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Oct 25 2013

Domingo IV de Luca – Parábola del buen sembrador

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4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo esta parábola: 

5 El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue pisoteada, y las aves del cielo la comieron. 

6 Otra parte cayó sobre el pedregal; y nacida, se secó, por falta de humedad. 

7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. 

8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Dicho esto, exclamó a gran voz: El que tiene oídos para oír, que oiga. 

9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?

10 Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios de la realeza (increada) de Dios; pero a los otros por parábolas, para que mirando no vean, y oyendo no entiendan. 

11 Ésta es, pues, la parábola: La semilla es el logos de Dios. 

12 Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón el logos, para que no crean y se salven. 

13 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben el logos con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. 

14 La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes, las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. 

15 Y la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen el logos oído, y por su perseverancia dan fruto.

Empieza la siembra… 

En la lectura evangélica de este Domingo oímos la conocida Parábola del sembrador, que se lee en honor de los santos Padres del 7º Sínodo Ecuménico; también se combina con el inicio oficial de la catequesis y la obra predicadora de la Iglesia para el año nuevo eclesiástico.

En esta parábola de forma muy expresiva, el Señor, compara la obra del que predica el logos de Dios con la obra del agricultor que siembra su campo. Nos dice que salió el agricultor a sembrar su campo. Después de seleccionar la mejor semilla y hacer la preparación necesaria, comenzó su obra con expectativas y esperanzas para una cosecha abundante y rica.

También con semejantes expectativas nuestra Iglesia, continuando la obra del primer y gran Sembrador, del Señor Jesús Cristo, comienza otra vez sistemáticamente la siembra del divino logos. Con kerigmas y homilías, con reuniones catequéticas para todas las edades, con ediciones periódicamente impresas o con todos los medios de comunicación modernos, siembra abundantemente el logos de Dios. ¡Benditos sean los hombres que se hacen dignos de servir a esta obra sagrada que es la siembra del divino logos! Felices también los que escuchan o estudian el logos de Dios y le cultivan en sus corazones con paciencia para disfrutar la riqueza de sus frutos.

Oyentes atentos

Cuando el Señor terminó la Parábola, elevó el tono de Su voz para dar énfasis a Sus logos y para llamar la atención a Sus oyentes, y dijo en voz alta: “El que tenga oídos que escuche”. El que tiene oídos espirituales e interés espiritual para escuchar e incorporar lo que digo, que escuche.

Realmente muchos de los judíos oían la enseñanza del Señor, pero pocos la entendían y la aceptaban. Porque, tal y como había profetizado el profeta Isaías: “De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón y la mente entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mt 13,15). Es decir, se había inflado el nus de los hombres de Su pueblo que a causa de la mala disposición se había endurecido y oscurecido, y con sus oídos espirituales no podían escuchar nada.

¡Qué trágico! Pensad un hombre que tenga saludable su oído, pero que sea indiferente de las sirenas del peligro que suenan en su alrededor. Que pite el tren y esté avanzando indiferente para pasar las rayas. Lo demás llamándole, ¡Cuidado! Y aquel como si no pasara nada. ¿Quién duda de que este hombre camina hacia la catástrofe?…

Tengamos, pues, cuidado nosotros también, porque si tapamos nuestros oídos a la voz de Dios y la verdad del Evangelio, ¡peligramos! La llamada del Señor “el que tenga oídos que escuche”, que sea lema de despertar espiritual, de manera que nos esforcemos a escuchar el logos de Dios con espíritu de aprendizaje y buena disposición para beneficiarnos, y con humilde dependencia al Espíritu Santo, Quien abre nuestro nus y corazón para el entendimiento de las verdades divinas.

Y fructíferos  

Pero no es suficiente ser buenos oyentes del Evangelio. La “buena tierra” que produce mucha cosecha, según el logos de Dios, son aquellos que “al oír el logos, lo retienen en su interior y en paciencia fructifican”. “Retienen” significa que interiorizan y mantienen fuertemente el logos de Dios en sus interiores y no son indiferentes como aquellos que dejan las semillas caer en la calle. “Y en paciencia fructifican”, significa que tienen paciencia en las tribulaciones, las tentaciones y los sufrimientos de la vida; y así el logos de Dios se arraiga en sus psiques y no se pierde como la semilla que cayó en el pedregal; también los espinos no dejan a su alrededor crecer; es decir, no los absorben las preocupaciones y los deseos mundanos, sino que se cuidan del campo de su psique. Se limpian, sanan de los pazos y se cuidan del cultivo de las santas virtudes.

Receptores de las divinas verdades y espiritualmente fructíferos resultaron a ser los santos Padres del 7º Sínodo Ecuménico el año 787 dC en Nicea de Bizania y condenaron la terrible herejía de los iconoclastas. Roguemos a ellos a que intercedan al Señor para que nuestras psiques se conviertan en receptivas del divino logos y para que permanezcamos estables en la fe y vida Ortodoxa de manera que produzcamos muchos frutos espirituales.

 Περιοδικό “Ο ΣΩΤΗΡ”

Fuente: http://www.osotir.org/

Traductor: xX.jJ

 

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Cosecha eterna

«El sembrador salió a sembrar su semilla»

Hoy la lectura evangélica nos describe una escena de la vida agrícola, para demostrarnos las verdades que tocan profundamente la existencia humana. Esta época del otoño es adecuada para que siembren los agricultores… Siempre con la expectativa de una cosecha abundante, cuando llegue el tiempo oportuno. Esta imagen que está tomada de la vida diaria, inspiró a los Padres de nuestra Iglesia a poner la conocida lectura Evangélica del Sembrador al “corazón” del octubre. La elección es realmente acertada, si tenemos en cuenta que nos encontramos en un período donde se inician muchas actividades que se relacionan con la agapi (amor desinteresado) de nuestra Iglesia y de la que todos nosotros aspiramos a una abundante y rica cosecha espiritual.

Además, no es al azar, cuando el Cristo comenzó a enseñar la multitud, utilizó esta bella parábola. Los discípulos siendo sedientos sobre los mensajes de la parábola, le pidieron que les explicase el mensaje más profundo de ella.

El sembrador Ο σπορέας

La conclusión que uno podría sacar de esta parábola concreta, es que el sembrador se identifica con la misma Persona de nuestro Señor. Con toda Su obra y enseñanza, esencialmente es Él quien ofrece las semillas del mensaje evangélico con las condiciones de que den cosecha espiritual abundante y rica. Sucesores de la divina siembra son los Apóstoles, los santos Padres, los predicadores y los maestros de la Iglesia. Tal y como nos afirma el Apóstol Pablo: “Él ha dado los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y los maestros para la edificación del cuerpo de Cristo”.

La semilla Ο σπόρος

Sin duda alguna, la semilla espiritual que se ofrece es excelente en calidad, es la mejor y la superior de cualquier otra. Y esto porque tiene procedencia divina, con su dinámica despega al hombre en alturas espirituales y le hace digno de una calidad de vida orientada hacia la eternidad. Las enseñanzas humanas y teorías, aún cualquier tipo de ideologías que en distintas épocas aparecen, ciertamente puede que escondan en algunos casos alguna luz, pero son muy flojas y débiles. Estas luces por sí solas no sólo no iluminan el camino del hombre, sino que le dejan abandonado con pesadillas, en crisis horrorosas, fracasos desastrosos y empobrecimiento, tal y como son hoy en día las cosas terribles que vive la humanidad.

Vale la pena mencionar que el logos de Dios “se siembra” al mundo interior del hombre de distintas maneras. Pero la semilla no brota en todas partes; no busquemos la causa en las intenciones del sembrador, ni en la calidad de la semilla, sino que debemos poner nuestra atención al campo o tierra que ha recibido la semilla. En otras palabras, examinemos la manera de la que corresponden los hombres al Evangelio de Cristo y en la calidad de la tierra que corresponde en cada uno de nosotros.

Las tres categorías de tierra que se describen en la parábola es posible que sean el reflejo de nuestras intenciones y disposiciones que manifestamos ante la verdad eterna de nuestra Iglesia Ortodoxa. Unas veces por una negligencia e imprudencia, otras por una actitud frívola que mantenemos y otras veces por nuestra debilidad de desarraigar los pazos que anidan en nuestro corazón y obstruyen la apertura del espacio para que habite en nuestro interior la divina Jaris (gracia, energía increada), así impedimos la fructificación del divino logos en nuestro interior.

Queridos hermanos, la parábola que nos desarrolla hoy el Evangelio es una invitación o llamada de despertar espiritual, para que correspondamos a la gran oferta de nuestro Señor. Esta correspondencia nuestra nos dará la capacidad de fructificar en nuestra psique la semilla de la alegría resurrectiva que convierte al hombre y le hace digno como persona tener valores y fuerzas eternas. Giremos pues, hacia nosotros mismos haciéndonos “tierra buena y fértil”, para que nuestra existencia fructifique la verdad del Evangelio.

Jristakis Efstazíu, Teólogo – Iglesia de Chipre

Traductor: xX.jJ 

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