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Mar 06 2015

Cómo hablar a nuestros niños sobre los demonios, el infierno y la muerte

 

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xXJj: Esta traducción está hecha en honor a mi nieta Ζωή (Zoí) Vida, de 5 añitos que la semana pasada me preguntó: ¿Yayo, Abuelo qué es la muerte? La verdad es que me pilló desprevenido; y espontáneamente la respondí: Cariño mío, por eso vamos a la Iglesia los Domingos y tomamos la Comunión o Efjaristía, estando con Cristo Dios y la Panayía, no morimos nunca… 10/2/2015

Es un serio error pedagógico hablar a los niños pequeños sobre los demonios con todo detalle. Porque si un niño escucha por primera vez cómo son exactamente, es imposible que no empiece a imaginarlos.

Los mayores, es posible que sean avisados por el peligro que tienen, si dejan que sean introducidos en la mente imágenes de los demonios, pero un niño pequeño, aunque le pre-avisemos, no puede fácilmente parar de pensar en algo que le tortura; y esto les puede conducir a un estado espiritual peligroso, o cuanto menos, puede sufrir pesadillas. Cuando los niños pequeños preguntan sobre el diablo o por la existencia de los espíritus del mal, es preferible no hacer un análisis minucioso, sino decir que no debemos poner nuestra atención en ellos más que los sueños o algo parecido.

Generalmente debemos hacer que los niños giren su mente a Cristo, a los santos y a los ángeles.

Es mejor enseñar a los niños la lucha cristiana sin referencia inmediata al combate contra los demonios. Los niños pueden aprender así naturalmente a santiguarse antes de dormir como bendición para la noche o utilizar la oración de Jesús: Kirie eléison o Jesús Cristo Dios eleisón me o compadécete de mí o que hablen ellos mismos al Señor y los santos/as con palabras suyas, cuando lo quieran.

Así cuando prueben una tentación, por ejemplo, miedo por pesadillas, utilizarán totalmente con naturaleza las armas correctas. Los niños pueden tener un komposkini (rosario ortodoxo) en la mano o debajo de sus almohadas y decir la oración de Jesús, aunque sea pocas veces en sus oraciones diarias.

La idea del infierno asusta a los niños. Por supuesto que esta idea también nos asusta a nosotros pero este miedo no es patológico. Lo que debemos cultivar a los niños no es el miedo al infierno sino la agapi-amor a Dios. Los niños pueden pensar seriamente el problema metafísico del mal y de la agapi de Dios. Y cuando hablamos sobre infierno (naturalmente no a niños) debemos recalcar que el infierno no es un lugar donde el Dios quiere mandar a los hombres malos, sino que el infierno es un dolor que nosotros mismos nos provocamos por la negación de la agapi (amor, energía increada) de Dios. Infierno es la visión contemplación de la luz increada de Dios que quema a los que no se han hecho a semejanza de Él. Incluso podemos decir que cuando uno está enfermo y se niega a tomar los medicamentos que le indica el médico, la culpa no será del médico si no se sana.

Como siempre, no existen recetas, solamente doy algunos consejos y ejemplos. Existen muchos casos en los que adultos han abandonado el Cristianismo porque creían que era la mejor manera de liberarse del núcleo asfixiante del miedo al infierno en el que se han criado. Incluso cuando hablamos de praxis malas o por hombres que las han cometido, es importante que el niño sepa que Cristo siempre está preparado para perdonarle por cualquier pecado o falta.

Cuando los niños hablan sobre el Cielo, a menudo expresan unas ideas sobre lo que podemos encontrar allí, pero estas ideas quizás teológicamente parecen ser incorrectas. Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos para no estropear de su interior el deseo de que vayan al Cielo. ¿Podéis imaginar que alguien deseara ir a un lugar donde no hay comida, ni juguetes, ni animalitos queridos etc.? Debemos dar la impresión (y no es una impresión equivocada) de que el Cielo es incomparablemente mejor de lo que podemos imaginar. Algunos niños, apenas escucharon esto, preguntaron espontáneamente: ¿El Cielo es mejor que la noche de la Resurrección? ¿Mejor que el helado? ¿Mejor que cuando mama te pone a dormir? Nuestra Biblia nos enseña que habrá comida celeste, alegría y risas celestiales, etc. A lo que respecta sobre sus animales queridos, los niños quieren saber si su animal tendrá un lugar en el Cielo. No hay ninguna razón en este momento de explicarles teológicamente en qué se diferencia la psique de un animal de la psique de un hombre. Es preferible recordarles que Dios cuida todo animal por muy pequeñito que sea (Mt 10,29).

Cuando hablamos teológicamente, nunca debemos destruirle una idea que uno tenga en su interior sino la sustituimos por una idea más madura, la cual no supere el nivel de su percepción. En el Gerontikón se narra una historia de un monje que era antropómorfo, es decir, interpretaba de forma literal todas las expresiones hagiográficas, como las manos de Dios, los ojos de Dios… Pero los monjes ortodoxos le rectificaron. Otro monje le visitó y le preguntó: ¿por qué lloras? ¿No te alegras de haber vuelto a la fe ortodoxa? Y el monje respondió: Lloro porque me han quitado a Dios y ahora ya no sé a quién voy a venerar.

No queremos que nuestros hijos teman a la muerte. Debemos hablar de la muerte como un trozo de nuestra vida –el pedestal de la vida celeste- el escalón hacia la vida eterna con el Cristo.

Algunas veces los niños quieren con tanto anhelo ir al Cielo que expresan su deseo de morir e incluso poner fin ellos mismos a sus vidas. No debemos poner en el interior de estos niños el enfermizo temor a la muerte para moderar este deseo, sino explicarles que la muerte es bendita sólo si nos vamos de este mundo cuando el Dios nos llame, porque solamente Él conoce cuándo estamos preparados. No nos vamos al Cielo antes de que Él nos mande el billete. No hay receta sobre lo qué vamos a decir a cada niño, debemos intentar adaptar nuestra respuesta a cada caso.

Se trata de un problema que a menudo encuentra a los padres desprevenidos, no preparados. Es triste el hecho de que los niños pequeños hayan oído sobre el suicidio, pero es una realidad que los catequistas cristianos deben afrontarla.

Preguntas sobre el infierno y el Cielo, el bien y el mal, los demonios y la muerte, el suicidio… son preguntas que se harán mucho durante la edad infantil. Nuestras respuestas a estas preguntas como la de cómo nacen los niños, deben ser según el nivel del desarrollo del niño. No respondemos de igual manera a un niño de cinco años que a uno de diez si nos preguntaran lo mismo.

Del libro “conceptos sobre los niños en la Iglesia Ortodoxa hoy en día”, por Hermana Magdalena.

Traducción de xX.jJ

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