14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
15 Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.
16 Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
18 Él les dijo: Traédmelos acá.
19 Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
20 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.
21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
Ο ΠΟΛΛΑΠΛΑΣΙΑΣΜΟΣ ΤΩΝ ΠΕΝΤΕ ΑΡΤΩΝ
1. Los indicadores económicos se derrocan.
El lugar estaba desierto. La hora pasada. La alimentación poquísima. ¿A dónde iba a encontrar comida la multitud? –habían más de cinco mil- que habían seguido al Señor y ya empezaban a tener hambre… “No tenemos más que cinco panes y dos pescados”, dijeron los discípulos al Señor. ¡Pero qué es esto para tantos de miles de personas!…
Los discípulos del Señor, aunque habían visto tantos milagros Suyos no podían aún salirse de los límites estrechos y estrictos de la lógica, razón humana. Y mientras veían los problemas, no podían distinguir la fuerza, la bondad y la providencia de Cristo como garantía para la solución de estos.
Acertadamente señala san Crisóstomo: “puede ser el lugar fuera desierto, pero junto con vosotros está Él que alimenta toda la tierra”.
¡Cuántas veces nosotros también nos quedamos atrapados a la lógica dura y fría de los cálculos económicos! Contamos el dinero, los gastos, los préstamos, los alquileres… y nuestra mente queda parada. Clamamos ¡es imposible, no saldré! Y a pesar de eso nada es imposible para el omnipotente Dios. Igual que en el pasado, el Señor nos ha salvado de situaciones difíciles y realmente de callejones sin salida, lo mismo ahora también siempre tiene la fuerza de ayudarnos y hacer el milagro. Milagro, como este de alimentar tantos miles de personas en el desierto.
2. Quiénes son los dignos de la bendición de Dios
El Señor tomó los cinco panes y los dos pescados y levantó Sus ojos al cielo y agradeció a su Padre. Y cortando los panes, los ha dado a los discípulos y ellos a la multitud. “Y comieron y se saciaron todos” y lo que había sobrado lo recogieron, es decir, doce cestas llenas.
¡Todos comieron y se saciaron! Todos los que se encontraban junto al Señor. Todos aquellos que habían dejado sus ocupaciones diarias y corrieron al desierto para escuchar Su divina didascalía (enseñanza). Recibir la beneficiosa jaris de Sus milagros. Para ellos el Señor hizo el milagro. Mientras alimentó sus psiques con Su enseñanza y a continuación de modo admirable se ocupó sobre la comida material para ellos.
El Señor nos lo ha prometido: Aquel que se ocupa para lo espiritual, para la sanación y salvación de su psique, tendrá también las cosas materiales; no será privado de nada de lo necesario. “Pedid primero la realeza (estado en energía increada) de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido” (Mt 6,33).
Que busquéis ante todo y sobre todo lo demás, los bienes espirituales de la Realeza increada de Dios y la adquisición de las virtudes que el Dios os pide y junto con esto se os dará también lo bienes terrenales que tenéis necesidad.
La asistencia regular a la Iglesia, nuestro estudio al logos de Dios, las manifestaciones de filantropía y caridad, no es un lujo para nuestras vidas. Es la primera prioridad. El resto, lo material, confiémoslo al filántropo Señor y Aquel nos las regalará en abundancia.
3. Atención al derroche
Es característico el detalle que se refiere hoy la lectura evangélica después del impresionante milagro de la multiplicación de los cinco panes: Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.
Es digno de admirar el hecho que el Señor mientras concede en abundancia Sus donaciones, no quiere que nada se pierda. El Mismo ha mandado que recogieran los restos “para que no se perdiera nada” (Jn 5,12). Así nos ha dado una lección importantísimo de economía y respeto hacia el medio ambiente.
Es verdad si estuviéramos presentes en aquel milagro, ¿nos habríamos preocupado en recoger los restos o los dejaríamos tirados como sobras inútiles e innecesarias?… Desgraciadamente la verdad es que en los últimos años hemos seguido un modo de vivir profano y en despilfarro consumista, derrochador. Nos hemos acostumbrado tirar el pan a la basura o la comida del día anterior, la ropa, los calzados que han pasado de moda, los géneros que hemos llamado “de utilidad una e única” y no nos hemos interesado de sus reciclajes. Pero no pensamos que de todo esto que nosotros derrochamos, otros están privados y pasan hambre. Si no aprendemos vivir con el espíritu de economía, inevitablemente alguna vez puede que nos sean privados a nosotros también las cosas que hemos despilfarrado alocadamente. ¿Si acaso la crisis económica actual no es causa del despilfarro de vida que hemos seguido?…
Tiempo de reconsiderar nuestra manera de vivir. Concienciarnos que todas las cosas que disfrutamos son regalos, donaciones de Dios que debemos administrarlas con prudencia y sensatez para el bien de la totalidad.
Ο ΣΩΤΗΡ, sotir El Salvador
Fuente: ΑΚΤΙΝΕΣ
Traducido por: χΧ jJ