”
Amados míos, estas cosas son extremidades. Ni lo uno ni lo otro, sino que nos interesan tanto la teología como la aplicación y cumplimiento de los mandamientos y la fe y la praxis, práctica. No podemos oscilar entre estos extremos y unas veces yendo por aquí y otras veces yendo por otro lado; debemos tener en nuestro interior la medida, a medida de lo posible.
Os dije que existe una dificultad de mantener la medida, pero el hombre puede y le retiene a la medida que esto le es posible. Tanto la teología como la vida practicante, no condenaremos a una como intocable, inaccesible (quiero decir la teología), ni la otra la praxis-práctica la condenaremos como algo inferior, es decir, que es sólo para aquellos que entienden supuestamente la teología y dejarlos estos a aplicar y cumplir los mandamientos de Cristo! ¡Cosas impensables! ¡Las dos amados míos! No podemos caminar el camino correcto y recto, si no tenemos nuestros dos pies sanos. Y un pie es la zeoría-contemplación espiritual, la teología, la fe, y el otro es la praxis, práctica y aplicación de los logos-mandamientos de Cristo. Por consiguiente el Señor claramente lo dice: “No todo el que dice Señor Señor entrará en la realeza increada de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi padre el de los cielos”.
Existen códigos importantes de la Santa Escritura, de los que se han salvado, como es el código sinaítico y el alejandrino, es decir, textos de la Santa Escritura, de las que se han salvado, y naturalmente cuando más antiguos son, tanto más preciosos son. El del 4º siglo, digamos, es más importante que el del siglo 5º.
Es decir, el sinaítico que se guardaba en Sinaí, hoy en día está en Londres y el alejandrino porque allí en Alejandría se escribió, también este hoy está en el museo de Londres. Es decir, son los evangelios, por supuesto en la lengua helénica, de los más antiguos que se salvaguardan.
Por tanto, leemos en estos en vez de “bienaventurados los que aplican y cumplen los mandamientos-logos ἐντολὰς entolás”, escriben bienaventurados los que lavan sus “vestimentas- στολὰς stolás”. ¡Esencialmente es la misma cosa, el significado no cambia; pero tiene una diferenciación que es interesante; por eso exactamente tomé esta escritura diferente!
Esta concepción existe paralela en el Apocalipsis al capítulo 9º en el versículo 14º y allí el Señor dice: “Éstos son los fieles que van viniendo de la gran tribulación, y lavaron sus vestimentas y las blanquearon en la sangre del Cordero”. Esto son aquellos que provienen de la gran tribulación y sufrimiento, es decir, de las terribles tentaciones de los ésjatos-últimos días, que han lavado y blanqueado sus vestimentas en la sangre del Cordero.
Blanquearon en la Sangre del Cordero significa que han lavado sus existencias en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es decir, al Misterio de la divina Efjaristía. Allí nos limpiamos. Pero significa aún el Misterio de la Confesión. Pero también significa por una vez más, y es bienaventurado por última vez, el martirio cristiano, “¡Han lavado sus vestimentas!”
Y el Cristo en el Antiguo Testamento, tal como se refiere en Isaías, tiene Su túnica lavada en Su propia sangre, y Su túnica es roja, es el Misterio de Cristo (Is 62, 1-2).
Por consiguiente, nos es muy útil el que se refiera y se bienaventuriza (bendice) el martirio cristiano.
Es digno de destacar que no dice “los que han lavado”, sino “los que lavan o están lavando” en tiempo presente, para indicar que el martirio de los cristianos tiene duración. Es aquello que dijo el Cristo, “y decía a todos: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz el de cada día,” (Lc 9,23) es decir, ¡la cruz diaria! Pero incluso es la metania diaria. No lavaremos nuestra existencia, la vestimenta de nuestra existencia, una vez, sino que la estaremos lavando continuamente. No seremos una vez catarizados purgados y limpios, sino que nos estaremos limpiando-catartizando continuamente. Esto quiere decir “los que lavan o están lavando”; son estos que continuamente se van catartizando-limpiando, estos que continuamente viven el martirio de la Cruz. Viven el Evangelio cruciforme, es decir, lo viven diariamente, y el sabor del árbol de la vida será el salario/ recompensa de ellos.
Aún dice también algo que es como por derecho; es decir, dice “para tener” en la frase “para así tener facultad y poder sobre el árbol de la vida”. ¡Pero cuando dice poder o autoridad, recuerda derechos! (Esto «ἵνα ἔσται » es también una forma asintáctica que acostumbra a utilizar el Evangelista Juan, tal y como hemos visto también muchas veces. El ἵνα se redacta de modo verbal Subjuntivo y por supuesto que no con el verbo ἔσται, ya que es del tiempo verbal Futuro).
Es esto que dice san Andrés; el sabor del árbol de la vida es lo “estar reposando uno en Cristo y Señor suyo, y que disfrute de la zeoría-contemplación, expectación de Su cara/persona/rostro”. Estos son los derechos de estos que tienen el poder o autoridad del árbol de la vida. (San Andrés de Kesarea; “En el Apocalipsis” del apóstol y evangelista Juan J.P. Migne, tomo 106, Logos 24, cap 71, Centro de Ediciones Patrísticas, Atenas 2001, pag 449ª).
Esto “el poder o autoridad a ellos” recuerda la concepción de salario, recompensa que decíamos la vez pasada. Y este salario, os lo repetiré de nuevo, es el Cristo, es esta eterna e indecible zeoría-contemplación, expectación de la cara/persona de Cristo, sin que caduque.
En concreto para que entendáis mejor este tema del salario, os recordaré aún un ejemplo del Antiguo Testamento.
Como sabréis, el Dios dijo que se reparta la tierra prometida en las doce tribus de Israel. Mientras tanto entre las tribus se había hecho trece, porque se dividió la tribu de José, es decir, se hicieron las tribus de Efrén y de Manasés, de los hijos de José. Pero el Dios mandó la tribu de Leví que no tome tierras, que no tome herencia, clero, y así quedaron los doce tribus, ya que se fue restado el clero-herencia de Leví. Y el Dios dijo: “El clero-herencia de la tribu de Le ví soy yo”. Por eso los Levitas que sostenían y servían a la tienda o arca del martirio, y después en el templo de Salomón, se llaman hasta hoy en día clérigos, porque el clero-herencia de ellos es Dios.
Por supuesto que los antiguos Levitas no tenían fortuna, pero las otras doce tribus tributaban impuestos y llevaban sus impuestos, la décima o diezmo, .es decir, la décima parte de sus riquezas las llevaban al templo y las ofrecían a Dios. ¡A Dios pertenecía la décima! Y ahora el Dios, el dueño de la décima de las doce tribus, dice: “Vosotros me las habéis ofrecido; ahora yo las doy a los Levitas”.
Por tanto, el salario de los clérigos es de estas riquezas que las ofrece el mismo Dios. Por supuesto que esto de “el mismo Dios” es una extensión, porque nos vamos de las cosas materiales que estaban en el Antiguo Testamento, para ir a las espirituales. En el Antiguo Testamento están (las realidades espirituales), pero no se proyectan tanto, de que el salario de Israel es el Dios, sino que se proyectan las cosas materiales; sin embargo en el Nuevo Testamento se proyectan las cosas espirituales. El sueldo de los justos, pues, es el mismo Cristo, el mismo Dios. Esto era algo complementario en relación con nuestro tema anterior, que os había hablado sobre el sentido y significado del salario dentro en la Santa Escritura.
Los portales, estas grandes puertas de la muralla, de donde entrarán los fieles en la santa Polis-ciudad, son los Apóstoles –como explicábamos antiguamente o la enseñanza apostólica, que sin la gnosis y la aplicación por la que nadie tiene derecho a entrar en esta polis-ciudad, la Realeza increada de Dios.
Si no aceptamos con fe la enseñanza apostólica y si esta no se hace nuestra vida, no podemos entrar por los portales, porque los portales son los Apóstoles, es la enseñanza apostólica. No entramos en la Realeza increada de Dios.
Panagiotis Brasiotis, en su dosier sobre el libro del Apocalipsis, hace una observación muy fina sobre un esquema adelantado que es el siguiente: “para tener poder o autoridad… y entrar en la ciudad”. Primero entraré en la ciudad y después tendré el poder o autoridad sobre al árbol de la vida. No puedo tener el poder si estoy fuera de la ciudad. Es un esquema adelantado. Los esquemas adelantados muchas veces las escribimos o decimos expresamente, porque queremos convenir y servir algo.
Sobre esto, pues, escribe algo muy bello; oídlo:
“¡Esto es lo bendito paradójico de la fe!, (¿cómo primero tengo el poder o autoridad sobre el árbol de la vida y después entrar en la ciudad?) Es difícil decir uno qué y cuál de los privilegios del fiel viene primero y cuál el segundo. Más bien, uno podría decir que todas estas cosas, las que disfruta el fiel, deben ser consideradas como proporcionadas para nosotros, ya que el regalo grandioso hacia el fiel es el mismo Cristo, y en éste está incluido todo. Él es portal, pues, hacia la ciudad y el camino hacia el árbol de la vida, Él es también el árbol de la vida y los participantes de Él tienen derecho a entrar en la ciudad-polis y permanecer en ella”.
¿Qué significa aquí? Significa que en el Cristo se encuentran todos los bienes, tanto las presentes como las futuras. Así que si he tomado a Cristo, es como si hubiese entrado en la Polis-Ciudad, porque tengo los derechos sobre el Cristo. Es decir, uno no sabe cuál es lo primero y cuál es lo segundo. He tomado a Cristo, tomo inmediatamente todos los regalos juntos.
En concreto es muy característico un punto, que muchas veces cuando celebro las vísperas, me quedo en este punto. Es la sexta bendición u oración de las Vísperas, allí que dice: …Tú que nos has regalado los bienes que están en el mundo y nos has asegurado con cada manera, forma Tu Realeza increada, que nos has prometido con Tus regalos ya regalados a nosotros…” Ya nos los has regalado estos bienes. Unos regalos los tenemos desde ahora y otros los tendremos en el futuro, no se manifestaron aún, se manifestarán en el reinado de la Realeza increada de Dios.
Y mientras estas cosas se dicen para los fieles, de que tienen el derecho a entrar en la Realeza increada de Dios, claramente, amados míos, se entrelaza la situación de los pecadores. La posición, tesis de ellos está fuera de la Ciudad, es decir, la no entrada de ellos en el reinado de la Realeza increada de Dios.
Con esto que dice “Fuera los perros y los φαρμακοί farmakí (los fabricantes de venenos fármacos, drogas, cócteles y hechiceros), y los fornicarios/lujuriosos, etc…”, el “fuera”, no se entiende como orden, es decir, “salid fuera”, sino que se insinúa y se entiende que estarán afuera, no podrán entrar. Porque esto significaría que hacían el movimiento de entrar. No tienen ni siquiera el derecho a entrar a la polis-ciudad de Dios, que expresa realmente esta situación trágica de los hombres pecadores. ¡Es tremendamente terrible!
Pero aquí, en este capítulo versículo 22, 15, vemos que se reenumeren de nuevo las categorías de los pecadores igual que en el capítulo anterior 21,8.
La primera característica de los pecadores “perros”. No os impresione esta dura calificación. Con esta calificación, “perros”, los Judíos expresaban la repulsión y la disuasión de ellos frente a los nacionales, los idólatras. En sus interiores se sentían muy mal y llegaban hasta al punto de llamarlos perros.
Os acordáis que cuando aquella mujer Cananea, suplicaba al Señor a sanar su hija, y Él no hablaba. Le suplicaban Sus Discípulos a hacerla este favor, para que no les marree más, y entonces el Señor dijo: “No es bueno que uno se lleve el pan de los hijos”, es decir, los privilegios y los derechos del laós-pueblo de Dios, “y tirarlo a los perritos”. No dijo a los perros, lo empequeñeció un poco, para que no parezca muy fuerte y dijo a los perritos.
Por tanto, veis cuál era la posición idólatra frente al laós-pueblo de Dios. Así los consideraban; perros. ¿Pero por qué sería? Con esta calificación, que aquí ahora vemos en el libro del Apocalipsis, quiere que se vea que es condenada la desfachatez y el cinismo incluso aún de estos bautizados, que desgraciadamente han decaído, igual también de los Judíos que no han aceptado el Evangelio de Cristo, y se llaman perros. Esta es la concepción ahora en el libro del Apocalipsis.
El Señor nos ha dado también un aviso en los evangelios: “No deis lo santo a los perros” (Mt 7, 6); no deis la divina enseñanza a estos que no son dignos a recibirla y aceptarla. No es característica de la personalidad de cada ser humano aceptar, amados míos, el Evangelio. “porque la fe no es de todos” (2Tes 3,2) dice el apóstol Pablo, y el Señor avisa: “Y esto que los daréis lo pisotearán, y se volverán a pegaros y se volverán también contra vosotros”.
¡En consecuencia, son hombres que desgraciadamente, sean bautizados o no bautizados, (pero desgraciadamente en su mayor parte es para bautizados), que a pesar de ser bautizados, a pesar de su cualidad cristiana, llegaron a tener una desfachatez y un cinismo que no aceptan ya nada de el Evangelio de Cristo!
Con este significado el apóstol Pablo escribe a los Filipenses: “¡Tened cuidado de los perros!” (Fil 3,2). Y no es sólo para su época, es para cada época. ¿Habéis visto cómo provoca? Una expresión dura, pero adecuada. “Veis los perros, veis los malos obreros, veis el reparto”. Reparto da a entender a los Hebreos que sostienen la circuncisión y dicen que el Evangelio no es nada; la circuncisión lo es todo. Y habla despectivamente, no sobre la circuncisión, que está en el Antiguo Testamento, por eso la llama también reparto. Es decir, el Apóstol Pablo los insulta, habla despectivamente para ellos. ¡Los llama perros, malos obreros y hombres del reparto!
San Andrés nos dice: “Perros no son sólo los de cara dura, sinvergüenzas, los infieles y los obreros malos de la circuncisión, que lloraba por ellos el Apóstol, sino también los que después del bautismo volvían a sus mismos vómitos; es decir, en sus antiguos pecados, como dice san Santiago 2Pedro 2,22). Por eso juntos con los homicidas, con los fornicadores/lujuriosos y con los idólatras son excluidos también ellos (los perros) de la Polis-Ciudad de arriba”.
Es decir, amados míos, sobre nuestra realidad diríamos que los perros son aquellos que se bautizaron Ortodoxos Cristianos, ya que negaron el Bautismo que recibieron, se vuelven en contra con leyes, con astucias malignas y diabólicas y con distintos ataques, no simplemente contra los clérigos sólo, sino también contra de la Iglesia y de los Misterios de la Iglesia y de los dogmas de la fe y de la historia de la Iglesia y del fundador de la Iglesia, de nuestro Señor Jesús Cristo, y contra del Dios Trinitario! ¡Pues, sí, estos bautizados!
Estos son los perros. ¡Estos quedarán fuera! Quedarán, como hemos dicho, con los φαρμακοί farmakí (los fabricantes de venenos fármacos, drogas, cócteles y hechiceros), y los fornicarios/lujuriosos, los homicidas, y los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira; los que quisieron vivir sus vidas en ausencia del Evangelio.
Y para que no se piense y se crea que el catálogo de los pecadores se agota en este punto, ¡porque puede decir uno, doxa y gracias a Dios, no pertenezco a la categoría del perro ni a la del homicida!, lo muy curioso es que no he robado, no he matado, el Evangelista Juan añade también “y todo aquel que ama y opera y hace mentira”. ¡La mentira, no esto que decimos que es mentira y no es verdad, sino con el sentido y significado de esto que desea uno hacer y al hacerlo no es verdadero, es falso, no es evangélico!
Y atención, el Evangelista Juan no habla sólo para aquel que opera y realiza la mentira, sino también aquel que ama la mentira, lo falso. No son solamente los que cometen pecados, sino también aquellos que cooperan en los pecados. Puede ser que no cometan los pecados, pero aman esta situación y no se alejen de esta. Todos estos están fuera de la Polis-Ciudad.
Continuamos: «Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana» (Ap 22,16).
Aquí ya se da por última vez la certificación sobre la autenticidad del contenido del libro del Apocalipsis, por eso no se refiere sólo el nombre, sino también el prenombre: “Yo Jesús”. ¡No dice “yo” solo, no dice “Jesús” solo, sino “yo el Jesús”! Esto, el que sea puesto también el nombre, indica que este mismo Jesús el Cristo apocaliptó-reveló lo que apocaliptó, y por consiguiente el libro del Apocalipsis tiene el sello de la autoridad y la autenticidad.
Apocalipta-revela lo que apocalipta, unas veces personalmente el Cristo, y otras veces a través del ángel, por eso dice “yo el Jesús he mandado mi ángel para dar testimonio en la Iglesias”.
El libro del Apocalipsis, amados míos, cierra de la misma manera que ha abierto. Acordaos: “1,1 Ἀποκάλυψις apocálipsis-revelación de Jesús Cristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que es necesario o deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, [1,1 Ἀποκάλυψις apocálipsis-revelación de la divina voluntad y decisión de Jesús Cristo, la cual revelación el Dios ha dado a él como jefe de la Iglesia, para mostrar y manifestar a sus fieles siervos aquellas cosas que deberían ocurrir y realizarse en breves tiempos según la voluntad divina; y estas apocalipsis-revelaciones las hizo conocer a su siervo Juan a través del ángel que le envió;] 2 el cual ha dado testimonio del logos de Dios, y del testimonio de Jesús Cristo, y de todas las cosas que ha visto» (Ap 1, 1-2). Cierra tal y como abre.
Sobre esto de forma muy bella san Andrés de Kesarea dice: “El «μαρτυρῆσαι martirise», dar testimonio (y martirizar), que es una expresión potente, no simplemente para anunciar algo que dijo Juan o lo dirán los Apóstoles, o nosotros aquí, sino lo que se dirá va a convertirse en una protesta, un proceso fuerte, denso para ser escuchada la voluntad de Cristo en el pueblo de Dios».
Y el “vosotros” en la frase “yo Jesús he enviado mi ángel para dar testimonio a vosotros”, ¿a quiénes se refiere?
En principio el primer receptor es san Juan el Teólogo, pero también todos aquellos que se encuentran bajo su dirección espiritual, igual que es según la tradición el Prócoro quien escribe el Apocalipsis, y muchas veces está iconizado/representado también así en nuestra hagiografía; pero también otros colaboradores de Juan.
Y cuando dice “estas” (cosas y realidades) en la frase “he enviado mi ángel para dar testimonio a vosotros de estas”, da a entender todo el contenido del libro del Apocalipsis. Por tanto, por el “he enviado a vosotros, de modo que estas cosas y realidades sean entregadas a la Iglesia”, (se entiende a las Iglesias locales) significa que el propósito del libro es que sea publicado y entregado a las Iglesias, es decir, a las Iglesias de Asia Menor que representan la Iglesia Una Santa Católica y Apostólica que decimos en el Símbolo de la Fe, (no confundir católica con el romano-catolicismo papista de Roma).
¡Aún cuando el Cristo, en los tres primeros capítulos del libro del Apocalipsis, envía las siete epístolas en las siete Iglesias, no significa que concierne e interesa a las Iglesias individualmente cada una la epístola que reciben, sino que todo el libro del Apocalipsis interesa y concierne a la Iglesia!
Por eso sobre esto Arezas apunta: “El libro del apocalipsis no quedará escondido en alguna parte, sino que se escuchará en todas partes, en todas las Iglesias, para que no se quede sin corregirse, ni piense y pretenda alguno maliciosamente como ignorante, pensando vilmente con mala astucia”. ¡No! Se oirá y se escuchará el libro del Apocalipsis.
Nuestro Señor no se conforma ni se basta con confirmar que él es la fuente del Apocalipsis, sino que añade también otros predicados Suyos, es decir, sobrenombres que ya las ha dicho en el principio del libro del Apocalipsis.
La primera característica: No dice “yo el Jesús”, sino que añade “yoSoy la raíz y el linaje de David”.
Realmente. Cuando el Evangelista Juan llora porque el libro con los siete sellos, que son las voluntades de Dios para el futuro de la Iglesia, el futuro histórico de la Iglesia, no se encontró nadie para abrirlo, le acerca un Presbítero y le dice: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David [según lo humano, Jesús Cristo], ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Ap 5,5).
Y “la raíz y el linaje de David” es el Jesús Cristo.
Y esto se dice también en el Antiguo Testamento como profecía, que el Mesías será de la raíz y del linaje de David (Amós 9,11 Zac 12,10 Is 11,1 · 7, 13-14 · 9,7 · 16,5 · 22,22 etc)
Ningún enemigo de Cristo dudó alguna vez, que el ciego de Jericó, cuando oyó que viene el Jesús, decía “Jesús hijo de David, eleisón me, compadécete de mi, sáname” (Mrc 10, 47-48 Lc 18, 38-39), Le llamó “Hijo de David”, descendiente de David, que es equivalente con el Mesías.
Pero la descendencia no basta, por eso el Señor también añade este logos profético y pregunta a Sus críticos: ¿Qué creéis vosotros sobre Cristo? Una vez preguntó a los Fariseos y a los Intelectuales (Escribas teólogos intelectuales), qué idea tienen sobre el Cristo, es decir, ¿de quién es hijo?, y ellos le respondieron: de David. ¡Habéis visto! ¡De David! Bien. Y entonces Él a continuación los pregunta: “22:43 ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? (es el Salmo 109). Si es descendiente de David, entonces ¿cómo dice David, inspirado por el Espíritu Santo “dijo el Señor a mi Señor…?”, es decir, el Padre al Hijo… 22:45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? (Mt 22,42-45, Mrc 12, 35-37 Lc 20, 41-44), si David Le llama Señor, entonces, ¿cómo es Su hijo? Sencillamente con Su respuesta aquí el Cristo indica que es también Dios y también hombre, es el Θεάνθρωπος Zeánzropos Dios-Hombre.
Y cuando el Señor dice que es “la raíz de David” (Ap 22,16), ¿qué quiere decir?
Atención; no da a entender que el Cristo desciende de la raíz de David (aquí ahora está lo curioso), sino que el Cristo es la raíz de donde procede, desciende el David. Es decir, David desciende de la raíz de Cristo. “YoSoY la raíz de David”, es decir, de mí desciende David, y esto quiere decir “yoSoy Dios; y yoSoy también el linaje de David”. Es decir, soy descendiente de David según la humanidad, es decir, soy Θεάνθρωπος Zeánzropos Dios-Hombre. ¡Es bellísimo; es muy bello esto!
San Andrés de Kesarea dice: “Y la raíz de David es el Cristo, en calidad de Dios; pero también de Él ha surgido el linaje humano según la carne”. ¡La raíz espiritual de David y el linaje de la humanidad provienen de Él!
Por tanto, cuando el Señor proclama Su naturaleza teantrópina divino-humana para certificar la autenticidad (todo es para la autenticidad del libro del apocalipsis, amados míos), quiere simultáneamente proclamar que él es el Mesías esperado que preanunciaron los Profetas, y no esperamos otro Mesías. No existe otro Mesías; el Cristo es el Mesías.
Si los hombres no creerán en Jesús Cristo y esperan otro Mesías, en vez de Él entonces aceptarán al Anticristo (Jn 5,43).
Y ya que el libro del Apocalipsis está al final, y aquí se pre-diseñó y se trazó la venida del Mesías, porque dice “sí vengo pronto, enseguida”, el Jesús Cristo debe ser considerado el único Mesías. No esperamos otro Mesías.
Aquello que dice, “yoSoy la raíz y el linaje…”, resuena esto que dijo una vez el Cristo a los Hebreos: «Por eso os dije que vosotros moriréis desgastados por vuestros pecados, porque insistís en ser humanos de este mundo pecaminoso y vanidoso. Si no creéis que “yoSoy”, (el Mesías, el verdadero e único Redentor, Sanador y Salvador,) entonces moriréis hundidos en vuestros pecados» (Jn 8,24). Si el Jesús, amados míos, es el verdadero y el único Mesías, entonces también el Testamento que contrae con Su Sangre, este que dijo el Dios al profeta Jeremías: “he aquí vienen días felices, dice el Señor y yo contraeré testamento nuevo con los israelitas y los judíos; y será igual que el testamento que contraje en aquella época con sus padres”, podríamos decir que el Cristo es el que contrae el Nuevo Testamento con Su Sangre.
Podríamos clamar junto con los divinos himnografos: “No os engañéis Judíos”, no os engañéis hombres, no os engañéis naciones, el Jesús es el Mesías, el Redentor del mundo. No esperéis otro; éste es el Mesías. Debemos volver al Mesías.
Pero aún existe un sobrenombre Suyo: “la estrella resplandeciente de la mañana”. El Cristo es el introductor del día sin crepúsculo de la vida eterna, y a la vez también el guía-conductor hacia la vida eterna.
Por eso también san Andrés de Kesarea dice: “El Mismo, igual que cuando salió como una estrella para nosotros, después de los tres días salió de la tumba como estrella resplandeciente cuando resucitó, así también ahora, durante la mañana, después de la noche de la vida actual, durante nuestra resurrección común, se manifestará en los santos, trayendo el día interminable”, el octavo día, la una de los Sábados, porque es el único Mesías. Amín.
Unidad 79 Apocalipsis 22, 17-21 Epílogo 5ª parte: La plenitud de la profecía
Última Homilía 101. «Yo testifico a todo aquel que escucha los logos de la profecía de este libro; si alguno añade algo a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas escritas en este libro. Y si alguno quita algo de los logos del libro de esta profecía, le quitará Dios su parte del árbol de la vida, y de la santa polis-ciudad [la Realeza increada de Dios], que están escritos en este libro».
Después, amados míos, de la auténtica protección y custodia del libro del Apocalipsis por la neutralización, que decíamos la vez anterior, con los logos del Señor “no selles los logos de la profecía de este libro” (Ap 22,10), viene ahora Juan, él que ha escuchado y escrito el libro del Apocalipsis, a dar también él su propio testimonio con todo su prestigio y con toda su autoridad apostólica y profética.
Su testimonio será contra la falsificación, tergiversación y alteración de las cosas y realidades que están escritas dentro en este libro. Es decir, el Cristo dijo: “No selles y no hagas inútil este libro, por el no ser escuchado en la Iglesia”. San Juan ahora dice: “No lo falsifiques este libro; lo certifico y lo confirmo yo que…”. Aquí se pone también el prenombre para énfasis. No sólo “doy testimonio” sino que “yo doy testimonio”.
Esta certificación y confirmación de Juan, amados míos, se dirige hacia cada fiel que escucha este libro, porque dice “el que escucha”, no dice “al que lee”. Hay una razón técnica. ¡Entonces los libros por su dificultad de fabricación no tenían la facilidad de lectura que tenemos hoy en día, para esto también daremos cuentas a Dios, amados míos, sobre este tema porque hoy en día tenemos tan ricamente y en abundancia el logos de Dios!
Entonces para uno tener un libro de la Santa Escritura debería ser muy rico, porque cada hoja estaba hecha con piel de cabrito pequeño, que por costumbre lo tomaban de las cabras antes de nacer de su madre; es decir, antes que la cabra tenga el parto, la hacían cesárea y tomaban las pieles de los embriones, las curtían y hacían los libros, los conocidos pergaminos. ¡Una cosa difícil y muy costosa!
¡Después era el escribir! ¿Quién lo escribiría? Hacía falta mucho dinero para escribir un libro con la mano, por eso no era fácil para uno tener en su propiedad un libro. Sólo en la Iglesia se escuchaba el libro y allí se leía, por eso dice “el que escucha” y no dice “el que lo lee”.
Pero por una vez más debo de deciros que por decir “el que escucha”, se hace una alusión, una indirecta de que el libro era o debe ser para uso litúrgico.
Después de la confirmación y certificación de Juan se señala por el mismo Juan una ordenada colocación canónica, exactamente para proteger el libro de cualquier falsificación, tergiversación y alteración. Esta colocación y clausula tiene dos tesis. Una tesis es que, el que añada algo en este texto ya cerrado del libro del Apocalipsis (se dice cerrado porque lo que escribió el Espíritu de Dios es esto), le serán añadidas por Dios todas las plagas y castigos que están escritos dentro en este libro; Y la segunda tesis es el que quita logos, conceptos, palabras o cualquier otra cosa del texto divino, le será quitada por Dios la bienaventuranza de la Realeza increada de Dios.
San Andrés de Kesarea dice: “Es terrible la maldición contra estos que añadirán o quitarán algo de las divinas Escrituras, porque es muy atrevida también la desfachatez de ellos, que puede aislar y alejar a los osados de los bienes del futuro siglo”.
Aquí san Andrés habla sobre maldición, pero más bien no se trata de maldición, sino sobre castigo de los insolentes, descarados y muy osados, a sea, a los que se atreverían hacer estos cambios y tergiversaciones.
Es lo que escribe más o menos el apóstol Pablo a los Gálatas: “Pero si nosotros –los Apóstoles- o un ángel, os anunciara otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1,8). ¡La expresión “sea anatema” quiere decir que no pertenezca al Cuerpo de Cristo y por consiguiente debe permanecer fuera de la santa polis-ciudad, es decir, que sea anatemizado, separado y fuera del Cuerpo de Cristo!
¿Pero qué da a entender el apóstol Pablo cuando dice estos logos a los Gálatas? Es conocido que los Gálatas eran sus hijos amados, pero fáciles de removerse en la Fe. Se arrastraban y se engañaban fácilmente, porque en las partes centrales y las partes continentales de Asia Menor había muchas, diríamos, confesiones y sectas religiosas; el Gnosticismo abundaba, y los Gálatas Cristianos eran arrastrados y engañados. Por tanto, como tiene en cuenta exactamente esto el apóstol Pablo, los escribe: “¡Oh gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesús Cristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?“ (Gal 3,1). Y aquí da a entender “sea anatema”, para los que falsifican la Fe.
Por tanto, lo mismo también Juan aquí. Cuando dice “que no tenga parte en la Realeza de Dios aquel que añadirá o quitará algo”, da a entender algo similar. Y allí en esta epístola suya, Pablo por supuesto que habla sobre la falsificación de la Fe; aquí Juan habla sobre la falsificación de la esperanza, porque el libro del Apocalipsis recalca principalmente el tema de la Realeza de Dios.
Por supuesto que diríamos que cada falsificación, cada tergiversación de logos de Dios es un pecado muy grave. ¡Muy grave! El mismo Dios lo dice esto.
En el Deuteronomio dice: “Cada logos que os digo hoy, tendrás cuidado para que los apliques correctamente. No añadirás, ni restarás nada, dice el Dios” (Deu 4,2).
Pero será bendita vuestra duda si preguntáis quién podían maltratar y manipular el libro del Apocalipsis.
En principio son los copistas. Como os expliqué, entonces cada libro se escribía con la mano y por consiguiente aquellas cosas que ya había se copiaban. Por tanto, un copista podría añadir y restar algo por descuido, sin verlo. O sea que uno que copia algo, aún también el tipógrafo, es imposible que no cometa algún error o errores. No hay texto, sea impreso sea escrito a mano, que no tenga alguna falta. Es imposible. Por eso también al final de cada libro ponemos notas de lo no visto u olvidado y rogamos al lector que lo rectifique. Estas cosas no vistas, diríamos, involuntariamente. Sólo se podrían castigar cuando uno es descuidado, cuando se hace cargo y responsable de la obra de copista.
Amados míos, los problemas que ha creado este tema que os comento ahora en todos los textos que se han salvaguardado hasta hoy en día, son tantos que se necesita una edición crítica, es decir, encontrar cuál sería la posible escritura en un texto. ¡Muchos problemas se crean por los copistas, pero mucho más cuando el copista es maligno y quiere cambiar y manipular el texto que copia! Diríamos que todo el castigo que se refiere en el texto de Juan como amenaza, es para el copista maligno y manipulador. *(Y por mi propia experiencia como traductor heleno nativo, muchas malas traducciones, manipulaciones y barbaridades en las traducciones en español de las Santas Escrituras y de los textos patrísticos, sobre todo de los términos clave teológicos y psicoterapéuticos. Por eso pido vuestra ayuda y colaboración a mis los errores).
Pero aún podríamos decir que es también para aquellos que ejercen crítica a un libro, y en este caso en el libro del Apocalipsis, diciendo: “Este trozo no está escrito por la mano de Juan el Evangelista, sino que es algo extranjero” o cualquier otra cosa. Y si existen logos, razones fundadas, es decir, como tenemos muchos manuscritos, entonces por supuesto que este crítico no peca, pero si tenemos un racionalista, que no autoriza ni acepta un pasaje que sostiene un punto y rechaza este pasaje u otro y etcétera, haciendo crítica mala del libro, éste por supuesto tiene una responsabilidad muy grande, diríamos frente a Dios y a la Iglesia.
Y finalmente también los intérpretes, es decir, cuando uno hace una interpretación del texto, igual que ahora el libro del Apocalipsis, que no es correcta, es decir, que no está en el espíritu del logos de Dios, en el espíritu de la interpretación que hace la Iglesia, de nuevo la responsabilidad es muy grande, y si la interpretación es a caso hecho equivocada entonces es anatema.
Por consiguiente, no es carente de peligro e inocuo que uno interprete el libro del Apocalipsis, sino que es peligroso también en no interpretarlo, cuando se ordena y se pide que “no selles los logos de la profecía de este libro”.
Es decir, la navegación entre los dos puntos extremos opuestos: Interpretar tengo responsabilidad, no interpretar también tengo responsabilidad. ¿Qué debemos hacer? Sin duda debemos interpretar pero ortodoxamente, correctamente; es decir, tomar la interpretación ortodoxa correcta depositada en la Iglesia, con mucha humildad y con mucha atención y esta utilizaremos. Como habéis visto en todo el proceso y la trayectoria de los temas que hemos hecho, como otra vez os preavisé, no he utilizado ninguna interpretación mía, sino sólo la que está depositada en la Iglesia.
Por supuesto que es innecesario referirnos también al maltrato del libro del Apocalipsis por parte de los heréticos. ¡Es terrible este maltrato y mala interpretación! Tomad por ejemplo a los Milenaristas, los Testigos de Jehová y grupos, sectas Protestantes más veinte mil cómo interpretan los mil años del Apocalipsis, y cualquier otra cosa, para ver allí qué maltrato existe y qué responsabilidad realmente tienen estos hombres frente a Dios.
Es digno de destacar que todos estos castigos amenazantes que se anuncian, tienen también carácter positivo, es decir, es el castigo de las plagas también, es también la reducción de los bienes del reinado de la Realeza increada de Dios.
San Juan el Crisóstomo (boca de oro) no se asusta delante de las plagas y los castigos del Infierno, tiempla delante de la ausencia de la zeoría-contemplación, expectación de la cara/rostro/persona del Cristo. Dice: “No me asustan los castigos del Infierno; pero privarme de no poder estar viendo aquella bellísima y serenísima divina persona/cara de Cristo por los siglos de los siglos, esto es insoportable. Esto es el verdadero Infierno”.
Y continuamos: «22:16 Yo Jesús he enviado mi ángel para dar testimonio a vosotros de estas cosas y realidades en las Iglesias locales. YoSoY la raíz y el linaje del David, la estrella resplandeciente de la mañana.
22:17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome gratis agua de la vida. 22,17 Y el Espíritu Santo y la Esposa-Iglesia dicen: ven, Novio ven. Y cada uno que escucha, diga: Ven. Y el que escucha estas profecías, diga: ven, Novio ven. Y el que tiene sed del Novio Cristo y de la felicidad eterna, venga; y el que quiere, que tome gratis agua de la vida.
22:20 El que da testimonio de la verdad de estas profecías del libro dice: “Sí vengo pronto”. [Y Juan junto con toda la Iglesia responden;] Amén; sí, ven, Señor Jesús» (Ap 22, 16-17·20).
A la afirmación de Cristo, amados míos, de que viene pronto, enseguida, el Espíritu y la Iglesia responden, “¡Ven!”
¡Se trata de un diálogo místico de la Iglesia y de Cristo, realmente maravilloso! Además este diálogo, como veremos más abajo, constituye el corazón de la espiritualidad de la Iglesia. La Novia es la Iglesia. Lo hemos visto esto en el mismo libro, cuando el evangelista Juan dice “Y vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, [la Iglesia triunfante y gloriosa] que descendía del cielo, de Dios, preparada y dispuesta como una novia adornada para su marido [el Cristo]” (Ap 21,2) y etcétera. Y el Espíritu es el Espíritu Santo, que, por el Pentecostés, vino en la Iglesia y permanece en la Iglesia.
El Señor esto lo confirmó, que el Espíritu Santo vendrá (igual que lo había afirmado antes de Su Resurrección), y naturalmente vino y queda. Dijo: “16 Y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, Consolador y guía para que esté con vosotros siempre, 17 el Espíritu de la verdad, que el mundo pecador alejado de Dios no puede recibir, porque no lo contempla ni lo conoce; vosotros lo conocéis porque está y vive con vosotros, y estará en vosotros.
- Os dará el Espíritu de la verdad que revelará y enseñará la verdad en las psiques de buena voluntad. Pero el mundo pecador alejado de Dios no lo puede recibir, porque sus ojos psíquicos o espirituales están embotados por sus pecados. Sin embargo, vosotros habéis seguido mi enseñanza, habéis visto mis milagros y lo conocéis. Porque ahora el Espíritu Santo queda cerca de vosotros y habita completamente en mí que estoy cerca de vosotros. Después del Pentecostés habitará también entre vosotros, dentro de vuestras psiques.
¡Dice “otro Paráclito…”, porque un Paráclito es el Cristo, el otro Paráclito es el Espíritu Santo, el Cual permanecerá “en el siglo”!, no dice “por los siglos de los siglos”, y esto significa que permanece mientras dura la Iglesia militante dentro en la Historia.
¡Mirad, esto es muy importante! El Espíritu de Dios permanecerá en vosotros, a vosotros que constituiréis Iglesia.
Por tanto, permaneciendo el Espíritu Santo dentro en la Iglesia “en el siglo”, hasta que termine la Historia, permanece también dentro en una otra novia, es decir, en la psique-alma de cada fiel. ¡Novia se llama la Iglesia, novia también se llama la psique de cada fiel! ¡Por consiguiente el Espíritu de Dios permanece en la novia-Iglesia y en la novia-psique!
Tiene mucha importancia cuando dice “queda en vosotros”, porque el Espíritu Santo cuando permanece en la Iglesia y en cada psique, la ilumina, la santifica y la hace crecer siempre con el Cristo y la jaritifica (la da la jaris gracia energía increada). Dentro de sus tentaciones, tanto la Iglesia, como también la psique de cada fiel tiene el Espíritu de Dios como cooperante, ayudante y consejero de ellas.
El apóstol Pablo dice a los Romanos: “Y de igual manera el Espíritu Santo percibe junto con nosotros en nuestra debilidad y nos ayuda; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Rom 8,26). ¡Mirad la frase “percibe junto con nosotros” las tentaciones nuestras! Este el Espíritu, el Espíritu Santo, ora y hiper-supra-ora para nosotros permaneciendo en la Iglesia.
Si uno pudiera observar y seguir a uno que está orando ardientemente, le escucharía, de tiempo en tiempo, sacar un gemido, una palabra y un logos; esto indica el calor de la oración.
¡Pensad pues, amados míos, el Espíritu Santo que permanece dentro en la Iglesia y dentro en cada psique, co-percibe las tentaciones, las enfermedades, las dificultades y nuestras caídas, ora ardientemente para nosotros con gemidos indecibles, difíciles de expresar! ¡Gime el Espíritu de Dios! Es una expresión muy bella, para indicar cuánto nos ama el Espíritu Santo. ¡Gime por nosotros!
En otra parte el apóstol Pablo dice: “¡Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el Cual fuisteis sellados para el día de la redención…!” (Ef 4,30). Se entristece el Espíritu Santo cuando nos ve pecando porque está junto con nosotros, permanece con nosotros.
Y a los Romanos dice “que ora de acuerdo con la voluntad de Dios para los santos”, para los miembros de la Iglesia.
¡Esto y solamente esto tenemos que afirmar en nuestro interior, para que se haga convicción nuestra de que no estamos solos, que el Espíritu Santo ora para nosotros!
El Espíritu Santo ora al Padre pero también al Santo Dios Trinitario entero, igual que el Cristo oraba al Padre, oraba al Dios Trinitario, porque la esencia es una. ¡Es muy grande…misterio! Es decir, ¡Este ora a Dios, mientras que es Dios! ¡Es maravilloso! ¡Para que uno vea aquí el misterio de la agapi de Dios!
Pero sobre todo el Espíritu Santo viene a apocaliptarnos-revelarnos la adopción del Padre. Escribe de nuevo el apóstol Pablo: “¡Como sois hijos de Dios, ha mandado el Dios el Espíritu de su hijo en vuestros corazones, clamando Abba el Padre!” (Gal 4,6). Así mandó al Espíritu Santo y al Pentecostés para dar testimonio que el Jesús Cristo realmente es el Hijo de Dios.
Sabéis que el gran sello de la obra de Cristo es el Pentecostés, porque si el Cristo fuera falso, no vendría el Espíritu de Dios para testificar sobre Él; el Cristo estaría en el Hades; habría sido castigado. Pero el Cristo es verdadero y el testimonio de la obra de Cristo y de la persona de Cristo es el Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo, amados míos, viene a confirmarnos a nosotros también que nos hemos hecho hijos de Dios (siempre por la jaris-gracia increada), al poner en nuestros corazones el conocimiento y reconocimiento y decir a Dios Padre.
Tomad una persona al azar (os lo he dicho otras veces en estas homilías) y díganle “que diga que Dios es Padre”. ¿Le reconocerá como Padre? Imposible.
El hombre que dirá a Dios Padre con todo su corazón no lo dice por sí solo; tiene el Espíritu de Dios cooperante. Y aquí lo pone en las dos lenguas: “Abba, Padre”. Abba es en hebreo. Páter en griego. Es la misma palabra, pero la pone en griego y en hebreo, que significa Padre.
Por consiguiente nunca la Iglesia permanece sola en el mundo. El Espíritu Santo, que siempre permanece dentro en la Iglesia, se dirige también hacia Dios y hacia al mundo-cosmos. Éste habla en los corazones, tanto de los fieles como de los infieles para atraer; Éste atrae al mundo a la Iglesia. Si la Iglesia es atraída por el mundo allí no tiene parte el Espíritu de Dios; y tenemos la secularización, esta terrible desgracia. El Espíritu de Dios salva, Éste constituye y forma, examina y controla, Éste pedagogiza, instituye, formaliza e instruye, Éste levanta y condena.
Ahora este Espíritu de Dios responde junto con la novia-Iglesia o junto con la novia-psique, a los logos de Cristo de que viene pronto, rápidamente.
Pero tanto la Novia-Iglesia, como también cada psique, abren camino de este eterno diálogo de la agapi. Este diálogo uno lo ve que existe dentro en la Santa Escritura, en el Nuevo y en el Antiguo Testamento.
Escojo del segundo capítulo del Cantar de los Cantares:
“Mi amado es para mí, y yo para mi amado; él lleva a su rebaño a pastar entre los lirios, antes que sople la brisa del día y huyan las sombras de la noche. Amado mío, vuelve, como el ciervito o la gacela, que corren por los valles de los montes” (Cantar de los Cantares 2, 16-17). Mirad lo qué dice, “vuelve…”, es decir, venga hasta que pase el día de este siglo; tal como has prometido, por Tu Segunda Parusía-Presencia, retorna!
Y en el capítulo 3 leemos: “Sobre mi lecho, por las noches, yo buscaba al amado de mi psique-alma. Lo busqué y no lo hallé, lo llamé y no me escuchó” (Cantar de los Cantares 3,1).
El que la Iglesia y la psique, buscan al Señor y no lo encuentran, significa el retraso de Cristo que retarda y espera, como dice el apóstol Pedro (2Ped 3,9) para la salvación del mundo. Espera que vuelvan a la metania y se salven más y más hombres. Y el Señor se retrasa, retarda.
Y continúa el diálogo de Cristo e Iglesia, Cristo y psique:
“Y el que escucha, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome gratis agua de la vida” (Ap 22,17).
Aquí especifica, amados míos, el oír de la promesa de Cristo en cada fiel.
Es digno de destacar que después de la Iglesia, es decir, la Novia, se dirige a cada fiel. “Y el que escucha, diga: Ven”. Es decir, no es bastante que exista la esperanza esjatológica simplemente en la Iglesia; sino que esta segunda venida de Cristo debe hacerse en cada fiel su propia esperanza personal. Cada fiel debe esperar a Cristo diciendo: “CristoDios mío, ven, por qué tardas; ¿cuándo vendrás? ¡Cuándo vendrás CristoDios mío!
Pero el oyente, cuando oye, tiene por costumbre una posición pasiva frente a aquel que habla, por eso el Señor dice “el que tenga sed que venga”. No dice simplemente “el que escucha, que diga”, sino que dice: ven. Vosotros en este momento estáis en una posición pasiva; escucháis, solo escucháis no os movéis de vuestras sillas, pero cuando el orador dice “el que tenga sed que venga”, indica ya una posición dinámica del fiel. Si uno de vosotros tiene sed, y digo “el que tenga sed que venga”, se levanta de su silla y viene a beber agua; es decir, esto significa que el fiel no espera que venga el Cristo, sino que el fiel va al encuentro de CristoDios.
En la parábola esjatológica de las diez vírgenes que dijo el Cristo, leemos que “a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (Mt 25,6), y el Novio viene a vuestro encuentro. No vendrá a encontraros dentro en la casa, debéis vosotros salir a Su encuentro.
Por tanto, para indicar este encuentro, toma una icona-imagen del hombre sediento y así indica el deseo de la psique, su anhelo a que venga el Cristo, es decir, no sólo escucha sino que va al encuentro.
Es algo análogo con el Salmo 41º que dice: “Tal como el ciervo busca con anhelo las fuentes para quitarse de la sed, así anhela también mi psique a Ti, oh Dios mío” (Sal 41,2). El ciervo sediento no va al río, sino a las fuentes de agua para beber agua limpia. Así también mi psique-alma, Señor, te anhela, “mi psique-alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 41,3); Mi psique-alma anhela y tiene sed y de Dios. Y tal como el hombre cuando tiene sed busca agua para beber, así busca o debe buscar a Dios.
El Cristo lo dijo así: “Si alguien tiene sed, que venga hacia mí y beba”, es decir, debemos salir de nosotros mismos, salir de nuestra inmovilidad, de nuestro estancamiento para entrar en una situación dinámica, diríamos, para ir a Cristo, es decir, comenzar a energizar y activar en nuestro interior Su venida.
Pero si uno duda para su situación espiritual, de que no podría corresponder a un llamamiento tan grande, y dice, “¿yo…ir al encuentro de Cristo? ¿Quién soy yo?, viene aquella exhortación, aquel estímulo complementario, “y el que quiera, tome gratis agua de la vida” (Ap 22,17). ¡No temas de que vas a pagar algo; esto lo tomarás gratis!
Y la icona-imagen está tomada de nuevo de los pobres. Acordaos de la parábola que dice “oblígalo a entrar…” (Lc 14, 16-24). “Oblígalo”, porque dirán aquellos harapientos, lisiados que los recogerá el sirviente para el banquete de su jefe: “¿A mí me llama tu jefe? ¿A mí que soy un desastre y un miserable?…pero… ¡oblígalo a entrar!” Esto es lo “gratis”. No pagarás nada. No temas ni tengas miedo de nada, no tienes nada que gastar y perder.
El día de la Teofanía decimos: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, suministraos y comed y bebed gratis, sin dar dinero, no hay precio” (Is 55,1), sin dar nada a cambio. O sea, que no dudes, hermano mío. No digas, “¿a mí me llama el Dios?” ¡Sí, a ti te llama Dios! Sal al encuentro del Él.
Es digno de destacar también esto: “y el que quiere, que tome gratis agua de la vida”. Esto indica que no basta que uno tenga sed, debe también beber agua, porque muchos tienen sed metafísica, pero no quieren acercarse a Cristo y quitarse, saciarse de la sed.
«El que da testimonio de la verdad de estas profecías del libro dice: “Sí vengo pronto”. [Y Juan junto con toda la Iglesia responden;] Amén; sí, ven, Señor Jesús» (Ap 22,20).
Es el último diálogo de la Iglesia y de Cristo. Aquí tenemos la culminación de la μυστικότητα mistikótita misticidad. Μυστικότητα Misticidad, quiere decir que uno entra en el hondo del sentido y significado, en la más profunda concepción de algún tema. Como cuando entramos dentro en la vida de Dios, y la vida de Dios entra dentro en nuestra vida. Esto se llama misticidad. En la filosofía se utiliza el término misticismo, pero no utilizamos el término este en la Teología; en la Teología utilizamos el término zéosis. Zéosis es la κοινωνία kinonía comunión, participación, conexión y unión con el Dios (por la Jaris Gracia energía increada; ver: https://www.logosortodoxo.com/12-lexis-apocalipticas/ ΘΕΩΣΙΣ-ZÉOSIS, GLORIFICACIÓN)
Por tanto por séptima vez, y última-última, el Cristo ya da Su confirmación de que viene pronto.
Aquí uno ve que existe el anhelo de un encuentro recíproco; anhela la Iglesia, anhela también el Cristo, pero la hora aún no ha llegado.
San Andrés de Kesarea escribe: “La Parusía-Presencia de Cristo es anhelada ardientemente por los santos”.
El que testimonia estas cosas no es otro que el Cristo, que es la fuente de todo bien, de toda verdad y de todo testimonio cierto.
Dice: “Sí, vengo”. Pone el Sí. El Cristo responde con este Sí, porque es el Sí de Dios. Y el Sí de Dios es la absoluta certeza y la fidelidad absoluta.
Y ahora Juan da una respuesta en las dos lenguas (en hebreo y en griego), pero por parte de toda la Iglesia: “Amín, sí”. Dijiste que vienes pronto; que así sea. ¡Es nuestro anhelo! Lo decimos también en nuestra lengua, tal y como termina también toda oración: “Amín”. Para alguna cosa que tenemos el anhelo que se haga decimos también: “Amín y al oído Dios”. Pero esto revela una exclamación litúrgica que indica la nostalgia esjatológica de las asambleas eclesiásticas de la época apostólica; es decir, la Iglesia anhelaba ver a Cristo.
El apóstol Pablo escribe a los Corintios: “El que no ama al Señor Jesús Cristo que sea anatema, “marán azá”, que esté separado”. Anatema quiere decir separado, que salga de la Iglesia. No tiene ninguna posición o ningún lugar en la Iglesia. Y “marán” quiere decir, ven Señor nuestro. ¡Esto “marán azá” es un anhelo, un anhelo esjatológico, la esperanza para la venida de Cristo! ¡Ven, Señor nuestro, ven! Y la Iglesia, amados míos, (aquí quiero que presten atención), continúa su trayectoria dentro en el tiempo siempre con esta esperanza esjatológica de la segunda venida de Cristo.
El Señor por supuesto que lo dijo con dos logos que parece que sean contradictorios. Dijo: “Llegará el día que desearéis mi parusía-presencia y anhelaréis ver mi propio día –uno de los días del hijo del hombre- y no la veréis” (Lc 17.22).
Pero dijo también lo otro: “he aquí yo soy y estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). O lo otro, “y hacia él vendremos (nosotros las tres Persona: Padre, Hijo y Espíritu Santo), y en él formaremos una habitación y habitaremos en él” (Jn 14,23).
No son contradictorias estas cosas, amados míos. Cuando el Cristo dijo “que desearéis ver un día mío, como los días que me habéis conocido, pero este día no la veréis; sin embargo me veréis, porque yoSoy y estaré con vosotros”. Es decir, el Cristo ya será encontrado y vivido dentro en los Misterios cristianos. El Cristo será vivido dentro en la situación deificada o glorificada de cada fiel. Allí será vivido, experimentado el Cristo, allí será visto, y allí se irá abriendo el diálogo, el diálogo eterno de la Iglesia-Cristo, psique-Cristo.
El apóstol Pablo fue arrebatado “hasta el tercer cielo”. El apóstol Pablo no ha visto a Cristo cuando estaba aquí en la tierra, sino que fue arrebatado hasta el tercer cielo, al Paraíso allí que oyó “logos, dichos inefables, difíciles de explicar” (1Cor 12, 2-4).
Un poquito más tarde san Ignacio el Teoforo, yendo hacia Roma para sufrir el martirio, el año 104 después de Cristo más o menos, escribió una epístola hacia los Romanos, de la que os leeré un trozo pequeño. Es una obra maestra genial, de psique deificada, glorificada que uno ve a Cristo, Le ve… El Santo no tiene necesidad de demostraciones, la demostración la tiene en su interior. Por tanto, escribe a los Romanos que intentaban intervenir para que no sufra el martirio en el anfiteatro de Roma:
“Dejadme que me convierta en comida de las bestias que con ellas conseguiré a Dios… Soy trigo de Dios y por los dientes de las bestias me trituro para que me haga pan limpio y puro de Cristo… Ahora que estoy atado y voy a morir, ahora aprendo a no desear nada de este mundo… Todos los males del Diablo de los martirios, de los instrumentos asesinos y de las torturas, que vengan encima mío, sólo una cosa quiero: ¡conseguir a Cristo!”
“Nada me van a beneficiar los deleites del mundo, ni los reyes de este siglo. Para mí es bueno morir para Cristo Jesús para reinar en los confines de la tierra”.
“A Él busco”… ¡Mirad! Esta vida mística… “¡A Él busco!” Y sabéis que estas cosas no se dicen dentro en nuestra santa sala de estudio con el calor y las buenas bebidas!… ¡Él está yendo atado hacia Roma! Y le vigilan diez soldados, dice “que es un destacamento militar”. Bestias eran aquellos soldados que le conducían desde Antioquía de Siria a Roma. ¡San Ignacio estaba padeciendo en el camino, sin embargo escribe estas cosas!
“A él busco, a Éste que murió para nosotros; a Él quiero, Éste que ha resucitado para nosotros… dejadme tomar la luz pura”… No me anuléis el martirio; “cuando llegue allí entonces me haré hombre correcto cuando sufra el martirio; hacerme imitador del Pazos-Pasión de mi Dios!…” Y aún dice aquella frase inimitable: “Mi propio eros-amor ardiente, -el Cristo- está crucificado… y no tengo ningún deseo en amar cosas materiales; ¡agua viva está en mi interior, en mis entrañas, diciéndome, ven a mi Padre!” Aquí uno ve el Espíritu de Dios, el agua viva, el Cual habla en su interior y le dice ven al Padre. ¡Potente elemento místico!
“No me agrado ni soy feliz por la comida corrupta, ni con placeres de esta vida… Quiero Pan de Dios que es el Cuerpo de Jesús Cristo… y Bebida quiero Su Sangre que es la agapi amor incondicional que no se corrompe” (San Ignacio el Teoforo, “A los Romanos”).
¡Cosas inimitables, amados míos… majestuosas! Uno ve este diálogo entre Cristo y psique-alma, dentro en la trayectoria del tiempo. Pero he escogido para vosotros, por supuesto no lo mejor, sino simplemente algo de los innumerables textos de san Simeón el Nuevo Teólogo que vivía continuamente una situación en zéosis, glorificada, san Simeón vivía continuamente dentro en la luz increada de Cristo. Os leo un recorte, de su Himno 28º, en un ritmo de dekapentasílabo (quince sílabas):
Dejadme sólo en mi celda encerrado
Dejadme con Dios el único amigo-filántropo
Marchaos, alejaos, dejadme solo
Que nadie toque la puerta y nadie me llame
Ni la compañía de los amigos, ni de mis parientes
A distraer la atención de mi nus, y hacerlo pedazos
De mi Bueno es la expectación y de mi bello Soberano
Bebida y comida que nadie me traiga.
********************
Ya no quiero ver la luz de este mundo
Ni las alegrías del mundo
Porque veo al Señor, veo a mi Rey
Contemplo, veo al que es luz real y creador de toda luz
Veo fuente de todo bien, veo causa de todo
Veo principio sin principio de donde todo se ha hecho.
**********************
¡Y cómo saldré de mi celda, para dejarle solo!
Porque viéndote a ti mi corazón queda herido
(San Simeón el Nuevo Teólogo Himno 28 y 42)
Y estos versículos no son filológicos, sino sacados dentro de las vivencias, experiencias de la continua zeoría-contemplación, expectación de Cristo. Y en su 2º Logos, es el 91º el último en la edición helénica, que es el agradecimiento a Dios, escribe un diálogo que hace con Cristo, al Cual le ve. Le ve a Cristo, pero no sin forma, como luz increada. Y el santo conversa con el Cristo y le dice:
“¿Y cómo o de dónde yo me hice digno de tales bienes? Y me dijiste, yoSoy el Dios que me hice hombre para tu agapi. Y como me has pedido con toda la fuerza de tu psique, he aquí hoy serás mi hermano, co-heredero y amigo mío” (San Simeón el Nuevo Teólogo, “Agradecimiento hacia Dios” logos 2º, tomo III, Sources Chretiennes, pag 348). El diálogo era largo, pero copié estos pocos versículos.
Esta vivencia, experiencia la Iglesia la vive en su trayectoria histórica, en camino histórico, tal como también cierra el libro del Apocalipsis.
Y aquí termina amados míos, el Apocalipsis con el último versículo:
«La χάρις gracia [energía increada] de nuestro Señor Jesús Cristo sea con todos vosotros (los Cristianos). Amén. (Ap 22,21)».
Todo el libro del Apocalipsis tiene la forma de una epístola, que el evangelista Juan, debería escribirla y mandarla a las siete Iglesias de Asia Menor, es decir, a la Una Santa Iglesia Católica y Apostólica. Por eso también el libro del Apocalipsis cierra de forma epistolar, cuando dice: “la χάρις gracia [energía increada] de nuestro Señor Jesús Cristo sea con todos los santos”, con todos vosotros los santos cristianos y con el amén.
Y así termina con esta forma epistolar y con la bendición apostólica, que dice «la χάρις jaris [gracia energía increada] de nuestro Señor Jesús Cristo». Y como el libro del Apocalipsis se leía en las asambleas cristianas, por eso termina también con el amín.
Amados hermanos; la jaris de Dios nos ha dado el privilegio y la bendición de acercarnos a este libro del Apocalipsis muy profético y muy teológico, el último libro del Nuevo Testamento.
Se ha analizado con la jaris de Dios, en ciento una homilías, junto con la de hoy, en cuatro años enteros.
El interés vuestro, desde la primera homilía hasta la 101, fue muy grande y esto uno lo ve también por vuestra presencia. Tengo la esperanza que todos hemos sido beneficiados.
Se ha desenrolladlo delante nuestro el futuro histórico de la Iglesia dentro en el espacio profético, que no debemos buscarlo en cronologías; esto doy a entender cuando digo dentro en el espacio profético.
Las fuerzas del mal no serán perpetuas, finalmente triunfará el bien y el vencedor será el Jesús Cristo, el Rey del tiempo y de la eternidad, este Hijo de Dios hecho hombre.
A Él atribuyamos toda alabanza, al único Sabio y Santo Dios Trinitario, que con Su agapi-amor incondicional, increada, inmensurable e inimaginable trabaja para la sotiría sanación, redención y salvación de toda Su creación. Amín.
Yérontas Atanasio Mitilineos
Copyright: Monasterio Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio” 40007 Stomion, Larisa. Fax y Teléfono 0030. 24950.91220
Traducción Χρῆστος Χρυσούλας (Jristos Jrisulas) 30/7/2020 www.logosortodoxo.com
Unidad 80 y 81 Resumen y breve interpretación y de las 101 homilías del Libro del Apocalipsis
Por el Yérontas Athanasio Mitilineos
Junto con Santo Dios Trinitario
Contra-prólogo Ἀντί Προλόγου unidad 80 y 81
El Apocalipsis del apóstol y evangelista Juan el Teólogo es el libro que provoca un interés intenso en muchos hombres de cada época, y especialmente en nuestros días, a causa de los acontecimientos universales. Pero emprender uno a aproximarse sin guía espiritual es peligroso.
Nuestro bienaventurado Yérontas padre Athanasio, con la iluminación del Espíritu Santo y con guía seguro e inconfundible la interpretación de los santos y sabios Padres de nuestra Iglesia Ortodoxa, ha interpretado el libro del Apocalipsis en 101 bellas homilías, las cuales se están oyendo ya a un nivel universal y son recibidas y aceptadas con mucho entusiasmo e interés.
En este libro se contiene un resumen muy breve de las 101 homilías que hizo el Yérontas, en el cual la Hermandad del Santo Monasterio con su trabajo esmerado y buena disposición y celo han dispuesto para la tripulación de la Iglesia en doxa del Santo Dios Trinitario.
Marzo 2012 La hermandad del Santo Monasterio.
Apocálipsis quiere decir revelación, donde no se utiliza el logos humano para encontrar la verdad, sino el Logos divino, es decir, es el mismo Dios quien me apocalipta, revela en mi corazón o nus la verdad.
Junto con el Dios Trinitario Σύν Ἁγίῳ Τριαδικῷ Θεῷ
Introducción
Hermanos míos, con mucho respeto, temor y oración continua uno debe abordar el logos de Dios, la Santa Escritura y especialmente el Libro más profético del Apocalipsis. La dificultad que proviene para hacer un resumen en todo el libro es evidente. Pero, implorando la ayuda del Santo Dios Trinitario, intentaremos con toda nuestra fuerza a ofrecer algo para la edificación de la Iglesia Ortodoxa de Cristo.
Antes de avanzar, desearía avisarles que no se utilizará una interpretación subjetiva, sino sólo de lo que está presentado y descrito en la enseñanza de nuestra Iglesia Ortodoxa. Se debe recalcar aún que el laós-pueblo de Dios debe estar estudiando este libro, según el mandamiento de Cristo: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete Iglesias que están en Asia… y no selles los logos de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” (Apo 1,11 y 22,10)
Dentro de este Libro el creyente estará intentando a “enterarse de los tiempos y a esperar al atemporal e invisible, a Éste que para nosotros se ha hecho visible”, según san Ignacio (Carta III a Policarpo).
La tentación de que cada lector defina él los tiempos de los desenlaces de las profecías descritas, se limita por la condición que pone san Irineo sobre lo fundamental de la interpretación: “Lo más seguro y menos peligroso es que uno espere el desenlace de la profecía, en vez de meditar filosofando y hacer de adivino o mago” (Contra herejías V 30,2). Y añade san Andrés de Kesarea: “La experiencia y el tiempo apocaliptará (revelará) a los que están en nipsis (los sobrios espiritualmente), es decir, en aquellos que han hecho la catarsis del corazón”.
El libro del Apocalipsis es el ésjato (último) libro del Nuevo Testamento, y también de toda la Santa Escritura. Es el colofón del N. Testamento y tiene una correspondencia competente con el primer Libro, el Génesis, que consiste en el eje: caída-sotiría (sanación y salvación).
Así que, si el Génesis nos describe la Creación del Cosmos-mundo y del hombre y su caída, el Apocalipsis nos describe proféticamente el camino de la Iglesia y la creación dentro en el tiempo, la renovación del hombre, la recreación del creado mundo visible y la doxa-gloria eterna de ellos.
El Apocalipsis contiene en resumen el Misterio completo de la divina Economía, desde la Humanización (Encarnación) del Hijo y Logos de Dios hasta Su Segunda Presencia, el Juicio y la aparición de la increada Realeza de Dios.
Se refiere de la fundación en la tierra de la Realeza increada de Dios, es decir, de la Iglesia, su presencia histórica y su expansión universal. Se refiere también a la evolución de la lucha de la Iglesia con las potencias antidivinas o contrarias a Dios, pero también a las últimas plagas o heridas, que caerán sobre la humanidad impenitente, no arrepentida ni convertida que está sin metania.
Finalmente, la aparición del Anticristo, su destrucción definitiva, la Segunda Presencia de Cristo como Juez, la resurrección de todos los muertos de todos los siglos, el Juicio final, el castigo eterno de los impíos, la eterna doxa (gloria, luz increada) de los fieles, la apocálipsis-revelación de la Nueva Jerusalén es decir, la Realeza increada de Dios, la renovación del mundo visible y la eterna comunión de los fieles deificados, glorificados con el Cristo.
La idea central del Libro permanece siempre la Segunda Presencia de Cristo y el tema principal es la lucha de la Iglesia contra las fuerzas antidivinas con el resultado final la victoria de la Iglesia.
Todas estas cosas se describen con visiones, representaciones e imágenes, que constituyen la lengua simbólica del Libro.
El Apocalipsis, como libro del profético, apocalipta-revela no sólo las cosas futuras sino también las presentes, en relación con el tiempo de su descripción. El mismo Señor dice al evangelista Juan, -el escritor del Apocalipsis- quien se encontraba exiliado en la isla de Patmos: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas” (1,19).
El propósito del Libro es la preparación de los fieles en vista de las aflicciones, sufrimientos y dolores que vienen, y para consuelo de ellos, para el fin bueno de sus luchas y combates (físicos y espirituales); pero sobre todo, el preaviso a ellos para las venideras aflicciones y tribulaciones de modo que no sean escandalizados y consideren la Iglesia débil e indefensa y a Jesús como indiferente para Su Iglesia. Algo similar ocurrió también con el inminente pazos-pasión de Cristo, cuando los Discípulos fueron avisados precisamente para que no sean escandalizados, y más tarde entendiesen que el pazos-pasión era voluntario.
Así que, no debemos ver el Apocalipsis con el sentido estricto de la profecía, sino como un Libro que viene a fortalecer, levantar el ánimo, avisar y constatar, especialmente en tiempos que el sentimiento religioso está bajo y débil.
Es un Libro vivo, con mucha e inexpresable jaris (gracia energía increada) y frescura. Es una verdadera obra de arte del Espíritu Santo. Tiene cohesión, simetría, armonía, potencia del logos, riqueza de colores y tonos, variedad de temas, plasticidad, vivacidad y elocuencia. Es muy teológico, despertador de conciencias y despertares espirituales, es fascinante y encantador.
Tiene como escenarios el cielo y la tierra, y el tiempo de evolución de los hechos de la Historia universal y la Eternidad. Por eso es un error interpretativo el querer interpretar el Texto del Apocalipsis con base a un lugar, como Grecia, Constantinopla, una corriente, como el Mahometanismo, el Comunismo, o a un período de tiempo, como los cuatro siglos de ocupación turca, el siglo XX, etcétera. Todo esto por supuesto que está contenido en el horizonte óptico del libro del Apocalipsis, pero no se agota dentro de estos.
Un punto más que debe ser referido: ¿Cuándo comienza a cumplirse el Libro del Apocalipsis? Debemos apuntar que el Apocalipsis no se limita sólo en la época del santo escritor, ni en los ésjatos (últimos tiempos y acontecimientos) de la historia, sino que comienza desde el momento que se está escribiendo. Cualquier cosa que se realiza es preludio de los acontecimientos siguientes, con el resultado final con las cosas que sucederán durante la Segunda Presencia del Señor.
Intérpretes Ortodoxos, como san Andrés de Kesarea, buscan en el Apocalipsis la dimensión histórica, ética, teológica y mística del texto sagrado.
La dimensión histórica es aquello que ya ocurre o trata de ocurrir, como: las siete Iglesias de Asia Menor, los ésjatos (últimos acontecimientos y tiempos), el Anticristo y la Segunda Presencia de Cristo.
La dimensión ética es que puede enseñar, restablecer, mantener, inspeccionar, castigar y consolar.
Finalmente, la dimensión mística y teológica es el encuentro más profundo del significado y sentido del mensaje de Dios hacia el hombre, que ayudará a desarrollarse una relación personal del hombre y de Dios, como también todos los actos y energías increadas de Dios dentro en la historia y la Creación, que expresan las increadas sabiduría, fuerza y agapi de Dios.
Después de esta breve introducción reducida, ahora podemos ver un pequeño resumen también la interpretación de algunos párrafos del texto sagrado del libro del Apocalipsis:
Capítulo 1.
1,1 Ἀποκάλυψις apocálipsis-revelación de Jesús Cristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las realidades y cosas que es necesario o deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,
[1,1 Ἀποκάλυψις apocálipsis-revelación de la divina voluntad y decisión sobre Jesús Cristo y la Iglesia, la cual apocálipsis-revelación el Dios ha dado a él como jefe de la Iglesia, para mostrar y manifestar a sus fieles siervos aquellas cosas que deberían ocurrir y realizarse en breves tiempos según la voluntad divina; y estas apocalipsis-revelaciones las hizo conocer a su siervo Juan a través del ángel que le envió;]
2 el cual ha dado testimonio del logos de Dios, y del testimonio de Jesús Cristo, y de todas las cosas que ha visto.
3 Bienaventurado y dichoso el que lea y los que escuchan los logos de esta profecía, y practican, aplican y cumplen las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
[3 Bienaventurado y dichoso es aquel que lee, y aquellos que escuchan los logos de esta profecía divina y practican, aplican y cumplen con devoción y fe todos los logos que están escritos en ella; porque el tiempo que se van a realizar todas estas apocalipsis-revelaciones está muy cerca.]
Con este admirable epígrafe introductor empieza el libro del Apocalipsis.
Se distingue por su tono solemne, recordando el epígrafe de los libros proféticos del Antiguo Testamento; y se manifiesta el carácter del libro como «Ἀποκάλυψις Apocálipsis-Revelación». Se declara el prestigio y la autenticidad del Libro, porque su fuente es el Dios y el Jesús Cristo, sea cuando habla el mismo personalmente, sea mediante un ángel. También se hace hincapié, en toda la extensión del libro, que “el tiempo está cerca”.
Observamos que todas las profecías en el Antiguo Testamento, no indican ninguna prisa para el cumplimiento de ellas, mientras que aquí se recalca hasta la saciedad que el tiempo de realización de todo lo escrito es corto o está cerca. O sea, desde los tiempos de Abraham hasta el Nacimiento de Cristo pasaron 2100 años, y las profecías sobre el Cristo no indican una prisa para el cumplimiento. Pero para la Segunda Presencia de Cristo indican una prisa para el cumplimiento. Y han transcurrido 2000 años. ¿Quizás el final de la historia está cerca?
Después del Epígrafe introductor, el santo Evangelista se dirige hacia las Siete Iglesias de Asia Menor, en las que por mandamiento de Cristo envía el libro del Apocalipsis, que finalmente toma un carácter epistolar.
A continuación describe el registro histórico del Libro: “Yo Juan… estaba en la isla llamada Patmos… yo estaba en el Espíritu en el día Domingo, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y el Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”. (Apo 1,9-11)
Y el santo Evangelista, como nos narra, se gira para ver quién le estaba hablando. Y ve “siete candeleros de oro”, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante a hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinturón de oro. Sus cabellos eran blancos como la nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece el mediodía en su fuerza. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él me tocó, diciéndome: “No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y me convertí en muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de pasar después de estas” (1,17-19). ¿Quién era pues, el revelado? Era el Dios Logos humanizado o hecho hombre.
Las “siete estrellas” son las siete Iglesias locales de Asia Menor que antes nos hemos referido. Naturalmente como no son las únicas ni las más grandes e importantes, por eso bajo en número esquemático de siete, se entiende la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, hacia la que el Cristo envía siete epístolas, o siete matices que conciernen la Iglesia. Es cierto que las Epístolas históricamente corresponden a siete receptores eclesiásticos, pero el contenido se extiende hacia toda la Iglesia.
Todavía, es digno de observación que las siete estrellas que son los siete obispos de las correspondientes Iglesias, se encontraban en la mano derecha de Cristo. Esto significa que la Iglesia de Cristo está bajo Su mano, bajo Su jurisdicción y providencia, con toda la tripulación, laicos y clérigos, y nada se Le escapa.
Capítulos 2-3
Y qué dice el Señor a Juan: “Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso”. De la misma forma también el Señor se dirigirá a las siete Iglesias; y podemos apuntar con mucha brevedad un punto central de cada Epístola. El caso nos interesa inmediatamente, porque el Señor, como hemos dicho, se dirige a los fieles de la Iglesia de cada época o de todos los tiempos, y por consiguiente también a nuestra época actual.
- Hacia la Iglesia de Éfeso
El Señor alaba esta Iglesia, porque reprobaron y condenaron los pseudo-apóstoles de los heréticos judaizantes, como también de los Nicolaítas. Sin embargo durante un intento contra los heréticos decayó algo la agapi (amor, cariño) de ella hacia el Jesús Cristo. “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apo 2,4). La queja de Jesús es que el entusiasmo de la Iglesia de Éfeso, el ardor del corazón, la dedicación y el culto han aflojado. La agapi no se debe agotar sólo en la ortodoxia, digamos por ejemplo en la lucha contra los heréticos, sino también en la ortopraxía (acción correcta o ortodoxa) y en la elevación particular del corazón hacia Dios.
- Hacia la Iglesia de Esmirna.
Esta Iglesia es alabada por completo; no tiene ningún fallo. “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, tu tristeza y tu pobreza, pero tú eres rico” (2,9). Aquí se describe un tríptico de la trayectoria cristiana: Las obras, como acción pastoral, y como obras de agapi y filantropía. El sufrimiento, tristeza, como elemento de pureza y autenticidad que manifiesta las dificultades por las fuerzas contrarias a Dios y las mundanas que combaten contra la Iglesia y la afligen de distintas maneras. La pobreza, como bien importante, que muestra la comprensión del espíritu evangélico y también es elemento de autenticidad y pureza del Evangelio.
Finalmente se describe la persecución futura por la que el Señor aconseja: “No temas en nada lo que vas a padecer”; y “sé fiel hasta la muerte”. La persecución es el clero de la Iglesia en el mundo. La Iglesia que es perseguida demuestra que se encuentra en el camino ortodoxo y tiene mucha jaris (gracia, energía increada) de Dios. Al contrario, la Iglesia que no es perseguida y que se concilia y alianza con el mundo, está reprobada por el Cristo.
- Hacia la Iglesia de Pergamo
La ciudad de Pergamo se llama por el Señor, trono del Satanás. Pero la Iglesia de Pergamo ha mostrado resistencia a la idolatría que entonces dominaba y tiene a su favor el martirio del Obispo Antipa. Pero hay también quejas de Jesús: “Y tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas”.
Los nicolaítas eran heréticos que seguían la doctrina del gnosticismo y eran considerados como antinomistas (contra la ley o anarquistas). En nombre supuestamente de la libertad cristiana tenían una concepción flexible sobre la fe y los pecados carnales. Principio de ellos era: “La carne debe hacer lo que le da la gana”. Hoy desgraciadamente muchos cristianos nuestros con tener una percepción flexible sobre la ética y los pecados carnales, tienen como descendientes ancestros los Nicolaítas.
- Hacia la Iglesia de Tiatira
Esta Iglesia es alabada por la agapi, la fe, la diaconía (servicio) y su paciencia. Pero toleraba una pseudoprofetisa con el nombre simbólico de Isabel. Ella era cristiana engañada que servía al profetismo (médium o adivinadora), es decir, profecías demoníacas.
En nuestros tiempos hay muchos y muchas de este tipo, con el sobrenombre de “iluminados”, que aparecen como visionarios, médium o adivinadores, hipnotizadores… Todos estos usurpan la Iglesia y el clero y engañan a los fieles. Son fácilmente percibidos porque muestran un celo exagerado de la fe, pero en realidad son falsos y son reprobados por el Cristo.
- Hacia la Iglesia de Sardis
Punto central de la epístola: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”.
¡Un logos terrible! Cada uno aquí encuentra a sí mismo. Se trata de una falsa imagen piadosa, un pietismo que en el fondo la vida espiritual está muerta. Es esto que apunta Pablo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2Tim 3, 1- 5).
- Hacia la Iglesia de Filadelfia.
Una epístola llena de alabanzas. “Por cuanto has guardado el logos de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que habitan sobre la tierra” (3,10). ¿Y cuál es esta tentación? Será la tentación de la fe y de la vida ética, que abrirán el camino al Anticristo. ¿Quién permanecerá fiel en la Persona teantrópina (divino-humana) de Cristo cuando habrá no sólo cataclismo de la increencia, sino también persecución y martirio para aquel que estará creyendo a Cristo?
“Guarda lo que tienes”; esta es la Parádosis (Divina Entrega o Tradición) de la Iglesia que debemos constante y firmemente mantenerla y guardarla.
- Hacia la Iglesia de Laodicea
La epístola hacia esta Iglesia combina vigor, severidad y ternura. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (3,10).
Son los creyentes que como dice el profeta Elías “cojean por las dos rodillas” (3Re 18,21), entre el Cristo y el mundo. Son los Cristianos secularizados o mundanizados que tienen un engreimiento o idea grande sobre sí mismo de una gran y alta religiosidad. Se dificultan hacer la metania (confesarse, arrepentirse y convertirse), porque viven con la psicología de la autosuficiencia, presunción y vanagloria.
La respuesta de Cristo es: te vomitaré.
A pesar de eso, el Señor hace un llamamiento de metania (arrepentimiento, introspección, confesión y conversión): ”Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta (de su corazón), entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí (al malvado) y con mi ascensión me senté con mi Padre en su trono glorioso” (3, 19-21).
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Con el análisis de los tres primeros capítulos del Libro del Apocalipsis cierra la primera parte de todo el Libro. En esta parte se inspeccionó el presente de la Iglesia, como era de costumbre durante los años de san Juan Evangelista, con el envío de las Siete Epístolas a las Siete Iglesias de Asia Menor. Fue apocálipsis-revelación del presente, “las cosas que son”, sin que esto excluya la revelación de la vida interior de la Iglesia, como matices de todo su camino en la historia.
Pero mientras esté avanzando el camino de la Iglesia dentro de los siglos y esté acercándose hacia su final, que coincide con el final de la Historia, tanto más estarán densificando también las tentaciones con la culminación de la presencia del Anticristo. Así que la Iglesia se entrega en combates y luchas que se describen entre los capítulos 4,1 y 19,10. Es “lo que debe suceder después de estas cosas”.
El propósito por el que se expondrán las luchas futuras de la Iglesia es para instruir y preparar a los fieles, enseñarlos, consolarlos y ayudarlos a que no sean escandalizados, no tengan miedo a nada ni se secularicen o mundanicen.
Capítulo 4
Las visiones que verá san Juan Evangelista y que se refieren a las luchas de la Iglesia, empiezan con una apertura del cielo. «Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: Sube acá, que te voy a enseñar lo que debe suceder después de todas estas cosas».
Pero, ¿cuáles cosas después? Son todas estas cosas que ha visto y escribió san Juan Evangelista en los primeros tres capítulos, después de la primera visión, donde vio glorificado a Jesús dictando el registro de las siete epístolas.
Y ahora sin interrumpirse la continuación orgánica, cambia el escenario y es traspasado desde la tierra al cielo. Realmente, cuando uno estudia el texto sagrado desde el capítulo 4º tiene la sensación de un espacio abierto, donde todo lo que se realiza, se encuentra unas veces en la tierra y otras veces en el cielo y otras entre el cielo y la tierra. Es una puerta abierta al cielo y esto significa la revelación de los misterios ocultos del Espíritu Santo.
“Y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado” (4,2). El trono es el símbolo de la doxa (gloria, luz increada) de Dios y el “sentado” es el Dios, que su nombre se evita ser dicho, pero se hace una viva descripción simbólica. El aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, en aspecto semejante a las esmeraldas. También alrededor del trono se encuentran otros veinticuatro tronos que estaban sentados veinticuatro presbíteros (ancianos) vestidos en blanco y con coronas de oro en sus cabezas. Es la κοινωνία (kinonía, conexión, comunión y unión) de Dios con sus creaciones y los ángeles.
Los veinticuatro Presbíteros (Ancianos) son la Iglesia triunfante, la Iglesia de los Santos sobre los cuales el Dios descansa y se regocija (Is 57,15).
Son Presbíteros (Ancianos) para que sea declarada la madurez espiritual de ellos. El número 24 es el doble del 12, que esquemáticamente significa una gran multitud de santos.
Las vestiduras blancas son el símbolo de la pureza o castidad y la santidad. Las coronas de oro son el símbolo de la victoria contra el mal, pero también que los Santos son el “sacerdocio real” (Ex 19,6 y 23,22. 1Ped 2,9. Apoc 1,6).
Los veinticuatro Presbíteros (Ancianos) estaban sentados, que revela el descanso y regocijo de la Realeza increada de Dios. “Están alrededor del trono” que recuerda la imagen de la Divina Liturgia.
La imagen completa muestra el profundo misterio de la agapi (amor, energía creada) de Dios y su comunión con Su creada creación.
Desde el trono preceden relámpagos, voces y truenos. La imagen que hemos visto toma una dinámica y anuncia la inaccesible majestuosidad del Pantocrátor (Omnipotente) Dios.
Las siete lámparas de fuego que arden ante el Trono de Dios y que son los siete Espíritus de Dios, es decir, el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santa Trinidad en plenitud con Sus energías increadas.
Delante del trono de Dios, hay un mar brillante como de cristal que obviamente es el “suelo” de todo el escenario. Pero si es el “suelo” del escenario celeste, entonces para la tierra es su cielo, su techo, de donde el Dios supervisa y es el símbolo de la gnosis (conocimiento increado) de Dios de todas las cosas terrenales.
Alrededor del trono de Dios están cuatro animales, es decir, cuatro existencias angelicales, que están llenas de ojos y cada una tiene seis alas. La multitud de los ojos manifiesta omnisciencia de Dios y las múltiples alas, la agilidad en la rapidísima ejecución de las voluntades divinas.
El primer animal se parece a un león y muestra el esplendor real. El segundo se parece a buey y muestra la fuerza, potencia. El tercero es como rostro humano y muestra el genio humano. Y el cuarto parece como el águila y muestra la perspicacia, la percepción aguda y el vuelo hábil y cómodo.
Estos animales se consideran también los símbolos de los cuatro Evangelistas. Estos animales alaban a Dios perpetuamente con el himno: “Aghios, aghios, aghios o Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que siempre viene” (4,8).
Con el fin del himno, los veinticuatro presbíteros (ancianos) se prosternan y reverencian a Dios vivo el que está sentado al trono, mientras depositan las coronas de oro delante del trono, diciendo: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (4,11).
Capítulo 5
A continuación el santo Evangelista ve en la mano derecha del que está sentado en el trono, un libro de papiro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. El libro en la mano derecha de Dios revela Su sapientísima memoria, el abismo de Sus misericordias increadas y Sus voluntades divinas; mientras que los siete sellos muestran lo desconocido de las divinas voluntades en todos los seres, sensibles y espirituales.
Entendemos que el contenido de este libro misterioso contiene lo que se va a escribir en el libro del Apocalipsis y desde los capítulos 6 hasta 22 que contiene toda la futura obra sanadora y salvífica de la Iglesia, de la historia del hombre y del universo. Este libro es conocida sólo por el Cordero inmolado y el que abrirá los sellos y dictará el libro del Apocalipsis que hoy nosotros tenemos en nuestras manos, con un lenguaje simbólico y profético.
A continuación el santo Evangelista escuchó una voz angelical preguntando: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?”. Y nadie de los seres sensibles y espirituales podía abrirlo. ¡Y Juan llora por esto! Entonces un presbítero le tranquiliza, porque se ha encontrado Aquel que va abrir el misterioso libro. Es “el León de la tribu de Judá, la raíz de David” (5,5). Es el Mesías Jesús, el Jesús histórico, el Humanizado o Hecho Hombre, Hijo y Logos de Dios, el que por su obra redentora predominó, para abrir el libro.
Y realmente continúa san Juan: “Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro animales vivientes, y en medio de los presbíteros (ancianos), estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos” (5,6).
En toda imagen visible a partir de aquí, el Cordero en pie como inmolado, -que es Dios Logos que para nosotros se hizo hombre y padeció-, tendrá una posición central en todo el libro del Apocalipsis. A partir de aquí la teología de la Cruz de los Evangelios es sustituida por la teología del Cordero inmolado, que naturalmente es la misma Teología con diferente imagen. Así que con la imagen del Cordero se completa también toda la imagen ensoñada, el Padre sobre el trono, el Espíritu Santo con las siete velas encendidas, y el Hijo como Cordero. Es toda la Santa Trinidad, tal y como aparece también en los Evangelios y donde trabaja el misterio de la divina Economía.
Los siete cuernos del Cordero muestran la plenitud de Su poder real y Su fuerza. Los siete ojos muestran la omnisciencia del Hijo. Los siete espíritus-velas muestran que el Hijo envía el Espíritu Santo al mundo, como también el Padre. “Pero cuando venga el Paráclitos, Espíritu Santo, al que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu Santo de la verdad que la transmite a los hombres, el cual procede del Padre, como un río emana de su fuente, él os dará testimonio de mí” (Jn 15,26).
Y el santo Evangelista continúa la descripción de la imagen contemplativa: “Y he visto el Cordero que se acercó y tomó el Libro de la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro animales vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero con incienso e himnos”. Esto muestra que tanto el mundo Angélico, como el mundo de los hombres reverencian y adoran la naturaleza humana de Cristo en culto, como también Su naturaleza Divina.
El hecho de la recepción del libro, se considera como un hecho cosmo-histórico, transcendental, por eso provoca la doxología (alabanza) de miríadas de ángeles, de los cuatro Animales, de los 24 Presbíteros (Ancianos) y de todas las creaciones del cielo, de la tierra y debajo de la tierra, diciendo: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria, la alabanza y la bendición” (5,12).
Capítulos 6-7
San Juan ve a continuación la apertura de los siete sellos que corresponden a siente imágenes apocalípticas-revelativas. Pero antes de avanzar en el análisis de estos, deberemos apuntar que con la apertura de estos sigue una nueva septenaria de imágenes visionarias que se abren con siete toques de trompeta de los siete ángeles. Después de esta septenaria, viene una tercera septenaria que se refiere otra vez a siete nuevas imágenes visionarias, con la característica del derramamiento respectivamente de las siete bombonas. Dentro de estas tres septenarias (conjunto de 7 imágenes), es decir, un total de 21 imágenes, tenemos las facetas o los aspectos visionarios del camino de la Iglesia y de la Historia.
Y ahora surge la pregunta. ¿Durante la exposición de estas imágenes-visiones, cómo se deben entender y ordenar con el tiempo o crónicamente? Es decir, ¿una septenaria de visiones cubre una serie de acontecimientos y con el final de estos comienza una nueva serie de acontecimientos-visiones? O sea, ¿cuál es la relación con el tiempo de estas tres septenarias de revelaciones?
Se han formulado dos nociones sobre la relación con el tiempo de las tres septenarias de imágenes -visiones.
La primera teoría o consideración acepta en círculos paralelos la repetición de las mismas cosas e ideas o acontecimientos de las imágenes septenarias de las visiones sucesivas y se llama teoría de la repetición o de la recapitulación o teoría cíclica. Se trata de circunferencias o círculos concéntricos ampliados continuamente, que tienen como centro el tiempo de la anunciación de la profecía, la cual se verifica continuamente dentro en la Historia, con última circunferencia los esjatos (últimos tiempos y acontecimientos). Es decir, cuando se hayan cumplido los acontecimientos de los siete sellos, comienza el cumplimiento de las siete trompetas; y cuando estas sean cumplidas, comienza el cumplimiento de las siete bombonas. Y cuando estas también son cumplidas, comienza otra vez el ciclo de los siete sellos… O sea que tenemos tres círculos paralelos de cumplimientos de septenarios acontecimientos, que continuamente se repiten hasta el fin de los siglos, con más densidad y tensión conforme van acercando hacia los últimos, ésjatos tiempos.
Típico caso-ejemplo: El evangelista Juan dice: “Hijos míos, ésjato-última y decisiva es la época actual. Y por la enseñanza de los Apóstoles habéis escuchado que el anticristo viene, y ahora han surgido muchos anticristos, que son órganos engañados y heréticos del anticristo. Por eso conocemos que es la última-esjato hora” (1Jn 2,18).
Última hora es cada momento, donde también aparecen los anticristos. Ellos continuarán apareciendo hasta que venga realmente la última hora con el Anticristo real, ya que los anteriores fueron sus precursores. Así que tenemos repetición del fenómeno anticristo, con condensación hacia los ésjatos-últimos (tiempos y acontecimientos) donde estará el por excelencia Anticristo.
El segundo método acepta el progreso rectilíneo periódico o cronológico de los acontecimientos que están simbolizados en las particulares visiones de los acontecimientos, y se llama teoría o contemplación cronológica. Es decir, cuando sean cumplidos los acontecimientos de la primera septenaria (conjunto de 7 imágenes), avanzamos hacia los acontecimientos de la segunda, sin tener repetición de estos, hasta llegar a los ésjatos-postreros tiempos de los acontecimientos.
Ejemplo: Dice el Cristo: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas“ Mt 24,29). Como vemos, aquí se trata de una posición rectilínea de los acontecimientos. Esto no puede ser repetido, por lo tanto, cumple la teoría cronológica.
A pesar de esto los mejores intérpretes del Apocalipsis, antiguos y nuevos, aceptan la primera teoría sin excluir la segunda. Es decir, aceptan que una profecía, como también de los antiguos profetas, no se agota en un momento del tiempo, sino que está entrelazada con lo inmediato, el futuro y el futuro póstumo. Una profecía se repite y a la vez avanza.
Estos dos métodos pueden ser representados por una línea espiral, es decir, con un alza o trayectoria cuesta arriba, alrededor de una montaña en forma de cono, que después de cada círculo completo el escalador se encuentra en un punto más alto que el principio y a la vez puede ver la punta final superior. (P. Brasiotis: “Apocalipis de Juan, 1950).
Un punto más que se debe recalcar es que las cosas profetizadas por el Apocalipsis empiezan desde el momento que se dio el libro para su publicación, mientras que cada cosa que se realiza es un preludio de los acontecimientos que vienen con el resultado final la Segunda Presencia de Cristo.
Y ahora vamos a ver la apertura del sello de aquel Libro misterioso.
El Cordero abre el primer sello, y san Juan ve un caballo blanco y el que está sentado sobre el caballo tiene en su cabeza una corona y un arco, que son símbolos de victoria, poder y realeza.
El que está sentado es el Cristo o el Evangelio, que simboliza a Cristo o en general el Cristianismo que es predicado a las naciones por boca de los Apóstoles; es un amanecer del Cristianismo. “Y salió venciendo y para vencer”.
Aquí vale la pena que apliquemos los dos métodos de interpretación antes mencionados. El primer sello expresa el kerigma, predicación del Evangelio al mundo. Según la teoría cronológica, después de la propagación del Cristianismo por los Apóstoles en el mundo, se debería el primer sello haber expirado y a partir de aquí no tener ninguna divulgación del Evangelio. Pero según la teoría circular, el primer sello no se agota, sino que continúa el kerigma, predicación apostólica a través de sus sucesores hasta hoy en día y hasta el fin del mundo.
Con la apertura del segundo sello, salió otro caballo rojo bermejo y al jinete se le fue dado poder de tomar la paz de la tierra de modo que los hombres se mataran los unos con los otros. Realmente, el Evangelio cuando comenzó a transmitirse no fue aceptado por todos los hombres; por eso se lanzaron persecuciones contra los Cristianos y aparecieron los Mártires de la Fe.
Pero como el caballo blanco, es decir, la propagación del Evangelio estará extendiéndose continuamente dentro en la historia, así también el caballo bermejo, es decir, las persecuciones serán extendidas contra los Cristianos y así tendremos continuamente también nuevos Mártires.
Con la apertura del tercer sello, sale el caballo negro, y el que está montado sobre este, tiene en su mano una balanza.
Y se escuchó la voz: “Un denario será vendido el kilo del trigo y con un denario tres kilos de maíz. Pero no dañes, ni falte el aceite ni el vino”. Es una hambruna que va a venir, donde los hombres estarán muriendo de hambre.
Con la apertura del cuarto sello, se proyectó un caballo amarillo, que su nombre es «θάνατος zánatos muerte». El hades le seguía, y tomó el poder de matar la cuarta parte de la población de la tierra, con guerras, enfermedades, hambre y bestias salvajes. Todo esto será el resultado de la apostasía de los hombres de Dios.
Si nos fijamos un poco en la apertura progresiva de los cuatro primeros sellos, observaremos que tenemos un escalonamiento progresivo: la propagación del Evangelio, su persecución y el castigo de los perseguidores con hambre, con enfermedades y con guerras.
Quizás hasta ahora uno habrá creído que los creyentes se han perdido a causa de las plagas que se han lanzado. La respuesta viene a dárnosla la apertura del quinto sello: San Juan ve que “bajo el altar las psiques-almas de los que habían sido muertos por causa del logos de Dios y por el testimonio que tenían” (9,6).
Las psiques-almas de los Mártires piden la apocatástasis (restablecimiento), es decir, la resurrección de los muertos, pero se les advierte que descansen por poco tiempo aún, -se entiende al Paraíso-, hasta que también los demás hermanos suyos se hagan también Mártires y testigos, dentro en la Historia. Se trata del martirio y testimonio que deben tener los creyentes ante sus ojos, si realmente quieren ser fieles. Este pasaje es un punto fuerte a favor de la vida de las psiques-almas y la permanencia de estas en el Paraíso, que aquí se coloca por debajo del Altar de Dios.
Y venimos ahora al sexto sello que es muy extenso. Se divide en tres partes, de los cuales la primera parte se refiere a la perturbación y desorientación del universo y las dos últimas son diapsalmo (tipo salmo). La primera parte describe que con la apertura del sello hubo un gran terremoto; y el sol se oscureció y la luna se volvió toda roja como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra y el cielo se partió en dos, desvaneció como un pergamino que se enrolla; y tenemos grandes cambios geopolíticos, todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los hombres de la tierra con mucho miedo se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
Aquí aplicaremos el método rectilíneo que también utiliza el Señor en los Evangelios: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt 24,29). O como escribe san Pedro: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón, y en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos, abrasados, serán disueltos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2Ped 3,10). Se trata de los ésjatos, postreros acontecimientos y trastornos del universo, de donde vendrá, como veremos al final del libro, el nuevo Universo, la Realeza increada de Dios. Los acontecimientos de la Cruz, como el terremoto, el oscurecimiento del sol, etc. Fueron preludios de aquellas cosas que van a ocurrir entonces cuando se acerca la Segunda Presencia de Cristo.
Pero debemos de decir que antes que se hagan todas estas perturbaciones universales, habrá terremotos y perturbaciones sobre temas fe, tipos de caracteres, costumbres y las conductas éticas o moral.
En la angustiosa pregunta de la Iglesia ante estos acontecimientos trascendentales, ¿quién se puede salvar? (Mrc 10,26 Lc 18,26), viene inmediatamente el siguiente doble Diápsalmo (tipo de salmo) para dar la respuesta. Son dos visiones fascinantes, muy reconfortantes y consoladoras que muestran la posición de los fieles dentro en estas terribles perturbaciones y revueltas.
La primera escena-visión es terrenal, en cambio la segunda una breve pero amplia imagen de la vida celeste de los creyentes. Así que con estas dos visiones quiere informar al fiel que cualquier cosa que pase en la tierra que no tenga miedo, porque le espera en el cielo la bienaventuranza y la felicidad de Dios.
Y el primer diápsalmo: Los cuatro ángeles detienen los vientos vivificantes de la tierra. Un quinto ángel les dice que antes de proceder a esta obra desastrosa para el castigo de los infieles, que vengan a sellar a los fieles siervos de Dios en sus frentes. Es una representación simbólica de la clausula de la Escritura: “Conoce el Señor a los que son suyos” (2Tim 2,19). Ya la Iglesia sella sus fieles con los misterios del Bautismo y el sello de la Crismación.
¿Y cuál es el propósito del sellado? Desde luego no para evitar el Martirio, sino la protección de los fieles de el engaño del Anticristo. Por supuesto que debe tener también un carácter de protección más general porque el Cristo dice: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mt 24, 21-23).
Esta selladura tiene un una característica peculiar, según el caso y la época. Una selladura profética tenemos en Ezequiel 8,1-18 y 9,1-11. Otra selladura histórica tenemos durante la destrucción de Jerusalén a través de Vespasiano y Tito el 70 dC; los Cristianos se acordaron de los logos del Señor en relación a esto, ya que se marcharon de la ciudad y se salvaron (Mt 24, 16-21 Mr 13,14-19 Lc 21,20-24). La selladura de los fieles durante los postreros-ésjatos días no conocemos qué forma tendrá, pero entonces el Dios lo revelará a través de Su Iglesia.
Y el santo Evangelista oye el número de los sellados. Son 144.000 de las 12 tribus de Israel. No es exacto el número, sino simbólico, y se trata espiritualmente del Nuevo Israel, los Cristianos, también cristianos de los judíos y de las naciones.
Ahora vamos al Segundo Diapsalmo (tipo de salmo), según la solución del sexto sello. Aquí se ve la Liturgia-función de la Iglesia triunfante. Es una escena que muestra el futuro de los fieles que serán sellados en la tierra. Este diápsalmo es una de las páginas más bellas de la Santa Escritura y el punto culminante de libro del Apocalipsis.
“He aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar”, de todos los pueblos, tribus y lenguas de todos los siglos y épocas. Todos estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero, es decir, se han convertido en mártires y testigos de Cristo; por eso no hay para ellos lágrimas, dolores, hambre, sed, sufrimiento, fatiga y cansancio. Se encuentran siempre ante el trono de Dios y le alaban sin cesar.
Capítulos 8-10
Y ahora venimos a la solución del séptimo sello. Con la apertura de este sello se hace en el cielo un silencio de media hora; después aparecen siete Ángeles con siete trompetas y que la presencia de ellos abre una nueva septenaria (conjunto de 7 imágenes) de plagas o heridas.
El comienzo de la segunda septenaria (conjunto de 7 imágenes) no coincide que el final de la primera, es decir, no es una extensión del tiempo de la primera, sino simplemente una repetición detallada de ella. En la primera septenaria tenemos un diagrama grande de los acontecimientos, en cambio en la segunda tenemos una descripción más detallada de estos, más complicada, más difícil de entender y más terrible.
Primer toque de trompeta del primer Ángel: Granizo, fuego y sangre cayó sobre la tierra y la tercera parte de ella se quemó como también la tercera parte del reino vegetal.
Esta herida o plaga recuerda la primera y la séptima plaga de Faraón; aquellas antiguas plagas o heridas faraónicas fueron tipos históricos de las plagas esjatológicas. El castigo de Sodoma fue también un tipo histórico de esta plaga esjatológica. Lo sorprendente es que lo tipos históricos no dejan lugar para una interpretación alegórica.
Segundo toque de trompeta: Un objeto grande como una montaña ardiendo cayó sobre el mar y murieron la tercera parte de los peces, puesto que el agua del mar se hizo rojo como la sangre, y la tercera parte de los buques fue destruida.
Hoy en día una contaminación radiactiva por la explosión de una bomba atómica, puede traer tal desastre, como se prevé de la profecía. Pero esto los antiguos intérpretes eclesiásticos, les era imposible imaginar que iba a progresar tanto la ciencia técnica y conseguiría tantos logros que podrían dirigirse contra al mismo hombre. Aquí vale lo que dijo san Andrés de Kesarea: “El tiempo revelará a los nípticos o sobrios espiritualmente o los que están en nipsis”.
Tercer toque de trompeta: Otra vez desde el cielo cae una estrella, en estado candente y el nombre de la estrella es Ajenjo, queda afectada la 1/3 parte de las aguas dulces; de modo que muchos hombres mueren, no de la falta de agua, sino por la amargura del agua porque se habrá envenenado.
Probablemente también esta plaga, igual que la anterior, no tiene una característica alegórica sino realista; además, una contaminación del ambiente hoy en día es muy posible, por una guerra química, una explosión radiactiva etc., puede traer la muerte de muchos hombres.
Cuarto toque de trompeta: Con este toque, fue afectada la 1/3 parte del sol, de la luna y de las estrellas, es decir, de una manera el resplandor de estos a la tierra será reducido por los correspondientes cuerpos celestes en 1/3. Se trata de alteraciones meteorológicas y corresponde con la novena plaga de Faraón.
Hasta en esta plaga tenemos daño en el ambiente del hombre, pero en las siguientes tres plagas tenemos daño al mismo hombre.
Aquí se hace un intermedio de los toques de trompeta que traen consigo plagas e interviene un paréntesis para metania (introspección, conversión, arrepentimiento y confesión). Se trata de un Ángel en forma de águila que vuela al cielo y dice: “¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (8,13). Es un intento último del Cielo en crear el retorno de los hombres a Dios. Pero como no se arrepienten, ni se confiesan, ni se convierten, sobrevienen también las plagas restantes.
Quinto toque de trompeta: Con este toque cae en la tierra una estrella, y se le ha dado la llave del pozo del abismo. Según Areza de Kesarea, es el Diablo que a continuación trae muchos males en la humanidad. Y desde el pozo del abismo subió humo y el sol se oscureció. Del humo salieron saltamontes que parecían a caballos y en sus cabezas tenían algo que se asimilaba con el oro. Sus caras eran humanas y tenían cabello como cabello de mujer. Sus dientes como de leones, tenían corazas como corazas de hierro y el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos tanques corriendo a la batalla; sus colas parecían como escorpios que afectan dolorosamente a los hombres. Y el rey de ellos es el Apolión.
¿Qué significan todas estas cosas? Por la descripción que aquí nos hace el Evangelista, no parecen ser seres biológicos; se asimilan más con maquinarias satánicas verdaderas y destructoras. Nos recuerdan bastante los aviones actuales, con revestimiento metálico en las alas como de los saltamontes. El nombre “Apolión” significa una persona destructora totalmente.
La plaga completa posiblemente insinúa guerras muy catastróficas. Los hombres por los resultados de estas guerras estarán buscando la muerte, pero no la estarán encontrando. Quizás se trate sobre enfermedades producidas por la radiactividad con resultados terribles y aún enfermedades psíquicas, por lo tremendo de estos acontecimientos, como es una guerra nuclear. La quinta plaga quizás sea una imagen contemporánea y realidad esperada.
Sexto toque de trompeta: Son desatados cuatro ángeles, que estaban atados al río Éufrates y se provoca una gran guerra terrible. Estos ángeles son malvados, es decir, demonios que provocan esta gran guerra. El número de los ejércitos es de doscientos millones de hombres. Y el lugar es Mesopotamia, el actual Irak. La caballería –que no son caballos biológicos- tiene de tres colores armaduras, rojas, amarillas y azules.
¿Quiénes son los “rojos”, “amarillos” y “azules”? De todos modos, todas las especificaciones de esta plaga, por parte de la ciencia técnica actual son absolutamente realizables, como también el número de los soldados. Sólo China hoy puede disponer de doscientos millones de soldados. El lugar de la guerra también es muy sospechoso, porque hoy allí hay muchos conflictos bélicos. ¡Quizás esta plaga advierte de una gran guerra o conflicto mundial de una forma no acostumbrada!
Y lo sorprendente: “Los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así no se convirtieron, ni se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera…, y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación (sexomanía), ni de sus hurtos” (9,20-21).
Capítulo 11
Un ángel entrega a san Juan una caña para medir el templo de Dios, el antiguo, de Jerusalén y el altar ante el templo, y a los peregrinos que adoran en él. Pero recibe el mandamiento de no medir el patio del templo, porque se ha entregado a las naciones para que sea pisoteado o dominado durante cuarenta y dos meses como también la ciudad. Es una praxis simbólica que equivale con la selladura de los fieles.
La ciudad es la Iglesia. Esto significa que no sólo será saqueada en su interior, es decir, los verdaderos cristianos, ya que los ostentosos cristianos que serán afectados por la moral mundana y llegarán a alabar al Anticristo. ¡Realmente es terrible! Este párrafo del Apocalipsis se debe estudiar muy profundamente en particular de todos nosotros con mucha atención.
Y continúa el santo Evangelista con una nueva profecía (11,3-14). Se trata de los dos testigos o mártires que aparecerán durante los días del Anticristo y que según una interpretación de Padres muy destacados son el profeta Elías y Enoc. Los dos nunca han conocido la muerte sino que fueron ascendidos hasta el cielo.
Ellos ahora actuarán en la Ciudad Santa, la Jerusalén histórica. Vendrán como segundos precursores de la Segunda Presencia de Cristo, predicarán el kerigma de metania y retorno, mostrarán e inspeccionarán al Anticristo por tres años y medio, los mismos que el reino del Anticristo; después serán matados por él en la plaza de la histórica Jerusalén, y sus cuerpos permanecerán tres días y media sin ser sepultados.
Entonces todos los habitantes de la tierra –los que han aceptado al Anticristo– se alegrarán porque los habrán visto en sus televisiones, y por su alegría intercambiarán regalos entre sí. Pero, después de tres días y medio, todos los pueblos de la tierra sorprendidos verán, otra vez por la televisión, que los dos mártires serán resucitados y ascenderán al cielo. Esto es una profecía sobre los medios televisivos de comunicación.
Cuando ocurran todas estas cosas, entonces se hará un gran terremoto, de tal manera que una decima parte de la ciudad se habrá derrumbado y habrá matado siete mil personas. Son números simbólicos de la catástrofe de la ciudad y la muerte de hombres, para que sea confirmado que los dos Mártires, Elías y Enoc eran de Dios.
Séptimo toque de trompeta: Con el toque de trompeta del séptimo ángel, no comienza inmediatamente la séptima plaga sino que precede una praxis en el cielo, como una imprescindible preparación psíquica en vista de la aparición del Anticristo. Es un diapsalmos (tipo de salmo) donde se oyen grandes voces en el cielo. Es una oración de agradecimiento de los Santos, porque está tocando el final de la historia y el Juicio de Cristo para la humanidad.
Capítulo 12
En este capítulo se ve una visión tripartita. En la primera imagen aparece una mujer majestuosa y celeste junto con su hijo varón. La segunda imagen describe el combate del dragón-Diablo con el Arcángel Miguel y la caída del primero sobre la tierra. En la tercera y última imagen tenemos la ira del dragón que persigue la mujer de la primera imagen, la cual huye al desierto.
Ahora vamos a la primera imagen: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (12,1-2)
Magnífica imagen con grandísima importancia y con dos dimensiones. Se trata de la Madre del Mesías, de Jesús Cristo, la santísima Zeotocos María. Es una imagen de la Primera Presencia de Cristo, y a la vez, en la misma imagen, en dimensión esjatológica, es la Iglesia.
Sobre la Iglesia, el sol es el símbolo de Cristo “el Sol de la Justicia”. La luna es símbolo de la vida mundana alterable, que se encuentra bajo sus pies, y que muestra la transcendencia de la Iglesia sobre la vanidad del mundo. Las doce estrellas, son la enseñanza de los Doce Apóstoles, sobre la que se fundamenta. Sobre la primera imagen, que es la Santísima Zeotocos, “la que estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (12,2), es la en Espíritu Santo concepción de Jesús Cristo, que se prepara la Zeotocos para darLe a luz.
Mientras se realiza la primera imagen, viene en escena la visión de la segunda imagen. “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra” (12,3-4).
Aquí el “cielo” no es el cielo espiritual sino el firmamento, como en el caso de la “Mujer”, y expresa dos realidades terrenales: el Misterio de la Piedad que es la Iglesia y el misterio de la ilegalidad o iniquidad que es el Diablo y su instrumento fiel el Anticristo que en la historia combaten contra la Iglesia (1Tim 3,16 y 2Tes 2,7).
El Dragón es el Diablo, mientras que el color rojo del dragón expresa “la ansiedad por matar y su sed por la sangre” (San Andrés de Kesarea). Las siete cabezas significan la multitud de sus instrumentos (y medios de comunicación) y su infiltración al mundo. Los diez cuernos muestran su fuerza y poder en el mundo. Las diez diademas son la aceptación del mal por parte de la gente, por las cosas que piensa y opera el monstruo satánico con múltiples cabezas. Lo que su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo expresa, tanto los ángeles caídos, como la caída de los Cristianos sin fundamento.
Después de todas estas cosas el Dragón estaba preparado para devorar el niño varón que la Mujer daría a luz. Son las operaciones escalonadas del Satanás tratando de destruir la obra mesiánica de Cristo. Y cuando la mujer ha dado a luz, el niño varón fue arrebatado al cielo; esto muestra que el Cristo que ascendió al cielo después de Su resurrección, no ha dejado capacidad y posibilidad al Diablo para destruirLe.
Pero el Diablo no se rinde. Se dirige hacia la Mujer-Iglesia. “Esto muestra que el apóstata (tránsfuga) diablo siempre está armado contra la Iglesia y todos los renacidos (espiritualmente) por la Iglesia dentro de los siglos desea tragarlos…” San Andrés de Kesarea.
Así que la Mujer-Iglesia huye al desierto, donde allí se ha preparado de Dios un lugar para permanecer el tiempo que reinará el instrumento fiel del Satanás, el Anticristo, es decir, los 3 ½ años que reinará en la tierra. Desde que el Cristo fundó la Iglesia sobre la tierra, el Diablo estará maniáticamente contra ella, y ella se irá yendo siempre al desierto, es decir, en las catacumbas o en cualquier otro lugar, sea localmente, sea trópicamente.
Y ahora vamos a la tercera imagen de toda aquella visión. San Juan Evangelista ve que se hace una guerra en el cielo entre el Arcángel Miquel con sus fuerzas celestes y el Dragón con sus fuerzas. Y “fue vencido y lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles demoníacos fueron arrojados con él” (12,9).
Entonces se oyó en el cielo el himno de los santos a Dios que finalmente fue vencido “el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (12,10).
La caída del diablo tiene tres fases. La primera fase de la caída es cuando el Eosforos (Lucifer) cayó del cielo, porque quiso igualarse a Dios, padeciendo de orgullo y de la arrogancia de ser equivalente a la deidad. La segunda fase de la caída es su quebrantamiento, destrozo por el sacrificio de Cristo en la cruz. Y la tercera será cuando el Señor vendrá otra vez, durante Su Segunda Presencia y el Diablo será arrojado al infierno eterno, y esto será ya su derrota y condena definitiva.
Y cuando el Diablo vio que fue arrojado en la tierra, persiguió la Mujer que había dado a luz el Varón, es decir, la Iglesia. Como vemos, el santo Evangelista narra personas y acontecimientos históricos con característica simbólica.
Entonces la Mujer-Iglesia huye al desierto volando con dos alas de águila, símbolo de la protección divina. Y el Dragón-Diablo vomitó de su boca un río de agua para ahogar la Mujer-Iglesia, que son todas las corrientes filosóficas, anticristianas y heréticas que durante los tiempos inundan la sociedad e intentan “ahogar” la Iglesia de la tierra.
Y la tierra, personificada abre su boca y traga el río diabólico entero, que muestra también que la creación se convierte en instrumento de Dios para salvar la Iglesia, tal y como ocurrió con el antiguo Israel cruzando el mar rojo se salvó de la manía de Faraón.
Pero otra vez, el Diablo después de este fracaso suyo se enfada y se llenó de ira “y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús Cristo” (12,17). El diablo continúa la guerra contra el “esperma” de la Iglesia. Son los fieles Cristianos que han quedado en los pueblos y en las ciudades. Son el “remanente o la levadura” (Rom 11,5) de los que no se han rebajado para adorar, reverenciar al Diablo, dentro en la sociedad y la soberanía mundana que se llama civilización, socialismo o sociabilidad, libertad sin límites ni restricciones, liberación de la ética y de los mandamientos de Dios, axiomas, honores y alabanzas del mundo pecador.
Capítulo 13
Aquí tenemos la aparición de dos personas: del Anticristo y del Pseudoprofeta. San Juan ve al Anticristo como una bestia escarlata que tiene siete cabezas, diez cuernos y diez diademas que estaban escritas con nombres de blasfemia; y surge del mar, que es el símbolo del desorden mundano, de la inestabilidad y de la pecaminosidad mundana. La descripción es similar con el Dragón-Diablo de donde toma también su poder.
Y la segunda bestia, el Pseudoprofeta, le ve emerger de la tierra, señal de su soberanía malvada, teniendo dos cuernos de cordero y habla como dragón, que es señal de su hipocresía como bueno sin maldad pero en el fondo demoníaco.
De todos modos debemos apuntar que estas dos bestias serán personas humanas verdaderas históricas, que operarán “por la energía del Satanás” (2Tes 2,9). La segunda bestia, el Pseudoprofeta, será una especie de precursor, que estará hablando, predicando para el Anticristo y haciéndole publicidad.
Pero vayamos ahora al Anticristo para ver algunas de sus características de su actividad, de su gobierno y de su vida, por supuesto sin entrar a referirnos a todo en esta breve interpretación.
El mismo o en alguno de los que sirven sus voluntades, y parecerá que fue matado, y después provocará una impresionante supuesta resurrección, que será como una mala imitación de muerte y resurrección de Cristo.
De este falso milagro se maravillarán los hombres frívolos e infieles a Cristo en toda la tierra, los que adoran al Dragón-Diablo que ha dado un poder de este tipo al Anticristo. Parece ser que toda esta cuestión será proyectada por Medios de Comunicación de Masas, que están totalmente en su servicio y sus propósitos demoníacos. Además, esto se está haciendo actualmente, desde hoy en día a un nivel grandísimo.
Se concede de Dios, a causa de la gran apostasía (deserción) de los hombres, para que el Anticristo con injurias y blasfemias dirigirse contra el Dios y guerrear contra los fieles Cristianos y vencerlos, se entiende con el mal trato y el martirio.
El dominio del Anticristo será universal, porque “también se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (13,7). Los santos Padres de nuestra Iglesia, que con su visión profunda y perspicaz investigan la Santa Escritura, encuentran que el Anticristo será de origen judío y será enmarcado por el pueblo hebreo para sus conquistas universales.
Pero vamos a ver también algunas características de la segunda bestia, el Pseudoprofeta. Él trabaja de cualquier manera para que sea adorado el Anticristo, incluso haciendo sorprendentes falsos milagros. Espiritismo, Magia, Filosofía, sistemas sociales humanocéntricos, kerigmas sobre ateísmo, serán su principal obra precursora para conducir la humanidad al Anticristo.
La relación de las dos bestias en la historia es tan estrecha, que por un lado, el Anticristo o los precursores parciales del Anticristo estarán operando dinámicamente con poder y soberanía, y por otro lado, el Pseudoprofeta o sus precursores estarán operando como una ideología o herejía, de todos modos con dimensión espiritual.
La actividad del Anticristo comienza inmediatamente después de la salida del Paraíso de los primeros en ser creados, cuando el Diablo escuchó el mensaje de sanación y salvación empezó actuar anti-salvíficamente. Esta actividad es “el misterio de la ilegalidad o iniquidad” y “que ya se está operando”, según el Apóstol Pablo (2Tes 2,7) y paralelamente está firme y contrario al misterio de la piedad, que es la Iglesia (1Tim 3,16).
La línea recta del misterio de la piedad es activada por Abel, Siz, Noé, Sim, Abraham, la Zeotocos (Madre de Dios) y llega hasta Jesús Cristo, que crea Su Iglesia sobre la tierra. La línea recta del misterio de la iniquidad es activada por Caín, Judas, Arriano, Occidente Cristiana, como percepción de cristianismo secularizado, mundanizado, del Pseudoprofeta y finalmente del Anticristo como persona.
¿Cuándo vendrá el Anticristo?
San Pablo refiriéndose sobre la Segunda Presencia de Cristo, apunta a los Tesalonicenses que si primero no viene la gran apostasía (deserción) y no sea revelado el Anticristo, no vendrá el Cristo, y sobre todo inmediatamente después del Anticristo. Por lo tanto, el tiempo (o fecha) de la venida del Anticristo que está vinculada con la Segunda Presencia de Cristo, permanece desconocido.
A pesar de esto el Señor nos ha dado muchos signos o señales sobre Su segunda venida. Es característico el ejemplo de Noé, donde la construcción del Arca no podía sobrepasar algunos límites lógicos, -como los 120 años de su construcción- tiempo suficiente para la posible metania de aquella generación, mientras que el tiempo (o la fecha) del cataclismo permanecía desconocido. Así también entonces, en los ésjatos tiempos, dice el Señor, cerca en este tiempo habrán estas señales o signos y estas serán muchas, y vendrá el Cristo y antes de Él el Anticristo.
Nuestros tiempos (o épocas actuales) ya han comenzado a mostrar algunas de las señales preanunciadas por el Señor.
Debemos aún señalar que el Pseudoprofeta operará de un modo de amenaza de cataclismo económico, impondrá un sello o chip en la frente o en la mano derecha a los que aceptarán el Anticristo. Se trata de una identidad indeleble y específica que será la negación del sello del Espíritu Santo (que es el Misterio de la Crismación) que hemos recibido con el Bautismo (sumergir, no rociar). El sello será constituido con el nombre del Anticristo o con el número del nombre que es el 666. De todos modos hasta que venga el Anticristo, su nombre permanecerá desconocido y cuando venga será apocaliptado-revelado sólo en aquellos que están en nipsis espiritual (o espiritualmente vigilantes y sobrios), es decir, a los que han hecho la catarsis del corazón.
Capítulos 14-16
Después de la amarga descripción de todo lo anterior, interviene un magnífico diápsalmo (tipo de salmo) de los 144.000 ciento cuarenta y cuatro mil, que tienen tres atributos o cualidades: son castos o vírgenes, se han dedicado a Cristo y en general están inmaculados, sin mancha (14, 1-5) en todos los aspectos o manifestaciones de sus vidas.
Con el cumplimiento del séptimo toque de trompeta, que contenía lo que concierne al Anticristo y al Pseudoprofeta, viene una tercera septenaria (conjunto de 7 imágenes) de plagas o heridas con forma de bombonas doradas, que se derraman, se vacían en la tierra por siete ángeles correspondientes.
Con el derrame de la primera bombona “vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen” (16,2). Se trata de una herida corporal real que recuerda la sexta plaga de Faraón.
Cuando el segundo ángel derramó la segunda bombona en el mar, el agua se ha pintado de rojo, con el resultado de morir cada vida marítima, y esto recuerda la primera plaga faraónica.
Con el derramamiento de la tercera bombona en los ríos y en las fuentes, las aguas se convirtieron rojas como la sangre y por supuesto fueron inadecuados para beber.
Con el derramamiento por el ángel de la cuarta bombona sobre el sol, se creó una ola de calor a los hombres, que viene a completar la plaga anterior de la falta de agua y sed. ¡Pero los hombres en vez de arrepentirse, blasfeman el santo nombre de Dios!
Con el derramamiento de la quinta bombona sobre el trono del Anticristo, se hace una oscuridad sensible o confusión espiritual y audible, es decir, una confusión entre los teatreros del Anticristo, y recuerda la novena plaga de Faraón. ¡Y una vez más no se arrepienten!
Y viene la tanta del derramamiento de la sexta bombona. Esta se refiere a la última guerra de la historia, el terrible Armagedón, que se hará en vísperas del gran día del Señor, es decir, de Su Segunda Presencia.
En el lugar de Armagedón, -que territorialmente pertenece a Palestina, pero aquí no se trata de este lugar-, habrá entre una gran destrucción entre sí de la humanidad que seguirá al Anticristo; y realmente todas las naciones habrán comenzado la gran guerra contra la ciudad amada, es decir, la Iglesia, y al final se encontrarán matándose los unos a los otros. Y esto se ve también de la guerra de Gog y Magog que se refiere al libro del Apocalipsis en el capítulo 20 (también Ezequiel 38, 1-23).
Y finalmente viene la plaga de la sexta bombona, que su contenido fue derramado al aire, con el resultado de que ocurran terribles fenómenos atmosféricos y geológicos. Y esta plaga o herida se parece a la séptima plaga faraónica. ¡Fue tan grande esta plaga o herida que los hombres en vez de arrepentirse llegaron a blasfemar el Santo Nombre de Dios!
Capítulos 17-18
Un ángel dice a San Juan: “Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación (17, 1-2). Y me llevó en espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre la bestia escarlata, que antes os conté, llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos”.
Esta mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones e inmundicia, suciedad de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA (17,5).
Vi a la mujer ebria de la sangre de los Santos y de los Mártires de Jesús; y yo me quedé asombrado con este espectáculo. Y el ángel me dice: “La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición” (17, 8).
Ya el santo Evangelista utiliza el nombre “Babilón” aunque entonces Babilón no existía; Babilón fue una ciudad que ejerció un dominio terrible sobre la tierra, y el pueblo de Dios había sido cautivado de ella. Pero entonces se asimilaba Roma con la antigua Babilón, con su cesarolatría (adoración al cesar) y las terribles persecuciones y castigos a los Cristianos. Sin embargo, se trata de una ciudad virtual, es decir, un centro de apostasía y corrupción que influye y afecta en todas las magnitudes geográficas, siempre por inspiración del Anticristo. Hoy en día el “centro” es “Occidente”, no en sentido geográfico, sino cultural que influye a todas las culturas y civilizaciones de la tierra.
Pero este “centro” de la apostasía no durará mucho. El Teólogo escucha un Ángel clamar con voz potente: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho residencia de demonios y guarida de todo espíritu sucio e inmundo…” (18,2). Y entonces empieza el luto, el llanto y el dolor de los reyes de la tierra, y también de los comerciantes y de los armadores por su penuria.
Nuestro mundo de hoy en día es un mundo babilónico y podrido, que se prepara o está a punto de caer. Y los criterios para la caída son el ateísmo, el amoralismo, la arrogancia de la vida dentro de los lujos, la abundancia de bienes materiales y el derroche, cuando al mismo tiempo otros pueblos mueren hambre; esto muestra la crueldad abismal de los hombres. Y no se hunde sólo este mundo apóstata y demoníaco, sino a la vez se convierte también en residencia de los demonios, donde por supuesto que es ausente la jaris (gracia, energía increada) de Dios y la bendición.
En este mundo que se está derrumbando, se oye otra vez la voz del Cielo: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (18,4). Se trata de la relación de los fieles con los infieles. El Dios pide un éxodo (salida) de su pueblo, a veces trópica (manera o forma de vivir) y a veces local, territorial.
Noé y Tobit son ejemplos de salida trópica; no se marcharon de sus tierras. La huida de los cristianos de la asesina de Cristo Jerusalén, es una salida local. La salida o éxodos de los ésjatos-postreros tiempos será trópica (manera o forma de vivir) y también territorial o local, según y cómo el Espíritu Santo dictará entonces a la Iglesia.
Capítulo 19
Después de la destrucción de Babilón intelectiva o virtual, se oyó en el cielo una gran voz de gran multitud, que psalmodiaba: “¡Aleluya! Salvación, honra, gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (19,1-3).
Y nos encontramos ya en la última praxis y el desenlace final de todo el drama de la lucha de Cristo contra las potencias anti-divinas. Es digno de máxima atención desde el aspecto interpretativo, porque a partir de ahora el Profeta Juan lo que nos va a describir no está sujeto en secuencia cronológica, sino en la Primera y Segunda Presencia de Cristo, pasado, presente y futuro, futuro inmediato y el más remoto, ultimísimo, todo se encuentra en una y la misma imagen. Si buscamos la secuencia cronológica peligramos en aceptar las posiciones milenaristas, las cuales nuestra Iglesia las ha condenado, aunque sean de una forma muy espiritual. Como ejemplo, el de la batalla de Armagedón por la que hablaremos otra vez más abajo, sin significar que se hará dos veces, sino que repetimos su descripción, sin que sean buscados datos cronológicos.
Teniendo en cuenta todos estos datos avancemos, pues, en la interpretación del texto sagrado.
Después de las tres septenarias de plagas o heridas y las sucesivas imágenes del Apocalipsis, el santo Evangelista ve el cielo abierto, no para que sean apocaliptadas-reveladas los misterios del futuro, sino para que aparezca y se manifieste el Juez Cristo, el Juez de toda la Creación, visible e invisible.
Sale del cielo el caballo blanco y el sentado sobre este tenía el nombre: «ὁ Λόγος τοῦ Θεοῦ el Logos de Dios» (19, 11-13). Es el Juez Cristo que está acompañado de potencias celestes angelicales.
A continuación san Juan ve “a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército” (19,19). Se trata, por segunda vez, sobre la última gran y terrible guerra de Armagedón que se ha referido al capítulo 16, como también por tercera vez se hará referencia en el capítulo 20.
¿Cómo debemos entender esta batalla que estarán todas las naciones y será capitaneada por el Anticristo y el Pseudoprofeta, contra al jinete Cristo-Juez? Quizás esto será como nos lo describe proféticamente Ezequiel. Refiriéndose a Gog (y el Apocalipsis inmediatamente un poquito más abajo (20,8) nos habla, y se trata del mismo tema) escribe:
“Esto dice el Señor Dios a Gog… en aquel tiempo, cuando venga Gog contra la tierra de Israel, (es decir, contra la Iglesia y los santos), dice el Señor Dios, subirá mi ira y mi enojo. Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira: Que en aquel tiempo habrá gran temblor…; que los peces del mar, las aves del cielo, las bestias del campo y toda serpiente que se arrastra sobre la tierra, y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra, temblarán ante mi presencia; y se desmoronarán los montes, y los vallados caerán, y todo muro caerá a tierra. Y en todos mis montes llamaré contra él la espada, dice el Señor Dios; la espada de cada cual será contra su hermano y yo litigaré contra él con pestilencia y con sangre, y yo le condenaré a la muerte; y haré llover sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre” (38, 17-22). Aquí se cree que se trata de una guerra y destrucción mundial, a causa de la apostasía y la actitud enemiga contra la Iglesia.
Sobre la matanza entre hermanos que señala Ezequiel, podría realizarse entre Potencias antiteas (contrarias a Dios), como entre el ateo comunismo de oriente y el ateo materialismo de occidente y el ateo Sionismo de los judíos. Además un choque de este tipo hoy en día es muy posible y se espera.
Observamos que el jefe de estos ejércitos será el Anticristo y el Pseudoprofeta, los cuales son detenidos y arrojados vivos al lago del fuego, el eterno Infierno, donde finalmente el Anticristo y el Pseudoprofeta desaparecen del escenario de la historia.
Capítulo 20
Siempre sin haber cronológica sucesión histórica en los acontecimientos, pero las cosas descritas en una y la misma imagen, el santo Evangelista, ve un Ángel que ata con cadena gorda al Dragón, al Diablo y le arroja al abismo por mil años.
El atado del Satanás que hizo el Cristo con Su primera Presencia, manifiesta que permanece desactivado con su fuerza y poder mutilados, con el bloqueo de su atrevimiento y audacia, y naturalmente sólo para los que en conciencia son Cristianos bautizados.
Los mil años es un número redondo que manifiesta el tiempo entre las dos Presencias de Cristo en el mundo, o el tiempo del Evangelio, y no son mil años después de la presencia del Anticristo como enseñan los milenaristas antiguos y nuevos (testigos de Jehová).
Después de largo período del Evangelio, y un poco antes de la Segunda Presencia de Cristo, cuando los Cristianos habrán comenzado a secularizarse o mundanizarse, entonces será desatado el Satanás por poco, y entonces vendrá la gran apostasía, durante la cual actuará el Anticristo y el Pseudoprofeta, e inmediatamente después el Juicio y el final de la historia.
Todo esto se resume en el logos del ángel: “La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo y va a perdición…” (17,8).
“Era” significa el tiempo antes de Cristo que actuaba el Diablo con la idolatría. “No es o no existe”, es el tiempo del Evangelio, el tiempo de las dos Presencias de Cristo o el tiempo de mil años. “Está para subir del abismo”, -no se trata de que suba del abismo-, es el desatado del Diablo y es el tiempo del Anticristo, es decir, los tres años. “Y va a la perdición”, significa que el Diablo finalmente va a la perdición, ya al eterno y definitivo Infierno.
Después de todas estas cosas, que marcan el final de la historia, san Juan ve al cielo “un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos” (20,11).
El trono de Cristo-Juez es evidente ya ante todas las creaciones lógicas visibles e invisibles, y se encuentra entre el cielo y la tierra. Es esto que escribe el apóstol Pablo: “Que el mismo Señor… bajará del cielo” (1Tes 4,16-17), o esto que describe el Señor: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mt 25,31-32).
A continuación, con simples líneas pero muy fuertes, san Juan describe la resurrección de los muertos, pequeños y grandes, tanto en edad como en axiomas, y que han muerto de cualquier manera, natural o violentamente, dando cuentas ante el Cristo-Juez, a base de los libros abiertos de sus praxis o actos, que están en la memoria de Dios.
Mientras estas cosas estarán ocurriendo, en tiempo casi cero, el cielo y la tierra, es decir, el universo creado entero, estarán pasando de la corrupción a la incorrupción y de su forma antigua en forma nueva.
Capítulos 21-22
Y a continuación escribe el evangelista Juan: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (21,1). ¡El final del mundo creado es en realidad maravilloso! Nada desaparecerá de su esencia. Todo habrá cambiado de su forma, todo habrá pasado de la corrupción a la incorrupción, todo habrá recibido la doxa (gloria, luz increada) de Dios, y todo se convertirá en un “lugar, espacio” de la Nueva Jerusalén, de la Realeza increada de Dios.
Y san Irineo escribe: «No desaparece la hipóstasis (base substancial), la configuración y la esencia o substancia de la materia –porque aquel que la ha creado es verdadero y cierto- pero la forma de este mundo-cosmos pasa, se va, es decir, dentro en este mundo, dentro de estas formas, planos, se hizo la infracción de los primeros en ser creados, y el hombre se envejeció dentro en estos. Por eso, la forma, el plano de mundo presente se ha hecho provisionalmente, porque el Dios preconocía que los primeros en ser creados pecarían y sería introducida la muerte (física). Pero cuando pase esta forma, puesto que el hombre se hará nuevo –con su resurrección- de modo el hombre que ya no pueda envejecerse, corromperse y morir, entonces habrá nuevo cielo y nueva tierra. En la nueva creación el hombre estará permaneciendo siempre nuevo, intercomunicándose y relacionándose con el Dios» (San Irineo: Adversus haereses, V 29, 1-10, Cerf, Paris 1969).
A continuación san Juan ve bajar del cielo dentro en el nuevo mundo creado la ciudad Jerusalén, no la histórica y vieja, sino la nueva, la glorificada ya por la Realeza increada de Dios. Está iconizada como ciudad, porque entre los hombres y los ángeles habitará el Santo Dios Trinitario.
Y se escuchó una gran voz del cielo que decía: “He aquí la tienda de cabaña de Dios con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (21,3). En esta ciudad nueva, es decir, en la Realeza increada de Dios, no habrá ya lágrimas, luto, llanto, dolor y muerte, porque el primer plano, el estado caído del hombre, definitivamente habrá pasado.
Y el sentado sobre el trono Jesús Cristo, dijo: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (21,5).
Parte de la Realeza increada de Dios tendrán los vencedores del mundo y de los pazos. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, magos, los idólatras y los mentirosos y todos que han vivido una vida falsa y vanidosa, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, es decir, el Infierno eterno, la muerte segunda que es la peor, con la separación eterna de las existencias de Dios.
Pero junto con la característica de la Iglesia como nueva Jerusalén, se ha dado también la calificación de que la Iglesia es la novia de Cristo.
Y ahora el Escritor sagrado ve a un Ángel que le dice: “Ven y te mostraré la novia, la mujer del Cordero”. Y le conduce extáticamente (en extensión espiritual) en una montaña muy alta, y allí le muestra la Iglesia, como santa ciudad Jerusalén, que tenía la doxa (gloria, luz increada) de Dios.
Iluminador de ella era el mismo Cristo con Su brillantísima doxa increada. Tenía muro grande y alto, muestra de la eterna seguridad de ella de el mal. Tenía doce pilares, que son los doce Apóstoles y la enseñanza apostólica del Evangelio por los cuales nos introducimos en la Realeza increada de Dios. Los pilares los vigilan doce ángeles, imagen de la divina protección. En cada pilar también un nombre escrito de las doce tribus del Nuevo Israel, de cada nación, pueblo y raza de todos los tiempos.
La ciudad es cuadrada, que en cada lado hay tres pilares. Las cuatro triadas de pilares son la imagen de la disposición de las cuatro tríadas de razas del campamento en el desierto del antiguo Israel, con centro el Arca del Testamento, símbolo de residencia de Dios entre Su pueblo. Los cuatro lados son símbolos de los cuatro Evangelios que atrincheran la nueva ciudad-Iglesia, y determinan su contenido. La disposición en cuarteto de los pilares, expresa aún la señal de la Cruz.
Los cuatro lados de la ciudad ven hacia los cuatro puntos cardinales, hacia los cuales dirigen la misión sagrada, tanto con el kerigma de la Cruz, o sea del Misterio de la Encarnación, como también del Misterio de la Santa Trinidad que es representada por los pilares en tres.
El kerigma como kerigma de la Ortodoxia es uniforme, porque también cada una de sus cuatro partes tiene sus tres pilares, que es el dogma de la Santa Trinidad.
En la disposición cuarteta de la Ciudad se encuentran los cuatro atributos de la Iglesia como Una, Santa, Católica y Apostólica.
Los cimientos del muro son doce. Que es la enseñanza cimentada en la enseñanza de los doce Apóstoles. La medida de la ciudad es de plano cuadrado, que muestra la perfección absoluta de la Realeza increada de Dios. El interior del muro está constituido de doce piedras preciosas, y la ciudad de oro puro, muestra de la limpieza y del lujo de sus habitantes.
Templo no había en ella, porque el mismo Señor es el Templo de ella. Necesidad de luz del sol no hay, porque la Divina doxa (gloria, luz increada) ilumina. Allí nada sucio se puede introducir. Allí fluye sus aguas cristalinas el río de la vida que emana del trono de Dios y del Cordero, que recuerda el antiguo Paraíso que han perdido los primeros en ser creados. Este río místico, es el Espíritu Santo que procede del Padre y se envía por el Hijo. Este río es también la vida eterna y el santo Bautismo que renace al hombre.
En el medio de la plaza y a uno y otro lado del río, está el árbol de la vida, que produce frutos eternos, que es el Cristo. El antiguo tipo histórico fue el árbol de la vida en medio del antiguo Paraíso, mientras que al siglo presente es el Misterio de la Divina Efjaristía. Los frutos del árbol es la teognosía (conocimiento increado de Dios) con toda su bienaventuranza y felicidad paradisíaca.
Allí está también el trono de Dios y del Cordero, donde los fieles “contemplarán el rostro de él” (22,4), que es la eterna contemplación del rostro de Dios. Los habitantes de la ciudad llevan en sus frentes el nombre de Dios, que significa la eterna propiedad de Dios sobre los hombres, es decir, llevan la eterna doxa (gloria, luz increada) y el brillo sobre sus rostros, la eterna zéosis, deificación o glorificación y bienaventuranza, felicidad.
Ahora vamos al epílogo del libro del Apocalipsis, donde se asegura repetidamente por Jesús Cristo que viene pronto y lleva el salario Consigo para recompensar a cada uno según sea y según ha trabajado en su vida. Se asegura aún que lo que se ha escrito en este Libro es válido, digno de confianza y verdadero. “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apo 22,12).
También se confirma que lo que se ha escrito en este libro es digno de creer y veraz.
Un mandamiento importante se da a Juan: “No selles los logos de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” (22,10). Esto significa que debemos estudiar este libro con gran atención, y con esperanza esjatológica, porque el tiempo final de las cosas que se han escrito está cerca.
Y termina todo el Libro del Apocalipsis con el eterno Diálogo de Cristo y la Iglesia que es reforzada por el Espíritu Santo:
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último… Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las Iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Novia dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén (de verdad) sí, ven, Señor Jesús.
La jaris (gracia, energía increada) de nuestro Señor Jesús Cristo sea con todos vosotros. Amén. Primavera de 1984.
Ἡ χάρις τοῦ Κυρίου Ἰησοῦ Χριστοῦ μετά πάντων τῶν ἁγίων· Ἀμήν». Ἄνοιξη 1984.
+Yérontas Athanasios Mitilineos. Primavera de 1984.
Copyright: Monasterio Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio” 40007 Stomion, Larisa, http://www.arnion.gr/index.php/p-thanasios-mytilina-os/milies-p-thanasiou/kainh-diauhkh/iera-apokalycis
Traducción Χρῆστος Χρυσούλας (Jristos Jrisulas) www.logosortodoxo.com