El treloYannis, el loco por Cristo, tomo II
Por Dionisio Makrís, teólogo y periodista
«ΑΓΑΘΟΣ ΛΟΓΟΣ AGAZÓS LOGOS» Atenas 2009
Traducido por www.logosortodoxo.com
Índice de Contenido
- 1 POR EL TRADUCTOR xX, jJ,
- 2 El ruiseñor, el cuervo y la bendición
- 3 Dimitrakis a los pasos de la “locura” divina de treloYannis
- 4 El señor Pantelis, el mortero, el libro de Salmos y las bendiciones.
- 5 La asistencia a la Iglesia de San Demetrio.
- 6 El regreso a Atenas
- 7 El divorcio de María
- 8 La muerte de mi esposo Pedro
- 9 La vida secreta de Yorgos/Jorge, el camionero hooligan
- 10 «Oposición» a la Iglesia
- 11 El ángel de Dios, Yanis/Juan, el loco por Cristo
- 12 Mendigo en Marmariotissa
- 13 El primer entrenamiento… en el campo de Cristo
- 14 El primer latido juvenil del corazón…
POR EL TRADUCTOR xX, jJ,
queridos amigos en y de CristoDiosLogos increado, desde que era niño, siempre me han fascinado los «locos por Cristo». Recuerdo que, en la escuela primaria, leí la historia de «San Andrés, el loco por Cristo», a mi abuelo Cristos, quien, a pesar de no saber leer ni escribir, era un santo. Desde entonces, cada vez que encontraba un libro sobre estos personajes, no podía resistir la tentación de leerlo.
Durante años, he estado pensando y lamentándome de que no haya traducido nada relacionado con aquellos que siempre me han apasionado desde mi infancia, es decir, «los locos y locas por CristoDios«. Este verano, mientras estaba de vacaciones en Atenas, ocurrió un milagro. Conocí al hermano Dionisio Makrís, teólogo y periodista, quien me obsequió los tomos de «el loco por Cristo», treloYannis de los barrios de Atenas, una obra fascinante. Inmediatamente después de recibirlos, le pedí su bendición para llevar a cabo la traducción.
La respuesta afirmativa de él llenó mi corazón de una alegría divina contagiosa. Oro, ruego y anhelo profundamente que Cristo Dios nos contagie a todos con un poco o mucho de esta divina locura de su energía increada conocida como Χάρις Jaris (Gracia)
Les invito a saborear y disfrutar de la fragancia divina de nuestro «loco por Cristo» treloYannis… ¡que así sea!
El treloYannis, el loco por Cristo, tomo II
El ruiseñor, el cuervo y la bendición
Las asombrosas historias que cada uno contaba en el vecindario sobre el humilde siervo y santo de Dios, Yannis/Juan, el “loco” por Cristo, treloYannis habían conmovido a todos. El señor Anastasio, el administrador del edificio donde vivió el bendito santo de la Trinidad y único verdadero Dios, y que se encargaba de resolver ciertos asuntos pendientes según lo establecido en el testamento del bendito, prácticamente estaba perdido. Se preguntaba si todo lo que había experimentado en los últimos días era realidad o simplemente lo soñaba.
Cada día que pasaba, se encontraba frente a acontecimientos sorprendentes que, como solía decir, ni en sus pensamientos más descabellados podría haber imaginado. Además, su fijación, como él decía, hacia la rutina sombría y la relajación de su fe en Dios, le privaban de la capacidad de acercarse a espacios desconocidos pero significativos para la contemporánea psique-alma humana; espacios donde prevalece la serena elevación espiritual de la psique-alma y la paz. Él mismo, en otras palabras, pertenecía y se ajustaba a la categoría de los típicamente Cristianos, como la mayoría de personas de hoy en día que están acostumbradas a recordar y llamar a Dios solo en momentos difíciles de sus vidas.
-Era como aquellos que hacen ocasionalmente alguna ofrenda y alguna artoklasía (ceremonia de consagración de panes) en la más Amplia de los Cielos, nuestra Santa Madre, y así, hermano, en nombre de un reconocimiento social típico o incluso de una recompensa profunda o de una justificación del nombre que llevan como cristianos… Pero cuando Dios recuerda los deberes y derechos que tiene el verdadero cristiano consciente como trabajador de Su Viña, entonces vuelven las espaldas con gran facilidad y prefieren la indolencia de la ignorancia y la influencia enfermiza de la rutina diaria… Prefieren aferrarse a las cosas insignificantes y efímeras a través de una ficticia y falsa representación de la felicidad…
Estas cosas acostumbraba a contar en cada oportunidad que se presentaba, mediante la forma de confesión, el señor Anastasio a veces hacia Constantino y su querida compañera, Katerina, y otras veces hacia sus hijos y su esposa. Y ellos, a su vez, no podían comprender la magnitud de lo que les había sucedido en la puerta contigua. No podían entender las bendiciones de Dios que enviaba secretamente y maravillosamente a través de la locura de treloYannis.
Las apocalipsis revelaciones, de hecho, derribaban cada vez más las cadenas de la ignorancia y las escamas que cubrían sus ojos, a raíz de la muerte maravillosa del santo Yannis, Juan. Ahora, poco a poco, todos se daban cuenta de lo hermoso que es ver con los ojos de la psique-alma, cuán hermoso se vuelve el mundo cuando regresas al camino de la verdadera fe y te entregas por completo a las manos de Dios y al cuidado del Salvador Cristo.
Konstantino, quien vivía principalmente en la oscuridad del terrible pecado de la homosexualidad odiada por Dios, lloraba amargamente cuando recordaba dónde se encontraba y de dónde lo rescató la mano de Cristo. Noche y día, concienciaba el carácter curativo del verdadero amor sacrificante del hombre de Dios, a través de Yanis-Juan, el “loco” por Cristo. Ahora no buscaba, como en el pasado, satisfacerse y centrarse en la realización de sus deseos, sino que anhelaba fervientemente ser completamente incorporado a la realización de la voluntad del Dios Tríadico. Por eso solía decir:
–Estaba muerto y resucité. Vivía en la oscuridad de los ardientes instintos animales, y ahora comienzo a distinguir la luz…
Es notable el cambio radical y el giro que tuvo hacia el Creador Padre del Universo o Kosmos, y también la intensificación de su oración. Cuando el señor Anastasio le entregó el cuaderno con los nombres que mencionaba en sus oraciones el bendito dulos-siervo del Señor, entonces entendió lo que significaba ser un verdadero cristiano.
-La primera vez que intenté leer los nombres y pedir según el mandato del santo Yannis-Juan, bendición para cada una de estas personas, no pude hacerlo, señor Anastasio. Me venció el sueño. Dos horas de lectura no fueron suficientes… Me preguntaba cómo encontraba tiempo el bendito y leía todos esos nombres. Pensaba que no podría corresponder a la petición del bendito. Pero, por otro lado, pensaba que no solo debería dedicar dos horas, sino también tres o cuatro horas al día. No te ocultaré que en mi interior pasó incluso el pensamiento maligno de que el treloYannis me encomendó específicamente a mí leer los nombres.
«Te ha impuesto un castigo severo», me decía una voz. Pero otra voz, tal vez la del bendito, me decía: «Konstantino, no es un castigo buscar y orar por tu prójimo y pedir la bendición y misericordia de Dios». Ahora, poco a poco, veo un gran beneficio en mi vida a través de la lectura diaria de los nombres. Comencé a amar a cada persona y a ver en el rostro de cada uno al mismo Dios. En el pasado, veía a todos con sospecha, los trataba como enemigos y en la relación con ellos manifestaba odios de muchas formas. A veces, salían los celos, otras la condena, otras veces un interés morboso y una alegría maligna por sus problemas.
Dentro del cuaderno, señor Anastasio” también hay muchos nombres desconocidos para mí. Pero digo: ‘Señor, conoces las necesidades de estas personas y actúa en consecuencia, enviando Tus bendiciones”. En el principio, es cierto que mi mente me hacía pensar en borrarlos, pero nuevamente otra voz me decía que tu solicitud para ellos tendrá éxito, porque Cristo sabe todo.
-Una vez hablaste sobre la bendición del Señor, recordé la gran importancia que le daba el bendito, dijo Katerina. “El barco llamado Tierra, mi Katerina, se mueve gracias a la bendición de Dios” acostumbraba decir. Cada día que amanece, si miras hacia arriba, verás la mano de Cristo bendiciendo al mundo. Sin la bendición de nuestro dulce Jesús, nuestros corazones se enfrían, se congelan y se marchitan. Gracias a la bendición de Cristo, cada mujer como tú cuida su hogar y a sus hijos, y cada hombre trabaja por su familia. La bendición de Cristo es como el sol que te calienta y te envía la luz.
Cada mañana, pues, al abrir los ojos, intenta parecerte a los pájaros. Ellos cantan dulces melodías para glorificar a Dios. Lo agradecen por la bendición que envía, ya que saben con certeza que Él cuidará de su alimento. Lo alaban anticipadamente por los favores que ofrece a la Tierra y, al mismo tiempo, agradan al hombre con sus dulces voces y melodías. Debemos hacer lo mismo nosotros también. Ahí, mira lo que hace el ruiseñor todos los días…».
Recuerdo cómo en ese momento el treloYannis se levantó en una silla y comenzó a imitar al ruiseñor y a extender sus brazos como si quisiera volar. «El ruiseñor nos ha salido como un cuervo con esta voz tan salvaje que tengo», dijo sonriendo. «Pero también Dios ama al cuervo. En concreto en un momento le había encomendado una misión difícil. Le pidió que llevara comida al santo profeta Elías, enseñándole cómo todo en la creación es muy bueno. Y los ruiseñores y los cuervos son buenos. Ahora, a mí ¿cómo me ves, como un ruiseñor o como un cuervo? ¿Por qué te pregunto a ti? Es mejor que vaya a preguntar al tendero que tiene canarios en su casa y sabe de trinos (cantos de pájaros)». Y se iba corriendo hacia el señor Pantelis, quien lo regañaba… pero en el fondo lo amaba. «En ese momento, me reía de sus locuras. Ahora considero el tesoro que ellas escondían.»
-El bienaventurado y bendito Katerina era un auténtico ruiseñor que Dios envió para embellecer nuestro vecindario con sus cantos de pájaro y su desinterés. Sin embargo, nosotros éramos ciegos y sordos. No veíamos ni escuchábamos, sino que solíamos enaltecernos y admirarnos como los pavos reales, ignorando que vivíamos convencionalmente en un frío caótico. El bendito cantaba todo el día como un ruiseñor a través de su constante, desinteresada y cálida oración y su continua ofrenda hacia todos nosotros. Vivía teniendo como único pensamiento ser digno del Paraíso, de convertirse en miembro de la patria eterna. Y Dios le enviaba dones, donaciones y bendiciones que solo los santos saborean. Ahora pues, el ruiseñor de nuestro vecindario sigue cantando desde el cielo. Y su canto alivia muchas psiques-almas que de alguna manera las sincroniza en el himno doxológico del Dios Trinitario. Las ayuda en su renacimiento místico-espiritual y las guía hacia la fragancia que esconden las enseñanzas del Evangelio y la aplicación de la ley de Dios. Además, mientras vivía el bendito, era difícil comprender el alcance de su amor debido a la locura o la chaladura que mostraba intencionalmente. Es verdad que la concienciación del valor de nuestro cónyuge, de nuestro hijo, de nuestros padres, de nuestro colaborador, de nuestro amigo y de cada ser humano se vincula principalmente con su ausencia o su pérdida. Solo entonces, desgraciadamente, reflexionamos sobre los errores de nuestros comportamientos y nuestras acciones. Solo entonces evaluamos, aunque sea por un momento, las amarguras que le hemos causado. Solo entonces reflexionamos y juzgamos nuestras acciones…
Esto dijo el señor Anastasio visiblemente conmovido. La dilatación de su corazón y los ojos inundados de lágrimas eran habituales para aquellos que habían conocido al bendito y eran conscientes de su vida después de su salida de esta vida.
-El ritmo de la vida, añadió Constantino, nos impulsa a considerar la mayoría de las cosas como garantizadas, dadas y siempre presentamos demandas irracionales e inaceptables. En concreto, el generador, la causa y el traje de estas demandas son, en su mayoría, el interés propio egoísta y nuestro egocentrismo. La elaborada combinación de estos dos elementos conduce a la creación y aceptación de una justicia que es completamente opuesta a la justicia del único y verdadero Dios Trinitario. Me impresionó mucho que el bendito nunca hiciera nada sin recordar a Dios. Antes de poner cualquier cosa en su boca se santiguaba, hacía la señal de la cruz. Incluso bendecía haciéndole la cruz el vaso con el agua. Cuando le pregunté por qué lo hacía, me dijo: ‘Konstantino, hago la señal de la cruz y santiguo para matar los gérmenes y agradecer a Dios que cuida de purificarlo con filtros que los llevan y los operan Sus ángeles’.
También recuerdo que me contó un incidente que leyó en un libro de nuestra Iglesia. Creo, si mi memoria no me engaña, lo llamaba “Romantikón”, pero una vez pregunté en una librería eclesiástica y me dijeron que no existía tal libro eclesiástico. Tal vez fuera un libro que solo conocía el treloYannis».
-Ay Konstantino, se refería al “Gerontikón”, dijo sonriendo el señor Anastasio.
-Sí, ahora que lo mencionas, lo recuerdo señor Anastasio, dijo Konstantino, sonriendo, «lo llamaba ‘Gerontikón’. Una vez un judío calumnió a un buen cristiano, diciendo que con varios hechizos y trucos cambia la fe de la gente. ‘Es una amenaza para tu trono. Todos creen que tiene un gran poder. Muestra el signo de la Cruz, mi señor gobernante, y engaña a todos. Bien, pues, entonces sería bueno que lo envenenes para liberarte de ese peligro inminente’. El gobernante lo escuchó atentamente. El judío, por supuesto, era un miembro destacado de la sociedad y debería tomar en serio sus palabras.
Llamó, pues, al cristiano frente a él. Lo examinó con una voz severa y lo acusó de ser un mago. El cristiano le respondió que todos estos maravillosos signos venían del Dios Trino, que protege a los seres humanos con las bendiciones de la Cruz. ‘La Cruz del Señor, es noble y respetable señor y cura enfermedades. La Cruz del Señor sana comunidades y fortalece con virtudes cada país y reino’. El gobernante comenzó a mirar alternativamente al cristiano y al judío. No podía ignorar la ayuda económica que el judío le aseguraba, que consideraba muy importante.
Temiendo la multitud que se había reunido en solidaridad con el cristiano, decidió probar la fe de ambos. Dio la orden a sus sirvientes de preparar dos copas con agua y colocar el veneno cicuta en una de ellas, un veneno muy fuerte. El buen cristiano hizo la señal de la cruz sobre la copa con el veneno y la bebió sin sufrir ningún daño. El judío entonces agarró la copa de la mano del gobernante y, creyendo que el gobernante le había jugado una mala pasada y no le había puesto veneno al cristiano, bebió lo que quedaba. Inmediatamente cayó muerto delante de los ojos asombrados del gobernante, quien murmuró temeroso: ‘El Dios de los cristianos es maravilloso’.
«Los filtros de Dios, Constantino, matan gérmenes y desintegran venenos. Los filtros de Dios solo funcionan con el signo de la Cruz. No olvides eso», me dijo. Fue entonces cuando entendí por qué mi abuelo en el pueblo de mi madre persignaba la barra de pan antes de cortarla. También persignaba el vaso de agua y mi madre se burlaba de él diciendo: ‘Solo los monjes hacen eso. ¿Quieres que te enviemos a un monasterio?’… Mi abuelo siempre se quedaba callado.
«Las oraciones de tu abuelo, Constantino, te ayudaron», dijo entonces el treloYannis. «Incluso cuando tu ángel guardián te abandonó, tu abuelo nunca dejó de suplicar a nuestra Madre y a nuestro Cristo para que no te abandonaran. No olvides encender una vela por él cuando vayas a la Iglesia».
De los primeros textos que llegaron a manos del señor Anastasio estaban estos de Dimitrakis, con quien visitaba los hospitales y los enfermos.
-Este niño ha heredado las sensibilidades del bendito difunto treloYannis. Se entrega literalmente por completo al otro. Corre para servir a sus amigos, padres y compañeros de clase.
Aconseja a Pablo y estudia con él. También heredó el don de discernir las necesidades de los demás y compadecer a los pobres. Ahora le queda tocar las campanas y comenzar a presentarse como el treloYannis. El padre Vasilis confía en él para misiones especiales de filantropía. Le da sobres con dinero que la esconde en las almohadas de los enfermos o los entrega a sus familiares. El señor Apostolis le da pan a diario para los necesitados del vecindario, para los ancianos jubilados y para los indefensos. Con la propina de sus padres, compra alimentos. Sus amigos se burlan de él y lo llaman loco. Él acostumbra responderlos:
‘Tienen razón al llamarme loco, pero esta locura es dulce como un caramelo’, los responde. También imita al treloYannis y comienza a cantar: ‘Dimitrakis está loco, está loco. ¡Oe! ¡Oe!…’ Sus compañeros del colegio también, como dijo la señora Penélope, su madre, lo llaman «empollón» porque siempre se cuida ser diligente en las lecciones y respeta a sus maestros.
“¿Cómo te volviste así de tonto? No te reconocemos. Vamos a tomar una copa…». A veces él se queda en silencio y a veces los invita a seguirlo para probar la bebida de la inmortalidad, refiriéndose a la Divina Comunión.
Es tranquilo y siempre sonríe, lo contrario de su pasado en el que constantemente se quejaba y peleaba. Pasa por una adolescencia fácil. Reaccionó enérgicamente a un profesor de Física que cuestionó la existencia de Dios. Se levantó y se fue detrás de la mesa del maestro ante los ojos asombrados de sus compañeros y se quedó detrás de sus espaldas. El profesor se sorprendió y se volvió hacia él, pero él seguía moviéndose detrás de sus espaldas. Los niños se reían. El profesor, que respetaba a Dimitrakis por su diligencia y cuidado, se sorprendía y se preguntaba sobre su comportamiento. «¿Sientes mi presencia detrás de ti y te vuelves para ver qué estoy haciendo? ¿No es así?», le dijo Dimitrakis.
«Estás tratando de no ignorarme, quizás temiendo que pueda lastimarte. Y yo, hasta hace poco, traté de ignorar a aquel que continuamente estaba a mi lado. Con mis praxis trataba de lastimar a aquel que siempre estaba a mi lado. A Él, mi respetado maestro, que ustedes niegan públicamente y esta negación vuestra la pasáis también ante sus alumnos. Considero inconcebible dialogar con ustedes sobre la existencia de Dios. Pero les ruego que, al igual que sienten claramente mi presencia a su alrededor, busquen también la presencia de Dios. Debéis experimentar con buena disposición y sinceridad y Él se les revelará y se manifestará ante ustedes, tal y como yo estoy parado aquí ante ti, para instruirlos con Sus enseñanzas».
Luego de disculparse con todos, besó la mano del sorprendido profesor y salió, dejando un silencio sepulcral en el aula de la escuela. Desde entonces, el profesor de Física nunca más cuestionó a Dios. De hecho, de manera curiosa, solía acompañar a los niños a la Iglesia, como una señal, según decía Dimitrakis, de la presencia de Dios…
-Dimitrakis, por ejemplo, añadió el señor Anastasio, creía que sus padres estaban obligados a vestirlo, alimentarlo, darle dinero, soportar sus caprichos, sus travesuras y quejas. Sin embargo, su maravilloso encuentro con aquel a quien consideraba el último hombre del vecindario y se burlaba de él, lo hizo, aunque joven, comprender que los hilos del mundo los mueve solo Dios y que nada se hace si el Creador del Universo kosmos no lo permite.
Recordaba, como escribió más tarde en una de sus primeras notas al señor Anastasio, el segundo encuentro que tuvo con el treloYannis, después de su transformación, en el apartamento del último. Fue a informarle que había pagado su deuda con el panadero:
-El señor Apostolis lo estaba diciendo todo el día y lo alababa por ser un chico tan bueno».
Dimitrakis a los pasos de la “locura” divina de treloYannis
Has dado mucha alegría al pobre panadero, que se esfuerza cada día por hacer pan para todos nosotros, ricos y pobres. Mientras la mayoría de las personas duermen o se divierten en clubes nocturnos y bares, querido Dimitraki, el señor Apóstolos se despierta. Se levanta muy temprano antes de amanecer para amasar, de modo que al amanecer puedan todos tomar un trozo de pan caliente, comerlo con su mermelada o chocolate y alabar al Señor por este gran regalo.
«El pan fortalece el corazón del hombre», dijo un gran rey y profeta, David. No olvides eso. Ruega a nuestro Cristo que cuide al panadero de modo que así cuide de nosotros. El pan es una gran cosa. El pan es importante, como decimos en nuestra Iglesia. Pero también hay otro pan, Dimitri, que no solo nos sostiene, sino que nos hace vivir verdaderamente y ser felices. Es Cristo, el Pan de la Vida.
Es cierto que también hay otros «panaderos», Dimitri, que se despiertan a la misma hora que el señor Apóstolos, con la diferencia de que ellos no llevan delantales blancos, sino negros. Los llamamos monjes, porque llevan consigo y luchan por amasar toda la sofía-sabiduría del Cielo. Estos monjes asumen cada mañana, casi a la misma hora que el señor Apóstolos, para «amasar» el Pan de la Vida, a nuestro Cristo, y transmitirlo a través de sus oraciones por todo el mundo, dijo el treloYannis
Encontraba todo esto que me comentaba muy curioso, continúa Dimitris en su nota, pero me callaba. En aquel momento realmente no entendía. Pasó mucho tiempo para concienciar y darme cuenta de la sabiduría tan grande que ocultaba este hombre de Dios.
Hasta entonces creía, así me lo habían dicho mis padres, que las personas que iban para monjes eran personas débiles, vagas, incompetentes y desilusionadas en sus vidas. Esta opinión prevalecía especialmente entre los niños de mi edad. Consideraba, de hecho, que la fe ortodoxa, la religión y cualquier ocupación relacionada con ella se oponían al progreso de la sociedad y, en general, a la ciencia. Y por eso no condené al profesor de Física, al Sr. Lefteris K., cuando repetía las absurdas y tontas enseñanzas del diablo. Después de todo, en la televisión siempre se presentan las cosas malas de la Iglesia, en un intento, creo, de alejar al hombre de Dios, de convertirlo en una masa amorfa y derrumbar su personalidad. Entonces, vagaba sin rumbo hasta encontrarme con la verdadera imagen de la Iglesia en la persona y rostro de este santo hombre.
-Siéntate, querido Dimitraki, déjame terminar una tarea que tengo y dime cómo te va en la escuela!» me dijo el “loco” Giannis, treloYannis.
No tuve tiempo de sentarme y veo al bendito venir desde baño con un espejo grande. Me lo entregó para que lo sostuviera en mis manos. Luego inclinó la cabeza y me pidió que lo ayudara a contar los cabellos de su cabeza. Me sorprendí y me reí.
-¡Eh, Dimitri, para contar los cabellos no nos llevará ni toda la noche, porque ya la mayoría de ellos se me han caído y estoy avanzando rápidamente hacia la categoría de calvos! Inconscientemente, intentaba ayudarlo sosteniendo el espejo con una mano y con la otra los pelos que supuestamente había contado.
Dentro de mí me preguntaba por qué estaba allí ayudando al loco. Una voz me susurraba que debía irme y poner fin a esta locura. También temía no vaya ser que el bendito difunto sacara todo este espectáculo a la luz pública y se enterara todo el vecindario. Pero él como si hubiera entrado en mi mente y hubiera capturado mis pensamientos, me dijo.
-¡Eh! No vamos a hablar de pelos, para que se burlen de nosotros en el vecindario y el señor Pantelis, nuestro querido tendero, nos regañe. De hecho, no le cuesta nada ponernos con nuevos apodos, me dijo mientras tiraba el espejo, aparentemente decepcionado por no haber podido contar los cabellos de su cabeza.
¡Oh, Dimitri! Aunque casi soy calvo, me cuesta contar cuántos cabellos tengo. ¡Me imagino cuánto te costará a ti si tus maestros te asignan una tarea como esa!, añadió riendo.
Y antes de que pueda decir algo más, agregó:
-Sin embargo, el Creador de todo el mundo, el buen Dios, conoce no solo el número de los cabellos de nuestra cabeza, sino también las disposiciones de nuestros corazones. Nunca olvides esto. Dios nos confió su gran jardín, toda la Tierra, nuestro planeta. Pero abusamos de su confianza y, aunque no podemos contar los cabellos de nuestra cabeza, creemos que podemos convertirnos en dioses y competir con Él. Él nos alimenta y creemos que solos encontramos nuestra propia comida. Él nos da de beber y consideramos que el agua nos la proporciona la compañía de agua de la ciudad… Es muy malo y feo, querido Dimitri, ignorar las bondades de la vida que Dios nos brinda diariamente y abusar de Su bondad. Él nunca dejará de cuidar Su jardín, en el cual la flor más hermosa, el árbol más bello, es el ser humano.
En tu jardín de tu edificio, ¿tenéis flores?
-Sí, tenemos flores y árboles, respondí espontáneamente.
-¿Dan frutos sin que los cuides, sin que los podas, sin que los escarbes, sin que les des agua?
-No, dije.
-Así es el hombre. Sin la enseñanza del Evangelio, el Pan de la Vida y el Agua Viva, es decir, Cristo, no podemos dar frutos, por muchas letras que aprendamos y estudios que tengamos. Cristo es la fuente que alimenta a cada uno de nosotros, incluso a mí, el más miserable e inútil de nuestro vecindario y del mundo entero. Observa la Tierra día y noche y escucha nuestras disposiciones. Ve nuestras necesidades y se preocupa por satisfacerlas, como tus padres hacen contigo. Incluso por la mermelada que te gusta y te peleas con tu hermano Pablo, Él se preocupa. Todas las obras de nuestro bueno Cristo, Dimitri mío, se basan en la agapi (amor incondicional) y la justicia. Se basan en el sacrificio.
-¿Y qué es el sacrificio? pregunté.
-Sacrificio, querido Dimitri, es pensar siempre en cada una de tus praxis, acciones y cómo debes actuar para estar bien con Dios. Sacrificio significa no entristecer y herir a Cristo. Y hieres a Cristo cuando maldices e insultas, cuando dices mentiras, cuando, tratando de satisfacer un deseo tuyo, injusticias a tu prójimo, a tus padres, a tu hermano. Mira, ayer escuché que discutías con tu hermano Pablo por quién comería el último pedazo de pastel.
Por tanto, el sacrificio es alegrarte, Dimitraki, al ver a Pablo y a cada Pablo comiéndolo. Entonces debes saber cómo los ángeles descienden y celebran a tu alrededor una gran fiesta que alegra el cielo. ¿Has oído hablar del coro de los ángeles? ¡Si supieras qué melodías tocan y cantan! Oh, querido Dimitraki, si escucharas cómo el ángel guardián tuyo comenzó a cantar tan hermosamente cuando fuiste y le diste tu deuda al panadero por lo que habías robado. Glorificaba a Dios con un himno que hizo que todo el cielo se vuelva hacia ti. Nuestra Panaghía y los santos, encabezados por el gran mártir San Demetrio, habían organizado una danza. ¡Guau, qué bendición le diste a tu hogar! El mismo Señor te bendijo para que puedas producir buenos y dulces frutos en la vida. Te injertó, y de un olivo salvaje que eras, ahora te convertirás en un olivo tranquilo, sereno que dará frutos continuamente en el jardín de nuestro Señor Cristo, y muchas personas estarán saboreando tu misericordia y caridad. No pasará mucho tiempo antes de que veas a Cristo venir con tus propios ojos y te riegue con su χάρις jaris (gracia, energía increada) y el rico Espíritu Santo… ¡Oh, incluso es posible que también tú, cuando crezcas y termines tu servicio militar, te conviertas en un buen y excelente panadero! Sin embargo, todavía no sé qué tipo de túnica o uniforme usarás. ¿Blanca como la del señor Apóstoles o negra como la de los monjes?
-No planeo convertirme en panadero en mi vida, respondí ofendido. ¡Seré matemático!
-¡Oh! Ya que piensas en convertirte en profesor de matemáticas, entonces asegúrate de contar los cabellos de tu cabeza y dime mañana cuántos son finalmente.
El treloYannis tenía una manera única, como todos los que lo conocían descubrieron que podía transmitir las cosas más serias con humor, lo que todos consideraban locura, tontería, pero al final, al investigar a través de las historias de aquellos que lo conocieron, te dabas cuenta del alcance de su sabiduría divina, con la cual el Dios Tríadico lo había dotado.
El señor Pantelis, el mortero, el libro de Salmos y las bendiciones.
El señor Pantelis, el tendero, llamó a Katerina unos días después del funeral.
-Ven, querida Katerina, eres una estudiante inteligente y yo, con mis locuras, no domino bien la escritura. El señor Anastasios se burlará de mí por mis incoherencias y errores ortográficos, y seré objeto de burla en todo el vecindario. Así que siéntate y te contaré mis locuras de este bendito y bienaventurado loco (divino). Aquí, toma un lápiz para que puedas tomar notas. Dios sabe cómo no le pusieron la túnica de loco por las cosas que hacía entonces. Toma papel y lápiz para que puedas escribir lo que te contaré.
Tal vez todavía no habías nacido cuando el treloYannis llegó y vivió con su madre enfrente. En aquel entonces, él era joven. Al principio, no hablaba mucho. Nuestro barrio en ese entonces era muy bonito. No había edificios de pisos y cada casa tenía su propio jardín. La señora Tasia les alquiló dos habitaciones para quedarse. La madre del treloYannis, la señora Maria, era modista y Yanis-Juan al principio solía arreglar jardines. Sabía podar muy bien. Recuerdo cómo a menudo cortaba rosas, hacía ramos de flores y los llevaba a las casas y tiendas. ‘He aquí, toma señor Pantelis’, me decía, ´colócalos en el mostrador para embellecer tu tienda de alimentos, ya que va y viene mucha gente para que lo vea hermoso’.
“¿Qué jardín has arruinado esta vez?” le decía yo. Y él solía decir: «Las flores son de Dios… Y todos los jardines pertenecen al Todopoderoso. Pequeños paraísos, pequeños paraísos. Y el ramo de flores que te traje es como una imagen del paraíso. Las rosas perfuman bien y nos animan también a nosotros los pobres a perfumarnos como las reliquias de san Demetrio, la flor de Tesalónica, y todos nuestros santos. Somos flores, señor Pantelis, los seres humanos… ¡Lo canta Kazantzidis, que tanto te gusta!».
Empezaba entonces a cantar, Katerina, fuerte. Todas esas tonterías y palabras no las tomaba en serio. Pero desde anteayer, cuando los escuchaba a todos ustedes hablar sobre el loco (divino) en el funeral y en la misa en la Iglesia, empecé a recordarlas. Entendí que sus locuras esconden un tesoro y ahora me pregunto, como dijeron ustedes en la Iglesia, quién finalmente es el verdadero loco y chalado perdido. ¿Él o nosotros?
Él, mi querida Katerina, siempre estaba bien dispuesto a cumplir cualquier deseo y corría a servir a todos. Nunca pedía recompensa ni intercambio. Y si alguien por pena le daba de comer lo regañaba, entonces el loco divino se agachaba y besaba sus manos y pies. «Que Cristo te dé mil bendiciones», solía decir. Podías verlo, Katerina, corriendo sin cesar por todo el vecindario. Así que cuando el señor Apostolis abrió la panadería, lo contrató para trabajar. Y hasta que envejeció y se jubiló, no dejó de trabajar en la panadería.
El señor Pantelis dio un sorbo de café, respiró profundamente y continuó.
-Leía en voz alta sus oraciones debajo del gran pino en el patio de la señora Tasia. ‘¿Eres un sacerdote, Yannis, que rezas todo el día y la noche?’ le decía. Y él me respondía que lo hacía para que la señora Tasia, que era sorda de un oído, pudiera escuchar y para que los bichos malos que anidaban en las casas y tiendas se fueran. Pensé que el salero no estaba en sus cabales. ‘¡Eh! Ustedes, los de las islas, tienen una gran dosis de locura. Pero tú, Yannis, eres completamente loco de remate’, le decía una y otra vez. Él inclinaba la cabeza y no hablaba.
Un día, querida Katerina, creo que fue en los primeros días en que se mudaron a su pequeño apartamento, el bienaventurado y bendito difunto entró a mi tienda sosteniendo un mortero. Sabes, el mortero es una madera gruesa con la que las amas de casa golpean a las alfombras cuando las lavan. Comenzó a pasearse por la tienda y a golpear el aire con el mortero. Luego arrojó un golpe encima del saco de frijoles. ‘Vas a arruinar mi tienda, loco. ¿Qué te ha pasado? ¿Se te ha soltado algún tornillo?’, le dije en tono severo y corrí para expulsarlo.
«Estoy persiguiendo al demonio del robo y se escondió en tu tienda. Pero a dónde va a ir, lo encontraré y lo expulsaré para que vuelva detrás del sol, en las montañas salvajes y en los prados», me dijo. Lo eché y le dije en tono firme que no volviera a entrar en mi tienda. De hecho, fui y encontré a su madre y le dije: ‘esto y eso es lo que sucede, señora Maruso, con su hijo’. La insté también a llevarlo a que lo vea algún médico. Ella me dijo que Yannis veía con los ojos de la psique-alma y que la locura que manifiesta era dulce y útil para el vecindario. ¡De tal palo tal astilla! pensé saliendo de su casa.
Un día me trajeron una mercancía a la tienda, el bendito, que no guardaba rencor por lo que le dijeras, corrió a ayudarme a ponerla dentro. Y aunque no tenía a nadie más y tenía mucha gente en la tienda, lo dejé, aunque en el fondo yo guardaba resentimiento. Al día siguiente, después de que se hubiera tomado confianza, vino de nuevo a la tienda llevando un saco de frijoles.
«Señor Pantelis, estos frijoles los enviaron desde nuestra isla. Nosotros en familia somos solo dos y no los necesitamos. Por eso mi madre te ruega que los ofrezcas a los pobres que vienen a comprar en tu tienda. Si alguien te pide un kilo de frijoles, ponle también medio kilo más como ofrenda por nuestros difuntos (familiares fallecidos)… Distribúyelos tú entre los pobres que vienen a comprar», dijo.
Antes de que me diera riempo a responder, el loco (divino) se esfumó. Al principio pensé en venderlos y darles el dinero, ya que eran personas pobres. Pero, dado que eran para sus difuntos, hice lo que me pidió el loco. Así que a quienes pedían frijoles, les daba medio kilo extra para los difuntos del bendito loco. La gente me agradecía mucho. Lo curioso es que el saco que había comprado se vendió por primera vez en la historia en cinco días. Nunca había sucedido eso. Entró, mi querida Katerina, una nueva clientela en la tienda.
Una tarde, pues, una vez más, vi frente a mí al loco alborotador. «Lo hemos echado el demonio, Sr. Pantelis, lo hemos echado», decía saltando de arriba abajo lleno de alegría. Cosas incomprensibles, en aquel entonces consideraba todo esto como locuras, pero ahora lo veo desde una perspectiva diferente. Sin embargo, me acostumbré a poner un poco más de peso en las bolsas para mis difuntos: «por mi madre Areti y mi padre Agisilaos», decía. Así, me pusieron el apodo, el «Sr. Pantelis, el tendero “generoso». Se convirtió en mi costumbre, gracias a la locura del difunto, dar un regalo a cada cliente, pero también llenar las bolsas de las familias pobres de nuestro vecindario. Cuantas más bolsas y regalos daba, más trabajo tenía la tienda.
Pero ahora, mi querida Katerina, entiendo cómo el difunto me enseñó a trabajar de esa manera. Me enseñó a no robar y a no engañar a los clientes. Por eso es verdad que antes de que llegara el caos del alboroto por el mortero al almacén, eso es lo que hacía.
De hecho, reconozco que, a pesar de que abrieron un supermercado en el vecindario, el negocio en la tienda no disminuyó en absoluto. Ahora me doy cuenta, después de tantos años, del alcance de la bondad del bendito difunto. «Vamos al “generoso” tendero a comprar», decían todos. Así que se desmintió mi temor de que los supermercados hundirían a la tienda de alimentos. Nunca, mi Katerina, tuve problemas económicos. Después de la liturgia en la Iglesia en memoria del bendito difunto y todo lo que escuché, medí de manera diferente las locuras de treloYannis y me di cuenta de que todo menos locuras eran…
El de entonces duro Sr. Pantelis se rompió. Empezó a llorar como un niño pequeño. Espontáneamente, Katerina lo abrazó y también comenzó a llorar junto a él.
-Perdóname, Katerina, pero no puedo seguir más. Vamos, te he cansado mucho, continuaremos en otro momento. Se secó las lágrimas de los ojos y entró rápidamente en su tienda.
-Vendré mañana, Sr. Pantelis, para que me cuentes el resto – dijo ella mientras se iba de la tienda de alimentos.
Al día siguiente, temprano en la mañana, Katerina corrió a la tienda de alimentos. Pero, la encontró cerrada y se preocupó. El señor Pantelis siempre la abría casi al amanecer. Tenía tanta ansiedad por escuchar a Pantelis contarle esas hermosas historias que tenía con la relación con el difunto treloYannis.
Toda la noche había estado escribiendo. Subió a su casa y se sentó en el balcón, ignorando el frío intenso. Miraba constantemente hacia la calle esperando la aparición del señor Pantelis. No pasaron ni diez minutos hasta que apareció el Señor Pantelis. Sin embargo, para Katerina le pareció mucho tiempo. Bajó rápidamente. Vio a señor Pantelis feliz. Él se sorprendió por la aparición matutina de Katerina. Antes de que pudiera preguntarle, ella le dijo:
-Mi querido Pantelis, no pude cerrar los ojos toda la noche por tus historias de ayer sobre esta sagrada psique-alma de nuestro vecindario. Escribí todo lo que me has contado con todo detalle. Así que vine a leerlo, por si acaso quieres agregar algo más o corregir algún error mío… Bajé temprano a tu tienda, pero la encontré cerrada y me preocupé.
-¡Oh, querida Katerinaki, te metí en un gran lío! Mira por donde, entonces cuando debería aprender a escribir bien, ¡solo estaba mirando el juego! Me demoré, mi querida niña, en llegar porque fui al cementerio a saludar al bendito difunto Yannis. Le llevé un ramo de rosas, igual que las que él solía traerme a la tienda. No sé qué me pasó y empecé a hablarle como si todavía estuviera vivo. Le pedí que me perdonara por no comprender su gran agapi-amor. Le agradecí por sus favores en nuestro vecindario.
Pero no te voy a ocultar, querida Katerina, que también le canté un poco. «¡Vaya, loco!» le dije, «porque mientras vivías no nos revelabas tu valor. Ni siquiera supimos de dónde son tus orígenes». Nos habías dicho que provenías de las inolvidables patrias, de Karabournaki de Esmirna, y cómo habíais pasado después de la Catástrofe de Asia Menor y el intercambio de poblaciones en Mitilene. Por supuesto, a decir verdad, quién en la actualidad se preocuparía por un loco perdido. Te escondías de nosotros, querido gamberro, pero he aquí, ahora aunque sea después de l a muerte, te descubrimos. Ahora que te has ido, hemos comprendido tu valor».
Me emocioné y empecé a llorar, mi querida Katerina, y por eso me retrasé un poco. Pero cuando volvía hacia la tienda, comencé a escucharlo hablándome como antes. Creía que estaba soñando. Me preguntaba si también me habría contagiado de la locura del bendito difunto. Pero en verdad, durante todo el camino desde el cementerio hasta la tienda, lo escuchaba. Cosas extrañas… Me daba consejos y me decía cosas extrañas… casi como Cristo y la Panaghía entrarán en la tienda como clientes. «No olvides, querido “generoso”, tus bendiciones hacia tus clientes. Debes tener como primera preocupación tus regalos y ofrendas a todos tus clientes, ricos y pobres. ¿Qué te crees que solo tú pondrás apodos a los demás? ¡Ha llegado el momento de que los demás también te pongan apodos!… ¿Escuchas bien, querido “generoso”?, ahora, el loco es también uno más de tus difuntos. Aprendí un secreto del Señor y corrí tan pronto como te vi y me trajiste flores para susurrártelo. Nuestro Señor Jesús Cristo vendrá a encontrarte y conversará contigo. Lo mismo hará nuestra Santísima Madre, Panaghía. Debes saber, mi “generoso” tendero, que se presentarán como clientes a tu tienda. Sería una pena que se fueran sin bendición…»
Me dijo muchas cosas más. No voy a preocuparme por lo que hicieron o hacen los sacerdotes, y no olvidaré ir a la Iglesia todos los domingos, confesarme y participar de la Divina Comunión/Efjaristía.
«He rogado, querido “generoso”, para que nuestro Señor te dé un mortero fuerte como bendición, para que ahuyentes a los malvados (demonios). Para golpearlos y evitar que entren en la tienda y la contaminen. Y Él me dio el más fuerte para traértelo. Míralo, lo tienes a lado tuyo junto a ti».
Cosas extrañas están sucediendo, mi querida Katerina. Te digo que escuché claramente la voz del divino loco, tan claramente que no te ocultaré que me pregunté si también me había contagiado de su locura. Pero al mismo tiempo me sentía muy contento y alegre.
-Ojalá que todos heredáramos esta bendita locura (divina), querido Pantelis. Ojalá todos tuviéramos en nuestras casas un mortero para ahuyentar a los malvados, dijo Katerina. Antes de que terminara de hablar, vieron que venía el señor Anastasio desde enfrente. Tenía dos libros encuadernados en piel.
-Os vi hablando desde el balcón y pensé en traerles como regalo dos libros de los Salmos para que los tengan en su casa y los lean, para que ahuyenten a los malvados, como decía el bendito difunto», y se los ofreció.
-Llegaron también los morteros de los que hablábamos, Katerina, dijo Pantelis sin darse cuenta.
-Has elegido un buen piropo para adornarme a primeras horas de la mañana, Pantelis, respondió el señor Anastasio, visiblemente enfadado.
-«No se refería a ti, Anastasio, sino a los libros. Los llama morteros, corrige Katerina intentando evitar el malentendido.
-No, no se puede llamar mortero el libro de Salmos, añadió el señor Anastasio claramente sorprendido.
-¡“Mortero” es para los malignos (demonios) y muy fuerte! Tráelo para que lo ponga al lado de mi caja, dijo entonces el tendero y casi se lo arrebató de la mano al señor Anastasio.
-¡El otro es para ti, Pantelis, porque tiene letras más grandes! Este es para Katerina», dijo siempre confundido el señor Anastasio.
-Siéntate y te haré un café y te contaré sobre los morteros, dijo el señor Pantelis el tendero y se levantó para hacer café. Katerina comenzó entonces a relatar lo que le había dicho el señor Pantelis. El señor Anastasio se persignaba constantemente y decía: «Grande eres, Señor, y maravillosas son tus obras».
-Espera, Anastasio, te vi haciendo constantemente la señal de la cruz mientras preparabas el café y me preguntaba qué estabas diciendo.
-Estábamos diciendo que el bendito difunto se había santificado y que tú, Pantelis, tuviste la oportunidad de escucharlo por primera vez después de su partida, respondió él.
-No solo lo escuché, sino que me reprendió bien. Aquí entre nosotros, me hizo muy bien. Me golpeaba como el mortero en la cabeza donde realmente duele. Me habló sobre mi esposa y mi hijo Jaralambos. A Katerina, Anastasio, le dije lo que debía decirle; el resto se lo diré al padre Vasilis. Solo me pregunto si soportará lo que le diré y no me eche a patadas en la calle… No descarto que me imponga algún tipo de anatema… No me salvo ni siquiera si ofrezco toda la tienda. Pero ahora que lo recuerdo, espera, Anastasio, te daré dos cajas de galletas y algunos lápices para que repartas entre los niños del hospital al que vas.
Siguió un silencio fúnebre, que se debió principalmente a la curiosidad sobre el resto del contenido de la conversación entre el santo Yannis-Juan y el tendero. La curiosidad se disipó con el regreso del señor Pantelis.
-Me pregunto después de todo lo que me dijo sobre toda mi vida. Lo dice el himno: «Tomamos nuestra vida equivocadamente». ¡Maldita sea, qué vida hemos tomado! ¡Hemos firmado un contrato en blanco no escrito con el diablo por nuestra ignorancia! ¡Lo hemos derrumbado todo de manera literal! ¡Dios mío, estamos a un paso del abismo! Me pregunto cómo Dios nos soporta. Solo te diré como confesión para que imagines los crímenes que he cometido. Conoces a mi hijo Jaralambos.
-Cuando era pequeño lo veíamos frecuentemente. Ahora hace varios años que no lo veo y supongo que está estudiando. Como veía que te enojabas cuando te preguntaba, lo evitaba, dijo el señor Anastasio.
El señor Pantelis dio un sorbo al café, bajó la cabeza y comenzó a hablar sobre Jaralambos.
-Mi hijo, mi niño mimado, al contrario que mi hija Urania, se ha distanciado de nosotros hace varios años. Huyó de nuestra casa y vive solo en Tesalónica. Habla raramente, solo con Dimitra, mi esposa, quien hasta hoy me consideraba como el responsable de la trayectoria de Jaralambos. Mis reacciones siempre causaban discusiones y peleas. Así que decidí no hablar sobre ese tema. Pero el loco (divino) por la mañana lo ha sacado a flote. «Mira, “generoso” tendero, tienes bendiciones para todos, pero para tu hijo fuiste un tacaño», dijo el bendito difunto.
«¡Pero le di todo! ¡Pagué sus estudios, le compré un auto! ¡Me sacrificaba por Jaralambos! No le faltaba nada y él me llenó de amargura. Se ha liado con una chica y lo ha dejado todo todo. Pero deja este tema, en este asunto, treloYannis, estás equivocado», le respondí.
El bendito difunto sonrió y continuó:
“Pantelis, puede ser que todos los tesoros del mundo que le diste a Jaralampos no significan nada en comparación con el tesoro que no solo ocultaste, sino que también lo vendiste por una tontería. Y el tesoro es nuestro Cristo y Sus mandamientos. Porque, Pantelis, tu intención era empujar a esa psique-alma hacia la prostitución. Toda esta situación se debe a un descuido tuyo. ¿No te sorprendas? ¿Recuerdas cuando, a la edad de apenas catorce años, le diste dinero y lo animaste a ir a una casa de tolerancia (prostíbulo) para convertirse en hombre y deshacerse de los molestos granitos de su rostro? Tu acción equivalía a un contrato con el terrible demonio de la prostitución.
Desde entonces comenzaron sus problemas, así como los problemas y las peleas en casa. ¿Puedes darle pasto a un corderito que todavía bebe leche para que crezca y se fortalezca? Tienes tu parte de responsabilidad como padre en los abortos de las tres chicas, las novias de tu hijo. No solo fuiste cómplice moral de esos asesinatos, sino también el principal financiador, ya que el dinero provenía de la propina que le dabas. Te apresuraste a convertir a un niño indefenso en un hombre. Forzaste la madurez prematura con el resultado de que los frutos que cosechas sean amargos.
Por supuesto, Pantelis, tus buenas acciones en la tienda y tus bendiciones han evitado lo peor. Me dirás que como tú piensan la mayoría de los padres hoy en día, que consideran la educación sexual temprana como progreso y se enorgullecen de ello, como lo hacías tú enorgulleciéndote por tu niño mimado Jaralambos.
De hecho, como tú, en ignorancia de ellos, se convierten en promotores inconscientes de la prostitución desde el vientre materno. En lugar de hablar de Cristo y contar las hazañas de nuestros santos, discuten frente a los niños sobre amores pasajeros, prostituciones y lujurias. No comprenden cómo están abogando por la disolución de la ley de Dios. Ve a encontrarte con Jaralambos, pídele perdón y vuelve a abrir la puerta que le cerraste. Ve también al padre Basilio a confesarte para que se abra la gran puerta de la felicidad, el Paraíso, y restaurar la sonrisa en esta pobre y lastimada Demetra», dijo conmovido el señor Anastasio.
“Ni siquiera sé dónde vive Jaralambos».
«Tu esposa y tu hija lo saben. Demetra siempre ha mantenido abierta la puerta para Jaralambos. Ve a conocer también a tu futura nuera. Y no olvides, querido “generoso”, darle lo que es necesario para celebrar la boda de los jóvenes. ¡Ya es hora de que también tengas un nieto para enseñarle a dar bendiciones, como tú!»
-No fui un buen padre, Anastasio mío, pero ahora haré exactamente lo que me dijo el treloYannis y espero recuperar la paz en mi hogar. Romperé el contrato con mi oponente con una confesión, como me aconsejó el bendito difunto.
«Decíamos loco a Yannis pero en la realidad otros son los verdaderamente locos en nuestro vecindario, conmigo como su líder de todos. Pero ha llegado el momento de cambiar de rumbo y dirigirnos con todas nuestras fuerzas hacia el Cristo olvidado y malinterpretado, y hacia la riqueza de nuestra Ortodoxia», agregó muy emocionado el señor Anastasio.
Pasaron dos o tres días desde la última conversación en la tienda de comestibles cuando el Sr. Pantelis sacó un billete para Tesalónica. Iba a encontrarse con su hijo Jaralampos y restablecer su relación. Seguía los consejos del bendito difunto Yannis y también del padre Vasilis, con quien se encontró y se confesó.
Mientras viajaba en el tren, leía el Salterio y rezaba para que Jaralampos aceptara su disculpa. Un incidente extraño, como más tarde le contó a Katerina, marcó su viaje. Mientras leía, una joven que estaba sentada tres o cuatro asientos más adelante, comenzó a quejarse y a gritar. Al principio no le dio importancia y pensó que había sucedido un malentendido con el viajero de al lado. Pero cuando el Sr. Pantelis vio al inspector acercarse, se sorprendió.
-Querido señor, ¿puede dejar de leer ese libro porque está molestando? le dijo al señor Pantelis.
-¡Pero si lo leo con mi mente, interiormente!» respondió él, claramente desconcertado.
¿Cómo es posible que la joven se sienta molesta? Tanto el Sr. Pantelis como los demás pasajeros estaban sorprendidos y desconcertados. Uno de ellos incluso gritó: «Si la joven se siente molesta, que cambie de vagón…» Realmente, la desconocida chica fue trasladada a los vagones traseros porque no podía soportar el Salterio. En ese momento, el Sr. Pantelis encontró la oportunidad de dirigirse a los desconcertados compañeros de viaje.
-Hasta ayer, también yo junto con vosotros ignoraba el poder de los Salmos del profeta David. Hasta ayer, yo también me sentía perdido como ustedes. Pero ahora, especialmente después de este incidente, les digo algo: el Salterio actúa como un mortero o martillo que ahuyenta los demonios de encima de nosotros y de nuestro entorno. Así lo decía un santo que vivió en nuestro vecindario. Queridos cristianos, la joven estaba siendo atormentada por algún demonio que no pudo soportar la lectura del Salterio. Fue el demonio gritó y no la pobre chica.
Algunos de las palabras del señor Pantelis se persignaron, mientras que otros lo miraron con desprecio.
-Ojalá conocieran al bendito difunto para que les hablara sobre cómo funciona el Bondadoso Dios. Yo no sé mucho sobre la Iglesia, pero he presenciado muchos milagros. Y un milagro me guía ahora a Tesalónica.
Gracias a este incidente, el tendero se sintió inspirado y narró la vida del loco Juan, treloYannis. Así, no solo se disiparon las preocupaciones sobre si su hijo lo aceptaría, sino que su viaje transcurrió agradablemente.
Tan pronto como llegó a Tesalónica, sintió el deseo de ir primero a San Demetrio para venerar y suplicar su ayuda para restaurar las relaciones. Su hijo tenía alquilado un apartamento que estaba detrás de Santa Sofía.
Esta peregrinación a San Demetrio fue diferente a las anteriores para el transformado tendero. Ya había visitado Tesalónica antes, ya que el origen de su esposa es de allí, pero nunca había sentido la fragancia de su patrono, San Demetrio. Le rogó a San Demetrio que lo acompañara. «Sé que soy el más miserable de la tierra. Nunca fui un buen cristiano. Todas las transgresiones que he cometido mientras tú desprendes fragancia, yo huelo como un pescado podrido. Incluso el padre Vasilis me lo dijo, Santo Demetrio, que el olor del pecado se ha convertido en costra y necesita cincel y mortero para que se vaya. Pero ven, tú, Santo Demetrio, con tu fragancia, a ayudarme a traer de vuelta a mi hijo a casa». Esto fue lo que dijo el “generoso” tendero y se dirigió hacia la casa de Jaralampos. Antes de llamar al timbre, se persignó por última vez y tomó un respiro profundo. Desde el interfono del piso respondió una voz femenina:
-Soy el padre de Jaralampos de Atenas.
La puerta principal se abrió y, junto con ella, se abrió una puerta en la planta baja del edificio de apartamentos, donde vivía su hijo, y apareció una choca joven.
-Pasa usted. Jaralambos vendrá de un momento a otro. Se ha ido un momento en el supermercado. Le estábamos esperando. La señora Dimitra nos informó. Soy la novia de Jaralambos. Me llamo Paraskevi, dijo sonriendo.
Al principio se sentía incómodo e inconsciente, y le dio tres bolsas con compras que había traído desde Atenas proponiéndola que las colocara en la cocina. La casa estaba ordenada, lo que indicaba que la chica era una buena ama de casa.
-¿Le preparo café o empiezo a poner la mesa? He cocinado pollo guisado con pasta.
Pidió tomar un café, más por incomodidad. En ese momento, la puerta se abrió y entró Jaralambos.
-Papá, bienvenido -dijo y lo abrazó.
El señor Pantelis lo abrazó y lo apretó en sus brazos como cuando era niño. Las lágrimas brotaron de sus ojos y un nudo se le formó en la garganta, impidiéndole hablar. Jaralambos también comenzó a llorar de alegría.
-Hijo mío, no fui un buen padre. ¿Me perdonarás por todo el dolor que te causé?
Aunque Jaralambos había sido informado por su madre sobre el cambio en el antiguo y duro señor Panteli, no podía creer tan grande cambio. Veía a un hombre diferente sensible, tierno y amable en lugar de su padre sombrío, brusco y duro de corazón. El señor Pantelis lo besaba, lo acariciaba, le tomaba la mano y lo miraba constantemente con los ojos llenos de lágrimas.
-Siempre he sentido lo mucho que me faltas, Jaralambos, pero el egoísmo no me permitió corregir el mal que te hice. Que Dios bendiga al “loco” Giannis, treloYannis, dijo el señor Pantelis.
La emotiva atmósfera fue interrumpida por Paraskevula.
El café está listo. Te pongo también una cucharada de dulce de uva para que lo pruebe.
¿Conociste a Paraskevi? ¿Qué te parece, padre? ¿La aceptarás como nuera? Es una buena chica y…
-Si mi hijo la ama de verdad, la amaré como a mi propia hija -respondió el señor Pantelis.
-Tenemos tiempo para hablar de eso. Ahora usted tómese su café, dijo Paraskevi, que en ese momento se había sonrojado de vergüenza.
-Ven cerca de mí, buena chica. Ven a que os abrace a los dos, completó el señor Pantelis, llevando a Paraskevula hacia él. La hermosa escena familiar fue interrumpida por Jaralambos diciendo:
-Oh, padre, ¡que sepas cuánto me has faltado a mí también! Cuánto me faltaron tus voceríos, tus bromas y tus travesuras.
-¡Esas cosas ya terminaron! Olvidémoslas. Ahora tenemos otras cosas que ver, como tu matrimonio con Paraskevula. No deben vivir lejos de la bendición de Cristo y ser una carga para mí. ¿Dónde están tus suegros?
-Mis padres viven en Tesalónica y se oponen a mi relación con Jaralambos.
-Todo se solucionará, mi querida Paraskevi. Todo lo arreglará nuestro Cristo, nuestra Panaghía y San Demetrio. Tengo un buen intercesor en el cielo, el loco Giannis, treloYannis. Él cuida de nosotros. Jaralambos, llama a tu madre para que le demos las buenas noticias. Ahora habrá vuelto y casa y debe estar preocupada.
La alegría de la señora Dimitra no se podía describir cuando se enteró de todo. Ella tampoco podía creer cuánto había cambiado su esposo.
Como por arte de magia, los padres de Paraskevi cambiaron de opinión después de la conversación que tuvieron con el señor Pantelis. Aceptaron a Jaralambos en su casa como su futuro yerno. De hecho, se programó la boda después de la insistencia del señor Pantelis.
Según confesaba más tarde a Katerina el “generoso” tendero, el tiempo que pasó en Tesalónica fue uno de los períodos más felices de su vida. Saltaba, cantaba y leía con alegría el Salterio, que abría caminos de felicidad.
De hecho, queriendo confirmar el apodo o sobrenombre “kuvarntas, el generoso” tendero, no solo compró comestibles para Jaralampos y Paraskevi, sino que también les anunció que tenía la intención de comprarles también un piso como regalo de boda.
La asistencia a la Iglesia de San Demetrio.
Todos los días de su estancia en Tesalónica, se preocupaba por leer el Salterio. De hecho, compró tres salterios y el Nuevo Testamento, y los ofreció como regalos de bendición a su hijo, su nuera y sus consuegros. Pidió que lo leyeran a diario y que no olvidaran asistir a la Iglesia con frecuencia.
-Los problemas, Jaralampos, que surgieron en nuestra familia se deben exclusivamente a mí. Desconocía el tesoro llamado Ortodoxia. Consideraba conservadora a la Iglesia y me metía con los sacerdotes. Giraba las espaldas a Cristo y firmé un contrato en la ignorancia con el Diablo, jugando con el Evangelio. Todo lo veía mal en la Iglesia para justificar mi actitud.
Pero la locura de un “loco” (divino) me ayudó y me despertó del letargo.
-No te reconozco, padre. ¡Cuánto has cambiado tanto! Aunque difiero en algunas de las cosas que dices, sin embargo no te oculto que me gustas tal como eres ahora. Me caes bien, como decimos nosotros los jóvenes…
-Si es así como dices, entonces ven conmigo el domingo a la Divina Liturgia en San Demetrio.
-Tenemos un domingo para descansar y dormir un poco, pero está bien, no te estropearé el gusto. Iremos junto con Paraskeví.
La sonrisa de satisfacción del señor Pantelis llegó como un sello a raíz de toda la conversación. Así no se dio continuidad. Lo único que murmuró el tendero fue una súplica al treloYannis. «Tal y como arreglaste todo hasta ahora, estoy seguro de que arreglarás el resto también, para fortalecer la fe en mis hijos».
Desde las primeras horas del domingo, el señor Pantelis se levantó y comenzó a leer los salmos del Salterio en los versículos correspondientes (2º, 3º y 17º). También leyó el Polyeleos y comenzó a vestirse. Paraskevula se dio cuenta de que había despertado y se levantó temprano. Trató de despertar a Jaralampos, quien les dijo que vendría más tarde porque no puede escuchar salmos temprano en la mañana. Sin embargo, la súplica de Paraskevula y el cariño que la acompañó cambiaron su opinión.
Así, el sonido de la primera campana los encontró camino a la Iglesia de San Dimitrios. Entraron y el señor Pantelis, después de encender velas para todos y saludar a las sagradas iconas/imágenes con reverencia, fue y se situó en los asientos detrás del analógion o atril derecho. Jaralampos y Paraskevi se situaron en el mismo lado, hacia la parte trasera, hacia el lado del Narthex.
Había terminado la lectura del exápsalmos (seis Salmos) cuando Jaralampos vio a un joven lozano acompañando a un anciano sentándose junto a su padre, el joven a su derecha y el anciano a su izquierda. El anciano pareció decirle algo al oído y lo golpeó ligeramente en la espalda, como un saludo, sonriéndole. Luego los dos entraron al Santo Altar.
-¿Cuándo, Paraskevula, le dio tiempo a mi padre para hacer amistades?
-¿Qué amistades? No entiendo de qué hablas, respondió Paraskevi.
-¿No los viste acercándose y conversaron con él?
-Jaralampos, parece que aún estás durmiendo. ¿No ves que tu padre está sentado solo?
-Ahora está solo, pero antes no lo estaba.
-¡Bien! Detente de hablar ahora, hablaremos después de la Divina Liturgia.
Durante toda la Divina Liturgia, el sacristán Pantelis no dejó de agradecer a su amigo, al santo Yannis-Juan del vecindario, y al Santo Demetrio. En algún momento, como si escuchará su voz, sintió que lo tocaba en la espalda.
«Lo logramos, “generoso”. Viste qué arma invencible es el “mortero” que te di. Nuestro Señor lo ha arreglado todo. También ayudó el Santo Demetrio», dijo el treloYannis. Le habló que entonces que regresaba del cementerio, cuando llevó las rosas a su sepulcro.
La cara de Pantelis brillaba literalmente de alegría cuando salieron de la Iglesia de San Dimitrios. Estaba muy contento y la felicidad de su cara no se podía esconder. Abrazó a Jaralampos, lo saludó y le dijo en voz baja:
-Hoy me ayudaste a enmendar…
¡Gracias!».
Jaralampos sugirió ir a tomar café en la playa, en la Torre Blanca. Mientras estaban tomando café, encontró la oportunidad de preguntarle:
-Padre, vi que hiciste amigos en Tesalónica. ¿Eran los sacristanes de Agios Dimitrios?
El señor Pantelis se sorprendió y le dijo que no habló con nadie durante toda la Divina Liturgia.
-¡No me vuelvas loco! Los vi con mis propios ojos. Había un anciano y un joven. En concreto, el anciano te dijo algo al oído y te golpeó amistosamente en la espalda. Luego ambos entraron al altar.
-¿Cómo era el anciano?», preguntó ahora con mayor curiosidad.
Cuando Jaralampos comenzó a describir las características del treloYannis, el señor Pantelis se estalló.
-¡Dios y Señor! Me hablas sobre bienaventurado, el loco Juan, el treloYannis pudo balbucir. ¡Oh, cómo te ha honrado el Señor ver esto! ¿Cómo era el joven? ¿Quizá tenía la altura de San Demetrio?
-No lo vi en el rostro, pero ahora que lo dices, sí, me recordaba a San Demetrio.
-Hijo mío, lloro porque yo el insensato todos estos años te he privado de todas estas maravillosas experiencias, los hermosos encuentros celestiales y terrenales. Espero que ahora entiendas lo que sucede en la Iglesia y no prefieras el sueño del domingo. Ayúdame a mí el desgraciado a rectificar mis errores antes de cerrar mis ojos y partir de esta vida. Te pido un favor. No te ausentes de la Divina Liturgia de los domingos.
-Te lo prometo, padre, que no faltaremos los domingos de la Iglesia. Despertaré yo a Jaralampos y nos iremos temprano por la mañana, dijo Paraskevi, mientras Jaralampos asentía con la cabeza positivamente, sin poder aún comprender exactamente lo que había sucedido.
El regreso a Atenas
Los dos últimos días del señor Pantelis en Tesalónica la segunda ciudad en importancia transcurrieron alegremente. Jaralampos se encargó de llevarlo a rendir homenaje a la tumba del santo yérontas Paísios en el pueblo Suroti de Tesalónica. En el camino hacia la peregrinación, le preguntó sobre el maravilloso acontecimiento que le había sucedido en San Demetrio.
– Me cuesta creer todo lo que me cuentas. Sin embargo, lo que vi en la Iglesia de San Demetrio no fue producto de mi imaginación. Siempre creí que hay una fuerza superior que mueve los hilos. Pero, ¿no crees que esta fuerza superior haya sido reducida hoy a un producto de la cruel explotación por parte de los sacerdotes?
-Escucha hijo mío, dijo el señor Pantelis. Si me hubieras dicho todo esto hace dos semanas, no tendría motivos para no estar de acuerdo contigo. Incluso agregaría evidencias por mi parte que respaldarían lo que dijiste sobre la explotación del sentimiento religioso. Sin embargo, hace dos semanas falleció el treloYannis, un anciano amable y humilde en el barrio de nuestra tienda de alimentos. Un hombre al que personalmente consideraba un loco, un tonto. Pero me di cuenta de lo equivocado que estaba el día de su funeral y en los días siguientes, cuando noté y conciencié los milagros y las buenas acciones que hizo en toda nuestra vecindad. Fue entonces cuando empecé a avivar sus palabras y sus actos y reflexioné sobre todo lo relacionado con Dios. Hijo mío, el Dios en el que creemos no es una simple fuerza superior. Es el Dios Trino vivo, el Padre Creador, el Hijo Unigénito Jesús Cristo y el Espíritu Santo. Este Dios mueve los hilos en la humanidad. Es el Dios de la agapi amor incondicional y la misericordia…
-No te contradigo, querido padre. Pero me pregunto cómo permitió Dios que ocurran todas estas cosas que vemos. ¿Cómo permite tanta y tanta injusticia? …
-Jaralampos, Cristo fue crucificado y resucitó por nosotros, los pecadores, me decía el bendito difunto. Nos dio la luz de la verdadera vida y extendió Su mano para que lo sigamos. Pero nosotros le dimos la espalda. En esencia, le dimos la espalda a la justicia, la verdad, la alegría y la felicidad. Dios por respeto no nos arrastró por la fuerza, lo cual podría haber hecho fácilmente. Continuó imparablemente enviándonos mensajes a través de sus santos, sus ángeles y la Virgen María, Panaghía, mensajes de retorno, pero nosotros seguimos dándole la espalda. En esencia, preferimos pisotear el sistema que Él estableció con sus mandamientos y elegimos la injusticia. Entonces, la pregunta es si tú y yo, que juzgamos y hablamos tan fácilmente sobre la injusticia, quisimos o queremos aplicar las cosas que Él dice. Si nos hemos vuelto contra la corriente de la duda y hemos abrazado la fe, la Ortodoxia. Dios, cuando estemos cerca de él, no nos preguntará sobre lo que hizo nuestro prójimo, lo que hizo este o aquel sacerdote o líder. Nos preguntará qué hicimos nosotros. Hijo mío, hemos preferido la oscuridad de la ignorancia y hemos abandonado la luz (increada) del conocimiento, a la cual cualquier ser humano puede acceder si querrá acercarse con humildad y agapi-amor incondicional, incluso yo, el miserable tendero.
-¿Dónde aprendiste todas estas cosas teológicas, querido padre? ¡Hoy en día ni los sacerdotes hablan así! ¡Realmente me sorprendo!
-Estudios, Jaralampos, tengo pocos. Me considero analfabeto. Sin embargo, de nuestro santo vecino, Yannis-Juan, a quien ojalá conocieras, he aprendido especialmente en estos últimos días a confiar en Dios. De hecho, cuando él me instó de manera maravillosa venir a Tesalónica y enmendar nuestra relación herida, simplemente le pregunté: ‘¿Cómo lo lograré si he sido duro, sin corazón, brusco y desconsiderado toda mi vida?’ Y el bienaventurado y bendito me dijo: ‘Ve, y Dios, el Sumamente Bondadoso, pondrá en tu boca las palabras que debes decirle a tu hijo, siempre y cuando tengas contigo tu “mortero”, es decir, el Salterio, para alejar los malos espíritus y ser humilde’. Alabo a Dios porque me ha dado alegrías que nunca podría haber imaginado.»
Por primera vez, el señor Pantelis tenía que conversar tantas cosas con su hijo. Hablaron mucho y sobre varias cosas. Lo único que le rogaba y pedía al Dios Trinitario era que se preocupara por guiar a sus hijos en el camino de la verdad para que formaran buenas familias cristianas Ortodoxas.
En Suroti, Jaralampos fue por primera vez, al igual que el señor Pantelis. Casi no sabían nada sobre el santo yéronta Paísios. Los instó a ir el viernes, la nuera de él, quien les contó ciertos eventos milagrosos de su vida. Como se demostró finalmente, la peregrinación no fue solo casualidad, ya que una monja que servía allí al escuchar su amor por el Salterio les dio dos páginas relacionadas con los Salmos y su uso por parte del santo Arsenio de Capadocia.
Así que tanto el señor Pantelis como su hijo Jaralampos comenzaron a comprender el poder del Salterio. De hecho, el señor Pantelis se entusiasmó tanto que sacó fotocopias de esas páginas y las repartía a todos.
Antes de partir de Tesalónica, dejó discretamente un sobre con dinero para las necesidades de sus hijos sin que se dieran cuenta y regresó feliz a Atenas. La alegría y la felicidad regresaron a su hogar y tenía todas las razones para gloriarse en el Señor por los eventos maravillosos que habían ocurrido.
Cuando la señora Dimitra, su esposa, fue informada en detalle de lo que sucedió en Tesalónica por el propio señor Pantelis, no podía creerlo. Fue la primera vez en su vida que vio a su esposo actuar de esa manera.
-No es correcto, mi amada mujer, que consintamos y empujemos a nuestros hijos hacia la la lujuria (fornicación), abriendo la puerta al Diablo. Esto confirma diariamente el dicho: “Los pecados de los padres los hijos los heredan y los castigan”. Tenemos una gran responsabilidad en el camino y la vida de Jaralampos, pero también en la vida de nuestra hija Urania. No es suficiente asegurar lo necesario para vivir. No es suficiente hacerles sus caprichos. No necesitamos luchar para demostrar a nuestros enfermos egos que hemos tenido éxito como padres y obtener la aprobación de la sociedad y de nuestros amigos. Entendí algo importante, que solo entonces un padre puede gloriarse. Debemos guiar a nuestros hijos que vayan por el camino de Dios, deben seguir y hacer lo que Cristo nos ha dicho. Por eso, me gustaría pedirte disculpas por mi comportamiento hasta ahora. Me gustaría que me perdones por las aflicciones que mi egoísmo te causaba. También quisiera pedirte que cambiemos de forma de vida. Que nos convirtamos en personas de Cristo, como el treloYannis. Debemos buscar y tener un guía espiritual, para que nos confesemos y comulguemos con Cristo, vayamos regularmente a la Iglesia, oremos. ¿Tú qué dices, Dimitra?
-Querido Pantelis, veo que has cambiado radicalmente después del entierro del bendito Yannis-Juan, treloYannis. Como mujer, me gusta este cambio. ¿Y sabes por qué? Porque ahora ya siento una mayor seguridad al ver tu seguridad, alegría y resplandor en tu rostro. Hay otro viento soplando en la casa y en el negocio. La alegría que tenía y sentía al principio de casarnos finalmente ha llegado. Entonces, ¿cómo puedo decir no, mi Pantelis, a esta luz que literalmente te hace brillar en verdad?»
Estas cosas son las que dijo la señora Dimitra y le abrazó fuerte y lo besaba.
El divorcio de María
Entre las cartas que llamaron la atención del señor Anastasio, destacaban también la bendita hija de la bienaventurada difunta Stamata, María. María era una mujer de 55 años, divorciada, que criaba a dos hijos, Jará (Alegría) y Alexandro. Su esposo, Pedro, la abandonó después de ocho años de matrimonio, cuando los niños aún eran menores de edad. Ella se mudó entonces a la casa de su padre y, con la ayuda de su madre Stamata, se echó a la batalla de sobrevivir con sus hijos. Se centró en esta noble lucha y hoy en día se enorgullece de sus dos hijos.
Sin embargo, en esta lucha no estaba sola, como escribe. Siempre contaba con el apoyo del loco por Cristo, del Yannis-Juan. Y su desgracia fue que nunca entendió cómo él se escondía detrás de acontecimientos inexplicables.
«Conocí a mi hoy difunto esposo en la Escuela de Filosofía. Él estudiaba Arqueología y yo Filología. Aquellos años de estudiante fueron despreocupados e inocentes. Justo después de terminar la escuela, hablé con mis padres sobre Pedro… Mi padre tenía objeciones, relacionadas con el hecho de que Pedro aún no había terminado la escuela y debía muchas asignaturas. Sin embargo, quedé embarazada de Jará y en ese momento tuvieron que aceptarlo y consentir en nuestro matrimonio.
Los padres de Pedro eran pobres trabajadores de Komotini. Estaba en cinco meses de embarazo cuando los conocí. La señora Jarula, su madre, era costurera. El padre de Alexandros trabajaba en construcción y tenía períodos de empleo y desempleo. Sin embargo, le gustaba beber y era muy dependiente de la bebida. Mi suegra en realidad era quien mantenía la casa y gracias a ella Pedro logró ingresar a la universidad. Ella y su hermana desde Nueva York enviaban dinero a Pedro para sus estudios.
Justo después de nuestro matrimonio nació Jará. Mis padres nos ayudaron a alquilar un pequeño apartamento y contribuyeron a la compra de los muebles. Pedro prometió que terminaría sus estudios y encontraría un trabajo inmediatamente después. Hasta entonces, solicitó un margen de tiempo. Pasaron seis meses después del nacimiento de nuestra hija cuando quedé embarazada nuevamente. Nos costaba salir adelante. El dinero que ahorraba de las clases particulares no era suficiente para cubrir las deudas. Sin embargo, tenía esperanzas que todo cambiaría. Había presentado mis documentos para un puesto en Educación Secundaria y creía que una vez que Pedro terminara sus estudios y encontrara un trabajo, todo se solucionaría.
Con el nacimiento de Alexandros llegó también mi nombramiento en Educación Secundaria. Me asignaron como filóloga en una escuela de la provincia de Argólida. Pedro se negaba a acompañarme, pretextando las clases. Así que me vi obligada a alquilar un pequeño apartamento y dejar a los niños con mi madre. Subía a Atenas los fines de semana y los días festivos. Fueron tiempos difíciles.
Mis padres se preocupaban mucho por todo esto y comenzaron a darse cuenta de que Pedro no estaba maduro para asumir la responsabilidad de la familia. Le gustaba mucho dormir y trasnochar. Nuestra primera pelea con Pedro tuvo que ver con el hecho de que usó el dinero que le di para pagar facturas y una letra del préstamo para comprar muebles según los documentos.
Serví en Argólida durante dos años y luego me trasladé a una escuela en el Pireo. Prometí a mis padres que cuando volvería, ayudaría para que Pedro obtuviera su título y lo apoyaría para que se volviera en sí. Lo amaba mucho y creía que todo se arreglaría. No quería hacer nada que lastimara a mis hijos. Durante mi estancia en Atenas, Pedro comenzó a cambiar un poco. Aprobó cinco de las doce asignaturas y todo parecía estar mejorando. Incluso consiguió un trabajo como camarero en el barrio Paleó Fáliro. Dos sueldos y algo de ayuda de las clases particulares indicaban que todas las dificultades serían superadas.
Sin embargo, esto duró solo unos meses. Un día, Pedro volvió a casa borracho y comenzó a gritar y quejarse de su vida. Intenté calmarlo y en ese momento comenzó a golpearme. Los niños se despertaron por el alboroto y empezaron a llorar. Nunca había experimentado tal situación. Así que, temprano en la mañana, llevé a los niños a la casa de mis padres. Además, no podía ir a la escuela porque las marcas de los golpes en mi cara eran evidentes.
Mi difunta bendita madre perdió la cabeza cuando me vio. Allí conocí por primera vez al bendito y bienaventurado treloYannis, Juan el “loco”. Estaba sentado en el umbral de nuestro patio y sostenía dos juguetes, una muñeca que la ofreció a Jará y un automóvil para Alexandros. Mis hijos lo conocían, porque tan pronto como lo vieron corrieron hacia él y él comenzó a dar saltos… No le presté atención. Mi madre me instó a dejar a los niños en el patio, cuando me vio, dijo:
-Yannis, amigo, juega un poco con los niños, mientras yo vea un rato a mi hija.
Asintió afirmativamente y, tomando el automóvil de las manos de Alexandros, comenzó a moverse hacia adelante. En ese momento, mi madre dijo:
-Pobrecito, no está bien de la cabeza, pero es un buen chico y viene a hacernos compañía, juega con los niños. No lo temas. Venga, dime por qué estás alterada.
-Pedro, mamá, no es el hombre con el que soñaba. Ahora, tarde, entiendo lo acertado que estabas cuando te hablé de él, cegada por mis pasiones, que interpretaba como amor, emoción y afecto. Esperaba las cosas de una manera y han salido de otra. Ayer ocurrió el desastre, extendió la mano sobre mí y ahí están mis desgracias. Ni siquiera respetó a los niños. Llegó a casa borracho, gritando y nos avergonzó en el vecindario…»
-Hace tiempo, María, he notado que algo no va bien con nuestro yerno. Se comportaba de manera extraña, y no te oculto que cuando estabas en la provincia, rara vez venía a ver a los niños. Tu padre se entristecía por esta situación, pero no te dijo nada, esperando que Pedro algún día se volviera en sí. Afortunadamente, bajó al mercado y no te ha visto. ¡Quién sabe cómo actuaría!
Lloré y caí en los brazos de mi madre preguntándole qué hacer. Estaba desesperada y decepcionada. En ese momento, mi madre me instó a regresar a casa con los niños y hablar abiertamente con Pedro para ver si había alguna esperanza de solucionar la situación. Persígnate con los dedos y traga tu tristeza. Ve si hay margen para mejorar…
Entendí que mi padre no quería encontrarse conmigo en esta situación y empeorar las cosas…
Cuando salí al patio, vi al treloYannis corriendo a gatas y los dos niños montados en su espalda. En ese momento, Jará gritó:
-¡Mamá, el tío Yannis es nuestro burrito y nos lleva allí al final del patio para comprar un poco de ‘paciencia´!
Entonces el treloYannis comenzó a cantar: «Ten paciencia y el cielo se volverá más azul; ten paciencia, un limonero florece en el vecindario…» Entonces Jará se levantó y dijo:
«¡Mamá, con la paciencia que compraremos, haremos que el cielo se vuelva azul!.
-La paciencia es algo grande, mi María. ¡Es una virtud muy grande! Cristo la ama y ante ella los ángeles y los santos se inclinan. Cuánta paciencia tuvo nuestra Virgen María, Panaghía cuando vio a su unigénito Hijo encima de la Cruz. Soportó su tristeza por la violenta separación de su amado Hijo, nuestro Cristo, y fue recompensada grandemente. Fue digna de vivir su Resurrección y escuchar las campanas sonar alegremente. Y ahora, ella se encuentra en la eternidad cerca de Él.
La madre de Dios con la paciencia que «compró» de Dios alcanzó pintar todo el universo de azul. Y yo, el pobre burrito, busco con la Jará y Alexandros la Santísima Madre, Panaghía para darle un beso y pedirle dos o tres kilos de paciencia para convertirnos también en pintores del cielo…
Dijo esto y comenzó a cantar de nuevo.
– Querido Yannis, déjala con su pena y tristeza», dijo mi madre, y dirigiéndose hacia mí, me santiguó con su mano y me dijo: «Venga, con la bendición de Cristo, resuelve la situación. Los niños yo los mantendré a aquí.
«Besé a los niños, le eché una mirada investigadora al curioso vagabundo que jugaba con ellos y me preparé para irme. En ese momento, él se levantó, hizo una profunda reverencia ante mí y luego comenzó a hacerme la señal de la cruz, al igual que mi madre. Mis propios hijos hicieron lo mismo.
La imagen que contemplaba en esta situación me hizo sentir contenta. Quería reír. Sin embargo, pensé en lo que me esperaba y me fui con la cabeza baja hacia mi casa. En el camino, reflexioné sobre las palabras del treloYannis sobre la paciencia. Inconscientemente, comencé a rogar a nuestra Santa Madre, Panaghía para que me ayude. Habían pasado años que no pedía ayuda a Dios y a la Panaghía. De hecho, consideraba la oración como algo insignificante para las personas modernas. Yo creía en mi propia forma de Dios; lo veía vagamente como un poder superior. Y esto en una época en la que el ateísmo prevalecía como moda en mi generación…
Con estas ideas, crucé el umbral de la casa. Estaba decidida a hablar claramente con mi esposo, Pedro. Lo encontré todavía durmiendo. Así que me ocupé de algunas tareas en la cocina. Después de aproximadamente una hora, Pedro se despertó. Vino a la cocina y al ver mi rostro me preguntó dónde me golpearon. No recordaba o fingía no recordar nada sobre la pelea. Le dije que él me golpeó y me miraba con ojos llenos de sorpresa. Me pidió disculpas y prometió que algo así no se repetiría.
-Bebí porque me echaron del trabajo y pensaba que ya no podría ayudar en casa…
Desde entonces, Pedro no volvió a trabajar, y tampoco pudo terminar la escuela universitaria. Le faltaban cuatro asignaturas. Le gustaba pasar horas sin sentido en la cafetería jugando a las cartas y bebiendo. En los últimos cuatro años de nuestro matrimonio, solía ir a Komotini durante largos períodos de tiempo para ayudar, como decía, a su padre en las propiedades. No mostraba el menor interés por nuestros hijos; ni siquiera preguntaba cuándo bajaría Atenas a ver a su familia, cuando inicialmente le llamaba muchas veces por teléfono y le preguntaba si iba a venir. Así que el divorcio llegó naturalmente en mis treinta y dos años de edad.
Tres años después de la separación, mi padre falleció de una enfermedad incurable y me mudé a mi casa paterna. Había muchas dificultades, principalmente económicas. La señora Stamata, mi madre, me instó a «reconstruir» mi vida, como se dice comúnmente, encontrar un hombre y casarme. Pero pensaba en los niños.
Recuerdo que treloYannis observaba nuestra vida discretamente. Venía y leía libros religiosos ortodoxos a mis hijos, leía el Salterio a mi madre y le explicaba la enseñanza de Cristo con sus descripciones hermosas y originales, propias de él. Mi madre lo amaba bastante porque hacía lo que ella quería y la consolaba. No lo recuerdo haber venido a nuestra casa sin traer un regalo para los niños, algo para la casa e incluso para mí.
Una vez recuerdo que corregía unos escritos por los estudiantes en Griego Antiguo. Se me acercó la hora en que corregía el escrito de un estudiante desobediente que siempre causaba disturbios y peleas durante la clase. Solo con leer su nombre me salían granitos. El bendito se acercó y dijo:
-Ay, querida María, qué me ha pasado al venir a tu casa. Algunos niños traviesos del vecindario comenzaron a insultarme, gritar y golpearme. Eran buenos niños, pero aprendieron a comportarse mal porque en su casa no tienen a Cristo. Sus padres discuten y los tienen abandonados. Me dieron pena los pobres mientras me golpeaban. Le pedí a nuestra Panaghía que los reprendiera y a nuestro Cristo que los abrazara para que sus psiques-almas no se perdieran. «Si somos injuriados, o burlados bendecimos», dice el Apóstol Pablo del Señor. Los agradecí uno por uno por ayudarme a recordar las palabras de nuestro Apóstol y los santigüé con la señal de cruz. Tú, querida María, que tienes mucho que hacer con tantos niños, me imagino con qué problemas tendrás que enfrentarte en la clase.
-No lo menciones, Yannis, ¡lo que paso y sufro! Mira, este escrito que corrijo pertenece a mi estudiante más travieso, que ni siquiera puedo leerlo.
-¡Ay, María mía, si supieras lo que pasa Demetrios en su casa! Vive con su abuela. Sus padres están separados y el pobre se rebela en la escuela…
-¿Conoces a Demetrios? Pregunté a treloYannis con sorpresa en mi rostro.
-Por casualidad, conozco a su abuela. Viven en un apartamento en el Pireo… Ay, nuestro Demetrios necesita mucho amor.
Las palabras del difunto me hicieron mirar el escrito de una manera diferente. Evalué su esfuerzo y vi sus debilidades, que eran muchas. Al día siguiente, le pedí a Demetrios que viniera a mi oficina y le informé sobre el resultado de su escrito. Pero también expresé el deseo de ayudarlo un poco con algunas clases particulares. Al principio, él dudó, pero luego aceptó. Así que conocí a su abuela. La pobre mujer hizo todo lo posible para agradecerme. ¡Qué tortas, qué dulces hacía! ¡Y qué no hizo! ¡Incluso tejió también una prenda! En tres meses, Demetrios se convirtió en uno de los mejores estudiantes de la clase. El cambio radical de su comportamiento de Demetrios también contribuyó a cambiar el ambiente en la clase. Ya todo en la clase fluía tranquilamente.
Sin embargo, lo que acabo de descubrir hace poco es que la abuela no conocía al bendito difunto treloYannis. Y Demetrios, a quien pregunté, ya que hace unos años se ha convertido en mi yerno y se casó con mi hija Jará, me dijo que conoció al bendito difunto por primera vez en mi casa paterna. A causa de mi pregunta, mencionó incluso que en la toma de la decisión de casarse con mi hija Jará, el bendito difunto treloYannis desempeñó un papel importante. ¡Qué cosas más curiosas!
Consideraba un hecho que el bienaventurado treloYannis conocía a la abuela, porque muchas veces me daba algunos alimentos, ropa e incluso dinero para llevarlo. Sin embargo, me pedía que no revelara quién los enviaba, porque ella es una mujer digna y no los aceptaría.
-Tienes que decirla que son ofrecimientos de la señora Stamatá, tu madre, en memoria de tu padre, porque si le dices que son de mi parte, ella los devolverá. Ni siquiera le des saludos de mi parte, porque es muy inteligente y percibirá enseguida quién está detrás de los bienes que le llevas.
Precisamente, este elemento me hizo creer que el bienaventurado treloYannis conocía bien a la abuela y a su familia. Y por eso seguí la política que él me indicó. También contribuyó a esto la amistad que se desarrolló entre el difunto treloYannis, Demetrio, y mis hijos Jará y Alejandro.
En concreto, Demetrio, para no molestarme -tal vez se sintiera mal porque iba a su pobre casa – propuso que viniera a nuestra casa para recibir clases particulares. Acepté y así venía dos veces a la semana a nuestra casa. Conoció a mis hijos y se hicieron muy amigos de inmediato. Los veía conversar muchas veces con mi madre y con el bienaventurado difunto treloYannis, y me di cuenta de que se conocían…
Más tarde, Demetrio ingresó a la Universidad del Pireo y estudió Economía. Terminó su servicio militar y consiguió un trabajo en un banco. Debido a la amistad que tenía con Jará y Alejandro, los veíamos con frecuencia. Un año antes de la muerte de mi madre vino feliz y me pidió la mano de Jará.
Al principio tuve mis dudas, pero al conocer su carácter excepcional y su amabilidad, acepté de inmediato el matrimonio de los muchachos. Además, había entendido que mi hija lo amaba. Tres meses antes de que mi madre muriera, se casaron. Demetrio y Jará me regalaron a mi primera nieta, María. ¡Imagínate la evolución de los acontecimientos después de la intervención del bendito y bienaventurado difunto treloYannis!
Mi yerno recientemente me reveló que inicialmente era negativo sobre el matrimonio y la formación de una familia, pero treloYannis le hizo cambiar de opinión y lo convenció a buscar la bendición de Dios. Solo el mismo y Jará conocen los detalles y se comprometieron a escribirlos en cuanto tuvieran la oportunidad y enviármelos…
La muerte de mi esposo Pedro
Trece años después de mí divorcio con Pedro, sucedió algo emocionante. Me di cuenta de ello ayer mientras escuchaba al señor Anastasio contar eventos de su relación con el bendito difunto treloYannis en la Iglesia. He removido mi memoria y apenas comprendí la santidad del loco por Cristo, treloYannis y recordé lo siguiente.
Un día, el bendito difunto regresó a casa después de que mi madre le había preparado algo para comer y me dijo:
-María, si supieras que tu esposo Pedro está gravemente enfermo y te necesita, ¿qué harías?
Su pregunta me sorprendió. Sabía que mi esposo estaba en Komotini. Durante todos estos años, no había llamado ni una vez para preguntar por mí y por nuestros hijos. Ni siquiera sus padres se interesaron por sus nietos. Tanto Alexandros como Jará no querían escuchar sobre su padre en absoluto. Mi madre, de hecho, lo consideraba responsable incluso por la muerte de mi padre, pero siempre decía: «Que Dios lo perdone por el mal que nos hizo»…
De todos modos, respondí incómoda al treloYannis.
-No sé, Yannis. Incluso si quisiera ayudarlo, no podría, porque mis hijos no quieren ni siquiera escuchar su nombre.
-Deja que hagan lo que quieran los niños. Tú, ¿podrás perdonarlo?
Aunque me hizo mucho daño, después de todos estos años creo que fue inmaduro para el matrimonio, pero también yo cometí muchos errores y negligencias aquí, déjame decirte que en ese entonces, debido a mi juventud, cometí muchos errores y descuidos. Sin embargo, a lo largo de los años uno aprende…
-El perdón, María mía, siempre acompaña y sigue a aquellos que desean ser fieles a nuestro Cristo. Quien está cerca de Cristo aprende su venerable secuencia, el perdón, el amor, la misericordia, la paciencia, el sacrificio, la compasión…
El perdón abre el camino hacia la compasión y el amor, y luego viene la misericordia y todas las bendiciones de nuestro buen Dios. Decía mi madre bendita, si no hubiera estado en la secuencia de Dios el perdón, el mundo se habría destruido. A nuestro caritativo Señor nos sostenemos y tenemos esperanza para no ir al infierno. He aquí, María mía, una vez lo vi (al perdón) sentado junto al padre Vasilis. Me acerqué al perdón y lo miraba. Brillaba como el sol. Me enamoré tanto del perdón y desde entonces no ha pasado un día sin que lo busque. Cada vez que veo el perdón sentado junto al padre Vasilis, pido la mano del perdón. ¡Cuánto deseo que el perdón se convierta en mi compañero eterno! Un día se lo dije al padre Vasilis y él me respondió: «La locura funciona a tope como las nubes…». ¿Es una locura, María mía, amar el perdón? Sí, lo amaba también un santo yérontas iluminado en el norte de Evia, el padre Jacobo/Santiago Tsalikis (ahora Santo). Lo amaba tanto, que siempre se aseguraba de tenerlo a su lado cuando alguien se acercaba a pedir su bendición. «Perdón, perdóname», les decía antes de hablarles cualquier cosa. Es decir, hacía ocupara el primer lugar a su lado, el rey perdón. Por eso Cristo le dio una recompensa adecuada como la del pobre Lázaro. Lo hizo rey. Ahora tiene un gran poder y franqueza ante Dios y aboga por el perdón de todos en el mundo…
No sabías cuándo tomar en serio al bendito difunto treloYannis y cuándo reírte con él. Era agradable incluso en los momentos de tristeza… Aunque admito que consideraba que las cosas que decía muchas veces eran incomprensibles.
Después de tres o cuatro meses desde esta conversación, recibí una llamada telefónica de una prima de Pedro. Me informó que Pedro estaba sufriendo de una enfermedad grave e incurable. También me dijo que en los últimos dos años había estado yendo y viniendo a los hospitales y que estaba completamente agotado por los tratamientos de la quimioterapia. La razón por la que me llamó fue que sería hospitalizado en el Hospital anti-cancerígeno de Agios Savvas y necesitaba ayuda. No te oculto que quería hacer muchas preguntas, gritar, protestar. Pensé en ignorarlo, pero una fuerza interna me impulsó a apoyarlo.
«Bien», dije. «Veré qué puedo hacer». Colgué el teléfono y mil pensamientos comenzaron a atormentarme: «Ignóralo, como él hizo contigo y con tus hijos. No vale la pena preocuparse. Tal y como ha hecho su cama, así debe acostarse. Si los niños descubren que lo has apoyado, se enfadarán y causarán problemas…».
Esa fue una cara de los pensamientos. Una voz, sin embargo, me decía: «Es un ser humano y con él trajiste al mundo a dos ángeles. Lo que sea que haya hecho, que sea perdonado, especialmente ahora que se está yendo de este mundo».
Mi madre Stamata se dio cuenta de que algo la atormentaba y preguntó para averiguar sobre la llamada telefónica. No pude soportarlo y rompí a llorar en sus brazos. Los niños estaban fuera de casa. Le expuse mi problema y ella me dijo:
-Hija mía, somos ante todo ortodoxos cristianos y como cristianos le damos cuenta a Cristo cada hora y minuto, no a los hombres. Puede que Pedro te haya tratado mal, pero tienes el deber sagrado de perdonarlo y ayudarlo en lo que puedas. Aquí tienes 10,000 dracmas de mi parte para Pedro. No es necesario que los niños se enteren, aunque sería bueno que estuvieran al lado de su padre en este momento de sufrimiento…
Mi madre, debo admitirlo, había cambiado radicalmente. En su cambio había jugado un papel protagonista el difunto treloYannis, ¡que leía el Salterio a menudo junto a ella!
Así que fui al hospital y lo busqué. Encontré afuera de la habitación del hospital a su hermana, su marido y una prima hermana suya. Se sorprendieron al verme. No esperaban que mostrara interés. Supe que Pedro, desde el divorcio, se había entregado al juego y al alcohol. No tenía familia y se sostenía con un pequeño ingreso que ahorraba de los alquileres que recibía por las tierras. Y ambos padres habían fallecido. Su hermana se había hecho cargo de él en los últimos años. Les conté brevemente también mis cosas y mi situación y les pregunté por su estado.
-Pedro ha estado buscándote con insistencia en los últimos meses, María. Por eso te llamé. Pero temo que, cuando te vea, se empeore debido a la emoción -dijo Jrisula, su prima.
-Déjala ir a verlo, se apresuró a decir su yerno.
«Oh, Panaghía Madre mía, ayúdame», susurré entrando en la habitación. Cuando vi a Pedro, no pude contenerme. Empecé a llorar. Lo abracé y le sostuve la mano en mi seno deseándole tener coraje. No te oculto que si lo hubiera visto en la calle, no lo habría reconocido. Había cambiado completamente sus rasgos. Sus ojos se nublaron y con dificultad lo escuché decir:
-¡Perdóname, María! Te hice mucho daño. ¿Cómo están los niños, tu madre, tu padre?
-Todos están muy bien, -respondí desconcertada. Le oculté la muerte de mi padre para no entristecerlo. Comenzó a disculparse con voz temblorosa.
-Estaba borracho y era un verdadero desgraciado y basura de la sociedad. No quería que mis hijos te vieran así, ni tú tampoco, María. Quería que la imagen de los primeros años se mantuviera. Por eso no me comunicaba. Pero siempre os amaba. He dejado escritas algunas parcelas de tierra y la herencia paterna para los niños. Quiero irme de este mundo en paz.
-No pienses en eso, Pedro. Trata de recuperar la esperanza. Dios también te ayudará a mejorar.
-La esperanza se extinguió desde que la tentación me alejó de ustedes. Desde que el egoísmo me cegó y se convirtió en la causa de destruir nuestra familia.
Hablamos mucho en poco tiempo. Pero vi que sufría y le costaba, no me quedé mucho tiempo. Secretamente le di a Jrisula un sobre con 50,000 dracmas y le dije que no dudara en llamar si necesitaba algo más. Iba al hospital cada día apenas que encontraba la oportunidad. Los médicos me informaron que había sucesivas metástasis de la enfermedad y que ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Ahora me preocupaba qué haría con los niños. Pedro me pedía constantemente que los viera. Mi madre me dijo que dejara este asunto en manos de Dios. De hecho, una tarde en la que Jrisula llamó a casa, Jará respondió. Jrisula encontró una oportunidad y le dijo quién era y luego le habló sobre la enfermedad de su padre y su deseo de ver a los niños antes de morir. Ella llevó a Alexandros y fueron juntos al hospital. Se comportaron como si no hubiera sucedido nada, mientras Pedro los abrazaba y les pedía constantemente que lo perdonaran por su comportamiento.
Una semana después de su encuentro con los hijos, Pedro se fue al cielo feliz y contento, después de confesarse con el sacerdote del hospital y recibir la Sagrada Comunión. Todos estuvimos presentes en su funeral como familia. Solo mi madre no pudo asistir debido a problemas serios de salud que enfrentaba.
Ahora, al remover y despertar viejos recuerdos, traigo a escena las palabras y las exhortaciones de Juan el Loco (divino), treloYannis que me ayudaron a manifestarme sobre este comportamiento mío… Realmente no habría logrado actuar así si treloYannis no me hubiera preparado adecuadamente».
La vida secreta de Yorgos/Jorge, el camionero hooligan
Εstamos acostumbrados muchas veces, señor Anastasio, a tomar muchos acontecimientos de nuestra vida como simples coincidencias y para explicarlos acudimos a la suerte. Es cierto que a veces no entendemos que detrás de todo lo que sucede en nuestras vidas se esconde Dios, quien siempre mueve los hilos del mundo. Porque mi llegada a este cálido vecindario que cambió radicalmente mi vida no fue casualidad. Incluso la elección de Yorgos/Jorge, el desconocido transportista que encontré para llevar mis cosas, no fue al azar. Y esto se debe a que, como él mismo admite, sucedió para enmendar los males que había hecho. Lo ayudó a luchar contra la ignorancia que lo ataba, para que pudiera ver con claridad el lugar de la felicidad, la Iglesia de nuestro Cristo. Yo fui el primero que llevaba esa vestimenta de ignorancia que me había llevado a la inmoralidad, al hedor de una vida demoníaca que tiene como moneda los pazos la pasión, y el placer irracional, que crean la falsa ilusión de la felicidad pero, en realidad, conducen a la perdición y la destrucción…
La historia de nuestro futuro padrino, señor Anastasio, que se registra en esta carta, es verdaderamente fascinante. Y el elemento que la hace conmovedora es precisamente la revelación de la trampa en la que, desgraciadamente están atrapadas muchas personas hoy en día, de todas las clases sociales. Porque la vestimenta de la ignorancia no hace distinciones entre ricos y pobres. Es una historia que muestra la duración diacrónica de las intervenciones terapéuticas en la psique-alma de cada persona gravemente enferma que sufre. Y la enfermedad para la psique-alma humana es la transgresión de la voluntad del único y verdadero Dios. La enfermedad es la apostasía, la desviación del hombre de Dios y su inclinación consciente hacia el pecado…
«1,1 Feliz y bendito es el hombre que nunca siguió el camino de acuerdo con la voluntad, pensamientos y deseos de los impíos, ni por un momento se quedó donde pasan los pecadores, ni se sentó para participar en las compañías de personas corruptas que corrompen y dañan a la sociedad”, dice el primer Salmo, en la primera oración del rey y profeta David hacia el Señor. Nos preguntamos por qué el santo profeta y rey lo dice tan claramente; ¡de verdad este versículo me gustaría que se constituyera el compás en mi vida! ¡Cuánto diferente sería nuestra sociedad si camináramos por el sendero de la verdad trazado por nuestro Cristo con Su crucifixión, de modo que sea claramente visible para todos nosotros!
Esto es lo que Constantino le decía a señor Anastasio mientras le entregaba la carta que contenía el conocimiento y la relación de Jorge el transportista con el treloYannis, Juan/Yanis el loco (divino), la cual el mismo había registrado después de una solicitud de Jorge.
En el rostro del señor Anastasio en ese momento se manifestaron la perplejidad y la curiosidad. ¿Qué podría conectar al transportista con el bienaventurado treloYannis? Esta perplejidad y duda, fortalecida también por la referencia y la sugerencia del bienaventurado sobre su testamento acerca del padrinazgo, fue reconocida por Constantino, quien le dijo:
-Todo comenzó con la revelación de treloYannis en el comentario sarcástico y ofensivo que me hizo durante mi mudanza en vuestro vecindario. Una apocálipsis revelación que se constituyó en un hito en la vida de Jorge e inicialmente llevó a Jorge a creer que treloYannis era un mago. Su pregunta lógica al bienaventurado, ‘¿Tú eres un mago?’, y la respuesta de este último fue, “sí, Jorge, el amor de nuestro Cristo me ha hechizado”, marcaron el inicio de la asombrosa conversión de Jorge en Cristo y la posterior amistad que se forjó como un sello de nuestro encuentro no del todo casual… En ese momento, el señor Anastasio devolvió la carta a Constantino y lo invitó a que la leyera. Presentes estaban su hija María y su yerno Gregorio, quienes habían venido desde Karditsa para asistir al servicio conmemorativo. También estaba presente en la conversación Miguel, el farmacéutico, con su futura prometida.
«Desde la grada de los aficionados, delantero centro en el campo del cielo.
«Mi nombre es Jorge/Yorgos… Nací en un pueblo de Mesenia, pero desde casi la adolescencia vine a Atenas a trabajar. Con dificultad terminé el tercer curso de la escuela secundaria. No me gustaban mucho los estudios. Mi tío tenía una tienda en el mercado central de verduras en Rentis y me contrató para trabajar allí. Empezaba a trabajar temprano en la mañana y terminaba antes del mediodía. Hacíamos compra venta de verduras, frutas y hortalizas. Mi ocupación diaria, aparte del trabajo, era el equipo de Olimpiacos y las mujeres.
Con el equipo de fútbol de Olimpiacos, había desarrollado un vínculo emocional y psíquico que afectaba casi toda mi vida. El rendimiento del equipo de alguna manera desempeñaba un papel importante en mi vida cotidiana. Me alegraba con las victorias y las celebraba a lo alto. Bebía, bailaba, gritaba. Me sentía feliz y contento. Me decepcionaba y me desesperaba con las derrotas y lo rompía todo. Me peleaba y me distanciaba de todos. Y aún así, iba al trabajo a la fuerza, con dificultades.
No les oculto que un simple comentario me bastaba para ponerme nervioso y pelearme con los clientes. Era un excéntrico, pero me sentía orgulloso porque era miembro de «Gate 7». Estaba en el estadio y en esa puerta concreta en el partido con AEKAtenas, que fue la razón por la que se enfrentaron y murieron tantos jóvenes, dos de los cuales eran mis amigos íntimos. Podría haber muerto yo también si no hubiera llegado tarde. Mi retraso se debió a una discusión relacionada con el juego que inicié con un anciano fanático del Olimpiacos, como decimos en el dialecto del fútbol, el tío-Mitsos de Kastela. Mis amigos íntimos se fueron y les dije que los encontraría afuera para enfrentarnos a los fanáticos rivales. Eso me salvó literalmente.
La injusta muerte de ellos me conmocionó y me hizo alejarme un poco del campo del fútbol. Pero no por mucho tiempo. Estaba en la clase de los seguidores fanáticos y me aseguré de que mi hijo también se sumergiera en ese elemento. Había deificado al equipo. Era un hooligan, radical, como dicen. Rompí muchas vidrieras de tiendas. A menudo, organizábamos emboscadas contra los seguidores de los equipos rivales, en concreto contra de los del Panathinaikos, para pegarlos. Era tan fanático que incluso podría haber matado por el equipo. Estaba completamente dependiente de eso, como un adicto a las drogas.
Mi otra ocupación eran las mujeres. Gastaba casi todo mi dinero en visitas a burdeles y bares con mujeres. El entorno social de mis amigos me hizo ver a todas las mujeres como objetos de placer. Consideraba a las mujeres tontas, débiles y retrasadas, y no les oculto que muchas veces las maltrataba y las pegaba. El epicentro de las relaciones que creaba era la demostración de poder, fuerza, orgullo y egoísmo masculino.
«Oposición» a la Iglesia
Como pueden entender, con todo esto, veía naturalmente a la Iglesia como una «oposición» a mi vida pródiga y desenfrenada. Mi relación con la Iglesia se debe a mi madre y a mi esposa.
-No tienes miedo de Dios, hijo mío? decía mi pobre madre, cuando se daba cuenta de cómo me estaba desviando.
-Quédate tú, mamá, con toda tu vida con las historias y cuentos de los curas. ¿No ves cómo avanza la vida? Mira, para que te diviertas y te lo pases bien y deja estas cosas de Dios. ¿Alguna vez has visto a Dios?» le respondía.
Ella movía la cabeza y no hablaba. Solo se persignaba. Mi madre y mi esposa tenían el mismo carácter. Conocí a mi esposa en el mercado central de verduras. Acompañaba a veces a su padre, que tenía una frutería en el barrio Halandri. Mi tío me vio mirándola con dulzura y me dijo:
-Esa es una chica para casarse y hacer familia, no andes con tonterías, Urania no es para tus apetitos.
Un día un cliente la molestó mucho y muy mal, aprovechando la ausencia de su padre, que estaba comprando en otro puesto. No sé qué me pasó, pero lo agarré por el cuello y lo tiré al suelo y empezó una gran pelea. Me golpeé yo también en la cabeza cuando caí junto con él y empecé a sangrar. Mi tío me llevó al hospital para recibir los primeros auxilios y los médicos decidieron que debía quedarme para observación porque temían que sufriera un daño mayor.
Por la tarde del mismo día, Urania vino al hospital con su padre para agradecerme. Urania le había contado exactamente lo que había sucedido. Me invitaron a su casa a comer. Eso fue el comienzo. En tres meses nos casamos. Además de la frutería, mi suegro tenía un camión de uso público, que me dio como dote para que dejara de trabajar de noche en el mercado de verduras. Sin darme cuenta, formé una familia. Mi madre se alegraba, porque Urania, además de su amabilidad, también estaba cerca de la Iglesia. No faltaba a Virgen María, la Panaghía Marmariotissa, y eso a menudo era motivo de discusión entre nosotros.
¿Cuándo te despertarás, Urania, de tu letargo?» le decía.
Ella, como mi madre, guardaba silencio. Ella tenía paciencia y soportaba mis rarezas y locuras. De hecho, me apoyaba en mis desilusiones y decepciones. Tuvimos dos hijos con Urania, un niño y una niña, Antonis y Theodora.
Por supuesto que toda esa mentalidad sobre las mujeres me impedía tratarla como igual. Muchas veces me escapaba y la engañaba. Llegué a tal punto de tener una relación amorosa con su prima, ¡que estaba casada! Lo destruía todo frente al pazos pasión, vicio y la mentalidad de considerar a todas las mujeres como objetos de explotación y de placer.
Fue precisamente en ese momento cuando comenzaron los problemas financieros en la casa, ya que la prima constantemente pedía dinero para justificar ante su esposo que trabajaba como vendedora de puerta en puerta. Dos familias se estaban destruidas con precisión matemática. No les oculto que, además del peligro de ser descubierto, constantemente sentía un nudo apretándome en el cuello. Estaba atrapado en un callejón sin salida por primera vez en mi vida.
Y como si eso no fuera suficiente, también llegó la enfermedad de mi hija, que desarrolló problemas cardíacos graves. Los médicos en el hospital Onassis nos dijeron que no se librará de la cirugía. Sin embargo, mi esposa tenía esperanza en Cristo y en la Panaghía, Virgen María y rezaba para que Theodorita no pasara por esta peripecia. ¡Al final, se recuperó sorprendentemente, incluso para los médicos! Urania hablaba de un milagro, pero yo atribuía su curación a los medicamentos que le dieron… ¡Así de loca era mi cerebro en ese momento!
Veía la bondad de Urania y me maldecía y me escupía a mí mismo. Desesperadamente intentaba encontrar defectos en mi esposa para justificar mis actos ilegales. La dejaba sin dinero, diciendo que el trabajo no iba bien. Me desahogaba con los niños sin que tuvieran culpa de nada. Y esa pobre mujer decía:
«No importa, Yorgos/Jorge. Dios no nos abandonará. Dios proveerá. Tú que estés bien.»
El ángel de Dios, Yanis/Juan, el loco por Cristo
Y Dios realmente nos dio ese bendito destino en el vecindario del ángel de Dios, Juan/Yannis. Porque para mí, el difunto era el ángel guardián que me sacó del abismo de la impudicia y las cloacas. Lo único que no era ningún loco. Era superinteligente porque veía con otros ojos, con los ojos espirituales. La única locura que tenía era su agapi amor incondicional por Cristo.
Las palabras que me dijo sobre la asombrosa curación de mi hija me removieron. Tomé el camión para regresar a casa, pero las palabras del bendito treloYannis daban vueltas en mi cabeza. Me detuve en la Iglesia de Santa Anna para encender una vela a Cristo para agradecerle por mi hija. Entrando en la Iglesia me doblé. Comencé a llorar como un niño y me escondí en un rincón para que no me vieran. Afortunadamente, había un anciano y tres ancianas en la Iglesia. Se estaba celebrando la víspera. Lloré durante bastante tiempo… Volví y vi a Cristo en el icono y dije:
-Caos he hecho mi vida. Mira si puedes ayudarme, aunque no merezco ni un centavo.
Sentí una extraña sensación, una agitación que nunca antes había experimentado en mi vida. «¿Quizás mi madre tenía razón sobre la Iglesia?», me preguntaba al salir del templo. Al otro lado, donde había estacionado el coche, había una floristería. No sé cómo se me ocurrió, pero fui y compré rosas para Urania. Llegué a casa completamente metamorfoseado, transformado. Abracé a Urania y besé a los niños. Le dije que había encendido una vela en Santa Ana por la curación de Theodora. Le hablé del bendito difunto y de todo lo que me dijo sobre Theodora. Ella me pidió que la llevara conocerlo. Entonces me invadió el miedo.
-¡Lo encontré en el otro extremo de Atenas! Pero no sé exactamente dónde vive. Pero ya veré qué hacer… respondí incómodo y temiendo que mi mujer descubriera mi desordenada vida pródiga…
Mendigo en Marmariotissa
Al día siguiente por la mañana, era sábado, si recuerdo bien, mi esposa se levantó para ir a la Iglesia. Me entró a mí también el deseo de seguirla, aunque no era el día de Pascua (porque en los últimos años solo iba en Pascua). ¡No podéis imaginar cómo me sentí al ver al bienaventurado difunto treloYannis sentado afuera de la Panaghía Marmariotissa, mendigando!
-¡Nuevo mendigo! Quién sabe qué necesidades tiene el pobre, volvió y me dijo Urania.
Le pregunté si lo conocía, si lo había visto antes… Ella me miró extrañada. No entendía mis preguntas. «No», me respondió secamente. Urania le dio cien dracmas y entró en la Iglesia. Me quedé un poco atrás y lo observaba.
-Jorge, vine desde el otro extremo de Atenas para decirte cuánto alegraste a Cristo ayer cuando encendiste la vela en Santa Ana. No tengas miedo, el Señor ha escuchado las oraciones de tu madre y de Urania, y te ha atraído junto a Él. Ahora verás cómo todo se vuelve hermoso. Solo asegúrate de encontrar un buen sacerdote para confesarte.
-No os oculto que sus apocalipsis revelaciones me asustaron. ¿Quién era ese mendigo y de qué planeta vino? ¿Qué quiere de mí que me siguió hasta mi vecindario? ¿Quizá me esté castigando Dios por mis pecados y envió a alguien para atormentarme? Una serie de muchos pensamientos como estos pasaban por mi cerebro mientras lo miraba perplejo. Parecía como si entendiera mis pensamientos y se volvió hacia mí y me dijo:
-No atormentes tu mente, Jorge. Las respuestas que buscas llegarán pronto. Ahora sólo una cosa te hace falta que comprendas, es entender la agapi amor incondicional de Cristo por ti, por mí y por todo el mundo… Ve ahora al campo de fútbol de nuestro Cristo y haz una oración para que marques muchos goles. Está en tus manos convertirte en un buen goleador.
La conversación se interrumpió bruscamente porque Urania se preocupó de que no hubiera entrado con ella y salió a ver qué estaba pasando. Me vio hablando con el mendigo y se sorprendió.
-¡Voy, voy! le dije tan pronto como la vi y me dirigí hacia donde estaba ella.
El difunto le sonrió indicando que todo estaba bien y ella volvió a entrar en la Iglesia. Con todas estas cosas que escuchaba, mi voz se apagó. Sin embargo, lo único que le pregunté al treloYannis fue dónde podría encontrarlo.
-Ven mañana a la calle Lenorman, por la tarde a las 6:00 en el Crucificado, y te presentaré a un buen sacerdote que te guiará para que te conviertas en un buen goleador.
-¿Y qué es el Crucificado? pregunté.
-Una nueva Iglesia que se está construyendo ahora.
Luego entré en la Iglesia. Encendí una vela y me senté junto a Urania. Amablemente, ella me señaló que los asientos de los hombres estaban a la derecha. Yo estaba completamente fuera de lugar. Me acerqué y me senté junto a otros dos o tres hombres mayores que yo. Con todas estas cosas sucediendo, imaginaos cómo me sentía. Estaba parado en pie mirando la Iglesia, al sacerdote, al salmista o cantor. Desde que era pequeño no había sentado tanto tiempo en la Iglesia. Pero esta vez no me sentí disgustado. Sin embargo, mi pensamiento estaba en aquel tipo extraño, es decir, al loco treloYannis. Así es como lo veía en ese momento.
¿Puede ser que mi esposa haya contratado a un detective y se ha propuesto a volverme loco? Esta idea nubló mi cerebro. Salí fuera para encontrarlo, pero él había desaparecido. «No importa, buscaré a Urania», pensé.
Ese razonamiento desapareció cuando Urania, justo después de la Iglesia, comenzó a preguntarme sobre qué hablaba con el desconocido mendigo.
-¿No creo que le hayas regañado al pobre mendigo? Me pareció un buen hombre…
El primer entrenamiento… en el campo de Cristo
De la conversación me di cuenta de que mi mujer no tenía ninguna relación. Así que al día siguiente me encontré en la calle Lenorman. Entré en el templo y encendí una vela. Vi al bendito difunto hablando con un anciano sacerdote. Esperé a que terminara. Él se volvió y me vio.
-¡Bienvenido, buen chico! Ven, Jorge, te presentaré al yérontas (anciano sabio e iluminado). Te enseñará cómo marcar muchos goles en el campo. Es un entrenador experimentado. Bueno, os dejaré para el primer entrenamiento. Luego se volvió hacia el sacerdote y le dijo sonriendo:
-Yorgos, Jorge es una nueva adquisición del equipo de Cristo. Tiene las cualidades para convertirse en un excelente goleador.
El sacerdote no le prestó mucha atención a las palabras del bendito treloYannis. Se volvió hacia mí y sonriendo dijo:
-Ven, Yorgos, Jorge siéntate y hablemos.
Aunque el propósito de mi visita era interrogar al treloYannis, al divino loco Giannis, terminé confesándome por primera vez en mi vida. Mi primera participación en el misterio de la confesión divina, el primer entrenamiento en el campo del Dios Trino, como lo llamaba el bendito, fue algo que nunca olvidaré. Y esto no solo porque me sentí aliviado y ligero, sino principalmente porque entré en un campo diferente al Karaiskakis (campo de fútbol del Olimpíacos) al que solía ir. Era el campo de Cristo.
Cuando salí del templo, era una persona muy diferente. Vi al supuesto loco sacando un libro de una bolsa de plástico. Me lo ofreció como regalo. Era sobre la vida del yérontas Porfirio de Kafsokalivia, (ahora santo). El libro me ayudó mucho en la nueva página de mi vida que acababa de abrir. Recuerdo cómo el treloYannis comenzó a gritar cuando me vio:
-Este es la mejor traspaso de un goleador en los últimos diez años. Una verdadera estrella del cielo.
De hecho, corrió hacia donde los niños estaban jugando al fútbol en el patio del templo. Los niños se sorprendieron cuando lo vieron tomar la pelota e intentar patearla. Con el impulso que tenía, cayó al suelo y los niños comenzaron a reír. Se levantó de inmediato y volvió hacia m, diciendo.
-No soy un buen futbolista para marcar goles, dijo riendo mientras sacudía el polvo de su ropa. Sin embargo, espero que aparezca algún cristiano bueno para darme una buena y fuerte patada. Porque solo así espero poder enredarme en las redes de Cristo, al igual que hace la pelota.
Decía muchas cosas entonces incomprensibles para mí y se reía. Ese día lo llevé a su casa. Estando en el camión gritaba como si estuviera en un campo de fútbol.
-Yorgos, Jorge, a partir de hoy te has puesto la camiseta del cielo, no la del Olimpiacos. Si te convertirás en un buen jugador y marcarás goles, depende únicamente de ti. Aquí tienes este papel. Describe el campeonato del cielo. Mira de jugar bien en esto y llenarás las redes con muchos goles.
El papel contenía los diez mandamientos.
-Debes saber también que tus pies se vuelven fuertes e invulnerables a través de la humildad y el sacrificio. Y la humildad y el sacrificio los aprenderás por el entrenador yérontas en el Misterio/Sacramento de la Divina Confesión y la Divina Comunión/Efjaristía. ¡Creo que te convertirás en un poderoso delantero centro!…
Me dijo muchas otras cosas que no recuerdo. Sus conocimientos sobre el fútbol me sorprendían. Ese día me sentía muy mal. Y eso se debía a que había colocado en el frente del camión un adorno que cuando ponía en marcha el camión se formaban dos mujeres desnudas. Me avergonzaba por primera vez, cuando antes me enorgullecía. Incluso había pagado una suma considerable de dinero por ello. Cuando regresé a casa, lo primero que hice fue quitar las figuras de las mujeres, desecharlas y tirarlas en la basura. Me acerqué a mi esposa y le confesé lo ocurrido. No creía lo que oía mientras le hablaba sobre el treloYannis. La abracé y le pedí disculpas. Mis lágrimas empezaron a caer, y ella también lloró.
Desde entonces, desarrollé una buena relación con el bendito difunto treloYannis. Conoció a Urania y a los niños. De hecho, le había preguntado cómo sabía todo lo que me reveló. Y él respondió de manera completamente natural.
-He aquí, vi a tu ángel guardián, que estaba a lado llorando y deprimido y lo pregunté por qué lloraba… ¡Pero ahora está muy alegre y contento!
Íbamos juntos a varios lugares en peregrinaciones, como Nea Makri a San Efrem, Milessi, Agios Ioannis en Vouliagmeni, Karea, y a San Meletios. También lo llevé a los hospitales el Evangelismos, el Infantil, el Hipokratio, entre otros.
Lo que sí sé es que con este ángel que Dios me envió, salvé a mi familia. No había pasado un mes desde que lo conocí y todo cambió drásticamente. Mis amigos pensaban que había sido arrastrado por alguna secta extraña.
-Oye, ¿te has vuelto miembro de alguna organización extraña o de los Testigos de Jehová? preguntaban.
Poco a poco me di cuenta de que todo estaba cambiando en mi entorno. Donde antes blasfemaba y me agradaba, ahora no soportaba escuchar blasfemias e insultos. Incluso me deshice de las cintas de las «skyladika, salas de música de gente indecente» (un tipo de música que se suele tocar en clubes nocturnos vulgares). Alquilé mi camión a la DEI (Empresa de Electricidad de Grecia) y así obtuve un ingreso fijo. Donde antes no soportaba los cánticos litúrgicos, ahora me empezaron a gustar. Incluso mi madre se sorprendió por este cambio repentino y temió lo peor. Solo se tranquilizó cuando le dije que era por Cristo.
La vida oculta de Yorgos/Jorge, el camionero-hooligan, escuchó sus oraciones… y me vio ir a la Iglesia.
En los últimos meses, entré en contacto con Constantino, a quien le pedí perdón, y con Katerina. Nos hicimos buenos amigos. Me enseñó a leer el Salterio y me proporcionaba libros sobre las vidas de los santos. Del Salterio me gustaba recitar diariamente en mi oración el siguiente pasaje: «5 Pero me arrepentí. Confesé mi pecado al Señor. Hice mi iniquidad conocida ante Él, ya no oculté más mi maldad. Dije con todo mi corazón: ‘Confesaré mis transgresiones al Señor’, y Tú perdonaste la maldad y la culpa de mi pecado al instante» (Salmo 31,5).
Ahora que este ángel, que Dios me envió en mi camino, ha descansado, -porque él era mi ángel guardián-, solo tengo una petición en mis oraciones a Cristo. Que desde lo alto del cielo, me dé una buena patada para que “me meta yo gol” y mezclarme a las redes del Dios Tríadico. Porque, como decía el bendito treloYannis, el gol es el Paraíso, la eternidad, y la pelota es nuestra propia vida.
El intenso clima emocional que prevalecía después de leer la carta de Jorge se interrumpió por la intervención de María, la hija del señor Anastasio.
-Me parece que después de todo lo que escuché, empezaré a simpatizar con el fútbol, que hasta ahora detestaba… ¡Tengo que aprender a meter goles yo también!
Gregorio, su esposo, respondió sonriendo.
-Si quieres, puedo convertirme en tu representante y explorar la posibilidad de un buen traspaso, especialmente ahora que el fútbol femenino está en auge.
-Pero debes aceptar con una condición. El campo en el que lucharemos debe ser el cielo y la bola debe ser la misma que el bendito difunto dio al Jorge/Yorgos.
-¡Hermana, no se llama bola sino pelota! Con la bola jugábamos el juego de ‘las manzanas’, no lo confundas – respondió Mijalis y todos se reían del diálogo que siguió. Entonces, el señor Anastasio aprovechó la oportunidad y, dirigiéndose a María, dijo:
-María, dile a Konstantino y Katerina sobre el juego que solías jugar con el bendito treloYannis cuando eras pequeña. Eso con las vidas de los santos… Les prometí que te lo pediría que lo escribieras, pero con todo eso me olvidé.
-¿Te refieres a la “rosa de la Panaghía”?
-Sí, eso es a lo que me refiero… con las vidas de los santos…
-Papa, ¿alguna vez te preguntaste por qué el bendito llamó a este juego “rosa de la Panaghía”?
-No, no lo pensé. Consideraba el nombre como una chaladura, similar a las que acostumbraba treloYannis.
-Sin embargo, papá, el nombre no fue fortuito. ¿Sabes que la granada tiene docenas de dulces semillas rojas en su interior? Bueno, pues, esas semillas reflejaban el dulce sacrificio, la confesión y el martirio de nuestros santos. Su salvación, decía treloYannis, se logró gracias al divino vientre de la Madre de Dios, nuestra Panaghía, el puente que los llevó de la tierra al cielo, los prodigios de Cristo, el preludio celestial, la escalera celestial a través de la cual Dios descendió y ganaron la eternidad. Por eso, la siempre Virgen María, cuyo nombre llevo de manera inmerecida, se convirtió en el recipiente de la alegría eterna y la felicidad.
«-Debe florecer nuevamente el granado, María, y llenar todo el planeta con nuevas y dulces granadas de nuestra dulce Panaghía, para que el Padre, el Hijo Unigénito y el Espíritu Santo, nuestra Santa Trinidad consubstancial sean complacidos. Cristo no abandonó la tierra, como algunos piensan. Todo lo contrario. Ahora está mucho más ocupado con Su Viña. Sembró semillas en todas las naciones, que no tardarán en germinar, para que la humanidad se convierta en un rebaño con un pastor el Jesús Cristo. El día está muy cerca, mi María, en el que brotarán las nuevas vides y el dulce vino de nuestra Santa Ortodoxia fluirá por todo el mundo. Llegará el día en que recibirán su merecida lección todos aquellos que no solo se opusieron a la ley de nuestro Señor, sino que intentaron derrocarlo y reemplazarlo, dando a los ‘lobos’ (demonios) el derecho de gobernar. Sin embargo, nunca prevaleció el odio sobre la agapi amor incondicional divina. Nunca predominó la mentira sobre la verdad. Nunca prevaleció la injusticia sobre la justicia. Puede parecer que dominan, pero no es así. Esto es lo que creía también un gran rey de la tierra, el gran profeta David, hasta que comprendió el plan del Señor. Mira lo que dice en sus oraciones, en los Salmos que cuando los «lobos» (demonios) los escuchan, huyen enseguida:
«Cuán bueno es Dios para Israel, a los rectos de corazón. En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de resbalar; πoco faltó para que mis pasos fracasaran. Porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los malvados. Pensaron y decidieron maquinar contra otros seres humanos. Hablaron sin vergüenza en voz alta de sus malas acciones… He aquí, estos son los pecadores, y prosperan en el mundo; han adquirido riquezas para siempre. Entonces pensé: ‘En vano he limpiado mi corazón y he lavado mis manos en inocencia… Hasta que entré en el santo templo de Dios y, una vez iluminado allí, vi y comprendí el destino de estos hombres pecadores. Ahora están felices, pero a causa de sus maldades les has reservado desgracias. Los humillarás y quebrantarás su orgullo. ¿Cómo de repente todos se volvieron desiertos y desolados? Desaparecieron, se perdieron debido a su pecado y maldad…» (Salmo 72).
El rey David se preguntaba también, al igual que nosotros hoy, por la falsa omnipotencia del mal, pero tenía fe y Dios le mostró el fin de aquellos que conscientemente y en conocimiento eligen una vida apartada del Dios Tríadico. Y así, completó al final del mismo Salmo, cuando vio lo que les esperaba: «Para mí, solo existe un bien supremo, aferrarme a Dios, depositar mi esperanza en el Señor, proclamar y expresar todas tus alabanzas y mis agradecimientos por tus bendiciones ante una multitud de personas en las puertas de tu hija, Sión Jerusalén» (72, 28).
No debes olvidar esto en tu vida, tu apego y adhesión a Dios. Porque ese apego y esa adhesión te hace partícipe del cielo y de las cosas creadas por Él. Te hace feliz y alegre. La adhesión y apego a Dios te coloca en el tiempo de la eternidad, que es diferente del tiempo de los relojes que usamos. Es el tiempo de los espíritus y los ángeles, el tiempo de nuestros santos padres y de todos aquellos que lograron y ascendieron al carruaje de nuestro Señor.
Por tanto, debes saber, querida María, que el odio, la injusticia y la mentira no predominaron, porque se disolvieron ante el poder de la Resurrección de Cristo y la Cruz vivificadora que aplasta a los «demonios» y al maligno Satanás. Así también serán disueltas las naciones que levantan bandera sobre la mentira, el odio y la injusticia.
La Tierra, pues, pronto tomará su forma original y los granados de nuestra Panaghía florecerán dando frutos para endulzar con la ofrenda a todo el mundo, como sucedió en aquel tiempo con el santo emperador Constantino y su santa madre Elena…»
«Todo esto sobre la “granada de la Panaghía” me lo explicó el divino tío Yannis/Juan (o sea, el treloYannis) cuando estaba entrando en la adolescencia. Es decir, cuando yo había comenzado a madurar. Pero antes de hablarles sobre el juego, considero conveniente, si así lo desean, describirles cómo experimentaba y percibía la madurez ese santo hombre de Cristo. Cuán bien nos guiaba y educaba a mí y a mi hermano según la ley de Dios, incluso a través del juego. Podía convertir el jardín, el patio o la habitación infantil en una sala de enseñanza. Cuando venía a nuestra casa, no me importaba ver la televisión ni quería jugar con mis juguetes. Dejaba todo eso de lado. Y eso era porque el divino tío Yannis/Juan (el treloYannis) tenía mucho más que ofrecernos… El modo que en el Evangelio rompía las terribles olas de los instintos y las dudas que causan perturbaciones psicológicas, las conocidas durante la adolescencia, no solo era original, sino único también. Creo que los grandes psicólogos y sociólogos de nuestra época le envidiarían a este gran sociólogo y psicólogo. Permítanme contarles sobre la red transparente de protección que construía, como la tela de una araña, movilizando la naturaleza y el entorno. Permítanme contarles sobre el impulso que nos daba para buscar, sobre todo, la voluntad de Dios; más que cualquier otra cosa, porque el viaje más emocionante del hombre, como él decía, es ser digno de viajar en compañía de los ángeles al cielo. Y solo los santos logran ese viaje. Es decir, aquellos que se aferran a Dios como la abeja al néctar, y establecen como objetivo y meta la salvación. Cuando el hombre se preocupa por la psicoterapia y salvación de su psique-alma, entonces entra en el reino del conocimiento y camina como los Profetas, nuestra Panaghía y los Apóstoles en el camino de la agapi-amor incondicional, la verdad y la vida. Y este camino tiene un letrero y un nombre. Es Jesús Cristo. «YoSoY la Verdad, la Agapi- Amor y la Vida», nos dice.
-Despiertas nuestra curiosidad con toda esta introducción que has hecho y de ninguna manera podríamos negarlo, dijo Constantino. La conversación se interrumpió por el timbre del teléfono. El señor Anastasio levantó el auricular. Del otro lado de la línea estaba el panadero, señor Apóstoles, quien quería consultar sobre algunos detalles de los preparativos para el memorial de los cuarenta días. El señor Anastasio le informó sobre el contenido de la conversación y lo invitó a venir.
En cinco minutos, el panadero cruzaría el umbral de la casa del señor Anastasio. Este breve descanso brindó la oportunidad de renovar las tradicionales golosinas y bebidas refrescantes de María y su madre. Esta última parecía que ahora se daba cuenta de la gran contribución en su familia del loco por Cristo, treloYannis, , ya que escuchaba como una discípula aprendiz todo lo que María dijo. A menudo se persignaban con la señal de la cruz.
-No lo parecía el treloYannis que supiera tantas cosas, dijo, y me asombró. Yo lo regañaba y lo consideraba y trataba como un pariente pobre desgraciado, volvió y comentó a su esposo.
-Somos pobres, desgraciados y quemados, diría, todos nosotros. Él sabía por qué vivía, mientras que nosotros ahora estamos aprendiendo cuál es la verdadera vida, agregó él, girando para dar la bienvenida al recién llegado, señor Apóstoles.
Aquel cuando entró, les habló sobre el gran cambio del tendero hacia Cristo y cómo el treloYannis afectó su vida. Constantino sonriendo le pidió que se sentara para escuchar las experiencias de María. Ella estaba ansiosa por continuar describiendo sus vivencias».
El primer latido juvenil del corazón…
-Mi tío Yannis, así lo llamaba desde pequeña al treloYannis, comenzó a construir nuestro mundo psíquico-espiritual, el mío y el de mi hermano, con los cimientos de las enseñanzas del Evangelio y la Sagrada Escritura desde temprana edad, desde niños. Es característico que en todos los juegos que jugábamos, incluso al escondite, él les daba un toque o sentido evangélico. Me decía que si lograba vestirme todas las mañanas con las vestimentas de la Panaghía, nunca estaría decepcionada en mi vida, porque crecería como una reina. Le pedí que me trajera esas prendas o que le dijera a mi madre dónde las vendían para ir a comprarlas. Él se reía y decía:
«Tú princesa, llevas el nombre de la Panaghía, y por eso debes invocarla para que Ella envíe desde el cielo prendas reales que brillan como las estrellas y no se venden en las tiendas. Ven ahora y vamos a pedirla que te envíe un buen vestido para que tú vistas tu psique-alma. Cuando la psique-alma se viste adecuadamente, el cuerpo brilla como el sol. Sabes, tu pequeña psique-alma fue creada por nuestro Padre celestial con vestidos inmortales y radiantes, para que brille y nos muestre el camino hacia el Paraíso, es decir, el lugar que nuestro Padre celestial preparó para nuestra Panaghía, los santos y los ángeles, pero también para las personas que durante toda su vida usarán prendas reales como las nuestra dulce Panaghía.
– Yo le decía al difunto divino Yannis: No veo mi psique-alma para vestirla como visto a mi muñeca,.
-No la vemos como vemos nuestras manos y nuestro rostro, pero ella determina el camino a nuestro hogar, a tu escuela, a la Universidad a la que irás y a la familia que formarás…
Después él nos decía que nos pusiéramos de rodillas y rezábamos a la Panaghía. Recuerdo que siempre lloraba lastimosamente en esas oraciones. Lloraba yo también sin saber por qué. Cuando le preguntaba por qué lloraba, decía:
«Lloro de alegría porque la Panaghía te escucha y se apresura a preparar tu guardarropa en el cielo. ¡Mira, ahora la veo llevando un vestido largo de color púrpura, como los que usaban las mujeres de los emperadores! ¡Y si vieras qué gran casa está preparando para ti en el Paraíso! ¡Y verá qué buen rey te traerá como marido y qué hijos bellos y bendecidos te regalará! Una casa al lado de la casa de tus padres. ¡Oh, qué hermoso es! Sí mi María, la Panaghía, Virgen María quiere, ya que llevas su nombre, introducirte a Su alegre patio… ¡Oh, qué grandes cosas te está preparando!»
Luego me describía en detalle las habitaciones de la casa, el jardín con las hermosas rosas y los hermosos árboles… Tenía la impresión que él las veía delante de él. Me hablaba de mis futuros vecinos, los santos/as y los ángeles, sobre el vecindario de los Profetas y los Apóstoles, de los mártires y los confesores. Visualmente y mentalmente, él me paseaba y me sumergía en un lugar mágico, extraordinario, maravilloso, el Paraíso. Me hablaba de San Juan el Precursor.
«Su casa, mi María, no está lejos de la tuya. En concreto, San Juan pasa cerca de tu mansión a menudo llevando un saco lleno de hermosos frutos de arrepentimientos y metania de su jardín», decía.
Mi anhelo de entrar en la mansión del Paraíso crecía día a día.
Mi tío Yannis/Juan, (el treloYannis) alimentaba ese anhelo mío sistemáticamente con sus hermosos relatos sobre la vida de nuestros santos.
Recuerdo que cuando me traía una icona/imagen para que la reverenciara, hacía una prosternación un profundo acto de arrepentimiento delante de ella y decía: «Ven a reverenciar al santo y pidámosle que nos cuente la historia de su vida». Así fue como desde pequeña aprendí sobre San Jorge y me maravillé de su valentía. Me volvía loca escuchando también sobre la vida de Santa Katerina y cómo confundió y derrumbó a los filósofos paganos. Escuchaba la historia de Santa Paraskevi. Especialmente sobre Santa Katerina, él resaltaba su gran educación adquirida de su contacto con el cielo. Me quedaba impactada, cuando oía con qué valentía santa Paraskevi enfrentó el martirio y con qué respeto y audacia confesaba a Cristo. Hacía como si fuera sabio y me hacía interpretar el papel de Santa Katerina. Hacía preguntas sencillas, como: «¿Por qué Dios es invisible y cuándo se vuelve visible?» y me ayudaba a responderlas. Nunca me elogiaba con un «bravo o bien hecho», sino que me enseñaba a decir «¡doxa-gloria a Dios, doxa-gloria a Su Hijo Unigénito, Jesús Cristo, y gloria al Espíritu Santo que ilumina la mente, el nus (espíritu de la psique) y el corazón para responder correctamente!” Así es como actúan los ángeles invisibles” me decía. “Así también debes hacerlo tú, que eres un pequeño ángel visible». De una manera original, me introdujo en la vida del cielo, donde todo, como decía, funciona con la ley de la agapi-amor incondicional.
«Él también me cultivaba las virtudes en mí y me enseñó a contarlas. La primera de todas era la caridad y la verdad que preceden del Señor. Luego venía la humildad, luego el sacrificio. Le sigue la agapi-amor, la paciencia, el ayuno, la modestia, la sobriedad… Me enseñó a pedir de Cristo que me indique Su voluntad diariamente. ‘Si aprendes a hacer la voluntad de Cristo, siempre serás feliz y dichosa como un angelito. ¡Eh! No es imposible y no está excluido que el Cristo y la Panaghía vengan y te lleven de viaje al cielo para que veas el palacio que preparan para ti, la buena princesita’. Así de esta manera hablaba también a Mijalis/Miguel.
Los héroes y los modelos para mí y para Miguel eran los santos, nuestra Panaghía y los ángeles. Recuerdo una vez que Miguel estaba en segundo grado de secundaria y no podía encontrar la solución a un problema matemático. Entonces el tío Yannis/Juan (el treloYannis) lo animó a pedir ayuda a san Basilio, que había estudiado matemáticas en la Universidad de la antigua Atenas. Miguel lo consideró una broma. Entonces él se arrodilló y rezó a san Basilio. Después pidió una hoja de papel de papel y escribió la solución de la ecuación frente a los ojos sorprendidos de Miguel. Mi hermano no sabía qué decir…
-¡Lo recuerdo muy bien esto! Ese increíble incidente me sigue y me seguirá toda mi vida, -dijo Miguel. ¿Recuerdas, papá, cuando te enfadaste y dijiste que me había vuelto loco cuando te dije que san Basilio incluso resuelve ecuaciones?
-En ese momento no tenía cabeza y temía que el loco Yannis, treloYannis te influyera mucho. Por eso no le permitía venir con frecuencia a casa. ¡Yo era tan tonto y loco que creía que os volvería también locos a vosotros! dijo el señor Anastasio.
-¡Ojalá heredáramos esa locura santa de Cristo! -completó María. Papá, el tío Juan, treloYannis, era nuestro ángel guardián para toda nuestra familia. Sepas que él es la razón por la que no nos conmovían los programas de la televisión. Llamaba a la televisión «el lobo disfrazado de oveja», que se introduce por los tejados en las casas cristianas para corromperlas y destruirlas desde dentro. Presenta héroes falsos y siembra «malas hierbas» (los demonios) en los campos cristianos contaminándolos.
«El veneno de la seducción y del atontamiento que lleva a una muerte lenta es la televisión, María mía. Si los padres supieran cuánto daño hace a los niños inocentes la televisión, la tirarían por la ventana. No ofrece ninguna educación. Es la escuela del malvado Satanás… La escuela del Dios Tríadico es la Santa Escritura y las vidas de nuestros santos/as».
Una vez le estaba hablando a Miguel en el patio sobre un compañero mío de clase, Panagiotis, que vino y me dijo que me amaba y estaba enamorado de mí. Incluso me hablaba de eso todos los días, me parece que le estaba preparando su propuesta, mi compañera de clase, Asimina. Naturalmente, le respondí que yo también lo amaba, como amo a todos los demás niños. Y él entonces dijo sonriendo: ‘Quiero que seamos novios… ¡Tenía solo diez años en ese momento!
Me sentí incómoda con su propuesta y me levanté corriendo… Él se sorprendió por mi reacción. Le conté a Miguel ese hecho cuando vi al tío Juan, (el treloYannis) acercándose a nosotros. Tan pronto como lo vi, le anuncié con alegría que Cristo me había enviado un hermoso príncipe. Él se rió muy fuerte. En lugar de comentarlo, nos animó a seguirlo al jardín del edificio de la casa. Había dos naranjos, uno era amargo y otros árboles. Era principios de otoño. Comenzó a cortar, probablemente naranjas, y nos dio para probar diciendo que esto era parte de un nuevo juego que jugaríamos… Era agrio y amargo, no se podía comer. Pero él insistió en que lo comiéramos. ¡Lo tiré! No pude comerlo. Entonces él comenzó diciendo:
– María, ¿qué tipo de comida le das al bebé (muñeca) que mamá te compró? ¿Carne o leche?’
-Leche, porque es muy pequeño, respondí.
-Si le das carne, el pobre se ahogará y tú entonces llorarás. Por lo tanto, debes esperar a que crezca para darle comida normal… porque su estómago aún no ha crecido. Ahora te pregunto, ¿por qué no comiste la naranja?
-Bueno, porque era amarga y agria. No se podía comer.
-Correcto, María mía, ni Mijalis ni yo lo comimos. Si lo comiéramos, nuestro estómago dolería y nos enfermaríamos. Esperaremos, entonces, todos para jugar nuestro juego cuando las naranjas en nuestro jardín maduren. Cuando se vuelvan dulces y sabrosas, la princesa María, el príncipe Mijalis y el loco Yannis vendrán a comerlas. Muéstrame tu palma, María.
Le extendí mi mano hacia él. Él la agarró y la colocó junto a la suya. Luego se volvió hacia Mijalis y le preguntó si eran iguales.
-No, la tuya es más grande, dijo mi hermano.
¡Eh! Cuando tu mano, María mía, sea tan grande como la mía, entonces Dios te enviará al príncipe que te tiene preparado. Porque si te lo enviara ahora, lo despreciarías, como despreciaste la amarga y agria naranja. Tu estómago aún correría peligro. Por lo tanto, debes amar a todos tus compañeros y compañeras de clase para que tu estómago no sufra, al igual que amas a Cristo, a la Panaghía y a todos nuestros santos/as”.
Con esta respuesta simple y original, me dio la respuesta a cómo enfrentar el primer latido de mi corazón infantil que me preocupaba. Al día siguiente le dije a mi compañero de clase: «Panagiotis, todavía somos naranjas amargas y agrias. No podemos arreglarlas ser novios porque nuestro estómago dolerá». Estoy segura de que él me consideró loca. De todos modos, ya no se me acercó más con mala astucia. Pero lo sorprendente es que desde entonces no he tenido ese tipo de molestia de ningún chico. Veía a algunos chicos mirándome, pero nadie me molestaba… Como si alguien los impidiera. Sin embargo, en mi interior tenía la convicción, que me cultivó el tío Yanis, (el treloYannis), de que cuando Cristo decida y crea que ha llegado la plenitud del tiempo, enviará al más adecuado. Así que nunca me preocupé de este tema. Por el contrario, mi madre veía que estaba más preocupada que yo, diría yo…
¡Así es! Temía que te convirtieras en una monja al verte tan absorta en tus estudios, intervino su madre. Solo me tranquilicé cuando vi a mi futuro yerno cruzar el umbral de la casa y pedir a mi querida Marita para casarse.
-Es digno de señalar que un mes antes de que Gregorio se me acercara, mamá, el tío Ioannis, el treloYannis me había anunciado el alegre evento:
«María, hoy vi a la Panaghía sonreír. Dijo que el cielo se alegra por tu progreso en Cristo y que el Señor te ha bendecido ahora para formar una familia. También bendijo a un principito para que sea tu esposo. Un buen y valiente joven, un rey justo y verdadero».
Inicialmente, no presté atención a sus palabras. Los pasé por alto diciendo que planeaba casarme después de terminar mis estudios. Él se reía…
Sus palabras se confirmaron unas pocas semanas más tarde con la propuesta de Gregorio. Una propuesta que combiné con las palabras del tío Ioannis, treloYannis, las cuales me daban confianza en mi decisión.
Y a mi hermano le había dicho que tendría un nuevo hermano y se convertiría en tío pronto.
-Así es, exactamente, dijo Mijalis emocionado. Por eso pregunté entonces cuando me llamaste en la unidad donde cumplía mi servicio militar, para anunciarme la propuesta de matrimonio, cuál es la opinión del bendito difunto Yannis.
El señor Anastasio y su esposa se habían quedado sin palabras. Ahora concienciaban y comprendían el papel crucial y constructivo que el treloYannis, loco Yannis desempeñaba en la educación de sus hijos. Ahora entendían por qué no enfrentaron problemas con sus hijos durante la adolescencia, como otros padres. Ahora entendían la razón y la causa de la madurez que sus hijos mostraban frente a muchos problemas familiares. Ahora explicaban las razones y causas que los convertían en recipientes de ofrecimiento y generosidad desinteresada hacia los demás, ya sea un amigo, un vecino o un compañero de clase. Porque tanto María como Mijalis ofrecían juegos, libros, ropa y otros artículos personales con gran satisfacción y sin calcular el costo, algo que rara vez se encuentra en los niños, quienes generalmente muestran un fuerte sentido de posesión.
-Mi Anastasio, ¿recuerdas el alboroto que hiciste con nuestro Mijalis cuando te enteraste de que le dio su chaqueta de cuero a un pobre inmigrante que encontró en la calle?, dijo su esposa.
-Mamá, no es el momento de hablar de esas cosas», interrumpió Mijalis claramente molesto.
Sin embargo, no pudo decir nada más porque se conmovió por la confesión de María. Solo logró con dificultad decir:
-María, habla del Salterio y especialmente de los versículos que le gustaba recitarme.
«¿A cuáles salmos te refieres? ¿Al ‘No se salva el rey por su gran poder, ni escapa el gigante por su fuerza numerosa’ o al ‘Bienaventurado el hombre que confía en Él’?».
-No, me refiero a aquellos que decían que no debemos envidiar a los impíos y malvados. Creo que es el Salmo 36″.
– Es el Salmo 36, porque he aprendido bien sus versículos, interrumpió entonces el panadero, señor Apóstoles.
Todos se volvieron repentinamente hacia él y lo miraron mientras espontáneamente comenzó a recitar el Salmo en cuestión:
«No te excites a causa de los malhechores ni envidies a los que obran iniquidad. Pues como hierba pronto serán cortados y como la hierba verde se marchitarán. Confía en el Señor y haz el bien, habita la tierra y cultiva la riqueza de ella…».
Durante cinco minutos o más, el señor Apóstoles recitó versículos del Salmo en cuestión. Apenas dijo «pero el justo se compadece y da», empezó a llorar. Lágrimas inundaron su rostro.
-Perdónenme. Este Salmo representa el estatuto del funcionamiento de mi panadería. Llevaba la firma del bendito treloYannis. Todo lo que sucedía en la panadería se reflejaba en los versículos de este Salmo en concreto. El bendito lo combinaba con varias parábolas de nuestro Señor, como el Rico y el Pobre Lázaro. Me he conmovido porque recordé las locuras del bendito Yannis. ¡Perdónenme!…
Cuando lo contraté en mi tienda, fui muy cauteloso. Todos me decían que tuviera cuidado porque era loco. Por lo tanto, lo puse a trabajar en tareas auxiliares. Sin embargo, era muy cuidadoso. Desde el principio me dijo que cada sábado por la mañana tenía el deseo de ir a la Iglesia. Poco a poco ganó mi confianza. Me impresionó que al principio se negara a aceptar todo su salario:
“Señor Apóstoles, no te ofendas y me tomes a mal. Dame solo lo necesario, pagaré mi cuenta de la luz y compraré algunos alimentos para mí, mi madre y el resto lo guarda, porque tú lo necesitas más que yo. Me lo darás cuando estabilicemos nuestra panadería y pagues las máquinas».
En ese momento, consideré su actitud como locura, pero esa locura astuta me ayudó a enfrentar los gastos, que al principio eran bastantes. ¡Años difíciles! Estaba endeudado con las máquinas y los técnicos, con los proveedores y los comerciantes.
De todos modos, las horas que faltaba el bendito difunto, las cumplía al máximo con más horas. Aprendió rápidamente el trabajo. Así, pasaron solo unos pocos meses y se había desarrollado en un panadero adecuado y perfecto. Amasaba, horneaba, asaba…
El punto en el que discrepábamos constantemente durante los primeros meses tenía que ver con el peso excesivo de la franja de pan.
«¡Me arruinarás, loco! Acordamos poner un peso específico en cada barra de pan…»
-¡Bah! La panadería no se arruinará por unos gramos más señor Apóstoles, decía. Hazlo como un regalo de bienvenida y conocimiento para el vecindario. Verás cuánto lo apreciarán nuestros clientes. No es bueno darles menos de lo que pagan”.
Me volvía loco. También yo era un poco irritable y peleábamos. En lugar de responder, él comenzaba a recitar el Salmo 36. De hecho, lo recitaba tan fuerte que los clientes se sorprendían. Temía que me malinterpretaran y me detenía diciéndole: «¡Tu locura no tiene límites tonto!». ¡No podía manejar la situación con el “loco” Yannis, treloYannis! Él siempre encontraba una manera de cambiar la atmósfera.
La locura que mostraba suprimía nuestras peleas y las paraba. Gracias a él, aprendí cómo debía funcionar mi negocio.
Cada vez que necesitaba ausentarme, notaba que las ventas aumentaban. Al principio, sospechaba que estaba agregando su propio dinero a mi dinero de las ventas. Por eso lo observé. Así, vi cómo trataba a cada cliente. Los atendía a todos con palabras dulces y los recibía con una amplia sonrisa. Antes de preguntarles qué querían, les ofrecía una pequeña rosquilla. «¡Prueba nuestro nuevo producto que hizo con cariño solo para nuestro vecindario, el señor Apostolis!». Muchos compraban no solo pan y pasteles, sino también lo que les ofrecía el bendito difunto.
No solo era un buen panadero, sino también un excelente vendedor. Por eso, aunque al principio me molestaba cuando se marchaba por algunas horas para ir a la Iglesia, en los días festivos y los sábados, pero después ya no me importaba, porque reemplazaba esas horas como vendedor y más. Nunca me pidió un aumento de salario durante todos estos años. Sin embargo, me enseñó de manera excepcional cómo por mi cuenta dar siempre aumentos a los salarios de mis empleados. Una parte de su salario, como descubrí recientemente, la destinaba a compartir pan y leche con los pobres del vecindario y los jubilados de bajos ingresos.
Una vez quise abrir la panadería los domingos, como hacen muchos de mis colegas.
«No lo quiere esto el Señor, señor Apostolis. No lo quiere. Él dijo que trabajemos seis días y dediquemos el séptimo a Dios. ¡No hagamos daño hiriendo a nuestro Cristo! ¡No le clavemos otro clavo! ¡Es una pena, no es apropiado!»
Dijo todo esto y más para persuadirme y evitarlo. Incluso llegó al punto de proponer que trabajara dos o tres días sin pago para cubrir el volumen de ventas que la panadería alcanzaría si funcionara los domingos. Todo este escenario se desarrolló cuando el negocio estaba amenazado por una inundación. Habría sufrido grandes pérdidas si el “loco” Yannis, treloYannis no hubiera limpiado las alcantarillas (la historia está descrita al tomo I). El milagro que ocurrió entonces me hizo entrar en razón, porque tenía mucho stock en el almacén. Habría tenido un gran problema. Veía los daños y desastres que la lluvia causó y me persignaba.
Al día siguiente, después de la lluvia catastrófica, cuando el bendito difunto vino a la panadería, no solo no estaba enojado por su ausencia injustificada en el trabajo, sino que también sentí la gran necesidad de agradecerle por su acción. Parece que él entendió mi razonamiento y dijo:
«Señor Apostolis, ¿viste lo que hizo la búsqueda de los doscientos dracmas? Si no los hubiera perdido, ¿cómo podría haber demostrado que estaban obstruidas las alcantarillas para desatascarlas? Doscientos dracmas nos salvaron de la catástrofe… ¡Has visto lo que hace el Señor para salvarnos!»
A continuación comenzó de hablar de varias locuras. Lo hacía a propósito, como ahora me doy cuenta, para ocultar sus carismas o dones. Un día vino con un marco grande en el cual había puesto dos o tres páginas que había fotocopiado. Tomó un clavo y lo colgó en la pared. Había colgado el Salmo 36.
-¿Qué es esto? -le pregunté.
-Es el estatuto del funcionamiento de nuestra panadería. La Panaghía me lo dio, diciéndome que si lo seguimos, las acciones de la empresa alcanzarán alturas – respondió.
Lo tomé como otra de sus locuras. Cuando se marchó, fui y lo descolgué para ver qué tipo de estatuto era. Lo leí con mucha atención. Sentí un escalofrío traspasándome y creí que de verdad la Panaghía me lo había dado especialmente para mí. No sabía que era la oración del profeta David. Además no tenía unas buenas relaciones con la Iglesia. Esa noche lo llevé a casa. No sé qué me había atrapado y lo leía continuamente… Me sorprendía a mí mismo. Al día siguiente por la mañana, el bendito me dijo:
-¿Cómo fue la lectura, señor Apóstoles? ¿Era bueno el estatuto de nuestra Panaghía o deberíamos decirle al profeta David que lo cambie un poco?
Imagínense mi gran sorpresa. Para ocultar mi turbación, ya que había otros empleados presentes, me conformé con decir:
«No, está bien como está». Es cierto que me influenciaba la bondad del bendito y gradualmente empecé a dar prioridad a la caridad y la justicia en mi vida. El espíritu sacrificador del bendito me arrastraba hacia ritmos diferentes a los habituales en nuestra sociedad. Te hacía saborear y anhelar ardientemente un mundo paradisíaco. He visto y experimenté muchos acontecimientos maravillosos, que al principio veía como coincidencias, pero luego veía en ellos la grandeza de la agapi, amor de Dios hacia los hombres. Temo que me extienda demasiado si enumero algunos de ellos.
Desafortunadamente, tardé en comprender el gran valor del bendito treloYannis, porque se escondía cuidadosamente. Pero, al menos, junto con él logré conectarme con el Dios Tríadico, revelando mis pensamientos y planes a Él y tener esperanza, como dice el profeta David. Lo más importante que aprendí del bendito santo de Dios es ver a cada persona como una icona/imagen y visita de Dios. Y eso es lo importante más para mí. Porque nuestra salvación en Cristo, tal y como acostumbraba decir el bendito difundo, está en manos de nuestros vecinos, nuestros prójimos…
La agapi sacrificadora hacia el prójimo, mi señor Apostolis -dijo ese santo hombre de Dios-, abre el camino hacia la eternidad porque te hace descubrir a Cristo. Te guía con seguridad por el camino de Su sacrificio. Caminas sobre las huellas que dejó mientras subía al Gólgota. De esta manera, llegarás fácilmente a la cruz del testimonio y martirio, y a través de ella, a la Resurrección y la salvación. Y verás cómo esta agapi sacrificadora, a través de nuestra santa Ortodoxia, que ha conservado hasta ahora el tesoro de la verdad intacto, cubrirá toda nuestra Tierra para hacerla hermosa como el cisne y para que sea glorificado en todo el mundo el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.»
Dionisio Makrís
Traducido por www.logosortodoxo.com