Χαρά (jará) alegría, el verbo es Χαίρω (Jero), “alegrarse”, “encantarse”, “agraciarse”. De aquí provienen los términos siguientes entre otros:
Χαρά (jará) “alegría”,
Χαῖρε (jere) “alégrate” u “hola”,
Χάρις (jaris) gracia
Χάρισμα (járisma), “carisma”,
Χαρισματικός (jarismaticós) “carismático”,
Χαριτωμένος (jaritomenos) “agraciado”, “agradable”,
Εὐχαριστία (ef-jaristía), “divina eucaristía” “buena Jaris”, “gratitud” “agradecimiento”.
Χαρά (Jará, alegría) que se energiza de la jaris la gracia energía increada es la palabra divina por la que empieza la nueva obra de Dios en el Nuevo Testamento.
“Χαῖρε, κεχαριτωμένη, ό Κύριος μετά σοῦ” (jere ke jaritomeni o Kirios metá su).
“Alégrate, plena de Jaris (María), el Señor está contigo.” (Lc 1,28).
“Ταῦτα λελάληκα υμῖν ινα ἡ χαρά ἡ ἐμοί ἐν υμῖν μείνη καί ἡ χαρά υμῶν πληρωθῆ.”
“Estas cosas os he dicho para que mi alegría quede en vosotros y vuestra alegría sea plena, total” (Jn.15,11).
“22… καί χαρήσεται υμῶν ἡ καρδία, καί τήν χαράν υμῶν οὐδείς αίρη ἀφ’ υμῶν… 24 αιτεῖτε καί λήψεσθε, ἱνα ἡ χαρά υμῶν η πεπληρωμένη.”
“22… y os alegrará el corazón y vuestra alegría nadie os la puede quitar… 24 pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea plena, total” (Jn 16,22 y 24).
“Νῦν δέ πρός σέ ἐρχομαι, καί ταῦτα λαλῶν ἐν τῷ κόσμο ἱνα ἐχωσι τήν χαράν τήν ἐμήν πεπληρωμένην ἐν αυτοῖς.”
“Ahora voy a ti; y digo estas cosas en el mundo para que tengan mi alegría en sí mismos plena, total, ( Jn 17,13).
Introducción
En este capítulo de nuestro libro hablamos sobre la verdadera alegría cristiana, de la que nuestra psique tiene gran necesidad. En este capítulo se clarifica ¿qué significa y cuál es realmente la verdadera χαρά (jará, alegría)? y que constituye el adorno profundo y místico del cristiano. La esencial χαρά (jará) generalmente no tiene relación con las risas y las bromas, sino que se trata de un estado interior sobrio y sereno que se combina con una paz interior indecible. Desgraciadamente esta χαρά (jará, alegría) es desconocida por la multitud de la gente, que la busca allí donde no la va a encontrar nunca. El bienaventurado Yérontas Porfirios el Kafsokalivita de Atos, continuamente decía, que: “Cristo es la fuente de la χαρά (jará, alegría) irreducible”.
Santo Monasterio de Kutlumusio de Athos
Simple monje Moisés Aghiorita, Cuaresma del 2006
Χαρά-alegría de los cristianos
Capítulo 2
En un mundo tan desesperado, trastornado y atormentado con tantos problemas, crisis, dolores, pruebas, fatigas y tormentos, ¿podemos estar alegres? Cuando Cristo habla de áskisis (ascesis, ejercicio espiritual), martirio, confesión, aflicción, tristeza y pena ¿podemos estar así alegres? ¿Se permite a los cristianos estar alegres? Si es así, ¿por qué no están alegres? La homilía de hoy intentará contestar a estas preguntas vitales y sobre todo dentro del Evangelio. Conocéis que la palabra evangelio su traducción es anuncio alegre y nuevo, mensaje alegre.
La primera referencia del evangelio al tema de la χαρά (jará, alegría) es durante el evangelismo o anunciación de la Zeotocos. El arcángel Gabriel es enviado a la pura, humilde y decente hija de Nazaret, a la Zeotocos (la que da a luz a Dios), le dice: ¡Alégrate! Llena de gracia, el Señor está contigo (Luc 1,28). El ángel del Señor le dice que esté alegre, ella que ha recibido las jaris de Dios, el Señor está con ella y la ha agraciado, colmado, de jaris (gracia energía increada) y es bendecida más que todas las mujeres. Es la Παναγία (panayía, toda santa o más santa que nadie). Enseguida, anticipadamente percibimos que el verdadero hombre alegre es el apacís (sin pazos), el gratificado y bendecido de Dios.
A continuación el evangelista Lucas, refiriéndose a la visita de la Zeotocos a Elizabet, que estaba embarazada de Juan el Precursor, dice a la Zeotocos: “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de χαρά (jará, alegría) en mi seno” (Luc 1,44). Nada más escuchar el saludo de ella, se movió en su vientre el bebé con incontenible alegría. La descripción interesante es que sólo la verdad del acontecimiento la hace culminante en aquel momento maravilloso. La χαρά (jará, alegría) es esencial y grande sobre los acontecimientos importantes y espirituales, proféticos y santos como el presente.
A continuación tenemos la famosa oda de la Zeotocos que dice: “Mi psique canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo y χαρά (jará, alegría) en Dios, mi Salvador, (Lc 1,46-48). Su psique encomia y glorifica las grandezas de Dios y su alegría sobre Dios es inmensa en las profundidades de su corazón, que la salvó junto con todo el género humano y echó una mirada alegre sobre Su desconocida sirviente. La sanación y salvación es fuente de alegría que la saborea el hombre verdaderamente humilde.
Durante el nacimiento de Juan el Precursor de Elizabet: “Al enterarse sus vecinos y parientes que Dios la había tratado con gran misericordia, se alegraban con ella” (Lc 1,58). Los vecinos y los familiares de Elizabet, que era bastante mayor, viendo que Dios manifestó milagrosamente su gran misericordia y le dio un hijo, se alegraron junto a ella por este milagro. El donante de esta χαρά (jará, alegría) es Dios. Los hombres de Dios se alegran por el milagro, se colma la paciencia de sus oraciones sin que lo requieran y los hermanos se alegran por la alegría de su hermano. Además, lo había dicho el ángel al padre Zacarías: “Y será para ti un motivo de gozo y de χαρά (jará, alegría), y muchos se alegrarán de su nacimiento” (Lc 1.14).
La Humanización del Hijo y Logos de Dios constituyó la causa de la χαρά (jará, alegría) para el género humano, puesto que regaló la sanación y la salvación. Esta χαρά (jará, alegría) era también concreta. Los magos de oriente, que naturalmente no tienen nada que ver con los magos farsantes de hoy día, sino que eran hombres de gran gnosis (conocimiento), de ciencia y astronomía “cuando vieron la estrella se llenaron de χαρά (jará, alegría)” (Mt 2,10). Cuando vieron aquella estrella especial del cielo, sintieron una gran χαρά (jará, alegría), porque ya tenían el camino seguro que les conduciría al neogénito (recién nacido) Cristo. La verdadera gnosis es una ocasión de χαρά (jará, alegría) inesperada. Sobre todo, cuando esta gnosis, como la de aquí, conduce y reverencia a Cristo y no da orgullo ni egoísmo, y libera, gratifica dando jaris (energía increada) al hombre.
La encarnación del Θεάνθρωπος (zeánzropos, Dios y hombre) se realizó para todos los hombres y no para una categoría. No alegró sólo a los sabios sino también a los sencillos, los despreciados y necesitados, todos sin excepción, como los pastores vigilantes de Belén, a los cuales el ángel del Señor dijo: “No temáis, porque os traigo una noticia buena, una gran χαρά (jará, alegría) para todo el pueblo de Dios” (Lc 2,10). Les anuncia la alegre noticia, de que ha nacido Cristo el sanador y salvador del mundo, que les colmará de χαρά (jará, alegría) como también a todo el laós-pueblo de Dios. Cristo, pues, ha venido a traer la χαρά (jará, alegría) a todo el mundo. Pero esta χαρά (jará, alegría) no la aceptaron todos. Primero el iracundo Herodes quien debido a ello consideró que su trono peligraba, su poder estaba amenazado y su alegría desaparecía, entonces decidió matar a todos los recién nacidos del lugar, creyendo que así exterminaría también al peligroso reivindicador de su realeza, privando así la alegría y hundiendo en luto a un laós-pueblo (Mt 2,16-18).
El Señor en la magnífica homilía de la montaña y sus macarismos (alegría y felicidad espiritual, bienaventuranzas) bendice a los que están en luto (espiritual) (Mt 5,4). ¿Cómo pues nosotros podemos hablar para alegría de los cristianos? Las bienaventuranzas acaban así: “Alegraos y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e incalculable” (Mt 5,12). El mismo Cristo concluye y dice que no simplemente es estar alegres, sino que esto lo debéis tener vitalmente manifestándolo a los demás, porque la recompensa por vuestro esfuerzo será grande. La presente χαρά (jará, alegría) es pre-sabor, anticipo y parte de la interminable y completa χαρά (jará, alegría) de los ésjatos (futuros, postreros, últimos), de la realeza increada celeste. La χαρά (jará, alegría) es el resultado y el fruto maduro de larga, paciente y persistente lucha de ayuno, vigilia, oración, devoción y lágrimas de recogimiento.
El evangelista Lucas analiza esto mejor en la misma homilía del Señor, diciendo: “Bienaventurados y felices los que ahora tenéis hambre y os priváis de bienes sin gemir, porque seréis saciados de incalculables regalos de la realeza increada de los cielos. Bienaventurados y felices los que ahora lloran por sus pecados y por otros sufrimientos, porque os alegraréis y reiréis” (Lc 6, 21). Bendice a los que lloran por sus pecados y por las tentaciones que reciben de Dios, que les visita y educa pedagógicamente, porque reirán y se alegrarán en la vida futura. Permitidme decir que los que continuamente charlatanean, se ríen y engañan a los demás, no significa que realmente siempre estén alegres. Tampoco los que están en luto divino o por Dios son tristes, desanimados, afligidos, raros, iracundos y frustrados. Al contrario los bellos textos ascéticos y nípticos hablan sobre la emoción de la bella χαρμολύπη (jarmolipi, jará, alegría y pena o penalegre) y el luto alegrante (que da alegría).
Y el divino Lucas continuando en ello, se refiere: “¡ay! de vosotros, los que ahora estáis saciados de bienes materiales, porque os privaréis de inestimables bienes espirituales ya que tendréis hambre eterna; y ¡ay! de vosotros que con vuestros actos pecaminosos disfrutáis y os reís, porque en la vida futura lloraréis y estaréis de luto” (Lc 6,21). El Señor se dirige a los que el único propósito de sus vidas es tener mala astucia, cotilleo, burla e ironía, y la diversión, la juerga, la alegría carnal y la penosa hidoní (placer) de deleites mundanos, para ellos, los que están sin metania o no arrepentidos y no convertidos, la otra vida será un infierno de luto y lágrimas. Puede, pues, que uno no se ría y esté alegre, y uno que esté riendo continuamente no esté alegre. La χαρά (jará, alegría) emana del corazón tranquilo, sereno, sobrio y pacífico.
Dios da la χαρά (jará, alegría) al hombre y el hombre puede dar la χαρά (jará, alegría) a Dios. Lo dice el mismo Cristo. Si un pastor tiene cien ovejas y pierde una y la encuentra “se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron (Mt 18,13) y sobre todo “la pone en sus hombros con χαρά (jará, alegría)” (Lc 15,5). Cuando encuentra la oveja perdida no la desprecia ni la pega, sino que como está cansada y fatigada la pone en sus hombros con alegría para darle descanso.
¡Qué imagen de inefable caridad divina hacia el hombre caído! Y continua: “y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Alegraos y gozaos conmigo porque he encontrado mi oveja que se había perdido” (Lc 15,6). Dios festeja nuestra metania y se alegran también todos los santos. Más abajo lo dice claramente: “Os aseguro que, de la misma manera, habrá más χαρά (jará, alegría) en el cielo por un sólo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan metania” (Lc 15,17). Hermanos míos, ¡qué gran Dios Padre, caritativo, donante y amante de los hijos tenemos!
Para que lo concienciemos bien, lo dice también de otra manera con la mujer que tenía diez dracmas (monedas griegas), perdió una y la encontró y “si una mujer tiene diez dracmas y pierde una ¿acaso no enciende la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: Alegraos conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido. Os aseguro que de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un sólo pecador que se arrepiente y se convierte” (Lc 9, 10). Cada arrepentido y convertido saborea parte de esta alegría celeste.
En la parábola de los talentos se refiere a los trabajadores que trabajaron y doblaron los talentos dados a ellos y se hicieron dignos de escuchar a su Señor: “está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar en la χαρά (jará, alegría) de tu Señor” (Mt 25, 21-23.) Muchos de los hombres al no conocerse a sí mismos, al ocuparse y compararse mucho con los demás, consideran que les han sido injustos y triunfarían si fueran distintos e hicieran otras cosas. No se alegran por el regalo recibido de Dios, que es la vida. No buscan los talentos que se les han sido dados para cultivarlos, sino que buscan algo lejos de ellos. Se esfuerzan vanamente, sufren y hacen sufrir a los demás. Todos tienen talentos personales y están llamados a buscarlos y valorizarlos. El descubrimiento de sus propios talentos y el cultivo de ellos les alegrarán.
Si el hombre no se ayuda a sí mismo con la jaris (gracia, energía increada) de Dios, tampoco puede ayudar a los demás. Dice el evangelista Lucas sobre los alumnos del Señor: “Volvieron los setenta apóstoles (enviados) alegres diciendo que proclamando el nombre del Señor hasta los demonios obedecían” (Lc 10,17). El Señor se alegra, por decirlo de alguna manera, de la alegría de ellos y distingue, engrandece y traspasa didácticamente para todos nosotros su χαρά (jará, alegría). Sin embargo, no se alegran porque los espíritus se sometan a ellos; “alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo”. Pide que no limitéis vuestra alegría porque los demonios obedecen a vosotros. No os alegréis sólo de esto, porque podéis enorgulleceros de que es hazaña vuestra y no dada de Dios, sino que os alegréis más porque por vuestra fe vuestros nombres se han escrito en los cielos. Sois ciudadanos del cielo y dignos de heredar la χαρά (jará, alegría) eterna.
La χαρά, (jará, alegría) es el clima estable y general del Evangelio en una base alta. Es digno de mencionar que el primer milagro del Señor en las bodas de Caná no fue una terapia de algún enfermo, sino la conversión del agua en vino, para que la alegría de los invitados no quedara a medias por falta de vino y sobre todo por la sugerencia de la Panayía (santísima) al Señor (Jn 2,1-11). La χαρά (jará, alegría) aunque no siempre se describe, es lo que predomina junto con la admiración y la alabanza después de la multitud de milagros del Señor: “…pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía” (Lc 13,17). Y según el Domingo de Ramos “…todos los alumnos, llenos de χαρά (jará, alegría), comenzaron a alabar a Dios en voz alta, por todos los milagros que habían visto” (Lc 19,37).
También existe la mala alegría. Los Fariseos se enojaban, se molestaban y se enfadaban por la alegría que compartía el Cristo. Así cuando apareció Judas, el traidor, “al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero” (Mc 14,11). Querían cumplir su improvista alegría con la falsa traición. Se alegraron por el mal (Lc 22,5). Y el ilegal Judas, en la terrible traición se atrevió a decir: “Χαῖρε (jere, hola, con alegría falsa) Maestro” (Mc 14,45). No sólo dijo “hola maestro” con falsa alegría, sino que le besó calurosamente e hipócritamente. Veis como a veces se confunden los conceptos y las situaciones y pierden su profundo significado las palabras y los hechos, como χαῖρε (jere, hola con alegría sana), o la χαρά (jará, alegría), y la agapi (amor desinteresado) y el abrazo con la traición.
Un acontecimiento de alegría de uno u otros no es causante de alegría para algunos otros. En la parábola del hijo pródigo vemos al hijo pródigo arrepentido regresar y el padre al estar esperándole, prepara una fiesta grande con gran alegría, porque estaba muerto (espiritualmente) y resucitó. Pero el hijo mayor siendo inmaduro, ególatra, egocéntrico y odioso con su hermano, no quiere participar en la gran χαρά (jará, alegría) de su casa y permanece fuera. Su padre le insiste rogándole: “Es justo que haya χαρά (jará, alegría) y fiesta, porque tu hermano estaba muerto (espiritualmente) y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado (Lc 15,32). El desprecio del hermano mayor a su hermano arrepentido y a su padre, más la no participación a la justa alegría de todos, le aíslan, le apartan y finalmente le hacen ingrato, de manera que sea él el pródigo, el insensato, porque tiene autojusticia, autosuficiencia y exigencia de recompensa por su ética inmoral.
Al contrario san Juan el Precursor, con la presencia de Cristo, no se molesta en absoluto si perdiera a sus seguidores, la gloria y el poder que tenía sobre muchas personas que le estimaban profundamente sino que se alegra. ¡Con qué elegancia y gran corazón dice: No os molestéis por nada si todos van y siguen a Él. Aquel es el novio que tiene la novia. El amigo del novio queda cerca de él y está muy alegre por la boda (Jn 3,29). San Juan el Bautista se alegra como amigo del novio celeste para su boda mística con la Iglesia, por la que había trabajado humildemente también él mismo y su χαρά (jará, alegría) está plena y perfecta. ¿Nos alegramos verdaderamente por el progreso de los demás o es para nuestra distinción personal, o envidiamos, codiciamos y nos apenamos?
No es molesto, si algunas veces sembramos nosotros y los demás recogen. Tenemos que alegrarnos porque se está haciendo la obra de Dios aunque no se escriba nuestro nombre. Cristo lo dijo de otra manera: Y aquel que siega al campo espiritual toma su recompensa, no sólo se alegra de la cosecha de aquí sino porque será recompensado en la vida futura (Jn 4,36). Sanar y salvar psiques inmortales reúne fruto eterno. Así en la siembra espiritual que se hace ahora, se alegra el sembrador junto con todos aquellos que recogerán. La vanagloria, la megalomanía y el ansia de poder reducen mucho la χαρά (jará, alegría), la cual con la humildad siempre aumenta.
Los Fariseos no podían alegrarse por la presencia de Cristo por causa de la problemática vida interior de ellos. Cristo les dijo claramente: El patriarca Abraham que os jactáis que lo tenéis como padre y genarca, mucho le gustaría y tendría gran alegría de ver mi presencia y la vio desde su lugar de descanso y se alegró (Jn 8,56). En cambio ellos ven y no pueden creer y alegrarse, porque por su egoísmo no quieren.
Cristo al último logos hacia sus alumnos les prepara diciendo: “Ya sabéis lo que yo os he dicho: Me voy, pero volveré a estar con vosotros; si me amáis, os alegraréis de que me vaya al Padre; porque el Padre es mayor que yo, (Jn 14,28). La verdadera χαρά (jará, alegría) emana de la verdadera agapi. Si el amado falta no se reduce la agapi y no se va la alegría. En sus logos Cristo continúa diciendo: “Estas cosas os he dicho para que sea transmitida y esté dentro de vosotros mi χαρά (jará, alegría) y vuestra alegría sea completa y el goce perfecto.” (Jn 15,11). Les dijo esto para que su alegría sea la alegría de ellos de modo que permanezca siempre dentro de ellos y esta χαρά (jará, alegría) sea completa y perfecta como en él. Se equivocan los que consideran el cristianismo sin alegría. Cristo quiere que sus discípulos sean alegres y también los que le siguen.
En sus logos de despedida Cristo proféticamente se refiere a sus alumnos amados: “En verdad de verdad os digo, lloraréis y lamentaréis por mi muerte y el mundo, el alejado de Dios se alegrará, pero vuestra pena, tristeza se convertirá en χαρά (jará, alegría)” (Jn 16,20). Se ve claro que por un mismo hecho unos se alegran y otros se apenan. Los cercanos a Dios se apenan por la crucifixión del Salvador y los alejados se alegran, porque ya no les inspecciona. Esta es la tragedia humana: la tergiversación de la verdad, la falsificación de la realidad y la distorsión de la natura humana. Alegrarse por el mal y no por el bien. Se trata de la peor alegría, que es maliciosa.
Cristo convencionalmente continúa con un admirable ejemplo: “La mujer cuando está de parto se siente angustiada, porque ha llegado su hora; pero cuando ya ha dado a luz al niño, por la alegría de que ha nacido un hombre en el mundo ya no se acuerda más de la angustia y el dolor,” (Jn 16,21). Otra vez vemos que la χαρά (jará, alegría) nace de mucho sacrificio y dolor. Los santos padres hablan de nacimiento divino. Los fieles ascéticos luchan para llegar a estas horas de nacimientos divinos (ser zeótokos), hacer nacer el Cristo en su interior con el cultivo de las virtudes.
Cristo concluye hacia sus discípulos que se angustiaban: “Así también vosotros ahora estáis tristes; pero yo os veré otra vez, (después de mi resurrección) entonces vuestro corazón se colmará de la χαρά (jará, alegría) y esta alegría nadie os la puede quitar” (Jn 16,22). La χαρά (jará, alegría) que regala Cristo a sus alumnos fieles es irreductible y permanente. La χαρά (jará, alegría) permanece en la profundidad del corazón y fortalece al creyente durante sus dificultades en la vida.
Durante la oración sacerdotal del Señor para sí mismo, los apóstoles y los que creerán en él, entre otras cosas conmovedoras, dirigiéndose a su padre, dice: “Pero yo ahora voy hacia ti, y digo estas cosas estando en el mundo para que tengan la plenitud de mi χαρά (jará, alegría) y gozo” (Jn 17,13). Habló al mundo y está seguro de que Dios les protegerá para que ellos tengan también la perfecta χαρά (jará, alegría) que él tiene regresando a su padre. Es digno de mencionar que en la última oración terrenal el Señor ruega que se mantengan los creyentes siempre en el clima bueno de la χαρά (jará, alegría). Esta alegría, en su perfecto estado existirá solamente en el encuentro del hombre con Dios.
La χαρά (jará, alegría) de los alumnos se culmina durante la resurrección del Señor. Sobre todo las mujeres por su fe, después de tres días, fueron dignas de ser las primeras testigos de ver el cuerpo divino resucitado de Dios. “Las mujeres atemorizadas, pero llenas de χαρά (jará, alegría), se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos“(Mt 28,8). Las discípulas que salieron rápidamente del sepulcro con miedo, a causa de la sorprendente y terrible teofanía, y con inefable alegría a causa del alegre y conmovedor acontecimiento, por la muerte y la resurrección del Salvador, corrieron inmediatamente a hacer partícipes de su alegría a los hermanos. Los verdaderos filádelfos (los que aman como a sus hermanos) no guardan la alegría egoístamente para sí mismos, sino que la comparten con sus amados hermanos.
Las piadosas y alegres mirroforas (portadoras de mirra, porque ungieron el cuerpo de Cristo con mirra) yendo a anunciar el acontecimiento universal de la iluminante resurrección a los asustados alumnos, las encontró por el camino el Señor resucitado: “Cuando Cristo las encuentra, sólo les dice: χαίρετε (jérete, alégraos). Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él” (Mt 28,9). No las enseña, no las instruye, no las retrasa, sólo les dice que estén alegres. Esto basta. Esto es muy importante. Este deberá ser nuestro fin y el principal saludo de todos los cristianos: ¡χαίρετε (jérete, alegraos)! Puesto que es dado de Dios. Las alumnas quedaron sin voz por la χαρά (jará, alegría) y por el bello espectáculo del resucitado cayeron al suelo y reverenciaron sus pies.
Cristo tampoco ha dejado inconsolables a sus alumnos y apareció ante ellos también: “Era tal la χαρά (jará, alegría) y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: ¿Tenéis algo de comer? (Lc 24,41). ¿Por qué les dijo si tenéis algo de comer? Para asegurarles que es realmente su didáscalos (maestro) y no una fantasía. La χαρά (jará, alegría) a veces puede hacer al hombre vivir situaciones irreales. Pero el Cristo nos equilibra y nos hace aterrizar.
El Cristo se presenta a sus alumnos y les da paz y χαρά (jará, alegría). Estos son los elementos principales del Espíritu Santo. Cristo, el portador y dador de la paz, dice: “La paz sea con vosotros”, (Jn 20,19). Mi paz que esté en vosotros, no os atemoricéis por las cosas que veis, de las contrariedades y reproches, sino que seáis permanentemente pacíficos. “Y diciendo esto, les enseño las manos y el costado, para que vieran las señales de las heridas y creyeran que él es su maestro. Entonces los discípulos se llenaron de χαρά (jará, alegría) al ver al Señor resucitado” (Jn 20,20). Ya que les dijo pacificaos, les mostró sus manos agujereadas por los clavos y la parte de la costilla pinchada por la espada, para que se aseguraran bien que se trataba de su maestro Crucificado y Resucitado. Asegurados entonces de la visión de las heridas curadas se inundaron de χαρά (jará, alegría) por la extraordinaria aparición y presencia de su Señor.
Finalmente durante la gloriosa Ascensión del Señor otra vez domina el rico elemento de la saludable χαρά (jará, alegría). “Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran χαρά (jará, alegría) (Lc 24,52). En el monte de los olivos Cristo ascendió bendiciendo a sus alumnos y ellos se prosternaron al suelo y le adoraron y al regresar a Jerusalén con gran χαρά (jará, alegría) por el gran acontecimiento y también por la certificación de que les mandará el Paráclitos, (Consolador, Suplicador), el Espíritu Santo. La χαρά (jará, alegría) llena los alumnos durante Pentecostés, pero también todos los días de sus vidas, a pesar de las múltiples peripecias, calamidades, fatigas y su final de mártires.
El Apóstol Santiago dice: “Hermanos tened toda la χαρά (jará, alegría) completa cuando os veáis sometidos a cualquier clase de pruebas” (Sant 1,2). El mismo, viviendo como los demás apóstoles, el mantenimiento de su χαρά (jará, alegría) y su serenidad dentro de distintas tentaciones a causa de la confianza que ellos tienen a Cristo, escriben y proclaman lo que viven. Tal y como se refiere en los Hechos de los Apóstoles: “…con χαρά (jará, alegría) de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús Cristo” (Hec 5,41). Los Apóstoles consideran que tienen la gran χαρά (jará, alegría), la que han recibido por numerosas tentaciones y desprecios en el nombre de Cristo. El Apóstol Pedro dice: “Por eso, vosotros os alegráis a pesar de las diversas pruebas que debéis sufrir momentáneamente” (1ªPe 1,6). La fe en Cristo estará siempre dando alegría, gozo y deleite de manera que si hiciera falta que uno sea tentado por poco, que no sea atormentado. Más abajo el mismo Apóstol expresivamente dice: “Alegraos en la medida que podáis compartir los sufrimientos de Cristo. Así cuando se manifieste su gloria, vosotros también os desbordaréis de χαρά (jará, alegría) y gozo” (1ªPed 4,13). El Apóstol considera fuente de alegría la coparticipación de los creyentes en los pazos, padecimientos de Cristo, con la paciencia en las penas, sufrimientos, que se completará en la otra vida. El Apóstol Pablo recalca a los Corintios que la χαρά (jará, alegría) de uno sea de todos: “Sea un miembro que sufre, todos los demás sufren con él. Un miembro está alegre, todos los demás participan de su χαρά (jará, alegría) (1ªCor 12,26). ¿Nosotros nos alegramos con la alegría de nuestros hermanos? En carta a los romanos y a todos nosotros, el Apóstol incansable, el que se alegra en la esperanza del Señor y resiste todos los sufrimientos, está orando continuamente, y nos dice: “Alegraos en la esperanza, sed pacientes en las penas y perseverantes en la oración” (Rom 12,12). Todos los Apóstoles a pesar de sus muchas y amargas peripecias eran alegres, tal y como se refiere en los Hechos de los Apóstoles: “Estaban en plenitud de χαρά (jará, alegría) y de Espíritu Santo” (He 1,52). El Espíritu Santo es alegrante según el libro del Apocalipsis: “Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios” (Apoc 13,52). Esta χαρά (jará, alegría), como hemos dicho, la saborean anticipadamente los creyentes místicamente, tal como dice el Apóstol Pedro: “Porque vosotros lo amáis sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, os alegráis con una χαρά (jará, alegría) y gozo indecibles y lleno de gloria”, saboreando anticipadamente la doxa-gloria definitiva.
La χαρά (jará, alegría) fue la única vivencia de la Zeotocos (Madre de Dios), a pesar de sus penas y dolores por su Hijo Crucificado. Se convirtió en la alegría de los desesperados, de los desamparados y de todos, la Consoladora, la Caritativa, la protectora de los afectados por la injusticia, comida de los que sufren, consuelo de los extranjeros, ayudante de los huérfanos, apoyo y esperanza de los derrumbados, protección y refugio de todos. La χαρά (jará, alegría) del mundo y de los ángeles, la Reina de todo, la Señora del cosmos-mundo.
La χαρά (jará, alegría) era y es vivencia mística fija de todos los santos de nuestra Iglesia. En la vida y enseñanza de San Serafín de Sarof su principal característica es la paz y la χαρά (jará, alegría) de Cristo. En su maravillosa conversación con el príncipe Motovilof dice: Encuentra tú la paz y la alegría de tu corazón y miles de personas se sanarán y salvarán. A la multitud de peregrinos durante todo el año y cada día, el mismo santo decía: ¡alegría mía, Cristo ha resucitado! Vivía la χαρά (jará, alegría) de la resurrección y esta divulgaba siempre.
San Siluán el Atonita en su oración decía: Dios mío, no me des más χαρά (jará, alegría) porque se romperá mi corazón por la cantidad de alegría.
El bienaventurado Yérontas Paísios el Atonita decía: ¡Tengo tanta χαρά (jará, alegría) que puedo llenar baterías para tenerla cuando la necesito!
El bienaventurado Yérontas Porfirios Kafsocalivita de Athos decía: ¡Cristo es la χαρά (jará, alegría), la luz verdadera y la felicidad! Mi vida entera es de alegría, gozo y deleite… La alegría es el mismo Cristo. Es una alegría que te hace un hombre distinto. Es una locura espiritual. ¡Este vino espiritual te emborracha como el vino puro! Hagáis lo que sea, genuflexiones, ayunos, vigilias, que seáis siempre alegres. Tened siempre la alegría de Cristo. La alegría de nuestro Señor es la que dura eternamente y tiene deleite eterno. La alegría de nuestro Señor es la que asegura la serenidad, el placer (espiritual) continuo y la felicidad placentera. Cristo quiere estar agradecido, repartir la alegría y ensalzar a sus fieles con Su alegría… En Cristo está la alegría. Cristo el padecimiento y el sufrimiento lo convierte en χαρά (jará, alegría). El hombre actual esto es lo que busca. Toma los venenos y los narcóticos o drogas para encontrarse en el mundo de la χαρά (jará, alegría), pero encuentra una alegría falsa. Siente en aquel momento y al día siguiente está destrozado. Este camino le destroza, le carcome, le rompe y le asa. ¡El otro, es decir, darse a Cristo, le vivifica, le da alegría, le hace alegrarse de la vida, sentir la fuerza y la grandeza de ella!
San Isaac el Sirio dice que la χαρά (jará, alegría) que brota de Dios es mucho más fuerte que la vida de aquí y el que la ha saboreado, no sólo no quiere fijarse a los pazos, sino que en esta vida no desea, ni se fija en otra cosa sensible y terrenal, sólo prefiere esta divina χαρά (jará, alegría), basta que sea, claro está, verdadera y no falsa.
Hemos dicho que la plenitud y la perfección de nuestra χαρά (jará, alegría) será completa en la futura vida eterna. Sabor anticipado de esta alegría esjatológica la tenemos en la divina Liturgia y en el monaquismo. En la divina Liturgia, el misterio de la divina Efjaristía (ef-jaris, jará o agradecimiento) tenemos la fiesta de χαρά (jará, alegría), que se celebra en resplandecientes templos, con sacerdotes de prendas iluminantes y se hace en recuerdo de la muerte del Señor en la Cruz, el entierro y la Resurrección, de la cátedra de la segunda y gloriosa Presencia de Él. Los creyentes que han participado en la divina Liturgia saliendo del templo se convierten en misioneros de la χαρά (jará, alegría) de la Resurrección. El hombre que participa en la Iglesia, en la divina Liturgia no vive una felicidad individualista, una piedad particular, sino que comunica con sus hermanos y participa en el cuerpo eclesiástico, goza y se alegra durante la divina participación y semejanza, participando en el misterio del Venidero que irradia la χαρά (jará, alegría) de la Resurrección y saborea por anticipado la plenitud de la eterna felicidad.
Según san Gregorio de Nicea la ocupación de los ésjatos no debe de inquietarnos, sino que con nuestra vida pura y nuestra gran agapi a Cristo estar saboreando anticipadamente aquella χαρά (jará, alegría) celeste desde ahora, sin dudar nunca de su segura realización. No abarcar en muchas cosas, ni permanecer inactivos, sino que estemos trabajando el bien, la bondad y la metamorfosis del mundo. No nos quedemos escolástica y fantásticamente en unas fechas que algunos dicen sobre el final del mundo y la fácil e improvisada interpretación de las señales de los tiempos, que por regla general son influencia de los milenaristas (testigos de Jehová). Los creyentes sin ansiedad ni angustia siempre creen que el final está cerca e intentan estar acompañados, conectados y cerca de Cristo, la fuente de su alegría.
El monaquismo, es vivir igual que los ángeles, la vida de los no casados, desde su fundación tenía el elemento entusiasta de la χαρά (jará, alegría) y la lucha de los primeros cristianos, donde todo era común y tenían un corazón agradable, amoroso y gozoso (Hec 2, 42-47). En la historia de los monjes de Egipto, leemos que se podía ver a los ascetas esparcidos en los desiertos como hijos auténticos de Cristo que le esperaban, sin preocupación especial para ropa de vestir o comida, sino con himnos de alegría esperaban la presencia de Cristo. El Abad Amún pide a sus alumnos que sirvan con alegría a los nuevos monjes que venían. El Abad Apolós recalca que sobre todo no deben de estar tristes y consternados los que trabajan para su sanación, salvación y herencia de la realeza increada de los cielos. Se afligen los idólatras y lloran los Judíos, están de luto los pecadores, pero los justos se alegran y deleitan. Mientras ellos piensan con el espíritu mundano y materialista, se alegran de las cosas terrenales, en cambio nosotros que somos dignos de esta gran alegría y esperanza ¿es posible que no seamos siempre alegres? Cuando Pablo nos anima a estar siempre alegres, siempre orando sin cesar y en todo tiempo estando agradecidos, (1ªTes 5,17). El Abad Isaías dice: Monje es el que siempre está alegre. Monje verdadero es el que siempre y en todas partes está confiado a la voluntad de Dios y está con alegría sin que se reduzca su χαρά (jará, alegría), esperanza y paz en las dificultades de la vida. Además, la ascesis, la memoria de la muerte y el luto son alegrantes. Así san Juan el Clímaco habla sobre lágrimas dulces, de corazón, sin fuerza y alegrantes. La χαρά (jará, alegría) no refuta la ascesis. Llevar la cruz conduce a la resurrección. Como otra vez hemos dicho, no existe Resurrección sin el Viernes Santo.
Es un esfuerzo vano la creación de un nuevo cristianismo sin lucha, sin cruz, ni esfuerzo, sin combate ni ascesis o ejercicio. La llamada teología de la alegría, de la facilidad, del confort, de reposo no puede ser ortodoxa. Qué bien habla el Yérontas Porfirios sobre el monaquismo y el monje: Para que uno progrese en el monasterio debe luchar sin que esté presionado por nadie. Todo con alegría y buen ánimo, no obligatoriamente. El monje no es el que se presiona por hacer algo obligatoriamente, mecánicamente y con ansiedad. Lo que hace, sólo lo hace por amor al Novio celeste, con divino eros (amor). El monaquismo no debe ser una huida negativa, sino de divino eros, de culto divino… La χαρά (jará, alegría) del monje es entrar en la agapi (increada) de Dios, en la Iglesia, en la Santa Trinidad, en el Cristo. Se une con el Cristo, sobresalta su corazón y se colma de jaris. Cristo es la χαρά (jará, alegría), es entusiasmo, esperanza, agapi…
En otra parte el Yérontas Porfirios dirá que frente a los ojos de Dios es lo mismo el casado y el no casado, basta que vivan los mandamientos de Dios y Su vida. ¿Os he cansado? No lo quería. Antes de terminar querría rogaros lo siguiente. Esta noche antes de ir a dormir preguntaos honestamente sobre vosotros mismos; ¿Cuál es la verdad que os quita la χαρά (jará, alegría) de vuestro corazón? No creo que sea la falta de dinero, o la presencia de una enfermedad en nosotros o a personas queridas nuestras, o una calumnia o una acusación, una ambición incumplida o un ascenso alejado. Humildemente, hermanos míos, creo que existe la falta de χαρά (jará, alegría) en vosotros y sobre todo su lugar lo ha tomado la destructora depresión, (angustia y tristeza,) la cual está considerada como la base de muchas enfermedades y generalmente es egoísta a causa de la presencia de los pazos. Los pazos como contrarios oscurecen la psique, no la dejan respirar y alegrarse. La cuidadosa destrucción de los pazos, el desarraigo de ellos con la jaris (increada) de Dios y el cultivo de las divinas virtudes, llenará al creyente cristiano de esta inmaterial χαρά (jará, alegría), la cual ninguna desgracia puede robársela, porque brota de su relación viva, calurosa y esencial con el Crucificado-resucitado Salvador y Redentor Cristo.
El hombre de la Iglesia, de la fe, de la esperanza y de la confianza que tiene a Dios, puede estar alegrándose, a pesar de las dificultades de la vida. La χαρά (jará, alegría) Cristiana no es estado o situación emocional provisional sino una vivencia fija, permanente. Nuestra relación con Cristo no puede ser sino sólo un gozo, deleite y un continuo agradecimiento, adoración y alabanza. No tiene ninguna relación con la χαρά (jará, alegría) mundana, superficial, pobre y decepcionante. Nuestra conexión con Cristo nos hace ser diferentes y distinguidos de la multitud de los hombres actuales afligidos y sin consuelo, con la χαρά (jará, alegría) Cristo nos renueva, completa, metamorfosea, unifica e inmortaliza. Sin Cristo, repito, no es posible que uno sea verdaderamente alegre. ¿Pero nuestros cristianos están alegres verdaderamente?
Todo el mundo actualmente busca con desesperación la χαρά (jará, alegría), la paz y la seguridad. La sociedad contemporánea súper consumista, continuamente ofrece con rebajas nuevos productos caros que alegrarán a su consumidor. Las miríadas de asociaciones prometen el predominio de la paz y muchas compañías aseguradoras prometen una vida sin sufrimiento ni dolor. Los cazadores de la gloria mundana, del cuerpo y el dinero, buscan la alegría contraria. Tienen depresión con frecuencia y se decepcionan rápidamente. Ya que llegan a la meta, a la finalidad y el éxito, pero esta adquisición no les alegra. La psique del hombre es espíritu y la materia no puede satisfacer el espíritu. El encuentro del hombre con Dios le ofrecerá la perfecta, fija e inenarrable χαρά (jará, alegría).
Os deseo de todo corazón de mi alma, que estéis siempre alegres, orad incesantemente y estad agradecidos en todo (1ªTes 5,17).
Simple monje Moisés Athonita