San Gregorio Palamás en su homilía sobre la fiesta del Pentecostés interpretando el porqué el Espíritu Santo apareció en figura de lenguas, sobre todo candentes, apunta que: «para demostrar que es consustancial (la misma naturaleza) que el Dios Logos, la segunda persona de la Santa Trinidad; porque no existe nada más cercano y familiar al logos que la lengua. Simultáneamente también para la jaris de la enseñanza; porque el maestro en Cristo necesita la lengua con jaris (energía increada) y elegancia. ¿Pero por qué con lenguas candentes? No sólo para lo consustancial del Espíritu con el Padre y el Hijo, porque nuestro Dios es fuego que devora la maldad, sino también para la dualidad de la energía del kerigma de los Apóstoles; debido a que puede a la vez beneficiar y castigar, y, como el fuego tiene la cualidad de iluminar y quemar, así también el logos de la enseñanza en jaris (energía increada) de Cristo, a los que le obedecen los alumbra y a los desobedientes los quema y los entrega finalmente al fuego».
San Juan el Crisóstomo hablando sobre el mismo tema dice: «Hace diez días ascendió la naturaleza humana al trono de Dios y hoy ha bajado el Espíritu Santo en ella. Para que nadie dude y se pregunte ¿qué ha hecho el Cristo cuando ha subido al cielo? ¿Quizás nos ha reconciliado con el Padre? ¿Quizás lo ha hecho para reconciliarnos? Queriendo demostrarnos que ha reconciliado el género humano, inmediatamente nos ha enviado los regalos para nuestra reconciliación. Nosotros hemos mandado la fe y hemos tomado del cielo regalos, hemos mandado obediencia y hemos recibido justicia»
San Nicolás Kabásilas escribiendo sobre la Divina Liturgia dice: «El Espíritu Santo es la fuerza que ha armado a los Apóstoles de arriba, según el logos del Señor: “Permaneceos en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis revestido con fuerza de lo alto”. Esto es la obra de aquella bajada; porque el Espíritu no ha bajado sólo una vez y después nos ha abandonado para siempre. El Señor no sólo ha enviado el Espíritu, sino que el mismo prometió que permanecerá con nosotros hasta el final del siglo. Pero el Paráclitos está presente invisiblemente, en cambio el Señor se ve y se ofrece tocar con los terribles misterios.»
San Filareto de Moscú, en su homilía sobre el Domingo del Pentecostés dice: «Después de la caída del hombre, y realmente el hombre no pudiendo estar en situación de aguantar la luz increada, “se escondió del rostro del Señor Dios” y el Dios se retiró, se escondió del hombre, por el miedo que el transgresor fuera destruido por Su divina presencia. Entonces fue cuando Aquel realmente siendo Uno en Tres Personas, por la indecible misericordia hacia el hombre perdido, le acercó con sucesivas apocalipsis=revelaciones, de modo que “la jaris (gracia, energía increada) del Señor Jesús Cristo y la agapi (increada) de Dios y la kinonía-comunión del Espíritu Santo” pueda crecer y por una vez más elevar al hombre caído… Debemos ver la bajada del Espíritu Santo no sólo como un milagro que ha glorificado la Iglesia Apostólica, sino como un acontecimiento que está vinculado esencialmente con nuestra sanación y salvación »
San Nicolás Velemírovits escribe sobre esta fiesta: «El Espíritu Santo no es violento como el hombre, que entra inesperadamente en casa ajena sin ser invitado. Sólo entra en casas que tienen la puerta abierta con buena voluntad y disposición, allí donde lo tienen como algo querido, como un visitante que esperan hace tiempo. Los apóstoles le esperaban con intenso anhelo. Y el Espíritu Santo descendió en ellos y los hizo Su residencia. No bajó en ellos con un ruido amenazante sino con clamor de alegría. Hermanos míos, ¿sepan que el Espíritu Santo se alegra y deleita mucho con indescriptible alegría cuando encuentra psiques puras, que tienen abiertas las puertas de sus psiques y le anhelan! En ellas construye su morada con un llanto de alegría y les regala Sus ricas donaciones»
Fuente: ΑΚΤΙΝΕΣ
Traductor: xX.jJ