«Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron (Lc 5,11).
La Lectura evangélica de hoy es una continuación lógica de la Lectura del Domingo pasado que llamaba en general y cada uno por separado seguir a Jesús Cristo. Hoy la invitación no es de carácter general, como el Domingo pasado que recomendaba “el que quiera que me siga”, sino que es una invitación personal y nominativa. En efecto es llamada que se hace gradualmente con la manifestación de confianza a la persona de Jesús Cristo y a continuación plena dedicación a él.
Especialmente importante es la llamada de los primeros discípulos, y sobre esto se refieren los cuatro Evangelistas. El propósito de los Evangelistas no es escribir sobre la elección de los primeros discípulos como un acontecimiento histórico, sino para recalcar la esencia del acontecimiento, según se describe en último versículo del Evangelio de hoy: “…dejándolo todo, le siguieron.” Mientras dejaron las barcas de pescar, sus trabajos y sus familias, le siguieron.
Inmediatamente le siguieron sin condiciones y límites, dando de esta manera el ejemplo a todos a través de los siglos; por lo tanto a cada uno de nosotros hoy, cuando venga también el momento de nuestra llamada o invitación entonces debemos seguirle sin dudas y sin miedo. El Dios escoge un modo diferente para invitar a cada uno, tal y como lo hizo hoy también con los primeros discípulos, Pedro, Andrés, Jacobo y Juan. Los cuatro habían regresado de una noche difícil. La salida al mar había sido infructuosa. Pero, a pesar de la decepción, preparan las redes para la próxima salida.
En aquel momento Jesús se acerca y entra a uno de los barquitos, en el de Simón y “le rogó que la apartase de la tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.” La enseñanza era general y útil para todos. Pero ahora es el momento de la invitación personal que será combinada con la obediencia.
Dijo a Simón: “rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. Entonces Simón le respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; pero ya que tú lo dices echaré la red”.
La obediencia, pero también los admirables acontecimientos que siguieron, es para cada uno de nosotros un mensaje muy importante. Así el evangelio de hoy nos ofrece mensajes positivos y óptimos. Que, a pesar de cualquier decepción y cualquier resultado negativo, debemos continuar nuestro esfuerzo. Paralelamente debemos reconocer que nuestras fuerzas humanas son muy limitadas, pero por encima de nosotros está la superioridad del factor Divino. Por encima de nosotros existe el Dios, quien está presente, pero también listo para apoyarnos, basta que percibamos y aceptemos esta presencia y ayuda. Sí, tenemos que percibir y aceptar que el resultado positivo fue debido a la intervención de Dios. Este hecho nos debe ayudar hacer una endoscopia (autocrítica) igual que Pedro, quien cuando vió el resultado maravilloso concienció dos cosas. Primero, la presencia de Dios a la persona de Jesús Cristo y segundo, su propia ineptitud y pecaminosidad. Tanto su praxis como sus palabras confirman lo anterior.
Hemos escuchado hoy que: “Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí barco, Señor, porque soy hombre pecador”. Esto lo dijo porque fue dominado de temor y respeto y todos los que estaban con él, por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo ocurrió también con los hijos de Zebedeo, Juan y Jacobo que eran colaboradores de Simón.
Maravilloso resultado pues. Pero más admirable aún esto que ocurrió en el fondo de la psique de Pedro. Lo “vuelve a remar mar adentro”, le volvió a su fondo interior y condujo a Pedro en la percepción y concienciación de su pecaminosidad. Una percepción que le condujo al reconocimiento de la santidad de Dios. Una percepción y concienciación que le condujo a la metania (introspección, arrepentimiento, conversión y confesión) y a continuación confiarse absolutamente a Jesús Cristo y seguirle dejándolo todo.
Porque no basta con expresar nuestra admiración a la persona de Cristo. Deberemos confirmarla con el seguimiento, tal y como hicieron los Apóstoles. Porque si los Apóstoles permaneciesen en la admiración y la metania temporal, se hubiesen perdido, como se perdió la multitud que se encontraba en la playa de Genesaret. El que “inmediatamente dejaron las redes y le siguieron”, según los Evangelistas Mateo (4,20) y Marco (1,18), revela lo determinante que fue la decisión de ellos que cambió radicalmente no sólo sus vidas, sino la humanidad entera.
En el evangelio de hoy son proyectadas tres redes determinantes. Primera, la red del logos de Dios que ofreció el Cristo, como si fuera del púlpito, dentro del barco. Segunda red es la que tiró Pedro, una vez sin resultado y la segunda vez después de la orden de Cristo y “habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces”. La tercera red fue aquella de la autocrítica que condujo a la sanadora y salvífica metania.
Hermanos míos, “volved al fondo” (de vuestras psiques), aconsejó el Cristo a Pedro. Lo mismo repite a nosotros hoy. Pedro obedeció y se salvó, además de él la humanidad entera. “Volved, girad hacia al fondo” (de vuestras psiques), nos exhorta Jesús Cristo hoy. Avanzad al fondo de la esencia de los hechos o la enseñanza de Cristo. Allí al fondo está la respuesta. Allí al fondo distinguiremos muestras capacidades y debilidades. No sobrevaloremos y no subestimemos nuestras capacidades y debilidades. Cuando hayamos permitido que actúe la jaris (gracia, energía increada) de Dios entonces el resultado será maravilloso. Aceptemos la condescendencia de Dios. Declinémonos, arrodillémonos a la jaris increada de Dios, igual que hoy también lo hicieron los Apóstoles. Especialmente imitémosles a la decisión que tomaron y que “inmediatamente dejándolo todo le siguieron”. Así sea, amín.
Teódoro Antoniadis – Metropolita de Pafos, Chipre
Fuente: http://aktines.blogspot.com.es/
Traducido por: χΧ jJ