Μαθητές mazités=discípulos, alumnos, aprendices
Οπαδούς opadús=seguidores, aficionados, fans
xX.jJ: Creo que en español los términos más adecuados en este caso son discípulos y seguidores, según una amiga filóloga.
El Cristo cuando empezó oficialmente Su obra, invitó a sus primeros discípulos y formó el grupo apostólico; porque primero deberían aprender en praxis (acción) la nueva vida que ha traído al mundo y después enseñar a los hombres de todas las naciones. Los llamó discípulos, así nos lo dicen los evangelistas.
El mismo Cristo dijo: “No hay discípulo superior que el didáscalos=maestro” (Mt 10,24). El evangelio está lleno de este apelativo, como: “Vinieron en Él los discípulos” (Mt 5,1), “Le siguieron sus discípulos” (8,23), “entonces dice a sus discípulos” (Mt 8,37), “y extendiendo su mano sobre los discípulos, dijo: he aquí mi madre y mis hermanos” (Mt 12,49), etc.
Después del Pentecostés y la composición de la primera Iglesia con el Bautizo, la Crismación y la divina Efjaristía, todos los miembros de la Iglesia fueron llamados discípulos de Cristo. En el libro de los Hechos de los Apóstoles uno encuentra muchas expresiones de este tipo: “Como el número de los discípulos aumentaba” (Hec 6,1), “la cantidad de los discípulos” (Hec 6,2), “inspirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor” (Hec 9,1), “Trató de unirse con los discípulos y todos lo temían no creyendo que fuera de verdad discípulo” (9,26), “Fue en Antioquia donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de cristianos” (Hec11,26), “y los discípulos se llenaban de alegría y de Espíritu Santo” (13,52), “le rodearon los discípulos” (Hec 14,20), “animando a los discípulos” (Hec 14,22), etc.
La palabra μαθητής (mazitís) discípulo, indica a alguien que escoge un maestro, se pone a sí mismo a la obediencia de él, para que sea instruido a la gnosis (conocimiento) que él dispone; de manera que sea transmitida también en él la experiencia y los conocimientos del maestro.
El aprendizaje está conectado con la agapi=amor hacia la persona del maestro. Principalmente, en lo que aquel expresa, la elección se hace libremente y naturalmente con la educación sistemática para la iniciación en las verdades.
En la Santa Escritura se hace referencia sobre lo que es el aprendizaje. En algún momento de Su enseñanza el Cristo dijo: “Por eso, el discípulo que ha aprendido en la realeza increada de los cielos es como el amo de la casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas” (Mt 13, 52).
El ser discípulo de la Realeza increada de Dios significa instruirte “en la gnosis de Cristo”. El Cristo es el amo de la casa “como rico” y en él existen “Los tesoros de la sabiduría” (san Teofilactos). Por lo tanto, aquel que se instruye en Cristo, participa en la realeza increada, es decir, a la divina sabiduría, la doxa=gloria (luz increada) de Dios.
Para José de Arimathea que pidió del Pilato el Cuerpo de Cristo, después de Su muerte en la Cruz, se escribe: “quien fue discípulo de Jesús” (Mt 27,57). Esto significa que él escuchó Su enseñanza, ha visto Sus milagros y fue iniciado a la gnosis (increado conocimiento) de Cristo. Y el Cristo, después de Su Resurrección, dijo a Sus discípulos: “Id en todas la naciones hacer discípulos e instruirles, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28 19-20).
Para ser discípulo de la Realeza increada de Dios, se hace con los Misterios (Sacramentos), la Metania, el Bautismo, Crismación, y los demás misterios y con la aplicación de los Mandamientos de Cristo, que ofrecen la gnosis real y la comunión, unión con Cristo por la jaris, la energía increada.
La característica más importante de los Apóstoles es que “eran discípulos de Cristo” y esto lo vivieron en toda sus vidas. Y el mejor título de los cristianos es que sean llamados a ser discípulos de Cristo. Y como el Cristo no está fuera de la Iglesia, por eso el aprendizaje se hace dentro en la Iglesia, en el tesoro de la teología y la experiencia que dispone.
Uno no puede ser discípulo de Cristo y no ser discípulo de la Iglesia con todo su bendito tesoro y su santa vida.
Pero, en dirección contraria se mueve el seguidor. Así se llama aquel que sostiene de manera intensa personas, ideas, sistemas, equipos de futbol, partidos políticos que parten (la misma palabra lo dice te dividen, te parten)…
Generalmente los seguidores escogen algunas ideologías con procesos no aclarados, porque deben incorporarse e incluirse en algo o en algún sitio para consolidar, afianzar sus inseguridades y comportarse bajo los principios del equipo sin juicio y libertad.
Los seguidores arrastran a la deriva la multitud y cometen acciones catastróficas.
Las cualidades características de los seguidores es que se encuentran bajo el efecto de un mesías apasionado patológico, que por regla general es autoproclamado o autosoberano; no tienen voluntad propia; pero son arrastrados por la mentalidad de las masas; actúan en un ambiente de misticismo (el líder sabe, el líder tiene razón); se comportan con consignas, sin examinar críticamente y se encuentran bajo la influencia de sus lideres; toman en sus manos una bandera que expresa la ideología, actúan violenta y catastróficamente, puesto que siempre se enfrentan con el ambiente.
Cuando alguien los pregunta, porque actúan de esta manera, no pueden desarrollar un concepto conjuntado, sino repitiendo los argumentos de sus apasionados líderes patológicos y naturalmente se expresan con consignas, fraccional y agresivamente.
Por regla general los seguidores tienen un mundo psíquico particular y enfermo, pensamiento trastornado y logos cortado, pero también inmadurez emocional.
La pregunta acerca de si los líderes enferman a los hombres o los hombres enfermos escogen líderes enfermos, tiene doble interactiva lectura y respuesta. Otras veces se hace lo primero, es decir, el líder enfermo enferma a sus seguidores; y la mayoría de las veces los hombres enfermos están conducidos al líder enfermo.
La base es que tanto los líderes como los seguidores están bajo las garras de la dependencia mutua y sus intereses perversos.
Tiene especial importancia las maneras que se mueven los seguidores para la imposición de la ideología y el dominio de ella.
Por regla general se utiliza la mentira, la fragmentación de un acontecimiento, el rechazo de la opinión contraria, sin pensamiento propio crítico, hipocresía y analgesía; contradicción de sus acciones, puesto que los seguidores hacen una praxis y después la condenan o la califican de provocación; la violencia en sus actos y finalmente el no respeto de las reglas por las que una sociedad está compuesta en todos sus aspectos.
Los seguidores, de la época actual, llevan en sus manos un teléfono móvil y se comunican inmediatamente con su líder y aplican sus mandamientos ordenadamente como “soldaditos”.
Allí donde más se expresa la afiliación de seguidores es en el espacio de la religión. Y esto porque la religión, cuando funciona como ideología, tiene muchos principios y resultados psicopatológicos; como es el mesianismo, el misticismo, el predominio a los demás con fuerza y la imposición con maneras violentas.
Los psicoterapeutas de su experiencia clínica conocen muy bien que la peor forma de esquizofrenia está cubierta bajo convicciones religiosas o para-religiosas.
De religiólogos (maestros religiosos) se ha identificado este tipo de fenómenos y “crisis religiosas”. Están conocidas las “guerras santas” para el predominio de una ideología que se hace con violencias y matanzas.
El religiólogo (maestro de religión) P.Otto escribe que la experiencia religiosa cuando no está conectada con el “bien” y lo “lógico, sensato”, se expresa con elementos “demoníacos” e “irracionales”.
La psicopatía se mezcla con el demonismo. Particularmente en esta violencia de la emoción religiosa encontramos las “sectas”, que constituyen “organizaciones religiosas alternativas”, las cuales se desprenden de las religiones básicas, para supuestamente mantener los valores tradicionales de la religión, que supuestamente se mundanizó o secularizó.
Se entiende que hay gran diferencia entre los discípulos y los seguidores, tal como vemos dentro en la Iglesia. También en la Iglesia desgraciadamente existen seguidores de Cristo y también discípulos. Identificaremos algunas diferencias entre los dos.
El discípulo reconoce la Iglesia como espacio de aprendizaje y conocimiento con la auténtica obediencia; en cambio el seguidor como espacio de choques, conflictos y dudas con la energía y acción de los pazos interiores. El discípulo obedece a Cristo, tal como se vive dentro en la Iglesia; mientras que el seguidor intenta imponer sus propias opiniones y aspectos en la enseñanza de Cristo y en la vida de la Iglesia.
El discípulo vive con agapi y libertad, en cambio el seguidor se comporta con odio y bajo la influencia de sus interiores impulsos animales.
El discípulo participa de la energía increada de Dios, la catártica (sanadora), la iluminante y la deificante o divinizante; mientras que el seguidor deja su mundo interior psíquico crudo y sin terapia.
El discípulo en toda su vida aprende, se instrute en los misterios de la Realeza increada de Dios, con humildad, autocrítica y auto-reproche; en cambio el seguidor actúa como víctima, sin voluntad propia, sino de líderes enfermos, maestros falsos, dentro del clima de autojusticia, y emprende actos violentos como juez de toda la tierra y como fiscal de Dios.
El discípulo acepta y recibe la experiencia de la Iglesia tal como es expresada de los Profetas, los Apóstoles y los Padres santos, y de esta se metamorfosea, transforma; en cambio el seguidor forma su propia “secta” dentro de la Iglesia y denuncia la supuesta alteración de la vida eclesiástica.
Finalmente, el discípulo es un miembro humilde de la Iglesia que permanece dentro de ella para sanarse y salvarse; mientras que el seguidor actúa como salvador de la Iglesia. Pero el pragmático, real e único Sanador y Salvador es el Cristo y la Iglesia no tiene necesidad de otros Sanadores y Salvadores.
La Iglesia es el centro terapéutico espiritual, que se sana el hombre, pero algunas veces los enfermos, que actúan con los principios de seguidores rebelándose contra los médicos y proyectándose ellos mismos como médicos para supuestamente salvar la Iglesia.
Pero este tipo de actos anárquicos muchas veces son beneficiosos, porque revelan el hedor del contenido sucio que estaba escondido mucho tiempo bajo bonitas manifestaciones, congresos, de creaciones hipócritas, de contribuciones sociales, de cultos emocionales, de edificaciones bellas, etc…
Debemos en toda nuestra vida estar aprendiendo en la vida eclesiástica ortodoxa y en la tradición o santa entrega ortodoxa y no en los “rebaños mareados”, en la manía de una secta catastrófica, a pesar de que ella lleve el nombre de cristiana. (Como por ejemplo, el papismo, el protestantismo que contiene varios grupos y sectas que ni siquiera se conoce entre ellos).
Los seguidores socavan la vida eclesiástica, “obcecan” el cuerpo de la Iglesia y como es natural mueren de electrocución espiritual y tarde o temprano son expulsados del Cuerpo de la Iglesia: Un clérigo con experiencia me dijo: “Si el clérigo no respeta el altar, entonces el mismo altar un día no le tolerará y le largará lejos”.
El espacio eclesiástico es santo y bendito, sensible e inundado del Espíritu Santo, por eso tampoco se ofrece para hacer equipos de seguidores, pretensiones humanas enfermizas y mentalidades luciferitas o demoníacas.
En la Iglesia debemos estar estudiando e instruyéndonos en toda nuestra vida en la vida de Cristo y no tienen relación orgánica los seguidores enojados, violentos y con mentalidad luciferita o demoníaca
El Cristo quiere discípulos y no seguidores.
Ierózeos Vlajos
Traducido por: xX.jJ