Unidad 1: Prólogo e Introducción
Sobre la profecía atemporal para Jesús Cristo como Juez, de la obra maestra del libro Apocalipsis
Con la ayuda de Dios Trinitario hemos llegado otra vez al mes de octubre, el mes que empiezan muchos trabajos y después entramos al invierno. Además, comienza la preparación de los campos para la siembra. Y tal y como nuestros agricultores salen a sus tierras para la preparación y la siembra del trigo, así también sale el Logos de Dios a sembrar las verdades evangélicas en los campos de los corazones: “Salió el labrador para sembrar su siembra” (Lc 8,5 Mt 13,14).
Pero el Logos de Dios no sale para arar; viene sólo para sembrar; el arado queda para nosotros. Es decir, si vendremos para escuchar el logos de Dios, el cómo lo escucharemos y qué consecuencias tendrá éste en nuestras vidas, esto es algo que concierne a nosotros.
Sin embargo “el sembrador de la semilla” sale constantemente; es el éxodo-salida de nuestro Dios, que es una salida de agapi (amor, energía increada) hacia sus creaciones, hacia los hombres, y viene a sembrar el logos de Su divina verdad. Delante de nosotros tenemos un año, y estaremos viniendo aquí al templo para escuchar el logos de Dios; pero debemos tener cuidado cómo escucharemos y estudiaremos el logos de Dios.
Debo deciros que el logos de Dios algunas veces cae sobre una “tierra” pisoteada, dura, sin estar arada, ni cultivada, y deja la “tierra” del corazón indiferente. Uno entra aquí al templo, escucha, y no pone ningún interés. Otras veces el logos de Dios cae en corazones frívolos, en aquellos que se entusiasman fácilmente, pero en sus interiores no sienten alegría por el logos de Dios; pero cuando salen de la puerta lo han olvidado todo. Otra “semilla” cae en corazones que prometen muchas cosas y planifican una bella vida espiritual; pero vienen miles de preocupaciones de la vida para ahogar el logos de Dios, y finalmente estos corazones quedan sin fructificar, sin frutos.
Nosotros, ojalá que no pertenezcamos a estas categorías, como hemos escuchado hoy en la parábola del sembrador (Lc 8, 5-15). No, queridos míos; el logos de Dios debe caer en corazones que la “tierra será buena y bondadosa”, allí donde el logos de Dios fructificará y se hará santidad. Pero estos corazones, nuestros corazones, deben recibir y aceptar el logos de Dios con temor a Dios y humildad; y entonces producirán “ciento, a sesenta, y a treinta por uno” (Mt 13, 8-23 Mrc 4,8-20).
Pero desearía y ruego y oro a Dios, pero también os ruego de corazón, que no exista corazón que pertenezca en ninguna de las tres primeras categorías de la parábola; no lo desearía. Todos los corazones que aquí escuchan el logos de Dios que sean de “tierra buena y bondadosa”, y que el logos de Dios que estará cayendo en sus corazones fructifique en abundancia con frutos ricos.
(Lo mismo deseo yo también el traductor, para los hermanos que leen y estudian esta traducción y si ven algún error me perdonen y me avisen para arreglarlo).
Este año la jaris (gracia, energía increada) de Dios nos da el Libro del Apocalipsis como una oportunidad para sembrar el logos de Dios.
El Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento, pero también de toda la Santa Escritura. Este libro es la conclusión de la Santa Escritura y tiene correlación con el primer libro de la Santa Escritura, del Génesis. Estos dos libros constituyen el eje, caída-salvación. El libro del Génesis se refiere a la historia de la caída; el libro del Apocalipsis de la rectificación o levantamiento, la sanación y la salvación. Realmente en el libro del Génesis se describe la creación del cosmos (mundo) y del hombre; es este bello amanecer del creado mundo visible.
Pero los hombres han caído; por influencia del diablo han caído al pecado. A partir de entonces fue introducido el pecado, la corrupción y la muerte. Todo parecía una frustración; como si se hubiese frustrado el bello plan de Dios, es decir, la creación acercarse junto a Dios, unirse con Él y deificarse. ¡Pero de lo que el Dios crea, queridos míos, nada se suprime a cero ni se suspende o malogra! Y para la renovación del creado mundo visible, envejecido por el pecado, se ha economizado el misterio de la Humanización o Encarnación de la segunda persona de la Santa Trinidad, que es el Jesús Cristo.
Pero el mundo no ha aceptado a Jesús Cristo y Le crucificó. Pero otra vez el plan de sanación y salvación no se ha suspendido, porque con la Cruz fue vencido el diablo y con la Resurrección de Cristo fue vencida la muerte y la corrupción.
Así la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, camina dentro en la historia entre muchas fatigas, adversidades y martirios, que provienen de las fuerzas antiteas, contrarias a Dios, las cuales continuamente crucifican el cuerpo (carne) de Cristo. Pero finalmente la Iglesia vencerá, porque el Cristo ha vencido al diablo, al mundo y a la muerte. La Iglesia hace eclesiástica o lleva a la Iglesia la creación y la conduce a la Realeza increada de Dios.
Si, pues, el libro del Génesis nos describe la creación del mundo, del hombre y de su caída, el libro del Apocalipsis nos describe apocalípticamente (reveladamente) el camino de la Iglesia dentro en la historia, es decir, de los fieles y de la creación en general, el renacimiento, la recreación y la eterna doxa (gloria, luz increada) del hombre y de la creación visible.
El libro del Apocalipsis, -hoy hacemos una pequeña introducción para que podamos orientarnos relativamente- contiene en resumen el misterio completo de la divina Economía, desde la Encarnación del Hijo y Logos de Dios hasta Su Segunda Presencia, el Juicio universal y la aparición de la Realeza increada de Dios.
Para que entendáis, os describiré sólo una imagen del Apocalipsis donde aparece el misterio de la Humanización o Encarnación. Es la “mujer” que está rodeada del sol, y bajo sus pies está la luna, y está gestando “el niño varón”, su hijo que sería nacido. Pero el “Dragón” espera cuándo la mujer va dar a luz al “niño” para arrebatarlo y tragarlo. Pero apenas nacido el niño fue arrebatado de Dios, ya que la “mujer” huyó al desierto. Y detrás corre el Dragón sacando agua de su boca y constituye la “mujer” «portadora de río» -palabra, término del libro del Apocalipsis. Es decir, ¡hecha agua detrás de ella, para inundarla y ahogarla, pero sin lograrlo! (Apoc 12, 1-17). Queridos míos, esta es la historia de la Humanización o Encarnación.
El diablo, como dice un Padre de nuestra Iglesia, san Ignacio de Antioquía, buscaba las vírgenes para saber cuál daría a luz al Mesías; pero se “equivocó”, se le desvió la atención al “soberano del mal de este siglo” (Jn 12,31 y 16,11) de que el Hijo de Dios ha nacido de virgen, ¡así el diablo esto no lo percibió! El diablo no es omnipresente o en todas partes, ni conoce todo; pero buscaba. Esto lo vemos claramente en el libro del Apocalipsis, que como dice, espera nacer el “Niño”.
Aquí la persona de la “mujer” tiene dos facciones o caras: es la Zeotocos y también es la Iglesia. Y por supuesto que es la Iglesia, porque Ella es el Cuerpo de Cristo (1Cor 12,27 y 12,12 y Rom 12,4-5). Pero el Cuerpo de Cristo tomó Su Cuerpo de la Panayía (santísima o más que santa), de la Zeotocos (Madre de Dios o la que pare o da a luz a Dios). Por lo tanto la Zeotocos y la Iglesia son lo mismo, con las dos facciones o caras; y así tenemos a la vez discernimiento e identificación.
La Iglesia es perseguida, son perseguidos los Apóstoles y también la Zeotocos, pero el “Niño” es arrebatado al cielo. Esto es la Crucifixión, la Resurrección y la Ascensión de Cristo. El diablo ya no puede llegar al cielo, no puede hacer nada. Pero desde entonces persigue la Mujer en los desiertos, es decir, se dirige siempre contra la Iglesia.
Entonces dentro de esta imagen, -la cual es una de las múltiples imágenes del libro del Apocalipsis-, uno ve en resumen el misterio de la divina Economía.
Además el libro del Apocalipsis se refiere a la fundación y a la extensión sobre la tierra de la Iglesia de Cristo, es decir, de la Realeza increada de Dios, pero también el desarrollo de la lucha entre la mujer y la bestia, o sea, entre la Iglesia y las fuerzas contrarias a Dios; -veremos cuáles son estas fuerzas antiteas o antidivinas. Se refiere también a las “plagas o heridas” que vienen contra la bestia y contra el mundo que es incrédulo. Al final la Iglesia triunfa, el Cristo viene, juzga al mundo, y el diablo es atado y brilla la Realeza increada de Dios. Esto es el diagrama general del libro del Apocalipsis.
La idea central del libro es la segunda Presencia de Cristo, como Juez y Rey. Con esto empieza y con esto termina. Terminando el libro, la “novia”, o sea, la Iglesia, y el “Espíritu”, el Espíritu Santo que permanece en la Iglesia, dirán: “Ven, Señor Jesús”; y la respuesta: “Sí, vengo pronto”. Es el clima de espera del espíritu del libro, y el clima de espera dentro en la Iglesia. Y la Iglesia espera a Cristo; Le espera como Juez y Rey, para expulsar el mal, para que ya no exista el diablo, ni el pecado, tampoco la corrupción, ni la muerte. Por consiguiente la idea central del libro es: el Jesús Cristo como Juez y Rey y Su Segunda Presencia.
El tema principal, -que lo vemos moverse o trasladarse en sucesivas imágenes de un modo de sistema septenario, como veremos en el análisis del libro- es la lucha entre la Realeza de Dios y la fuerzas antidivinas o contrarias a Dios, con el resultado triunfal de la Iglesia por la victoria de Cristo.
El propósito por el que se ha escrito el libro del Apocalipsis es la preparación de los fieles en vista de las tribulaciones y aflicciones que les esperan, pero también para instrucción y consuelo de los fieles para el buen término de la lucha.
Todas estas cosas que os digo en pocas palabras, están escritas en el libro del Apocalipsis con visiones, representaciones e imágenes, y constituyen también la lengua simbólica del libro del Apocalipsis.
Por supuesto que el Apocalipsis es principalmente un libro profético; el cual ¡atención!- no apocalipta-revela sólo las cosas futuras sino también las presentes. Por lo tanto aquí aparece la profecía en su concepto, con sentido y significado amplio.
Al mismo libro del Apocalipsis en el primer capítulo 1, pasaje 19, el mismo Señor dice lo siguiente y lo apunta a Juan: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas”. San Juan se encuentra exiliado, según la Tradición, en la isla Patmos, en la cueva que hoy en día es conocida como la cueva del Apocalipsis. Allí estaba orando continuamente. Y un Domingo –nos dirá el mismo en el prólogo del libro- “se hizo en espíritu” (Apoc 1,10) y vio todas estas apocalipsis-revelaciones y visiones, las que por mandamiento de Cristo escribe: Escribe, dice las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas que se convertirán y serán presentes. Por lo tanto, el libro del Apocalipsis es un libro profético, que apocalipta-revela las cosas presentes y futuras.
Os he dicho que la profecía tiene un concepto, sentido y significado muy amplio; se mueve al futuro, al presente y al pasado. Y analizo:
Cuando una profecía se mueve hacia el futuro, viene a apocaliptar-revelar aquello que se realizará al futuro, lo cual ignora toda creación lógica creada. El futuro no lo conoce ni el hombre ni el ángel tampoco el diablo; el futuro realmente lo conoce sólo el Dios, y nadie más y sólo Él puede revelarlo. La profecía pues, es privilegio sólo del Dios verdadero; y si lo queréis, es el privilegio de nuestra verdadera Fe ortodoxa.
La profecía incluso se mueve en el presente para cualquier cosa que escapa de la atención de los contemporáneos. San Juan el Precursor, por ejemplo, se llama Profeta. ¿Qué ha profetizado san Juan el Bautista? ¿Quizás ha profetizado el futuro o el pasado? ¡Pues, san Juan el Bautista ha profetizado sólo el presente! Y el núcleo, el centro de su profecía fue: “He aquí el Mesías; he aquí el cordero de Dios” (Jn 1,29).
¿Quién eres? Le preguntan los soberanos del pueblo, ¿acaso tú eres el Mesías? No, les responde, yo no soy el Mesías. ¿Quién eres? “Yo soy la voz que clama al desierto. Yo soy una voz del desierto y yo vengo para dar testimonio sobre el Mesías. Es Éste que en el tiempo viene tras de mí, pero cualitativamente es Éste que es antes que yo. Es Aquel que yo no soy digno de desatar ni los cordones de Sus zapatos” (Jn 1,19-28 Is 40,3). ¡Y Juan el Bautista es un Profeta mega (grandioso, de los más grandes)! A pesar de esto, cuando profetiza para el Cristo, el Cristo está presente. Pero queridos míos, es más difícil profetizar el presente que profetizar el futuro.
Finalmente la profecía se mueve también al pasado; profetiza aquellas cosas que el ojo del hombre no ha visto. Por ejemplo, cuando Moisés, el gran Profeta, registra al libro del Génesis sobre la creación del mundo y del hombre, ¿de dónde lo sabía? Pues, escribe proféticamente. Por lo tanto, es el Profeta que se mueve, traslada al pasado.
Aún la característica de la profecía es más amplia de lo que os he dicho, porque tiene también el elemento de la enseñanza. Es decir, la profecía contiene consejos, sugerencias e incitaciones éticas, promueve hacia la metania, instruye a los creyentes en la dura lucha de la vida espiritual y mucho más… Muchas veces los Profetas vienen a reforzar y ayudar, promover hacia la metania y levantar la moral del pueblo que los escucha; es decir, la profecía no viene sólo a decir lo que va a pasar y lo que pasó, sino cómo deben permanecer derechos, firmes los hombres ante el Dios.
Por esta razón –apunto, sostengo e insisto-, no debemos ver el libro del Apocalipsis con un concepto estricto de profecía, es decir, como un libro que nos dirá solo el futuro. No queridos míos, el libro del Apocalipsis se moverá, trasladará hacia atrás y hacia adelante, pero –escuchad- también ¡al presente!
¿Qué dijo aquí el Señor? “Las cosas que son” (Apo 1,1), aquellas que existen, están en marcha y se realizan. Y aquel “Las cosas que son” no es sólo aquello que ocurriría entonces que el Señor dictaba a Juan el Apocalipsis y le mostraba con imágenes simbólicas todo lo que ocurriría en su época. Cuando escribe sobre “la gran ramera Babilón”, la Roma, no es sólo aquel “Las cosas que son” y que son hoy; aquel “Las cosas que son” son cosas de hoy y de mañana; pero el mañana será lo que pertenezca al mañana, y que llegará a ser presente, hoy.
Así pues, en cada momento el Apocalipsis se mueve, traslada al pasado, al presente y al futuro. Pero tiene una forma amplia: viene a instruir, rehabilitar, avisar –sobre la venida del Anticristo (Apo 14,8. 16,19. 17,5. 18.) etc.– y viene a levantar el ánimo, resaltar y alertar en cada época o tiempo, pero particularmente en una época que el sentimiento religioso está muy bajo y débil.
El libro del Apocalipsis es un libro muy vivo, con mucha inexpresable jaris (gracia, energía increada) y frescura. A pesar de las terribles imágenes que contiene, tiene a la vez una ternura y una frescura. El libro del Apocalipsis es una verdadera obra maestra. Aquel que ha podido ver, contemplar algo dentro en este libro, lo constituye como un estudio suyo verdadero.
El libro del Apocalipsis está escrito en lengua helénica popular y sencilla de su época. ¡Tenemos la lengua helenística que por supuesto no es el bello dialecto de Ática, la magnífica lengua de Platón! Nos encontramos bastante años lejos, unos centenares; la lengua helénica había sufrido muchas influencias, especialmente extranjeras. En esta lengua se han escrito los Evangelios. Pero la lengua del libro del Apocalipsis está a un nivel aún más bajo que esta lengua helenística; es una lengua, permitidme decirlo, popular o vulgar; pero esto no os moleste, no os escandalice. Porque de parte filológica presenta tantas y de tal tipo de cosas, de modo que muchos de renombre helenos y extranjeros han llegado a decir que el libro del Apocalipsis tiene su propia gramática.
Dice por ejemplo: «ὁ ὢν καὶ ὁ ἦν καὶ ὁ ἐρχόμενος». El «ὁ ὢν», toma artículo, porque es participio, pero «ὁ ἦν» que es imperfecto del verbo εἰμί ser y estar, qué tipo de artículo puede tomar… ¿El verbo gramáticamente toma alguna vez artículo?… (No, gramáticamente en helénico, no), y dice «ὁ ἦν»;… Es un sóliko o solikismo*. El libro del Apocalipsis, pues, tiene su propia gramática, ¡pero es gratificada! *(Σόλοικο sólico o solikismo agramatical, sin coherencia sintáctica, es el que en los textos se equivoca sintáctica y gramáticamente, en este caso san Juan y los santos escritores muchas veces lo hacen intencionadamente para indicar lo difícil e inexpresable que es lo divino o Dios).
Pero su léxico o vocabulario quizás no sea rico. Lo mismo ocurre también con el evangelio de Juan. El vocabulario más pobre de los cuatro evangelios es el de Juan, ¡pero es el más grande y alto que nos ha venido del cielo; el evangelio de Juan es el evangelio de la luz increada, el más teológico! ¡Imita la Kenosis-Vaciamiento del Dios Logos, que está contenido, rodeado de la pobreza de la existencia humana!… (cf. Fil 2,7). Así diríamos aquí, que dentro de la pobreza del léxico del Apocalipsis viene la riqueza de la teología y de la riqueza de la Realeza increada de Dios que con tanta abundancia se derrama y se desborda, y que supera todos los conceptos de las palabras. Es algo maravilloso y asombroso. Sólo aquel que se familiariza con el libro del Apocalipsis puede descubrir todos estos elementos y sobre todo de manera interminable.
Es pues, una verdadera obra maestra el libro del Apocalipsis. Tiene unidad y simetría, buen ritmo y potencia del logos a pesar de la escasez o pobreza de palabras; tiene riqueza de colores y tonos; ¡aún tiene una inimaginable variedad de temas y una plasticidad y viveza este libro, tanta, que fascina al que lo lee!
Por ningún otro libro, ni para el libro más clásico de historia humana, no se han escrito tantos libros como del libro del Apocalipsis. Muchos demasiados libros se han escrito, se escriben y se escribirán para el libro del Apocalipsis. ¡Verdaderamente es una riqueza real!
¡Es un libro profundamente reflexivo, despertador de conciencias y despertares espirituales, es encantador y deslumbrante! ¡Con escenografía, pero sus escenarios son el cielo y la tierra! ¡El tiempo por el que se mueve y se traslada no cabe en la Historia humana, es la Historia universal y la Eternidad!
Por eso sería un error interpretativo, si quisiéramos interpretar el texto del Apocalipsis a base de un lugar estricto, como es Grecia o Constantinopla; -los que estudiáis los escritos del Apocalipsis me entendéis- es decir, como si el Apocalipsis estuviera escrito especialmente para un lugar de una ciudad como Constantinopla o al lugar estrecho de Grecia, como si el Apocalipsis estuviese escrita solamente para los helenos. ¡El Apocalipsis es un libro universal! ¡Ya os he dicho: su escenario, el cielo y la tierra; y el tiempo es la Historia universal y la Eternidad! Por lo tanto, ¡cómo nosotros vamos a limitar el libro a un lugar o a una nación o cuándo será Constantinopla otra vez helénica!… ¡Pobreza! ¡Pobreza (espiritual)!
Por eso los que han interpretado de esta manera se han equivocado. Queridos míos, los que han escrito interpretaciones con estos vínculos tan estrictos no se confirmaron, naturalmente después se avergonzaron. Sólo para la historia de la traducción os contaré sobre Apóstoles Makrakis, quien quiso interpretar el Apocalipsis a base siempre el espacio griego, con centro Constantinopla y sobre todo con la idea del Mahometanismo.
Huelga deciros que no podemos interpretar el Apocalipsis a base de alguna corriente de nuestra época; como cuando vivía Makrakis, hacia el final del siglo pasado, que estaba el Mahometanismo. El que el Mahometanismo está al contenido del libro del Apocalipsis no hay ninguna duda, pero no podemos decir que este es un tema por el que se ocupará especialmente el libro del Apocalipsis y quedará en eso. No. Es un error. Ni el comunismo, ni el ateísmo, ni cualquier otra cosa. Estas cosas están contenidas en el libro del Apocalipsis, pero ¡atención, están contenidas! son temas grandiosos e universales que están allí contenidas, pero el libro del Apocalipsis no se agota en estos.
No digamos, pues, que la bestia es el Comunismo o el Mahometanismo. No. El que estas bestias son precursoras no hay duda; pero no son sólo estas la “bestia”. Como os dije, es un error interpretativo determinar cosas de este tipo.
Por eso os ruego mucho que, cuando venís aquí a escuchar el análisis del Apocalipsis, no esperéis oír cosas de este tipo. No esperéis escuchar para saber cuándo se hará la tercera guerra mundial… ni cuándo y qué fecha vendrá el Anticristo… ¡ni cuándo será la Segunda Presencia de Cristo!… Estas cosas no las esperéis de mí; se trata de un error interpretativo. Y aquellos de los intérpretes o predicadores intentasen afirmar, “he aquí” o “esto, tal fecha”, peligrarían. Es característico que todos que han hablado así han sido desmentidos.
Por eso os ruego mucho que vengáis a escuchar y estéis muy atentos, veréis que hay cosas muy importantes de gran interés. ¡Además, la introducción que estamos haciendo ahora exactamente se hace para despertar el interés de los oyentes, y que traigáis tantos más y si hace falta iremos en la plaza para hacer nuestra homilía!
Nosotros por supuesto en nuestras interpretaciones seguiremos la línea que tiene nuestra Iglesia Ortodoxa. Y esta línea, queridos míos, la han marcado tres verdaderos e iluminados Padres santos inspirados de Dios. Estos son san Andrés de Kesarea siglo 6, Areza obispo de Kesarea siglo 9 y Ecumenio obispo de Trikis o Tríkala siglo 6. Estos tres han dejado unos escritos maravillosos, donde interpretan sobre el Apocalipsis, -que gracias a Dios los tengo en mis manos- y en los cuales uno ve la línea de la interpretación ortodoxa de nuestra Iglesia, el cómo interpreta el libro del Apocalipsis.
No es nada casual, aunque esto lo analizaremos en nuestros temas- el por qué los Padres y teólogos de nuestra Iglesia no se ocuparon con el libro del Apocalipsis. Esto lo veremos en el camino de nuestros temas.
Ahora sólo esto os digo, que los escritos de estos tres Padres, como también el admirable libro del profesor Brasiotis, único escrito neo-helénico sobre el Apocalipsis que hay en los escritos de la teología neo-helénica- estos serán nuestros guías; todos lo demás esconden peligros. Y esto os lo digo porque no me gustaría ser yo engañado y engañar a vosotros. Por eso os dije que no se excite vuestra fantasía con cosas que quizás me preguntaríais: ¿Qué pasará; qué aprenderemos? No me preguntéis, hace falta sobriedad y serenidad. Aprenderemos dentro de la trayectoria del análisis del texto sagrado, cómo debemos interpretar este libro. Yo por supuesto que os diré algo ahora; pero este algo no se agotará, sino que lo estaremos aprendiendo en la trayectoria del análisis del libro.
A pesar de estas cosas que os digo, no podemos decir que no estaremos observando las “señales de los tiempos” (Mt 16,3), porque el mismo Señor nos lo señaló esto. Nos habló de “señales del fin” y nos dijo: “Tal y como veis las hojas de la higuera encima del ramo que se han abierto y decís que la siembra está cerca, así lo mismo cuando veáis estas señales que os digo- ¿pero cuáles? Uno, dos tres… las enumera en el Evangelio- “entonces el fin estará cerca” (Mt 24,32-33 Mrc 13,28 Lc 21,30). ¿Cuál final Señor?… ¡Esto es ahora!… Aquí tenemos una imagen doble: el “final” de Jerusalén y el final del mundo.
¡Es difícil el libro del Apocalipsis; la profecía no tiene fondo! esto lo veremos un poquito más abajo.
Sin embargo, san Ignacio mientras se iba a Roma para ser Mártir, aconseja a san Policarpo a quien manda la epístola, y le dice: “Los tiempos estúdialos para que aprendas y conciencies, y a la vez que anheles, esperes al Atemporal, el que está Fuera del Tiempo, el Jesús Cristo, el Eterno Hijo y Logos de Dios. EspéraLe.
Esta sugerencia suya es muy importante. No debe meternos en historias de curiosidades o a consecuencias de una fantasía enfermiza; porque como sabéis, no todos los hombres tienen la fantasía sana, y según el dicho popular, hacen de un pelo una cuerda gorda. Es decir, yo puede que os diga algo, y después vosotros podéis salir por ahí y decir: “¡El padre Atanasio nos ha dicho cuando realmente se hará la tercera guerra mundial!… Y después vengan aquí y me digan: Padre has dicho esto, ¿es verdad se va hacer? Y yo manifestar ignorancia. ¿Y todo esto porqué? Porque los oyentes con sus fantasías han engrandecido aquello que yo he dicho, y lo han dicho aumentado tal y como lo imaginaban con sus fantasías.
San Irineo dice algo muy bonito: “Es más seguro y menos peligroso esperar el desenlace de la profecía que filosofar y hacer de adivinos o magos…” ¿Habéis visto lo que dice? Sobre todo san Irineo se refiere al nombre del Anticristo, y que es más seguro y menos peligroso esperar el desenlace de la profecía. Deje la cosa que se desarrolle en vez de reflexionar y hacer de adivino, es decir, que adivines la fecha más o menos que se hará y qué pasará. Y san Andrés de Kesarea dice algo muy importante y bello: “El tiempo y la experiencia revelará los acontecimientos a los nípticos (o los sobrios espiritualmente).
¿Pero, me diréis: cuando vengan los acontecimientos, ¿entonces qué valor tendrá para nosotros la profecía? ¡Saber ahora que se está haciendo esto que dice el Apocalipsis tiene un gran valor, porque me ayuda permanecer bien, derecho y firme dando la talla!
En concreto y plenamente sobre la presencia del Anticristo. ¡Cuando vendrá, empezará a decir cosas extrañas, maravillosas e interesantes! ¡Será importante y genial! ¡Filántropo, muy civilizado y culto! ¡El Anticristo será sorprendente y un fuera de serie? Así dicen los santos Padres. ¡Será maravilloso! ¡Encantará toda la humanidad! Y los hombres dirán: “¡He aquí el soberano o gobernante! ¡Nunca ha aparecido en la tierra un gobernante de este tipo”. Será el rey universal. Estas asociaciones, uniones actuales que se están haciendo poco a poco, un día resultarán a una unión universal. Entonces se proyectará el Anticristo. ¿Extraño? Pero verdadero. Este es el aviso que tenemos por el logos de Dios.
Y entonces vendrán los profetas Elías y Enoc, los cuales no han probado la muerte (Gen 5,24 Heb 11,5 y 4Re 2,11), como profetas del presente – y no del futuro, sino del presente- y dirán: ¡Éste es el Anticristo! ¿Qué habéis dicho?… ¡Éste es gran gobernante o rey! Pero es el Anticristo”. Ellos estarán profetizando el presente. Y aquellos que estarán en nipsis o sobriedad espiritual –como dice san Andrés de Kesarea “los nípticos”- estos que tendrán el corazón limpio, puro y catartizado, sanado y estarán viviendo una vida espiritual ortodoxa, ellos inmediatamente le reconocerán. Y los otros qué harán: ¡los otros detendrán a los Profetas y los colgarán en la plaza de Jerusalén! (Apo 11,7-8).
¿Cuándo se realizarán estas cosas? ¿Cuándo vendrán y cómo lo sabremos? Estas cosas las veremos cuando vengan; cada cosa entonces cuando venga. ¡Veis, pues, que tiene mucha importancia el cómo y la manera que vamos a tomar en nuestras manos el libro del Apocalipsis!
Cuando abrimos el libro del Apocalipsis, queridos míos, sentimos que nos encontramos ante un abismo; ¡estamos desbordados, no encontramos principio ni final; es un abismo de visiones, representaciones e imágenes! Pero las cosas no son así; no hay abismo ni nada de esto; hay un orden armonioso de todo el material en un sistema septenario, que nos deja maravillados y asombrados.
Es exactamente lo mismo que cuando echamos una ojeada a las estrellas del cielo, estas seis-siete mil estrellas, y nos piden que hagamos un mapa, por lo menos las estrellas que ven nuestros ojos, entonces diremos: “¡Qué cosa, nos piden pintar un mapa del cielo!… ¡Estamos desbordados por dónde empezar y dónde acabar con estas estrellas!… Sin embargo, para el astrónomo no hay caos; ya ha marcado en papel estas estrellas. Lo mismo, pues, aquí, en el libro del Apocalipsis no hay caos; podemos maravillosamente encontrar el borde, el principio, el medio y el final. Pero esto pasa porque no conocemos cómo interpretarle. Y precisamente este es el punto principal, el problema: el cómo interpretaremos el libro del Apocalipsis.
Sin querer desconcertaros, os diría que se han propuesto unos cuatro métodos de interpretación del Apocalipsis. Y que es un verdadero problema esto lo veréis en el trayecto de nuestros temas, cuando estaremos avanzando en el análisis del texto.
El primer método de interpretación, que es sostenido de muchos Padres de nuestra Iglesia, se llama circular o cíclico; porque recibe la repetición según ciclos paralelos de las mismas cosas, ideas o acontecimientos, en las imágenes septenarias de las sucesivas visiones. Se trata de círculos concéntricos continuamente ampliándose y que tienen como centro el tiempo de la manifestación de la profecía, la cual continuamente se verifica dentro en la Historia, con última circunferencia los ésjatos-postreros, últimos tiempos y acontecimientos.
La segunda teoría es cronológica. Esta no es como la cíclica, ni tiene relación con los sistemas septenarios en ciclos, sino que quiere los acontecimientos en un camino recto o trayectoria recta, de manera que decimos: Estamos en el capítulo 1 o si queréis en el 3, allí donde se refiere sobre las siete epístolas de Asia Menor. Pues, los tres primeros capítulos se refieren de la época de san Juan; los posteriores capítulos hasta el último, en épocas posteriores hasta los ésjatos-postreros de la Historia. Por lo tanto, diríamos que cada capítulo corresponde a un trozo de la historia.
También, cuando leemos la Santa Escritura, decimos: “¿Estas cosas que dice el Profeta sobre qué época se entiende, sobre su época, sobre el camino de la Iglesia en la Historia o sobre los ésjatos-últimos, postreros tiempos y acontecimientos? En este caso existe también el llamado método esjatolójico, durante el cual el contenido del Apocalipsis se refiere a los ésjatos-últimos tiempos y acontecimientos, es decir, en los tiempos de la Segunda Presencia.
Pero ni el primer método de interpretación ni el segundo son precisos y exactos. San Andrés de Creta prefiere la cíclica o circular, pero utiliza todos los métodos. Por tanto, hay un método selectivo; en una parte utilizamos el método cíclico y en otra parte el método cronológico, en otra el rectilíneo, y en otra parte el método esjatológico.
Pero ahora no quiero enredaos con todo esto; sólo quiero decir esto: que entendáis que es una cosa muy difícil para uno emprenderse con el libro del Apocalipsis.
Pero os diré que también hay el llamado método mixto o espiral. Para que lo entendáis, haré un plano: hago una forma o plano de hélice; por ejemplo, subo una montaña con base cíclica o circular; comienzo de abajo y voy subiendo, subiendo y por supuesto que formo una línea helicoidal; si miro de arriba, es cierto que tengo sucesivos círculos; si miro de lado, estos círculos son progresivos, porque suben y van hacia la punta, hacia los ésjatos-postreros. Comienzan de la base, desde entonces que se ha escrito el Apocalipsis y va hacia los ésjatos-postreros, hacia la segunda Presencia de Cristo. Como veis, tengo la interpretación cíclica o circular y tengo también la rectilínea que va hacia arriba. Este método se llama helicoidal o espiral.
Ahora os voy a mostrar cómo interpretan los santos Padres. Os describiré dos o tres ejemplos. O sea, el método que se encuentra dentro en la Santa Escritura.
Dice el Evangelista Juan en su 1 Epístola 2,18: “Hijos míos, ésjatos-última y decisiva es la época actual. Y por la enseñanza de los apóstoles habéis escuchado que el anticristo viene, y ahora han surgido muchos anticristos, órganos engañados y heréticos del anticristo. Por eso conocemos que es la ésjatos-última hora”. Pero “esjato o última hora” significa que ha llegado la Segunda Presencia de Cristo. Esto quiere decir “esjato, postrero, último”. Porque después de la palabra “esjato, postrero, último”, ¿tiene algo posterior? Si tuviera algo posterior no sería “esjato, postrero, último”. Dice que es última hora. ¿Por qué? “Porque habéis escuchado que viene el Anticristo”. El Anticristo, pues constituye una señal de “esjato, postrera, última hora o tiempo”. Pero ahora añade, “hay muchos anticristos”. Y de esto saca una conclusión muy curiosa: “Puesto que hay muchos anticristos, de esto sabemos que vino la última-ésjata hora”.
Me diréis que ahora ya todo nos parece confuso… no hemos entendido nada.
Pues, es sencillo. La persona principal es el Anticristo; los otros anticristos son precursores del principal Anticristo. Pero la “hora última-ésjata,” ¿cuándo comienza? Comienza desde el momento que el evangelista Juan escribe el libro del Apocalipsis. Desde aquel momento comienza la “hora última-ésjata, , postrera”.
Esto también si queréis podéis verlo también al apóstol Pablo diciendo a Timoteo: “Sepas Timoteo que en los ésjatos días habrán tiempos difíciles”. ¿Oh san Pablo, quiénes son estos “días ésjatos”? (2Tim 3,1). San Juan el Crisóstomo interpreta y dice que los “esjatos días” comienzan desde el momento que Pablo escribe su epístola.
¿Lo habéis entendido? Ahora os lo diré con otro ejemplo para que lo entendáis mejor. El Cristo dijo: “Jerusalén será destruida, no quedará piedra sobre piedra. Y entonces se removerán las potencias del cielo; y el sol perderá su luminosidad y la luna lo mismo” (Mt 24,2·20 Mrc 13,12 Lc 21,6·25·26). Fijaos: una imagen que tiene dos planos. El primer plano es esto que pasó unos pocos años después, en el año 70 dC viene la destrucción de Jerusalén. El segundo plano es la Segunda Presencia de Cristo y los ésjatos, los más allá de los ésjatos. Por consiguiente, ésjato lo primero, ésjato también lo último. Por lo tanto, cada momento dentro de la Historia tenemos un signo o punto ésjato, la “hora última-ésjata,”. Cada momento.
Entonces vemos –por deciros ahora así esquemáticamente- círculos concéntricos ampliándose, donde el centro de estos círculos contiene la expresión, pronunciación de la profecía, el momento del tiempo que se dice la profecía. Y en una primera circunferencia de acontecimientos históricos, el Apocalipsis tiene su interpretación; en una segunda circunferencia o círculo ampliado, otra vez tiene su interpretación, en una tercera lo mismo… hasta finalmente una gran circunferencia que estará abordando las cosas realmente ésjatas-últimas, la segunda Presencia de Cristo. Por lo tanto el libro del Apocalipsis así lo interpretaremos y así lo estudiaremos.
Esto también significa que el libro del Apocalipsis no es algo que estaba o estará, sino que es algo que continuamente es. ¡El libro del Apocalipsis no se agota solamente en una época; es un libro universal e inagotable, y que entra aún hasta dentro en la misma Realeza increada de Dios!
Dice san Andrés de Kesarea algo muy bello: “Los Profetas del Antiguo Testamento han sido interpretados por muchos, sin embargo muchos de estos misterios permanecen ocultos, no interpretables, y no llegan hasta el final, hasta al fondo de la profecía.”
Pero me diréis que los Profetas del Antiguo Testamento se refieren a la primera Presencia de Cristo. Sí, pero, más allá de la primera, se refieren también a la segunda Presencia de Cristo, y en la Realeza increada de Dios. Queridos míos, las profecías y los profetas del Antiguo Testamento aún no se han agotado. Por eso si alguna vez analizamos a los Profetas del Antiguo Testamento nadie diga que: estos se han acabado, ya ha venido el Cristo. No, no se agotaron. San Andrés de Kesarea llega a decir lo siguiente: que no se agotarán, sino sólo dentro en la increada Realeza de Dios, porque dentro de la increada Realeza de Dios podremos llegar a entender la profundidad de las profecías.
Entonces, queridos míos, entendéis por qué el libro del Apocalipsis es un libro inexplicable y tremendamente profundo. ¡Con cuánto respeto… debemos estar ante este libro!
Espero que no os hayáis decepcionado, si la introducción que hemos hecho os haya parecido un poco difícil. ¡Entraremos al texto sagrado y veréis qué deleite y gozo verdadero tendremos! Siempre la introducción en algo es difícil. Puesto que la introducción se supone que viene a iluminar un poco, espero que no haya entenebrecido las cosas. Pero os ruego que tengan un poco de paciencia. ¡Estaréis viniendo y estaréis viendo cómo sale la frescura y la belleza del texto, cómo se analiza tan bellamente y tan maravillosamente!
Terminando, pues, esta breve introducción al libro del Apocalipsis, deberemos tener en cuenta algunos puntos básicos para el cómo nos colocaremos como oyentes ante este libro de Dios.
Y lo primero de todo no debemos olvidar que ¡aquí tenemos este vivo logos de Dios! puesto que el libro del Apocalipsis es inspirado de Dios, igual que toda la Santa Escritura.
Segundo, que este logos de Dios es profundo y difícil de interpretar, y para que sea comprendido hace falta humildad, oración, atención, lágrimas, paciencia y persistencia.
Tomaremos como ejemplo a san Juan el Evangelista, que dentro del libro del Apocalipsis, capítulo 5, 2-5, dice las siguientes cosas: “Y vi y oí a un ángel fuerte que decía a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro (comprender su contenido y desatar sus sellos (y realizar los misteriosos planes de Dios)? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni entenderlo, ni aun abordarlo y mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni leerlo, ni mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apo 5,2-5). Pero por qué ha llegado abrirse el libro y conocer nosotros su contenido. ¡Pues, porque el evangelista Juan estaba llorando!…
Y finalmente, tercero, cada conclusión que saquemos de este libro, ética y espiritual o lo que sea, no nos estaremos refiriendo a los demás, sino a nuestro sí mismo. No debemos pensar y decir que estas cosas son para los demás; ¡son también para nosotros! Cuando el Cristo dice al obispo de la Iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente (sobre la fe). ¡Ojalá fueses frío o caliente (habría posibilidad que te arrepintieras, convirtieras y así te calentarás)! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca (te reprenderé y expulsaré de mi Iglesia increada)” (Apo 3, 15-16). No pensemos y digamos que “vomitará a los otros”, sino que hagamos autocrítica y pensar y decir: “Quizás, no vaya ser que yo sea tibio…” Y seguro que cuando no nos autoengañamos, encontraremos que somos “tibios”.
Queridos míos, así podremos entender, rebuscar y palpar un poco el libro del Apocalipsis, y sólo así nos serán apocaliptadas-reveladas sus verdades escondidas, a medida de lo posible en nosotros, para que estemos caminando en este camino dorado y luminoso de la Iglesia, entre las hirientes, destructivas y asesinas espadas de las fuerzas antíteas, antidivinas o contrarias a Dios, dentro en la Historia.
Yérontas Atanasio Mitilineos. Domingo 12-10-1980
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