LA VIDA DE SAN PAÍSIOS EL AGHIORITA, 2ª parte
ΑΓΙΟΝ ΟΡΟΣ AGHION OROS
†Por el hieromonje Isaac
Copyright © Santo Hisijastirion san Juan el Precursor
63088 Metamorfosis Halkidikí
Disposición central y exclusiva al Monasterio, Tel: 0030/2375061592 y 0030/2375061103. Fax: 0030/2375061103
SEGUNDA PARTE
Escritos en unidades temáticas
B 1,1 Ξενιτεία Xenitía extrema
El término ξενιτεία xenitía extrema: se podría traducir como «alejamiento, exilio, emigración, ir al extranjero” en general, pero en la vida monástica el término indica “alejamiento, exilio,” libre y voluntario. Indica, como la hisijía, tanto una actitud interior como una exterior. Es, antes que nada, una actitud interior de alejamiento, que tiende a mantenernos ajenos, peregrinos y exiliados (cf. 1 Pe 2,11), en camino hacia la Ciudad celeste, puesto que nuestra ciudadanía está en los cielos (Flp 3,20). En este sentido, la xenitía se manifiesta con humildad, rechazando toda curiosidad, no interfiriendo en lo que no nos concierne, dejando de lado todo juicio y evaluando cada cosa en continua referencia con la eternidad, la incertidumbre del mañana, la hora desconocida de nuestra muerte. Pero la xenitía ha sido también definida en un sentido amplio, dentro de la vida monástica, como una elección material de vida, en un país extranjero, para vivir a fondo, en la carne y en la cotidiana percepción, aun psicológica, ese desgarro que es antológicamente propio en todo cristiano, desde el momento en que el bautismo lo ha convertido en un extranjero en el mundo, un sin patria, tendiendo a esa Ciudad bien fundada que está en los Cielos (cf., Hb 11,10).
El Yérontas marchando desde el mundo hacia la Santa Montaña Athos interrumpió su comunicación con sus parientes, para adquirir la xenitía que constituye el primer escalón en la escalera de las virtudes monásticas.
No fue fácil, ni indoloro desarraigarse de su familia, porque estaba muy atado con sus padres y sus hermanos, y su agapi hacia ellos llegaba hasta los límites de sacrificio. Decía: “Al principio es muy triste para uno salirse de su familia y entrar en la familia de Adán, de Dios”.
Por esta razón sufría, más bien “se quemó”, al principio de su abandono de la agapi hacia sus parientes de entonces. Pero luchó con coraje y con la jaris (energía increada) de Dios, su corazón y su nus se desapegaron de sus familiares y logró adquirir la perfecta xenitía.
Decía el santo Yérontas: “Cuando vine para ser monje, amaba mucho, además de a mi madre, a mi hermano. Para los demás parientes no me importaban tanto. Un día escuchó voces en el patio del Monasterio. Miró y vio que era mi hermano, había venido para llevarme. Me marché de mi kelia-celda y lloré mucho. ¡Esto fue la clave! Se me pasó. Me lavé y salí; todo había acabado.
Cuando por primera vez como monje visitó su patria por razones de salud, no se quedó en su casa, al principio trasnochaba en ermitas, para cumplir con la promesa que había dado como monje, cumplir la xenitía. Pero a continuación vivía en la casa de la señora Patera y allí hacía su terapia, cuando entendía que varias comidas eran de su madre, no las comía. Aunque la súper-amaba, ya no la llamaba ya “madre”, en cambio a la señora Elena que le hospedaba, la amaba como madre espiritual y así la saludaba. Los calcetines de punto que tejía su hermana Cristina para él, no se los ponía, cuando le decían que habían sido tejidos por su hermana.
En Stomio (su pueblo), aunque hacía vida monástica cerca de sus parientes, nunca durmió en su casa paterna, ni en la de sus hermanas, excepto una vez que encontró al padre Gerásimo Stogias, antiguo aghiorita, y descendiente espiritual de Hatzigiorgis (san Arsenio). El padre Gerásimos fue hospedado por la noche en su casa y también se quedó el Yérontas gracias a las persistentes súplicas que le dirigió.
Con sorpresa le preguntó un conocido suyo, ¿por qué no iba a su casa? El Yérontas Paísios le respondió: “Puesto que he dejado mis padres por la agapi a Cristo y he dado la promesa, ya no puedo quedar en la casa paterna. Ahora padres, hermanos y parientes míos son todo el mundo”.
Este era el propósito ulterior de su xenitía. Decía muy característicamente: “No tengo nada y el buen Dios, aunque ya tenía siete hermanos, me ha hecho que sienta a todo el mundo como hermanos míos”.
En la Skiti de Ibiron (monasterio de Athos) le visitó su hermano menor Luca con un conocido suyo. Hablaron un rato y le rogaron que fueran juntos a venerar en el Monasterio Ibiron. El Yérontas los indicó el camino diciéndolos: “Por allí está Ibiron, si queréis, iros”. Se marcharon llorando. “A pesar de ser devotos no entendieron el monaquismo”, dijo comentando este acontecimiento el Yérontas.
A Panaguda (su cabaña) vino su hermano mayor con otra persona. Aunque estaban cansados, los recibió fuera en la fuente, hablaron y no los dejó entrar en su Cabaña-Kalivi, no los hospedó, ni aceptó los regalos que le trajeron. Ellos habían conocido su típico o regla y no se entristecieron. Pero a un sobrino suyo lo hospedó, porque tenía necesidad de ser ayudado espiritualmente, lo mismo que haría por un desconocido si hubiera una razón seria. Cuando fue preguntado: quién era el joven, respondió con una sonrisa el Yérontas: “¡Es mi sobrino!” Y después añadió en voz baja para no ser oído por el sobrino: “¡Qué sobrino mío!, ¡y se dijo así mismo: si el marinero no tiene terreno, como para tener yo también parientes!”
En el Monasterio de Surotí (femenino, a las afueras de Tesalónica, fundado por el Yérontas), fue para verlo su hermana menor. La dejó esperando horas. Finalmente la vio durante un minuto estando de pie y después la regañó también por haber venido a verlo. Pero también antes de su muerte, cuando sus hermanos le visitaron, los dijo: ¿Para qué habéis venido aquí?, esto es un Monasterio. Hasta el final de su vida permaneció apartado y liberado de ataduras familiares y sentimentalismos. Especialmente en el Monasterio no quería dar ni el más mínimo motivo de escándalo para las monjas.
Los hombres “psíquicos” (1 Cor 2,14), no entienden y no aceptan las cosas y realidades del “espíritu”, quizás sean escandalizados por la posición del Yérontas Paísios, porque ignoran que Dios y las exigencias de la Orden monástica quieren al monje que esté ajeno, extranjero hacia los padres y familiares carnales. No por odio y aversión, sino para imitar “al Señor, que ha emigrado por nosotros” y amar lo mismo a todos los hombres.
El Santo, cuando se hizo monje, hizo un trato o contrato místico con Dios, para que fuera Él quien se ocuparía ya de los suyos. Si el mismo tuviese y pusiese interés y esfuerzo para los suyos, transgrediría el acuerdo o contrato. Los dejó en manos de Dios de una vez y para siempre, y no se ocupó más de ellos. La absoluta confianza en Dios, de que los dejaba en las manos más seguras, era una oración incesante para sus familiares. Por eso tampoco hacia oración para sus familiares. “Al menos como monje nunca oré por mis familiares carnales”, escribía en una carta. Sólo llevaba escritos sus nombres en los dípticos para que fueran memorizados durante la Divina Liturgia en la proskomidia (sagrario/preparación para las especies sacramentales).
Dijo una vez sobre sus parientes: “No hice nada por ellos, no los ayudé”. Podía reunir a los paisanos de mi pueblo que estaban esparcidos en distintas partes y como monje aconsejarlos algunas cosas…”. No se ocupó más por los suyos. Tenía tal tipo de xenitía, que una vez dijo: “Ahora mismo de los siete hermanos no sé quién vive y quién han muerto”.
Un día contó: “Ayer por la mañana vino alguien y me dijo que mi hermana María se había dormido (muerto). “Bien”, dijo, “la rememoraré”. Todo el día tenía gente de visita. Por la noche rememoraba los nombres de los difuntos, me olvidé del nombre de mi hermana y decía: “Me he olvidado de un nombre, ¿cuál será?, y después me acordé”.
2 Por regla general el Yérontas no hacía oración para sus parientes. Sólo cuando recibía la información por la dormición de alguno de ellos leía el “Amomo” (libro de oraciones) una vez, hacía un komposkini, traspasaba y ponía el nombre de ellos de los dípticos de los vivos a los muertos.
Mientras era monje principiante, la xenitía le ayudaba mucho, más tarde no tenía miedo de ser perjudicado por la visita de sus parientes, porque veía a todos los seres humanos de la misma manera, con apazia-sin pazos, sin-pasión. A pesar de esto continuaba con discernimiento la misma táctica, para no dar motivos a los monjes jóvenes y débiles espiritualmente.
No había visitado Kónicha (su ciudad natal) desde el año 1971, cuando buscaba y reunió documentos e informaciones sobre la vida de san Arsenio. Aunque le llamaban el Obispo local y otros clérigos, no iba. Raramente escribía alguna carta a los suyos por algún motivo espiritual. La única carta que envió a su Madre decía que la abandonaba y que ya tiene como madre la Panaghía.
Sus parientes, aunque no entendían plenamente su comportamiento, tenían confianza. Aceptaban lo que les decía y no se quejaban. Conocían cuánto los amaban antes de entrar en la subordinación y cuántas cosas buenas había hecho por ellos. Creían que por motivo espiritual, como monje, actuaba de esta manera. Dios los informaba y no se entristecían. Por otro lado ellos también en esta vida han recibido hasta un grado sus recompensas. Además de la ayuda divina, disfrutan del respeto, del honor y de la atención de los hombres, como parientes de san Paísios.
A los monjes que le preguntaban sobre la relación con los familiares, decía: “No debemos estar apegados. Esta relación es un consuelo humano, mientras que nosotros los monjes debemos pedir el consuelo de Dios. El monje que ama a sus padres queda atrasado espiritualmente y el Señor no le concede esta jaris-gracia de sentir a todos los hombres como sus parientes y amarlos a todos igual. Además nos hemos comprometido al alejamiento de todos los parientes por la agapi a Cristo.
Pero no imponía que actuasen todos como el mismo.
Tonificaba el pundonor de ellos y dejaba a cada uno que se mueva de acuerdo con su estado espiritual. Se alegraba cuando veía monjes tener la xenitía, y se entristecía por lo opuesto. Se alumbró su rostro de alegría cuando supo que un monje aghiorita no ha pasado por su casa, mientras había salido al mundo por una razón seria.
El Yérontas en su vida de monje puso como cimiento sólido la xenitía, cumpliendo con seriedad y exactitud los compromisos del voto monástico hasta el final. Así ha logrado amar con toda su psique a Dios y sentir a cada ser humano como hermano suyo, haciéndose ejemplo admirable para el perfeccionamiento monástico. “La xenitía es productora de grandes hazañas…” (Escalera 25,42)
B 1.2 Obediencia
El santo Paísios no vivió muchos años como un obediente en un Monasterio kinobio-cenobita (de vida común). Pero aprendió la interesantísima lección de la obediencia muy bien desde el principio y aprobó con un excelente. Al principio hizo perfecta obediencia con disposición alegre al Higúmeno y a su Yérontas. Lo mismo obedecía ciegamente a sus superiores y jefes. Los exámenes más difíciles los pasó obedeciendo ciegamente al Yérontas I., que como se ha dicho anteriormente, le ponía trabajos duros, le examinaba severamente, y todo esto en ignorancia del Higúmeno. El buen obediente soportaba con paciencia, en silencio y con auto-reproche. Nunca lo había criticado, ni con el loyismós. Creía que estas cosas sucedían por sus pecados. Al final sufrió una hemorragia y acabó en la enfermería del Monasterio. Allí agradecía y bendecía al Yérontas I., porque fue beneficiado. “Me golpeó como pulpo, pero me quitó las tintas”, dijo.
Al contrario le entristecía mucho, cuando preguntando a sus superiores sobre el modo de hacer algún trabajo, recibía la siguiente respuesta: “Haz como Dios te ilumine”, porque deseaba que se lo dijeran en concreto, para cortar totalmente su voluntad.
Vivía el misterio de la obediencia. Por experiencia aprendió los beneficios y bienes de ella, por la buscaba. Decía: “Sepan que todo el sentido, el significado y el secreto de la vida monástica, se encuentra en la obediencia; en cortar tu voluntad, si es posible incluso al menor que tú, cuando no existe el miedo de dañarlo. Entonces viene la jaris-energía increada gracia de Dios. Cuando me marché del kinovio-Monasterio cenobita, sentía intensa la necesidad de hacer obediencia en algo. Cuando fui a Stomio (su pueblo), como el padre Serafín estaba nueve horas lejos yendo a pie, llevé conmigo a un joven de doce años de madre soltera que todos lo despreciaban, y lo hizo Yérontas. Y le preguntaba: “¿Tú qué dices hijo mío, hago esto?, y hacía lo que me decía.
-¿Qué te parece, voy a cortar madera?
– ¡Estás bien en tus cabales, ahora vete a cortar madera!, me decía. Así cortaba mi voluntad y hacía otra cosa. ¡Saben cuánto beneficio he tenido de esto! Es cierto que los hombres como me estimaban, se quedaban sorprendidos. ¡Mirad, hace obediencia al niño! El muchacho se fortaleció y adquirió iniciativas sobre su vida y de esta manera fue ayudado y hecho un hombre correcto. Pero he sido yo, el más ayudado, cortando mi voluntad. Cortar la voluntad en la vida espiritual ayuda mucho”.
El Yérontas naturalmente, después de un punto ya no tenía necesidad de obediencia en su forma inicial, (obediencia ciega al Yérontas), porque ya había logrado la obediencia espiritual. “El que ha adquirido la sumisión espiritual y ha sometido la carne-cuerpo al espíritu, no necesita subordinación a los hombres. Este se somete al logos y a la ley de Dios como obediente agradecido” (San Teógnosto, Filocalía tomo 2 v.11 “Sobre praxis y zeoría” pág. 357).
Había llegado a un estado espiritual superior. Había sometido su actitud y moral a la jaris (energía gracia increada) de Dios, conducido por el Espíritu Santo. “Cuando reina la jaris (energía increada jaris) del Espíritu en nosotros, entonces no tenemos voluntad propia, sino todo que se hace es la voluntad de Dios, Entonces nos serenamos y nos pacificamos” (San Pedro Damasceno, Preámbulo, Filocalía tomo 3).
Ya no tenía voluntad propia, plan ni programa. Escribía en una de sus cartas 3-11-72: “Dios regula mi programa, no yo. A pesar de que ya no pongo fechas y espacios de tiempo (cuándo debo salir al mundo,), cuando hay necesidad, aunque no quiero salir al mundo, no puedo oponerme a Dios, porque el Dios me mueve con Su agapi y con mi agapi hacia el prójimo”.
Más allá de su nus iluminado y su discernimiento, sobre temas serios recibía información de Dios cuando lo pedía, o incluso a veces repentinamente. A pesar de esto, cuando se trataba de temas personales, a causa de su mucha humildad no reposaba siguiendo su propia voluntad, sino que preguntaba y hacía obediencia a los demás, Yérontas, Guías Espirituales, Obispos e incluso a sus hijos espirituales.
Decía aún: “Por muy buena que sea mi opinión sobre un tema mío, no puedo tener confianza, porque es la mía. El médico, cuando se enferma, no hace sólo su diagnosis. Va en otro médico, aunque sea inferior que él”.
El Yérontas Paísios durante el primer tiempo que estuvo a “Panaguda” (su asceterio”), oía palabras venenosas de algunos que eran molestados por los muchos visitantes. Pensó cambiar de Kelia y preguntó un Guía espiritual, el monje sacerdote-Nicodemo, el cual le respondió: “No te vayas, a no ser que te lo diga la sagrada Epistasía (gobierno) de Athos”. Hizo obediencia y se quedó.
Una vez le invitaron a ir a Canadá. Preguntó a sus hijos espirituales, tal y como hacía san Antonio el Grande que preguntaba su discípulo, si debería ir a Constantinopla, y obedeciendo a la opinión de ellos, no fue. Pensó en sembrar alguna parra en el jardín de “Panaguda” para que los peregrinos se sentaran en la sombra. Pero cuando alguien de los padres no estuvo de acuerdo, entonces obedeció y no los sembró.
Cuando había Divina Liturgia en su Kalivi, preguntaba al sacerdote si quería que leyese las Horas, la Súplica, la Divina Comunión o que hiciese la noerá oración del corazón. “Acostumbro hacer obediencia a lo que quiere el sacerdote”, decía.
Si “la obediencia es abandonar, cortar la voluntad propia, alejamiento de la hipocresía y de todo deseo personal”, (Escalera c.4, 107), el Yérontas era hasta el final de su vida un verdadero subordinado. Primero con el desprecio del reposo carnal. “Cortar y abandonar la voluntad propia estando en la kelia y en todo despreciar el reposo del cuerpo” (Abad Barnasufio v-127). Después con tanta gente de la que se ocupaba, llegaba a estar tan cansado que casi no se podía mover. Incluso si tenía frío, hambre, enfermedad y lo peor al final con la hemorragia, no quería marcharse por necesidad propia corporal, aguantaba con resignación y cortaba no sólo sus voluntades físicas sino también sus necesidades más imprescindibles. Inventaba maneras y métodos para cortar su voluntad, dando ejemplo de obediencia.
A pesar de todo esto, algunos pensaron y dijeron: ¿dónde y con quién hace obediencia Yérontas Paísios? No sabemos a quién tiene como Yérontas. Para Yérontas era una felicidad, alegría y reposo vivir en la obediencia. Pero Dios le había encomendado otra obra.
Decía: “Puedo hacer obediencia ciega, pero cuando tengo alguna responsabilidad, es decir, responsabilidad espiritual como Yérontas, debo tomar la iniciativa.
Como obediente pasó por los estadios de la obediencia y reposó a sus Yérontas. Aprendió la obediencia en práctica y no por los libros. Por eso entendía y ayudaba a sus obedientes. Mientras que como obediente, subordinado era severo e intransigente a sí mismo, cuando más tarde como Yérontas aconsejaba a los otros, era indulgente con ellos. Tenía una gran sensibilidad, finura y discernimiento. Quería que la obediencia emanase de la libertad y se hiciera con disposición alegre. Que no fuera típica, exterior y militar, sino sumisión a la moral y la actitud del Yérontas. Consideraba la obediencia como la terapia de cada enfermedad psíquica, sobre todo de la soberbia y del orgullo. Recalcaba que: “La obediencia es el camino más corto y fácil. Es la llave del Paraíso. Con ella se corta la voluntad, el egoísmo, los pazos y viene la jaris (energía increada jaris) de Dios y la vida se convierte en paraíso”.
Decía que: “Si uno está enfermo y hace obediencia al médico, se sanará. Si otro es tontito y hace obediencia se convertirá en filósofo. Pero si uno es muy inteligente y no hace obediencia, se arruinará. Consideraba que lo peor para uno es no escuchar y obedecer a los consejos de los Yérontas y hacer lo que le dicta su loyismós. Decía: “Si uno escucha y hace caso a su loyismós, éste es perjudicado enormemente, está buscando su catástrofe”. Cuando alguien le preguntaba, no para ser beneficiado y obedecer, sino para sacar su bendición para hacer su voluntad, interrumpía la conversación infructuosa diciendo: “Prostérnate en tu loyismós y haz como quieras”. El mismo se liberaba de la responsabilidad. Por eso recalcaba que: “Los Yérontas darán cuentas a Dios, según la obediencia que hacen sus obedientes o subordinados”.
Aconsejaba: “Los obedientes hacen obediencia a su Yérontas. Si es severo y son perjudicados, recibirán jaris-gracia increada en abundancia. Que no lo juzguen ni condenen, si tienen dificultad a decir su loyismós y después de decirlo hacer lo que el Yérontas os diga. El obediente debe estar pleno de buena voluntad y abnegación y sólo el Yérontas le ponga el freno. El Yérontas debe podar con discernimiento, no mutilar. Debe haber pasado primero el mismo por la obediencia y no hacer experimentos con su subordinado. Los Yérontas que requieren obediencia ciega, deben ver muy bien”.
Sus consejos eran prácticos y te daban información interior, debido a que él primero se los había aplicado. Tal y como él fue enseñado en la obediencia, la realizó y acabó siendo un obediente carismático y a continuación un Yérontas con discernimiento. Por su obediencia, el Yérontas Tijón le llamaba el “dulce Paísios”.
B 1,3 La humildad auténtica riqueza
Tal y como la sal se pone en todas las comidas y las hace sabrosas, así también en la vida del Yérontas, en todas sus manifestaciones, en sus escritos y en sus relaciones con los demás, encontramos la conducta moral humilde, la virtud divina de la humildad, “la prenda de la deidad”, (San Isaac el Sirio, Logos 20).
Los milagros y las beneficencias de Dios en vez de traer al Yérontas loyismí de soberbia y orgullo, eran motivo de mayor lucha y humildad. Esta es la particularidad de la humildad. La señorial y noble humildad, la «πλουτοταπείνωσις plutotapínosis humildad auténtica riqueza ». “De una manera es la humildad de los que están en luto, de otra manera de los que en conciencia reconocen sus pecados, y otra la que es operada por Dios que es la que dala bienaventurada «πλουτοταπείνωσις plutotapínosis humildad auténtica riqueza». (Escalera 5,9)
Se veía a sí mismo por debajo de toda la creación, incluso peor que todos los animales. Se refiere a una de sus epístolas, 25-12-65: “Nos comparamos con los animales y acusamos a los pobres animales; y nosotros somos peor que ellos. Un día pensaba encontrar algo parecido a mí mismo, y finalmente encontré el escarabajo. Después de un municiono examen, he visto que soy injusto con este pobrecito animal, porque este también realiza su propósito y destino, que es cortar trocitos a trocitos el estiércol haciendo bolitas y así acaba con el estiércol. Mientras que yo, hombre lógico, criatura de Dios a imagen y semejanza, reúno el estiércol en el templo de Dios por mis pecados. Lo malo es que no sólo no acepto que alguien me llame escarabajo, ni siquiera burro, que por lo menos es sabido por todos, que ofrece muchos servicios al hombre con gran paciencia y al final desaparece.”
El Yérontas vivía profundamente el misterio de la humildad y su nus generaba conceptos y logos humildes. Se llamaba a sí mismo “deficiente”, “mocoso”, “pueblerino”, “perdido”, “espantapájaros”, “analfabeto”, “tonto” etc.
Se protegía y se aseguraba de sí mismo con la humildad. Sabía que: “la soberbia acarrea la ruina y prolija inquietud; y la ociosidad, bajeza y extrema penuria; porque la ociosidad es madre de la indigencia” (Tob 4,13), en cambio la humildad es imán divino que trae al hombre todos los carismas y las bendiciones de Dios. Por eso amó la humildad con todo su corazón y se gustaba utilizando las análogas expresiones: “humilla la lámpara”, “un taburete humilde”, “este árbol hace falta humillarlo (podarlo)” etc.
Si se equivocaba en su juicio tenía la humildad de confesarlo y si hacia juicio malo pedía perdón. Conocía su medida. No creía que podía responder a todo. Cuando le preguntaban sobre temas especialmente eclesiásticos, canónicos o científicos, los mandaba a las personas adecuadas para que sean aconsejados.
Evitaba y huía de los honores, las distinciones, los axiomas y las proyecciones, tal y como la abeja huye del humo. Tenía humildad profunda y verdadera, tal y como se ve de sus manifestaciones improvisadas.
Cuando estaba al servicio militar, como soldado le concedieron una insignia en reconocimiento por su valentía y no la quiso y en su lugar la ha recogido otro. “¡Ha hecho bien”, le dijo, “yo para qué la quiero!”
En la isla Corfú cuando se encontró con un amigo y compañero del servicio militar, el Pantelís Tzekos, aquel le presentó a su madre: “Éste es el que me salvó”. El Yérontas saltó de golpe y dijo fuertemente: “No yo, sino el Señor”. El Yérontas entonces tomó sus medidas y escondió su nombre monástico. Mucho más tarde cuando el hijo de Tzekos, Felipe le visitó en el Monte Athos, el Yérontas reconoció que era su hijo, pero no se reveló; incluso mandó bendiciones también para su padre Pantelís. Felipe hablaba de la bondad del padre Paísios, pero Pantelís quería encontrar a Arsenio Eznepidis. Treinta y cinco años lo buscaba y lo supo después de su muerte de que el Arsenio Eznepidis era el Yérontas Paísios. Decía: “Lo divulgaría a todo el mundo de que éste es mi salvador e iría a quedarme con él”. Por algunas manifestaciones exteriores era traicionada su actitud humilde.
En las agripnías-vigilias prefería estar en los últimos asientos. Evitaba leer los “Geróntikos”, que son Himnos, Lecturas y troparios que por costumbre debe hacer el Yérontas dirigente, a pesar de que otros padres mucho más jóvenes y muchos eran como nietos suyos. Por regla general en la Divina Comunión comulgaba segundo. Ponía antes primero el más joven o algún niño y después comulgaba. Se sentía el último después del último.
Para no olvidarse quién era, escribió con un lápiz a la pared de su kelia “Santa Cruz”: “El Señor levanta del polvo al desvalido y desde el estiércol hace subir al pobre” (Sal 112,7).
Una vez visitó a un Monasterio de mujeres. La Higumenisa-Abadesa muy contenta reunió a toda la hermandad y sonaron las campanas para hacerle una bienvenida honorífica. Pero el Yérontas se sintió turbado y dijo de una manera a la Abadesa: ¡Qué son estas cosas, latas tenéis que tocar, no las campanas! (Antiguamente tocaban las latas de hojalata cuando querían ridiculizar a alguien).
Se hacía severo y regañaba a los que querían fotografiarlo, grabarlo en cassette o hablar de él. Cuando le enseñaban las fotos, pedía verlas y las rompía. Los cassettes que le dejaban a escondidas, los cogía y los quemaba en la estufa. Respondió a uno que le pidió la bendición de escribir algo sobre él: “Qué tonterías y ridiculeces son estas; sólo de mí no debes ocuparte, ni escribir algo, si quieres que tengamos “buenos días”. A un monje que lo recibía a menudo y le ayudaba, cuando supo que hablaba sobre su persona le puso el canon en tres años que no le visitara. En Surotí (Monasterio femenino en Tesalónica fundado por el Yérontas), uno le llamó santo y el Yérontas empezó a llorar. ¡Qué iba hacer! Por mucho que intentara a esconderse ya no vivía en el anonimato, en la sombra. Dios quería glorificarlo también en esta vida. Es ley espiritual. Mientras el hombre persigue su sombra (la gloria), tanto más ella se va, y cuando más la evita, ella lo sigue. Esto sucedía con el santo Yérontas Paísios.
Cuando visitó al Monte Athos el Patriarca Demetrio, el Yérontas fue a pedir su bendición. Alguien dijo al Patriarca: “Excelentísimo, el padre Paísios”. El humilde Patriarca se levantó de su trono para saludarlo. El Yérontas se prosternó, doblado con su cabeza al suelo hasta que un Obispo le levantó.
En el Protato, (edificio de gobierno central de Athos) entonces se encontraba el presidente de la Democracia Helénica. El policía jefe de seguridad del Presidente, Kostantino Paputsis testifica: “Había oído sobre el Yérontas Paísios. Me lo imaginaba alto, majestuoso y esperaba que se encontrase en una posición destacada. Me lo indicaron. Estaba parado detrás de una esquina escondido e inclinado. Era un ancianito, con cuerpo pequeño, pero tenía encima de él algo divino y te atraía.
»Un policía le reconoció y dijo a los otros: “¡El Padre Paísios”. De golpe todos los hombres de la guardia corrieron hacia al Yérontas. Yo me quedé perdido, sólo con el Presidente. Me asusté, comencé a llamarlos que volvieran, pero nada. Después siguiendo lo que me mandaba mi corazón y no mi razón, sin pensarlo me fui corriendo hacia el Yérontas. Menos mal que Dios nos guardó y no pasó nada.
»El Yérontas al no poder evitar el “ataque” de los policías, nos tocaba blandamente la cabeza, diciéndonos sonriendo: “Venga, volved a vuestro trabajo”. En nuestro interior se había hecho una alteración; una alegría insólita nos había inundado».
Cuando le preguntaban si se enorgullece después de tantos honores, respondía: “Para qué voy a enorgullecerme cuando conozco lo que soy. Y cuando pienso cuantos kilos de sangre ha derramado Cristo por mí, mi cabeza se vuelve loca”. Sobre la multitud de personas que venían a verlo, creía que: “A pesar de que yo sea una calabaza, el mundo que está muy sediento viene con anhelo a refrescarse, porque espera encontrar una sandía”.
Se entristecía porque se había hecho muy conocido. Dijo en confianza a uno: “Mi mayor enemigo es mi nombre. El mayor mal me lo han hecho mis conocidos y no mis amigos. Si supiera desde el principio mi evolución, me iría a Jerusalén, me haría a escondidas monje, me vestiría con un abrigo negro y un gorro, tendría pelo largo y barba y nadie sabría que sería un monje, y así me movería sin ruidos”.
Y a otro fiel le relató el Yérontas: “Una vez había quedado con alguien en un sitio para pasar a buscarme con su coche en un punto de Tesalónica, donde lo estaba esperando. A lado mío pasaba un río de gente y nadie se giraba a mirarme; ¡Eh, dije en mi interior, por fin!, esta es la felicidad, encontrar un lugar dónde nadie me tiene en cuenta”.
No creía en las alabanzas, ni se endulzaba por la falsa gloria de los hombres, por eso no fue perjudicado. “El que justamente es alabado, no es perjudicado; pero si por esta alabanza siente placer o hedonismo, este obrero queda sin jornal” San Isaac el Sirio; Logos 43). Decía el Yérontas: “Con mis obras es blasfemado el nombre de Dios, pero no lo hago concienciado fríamente, por eso creo que Cristo tendrá misericordia de mí.
Se alegraba cuando los demás ascendían de posición, cuando se hacían sacerdotes, Guías espirituales, obispos. Los ayudaba y los incitaba, cuando veía que eran dignos. No había ninguna sombra de envidia o de sentimiento de inferioridad en su corazón. Quería verlos todos por encima de sí mismo y ayudaba a los monjes jóvenes a progresar. Deseaba, bendecía y decía: “Que yo me convierta en tierra de sembrar para que crezca y progrese un monje joven”.
Saludaba primero, y besaba la mano de los sacerdotes prosternado, aunque fuesen más jóvenes que él. A los Higúmenos y obispos por costumbre se prosternaba con una genuflexión hasta el suelo. El mismo evitaba dar su mano para que la besaran. “Mi gran queja era que no me dejaba besar su mano; en cambio él me abrazaba con gran devoción”, decía el médico que lo operó.
En tu comunicación con él no sentías diferencia, no te dejaba sentirte inferior, porque el mismo no se sentía en una posición superior, sino que veía a todos los demás como sus superiores.
La autenticidad de la humildad la prueban los desprecios, las deshonras, las calumnias y las injusticias. El Yérontas sufrió bastante por las acusaciones sin fundamento que un monje hizo en su contra. Ni confesó, ni se defendió a sí mismo, sólo deseaba y oraba con dolor desde el fondo de su corazón para la metania de su hermano. Cuando supo que las calumnias y acusaciones las había publicado en un libro insultante contra él, dijo: Esto es un libro, no como el otro (el otro libro era de uno que le elogiaba y alababa). Un Higúmeno que leyó las acusaciones dijo que estas calumnias y acusaciones son insignias honoríficas para el Yérontas.
Escribía: “Bienaventurados los que se alegran cuando los calumnian y los acusan injustamente por su vida virtuosa. Aquí están los signos de la santidad” (Cartas pág. 231). Por eso se alegraba, cuando oía acusaciones contra él y le decía a uno: “¡Que me difame, puede difamarme!
Otro monje cuando encontraba visitantes por el camino, les decía: ¿Qué vais hacer con este Paísios?”. Y ponía en fila las acusaciones. El Yérontas se enteraba, pero no se entristecía, no pedía explicaciones. Estas cosas le gustaban más que las alabanzas. “La perfección de la humildad es llevar con alegría las falsas acusaciones” (San Isaac el Sirio, Logos 56). Sobre todo mandaba bendiciones a su acusador. Pero, mientras que aceptaba la calumnias con apazia, serenidad, la hipocresía no la toleraba, igual que el Señor azotó a los Fariseos con los “Ay” (Mt 23), cosas que no las dijo para los demás pecadores. Una vez se encontró en la calle y un acusador fue a prosternarse y besarle la mano, fingiendo falsa piedad y devoción diciendo “santo Yérontas mío”, y el Yérontas le dijo: “Otra vez, sé más sincero”.
Decía sobre la humildad: “No basta sólo con expulsar los loyismí de soberbia y orgullo, sino pensar el sacrificio y las beneficencias de Dios y nuestra ingratitud. Entonces el corazón, aunque sea de granito, se raya y se dilata. Cuando el hombre se conoce a sí mismo, entonces su estado se convierte en humilde. Dios viene y habita en el interior del hombre y la oración del corazón se hace sola”. El autoconocimiento conduce a la humildad y es “el cimiento, la base, la raíz y el principio de toda bondad y bien”
Creía que “el hombre humilde vale más que todo el mundo. Es el más fuerte de todos. El monje para que tenga fuerza en su la oración y en su lucha, debe tener humildad porque ella en su interior esconde fuerza divina. Cuando tiene soberbia y orgullo, entonces queda debilitado tanto en la psique como en el cuerpo. Cuando lucha humildemente, tiene todas las fuerzas aunque no haga muchas cosas.
Queriendo demostrar los resultados de la humildad decía lo siguiente: “Una vez un gatito estaba enfermo. El pobrecito quería vomitar y tenía mucha dificultad, no podía. Sentí dolor por ello. ¡Lo hice la señal de la cruz, pero nada! Me dije a mí mismo “qué tonto perdido eres, no puedes ayudar ni a un gatito” cuando yo me humillé, el gatito inmediatamente se curó”.
Comprobaba que “hoy en día nadie compra humildad”. Los hombres no conocen el valor y la fuerza de la humildad y no luchan por adquirirla. Sin embargo, es tan imprescindible, de modo que nos sube al cielo, por eso se llama elevadora. “En el cielo uno no sube con elevación mundana, sino con la bajada o bajón espiritual (humildad)”. El que se hace humilde, se humilla y tiene cuidado, será salvado. El monje debe adquirir el estado de humildad, y esto es imprescindible especialmente para el último momento de su vida”.
Un joven amante de los monjes dijo una vez al Yérontas que en su oración no pide nada más que la humildad. Entusiasmado saltó de su banquete, resplandeció su cara y dijo: “Hijito mío, entonces tu pides la divina jaris (energía increada, jaris). Tanto estimaba la humildad.
Deseaba que después de su muerte, le acompañara la humildad. Confesó a una persona antes de su muerte: “Cuando me muera tiradme en el torrente de Santa Paraskeva para que me coman los gusanos”. Antiguamente había dicho: “Desearía que mis huesos o reliquias saliesen negras para que el mundo diga: ¿En definitiva, éste era el Paísios? Así no nos honrarán los hombres”.
Para evitar las manifestaciones de honor durante su entierro, y también a continuación, deseaba morir y ser enterrado anónima y ocultamente en la Santa Montaña Athos. Pero, cuando fue informado que la voluntad de Dios era distinta, humildemente obedeció y cortó esta su última voluntad. Sólo pidió que a su entierro no fuera llamado ninguno.
***
Entre los monjes existen algunos ancianitos benditos que se encuentran en alturas de la virtud, pero lo ignoran. Por su mucha sencillez permanecen incautos no conocen la riqueza espiritual que contienen. Alguno de ellos veía la Luz increada y no conocían qué era. Creía que todos los monjes por la noche son iluminados de una luz (increada) que se enciende y se apaga sola.
El Yérontas Paísios no pertenecía a esta categoría. Tenía la bienaventurada sencillez, tenía la santidad de vida y experiencia, veía la luz increada y vivía situaciones grandes, pero tenía también la gnosis espiritual increada. Conocía muy bien que estas realidades que él vivía, eran acontecimientos divinos, situaciones excepcionales de jaris (gracia increada). Pero conocía mejor que estas realidades eran de Dios; suyos eran sólo los pecados. Tenía plena conciencia de que todas estas cosas eran caridad y misericordia de Dios para él. Por eso decía: “Soy una lata de conserva, que brilla al sol y parece dorada, pero está vacía. Si me abandona la jaris de Dios, me convertiré el más grande gamberro y estaré rodando por la plaza Omonia de Atenas, dónde ni siquiera como laico había pisado nunca en una cafetería”.
Su gran ejercicio no lo tenía en cuenta nunca, porque lo hacía por agapi a Cristo y no por recompensa. Se sentía bendecido y obligado a Dios. Gemía y se dolía porque no había hecho nada. “Conocí Santos y debería haber hecho muchas cosas”, decía. Sentía que no había correspondido a Dios y que no había logrado a ofrecer las cosas que debería a Dios.
Muchos honraban al Yérontas como Santo. Otros, muy pocos le acusaban de mago. Pero él respondía con autoconciencia: “No soy ni Santo, ni mago. Soy un hombre pecador que intenta luchar. En el universo me veo a mi mismo con una partícula de polvo. ¡Por lo menos si fuera limpio!
Éste era el Yérontas. Mega, grande dentro en el abismo de la auténtica riqueza de la humildad, con pleno reconocimiento de los divinos carismas pero también de su in-merecimiento, indigno de tenerlos.
B 1.4 Obrero y predicador de la μετάνοια metania
http://www.logosortodoxo.com/minilexico/
- Μετάνοια Metania del verbo μετά-νοώ, metá=después, con, y noó= concibo, percibo con el nus como energía y con el corazón como esencia.
Quiere decir giro del nus y metanos, introspección y conversión de la conducta y mentalidad del hombre y sobre todo giro, cambio de actitud de la vida en pecado y en el mal por la vida en Cristo. La metania en la Tradición Ortodoxa no proviene de una percepción psicológica de culpabilidad, sino de la apocálipsis (revelación) de la deformación de la psique y esta apocálipsis se manifiesta por la energía increada de la divina Luz en el corazón psicosomático del hombre. El nuevo Testamento empieza y acaba con la metania (Mt 3,2Lc 24,47)
Metania se llama también uno de los Misterios de nuestra Iglesia Ortodoxa, con el cual se facilita la absolución y perdón de los pecados, aceptación, confesión, arrepentimiento, rectificación y terapia, sanación. También se llama así a un gesto reverente que se acostumbra hacer en la veneración Ortodoxa. Hay dos metania-genuflexiones distintas: una es un simple movimiento de la cabeza hacia abajo y otra grande reverencial, arrodillándose. (Ver también sobre este término más desarrollado en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com.
El Yérontas Paísios regresando de una de sus salidas al mundo, dijo: El pecado hoy en día se ha hecho moda; ni el diez por ciento 10% de los que he visto estaba confesado. ¡Yo tengo necesidad de confesarme diariamente y ellos no encuentran pecados!
El santo se movía en otra dimensión espiritual. Valoraba de distinta manera sus praxis. Para los demás siempre encontraba paliativos, pero para sí mismo se juzgaba severamente. Decía: “La prueba de la autenticidad de la vida espiritual de uno es la gran severidad a sí mismo y mucha indulgencia con los demás. Uno no debe utilizar los cánones como cañones contra los otros”. Hacía un minucioso trabajo espiritual, se arrepentía, se confesaba y hacia con pundonor ejercicios por su propia voluntad y cánones, imitando a los Santos. Narraba que: “Cuando los Santos decían que son pecadores, lo creían y lo sentían. Sus ojos espirituales se había convertido en microscopios y veían sus más pequeños fallos y faltas como grandes”.
El que escuchaba al Yérontas hablar de sí mismo, formaría la idea de que es un gran pecador. Vivía intensamente la metania, pero en interior tenía consuelo y alegría que se desbordaba.
Su metania era ardiente, por eso sentía la necesidad de confesarse a menudo. Por un espacio del tiempo, además de los otros ejercicios hizo también setenta y siete komposkinis con trescientos nudos con cruces. Pedía simbólicamente de Dios el perdón por setenta y siete por siete. Él era el gran pecador, tal como creía, y pedía ardientemente de Dios la misericordia y el perdón de sus pecados.
Cultivando la metania, a menudo leía el Gran Canon que lo aprendió de memoria. También le gustaba y le ayudaba en la metania la oración de Manasés. Cuando la rezaba con espíritu de contrición y psique humillada, se arrodillaba y se pegaba a ras del suelo.
Cuánto peso ponía el Yérontas en la contrición y la metania, que la consideraba como la obra principal del monje, se ve también del siguiente pasaje que había escrito en la pared de la pequeña Skiti del Ibiron (Monasterio de Athos): ¿Y qué estudio hay superior que el estudio del llanto? ¿Y puede estar libre del llanto el monje? (San Isaac el Sirio).
Cuando en la Kalivi se celebraba la Divina Liturgia, antes de tomar la comunión se prosternaba y pedía al sacerdote que le leyese la oración del perdón. Permanecía con la cabeza pegada al suelo, mientras que le salían del corazón profundos llantos o sollozos. A veces durante la Liturgia en la parte inicial salmodiaba también “Bondadosa todos los proteges…”. Su corazón se dilataba y su voz temblorosa, como si fuera a desarraigar el corazón. Cuando llegó a “porque nosotros los pecadores no tenemos otra hacia Dios…”, no aguantó, y estalló en gemidos. Vanamente intentó esconder su contrición y dilatación del corazón saliendo de la Iglesia y hacía ver que se estaba limpiando la nariz.
Cierto clérigo peregrino se encontró en una vigilia en el Santo Monasterio Stavronikita. Se impresionó de un monje que estaba sentado a lado suyo y en toda la vigilia lloraba sin parar. Intentaba permanecer en la sombra y no ser percibido, pero no lo conseguía. Preguntó quién era este monje y supo que era el padre Paísios. Sobre las lágrimas decía: “Existen muchos tipos de lágrimas. Las lágrimas de μετάνοια metania son seguras, porque purgan y limpian los pecados y tiene sueldo espiritual, pero agotan al organismo. Existen también lágrimas silenciosas que no se ven. Y un sollozo muchas veces es superior que una taza o cubo de lágrimas”.
Otra vez le visitó un monje del desierto de avanzada edad. Vino a comprobar si la fama que se oye sobre el Yérontas tenía fundamento. Con distintas preguntas intentaba informarse en qué estado espiritual se encontraba el Yérontas. Narró el Yérontas Paísios: “Tres horas me hacia teoría; había leído sobre la noerá oración del corazón; todo lo había leído.
Decía: y en este estado se hace esto, en este estado viene esto, ¿y tú en qué estado estás?
-¿En qué estado? En ninguno.
¿Entonces qué haces aquí? Pido de Dios a conocerme a mí mismo. Si me conozco a mí mismo tendré metania. Si viene la metania, vendrá la humildad y después la jaris (gracia increada). Por eso pido metania, metania y metania. Después Dios manda Su jaris increada”.
Su santa vida mostraba con el dedo al Señor y con las palabras predicaba en todos la metania: “Que nadie pida de Dios luces, ni carismas ni nada más que sólo la metania, metania y metania”. Pequeña muestra de su gran metania es el saco que se echaba a sus espaldas cuando oraba en su kelia-celda “sentado con sayal y ceniza” (Lc 10, 13 Dan 9,3), igual que los Profetas y san Arsenio de Capadocia.
Multitud de personas venían y abrían sus corazones ante el Yérontas y pedían ayuda. El Yérontas los explicaba que él no es Pnevmatikós-guía espiritual y confesor: “Id en algún Pnevmatikós y confesaos”. Uno le respondió: “Yérontas al hambriento no lo muestres los caminos, los conoce, el hambriento sueña con trozos de pan para saciarse”.
El Yérontas de su parte los recibía, pero los explicaba que una cosa es la conversación y el consejo y otra cosa es el misterio de la confesión. Recalcaba que era imprescindible ir al Pnevmatikós para que se confiesen y los leyese la oración del perdón. No sólo para la salvación de sus psiques, sino también como condición para que hablaran con él. “Antes de la confesión el cerebro está enturbiado”, decía, “y no podemos entendernos”.
Uno que tenía un problema serio, vino al Yérontas a suplicarlo que orara por él. Le aconsejó que fuera a confesarse. Casi decepcionado objetó diciendo que vino a una persona santa para que le ayude y este me habla de confesión. El Yérontas lo respondió: “Yo así puedo ayudar, con la confesión”.
Se entristecía por los que no se arrepentían y no se confesaban, y oraba. A los indiferentes intentaba volverlos en sí mismos a sentir la necesidad de confesarse. En uno que fue por primera vez, no le abrió la puerta. Le habló desde el interior, le llamó por su nombre, y le dijo que fuera a confesarse y después viniera verle, porque había visto que no estaba confesado. Cuando volvió a ir, abrió y le dijo sonriendo: “Ahora estás bien, se había confesado, ven y hablamos sobre tal tema”, y le contó el tema que le preocupaba.
Cuando veía a alguno que se arrepentía, se confesaba y cambiaba el modo de vida, tenía una alegría manifestada. Era co-padeciente y consolador con los arrepentidos. Se sorprendía y se entristecía mucho por que recaían y se decepcionaban por sus caídas al pecado. Decía: “Si existe la metania, ¿tus pecados son mayores que la misericordia de Dios? Y añadía: “No me importa cuánto pecador es uno; me inquieta si no se ha conocido a sí mismo. Dios juzgará análoga con el trabajo que ha hecho cada uno a su viejo hombre. La psique, cuando corta todos sus defectos, entonces se presentará bella a Cristo”.
Un monje conocido suyo dejó el Hábito monacal y retornó al mundo. Le mandó un mensaje a que viniese y lo tendría subordinado bajo su obediencia, mientras que como es sabido, no retenía a nadie como obediente o subordinado. Con alegría haría este sacrificio el Yérontas para salvar una psique. En efecto, el mismo fue y lo visitó al cuartel del ejército y le habló sobre la metania.
Una vez le visitó un peregrino y le preguntaba sobre “realidades y cosas espirituales y celestes”. El Yérontas recalcaba la metania y la humildad. Otra vez el interlocutor le hablaba de carismas y estados espirituales. Pero el Yérontas volvía su logos a la metania. El interlocutor casi se decepcionó, porque había oído tantas cosas sobre la santidad y los carismas del Yérontas y él le hablaba sólo para la metania.
Si el enfermo le pedía que orara para su salud, le aconsejaba que fuera a confesarse y comulgar. Lo mismo decía a los estudiantes, para que tengan éxito en sus clases. A los matrimonios con problema aconsejaba: tener Pnevmatikós-Guía espiritual, confesarse, comulgar y vivir espiritualmente. Para los que les hacían magia y hechizos decía: “Si se confiesan y comulgan aunque os tiren los hechizos con un cubo, que no tengan miedo no les pasa nada, no tienen efecto”. Cuando el Yérontas se encontraba en reuniones festivas tomaba las invitaciones, y junto con las bendiciones especiales siempre deseaba y decía también “buena metania”. Cómo fármaco común y potente para todos los casos indicaba la metania; la metania constituía el núcleo de su kerigma.
Se entristecía porque “se perdió el sentimiento de la metania de los hombres. Pecan y tiene remordimientos de conciencia. Nosotros mismos tenemos trabajo interminable. La metania no termina nunca. Si el hombre no comienza el trabajo sobre sí mismo, le encontrará trabajo el diablo para ocuparse con los demás. Es necesario adquirir sensibilidad espiritual. El Cristiano debe ver los pazos que tiene en su interior, arrepentirse y confesarse por estos y no olvidar. Los Europeos taponan sus conciencias y después viven en un estado, no tienen nada ni tampoco están bien. Cuando sucede algo, no debemos entristecernos, sino ordenarnos. Yo, cuando alguna vez veía mi pecado, me alegraba, porque me había sido apocaliptada-revelada mi herida para sanarla. Alguno rompe un vaso y se ríe. No es tanto la rotura del vaso, como el no reconocimiento del que ha hecho. Ya que se ríe, no reconoce su error y romperá otro. Uno debe apenarse en proporción de su error, sino cae otra vez en las mismas faltas.
Enseñaba por su experiencia: “En la vida espiritual funcionan las leyes espiritual. Si nos arrepentimos verdaderamente y nos confesamos por alguno de nuestros errores y faltas, no hace falta que lo paguemos con alguna enfermedad. Dios permite las enfermedades o las injusticias por la ignorancia de nuestros errores y faltas.
Aún aconsejaba a todos “metania, para ser evitada la guerra, porque nosotros mismos con nuestros pecados provocamos las guerras. Este mundo se ha estropeado, por eso será destruido sino nos arrepentimos. Parece a un saco agujereado que no acepta parches. Quizás Dios pueda hacer del saco agujereado un pequeño saquito”. Decía a un monje: “Somos responsables por lo que ocurre; ¿lo entiendes? Uno que lucha para hacerse mejor, influye también a los de su alrededor y a todo el mundo. Si yo fuera santo, con mi oración ayudaría mucho”. Especialmente para los monjes decía que se vistan de la metania. Toda la vida del monje es la μετάνοια metania
A esta salvífica μετάνοια metania, se vistió el Yérontas y se ha destacado como gran obrero y predicador de la μετάνοια metania.
B 1,5 Pobreza o insolvencia
Con admirable consecuencia mantuvo la pobreza que prometió al Señor durante el día de su tonsura.
En el Monasterio Esfigmeno (de Athos) tenía tres hábitos colgados en su celda. Pensó que uno era para la divina Liturgia, uno para el trabajo y otro para su kelia-celda. Después se autocriticó, diciendo: “Ah bien lo has justificado”. Dio los dos y se quedó con lo que vestía. Cuando se marchó del Monasterio no se llevó nada. No tenía ni un bolso o mochila, lavó la alfombra que tenía para sus prosternaciones, la cosió, la hizo bolso y puso en su interior su hábito o sotana.
En el Santo Monasterio de Stomio tenía solamente un hábito. Era de único hábito. Cuando lo lavaba, hasta que se secase se ponía la sotana. Decía: “que no haya segundo”. En el Monte Sinaí su pobreza llegó al colmo. En su asceterio no tenía “nada de este siglo”.
En la “Santa Cruz” sólo tenía como almacén un baúl pequeño. Lo tenía en la punta del pasillo que unía su kelia con la Capilla, y lo utilizaba como asiento, mesa y para guardar en su interior algunos pocos alimentos imprescindibles: tostadas, un poco de arroz, olivas y un bote de miel. Pero, mientras que era tanta su pobreza, cuando ponía la comida, su filoxenía u hospitalidad era rica y señorial, porque su disposición psíquica era rica y amorosa.
Cuando se le apareció san Arsenio le dijo: “Aquello que me hace quererte mucho más es que no aceptas talones bancarios. Yo te observo también cuando vas al correo” Había dado orden que los talones bancarios fueran devueltos, se quedaba sólo con los nombres para mandarlos como bendición algún regalo. Los avisaba que si volvieran a mandarle talón o paquete, pararía hacer memoria de ellos. Repetidamente rogó que fueran devueltos los paquetes, pero como veía la dificultad de los trabajadores de correo, los tomaba para que no se entristezcan. A pesar del cansancio del día, se sentaba y separaba las cosas con distinción, según las necesidades de algunos monjes, y las llevaba o rogaba otros padres que los llevasen. Así permaneció pobre y sin propiedades, pero grandiosamente rico, “como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos” (2Cor 6,10).
Toda cosa que no la consideraba imprescindible y necesaria, con sus severos criterios, lo consideraba como peso que le castigaba y procuraba librarse. Decía que: “Cuando tengo cosas, me siento como si estuviera vestido con una camiseta estrecha”.
Lo que le dificultaba en el mantenimiento de la pobreza, eran los regalos que los peregrinos que habían sido beneficiados por él. Entonces comenzaba una lucha doble para el sensible Yérontas: por un lado, negar las cosas que le ofrecían sin entristecer y herir a las personas, y por otro lado, repartir las cosas que se quedaba, las que se obligaba a quedarlas para que no sean heridos los que las ofrecían. Una madre con un hijo enfermo le manda 1000 dracmas. El Yérontas entristecido escribe a un conocido común de ellos, 4-3-71:
“…para que me entiendan mejor, os traigo un ejemplo. Aquí estoy tocando fuertemente la puerta de Cristo a través de la oración, el dinero que me mandan los demás para esta cuestión, es una piedra que me da en la cabeza y me marea y dejo también la oración hasta que ordene estas cosas, todo esto tiene también su estropicio espiritual. De verdad os digo, llevo desde ayer por la tarde hasta este momento que es la tarde siguiente que no me concentro, porque debía arreglar todo esto. Los hombres pobrecitos lo hacen por su gran agapi y los agradeceré, pero os escribo para que me ayudéis otra vez. Empecé desde los orfanatos de Grecia uno por uno y llegué hasta los de Kenia a los pobres niños negros ortodoxos y finalmente acabé otra vez a los pobres y castigados niños griegos que piden ayuda…”
Si alguno dejaba dinero sin que lo percibiera, lo ponía en los libros y los daba a niños pobres de la escuela Athoniada (de Athos). Si se percibía quién era el que le había dejado el dinero, le mandaba bendiciones (regalos) e iconos por valor más del dinero que le había dejado a escondidas.
En Katunakia (región de Skites al sur de Athos) le había visitado uno. Cocinó, le dio de comer y le hospedó. El peregrino pidió que le hiciese iconos pequeños para comprarlos. “No puedo hacer“ le contestó el Yérontas. Él le dejó a escondidas 200 dracmas y su dirección. En poco tiempo recibió los iconitos de mucho más valor que las 200 dracmas.
Rara vez vendía sus trabajos hechos a mano. Por regla general los daba como bendición. Tenía plena confianza a la providencia de Dios, por eso no se inquietaba sobre sí mismo, ni guardaba el dinero para sus necesidades. Dios le proporcionaba las cosas necesarias.
Incluso de los que hacía memoria no aceptaba dinero. Escribía: “Si me hará falta dinero y por casualidad en aquel tiempo me habréis escrito hacer oración sobre un tema vuestro serio, que lo sepan, preferiré pedir dinero prestado de otros y poco a poco lo devolveré con mi pequeño trabajo manual, en vez de escribir que me mandéis”.
El dinero que encontraba enseguida lo repartía. Una vez tenía 500 dracmas y las daba a un estudiante. Aquel dudaba recibirlas, conociendo la pobreza del Yérontas, y se justificaba que tenía dinero: “¿Cuántos millones tienes?, le dijo en broma y lo convenció que aceptara el dinero.
Cuando se marchó del Kalivi del monje-sacerdote Ticón, cargó sus cosas en dos mulos. Entre estas estaba también la prensa que hacía sus trabajos manuales y los Mineos (libros mensuales). Sus cosas personales eran mínimas. Podían caber en un saco pequeño y llevarlo a sus espaldas como portador de su casa. Esta era toda su fortuna.
Durante el traslado tenía 250 dracmas, que las entregó como paga de señal y pidió una ventanita de hierro para la Capilla de “Panaguda”. Algunas veces que quería salir al mundo no tenía dinero para los billetes. Muchas veces se encontró en la necesidad de pedir prestado. Incluso tenía dificultad de reunir madera para pasar el año sobre todo los últimos años que no podía cortar madera solo. Cuando los conocidos se ofrecieron a pagar la madera, se negaba y decía que pagasen a los Ancianitos que tenían necesidades.
Sus sotanas estaban restregadas y viejas pero limpias. Una vez que había salido al mundo, un conocido suyo le cosió una sotana nueva, creyendo que si se viste con sotanas viejas era por debilidad económica. El Yérontas no se la quedó. A partir de entonces hizo una nueva y se calmó.
El Yérontas a pesar de que vivía en una Kalivi y se relacionaba con muchos, cumplió la pobreza como anacoreta. Algunas cositas la tenía para la gente “como tener y a la vez como si no tuviera”.
Un día visitó al Yérontas un monje de avanzada edad, el Yérontas Bikentio. Éste Yérontas escondía un misterio. Se ponía un gorro monacal y un abrigo de tres cuartos. Aparecía algo así entre monje y laico. Llevaba a sus espaldas un saco y circulaba en las cabañas y celdas de los monjes de Kariés (capital de Athos) y lo que le daban lo metía en el saco. Después iba a escondidas y ayudaba a los hombres pobres y enfermos.
El misterioso Yérontas Bikentio un día vino en “Panaguda”, se estiró en el patio y empezó a preguntar al Yérontas Paísios: “¿Tienes tal cosa?”. El Yérontas respondía positivamente y lo daba. El enviado de Dios Yérontas Bikentio llenó su saco y se marchó, ya que de una manera pesó y probó la agapi del Yérontas Paísios que la encontró verdadera, limpia y pura.
Decía el Yérontas: “Me ha impresionado, porque me pidió cosas que me eran imprescindibles. Me pidió 500 dracmas, le di 1300, una linterna, un impermeable, además de alimentos, petróleo etc. Dos cosas pueden ser, una es que estaba en estado espiritual alto o Dios le ilumina para que vemos nuestro sí mismo, si nuestro corazón está atado con algo material, aunque fuera imprescindible”.
Decía: “Si nos piden algo y nos entristecemos para darlo o nos apenamos cuando lo perdemos, entonces amamos esta cosa más que a Cristo. En una buena señal que uno se alegre cuando da y entristecerse cuando toma. Si uno entra en mi kelia y se lo lleva todo, no me molestará. Pero si veo a uno insultar a Cristo o la Panaghía o derrumbar algo que reverenciamos, entonces me entregaré entero defendiendo las cosas sagradas”.
Cuando salió por última vez de la Santa Montaña, en su pequeño saco tenía sólo la sotana y algunas bendiciones-regalos. Cuando después vio que no iba a retornar, pidió que le trajeran el Hábito angelical y su gorro monacal. Bienes materiales, dinero y reliquias de valor no tenía ni se interesó nunca adquirir.
La gente del mundo no puede entender esta virtud de la pobreza. La pobreza y la virginidad-castidad no son mandamientos de Dios para todos sino virtudes monacales. Los monjes por buena voluntad y pundonor ofrecen sacrificio al Señor.
Enseñaba con su vida que la súplica y la alegría del monje no se encuentra en los bienes materiales sino en Dios. Para que uno llegue a Él, es ayudado mucho por la pobreza, “la verdadera fortuna”. Por eso decía: “Cuanto más caridad tanto más eres elevado espiritualmente. La adquisición de dinero y de bienes materiales las consideraba para el monje como fracaso y obstáculo peligroso. Deseaba que el monje no viviese con caridades (bendiciones), sino de dar caridades-bendiciones”.
El Yérontas estando libre de toda pasión material entró en el estadio monacal y siendo pobre de materiales se marchó de esta vida con tesoro la pobreza, sin propiedad. “Para la infinita riqueza fue pobre y no teniendo nada ha dado mucho de lo que tenía” (San Simeón el Nuevo Teólogo)..
B 1,6 «Ἄσκησις áskisis ascesis insaciable»
http://www.logosortodoxo.com/minilexico/
- Ἄσκησις áskisis ascesis, práctica, ejercicio espiritual, físico, conceptual o matemático.
En la terminología Ortodoxa se llama así la lucha continua del hombre para aplicar y cumplir los mandamientos divinos y el método que usa para corresponder a la llamada de Cristo para entrar en Su realeza increada, (Mc 8, 34 Mt 11, 12). Son tres las etapas, la catarsis del corazón, la iluminación del nus y la zéosis por la energía increada, Jaris. La áskisis es una tarea de toda la vida pero se consuma con el descanso de la apazia.
Monjes y laicos llamaban al Yérontas «ἀσκητή-askití asceta». El sobrenombre le ha sido dado por sus hazañas ascéticas. El mismo rechazaba esta calificación. Pero sus obras lo destacaban en gran asceta. Apuntaremos algunas de las que han sido percibidas y las que el mismo ha manifestado para edificación espiritual. Muchas de sus ascesis-ejercicios permanecieron ocultas a los hombres pero conocidos a Dios, que recompensará sus esfuerzos. Algunas ascesis no se registrarán, porque superan las medidas acostumbradas y no serán entendidos.
Desde su juventud luchaba con ayunos agotadores. Como soldado continuó ayunando severamente dentro de las calamidades, la nieve y los peligros.
En el Kinobio (monasterio cenobita) al principio su organismo tuvo sus dificultades por los ayunos, los trabajos copiosos y el dormir poco, pero rápidamente se acostumbró.
En su Skiti siempre ayunaba. Incluso en las grandes fiestas no se interesaba para la comida. Un año en Navidad le llamó un Yérontas para que comieran juntos. Pero el padre Paísios no fue, porque había comido judías hervidas con agua y harina en vez con salsa que le habían sobrado del Cuaresma.
En Stomio trabajaba duramente y comía poco. Su estómago se había hecho como de un pájaro, como decía. Un té y un poco de tostada le bastaban para un día y noche.
En el Monte Sinaí hizo vida angelical, como si estuviese no encarnado. Libre de todo esfuerzo terrenal, sometió la carne en el espíritu. Su cuerpo adelgazó, se hizo ligero y adquirió la jaris ascética, pero simultáneamente tenía una fortaleza, gallardía y agilidad de atleta. En el desierto de Sinaí transcurrió toda la cuaresma tomando sólo la Divina Comunión, bebiendo poco de agua y comiendo algo cada domingo.
Cuando en la Skiti de Ibiron (Monasterio de Athos) vio que en su celda había una higuera y un cerezo, dijo: “Doxa-Gloria y gracias a Dios, con estos me basta para vivir aquí. El hombre necesita poco para mantenerse”. Allí durante tres meses se alimentaba sólo con piñones. Serían dos o tres cucharadas de migas piñones cada día. Con esto bastaba para ser alimentado un asceta pragmático como el Yérontas Paísios.
Y mientras se alegraba ejercitándose y saboreando “la continencia, autodominio del placer”, interrumpió su ascesis su entrada al hospital y la operación de los pulmones. Por obediencia comía lo que le daban, incluso carne.
Pero retornando a la Santa Montaña se dedicó otra vez en ayunos agotadores. Dijo en un discípulo para beneficiarlo: “Intentaba aplicar lo que escriben los libros. Me quedaba días enteros hambriento, tanto que no podía ni levantar mis pies. Muchas veces, cuando hacía falta ir en algún lugar, caía al suelo por agotamiento. No tenía el ánimo de salir un poco más allá del camino para que no me encontrase alguno en el suelo. Rogaba la Panaghía que me diera fuerza. Me agarraba de las ramas y me arrastraba para ir un poco más allá.
Hacía continuas novenas, y cuando quería ayudar a alguien, hacía tres días de ayuno. Es decir, acompañaba la oración por ellos con el sacrificio del ayuno. Los quince primeros días del ayuno de Agosto intentaba pasarlos sin comer nada, en honor de la Panaghía. Además de los Cuaresmas consagrados hacía también otros ayunos por alguna petición especial grande que concernía a un tema o a alguna persona.
Su comida por regla general era “cruda”, es decir, comida no cocinada, que no pasa por el fuego. “Menos mal que cocinar no lo tengo en el programa”, dijo una vez. Cuando a veces en los últimos años uno de los padres le llevaba comida cocinada, el Yérontas gracias a la agapi comía poco y decía: “El estómago necesita de vez en cuanto también comida cocinada”.
Preguntaron una vez al Yérontas:
-Yérontas, ¿cómo no se ha estropeado tu estómago por los ayunos?
-El estómago no se estropea por los ayunos. Pero cuando uno se entristece debe comer, porque gotea bilis que debe gotear sólo durante la digestión, y así se destruyen las paredes del estómago y duele. Uno debe comer según el estado que se encuentra. Puede contenerse y comer menos, entonces que lo haga. Cuando uno progresa, come menos o poca comida y se mantiene como si hubiera comido normal, porque es alimentado espiritualmente y la poca comida es suficiente para la conservación. El mismo comía en un plato pequeñito que cabía poca comida.
Pretendía que nadie conociera cómo ayunaba. Cuando iba en alguna parte, no hacía la novena y comía lo que le ofrecían, si no le dañaba. Cuando estaba en la “Santa Cruz” le llamó un conocido suyo representante de su caseta en Kariés (capital) para un tema. Al final le preparó la mesa de comida. El Yérontas comió toda la comida y limpió el plato con pan. Dios sabe cuánto ayunaba después en su Kelia.
No quería dar ni la más mínima sospecha de que ayunaba severamente. Pero lo único que no podía esconder era su cuerpo delgado casi un esqueleto sin carne que traicionaba sus grandes ayunos. Los demonios le llamaban “esqueleto”, y no se equivocaban. En un pueblo de Kónicha que había llevado Reliquias Sagradas, un abuelo le dijo: “Aquí veo huesos (las santas Reliquias), y aquí también (la persona del Yérontas)”. Cuando era más joven parecía como una sombra, sin carne, un esqueleto, como si no tuviera estómago. Sus carnes, como escribe el mismo sobre Hatzigiorgiu, las sacrificó por pundonor para la agapi a Cristo.
La buena costumbre de perpetuo ayuno, le ayudó a alcanzar grandes medidas de ascesis y convertirse en gran ayunador. Decía: “mucho ayuda el hábito a la ascesis-ejercicio. Si uno se acostumbra de joven, después no se dificulta”. Pero mucho más le ayudaba el autodominio y la imposición de sí mismo. Cuando después de un ayuno alargado su cuerpo se quejaba y pedía consuelo, hablaba junto con este. “¿Qué quieres? He aquí, beba té, tienes bastante con esto”. Tomaba un té a solas sin tostada. Cuando se mareaba por el ayuno, no comía comida, sino con agua engañaba su hambre y continuaba.
El Yérontas ayunaba severamente y además cada noche estaba en vigilia orando. “Ayuno, vigilia, oración recibiendo carismas celestes…”
En el Monasterio Esfigmeno de Athos dormía una hora más o menos debajo de de unas placas o en los ladrillos. Más tarde dormía en una cama de madera, para no tener comodidad ni en el sueño, ponía debajo de la manta piedras. En Stomio cuando uno vio la tabla que dormía, le dijo. “Padre has escogido un camino muy difícil”. Y respondió: “Cuando una cosa la quieres tanto como yo la vida ascética, entonces se hace agradable”.
Se sentía muy feliz en su cama ascética teniendo como almohada un tronco y como colchón las tablas. Le dolía la cintura pero se alegraba porque leía a san Isaac el Sirio: “Sobre todo el pazos de la filaftía (egolatría) que es el mayor de todos los pecados, o el desprecio de la comodidad”, porque “la comodidad alimenta y aumenta los pazos (San Isaac el Sirio Logos 71 y 27).
Al mediodía nunca descansaba. Más tarde cuando el mundo le tenía ocupado todo el día y se cansaba, su típico o regla era el descanso hasta tres horas. En media noche se levantaba y empezaba los komposkinis. Otras veces dormía tres horas por tres días y noches. Mientras que con el ayuno humillaba el cuerpo, con la vigilia limpiaba y afinaba el nus.
En la oración nocturna entregaba entero el sí mismo y sus fuerzas. Se agotaba por las “posiciones a toda vela” y las incontables genuflexiones. En su vejez utilizaba asiento y tocador y el “colgante o perchero oculto”, es decir, se ataba con la cuerda desde el techo de su kelia para poder orar de pie como otro profeta Moisés. Cuando se cansaba, continuaba arrodillado dando un poco de comodidad y descanso a su cuerpo fatigado y castigado.
Sobre la agripnía-vigilia decía: “Tener sueño aniquila al monje y no lo deja comunicarse con Dios. Es necesaria mucha violencia y continua lucha contra nuestro sí mismo. En el primer momento hace falta esforzar un poco nuestro sí mismo. Pasa la primera falange de demonios y se va, si resistimos y nos oponemos. No debemos hacer la vigilia para satisfacernos a nosotros mismos. Podemos hacerla para un enfermo y decir: “Dios mío, sánala a esta persona, para que pueda alabarte”, y así hacemos doxología-alabanza; o, “oh Dios dales sueño a las personas que no pueden dormir, sea porque tienen dolor, sea porque tienen tensados sus nervios y toman fármacos para dormir”.
Por muy a escondidas que luchara, algunas cosas caían en la percepción de los hombres. A las vísperas de las vigilias todo el día estaba ocupado de personas con sus problemas. En la entrada del sol pasaban de su kalivi padres e iban juntos a la vigilia. Casi toda la noche estaba en pie y hacia al amanecer volvía a su Kelia. ¡Cuándo iba a descansar! Con la luz del día bajaban la multitud de gente dolorida con la exigencia de verlo. ¡Cómo aguantaba! ¡Dónde encontraba sus fuerzas, siendo anciano y enfermo!…
Pero a pesar de todo esto nunca transgredía su tipikón-regla y no disminuía la ascesis. Esfuerzo, fatiga, ayuno, vigilia, consuelo a los doloridos, oración y cumplimiento exacto de los deberes monacales. Continuo esfuerzo y violencia de la naturaleza con moral martírica y buena disposición. Mientras bendecía toda la creación, racional e irracional, sentía compasión y piedad hasta del mismo diablo, pero era incompasivo e implacable consigo mismo, como todos los Santos. En su recipiente de barro (cuerpo) no condescendía egolátricamente y le daba menos de lo que necesitaba. A los demás los aconsejaba: “Cumplir sólo lo necesario para el cuerpo, porque lo más, es deseo que expulsa a Cristo de el corazón y toma Su posición y después queda un vacío y seguía”.
Al principio tenía exactitud y perseverancia en la ascesis. Más tarde, no tenía tanta necesidad, porque maduró su fruto espiritual, y ya la ascesis se le había hecho forma de vida. De todos modos cuando era necesario, podía hacer también economía. Aconsejaba: “Ahora que sois jóvenes luchad, porque más tarde no podréis. Antiguamente yo hice gran lucha y combate. Ahora me doy asco a mí mismo. Me entra frío hasta por el agujero de la cerradura de de la puerta”. Aconsejaba también las prosternaciones (genuflexiones,) porque “con las prosternaciones reverenciamos humildemente a Dios, se va el sueño, y la máquina se pone en marcha”. Incluso se van las barrigas anormales y dejan una gallardía al cuerpo”. Consideraba que “las prosternaciones son el mejor ejercicio-ascesis, porque traen la divina jaris (energía gracia increada) y la impasividad corporal”. Decía: “Una vez pasadas tres o cuatro horas después de la comida, podemos hacer prosternaciones. Cuando hacemos prosternaciones (genuflexiones), primero las rodillas deben pegarse a los hombros y después la cabeza tocar abajo cerca de las rodillas”. Quería que las manos tocaran al suelo no con la palma sino con la parte exterior del puño. Así hacía las prosternaciones-genuflexiones, y si alguno las hacía tocando el suelo con la palma le rectificaba. Pero de ninguna manera quería que se vieran las señales en las manos a causa de las genuflexiones. Por eso aconsejaba que se hicieran con una alfombrita para las prosternaciones-genuflexiones. Impresionaba su rapidez, su flexibilidad y su aguante.
Un monje que pasó una noche en la kelia del Yérontas escuchaba toques rítmicamente en el suelo, por sus rápidas genuflexiones y espontáneos estallidos de su corazón hacia el Cristo y la Panaghía. Después se hundía en la noerá oración del corazón o de Jesús. Después otra vez a las genuflexiones. Otras veces haciendo prosternaciones decía troparios y salmos. En verano las noches salía fuera al patio de su Kalivi. Encima de una superficie de 1,20×0,50m más o menos en dos tablas clavadas, hacia prosternaciones-genuflexiones y oraba arrodillado.
El Yérontas daba mucha importancia al bendito esfuerzo y cansancio. Sin esfuerzo, sin fatiga ni lucha ninguno ha sido santificado. El esfuerzo y el cansancio emociona a Dios, mientras comprobaba que: “La generación actual tiene una holgazanería que es trasladada también a la vida monástica. Queremos santificarnos sin esfuerzo y cansancio”. Todo trabajo físico y espiritual sin dolor, esfuerzo, fatiga y cansancio nunca fructifica, (san Gregorio Sinaíta Filocalía t. 4)
Decía sonriendo: “¡Creo que es mejor hacer vigilia estirados en la cama, compramos también un radio-casete para poner salmodia, la que queráis! ¡Hacemos también un asceta de paja que se mueva con moto, haciendo las prosternaciones-genuflexiones y tire de komposkini! Quería así recriminar la mentalidad contemporánea que todo lo pide y lo quiere fácil y evita el esfuerzo corporal. Aconsejaba: “Que tengamos cuidado en no adquirir este espíritu que existe en el mundo. Los hombres mundanos quieren trabajar poco o nada y ganar mucho dinero, los estudiantes sin estudiar quieren tener notas buenas. Tenéis que intentar ser luchadores. Nuestra vida es esfuerzo y fatiga. Vino uno y me rogaba que haga oración por él porque tenía sales en el cogote. El médico le dijo que hiciera ejercicios y él tenía pereza de mover su cabeza izquierda derecha y vino aquí para pedirme que haga oración por él. ¡Veis qué descarado! Hoy las facilidades y comodidades se han convertido en dificultades. En sus despachos los hombres tienen silla con ruedas. No se levantan y cualquier cosa lo hacen con la silla de ruedas y así se enganchan los pies. Después irán al médico, los pondrá hacer unos ejercicios y pagarán también para masaje.”
El Yérontas pertenece en aquella generación, de la que el esfuerzo es descanso y la fatiga diversión. Se alegraba en esforzarse. Tenía el hábito de tener la buena disposición de esforzarse hasta el final. Solo hacia los trabajos necesarios. Arreglaba su Kalivi, cortaba las hierbas, cortaba con el hacha las maderas que necesitaba todo el año para calentarse, las llevaba a sus espaldas y las troceaba, excepto a los últimos años que no le dejaban los visitantes.
Cuando quería ir en alguna parte dentro de la Santa Montaña por regla general iba a pie, mientras que antiguamente para más ascesis caminaba descalzo y llenaba su saco con piedras.
Tenía muchas fuerzas pero no era un gigante. La gran abnegación, el pundonor y el celo para las realidades espirituales reforzaban su cuerpo y hacía mayor ascesis que los otros lo más fuertes. Fundía su cuerpo en la ascesis. Agotaba todas sus fuerzas, cada respiro lo daba a Cristo. La violencia que ejercitaba a sí mismo llegaba hasta los límites de su aguante y a veces lo superaba y después caía al suelo agotado. Su mano derecha quedaba paralizada por el cansancio de hacer incontables komposkinis con cruz. Pero no paraba para darlo descanso. Tomaba el “komposkini” con la mano derecha y hacía las cruces con la mano izquierda 27. De esto se ve la firmeza en su ascesis.
27 Que no se escandalice alguno porque cuando se cansaba su mano derecha, continuaba con la izquierda, porque el Yérontas parecía a un guerrero que combatía con cualquier medio, con las armas de la justicia, de la derecha y de la izquierda.
El logos sobre la ascesis del Yérontas concierne principalmente las dos últimas décadas de su vida. La llama, el entusiasmo y el celo que tenía en su juventud, entonces que tenía completas sus fuerzas corporales, es imposible que sean descritas con palabras.
Tenía tal tipo de celo y hacía tanto ejercicio cuando ya “se había estropeado su máquina”, es decir, cuando se debilitó y aflojó su cuerpo, ¡qué haría cuando era más joven! Los que le conocieron más joven, confiesan que sólo la inoportuna contemplación de él provocaba sorpresa y respeto. Tal era su celo.
“Por la noche se muere y por la mañana se resucita”, decía sobre el Yérontas la conocida por él monja Anna Hatzsí.
Las pruebas que hacía cuando era más joven, no sólo no las aconsejaba a los demás, sino que las impedía. Pero el mismo no se arrepentía por los experimentos que hizo en sí mismo.
Después de muchas luchas había llegado a un estado de vivir con mínima comida y poco dormir. Era alimentado por la divina jaris (gracia energía increada). Decía: “Uno no se duerme por alegría. Otro es alimentado espiritual y corporalmente”. Una vez fue preguntado: “¿Cómo un Santo aguantaba dormir sólo una hora de las veinticuatro agarrado a una cuerda?”; y respondió: “El Santo descansa cansándose”. Esto lo vivía él mismo. Le alimentaba y le apoyaba la jaris-gracia energía increada de Dios. Parecía una máquina que trabaja sin parar con el mínimo de combustible.
Quería que los monjes jóvenes lucharan: “La vida espiritual es gallardía y fortaleza. Tened gallardía, majestuosidad y coraje, no seáis una generación enmohecida. Entrando al Monasterio desde el principio debes engancharte fuertemente a Cristo, en el cielo. El ejercicio corporal ayuda cuando se hace con libre buena voluntad y diligencia. No ceder fácilmente, aplazando nuestros ejercicios espirituales. Hacer oración lo máximo que puedas, aunque sea poco y después confesar las faltas al Yérontas.
“Igual que el enfermo debe comer, tanto si tiene apetito o no, porque sabe que la comida lo beneficiará, así lo mismo también nosotros debemos hacer cuando no tenemos buena disposición y ánimo para las cosas espirituales, sabiendo que seremos beneficiados, aunque no tengamos ganas. Se necesita esfuerzo, no presión o tensión, ni opresión y angustia. La vida espiritual ayuda mucho, no es opresión ni tensión y angustia.
Incitaba para luchas y combates, pero señalaba también los peligros de una ascesis equivocada que alimenta el orgullo y se ocupa unilateralmente con los ejercicios corporales dejando de lado los pazos psíquicos. “La mayor lucha es adquirir la humildad y la agapi que son fáciles de lograr incluso para una niña pequeña. Si los ejercicios corporales uno los aumenta, puede aumentar también la soberbia u orgullo y tiene el autoengaño de que es algo. Pero si gira su punto de vista a la soberbia y golpea allí en la cabeza de la serpiente, entonces puede golpear con gran facilidad muchas cosas. Primero debemos aplicar la humildad y la agapi y después la vigilia y el ayuno”.
“El monje”, decía, “debe adquirir el imponerse o la imposición a sí mismo y el dominio propio. Cuándo debe hablar, cuándo debe comer. Entonces no es dañado, vaya a donde vaya y en cualquier lugar que se encuentre. El que no tiene autodominio se parece al buey que encuentra el pienso y no para de comer hasta que explota. Son muchos que fácilmente son arrastrados y no teniendo freno los arrastra la pendiente hacia abajo.”
La ascesis del Santo era grande, oculta y empezaba por la gallardía, la buena voluntad, no era seca y típica. Sobresalta su gran agapi a Dios. El que ama, está sediento y padece para el amado. No hacía la ascesis para su interés propio sino como el medio de la catarsis y la santificación. Se hizo el modo, forma y el medio de ayuda para los hombres y sacrificio agradado por Dios. Con discernimiento sacrificaba su ascesis para algo superior. Una vez probó comer carne, única y exclusivamente por agapi, para incitar al monje enfermo a que suprima la prohibición de comer carne para su salud. Dios le hizo el favor de no sentir el sabor de la carne.
El Yérontas a través de la ascesis había sido mortificado para el mundo. Había resecado su carne, de modo que no broten los pazos. Había hecho la catarsis, “psicoterapia”, sanación y purgación de su psique y cuerpo y es destacado recipiente de perfume de la jaris (energía increada gracia).
B 1,7 Esfuerzo y trabajador incansable
Desde niño el Yérontas amaba el trabajo. Ayudaba a sus padres en las labores del campo. Era incansable y productivo. Segaba solo hectáreas enteras y, para dar consuelo y ánimo a sí mismo, entraba en la mitad del terreno y primero hacía una línea segando y así lo partía en dos partes de modo que parezca como dos trozos pequeños sin segar.
Como carpintero trabajaba mucho, porque amaba su arte. Trabajaba con sentido y buenas ganas, desde el fondo de su corazón. Combinaba la carpintería con el trabajo espiritual y la filantropía. Trabajando salmodiaba y oraba. Del dinero que ganaba daba caridades o trabajaba para los pobres sin cobrar dinero.
Como monje realizaba los servicios con exactitud y diligencia, además por pundonor ayudaba donde había necesidad.
En Stomio, cuando sobraba tiempo de las obras de renovación, hacía iconos y los daba como bendición; encima de una madera pegaba icono de papel y piñones en vez de cornisa. Desde entonces comenzó con los iconos de madera prensada y más tarde se perfeccionó. Tenía un torno que lo movía con el pie y hacia varios trabajos manuales y admirables instrumentos y recipientes eclesiásticos.
En sus trabajos manuales monásticos el Yérontas era muy eficaz e inalcanzable, pero también en los trabajos manuales incansable e incompatible. Los monjes que le conocían testimonian que “cortaba la madera más rápido que los leñadores, alisaba con velocidad de una máquina eléctrica de alisar, trabajaba lo mismo que diez personas.
No quería lentitud ni parsimonia en su trabajo, “el de corazón parsimonioso y perezoso será despreciado” (Prov. 12,8).
Quería que el monje trabajase con poco trabajo manual y hiciera mucho trabajo espiritual. “Mucho trabajo hace al monje olvidarse de Dios, igual que los hebreos en Egipto, pero cuando trabajas que trabajes de verdad”, decía.
En el Monte Sinaí hacía con escultura de madera iconos de Moisés recibiendo el decálogo.
En la Skiti de Ibiron tallaba principalmente cruces e instrumentos de madera para santificación de agua. Un pequeño recipiente para santificaciones de agua tenía dieciséis caras. Se distinguían todas sus obras por los detalles, incluso hasta las uñas de los dedos.
No fue a un maestro para aprender a tallar o esculpir en madera. Era autodidacta. Solo fue instruido y hecho un perfecto escultor de madera. Sus obras manuales además de la perfección artística tenían una jaris-gracia especial, debido a que se hacían con devoción y oración.
Para el arte de escultor de madera decía: “Las representaciones del Crucificado y de los demás rostros que sean como naturales, pero más finas, más ascéticas para que indiquen lo espiritual. El Cristo que no tenga barrigas, sobre todo porque encima de la Cruz estaba hambriento.
Aconsejaba el Yérontas: “Si piensas cómo economizarás maderas para el trabajo manual, esto no es oración. Pero si piensas que el rostro de Cristo tomará buena expresión, esto es oración.”
En Katunakia (punto sur de Athos) talaba los iconos con la representación de la Crucifixión, el Crucificado, la Panaghía y san Juan el Teólogo. También hacía cortapapeles de madera de laurel. Escribía lemas de la Santa Escritura y los daba de bendición.
En la “Santa Cruz” hacía principalmente iconitos prensados. Los dejaba fuera de la puerta del patio y los peregrinos solos se llevaban los que querían. Tenía varios moldes: La Panaghía del dulce beso, el Crucificado, la santa Efimía, san Arsenio, la Santa Montaña Athos, el Santo Monte Sinaí, la Cruz con la espada y la esponja para hebilla de cinturones monacales. Lo más difícil era tallar las matrices. Encima del acero que lo cortaba de forma oval o cuadrado, tallaba el negativo de la representación golpeando con martillo cinceles de su propia creación. Buscaba maderas doradas al bosque y austros, las cortaba y las transportaba desde lejos a sus espaldas y una vez secadas, las cortaba con la sierra en trozos y las lijaba. A continuación calentando los moldes en el fuego apretaba la madera con la ayuda de la presa de rosca movida, tornada con la mano y las formas que quedaban grabadas en la madera tomaban un aspecto dulce. Este tipo de trabajo manual lo enseñó también a otros padres, de hecho les regaló también moldes preparados.
En su cabaña “Panaguda” tallaba los iconos de la Panaghía del Beso Dulce, en pequeño tamaño y las regalaba a hombres que tenían necesidades especiales. Eran tan logradas que parecían vivas, como si tuvieran espíritu.
También esculpió el Santo Monte Athos en una madera. Incluso en la presa hizo una representación bella y original. Encima de papel presionaba el molde con la forma de Cristo o de la Panaghía junto con flores silvestres.
Un discípulo suyo viéndolo hacer komposkinis, a partir de entonces aprendió hacer también él, e incluso cuando hablaba con las personas. Los repartía como bendición. Pero para tantas personas, ¡como sería suficiente sólo con sus manos! Compraba trabajos manuales de ascetas pobres y los daba bendición. Otros también le daban para repartir pero prefería dar de su sudor. Consideraba que esto tiene valor. Su fatiga con la hernia, la debilitación de sus fuerzas físicas y también el aumento de visitantes contribuyeron que el komposkini fuera su principal trabajo manual durante los últimos años. Dedicaba muchas horas del día a los peregrinos que continuamente aumentaban, y, mientras estaba dedicado a la conversación, a la vez sus manos mecánicamente rápido trenzaban komposkini.
El trabajo manual era la tapadera de la acedia o pereza espiritual y ayuda al monje a permanecer en la hisijía. Pero el Yérontas no tenía necesidad de este tipo de medios auxiliares para permanecer al desierto. Naturalmente hacía trabajo manual para no comer pan de la pereza y trigo de la holgazanería, aunque sus necesidades personales eran mínimas y raramente vendía su trabajo manual. Principalmente también su trabajo manual era la manifestación de su gran agapi. Quería ofrecer algo a cada uno. El mismo se cansaba mucho, pero repartía los trabajos manuales en “doxa-gloria de la Panaghía” y producía mucha alegría y consuelo a los hombres, que consideraban gran bendición tener algo de sus manos.
Los trabajos manuales de los monjes, para que tengan bendición, deben hacerse sin prisas y con oración. Decía: “Cuando hacemos trabajo manual en paz y oración, entonces se traslada nuestro estado espiritual, se imprime, de una manera en la obra hecha a mano y la gente lo lleva y es bendecida. Una vez hacía un icono y como mi mano se había acostumbrado, decía continuamente la oración del corazón o de Jesús sin distraerme del trabajo y el icono tomó forma sola. La abracé y me quedé así dos tres horas… Cuando llegamos en estado espiritual bueno y existe el derramamiento de la agapi a Cristo, entonces también el trabajo se hace oración.
»Otra vez me habían dado un pedido para tres iconitos de san Demetrio. Tenía margen tiempo seis meses. Llegó el último mes y no había hecho aún nada. Y esto, porque entró la pasión, la inquietud, no tomó forma buena. Lo he dado regalo de bendición, no me había reposado.
Para el Yérontas era indispensable hacer trabajo a mano sin oración. Le preguntó un monje: “¿Yérontas, qué tengo que hacer ahora que renuevo mi kelia?” Respondió: “Con tus manos trabajar y el nus con la noerá oración del corazón que esté en Dios”.
Recalcaba mucho la sencillez en el trabajo manual. Uno no debe hacer representaciones compuestas, complejas y abrirse para muchos pedidos. Si es posible, limitarse sólo en una representación, pero debe hacerla a medida de lo posible mejor, de modo que el nus pueda orar si distracciones. También decía: “Es mejor uno vender su trabajo manual barato y no dar limosnas, en vez de venderlo caro y disponer el dinero para limosnas.”
Insistía mucho que los hagiógrafos que hagan iconos buenos, porque consideraba que “un icono es un kerigma eterno, mientras que el kerigma del predicador dura poco. Vemos por ejemplo, un icono de la Panaghía y nos consolamos. Por supuesto que, si el icono no es bueno, si tiene el rostro bruto, ojos etc., hace kerigma negativo. Me decía uno: “Voy abajo del icono de Cristo y quiero abrir mi corazón, pero veo a Cristo como un soldado alemán mirándome mal, y me encojo interiormente.
»El icono hace milagros, cuando atrae la jaris-gracia increada del Espíritu Santo que iconiza, representa. Lo que uno ama se ve en el icono. Por costumbre pintamos a nosotros mismos. Una amaba a su hermana y la pintó. Cada cosa que hacemos entregado totalmente a Dios adquiere jaris. El estado interior de la psique es reflejado en el trabajo manual. Si tienes devoción, tu trabajo manual será regado de devoción. SI tienes angustia, tiene algo de demoníaco y lo transmite o energía demoníaca y la transmite”.
El Santo precisamente recalcaba la devoción y el cuidado esmerado en el trabajo manual, pero lo veía como medio de ayuda y no como fin en sí mismo. Decía: “Finalmente nosotros los monjes no tenemos como propósito y fin hacernos buenos salmistas y buenos artistas de trabajo manual, sino monjes correctos, Ángeles. Así es bendecida tu obra y el mundo que los comprará será bendecido. Por eso prefieren las obras manuales de los monasterios para bendición”.
B 1,8 Aroma de εὐλαβεια evlavia devoción o piedad.
Un asceta encerrado escuchaba muchas cosas sobre el Yérontas Paísios. Le visitó, hablaron y comprobó que el Yérontas era muy devoto. Realmente tenía rara εὐλαβεια evlavia devoción o piedad, que se la habían enseñado sus padres, principalmente de su madre.
Después en el kinovio cenobita (monasterio de vida común,) fue beneficiado mucho por muchos padres, especialmente por un hieromonje, por el cual decía: “Nosotros no podemos alcanzar la devoción del padre…, imposible. Celebraba al Divina Liturgia diariamente y luchaba mucho. Durante seis meses se alimentaba diariamente sólo con medio pan eucarístico y tomates secados al sol”. Este devoto servidor y los demás sacerdotes del Monasterio, cuando celebraban en las ermitas preferían como servidor al joven entonces Aberkio (el que más tarde fue el Yérontas Paísios).
El Yérontas tenía innata la εὐλαβεια evlavia devoción o piedad, pero también la cultivó mucho. Daba mucho peso en ella hasta el punto de decir que “εὐλαβεια evlavia es la virtud más importante, porque atrae la jaris (gracia, energía increada) de Dios”.
Εὐλαβεια evlavia devoción o piedad según el Yérontas es el temor a Dios, la sensibilidad espiritual. El hombre piadoso siente intensamente la presencia de Dios y se comporta con cuidado y sístole (contracción).
Quería que la εὐλαβεια evlavia fuera emanante e interior. Las formas exteriores las evitaba. Al referirse a una compañía que tenía orden y disciplina en la vida ritual, del culto, decía: “Esto emana desde el interior de ellos, si es algo interior, debo respetarlo”. El mismo se movía con εὐλαβεια evlavia pero también con libertad ajena de formas secas y tipicidades. Si algo no lo sentía no lo hacía. Discernía la εὐλαβεια evlavia devoción o piedad de la respetabilidad. Decía que εὐλαβεια evlavia devoción o piedad era incienso, la respetabilidad colonia.
Su εὐλαβεια evlavia devoción o piedad comenzaba de la cosas pequeñas e insignificantes y resultaba a las cosas más esenciales y espirituales. Decía: “Si uno desprecia las cosas pequeñas, este desprecio progresa también a las cosas más grandes y más santas, y sin darse cuenta, justificándose a sí mismo de que esto no es nada lo otro no molesta, hay el peligro de llegar uno, que Dios nos guarde, al desprecio total de las cosas y realidades divinas y convertirse uno en impío, desvergonzado y ateo.”
Se distinguía su εὐλαβεια evlavia devoción o piedad por la manera que oraba, de cómo reverenciaba a los iconos, cómo tomaba la comunión, el pan eucarístico y el agua bendita, cómo aguantaba el icono en una procesión, cómo salmodiaba y con qué nobleza amaba el pequeño templo de su Kalivi. Cuidaba hasta los mínimos detalles. Estas cosas no eran meticulosidad, ni tipolatría. Era una posición hacia Dios, en la que no se prevé ninguna formalidad eclesiástica sino su disposición personal. Sentía sagrada no sólo su pequeña Ermita sino también todo el espacio de su Kalivi. Su kelia donde oraba, la tenía como Iglesia pequeña. Tenía el iconostasio con muchos iconos, donde estaba el candil encendido perpetuamente, incensaba y encendía muchas velas. Había transformado su cama como un sepulcro, y decía: “es lo sagrado de mi kelia”. No tocaba los iconos y los libros sagrados, sino sólo en almohada tenía un icono muy gastado y casi despintado. Un hermano le preguntó para saber la razón. Aunque el Yérontas al principio intentó esconderse, finalmente entendió que la razón era las lágrimas y los abrazos. “Puedo pasar toda la vigilia así”, confesó con contracción.
Tenía devoción y respeto todo el espacio de su Kalivi, el taller donde hacía los iconitos, la sala de espera donde por la jaris (energía increada gracia) de Dios se renovaban psiques, incluso fuera el patio. Consideraba como falta de devoción tener lavabo dentro de su Kalivi y no sólo por ejercicio sino principalmente por piedad lo tenía a larga distancia.
En la “Santa Cruz” una vez que estaba ausente, los Padres del Monasterio, movidos por agapi, para que no sea fatigado, le hicieron un lavabo fuera pero pegado con la Kalivi. El Yérontas nunca lo utilizó.
Últimamente, cuando su salud había empeorado y salía muchas veces fuera al frío, a la lluvia y a la nieve, sus hijos espirituales insistían, para su facilidad, hacerle un lavabo en el extremo del patio exterior, pero no lo aceptó diciendo: “hacia aquella parte se presentó la Panaghía. ¿Cómo yo voy hacer un wáter?”.
Igual que los Ángeles al cielo “muy piadosamente” alaban a Dios día y noche, así también la vida del Yérontas estaba aromatizada de εὐλαβεια evlavia profunda y emanante. Esto se vislumbra por las muchas manifestaciones durante su contacto con las cosas sagradas y su relación con Dios. Las sentía como vivas.
Cuando visitó una Kelia, sufría de hernia. El Yérontas de la Kalivi le rogaba que se estirase un poco a descansar, pero no aceptó. Sólo podía moverse por el lado izquierdo, pero así tendría sus pies hacia los iconos, cosa que lo consideraba impío.
Cuando entraba al Santo Altar, hacía una prosternación a ras del suelo, quitaba el gorro, abrazaba y besaba la Cruz y entraba por la puerta lateral. Cuando iba a comulgar, reverenciaba con grandes prosternaciones (genuflexiones). Por un espacio de tiempo tenía como canon, antes de la Divina Comunión, por treinta y tres horas no comer absolutamente nada.
Por excesiva εὐλαβεια evlavia hacia el misterio del sacerdocio, no aceptó a ser sacerdote, a pesar, como confesó el mismo, “tres veces recibió información para serlo”. (Más bien no fue una orden, sino la facultad, es decir, de que se podía hacerse sacerdote, porque cuando fue preguntado en relación, respondió: “Cristo nos da regalos. ¿Pero debemos aceptarlos todos?). Fácilmente uno entiende que consideraba la εὐλαβεια evlavia una virtud básica para todo cristiano. Midiendo con sus criterios severos, consideraba por una parte la εὐλαβεια evlavia imprescindible, pero por otra parte, difícil de encontrarla. Para el Yérontas pesaba y tenías más importancia que muchas otras cosas.
La tenía como criterio para muchas cosas. Cuando algún piadoso escribía o hacía algo y estaba acusado, el Yérontas, antes de formar una opinión precisa daba indulgencias, diciendo: “Es piadoso, no creo que haya hecho tal cosa”. Creía que guardaba al hombre de errores, de engaños y de caídas, quizá según lo “el Señor guarda el camino de sus piadosos amigos” (Prov. 2,8).
El Cristiano en todas sus declaraciones y luchas, y especialmente del monje, para el Yérontas la εὐλαβεια evlavia devoción o piedad contaba mucho. Era un componente estable que entraba en todas partes y elevaba el nivel espiritual.
Aconsejaba a los monjes que tengan cuidado para adquirirla. Decía: “Especialmente un monje joven debe ser todo εὐλαβεια evlavia devoción o piedad. En esto ayuda tener siempre abierto el libro Evergetinós (estudio continuo) y relacionarse con otros piadosos”. Un nuevo monje preguntó al Yérontas qué debe tener más cuidado, y le respondió: “La εὐλαβεια evlavia devoción o piedad y la atención de sí mismo”.
Le preguntó un Obispo Ruso, a quienes debería ordenar sacerdotes, porque había muchos candidatos. Respondió. “A los piadosos, devotos y limpios, (puros)”. No dijo los que tienen estudios, ni los que tienen voz bonita, tampoco los dinámicos y activos.
Y en la salmodia y en la hagiografía lo que más valía y pesaba para el Yérontas era la εὐλαβεια evlavia y menos el arte, y la distinguía en el salmista o en un icono. Decía: “Si te fijas al significado de los troparios serás alterado de esto y salmodiarás con εὐλαβεια evlavia devoción o piedad. Si no tienes εὐλαβεια evlavia, aunque cometas un error, cuando salmodias endulza. Pero si estás atento sólo en la técnica, es decir, si vas nota a nota y lo dices sin εὐλαβεια evlavia, te convertirás como un salmista mundano que salmodiaba “Bendiga psique mía al Señor” y era como cuando el herrero golpea al yunque. Lo escuchaba cuando estaba en el coche. No me reposaba ni agradaba. Lo dije al conductor: “Cierra la radio casete”. Cuando uno no salmodia desde la profundidad de su corazón, es como si te echara de la Iglesia. Un canon santo dice que las voces desordenadas que tengan penitencia, porque echan la gente de la Iglesia”.
Para la hagiografía aconsejaba: “Hacer el icono con devoción, como si quisiéramos entregarla al mismo Cristo. ¿A nosotros nos gustaría que nos dieran una foto con nuestra cara alterada? No es correcto que sea iconizada o representada la Panaghía como la Santa Anna, para que supuestamente no se vea su belleza física y corporal. No había mujer más bella en la psique y en el cuerpo que la Panaghía. ¡Con la jaris que tenía cuánto alteraba las psiques de los hombres!
Decía sobre el icono de la “Glikofilusa-dulce beso”, del Monasterio Esfigmeno de Athos, que “técnicamente tenía imperfecciones, porque los pies de Cristo eran como cuñas, y el que sea milagroso y tenga tanta jaris y dulzura, quizás será porque Dios ha recompensado la εὐλαβεια evlavia devoción o piedad del hagiógrafo.”
Y mientras que “al piadoso y devoto viene la jaris de Dios y embellece psíquicamente al hombre”, con tristeza comprobaba que hoy en día los hombres no tienen cuidado sobre este tema. Decía: “El que no tiene εὐλαβεια evlavia y desprecia las realidades y cosas divinas, es abandonado de la divina jaris (gracia, energía increada), está dominado por la tentación y los hombres se endemonian. En el hombre impío no devoto, no se acerca la divina jaris. Va a los que la honran”.
Como ejemplos de impiedad se refería al sacrificio de Caín y a los hijos de Hilí del Antiguo Testamento. El desprecio de ellos trajo la ira de Dios y fueron castigados. El Yérontas consideraba falta de εὐλαβεια evlavia devoción tocar los iconos, libros eclesiásticos, antídoron (contraregalo, pan eucarístico) y generalmente objetos sagrados en los asientos de la Iglesia, mucho más, en sillas o camas, excepto en la almohada.
Los iconitos que daba de bendición, aconsejaba que los pusieran al bolsillo del pecho. Narró el caso de un peregrino que se le había torcido la cabeza y el Yérontas por divina iluminación entendió que aquel hombre le pasó esto por energía demoníaca, porque puso en el bolsillo de atrás del pantalón la Cruz con “Trocito de la Santa Cruz” que se la había regalado. Eludía a los que no tenían cuidado de sus vidas, que llevasen encima “trocito de Madera Sacra de la Cruz”. Relató que uno se había endemoniado porque el día que había tomado la comunión escupió en un lugar sucio. Lo mismo le pasó a una mujer porque tiró agua bendita en la basura. Un joven comprometido con una chica se fue a un mago y aquel le dijo que se meara en los anillos. Él obedeció y se endemonió, porque los anillos son cosas sagradas. Se ha referido en otros ejemplos para indicar que los que son faltos de εὐλαβεια evlavia, de atención y cuidado, son abandonados de la jaris (gracia increada) y muchos han sido endemoniados.
No consideraba correcto llamar solo con el nombre los santos Padres “Basilio, Gregorio” etc. “¡Aquí hablamos sobre tal padre y le llamamos “padre” y los santos Padres llamarlos así solo por su nombre es impiedad!”
No quería que ofreciéramos a Dios una vela falsa, ni aceite de girasol o de mala calidad, “sino que ofertemos a Dios las mejores cosas para el culto; también nuestras fuerzas, la oración pura y no con bostezos”. Consideraba gran impiedad celebrar la Divina Liturgia con pan que tuviese un poco de moho. “¡El Cristo nos da su Cuerpo y Sangre y nosotros le damos panes con moho!” Podía hacer kilómetros para encontrar pan eucarístico para la divina Efjaristía en la Divina Liturgia. Además los panes de la Efjaristía los tomaba por los lados y tenía cuidado para no tocar el sello.
El Santo intentaba agradar y reposar a Aquel que amaba. Por gran agapi ofrecía a Dios lo mejor y se comportaba con finura y sensibilidad espiritual, con εὐλαβεια evlavia devoción o piedad y Dios agradado le concedía en abundancia Su jaris (gracia energía increada).
B 1.9 “Amó la justicia”
Según la Santa Escritura, justo es aquel que aplica y cumple los logos-mandamientos de Dios, es decir, el Santo. La justicia es la cualidad común de todos los Santos. Con el uso actual, justo es el intachable en sus relaciones con los demás hombres. Con este sentido utilizaba el Yérontas el término. Pero discernía la justicia humana, cuando uno no es injusto con su prójimo, y en divina justicia, cuando uno sufre con paciencia las injusticias en gnosis-conocimiento y agradecimiento. Según el Yérontas “divina justicia es hacer lo que reposa, alivia al otro”. Es decir, preferir sacrificar la voluntad, el reposo y tú razón, para dar reposo, alivio y ayuda a alguien. “La justicia espiritual es” como decía característicamente el Yérontas, “sentir el peso de los demás como tuyo propio”. Cuando más avanzado está el hombre espiritualmente, tanto menos derechos se da a sí mismo. Digamos que subimos una cuesta arriba con un saco a la espalda. El hombre espiritual toma también el saco del otro para darle reposo, pero por sensibilidad le dice que esto me ayuda. Toda la cuestión es que podamos ponernos al lugar del otro y entenderlo. Entonces nos acercamos al parentesco con Cristo”.
Aconsejaba el Yérontas: “Debéis tirar la razón o lógica y la justicia humana. Algunos, incluso también hombres espirituales, hacen un Evangelio distinto, y quieren que el cristiano no sea burlado o no vaya de bobo y primo. Al contrario el monje debe alegrarse cuando cometen alguna injusticia contra él. No tiene ningún derecho, porque sigue las huellas del que ha sido tratado injustamente, de Cristo. Un hombre mundano tiene ignorancia y también muchos derechos. Si le reprende su superior, irá al juzgado. Al monje por mucha injusticia que cometan contra él, no tiene ningún derecho, incluso si le insultan. Dios así economiza, para liquidar algún pecado nuestro o para que ganemos algún dinero. Cuando cometen injusticia contra nosotros y vamos a buscar la justicia, entonces no dejamos nada en la caja de ahorros”. Pero creía que aquel que sufre en conciencia las injusticias es recompensado también en esta vida por el justo Dios con donaciones espirituales –incluso también con materiales- según su estado espiritual.
Escribía en una carta 25-2-71: “En un acontecimiento he visto la gran justicia de Dios, que no tiene límites. Una psique que había sido tratada injustamente sirviendo inútilmente, sin sentido en pecadores, en un mes siendo a prueba como novicia, llegó a la zeoría-contemplación espiritual y vivía los misterios de Dios”.
Aconsejaba a un monje que disputaba con otro monje co-servidor: “Dile al otro que tiene razón. ¡Sabes con la razón cuántos han ido al infierno! La razón o justicia perjudica al monje, es decir, es perjudicado espiritualmente. Pero algunos principiantes los aconsejaba: “Al principio, si uno no llega al estado de aceptar las injusticias, en los malos entendidos ayudan mucho las explicaciones conjuntas”.
Decía expresivamente para el perjudicado: “Para los huérfanos, los enfermos, los ancianos, para todos hay instituciones; pera el pobre que ha sido perjudicado injustamente no se ha hecho ninguna institución. Cada uno lo toma y lo tira a la espalda del otro, porque lo ven duro y feo. Sin embargo, ¡es tan dulce lo injusto, más que cualquier otra cosa! Los momentos más difíciles son los que he vivido cuando he sido tratado injustamente. El que acepta la injusticia acepta y recibe en su corazón a Cristo al que ha sido tratado injustamente. Las rencillas y peleas se hacen porque cada uno toma más razón y justicia de la que le pertenece. Sólo si uno se encuentra en abundancia de agapi recoge la injusticia, sin razón y deja la razón a los otros. Sólo Cristo aceptó toda la injusticia llevando la Cruz para nosotros”.
Esta divina justicia aplicó en su vida el Yérontas. No sólo aceptaba con agrado las injusticias, sino que tenía la sensibilidad de comportarse con sutileza, de modo que no fueran ofendidos y heridos aquellos que le perjudicaban injustamente. Los consideraba benefactores, oraba por ellos y les mandaba regalos. Decía: “Muchas veces creemos que nos perjudican injustamente. Las injusticias esencialmente son beneficiosas. Nadie puede perjudicarnos injustamente cuando nosotros no perjudicamos injustamente a nosotros mismos. Cuando no vivimos espiritualmente, al que más perjudicamos es a nosotros mismos. Y espiritualmente vivimos cuando aplicamos y cumplimos los logos-mandamientos”
El Santo Paísios no se conformaba con sólo la divina justicia, sino que cuidaba esmeradamente “no hacerse partícipe de los pecados ajenos, consérvate puro (1Tim 4,22)”. Es decir, no aceptaba algo contrario a la divina justicia. En el período monástico que estaba en Stomio, una mujer rica había alquilado su casa a una familia pobre que no tenía para pagar los alquileres. Quería ir al juzgado y el dinero que le darían lo entregaría al Monasterio. El Padre Paísios, aunque habían grandes necesidades, lo negó: “Este tipo de dinero quitarlo de un Monasterio (familia pobre) y darlo a otro Monasterio, no lo quiero”, la dijo.
Contrataba obreros sin acordar el sueldo y nadie se quejó. Los daba lo justo y además alguna bendición de regalo.
Tanto amó y aplicó la divina justicia, de modo que prefería ser perjudicado en vez de ser injusto con el hombre y ser infernado por los perjudicados.
Le sucedió un acontecimiento sobrenatural, tal y como se refiere en una carta 4-4-66. “Una vez rogaba a Dios ir al infierno, primero porque no soy ni era digno de ver Su Santísimo rostro; segundo para que sean dignos para la realeza increada los que he afligido, los que he sido injusto y he condenado, juzgándolos como hombre en toda mi vida. El buen Dios permitió que probara un poco de infierno durante una semana, y no he podido soportarlo. Me acuerdo que en aquellos días y tiemblo. Por eso es mejor no haberse nacido aquel el hombre que irá al infierno.
Y otra vez suplicaba a Dios por sus posibles injusticias por ignorancia: “Dios mío, a los que he condenado juzgándoles y a los que he perjudicado, si yo he hecho alguna caridad darla a ellos”.
Pero también en el sentido evangélico el Yérontas fue destacado como justo, porque desde niño se dedicó con celo y exactitud al cumplimiento de los logos-mandamientos. La justicia que aplicó se le hizo protección y escudo en las tentaciones y en los peligros. Especialmente cuando era soldado, y en la guerra iba en misiones peligrosas, le protegía más el “trozo de Madera Sacra de la Cruz, ya que el “Señor apoya a los justos” y “recompensará según la justicia” (Sal 36,17 y 17,21).
Además Dios le guardaba intocable e inasible de infinitos ataques y trampas demoníacas. Uno una ha visto al diablo con una cuerda circulando por el patio de la Kalivi del Yérontas, diciendo: “¡Alguna vez le voy a coger!”
Si no aplicamos la divina justicia, no hay progreso en la vida espiritual ni es oída nuestra oración. “Tantas oraciones se hacen. El mundo entero habría cambiado. Pero como no hay justicia, no son oídas”.
Mientas que sólo la oración de un justo basta para expiar a Dios a un pueblo entero (Jer. 5,1 y Ez 14,14).
B 1.10 Φιλότιμο Filótimo
Φιλότιμο Filótimo , esta palabra es neutro y no tiene traducción exacta, no hay palabra correspondiente en español; Φιλότιμο Filótimo más bien y sobre todo es libre buena voluntad y buena disposición, buenas ganas para hacer o servir algo que nos piden… Parecidas palabras son: bien dispuesto, una persona con generosidad, espléndida y dadivosa, buenas ganas e indulgente con los demás, pundonor espléndido y bueno.
Según san Paísios: «Φιλότιμο filótimo, “es esencia y extracto piadoso de la bondad, es la humilde agapi abrillantada del hombre”. Entonces su corazón está lleno de gran gratitud hacia Dios y sus semejantes y por la finura-sensibilidad espiritual intenta recompensar hasta la mínima bondad y bien que le hacen los demás”. Lo que se hace más allá del deber y de la obligación, sin ser pedido, por agapi incondicional, esto es el Φιλότιμο filótimo cristiano heleno-ortodoxo».
Decía el mismo Santo: “Tened φιλότιμο filótimo y no explotar, ni abusar de la bondad de los demás”
“El hombre φιλότιμο filótimo es bombardeado por bendición, en cambio el quejoso y gruñón genera miseria”.
“El corazón no se limpia con polvo de lavar la ropa, sino con φιλότιμο filótimo”.
(Del libro: “La vida de san Paísios el Aghiorita”, por el hieromonje Isaac el Aghiorita)
Φιλότιμο filótimo, según el Yérontas, “es esencia y extracto piadoso de la bondad, es la humilde agapi abrillantada del hombre”. Entonces su corazón está lleno de gran gratitud hacia Dios y sus semejantes y por la finura-sensibilidad espiritual intenta recompensar hasta la mínima bondad y bien que le hacen los demás”. Lo que se hace más allá del deber y de la obligación, sin ser pedido, por agapi incondicional, esto es el φιλότιμο filótimo.
Todas las acciones del Santo están caracterizadas de esta virtud. Desde la simple ayuda a uno, hasta el sacrificio y su abnegación en la guerra para que los otros no peligren y mueran, y a continuación en la vida monástica sus luchas con φιλότιμο filótimo que superaban su aguante.
Como monje no se conformaba hacer el canon y su comitiva y reposar su conciencia con los deberes monásticos. Tenía la buena inquietud para algo más que llenara su psique. Su φιλότιμο filótimo le promovía a dedicarse en grandes luchas y combates y no guardar para sí mismo fuerzas, ni tiempo, ni descanso.
Todo lo entregaba a Dios y a los hermanos, en los cuales pensaba más que de sí mismo y se sacrificaba para ayudarlos. Una muestra de su auto-sacrificio hasta la sangre es la siguiente, tal como el mismo ha narrado: “Cuando era monje joven, me arrastraban por aquí y por allá. Un día, una vez de haber trabajado mucho, viene el pescador y me dice: Ven para ayudarme a recoger las redes. Fui inmediatamente sin que me pasara por el pensamiento en qué situación me encontraba. Apenas cogiendo las redes para levantarlas, -fue por mi cansancio y también por la ascesis que hacía- se rompieron mis arterias del cuello y empezó saltar la sangre; a duras penas conseguimos pararla”.
El Yérontas se emocionaba cuando veía el φιλότιμο filótimo también en los demás y a menudo contaba casos para imitar. Dijo una vez: “Una mujer decía”: «Puesto que Cristo se amargó y yo le he amargado, no quiero tener alegría”. ¡Y tenía una alegría! Decía a los demás que oren para no tener alegría, sino dolor por Cristo; ¿Qué φιλότιμο filótimo! Y cuanto más decía estas cosas, tanto más alegría y deleite tenía, que salían de sí misma».
Con sus instrucciones nos ayudaba a entender, amar y adquirir el φιλότιμο filótimo en todos nuestros actos y praxis.
“Debemos hacer el bien no por interés y beneficio propio, ni jurídico, sino por φιλότιμο filótimo y agapi (amor incondicional) a Dios. Entonces no sólo con facilidad hago lo que debo, sino que sacrifico también lo que me pertenece.
“Que nos movamos con φιλότιμο filótimo . Los hijos se cuidan cómo dar reposo y agradecer a sus padres. Nosotros los monjes debemos conocer lo que da reposo al Yérontas y hacerlo antes que nos lo diga”.
“No dejemos al otro que se canse en su servicio, dando descanso falsamente a nuestro loyismós de que nosotros hemos terminado nuestro servicio. Que nos hagamos sacrificio”.
“Tened φιλότιμο filótimo y no explotar, ni abusar de la bondad de los demás”
“El φιλότιμο filótimo es bombardeado por bendición, en cambio el quejoso y gruñón genera miseria”.
“El corazón no se limpia con polvo de lavar la ropa, sino con φιλότιμο filótimo”.
“El monje que sólo pide de sus padres espirituales, no madura nunca, permanece como un crío en sentido tonto. No se sacrifica para los demás y así su corazón permanece con dureza, no maternal.”
Esta virtud característica del santo Yérontas, el φιλότιμο filótimo, le hizo destacar como laico, benefactor, como soldado, héroe y como monje, Santo.
B 1.11 Confianza en la divina providencia
El Santo tenía fe grande a Dios y perfecta confianza a la divina providencia, por eso decía: “Estoy seguro mil por cien, que si ahora doy esta prenda de punto a alguna persona, hasta que me vaya a mi Kalivi, Dios me mandará otra. Pero al principio, para probarnos, nos deja un poco a tener frío y enfermarnos y allí hace falta atención y cuidado; que no diga uno: “¡Cristo mío, yo por tu agapi lo he dado y tú me has dejado a enfermarme?”. «Sin tentaciones la providencia de Dios no se ve” (San Isaac el Sirio Logos 44).»
Nunca se inquietaba ni se desesperaba, por muy difíciles y funestas que parecieran las cosas. Tanto por temas personales o de su ambiente, como también de eclesiásticos, nacionales e internacionales. Veía en aumento la acción y dominio del maligno astuto y de sus instrumentos, pero conocía y proclamaba que “otro tiene las riendas”. Se refería característicamente: “El diablo ara pero el Cristo siembra”. Creía que “Dios no permite hacerse ningún mal, si no se trata de que de esto salga algo bueno, o por lo menos para que sea impedido un mal mayor”.
La esperanza que “nunca deshonra”, le acompañaba en toda su vida y más en las dificultades. Dentro de la oscuridad y de la niebla hablaba de cielo estrellado, despejado. “Todo irá bien, con la jaris (gracia energía increada) de Dios” decía a psiques desesperadas y agobiadas. A uno que se inquietaba por los ataques enemigos contra la Patria, le dio el siguiente mensaje esperanzador: “A mí aunque me digan que no existe ningún Heleno-Griego, yo no me inquieto ni me agobio. Dios puede resucitar a un Heleno. Basta con uno”. Incluso creía: “Aunque quede sólo un Cristiano, Cristo hace Su plan”. Cuando los demás hablaban sobre futuras evoluciones desagradables sobre la Nación y sembraban el miedo, el Yérontas transmitía optimismo y esperanza; hablaba sobre una Helade-Grecia resucitada y la reconquista de la Santa Sofía (en Constantinopla). “Existe también Dios; ¿a Dios dónde lo has puesto?, le dijo un clérigo que veía el futuro oscuro de la Patria.
Decía: “Si no tuviera confianza en Dios, no sé lo que me habría convertido. El hombre opera hasta un punto, pero después opera Dios. Debemos tener absoluta confianza en Él”. Esto para el Yérontas no era una esperanza abstracta e indeterminable, sino una certeza palpable, sobre todo testimoniada por incontables ejemplos. En su vida probó infinidad de veces la intervención de Dios de distintas maneras.
****
Como soldado tenía un Evangelio y lo regaló. Después buscaba para encontrar algún Evangelio para leer el logos de Dios. En el cuartel en Navidad mandaron 200 paquetes, y sólo en el suyo había Evangelio.
****
En Stomio una vez dio a un pobre su camiseta y se quedó sólo con la sotana. Bajando a Kónitsa para trabajos, pasó por el correo y allí encontró un paquete con diez camisetas. El Yérontas creía que: “Si das, Dios también te da”.
****
En Katunakia (parte sur de Athos) su organismo necesitaba algo de dulce y no tenía nada, Entonces vino un visitante con higos y pasas diciéndole: “Esto para ti”, y el Yérontas agradeció a Dios.
****
Una vez caminando sobre la senda encontró una seta grande. “Doxa-gloria y gracias a Dios”, dijo, “a la vuelta lo cortaré para pasar la noche con esta”. Cuando regresó un animal había comido media seta. Sin entristecerse agradeció otra vez a Dios: “Doxa y gracias a Dios, tanto debería comer”, pensó y se lo llevó. El día siguiente salió de su Kalivi y toda la tierra alrededor estaba llena de setas. “Doxa y gracias a Dios”, también por una seta, por la media y por las muchas.
****
Nos narra un hijo espiritual del Yérontas: “Fui a ver al Yérontas en la “Santa Cruz”. Vi unas zapatillas que me parecieron un poco extrañas. En la parte de abajo tenían piel y en la de arriba tejido de punto como de pelo. No había visto otra vez este tipo de zapatillas. Pregunté:
-¿Yérontas, dónde has encontrado estas zapatillas?
-Llévatelas me dice.
-Yérontas, ¿qué hago yo con estas? Le dije así por curiosidad.
-No llévatelas, a mí me traerán otras zapatillas y además nuevas.
»Ante su persistencia cedí y, sin querer me las llevé. Antes de marcharme, vino un monje desde el Monasterio Stavronikita con un paquete.
Dice el Yérontas: “Vamos a ver que ha traído hoy el correo”
-Abre el correo y junto con las demás cosas tenía también un par de zapatillas.
-¡He aquí, lo ves! Me dijo.»
****
Una vez un peregrino se encontró con el Yérontas y tenía frío. “¿Qué te voy a dar hijo mío”, le dijo. Buscó y no encontró nada y le dio la prenda de punto que vestía. Apenas marchándose el peregrino, la misma hora vino una persona y le trajo un paquetito que contenía una prenda de punto.
****
Narró el Yérontas: “Un año posiblemente 1971, llevaba quince días enfermo, no podía hacer ni siquiera té, ni podía salir fuera. Creía que iba a morir y me eché encima de mí el hábito de monje del hieromonje Ticón. ¡Entonces sentí una gran jaris-gracia increada! ¡Me encontré fuera de mi Kelia dentro de una luz (increada) y todo lo veía con otros ojos; los pájaros, los peces, los planetas, todo el mundo. Y todas estas cosas hablaban y decían que todo lo ha hecho Dios para ti, el ser humano.
»Rogaba a Dios que cuando me muera estar solo, sólo con este pensamiento me inundaba de alegría y deleite. El abandono humano y la privación de consuelo humano, nos trae en abundancia el consuelo divino.
Por eso cuando enfermaba, no iba al médico. Se entregaba a la providencia de Dios con confianza y paciencia diciendo: “Cuando estoy enfermo no quiero a nadie, para que sea consolado por Dios”.
*****
¡Cómo no vas a confiar a Dios después de tantas y tantas manifestaciones de la divina providencia que le cuidaba “como la nodriza que cuida con ternura a su propio hijo” (1Tes 2,7).
Sin embargo Dios le economizaba como digno y escogido hijo suyo sea de forma humana sea de forma sobrenatural, desde las cosas mínimas hasta las más imprescindibles y por regla general sin haber orado para recibirlas. Por eso decía: “¡Qué seguridad siente el niño en el abrazo de su madre! Pero mayor siente el fiel en el abrazo de Dios!. Ahora siento la alegría del niño en los brazos de su madre. El abrazo de Dios es como el Paraíso. Se suspende también la noerá oración del corazón o de Jesús, todo se suspende. Vives al Paraíso.
El Santo Paísios era “bendito hombre que confía en el Señor, pues no defraudará el Señor su esperanza” (Jer 17,7)
B 1,12 Ángel de la paz
Decía el Yérontas: “La paz es el espíritu de Dios, el otro (turbación, confusión) proviene del diablo”. Realmente “la paz de la psique demuestra que Dios está siempre presente, cerca de nosotros y que habita en nuestro interior” (san Juan de Kronstanda, “Mi vida en Cristo”). “El hombre privado de paz está privado de la divina jaris increada” (San Nectario de Pentápolis, “Conócete a ti mismo”. La paz es el fruto de la jaris “energía increada gracia) y habita en corazones humildes, purgados y limpios.
Esta paz interior adquirió el Yérontas, un estado carismático que lo consideraba superior que la oración. Principalmente con el despojamiento de los pazos, y especialmente con su relación con el Soberano de la paz mediante la incesante oración del corazón. “Porque Éste (el Cristo) es nuestra paz” (Ef 2,14). Este espíritu estaba dispersado en su alrededor. Se distinguía en su homilía, en sus movimientos, en su mirada apacible pero divertida y chispeante, en su trabajo manual, en la forma que los recibía y los acompañaba los hombres especialmente en la oración. Uno cerca de él respiraba otro aire. Tenía mucho cuidado de no ser influenciado por “el inquietante espíritu mundano que había convertido al mundo en un manicomio”. Luchaba para mantener su estado pacífico. Siempre ponía expresamente su reloj un poco avanzado. Cuando iba de visita, salía antes para no tener prisa y confusión, y esta situación afectara a su oración. Sobre todo en la Iglesia quería que fuéramos con paz. Cuando en algún momento en la celebración veía desorden que provocaba confusión, intervenía distintivamente y restablecía el orden.
Hablaba a los hombres diciendo: “La paz del mundo vendrá por la paz interior. Las instituciones de la paz no pueden ayudar”.
En la metania y en el “orden bueno” ubicaba la adquisición de la paz. Decía: “La paz verdadera viene si el hombre se ordena interiormente y está atento en no dar motivos, porque la tentación intenta arrebatarle la paz mediante sorpresas”.
Fue preguntado por un monje joven qué hacer, cuando no le daba tiempo a terminar en su hora las cosas espirituales y quedaba perturbado y entristecido: Respondió: “Tienes que hacer algunos komposkinis oración para ti mismo, para los vivos y para los difuntos sin prisa, y después, cuando tengas tiempo, competas también el resto.
La paz, como recalcaba, ayuda en la ascesis: “Cuando el organismo espiritual tiene la paz de Dios en su interior, no necesita vitaminas. Cuando no existe paz, por muchas vitaminas y comidas que coma uno no hará nada. Por eso ayuda mucho el estado interior de la ascesis. Ella alimentaba a los Santos. Por eso los pobrecitos mundanos comen también carne y no aguantan, tiemblan sus pies, no pueden hacer ayuno, porque viven con ansiedad y angustia y gotea continuamente cólera y bilis en sus interiores. Cuando el hombre se ha ordenado interiormente, incluso la poca comida lo alimenta”.
Fue preguntado una vez:
¿Por qué sucede en algunas psiques que por acontecimientos insignificantes pierden su paz?
-Falta la alerta, nipsis. Hace falta estar en alerta, nipsis porque el tangalaki-diablillo sorprende de improviso. Esta paz no es pragmática. Cree que pierde la paz. Simplemente se ha añadido perturbación sobre perturbación. Uno que tiene la paz pragmática justifica todo.
Especialmente para los monjes el Yérontas decía: “No son justificados si no tienen apacibilidad, porque no tienen responsabilidades. Sólo sobre sí mismo deben estar atentos. Cuando los monjes tienen ordenado el sí mismo, entonces tendrán también apacibilidad y cualquier cosa que les digan pueden aguantarla. Cuando nuestro sí mismo está ordenado y se encuentra en nipsis, vigilancia aunque nos insulten, no nos molestará en nada.”
Esta paz muy anhelada o más bien el Dios de la paz, es la que buscaban las psiques perturbadas por eso acudían al Yérontas. El mismo era un puertecito tranquilo y sereno que no lo perturban las tempestades del mundo. Incluso cuando de su posición responsable a controlar personas y situaciones que debía enfadarse “con la ira o enfado justo”, su paz no se escapaba, porque no operaba con pasión, sino sereno por celo a Dios y agapi incondicional para el hombre extraviado, por el cual padecía más que para sí mismo.
Para uno que escribía artículos en la prensa criticando y condenado apasionadamente a muchos, movió tristemente la cabeza y dijo: “”Oh, éste se encontrará en el infierno y no sabe el por qué”. Aunque participara en muchos temas, Dios protegía su corazón y le abandonaba la “sobresaliente paz del nus”. Cerca de él se pacificaban los hombres, se tranquilizaban y se amansaban incluso los animales salvajes.
En la cabaña “Panaguda” vino un joven atormentado y desesperado con una cuerda en la mano. “Yérontas, he venido para que me ayudes”, le dijo, “me voy a colgar delante tuyo”. El Yérontas le tomó de la mano y le condujo a la sala de visitas. Hablaron un rato y después salieron fuera. El joven se marchó alegre, sin la cuerda en la mano, lleno de paz y esperanza.
El Yérontas no sólo era pacífico sino también pacificador. Pacificaba, hijos con padres, matrimonios que querían separarse, jefes con trabajadores y toda psique que se le acercaba, la pacificaba con Dios y con los demás, ya que primero la pacificaba consigo misma.
El bienaventurado Yérontas Efrén de Katunakia (sur de Athos) recalcaba, tal como testifica un hijo espiritual suyo, que Paísios era pacificador y tenía el carisma o don de diálogo sano en los conflictos e incidentes de los demás. Como testigo presencial me narró un incidente en cual el Yérontas Paísios evitó una tentación y mantuvo la paz entre dos hieromonje, echándose la culpa sobre sí mismo tomando con humildad el error de uno como suyo, y arrodillándose le dijo: yo tengo la culpa”.
B 1,13 Faro de discernimiento
El discernimiento del Yérontas era un regalo de Dios y una bendición grande para el mismo, para los que le pedían su consejo y para toda la Iglesia.
Desde cuando era laico, el Yérontas tenía un discernimiento natural. Operaba con “voluntad y prudencia”.
Además conocía profundamente “la naturaleza de los seres”. Las observaciones y explicaciones suyas sobre los animales y las plantas impresionan también a los especialistas sobre estas. Conocía maravillosamente el organismo humano, su funcionamiento y sus pazos y daba consejos prácticos desde útiles, necesarios hasta salvíficos, sin haber estudiado. Pero más profundamente conocía la psique humana. Era un profundo anatomo (conocedor del hombre), perfecto psicólogo u psiquiatra con el sentido patrístico. Discernía el carácter del hombre, su estado espiritual, sus problemas, y ayudaba analógicamente.
Disponía de rara, rica y única experiencia espiritual y ayudaba a muchos que vivían en situaciones confusas a discernir, si esto que le sucede es de la jaris-gracia increada o demoníaco. El que ha saboreado el vino, puede fácilmente discernir el vinagre, aunque se parecen de color. Decía el Yérontas: “Yo veo por la pequeña experiencia que tengo – otra cosa es cuando ilumina Dios- un principiante y entiendo su situación, cómo evolucionará, qué progreso tendrá”.
En la vida espiritual existe la gnosis que proviene del aprendizaje. La experiencia es superior que la gnosis, pero es más valiosa la jaris, el carisma del discernimiento.
El Yérontas combinando la experiencia con el carisma del discernimiento fue destacado “faro del discernimiento” que iluminaba todo lo oscuro y difícil de discernir. Apreciaba y alababa especialmente al profeta Daniel. Le alababa y admiraba por su humildad y también por su gran discernimiento, y leía sus profecías. A donde distinguía este carisma lo marcaba diciendo: “Tal Yérontas tiene discernimiento” o “un Yérontas con el carisma del discernimiento dijo”.
Cerca del Yérontas acudían hombres de todas clases y edades para pedir su consejo. Muchos venían de muy lejos para escuchar un sí o un no sobre sus dilemas. Otros se encontraban en un callejón sin salida o tenían problemas grandes y pedían ayuda. Un consejo del distinguido Yérontas Paísios los iluminaba, los aliviaba y muchas veces cambiaba la senda de sus vidas.
Una vez le visitó un artesano piadoso y caritativo. Cuando pagaba sus empleados, daba el mayor salario para ayudarlos. Otros artesanos le hacían la guerra porque aumentaba los salarios. La respuesta del Yérontas fue: “Tienes que dar cada uno su salario y después darle como bendición lo que quieras y decirlos: Tú tienes gasto para que tu hijo que estudia, tú tienes niños pequeños que criar necesitas más, etc…” Se marchó alegre y reposado.
Un Pnevamtikós-Guía espiritual del mundo afrontaba la siguiente tentación: Una mujer le pidió tener relaciones carnales. Si se negase, le avisó que se suicidaría. El Pnevmatikós, hombre muy piadoso y temeroso de Dios, una vez que consiguió convencerla razonablemente, dijo que lo iba a pensar, para ganar tiempo, y vino a Athos para ver al Yérontas. Tenía miedo que sin quererlo fuero el motivo de suicidio. El Yérontas le dijo: “Dígala que vaya a suicidarse. Ella sólo que haya pensado esta cosa ya se ha suicidado espiritualmente”. El Yérontas discernió que no se suicidaría y lo decía sólo para coaccionarlo. Cuando el Pnevmatikós la transmitió las palabras del Yérontas, se marchó humillada y naturalmente no se suicidó.
No sólo tomó parte sobre varios temas personales, sino también en generales como eclesiásticos y nacionales y expresaba libremente su opinión. El desarrollo de los acontecimientos certificó la certeza y rectitud de sus opiniones.
Había sido instruido e iniciado con la jaris (energía increada jaris) de Dios en las realidades místicas de Dios y había adquirido “nus de Cristo”. Comprendía cómo opera Dios para la sotiría redención, sanación y salvación de cada hombre. Explicaba y analizaba la ley espiritual.
Tenía cinco tomos del Antiguo Testamento, con texto y hermenéutica, los cuales estudiaba atentamente. Marcaba con rojo algunos pasajes hermenéuticos. Al margen comentaba o daba una explicación espiritual en algunos acontecimientos. Sus apuntes sutiles y con discernimiento muestran la divina iluminación y el don del discernimiento regalado de Dios.
En muchas personas antes de que le expusieran sus situaciones decía: “esta tentación te ha sucedido por esta razón” o “Dios te ha dado esta bendición por esta razón”.
Un padre le preguntó por qué su hijo enferma continuamente, y le respondió: “No trabajes los Domingos y los días festivos y no volverá a enfermar tu hijo”, y así sucedió.
Una vez se encontró en la casa de un conocido de Atenas y uno le rogó que orase por él para poder tener un hijo. Otro le dijo: “Dios no te ha dado hijo, porque no se lo has pedido con fe”. El Yérontas no respondió; pero previó y dijo en su interior: ¡Oh, morirá su propio hijo”. Después de tiempo recibió una carta con la desagradable noticia.
El logos de Dios dice: “Por su aspecto se conoce al hombre” (Sab. Sirac 19,29). Pero el que tiene el carisma del discernimiento, como el Yérontas, hace diagnóstico espiritual, y ve que detrás hay formas, puntos y signos exteriores que engañan. La radiografía espiritual del Yérontas indicaba exactamente el contenido interior y la calidad de cada hombre.
Decía: “El hombre avanzado espiritualmente se entiende y se ve por su aparición y por los ojos y es informado del estado del otro. Puede ser que alguna vez se equivoque máximo hasta un 20% de alguna experiencia, por ejemplo, si le ve pensativo al otro pensar que tiene problemas, mientras que puede ser algo momentáneo. Pero cuando se trata de un problema serio para ayudar, entonces el Dios le informa y conoce antes que la persona, sus características, su edad y su problema. Pero hace falta loyismós humilde”.
Un clérigo con fama visitaba a Athos. En los monasterios donde iba, hacían reuniones, le oían con atención y le honraban como santo. El Yérontas Paísios, cuando le visitó dicho clérigo, con preguntas que le hizo, comprobó esto que le había informado la divina jaris-gracia increada. Distinguió los elementos de sinceridad, piedad y devoción, pero también los elementos del engaño e inexperiencia del clérigo.
Uno elogiaba a un clérigo por sus carismas y actividades. El Yérontas estaba escuchando con atención en silencio. Al final añadió: “Este clérigo se parece al árbol nogal. La nogal tiene buena madera para muebles, pero si uno se olvida debajo de ella, y se duerme en su sombra, hay de él, se despierta enfermo”. Quería decir que junto con las virtudes había también «pazos«que corrompían la psique de la persona en concreto. Para otro que decía palabras correctas sin discernimiento, dijo: “Éste tira las perlas pero si una te da en la cabeza, ¡ay de ti!”
Tenía el don o carisma de discernir de algo insignificante y no observado por muchos, el desarrollo de una situación no sólo en individuos, sino también en séquitos, hermandades monásticas y monasterios. Decía: “Vosotros tenéis cuidado más en una herida grande sin peligro y no distinguís un pequeño grano que creará una situación enfermiza grande.
Hace unas décadas visitó a uno en su Kelia. Vio en la puerta el timbre de la casa con batería. Un detalle insignificante para muchos. Pero el Yérontas con su discernimiento movió su cabeza con tristeza. Más tarde este monje hizo su casa como una casa mundana. “Tenía desde entonces el gusano de lo mundano (conducta y moral mundana) en su interior”, dijo.
A uno que vino para ser monje y trajo muchas cosas, dijo: “Cuando se vaya los llevará consigo. Y realmente después de unos meses regresó al mundo cargado también de sus cosas.
Refiriéndose a una acción de un monje Aghiorita dijo: “Bueno, qué esperas; resultará al mundo y lo tirará todo”; y así sucedió.
El Yérontas conocía como pocos las cosas y realidades monásticas aghioríticas, y sobre todo preveía su evolución futura. Sufría para el Jardín de la Panaghía (Athos), oraba, hablaba y aconsejaba, pero pocas veces fue escuchado. Con discernimiento evitó los líos y las trampas para supuesto bien para la Santa Montaña. Así, cuando el representante del Monasterio quiso emprender semejante acción que consideraba buena y se fue a pedir su bendición, el Yérontas evitó a verlo y después explicó exactamente lo que pedía el representante y las desastrosas consecuencias que tendía para la Santa Montaña y la Iglesia esta operación aparentemente buena e inocente.
En muchos manifestaba cuál era la voluntad de Dios. Cuando no la conocía, examinaba el tema sin prisa desde todos los lados o como el mismo decía: “sometía y fatigaba su loyismós”.
En casos que quería recibir información de Dios, se encerraba en su Kelia con ayunos, con prosternaciones y oración hasta que recibiese respuesta. Entonces como los profetas podía decir: “Tal cosa dice el Señor”. Ya conocía la voluntad de Dios por el mismo Dios. Para las cosas anteriores oscuras y difíciles de discernir, ya estaba iluminado y quedaban claras.
No quería “que pidiéramos información de Dios, mientras que podemos pedir consejo a otro. Así quiere Dios que hagamos por humildad. Porque, si no hacemos así, puede ser que seamos engañados. Sólo cuando no puedes encontrar una persona para aconsejarte, entonces en el mismo Dios se convierte en Yérontas, ilumina e informa. Por ejemplo, si no puedes encontrar una persona para que te explique la Santa Escritura, entonces Dios ilumina e informa”.
Aconsejaba el Yérontas que debemos tener discernimiento en todo. En la ascesis “el principiante hace experimentos de sí mismo, en cambio el asceta experimentado se parece al experimentado tendero que toca con su mano la balanza y sabe cuánto debe añadir o quitar”.
Para mostrar cuánto imprescindible es el discernimiento para el asceta se refería sobre sí mismo: “Cuando comencé a vivir solo, hacía mucha ascesis, komposkini continuamente. Y no tenía bastante con esto. Cuando iba a descansar, venía la tentación y me decía: “Levántate inmediatamente para hacer tu canon. ¿Tú duermes y descansas, los infernados no te dan pena? Inmediatamente me levantaba y hacía oración para los infernados. Mucho me dolía y compadecía para estas psiques. Pero así por poco me vuelvo loco”.
Especialmente los pnevmatikós-guías espirituales deben tener mucho discernimiento, cuando aplican el Pidalio (de san Nicodemo el Aghiorita). Aconsejaba a uno: “A pesar de que los cánones son muy severos, los hombres otra vez los transgreden. Imagínate que los cánones fueran muy indulgentes. Los hombres vivirían muy relajados, tibiamente. Hace falta discernimiento, porque uno con los cánones comete barbaridades, crímenes. Tú debes aplicar la exactitud para ti mismo, para que así puedas hacer economía a los demás. Dentro de la economía existe la bendición”.
“Toda caridad que hacemos se hace con discernimiento, tal y como dijo el Señor: «…todo sacrificio será salado con sal» (Mrc 9,49). Pero La sal es el discernimiento”. Pero aconsejaba que diéramos algo en alguien que pide, incluso si este es rico.
Incluso también en nuestros juicios, «cuando ponemos loyismí buenos y vemos todos los hombres como Santos, hace falta discernimiento. Porque, si a este que le decimos santo, hace algo que no es bueno, puede ser que el otro diga: “Ya que lo dijo tal que es santo, esto será bueno”. Uno debe discernir el oro del cobre. Y después discernir el oro de cuántos quilates es. Porque el oro es de 9 a 24 quilates.»
Una vez preguntaron al Yérontas: “¿Yérontas, cuando veo en alguien un pazos qué debo hacer? Intentar verlo con loyismós bueno como virtud para no juzgarlo?” Y respondió: “No, debes verlo tal como es, decir que tal es así, esto y esto, pero debes darle atenuantes. Decir que yo soy peor que él, porque éste no ha sido ayudado. Si hubiese sido ayudado, haría milagros”
Con discernimiento fino valoraba correctamente, juzgaba justamente, pero no caía en el juicio malo y condena. Se ponía a sí mismo por debajo del peor pecador. Lo creía profundamente y lo demostraba, interpretando la parábola de los talentos.
Por su experiencia decía: “Tal como he entendido, existen cuatro categorías de hombres. Saludables, enfermizos y enfermos con tumores benignos y malignos. El último caso es incurable. En los dos anteriores se debe hacer la intervención quirúrgica con discernimiento y si los enfermos piden y quieren el fármaco”.
Trataba cada psique con discernimiento, evitando los extremos y las parcialidades o favoritismos, dando el fármaco adecuado. Para el mismo problema en distintas personas daba solución distinta. No era una apisonadora. Lo mismo aconsejaba también a los demás. “Tratar a los hombres todos de la misma manera, con el mismo alimento. En cada uno debemos dar según su disposición, la lucha y su sed. Entonces no perjudicamos a nadie”. Y muchas veces cuando daba consejos especiales en alguien, aclaraba: “Lo que digo, para ti lo digo. Aunque lo digas a otro no servirá ni beneficiará, más bien le perjudicará. Por eso ten cuidado”. Por esta razón principal no quería que le grabaran con el radiocasete. Conocía la disposición, la receptividad y el aguante de su interlocutor y analógicamente hablaba. Sus palabras, sus acciones y sus colocaciones eran claras y calculadas muy bien. Muchas veces comprendía la reacción que tendría alguna de sus acciones. En cambio, una vez quería hablar sobre un tema, provisionalmente se calló, porque vio que esto lo aprovecharían y lo explotarían y en vez de rectificación, el mal se haría mayor. Los hombres sentían seguridad en seguir sus consejos. Distinguidos Pnevmatikos Guías espirituales, ascetas experimentados y Obispos ponían en su discernimiento sus sendas espirituales. “Eran informados por el Yérontas. Era un capitán experto que ha salvado psiques de las olas y de los arrecifes de la vida presente. Con su discernimiento por la iluminación divina condujo muchas psiques a la salvación.
B 1.14 Amante de la hisijía
http://www.logosortodoxo.com/minilexico/
- Ἡσυχία Hisijía, en general es tranquilidad, serenidad, sosiego, calma, silencio, interior y exterior.
Ἡσυχία (hisijía) en la tradición ortodoxa como término ascético-teológico, principalmente es la paz del corazón y serenidad de la mente, el estado del nus en serenidad y paz sin molestias, permanencia en Dios, la liberación del corazón de los pensamientos-reflexiones (loyismí) y liberación de los pazos influenciados por el demonio o el ambiente, de manera que permanezca en Dios. Es vivencia interior y no se relaciona necesariamente con las condiciones exteriores. La hisijía es el único camino por el que el hombre llega a la zéosis, expectación y conexión de la luz increada o al como semejanza. La hisijía del cuerpo es el ayudante para llegar el hombre a la noerá (del nus) hisijía.
San Simeón el Nuevo Teólogo dice: «Hisijía es estado imperturbable del nus y del corazón, serenidad, libertad y gozo de la psique, base sin olas, contemplación de la luz, rapto del nus, homilía ilustre y clara hacia Dios, ojo vigilante sin dormir, oración noerá o del corazón, asimilación y unión con Dios y finalmente zéosis y descanso sin dolor de los grandes dolores de la ascesis».
Ierotetheo Vlajos: «Hablando sobre la nipsis ortodoxa, entendemos la alerta, atención y prontitud del hombre en mantener y tener su nus limpio de distintos loyismí e imágenes que mortifican su libertad interior y su limpieza separándole de su comunión-conexión con Dios, que consiste en la gnosis increada de Dios. Esta nipsis es calificada por los Padres de la Iglesia como “santa hisijía”. Así, pues, hisijía entendemos el método aquel que utiliza todo hombre para unirse con Dios y superar la muerte, que es uno de los mayores problemas del hombre».
- Ήσυχασμός (hisijasmós) hesycasmo es el método de catarsis e iluminación del corazón y del nus humano, es la Cristocéntrica vida espiritual ortodoxa.
Con este término expresamos la totalidad de la lucha cristiana ortodoxa que trata de cumplir los mandamientos de Cristo, la lucha contra los «pazos«, la catarsis del corazón, la atracción de la divina Jaris (energía increada), la consecución de los dones divinos, la Iluminación espiritual y la Zéosis o glorificación , y finalmente, la oración por todo el mundo.
El método de la gnoseología supranatural en la tradición Ortodoxa se llama Hisijasmo y se identifica con la nipsis-catarsis del corazón. El hisijasmo se identifica con la Ortodoxia. El hisijasmo fuera de la praxis hisijasta es patrísticamente o de parte de los santos Padres Ortodoxos impensable.
El hisijasmo no tiene ninguna relación con el pietismo (exterior) sino todo lo contrario. El pietismo ha sido desarrollado por los protestantes que trata de praxis exteriores, que no tienen nada de ver con lo interior. En la Ortodoxia hablamos de movimiento del como imagen al como semejanza y unión con Dios por la increada energía jaris, los misterios y la ascesis.
San Isaac el Sirio: En la vida Hisijasta se practica principalmente la oración noerá o del corazón o de Jesús (el centro de las fuerzas psicosomáticas del hombre): «Jesús Cristo Kirie-Señor, eleisón me, compadécete, ten misericordia o compasión de mi, que soy pecador».
Ἡσυχασμός (hisijasmós) hesycasmo: forma de vida de los Monjes anacoretas, que buscaban a conectar y comunicarse con el Dios a través del aislamiento, la hisijía y el silencio. El hisijasmo poco a poco se hizo un movimiento espiritual que consiste en autoconcentración, en el recogimiento, la nipsis y la oración incesante, principalmente la oración del corazón o la invocación del nombre de Jesús: «Κύριε Ιησού Χριστέ, Υιέ του Θεού, ελέησόν με. Kirie Jesús Cristo Hijo de Dios, eleisón me».
Toda la vida del Yérontas es caracterizada por la continua fuga al desierto. Uno diría que el Yérontas nació con el irrefrenable anhelo por la hisijía que no le había borrado nunca. Desde pequeño se aislaba buscando la hisijía. A menudo subía a la montaña y quedaba en cuevas o trepaba en rocas. Imitando al Señor, “pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba” (Lc 5,16). Su principal elección era la vida hisijástica. Pero por economía de Dios su anhelo no fue cumplido por muchos años. Cuantos impedimentos se presentaron al camino de la hisijía, en vez de apagar su anhelo, lo encendían aún más. Los años de ascesis en el kinovio (monasterio cenobita), en el idiorítmico y en Stomio, en realidad era una preparación para la hisijía.
En la santa montaña Sinaí disfruto de la hisijía, disfrutó de los frutos de ella y se enriqueció espiritualmente. Vivió la vida angelical, como no encarnado y adaptó su vida hacia el santo desierto y sentía el consuelo de este. Vivió los misterios y las altas situaciones espirituales y tenía oración incesante.
En una epístola suya desde la Skiti de Ibiron explica 8-5-66: “No sólo he cortado la correspondencia sino también evito todo encuentro. Cuando más lejos de los problemas del mundo me vaya, tanto más podré ayudar el mundo por sus problemas, porque el esfuerzo no será humano, sino el mismo buen Dios estará interviniendo en los problemas del mundo, sin transgredir el libre albedrío o libre voluntad del hombre”.
En la Skiti “Santa Cruz” continuamente aumentaban los peregrinos. Tomó las medidas adecuadas para asegurarse de la hisijía. Valló el lugar y otra vez cortó la correspondencia. Escribe: “Como monje hisijasta, mi vida no tendrá sentido si mantengo la correspondencia. Tendrá sentido cuando me acuerdo y oro continuamente para el mundo. Ahora en invierno tengo la hisijía que hace falta. El verano no puedo tener más hisijía, por causa de los estudiantes sobre todo”.
Su gran agapi incondicional no le permitía vivir acontecimientos tabóricos y ser indiferente para el hombre sufridor. Para salirse de este estado y hablar con los hombres hacía un gran esfuerzo. Pocos entendían su sacrificio para dejar su anhelada hisijía y ocuparse de los problemas de los hombres. Esta era su lucha vitalicia. Vivir en hisijía y ayudar a los hombres.
El iluminado por Dios, Yérontas Paísios, con discernimiento combinaba perfectamente la hisijía y la diaconía. Combinación certera de hisijasta y de guía espiritual. Parecía a los antiguos luchadores que utilizaban sus armas con las dos manos, por eso se llamaban amfoterodexii. Valoraba de la mejor manera la hisijía y, cuando las circunstancias y la voluntad de Dios le llevaban entre los hombres, abría sus almacenes espirituales y como buen repartidor de alimentos, como otro Josué, alimentaba con los alimentos que había recogido en el desierto, el abriendo pueblo de Dios.
Lograba vivir de forma hisijasta, a pesar de que le visitaban mucha gente y a veces le ahogaba fuertemente la gente. Le ayudaba su programa hisijasta, la experiencia y su gran discernimiento que economizaba todo y a todos. Así también el mismo se ayudaba y reposaba y consolaba la gente.
Decía: “Puedo hablar, relacionarme con la gente, pero después quiero estar solo”. En su yo más interior y profundo era hisijasta. Incluso añadía: “Cuando uno no puede vivir en el desierto, debe intentar crear condiciones hisijasta en el lugar donde vive. Que nos cuidemos en cortar nuestros pazos y allí donde estemos será el desierto. A mí me gustaría ahora, en lo últimos de mis años, vivir en Athos con “los ascetas desnudos 48, ¿pero puedo? , “el espíritu está dispuesto y pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,41). Por la noche quiero estar solo y por el día tres horas, lo siento como una necesidad imperiosa aislarme totalmente”.
48 Según la tradición athonita existen siete, según otros doce monjes que viven en una cueva de Athos y oran para todo el mundo. Cuando uno muere otro toma su lugar y así el número permanece estable. Fraudulentamente se llaman “desnudos”, porque están vestidos con viejas sotanas y no se preocupan por nada.
Mientras pasaba el día consolando a los doloridos, por lo menos buscaba la soledad nocturna. “Cuando tengo un invitado por la noche, no siento tanto la hisijía”, decía el Yérontas.
En verano desaparecía por unas horas en el bosque. Había limpiado algunos puntos y había hecho una choza pequeña provisional de plantas pluma. Leía el Psaltiri (Libro de los salmos), hacía komposkinis y retornaba al Kalivi donde esperaban muchas psiques para verlo.
Quizá uno piense: “¿Qué tipo de hisijasta era el Yérontas, si todo el día hablaba con los hombres?
“Existe hombre que habla todo el día hasta las vísperas y también mantiene silencio; por lo tanto, si no es para beneficio de los demás, no habla” (Abad Pimén, Apotegmas de los Padres).
En la hisijía alababa a Dios y conversando con los hombres los conducía a Dios. Pero como amigo y amante de la hisijía, siempre echaba de menos el desierto. Por eso los últimos años repetidas veces intentaba retirarse en un lugar desierto por algún tiempo, pero encontraba impedimentos. Cuando visitó Sinaí, quería quedarse para tener hisijía, lo mismo también en Tierra Santa. Pensó también en los Meteoros y en otras partes, pero en todas partes encontraba impedimentos. Últimamente rogaba a Dios que le haga digno de vivir dos o tres años al desierto antes de llevarlo de esta vida. Buscaba con uno o dos padres instalarse a lo más interior del Monte Athos, pero todos sus intentos fracasaron. La voluntad de Dios era permanecer en su Kalivi y ayudar al mundo, tal y como claramente Dios le informó dos veces.
Después de la información de arriba de recibir hombres, y el empeoramiento de su enfermedad, estaba muy débil para volar como un pájaro en desiertos lejanos. Se conformó vivir auto-delimitado en su Kalivi y parecía “como un gorrión solitario” o como “una tórtola en soledad o en el desierto”.
Vivía como en un profundo desierto, porque su corazón había quedado desierto de los pazos y había adquirido la noerá hisijía del corazón. Había alcanzado un estado que podía estar simultáneamente “con la multitud y a la vez solo”. (Filocalía t.4 pág. 20). Había logrado lo “hazte amigo de todos los hombres y solo en tu diania (mente, intelecto, cerebro). Permaneció “por un lado inamovible del corazón entre los hombres, por otro lado, en su interior tratando con Dios” (Escalera 31, 43). Podía ya desde muy pronto cuando quería oír sin escuchar o no oír, ver o no ver.
En el invierno de 1959 cuando estaba en Kónitsa le visitó un soldado. Le encontró enfermo en la cama y le dijo: “Estás enfermo Páter y además estos niños no te dejan tranquilo en paz”.
-¿Qué niños?… A,… ahora los he oído. No me había fijado que estaban.
El soldado entendió que al estar hundido a la oración no escuchaba las voces de un grupo de niños que estaban jugando y levantaban el mundo con sus voces.
Narró el Yérontas: “Estaba viajando hacia la Tierra Santa y el que me ha transportado con el coche me preguntó de qué camino iremos.
-¡Qué, daremos la vuelta del mundo! Le dije, por dónde es más cerca. Y mientras avanzábamos me dijo.
-He aquí, Yérontas, por eso no quería que pasásemos por aquí, porque pasamos por una playa de nudistas.
-Te digo la verdad, no he visto nada. He visto algo como sombras moviéndose”
Cuando buscábamos un lugar desierto fuera de Athos, le fue indicado al Yérontas una cueva bella en un lugar tranquilo, pero le dijeren que a poca distancia pasa una carretera y hay ruido de coches. “Este ruido no me molesta”, dijo. “Puedo, cuando quiero oír y no oír, ver los coches o no verlos. Otro ruido es el pero, cuando intentan meterme y liarme en varios temas”.
Pero decía que al principio “la hisijía, lejos del mundo, rápidamente trae también la hisijía interior en la psique con la ascesis y la oración incesante y entonces ya el hombre no es molestado del ruido exterior”. (Cartas, pág. 117)
Por su experiencia hisijasta el Yérontas decía: “La hisijía sola es oración”. Para un Monasterio hisijástico en el mundo decía que progresan, porque aman la hisijía y viven en períodos sin distraerse cierto tiempo en cabañas pequeñas. Realmente según san Isaac el Sirio “la hisijía es el sumo perfeccionamiento” y “la obra digna y honrada de la hisijía se convierte en puerto de misterios” (San Isaac el Sirio logos 23 y Carta 3)
La hisijía es buena pero necesita que luchemos por ella, hacer también las obras de la hisijía. Decía característicamente: “¿En qué me ayudará a mí la hisijía, cuando tengo conmigo la radio? Al eremita para que le ayude el desierto, debe ser o hacerse bueno 57. Tal y como las frutas dulces en lugar sin agua no se hacen más dulces, en cambio las amargas se hacen más amargas, así también, el bueno en el desierto se hará más bueno, en cambio el vicioso se convertirá más vicioso. 57 Y san Juan el Clímaco, 27,5 prohíbe a los viciosos o a los que tienen «pazos«, vivir solos en la hisijía: “De los que están molestados y dominados por la ira y los resentimientos, de la hipocresía y la altanería o vanagloria, nadie se atreva acercarse a la hisijía jamás”. Hay algunos que quieren la hisijía. Encuentran un kalivi tranquilo y después caen en la negligencia e indiferencia y de vez en cuanto leen también algún libro”.
Narraba también lo siguiente: “Antiguamente, cuando Vatopedi era Monasterio idiorítmico, dos padres quedaron de acuerdo en ir al desierto. Tomaron una Kelia. Uno era luchador. Toda la noche estaba en vigilia. El otro se dormía, y por encima se molestaba por las luchas de su compañero asceta y le decía: “¿Qué haces toda la noche y no estás quieto? Lo lees y no lo entiendes esto que dice el Psaltiri: “Y en la noche contra tuyo” (Es decir, estás contra mí, porque no me dejas dormir por la noche). De esto se ve que en realidad uno fue al desierto para vida espiritual superior y el otro para vida carnal superior, para comodidad”.
Incluso recalcaba: “¿Los que viven hisijásticamente, sacan provecho de la hisijía y del silencio o conversan con los loyismí? Si conversan con los loyismí son más charlatanes que los charlatanes. Porque al charlatán le observan y le recriminan y poco a poco se va corrigiendo, en cambio el otro tiene incluso la impresión de que es hisijasta y se hace mucho mal a sí mismo. Para ser hisijasta se debe tener noerá oración del corazón”. En efecto, este es el objetivo de la hisijía. “La obra o trabajo conciso de la hisijía es la permanencia en la oración, (San Isaac el Sirio, Logos 86).
Según el Yérontas para que uno vaya al desierto hacen falta unas condiciones. O que vaya para ser subordinado a un Yérontas o pasar por la obediencia en un monasterio Kinovio cenobita. Decía: “Si un monje joven se va solo a vivir en la hisijía por su voluntad sin seguimiento, si no se endemonia, progreso no tendrá de todos modos”. Un monje joven que le pidió ir al desierto, lo negó diciendo: “Ahora no puedes vivir solo en la hisijía”.
Aconsejaba el Yérontas a un monje Aghiorita que vivía solo en Kelia, que se estaba perdiendo en preocupaciones vanas e inútiles y no encontraba consuelo espiritual y reposo: “Toma la Filocalía y el komposkini y sal allí a los castañedos”.
En la pregunta, cómo uno podía hacer vida hisijasta hoy en día en Athos, respondió: “Es posible, cuando vive en la postergación y en el anonimato y no crea relaciones de toma y daca con los mundanos”.
San Paísios ayudó a Padres que reunían las condiciones de hacer vida hisijasta. Gracias a él fueron reconstruidas muchas celdas y se edificaron cabañas hisijastas.
Este es el espíritu hisijasta vivió y transmitió el Yérontas. Tenía grandes expectativas y muchas esperanzas sobre el hisijasmo y creía que “por el hisijasmo provendrá el renacimiento de la Iglesia”.
B 1,15 Nipsis
- Νήψηs (nipsis) Sobriedad, su principal interpretación es sobriedad, o sea, el estado aquel que es contrario a la embriaguez.
Metafóricamente en el lenguaje y escritura ortodoxos, es la sobriedad espiritual, lucidez, vigilancia y alerta que se expresa por la actitud del cuidado y la vigilancia, donde el hombre inspecciona y cuida su pensamiento interior y su fantasía o imaginación. A la vez supone inspección y vigilancia del corazón y del nus. La nipsis depura la oración y la oración purifica, clarifica la nipsis.
San Hisíjio en la Filocalía nos describe algunos métodos de la nipsis: 1) Un método de nipsis es examinar frecuente y atentamente la fantasía del malo y astuto loyismós; es decir, el “ataque o asalto”, porque el satanás sin la fantasía no puede crear loyismí y presentarlos al nus para engañarlo. 2) Otro método es mantener el corazón siempre en profundo silencio e hisijía, alejado de todo loyismós, y orar. 3) Otro método es rogar, suplicar continuamente al Señor Jesús Cristo con humildad para que venga en nuestra ayuda. 4) Otro método es tener ininterrumpido el recuerdo de la muerte. 5) Sobre el importante método que consiste en mirar sólo al cielo considerando a la tierra como nada, que es también una práctica tan eficaz como otras, hablaré al respecto más extensamente en otro momento. Todas estas prácticas, querido mío, son como porteros terribles que impiden los pensamientos malignos y viles.
Metropolita Ieroteo Vlajos: «Hablando sobre la nipsis ortodoxa entendemos la alerta y atención del hombre en mantener limpio su nus de varios loyismí (pensamientos, reflexiones) e imágenes, fantasías que mortifican su libertad interior y su claridad, limpieza y le separan de la comunión con Dios que consiste en la gnosis (conocimiento increado) de Dios. En el corazón se debe de encontrar sólo el nus, la atención y su energía y no los loyismí. Esta nipsis es llamada por los Padres de la Iglesia también como “santa hisijía” o santa serenidad o serenidad cardíaca (del corazón psicosomático)».
La nipsis es el camino para la adquisición de cada virtud y los mandamientos-logos de Dios.
Si es difícil para uno generalmente hablar sobre el Santo, es casi inalcanzable poder referirse uno sobre el trabajo interior del Santo. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá” (Jer. 17,9).
Aquí apuntaremos unas mínimas cosas sobre su nipsis (alerta, vigilancia y atención).
Desde laico era un trabajador níptico. Tenía cuidado con las relaciones, con los loyismí y sus sentidos. Cada día hacía su autoexamen. Había impuesto una condición en sí mismo de no mirar mujeres a la cara. Una pariente suya se quejó a su Madre de que no la saludó, en cambio en realidad era que no se había fijado porque su loyismós y sus ojos estaban girados hacia otro lado.
No acudía a los café bares y evitaba las diversiones mundanas. “Una vez”, nos comentó, “en una casa había una fiesta. Yo me dormí en el pajar.
Hacía mi oración como si estuviera en la pesebre, y estaba pleno de alegría”.
“Cuando fui al Monasterio”, dijo una vez, “comencé haciendo mucha oración. Pero no me vigilaba ni examinaba tanto a mí mismo. Pasó un poco tiempo y me digo: algo no va bien. Entonces entendí que me faltaba la nipsis, el continuo examen y control de mi mismo. Al principio hace falta más atención que oración. No beneficia la oración si no hay nipsis. Debe nuestro sí mismo estar continuamente en nipsis. Observar cada movimiento nuestro. Más que la oración y el estudio de sí mismo ayuda la observación del sí mismo, la atención y vigilancia (nipsis).
Para cultivar la nipsis el Yérontas, trabajaba en pankinés (son trabajos comunes que participaban todos los monjes del Monasterios) siempre a un lado en silencio. Cuando venía de Katunakia a Dafne (puerto de entrada y salida al mundo), esperaba en las rocas solo, hasta que llegase la hora de retorno. De “Panaguda” subiendo a veces a Kariés (capital), prefería un sendero desconocido y en horas que no encontraría ni se cruzaría con hombres. En el camino llevaba el komposkini y decía la oración o “estudiaba sin libro”, es decir, algo que había leído lo pasaba de su cerebro.
Tenía trabajo interior espiritual, “la única que recompensa Dios”. Su corazón estaba ardiente por la memoria de Dios. Su nus estaba lúcido, claro y atento: fácilmente era arrebatado y se escapaba de las cosas mundanas o cósmicas a las extracósmicas.
Visitaron al Yérontas dos jóvenes amantes de los monjes sobre la puesta del sol. Había cerrado la puerta y había comenzado sus cosas espirituales. Los abrió, sentaron en el Arjontariki (sala de visitas) y le hicieron varias preguntas. Respondía en breve pero su nus estaba en otra parte, cautivado de Dios. Estaba algo así como extático. Hablaba, pero vivía y pensaba en otra cosa.
Por la experiencia y el continuo trabajo níptico, su nus rechazaba fácilmente los loyismí malignos y los transformaba en buenos y divinos. En su interior había hecho “una fábrica que sacaba buenos loyismí”, según su expresión. Creía que “un buen loyismós tiene mayor fuerza que el ejercicio espiritual-ascesis más difícil. Nuestros loyismí muestran nuestro estado espiritual”. Decía sobre los estadios de los loyismí: “Uno que trabaja para sí mismo, no ve los errores de los otros. El hombre espiritual lo ve todo claro y bien. Al principio lucha para no criticar, ni mal juzgar y condenar. En el segundo estadio intenta traer el buen loyismós contra el loyismós del mal juicio, crítica; y al tercer estadio interpreta todo bien. Entra la agapi y la humildad. Cuando la psique se ha purgado y expiado, entonces no se esfuerza en hacer loyismí de derecha (buenos), pero tampoco vienen los de izquierda (los malos), es decir, las cosas que por la psique se ven como censura y crítica ella las ve bien.
“En los asaltos de los loyismí”, decía, “el mejor tratamiento es el desprecio, no darlos importancia. La conversación con el loyismós es peligrosa, porque aunque se reúnan cien abogados, no pueden salir victoriosos con un tankalaki-diablillo pequeño.
Sobre la fantasía aconsejaba que evitemos a cultivarla. Sólo si queremos expulsar alguna fantasía pecadora, entonces traemos santos iconos en nuestra fantasía, en nuestro nus, el Juicio, la Crucifixión, etc., de otro modo lo aprovechará la tentación, el tankalaki.
Cuando viajaba en el autobús y había ruido, salmodiaba en voz baja y aplacaba el ruido. En la Skiti de Ibiron le visitaba continuamente el Yérontas M. que quería conversar con él. El Yérontas le escuchaba de pie y silencioso y en su interior decía la noerá oración del corazón o de Jesús. El otro se cansaba de hablar y se marchaba. El Yérontas no interrumpía su trabajo níptico ni hería a su hermano. Viendo su estado en general decía: “Me preocupo y me entristezco que muchos monjes jóvenes no han aprendido a ganarse el pan solos”. Quería decir que no aprendieron los trabajos básicos de los monjes, para que sean alimentados espiritualmente y progresen. Uno de estos trabajos es la nipsis, interesantísima e imprescindible para nuestra sotiría redención, sanación y salvación. Pero conociendo la dificultad del trabajo fino níptico para los jóvenes y especialmente para los monjes sensibles, decía con discernimiento: “El principiante que emprende un trabajo fino para sí mismo, se vuelve loco como el contable primerizo que entra en una empresa enorme. Aconsejaba que se ocupase primero de sus faltas y debilidades gruesas o grandes.
Recalcaba con ejemplos el gran valor de la nipsis: “Es necesaria mucha atención. Veo hombres que no han sido cuidadosos en sus vidas y hasta la vejez son los mismos, aunque se hayan hecho monjes. Si uno, digamos, quiere ir a un sitio, por ejemplo a Kariés (capital de Athos), y está despistado, toma otro camino y sin darse cuenta acaba en otra parte. Así sucede también en la vida espiritual, cuando no tenemos nipsis. Comenzamos de una parte y desgraciadamente acabamos en otra. Como Pitsos que se fue para ser mecánico, y finalmente resultó a ser fabricante de monedas. Cuando no hay nipsis, en principio afloja nuestro loyismós, después el cuerpo y luego el hombre entero, y ya no tiene ganas para hacer nada, ni trabajo manual, ni tampoco espiritual. Por eso aflojamos; nos falta la nipsis”.
Le preguntaron los estudiantes del último curso de la academia Athoniada (de Athos), qué deben tener más cuidado en sus vidas y respondió: “Prestad atención en vuestra vida a las pequeñas cosas y acontecimientos diarios. Os sentáis cómodamente en el sillón y pensáis que esto no es malo o no es pecado y decís “no pasa nada”. No importa si comemos algo más o si pedimos comida buena. No molesta si dormimos un poco más. No importa que haya hablado un poco bruscamente a mis padres o a otra persona… Todo lo vemos como pequeño error y lo justificamos. Pero al no tener cuidado en los pequeños errores entonces en los errores grandes también diremos “no pasa nada”. No debemos dejar el cuerpo suelto porque influye al espíritu. Debe haber prontitud y alerta.”
Aconsejaba el Yérontas a un monje que se cuidaba en el servicio a los peregrinos y se olvidaba de la oración del corazón o de Jesús y estaba en desgana: “Ten siempre en tu Kelia un libro abierto y cuanto entras, echa una ojeada, y ten siempre un komposkini pequeño en tu mano para poder decir la oración y así no te olvidas”. Estas cosas las había probado y aplicado el mismo.
La conciencia del Yérontas se había afinado y no toleraba que algo la molestara y pesara; era sensible y denegaba el pecado, pero sensible y receptiva de la jaris (energía increada gracia). Decía que un monje principalmente es conciencia afinada. Nuestra conciencia debe convertirse fina como el papel de fumar. La sensibilidad se parece al “pan de oro” de los iconógrafos. Valiosa, pero hace falta mucha atención y cuidado. Apenas la tocas, desaparece. Si no tienes sensibilidad se quedará en una práctica seca y dura, hagas lo que hagas. Pero debes tener también la fuerza de controlar y examinar esta sensibilidad, porque de otro modo te estarás ahogando. Sensibilidad tienen también las mujeres; pero la mayoría se pierden dentro de sus miserias y pequeñeces, porque no tienen la fuerza necesaria e imprescindible.
El Yérontas no sentía su conciencia limpia, tranquila y reposada, si no comenzaba la oración y la lucha. Intentaba a no herir ningún ser humano, porque decía: “Si un hombre queda herido, tendré que ir a Atenas tocando las puertas una detrás de otra hasta encontrarlo. Y cuando lo encuentre, arrodillarme ante él y decirle: “Perdóname, hermano mío, porque te he herido”. Sólo después de esto puedo orar.
La nipsis siempre es imprescindible para el monje. “Al principio recoger su nus en su interior, y después no caer en engaño”. Sin nipsis los ataques o asaltos de los loyismí se desarrollan en pazos y “el hombre resulta siempre almacén de los pazos.
Especialmente recalcaba: “Si no nos observamos, ni auto-examinamos a nosotros mismos y no nos auto-reprochamos, auto-condenamos, aunque vivamos mil años nunca trataremos de rectificarnos, sino que formaremos una imagen falsa sobre nosotros mismos, de modo que el día del Juicio tengamos exigencias paradójicas de Dios”.
“En cada una de nuestras operaciones y praxis debemos preguntarnos a nosotros mismos: “Bien, a mí esto me da reposo, ¿pero a Dios le reposa y le agrada?” Si olvidamos hacer esto, olvidamos también a Dios”.
Dirijámonos y volvámonos, pues, a nosotros mismos completamente hacia Cristo y cómo verá CristoDios cada una de nuestra praxis y nuestros movimientos por pequeños que sean y no en cómo serán visto por los hombres”.
¡Tanto valor y peso daba el Santo a la nipsis, de modo que nos lo ha dejado como legado y acervo. A un monje que le preguntó, antes de su dormición, qué debe tener más cuidado, le dijo: “La εὐλάβεια evlavia (devoción o piedad) y la νήψη nipsis, atención y vigilancia de sí mismo.
B 1,16 La oración – Su regla.
La lucha más esencial del Yérontas era la adquisición de la oración. Creía que su diakónima-servicio era la oración.
Otros ejercicios-ascesis eran para ayudar a la oración. Según san Isaac el Sirio, obra admirables es: ”Bienaventurado es aquel que todas su praxis corporal la ha transformado en el esfuerzo de la oración” (San Isaak el Sirio, Logos 23).
Probó todas las formas, modos y tipos de oración. Desde que era laico leía el oficio y practicaba la oración. Como monje joven participaba sin faltar en el culto común y aprendió el orden y el tipikón o canon. En Stomio no dejaba nada de lo dice el tipikón. Su oficio duraba cinco horas cada día, además del canon.
Más tarde el Yérontas aconsejaba a un joven monje que se fue solo a una celda a dedicarse con celo a la noerá oración del corazón o de Jesús, que lea también el oficio, porque después estará viendo el komposkini y estará temblando. Cosa que desgraciadamente sucedió y además tuvo consecuencias dramáticas. La oración es comida fuerte y dura, pero algunos tienen necesidad también de la leche.
Daba importancia grande a la disposición del nus. Aconsejaba por su experiencia cómo valorar en los momentos libres la oración: “Para que la vida espiritual sea fácil, no debemos presionar y tensarnos a nosotros mismos sino preguntar a nuestro nus: “¿Quieres hacer el oficio? ¿Quieres leer el Psaltiri, o quieres que hagamos un paseo diciendo la oración del corazón o alguna súplica con penitencias o prosternaciones?. Así no se cansa, porque lo que se hace se realiza con buena disposición y ánimo.
»Pero cuando nuestra psique está indispuesta y no podemos hacer prosternaciones, hagamos la oración del corazón sentados, leer o hacer lo que nos atrae. El niño, cuando está desganado, no puedes obligarlo a comer. Lo das lo que quiere. Después cuando se ponga bien, come también garbanzos. Así también la psique. En la oración debe participar todo el corazón. Las cosas espirituales hacerse con el corazón. La insignia espiritual se da sólo con la entrega espiritual, mediante el sacrificio.
“Para que uno pueda orar hace falta preparación. La oración es también la comunión, conexión con Dios, el orante recibe la jaris de Dios de otra manera. Tal y como en la divina Comunión o Efjaristía toma la Perla, en esta comunión tiene el fuego divino”.
El estudio de libros espirituales concentra el nus, calienta el corazón y prepara para la oración. “Por la noche”, decía el Yérontas, “antes de hacer el canon, es necesario el estudio, porque el nus está lúcido y descansado”. Especialmente “el estudio del Evangelio es imprescindible para la santificación de la psique, aunque no entendemos el sentido y significado completamente. Que leamos libros jugosos, como san Isaac el Sirio. Uno lee una frase y es capaz de alimentarlo una semana, un mes con las vitaminas espirituales que contiene. Hoy en día veo que muchos que leen, sienten una satisfacción pero no le tocan (no les remueven) las cosas que leen y no queda nada. Las pasan así a la ligera, “el agua pintada no quita la sed”, dice san Isaac el Sirio. Me acuerdo que leía un poco de textos Patrísticos pero los estaba apuntando, hacía comparación con los santos Padres, veía cuán lejos me encontraba yo y me veía a mí mismo como en espejo. Por costumbre los jóvenes leen libros teológicos. ¡Qué vas a decir! Es como si tuvieras una caldera de calabazas y dentro dos o tres trozos de carne. Así está la teología hoy en día. De vez en cuando, apenas encuentras algo patrístico”.
La salmodia era el elemento característico en su vida. Amaba la salmodia a pesar de que la consideraba oración imperfecta. Hacía de salmista o cantor en las vigilias comunes y en la Divinas Liturgias de su Kalivi.
Musicalmente, aunque tuvo la oportunidad, no quiso aprender música. Pero salmodiaba normalmente con dulzura, devoción y entusiasmo. Tenía sentido y sensibilidad musical. Se sacudía entero, se convertía entero divinizado, su voz salía del corazón, te transportaba al cielo. Tenías la impresión de que se encontraba ante Dios de las alturas. Amaba algunas psalmodias o troparios que las sabía de memoria: El “Dínamis potencia o fuerza” de san Nilos, el “Axión estí, merecido es” del Papanikolaos, el sonido en d´, el “Querubínico” de Fokás el sonido en d´, el “Confesaos al Señor”, el “Desde mi juventud”, los lentos “Señor Dios”, las “Sociales” el sonido en b´, los troparios lentos, los troparios dogmáticos Zeotokia, etc. Decía: “Si en una vigilia decimos también algunos cantos lentos, esto transmite majestuosidad.
Aconsejaba el santo Yérontas: “Cuando nos entristecemos, nos oprimimos y nos afligimos debemos salmodiar”. La salmodia expulsa el diablo, porque es a la vez oración y desprecio de la tentación. Cuando vienen loyismí (pensamientos, reflexiones o ideas) blasfemos no digamos la oración, porque así abrimos un frente con el Diablo y nos ataca más fuerte; salmodiar, cantar cantos o salmos divinos y con este desprecio el diablo reventará”.
Además de la salmodia, tenía ininterrumpida también la doxología: “Doxa-gloria y gracias a Dios, doxa a Dios”, decía desde su corazón y lo repetía muy a menudo. Era un desbordamiento de gratitud hacia el Señor.
Recomendaba: “Mejor que evitemos las oraciones autocompuestas por nosotros, al no ser que sea un estallido del corazón”.
Descansaba al estar orando y bendiciendo sólo en su kelia; pero cuando participaba en vigilias comunes co-salmodiaba. Otras veces seguía silencioso y después se hundía en sí mismo, decía la oración y entonces estaba y no estaba presente. No contaba la oración por horas, en cuántas letras diremos o cuántos komposkinis haremos. Principalmente le interesaba que sea pura y lúcida, que llegue a Dios y produzca frutos. “Las otras cosas”, decía, “son para empujar la noche y decir o jactarnos de que hemos hecha tantas horas de vigilia o tantos komposkinis”.
El Yérontas amó y cultivó especialmente la oración “«Κύριε Ἰησοῦ Χριστέ, ἐλέησόν με Kirie Iisú Jristé eleisón me, Señor Jesús Cristo, compadécete o apiádate de mí”, que es lo primero que aprendió desde niño de su madre. A partir de irse a Sinaí y después, la monóloga noerá oración del corazón o de Jesús, con algunas excepciones, sustituyó todos los oficios; se le hizo respiración, alimento y placer. Había alcanzado en estado “de estar sumido su nus en la oración del corazón o de Jesús” y que continúe también cuando estaba dormido.
Insistía mucho para no ser interrumpida su oración continua. La decía también en su trabajo manual y en el camino y también cuando estaba con hombres; siempre y en todas partes. Haciendo trabajos manuales, dejaba un poco el trabajo, se arrodillaba en una parte tranquila, y se sumergía en la oración del corazón hasta que algún visitante voceando le hacía volver. Su posición acostumbrada era estar arrodillado con las manos y su cabeza pegados al suelo. Por las muchas horas de estar arrodillado sus rodillas se dañaron y con dificultad le mantenían en pie en las bajadas.
Consideraba normal que el monje se dedicara a la oración del corazón o de Jesús «Κύριε Ἰησοῦ Χριστέ, ἐλέησόν με Kirie Iisú Jristé eleisón me, Señor Jesús Cristo, compadécete o apiádate de mí”. Un monje joven dijo al Yérontas que se cansa su cuello, cuando lee sólo el oficio. “Tenemos también el komposkini”, respondió, para incitarlo a la oración de Jesús. Decía: “El nombre de Cristo es pantodínamo omnipotente. La oración de Jesús es un arma terrible contra el diablo. Antes de la oración debemos confesarnos a Dios, ya que primero decimos o confesamos nuestras cosas al Yérontas, y después la oración del corazón. Así cada día comenzamos bien, ponemos principio bueno. No se debe decir la oración de prisa – el komposkini de 100 nudos no menos de un minuto y medio- porque entonces sentimos la oración, igual que cuando comemos de prisa, no saboreamos la comida, ni tampoco muy lentamente”.
En la pregunta: “En qué nos ayudará la oración?”, respondió: “La percepción y sentimiento de nuestra pecaminosidad y el agradecimiento por las donaciones o regalos de nuestro Dios nos hacen decir la oración con filótimo buen ánimo, buena disposición y pundonor no mecánicamente. Después se convierte en hábito. Cuando conocemos nuestro sí mismo y pensamos nuestra ingratitud, entonces tendremos buena gana de querer decir la oración. Cuando nos despertamos, mientras que en nuestro sueño decíamos la oración del corazón, y continuamos diciéndola despiertos, eh, entonces comienza el dulce amanecer espiritual”.
Quería que la ascesis acompañe la oración del corazón o de Jesús. Las señales exteriores que se refieren los Padres en la Filocalía las consideraba sólo como auxiliares; tales como es la banqueta, la oscuridad, la inclinación de la cabeza, la respiración, etc.”, decía, “yo enciendo velas y oro”. Si estas cosas se enfatizan exageradamente, pueden provocar perjuicios y daños psicosomáticos o conducir al engaño. La respiración, cuando es conectada fisiológicamente con la oración de Jesús, no técnicamente, la aceptaba.
Hacía constar los peligros de las desviaciones durante la práctica en el ejercicio de la oración de Jesús o del corazón, pero recalcaba también la finalidad de ella, diciendo: «Ahora la oración del corazón o de Jesús está de moda. Algunos creen que la oración es el nirvana y se sientan diciéndola, sin acordarse de nada más, para calmarse. Hacen un intento de orar y les duele la cabeza. Dicen la oración como si fueran cuerda (de reloj); ¿entonces qué, somos relojes?, ¡tik-tak, tik-tak! Pero así no se hace el despojamiento del viejo hombre. Debemos decir la oración con sentido y contacto consciente a CristoDios. El reconocimiento de nuestros errores es una cuestión grande para Cristo. Nos lo pide. Sólo no debemos perder nuestra esperanza.
»Nuestra finalidad y propósito no es adquirir la oración incesante, sino despojar al viejo hombre. Dirigirnos hacia nuestro interior, conocer nuestro sí mismo y luchar para expulsar y alejar nuestros pazos. Y observando a nuestros pazos pedir la ayuda de Dios. Así después queda también el hábito de la oración incesante de Jesús. No debemos intentar adquirir la oración del corazón o de Jesús mecánicamente.
»No debemos aburrirnos diciendo la oración del corazón. El Cristo es complaciente habla continuamente con nosotros y nosotros permanecemos indiferentes. Cuantas veces, uno ora o habla con Cristo, nunca se arrepiente de haberlo hecho.»
Es imposible para uno hablar sobre la oración del Yérontas, porque sus senderos espirituales son inconsiderables e inexpresables. ¡Cómo serían descritos los vuelos espirituales y las elevaciones de su nus, ya que los desconocemos totalmente! Lo poco que referimos, muestra tenuemente su trabajo espiritual, pero no revelan totalmente la medida, ni su estado espiritual.
Dijo una vez a un monje: “Yo a tu edad estaba cada noche de fiesta”, dando a entender que su oración nocturna, es un “trabajo placentero”. 3 «Escoje para ti mismo el trabajo placentero de agripnía (vigilia o en vela) continua por la noche, en la que los Padres se han despojado todos del antiguo o viejo hombre, y se han hecho dignos de la restauración y renovación del nus. En estas horas la psique siente aquella vida inmortal, y en este sentido se despoja de la prenda de la tiniebla u oscuridad y recibe el Espíritu Santo» (San Isaac el Sirio epístola 3).
Una vez estaba orando arrodillado en el bosque y le picó un escorpión, pero no interrumpió su oración.
Fácilmente y muy rápido era transportado su nus a la oración, perdía su contacto con el ambiente y estaba como si no existiera. Incluso cuando viajaba con el coche o se encontraba con otros, decía en su interior la oración, «estaba entero absorbido en Dios, se hacía uno con Él», tal como afirman los testigos presentes.
El sabio y virtuoso monje Atanasio del monasterio Ibiron, una figura destacada de la Santa Montaña, decía al padre Atanasio de Stavronikita (monasterio de Athos): “Cuando me muera dile al Padre Paísios que rece por mí. Que agarre a la Panaghía de su vestido y que le ruegue: «Salva al Atanasio…»”. El Yérontas entonces era mucho más joven y desconocido por muchos.
***
El Yérontas, ya que se había hecho muchas pruebas a sí mismo, intentando aplicar lo que escriben los libros ascéticos y siendo aconsejado de Yérontas experimentados concluyó un tipikón canon, regla. Según las fuerzas, la edad, el tiempo y el lugar que se ejercitaba, ajustaba también su tipikón o canon. Decía que “el monje” debe entrar en un canon monacal. Cada diez años debe hacer una revisión de sus fuerzas y regularse a sí mismo en la ascesis adecuada. Cuando uno es joven tiene más necesidad de dormir y menos descanso. Cuando envejece, le hace falta más descanso y menos dormir. La costumbre tiene una fuerza grande. Algo que el organismo se acostumbra aunque sin tenerlo necesidad, cuando venga la hora adecuada lo pedirá y lo buscará.”
Su tipikón canon era más o menos de la siguiente manera: a las 3 de la tarde (9ª bizantina) hacía la Novena y Vísperas, y después comía algo. Luego hacía komposkini y después descansaba. Antes de medianoche se despertaba y comenzaba el canon y a continuación su Oficio litúrgico con komposkini. Cuando terminaba, descansaba un poco, y después al amanecer comenzaba otra vez las tareas espirituales. Cuando no estaba distraído por el mundo, hacía cada Hora en su hora y entre tanto hacía también el trabajo manual diciendo la oración de Jesús o del corazón. Por una temporada descansaba inmediatamente después de la puesta del sol, toda la noche estaba en vigilia y después descansaba un poco por la mañana. Al mediodía no descansaba.
No es posible relatar el tipikón canon del Yérontas cuando era más joven estaba en ascesis en el desierto del Sinaí, porque “cualquier senda en él era la oración perpetua y eros inimaginables a Dios” 62(La vida san Juan Clímaco pág. 8), y hacía muchas horas de trabajo manual sin cansarse. Entonces no veía gente y estaba totalmente despreocupado y sin distracciones.
Cuando estaba en la skiti “Santa Cruz” leía solamente el exápsalmo, el canon Mensual y por la tarde el Teotokario de san Nicodemo. El resto de tareas las hacía con el komposkini. En la skiti “Panaguda” hacía tres komposkinis de 300 nudos a Cristo, uno a la Panaghía, uno a san Juan el Precursor, uno al Santo del Día y uno a su Santo. Después repetía para los vivos y otra vez la tercera para difuntos, y oraba también para casos especiales.
En sus últimos tiempos, a pesar de la gente que le hacían ocuparse de ellos todo el día, hacia más de 40 komposkinis de trescientos, además de su canon y su oficio litúrgico.
El Psaltiri (libro de los salmos) lo separaba en tres partes y lo terminaba en tres días. En cada salmo oraba para la categoría correspondiente de los hombres, de acuerdo de los casos que san Arsenio había separado los Salmos, y hacía memoria de los nombres. De esta manera no se cansaba de leer aún 6-7 párrafos continuos.
La Semana Santa de cada año, para poder participar más en los padecimientos de Cristo, los leía en los Evangelios. Desde la detención de Cristo hasta el Descendimiento de la Cruz, es decir, desde el Jueves Santo por la noche hasta el Viernes Santo vísperas no se sentaba, ni dormía, tampoco comía. Sobre todo decía vale la pena forzarnos a nosotros mismos en no comer estos dos días (Viernes Santo y Sábado Santo), a pesar de los tres día de la Semana Limpia. Sólo bebía un poco de vinagre para recordar el vinagre Soberano. Estos días no abría la puerta a nadie. Permanecía encerrado en celda y no tenías ganas ni de salmodiar. “Primera vez sentí una situación así”, dijo últimamente en la cabaña “Panaguda”.
El Yérontas no transgredía sin razón su tipikón canon. Lo cumplía con celo. Era un monje preciso. “Aunque me retuviesen cinco personas, mi canon no lo dejo”, decía. Es decir, cuando estaba muy enfermo, de modo que no pueda estar de pie, de ninguna manera dejaba el canon. Lo consideraba como un perjuicio y daño grande dejar deudas y no realizar los deberes monacales. “Aquel día estaba… (movía su cabeza dando a entender que no estaba bien).
En los últimos años que habían aumentado los visitantes y no le dejaban hacer en su hora las Vísperas, decía, “para no perder el oficio litúrgico, hago las Vísperas por la mañana y digo el tropario “Luz increada jubilosa…” en el momento que sale el sol”. A la vez estaba totalmente libre. A veces, cuando había una necesidad, lo sacrificaba todo gracias a la agapi. Hacía su vigilia no orando, sino co-padeciendo y consolando alguna psique fatigada, porque Dios “quiere misericordia y no sacrificio” (Mt 9,13).
Por el siguiente fragmento de una carta suya a un hijo espiritual, se ve en parte también el tipikón canon del Yérontas: “Para el programa que me están escribiendo, probad por un corto espacio de tiempo lo siguiente: Con la salida del sol comenzad con la Primera Hora. Un cuarto para la Hora, un cuarto prosternaciones y komposkini para los niños –“para todo hombre venidero al mundo”- para que sean guardados puros en el mundo, y para los que permanecen en castidad. Pero también está contenido nuestro sí mismo dentro de esto. Después sentado, otra media hora con la oración del corazón o de Jesús y así se cumple una hora después de la salida del sol y acaba la Primera Hora. Dos horas libres de desarrollo y provecho espiritual, estudio, oración, y si hay ganas también salmodia. Entiendo que libremente, cómodamente debe moverse la psique en la tarea espiritual o en algún trabajo manual que tiene.
»Después comienza la Tercera Hora, igual que en la Primera, con la diferencia de que está dedicada al clero y a las naciones que vengan en reconocimiento de la verdad. Creo que no es pecado que una diga, excepto al cuaresma, “Señor, o Su Santísimo Espíritu, en la tercera hora….”. Lo mismo después de la Tercera Hora otras dos horas libres para realización y provecho espiritual u otro trabajo imprescindible, y después lo mismo en la Hora Sexta, con la diferencia de que está dedicada al mundo, para que el buen Dios conceda metania. Después de dos horas lo mismo o descanso hasta la Novena, y después haced la Novena de la misma manera dedicada a los difuntos, y luego las Vísperas.
»Sobre la comida no digo nada, porque esto lo reguláis vosotros según vuestro aguante. Lo único es que uno no debe llegar hasta el punto de mareo, cuando no hay guerra, para poder tener claridad en combatir mejor, porque combate se hace contra los loyismí y en los inicios de la vida espiritual hace falta que el nus sea ayudado para que encontremos la verdad. Pero cuando el hombre encuentre la verdad, el Cristo, su lógica o razón ya no le hace falta. Lo mismo también cuando el hombre progresa, no le hace falta este tipo de claridad que me refiero, debido a que ya uno sale de sí mismo y se mueve fuera de la atracción de la tierra y es iluminado no del sol sensible, de creación, sino por el Demiurgo-Creador.
»Después de las Vísperas y el Oficio Vespertino, tres horas después de la puesta del sol dedícate a la oración; o junto con el Oficio vespertino (por la tarde) y tu canon completar las tres horas. Son las mejores horas para la oración. Después dormir seis horas y después Medianoche y Maitines. Podéis leer algo y después decir la oración del corazón. Para que no tengáis ansiedad o mirar la hora o estar atentos a los komposkinis, poned el despertador a sonar después de tantas horas que queráis estar orando.
»Intentad hacer aunque sea la quinta parte de lo que os escribo, a fin de no os crea ansiedad, para que no os pase como los pobrecitos terneritos, que si al principio los dificultan al yugo y perciben que quieren ponerlos el yugo para arar en la tierra, ellos se van corriendo».
De este tipikón canon vemos que el espíritu del Yérontas era mucha ocupación espiritual, pero con conformidad, a gusto y con buena disposición.
En otro discípulo suyo, que también estaba sólo ejercitándose, le dio en siguiente tipikón canon o regla, donde se ven también otros detalles sobre el canon monástico y la particular vigilia:
- Tipikón canon monástico
Cuando estamos en equinoccio (Marzo, Septiembre).
Hora 3 de la tarde (9ª en bizantino) Novena y Vísperas.
Hora 4 de la tarde: Cena, excepto Lunes, Miércoles y Viernes.
Oficio vespertino después de la puesta del sol.
Hora 3 de la mañana, despertar.
Hora 3-4 por la mañana: el Canon.
Hora 4 de la mañana: Oficio litúrgico.
Hora 11 de la mañana: comida, cuando toca comer solo una vez.
Hora 11-3 Servicio y trabajo manual.
- Canon monástico
- Un komposkini de 300 para el Señor con santiguaciones y pequeñas prosternaciones, hasta que la mano toque la rodilla. No molesta si se doblan un poco las rodillas. Ayuda también para que no se cansen las rodillas, y da un recogimiento y dilatación del corazón, porque con el arrodillarse mostramos nuestro culto a Dios.
- Komposkini de 100 nudos para la Panagía “Hiperaghía-Santísima Zeotokos salvame”, con pequeños arrodillamientos y santiguaciones, igual que antes.
- “Gloria… ahora y siempre… Aleluya (tres) Gloria a Dios tres veces, con tres grandes prosternaciones.
- El salmo 50 (Dios ten misericordia…) en voz baja prosternaciones grandes, las que hagan falta hasta que termine el salmo.
- Troparios hacia la Panaghía: “Bondadosa todos los proteges….”, “Toda mi esperanza…” etc. con grandes prosternaciones.
- “A ti se debe la doxa gloria, Señor nuestros Dios…” Doxología, en voz baja con prosternaciones grandes.
- “Es digno alabar la Zeotokos…” con grandes prosternaciones.
- “Gloria… ahora y siempre… Aleluya (tres) Gloria a Dios tres veces, con tres grandes prosternaciones.
Las genuflexiones pueden ser densas o dispersas según la disposición de cada uno.
Esta es la primera fase para nosotros mismos. Las mismas cosas las repetimos diciendo: “Kirie Jesús Cristo eléison compadécete de tus sirvientes” y “Santísima Zeotokos, salva tus sirvientes”. Oración para el mundo. Podemos hacer memoria también los nombres que tienen necesidad.
Lo mismo de nuevo por tercera vez diciendo: “Señor concede reposo a las psique de tus sirvientes” “Santísima Zeotokos, ayuda a tus sirvientes”.
Al final hacemos un komposkini de cien para el Santo del Santo Monasterio. Después leemos el oficio litúrgico y luego descansamos un poco.
El monje antes de dormir debe cruzar sus manos al pecho y decir troparios fúnebres para que se acuerde de la muerte.
El canon del monje del gran Hábito son 300 genuflexiones y 12 komposkinis de cien nudos, el de pequeño hábito 150 prosternaciones y 12 komposkinis y el novicio 60 prosternaciones y 6 komposkinis.
- Tipikón canon de vigilia con komposkini
- Doxa-gloria a Dios… 3 komposkinis de 300 (3)*.
(*Los números entre paréntesis expresan komposkinis de 300 nudos).
Χαῖρε, Νύμφη Ἀνύμφευτε… (1) jere nimfi animfefte
Alégrate, Novia sin novio o esposa desposada!» (1)
- Κύριε Ἰησοῦ Χριστέ ἐλέησόν (3) Kirie Iisú Jristé eleisón me Señor Jesús Cristo compadécete de mí” (3)
“Santísima Zeotokos sálvame….” (1)
- Señor Jesús Cristo… (para los padres) (3)
“Santísima Zeotokos…” (para los padres) (1)
- Cruz de Cristo… (3)
- Señor Jesús Cristo… (por los difuntos) (3)
“Santísima Zeotokos….” (por los difuntos) (1)
Súplica y Lectura
- Señor Jesús Cristo… (Para los benefactores) (3)
Santísima Zeotokos… (para los benefactores) (1)
- Señor Jesús Cristo… (para el mundo) (3)
Santísima Zeotokos… (para el mundo) (1)
- Señor Jesús Cristo… (para los enfermos) (3)
Santísima Zeotokos… (para los enfermos) (1)
- Señor Jesús Cristo… (por la hermandad) (3)
Santísima Zeotokos… (por la hermandad) (1).
Para los difuntos, en Santos que los tenemos devoción y veneramos especialmente.
Por lo expuesto antes se ve la libertad del Yérontas, que no se compromete por típicos, reglas y cánones. Ha dado una medida para ayudar al monje, pero en el tema del dormir y del comer no lo determinó detalladamente. Ha dejado que cada uno lo regule por sí mismo según sus fuerzas y compatibilidad. Su propia vida tan alta no la impuso a nadie. Todos los hombres no caben en el mismo molde. Fácilmente uno puede distinguir algunos elementos, como las prosternaciones, la doxología y la oración para vivos y difuntos.
Finalmente exponemos el canon de la vigilia que ha dado a un Monasterio femenino para la misma vigilia en la kelia. Es de los últimos años de su vida. En este canon domina la oración por el mundo.
Orden de la vigilia.
El canon lo hacemos al principio o al final, tal como cada uno lo prefiera.
Comenzamos con un poco de estudio.
Después hacemos los siguientes komposkinis, diciendo:
1 de 300 nudos: Gloria a nuestro Dios, gloria a Él.
1 de 100 Alégrate Novia sin Novio o Esposa desposada.
Después Gloria…y ahora y siempre, aleluya, aleluya, aleluya; gloria a Dios (3) Kirie eleison 3 veces; gloria… y ahora y siempre. El salmo 50. “Bajo tu caridad o misericordiao caridad…”. Doxología y “Axion estí-Digno es”. Todo esto se hace con prosternaciones.
Luego continuamos de la siguiente manera:
1 de 300 Kirie-Señor Jesús Cristo, eleisón me.
1 de 100 Hiperaghía-Santísima Zeotokos, sálvame.
Después voluntariamente hacemos la Súplica.
1 de 100 Cruz de Cristo por la potencia de tu energía increada sálvanos.
1 de 100: San Juan Bautista de Cristo, interceda por mí) (para la metania).
1 de 100: Santo (Apóstol) de Cristo, interceda por mí (a san Juan el Teólogos por la agapi).
1 de 100: Santo de Dios interceda por mí (a san Arsenio para la salud).
Después las siguientes peticiones:
Para los Yérontas:
1 de 300: Kirie-Señor Jesús Cristo, eleisón-compadécete de tus sirvientes
1 de 100: Hiperaghía-santísima Zeotokos, salva tus sirvientes.
Para la fraternidad:
1 de 300: Kirie-Señor Jesús Cristo, eleisón nos.
1 de 100: Hiperaghía Zeotokos, sálvanos.
Para los difuntos:
1 de 3000: Kirie-Señor Jesús Cristo, dale reposo a tus sirvientes.
1 de 100: Hiperaghía-santísima Zeotokos, dale reposo a tus sirvientes.
Para los benefactores:
1 de 300: Kirie-Señor Jesús Cristo, eleisón a todos tus sirvientes.
1 de 100: Hiperaghía-santísima Zeotokos, salva tus sirvientes.
Tres komposkinis de 300 nudos con petición general de la siguiente manera:
-Dios mío, no abandones a Tus sirvientes que viven alejados de la Iglesia, Tu agapi (amor incondicional y energía increada) opere para tráelos a todos cerca de Ti.
-Acuérdate Señor de tus Siervos que sufren por la enfermedad del cáncer.
-Acuérdate Señor de tus siervos que sufren grandes o pequeñas enfermedades.
-Acuérdate Señor de Tus siervos que sufren de invalidez física.
-Acuérdate Señor de los que sufren discapacidades psíquicas.
-Acuérdate Señor de los gobernantes (reyes, presidentes, ministros, etc….) y ayúdalos a que gobiernen cristianamente.
-Acuérdate Señor de los hijos que provienen de familias problemáticas.
-Acuérdate Señor de las familias problemáticas y de los divorciados.
-Acuérdate Señor de los huérfanos de todo el mundo, de todos los dolidos, afligidos y perjudicados injustamente en la vida, los viudos y las viudas.
-Acuérdate Señor de todos los que están encarcelados, los anarquistas, los asesinos, los maltratadores, los drogadictos, los malhechores y los ladrones y ayúdalos a corregirse.
-Acuérdate Señor de todos los exiliados y emigrados.
– Acuérdate Señor de todos que viajan en el mar, en la tierra, en el aire y protégelos.
– Acuérdate Señor de nuestra Iglesia, de los Padres (clérigos) de la Iglesia y de los fieles.
– Acuérdate Señor de las hermandades monásticas masculinas y femeninas, de los yérontas y yerontisas, de todas las hermandades y de los padres aghioritas de Athos.
– Acuérdate Señor de Tus siervos que están en tiempos de guerra.
– Acuérdate Señor de tus siervos que están perseguidos en las montañas y en los campos.
Acuérdate Señor de Tus siervos que están perseguidos como los pajaritos.
– Acuérdate Señor de Tus siervos que han dejado sus casas y sus trabajos y están fatigados e incordiados.
-Acuérdate Señor de los pobres, de los que están sin casa y de los refugiados.
-Acuérdate Señor de todas las naciones, tenerlas en tus brazos y cubrirlas con Tu Santo Velo o Santa Protección, protégelos de todo mal y de la guerra. Y a nuestra patria Grecia día y noche la tengas en tus brazos, cubriéndola con tu Santa Protección o Velo, guárdala de todo mal y de la guerra.
-Acuérdate Señor de las familias, fatigadas, abandonadas, perjudicadas injustamente y concédelos tus ricas caridades y misericordias.
-Acuérdate Señor de tus siervos que sufren de todo tipo de problemas psíquicos y corporales.
-Acuérdate Señor de tus siervos que han pedido nuestras oraciones.
Los difuntos no pueden ser ayudados por sí mismos y esperan de nosotros para ayudarlos, tal y como esperan los encarcelados una naranjada.
En la vigilia no hay intermedio, el que quiera que lo haga.
El Yérontas deseaba que el monje que hace su ascesis en solitario debe tener tipikón canon, para que le ayude a su lucha.
Aconsejaba: “Que te prepares desde tu kelia con oración para tu servicio-diakónima y del servicio para la kelia. Así estarás siempre sereno y alegre. Cuando uno está distraído su mente deambula. Ayuda mucho a uno tener un programa desde por la mañana, para que no se crea confusión por los loyismí.
A los que no era responsable espiritualmente y no podía seguirlos no daba canon. Un estudiante una vez le pidió que le mandase un canon para sí mismo y el Yérontas le contestó: “No puedo, porque el médico cuando da una receta al enfermo, debe estar cerca al enfermo para seguirlo”. Se limitó solo en darle algunos consejos útiles para la vida espiritual.
Respetaba infinitamente lo que habían definido los Santos Padres. A uno que sin motivo actuaba de forma arbitraria sobre su canon litúrgico le hizo la siguiente observación: “Muy bien vale, no se acaba el mundo si cambiamos algo, pero así ponemos nuestro sí mismo por encima de los santos Padres.
El Yérontas aplicó y cumplió con respeto y devoción los cánones litúrgicos de la Iglesia y fue ayudado de estos a alcanzar a un canon espiritual y encontrar lo más esencial: la permanencia de la oración incesante, la que nos une con el Dios.
B 1,17 La απάθεια apazia-sin pazos, impasibilidad.
- Ἀπάθεια apácia, sin pazos, impasibilidad, sin pasiones, sin apegos, ni adicciones, malos hábitos o vicios, sin padecimientos, ni afecciones.
Apacia es la psique fija al bien e inactiva hacia el mal y liberación de ella de los movimientos antinaturales por la atracción de los pazos. Es el final de la ascesis del ejercicio espiritual. Apacia es paz y serenidad, movimiento enérgico y operativo del nus y de la psique. No consiste en la paralización y desarraigo de las fuerzas y energías de la psique como en la filosofía de los estoicos o las religiones orientales (hinduismo, budismo), sino en su metamorfosis, conversión, transformación por las virtudes y su giro total hacía Dios. La apacia es un regalo de Dios.
- Πάθος pazos, padecimiento, pasión, emoción, hábito, mala costumbre, vicio, patología también fervor, manía u obsesión según el contexto.
En la terminología patrística se llama así a todo movimiento anormal, en el sentido de no natural, de las fuerzas y energías de la psique. Pazos son fuerzas que con su energía de la voluntad han tomado el camino equivocado. Todos los pazos que nacen de algún pecado que se repite, y así se consolida en la psique una tendencia pecadora o apego/adictiva, que con el tiempo llega a ser una segunda «naturaleza», influyendo en los pensamientos y decisiones, dominando la voluntad y sellando toda su “psicosíntesis”. Es preferible reeducarlos, convertirlos y sanarlos, que oprimirlos o reprimirlos y así finalmente se usarán de forma fructífera y no negativa. Los santos sabios Padres distinguen entre los pazos los nobles, decentes y los indecentes. Pazos decentes son el hambre, la sed… Y los indecentes los ocho pazos capitales: 1) Gula, la tiranía y el dominio de la panza referente a la comida, bebida y sus ansiedades. 2) Lujuria manía sexual y prostitución. 3) Avaricia, el deseo, ansia, codicia de acaparar riquezas. 4) Ira (rencor, odio, resentimiento). 5) Acedia o pereza, desgana por obrar trabajo, ascesis física o espiritual. 6) Pena, tristeza, aflicción o depresión. 7) Soberbia, orgullo. 8) Vanagloria el deseo de alto honor, alabanza y gloria mundana. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
El Yérontas decía que “en el Monasterio venimos para la perfección. La vida monástica es la vida perfecta y nosotros con nuestras vidas la rebajamos”. A esta vida aspiraba y derramó sudores, lágrimas y sangre.
La coherencia, la akribia precisión y exactitud y la pretensión de la perfección del Yérontas para la aplicación y cumplimiento de los mandamientos o logos son admirables. Consiguió hacer de sí mismo “casa de la apazia” (Escalera 26,14), con el material de las virtudes. El tesoro de los apazís sin pazos está compuesto de todas las virtudes. La apazia se parece a la corona que está constituida de flores (virtudes). Si falta aunque sea una virtud, la apazia no se completa. “La apazia es composición y unión de muchas virtudes y en vez de psique tiene el Espíritu Santo” (San Pedro Damasceno, Filocalía, t.3). Ya no luchaba contra los pazos, puesto que los había subyugado, sino que se enriquecía continuamente con las virtudes. Sus panales espirituales se habían llenado de miel que endulza y alimenta a muchos.
Además de esto, la apazia del Yérontas se ve también por su suma pureza 1. “Tan alto y grande es el elogio de la pureza o castidad de modo que algunos de los santos Padres se han atrevido de llamarla apazia” (Escalera 15,65). No sólo le “protegió el Señor de pecados carnales” como confesó una vez, sino que su pureza alcanzaba al punto de no acceder ni consentir nunca a los loyismí carnales. Con sólo acordarse de algún asalto de loyismós indecente después de años, se ponía rojo por la vergüenza como un niño pequeño. Incluso también cuando dormía siendo tentado por la fantasía demoníaca combatía con intensidad y saltaba despertándose de su sueño. Esto sucedía al principio; más tarde estaba totalmente inamovible por semejantes tentaciones. “Demostración de pureza verdadera es que uno no sea influenciado por las fantasías indecentes que se presentan en los sueños” (Escalera 15,9). Como miraba sin pazos, impasiblemente con sinceridad y bondad, la expectación de la belleza femenina no le escandalizaba. “Tres son los estados éticos que existen para los cristianos practicantes o los monjes. Primero consiste en no pecar para nada con la praxis o acción. Segundo, en no retener largo tiempo en la psique los loyismí apasionados, malignos e indecentes. Y tercero, en ver uno con su diania (mente, intelecto) las formas de las mujeres sin pazos-pasión y también a los que le han ofendido” San Máximo, Filocalía, sobre la agapi 2. 81). Los pocos casos de guerra carnal que se han referido, tenían como causa el loyismós de juicio condenatorio, maligno o del orgullo y la soberbia.
Su estable estado espiritual, la paz* y la plenitud de alegría que sentía, manifiestan a un hombre liberado de los pazos y la plenitud de la jaris (energía increada jaris) del Espíritu Santo. Cruzó el mar de los pazos, “sabatizó” no sólo del pecado en praxis, en acción y del pecado por la diania (mente, intelecto) de los loyismí patológicos, pasionales e indecentes, sino que adquirió inamovilidad hacia los pazos. *apazia es el estado pacífico de la psique, durante el cual la psique difícilmente se mueve hacia el mal (San Máximo, Filocalía t.2”
Purificó, expió y sometió su carne con sus ascesis prolongadas, haciendo el esfuerzo descanso y aspirando al dolor. Evitaba el placer que nos conduce a los «pazos«, incluso la oración espiritual no la afanaba. “El que se ha liberado del hedonismo carnal y no tiene miedo a ningún dolor, éste se ha hecho apazís-sin pazos” (San Máximo, Filocalía tomo 2)
Los carismas del Yérontas le motivaban a mayor lucha y humildad. “Mucha humildad, genera la apazia” (Escalera 26 (3) 55). Como era de carácter humilde no se ensalzaba cuando le alababan ni se entristecía cuando le calumniaban. Estaba en estado de apazia, porque tenía memoria de Dios. “La apazia consiste y está constituida de la memoria de Dios” (Santos Calixto e Ignacio, los Xanzópuli, Filocalía, “Sobre vivir en hisijía”). El Yérontas estaba pensando en Dios o hablaba a los hombres sobre Dios o estaba orando a Dios. Bendiciendo y orando su nus sobresalía de la realidad terrenal, era arrebatado en zeoría-contemplación divina, sin ser molestado por los asaltos de los loyismí. “Cuando durante la oración no te molesta en el nus ningún concepto del mundo o mundano, entonces sepas que esta persona no está fuera de las fronteras de la apazia” (San Máximo, Filocalía tomo 2). Su nus purificado y lúcido nus contempló el nuevo siglo. El Yérontas vestido ya la “vivificante necrosis” y hablando sobre Dios, transmitía perfume de vida eterna y dulzura de divino eros.
Según san Máximo el Confesor, “de la apazia nace la perfecta agapi” (Filocalía t.2 pág. 50), y “la aplicación y cumplimiento de los logos-mandamientos es demostración de agapi hacia Dios. Principio de la agapi es la inmensidad de la humildad. La inmensidad de la humildad es hija de la apazia. La adquisición de la apazia es la plenitud de la agapi, es decir, habitar plenamente Dios a los que se han hecho con la apazia (Escalera 26.3,55), “bienaventurados y felices los que han hecho la catarsis del corazón porque ellos contemplarán a Dios”
B 1.18 Agapi* majestuosa
*Agapi majestuosa es expresión del Yérontas, significa que uno no aspira a la recompensa. Es decir, uno ofrece como hace un soberano cuando algo regala sin esperar recompensa. Por falta de esta agapi provienen las fatigas, las angustias y las tentaciones, porque generalmente por costumbre los hombres piden y buscan reconocimiento y recompensa. El Yérontas sólo con dos palabras indicó la posición correcta hacia los semejantes.
- Αγάπη (agapi) amor, cariño. “Ὁ θεός ἀγάπη ἐστίν Dios es agapi-amor… Porque la agapi proviene de Dios” (1 Jn 4,7-8).
La Αγάπη (agapi) cristiana en su faceta divina y como término teológico ortodoxo es la primera y superior energía increada de las energías increadas de la Jaris de Dios. Se aproxima más a la misericordia increada y perdón de Dios que enseñaba Cristo Dios. La agapi está vinculada y unida estrictamente con la libertad y la verdad. Cada una depende y se enlaza con la otra, fuera de esta interpelación ninguna es auténtica. Dicen los Santos Padres Ortodoxos: Nadie puede conocer la increada agapi como energía increada de Dios si no es a través de la energía increada Χάρις (Jaris, Gracia) del Espíritu Santo. La agapi cristiana en su faceta secular, mundana se refiere al amor desinteresado, altruista o cariño, amor al cónyuge, a los padres, a los amigos, a los jefes y trabajadores, como también a las comunidades sociales y toda la creación.
Éste es el propósito de la psicoterapia de la Iglesia Ortodoxa, el convertir, mediante la constante metania (introspección, arrepentimiento y confesión), la φιλαυτία (filaftía, egolatría) que es el creado amor interesado egocéntrico y enfermizo a uno mismo y al cuerpo y convertirla en agapi desinteresada divina e increada de Dios. Ésta comprende tres estadios: catarsis, iluminación y zéosis o glorificación. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
El punto culminante y la corona de todas las luchas del Yérontas era la agapi. Decía: “Siento por todos los hombres la misma agapi que tenía para mis parientes. Ahora siento a todo el mundo como hermanos.
El Yérontas estaba pleno de agapi para el hombre, para la creación y ardía de divino eros.
Desde niño daba limosnas, caridades y ayudaba muchos. Los hombres pobres de Kónicha, cuando tenían necesidades acudían a él y pedían ayuda. “A causa de la simpatía y de los llantos a los pobres “hasta la ropa que vestía la entregaba”. Con su gran agapi abrazó a los pueblos de la región de Kónicha y encontraba la forma de ayudar a “los que realmente tenían necesidades y estaban enfermos”.
Al principio en el Sinaí, cuando el domingo por la tarde se iba a su caseta ascética, el ecónomo del Monasterio le abastecía con pan, harina y otros alimentos. Los niños pobres Beduinos que conocía su itinerario, le paraban en el camino y le pedían “baxís” regalos. Lo alimentos que tenía se los daba y subía a su asceterio con el saco vacío.
Daba una gran importancia en la caridad, limosna. La tenía como el criterio por el que uno es digno de divina misericordia y salvación. “Uno puede ser indiferente, pero si se duele por un enfermo, si hace caridad, a éste no le tengas miedo”.
Se encontró y ayudó en la exhumación del Yérontas Pródromo de su vecina Kelia de san Juan el Teólogo. Le impresionó porque sus huesos estaban amarillos, ya que el Yérontas Pródromo se ocupaba mucho con el transporte arriero con los mulos y no tanto con las cosas monacales. El Yérontas dijo: “Se ve que hacía muchas caridades o daba muchas limosnas”.
Se entristecía por la desigualdad social. “¡Qué Cristianos somos, si tenemos dos o tres casas y chalés, y los demás no tienen ni dónde poner la cabeza!”
Promovía a los hombres que sean misericordiosos y caritativos, porque creía que, “cuando recibes algo, recibes la alegría humana. Pero el recibimiento espiritual se hace con el dar”.
Su caridad no tenía límites. Todo lo repartía y comprendía las necesidades de cada uno, antes que le pidieran ayuda. Los alimentos y la ropa que le mandaban los repartía con discernimiento a monjes enfermos o pobres y en niños de la Escuela Athoniada. Nadie se iba de él vacío y sin bendición. Junto con la invitación típica de los monjes pero invitación rica, repartía bendiciones, Cruces, komposkinis, iconitos, libros, etc., y ayudaba espiritualmente. Los hombres salían de allí con alegría y reposo. En sus salidas al mundo siempre tenía su mochila con las bendiciones (regalitos) para los hombres. Decía: “Tengo una hucha aquí en la kelia y cada día pongo allí dos o tres komposkinis de treinta nudos. Ahora que me fui en Atenas me los he llevado todos, unos quinientos y no me llegaron. Además de los iconitos y las cruces que hago en la prensa.”
“Era hombre se ocupaba que continuamente se ocupaba cómo hacer el bien; si es posible que no pase un momento que no ayude a un hombre”, nos testifica Keti Patera. Y el bien que hacía tenía jaris y belleza, porque tenía un modo especial y finura. No quería sentirse obligado, te veía como un hermano y te hacía sentirte cómodo.
Mientras que daba fácilmente, sin embargo le dificultaba tomar. Y cuando tomaba el regalo, para no herir al que se lo daba, de otra manera lo recompensaba más de lo que recibía.
Aunque el mismo era pobre, insolvente, sin embargo guardaba un poco de dinero, para entregarlo en casos urgentes. Por ejemplo, cuando un joven con problemas venía a la Santa Montaña y se quedaba sin billetes el Yérontas le ayudaba.
Podría, si quisiera, ayudar materialmente a muchos pobres, porque confiaban y le daban grandes cantidades de dinero, pero el Yérontas no lo tomaba. A veces a algunos con necesidades graves los mandaba a la persona adecuada que sabía que serían ayudados. No aspiraba a hacer una caja de ahorros para caridades, pero logró convertirse y hacerse caja de ahorros de la Jaris (energía increada jaris), para poder ayudar espiritualmente a los hombres. No se parecía como un pozo cerrado, sino como una fuente que fluye continuamente sin parar. El agua de la jaris riega los árboles, los pájaros, los animales salvajes y de nuevo sobra.
Cuando veía a uno con una especial necesidad, le entregaba su corazón e indispensablemente también alguna bendición (regalo). En casos que tenía nada para dar, daba su komposkini o su prenda de punto.
¡Gracias a su gran agapi sacrificaba incluso hasta su evlavia (devoción, piedad)! El Yérontas los objetos sagrados, los que especialmente tenía devoción, no dudaba de regarlos. Regalaba la Cruz que vestía con Trozo de Madera sacra de la Cruz o una vez una concha que contenía el molar de san Arsenios para santiguar a los enfermos y a los endemoniados. ¡Sólo el que conocía su agapi ardiente hacia la santa Efimía puede entender algo de su sacrificio de privarse de un trozo de su santa Reliquia, que condescendió Dios para que estuviese en sus manos, y esto sucedió no sólo una vez, -porque la Santa economizó de modo que adquiriera repetidamente bendición de la santa Reliquia de ella- con el resultado al final no tener la presencia somática (corporal o física) de la Santa de la que tenía suma piedad y devoción! Lo mismo sucedió también con iconos que habían manifestado señales admirables.
La manifestación de su agapi era también el control y la reprimenda de algún desviado. Igual que la madre riñe el niño aquel que se va de cerca de ella, lo mismo también los hombres entendían su agapi y aceptaban favorablemente las observaciones y revisiones del Yérontas. Sabían que tenía razón y sentían seguridad.
Impresionaba mucho su tolerancia, indulgencia (sin maldad). Hombres que le acusaban y eran enemistados contra él, los perdonaba y oraba por ellos. Si se enteraba que habían caído en tentación y necesidad, corría para ayudar de corazón a la persona que sufría como si fuera su hermano. “Si no perdonamos a los demás, nos encontramos fuera del paraíso”, recalcaba.
La agapi del Yérontas se desbordaba y abrazaba hasta los animales salvajes. Ellos la sentían, se acercaban a él y comían de sus manos. Decía: “Diré a Cristo: “Cristo mío, ten piedad, de la bestia”; Y si me pregunta: ¿tú has tenido piedad para las bestias o las has ayudado? ¿Qué le responderé?
Realmente tenía piedad y caridad para las bestias y las amó como creaciones de Dios. Decía: “Estos pobrecitos no esperan otro paraíso”.
Cuando se marchó de Katunakia (región sur de Athos) dejó en la Kelia un gatito. Por compasión sacrificó dos días y fue a llevárselo. En la cabaña “Panaguda”, cuando era de noche venía fuera de la puerta y maullaba un gato extranjero, el Yérontas se levantaba, incluso cuando estaba enfermo, y abría la puerta para dejarle pasar al comedor a comer y protegerse del frío y la lluvia.
El señor Drosites Panagiotis, presidente de los fiscales, testifica: “La agapi del Yérontas era incomparable e incondicional, abrazaba a todos los hombres, la creación, incluso a los demonios. Le he visto recibir y abrazar en su Kalivi un hombre de otra religión con ardor y cordialidad de hermano querido. Escuché por el mismo de que él oraba con lágrimas por la desgracia del demonio y éste se ha presentado burlándose de él. Aún lo he visto ocuparse con ternura y agapi para las plantas, las hormigas, los reptiles y el resto de los elementos del reino animal.”
Un día un clérigo encontró al Yérontas sentado en un tronco talado en el patio dando de comer malvaviscos a las hormigas. “Los doy reposo”, dijo, “y los endulzo, porque ellos por sí solos no entienden como parar un poco para comer y descansar”.
Tal y como la psique es más valiosa que el cuerpo, así también la caridad espiritual es incomparablemente superior que la material. El mismo, ya que trabajó humildemente y adquirió virtudes, esparcía humildemente por agapi sus vivencias místicas. Esta era su mayor donación, porque daba caridad espiritual y ayudaba muy positivamente a las psiques débiles y perturbadas en la fe. Sólo por esta razón sufría “hemorragia espiritual”, tal y como llamaba la apocalipsis-revelación de los “misterios inexplicables o no enseñados”. Es esto también cualidad de la agapi de los perfectos, no poder retener nada para sí mismos” (San Isaac el Sirio, “Logos 85”).
Toda la vida del Yérontas era una dación, kenosis vaciamiento de muchas maneras, en cada ocasión. “El hombre” decía, “cuando hace el bien, se disuelve, está todo bien y vuela, no piensa ni se tiene en cuenta de sí mismo. Cuando hace suyos los problemas de los otros no tiene problema propio.”
Orando para los enfermos decía: “Dios mío, ayuda al enfermo y llévate de mí mi salud”, y aceptaba con alegría cuantas enfermedades le concedía Dios.
Cuando el Yérontas hacía una terapia en el hospital de Kónitsa, la Crisanzi, una chiquilla que ayudaba a la señora Patera, enfermó de cáncer de los intestinos. El Yérontas la compadecía, la santiguaba y oraba por ella. Rogaba: “Cristo mío, dámelo a mí el cáncer, yo debo tenerlo”. Pero el buen Dios no esquivó su petición. Al final según su deseo recibió la dolorosa enfermedad del cáncer, con la que acabó, aunque en toda su vida compadecía con los enfermos y especialmente con los pacientes del cáncer.
Decía: “Vienen hombres y me dicen sus fatigas y angustias y se llena mi boca de amargura, como si hubiese comido cebollas. Y cuando viene alguno que veo que está mejor o se ha solucionado su problema, digo: “doxa-gloria y gracias a Dios, me ha dado también un trozo de turrón”. Cuando escucho el dolor del otro, aunque esté sentado en vidrios rotos y pisando pinchos, no lo siento. Cuando el otro realmente padece, hasta puedo morir para ayudarlo.”
Una vez estaba orando arrodillado en una ermita con un joven fatigado. El corazón sensible del Yérontas no aguantó. Estalló en sollozos. Sus lágrimas corrían abundantemente y mojaron una pequeña alfombra. En otro caso de un Aghiorita con muchas tentaciones, el Yérontas se deshizo en lágrimas con sollozos. Un joven le narraba sus fatigas y tormentos y junto con él lloraba también el Yérontas. “Frena hijo mío”, le dijo, “porque nos verá alguno llorando y se creerá que estamos locos”.
Coparticipando al dolor de los hombres se olvidaba de sí mismo, de su progreso, de sus enfermedades y hacía la noerá oración del corazón o de Jesús. “Cristo mío”, decía, “déjame a mí, no me tengas en cuenta. Mira los hombres que están atormentados, fatigados y angustiados.
Sus dolorosas oraciones con lágrimas estaban acompañadas de ayunos y esfuerzo sin medida. Cuando supo que un joven corre de un peligro psíquico y corporal, por muchos días, no comió nada, ni dejó de orar, hasta que se enteró que el joven se había escapado del peligro.
Hacía cuaresmas completas de ayuno para que sea ayudada una psique. Hay casos concretos conocidos: para un joven que quería conocer la voluntad de Dios sobre qué camino seguirá, para otro joven amante de los monjes que luchaba para vencer un «pazos«, y para otro monje débil para que progrese, etc.
En toda su vida estaba en ayuno, se esforzaba y oraba para el pueblo de Dios movido por su gran agapi. Esta era su fuerza motriz. Sus luchas y sus oraciones perfumaban por el aroma de su agapi.
Otro acontecimiento indicativo de la medida de su agapi, tal y como el mismo lo comentó: “Estos días he sentido tanto este tipo de agapi para todos. Abría mis manos y decía, si fuera posible abrazar y amamantar incluso a los árboles.” Hacía un movimiento característico, como si quisiese abrazar a una persona muy querida.
El Yérontas para alcanzar a las medidas de perfeccionamiento, a la agapi verdadera, no se tenía en cuenta el sí mismo. Odió la filaftía (excesivo amor de sí mismo y del cuerpo, egolatría) y en su lugar puso la agapi a Dios y al hombre. Nos testifica un Aghiorita: “Lo especial que tenía el Yérontas Paísios era que no se tenía en cuenta de sí mismo. Una vez le dije: “Pater economiza algo para ti mismo”, y me respondió: Cuando vienen los hombres con problemas, ¿qué hago?, ¡a mi mismo voy a mirarme!
Todavía, últimamente también con su gran agotamiento por la hemorragia continua, cuando veía que hay necesidad, se olvidaba de su situación y, tanto si estuviera colgado a la valla de su Kalivi, como si estuviese estirado en la madera que tenía como asiento, “apoyaba y consolaba a los hermanos”.
Realmente, si la filaftía no es desarraiga de nuestro interior, no viene a residir en nuestro corazón la divina agapi increada. “La agapi de Dios se encuentra en la negación de la propia psique”(San Isaac: Logos 69)
Decía sobre la agapi pura y lúcida: “Cuando por nuestra agapi no quitamos nuestro sí mismo, nuestra agapi por muy grande que sea no es pura. Es y está “endemoniada, endiablada u oscurecida”. Pero cuando nos quitamos el sí mismo está y es abrillantada. Cuando en nuestra agapi hay el sí mismo, significa que existe el egoísmo. Pero egoísmo y la agapi no pueden co-caminar. La agapi y la humildad son dos hermanitas gemelas abrazadas fuertemente. El que tiene agapi tiene también humildad, y el que tiene humildad tiene también agapi. Puede que nos esforcemos y luchemos, pero si nuestra agapi no está limpia, purificada y abrillantada, no estaremos viendo sus frutos. Dios gratificó a san Antonio el Grande con la jaris (energía gracia increada) de los milagros, porque tenía la agapi catartizada, purgada y limpia, en cambio los esfuerzos de otros que eran mayores de alguna manera se perdieron no dieron sus frutos.
Por eso decía: “Los monjes tienen oportunidades que no tienen los fieles cósmicos o mundanos. Sólo ellos pueden adquirir la divina agapi increada. Llegas a ver al otro como tu padre, como hermano, a cada abuela como tu abuela, y cada anciano como tu abuelo indistintamente si el otro es bello o feo. “Por la desigualdad de la agapi, sepas que estás lejos de la agapi perfecta, por la que se supone que siempre debes amar a todo hombre por igual” (San Máximo el Confesor, Filocalía, 4 centurias sobre la agapi).
El Yérontas para llegar a la agapi luchó para aplicar y cumplir los logos-mandamientos de Dios. “Si amamos a Dios, nos ocupamos a aplicar y cumplir los logos-mandamientos”. «El que cumple mis mandamientos y los tiene interiorizados, ése es el que me ama; y al que me ama, lo amará mi Padre y yo también lo amaré y me revelaré a él, mediante la iluminación interior por la energía increada» (Jn 14,21). De esta manera expió su corazón y se hizo residencia del Dios de la agapi increada.
Meditaba sobre el tipo de agapi que tiene, y con sus propios criterios la encontraba deficiente. “¡Si tuviera un hermano romanocatólico, cuánto lloraría! ¡Ahora que hay tantos millones que no creen en Cristo, cuánto he llorado!”. “El que ama a todos igual sin pasión e indistintamente, este ha llegado a la perfección” (San Isaac, Logos 43)
Su gran e incondicional agapi los hombres la presentían. Un joven con problemas y traumas psíquicos vino a ver al Yérontas. Le encontró fuera de su Kalivi en el sendero, le abrazó y lloraba con sollozos. El Yérontas le consoló y le ayudó a terminar sus estudios. Cuando el joven fue al servicio militar, escribía al Yérontas cartas llamándole: “Dulce Padrecito mío”.
Cada visitante viendo su rostro ascético se daba cuenta de su gran ascesis, pero su agapi el visitante la sentía que lo estaba abrazando entero. Le veían por primera vez y parecía que le conocieran hace años. Se marchaban y quedaban atados con él. La agapi del Yérontas los seguía en todas partes, incluso cuando se iban de esta vida, porque continuaba orando por ellos.
Decenas de personas se consideran a sí mismos especialmente amados por el Yérontas. Creen que eran los más amados de él y que estaban más conectados con él que los otros. Cada uno sentía al Yérontas como suyo y sentía una agapi especial hacia él.
La realidad es que el Yérontas poseía agapi individualizada para cada uno. Se entregaba entero a cada uno y amaba toda psique tal como estaba con sus pazos y sus debilidades, como un hermano real e imagen de Dios. En todos repartía agapi y su corazón no se agotaba, porque se había unido con la fuente inagotable, la eterna Agapi increada unida con la creada, el Cristo.
Decía: “No me preocupa a dónde iré. El mí mismo lo he tirado. Mi propósito no es hacer el bien para ir el paraíso. Prefería que fueran los pobres hombres que vivían alejados de Dios, para que prueben ellos también un poco el paraíso; nosotros por lo menos lo hemos probado, en cambio ellos viven desde este mundo el infierno”. Pedía de Dios que saliera un infernado del infierno y tomar su posición. ¿Si acaso se diferencia de aquello que dice san Pablo?: “Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;” (Rom 9,3)
Aconsejaba a los monjes: “Cultivad el espíritu de fraternidad. Primero debo dar reposo a mi hermano, y después se hace paraíso la vida del monje. Me acuerdo en el Kinovio (monasterio cenobita) que cada uno intentaba dar reposo a su hermano. Porque el Cristo dijo que, lo que hacéis a este hermano, a mí me lo hacéis. Si uno ayuda al pobre, al desgraciado, piensa lo qué haría si fuera el Cristo”. «El que ama al Señor, antes ha amado a su hermano, porque la demostración de lo primero es lo segundo» (Escalera, San Juan Clímaco).
Para nuestras relaciones decía: “Siempre debemos de comenzar no como me conviene a mí sino como reposa y alivia al otro, Y entonces todos serán reposados, aliviados y habrá la agapi incondicional.
Después de todo esto sería injusto, ya que lo ha dado todo para Dios y al hombre, que Dios no le diese en abundancia Su jaris (gracia energía increada). Como hijo de Dios que era, Dios escuchaba sus oraciones y respondía con milagros.
La agapi en el Yérontas era la virtud natural. “Desde niño la tenía en mi sangre”, dijo. Pero después se abrillantó en el camino de la ascesis y en el alto horno de la incesante noerá oración del corazón, y llegó al divino eros, tal como dicen los Padres.
¡Si amó tanto los hombres, cuánto mayor sería su agapi para Dios!
Le dijo uno: “Quiero sentir divino eros”, y el Yérontas se recogió. “Escucha”, le respondió, “un niño primero bebe leche, después crema o puré, después sopa y cuando se hace mayor come bistec. Si comiera bistec, ¿no se habría ahogado?”
Decía aún: “Debemos llegar a la agapi de Dios, que sobresalte nuestro corazón. Hasta que venga el divino eros, hace falta lucha continua. Después uno no quiere comer ni dormir, igual que el abad Sisois.
Cuando el hombre haya entendido la agapi de Dios, entonces viene la divina locura. Qué pena que el mundo no entiende”. Describiendo al hombre que ha alcanzado al estado del divino eros, también desvela-apocalipta el sí mismo: “Como el gatito que se revuelca y se acaricia bajo tus pies y los lame, así tu también, alocado por la agapi de CristoDios, hacer en los pies de Cristo. Cuando la agapi de Dios cae al hombre en un grado grande el hombre se disuelve, los huesos gordos y duros se vuelven blandos como velas. Cuando el hombre alcanza el divino eros se parece al hombre borracho o embriagado. Está cautivado por la divina agapi y no puede ocuparse nada de otra cosa. Se hace indiferente por todo, igual que uno que se había emborrachado y le avisaron que su casa se estaba quemando. Este permaneció indiferente y respondió: “Dejadla que se queme”. Por eso no es bueno que el hombre permanezca mucho tiempo en este estado de divino eros”.
Testigos sin voz del divino eros del Yérontas son sus gastados y despintados iconos de la Panaghía y del Crucificado que tenía en su almohada por sus añorados abrazos y lágrimas.
Una vez recibió tanta Jaris (energía increada gracia) y sintió tanta agapi, de modo que no aguantó y se doblaron sus rodillas. Esta agapi suya tan grande se manifestaba en la oración con dolor para los hombres.
Quería amar a Dios “con todo su corazón”, por eso decía: “Aunque nuestro corazón fuese tan grande como el sol, otra vez no valdría la pena repartirlo. Ahora que es como un puño, ¿qué quedará para Cristo?”
En una de sus epístolas 6-4-69 escribe: “Cuando el hombre haya logrado a liberarse de todos y de todo, entonces puede sentir la gran agapi de Dios, la cual le esclaviza y le hace dulos esclavo de Dios”.
Esta agapi del Yérontas la sintieron también los animales salvajes, y los Beduinos (cuando estaba en Sinaí), y esta agapi conmociona también a los fatigados y atormentados jóvenes actuales. En su rostro-persona encuentran a un padre caritativo y la agapi que han sido privados. Muchos de ellos, aunque no le habían conocido, van y se mojan de lágrimas de la tierra de su sepulcro, porque siente que son rodeados de su majestuosa agapi desde allí donde se encuentra.
Β 2 CARISMAS O DONES
B 2,1 Transcendencia de las leyes de la naturaleza
En el santo Paísios, como se verá, los elementos de la naturaleza a veces se sometían ante él, mientras que el mismo operaba transcendiendo y anulando las leyes naturales.
Sin mojarse
El Yérontas utilizaba paraguas e impermeables. No era impermeable, ni para lluvias. Al contrario era sensible al frío y a la humedad. Algunas veces, por razones que Dios conoce, se convertía en impermeable. Es decir, mientras que su alrededor estaba lloviendo mucho, a él no le tocaba ni una gota.
***
Nos relata el señor Kutsogianis Kanstantino, “una vez transportaba al Yérontas desde el monasterio de San Juan Percusor de la región de Halkidikí para el Monasterio de Surotí. En todo el trayecto teníamos una lluvia torrencial, como si se hubieran abierto las cataratas del cielo. Apenas llegamos, nos esperaban las hermanas con paraguas e impermeables para darlos al Yérontas para que no se mojara. Me hicieron señal que me acercara lo máximo posible más cerca del edificio. Pero, paradójicamente en aquel momento a un rayo de dos metros alrededor del coche dejó de caer la lluvia, mientras que un poquito más allá caía el diluvio. Una vez haber bajado y saludado el Yérontas y al haber entrado en el interior, comenzó a llover normalmente también encima del coche.
***
Semejante acontecimiento cuentan también dos padres de la Kelia vecina: “Un día del invierno, como llovía mucho desde la noche anterior, el torrente que encontramos antes de llegar a “Panaguda”, se hizo impenetrable. Las aguas habían subido en mucha altura y con el impulso de estos arrastraron el puente como también un puente más pequeño que había más abajo. Otro acceso no había en todo lo largo del torrente. Aquel día el Yérontas visitó nuestra Kelia. Sus zapatos estaban característicamente secos y limpios, mientras continuaba lloviendo torrencialmente. Por supuesta que llevaba paraguas, pero fisiológicamente con una lluvia tan torrencial incluso con diez pasos caminados debería mojarse no sólo los zapatos sino también su cintura se habría mojado. ¡Nos llamó mucho la atención el hecho que con este tipo de lluvia no se había mojado nada pero también nos sorprendíamos cómo había pasado el torrente! Cuando se marchó quisimos seguirlo, para resolver nuestra duda, pero no nos lo ha permitido”.
***
Semejantes acontecimientos vivieron también otros con la oración del Yérontas, tal como se ve por el testimonio del T.I., licenciado de la academia Athoniada (de Athos):
“Desde el Monasterio de Stavronikita iniciamos el camino con un amigo mío para la Athoniada, pero pasaríamos por el Kalivi de la Santa Cruz para pedir la bendición del Yérontas. El tiempo bruscamente comenzó a estropearse. Pensé que es ocasión de pasar la noche en la Kelia del Yérontas para ver cómo vive y cómo ora.
»Nos esperaba en la puerta de entrada. “Bienvenidos chicos”, nos dijo, “os estaba esperando”. Pasamos al interior, escuchábamos la lluvia acercándose. Nos retuvo unos veinte minutos más o menos y después nos dijo: ¡Venga hijos míos, es la hora para que os marchéis para arriba”.
»Salimos fuera y tomamos el camino para la Academia. A lado nuestro se escuchaba la lluvia, veíamos a nuestra derecha las gotas que llegaban a los tres-cuatro metros, aunque la lluvia aumentaba con fuerza, no nos tocaba ni una gota. Llegamos en la academia Athoniada teniendo lluvia continuamente cerca de nosotros acercándonos y siguiéndonos, sin habernos mojado. Después apenas entramos en el interior, vimos que en todas partes en nuestro alrededor estaba lloviendo. La lluvia se propagó»
Invisible
Testimonio del señor Gheorgios Kurkuliotis de la ciudad de Corinto: “Visité al Yérontas Paísios al Kalivi de la Santa Cruz el Febrero de 1979. Encontré la puerta abierta. Llamo y vuelvo a llamar repetidamente desde la puerta del cerco, no recibí respuesta. Eran las ocho de la mañana, y esperaba. En un momento veo al padre Paísios delante mío. Me sorprendí y me perdí. “Aquí estaba Gheorgios”, me dijo serenamente. He comentado después en dos guías Espirituales-Pnevmatikós la repentina aparición del Yérontas y me dijeron que “estaba delante tuyo, y cuando quiso se presentó”»
***
Testimonio de la señora Elefterio Tamiliotakis, de Creta: “Cuando el Yérontas estaba en “Panaguda”, le visité porque yo estaba afrontando una gran dificultad y debería verle como sea. Fui por la puerta de atrás y le llamé. Ninguna respuesta. Fui a la Kelia del padre-Gregorio, no encontré a nadie. Vuelvo a la Kelia gritando todo el rato. Toqué la campanita, pero el Yérontas no aparecía por ninguna parte.
Decidí a medias marcharme, pero me quedé un ratito en el riachuelo y estando en pie irresoluto en absoluta hisijía sin saber lo que voy hacer. No quería marcharme, porque literalmente estaba colgado de mi opinión. De repente oigo a lado mío una voz, “Elefterio”. Giré y vi al Yérontas estando de pie en mi izquierda a distancia de tres metros. Me asusté y se me pusieron los pelos de punta, porque no había oído absolutamente nada, ni había percibido algún movimiento, mientras estaba totalmente solo en el riachuelo, como era verano, el agua no corría haciendo ruido. Dominaba absoluta tranquilidad que hasta una mosca volando la oiría.
»Cuando le vi, me quedé un poco para concienciar si era él el que estaba delante mío. Me acerqué, le hice la reverencia o prosternación y le pregunté a dónde estaba y no me oía tanto rato, y cómo se ha presentado así de repente. Evitando muchas explicaciones sólo me dijo que estaba en la profundidad del bosque y recibí la información de que tú me necesitas. Me pidió que le dijera qué era lo que quería, cuando el Yérontas entendió que eran muchas las cosas que le iba a contar, me llevó, pasamos el riachuelo y sentamos a distancia de dos metros del sendero principal hacia la “Panaguda”.
»Comencé diciendo mis cosas al Yérontas, cuando de repente oí voces de peregrinos y rebajé el tono de mi voz. “Habla normal, bendito”, me dijo, “no tengas miedo”. Yo continué hablándole. Cuando oí las voces muy cerca, esta vez otra vez paré. “Habla, habla”, me dice el Yérontas. “¿Pero yérontas?” le digo, “nos van a oír, vendrán aquí y no tendré tiempo para decir todo lo que quiero”. “No tengas miedo”, me dijo, “y no rebajes la voz”. Yo hablaba, pues, normal y el Yérontas me respondía con el mismo tono; los visitantes pasaron dos metros de delante nuestro y no nos han visto ni nos oyeron, sino que continuaron hacia la “Panaguda”.
»La presencia del Yérontas tan de repente como también todo el acontecimiento era algo inexplicable y admirable. Pero yo, teniendo como un hecho consumado su santidad, estas cosas sobre su persona las consideré como fisiológicos, porque él en mi sencillez me había confesado confidencialmente en otro tiempo sobre la presencia de Ángeles y de Santos en su Kelia. Se me abría un mundo que sabía absolutamente que era verdadero, porque el mismo era absolutamente verdadero y Santo.
***
Testimonio del hieromonje aghiorita B.G.: «El año 1982 habíamos ido cuatro hermanos con la bendición de nuestro santo higúmeno a visitar al Yérontas Paísios. Tocamos con el pequeño hierro y esperamos un rato. Como se estaba acercando la noche, los otros tres padres se marcharon y yo me quedé con la esperanza de disfrutar de lo deseado.
»Esperando, pues, con ansiedad, veo de repente al Yérontas estando en el interior del espacio del patio cerca de los troncos que tenía como asientos con un komposkini en la mano repitiendo la oración del corazón o de Jesús con una forma particularmente regocijante recalcando en voz alta cada palabra. Me quedé sorprendido no lo vi entrar o salir de ninguna parte sino sólo brotó en su posición literalmente. Después de dos o tres minutos gira hacia la parte mía y con su característica sonrisa me invitó a entrar dentro, no llamándome por mi nombre sino por la especialidad del diakonema-servicio que tenía aquel año.
» Yo después intentando a explicar este acontecimiento, conciencié que el Yérontas junto con tantos otros carismas tenía también este carisma, es decir, hacerse invisible».
Μετέωρος Meteoro, sobre-elevado y asombroso
Muchas veces el Yérontas durante la hora de la oración hacía elevar su espíritu, se sobre-elevaba también corporalmente. Pero también en horas de trabajo o cuando caminaba, fue visto no pisar en la tierra.
***
En la skiti “Santa Cruz” vivió un acontecimiento grande. Nos relató: “Mientras estaba orando, no sé lo que me sucedió y me elevé a lo alto y veía abajo la Kalivi. El cómo me elevé, no me di cuenta y cómo he bajado tampoco me percaté.”
***
Testimonia un monje Aghiorita: “Visité al Yérontas en “Panaguda” y le encontré construyendo una estufa con ladrillos refractarios. Estaba pisaba encima de una tabla que la había puesto para poner los materiales. Mientras estaba trabajando, le veo sobre-elevado de la tierra unos treinta centímetros, y al principio me quedé sorprendido por si veo bien. Realmente estaba sobre-elevado y después de poco rato lo vi otra vez en su estado fisiológico”.
Transmisor de la jaris (energía increada gracia)
El Yérontas a donde iba llevaba dispersa en su alrededor la divina jaris increada. “El que tiene la jaris y va en algún lugar, inmediatamente como la corriente de la luz se esparce esta brisa que tiene. Mientras que cuando alguien está en un estado demoníaco, también se esparce lo que lleva en su interior. Nuestro estado espiritual afecta a los demás”.
Tenía gnosis (conocimiento increado) de la jaris increada que le concedió Dios y transmitía a los hombres de esta riqueza por alguna razón o causa.
***
El señor Basilio Mujaridis de Kónicha nos narra: “Cuando era un niño, en edad de seis-siete años, subía al Monasterio y junto con nosotros estaba también el Padre Paísios.
»Como el camino era difícil y en cuesta arriba, cuando me vio cansado me dijo: “Basilio, cuando te cansas santíguate y tocando con tu palo en mí así irás avanzando”.
»En un punto del sendero encontramos caída una piedra grande, de un metro cúbico más o menos.
-Padre Paísios, dije, si viniera la grúa, arrastraría la piedra al borde del camino.
-Imposible, ¿dónde vamos a encontrar una grúa? Tú eres la grúa y tú la arrastrarás.
-Yo no puedo, soy pequeño.
-Intentarás, te santiguarás, dirás el “Padre nuestro” y lo conseguirás. Y ayudaré yo también. Tú estarás empujando la piedra y yo a ti.
»Tocó también él un poco con su mano y se marchó la piedra. No estaba cerca de barranco para rodar fácilmente. La piedra hizo una vuelta completa y después rodó hacia abajo. Yo la había sentido como si fuera una piedra de dos o tres kilos. Entonces no me había concienciado del hecho. Lo entendí mejor lo que había sucedido cuando crecí un poco»¨.
***
Testimonio del señor Gheorgios Kurkuliotis de la ciudad de Corinto: “Cuando me iba a la Kelia del Yérontas, después de la conversación él se despedía de mí para marcharme. Acostumbraba tocarme ligeramente en la cabeza y en los hombros. Los primeros tiempos no entendía exactamente la ayuda que recibía por este sencillo toque. Pero después me conciencié que recibía fuerza, ánimo y optimismo. Cuando alguna vez omitía de tocarme a la cabeza, le decía: “Yérontas, santíguame”. Me respondía: “Yo no soy cura, pero ya que lo quieres”, y me tocaba con su palma en la cabeza. En aquel momento sentía una fuerza saliendo por el mismo viniendo en mi interior. Me marchaba aliviado con todos mis problemas arreglados. Era un Yérontas inundado de jaris-gracia energía increada.
***
Testimonio del señor Ángel Jorozsidos, oficial de la policía, habitante de Tesalónica. “Una vez volvíamos a Tesalónica con el padre Paísios y con el padre Gregorio de la Metamorfosis. Nos encontrábamos a una distancia de 150 kilómetros de la ciudad y yo estaba totalmente agotado, porque hacía más de treinta horas que no dormía. Los dos Yérontas se sentaban a los asientos traseros del coche. “El padre Paísios en un momento me dijo: “Te has cansado. Siéntate y voy a conducir yo”. Pasó entre los asientos y se sentó al asiento delantero del ayudante del conductor. Naturalmente el Yérontas no condujo ni sabía conducir, lo dijo bromeando, pero el milagro es que no entendí cómo nos hemos encontrado en el Monasterio de Surotí y yo estaba totalmente descansado».
Levanta una roca
Luca el hermano del Yérontas, nos ha narrado: “Cuando el padre Paísios estaba en Stomio, una vez había caído una roca grande. Nos reunimos muchos para mover la roca con palos como palancas, pero vanamente. Se marcharon todos y me dijo: “Venga, vete tú también”. Me marché, me fui un poco más allá para el otro lado. Le vi santiguándose, haciendo la señal de la Cruz, agarrar la roca, levantarla como silla y ponerla fuera del camino!
¡Qué bendición era esta!
El padre Jaralampos Anastasis, responsable de la Iglesia del pueblo Kalizea de Konicha, se refiere: “Un año, después de la fiesta de la Laura, vine a la “Panaguda a pie durante seis horas andando para ver al Yérontas”. Hacía veinticinco años que no lo veía. Le encontré en el bosque. Me conoció inmediatamente y lo interesante es que me dijo la fecha que me hice diácono y cuándo me hice presbítero. Le digo:
-Páter, ¿por amor a Dios no vamos a comer un poco?
– Me dice, no.
»Me enseñó una bolsa de plástico que en su interior tenía tres tomates muy pequeños y una y media tostada. Pensé: “¿Y estas cosas comeremos?”. No aguanté y le dije:
-¡Qué comeremos de estas cosas, Yérontas, si yo llevo sin comer desde ayer; a mí no me bastan ni veinte de estos tomates.
»Me respondió:
-Páter Jarálampos, haremos oración, tú las bendecirás y sobrarán.
»Abrió la bolsa de plástico, la rompió en forma de Cruz y la extendió como mantel. Me puso dos tomates, y él se quedó con media tostada y un tomate. Pues, nos levantamos hicimos oración adecuadamente y después dijo: “Páter santo, bendiga”. Bendecí y comimos. ¿A dónde había ido toda aquella hambre? ¡Me había saciado totalmente! Estaba como si alguien me hubiera tapado la garganta. Me sacié y no podía comer toda la tostada y dejé también un poco. Quería continuamente agua. Me decía el Yérontas:
-Come, cura-Jarálampos.
-No puedo comer más Yérontas, he quedado lleno.
»Todo el día después, donde iba, no quería comer nada ni alimentarme ni tomar nada. Sólo “agua, agua, y agua” pedía continuamente.
»Me impresionó mucho y después, cuando andaba solo, me decía a mí mismo: “¡Qué bendición era esta! ¡Tal y como Cristo bendijo los cinco panes y los dos pescados y se saciaron los cinco mil hombres, sin mujeres e hijos; Bendición del Señor! ».
“¡Imperceptible!”
El Yérontas por humildad no solo evitaba a ser fotografiado, sino que sentía malestar y repulsión. Sólo cedía ante algún ser humano humilde y sensible, para que no sea herido por su negación y lo interprete que es debido a la indignidad del que lo pide. Entonces el Yérontas prefería a entristecerse él en vez de entristecer al hermano. Por agapi sacrificaba también su humildad. Muchos intentaron a fotografiarlo a escondidas o claramente, en casos que no podría reaccionar a causa de la presencia de higúmenos, obispos o durante alguna procesión. La verdad es que a veces consiguieron fotografiarlo pero por costumbre las fotografías no salieron bien, salieron malogradas, porque en la faz del Yérontas hay una tristeza, una reacción que te hace sentirte culpable.
Pero hay muchos testimonios, que durante estos intentos sin bendición o por la fuerza de fotografiar al Yérontas, de forma admirable quedaba imperceptible por el foco de fotografiar. A veces se quemaba el carrete y otras veces salía la foto de papel normal pero el Yérontas faltaba del papel!
***
El señor K… fotógrafo profesional se refirió: “He visitado al Yérontas y he sido muy ayudado por sus consejos iluminados. Pero lo que más me conmocionó fue su excesiva agapi y sacrificio. A causa de su enfermedad estaba totalmente agotado pero también tenía mucho dolor. Pero apenas haber percibido que yo tenía una necesidad grande, “se olvidó” de su problema, se tumbó fuera en el patio – porque no podía mantenerse ni en pie ni sentado- y se ocupó conmigo. Saliendo me vino el deseo de fotografiarlo, de manera que pueda tener la posibilidad de tenerlo y llevarlo continuamente aquel bendito encuentro en mi memoria con su fotografía. Pero conociendo que, si le preguntara, recibiría su negación, le saqué a escondidas dos-tres fotos. Pero el Yérontas, sin que yo lo perciba en aquel momento, me impidió con su propia manera: ¡Las dos fotos salieron negrísimas! Eran como si hubiese tenido delante de mi cámara de fotos la tapa de protección!
***
Testifica otro peregrino anónimo: “Me fui en “Panaguda” y no había nadie”. El Yérontas debería estar dentro, porque el cantado de la puerta de madera estaba colgando abierto. Pensé, “ahora es la ocasión; puse entre las ramas dentro del cerco la máquina de hacer fotos para que no sea vista, y la coloqué de forma adecuada, de modo que pueda captar y fotografiar la puerta de la Kelia. Toqué la campanita. Apenas salió el Yérontas, le di al botón. Estaba lleno de alegría…
»Pero imaginaos mi sorpresa cuando, después de la revelación del film, vi que la puerta había salido perfectamente clara y entera, pero el Yérontas no estaba!
***
Semejantes cosas sucedían también cuando querían grabar la conversación. Hay casos que el cassette no giraba o funcionaba pero no grababa. Otras veces grababa todo lo demás, palabras de terceros, pájaros, ruidos etc., pero la voz del Yérontas faltaba.
***
Testimonio de un estudiante: “Fuimos al Yérontas con otros compañeros de estudios. Comenzamos la conversación y el Yérontas percibió que tenemos el cassette grabando. Nos dijo que lo apaguemos.
Todos apagaron los casetes pero yo como lo tenía bien escondido, lo dejé. Después otra vez nos dijo lo mismo y añadió: “Aunque no los apaguéis no grabarán”. Marchando lo apagué inmediatamente. Cuando probé el cassette vi que había grabado de antes y después de la conversación, pero del Yérontas no se había grabado nada!”
***
Testimonio del Gheorgios Kurkuliotis: “Un grupo de estudiantes fue al Yérontas y uno de ellos había llevado consigo un pequeño magnetofón para grabar la conversación del Yérontas con ellos. Una vez haber hablado bastante, en un momento le dice el Yérontas: “Esto que tienes en tu bolsillo, no ha grabado nada”. El joven se quedó de piedra. ¡Realmente, cuando probó el cassette no había grabado ni una palabra!
***
Malvaviscos (tipo de golosinas) de nieve.
Testimonio del padre S.A., titulado de la academia Athoniada de Athos: “Era 10 de febrero de 1980. Las nieves tardan en fundirse, por eso pocos bajan hacia la Kelia “Panaguda”, la más familiar y conocida de la Santa Montaña Athos. Lo consideré como una oportunidad de oro porque le iba a encontrar solo. Recibí la bendición del director de la academia y bajé hacia la austera kalivi del padre Paísios para recolectar un poco que exquisitez y ambrosía espiritual.
»Apenas llegué a la puerta del patio, tiré del alambre y sonó la campanita. El Yérontas salió, me entregó la llave y abrí la puerta. Me recibió alegremente y me hizo sentarme.
-Qué tal Yérontas; cómo está, le pregunté.
Qué voy hacer… estoy cansado, también estoy enfermo… (tenía gripe). La gente no me deja morir en paz…
-No Yérontas, nos haces falta, le dije.
-Parece ser que tengo pecados aún, dijo, tengo letras que pagar …
No tengo nada que darte de comer. Unos malvaviscos que me quedaban los han comido los últimos visitantes que han venido aquí este mediodía desde Kariés.
-No quiero nada, Yérontas, he venido para hablar.
-No, espera, dijo.
»Y sin perder el tiempo salió fuera a la nieve. Yo le estaba observando por curiosidad. Desde la puerta totalmente abierta le veía que estaba doblado a la nieve. Tenía su espalda puesta hacia mí y parecía que algo hacía. En poco rato entró dentro teniendo un recipiente pequeño y dentro se veían unos preparados de tamaños desiguales con huellas dactilares y señales de la palma. Todos desiguales y como si tuvieran mucha azúcar lustre espolvoreado por encima, tal como es la nieve.
-Toma me dijo. Toma y come.
»Comí uno. Su sabor era como malvavisco y literalmente era malvavisco.
-Toma uno más me dijo, pero no más.
-Buenos malvaviscos, padre Paísios, dije.
-Cuáles malvaviscos; son nieve, dijo sonriendo. Mira, me dijo, no digas nada a nadie. Con cuántos chicos vives en la sala; toma para darlos a los otros muchachos, pero atención, no digas nada.
»Me marché del Kalivi porque estaba anocheciendo e hice como me dijo el Yérontas. De estos malvaviscos que hizo el Yérontas con la nieve comieron también los otros tres chicos de mi habitación. Pero no dije nada de la procedencia de estos, porque no tenía bendición. Ahora que el Yérontas se ha dormido y ha llegado la hora, lo comento para doxa, gloria y gracias a Dios».
B 2.2 Reconciliación con la creación
Al Yérontas le fue concedido el carisma de tratar y tener compañía fieras salvajes, sin que le molesten, tal y como sucedía con Adán antes de la caída y a muchos Santos.
Las bestias salvajes percibían su gran agapi y veían al Yérontas la pureza de antes de la caída. Es conocido que, cuando el hombre recupera la belleza inicial, la primera en ser creada y la perdida divina jaris (energía increada gracia), entonces se hace dueño de la creación y gobierna en todos los pájaros del cielo, los reptiles y las fieras de la tierra. Entonces sobreviene la reconciliación con la creación, tal y como llaman los santos Padres este estado de antes de la caída. “Cuando en uno habita y reposa Dios, entonces todo está sometido a este hombre, igual que Adán antes de transgredir el mandamiento de Dios” (Cirilo Skizópolitis: “La vida de san Eutimio el Grande”, cap. 13, pág. 23).
Decía el Yérontas: “Desde el momento que el hombre se pone en el lugar del otro, después puede amar a todos los hombres, incluso a los animales y a las fieras. Todo cabe en su interior y se sale de sí mismo, de su propia agapi (amor) interesada y egoísta.
»Veo una fiera. Pienso que podría ser yo también una fiera. Dios es el creador, dueño y amo bueno de su casa, y podría hacerme una fiera. Cuando me pongo en el lugar de las fieras, las amo y tengo compasión, incluso para las serpientes. ¿Eh, me gustaría a mí si fuera serpiente, que saliera un poco al sol para calentarme y viniese el otro a romperme la cabeza? La agapi increada, la divina informa a las fieras. Una fiera puede discernir a un hombre que le ama y a un cazador que quiere matarle. Al hombre que le ama se le acercará, no le tiene miedo. Esto creía que sucede en los otros animales salvajes, excepto a las serpientes. Pero después comprobé también que en las serpientes sucede lo mismo también. Incluso en la víbora en relación con las demás serpientes, de una manera, igual que el cabrito y el cordero.»
Le preguntó un diácono: “Yérontas, he oído que tienes serpientes, ¿es verdad?” El Yérontas respondió: “Sí diácono, las serpientes (los pazos) los tengo aquí en mi corazón y cuando te hagas Guía espiritual, entonces vente para mostrártelos (a confesarme).
***
El señor Gheorgios Papazemistokleos de Kónicha se refiere en un escrito: “Íbamos casi cada Sábado y Domingo al Monasterio del Stomio, como si una fuerza inexplicable nos atrajese cerca del padre Paísios. Allí encontrábamos regocijo, paz y serenidad, estando cerca de él se tranquilizaba nuestra psique y nuestro espíritu. Paralelamente, intentábamos a ayudarlo en varios trabajos. Un día de aquellos me mandó a tomar un pico y una pala del almacén que estaba inmediatamente después de la entrada principal al Monasterio.
-Gheorgios, no tengas miedo, dos serpientitas que están allí son inofensivas, me dijo.
»Avancé para realizar lo que me había pedido, entonces me encontré delante de dos enormes dendrokaliés (serpientes de más de dos metros no venenosas) hacia la zona de las herramientas. Ante la expectativa de estas di un paso atrás asustado, preparado para salir corriendo. Me detuvo la mano bendita y blanda del Yérontas, mientras a la vez “reprimía” las serpientes con voz serena y tranquila. “¡Iros a vuestra esquina no veis que Gheorgios tiene miedo!!!
»Me había seguido, porque percibió que la expectativa de las serpientes me produciría miedo. Volví para mirarlo, pero no encontré su mirada. Mis ojos estaban fijos hacia el suelo. Intenté susurrar algo, pero ya se había marchado.
»Otra vez entrando en la cocina del Monasterio escuché a uno que era antiguo compañero suyo del colegio, diciéndole:
-Déjame, padre Paísios, que le pego un tiro.
»Simultáneamente elevó la escopeta de cazar. Y el dulcísimo Yérontas con voz serena y apacible:
-No Yanis, no, esta liebre tiene en su frente la Cruz.
»Yo me doble por la ventana y vi una liebre que estaba apacentando tranquila y en su frente llevaba una Cruz negra.
»Llamaba a las liebres, tal y como nosotros llamamos a los gatos, y ellas no tenían miedo vivir con él.
Esta liebre el Yérontas la había cogido cuando estaba entre las plantas de judías, la hizo una Cruz en la frente y avisó a su Yerno Basilio y a otros cazadores que tengan cuidado de que no la mataran.
***
Una vez vinieron dos osos pequeños dentro en el patio del Monasterio de Stomio. El Yérontas las cogió del cogote y las dijo: “Otra vez no entréis en el Monasterio. Tenéis que venir por la parte de atrás de la cocina, para daros de comer”, y las condujo en esta parte. (Esto lo relataron dos personas de Kónicha al novicio Pablo del Monasterio de Stomio).
***
El peregrino Chipriota M:S: nos relata: “Había venido un grupo de Chipriotas en la “Panaguda” para ver al Yérontas. Les invitó que tomasen malvavisco. Apenas abrieron la tapa, hicieron un gesto y se miraron entre ellos y murmuraron. La caja estaba llena de “límpurus” un tipo de hormigas chipriotas. Parece que un peregrino no había cerrado bien la tapa y se llenó de hormigas, aunque el Yérontas había escrito encima de la tapa que cerraran la caja. Eran tantas hormigas de modo que los malvaviscos estaban negros, no se veían.
»El Yérontas, apenas entendió lo que había sucedido, echó una mirada a la caja e inmediatamente con naturalidad un malvavisco, lo dejó más allá y con cariño, pero con seriedad y algo imperativamente dijo a las hormigas: “Este malvavisco es el vuestro. Iros a comer y dejad los otros malvaviscos que los coman los hombres”.
»Lo sorprendente es que las hormigas obedecieron, salieron todas de la caja y se reunieron a comer el propio malvavisco de ellas.
***
Testimonio del monje Alipio de Santa Ana (de Athos): “Conocía al Yérontas desde los quince años. Por la jaris (energía increada) de Dios me hice monje en el Santo Monasterio Kutlumusíu (Athos). Iba y le veía muy a menudo. Oía de sus milagros y había nacido el deseo en mí a ver uno de sus milagros. Por un mes más o menos tenía este loyismós.
»Una mañana del invierno, principios de Noviembre, fui a verlo y lo encontré lavando las manos fuera en el patio en un barril pequeño. Estaba solo. Abrió y me hizo pasar. Detrás del barril tenía un papel de aluminio que dentro tenía unas migas, lo abrió y miró hacia el cielo. Mientras que característicamente no había ningún pájaro, inmediatamente se presentaron enjambres de pájaros. ¡De dónde aparecieron de repente tantos pájaros! Unos estaban sentados en su cabeza otros en sus hombros y en sus manos y él los daba de comer. Viendo este espectáculo me sobrecogió un desconcierto, mi corazón tocaba rápidamente por la emoción y me reía desconcertadamente. El Yérontas sonriendo decía a los pájaros: “Iros también de aquí”. Les hablaba como si fueran seres humanos. Uno que estaba sentado en su mano le decía: “Vete también que este es de los nuestros”.
»Esto duró dos minutos más o menos. En un momento el Yérontas dobló el papel de aluminio y los pájaros desaparecieron. Estaba anonadado y le miraba. “Ahora márchate”, me dijo.»
B 2,3 Orador y suplicador por el cosmos
En la puerta del patio de la “Panaguda, por un espacio del tiempo todo visitante veía la siguiente nota: “Escribid lo que queráis, echarlo en esta caja y os ayudaré más con la oración que con las charlatanerías y palabrerías. Así tendré tiempo de ayudar también más a los doloridos. Aquí he venido para hacer oración y no para haceros de maestro.
La primera sensación es que en este espacio existe radiotransmisor espiritual y el monje que está auto-delimitado en el interior de estas alambradas tiene un servicio muy responsable; enviar señales hacia Dios, es decir, orar. Se ve de esto también cuánta relevancia daba el Yérontas a la oración por el cosmos-mundo. Juzgando por los resultados de la oración, la consideraba más beneficiosa y más efectiva que la conversación y la correspondencia.
La oración del Yérontas tenía dos alas. Una era el dolor cordial. “Incluso un gemido muchas veces equivale con oración, con horas de oración y con vigilia”. Y la otra era la justicia. “Sin justicia la oración no es escuchada”. «Si yo hubiera visto en mi corazón injusticia, el Señor no me habría escuchado» (Sal 66,18).
La oración del Yérontas por todo el mundo era la conjunción y resultado de todo su estado espiritual, especialmente de su gran agapi.
El raro carisma de la oración por el mundo, se le había sido dado después de grandes luchas. Era orante y suplicador para todo el mundo. Oraba para todos, igual que para sí mismo. Su oración era incesante, cordial, pura, lúcida y efectiva. La separaba en tres partes. Una parte para sí mismo, una para los vivos y otra para los difuntos. Pero en realidad oraba mucho más para los otros que para sí mismo.
Generalizaba y extendía su oración para incluir a todos los seres humanos. Cuando hacía oración para casos especiales, por ejemplo, para un joven que se había salido del camino de Dios, añadía: “Acuérdate, Señor, y ayuda a todos los jóvenes”. U otra vez, cuando oraba para alguien, por ejemplo, por enfermo Nicolao, añadía: “Acuérdate Señor también para todos los Nicolaos”.
En este punto le ayudaba mucho el Psaltirio con los distintos casos, tal y como los había señalado san Arsenio, con la diferencia que el Yérontas generalizaba los casos, por ejemplo: el primer salmo es para cuando se siembran vid o árboles, para que fructifiquen. El Yérontas una vez haber leído el salmo, rogaba a Dios no sólo por los árboles recién sembrados, sino también para los bebés que se están concibiendo en el vientre de la madre, para que tengan bendición de Dios desde el inicio, para fructificar. También, cuando el salmo se refería a las tempestades, el Yérontas decía: “¿Cristo mío, no ves la tempestad del mundo, mira cómo se ha perturbado el mundo?”. Y rogaba junto con la tempestad del mar que se pacifique el mundo y la perturbada humanidad. Así la oración abrazaba todo el mundo. Después dejaba el Psaltiri y su nus se ahondaba en la noerá oración del corazón para todos los hombres y para toda la creación.
Dijo el Yérontas: “Me mandan cartas de Australia y me piden a orar por sus asuntos y problemas. Y yo oro con el Psaltiri. Después recibo cartas y me agradecen porque he orado y se arreglaron sus problemas. Entonces, cuando veo esto yo también oro más con el Psaltiri. Cada vez que tomo el Psaltiri lo leo unas dos horas más o menos. Y después veo que Dios escucha todas estas oraciones.»
Esta oración le agotaba, porque participaba entero en el dolor humano, cuando presentaba a Dios las fatigas y los problemas de los hombres y pedía por ellos “las peticiones para la sotiría, redención, sanación salvación”. Sentía “mucho dolor, pero también consuelo grande”. El dolor humano tan grande que veía en su alrededor le hacía salirse de sí mismo. Al Yérontas a veces se le veía arrastrando los pies por su agotamiento, enfermarse sus rodillas por el ayuno, estando preparado su caparazón de concha para rasgarse las vestiduras por las enfermedades, sin embargo no dejaba la oración para el mundo.
Decía: “La oración para el mundo ayuda mucho, sobre todo cuando existe dolor cordial. No participo del dolor del otro, cuando tengo un pie encima del otro y me siento cómodamente y tengo todas las comodidades.»
Su oración estaba acompañada con ayuno, esfuerzo, cansancio, genuflexiones y principalmente humildad. Decía: “Pedid humildemente. Yo digo; Dios mío, soy una bestia. Ten misericordia de mí y de todo el mundo”.
Creía que él era responsable por los padecimientos de los otros: “Si yo fuera santo y mi oración fuera escuchada, ellos no sufrirían, ni padecerían”. El escribe en una epístola suya con fecha 14-3-1971: “Por consiguiente, el desgraciado del Paísios, por ser desgraciado, muchas psiques son fatigadas y angustiadas por su causa, porque no ha adquirido la jaris (energía increada gracia) de ayudar a los hombres mediante Dios, que humanamente no son ayudados.”. Decía: “Pensemos que nosotros somos los culpables que un enfermo no tenga la salud, porque el Cristo dijo que os doy poder para hacer milagros y nosotros no hacemos nada”. Y añadió: “Qué hago, páter mío, vienen los hombre piden ayuda y no puedo ayudarlos. Mis defectos y mis malos hábitos tienen la culpa que me hacen no ser hijo amado de Dios, para que Dios escuche mi oración”.
-Entonces Yérontas, ¿por qué viene la gente?
-Sabes qué sucede; lo que yo he entendido es que la gente tiene necesidad de agapi. Hay psiques doloridas y yo tengo un poco de paciencia con ellos”.
Pero los hombres tenían opinión distinta, por eso no paraban de venir. El mismo sintiendo su pobreza, como buen pedigüeño, se arrodillaba y extendía sus manos hacia Dios y rogaba para ayudar a cada uno. Estallaba en palabras suplicantes: “Cristo mío, te ruego, a tal que es paralítico ayúdalo, él por sí mismo poco puede hacer para arreglárselas a solas”, o “Panaghía mía, otra vez también te molestaré…».
Acostumbraba a encender velas de cera pura para los visitantes delante de los iconos en la sala de visitas. Por las noches encendía las velitas dentro en una caja con agujeritos que formaban Cruces, y oraba por todo el mundo. Un día tenía abierta la Bella Entrada y ante ella había un candelabro con una vela encendida. Quizás sería una forma de “súplica extendida” sobre algún problema muy serio.
Cuando había este tipo de temas e intensas crisis en el Estado y en la Iglesia, aconsejaba a los padres: “Enganchémonos bien al komposkini; es decir, hacer mucha oración, porque hay una necesidad grande.
Lo hacía también para incitarlos, pero principalmente para esconder el sí mismo de los resultados de su oración.
El mismo oraba mucho pero quería también otros copartícipes y co-padecientes en las oraciones. “Si pudiera”, decía, “formaría un equipo de oración que no parara nunca. El mundo tiene mucha necesidad”.
Dos padres en víspera de san Esperidón iban a una vigilia. Pasaron por el Yérontas para pedir la bendición. Vieron su rostro muy rojo y aparecía muy entristecido. Dijo a los padres: “Haced oración allí a donde vais, y decidlo también a los demás. Se está haciendo mucho daño y mal en Rumanía, tienen guerra civil y se están matando muchos”. Aquella época había sido derrocado Tsausesku. El Yérontas por su propia “televisión espiritual” supo de los acontecimientos y participaba en la prueba del pueblo rumano orando intensamente.
Tenía plena concienciación de su deber como monje, orar para los demás. El que pasaba por su Kalivi, a éste le “ataba con su komposkini”, según su expresión, es decir, hacía oración con el komposkini.
Un Padre rogó al Yérontas hacer oración para que su hijo escapase de las malas compañías que se había liado. En poco tiempo volvió a venir para agradecerle por el cambio de su hijo. El Yérontas le respondió: “De allí se escapó, pero de aquí” y le enseño el komposkini, “no se escapará”, es decir, que seguirá orando por él. Con sorpresa más tarde confesaba su hijo: “No sé qué me había sucedido. Sin ninguna razón ya no quería hacer compañía con ellos”.
Oraba para todos y Dios daba a cada uno lo que tiene necesidad. “Veréis”, decía, “cuánta gente son ayudadas por las oraciones! Reciben ayuda, porque tienen derecho a la divina ayuda y Dios encontrará el momento adecuado para darla. Cuando la oración es fuerte, desciende el mismo Cristo y ayuda a la psique. Cuando uno tiene franqueza en su oración, se parece al ministro que ruega al primer ministro y consigue su petición.”
Nos narra un monje Aghiorita: “Antes de terminar el servicio militar, vine con permiso a la Santa Montaña Athos y por primera vez me encontré con el Yérontas Paísios. Le pregunté sobre temas personales y después le comenté sobre un amigo mío. Quería casarse con una chica pero sus padres no le querían. Este llegó a depresión y desesperación y quería suicidarse. Después de regresar al mundo, cuando encontré a mi amigo, me decía: “Intento destruirme a mí mismo pero no lo consigo; algo me detiene en mi interior y no me deja hacerme daño a mí mismo”.
»Una vez acabado el servicio militar, decidí venir a la Santa Montaña Athos y hacerme monje. Pasé primero por el Monasterio de Surotí y allí encontré al Yérontas. Habían pasado 7-8 meses. Me preguntó con interés: “Cómo está tu amigo (tal)”. Entonces conciencié que el Yérontas todo este tiempo estaba orando para mi amigo y sus oraciones le impidieron hacer algo malo en sí mismo.»
Recalcaba mucho que “el ofrecimiento del monje es su oración por todo el mundo. En vez de visitar encarcelados, orad por los difuntos. »
Preguntado el Yérontas: “Cuánto debemos orar por los difuntos.; y si puedes sacar una psique del infierno”. Y respondió: “¡Aquello que sé por mi experiencia es que una psique puede desde la mazmorra pasar al salón, qué, lo tienes por poca cosa!”
El Yérontas dijo a un monje; “¿No tienes trabajo? Yo te encontraré. Haz prosternaciones para los difuntos. ¿Sabes cuánta necesidad tienen?”.
Mientras que la oración se hacía la causa de ser ayudadas muchas psiques, el diablo intentaba impedírselo. Decía: “La tentación encuentra las formas para molestarnos e impedirnos de la oración. Me manda gente para impedirme y distraerme de la oración. Pero también lo contrario; entiendo cuando los envía Dios”.
Un Yérontas de la Kelia de al lado, una noche escuchaba salmodias en la Kelia del Yérontas Paísios. Le pregunté, qué salmodias son estas que se escuchan por la noche desde hasta tal hora, (eran las horas que oraba). El Yérontas quedó sorprendido, no sabía anda. Y dijo: “No, yo no celebro oficio litúrgico, todo lo hago con el komposkini”. ¡Quizás tenía potencias celestes que le ayudaban en sus oraciones y las referían o transmitían a Dios!
Es verdad que el mundo está por las oraciones de los Santos, como se ha escrito para san Antonio el Grande: “Con tus oraciones y bendiciones has apoyado en toda la οἰκουμένη icumeni en todo el mundo o en tierra habitada, santo Padre”. No conocemos en cuantos casos el Yérontas con sus oraciones apoyó en la icumeni. Lo seguro es que apoyó innumerables psiques que valen más que todo el mundo. Además con su oración sanó enfermos, liberó y limpió endemoniados, y sólo Dios conoce cuántos anónimamente ayudó para encontrar a Dios y salvarse. Ahora ya que el Santo no está con nosotros, para encender velas y orar para todo el mundo, nos consolamos con la certeza de que nos ayuda mejor y más efectivamente desde el cielo. Tenemos demostraciones los milagros y sus manifestaciones que se hacen después de su dormición.
Ya que en toda su vida “placenteramente se fundió como una vela” orando, ahora su vela inapagable de su oración está encendida delante de la Santa Trinidad e intercede por todos nosotros.
B 2,4 Διδάσκαλος Didáscalos Maestro carismático.
Es una confirmación común de todos los que han conversado con el Yérontas y los que han leído sus textos, de que poseía el carisma del logos y de la teología, el superior de todos los carismas del Espíritu Santo. Inicialmente evitaba a enseñar a los demás, pero sucedió lo siguiente, tal y como el mismo nos ha narrado: “El padre-Atanasio del Monasterio Ibiron era buen monje y hombre espiritual y muy retórico. ¡Po, po, po! Te tumbaba con dos palabras. Vino una vez a mi Kelia y me dijo: “Mira, hijo mío Paísios, tienes que ayudar también a alguna psique, porque tienes esta capacidad”. Y así me convenció aceptar recibir hombres y que puedo ayudarlos”.
El logos del Yérontas era sencillo, como los pescadores Apóstoles, práctico, vivo, representativo, atractivo, apacible y dulce. Caía como rocío en las psiques sedientas. En sus narraciones era incomparable. Entrelazaba fisiológicamente historias alegres y bromas, para que la narración se convirtiese agradable, más representativa y recalcar algo de lo espiritual. A menudo hablaba con ejemplos, “en parábolas”, de la naturaleza y de la vida. Era preciso y claro en sus palabras, poético y apotegmático. Era capaz de hablar cómodamente todo el día sin preparación y sus oyentes estaban colgados de sus labios.
No daba conferencias ni aspiraba hacer de maestro. Por regla general conversaba con sus visitantes o hacía reuniones en sus conocidos monasterios, cuando se lo pedían o respondía a las preguntas.
Con pocas palabras cubría las cosas importantes de muchos. Tenía el tropo (modo, manera) y el discernimiento y podía por un motivo insignificante hacer una enseñanza espiritual extraordinaria.
Tenía la capacidad de cambiar las conversaciones insignificantes en espirituales. “Doxa-gloria y gracias a Dios, que hemos hecho el tejado de nuestra Kelia”, le dijo un monje Aghiorita. Y el Yérontas llevando la conversación de las construcciones a la construcción espiritual, dijo: “Igual que en la casa lo más básico es el tejado, así también en el hombre lo más importante de todo es tener su cabeza asegurada, bien amueblada y no aceptar loyismí.
Su logos tocaba las psiques de los hombres. “Aquello que más me impresionaba”, dijo un drogadicto, “es que el Yérontas con dos-tres palabras conseguía comunicarse con nosotros y mover nuestro interés, motivarnos”.
Según la disposición de ellos, unos volvían en sí mismo y se arrepentían, otros dudaban, otros se entusiasmaban y otros se consolaban. No convencía a los hombres con la lógica, sino que los ayudaba espiritualmente.
Produce sorpresa su polivalencia, los conocimientos prácticos, la sabiduría y su enorme memoria.
Tenía la capacidad de dirigir espiritualmente monjes y monasterios, dar soluciones a los problemas de laicos, solteros y casados, dialogar con científicos que quedaban impresionados por los conocimientos y su habilidad. Condescendía y se ponía al nivel de formación y del estado espiritual de los hombres, teniendo siempre en cuenta el carácter de ellos, sus profesiones, sus orígenes, sus intereses, etc.
Por regla general “hablaba a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (Cor 14,3) y “sobre el reinado de la Realeza increada de Dios” (Lc 9,11).
Evitaba teologizar sin motivo. Pero cuando era necesario, teologizaba sin error, expresando con palabras sencillas sus visiones y experiencias divinas. La zeoptía (visión divina o de la luz increada) prevalece de la teología. Ella al monje analfabeto le hizo teólogo. Decía que “la teología sin experiencia se parece al topo que intenta describir al sol.»
Por supuesto que en las palabras del Yérontas había también los elementos humanos de sus gnosis-conocimientos y de su experiencia. A veces me decía: “Mi loyismós me dice esto y aquello… o creo que…” Hablando como ser humano sobre temas corrientes actuales se equivocaba también. Además que el mismo no se creía infalible.
Pero para situaciones y temas espirituales, que tratan de la sotiría redención, sanación y salvación, observaba al interlocutor con atención, observando profundamente a sus ojos con vista perspicaz y a la vez oraba espiritualmente-noerá (con el nus). Ya que comprendía exactamente la pregunta, después “hablaba la jaris (energía increada) que le concedía las cosas y realidades”, (San Isaac el Sirio, Logos 76, pág. 296). Sus respuestas eran tan clarividentes que informaban interiormente y se hacían aceptadas como palabras de la Santa Escritura. Estas palabras del Yérontas tenían una fuerza especial, indudable aceptación, porque no eran suyas, sino del Espíritu Santo. El Yérontas simplemente transmitía el logos de Dios que nacía de lo alto en su corazón. Este logos es “el especial, perfecto y verdadero atributo de los Santos”, (San Simeón el Nuevo Teólogo. Logos 80)
En estos casos hablaba como teniendo poder, con absoluta certeza, sin dejar lugar a dudas. Cuando el Dios no le daba logos e información, no respondía: Decía: “Hacer oración”, y después de días daba la respuesta adecuada.
El Yérontas por naturaleza era abierto, elegante, hábil y hablante convincente. Pero el valor de su carisma no está en la forma de hablar sino en el contenido de sus logos. Sus logos tenían la fuerza de revelar la realeza increada de Dios y alterar la psique de los hombres, porque el mismo se había alterado espiritualmente por la divina jaris (energía increada).
El venerable metropolita Panteleimón de la ciudad de Xanzi, recalca. “Los consejos del Yérontas manifestaban estabilidad de actitud y fe que tenía como sostén una experiencia vivida muy superior de lo que nosotros estábamos preparados para entender…
»Escuchaba sus logos y admiraba su espíritu. Era el Espíritu de Dios que clamaba a través de su instrumento o recipiente. Esto cada vez más se hacía en mi interior fe inquebrantable e información invariable. El yérontas-Paísios se hacía para mi instructor en Cristo, hermenéutico-intérprete de los regalos del Espíritu, indicador del camino celeste y luz en mi densa oscuridad».
El Yérontas, también después de su dormición, ayuda a los hombres con sus escritos. Sus libros tienen una repercusión sin precedentes, se leen insaciablemente, se traducen en lenguas extranjeras, hablan al corazón, conmueven a personas sencillas y a intelectuales.
Con la enseñanza que ha dejado el Yérontas, se ha convertido en maestro-didáscalos contemporáneo de la vida espiritual. Sus palabras que circulan en la boca de los hombres, influyen carismáticamente y conducen las psiques a la sotiría redención, sanación y salvación.
B 2,5 El carisma de la παράκληση paráklisi súplica y consuelo.
Tal y como el sol de la primavera expulsa la niebla y calienta, así también el Yérontas, con el carisma de la paráklisis (consuelo y súplica) expulsaba la tristeza y consolaba a toda psique castigada y dolida que se acercaba a él.
Muchos acudían a él “gracias a la consolación”. Venían entristecidos y se marchaban totalmente cambiados. Uno sólo por verle recibía fuerza y alegría. Si tuviese también la bendición de conversar también con él, entonces conocía y sentía una alegría insólita y se marchaba alterado. Las mismas cosas más o menos las puede decir también otro a una persona afligida, dolida y cargada. Pero los logos del Yérontas transmitían la jaris (gracia energía increada) de Dios, tenían otra fuerza.
Conseguía tomar todo el dolor humano y la tristeza y convertirlos en alegría y consuelo. El mismo saboreaba la amargura, pero los hombres se llenaban de alegría y dulzura.
Decía: “Tantos y tantos hombres vienen, supongamos, que todos estos están doloridos y afligidos. Y todos se van alegres y fortalecidos. ¿Pero no piensan a dónde va este dolor de ellos? Todo viene a mí. Pero ellos no entienden que cuando se van alegres qué dejan atrás en mí. Pero ahora bien, supongamos, es decir, hasta aquí la situación es soportable, ¿pero hasta dónde llegará esta cuestión?”.
Su agapi verdadera para cada hombre hacía el dolor y los problemas de los demás suyos y resultaba en la oración del corazón para los doloridos. A través de él operaba la divina jaris (energía increada), con una especial jaris de paráklisi consuelo y súplica.
Veían el ejemplo de él y eran consolados. Mientras que el mismo sufría de muchas enfermedades, soportaba y glorificaba a Dios. No rogaba a Dios para darle salud. Estaba siempre con buen ánimo y alegre, desbordaba de alegría y alegraba también a los doloridos y afligidos. Aquellos se marchaban alegres dentro de sus aflicciones. No daba un consuelo falso. Recalcaba la fe en Dios, la paciencia, la doxología y el afrontamiento espiritual de la prueba, e indicaba también el propósito de las aflicciones y tristezas. Endulzaba los padecimientos de la vida presente con la esperanza de la eterna.
Los monjes iban doloridos y cargados de loyismí y tentaciones. Con una breve conversación sacaban alas y salían volando. Reencontraban el primer celo y se sentían como si desde aquel momento comenzaban de nuevo sus vidas monásticas. Cuando retornaban al Monasterio la alteración de ellos era tan clara y manifestada, de modo que se hacía percibida y los preguntaban: “¡Parece que quizás fuiste a ver a Paísios!”
Comenta un monje aghiorita: ”Visitamos al Yérontas Paísios algunos monjes jóvenes para apoyarnos en el inicio de nuestra vida monástica. Realmente nos volvió a dar alas a nuestra moral con sus palabras sabias y gratificadas. Cuando nos marchábamos, se detuvo y nos dijo una frase que quizás los demás la consideraron insignificante y no la dieron importancia: “Y no os entristezcáis cuando la loca carne está haciendo locuras sobre todo durante la doxología en el oficio litúrgico de los Maitines. Es porque baja la sangre, supongamos, por estar en pie hacia abajo…”. Sin embargo esto era mi fatiga y aflicción en aquella época. Mientras veía que psíquica e intelectualmente no participaba, sin embargo sentía gran vergüenza por lo que me sucedía dentro del santo templo, durante la hora toman parte tantos acontecimientos divinos y sobrenaturales. Mi orgullo o soberbia no me dejaba confesarlo. Pero el Yérontas Paísios captó mi problema y me ha aliviado y reposado”.
Cuando uno se acercaba a su Kalivi, sentía una dulzura. “Toda la atmósfera te endulzaba”, tal y como testifican muchos. Nadie se marchaba del Yérontas sin ser consolado.
Un monje aghiorita nos narra: “Bajé a la Skiti “Santa Cruz” para ver al Yérontas el año 1978. Mi nombre entonces era Nicolaos. Sentía una tristeza y un peso encima de mí como si se hubiera caído el Athos encima mío y no podía respirar. Me estaba ahogando. Describí mi situación al Yérontas, que me ha escuchado con atención y al final me dijo: “Te ha atacado la tentación, me dijo, espera y verás lo que vamos hacer”. Y comenzó a salmodiar el canon de san Nicolaos el tropario: “Bienaventurado Nicolaos, auténtico del Soberano…” tan cordialmente que se removía entero. Tomó mi cabeza y la puso en su pecho. Hasta llegar a la mitad del tropario me poseyó un temor y comencé a llorar orando. Cuando acabó, había quedado en mi interior una alegría y paz. ¡Cómo había cambiado mi situación tan rápido! Ahora sentía que toda la Santa Montaña estaba llena de dulzura y que esta dulzura salía del Yérontas.
Jóvenes con problemas psicológicos y tendencias a suicidios se consolaban y se marchaban con decisión firme de arrepentirse y vivir espiritualmente.
Un heleno de la región de Pontos no conseguía a encontrar trabajo y cayó en depresión y agobio. Había decidido suicidarse. Un amigo suyo le aconsejó a visitar al Yérontas Paísios y él fue a verlo. Se cambió totalmente, se hizo otra persona y se marchó alegre con esperanzas. Al final dijo: “Ahora aunque aparezca una montaña la apartaré de lado y pasaré”.
En la cabaña Panaguda trajeron “un hombre paralítico llevado por la camilla por cuatro hombres”. Vieron al Yérontas y el paralítico se consoló y se marcharon con las caras alegres.
Narró el Yérontas: “Estos días en la skiti “Santa Cruz” vino un muchacho que era como una perla. Tenía principios morales y pureza, no había visto otro muchacho así. Sus parientes, incluso ellos y todos sus conocidos, le tomaban como loco y perturbado; hasta al manicomio lo llevaban, porque no iba con mujeres y no hacía vida mundana. Vino muy perturbado y problematizado y se marchó totalmente cambiado.
»Un otro pensaba hacerse daño a sí mismo y se marchó tan alegre volando como mariposa.
»Otro se había mareado por los psiquiatras. Vino y estuvimos una hora y media y al final saca 1500 dracmas para dármelas, porque en los psiquiatras por 15 minutos pagaba 1000 dracmas y no le hacían nada, en cambio aquí ha sido muy beneficiado, porque no tenía nada, sólo su loyismós se puso en su sitio y se arregló.»
Un piadoso peregrino llorando por emoción comentó lo siguiente: “Había venido el año 1992 de Canadá desesperado. Estaba separado, tomaba drogas y catorce pastillas. Hacía treinta y dos años que no tomaba la Divina Comunión, no comulgaba. El Yérontas estaba conversando con unas quince personas en el patio. Se veía muy agotado. Se marcharon los otros y se quedó el último. Le dijo: “Vienes de muy lejos. Hace mucho tiempo que te estaba esperando”. Su agapi me fundió y alteró. Sentía que lo veía todo. Se olvidó de su situación y él se llevó encima de él todos mis problemas. Todo me lo puso en su sito arreglado: La salud, ahora sólo tomo una pastilla para la presión, el trabajo, la familia; ahora tengo también una hijita, la Paísia y lo principal tengo mi fe en CristoDios. Mi madre muy alegremente me dice que: “Hijo eres todo un milagro”.»
Una vez en Tesalónica el Yérontas encontró a un clérigo alumno suyo. Mientras estaban conversando, se les acercó una mujer vestida de negro, muy amargada y dijo con tensión y miedo: “Decidme ¿por qué es injusto Dios? Se ha llevado a mi marido y ahora a mi hijo”. El Yérontas no dijo nada. Miró izquierda-derecha y oró. Después dijo a la mujer: “Bendita, ahora eres como monja”. La mujer se serenó, puso metania-genuflexión, besó su mano y se marchó agradeciendo.
Incluso antes de su dormición, cuando tenía los grandes dolores de su enfermedad y estaba casi moribundo, no cesaba de consolar al pueblo de Dios.
Un joven conocido suyo tenía un serio problema de salud, que le había creado depresión inaguantable. Acudía a psiquiatras y tomaba psicofármacos. El Yérontas lo llamó aparte, lo vió por unos minutos, le dijo dos palabras, pero la alegría que recibió era grande e indescriptible. Se marchó como persona distinta y tiró a la basura los psicofármacos.
Aunque el mismo sufría, sin embargo consolaba a los demás. Mientras vivía consolaba desde la tierra y ahora ya es consolador y suplicante en los cielos e intercesor por Dios.
- 2,6 Enemigo y expulsor de los demonios
Las apariciones del diablo, las tentaciones y las visitas constituyen un capítulo aparte en la vida del Yérontas. El padre Atanasio Skliris dijo a un conocido suyo: “Ven y conocerás a un monje (padre Paísios) que combate en la primera línea con los demonios”. Un estudiante de Universidad comentó al Yérontas que un profesor de teología sostiene que no existe el diablo. El Yérontas sonrió diciendo: “Qué dice este; aquí cada noche el diablo nos indica películas como en el cine”. Realmente el diablo era para el Yérontas una realidad tangible. Le veía muy a menudo.
Los enganchados en los pazos y débiles luchan con sus pazos y los fuertes con el diablo. El fuerte ha combatido en duelo con el diablo y ha vencido.
En estas pugnas, se hacía la lucha real cuerpo a cuerpo. El diablo se marchaba vencido y dejaba revueltos los pelos del Yérontas y sus sotanas arrugadas. Naturalmente no le vencía con su fuerza corporal.
A veces luchaba no sólo con un demonio sino con multitud. Veía toda una falange de demonios que se tiraban con ímpetu para destruirlo. Por la multitud de demonios “el último de la falange parecía pequeño como la cabeza de un alfiler”.
Uno le trajo un cassette que tenía gradadas revelaciones de una endemoniada. Decía el demonio mediante la boca de ella: “Y diga a Paísios que no vacile, que se esté bien quieto y no se mueva mucho, porque le daremos una paliza, le atacaremos como la otra vez”. El Yérontas que escuchaba silencioso, sonrió e espontáneamente dijo: “¿Cuál de todas?” De esto se ve que muchas veces recibió heridas demoníacas en su fatigado cuerpo por la ascesis. Lo de “no se mueva mucho”, el Yérontas lo interpretó que el diablo daba a entender las prosternaciones, genuflexiones. No puede uno olvidar, a incluir también su variada acción carismática con la que arrebataba psiques de las redes del diablo.
Esto el diablo no lo soportaba. Por eso, como se refiere el conocido satanista Katsulas, tres veces, desde el 1989 hasta 1992, los satanistas enviaron hombres likómorfos (forma de lobo) para matar al Yérontas. El primero en Dafni tuvo problema en el corazón y volvió atrás, el segundo le picó una serpiente de la Santa Montaña y murió y el tercero circulaba siete días en la Santa Montaña buscando la Kelia del Yérontas y finalmente no le encontró. El Katsulas cuando oía el nombre de Paísios saltaba, se transformaba y aullaba porque le quemaba.
Decía sobre la guerra con el diablo. “El diablo hace bien su trabajo. Al perro lo pegas dos o tres veces y se marcha. Al diablo lo pegas lo pegas muchas veces y no se va. Sólo hace falta desprecio y no concederle derechos.
Entonces, cuando es despreciado y no le concedemos derechos, hace otras escenas, se ríe y hace teatro sin billete de entrada. Pero uno no siente el miedo del diablo, uno no ve un perro salvaje sino un perrito débil”. Cuando el Yérontas dice, “golpeas al diablo”, da a entender con la oración del corazón o de Jesús, que está en la Escalera “azotes a los diablos”.
El diablo se presentaba ante el Santo por concesión de Dios y no porque le había concedido derechos. “El diablo no encontraba nada al Yérontas, porque no daba ningún derecho. Se cuidaba de no dar motivos al diablo ni si quiera para distraerlo”.
Un monje que le llevó dulces y persistía para que el Yérontas los probara. “Déjalo, mejor no comer”, dijo, “porque ¿sabes lo que me va a decir por la noche el tankalaki (diablillo)?, o mejor que no te lo diga”.
Otro le ofreció el chocolate y negó diciendo: “el tankalaki se burlará y se reirá de mí por la noche”.
Cuando quería contar alguna tentación del diablo, decía sonriendo espontáneamente: “Mira lo que me ha hecho ayer tankalaki”. Pero bruscamente se ponía serio, su faz expresaba tristeza y moviendo tristemente la cabeza, decía: “¡La criatura más bella, cómo ha resultado ser por su soberbia! De la orden de la primera Legión recayó y se hizo diablo, endemoniado lleno de odio y maldad. De Ángel de luz se ha endemoniado y convertido en demonio negro, oscuro”.
No sentía odio ni maldecía al diablo. Le compadecía y oraba, si es posible, arrepentirse y volver a ser otra vez Ángel de la luz increada.
El Yérontas, ya que por incontables veces “recibió experiencia” de los demonios, se ha hecho contrario y enemigo experimentado de ellos. Ya no tenía miedo al diablo, pero tampoco lo despreciaba. No ignoraba ni desconocía sus “conceptos”, ni tampoco las tentaciones y las trampas del diablo. Por su experiencia describía: “El diablo realmente se metamorfosea-transforma en hombre, en animal etc… Realmente se puede palpar. Le ves, le tocas, le atas e inmediatamente desaparece de delante de ti. No podemos decir, materialización. Es un estado intermedio de otro tipo y forma”
Un prosélito Ortodoxo pidió bendición del Yérontas para traducir en francés su libro “San Arsenio el Capadocio”. Suplicó al Yérontas que en la traducción él omitiese los acontecimientos con el diablo y las terapias de endemoniados, porque los europeos estas cosas no las aceptan. El Yérontas que tenía tantas experiencias con el diablo, naturalmente se lo negó.
- a) Aparición de demonios
Cuando el Yérontas estaba en Stomio, una noche dijo a un muchacho que lo hospedaba: “Tú siéntate aquí y yo me iré a un sitio”. Inició el viaje para ir a la cueva que estaba en el medio de la roca, y abajo había un precipicio brusco de 300 metros más o menos. Bajando escuchó un canto de gallo desde el desierto. Entendió quién era y no avanzó, permaneció allí en esta posición toda la noche orando. Era la primera vez que el diablo le molestó durante su estancia allí.
***
También una noche escuchó música y ruido de violines y otros órganos. Miró desde la ventana y vio al diablo bailando. Hizo la señal al Yérontas que vaya él también a bailar. En poco rato, diciendo la oración del corazón o de Jesús, desaparecieron.
***
Pero también otra noche que había brillo de las estrellas y claridad de la luna, se presentaron fuera del Monasterio multitud de demonios que pedían al Yérontas abrirles las puertas.
***
En la Skiti de Ibiron por un tiempo al principio, cada noche venía el diablo, diciendo: “Por la bendición de nuestros santos Padres”. El Yérontas le respondía: “Diablo, por despertarme, me obligas a hacer oración, me llevas al paraíso”. “Había tentación en aquella casa”, decía, “porque un hombre mundano que se ocupaba con la magia por desprecio esparció el gran Aghiasmós (agua bendita) en las paredes”.
***
En la Skiti “Santa Cruz” una noche el Yérontas escuchó un golpe en la puerta de la Kalivi. El Yérontas pensó que era algún ladrón y encendió velas. En poco rato tocó la ventana. Entonces el Yérontas se fue a la ermita y encendió velas, para que el ladrón creyese que había muchas personas dentro y se marchara. A continuación se oyeron golpes en el tejado. Ya comprendió el Yérontas que el ladrón de media noche era el diablo y dijo: “Ah, eres tú, dímelo, ahora nos hemos comprendido bien”.
***
Salió del Kalivi de la “Santa Cruz” y bajó hacia el Monasterio Stavronikita para la vigilia. Durante la lectura se sentó en el asiento y por un momento se quedó dormido ligeramente. En el “Doxa-gloria y gracias a Dios de la alturas”, cuando comenzó el exápsalmo, saltó de pie y vino cerca un perro salvaje negro con la lengua fuera. Por milésimas de segundo se sorprendió. Después hizo la cruz santificándose, y el perro negro que era el diablo, desapareció.
***
Otra vez le vino un loyismós blasfemo. El Yérontas reaccionó intensamente, moviendo su cabeza. Tal y como giró su rostro hacia la ventana, vio un cabrito (el diablo) con los pies lleno de pelos intentando entrar dentro. “Qué me falte tu feo rostro”, le dijo despreciándolo.
***
Testimonio del Eleuterio Tamiliodakis de Creta: “La primera vez que me fui a “Santa Cruz”, tardó en abrirme y estaba a punto de marcharme. Finalmente abrió la puerta, vi al Yérontas y le hice metania-genuflexión. Pero me fijé que estaba inquieto y cansado y antes de darme tiempo a preguntar, me explicó que el día anterior había visto al mismo diablo. Me dijo literalmente: “Bendito sabes que allá donde ahora estás en pie, ayer estaba puesto de pie el diablo. Era asqueroso, amarillísimo y tenía ojos rojos. Toda la noche no me ha dejado tranquilo. Se removía toda la Kelia”. El Yérontas había estado en vigilia en oración y estaba muy agotado. El diablo no podía entrar en la Kelia o hacerle mal, porque le quemaba su oración”.
***
Nos ha relatado el Yérontas: “He visto al diablo, quien me hizo varias revelaciones. Me referí a unas personas y decía “y aquel es mío, y también aquel”, por sus nombres. Muchas cosas de las que dice el diablo son mentiras, pero dice también algunas verdaderas.”
***
Durante el año 1979 el Yérontas visitó a un Monasterio de la Santa Montaña Athos. Por la noche fue en su kelia a dormir. Escuchó en su sueño golpes en la puerta. Creyó que sería alguna persona eclesiástica. Se levantó y se fue a la Iglesia. Estaba cerrada; no había nadie. Volvió en su kelia. Otra vez escuchó los golpes y susurros, sin poder entender las palabras. Miró y no vio a nadie; había perfecto silencio. Lo mismo se repitió por tercera vez. Entendió el Yérontas quién era el que daba los golpes. Era el tankalaki, y sobre todo explicó el por qué hacía todo esto.
- b) Terapia de endemoniados
El Yérontas, una vez “haber combatido con los principios y las potestades de la oscuridad” y saliendo vencedor, recibió de Dios la jaris (energía increada) de expulsar demonios, el carisma de la “sanación de la epilepsia contra los demonios”. Comprendía si uno está endemoniado o si tiene influencia demoníaca exterior o padece de cerebro, el encéfalo. Decía que: “Muchas veces el psicópata está también endemoniado. El diablo al endemoniado lo tiene como adorno”. El Yérontas como médico experimentado hacía buen diagnóstico y daba la receta adecuada. Con la oración terapiaba, sanaba a los endemoniados. Creía que: “Cuando un monje está en el estado espiritual bueno y ora, el diablo tiembla. Se hace un ovillo y se marcha. “De todas formas”, decía, “de las miles de personas que vienen aquí, sólo cinco tenían el demonio real. Para que entre el demonio en uno, éste debe haber dado derechos gordos (haber cometido pecados graves). A los niños pequeños basta leerlos los exorcismos y tomar la divina Comunión, porque ellos no son responsables. Pero para los mayores no es lo mismo. El endemoniado es sanado con la metania y la confesión. Primero debe encontrarse la causa y después el sacerdote leer los exorcismos para que sea arreglado.
»En el Peloponeso había un hombre que su hijo lo alejaba de la Iglesia. “¡Qué quiere decir Iglesia, curas!. ¡Y cómo Dios permitió que sea endemoniado el niño-se convertía en bestia! Castigaba a su madre y fue obligada la pobre a marcharse de su casa. Y el padre comenzó a circular por los Monasterios. Los médicos no encontraban nada. Vino también a mí y preguntaba el padre. “Cuándo se pondrá bueno”. “Cuándo sea establecido el estado o situación espiritual”. Conoció todos los santorales y los Monasterios. Y ves cuánto ayuda la prueba. ¡Al principio se metía con los sacerdotes” ¡Cuánto ayudan las pruebas! El hombre es obligado… por eso existen las leyes espirituales, las pruebas, para que los hombres se acerquen a Dios”.
***
Relató el Yérontas: “En el Monasterio de Surotí trajeron una endemoniada para que yo la vea”. La pobrecita estaba muy agotada y me indicó un tumor que tenía como piedra en su pleura derecha. Entonces saqué una concha que tenía colgada en mi cuello que tenía en su interior reliquia de san Arsenio, y lo apreté encima del tumor. Ella comenzó a gritar y puso en pie a todo el Monasterio. Intentó a vomitar; entonces puse la Santa Reliquia en su cuello y empezó a moverse, tanga-tanga, por allí y por allá con velocidad, tanto que había el peligro de salirse de su posición, por eso lo sujetaba con sus manos. Finalmente se marchó el demonio y ella bastante agotada se tranquilizó”
***
Nos relató el Yérontas: ”Un día vino un laico que estaba años en la Santa Montaña Athos, y sufría por el demonio, sin saberlo. Apenas lo he visto comprendí que tiene demonio. Le santifiqué con la señal de la Cruz con las Reliquias de san Arsenio y el pobrecito se sintió liberado, sin poder explicar cómo se hizo este cambio”
***
Otra narración del Yérontas: “Una vez en “Panaguda” vino un joven enfermo que tenía problemas psicológicos y creía que estaba loco. Hablaba y hablaba, y cuando le respondía no escuchaba, sino que pensaba qué más va a decir. Tenía un desorden psíquico y energía demoníaca. Ves, cuando la jaris de Dios abandona al hombre, entonces intervienen los demonios. Este joven se ponía negro. Había llegado en gran desesperación.
»Cuando pasó la hora, intentaba de no moverme ni por aquí ni por allá, para no dar la impresión que me aburría. Durante nueve horas estuve sentado y le escuchaba. Venía de una agripnía-vigilia, tenía problemas con mis intestinos y estaba sentado en una placa y tenía frío. Ya que le había aceptado, debía terminar. Si, por ejemplo, le hubiese retenido ocho horas y medio y después le echara, sería perdido todo el esfuerzo de las ocho y media horas.
»Al día siguiente vino su hermano a agradecerme. ¿Por qué me agradeces? ¿Qué he hecho? Él sufría ocho años y yo que le escuchaba nueve horas y media, pues no es nada. El hombre se arregló, ahora es profesor y padre de familia creyente, viene y me ve a menudo».
***
Nos relató el Yérontas: “Trajeron a un endemoniado en el Monasterio. El pobre estaba dentro en la Iglesia y sufrió una crisis, insultaba y gritaba. Trajeron la cara (reliquia) de san Arsenio y la puse tocando encima de él. Aullaba; se cayó al suelo. Puse entonces la cara en su pecho y yo decía la oración del corazón y las monjas también. Apenas puse la cara en su pecho, comenzó hacer unos espasmos intensos y quedó tieso, como si se hubiese quedado sin habla, en afasia. El demonio se marchó. Cuando volvió en sí, agradecía a san Arsenio y a nosotros. Desde entonces venía a menudo al Monasterio y traía cosas. Cuando encontraba la puerta cerrada, las dejaba en el interior de la alambrada y se marchaba.
»Una vez vio algo en su sueño, lo interpretó con su mente, se entristeció y se desesperó. Comenzó otra vez la vida pecadora, peor que la primera. Entonces volvió a endemoniarse. Esta vez mucho peor que la primera. Se convirtió en un martirio para su familia, porque estaba casado con hijos. Luchaba con los demonios. Los veía claramente con sus propios ojos. Pero era muy valiente y fuerte. Le pegaban los demonios, le tiraban al suelo. Les decía: no vengáis todos juntos sino uno por uno”. Padecía de crisis demoníacas. Le habían dicho que dijese la oración “Kirie-Señor Jesús Cristo, eleisón me”. Cuando decía la oración, le susurraban los demonios: “No digas este nombre; diga siempre Kazantzakis, Kazantzakis”, y le dijeron algunos nombres más entre ellos también el nombre Belujiotis. Había creído que tienen necesidad de oración y escribió sus nombres en un papel para darlos a hacer memoria de ellos.
»Finalmente decidió venir a la Santa Montaña para encontrarme. En el camino, bajando hacia la Kalivi, le decían los demonios: “No vayas a este flacucho y esquelético, qué te va hacer este”. Vino en mi Kelia y me rogaba a orar para ponerse bueno. Lo acogí. Comió un poco y lo puse a descansar. Estábamos en la misma kelia. Mientras decía la oración, de repente se oye un silbido como un proyectil. Le arrebatan los demonios y le tiran cuatro-cinco metros enfrente al suelo, desde la sala de visitas fuera al pasillo. Comenzó a aullar y a insultar. Le decían los demonios: “Re… (palabras feas y blasfemias) ahora te demostraremos, y levantaban su ropa. Yo no veía a los demonios, pero veía sus ropas levantarse solas y escuchaba sus palabras feas y asquerosas. Los demonios intentaban desnudarlo. No sabía qué hacer en esta situación. Traje el anillito de san Arsenio, le santiguaba y decía en mi interior la oración. Le dejaban se serenaba un poco, y después otra vez lo mismo. Esta situación duró unas dos-tres horas. Después volvió en sí. Lloraba y me agradecía. Me decía que cuatro demonios le arrebataron y le tiraron enfrente a la pared, y un quinto me estiraba de la nariz.
»Se marchó sanado con salud y hasta ahora está bien. Antiguamente esta persona tenía también una posición importante en el Estado»
***
Nos relató el Yérontas: “Una persona mundana había sido engañada. Le dijo un endemoniado: “¡Tienes una Cruz en tu cabeza y ves hacerte predicador!” Vino para tomar la bendición. Le digo: “Mira, bendito, tienes demonio, irás al Monasterio Stavronikita para que te lean los exorcismos”. Se levantó y se marchó. Se ha marchado al mundo, le captó el demonio y empezó a insultar a la Panaghía y a blasfemar las realidades divinas. La gente se marchó asustada. Le llevaron al manicomio. Se humilló pero se desesperó y quería suicidarse, porque este pecado es fuerte. Vino otra vez y le dije: “Aceptó Dios que sea insultado por ti para salvarte y salvarse también otros”.
Así se arregló».
B 2.7 “Mirra vaciada”
Decía el Yérontas: “El Dios da la fragancia a veces en momentos de oración. Otras veces en momento que no estás orando. Esto lo hace para consolar, fortificar e informar a una psique, de todas formas por alguna razón o propósito. Es fuerte la fragancia. No se parece de la fragancia de los aromas. Sientes un gran alivio y regocijo. Algunas veces no aguantas por la fuerte fragancia”. Esta divina fragancia es manifestadora de la presencia del Espíritu Santo, en lugares santificados o a donde hay santas Reliquias.
***
“Una vez”, relató el Yérontas, “cuando estaba en el Monasterio Filoteu, me fui a la Kelia de san Dometio. De repente me ahogué de la intensa fragancia. Pregunté y me dijeron que allí cerca debe estar enterrado san Dometio, pero nadie sabe en dónde exactamente”.
***
“Otra vez, cuando estaba en Katunakia y pasaba por una kelia abandonada que se veían unos hierros y unas maderas tiradas por allá, sentí una fuerte fragancia. Tal como supe más tarde, en esta Kelia había vivido un asceta virtuoso que estaba en un estado espiritual muy alto”.
***
El Yérontas cuando vivía en la “Santa Cruz” y pasaba por la desierta Kelia Rusa de la Santa Trinidad, sentía una fragancia fuerte. Una vez estaba conmigo también un hijo espiritual. El Yérontas le preguntaba si sentía algo. Bajaron en el osario de la Kelia, porque la fragancia provenía de la reliquia del cráneo (cara) de un monje virtuoso.
***
El período que preparaba la edición de su libro con el título: “El Padre Arsenio el Capadocio”, estaba con algunas monjas del Monasterio Surotí en una habitación y hacían rectificaciones al texto. En un momento el Yérontas sintió una inenarrable fragancia pero no habló, para ver si también las monjas la sentían. En un momento las monjas empezaron una por una a preguntar: ¿A qué huele, qué fragancia es esta? El Yérontas a esta fragancia la recibió como regalo de san Arsenio por la edición del libro.
***
El Santo no sólo sentía fragancia sino que el mismo se había convertido y hecho “fragancia de Cristo”. Infinitas veces le traicionaba la divina jaris (energía increada gracia) y confirmaba su santidad con fragancia, que como “mirra vaciada”, salía del mismo, de sus objetos personales o de lugares donde había vivido.
***
Testimonio del venerable Metropolita de Limasol de Chipre, Atanasio: “Visité como diácono la primera vez al padre Paísios el año 1976 junto con otro diácono conocido mío. Entonces estaba en la “Santa Cruz”. Tocamos y esperamos con ansiedad. Había oído varias cosas sobre el Yérontas y deseaba mucho conocerlo.
»Vino y nos abrió. Era delgado, cubierto con una manta. Era invierno. En nuestra conversación estaba alegre con buen ánimo, y nos decía varias bromas. En honor de la verdad me decepcioné, porque dije en mi interior: ¿Este es al gran santo, el taumaturgo que dicen la gente?, En mi interior tenía otra percepción e imagen sobre los Santos. No nos dijo nada más, sólo decía bromas y nos invitaba a comer malvaviscos-golosinas y otras cosas.
»Marchándonos, allí en la alambrada antes de despedirnos de él, le dijimos: “Yérontas, dinos algo espiritual”. Nos responde: “Qué queréis que os diga hijos míos; pues, haced muchas prosternaciones (metanias, genuflexiones)”. Preguntamos: Cuántas debemos hacer”. No respondió, sino que cambió su rostro y apareció distinto y en aquel momento desprendió fragancia divina muy fuerte; ¡Tan fuerte fragancia! ¡Todo desprendía fragancia! El aire, las piedras y todo.
»El Yérontas nos dijo de prisa: “Rápido, rápido, iros ahora”.
»Nos despedimos de él y sin decir nada sentimos una alegría en nuestro interior y comenzamos a correr. No sé lo que nos pasó. Fragancia y gran alegría. Avanzábamos así corriendo y riendo y la fragancia nos seguía hasta que pasamos el Burazeri.
»Mientas que antes de un rato mis sentimientos eran exactamente los contrarios, después de este acontecimiento sentí una gran devoción hacia el Yérontas.”
***
El monje Aghiorita M. testimonia: “Una mañana me esperaba el Yérontas para hacer un trabajo juntos. Cuando le besé la mano, percibí y sentí una fragancia fuerte, pero también todo el patio estaba pleno de fragancia.
***
Otro monje Aghiorita relata: “La fragancia que emanaba del Yérontas, era otra cosa. Muchas veces cuando le besaba la mano, sentía un aroma sobrenatural, como la mirra. Lo mismo percibía y sentía salir de su boca también cuando me hablaba, en cambio, fisiológicamente, a causa de su exagerado ayuno, debería salir mal olor. Repetidamente me había sucedido presentir el mismo aroma apenas cruzando el riachuelo y me acompañaba en todo el trayecto hasta llegar a su Kelia, en Panaguda.
***
El monje X. también sintió al Yérontas perfumando: “Una vez que estaba hablando con él percibí y sentí que estaba perfumando. Se lo dije y me respondió que esto sucedía porque yo supuestamente era bueno. Otra vez me regaló una Crucecita de madera que a veces desprendía fragancia. Se lo dije y respondió que, cuando estás en buen estado espiritual desprende fragancia.
***
“Una vez”, testimonia el Yérontas Gregorio del Santo Monasterio de san Juan el Precursor de la Metamorfosis, “sentía fragancia tal y como las santas Reliquias. El yérontas Paísios estaba en poca distancia. Al principio estaba sorprendido no sabía por dónde venía, y acercándome cerca del Yérontas, comprobé que la fragancia se desprendía de él.”.
- 2,8 Entendimiento con los extranjeros de otras lenguas.
Sabido es que el Yérontas excepto la lengua helena-griega no conocía otro idioma. Pero sucedió repetidas veces que cuando había una causa y razón para hablar la lengua del Pentecostés, conversaba y se entendía admirablemente con personas de otras lenguas.
***
Nos narra el sacerdote E.K: “Una vez estando yo presente en la Kelia del Yérontas junto con otros tres visitantes, uno de ellos francés que no hablaba nada de griego. Cuando vino su tanda de hablar con el Yérontas, se apartaron durante quince minutos y conversaron sentados en los troncos. Se veía que hablaban con interés, pero, ¿cómo se comunicaban, ya que uno y otro tenían diferentes lenguas? El extranjero se marchó alegre. Su satisfacción se veía muy manifestada en su rostro”.
***
Un visitante francés quedó con un monje para ir a ver juntos al Yérontas. Por la noche en el Monasterio que se hospedaba había vigilia. El monje después de la vigila se fue a su kelia para descansar. El extranjero por el gran anhelo que tenía bajó sólo a ver al Yérontas en su Kalivi. Conversaron admirablemente y por la conversación tuvo la impresión de que el Yérontas conocía perfectamente la lengua francesa.
***
El padre Basilio del Monasterio Grigoriu testimonia: “Había ido a la Kelia del Yérontas en pleno mediodía. La puerta estaba cerrada. Un joven esperaba estirado en el suelo. Era heleno-americano y sabía sólo inglés. “¿Cómo te vas a entender con el Yérontas?, le pregunté. “Dios mandará a alguien”, respondió. “He aquí, tú mismo”, añadió. Finalmente me encontré yo también con ellos para hacerme supuestamente el listo con el poco inglés que sabía, que casi lo había olvidado. Pero observé, con gran sorpresa mía, que el padre Paísios entendía todas las cosas que le decía el chico, mejor que yo, y le respondía por supuesto en griego, que traducía yo, con muchos ejemplos sabios y sencillos. Lo que me quedará inolvidable de aquello es la solución que había dado a un problema que le había expuesto el joven, al que se manifestaba su enorme fe y su confianza en la providencia de Dios. El joven quejándose dijo: “Mi madre me pide continuamente dinero, y por mucho que yo le doy de mis ahorros, lo derrocha sin sentido. No sé qué hacer”. Le responde el padre Paísios: “Escucha hijo mío, el dinero que ibas a dar a tu madre, dalo en caridad a un pobre y en el momento en el que se lo vas a dar, tienes que hacer una oración, diciendo: “Dios mío, este dinero lo doy por mi madre, Tú cuídate de ella”. Entonces el Dios se hará cargo Él mismo solo y encontrará maneras y soluciones”.
***
Testimonio del padre P.L.: “Visité al Yérontas Paísios con Daniel, un español que se hizo Ortodoxo. Quería hablar con el Yérontas y que yo le hiciera de intérprete. Daniel hizo una pregunta y antes de hacer yo la traducción el Yérontas contestó. Daniel se quedó sorprendido y me preguntó dos veces: ¡Cómo es posible, no hiciste la traducción! Le dije: “Yo qué culpa tengo, te ha respondido correctamente”. El Yérontas le tranquilizó diciéndole: “A éste déjamelo a mí (al traductor) y dime qué quieres”. Comenzaron hablar, aquel en español y el Yérontas en Griego. Me admiraba y sonriendo dije: “Yo no hago falta, mejor que me marche”. El Yérontas me detuvo con la mano diciendo: “Quédate, pero que no lo sepa nadie”. Pensaba qué gran Santo es el Yérontas. Seguí toda la conversación, pero no he podido retener nada en mi memoria, solamente lo último: “Este pecado debes confesarlo”, le dijo el Yérontas.
***
Un hijo espiritual del Yérontas relata: “Un día me fui muy temprano a la “Panaguda”. Apenas se había puesto la luz del día. Toqué con el hierrecito y me abrió el Yérontas sonriendo. Me preguntó:
-Qué dices tú sacerdote…, cuando san Efrén el Sirio había visitado a san Basilio el Grande, ¿les hizo falta traductor?
-Creo que no Yérontas, le dije.
»Pasé a la sala de visitas y encontré a un extranjero. Hasta que el Yérontas preparase la invitación, con lo poco de inglés que sabía comenzamos a hablar y me dijo que había venido anoche tarde, se le había hecho tarde, porque había perdido el camino y el Yérontas le ha hospedado. Al principio no podían entenderse. El Yérontas lo dejó por diez minutos (parece ser que hizo oración) y después se entendían sin ninguna dificultad. El Yérontas hablaba en griego y el extranjero en inglés pero se entendían perfectamente el uno con el otro.
B 2,9 Transportaciones paradójicas
El Yérontas mientras se encontraba en su Kelia de la Santa Montaña, se transportaba muy lejos para ayudar a alguien que peligraba o por cualquier otra razón.
Los hombres le veían y le oían. A veces estaba invisible, seguía y conocía lo que sucede en una persona, en una familia o en un monasterio.
***
En el Monasterio de san Juan el Teólogo de Surotí ordenaron urgentemente a una anciana, monja, a causa de su inminente muerte, que en breve sucedió. El padre Paísios no se había informado aún de que ella había recibido la bendición mediante la oración para llevar sotana, mientras tanto seguía el entierro y no podía entender a cuál de las monjas estaban enterrando.
***
Los días que había ido de peregrinaje a Jerusalén vino un grupo de jóvenes para verlo. ¡Mientras estaba ausente de su Kelia, ellos lo encontraron! Conversaron y se marcharon alegres. Pasaron la noche en el Monasterio Filoteu y allí comentaron que han visto al Yérontas. Los padres se extrañaban cómo vieron al Yérontas, mientras estaba ausente. El día siguiente un monje Filotehita fue a la “Panaguda” pero no encontró al Yérontas. Preguntó a una Kelia vecina y le aseguraron de que el Yérontas estaba ausente.
De este acontecimiento se había informado también el responsable del comedor del Monasterio Kutlumusíu, el actual higúmeno de. Monasterio Vatopedi archimandrita Efrén y otros padres, y se había extendido la noticia casi en todo Santo Monte Athos.
***
El 15 de Agosto de 1987 tres monjas del Monasterio de san Juan el Precursor del Metamorfosis, de la provincia de Halkidikí fueron al Monasterio de Surotí. Durante la vigilia cantaban al coro derecho, Tres veces el corro de la derecha escuchó al Yérontas salmodiar desde el Altar “La más Honrada, los Enos y el Querubínico” mientras que se encontraba en la Santa Montaña Athos.
***
El Yérontas Gregorio del anterior Monasterio nos relata: “Un día que visité al Yérontas en la “Panaguda”, tenía mucha gente. Al final me dijo que me quedase en su Kalivi para dormir. Comimos algo provisional y dijo que vamos a descansar un poco, porque estaba muy cansado y sin dormir. Llevaba dos noches sin dormir. Por la mañana me llamó para el oficio litúrgico, y me dijo: “
-No me dejaron dormir toda la noche.
-¿Quién?, le digo al Yérontas.
-Mira, fuera se hacía vigilia. Era muy bonita.
Mientras se encontraba en la Santa Montaña participaba en vigilia que se hacía en Monasterio fuera al mundo.
***
Testimonio de la señora M.D.: “Hace unos años, cuando vivía aún el Yérontas, me había enfermado. Me había salido un pequeño tumor. Mi hijo fue a preguntarle y le dijo me fuera al Hospital Zeagenio; y así se hizo. Me llevaron a la sala de cirugías y la biopsia rápida indicó que tengo un tumor maligno. Después de seis días los médicos me dijeron que si en un día la herida no parase de sacar sangre entraría otra vez al quirófano.
»Mi hijo volvió a ir al Yérontas y le respondió: “Dile a tu madre que no se aflige, no es nada, pasará”. Le dio un komposkini y le dijo: “Dale el komposkini a tu madre y dile que haga oración con el komposkini y no tema; todo irá bien”
»¡El séptimo día, mientras estaba en la Santa Montaña, se presentó también en el Hospital! Vi al Yérontas a lado mío arreglando los tubitos que sacaban la sangre. Antes de agradecerle, desapareció. Por la noche vinieron médicos y comprobaron que la sangre había parado, la herida se cerró y a continuación los exámenes todos eran negativos. No hizo falta ninguna pastilla, ni quimioterapia.
»Cuando salí del hospital, más tarde me encontré con el Yérontas al Monasterio de san Juan el Precursor y le agradecía porque vino al Hospital para visitarme.
»Respondió el Yérontas: “Vine, hija mía, porque estabas muy fatigada”.
***
El Yérontas dijo a un conocido suyo: “Yendo para la ciudad Komotiní pasé por Xanzi y he visto tu casa”. Y comenzó a describir con detalles su casa sin haber ido nunca.
***
Otras veces se presentaba en sueños en algunos. Lo admirable es que reconocía la aparición, y cuando se encontraba con personas, les recordaba su aparición y preguntaba si han hecho los que les había dicho en el sueño.
Testimonio del padre Basilio Birlios, responsable del Santo Templo de san Luca de Stavrúpolis de Tesalónica: “Un verano de la década de los ochenta mi salud se había trastornado malamente. Todo el mes de Julio estaba enfermo. Cuando entró el ayuno de la Panaghía (1-15 Agosto) dentro del trastorno de no poder dormir me vino el loyismós de que me voy a morir. Por la mañana muy temprano me dormí por poco y vi al Yérontas Paísios diciéndome: “Mira, tonto, no vas a morir”. En la pregunta: “Cómo voy a superar mi problema, respondió: “La humildad lo soluciona”. Sentí una gran alegría interior inexplicable y fuerte deseo de visitar al Yérontas. El mismo día inicié mi viaje hacia la Santa Montaña Athos teniendo como ayudante a un conocido mío, a causa de la debilidad por mi anterior fatiga. En el Monasterio Kutlumusio preguntamos a un monje si el Yérontas se encuentra en su Kelia. Nos respondieron que: “No os ha dado tiempo, hace un rato que se ha marchado”.
»Digo a mi conocido: vamos rápido. Llegando en la Kelia le oímos: “Eh, profesor (aún no me había ordenado profesor). Por aquí ven hijo mío; a ti te estaba esperando. ¿Cómo me iba a marchar? En qué paramos la conversación por la mañana-
-En la humildad, Yérontas”…
B 2,10 Percepción y sentimiento de oraciones e imploraciones
Una mujer piadosa encontró al Yérontas en un monasterio y le preguntó: “Yérontas, me escuchas desde la Santa Montaña cuando te llamo”, y respondió: “Claro que sí, no estoy sordo”.
Realmente escuchaba de otra manera, de forma espiritual las oraciones e imploraciones de algunos cristianos que le imploraban de muchos kilómetros de lejos. Los ayudaba invisiblemente con su oración y mandaba la respuesta de alguna manera.
***
El 22-4-1978 el Yérontas dijo: “Hay una psique que no la he visto nunca. Una vez, cuando estaba fuera, vi a su Yérontas, y ella de lejos observó lo que dijimos y le dijo a su Yérontas.
»Esta psique, pues, me manda una carta de tres páginas y me escribe una “conversación” que hicimos, yo desde la Santa Montaña y ella desde el mundo. Estas tres páginas, si yo las copiara con mis manos y las mandara al Monasterio de Surotí, las hermanas no dudarían que son mías. Porque son palabras mías. Es como si las hubiera dicho yo a esta psique. No puedo responderla nada; dejo su carta para que se vaya olvidando poco a poco.
»Muchas veces siento que me encuentro en una situación que tengo absolutamente mis sentidos, pero tampoco estoy despierto. Respondo a ciertos problemas de alguna psique que me implora y que la siento cerca de mí, mientras que en realidad me dirijo a una psique que tiene alguna dificultad y está lejos.
Esto me sucede también cuando vienen personas aquí al Kalivi. Empiezo a decir cosas que no son mías. Es porque las personas vienen a mí con profunda piedad y humildad. Creen que soy santo y Dios les ayuda.
»Hay personas que pueden, de un tronco como yo, recibir la jaris (energía increada gracia) de la Lignum Crucis Madera Santa y otros, de la Lignum Crucis, no recibir nada de jaris de Dios.
El Dios no es injusto con nadie. En todo esparce Su agapi, basta que haya humildad. Ella absorbe la jaris de Dios. Y pienso qué lástima es para uno, gastar el tiempo en cosas insignificantes, mientras puede ayudar de esta manera y a tal grado a los hombres.
***
Una madre piadosa tenía dos hijas monjas en un conocido Monasterio y deseaba también que su hija más joven se hiciera monja. Hacía oración implorando al Yérontas. Él la vio desde la Santa Montaña levantando su hija pequeña en las manos entregándola al mismo Yérontas, diciéndole: “Tómala también a esta”. Cuando salió fuera de la Santa Montaña y se cruzó con ella, dijo: “A esta la conozco”.
***
En una cuaresma desde la Santa Montaña Athos sintió a la señora Helena Patera de Kónicha entregándole un pan caliente. Sintió un olor y un calor y le pareció como si se hubiera saciado. Pensó cuánto le quiere aún, como un verdadero hijo suyo. Ella, como parece ser, sacaba el pan caliente del horno y pensaba que podría mandarle un pan caliente como hacía entonces cuando estaba en Stomio. Esto lo sintió el Yérontas y lo contó más tarde a la hija de ella, Keti.
***
Durante el año 1981 el Yérontas visitó a un hijo espiritual suyo y pasó la noche en su Kelia. Por la mañana dijo que sentía que por la noche fuera implorado intensamente y con angustia una compañía de un Monasterio aghioritico (de Athos), porque estaban pasando por una dificultad grande. Después fue conocido en toda la Santa Montaña lo qué había sucedido en aquel Monasterio en aquella noche. Y realmente los padres le imploraban pidiéndole su ayuda, tal y como dijeron más tarde.
***
El padre X., aghiorita nos relata: “Fuimos temprano a la Kelia del hieromonje Paísios para la fiesta de la Anunciación. Queríamos ver al Yérontas antes que viniesen otros padres para la fiesta. El Yérontas estaba solo en la sala de visitas. Cuando le vi, me dijo: “Ahora mismo se ha presentado delante de mí una mujer pidiendo ayuda. Parecía muy enferma. Su rostro estaba delgado y amarillo como limón. Estaba muy dolorida. Muchas veces se me presentan personas y me piden ayuda”.
***
El señor Jarílaos…, empleado de la aduana de Tesalónica, testimonia: “Visitaron al padre Paísios uno peregrinos. A uno le dijo el Yérontas: “Tú irás en tal dirección y darás esta bendición (regalo) a tal hombre que allí tiene su tienda.” El señor…, cuando recibió la bendición, quedó sorprendido, porque no conocía al Yérontas y se extrañaba cómo es que le había mandado la bendición. Él cada noche hacía komposkini al Yérontas que desde tan lejos lo sentía y la bendición que le mandó lo aseguró y lo certificó.
***
Testimonio de una anónima: “El año 1993, en la agripnía-vigilia de san Arsenio, fuimos con mi marido a ver al Yérontas en el Monasterio Surotí. Había más de tres mil personas. Hacía mucho frío. Desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde esperábamos en la cola. Veía mi marido sudando, blanco en su cara y me asusté. Estaba operado del corazón no me había llevado conmigo fármacos ni comida. Me asusté no vaya ser que le pasara algo: ¡Qué hago Dios mío!
»De repente veo a una hermana saliendo fuera llamando: “Por favor, ¿quién es el señor Arístides que tiene problema del corazón?, pues, que venga conmigo le quiere ver el Yérontas, viste cazadora de color beige”. ¡Entonces entendí que el Yérontas escuchó mi oración y nos ha visto de otra manera!
»Fuimos y tomamos su bendición. Me pareció muy alto hasta el techo y sonreía. Dio un consejo a Arístides y le tocó con mucho agapi a la espalda. “Y tú”, me dice.
»Yo quiero primero tu bendición. Y en una fotografía que sacó a escondidas mi hijo, cuando vino a la Santa Montaña, pues, que se limpie tu rostro. Me miró y me dijo:
-Para qué me quieres a mí, bendita mujer.
-Tú sabes, le contesté.
»Llegando a casa me fui a una esquina para ver la fotografía. Allí donde había sombra se había limpiado, y apareció clara su figura y forma! Le doy gracias.”
***
La señora K.K., de Nea Mudaniá (región de Salónica), relata: Muchas veces estaba enferma y hacía metania-genuflexión a la fotografía del Yérontas y le exponía mi problema. Después cuando el Yérontas salía al mundo y le encontraba, me decía exactamente las mismas cosas que le decía en su fotografía.”
- 2,11 Conocedor del estado de los difuntos
El Yérontas como nus clarificado y puro, con la jaris (energía increada) de Dios, se hizo digno de ver psiques de personas en el momento que dejaban la tierra y subían hacia el cielo, y conocía en qué situación se encontraban otros difuntos. Cuando era preguntado sobre la psique de un difunto, respondía según el estado que veía que se encontraba. Por ejemplo, “a su madre Dios la dio descanso y alivio”, o “debéis hacer caridades en nombre de ellos” o “debemos orar al Señor para que le dé descanso y alivio”.
***
Relató el Yérontas: “Me gustaría conocer en qué estado está la psique de la primera monja que inauguró el cementerio del Monasterio de Surotí. Me la trajeron en mis manos (mostró sus manos como si tuviera un bebé), y me dijeron: “Esta es la psique de Magdalena”. Estaba en estado espiritual muy bueno, a la medida de un asceta conocido mío que hacía ascesis muchos años”.
***
Otra vez vio la psique de la monja Xenia que estaba en el Monasterio de la Santa Trinidad en Koropí (región de Atenas) durante su dormición y estaba como un niño pequeño subiendo a los cielos. Esta psique bendita era la hija del Marulis general del ejército y era muy humilde y virtuosa.
***
Testimonio del señor Ángel Jorozidos, oficial de la policía de Tesalónica: “En 8 de Junio de 1986 realizando mi servicio de seguridad cerca en el Hospital Central de Tesalónica, fui herido por un “cocktail molotov”. Sufrí quemaduras fuertes. En el hospital Hipocratio donde fui trasladado, me dejaron, considerando que la muerte era inminente. Permanecí en vida habiendo perdido todo contacto con el ambiente.
»El Yérontas desde el primer momento que había recibido la noticia dijo: “Sufrirá mucho pero vivirá”. Después de algunos días recuperé algo de contacto.
»Pero un día sentía que voy a morir y dije a la enfermera: “Hermana, me muero, me muero”.
»Entonces comencé a subir hacia arriba, saliendo de la tierra y moviéndome entre estrellas y a continuación en galaxias. Esta interpretación daba yo en aquel momento.
»Subía, subía y delante de mí iba una luz, algo como una vela encendida. De repente el viaje se acabó. Comenzó la cuenta atrás y el aterrizaje. Me encontré en el hospital con traqueotomía y alrededor mío médicos mirándome y examinándome.
»Cinco meses después, me encontré con el Yérontas en el Monasterio de Surotí. Me abrazó, me besó y comencé a relatarle cómo me estaba muriendo. Me interrumpió y me dijo: “!Bendito mío, juntos fuimos a la otra vida y volvimos, estaba a lado tuyo, no me veías!”
»Entonces entendí qué era la luz que veía».
***
Testimonio de un anónimo: “Fui a ver al Yérontas después de la Pascua del 1992. Unos meses antes se había dormido mi hija María por el cáncer. El padre Paísios me condujo a la Iglesia, reverencié la Panaghía y después me dijo: “Escucha…Yo celebré la Pascua o la Resurrección con María y con muchas más psiques”. Volví y lo miré en los ojos y me repitió: Sí».
B 2,12 El carisma de clarividencia y de previsión del Yérontas
Διόραση diorasi clarividencia, perspicacia, sagacidad, aquí utilizaré la palabra clarividencia y Προόραση proórasi previsión, prever.
El Yérontas teniendo el carisma de prever y de clarividencia, preconocía, con la jaris (energía increada) de Dios, a veces la venida de los visitantes, la disposición y el estado espiritual de ellos, el nombre y el lugar de origen, más el tema que les preocupaba más el pasado y el futuro de ellos. Tenía su propia τηλε-όραση tile-orasi lejos ver (espiritual) y veía incluso alguna persona que estaba lejos de él, qué hace, cómo lo pasa y con qué se ocupa. Otras veces conocía lo qué está escrito en una carta que le habían mandado y mandaba la respuesta sin leer la carta; conocía qué contiene un paquete sin abrirlo. El santo cuando revelaba algunas cosas a alguien y aquel con sorpresa preguntaba cómo sabía estas cosas, él bromeando y escondiendo su carisma decía que, como era radiotelefonista en el ejército, se quedó con un radio-teléfono y estas cosas él las aprende y las sabe por el radioteléfono.
***
Dijo: “Cuando comenzó la Guerra en el golfo pérsico, en mi sueño sentí un dolor. Escuchaba un ruido de cañones, bombas, aviones y me desperté. Entendí que había comenzado la guerra y se hacía un mal enorme. Cuando después un padre vino del Monasterio Kutlumusio y me dijo que había comenzado la guerra, respondí que hacía más o menos dos horas que había comenzado. Lo mismo sentí también el tercer día”.
***
Nos narró el Yérontas: “Vino un hombre de mediana edad que tenía fuertes dolores de cabeza durante un año y los médicos no podían ayudarlo. Apenas le vi de lejos, entendí que tenía demonio. Una vez haberme contado su dolor, le digo: “Estas cosas suceden porque has engañado a una mujer y ella fue y te hizo magia. Pero además de esto, has cometido otra injusticia y deshonor a otra mujer joven. Vete y pide perdón a estas personas. Confiésate y que te lean los exorcismos y te pondrás bueno”.
***
El monje G., aghiorita confiesa por escrito: “El verano del 1992 tenía un problema grande. Entonces era laico. Necesitaba dinero, porque debía trescientos mil dracmas a unos amigos míos y debería poner su firma mi padre para pedir un préstamo bancario. Pero mi padre no firmaba. Me había entristecido mucho. Había oído sobre el Yérontas Paísios y pensé a visitarle y preguntarle sobre mi problema.
»Apenas me vio el Yérontas me dijo mi nombre y sin comentar nada continuó: “Tu padre ha firmado y fue concedido el préstamo del Banco Comercial”. Le pregunté al Yérontas: “¿Usted, padre Paísios cómo la sabe?” Y me responde: “Ya que no crees, vete a Kariés, llama por teléfono a tu padre para comprobarlo”.
»Realmente fui a Kariés, llamé por teléfono a mi padre y dijo que se concedió el préstamo por el Banco hace una hora. Inmediatamente volví a bajar a la Kelia del Yérontas, le reverencié y le agradecí por la alegría que me ha dado, me invitó y me marché».
***
Nos relata el señor Evángelos Antipas: “Una vez que estaba con el Yérontas conversaba con él sobre mi designación al centro de salud. Le digo: Padrecito mío no tengo los atributos para ser nombrado al Centro Nacional de Salud”. Me dijo el Yérontas: “Tú presenta los papeles y la Panaghía sabe”. Después de quince días Padrecito volví a visitarle otra vez y me dijo:
-O sea que has sido designado en el pueblo Járaka.
-No Padrecito, en el pueblo Mires es donde había presentado los papeles.
-Evángelos, estás designado en el Járaka.
-Yo insistía, Padrecito en el pueblo Mires.
»Me fui a casa y después de dos días me vino una carta certificada desde el ministerio de Salud que me designaba como delegado A´ en el Centro de Salud del pueblo Járaka. El Yérontas lo conocía antes de ser anunciada la designación.
»Cuando estaba en Creta y vine por permiso de vacaciones, el Padrecito me preguntó:
-Evángelos, tienes el traslado para “san Demetrio”, al Hospital.
-No, Yérontas, qué es esto que dice?.
-Te han dado el traslado.
»Me marché y después de un mes vuelvo y le digo, “Padrecito tengo el traslado para el pueblo Jalastra”. Efectivamente llevaba conmigo el boletín oficial del Gobierno que escribía Jalastra… El Yérontas insistía: “Te has trasladado al hospital san Demetrio”. Lo mismo que me decía hace un mes.
»Después de 4-5 boletines oficiales del Gobierno se anunció mi traslado al hospital san Demetrio. El Padrecito lo sabía incluso antes de yo hacer la petición de traslado, de que vendría al hospital san Demetrio».
***
El señor Basilio Tsolakis de Aridea (región de Salónica), relata: “Un conocido mío había emigrado al extranjero. Desgraciadamente allí se había liado con protestantes con el resultado de negar la Ortodoxia y hacerse protestante.
»Un día me visitó en mi despacho y viendo la fotografía del padre Paísios me dijo asustado y temblando: “A éste le conozco. Hace diez años había ido a su Kelia con otros dos hombres. Apenas llegamos sólo a mí no me permitió entrar. Porque me dijo que soy herético, porque no creo en la Panaghía, ni en los Santos».
***
Un peregrino de Chipre relata: “Mi padre había visitado al Yérontas. Mi esposa le había dado una carta para el Yérontas. El Yérontas llamó a mi padre por su nombre y mi padre se quedó extrañado y se olvidó de entregar la carta, y el Yérontas le preguntó:
-¿Tienes algo para darme?
-No.
-De tu hija.
-De qué hija.
-La mujer de tu hijo es hija tuya. De todas formas dígale que la respuesta a su problema es esto y esto.
Y en la respuesta se refirió a todo lo que le preguntaba en la carta mi esposa».
***
Testimonio del monje Ioanis del santo Monasterio de la Santa Trinidad de Meteoros: “En una de mis visitas a un hospital de América donde fui curado, vino una señora de Chipre llamada Katerina Kiki, y me rogó que diera una carta suya al Yérontas Paísios.
»Cuando regresé a Grecia y fui a ver al Yérontas, antes de entrar aún en su Kalivi, me dijo el Yérontas: ¿Por qué has tomado esta carta de Katerina que en el interior tiene cien dólares?
»Abrió la carta que le di y me retornó los cien dólares. Yo no los tomaba diciéndole: Yérontas qué hago yo con este dinero? Me dijo: “En el camino encontrarás al padre Z., entrégale el dinero para comprar su sotana para hacerse monje del Gran Hábito, y dile que no me calumnie ni me acuse”.
»Realmente así se ha hecho. Lo encontré y dí el dinero. Aquel se quedó extrañado porque no había dicho a nadie de que se iba a ordenar monje del Gran Hábito y fue y pidió perdón al Yérontas, que tantas veces le había acusado y calumniado».
***
El señor Z., habitante de X., últimamente seguía las conferencias de una organización de estas que, como setas venenosas de vez en cuanto brotan en nuestro país, bajo el supuesto manto de ciencia filosófica, pero de sospechoso contenido y propósitos. Estudiaba también los libros y los manuales que le daban en relación. Las cosas que escuchaba o leía, resultaron a hacerlo no sentirse bien, algo así como mareado, enturbiado y liado. Su problemática era si debería seguir, porque se dividía, se perturbaba y se afligía. Un amigo suyo que fue informado de su dificultad, le sugirió que fuera a la Santa Montaña Athos para ser aconsejado por el Yérontas Paísios. Se convenció e inició el viaje hacia la Santa Montaña, puso sobre todo al bolsillo exterior de su cazadora la Santa Escritura, en cambio en el bolsillo izquierdo interior un libro y unos manuales de la organización.
Llegando en la “Panaguda” encontró al Yérontas rodeado de mucha gente. Esperó hasta que se marcharan los otros, excepto dos que querían ver al Yérontas particularmente. Pensaba en cómo iba a exponer su problema, pero el Yérontas se le adelantó y le preguntó:
-¿Cómo está la X. (se refería a su patria o pueblo).
-Está bien, páter, dijo lleno de asombro por lo que el Yérontas que le veía por primera vez conocía su patria (pueblo).
-Mira Z., (nuevo asombro, porque le llamó por su nombre), este libro que tienes en este bolsillo (y le enseño el bolsillo que tenía la Santa Escritura) es bueno que lo estudies, cuando más a menudo puedas, pero estos libros que tienes aquí (y le enseño la parte izquierda del pecho) tíralos a la basura lo antes posible, porque… la X. (su pueblo o patria) tiene manicomio. Y si no tiene irás a otro manicomio».
***
Testimonio del I.T.: “Una tía mía me mandó al Yérontas para rogarle que hiciese oración para tener un hijo. Primero me habló sobre muchos temas espirituales con su conocida forma agradable. En un momento me levanté para marcharme y me paró diciéndome: “Eh, a dónde vas; tú por otra cosa has venido aquí.” Entonces me acordé de la petición de mi tía y le comenté el tema: Me respondió: “Si no hace ayuno también su marido, y el marido no se confiesa y no pide él a Dios tener hijos, no tendrán hijos”.
»Le digo: “Yérontas, él no cree y se burla sobre las cosas y realidades divinas”. Me dice el Yérontas: “Si continua así no tendrán hijos”, y así sucedió.
***
Un peregrino quiso visitar al Yérontas pero no conocía el camino. Encontró un grupo de peregrinos que iban allí y los siguió. Era de la ciudad de Seres y vivía en América. Llevaba un pequeño bolso. Apenas le vio el Yérontas le dijo: “Eh tú, alto, siéntate en la poltrona (tronco). ¿A qué has venido, para preguntarme si se hará la guerra que escribe el libro que llevas en tu bolsito?” (Apuntar que el libro estaba escrito en inglés).
***
El Señor D.X., de la isla de Creta trabajaba en Alemania. Trajo su hijo en la academia Athoniada (de Athos). Una vez que haya arreglado todo bajó en la “Panaguda” para ver al Yérontas, tal y como le había aconsejado su Guía Espiritual-Pnevmatikós, padre G.P. Después de la conversación el Yérontas le tocó cariñosamente en la espalda y un poco fuerte le dijo:
-Ahora, cuando llegues a Kariés llama por teléfono a tu esposa en Alemania para tranquilizarla. Le han dicho unas tonterías sobre el hijo y como madre está revuelta y perturbada. Yo también haré también alguna llamada telefónica a mi propia Madre (oración a la Panaghía).
El señor D. obedeciendo al consejo del Yérontas subió inmediatamente a Kariés y se comunicó con su esposa. La encontró muy revuelta y turbada. Unos conocidos la dijeron que perderá su hijo, porque supuestamente los monjes le engañarán y le retendrán para hacerse monje. Ella inquieta llamó por el teléfono al padre G., el cual fue a casa para tranquilizarla, pero sin resultado. Pero apenas supo de su marido sobre la admirable “tele-visión, ver de lejos” del Yérontas y la transmitió sus palabras, inmediatamente se tranquilizó y admiró el carisma del Yérontas por conocer desde la Santa Montaña Athos qué sucede en su casa en Alemania. Por supuesto que ayudó a pacificarse su corazón inquieto y perturbado y “la llamada telefónica” del Yérontas a su propia Madre (la Panaghía).
***
El Protopresbítero padre Kostantino Papadópulos, profesor de la escuela teológica de la Universidad de Atenas, se refiere: “El verano del 1981 o 82, desembarqué en el puerto de Dafni llevando de la mano a mi hijo que entonces tenía 6-7 años. Inmediatamente se me acercó un laico desconocido y me dijo que en aquel día no fuera a visitar al Yérontas, sino el siguiente. Me extrañé por cómo conocía mis planes, y preguntando supe que el laico había visitado al Yérontas y le mandó a Dafni para decir el mensaje al sacerdote que vería saliendo del barco llevando de la mano a un niño. El Yérontas aquel día había programado visitar alguna parte y previó para que no me cansara en vano visitándole. Pues, que tengamos la bendición del Yérontas”.
***
Mientras estaba sentado en la sala de visitas de “Panaguda” con sus hijos espirituales, el Yérontas escuchando sonar la campanita, sin ver quién era, decía: “Abre la puerta, viene un muchacho de la ciudad de Larisa”, o “viene el padre Nicodemo”, y no se equivocaba. No lo hacía por ostentación para que le admiraran, sino que hablaba espontáneamente o quería reforzar la fe y la confianza de ellos en sus consejos espirituales o por alguna otra razón.
***
En Stomio, mientras estaba sentado con hombres en la sala de visitas, decía: “Vienen Basilio y Demetrio” y se levantaba para cocinar o preparar el café. Los demás se extrañaban del cómo lo sabía.
***
Mientras caminaba con algunas personas por el camino, sin ver, decía: “Vienen tres jóvenes”. Y después de bastante rato, encontraron tres jóvenes que bajaban para su Kelia.
***
Algunos visitantes por sensibilidad para no molestar al Yérontas, venían y se sentaban fuera de la “Panaguda” sin hacer ruido detrás de las ramas con paciencia hasta que saliera el Yérontas. No querían interrumpirlo de la oración. En poco rato abría la puerta y los llamaba con sus nombres, sin haberlos visto y sin conocerlos nunca.
***
También había algunos que buscaban tener alguna experiencia “del Cristo hablando en él”. Querían comprobar si el Yérontas tenía el carisma de clarividencia y de prever.
Un oficial que estaba en los radares del ejército quiso probarle si el “radar” del Yérontas funciona bien pero fue “capturado” por este. Es decir, “captó” y reveló los loyismí del oficial.
***
Lo mismo le sucedió también al piadoso sacerdote padre Ioanis, tal y como confiesa el mismo: “Conocía al Yérontas y le visité por primera vez en el año 1979 como sacerdote después de más diez años. Había muchos peregrinos y pensé a esperar el último para entretenerle más y dije en mi interior no manifestarme para ver si me va a reconocer. En el mismo momento escucho al Yérontas diciéndome: “¡Ven bendito! ¡Cuánto tiempo hace que te espero a que vengas en la Santa Montaña, padre Ioani! Ahora estás en Seres ciudad; pero dime cómo está la presbítero (con énfasis) Theopisti”. Me quedé anonadado. El Yérontas en el mismo momento dio la respuesta a mi loyismós e indirectamente me controló y me examinó. El Yérontas conocía el verdadero nombre de la presbitera la que todos conocían y la llamaban “Pisteftula”. Humanamente no la conocía ni yo tampoco le había hablado nunca sobre ella, porque el anterior encuentro mío con el Yérontas fue antes del 1969, y entonces yo ni siquiera conocía la existencia de la presbitera. Y mi lugar de residencia, ¿de dónde lo sabía, yo no le había dicho nunca nada? Apenas hacía poco tiempo que me habían designado en la ciudad de Seres”.
***
Uno tocó la campanita, mientras que el Yérontas hacía iconitos en la prensa. Miró por la ventana y vio a un joven. No abrió, continuó su trabajo manual. Tres veces se fue a la ventana y observaba con atención al joven. La tercera vez dijo dolorido: “Que le vaya bien hijo mío”, y explicó al monje que se encontraba con él: “Aunque le abra no saldrá nada, porque ha convertido su corazón como un establo”.
***
Una vez en la Skiti “Santa Cruz” sonó la campanita. El Yérontas miró por la ventana y vio a un peregrino laico esperando. Le observaba por un rato y hablaba solo: “Patrajili estola-litúrgica lleva, pero cura no es”. Una vez haber abierto la puerta hablaron y reveló que el visitante era un mago y vestía en carne la estola.
***
Otra vez previó la venida de unos jóvenes que no tenían intereses espirituales. Venían por curiosidad para ver. Para no perder su día, tomó su mochila con el Psaltiri, cerró la Kelia y se marchó al bosque, mientras dejó una nota en la puerta que escribía: “El jardín zoológico está cerrado. El mono falta”, dando a entender que el mono era él mismo que para algunos se había hecho objeto de curiosidad. Lo admirable es que los jóvenes visitantes se emocionaron por la nota escrita, volvieron en sí mismos, se fueron a confesarse y ahora ya visitan la Santa Montaña por intereses espirituales.
***
Un alumno de la academia Athoniada fue al Yérontas y aquel le preguntó: ¿Cuántos hermanos sois? Ocho respondió el chico. “Te equivocas”, le dijo, “sois nueve”. Su madre estaba embarazada y el alumno no lo sabía.
***
Testimonio del señor I. Mosjos, médico del ejército: “En Julio de 1989 conocí al Yérontas Paísios mientras estaba esperando hacer exámenes panhelénicos. Mi objetivo era entrar a la escuela militar en la que fui introducido en septiembre del 1979.
»El primer día, estando entre los nuevos que habían aprobado y admitido, me buscó un estudiante de la administración, llamándome por mi nombre. No le conocía ni tampoco él a mí. Una vez habernos presentado me dijo que el Yérontas Paísios le pidió que te llevara a mi celda y estés bajo mi protección.
»Me preguntó desde cuándo conozco el Yérontas y cuando escuchó que le había conocido apenas el verano pasado, dijo sorprendido que esto humanamente era imposible, porque él le había visto antes que a mí, en Abril”.
***
Narración de un peregrino: “Mi hija estaba preparándose para casarse y de repente se enfermó de cáncer. El futuro marido se entristeció mucho y vino en la Santa Montaña a ver al Yérontas Paísios. Apenas llegó en la “Panaguda”, le dijo el Yérontas: “P., en cuatro días el Señor llama y lleva cerca suyo a María”. Y realmente en cuatro días mi hija María murió, tal como lo predijo el Yérontas”.
***
Testimonio del señor K.D. médico de la cuidad Seres: “Visité por primera vez al venerable Yérontas Paísios el verano del 1991 afrontando un dilema: comprar un piso con los ahorros que habíamos recogido para no estar en alquiler o entregar el dinero para objetivos y propósitos filantrópicos.
»Apenas me ha visto, antes de darme tiempo para preguntarle, me preguntó:
-¿Dime doctor, los pájaros tienen nido?
-Sí, le respondo espontáneamente.
-Pues, nos hemos entendido.
-Bendito sea.
»Respondió a mi dilema y haciendo obediencia compré el piso».
***
Testimonio de un anónimo: “Trabajaba en Alemania en un restaurante. A veces robaba a mi jefe. Pero tenía remordimientos de conciencia. Al haber oído mucho sobre el Yérontas Paísios vine a la Santa Montaña para verlo y contarle mi problema y recibir consejos.
»Apenas llegué a Panaguda encontré también otros peregrinos. El Yérontas apenas haberme visto me llevó a un lado particularmente en la parte de atrás de la Kelia y, antes de darme tiempo para decir algo, toma mis palmas y las santigua con la señal de la cruz diciéndome: “A partir de ahora no hagas esto que estabas haciendo y vete al Guía Espiritual-Pnevmatikós para confesarte”.
»Me conmocioné profundamente, me confesé y a partir de entonces con la ayuda de Dios no he vuelto a robar».
Testimonio del señor Ángel Jorozidu, oficial de la policía de Tesalónica: ”Venía para ver al Yérontas y dos veces, una en Uranúpolis y otra en Karies, me crucé con mi comandante general de la policía de Poligiros. Era bueno pero muy severo y típico más de lo debido. A las 10 h de la mañana del día siguiente debería encontrarme en mi sitio, en Kasandra de Halkidikí, cosa imposible.
»Le evité, pero no estaba seguro si me había visto. Sin retrasarme llegué al Yérontas. Cuando estaba recibiendo su bendición me dice:
-Bienvenido, no te ha visto.
-¿Quién no me ha visto, Yérontas?
-El mayor, el tuyo de Polígiros».
***
El sacerdote Pablo Trigonidis del pueblo Perasma de Florina testimonia: “Visitamos al Yérontas Paísios con el padre Theókilito, actualmente Metropólita de Florina. El Yérontas nos recibió, nos invitó y comenzamos una interesante conversación. Todos estábamos pendientes de sus palabras. Entre otras cosas se refirió también que el presidente de Turquía Ozal en diez días morirá, tal como sucedió. Dijo que los Americanos bombardearán Serbia y se producirá bastante daño, pero a Grecia no le pasará nada. Una vez haberlo agradecido y tomado su bendición, los demás se marcharon, pero yo tenía una cuestión particular y le seguí. Volviéndose me dijo: “Mi sacerdote, conozco el tema con tu hijo y la australiana. Ella no viene a Grecia a pesar de que yo oro. Más bien la ha ganado Satanás, porque no se arrepiente. Tienes que decir a tu hijo que espere otros seis meses y después que se case”. Realmente ella no ha vuelto nunca de Australia y mi hijo se ha casado y ahora tiene también dos hijos”.
***
Nos relata por escrito el señor Gheorgios Papazemistoklís: “Encontramos al Yérontas en Tesalónica junto con tres estudiantes de Kónicha. Había salido de la Santa Montaña por su salud. Nos abrazó y dirigiéndose a mí me dijo: “Tu padre Pablo (mi padre) superó el peligro; ahora está bien”. Me pareció extraño; no sabía que mi padre estaba enfermo. Ni el Yérontas tenía comunicación con alguien de Kónicha. Cuando me comuniqué telefónicamente con mi hermana supe que mi padre estaba en peligro de muerte el día que habíamos encontrado al Yérontas”.
***
El señor Dimitrio Burulidis comerciante del pueblo Kordelió de Tesalónica, nos narra por escrito: “El año 1991 en el mes de enero me había enfermado. No podría articular palabras. Cada día iba peor. Hice una tomografía axial que mostró un tumor en el encéfalo-cerebro con dimensión 1,6 centímetros.
»El quinto día desde mi ingreso al Hospital, mi hermano junto con mi suegro decidieron visitar al padre Paísios. Cuando llegaron, los recibió el Yérontas y esperaron porque había mucha gente.
»Llegó el turno de ellos y entonces el Yérontas, antes de darse tiempo a mi hermano a decir algo y sin conocer algo en relación, le dice: “No os aflijáis. El Dimitritraki se pondrá bueno. Es un chaparrón y pasará. Decidle que tiene que ir a confesarse y comulgar».
» Después de quince días en el Hospital hago una tomografía magnética, para que nos muestre más claro lo qué sucede. Una vez teniendo el resultado, viene el médico y me dice que esto que tienes son por regla general tumores metastáticos, pero el tuyo después de la terapia ha cambiado de forma y en poco tiempo desaparecerá. Realmente después de cuarenta días salí del Hospital, hoy en día estoy muy bien y cada día glorifico y doy gracias a Dios que mediante al padre Paísios me ha protegido».
En su tienda tiene la fotografía del Yérontas y cada día la reverencia con devoción y agradecimiento.
***
Dios a los Profetas revelaba Su voluntad de distintas maneras y también por sueños. Pero la interpretación de los sueños no es una tarea fácil. Sólo el que tiene la jaris (gracia increada) de Daniel y del bondadoso Josef, puede discernir “sueño digno de confianza” (2 Macab 15,11).
“Porque muchos de los sueños son de la agonía y el diablo puede aprovecharse de estos”, recalcaba el Yérontas. A veces recibía la información en su sueño sobre un acontecimiento concreto o sobre una persona que trataba de visitarle, y conocía el nombre, la forma, el problema y su desarrollo.
***
En la Skiti “Santa Cruz” vio en su sueño a su padre carnal que le dijo que limpiase la Iglesia. Buscó en la pequeña Ermita que estaba limpia y encontró en un punto de la pared una higuera que apenas había brotado por la humedad.
***
Nos relató el Yérontas: “Una noche vi en mi sueño como en el cine a un niño y conocí el problema que le preocupaba y cómo se podía resolver.
Era una psique buena, pero había sido y caído en víctima y había perdido sus estudios. El otro día lo esperaba. Realmente vino, se ayudó y se marchó aliviado y reposado. Era de la región de Macedonia. Tanto me había conmocionado y dolido, que apenas conociendo su problema en mi sueño lloraba. Era una de las cuestiones más complicadas que me he encontrado en mi vida.
***
El Yérontas recibía información de personas concretas durante la hora de la oración. Una vez recibió información en su oración de que el día siguiente le visitaría un endemoniado. Preparó un vaso con agua en el que sumergió de forma de cruz la Reliquia de san Arsenio. Apenas vino el endemoniado le invitó un malvavisco-golosina. Aquel le pidió agua. El Yérontas le dio segundo y tercero… en total siete malvaviscos. Tenía un objetivo, quería que el endemoniado tuviera mucha sed y así beberá el agua. El endemoniado una vez haber bebido poco se percató de la jugada y no quería beber el resto.
***
Nos dice un conocido del Yérontas: “Una vez fui a recibirle de Uranúpolis. En el camino hablábamos de accidentes. Gira y me dice:
-Tú también has sufrido un accidente pero no temas, tienes muchos años de vida aún.
-Yérontas, ¿quién te lo ha dicho?, le pregunté.
-No me lo ha dicho nadie, sino que en aquel momento hacía oración y te vi. Mientras estaba orando para los que peligraban de accidentes, te vi. No temas, vivirás muchos años.
»Realmente me había arrastrado un autobús. Fui al hospital, no tenía roturas, pero mis pies estaban negrísimos de morados. En el hospital me quedé dos o tres días y en cinco seis-días después del accidente fui y recogí al Yérontas».
****
Un conocido mío le trajo bendiciones (regalos) y el Yérontas le dijo:
-¿Para qué me has traído todo esto aquí y no lo has dado allí a los pobres?
-No hay pobres hoy en día.
-Si tomo el komposkini y empiezo a orar te diré quiénes son y también sus direcciones.
***
Un día por la mañana, san Paísios tocó la puerta de la Kelia de un hieromonje-cura conocido. Apenas abrió la puerta vio al Yérontas que le preguntaba entristecido: “Dime qué has hecho ayer; Por la noche me sucedió algo. Sentía un peso y te vi como tendero con delantal vendiendo alimentos”. Entonces el hieromonje-cura de la Kalivi se acordó que el día anterior había pasado un enfermo y le pidió hacerle el Misterio de la unción de oleos. Al final el enfermo insistió en dejarle una bendición, un poco de dinero. El cura-monje no lo aceptaba pero para no entristecer al enfermo, al final se quedó con el dinero.
El padre Paísios le dijo imperativamente: “Vete en este momento a devolver el dinero, para que te sea perdonado el pecado”. Dos días buscaba al hombre en los Monasterios. Finalmente le encontró y le devolvió el dinero. Así se tranquilizó y se alegró él y el Yérontas Paísios también que no quería hieromonjes-curas por celebrar un misterio que tomen dinero de un enfermo y dolorido.
***
Testimonio de un Pnevmatikós-Guía Espiritual: “Fui al Yérontas y le dije que una psique había caído en depresión, estaba perdida, se había desesperado y no podía dormir durante días. Cuando el Yérontas escuchó el problema, mientras estaba sentado en la cama de madera, cerró los ojos y parecía que le había cogido el sueño, pero estaba orando. En un momento sonrió, resplandeció su rostro de alegría y dijo: “No es nada, pasará. Fue presionada por aquel y por otras cosas, se esforzó y se vio presionada y llegó a este estado”. Inmediatamente recibió información con una breve oración. Habló con certeza. Era exactamente tal como dijo. La persona había sido presionado por algo y ahora está muy bien”.
***
Muchas veces recibía iluminaciones. Mientras caminaba o conversaba o trabajaba a mano, recibía un mensaje, una información por algo que sucedía muy lejos en alguna persona. El Espíritu Santo le informaba y el Yérontas según el caso, encendía una vela y oraba o se iba personalmente para ayudar.
***
Testimonio de un anónimo: “Viajábamos con el Yérontas hacia el Monasterio de Surotí. De repente me dice: “Vuelve atrás, en este momento una familia se separa”. Fuimos a una ciudad, entramos en una casa y encontramos el matrimonio gritando y separando sus cosas. El Yérontas los habló y se reconciliaron”.
Siguió una conversación espiritual interesante. La mujer preguntó al Yérontas:
-Si yo estoy en el Paraíso y tengo un hijo que está en el infierno, ¿lo estaré viendo y él me estará viendo?
-Si nosotros estamos dentro del salón con velas encendidas y fuera es de noche, nosotros no vemos fuera, en cambio los que está fuera nos ven. Lo mismo también en el Paraíso, porque si viesen desde el Paraíso los que están en el infierno, no existiría el Paraíso.
-¿Existe una diferencia de uno al otro de los que están en el Paraíso?
-Existen categorías. Digamos que uno tiene alegría por un anillo, otro por una copa, otro por un barril, otro por un almacén. Pero todos se sienten en plenitud, independientemente de la categoría que se encuentran.
***
El señor Mateo Golias de la ciudad de Ioanina, se refiere: “En una de mis múltiples visitas al Yérontas, llevaba conmigo también a mi hijo Constantino. Digo al Yérontas:
-Constantino hace montañismo pero también escalada muy peligrosa en las rocas.
-Dice el Yérontas: Constantino puedes subir a las montañas altas, porque te encuentras más cerca de Dios, pero a las rocas no vuelvas a subir, porque así cultivas tu egoísmo.
»Le dijo también una instrucción extendida de su vida en el ejército. Cuando nos marchábamos, nos acompañó con alegría hasta la puerta del patio. Una vez haber besado mi hijo en la cabeza, le dice otra vez: “No subas a las rocas, pero si alguna vez subes yo estaré orando por ti”. Con esta ventanita que le dejó abierta, Constantino continuaba subiendo en las rocas a escondidas de nosotros.
»Era septiembre y yo volví a encontrar con el Yérontas. Había mucha gente y apenas verme me dice: “Espérate al final para decirte algo importante”. Después me dijo: “Constantino se ha caído de una roca que estaba encaramado. La distancia de un lazo al otro era de 20 metros y la Panaghía lo detuvo en sus brazos. Lo he visto con mis ojos”.
»Apenas retorné a la Kelia cerca de Kariés donde estaba hospedado, llamo por teléfono a Constantino en Atenas, donde estaba estudiando, y le digo:
-Constantino, has caído de una roca peligrosa.
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé.
-Estás con el Yérontas, me dijo inmediatamente.
-Sí, le respondo.
-Ve a agradecerle y confirmarle que voy a vender todos los accesorios de escalar y no volveré a subir. Y así ha sucedido”.
***
Testimonio del sacerdote A.A.: “Tomé la bendición de mi Yérontas y visité a san Paísios. Me saludó haciéndome una reverencia. Yo me quedé anonadado.
-Yérontas, ¡por Dios, no soy sacerdote!
-Lo sé que no eres sacerdote. Pero has nacido para ser sacerdote, yo me habré marchado, por eso te he reverenciado ahora.
»Hablamos muchas horas hasta las 10 de la noche. “Quería que te quedaras aquí esta noche, pero el cura-Sofronio por teléfono está molestando todas las Kelias y pregunta si te has perdido. Toma mi linterna para poder ver ya que es de noche. Fuera del Monasterio Kutlumusíu encontrarás dos perros grandes, pero no tengas miedo. Yo haré la oración del corazón o de Jesús desde aquí y cuando pasarás no te verán”.
»Hice prosternación y me marché y sentía que estaba caminando. De repente me encontré con dos perros enormes durmiendo. Estaba tranquilo por las palabras del Yérontas. Pasé entre ellos y no me vieron. Llegué a la Skiti donde me hospedaba y veo al cura-Sofronio con las gafas al teléfono y me dice: “Llamé a Repaná, al tal y al cual…, y me acordé del Yérontas.
»Cuando se hizo mi ordenación después de dos días supe que el santo Yérontas había dormido (fallecido)».
B 2.13 Carisma de sanaciones
San Máximo el Confesor considera que el carisma de sanación es el siguiente de la agapi (amor incondicional y energía increada). Escribe: “El que ha conseguido la filantropía natural, después de la total expulsión de la filaftía (excesivo amor a sí mismo y al cuerpo), recibe el carisma de sanaciones” (hacia Thalasio 59, PG 90, 617C).
Este tipo de carisma recibió también el Yérontas. Sanó muchos que padecían de enfermedades incurables, cáncer, leucemia, enfermos del corazón, parálisis, ceguera y disolvió la esterilidad de muchas mujeres.
Por costumbre preconocía el problema y su desarrollo. Si veía fe en el enfermo y que la terapia no le perjudicará espiritualmente, con su logos solo: “no tienes nada, estás bien”, el enfermo se marchaba sanado. A veces santiguaba a los enfermos con las santas Reliquias y los ungía con aceite del candil de la Panaghía.
***
Relató el Yérontas lo siguiente: “Ayer (julio de 1992), trajeron aquí un niño de diez años, totalmente ciego. Apenas lo vi, lo pregunté: “Hijo mío, ¿qué quieres que te conceda el Cristo? El niño me dijo: “Quiero hacerme un niño bueno”, y antes de darme tiempo a orar, el niño adquirió su luz”.
El Yérontas relató esto para consolar a otro ciego, pero escondió su propia influencia, tal como también en otros casos que simplemente se refiere que el tal no tiene nada, se pondrá bueno.
***
El señor P., submarinista de profesión, estaba totalmente desesperado. Su primero hijo nació con problema respiratorio agudo. Los médicos le daban pocas esperanzas de vida. Uno le aconsejó a visitar y rogar al Yérontas Paísios. Pleno de agonía pero esperanza escondida llegó en la skiti “Panaguda”. Encontró al Yérontas enfermo, tocando a una puertecita de alambre del patio esperándolo. Apenas haberle visto, le dijo inmediatamente: “Hijo mío, no puedo verte, estoy muy mal; véte y saca tu hijo del hospital, no tiene nada”.
Al haberse quedado perplejo no pudo ni agradecer al Yérontas. Le sobrecogieron las lágrimas y empezó a correr hacia Kariés. Llamó por teléfono a su esposa y aquella le confirmó sorprendida el admirable cambio.
El hecho sucedió el año 1993. Hoy en día, después de tantos años el pequeño Atanasio está con una buenísima salud. Entonces no pudo agradecer al Yérontas, porque después de poco tiempo aquel salió definitivamente de la Santa Montaña Athos. Pero su gratitud la manifiesta a menudo en su tumba y una vez al año visitando la “Panaguda”. La primera vez que vino en Panaguda pidió de los padres de la Kelia permanecer por poco rato en el templo para orar. Después de pocos minutos salió emocionado y lagrimoso gritando: “¡El Yérontas está aquí! ¡El Yérontas está aquí! En el momento que le agradecía se movió el suelo de la Iglesia”.
***
Testimonio del P.D. de Tesalónica, graduado de la academia Athoniada: “Un alumno de la academia Athoniada, el I.M. durante el año 1989 enfermó de cáncer. Se encontró un tumor detrás del ojo. Antes de entrar al quirófano, fue con su padre a ver al Yérontas, era sábado. El padre con lágrimas le rogaba hacer oración y le preguntaba insistentemente si su hijo se curaría del cáncer.
»El Yérontas con seguridad les dijo: “No te entristezcas, no es nada”.
»Se marcharon de alguna manera consolados. El miércoles cuando fueron para la operación, los médicos después de un examen comprobaron que el tumor había desaparecido, no había nada y naturalmente se sorprendieron.
»El padre y el hijo entendieron lo que había sucedido. El sábado volvieron otra vez en la Santa Montaña y fueron alegres al Yérontas para agradecerle. El padre otra vez lloraba pero esta vez con lágrimas de alegría, porque por las bendiciones del Yérontas se sanó y se salvó el ojo de su hijo.
***
Testimonio de Ioanis Kortsinoglu de Kónicha: “El año 1991 ó 1992 me encontré en “Panaguda” con mi compatriota Policarpo Kiparisi. No había muchos peregrinos y esperábamos nuestra tanta. Observé una persona sentada en un extremo, que miraba al Yérontas y parecía muy conmocionado. Le pregunté: “¿Le sucede algo?”
»El hombre muy emocionado me relató que su hijita que desde niña no hablaba, en la edad de siete años habló con la ayuda del Yérontas. Anteriormente había ido a muchos médicos, incluso al extranjero y había gastado mucho dinero. Este señor era un profesor de la ciudad de Preveza.
»El Yérontas confirmó el acontecimiento, cuando fue preguntado. Durante un año más o menos hacía oración pero ayudaron mucho también los padres. La Panaghía le apocaliptó-reveló que la jovencita hablaría y preparó al padre para que no fuera sorprendido. El Viernes Santo la jovencita abrazó al padre diciendo: “Feliz Resurrección, padre».
***
Testimonio de un peregrino: “Me llamo K. y mi mujer A., y nos casamos el año 1989 y por muchos años no podíamos tener hijos. Habíamos visitado muchos médicos, pero nadie pudo ayudarnos
»El hecho de la esterilidad fue el motivo de visitar al Yérontas en la primavera del año 1993, para suplicarle a orar para este tema. El padre Paísios recibía los visitantes fuera en el patio. Cuando llegó el momento de hablarle, me cogió del brazo y me preguntó qué quiero. Le dije nuestro problema y me respondió diciendo: “Mira hijo mío, tu mujer tendrá hijos. Es como el árbol que tiene demasiado zumo. Por esta razón cortan un poco el tronco del árbol, de modo que pueda retener el fruto”. Mi psique se había serenado y me sentía como si no pisara al suelo
»Sentía tanta seguridad en las palabras del Yérontas que yo y mi mujer ya no sentíamos angustia y ansiedad si vamos a tener hijos. Después de un año de la dormición del Yérontas el médico dijo a mi mujer que debería hacer una pequeña intervención para ser cortada literalmente. Después quedó embarazada y hemos tenido mi hija Stela. Ahora tenemos otros dos hijos, Dimitra y Basilio-Paísios».
***
El hieromonje A., se refirió: “Una conocida mía llevaba 14 años casada sin haber tenido hijo. Se indignaba y decía: “Por qué Dios no me da un hijo a mí”. Conté el caso al Yérontas y me dijo: “Eh, tendrá un hijo, para que no se queje más”. Y realmente después de un año ha dado a luz».
***
Testimonio de la señora Anastasía…: “Mi gran deseo era dar a luz un hijo y ser madre. Había oído sobre el padre Paísios, sobre sus las oraciones, bendiciones y compadecimiento a seres humanos doloridos. La primavera del 1989 visitamos el Monasterio de san Juan el Teólogo en Surotí, debido a que se encontraba allí también el padre Paísios.
»El Yérontas recibía mucha gente continuamente desde muy temprano. Estaba esperando mi turno. Pero se comunicó que no continuará a recibir particularmente y sólo dará su bendición a todos los que encontraban allí. Pero yo debería verle y hablarle. No me estaba quieta. Encontré la monja fuera de la austera habitación, donde el Yérontas recibía la gente. “Tengo una gran necesidad para verle, no le distraeré mucho”, le dije. Ella me condujo al Yérontas. Me vio muy revuelta, y me dijo: “Debes comportarte bien, hija mía, debes comportarte bien. Estaré orando por ti. Deja lo que tienes escrito y darás luz a un niño”. (La petición que había escrito era tener un niño). En pocos meses desde entonces me quedé embarazada. En la fecha 13-7-1990 vino al mundo un niño que cuando lo bautizamos le dimos el nombre de Arsenio».
***
Testimonio de la señora Sofía Stefanu del pueblo Kardía: “Un día en el año 1986 observé la cabecita de mi hijo de apenas dos años y medio haberle caído parte del pelo de la cabeza y tenía varias calvas. Naturalmente me entristecí mucho y cuando el Yérontas salió del Monasterio de Surotí fuimos toda la familia para rogarle a orar por mi hijo.
»El Yérontas miró su cabecita, le santiguó, le besó y le llevó en sus brazos. Después levantando sus manos hacia lo alto, miró al cielo, se santiguó y algo dijo murmurando algo.
»Nos marchamos y hasta llegar a nuestra casa, distancia de diez minutos desde el Monasterio, sentí algo que me impulsaba a mirar la cabeza de mi hijo. Por sorpresa grande mía y alegría indescriptible vi que en los puntos calvos que no había pelo haber sacado pelusilla.
»Hoy en día Constantino tiene 33 años y tiene mucho y rico pelo».
***
El sacerdote Pablo Trigonidis del pueblo Perasma de Florina, escuchó del Yérontas que la mujer de un Capitán general del ejército en Atenas estaba enferma de cáncer. El general vino a ver al Yérontas y con lágrimas le pedía ayuda, porque el mismo día su mujer había entrado al quirófano. El Yérontas le respondió: “Buen hombre mío, psique mía, no te angusties, ni afliges, tu mujer está bien”. El general creyó en las palabras del Yérontas, recibió su bendición y se marchó para Atenas. En el hospital el cirujano- médico le dijo: “Vosotros tenéis algún Santo. Tu mujer está muy limpia y sana”. El día siguiente el Capitán general volvió otra vez a la Santa Montaña para agradecer al Yérontas.
***
Testimonio del L.K., de Tesalónica: “El año 1993 enfermé gravemente. Los médicos diagnosticaron cáncer en la glándula de linfoma. Así comienza mi aventura con hospitales, intervenciones quirúrgicas, quimioterapias, un desgaste continuo y fatiga.
»Una vez haber terminado todo no había ninguna mejoría, los médicos me aconsejaron ir a mi casa, ya que de parte médica no se podía hacer más. Cuando me encontré en mi casa estaba muerto psicológicamente, pleno de decepción por la muerte venidera.
»En este estado trágico que me encontraba, giré mi vista hacia Dios, pidiendo Su ayuda. Entonces me vino el loyismós de ir a la Santa Montaña Athos para encontrar al Yérontas Paísios. En mi interior se había encendido la esperanza y acompañado con un pariente mío después de mucho esfuerzo y cansancio, a causa de mi estado psíquico y físico, llegamos a la “Panaguda”.
»Allí encontramos otras treinta personas esperando. Me dieron un tronco para sentarme, ya que mi aparición y estado evidenciaba que era un hombre enfermo y fatigado. Después de media hora abre la puerta de la Kelia y sale el Yérontas. Saludó a los peregrinos con una expresión muy bondadosa y dulce que me impresionó mucho. Sentamos en los troncos y el Yérontas se sentó a lado mío. Comenzó la conversación y el Yérontas respondía a las preguntas con agapi y paciencia. Fue una gran bendición que se sentara al lado mío el Yérontas pero más aún que a continuación me tocara con su mano. Esta sensación no se puede describir, porque sentía en mi cuerpo un descanso y alivio inesperado. Pensé no exponer mi problema, ya que recibí su bendición de esta manera inesperada.
»Cuando nos levantamos para marcharnos, el Yérontas dirigiéndose a mi me dijo: “Tú hijo mío no te vayas, te necesito. Pasa en mi Kelia…”. Me sorprendí y seguí al Yérontas. Fuimos a la Ermita y me dijo: “Constantino, conozco la razón de tu visita y tu problema”. Yo me quedé perplejo. Sin embargo, cuando a continuación me pidió que le dejara ver en mis pies las heridas de las operaciones que había hecho, entonces casi la cabeza se me va, puesto que no podía explicarme cómo suceden estas cosas, siendo yo un racionalista.
»El Yérontas tomó aceite del candil y en forma de cruz ungió mis pies operados. Me dijo que esperara y él oró unos minutos delante de los iconos. Después me dijo: “Constantino, Dios ha sido misericordioso. Desde hoy no tendrás ningún problema de salud, y también cualquier trabajo que hagas en tu vida será bendito”.
»Realmente desde aquel día han pasado tantos años, no he visitado nunca a un médico, ni he tomado ningún fármaco ni aspirina, y mi trabajo va admirablemente. Doxa-gloria y gracias a Dios.
»Desgraciadamente otra vez no he visto al Yérontas. Mis trabajos y mi negligencia no me permitieron a volver ir a la Santa Montaña y tampoco en el Monasterio de Surotí, donde se quedaba el Yérontas, cuando salía de la Santa Montaña. Pero una vez fue a verlo en Surotí mi hermana Elena. Había miles de peregrinos que querían verle y tomar su bendición. Mientras estaba enfermo y veía uno por uno a los hombres, cuando mi hermana se encontró delante del Yérontas le escuchó diciendo con pena: “Por qué Constantino no viene a verme”. Mi hermana se quedó sorprendida y no podía entender cómo el Yérontas entendió que era mi hermana.
»Mi hermana me comentó el acontecimiento y me reprendió. Después de unos meses me fui a “Panaguda” y allí sentí decepción porque me dijeron que el Yérontas había dormido (muerto). Tuve remordimientos en mi interior por mi negligencia y pensé que para reparar debo ir a reverenciar a su tumba. Reverencié con quebrantamiento del corazón a su tumba y para bendición me llevé un poco de tierra y una flor cortada. La tierra la puse en una cajita y encima coloqué la florecita. Aquel día se inundó la habitación de fragancia. La fragancia era muy intensa, fuerte y continua por un día y no aguantábamos mucho rato dentro de la habitación. Pero lo más importante es que después de tantos años la florecita continúa sin marchitarse, no se secó y está viva».
***
La realidad es que no se sanaban todos los enfermos que acudían al Yérontas. Mientras que muchas veces no le daba tiempo a orar, inmediatamente el enfermo se sanaba, en cambio para algunos hacía mucha oración, pero no era escuchada. Las razones eran varias.
En un caso hizo mucha oración sin resultado. Entendió que algo sucede. Preguntando al enfermo encontró la causa ya que le ayudó primero a arreglarse espiritualmente, después el enfermo se ha sanado.
A algunos les decía que se pondrán buenos nunca. A pesar de las persistentes oraciones, Dios dejaba la enfermedad como tipo de ejercicio o ascesis superior, de modo que con la paciencia ganasen el Paraíso. Decía: “Algunos Dios no los sana para que no pierdan sus sueldos. Tal y como el padre no da su fortuna a los hijos para que no la derrochen”.
»Cuando los médicos no pueden ayudarnos, debemos suplicar a Dios que hace posible “las cosas imposibles para los hombres”. Dios conoce lo que nos hace falta. Cuando Dios no nos escucha, debemos conocer que el Dios es por naturaleza bondadoso, algo bueno quiere sacar de esto. Sólo debemos rogarle para que nos dé paciencia».
***
Testimonio de Constantino Melitsos de la ciudad de Argos: “Hace treinta años padezco de síndrome neurológico crónico con parálisis y ataxia, y estoy inmovilizado en una silla de discapacitados. El verano del 1981 fui invitado al Monasterio san Gregorio de la Santa Montaña Athos. Se me acercó un peregrino Heleno gran comerciante y me dijo que se hace cargo de los gastos para ir a América, ya que la medicina ha avanzado e interviene en el trasplante de células neurológicas.
»Mi deseo en volver a estar de pie y caminar se encendió en mi interior, con el resultado de encenderse los loyismí por si quizás debería someterme a la operación anterior. Compartí mis loyismí a los padres del Santo Monasterio que me acogía, pero ellos me desanimaron diciéndome:
-Constantino, estate quieto… no vayas buscando…
-¡Sí, sí, voy buscando! Vosotros no conocéis lo que yo estoy sufriendo.
»El día siguiente acompañado por el padre Timoteo me dirijo hacia Kariés para encontrar al padre Paísios. Quería preguntarle si debería ir a América. Una vez de haberse informado el Yérontas, se hizo el encuentro con él, a las cinco de la mañana en el sitio del antiguo centro médico de Kariés. El Yérontas vino a Kariés, porque era muy difícil que yo pudiera llegar hasta la “Panaguda”, a causa de mi parálisis.
»El Yérontas oyó mi loyismós y me santiguó en la cabeza con la Reliquia de san Arsenio de Capadocia que llevaba consigo. Mis pies atróficos y paralíticos, los abrazaba diciendo:
-Piececitos, piececitos, estos te llevarán al Paraíso y tú no lo entiendes.
»Me dice:
-A América no vayas, serías un conejito de pruebas, o un animalito de experimentos!
»Apenas oí este logos del Yérontas, me alivié y reposé. Después me miró a los ojos y me dice:
-Levántate para caminar juntos.
»Creía que el Yérontas bromeaba, y otra vez vuelve a decírmelo.
-¡Venga te levantarás de una vez!
-¡Yérontas le digo, no puedo! No tengo ni idea del cómo anda uno.
»Me agarra en sus brazos, me levanta de la cama y comenzamos a andar, mientras oraba con lágrimas en sus ojos, diciendo algo que no podía entender.
»Sentía que caminaba como si tuviera alas, y viéndome a mí mismo estando de pié me conmocioné y empecé a llorar. Después me sentó en la silla de ruedas, y él se sentó a lado mío en una silla y me dice:
-Escucha hijo mío, Dios no quiere que te sanes nunca. Irás empeorando, mejor no. Pero debes de conocer que todos estos hombres que se reúnen aquí alrededor tuyo y te cuidan, se salvan de esta manera, ayudando y ayudados sin que ellos lo entiendan. Y tú te conviertes en el medio de salvación de las psiques. Dios te pide y esto quiere de ti. Por eso no debes marcharte nunca de tu ciudad Argos»
***
Testimonio de un anónimo: “Había oído muchas cosas sobre el Yérontas y le visité en año 1991, porque había enfermado mi hija. La encontraron un tumor en la cabeza. Me dijeron que era benigno y los médicos me confirmaban que era una operación fácil. Cuando llegué a la Kelia del Yérontas había mucha gente. Apenas me vio, me llamó por mi nombre, sin haberme visto otra vez, dejó a los otros y me llevó en la Iglesia. “Ven y oraremos”, me dijo, “porque María la quiere la Panaghía, la llevará”. Yo me quedé afónico. Con dificultad intenté decir “pero los médicos…” y el Yérontas me ha interrumpido diciéndome, “deja a los médicos”.
»Fuimos juntos dentro en la Iglesia, me puso hacer oración con prosternaciones, genuflexiones. Junto conmigo hacía también el Yérontas. Terminando me dijo: “Ser fuerte de corazón”. Yo física y psíquicamente estaba hecho una ruina por las lágrimas. Y él también estaba consternado. Me abrazó y me volvió a decir: “La vida la da Dios y Dios la vuelve a tomar. A María se la llevará la Panaghía-Santísima.
»Marchando me dijo: “Esto que quede entre nosotros. No dirás nada a María ni a tu mujer”. Cuando se hizo la operación, los médicos encontraron que el tumor era maligno, tal y como había previsto el Yérontas, después de unos meses María se durmió (murió), se la llevó la Panaghía».
***
Había otros casos más difíciles, tal como se ha referido el Yérontas: “Para algunos hago oración años y no son ayudados, porque tienen obstinación, egoísmo y voluntad egoísta. Dicen: “Por qué Dios no me da esto?”. Y por qué nos lo tiene que dar,?, para hacernos más egoístas y tercos. No los beneficia, si nos lo da. Es como si mandasen de esta manera ellos a Dios. En cambio si dijeran: “Dios, si quieres dame esto”. El modo y la forma de oración deber ser humilde.
Escribía el Yérontas en una epístola el año 18-9-1967: “Muchas veces persistía en la oración por varios temas (de modo exigente) por cosas personales o de otros hermanos y después fui obligado a pedir perdón a Dios y volver a pedir lo contrario de lo que había pedido. A partir de entonces ruego que sea dado lo que es para el beneficio de la psique como buen padre, porque todo Su sacrificio se hizo para restablecer nuestras psique en el Paraíso junto con Él”.
El Yérontas no era parcial ni hacía distinciones. La voluntad de Dios es distinta para cada ser humano. Lo cierto es que todos eran consolados y reforzados por el Yérontas.
Perseguía no sólo que sea sanado el enfermo, sino más bien que sea salvada su psique. Naturalmente el mayor milagro para los que se sanaban era que se fortalecían en la fe y se hacían fieles cristianos ortodoxos concienciados, sanaban, “psicoterapiaban” sus psiques de los pazos y glorificaban día y noche a Dios. Esto naturalmente tiene infinitamente mayor valor y duración eterna. Quería que cooperaran también los enfermos en sus terapias. Hacer aunque sea un pequeño sacrificio para Cristo, por ejemplo cortar un pazos de ellos, el fumar, las bebidas alcohólicas o cualquier otra cosa, confesarse, comulgar y vivir como buenos Cristianos ortodoxos. No pedía que hiciesen grandes caridades o limosnas, construir Iglesias etc., ni los cargaba con cargas difíciles de aguantar. Estas cosas las dejaba a la libre buena voluntad de ellos. La alegría del Yérontas era muy grande, cuando junto con la terapia corporal se sanaba, psicoterapiaba también la psique del enfermo, se ayudaba a toda la familia y se glorificaba el nombre de CristoDios.
- 2,14 La apariciones de Santos
Tal y como se ha dicho anteriormente, el Yérontas ha visto muchos Santos, su Ángel de la guarda, la Panaghía muchas veces y al mismo Cristo. No los vio en sueño, a veces en pleno mediodía, conversaron, le abrazaron y los abrazó, le dieron comida con sus manos, le sanaban cuando enfermaba, le dieron muchas promesas y le apocaliptaron-revelaron misterios.
Decía a uno: “Mientras que cuando era joven leía mucho los santorales, ahora la vida de los Santos no me ayudan tanto (dando a entender como lectura), porque los estoy viviendo”. Ya no tenía necesidad de este alimento espiritual porque vivía algo superior.
Evitaba comentar sus experiencias. Sólo cuando creía que era necesario ayudar a una psique, entonces hablaba. Y mientras que para las otras narraciones era fascinante y efusivo, en la descripción de estos acontecimientos con los Santos era muy reservado, sencillo y breve. El oyente de este tipo de apocalipsis-revelaciones se quedaba sorprendido ante la sencillez, la naturalidad, y también de la excepcionalidad de los acontecimientos. Decía, por ejemplo, “me sucedió algo” y daba a entender que le había visitado un Santo. O decía, “sentí algo” y uno creería que había sentido una emoción, pero era algo mucho más profundo; era una apocálipsis-revelación, una visión, un arrebato en zeoría-contemplación espiritual o algo parecido.
En su evolución espiritual le sucedió un acontecimiento importante, tal y como lo ha relatado el mismo: “Una vez creía que sería muy útil en mi vida un carisma y comencé a pedirlo a Dios. Tres años lo pedía y finalmente lo recibí. Era un carisma que es dado sólo a los grandes santos. ¡Pero, para qué lo había pedido! ¡Me trajo una agonía, una confusión! Entendí que no me beneficiaría y comencé otra vez a pedir a Dios que me quitara el carisma. Pero el Dios me dejó tres años asándome o friéndome hasta quitármelo. Ahora no me atrevo a pedir carismas de Dios”.
El día que le sucedía algo, por costumbre lo marcaba en los libros litúrgicos de forma un poco inteligible. Muchas veces en momentos de oración su nus estaba arrebatado en zeoría-contemplación espiritual, esto ya desde antes de ser monje. De su experiencia decía: “Cuando uno está en zeoría-contemplación divina, puede, por supuesto, estar oyendo el despertador. Hasta allí. No tiene más comunicación con el ambiente”.
En relación a las visiones explicaba. “Cuando uno ve una visión o expectación, ve con los ojos de la psique. Algunas veces en este tipo de visiones yo cerraba los ojos y otra vez veía. Por lo tanto, veía con los ojos de mi psique. Cuando a alguien se le aparece un Santo, un tercero lo ve, otras veces oye su voz, y a veces nada. No existe ley”. Recalcaba aún que “el monje al principio tiene pequeños acontecimientos, más tarde tiene más grandes y más tarde más grandes aún”. (Naturalmente cuando lucha correcta, constante y ortodoxamente).
El mismo se había convertido en recipiente de la jaris (energía increada gracia). Decía: “Algunas veces viene mucha jaris no puedes, no aguantas. Tal y como las baterías no aguantan la carga más que la energía definida, así muchas veces llego hasta el punto de decir: “Dios mío, no me des más jaris porque no aguanto”.
Aquello que impresiona es el cómo, después de todas las cosas que ha visto, vivió y “se enloqueció”, en el buen sentido, por el divino eros increado y la dulzura celeste que le dejaban sus visitantes celestes, conseguía que su nus se despegara de las cosas celestes. Porque no es una cosa fácil para uno bajar bruscamente desde el Tabor al valle de lágrimas, a sacrificar esta situación paradisíaca y ocuparse de los problemas de los hombres. Esto es digno de admiración y constituye una lucha añadida a la hazaña del Yérontas.
Por insinuaciones y testimonios de otros, llegamos a la conclusión que, además de los acontecimientos que se han referido en la Primera parte del libro, tuvo también otros acontecimientos divinos. Vamos a referirnos a unos cuantos:
***
Durante su permanencia en Kónicha vio a los tres Jerarcas, Basilio, Crisóstomo y Gregorio. Lo comentó a la Keti Patera la que lo ha salvaguardado de la siguiente manera:
«Por la noche, tal como acostumbraba, se encerró en su kelia y celebró las Vísperas. Por la mañana me dice:
-Perdóname hermana, porque os he molestado mucho esta noche.
-¿A nosotros, por qué?
-Porque vinieron los tres Santos Jerarcas y tuvimos una conversación. No queríamos molestaros e inquietaros.
»¡Yo no me enteré de nada! Él hablaba durante la noche con tantos Santos y yo no me había percatado de nada».
***
Es cierto que había visto también a Santa Caterina. Lo dijo a una persona para consolarla, cuando aquella persona le dio un motivo en relación. “Inmediatamente la reverencié y la toqué reteniendo sus pies. La santa Caterina es alta”.
***
El Yérontas se encontraba en el Monasterio en Surotí fecha 14-10-1979, (con el nuevo calendario 27 de Octubre, vísperas del velo de la Santa Protección). Aquella noche vio como en visión, no como en sueño, la protección o velo de la Panaghía, como una nube luminosa que ensombrece y cubre a unas monjas de Serbia que habían venido a verle.
***
Vio a san Juan el Teólogo. En una pregunta. Cómo era san Juan y con qué ojos le veía, respondió: “De todas formas oscuridad no era y le veía. Son misterios estas cosas. San Juan el Teólogo no tiene esta cosa en su cabeza, tal y como le pintan los iconógrafos”, evidentemente dando a entender un hinchazón en la frente.
***
Fue preguntado el Yérontas por qué ha escrito sobre Jatsi-yorghis (san Arsenio), y respondió: “Si no hubiera sucedido algo en mi con el Jatzi-yorghis, no escribiría”. No se refirió a la aparición de su libro, como dijo: “Una vez le vi y padecí con Jatzefentí”, dando a entender la publicación de las apariciones de san Arsenio en él. Pero tenía en gran devoción a Jatzi-yorghis (san Arsenio). Personalmente le consideraba como Santo y le imploraba con su komposkini. Sobre todo creía que ya le tocaba que sea reconocido como Santo también por la Iglesia.
B 2,15 Faro de la luz increada.
Muchas veces el Yérontas ha contemplado la Luz Increada y repetidamente ha sido contemplado también el mismo irradiando la Luz Increada.
***
El hieromonje Máximo Psilópulos, Yérontas de la Kelia “Presentación de la Zeotokos” en Kerasiá, expone por escrito lo siguiente: “Era la fiesta de la Metamorfosis del Señor, 6 de Agosto del año 1977. El Yérontas por la tarde noche había venido en la Kelia de la Skiti Kapsala donde yo estaba entonces. Tenía como visitantes dos teólogos en profesores activos, el señor G. Dilbois consejero de la enseñanza y el Atanasio Bista (ahora monje Arsenio, que está en nuestra Kelia).
»Una vez haber hecho la vigilia, donde el Yérontas salmodiaba con su conocido estilo monacal, con corazón quebrantado, fervoroso y regocijante, preparamos la mesa de comer y después se marchó para su propia Kalivi. En el momento que me despedía de él, antes de la salida del sol, he visto su rostro realmente alumbrando “como luz”. Resplandecía una luz blanca, no deslumbrante, cegadora. Se parecía a aquella luz blanca que vemos cuando hay niebla densa y con las luces largas de los coches vemos las luces de los coches sin hacernos cerrar los ojos y deslumbrarnos. No lo he dado mucha importancia. Pero algo me decía mi loyismós de que era luz del cielo como regalo de Dios por la fiesta de la Metamorfosis. Me quedé tranquilo.
»Cuando volvieron los dos teólogos, que los rogué a que acompañaran al Yérontas hasta la Kalivi del profeta Elías, escuché hablando entre ellos: “Qué sería esta luz”, y me preguntaron: “Ha visto algo en el Yérontas Paísios”. Entonces entré también en la conversación sobre el tema: “Sí, yo también vi”, les dije. Y ellos me dijeron que han visto el rostro del Yérontas resplandeciente e iluminado con otra luz, no como el del sol o como la luz de las estrellas y la luna.
»Nosotros pues, los tres hemos creído que el Señor metamorfoseado apremió a su siervo Paísios, porque era un luchador para la metamorfosis (transformación) de sí mismo. Y glorificamos a Dios que glorifica a los que Le contra-glorifican. No dijimos nada al mismo padre Paísios, ni yo, tampoco los teólogos. Dudábamos… nos avergonzábamos… teníamos miedo… Se marchó para el cielo sin “saber” que le hemos visto en la luz increada de la Metamorfosis, nosotros los indignos y miserables. Pero estamos seguros de que ahora se encuentra dentro de la luz increada y el reinado de la realeza increada de Dios».
***
Testimonio escrito de un hermano, con el ruego de no ser publicado su nombre: “Era final de Agosto, principio de Septiembre del 1984. Con un hermano espiritual y su hijo de 6-7 años, quedamos de acuerdo en visitar la Santa Montaña. Fuimos hospedados en el santo Monasterio de Kutlumusiu. Después de la acostumbrada invitación en la sala de visitas, el monje responsable nos condujo a la habitación donde nos quedaríamos.
»Dejamos nuestras cosas y salimos al balconcito donde al fondo veíamos el santo Monasterio Ibiron y más cerca la Kelia del padre Paísios. Era la hora 3,30-4 de la tarde. El sol intenso iluminaba todo el espacio y el horizonte. Conversábamos sobre varios temas con mi amigo y vigilábamos también a su hijo travieso que subía a las barandillas protectoras de madera del balcón.
»En un momento veo desde la ventana de la Kelia del Yérontas Paísios salir una luz distinta, más intensa que esta del sol y diferente. La diferencia estaba en la mayor intensidad de la que tenía el sol, y también en la contextura del color. Más claro, más limpio, dorado y paralelamente un poco azulón.
»Este admirable acontecimiento duró más o menos unos diez minutos. Desde su comienzo hasta el final me preguntaba si veía bien, si estoy bien. Sin perder el contacto con mi compañero sobre lo que estábamos hablando, observaba el admirable acontecimiento sin decirle nada. Conmocionado me lo guardé para mí mismo.
»Por última vez, al final de septiembre del 1993, visité al Yérontas en su Kelia. Le encontré muy agotado. Tal como estábamos conversando, dominó mi loyismós de contar al Yérontas el admirable acontecimiento que había vivido el año 1984. Cuando de lo dije, su faz cambió; su rostro se convirtió dulce y hilarante. Después de unos segundos me dijo humildemente y reservado. “Son muchos acontecimientos, pero no me interesa decirlos”. Marchando le pedí si tengo su bendición para contar el acontecimiento. Me respondió: “Eh, déjalo bendito”».
***
El venerable metropolita de la ciudad de Xanzi, Panteleimón como testigo presencial se refiere: “Estábamos en el profundo Orthros (Maitines) después de una pernoctación en la Kalivi “Panaguda”. Leímos el oficio en la ermita de la Kelia. Yo celebraba como sacerdote y el santo Paísios salmodiaba. Me es imposible describir la donación de la bendición. Mientras estaba avanzando la Divina Liturgia, llegó el momento de la Κοινωνία kinonía Divina Comunión (o Efjaristía). El Yérontas se acercó después de mucha devoción y retracción a comulgar de los inmaculados Misterios. Mientras se inclinó, se quitó su gorro liberándose sus pelos. Yo sorprendido observaba que el rostro del Yérontas con puntos claros de divina alteración se había hecho iluminado. ¡Irradiaba luz intensa y jubilosa! Un espectáculo no acostumbrado para mí, el cual transmitió en mi interior la dulzura de esta trémula luz divina. No quise decir nada. Me guardé como un regalo en mi memoria su rostro resplandeciente, y lo expongo porque no pertenece a mi pequeñez, sino a todos aquellos que buscan consuelo por el rostro portador de la luz increada del Yérontas».
El Yérontas había dicho una vez: “Conozco a muchos que cuando toman la divina Comunión, podrían irradiar y resplandecer luz en aquel momento. Pero el Dios no lo permite, no vaya a ser que los demás tengan envidia al verlos”. Quizás detrás de la palabra “muchos” se esconde él mismo; porque también otras veces fue visto durante el momento de la Divina Comunión irradiar luz increada.
***
Dos mecánicos de aeronaves de la aviación de guerra visitaron al Yérontas. Los preguntó:
¿Dónde os quedaréis?
No podían acordarse del nombre del Monasterio, lo habían olvidado.
-Bien, ya lo recordaréis. ¿Qué trabajo hacéis?
-Mecánicos de aeronaves.
-Yo también conocía un mecánico que le llamaban Xenofón.
Y el Yérontas inclinó la cabeza.
-Ah! sí, en el Monasterio Xenofón nos quedaremos, respondieron. Era las dos de la tarde y el sol brillaba. ¡Uno, el que ha contado el acontecimiento, veía una aureola alrededor de la cabeza del Yérontas más brillante que el sol! Apenas saliendo y cuando se alejaron de la puerta, pregunta a su amigo.
-Amigo Jorge, quiero preguntarte algo.
-Qué, ¿sobre la aureola?
***
Testimonio del hieromonje de la Skiti Lakoskiti de la Santa Montaña Athos: “Era la segunda vez que visitaba al Yérontas, el otoño del año 1993, con el padre Dosizeo, Rumano. Entramos por la puerta de atrás. Había mucha gente en el patio. El Yérontas estaba en pie y hablaba con uno y tenía su espalda hacia nuestra parte. Apenas escuchando nuestros pasos, giró su cara hacia nosotros y nos miró. ¡Pero qué era esto que contemplé! He visto su rostro estar brillando. Se veía su rostro pero dentro de luz. Ante este espectáculo no acostumbrado me quedé parado, mientras mi corazón se inundó de mucha agapi y alegría. El Yérontas se veía muy dulce. Nunca en mi vida había sentido este tipo de agapi. Después volvió su rostro al estado natural».
***
Testimonio del monje Alipios Aghiananitico: “En la Kelia vecina de san Juan el Teólogo se hacía la ordenación de un monje. Estaba presente también san Paísios. Yo estaba en pie a lado de él. En el momento del Kinonikón-Social que lo salmodiaba el mismo, le miré y vi su cabeza billar como una lámpara. ¡No podía mirarlo de frente! Esto duró poco”.
***
Testimonio de un clérigo anónimo: “Durante mi primera visita en la Kelia del Yérontas Paísios, sin haberlo visto otra vez, me quedé parado un poco delante de su ventana, mientras que él estaba orando. Le escuché, pues, hablar y sobre todo fuertemente. Más bien parecía una conversación-diálogo, en vez de monólogo. Le he visto literalmente bañado de luz de color azul. Más concreto, un rayo azul bajaba y le cubría por completo. Paralelamente sus dimensiones eran mucho más grandes que sus dimensiones naturales. Pero también su rostro estaba alterado, luminoso y sobre todo ampliado. Cuando veía la escena no identifiqué al padre Paísios tal como le he visto solo hacía una hora, cuando comprobé que dentro en su Kelia no había otro excepto el Yérontas.
»Después de todo esto, cuando más me alejaba de la Kalivi del Yérontas, tanto más entendía qué gran donación fuí digno de vivir y ver y esto me daba mucha alegría y dulzura”.
****
Testimonio del padre P.L.: “El año 1992 teníamos agripnía-vigilia en la Kelia del padre Gregorio. Yo entonces era laico. Durante el himno Querubínico, en un momento de repente veo detrás de mí derramándose mucha luz fuerte. Me giré para ver y veo sorprendido el rostro del santo Paísios estando dentro de la luz e irradiando luz. Detrás de mí estaba en pie el padre Isaac y me dice: “Mira delante tuyo”. Le pregunté así espontáneamente: “¿Dónde está lo delante?” Había perdido el sentido del espacio, estaba sorprendido. La luz increada duró hasta la Gran Entrada. Estaba en admiración y sorpresa, y corrían mis lágrimas por dilatación del corazón de lo que fui digno de ver yo el pecador”.
***
Aunque el Yérontas veía la doxa-gloria (luz increada), muchas veces resplandecía e irradiaba también exteriormente esta luz, el mismo en lo que podía, intentaba a esconderse y no hablaba sobre estas situaciones. Uno le preguntó sobre la luz increada. Con su forma gratificada y alegre le respondió: “Yo una estufa que tengo en mi Kelia es creada”, evitando hablar sobre estas cosas y realidades que vivía.
B 3
B 3.1 Profesor del desierto
El Yérontas ha vivido todas las formas del monaquismo, en cenobio, en idiorítmico, en monasterio del mundo, en Skiti y solo en una Kalivi. Pasó por la obediencia, fue cultivado con la tradición de los antiguos padres y adquirió mucha experiencia.
Por humildad no deseó recibir ningún axioma y por sensibilidad espiritual no formó compañía o séquito. Explicando sus razones, decía: “Si tomo un obediente, él también tiene derecho un par de horas al día. Pero con la gente que tengo, ¿puedo disponer de tanto tiempo? ¿Qué hago? ¡Tomo una persona para hacerse monje y le convierto en camarero!”. Pero a pesar de esto alcanzó a hacerse un profesor del desierto y didáscalos-maestro práctico de la vida monacal.
Y sólo su vida admirable, su ejemplo, conduce y apoya sin palabras. Además el Yérontas habló, escribió y defendió la institución divina del monaquismo, que constituye la reserva espiritual de la Iglesia.
Muchos jóvenes han sido ayudados por el Yérontas y ser preparados para monjes. Cuando se despedían del mundo, preguntaban en dónde iban a hacer vida monacal cenobita, aunque muchos querían quedarse con él. San Paísios ayudaba con discernimiento para que cada uno encontrase el Yérontas adecuado y a continuación afianzarse y progresar. Su logos prácticos y carismáticos reposaban, aliviaban, consolaban y resolvían las dudas y disolvían las tentaciones de ellos. Así todos se marchaban renovados de su celda, ligeros y con disposición para nuevas luchas. De toda la Santa Montaña Athos llegaban al Yérontas monjes y Yérontas ascetas, incluso higúmenos-abades. Era “ungidor de los monjes”, porque podía “aguantar y sanar” el loyismós de ellos. San Paísios fue uno de los invisibles y anónimos pero también de los factores más importantes para la dotación, renacimiento de la Santa Montaña Athos.
También venían a ser aconsejados muchos monjes y higúmenos de monasterios del mundo. Con algunos mantenía también correspondencia. El mismo no pretendía, al contrario evitaba, hacerse cargo de monjes y monasterios bajo su conducción espiritual. No quería parecerse como Yérontas, sino que aconsejaba fraternalmente y humildemente a los que preguntaban para que ser beneficiados.
No ambicionó aumentar sus hijos espirituales. Por circunstancia, por obligación, por necesidad espiritual o por divina providencia, y sobre todo con dificultad aceptó a ayudar a algunas recién formadas hermandades monacales en el mundo. Como arquitecto espiritual experimentado ha dado el tipikón (regla, canon), inspiró espíritu monacal y ayudó para que crean tradición ascética. Bajo su conducción espiritual rápidamente aumentaron los hisijastirios (monasterios de vida hisijasta y ahora ofrecen los frutos espirituales, tal y como deseaba y como decía el Yérontas: “Tened las puertas y vuestros brazos abiertos, vuestro deber es aliviar y reposar espiritualmente a los hombres. Ahora están buscando otra cosa. Y si no lo encuentran aquí en los Monasterios, se irán otra vez”.
Sinópticamente el ideal monástico del Yérontas es: “Los monjes deben hacer sus deberes monacales, pero deben adquirir también espíritu monacal, conciencia y comportamiento monacal, estilo y conducta moral monacal. Afrontar espiritualmente las cosas, porque de otra manera no se alegrarán ni un día. La vida monástica es una continua doxología-alabanza a Dios. Primero debe hacerse el trabajo para las psiques y después poco a poco que se vayan haciendo los trabajos exteriores de las edificaciones. Esto no cansa y tiene también la ventaja espiritual de santificar la obra. El propósito del monje es la catarsis de su corazón; hacer el corazón sensible como la hoja del oro del iconógrafo y orar por todo el mundo. En el Monasterio venimos para vivir espiritualmente y ayudar espiritualmente a todos los seres humanos. Nos hacemos monjes no sólo para salvar nuestras psiques sino para cada prójimo nuestro”.
B 3.2 Misión santa desde el desierto
El Yérontas nunca se tambaleó en el tema de la hisijía o de la misión santa. Tal y como se ha expresado una vez sobre sí mismo, era monje hisijasta. En una conversación sobre la misión santa y el hisijasmo el Yérontas dijo: “Cada uno tiene su llamada y su tendencia. De todos modo yo amé el desierto”.
Pero el Yérontas a pesar de ser hisijasta ha ejecutado la obra apostólica desde el desierto; oraba para la sotiría redención, sanación y salvación de todos. Tenía el deseo que todos los seres humanos conozcan a Dios y en toda su vida evangelizaba a CristoDios. La gran alegría que se hizo digno de recibir, “no nació estéril, en vano” (1Cor 15,10). Ayudó a multitud de personas. Con este sentido el Yérontas era un asceta y misionero apostólico. Su misión santa o apostólica era el desbordamiento de su agapi para el mundo, “la sobrada” divina jaris (energía increada gracia). Parecía como un hombre rico espiritualmente, que tenía la facultad de alimentar a muchos hambrientos. No salía de la Santa Montaña para enseñar, ni asumió misiones apostólicas en lejanos Continentes. Permaneció al desierto ejercitándose y Dios conducía hacía él hombres de los cinco continentes. Su misión apostólica ofrecida era esencial y efectiva, porque salía desde la ascesis y estaba acompañada por ella.
La principal oferta del Yérontas es su ejemplo luminoso. Y sólo esto constituye la sublime enseñanza y misión santa o apostólica. Se destacó a sí mismo como prototipo o modelo, ya que se ha despojado del antiguo hombre, alumbró el “como imagen”, se hizo imitador de Cristo, “tipo o modelo de los creyentes”, imagen viva de la primera belleza creada. Confirmó el Evangelio y certificó con su vida los acontecimientos sobrenaturales de la Santa Escritura. Esta hazaña suya es la oferta esencial con valor diacrónico y de esta reciben autoridad, prestigio y jaris lo que dijo, hizo y ofreció el Yérontas. Porque lo que decía primero lo había vivido él mismo.
Como baluarte o columna de la luz (increada) conduce en teognosía y en luchas espirituales. Revela a Dios a los hombres. Demuestra que Jesús Cristo es “ayer y hoy, el mismo y en todos los siglos” y proporciona abundantemente jaris (energía increada) a los dignos. Su herencia escrita también constituye un kerigma continuo y ayuda esencial a monjes y laicos.
El Yérontas se alegraba cuando uno le decía que quería hacerse misionero apostólico, y le ayudaba a ser correcto misionero apostólico. Expresando su auténtica percepción ortodoxa sobre la misión apostólica o santa, consideraba imprescindible que uno empezase su misión santa en sí mismo primero. Primero debe ser santificado el mismo para santificar también a los demás. Nuestro sí mismo se pone como cimiento en la acción de misión apostólica. Si recae, peligra toda la obra. Por lo tanto, lo buscado es que el hombre reciba primero la jaris y se santifique. Desde aquel momento comienza también su misión santa o apostólica esencial.
Decía el Yérontas: “Este espíritu de misión santa o apostólica, el no ortodoxo, se ha introducido también en nosotros. Si no miramos a nuestro sí mismo que está lleno de heridas y apestamos, sino a cómo salvaremos a los demás. Este ligero espíritu misionero es un impedimento para el monje. Mientras que, si comenzamos con nosotros mismos se tiene un trabajo interminable, si giramos hacia nuestro interior, entonces serán ayudados también los demás. Una monja rusa en Tierra Santa, predicaba con su presencia y con su silencio, pero le traicionaba la energía de la divina jaris increada. Sólo por verla te enseñabas. Le regalé también mi komposkini”.
Uno le pidió la bendición para trabajar al extranjero en misión apostólica y el Yérontas le respondió: “Uno para ir en misión apostólica y tener resultados positivos, debe ser santo. No basta con aprender a conducir correctamente un coche u otras cosas similares, ¡debe hacer milagros! Cuando, por ejemplo, en una esquina de la calle se encuentre con un mago, deberá hacerle un milagro, de modo que el pobrecito mago crea en Cristo”. Y a otro misionero conocido, le dijo que viviera unos años en un monasterio antes de ir a misión santa.
Decía: “Existen cazadores que circulan por las montañas y laderas pero no encuentran presas. Pero existen otros cazadores más inteligentes. Ellos toman las fuentes y esperan con serenidad. Todas las presas vienen sedientas a beber agua y bam-bam llenan sus sacos. El Monasterio es el mejor modo de vida espiritual pero también de misión santa. Los hombres están muy sedientos y vienen al Monasterio por sí solos, cuando ellos lo deseen y anhelen, sin presiones”.
Aconsejaba el Yérontas: “Cuando tenemos un clérigo piadoso que ama la ascesis, no debemos mandarlo al mundo con el pretexto de que tenemos necesidad. Cuando tenemos una patata, tenemos que sembrarla para cosechar también más patatas, y no comerla inmediatamente”. La mayoría de sus visitantes pertenecían a la orden de los laicos. De sus largos años de ocupación con los problemas de ellos adquirió experiencia grande. Como médico experimentado conocía como sanar las enfermedades espirituales.
Sin tener apegos personales, daba prioridad en algunos tipos de personas. Primero a los que tenían necesidad espiritual y estaban enfermos también y doloridos.
Después procuró ayudar a que sean creadas familias cristianas correctas. “El beneficio de mi vida”, testimonia un jefe de familia, “es que he conocido a san Paísios”. Me hizo persona y me ayudó tener una familia buena”. Para él la familia era consideraba un asunto muy grande. Mientras que al contrario decía: “El principio de todos los problemas muchas veces se encuentra en la familia. En la familia disuelta está el origen un montón de problemas”.
Aconsejaba a los cónyuges hacer vida espiritual y tener el mismo Guía Espiritual. Enseñar a los hijos la devoción con sus ejemplos. Decía: “Es una cuestión muy grande la educación que dará la madre a su hijo cuando es pequeño. Porque de acuerdo con la educación que recibirá desde pequeño, se desarrollará también el resto de su vida. Porque uno si se hace santo y va al Paraíso, mucho lo deberá también a su madre. Por eso allí arriba veremos las madres más arriba que nosotros, que no nos parezca extraño esto. Porque, supongamos que una madre tiene cuatro hijos y los hijos se llevan ocho personas, digamos, y van al Paraíso. La madre de ellos, que tanto deben a ella, ¿no tiene derecho las dos? Entonces, 2×4=8. Y un par de sus esfuerzos, he aquí con sobresaliente diez en el Paraíso, en la primera posición”.
Los padres que no tengan conducta y moral mundana, vivir con sencillez, delimitando los gastos innecesarios y las exhibiciones. Debe trabajar sólo el padre y la madre ocuparse con los hijos y la casa. Recalcaba que ayuda mucho la comunicación y comunión con otras familias cristianas.
Para la educación de los hijos aconsejaba: “Los hijos para que tomen el buen camino hace falta mucha oración. No debemos mostrar mucho nuestra agapi porque se harán hijos gamberros y tendrán osadía, serán descarados, ni tampoco mucha severidad, porque se harán rebeldes. El secreto está en saber cuándo apretar-tensar la cuerda. Los hijos no deben participar en las discusiones de los mayores”.
Particularmente se ocupaba mucho de los jóvenes, para que encuentren sus caminos, vivan cerca de Dios, y tengan respeto e ideales. Un rico le pidió la bendición para hacer una fundación o institución social y el Yérontas le dijo: “Ocúpate un poco de los jóvenes”, y le indicó que hiciese una fundación para jóvenes con necesidades especiales.
También ayudaba a los que tenían posiciones altas. No por halago o interés propio, sino para que ellos puedan también ofrecer honradamente y en conciencia a los demás mediante su posición alta.
Para los intereses del Yérontas sobre los hermanos que luchaban en el mundo, se añade también su intento de escribir un libro con ejemplos de laicos virtuosos. Había comenzado a escribir el libro, pero por su dormición (muerte) el libro ha quedado semi-terminado. (Este libo hoy en día está terminado y editado, posiblemente lo traduciremos en un futuro). Decía: “Hoy en día en vez de uno atacar las trastadas (es decir, controlar y condenar los pecados) de los hombres, es mejor proyectar las verdaderas estrellas (cristianos ortodoxos virtuosos). Y gracias a Dios hay bastantes; conozco muchos ejemplos.
Los que han logrado la catarsis, la purificación y la lucidez, y como el logos de Dios es puro y lúcido, entienden el Evangelio y pueden recibir la divina iluminación. Con su loyismós sólo se perjudican a sí mismos”; (Es decir, siempre dan la razón y la justicia a los otros y se inspeccionan y se critican a sí mismos).
El Yérontas sin ser un trabajador social ni misionero apostólico, desde el desierto ayudó a muchos, incluso también a la apostólica misión santa exterior. Refiriéndose a la transmisión del Evangelio dijo: “Llegará la época que muchos estarán sedientos por Cristo y la Ortodoxia. Nos pararán en las calles preguntándonos por CristoDios. Así se predicará el Evangelio en todo el mundo. Entonces uno estará buscando horas y horas para encontrar un incrédulo”.
B 3.3 Salidas al mundo
Tal y como se ha dicho, el Yérontas conoció en el hospital unas jóvenes amantes y amigas del monaquismo. En agradecimiento por el apoyo de ellas en la aventura de su salud, las ayudó espiritualmente y fundaron el Monasterio de san Juan el Teólogo en Surotí (pequeño pueblo fuera de Tesalónica). A continuación visitaba el Monasterio, cuando había necesidad. Más tarde estableció salir de la Santa Montaña Athos dos veces al año, una en otoño y otra después de la Pascua. “Ya que tomé el compromiso”, decía, “no puedo no ir”.
Este era el principal objetivo de las salidas del Yérontas, para ayudar espiritualmente a las hermanas del Monasterio. También se había hecho cargo espiritualmente también del hisijastirio (monasterio hisijasta ) de san Juan el Precursor en el pueblo Metamorfosis de Halkidikí. Circunstancialmente visitaba también algunos otros Monasterios.
Al principio afrontó el dilema. Apenas haber vuelto del Monasterio de Surotí, le decía su loyismós: “¿Por qué tengo que mezclarme yo con las monjas?”. Entonces vio lo siguiente, tal y como lo ha contado el mismo: “Me encontré en un comedor de un monasterio donde estaban los grandes Santos y el Higúmeno-Abad era Capadocio. Yo también tenía un sitio allí delante. Por un momento, el Higúmeno toca la campanita y dice al lector: “Detenga la lectura; salmodiaremos, porque tenemos a uno aquí que tiene loyismí”. (En este punto el Yéronta sonrió). Comenzaron a orar algo y parecía una marcha, que sus palabras respondieron y reposaron mis loyismí”.
La desgana del Yérontas para las salidas al mundo y que el motivo por ellas era la agapi y la obediencia, gracias a las cuales sacrificaba hasta su amada hisijía, se ve también de su siguiente relato: “Una vez recibí una carta para ir fuera al mundo para ayudar. Había un caso muy serio; pero yo no quería ir. Tomé mi komposkini y descalzo subí a Athos para orar y para que me informe Dios qué debo hacer. Regresé después de unas horas muy herido, sin tener ninguna información. En mi interior me sentía fatal, muy mal.
»Entonces tomé la decisión de ir a ver un Yérontas (padre-Ticón), para pedirle consejo. Me dijo que debo ir, salir al mundo. Yo por mi parte otra vez no quería. Regresando en mi Kalivi encuentro una nueva carta que me escribía que aunque sea por una carta que les escriba y todo será arreglado. Volví a ir a ver al Yérontas y le comenté sobre la carta.
-No, me vuelve a decir, mejor que vayas para que te vean y hablarles de las cosas.
»Decidí hacer obediencia e ir. Inmediatamente se marchó el peso de encima mío y vino la jaris (energía increada) de Dios. El Dios quiere de nosotros que seamos aconsejados de los otros, ya que hay la posibilidad”.
En principio durante sus salidas quedaba fuera una semana más o menos, más tarde se quedaba más tiempo. Tenía prisa en terminar y volver a su Kelia. Una vez visitó un conocido Monasterio en la isla Korfú. Llegó de noche: No durmió nada toda la noche. Vio a las hermanas, las ayudó en lo que podía y por la mañana se marchó.
Pero muchos hombres, cuando se enteraban que el Yérontas se encontraba en Surotí, acudían a pedir su consejo por sus problemas y tomar su bendición. Junto con ellos traían enfermos y doloridos. Estaban esperando horas en la cola.
Los últimos años los fieles que venían para verlo, a veces sumaban decenas de miles. Llegaban de todas las partes de Grecia, desde el extranjero, incluso desde la lejana Australia. Una afluencia de gente que constituye un fenómeno raro en los tiempos eclesiásticos. Le envidiarían muchos políticos “estafadores de pueblos” y “verdugos”, que gastan mucho dinero en anuncios e informaciones para este tipo de eventos.
Al contrario el Yérontas salía sin ruido de la Santa Montaña, terminaba rápidamente sus asuntos y evitaba, en la medida de lo posible, al mundo, pero algo electrizaba y atraía a los hombres a estar cerca de él. Para él el esfuerzo y la fatiga de permanecer en pie conversando con una serie de personas, y que por costumbre estaban angustiados y doloridos por sus problemas de salud. Y mientras que beneficiaba tantos y se hacían tantos milagros, el mismo consideraba sus salidas como una economía la desviación de su misión principal, la oración por el mundo. Decía: “Presentarnos al mundo es peligroso. Pero si nos presenta Dios, entonces la cosa cambia, porque entonces entra y se pone adelante la jaris (energía increada) de Dios y nos protege”.
Cuando retornaba a su Kelia, decía con humildad:
“Mi psique se ha llenado de hierbas, tal y como el patio de mi Kelia”. Para limpiar y clarificar su nus de las impresiones y las representaciones y encontrar su ritmo, hacía el oficio de Vísperas en la Capilla, no con el komposkini, sino salmodiando por unos días. Decía: “Aunque salgo de la Santa Montaña por fines espirituales, y no porque es de mi agrado, ni tampoco para mí mismo, al volver, deben pasar tres-cuatro días para poder recomponerme y entrar en mi programa”.
Permanecía imperturbable y no influenciado por los honores y la devoción que le tenían los hombres. “Me di asco a mí mismo”, dijo una vez. “Quién soy yo para que me den honores. No valgo yo para estas cosas, por eso dije: cuándo terminaré para volver a la Santa Montaña”.
Si algunas veces se refería a algunos acontecimientos o terapias, era para fortificar o para enseñar algo. El mismo cuidaba su lucha para no perder el monje y sea interrumpido su contacto consciente con Dios. Todas las cosas del mundo intentaba olvidarlas. Pero a los hombres que estaban doloridos no los olvidaba. Llevaba el dolor y los problemas de ellos consigo a la Santa Montaña y a continuación los transmitía a Dios con su oración.
Son muchísimos los acontecimientos admirables que sucedieron durante las salidas del Yérontas. Nos vamos a referir a algunos de los que ha narrado el mismo u otros testigos fidedignos, para que se vea la forma y el modo de su ayuda hacia el mundo.
***
Relató el Yérontas: “Una vez durante los años 1976-77 que había salido para ir a Surotí, pregunté a las hermanas. “¿Cómo vais de agua? Me respondieron: “Doxa-gloria y gracias a Dios, tenemos”. “Bien, vosotras tenéis, ¿pero al mundo les habéis preguntado si tiene? (Aquel año había mucha sequía). “Tenemos que hacer vigilia y orar para que llueva”. Y realmente, se hizo la oración, llovió y se salvaron las cosechas y se alegraron los campesinos por la bendición que ha mandado Dios. Pregunté y supe que había llovido hasta la región de Thessalia”.
***
Otra vez relató: “Santigüé una mujer enferma de cáncer con las Reliquias de san Arsenio. En pocos días recibí una carta de ella que me agradecía, porque se había sanado y pedía informarse sobre el Santo”.
***
Una mujer muy piadosa, criatura de Dios, de Tesalónica se había infectado de cáncer. Hizo muchas terapias pero la enfermedad avanzaba. Había hecho metástasis también en los huesos. Fue a ver al Yérontas en Surotí. Apenas haber recibido su bendición, preguntó al Yérontas con agonía: “¿Yérontas, me sanaré?” Él la respondió negativamente. La enferma se puso a llorar. Después la habló particularmente bastante rato, la consoló y la preparó para su inminente muerte. Se marchó tranquila, serena y pacífica conociendo que en breve se marcharía de esta vida y que su trayectoria será por un lado dolorosa pero bienaventurada, tal y como sucedió.
***
Cuando el Yérontas vivía en la Kelia de la Santa Cruz, unos conocidos suyos le llamaron para salir al mundo a ayudar. Una mujer endemoniada había trastornado a la gente de aquella ciudad donde vivía. Ella hizo varias apocalipsis-revelaciones. Algunos la consideraban como carismática y creían en sus palabras. De todos modos dominaba una gran confusión. El Yérontas no negó. Sólo pidió tener la bendición del Obispo local. Sin bendición no iba en ninguna parte. Inmediatamente intervino el Obispo y le mandó una invitación oficial. Salió fuera, aclaró las cosas y el diablo quedó avergonzado. Era impresionante la certeza que tenía el Yérontas sobre el éxito de su misión. Solamente se ha entristecido por la invitación oficial. Otra vez en una invitación oficial por un monasterio escribió a un conocido suyo: “No quiero invitaciones oficiales, porque esto no tiene valor para mí, pero aunque fuera un hombre sabio con habilidades tampoco lo iba a querer, (si tuviera el poco de cerebro que tengo ahora y no sería un loco”.
***
Testimonio del señor Crisóstomo Papasotiriu, médico de Tesalónica: “Jristos… representante de una empresa farmacéutica tenía su esposa casi paralítica por la enfermedad del endurecimiento de la plaqueta. El otoño del año 1989, fueron a ver al Yérontas en el monasterio de Surotí. Querían tomar su bendición y consolar a la enferma.
»Cuando le tocó su turno, el marido de ella la aguantaba de sus sobacos y pensaba cómo subirían las escaleras. En aquel momento se escucha la voz del Yérontas desde el interior: “Quédate allí Evangelía, no te canses, ahora voy yo…”. Sin verlos y sin conocerlos. Después conversaron y se marcharon muy consolados y reposados”.
***
Testimonio de Ioanis…: “Mi esposa fue de peregrinaje a Jerusalén y allí por primera vez oyó sobre el Yérontas Paísios. Después cuando el Yérontas salió para ir a Surotí, la mujer fue a verlo y le comentó su problema. Estaba muy triste porque se le caía el pelo. El Yérontas la dijo: “No te entristezcas, vete y en poco tiempo el peine no podrá pasar”. Realmente en dos tres meses su pelo se hizo muy denso.
»Me impresionó el hecho que yo también me fui a la Santa Montaña Athos para conocer al Yérontas. Me cogió de la mano y me dijo: “Hace diez años que no te confiesas”. Realmente hacía diez años que no me confesaba y haciendo obediencia fui y me confesé”.
***
Testimonio de Sofía Papadopulu de Tesalónica: “El diciembre del año 1987 a la edad de siete años se cayó todo mi pelo. Los diagnósticos de los médicos variaban, desde que pudiera de nuevo salir pelo y ser blanco hasta que pudiera ser que no salga más pelo en la cabeza. Hice muchas y dolorosas terapias sin resultado y cada vez mi decepción era más grande.
»Mi padre visitó al Yérontas Paísios en la Santa Montaña. Le aconsejó a qué ayune el mismo y su madre y yo lo que pudiera. También le dijo: “Dios tiene los pelos de tu hija en la caja de ahorros y los dará con tanto interés que serán muchos, negros y rizados”. Las palabras del Yérontas me dieron alegría y esperanza.
»Después encontré al Yérontas en el Monasterio de Surotí. Me senté en el suelo de madera y tenía mi cabeza en las rodillas del Yérontas. Me acarició en la cabeza y me dijo que su mano se queda enganchada en mis pelos. (Realmente yo en aquel momento sentí como si mi cabeza estuviera afeitada y pasaba su mano encima de mí, mientras que mi cabeza no tenía ni pelusa estaba totalmente lisa). Me quedó inolvidable el resplandor de su sonrisa y su caricia en mi cabeza. La fe que me transmitió es indescriptible. Me aconsejaba ayunar cada miércoles y viernes y comulgar a menudo. Fue el día más bendito para mí.
»El año 1996 salieron trozo a trozo todo mi pelo y era “mucho, negro y rizado”, tal como lo había provisto el Yérontas.
»Vele la pena señalar que cuando después de años visité a la médico endocrinóloga que me estaba tratando de la enfermedad, apenas me vio lloró y no creía que me saldría más pelo, simplemente me daba ánimo y consuelo.
***
Testimonio de M.Z.: “Era noviembre del año 1992. Mi marido P. aún tenía problemas serios post operación. El Junio del mismo año mi marido había sido operado en Alemania por tercera vez de toroide glandular de hipófisis. Su vista no se había restaurado, estaba tiranizado por terribles ganas de dormir y sobre todo estaba muy deteriorado psicológicamente. El médico estando preocupado por su estado de salud, le preparó urgentemente su ingreso al Hospital Hipocratio. En Noviembre del 1991 fuimos a ver al Yérontas en el Monasterio de Surotí. Durante la vigilia vino una monja y nos condujo al Yérontas.
»Con gran agonía, devoción y temor contemplamos al Yérontas sentado en un taburete. Inmediatamente se levantó, besamos su santa mano y le digo: “Páter, tenemos muchos problemas de salud yo y mi marido. Te suplicamos, necesitamos vuestra ayuda. Yo antes de un año más o menos me había operado en el pecho”.
-Entonces, ¿qué te dijeron? Pues, te han dicho que es cáncer.
-Para hacerme todas estas cosas, quimioterapia, radiaciones quiere decir que es cáncer.
-Déjalos a ellos que digan, me responde en voz alta, con seguridad.
»Esta frase no la olvidaré nunca. Esta frase me está apoyando hasta ahora. Eran palabras de un hombre santo carismático.
-Ahora le voy a contar lo de mi marido, y continué yo. Mi marido fue operado tres veces en la cabeza y aún está sufriendo.
-Eh, no es nada malo esto.
»Tomó un poco de aceite del candil, le santiguó en su frente y le dio a besar la Cruz y le aconsejó ir a comulgar. “Déjala ella; ella es la que lo hace todo”, le dijo al final, dando a entender a mí que realmente me daba pánico y removería las cosas.
»Yo continué:
-Páter, tenemos también un amigo que fue a Londres para trasplante y el pobrecito está sufriendo.
-Cómo se llama, me pregunta el Yérontas.
-Stavros, le respondo.
»No dijimos nada más sobre mi amigo. Nos dio cuatro crucecitas a cada uno de bendición y un komposkini a mí, y salimos fuera de su pequeña celda como personas nuevas, ligeras, con alas, llenos de optimismo.
»Lo que me ha impresionado mucho y permanece grabado en mi memoria era su rostro. Durante todo el tiempo que hablábamos de nuestros problemas, su rostro resplandecía, estaba alegre y tenía un estilo jubiloso, parecía que hablábamos de cosas alegres. Sus ojos radiaban una luz, como la luz que ponen los iconógrafos en los rostros de los Santos. Pero desde el momento que me he referido a mi amigo, su rostro cambió, de alegre se hizo serio. Lo comprobó también mi marido.
»Con un hombre espiritual que comentamos estas cosas y que conocía al Yérontas nos dijo: “Vuestras cosas todas van bien, pero la de vuestro amigo…”.
»Nos dio a entender de que no va bien. Realmente después de dos meses nuestro amigo murió. Nosotros doxa-gloria y gracias a Dios y con la ayuda de nuestro padre Paísios estamos muy bien”.
B 3.4 Defensor de la Παράδοσις parádosis santa tradición
- Παράδοση Parádosi 91. Παράδοση Parádosi singular, y la P en mayúscula significa la Ortodoxa Santa Παράδοση Parádosi Tradición, entrega, depósito, transmisión y traspaso.
El verbo es παραδινω paradino ο παραδιδω paradído y de este muy importante de las Santas Escrituras procede, tiene la raíz y sentido la palabra παράδεισος parádiso, en el sentido paraíso increado entregado de Dios al interior y unido al corazón del hombre, entonces el corazón y la psique hace un paraíso creado unido con el increado porque «..ἡ βασιλεία τοῦ Θεοῦ ἐντὸς ὑμῶν ἐστιν…la realeza increada de Dios está en vuestro interior (Luc 17:21), en nuestros corazones.
La palabra o término teológico Παρά-δοση compuesta de “para” elemento compositivo prefijal, mucho, demasiado y dosi/s dación. El verbo es παραδινω paradino ο παραδιδω paradído y de este muy importante de las Santas Escrituras procede, tiene la raíz y sentido la palabra παράδεισος parádiso, en el sentido paraíso increado entregado de Dios al interior y unido al corazón del hombre, entonces el corazón y la psique hace un paraíso creado unido con el increado porque «..ἡ βασιλεία τοῦ Θεοῦ ἐντὸς ὑμῶν ἐστιν…la realeza increada de Dios está en vuestro interior (Luc 17:21), en nuestros corazones.
El verbo es παραδινω paradino ο παραδιδω paradído significa: entregar, hacer entrega ‖transmitir, pasar‖ traspasar, transferir‖ depositar, confiar‖ impartir, dar, por ejemplo dar clases; παραδινομαι paradinome rendirse, entregarse, someterse‖ metafóricamente entregarse a mis «pazos«, pasiones o me he entregado a los brazos…
Παράδοση Parádosi en helénico significa: s/f entrega ‖ transferencia, traspaso, relevo‖ tradición, εκ παραδοσις/εως ek parádosis/eos, por costumbre, de tradición, tradicionalmente‖ (clases) impartición de clases, enseñanza‖ rendición‖ y en la Iglesia Ortodoxa: Santa Tradición fundada por CristoDios, “he aquí yosoy y estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”Mt 28,20. (Estará siempre junto con nosotros porque Él es el Εμμανουηλ Emanuil o Emanuel en español, del que el nombre significa: Dios junto con nosotros). Del “nuevo diccionario 1 tomo de griego-español y 1 tomo de español-griego”. Editorial: TEXTO COMUNICIÓN SERVIS, TRANSLASION & PUBLISHING. calle/ II AMYNTA ST., 116 ATHENS 35, GREECE.Tel +301 210 72 32 201, WWW.texto.gr.
Παράδοση Parádosi Tradición Santa y Una que παρέδοσενparados en transmitió y entregó en nosotros el Paradiso Παράδεισον (Gén 2,8) elcreado y el increado espiritual, bajo supervisión del Espíritu Santo, el paradiso queparédosen παρέδωσεν entregó, transmitió y transmite el no encarnado Logos increado, Antiguo Testamento, y el Logos encarnado, Nuevo Testamento, unido con la naturaleza humana por el Espíritu Santo en la Siemprevirgen María, ο Θεάνθρωπος Χριστός el Zeánzropos Dios-Hombre Cristo; y, Paradosi santa es una con dos facetas o caras, Parádosis es el elemento invisible y la Iglesia es el elemento y depósito visible, en Uno como Su Fundador, sin que ninguna faceta prevalezca sobre la otra. Esta es la Una Santa Ortodoxa Iglesia Católica, Apostólica, Profética, Patrística, Evangélica, Mundial, Internacional, Continua e Interminable en el siglo, Ecuménica pero no ecumenista de la panherejía del ecumenismo actual… (y por extensión la Santa Iglesia Helénica, como veis fundada por CristoDios, de la que yo el degenerado por el pecado Jristos Jrisoulas me he criado y crecido, pertenezco y participo, y gracias a nuestra Parádosi guardada por los Santos Padres helénicos, me estoy psicoterapiando y metamorfoseando…)
DEL LIBRO DOGMÁTICA: “La columna vertebral de la Ortodoxa Παράδοση Parádosi divina es la catarsis, la iluminación y la zéosis. Damos importancia a la iluminación que sigue a la catarsis y precede de la zéosis-zeoptía-visión-contemplación de la luz increada, porque la iluminación, en efecto es participación de la iluminante energía increada de Dios, es la base de la participación y comunión de la zeóptica- deificante energía increada de Dios.
Los criterios básicos de la Ortodoxa Παράδοση Parádosi divina es la Santa Escritura, en la que continuamente se está hablando sobre los estadios del perfeccionamiento, la catarsis, la iluminación y la zéosis que conduce al Pentecostés. La Ortodoxa Παράδοση Parádosi no puede ser considerada y valorada fuera del Pentecostés.
La trayectoria o camino del hombre por la catarsis del corazón, la iluminación del nus para llegar a la zéosis son los estadios de la terapia espiritual del hombre. Por esto la Parádosi ortodoxa tiene un carácter puramente terapéutico.
«La Santa Escritura siempre es el criterio básico de la Parádosi, por lo tanto, todos los Santos Padres que están de acuerdo con la Escritura están dentro de la Ortodoxa Παράδοση Parádosi divina. El caso superior de zeopnefstía-inspiración divina es el Pentecostés, que es después del Antiguo Testamento y antes del Nuevo. Por lo tanto el criterio de la zeopnefstía es el mismo Pentecostés.» ver: http://www.logosortodoxo.com/teologia-ortodoxa/el-misterio-del-pentecostes/
El Yérontas tenía congénita la agapi y el respeto profundo a las tradiciones eclesiásticas que instituyeron los santos Padres. Era en el sentido correcto de la palabra un “celote-entusiasta de las tradiciones patrísticas”. Detestaba y condenaba cada tendencia modernista, como la suspensión de las vestimentas de los clérigos (sotana), cambio de los textos litúrgicos, cambio de los ayunos etc… La tradición en general para el Yérontas era uno de los temas más queridos y especialmente de la tradición aghiorítica, sobre la que estamos hablando.
1 En la Santa Montaña Athos, en esta tierra bendita de culto incesante a Dios, están guardadas las cosas más venerables y sagradas de nuestra fe. El Cinturón Santo de la Panaghía, Santas Maderas Ignum Crucis, santas Reliquias, iconas taumaturgas, manuscritos y muchas más reliquias. Junto con todas estas cosas también está la atesorada santa parádosis tradición monástica muy valiosa de más de mil años. Esta parádosi, como forma de vida, ascesis y culto a Dios. Lo que vivieron los santos Padres de los desiertos de Egipto, de Sinaí, de Palestina y también de los Monasterios de Constantinopla y del Olimpo de Bizinia, está salvaguardada hoy en día, no sólo en las bibliotecas de los Monasterios aghioríticos o athonitas, en la arquitectura, en la música y en el tipicón regla o canon, y también en la vida y la ascesis de los padres aghioritas (de Athos). Hisijía, santas Reliquias y manuscritos existen también en otras partes quizás más valiosas (Tierra Santa, Sinaí, etc.). Pero la ininterrumpible tradición monástica de tantos siglos, con tanto número de monjes y en todas las formas de vida monástica, no se encuentra en ninguna parte, excepto en la república espiritual de Athos. Desde este aspecto la Santa Montaña de Athos es única.
Desde que era joven monje buscaba los padres luchadores con estado espiritual y tradición monástica. Las cosas que oyó y aprendió de ellos, luchó para hacerlas vida y experiencia propia. Más tarde escribió una parte de todas estas experiencias y realidades y lo publicó en el libro titulado: “Padres Aghioríticos y realidades aghioríticas”.
A menudo se refería a la tradición de los padres más antiguos, cómo vivieron y lucharon y cómo vivimos nosotros hoy en día. Decía: “Debemos comparar a nosotros mismos con los Santos, pera ver si estamos en la tradición de ellos y no con los de a lado nuestro para que aparezcamos nosotros de que somos más tradicionales. Por ejemplo, tú tienes una mula y dices “que soy más tradicional que el que tiene un coche”. Sin embargo los Santos lo que tenían lo llevaban a sus espaldas y así esforzaban también a sus cuerpos y lo ejercitaban en la virtud.
“Tenemos el deber”, recalcaba el Yérontas, “de mantener la tradición y la ascesis, para que los más jóvenes cuando vengan encuentren algo”.
Veía la tradición aghiorítica en su integridad. No predicaba unilateralmente la tradición de algún Yérontas ni hizo su propia “escuela”, porque no creía que era el único poseedor y expresivo de ella, ni “el Atlas” de la tradición aghiorítica. Ya que fue instruido por decenas de años y fue beneficiado de muchos Yérontas, después fisiológicamente hablaba y transmitía esta tradición también a los más jóvenes. Describía así el ambiente que dominaba en la Santa Montaña Athos, cuando vino hacer vida de monje: “Antiguamente aquí en la Santa Montaña uno veía el Gerontikón aplicado. Encontraba también “locos por Cristo” (carisma especial), y santos, y ancianitos sencillos pero en grandes alturas espirituales, y también engañados. En cambio hoy en día tenemos otro engaño y uno encuentra una moral y falsa amabilidad europea. Hoy en día se han perdido “los locos en Cristo”, se han perdido los santos y hay un orden, la orden de los hombres racionales. Ni siquiera para levadura ha sacado esta generación. Conocí aquel bendito ambiente, porque, si no lo hubiera conocido, moriría de pena. Pero esto me produce mucho dolor cuando comparo la situación actual con las cosas y realidades antiguas. Entonces se promovía y se incitaba al bien, a la lucha, al combate, ahora se hace promoción a las cosas mundanas. Me duele cuando veo un monaquismo confundido y mezclado y una falsa amabilidad.
El monaquismo principalmente es tradición. El joven monje debe ser instruido a la ascesis ortodoxa por el Yérontas, para aprender la forma de vida y de ascesis que ha recibido su Guía Espiritual por los padres-yerontas anteriores y así sucesivamente de yérontas a yérontas, la corriente de la tradición llega hasta los primeros ascetas del desierto.
San Paísios aconsejaba a los candidatos a monjes que vayan a monasterios o a yérontas con práctica y conocimiento de la vida monástica, para que aprendan la vida monacal no de los libros sino por la praxis. Porque, como decía, “uno de sí mismo no aprende nada. He aquí, mira estos gatitos son inteligentes, porque están instruidos de sus madres; el otro gatito el pobrecito está huérfano, está como perdido, no sabe nada”. Con esta comparación quería recalcar el beneficio del aprendizaje.
Animaba e incitaba a los monjes más jóvenes que vayan visitando antiguos ancianos aghioritas y conversen sobre temas espirituales y las escriban. “Vemos”, decía, “aquellos que han escrito los Gerónticos y los Lisaíticos con qué peligro viajaban para encontrar los Padres del desierto. En cambio hoy en día sobre todo, uno espera que lo inviten por encima”.
Era muy instructivo para uno ver al Yérontas preguntar a los otros yérontas luchadores qué canon o regla hacen y cómo luchan, con el propósito que el mismo sea beneficiado. Al final se reprobaba a sí mismo de que ante las cosas que hacen los otros, él no hace nada, aunque hiciera las más grandes ascesis. A menudo y con respeto siempre se refería a la tradición aghioríticas, la consideraba valiosa y preciosa pero también muy sensible, como un árbol que tiende a secarse y quedan sólo unas ramas verdes.
Esta era en breve la posición del Yérontas frente a la tradición aghiorítica, ascética y níptica. Posición de respeto, permanente aprendizaje y muchas luchas para vivirla por experiencia y transmitirla inalterable a los monjes más jóvenes.
La otra parte era su posición negativa frente a la conducta y actitud mundana, de la forma de vida secular, mundana y del modo de tratamiento mundano. Decía enfáticamente: “Lo peor de todo, la conducta mundana”. El evangelista Juan el Teólogo escribe sobre el cosmos-mundo: «No améis el mundo ni los placeres carnales, vanos y pecaminosos que existen en este mundo que separan al hombre de Dios. Si uno ama al mundo del pecado, la agapi-amor de Dios Padre no está en su interior. Porque muchas cosas que hay en el mundo alejado de Dios están pervertidas, como por ejemplo, las pasiones carnales, el ansia por las cosas y el orgullo o arrogancia, no provienen de Dios y Padre sino del mundo pecaminoso. Y este mundo vanidoso y pecador pasa y con él sus insaciables deseos. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene la vida eterna y eternamente permanece y vive junto con Dios (1Jn 2,15-17)».
Consideraba que esto es la causa principal del aflojamiento de la tradición monástica y puede perjudicar más al monje que el mismo diablo. Y los santos Padre con el término “kosmos, mundo”, llaman por un lado los pazos y el pecado, pero principalmente la conducta y moral mundana, el apego y preocupación por las cosas materiales-mundanas por las que nos disuaden y nos desaconsejan: “Tú psique que no ame alguna cosa mundana” (San Isaac, Logos 7). “Porque el cosmos-mundo es como la prostituta que atrae el deseo de los que la observan…. (Logos 87, san Isaac). “El reposo, la pereza y la comodidad, son la perdición de la psique, incluso pueden perjudicar más que los demonios” (San Isaac el Sirio, Logos 73).
Para el monje naturalmente las cosas mundanas son incompatibles y muy perjudiciales. Pero el Yérontas consideraba que incluso los Cristianos que viven en el mundo no deben tener espíritu secular, mundanizado.
Su logos “como fuego consumador y como hacha que corta piedras” (Jer 23,29), distinguía y separaba lo mundano de lo monacal, incluso allí donde los otros lo confundían. Tenía una rara sensibilidad en este tema concreto.
Con tristeza comprobaba el Yérontas que “hoy en día se observa una influencia mundana en el monaquismo. Esto es lo que dicen los profetas de que en los ésjatos-postreros tiempos los monjes se convertirán como los mundanos y los mundanos se convertirán como los demonios. Pero hay también excepciones”. Por eso aconsejaba: “Hoy en día con el aflojamiento del monaquismo hace falta uno tener mucho cuidado, para que no sea arrastrado por la corriente, porque poco a poco se hace el mal y uno es arrastrado sin darse cuenta. El espíritu mundano ha influenciado también a los monasterios. Es decir, el monje quiere vivir cómodamente y santificarse a medida de lo posible con menos esfuerzo y fatiga”.
Portador y predicador del auténtico espíritu patrístico, consideraba perjudicial y destructivo para el monje la distracción, su no ocupación con las cosas espirituales, el peso exagerado sobre “obras inútiles” de la vida monástica, (trabajos manuales, construcciones lujosas, fiestas exhibicionistas, -pero no las imprescindibles restauraciones-), el escaparse del esfuerzo, la aspiración de comodidades y la facilidad.
Una vez había decidido marcharse del Stomio, porque las autoridades querían hacer una carretera hasta el Monasterio y hacer una línea de tren aéreo. Otro en su lugar se alegraría por esta facilidad, pero los criterios del Yérontas eran distintos.
Para un Yérontas que hacía muchas economías a sus monjes, dijo: “¿Por qué no tienen que subir ellos en su estado, ya que pueden, y él bajar al nivel de ellos?”.
Vio en una Kelia cosas incompatibles y preguntó: ¿Qué son estas cosas mundanas? “Me las han regalado”, se justificó el Yérontas de la Kelia. “¿Y si te regalan un vestido te lo pondrás como cinturón?”, volvió a preguntar. Quería que los monjes vivan sencillamente y eso que se haga concienzudamente. En un Monasterio vio alfombras extendidas al suelo y aconsejó que las quitaran. Se alegró cuando en la siguiente visita vio que las habían quitado, pero dijo a uno: “Las alfombras las han quitado de aquí, pero si no las quitan también de sus corazones en alguna otra parte las colocarán”.
Relató que una vez le visitó un monje del desierto. Le dijo alegremente que puso teléfono y comenzó a enumerar los buenos resultados, es decir, de que ganará mucho tiempo para la oración por hacer pedidos de cosas necesarias de Dafni y así evitaría también el cansancio de ir a buscarlas. El Yérontas no se puso de acuerdo con él y le respondió de la siguiente manera: “Yo también sé que es la comodidad de tener teléfono. Y cuantas más cosas mundanas tienes tantas más facilidades tendrás, ¿acaso, para estas facilidades y comodidades hemos venido aquí? Entonces mejor que nos quedásemos en el mundo, donde tendríamos más facilidades”.
También se refirió a otro ejemplo: “En una Kelia vivía un Yérontas con su obediente o subordinado. Decía a su obediente: “Quiero que hagas unas pocas Crucecitas a mano y que ores mucho”. Aquel presionó mucho a su Yérontas y aprendió iconografía. Poco a poco tuvieron muchos pedidos, compraron muchos muebles y vestiduras para treinta sacerdotes y tres obispos. Ahora últimamente murió aquel obediente. Antes de morir, el padre Paísios había visitado esta Kelia. El yérontas de la kalivi estaba solo y como ancianito sin poder hacer nada se dificultaba hasta para auto-sostenerse y cuidarse. Los sofás y los muebles estaban manchados de suciedades. He aquí es dónde resulta todo, cuando dejamos la oración para hacer nuestra voluntad”.
Y añadió el Yérontas: “Jatziyorghis (san Arsenio) a muchos de sus obedientes no los daba diacónima-servicio o trabajo. Ellos se dedicaban más a la oración y hacían prosternaciones para todo el mundo”.
Una vez vinieron oficiales superiores y recorrieron la Santa Montaña. Al final pasaron también por el Yérontas y le dijeron: “Nosotros en el mundo tenemos comodidades y cosas mundanas. Aquí hemos venido a ver algo distinto”.
Aconsejaba a los monjes: “En el desarrollo y progreso espiritual el mundo debe imitar a nosotros los monjes y no nosotros imitar al mundo en el desarrollo y progreso mundano”.
“Cuando un monje no se ha endulzado de las realidades espirituales, no tiene consuelo. Después comienza a desear las cosas mundanas y, como no puede utilizarlas tal y como lo hacen los mundanos, entonces es fatigado y castigado. Las cosas mundanas y el espíritu mundano traen en la vida monástica desolación, ruina, tal y como ha sucedido también al monaquismo de Egipto. Actualmente los arqueólogos encuentran en celdas de monjes de la Tebaida desde la época del emperador Zenón, representaciones gráficas con presas de caza, etc. Cuando se perdió la sencillez y los monjes comenzaron a ocuparse con cosas de este tipo, vino la desolación y la ruina del monaquismo”.
Decía proféticamente sobre la Santa Montaña Athos: “Veréis que estas construcciones grandes que algunos construyen, más tarde quedarán desiertas. Aunque le paguen a uno no querrá quedarse allí. Sólo estarán llevando materiales para hacer otras Kalivis pequeñas”.
Comprobaba que: “Hoy en día existe mucho material, vienen muchos jóvenes, pero la levadura es escasa. No estamos tal y como nos quiere Dios y los jóvenes que vienen no ven el ejemplo. Falta el ejemplo”.
Pero comprobaba también otra dificultad por parte de los jóvenes para el mantenimiento del auténtico espíritu monacal. “Los monjes jóvenes que han venido son un material muy bueno. Primera vez en la historia de la Santa Montaña Athos que se ha presentado tanta calidad de hombres. Los jóvenes están formados con estudios, con finura y amabilidad. Pero, desgraciadamente no explotan ni desarrollan las condiciones que tienen. Van a la Iglesia, encienden el candelabro, dan una vuelta alrededor, “Siervos del Señor, Aleluya”, gritan. Y ya está, ahora vamos a descansar. No se hace así la vida monástica. No te atreves a decirles algo, porque no aguantan nada. Están como ves muy mimados. Por lo mínimo te dicen: “Por qué me ha hablado así; se ha comportado mal conmigo, no me ha atendido”, dicen. Se pierden dentro de sus pequeñeces. Y todo esto solo por una razón; porque no han vivido el dolor en sus vidas”.
El Yérontas sufría por la Santa Montaña Athos y luchó para permanecer tranquilo, espiritual y negador del mundo, pero no inhospitalario; luchó para quedar no influenciado por las destructivas influencias mundanas para continuar siendo santo, sacando y destacando santos. Recalcaba lleno de esperanza: “Otra vez volverán a la tradición. Veréis que coches de lujo se irán haciendo como gallineros y monjes nuevos estarán viviendo en las cuevas. “Hoy en día existen arbustos que más tarde se harán árboles”, respondía a los que decían que hoy en día la Santa Montaña no tiene santos”.
Quería que el monje se delimitara sólo a las cosas necesarias y no gastar el tiempo y las fuerzas en cosas inútiles y vanas, con el resultado de quedarse desecado espiritualmente.
La posición del Yérontas sobre la tradición no era típica, seca e inflexible, sino que sentía su valor, la vivía y proveía recalcando las consecuencias futuras por el mantenimiento y cumplimiento de ella. Tenía el discernimiento de condescender ante la debilidad humana, sin pasarse de los límites. Decía: “Uno cuando siente una debilidad, que se ponga una cuchara de aceite, lo entiendo; poner una madera más en la estufa, vale; tener un animal cuando le hace falta, en fin… Pero nosotros nos hemos excedido. Qué “vida en ascesis deseamos” y qué mundo hemos abandonado, cuando mantenemos a todo nuestro mundo en nuestro interior (conducta mundana) y hemos llenado nuestras vidas con todas las comodidades y facilidades. ¡Y lo más terrible!: En vez de deplorar y reprobarnos a nosotros mismos, nos presentamos como más distinguidos y con más discernimiento que los santos Padres”.
Con su vida intachable daba el ejemplo. No tenía ni siquiera lámpara de petróleo. Por la noche con la vela se arreglaba. Traía agua de la fuente con un tubo de plástico para beber los peregrinos, y el mismo transportaba con el cubo y llenaba la fuentecita en el despejado del terreno. Cuando fue preguntado por qué no trae agua con el tubo dentro en su Kelia, respondió: “¿Tan perdido estoy? ¿No puedo poner un tubo de plástico para tener agua en el interior? Pero esto no ayuda espiritualmente”. Algunos oían de la sala de visitas al aire libre y se imaginaban alguna sala solemne con sofás. Finalmente veían troncos comidos de la polilla encima del suelo. A pesar de esto esta sencillez los aliviaba y reposaba. “Esto buscábamos”, decían. Aunque tenía la facultad, conocía y sus manos eran hábiles, no procuró construir “Kalivis bien atornillados” (expresión de san Nilos el Mirovlita) 6 sino edificar la casa de su psique. En vez de estar blanqueando con cal su Kelia, continuamente blanqueaba su psique con luchas y oraciones. Su Kalivita era sencilla y vieja. Su Kelia estaba ennegrecida por la cantidad de velas que se encendían, incluso había arañas. “Ellas me ayudan espiritualmente”, decía, “porque me recuerdan la cueva en la que han vivido los santos Padres, mientras que las cosas mundanas te trasladan al mundo”. Le emocionaban las cosas sencillas, las ascéticas, las pobres y todo lo que corresponde a los monjes. Inmediatamente regalaba alguna prenda caliente de piel de pelo cabra y prefería ponerse alguna capa de tela o de punto simple. Voluntariamente se privaba de muchas cosas, que para otros eran consideradas como imprescindibles. Sin embargo, esta privación traía consuelo espiritual, tal y como decía: “Para que venga el divino consuelo, primero deben faltar los consuelos falsos”. Según san Isaac el Sirio: “El que se empobrece de las cosas mundanas, se enriquece en Dios” y “nadie se puede acercar a Dios, si no ha abandonado y distanciado al mundo. Distancia no digo la salida del cuerpo, sino el abandono y salida de las cosas del mundo” (Logos 43, p.178 y Logos 1 p.2)
En pocas palabras este es también el espíritu del Yérontas y este era su propósito, por el que el monje debe evitar las cosas mundanas. Lo expresa muy bien de forma epigramática y sencilla: “Por Dios; hemos salido al desierto para las luces increadas y continuamente perseguimos las luces creadas”.
B 3.5 Hacia la madre Iglesia
Tal y como el Evangelista Juan el Teólogo tenía tres madres, su madre natural, la Panaghía y la βροντή vrontí energía del trueno, (en helénico vrontí-trueno es femenino) porque fue llamado por el Señor «βοανεργές voanergés» trueno de energía, así también el Yérontas, además de su madre Evlogía (bendición) y la Panaghía, sentía también nuestra santa Iglesia Ortodoxa como su madre verdadera, ya que ella nos renace con el Bautismo y nos alimenta con al jaris (energía increada, gracia) de sus santos Misterios.
El Yérontas recalcaba especialmente esta relación suya. Escribía en una epístola suya mandada a un joven: “Después, cuando termines tus estudios, debes hacer lo que te da reposo en el interior del seno de la madre Iglesia”.
El Yérontas era un monje con moral, conducta y conciencia eclesiástica. Sus puntos de vista y opiniones eclesiológicas eran muy ortodoxos. Creía que la Iglesia contiene la plenitud de la Verdad apocaliptada-revelada. Decía: “Lo que tiene la Iglesia está abrillantado”. La sotiría redención, sanación y salvación de los hombres se logra en la Iglesia. Sentía que constituye un miembro de ella. Sometía su voluntad y se sacrificaba para el bien de ella. Incluso en su ascesis tenía referencia eclesiástica. Creía que “cuando me haya corregido a mí mismo, se habrá corregido un trozo de la Iglesia”. Su agapi para la Iglesia era muy grande. Para la estabilidad de la Iglesia hacía sacrificios y esfuerzos grandes y para la doxa-gloria de ella oraba continuamente. Para la unidad de la Iglesia luchó de distintas maneras. Escribía: “No soy de aquellos que han hecho la Iglesia Ortodoxa de Cristo partido político. Amo a los buenos obreros de Cristo y ayudo a la medida que puedo”.
Ayudó a muchos jóvenes hacerse buenos clérigos y obreros de la vid del Señor. Los aconsejaba: “Trabajad humildemente en la Iglesia y el Señor os manifestará a los ojos de los hombres”. Algunos de ellos hoy en día adornan y están sirviendo en la Jerarquía eclesiástica.
Quería que los clérigos preparasen al pueblo con la metania, para evitar la ira justa de Dios. El servicio de ellos que aspire a la sotiría redención, sanación y salvación de los fieles y a la doxa-gloria de la Iglesia, no en la autopromoción. Decía para el clérigo que ha realizado obra valiosa, que “su obra tendría valor si no fuera algo personal”.
El mismo sin ruido desde su asceterio observaba la situación eclesiástica con interés. Oraba, hablaba, escribía y, cuando creía que era necesario salía en el mundo por algún asunto eclesiástico. Por un tema de este tipo salió y encontró al Arzobispo Jerónimo y otra vez se fue a la Metrópolis de la ciudad Flórina para ver al venerable obispo Agustín. Aquel le dijo: “¿Monje has venido para inspeccionarme? “No venerable”, respondió. “El Evangelio dice “si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos”, no dice para el Padre”. Le hizo prosternación, una reverencia hasta el suelo y a continuación le dijo algo que el Metropolita luchador lo aceptó y a partir de entonces le tenía gran devoción. Muchos Obispos eran aconsejados y buscaban la comunicación y comunión con él.
Sufría mucho cuando había escándalos, crisis y problemas eclesiásticos. Entonces oraba mucho más. “Os he escrito mi profundo dolor”, escribía en una de sus epístolas en un período de este tipo (2-4-1975), y explicaba por qué suceden todas estas cosas: “Falta la majestuosa patrística espiritual y por consiguiente nos peleamos como los gitanos”.
Sobre el muy discutido tema de las organizaciones religiosas el Yérontas dijo: “Las organizaciones religiosas no disolverlas, sino que las convirtamos y las hagamos patrísticas”.
Aplicaba y cumplía los santos cánones y el orden de la Iglesia. Respetaba los principios y las cosas instituidas de la Santa Montaña Athos. Sin permiso escrito no salía de la Santa Montaña. Una vez se encontró en el Monasterio de Surotí y terminó su permiso. Tenía un asunto urgente en otra ciudad, pero no se trasladó. Perdió dos días esperando a que le trajesen el nuevo permiso.
Tenía devoción y respeto a los obispos. Le llamó un conocido suyo a que vaya a visitarle en su casa. Naturalmente, no puedo venir”, dijo, “pero si viniera primero deberíamos ir al Obispo para tomar su bendición, y para verlo perderíamos dos o tres días”.
-Yérontas, ¿para qué hace falta ir al Obispo?
-Efectivamente, es necesario ir, porque él es el capitán, nosotros somos simples soldados.
Respetaba especialmente el trono Ecuménico. Reconocía su misión interortodoxa y entendía la situación difícil que se encontraba. Oraba mucho y lo defendió públicamente en muchas ocasiones.
Desde Stomio hemos visto al Yérontas ser un combatiente duro de las herejías. En los temas de la fe era exacto, preciso e irreconciliable, in-condescendiente. Decía: “En la Verdad no se hacen rebajas, La Verdad es el Cristo”.
Combatió contra el ecumenismo y hablaba sobre la grandeza de la singularidad de la Ortodoxia, su información emanaba de la en su corazón divina jaris (energía increada). Su vida y experiencia demostraba la superioridad de la Ortodoxia.
Con su discernimiento aconsejaba: “A los Cristianos que no son Ortodoxos, no debemos decirlos de que irán al infierno o que son anti-cristos, pero tampoco de que se salvarán. Porque de esta manera los reposamos falsamente y seremos juzgados por esto. Deberemos ponerles la buena inquietud, decirlos que están en el engaño”.
Tenía gran sensibilidad ortodoxa, por eso no aceptaba las oraciones conjuntas y la comunión con los no ortodoxos. Recalcaba: “Para orar junto con otro debemos estar de acuerdo en la fe”. Cortaba las relaciones o evitaba a ver clérigos que coparticipaban en oraciones en común con los heterodoxos. Los “misterios” de los heterodoxos el Yérontas no los reconocía y aconsejaba que los que vienen en la Iglesia Ortodoxa deben ser catequizados muy bien antes de ser bautizados.
Durante un tiempo había interrumpido, junto casi con toda la Santa Montaña Athos, la memoria, comunión del patriarca Athenagoras por sus peligrosas aperturas hacia los romano-católico-papistas. Pero lo hizo con dolor: “Hago oración”, dijo a uno, “para que Dios quite días de mí y las conceda al patriarca Athenagoras para que complete su metania (arrepentimiento y confesión)”.
A los Anticaledonios (monofisitas) –como también a los heréticos y heteroreligiosos- por un lado los consideraba como criaturas de Dios y hermanos nuestros en carne por Adán, pero no hijos de Dios y hermanos nuestros también en espíritu, que consideraba solo a los Ortodoxos. A lo concerniente de los últimos acontecimientos por los monofisitas (y filomonofisitas) el Yérontas había señalado: “Ellos no dicen que no entendieron a los santos Padres, sino que los santos Padres no los entendieron a ellos. Es decir, como si ellos tuvieran la razón y los santos Padres los malinterpretaron”. Finalmente calificó como blasfemia contra los santos Padres la propuesta de la limpieza de los libros Litúrgicos por la calificación como herético a Dióscuro y a Sebiro. Dijo: “¡Tantos santos Padres que tenían la divina iluminación y eran contemporáneos, no los entendieron y los malinterpretaron y venimos nosotros ahora después de tantos siglos a rectificar a los santos Padres! ¡Pero incluso el milagro de la santa Efimía no lo tienen en cuenta y ella también malinterpretó el tomo de los heréticos!
Sin pretender de aparecer como confesor, por su propia manera y modo, reaccionaba, hablaba y escribía a personas eclesiásticas. “La Iglesia”, decía, “no es un barco personal de cada obispo para hacer lo que viene en gana”. Este tipo de reacciones suyas estaban acompañadas de mucha oración y agapi para la Iglesia pero también para los extraviados, y presuponen apacia (sin pazos, impasibilidad), discernimiento e iluminación de lo alto.
Otro tema que preocupó al Yérontas fue el tema del calendario. Sufría por la separación y oraba. Se entristecía por las hermandades de los veterocalendaristas que son como parras separadas de la Vid, y no tienen comunión con los Patriarcados Ortodoxos y las autocéfalas Iglesias Ortodoxas locales. Algunas de este tipo parroquias en Atenas y en Tesalónica se unieron por su sugerencia y recomendación con la Iglesia manteniendo el antiguo calendario de fiestas.
Decía: “Sería bueno que no existiera esta diferencia con el calendario de fiestas, pero no es cuestión de fe”. En las protestas de que el nuevo calendario lo hizo el Papa, respondía: “El nuevo calendario lo hizo el Papa y el antiguo un idólatra”, dando a entender a Julio Cesar. Para que se vea mejor la posición del Yérontas sobre el tema del calendario, a continuación ponemos un testimonio en relación:
“Un griego Ortodoxo vivía con su familia muchos años en América, pero tenía un problema muy serio. El mismo era celote veterocalendaristas, mientras que su mujer y sus hijos estaban con el nuevo calendario. “Como familia no podíamos celebrar un fiesta juntos”, decía. “Ellos celebraban Navidades y yo celebraba a san Esperidón. Yo celebraba Navidades y ellos celebraban la fiesta de san Juan. Y esto era lo menos. Lo peor de todo esto era saber, tal y como nos enseñaban, los novocalendaristas son heréticos y serán condenados al infierno. No es poca cosa estar escuchando que tu esposa y tus hijos han traicionado su fe, se fueron con el Papa, sus misterios no tienen jaris (energía increada) etc. Por horas discutíamos con mi esposa pero nunca llegábamos a ningún fin. Por decir la verdad algo no me gustaba de los veterocalendaristas. Especialmente cuando venían algunos obispos y nos hablaban. No hablaban con agapi y con dolor para los engañados, tal como consideraban a los novocalendaristas. Pero veías que tenían un odio contra los novocalendaristas y se alegraban, cuando decían que serán condenados al infierno. Eran muy fanáticos. Cuando terminaba la homilía de ellos, sentía en mi interior una turbación. Perdía mi paz. Pero, no tenía ningún pensamiento de marcharme de nuestra tradición. Estaba a punto de reventar. Seguro que algo malo me sucedería por tanta tristeza y depresión.
»En uno de mis viajes a Grecia comenté mi problemática a mi primo Yanis. Él me habló sobre un Yérontas que se llama Paísios. Decidimos ir a la Santa Montaña para encontrarlo.
»Llegamos a la “Panaguda”. El Yérontas me invitó con su rostro sonriente y me puso sentado al lado suyo. Estaba impresionado y perdido. Tal y como se comportaba conmigo, sentía como si me conociera desde hace tiempo, como si supiera todo sobre mí.
-¿Cómo vas con los coches allí en América? Fueron sus primeras palabras.
»Me quedé perplejo. Me olvidé decir que mi trabajo era en los espacios de aparcamientos de coches y naturalmente continuamente me ocupaba de los coches.
-Voy bien; fue lo único que pude murmurar mirando como perdido al Yérontas.
-¿Cuántas Iglesias hay allí donde estás?
-Cuatro respondí y me sobrecogió la segunda ola de sorpresas.
-¿Con el nuevo o con el viejo calendario? Me vino el tercer trueno, pero mira por donde, en vez de agrandar mi perplejidad, de una manera me familiarizó, me “hizo aterrizar” diría yo, con el carisma del Yéronta.
-Dos con el antiguo y dos con el nuevo, respondí.
-¿Tú a cuál vas?
-Yo con el viejo y mi mujer con el nuevo calendario, respondí.
-Mira, debes ir tú también a donde va tu mujer, me dijo con una autenticidad y se preparaba para darme explicaciones. Pero para mí el tema Ya se había terminado. No me hacían falta explicaciones y argumentos. Algo inexplicable sucedió en mi interior, algo divino. Un peso se marchó y se tiró lejos de mí. Todos los argumentos y todas las amenazas y aforismos para los novocalentaristas que tantos años escuchaba desaparecieron. Sentía la jaris (energía increada) de Dios que a través del Santo actuaba encima de mí e inundaba una paz que buscaba hacía años. La situación que vivía se manifestó en mi cara…
»Aquello que me acuerdo es que esto más bien lo hizo al Yérontas para parar un rato. Pero después continuó dando algunas explicaciones. Quizás para que las comente a los otros. Quizás para que las utilice para mí mismo en tiempos de tentación, cuando estaba pasando aquella celeste situación.
-Es cierto que nosotros también aquí en la Santa Montaña funcionamos con el viejo calendario. Pero el caso es distinto. Estamos unidos con todos los Patriarcados, tanto con los que tienen el nuevo calendario como con los que tienen el viejo calendario. Reconocemos sus misterios y ellos los nuestros. Los sacerdotes de ellos co-celebran con los nuestros sacerdotes. Mientras que ellos celotes veterocalendaristas se ha apartado. La mayoría de ellos tienen devoción, akribia-exactitud y precisión, tenacidad y celo de Dios. Sólo que todo esto es sin discernimiento, “no por conocimiento”. Otros por simpleza, otros por ignorancia, otros por egoísmo han sido arrastrados y desviados. Consideraron los 13 días como tema dogmático y a todos nosotros como engañados, y se marcharon de la Iglesia. No tienen comunión con los Patriarcados y las Iglesias que van con el nuevo calendario, ni tampoco con los Patriarcados e Iglesias que van con el antiguo, porque supuestamente han sido manchados y afectados por los novocalendaristas. Y no sólo esto, también estos pocos que quedaron, no sé cuantos trozos son y cada vez se anatemizan, excomulgan y se cesan los unos a otros. No sabes cuánto he sufrido y cuánto he orado para este tema. Es necesario amarlos y sufrir por ellos y no condenarlos y criticarlos maliciosamente, y más aún, hacer oración por ellos para que los ilumine Dios y, si por suerte alguna vez alguno con buena intención nos pide ayuda, decirle alguna palabra”.
Pasaron más de cinco años desde la dormición del Yérontas. El señor X. vino en la “Panaguda” a agradecer al Yérontas, porque desde entonces encontró su sotiría redención, sanación y salvación espiritual y familiar y con lágrimas en los ojos ha relatado todo lo anterior.
Citamos también otro posicionamiento con discernimiento del Yérontas en un tema eclesiástico. Un clérigo Ortodoxo del extranjero le preguntó sobre una dificultad suya. Su obispo hizo por debajo de los templos salas de fiestas y otras acciones anti-tradicionales. Los Cristianos no se reposaban y acudían a una Iglesia cismática. La respuesta de Yérontas fue: “Si quieres ayudar al mundo o la gente, no debes reposarte en las cosas que hace tu Obispo. Con estas cosas se consigue que la gente se marche de la Iglesia. No digo que dejes de tener comunión con el Obispo y hacer un cisma, ni debes hablar públicamente contra él pero tampoco alabarle”.
Con su agapi, su oración y su discernimiento, conocía cuánto debe hablar, cómo actuar y ayudar sin ruido a la madre Iglesia, evitando los extremos y sanando las heridas que molestan y fatigan el cuerpo de la Iglesia y escandalizan a los fieles.
B 3.6 Sobre la Patria y la Nación.
El Yérontas, siendo desarraigado desde niño y habiendo vivido la ocupación Alemana, conocía por experiencia que “hacer vida serena y en paz” es una gran bendición.
Amaba la Patria y decía: “La Patria es también una gran familia”. No aspiraba la grandeza, la gloria y la fortaleza en el sentido mundano, sino la paz, el progreso espiritual y la vida ética de todos los ciudadanos, para que nos ayude también el Dios. Ni buscaba la seguridad para que disfruten los hombres de sus comodidades.
A otro Heleno-Griego patriota ardiente que vivía en América e intentaba promocionar Grecia, le aconsejó que luchara para santificarse y después promocionar correcta y espiritualmente también la Helade-Grecia.
Igual que los Profetas de Israel participaban a la vida de su etnia o pueblo de forma activa a su manera, oraban, lloraban, inspeccionaban a los reyes, predicaban la metania y profetizaban para los males venideros, lo mismo también el Yérontas no era indiferente e impasivo en los temas de la Patria. Era profeta pero no nacionalista y decía: “Por Sión no nos callaremos” (Is 62,1). Lo mismo también la posición del Yérontas era claramente espiritual.
Mientras vivía fuera en el mundo, luchó como pocos para el bien de la Patria. Era admirable también su oferta para nuestros temas exteriores nacionales. Hablaba contra las corrientes anti-helénicas, los falsificadores de la verdad histórica, principalmente contra las injusticias de las injustas reivindicaciones terrenales en contra de Grecia por los de Skopia-Fyrom, “los Paneslavos”, los Albanos, los Turcos etc. Decía que “Uno quiere la Tesalónica, otro quiere llegar a Thesalia hasta la ciudad Larisa, otro quiere el mar Egeo. De todos modos al final no existirá nunca Helade-Grecia”.
Señalaba los peligros nacionales, incluso antes de que aparezcan. Ayudó a muchos ver claramente las propagandas en contra de la Patria, y los que tenían posiciones clave y sensibilidad tomaron las medidas correspondientes.
En relación con el problema de Macedonia, un oficial superior se refiere: “Yo estaba dentro de las cosas y no me había dado cuenta. El Yérontas me ha abierto los ojos. Al principio me extrañaba y decía: “Qué son estas cosas que dice el Yérontas de dónde las sabe.” Después entendí”. El Yérontas ya desde 1977, cuando viajó a Australia, se refirió sobre el problema de Macedonia. Entonces algunos “entendidos” estas cosas las consideraron “como irresponsables palabras peligrosas y fanáticas.”
Defendiendo la Helenidad de Macedonia colgó en su sala de visitas el texto del profeta Daniel (Dan 9, 21-25) donde se refiere sobre el rey de los Helenos-Griegos Alejandro, y a lado un gran icono de papel de un Ángel de un Monasterio Serbio indicando el texto.
Un monje aghiorita se refiere: “El año 1992 visitamos al Yérontas Paísios con un monje extranjero que estaba como monje en nuestro Monasterio. Me apresuré a presentarlo porque primera vez visitaba al Yérontas. No nos dio tiempo a sentarnos y el Yérontas comenzó con un ataque fuerte al hermano. Me quedé sorprendido e intervine diciendo que el monje había olvidado su patria y ya no se ocupa sobre temas nacionales sino sólo para su edificación espiritual. Y el Yérontas de forma muy intensa gira hacia a mí y me dice “Tú cállate, no sabes lo que dices”.
»Realmente, tal y como se ha demostrado más tarde, el Yérontas había diagnosticado la hipocresía y previó la trayectoria del monje. El desenlace final de este monje fue su marcha a escondidas y sin bendición el año 1999, una vez haber precedido confabulaciones secretas, y ahora es un miembro cismático de la Iglesia cismática de su patria”.
Comparaba el estado de Skopia como edificio que está edificado con ladrillos y con turrones de Farsala, que están cortados de forma de ladrillo, y es natural que alguna vez se desplomará.
En el libro del ex-ministro del norte de Grecia señor Nokolaos Martis, con el título “La falsificación de la Macedonia”, cuando lo leyó, le entusiasmó. “Doxa-gloria y gracias a Dios”, dijo “existen también patriotas. Se llevó muchos libros y los dio de bendición. Escribió un admirable poema pequeño, el cual el señor Martis lo ha incorporado en nuevas ediciones de su libro.
Sobre Turquía predicaba con seguridad: “Será disuelta, los Kurdos formarán estado propio y las grandes potencias nos devolverán la Polis (Constantinopla). No porque nos aman, sino porque así economizará Dios las cosas, de modo que por interés propio de ellos les convendrá que la tengamos nosotros. Funcionarán las leyes espirituales. Los turcos tienen y deben pagar mucho por las cosas que han hecho. Esto no es un una Nación, será destruida. En su cinturón llevan sus kólivas (masa o granos de trigo hervidos que se ofrecen para el funeral), es decir, ha llegado el final de ellos. San Arsenio decía antes del Intercambio de poblaciones (holocausto de Asia Menor): “Nuestra Patria la perderemos, pero otra vez la recuperaremos”. El Yérontas aconsejó a ser traducido en la lengua turca el Evangelio, porque creía que muchos turcos se bautizarán cristianos ortodoxos.
Viendo que el peligro venía de Oriente por Tracia, se fue a la ciudad de Komotiní para apoyar a los cristianizados musulmanes. Quiso permanecer junto con ellos por un espacio de tiempo con el propósito de ayudar. Estos esfuerzos suyos tuvieron también sus consecuencias. Una vez el bienaventurado Konstantino Tselios comerciante de la ciudad de Agrinio encontró al Yérontas estando sentado fuera de su Kalivi y estaba muy entristecido. Le preguntó qué le pasaba y el Yérontas respondió: “Desgraciadamente hijo mío, hemos abierto las fronteras y ha entrado de todo lo malo dentro. Antes de poco rato mientras venía hacia aquí, me esperaba un joven fuerte y alto. Me cogió de la mano amenazándome y me dijo: “Viejo, no quiero volver a verte en Tracia y no te vuelvas por allí porque…” (hizo un gesto y me amenazó vulgarmente). Le digo: “¡Qué estás diciendo mala persona, tú que eras Alemán hombre valiente, con estudios y formación académica, fuiste a Meka, te han hecho musulmán y ahora trabajas para los turcos en Kreta haciendo de pastor de ovejas, y espías las bases militares! Vete de aquí”. No me dio tiempo terminar y le veo colorado rojo saliendo rápidamente corriendo”.
Fue preguntado el Yérontas, cuándo será liberada Chipre, y respondió: “Chipre se liberará, cuando hagan la metania (se arrepientan) los chipriotas. Tenéis que hacer bases espirituales para que expulsen las bases de los turcos, de los ingleses y de los americanos”. Es decir, veía el problema chipriota como espiritual, no como nacional o político, y que su solución provendría de la metania (confesión y arrepentimiento) del pueblo y con la oración.
En los temas de la Patria no quería que los cristianos fueran indiferentes. Se entristecía mucho cuando veía que hombres espirituales buscan ser acomodados ellos mismos y no estaban interesados por la Patria. Decía: “En una época que Satanás se está desbordando y sus hombres organizando, los Helenos o Griegos se encuentran en un letargo. Cada uno sólo busca acomodarse a sí mismo y nada más. Y cualquier cosa que les hagas, por mucho que les remuevas, no despiertan por nada”. Su pena y sorpresa era cómo los responsables no perciben a dónde nos estamos dirigiendo. El mismo desde antiguamente preveía la situación actual y se inquietaba, pero no sembró sus inquietudes en el mundo. Daba esperanza y positivismo. Decía: “Por el mal que hoy en día domina, saldrá un bien grande. Veo un olivo. Se ha secado una rama, otra la come la polilla y esta se secará también. Pero brota otra rama por abajo que tiene mucha fuerza y se desarrolla rápidamente”.
Sufría mucho por la decadencia espiritual de los ciudadanos. Decía: “Helade-Grecia ha perdido su camino. El pecado y la prodigalidad (derroche) reinan en los hombres, pero Dios nos ama y espera nuestra metania”. Hablaba severamente para los que votaban leyes anticristianas. Se entristeció mucho por el cambio de nuestra lengua y dijo: “La siguiente generación traerá alemanes para enseñarnos nuestra lengua, y nuestros hijos nos estarán escupiendo”. Escribía en una epístola suya: “Los que han cesado el griego clásico, una vez que sean ridiculizados, después volverán a ponerlo otra vez”.
Publicó un texto corto apoyando al héroe Makrigianis puro y muy piadoso por las acusaciones injustas y falsas arremetidas contra él. Más allá de la apocatástasis de la verdad, había entonces, igual que hoy en día, una necesidad imperativa de proyección de un prototipo o modelo ideal de imitación para los gobernantes políticos, pero también para ayudar al pueblo a adquirir criterios políticos correctos en su elección de los gobernadores de nuestra Nación.
Un primer ministro, al que había criticado y condenado públicamente por sus actos perjudiciales para la Nación y la Iglesia, pidió encontrarse con el Yérontas en el Monasterio de Surotí. El Yérontas respondió: “Que venga y le cantaré las verdades en su cara”. Tenía fuerza y valor psíquico este pobre monje de kalivi de elevar su voz sin miedo ante los fuertes del día.
Cuando un presidente de la Democracia Helénica visitó la Santa Montaña Athos aconsejó a los monasterios que no lo recibiesen, porque había firmado la ley sobre los abortos.
De un Ministro que quiso ayudar a un monasterio conocido suyo, no aceptó nada, porque pertenecía a un partido que había firmado muchas leyes anticristianas.
El Yérontas era hombre de paz y de unidad. No pertenecía a ningún partido. Estaba por encima de los partidos. Rechazaba los partidos políticos ateos y a los políticos por su ateísmo y su polémica contra la Iglesia. Decía: “Para qué la quiero la mano derecha o la izquierda, si no se santigua”, rechazando a los políticos ateos independientemente de su colocación política. Algunos partidos políticos conociendo su influencia en el pueblo, buscaron en atraerlo para conseguir votos, pero lo intentaron vanamente.
Hablaba especialmente contra la masonería. En el Sinaí le visitó uno de la comunidad helénica de Cairo acompañado por un hieromonje Sinaíta. Mientras hablaban amistosamente, el interlocutor dijo que era masón. Entonces bruscamente el sereno Yérontas se levantó y le dijo con indignación: “Piérdete de aquí” e inmediatamente le abandonó y se marchó. Quería con su comportamiento indicar su repugnancia hacia la cualidad masónica. Otro masón que le visitaba haciéndose amigo y conocido suyo. Cuando el Yérontas fue informado –una vez que comprobó la información de que es masón-, le inspeccionó y cortó toda relación con él.
Le visitaban personajes políticos, diputados, ministros y senadores de Estados Unidos y el rey Constantino le mandaba cartas. Pero a nadie pidió algo para sí mismo o para monasterios suyos conocidos. Solo les pedía que actuaran para el bien de la Patria y de la Iglesia.
Incluso ayudó a muchos trabajadores estatales con sus consejos que sean honrados y responsables en sus trabajos. Estimaba mucho a los pedagogos por la obra esencial que ofrecían, y los militares piadosos que mostraban que tienen ideales. A muchos jóvenes anarquistas los convenció a que hiciesen el servicio militar.
Por regla general aconsejaba a todos tener respeto y agapi a la Patria, y actúen para el bien común con seriedad y no sean arrastrados por el espíritu general de indiferencia, de aniquilación de todo, del acomodo propio y del abuso.
Pero principalmente el Yérontas ayudó a la Patria invisiblemente con su oración. Eso se ve por el canon-regla que hemos referido, pero también por el poema que mandó a su madre. Al final dijo que se hace monje para estar orando también por toda la ciudadanía y la Patria”. Daba primero el ejemplo e incitaba, diciendo: “Debemos hacer oración a Dios para que ilumine a los responsables que están en posiciones altas en la Nación, porque ellos pueden hacer mucho bien”.
Cuando había tensión en las relaciones Heleno-turcas, decía: “Muchas nubes se han reunido. Podremos expulsarlas” (con la oración).
En una situación similar celebró la Divina Liturgia en su Kalivi. En las Bienaventuranzas no salmodió lo que prevenía en el tipicón-regla, sino del canon de san Nicolaos el Kataskepinós, porque era el adecuado para este caso: “Soberana, destruye las flechas de los ateos Agarinós destrúyelos Señor, y todas las voluntades de los demonios cancélalas, a su pueblo cristiano cúbrelo y guárdalo para que te glorifiquemos”. (Theotokarion, san Nicodemo el Aghiorita, vísperas de Sábado).
Cuando la Patria pasaba por períodos de inestabilidades políticas, a causa de la dificultad de formar gobierno, el Yérontas sufría y bendecía mucho. Una vez que se harían elecciones por tercera vez en el mismo año sucedió lo siguiente, tal y como lo ha relatado: “Era víspera de elecciones. Estaba sentado en mi cama de madera en la sala de visitas y decía la oración del corazón o de Jesús. De repente se presentó el diablo con la forma y figura… ( de una persona política de alto nivel de aquella época, del cual yo reprobaba sus actos catastróficos) y me amenazaba. Pero no podía acercarse. Estaba atado, algo le retenía y le apretaba”.
La misma noche el Yérontas se presentó con un sacerdote casado en el sueño. Le dijo severamente: “Cura… ¿por qué estás durmiendo? Levántate para hacer oración, porque la Patria peligra”.
La salvación de la Nación la esperaba de Dios. Decía: “Si Dios dejara la suerte de la Nación a los políticos nos destruiríamos y desapareceríamos. Pero deja un poco las cosas para que se vean las intenciones y propósitos de cada uno”.
Para los políticos que hacían mal a la Nación decía: “Con la conciencia tranquila ruego a Dios que les conceda metania y los lleve, para que no continúen haciendo mayor mal, y que resucite Macabeos”.
Creía que un monje puede ayudar a toda una Nación. “A uno Dios le hace monje para ayudar a una familia y a otro para ayudar a una Nación entera. La Santa Montaña Athos mucho puede ofrecer. Puede volver a crear el imperio Bizantino por el que provino”.
ANEXO
Carácter, figura y carismas naturales del Yérontas
La aparición exterior del Yérontas era la de un monje normal. Su altura era de 1,61 m. Era muy delgado, parecía un esqueleto por los años de larga ascesis, con características de su rostro bellas, armoniosas y finas.
Su aparición completa inspiraba bondad y simpatía.
Su mirada viva, expresiva (se expresaba y hablaba con sus ojos), perspicaz y reluciente; paz, seguridad y majestuosidad acompañaban sus movimientos. Su barba normal, densa y casi blanquísimas antes de su dormición. Su cabello blanquinegro y muy denso, llegaba hasta sus hombros. Por regla general se ponía el gorro de género de punto, gordo para el frío. En las salidas se ponía el acostumbrado gorro aghiorítico o athonita.
Las palmas de sus manos eran más grandes que lo normal, robustas y mostraban a un hombre que se ha ocupado con trabajos manuales. La plantas de sus pies muy grandes, desproporcionadas con su altura. Su dientes faltaban casi todos, excepto de dos de la mandíbula de arriba y unos pocos en la de abajo. No quiso ponerse dientes, aunque sus hijos espirituales se lo propusieron. Pero consintió a que le pusiesen dos fundas. Cuando reía se veían característicamente. A pesar de la falta de dientes, hablaba claramente y esto no parecía como un defecto corporal. La manifestada jaris divina (energía increada) cubría a esta falta y le hacía parecerse “bello y bondadoso”. Su rostro estaba iluminado y gratificado. Era entero “cualidad o atributo de la jaris resplandeciente”.
Sus sentidos permanecieron muy agudos hasta su dormición y funcionaban muy bien. Con su olfato desde un kilómetro lejos sentía al que fumaba. Su oído muy sensible. Su vista sorprendente. Veía detalles desde muy lejos. Con gafas de presbicia esculpía madera con detalles hasta los finales de su vida.
Parecía un hombre normal, pero escondía al “hombre del corazón escondido, el que era creado según Dios”, la divina jaris (energía increada gracia) que era imposible esconderse. En sus últimos tiempos parecía como una fruta madura goteando miel que le traicionaba y reflejaba su faz y su aroma. Aunque anciano con cabello blanco, enfermo y sin dientes, sin embargo era un león. Tenía algo potente, lo decisivo y lo divino. Dentro de este menudo y enfermo cuerpo se escondía una psique valiente, con mucha potencia, energía e ira. La ira (enfado) los santos Padres la llaman el nervio de la psique. Esta potencia y energía (la ira) la giró hacia el bien y la desarrolló bien sacándola provecho para conseguir las virtudes. No distaba de inspeccionar a cualquiera, cuando hacía mal que transcendía los límites y enfadarse impasivamente 1 (sin pazos-pasión) -“enfadaos pero no pequéis”- sin perder su paz, pero siempre defendiendo algo superior y no a sí mismo; entonces hablaba no dominado por el pazos de la ira, sino con el dolor de la psique. 1La ira con su energía se mueve por naturaleza, cuando ama a todos los hombres y no tiene contra nadie rencor, resentimientos y tristeza, (San Juan el Damasceno, Logos psicoterapéutico, Filocalía tomo 2)
Era por naturaleza un hombre abierto y agradable, hospitalario y misericordioso, auténtico Oriental. Amaba narrar historias agradables con contenido espiritual y reír de corazón. Decía el Yérontas: “Desgraciadamente hoy en día muchos han perdido la sonrisa natural”. Podía estallar en lágrimas por simpatía, abrazar como hermano a un dolorido a quién veía por primera vez, y hacía todo sacrificio para ayudarlo, reposarlo y aliviarlo. Y todo esto lo hacía de corazón natural y espontáneamente.
Se sacrificaba por su fe y para la agapi hacia su prójimo. Detestaba la doble cara, la mezquindad y la inconsciencia. Honraba y respetaba a los fieles virtuosos, los piadosos, a los que tenían ideales y trabajaban para el bien de la Iglesia y la Nación, los honestos y espléndidos que tenían espíritu de sacrificio. Decía: “Llevo en mi corazón a los que tienen bondad, devoción, piedad y sencillez”.
Ante el hombre más insignificante, sobre todo si fuera una psique dolorida y cargada, se humillaba sin límites, se hacía tierra. Pero se convertía en montaña altísima y en roca imperturbable en las amenazas, en las intimidaciones, en los halagos y en los sobornos de los fuertes. El Yérontas era inmutable ante las amenazas, el peligro y la muerte. Era inmune por las calumnias, incluso de los golpes “de los que le combatían desde la altura” (Sal 55,3), es decir, de los fuertes de la tierra.
Era hombre con rico contenido interior. Tenía un corazón con sentimientos purificados, que nada tienen que ver con el sentimentalismo. Era hombre perfecto, hombre de Dios. Era un icono hecho de Dios con preciosas teselas, las virtudes. Era un “espejo limpio sin mancha”, que reflejaba las divinas cualidades (atributos). El Yérontas era por naturaleza bondadoso, de buena pasta, dotado de raros carismas. Pero luchó mucho, aumentó y duplicó sus talentos. Dios le dio mucho y el Yérontas los hizo rendir y entregarlos multiplicados de múltiples maneras.
El Yérontas era un fenómeno o caso de genio, inteligencia, prontitud y muy ágil. Un caso no acostumbrado y raro. Tenía una memoria sorprendente. Se recordaba de uno que le veía sola una vez por decenas de años. Una vez en la “Panaguda” le visitó un hombre mayor. El Yérontas le preguntó: “¿Eres el Kokinelis? Realmente era de Kokinelis con el cual había coincidido por poco en el servicio militar hacía medio siglo.
Estaba metido en todo, sin ocuparse de todo. Conocía las cosas y realidades del mundo, permaneciendo al desierto. Espiritualmente estaba con todos, amaba todo el mundo y distaba de todos.
Conocía mucho sin haber estudiado. Hacía compañía y conversaba cómodamente con científicos y otras personalidades, sin sentir complejo de inferioridad. Al contrario, los sabios según el mundo le pedían consejos.
En la pregunta si se ha arrepentido porque no ha estudiado, respondió negativamente. Sólo hablaba de la gnosis de la lengua clásica helénica y decía que: “Si hubiera terminado un par de cursos del bachillerato, entendería mejor la Santa Escritura y los santos Padres. Pero era exacto y preciso en sus palabras. Sus respuestas no dejaban vacíos ni dudas. Entendías lo que quería decir incluso sin palabras, con poco decía mucho. Con un gesto representativo daba a uno entender una cuestión entera o un tema completo.
Era por su naturaleza artista y poeta. Tenía la capacidad de escribir poemas, troparios y pintar.
Amaba el trabajo esmerado. Lo que tocaba con sus manos lo hacía con esmero, perfectamente; más con lo que tenía relación con Dios y la Iglesia. No lo hacía oro como el mítico Midas, sino que con lo que se ocupaba lo daba una matiz y dimensión espiritual. Tenía la persistencia y el método para la consecución de sus objetivos y propósitos.
En sus relaciones con los demás era sencillo, espontáneo, caluroso y tenía su propia manera y forma, un arte espiritual para acercarse, comunicarse contigo dándote reposo, alivio y sosiego. Te observaba silenciosamente, con la atención extendida, te dejaba hablar y se ponía en tu lugar. Se comportaba con los demás con sensibilidad y finura, y sólo consigo mismo era severo. Estas contraposiciones en su carácter componían armonía admirable: indulgencia hacia los demás y severidad hacia sí mismo, hisijía y sociabilidad, sencillez de la fe y destreza, mas maestría intelectual, aplicación y cumplimiento de las reglas, cánones y espíritu de libertad.
Cualquier camino que siguiera el Yérontas en su vida, se distinguía, porque era “recipiente de cabida”, máquina potente, linterna de gran tensión y energía.
Pero prefirió hacerse “lata de sardinas” que refleja los rayos del Sol de la justicia, e indica al Sol, en vez de brillar temporalmente en este mundo falso con su propia auto-proyección. Luchó mucho con filótimo, honradez y abnegación. Todo lo dio a Dios, sufrió y aguantó por la gracia de Él, tentaciones, tristezas y sufrimientos. Ayudó multitudes e innumerables personas. Se batió en duelo con el diablo y salió vencedor. Ahora escucha la voz bendita: “Al que venciere, le daré de comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de mi Dios” (Apoc 2,7).
Su mensaje
“En vez de epílogo ponemos algunas características de la enseñanza del Yérontas”.
Primero creemos en Dios y después amamos a Dios y a su imagen, el ser humano. La fe aumenta con la oración. “Añada en nosotros fe”.
“Tal y como yo he entendido, todo el mal proviene de la incredulidad o falta de fe. Cuando el hombre no cree en Dios, quiere divertirse y estar de juerga en la vida. Por eso se dedica a todo tipo de pecado”.
“El hombre debe captar el sentido y significado más profundo de la vida, de que esta vida es para que nos vayamos preparando para la otra. A partir de allí, es igual que aquel que necesita un conductor para viajar a un sitio, así también para el viaje celeste debe encontrar un conductor (Guía Espiritual). Después, su Guía ponerle un programa, un poco de estudio y lectura, un poco de oración, evitando los motivos de los pecados y la conducta moral mundana que es lo peor de todo. Entonces así su corazón estará en el Cristo.
“Debemos luchar y combatir con filótimo , buena disposición, ganas y honradez para sanarnos, “psicoterapiarnos” y salvarnos. El Cristo nos dirá: “Hijo mío, yo hice tanto para “psicoterapiarte” sanarte y salvarte. He derramado mi sangre y sufrí tantos padecimientos, y tú, qué has hecho para salvarte?
“Cada hombre debe encontrar y santificar su declinación o tendencia. El hombre diligente, prospero y trabajador en cualquier parte que se encuentre, sea en el monaquismo, sea en el matrimonio, será un hombre triunfador, exitoso”.
“Debemos preferir los sufrimientos o dolores y aceptarlos mejor que las alegrías. El fármaco amargo muchas veces es mejor que el dulce, porque “psicoterapia” y sana. Le verdadera alegría nace del dolor”.
“Lo que impide al hombre en su progreso y prosperidad en lo espiritual es que no hace trabajar su cerebro o mente en lo que beneficia espiritualmente, sino en otras cosas”.
“Debe entrar en nuestro interior el dolor por la situación contemporánea, para que podamos así hacer oración del corazón”.
“Hoy en día ha llegado la época que sean separadas las cabras de las ovejas, los fieles de los infieles. Más tarde llegará el momento que pasaremos por exámenes, sufriremos también persecuciones por nuestra fe, entonces se verá y se separará lo que es de cobre de lo que es de oro”.
“Cuando uno se entristece, se apena y se aflige porque sufre por los demás, se duele por los otros, hace suyos los problemas de ellos, entonces éste tiene el salario del mártir. Los hombres que sacrifican todo, ¡cuánto gratificados o cuánta jaris tienen! No tienen problemas y brillan más sus rostros porque tienen alegría divina siempre continua”.
“Toda la base de la vida espiritual está en que cada uno piense en el otro y el sí mismo ponerlo lo último, no tenerlo en cuenta para nada. Cuando nos ponemos en el lugar del otro y le entendemos, entonces nos emparentamos con CristoDios”.
“La jaris (energía increada gracia) de Dios es una cosa cara. Para venir y habitar en el interior del hombre, debe encontrar al hombre que sea acorde según el Espíritu con Dios y el hombre ejercitar y agotar todo lo humano. Mientras que nosotros queremos que venga la divina jaris increada para librarnos de las debilidades sin lucha ni combate. Para habitar el Espíritu Santo en el hombre hace falta abnegación, mucho filótimo , mucha honradez, buena disposición y ánimo, humildad, majestuosidad y sacrificio. La vida espiritual no es disfrute, ni comodidad. El Cristo ha colocado el enchufe, pero nuestros cables están oxidados y no reciben la divina jaris (energía increada). Debemos desoxidar los cables, luchar para conocernos a nosotros mismos, cortar nuestros pazos, adquirir las virtudes y así nos visitará la jaris de Dios”. En Él pertenece la doxa-gloria (luz y energía increadas) y el poder por los siglos de los siglos, amín.
EL TESTAMENTO ESPIRITUAL DEL YÉRONTAS
Este mi logos, Monje Paísios, tal y como me he examinado a mí mismo, he visto que he trasgredido todos los mandamientos del Señor, he cometido todos los pecados. No tiene importancia si algunas se ha hecho en un grado inferior, porque no tengo para nada excusa o atenuantes, `porque he sido muy beneficiado por el Señor.
Orad para Cristo sea misericordioso conmigo.
Perdonadme, y que sois perdonados, los que creéis que me habéis afligido.
Muchas gracias y de nuevo bendecid y orad.
Monje Paísios
Este texto se encontró integro en la Panaguda después de su dormición.
Συνοδεία γέροντος Ἰσαάκ Séquito del yérontas Isaac
Καλύβη Ἀναστάσεως Kalivi de la Resurrección-Anástasis
Καψάλα Kapsala
Καρυές Ἅγιον Ὄρος Kariés, Santa Montaña Athos
Traducido por Χρῆστος Χρυσούλας Jristos Jrisulas
http://www.logosortodoxo.com/ (en español, ισπανικά).
Léxico de san Paísios
- Agapi Αγάπη amor, cariño. “Ὁ θεός ἀγάπη ἐστίν Dios es agapi-amor… Porque la agapi proviene de Dios” (1 Jn 4,7-8).
La Αγάπη (agapi) cristiana en su faceta divina y como término teológico ortodoxo es la primera y superior energía increada de las energías increadas de la Jaris de Dios. Se aproxima más a la misericordia increada y perdón de Dios que enseñaba Cristo Dios. La agapi está vinculada y unida estrictamente con la libertad y la verdad. Cada una depende y se enlaza con la otra, fuera de esta interrelación ninguna es auténtica. Dicen los Santos Padres Ortodoxos: Nadie puede conocer la increada agapi como energía increada de Dios si no es a través de la energía increada Χάρις (Jaris, Gracia) del Espíritu Santo. La agapi cristiana en su faceta secular, mundana se refiere al amor desinteresado, altruista o cariño, amor al cónyuge, a los padres, a los amigos, a los jefes y trabajadores, como también a las comunidades sociales y toda la creación.
Éste es el propósito de la psicoterapia de la Iglesia Ortodoxa, el convertir, mediante la constante metania (introspección, arrepentimiento y confesión), la φιλαυτία (filaftía, egolatría) que es el creado amor interesado egocéntrico y enfermizo a uno mismo y al cuerpo y convertirla en agapi desinteresada divina e increada de Dios. Ésta comprende tres estadios: catarsis, iluminación y zéosis o glorificación. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Ascesis Áskisis Ἄσκησις, práctica, ejercicio espiritual, físico, conceptual o matemático.
En la terminología Ortodoxa se llama así la lucha continua del hombre para aplicar y cumplir los mandamientos divinos y el método que usa para corresponder a la llamada de Cristo para entrar en Su realeza increada, (Mc 8, 34 Mt 11, 12). Son tres las etapas, la catarsis del corazón, la iluminación del nus y la zéosis por la energía increada, Jaris. La áskisis es una tarea de toda la vida pero se consuma con el descanso de la apazia.
- Carisma Χάρισμα járisma viene de Jaris, es don, virtud, cualidad, talento y regalo, resultado de la divina Jaris, pero concretamente regalo del Espíritu Santo al hombre (como por ejemplo la santidad).
Los j-carismas del Espíritu Santo son muchos y distintos, algunos son nombrados por el Apóstolos Pablo: j-carisma apostólico, profético, instructivo, milagroso, sanador, perceptivo, gobernativo, interpretativo, de lenguas. (1Cor 12,28). Personas carismáticas nunca han faltado en la Iglesia, hoy también tenemos cristianos ortodoxos con el carisma de sanación, clarividencia, provisor y milagroso. Carismas adicionales del Espíritu Santo son: información interior, jará (alegría) interior, lágrimas de recogimiento, sentimientos de infinito agradecimiento a Dios, resplandecimientos del nus, etc. que muchos creyentes Cristianos concienciados y humildes, saborean y disfrutan en sus vidas de estas donaciones-jarismas. Pero el mantenimiento de ellos depende sobre todo de la humildad, decía San Marcos el Asceta: “El que tiene algún carisma y es amable y cariñoso con los que no lo tienen, con su cariño y simpatía guarda el j-carisma. El arrogante, presuntuoso y soberbio, lo perderá por sus arrogantes y orgullosos loyismí, pensamientos”.
Respecto a estos carismas-donaciones de Dios al hombre es Él quien decide a quien se las dará, sin que nosotros podamos “conquistarlas” o pedirlas a Él.
- Filótimo Φιλότιμο, esta palabra es neutro y no tiene traducción exacta, no hay palabra correspondiente en español;
Φιλότιμο Filótimo más bien y sobre todo es libre buena voluntad y buena disposición, buenas ganas para hacer o servir algo que nos piden… Parecidas palabras son: bien dispuesto, una persona con generosidad, esplendida y dadivosa, buenas ganas e indulgente con los demás, pundonor esplendido y bueno.
Según san Paísios: «Φιλότιμο filótimo, “es esencia y extracto piadoso de la bondad, es la humilde agapi abrillantada del hombre”. Entonces su corazón está lleno de gran gratitud hacia Dios y sus semejantes y por la finura-sensibilidad espiritual intenta recompensar hasta la mínima bondad y bien que le hacen los demás”. Lo que se hace más allá del deber y de la obligación, sin ser pedido, por agapi incondicional, esto es el Φιλότιμο filótimo cristiano heleno-ortodoxo». Decía el mismo Santo: “Tened φιλότιμο filótimo y no explotar, ni abusar de la bondad de los demás”. “El hombre φιλότιμο filótimo es bombardeado por bendición, en cambio el quejoso y gruñón genera miseria”.
“El corazón no se limpia con polvo de lavar la ropa, sino con φιλότιμο filótimo”.
- Gracia de Dios Χάρις τού Θεοῦ (jaris tu Zeú) (Jn 14,16,17), gracia, favor, es energía divina increada, innata e inherente riqueza de la Deidad.
Especialmente en el campo de la redención, la Jaris es en particular el don de Dios, que se derramó del sacrificio de la Cruz de Cristo, y funcionando dentro de la Iglesia, envuelve al hombre débil y pecador, lo santifica cuando colabora libre y voluntariamente y le hace conseguir la zéosis. De la palabra Jaris viene c-jarísma, don, que es regalo de Dios en todos los hombres sin excepción alguna. No se puede exigir como «recompensa» por las obras buenas. Pero se atrae especialmente con la humildad, con la metania y el corazón quebrantado (cf.1P 5. 5). La divina Jaris se da con los santos Misterios ortodoxos de nuestra Iglesia. Esencia y energía están relacionadas; no hay esencia sin energía ni energía sin esencia. San Gregorio Palamás nos dice apofáticamente «No por la esencia conocemos a Dios sino por Sus energías y de increada esencia tenemos increada energía y de la creada esencia creada energía». Los heterodoxos están muy confundidos y oscurecidos sobre éste tema. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Hisijía o hesyquía, Ἡσυχία en general es tranquilidad, serenidad, sosiego, calma, silencio, interior y exterior.
Ἡσυχία (hisijía) en la tradición ortodoxa como término ascético-teológico, principalmente es la paz del corazón y serenidad de la mente, el estado del nus en serenidad y paz sin molestias, permanencia en Dios, la liberación del corazón de los pensamientos-reflexiones (loyismí) y liberación de los pazos influenciados por el demonio o el ambiente, de manera que permanezca en Dios. Es vivencia interior y no se relaciona necesariamente con las condiciones exteriores. La hisijía es el único camino por el que el hombre llega a la zéosis, expectación y conexión de la luz increada o al como semejanza. La hisijía del cuerpo es el ayudante para llegar el hombre a la noerá (del nus) hisijía.
San Simeón el Nuevo Teólogo dice: «Hisijía es estado imperturbable del nus y del corazón, serenidad, libertad y gozo de la psique, base sin olas, contemplación de la luz, rapto del nus, homilía ilustre y clara hacia Dios, ojo vigilante sin dormir, oración noerá o del corazón, asimilación y unión con Dios y finalmente zéosis y descanso sin dolor de los grandes dolores de la ascesis».
Ierotetheo Vlajos: «Hablando sobre la nipsis ortodoxa, entendemos la alerta, atención y prontitud del hombre en mantener y tener su nus limpio de distintos loyismí e imágenes que mortifican su libertad interior y su limpieza separándole de su comunión-conexión con Dios, que consiste en la gnosis increada de Dios. Esta nipsis es calificada por los Padres de la Iglesia como “santa hisijía”. Así, pues, hisijía entendemos el método aquel que utiliza todo hombre para unirse con Dios y superar la muerte, que es uno de los mayores problemas del hombre».
- Hisijasmós Ήσυχασμός hesycasmo es el método de catarsis e iluminación del corazón y del nus humano, es la Cristocéntrica vida espiritual ortodoxa.
Con este término expresamos la totalidad de la lucha cristiana ortodoxa que trata de cumplir los mandamientos de Cristo, la lucha contra los pazos, la catarsis del corazón, la atracción de la divina Jaris (energía increada), la consecución de los dones divinos, la Iluminación espiritual y la Zéosis o glorificación , y finalmente, la oración por todo el mundo.
El método de la gnoseología supranatural en la tradición Ortodoxa se llama Hisijasmo y se identifica con la nipsis-catarsis del corazón. El hisijasmo se identifica con la Ortodoxia. El hisijasmo fuera de la praxis hisijasta es patrísticamente o de parte de los santos Padres Ortodoxos impensable.
El hisijasmo no tiene ninguna relación con el pietismo (exterior) sino todo lo contrario. El pietismo ha sido desarrollado por los protestantes que trata de praxis exteriores, que no tienen nada de ver con lo interior. En la Ortodoxia hablamos de movimiento del como imagen al como semejanza y unión con Dios por la increada energía jaris, los misterios y la ascesis.
San Isaac el Sirio: En la vida Hisijasta se practica principalmente la oración noerá o del corazón o de Jesús (el centro de las fuerzas psicosomáticas del hombre): «Jesús Cristo Kirie-Señor, eleisón me, compadécete, ten misericordia o compasión de mi, que soy pecador».
Ἡσυχασμός (hisijasmós) hesycasmo: forma de vida de los Monjes anacoretas, que buscaban a conectar y comunicarse con el Dios a través del aislamiento, la hisijía y el silencio. El hisijasmo poco a poco se hizo un movimiento espiritual que consiste en autoconcentración, en el recogimiento, la nipsis y la oración incesante, principalmente la oración del corazón o la invocación del nombre de Jesús: «Κύριε Ιησού Χριστέ, Υιέ του Θεού, ελέησόν με. Kirie Jesús Cristo Hijo de Dios, eleisón me».
- Iluminación del nus o del espíritu humano. Φωτισμός τού (tú) νοῦ (nú)
Es la segunda etapa de la vida espiritual, después de la catarsis del corazón. En esta etapa el nus ya ha expulsado los apasionados loyismí, y se hace templo del Espíritu Santo, tal y como estaba antes de la caída lleno de energía increada Jaris, y adquiere plegaria incesante por la memoria de Dios. Por eso la iluminación del nus se enlaza estrechamente con la oración noerá del corazón o de Jesús.
- Κάθαρσις (kázarsis) catarsis, literalmente sanación, terapia, curación, limpieza, purgación, purificación, se refiere principalmente a la psique.
En la Iglesia Ortodoxa se entiende principalmente como metania y terapia “psicoterapia” del hombre, que se realiza con la energía (increada) del Espíritu Santo y la sinergia y libertad del mismo hombre. En la teología ortodoxa este término conecta con la sanación (psicoterapia) y metamorfosis, transformación o conversión continua de las fuerzas psicosomáticas del hombre, de manera que funcionen natural y supranaturalmente, y la liberación de la psique y el cuerpo de la conducta mundana (pecaminosa y viciosa) y carnal. En la teología Patrística helénica sirve para expresar tres estados. El primero es la expulsión del corazón de todo lo que no es natural, de los tentadores y malos astutos loyismí y de los malos deseos, ilusiones, codicias, ansias: la transformación y conversión de los pazos, con el cultivo y familiarización con las virtudes, expuestos en el lugar adecuado a la presencia de Dios. Este es el primer estadio de la vida espiritual que se llama catártico o catarsis del corazón. El segundo es la lucha askítica (ascética, práctica) que opera en los aspectos “naturales y sobrenaturales” del funcionamiento de las tres fuerzas de la psique: logística, anhelante e irascible (o emocional); o sea su giro en dirección hacia Dios. El tercero es la manera ascética, práctica con la que el hombre llega desde el amor-agapi interesado al amor-agapi desinteresado. La catarsis es para toda la vida, hasta para los que llegaron a la zéosis y también los santos porque no son infalibles. Este carácter terapéutico de la catarsis, lo encontramos en los santos Cánones de la Iglesia que fueron instituidos por los Sínodos Locales y los Ecuménicos.
Hay clara diferencia entre la catarsis que funciona en distintos sectores de la vida social, y de la catarsis que funciona dentro en el “espacio” de la Iglesia. Según el significado humanocéntrico, catarsis es la expulsión y alejamiento de un miembro de un consejo o gobierno, de un partido político o de una organización. Aunque la mayoría de los españoles la traducen como purificación, no lo voy a utilizar este término, porque parece que la catarsis sea como algo mágico. Además, purificación traducido en griego es agnisis o agnismós no catarsis.
- “Kirie eleison” «Κύριε, ἐλέησον» es la oración más corta, condesada y concisa que lo dice todo.
El “Kirie eléison” hace milagros. «Κύριε, ἐλέησον Kirie eléison» es una calificación, petición general de cada necesidad mía, de cada caso mío, de lo que me pasa y de lo que quiero y como no sé lo que voy a pedir, entonces digo a Dios, eleisón me” o “kirie eléison”, y Él sabe lo que me va a dar. Eléison ἐλέησον significa ten compasión, caridad, misericordia, clemencia, sanación, ayuda, alivio, consuelo, socorro… No tiene nada que ver con piedad que muchos lo traducen en castellano. Piedad en griego es ευσέβια (efsevia) de aquí viene el nombre Eusebio, piadoso en castellano o latín.
- Loyismós Λογισμós/οί singular y loyismí en plural.
En los escritos patrísticos, se llaman los pensamientos simples o compuestos, unidos con la fantasía, razonamientos, meditaciones, reflexiones, concepciones, ideas o las tendencias conscientes e inconscientes de la psique, o vivencias enteras (donde actúan todas las fuerzas de la psique: nus, diania mente o cerebro, corazón, conciencia y voluntad. En el último de los casos tenemos la forma total de los loyismí. Éstos conectan con imágenes y con varios estímulos, que provienen de los sentidos físicos y la fantasía. Sobre todo existen los loyismí pecaminosos (avaricia, gula, ira, vanidad, soberbia, pereza, lamentación, lujuria). Mediante estos, los loyismí entran en la psique y activan los pazos mediante el siguiente proceso: choque o asalto del nus y el loyismós; conversación del nus con él; aceptación por la psique; cautiverio de la psique por el loyismós; deseo, ansia y caída en el pecado o en el pazos.
- Logos Λόγος Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ Λόγος… (En arjí in o logos). En el principio el Logos era, es y será eterna e infinitamente; y el Logos existía con Dios y está en Dios; y Dios era y es el Logos (Jn 1,1).
Los Sabios Santos Padres Helénicos Ortodoxos y todos los Helenos, según el contexto en general cuando el término está escrito con la “L” mayúscula aludimos a Cristo. “Logos” significa el desarrollo del pensamiento expresado con la voz propia del lenguaje, y también causa, razón, motivo, relato, opinión, dicho, discurso, expresión, tratado. Del logos provienen la lógica y los λογισμοί (loyismí) del verbo λέγω (lego); “digo”, “hablo”, “expreso” y también λέξιs (lexis); “palabra”, que poco tendrían que ver con el “logos” y que tan mal se ha traducido en Occidente,: es vergonzoso, cuando traducen ”todo se hizo por Ella” (Jn 1,3) “sin Ella nada se hizo, de todo de lo que está hecho”, es decir, llaman Ella al Logos de Dios, a Cristo.
Tenemos el Logos no encarnado en el A. Testamento y el Logos encarnado en la persona de Jesús Cristo en el N. Testamento. Por ejemplo, dicen los sabios padres: «Y dijo el (Logos) Dios: «Haya luz» (Gén 1,3), «Y dijo el (Logos) Dios: Hagamos al hombre a imagen y semejanza» Gén 1,26). Este “hágase la luz” es y proviene del Logos de Dios; y “hagamos” en plural se refiere a las tres personas de la Santa Trinidad que el Logos nace del Padre y el Espíritu procede del Padre, es decir, se refiere a imagen y semejanza del Logos que más tarde se haría hombre, aquí también es el Logos Dios. «Y el Logos se hizo hombre de manera sobrenatural y plantó su tienda o acampó entre nosotros y nosotros hemos contemplado su δόξα (doxa gloria, luz increada) como unigénito de la misma naturaleza del Padre, pleno de Χάρις (Jaris, Gracia energía increada) y de Verdad» (Jn, 1,14) y «Todo fue hecho por el Logos y sin Él no se hizo nada de todo lo creado» (Jn 1,3). Por lo tanto la Biblia por sí misma no es el Logos de Dios; es “logos” sobre el Logos de Dios. Precede la Apocálipsis (revelación) después el registro o descripción de ella, la letra y la Biblia.
En la Iglesia Ortodoxa, Santa, Apostólica y Católica (no confundir “Católica” con el sentido que le da el romanocatolicismo del César papa), el “Logos” es la Segunda Persona e Hipóstasis de la Santa Trinidad. Logos es la Sabiduría de Dios del A.T. y el nus divino que rige todo de los filósofos Helenos. Es Providencia Divina en la que se concibió toda la creación; así tenemos el Dios Trinitario: Nus, Logos, Pnevma, (Νοῦς, Λόγος, Πνεῦμα), “Nus, Logos, Espíritu” sin principio ni fin, inseparables e increados, el Cual creó al hombre dotado de libre voluntad, como imagen y semejanza del encarnado Logos Cristo, el Zeántropos (Dios-hombre), confiriéndole de nus, logos, pnevma, (νοῦς, λόγος, πνεῦμα), “nus, logos y espíritu” semejante a Él. La psique espiritual del hombre se compone de nus y logos y son inseparables.
El Logos, como principio cósmico unificador, contiene todos los logos (los principios, las esencias interiores, los pensamientos de Dios) con los cuales se crean y desarrollan todas las cosas en el tiempo y el espacio, más las formas que son dadas, conforme con las cuales cada objeto contiene los principios de su propio desarrollo. Estos son los logos contenidos en el Logos, y aparecen en distintas formas en el universo creado, constituyendo la segunda etapa en la contemplación del universo. En el Evangelio de San Juan empieza con un himno (Jn 1.1-5.9-12.14.16), el cual, combinando representaciones que se habían transformado del pensamiento judaico con términos filosóficos helénicos de la época, proclama la gloria y la obra sanadora y salvadora de Jesús como «Logos de Dios». Con base al acontecimiento de la encarnación o hacerse hombre (1,14), se aclara totalmente en el Evangelio de San Juan el carácter personal del Logos, el cual preexistía en Dios (1,12. 10,30), todo se hizo por Él (1,2). Al contrario que el pensamiento de aquella época, en lo que se refiere al himno, las representaciones y los términos recalcan que el «Logos», que se humanizó en Jesús, no es una creación, ya sea la primera y mejor, sino el mismo Dios (1,2), que se hizo realmente hombre.
- Metania Μετάνοια del verbo μετά-νοώ, metá=después, con, y noó= concibo, percibo con el nus como energía y con el corazón como esencia.
Quiere decir giro del nus y metanús, introspección y conversión de la conducta y mentalidad del hombre y sobre todo giro, cambio de actitud de la vida en pecado y en el mal por la vida en Cristo. La metania en la Tradición Ortodoxa no proviene de una percepción psicológica de culpabilidad, sino de la apocálipsis (revelación) de la deformación de la psique y esta apocálipsis se manifiesta por la energía increada de la divina Luz en el corazón psicosomático del hombre. El nuevo Testamento empieza y acaba con la metania (Mt 3,2 Lc 24,47)
Metania se llama también uno de los Misterios de nuestra Iglesia Ortodoxa, con el cual se facilita la absolución y perdón de los pecados, aceptación, confesión, arrepentimiento, rectificación y terapia, sanación. También se llama así a un gesto reverente que se acostumbra hacer en la veneración Ortodoxa. Hay dos metanias-genuflexiones distintas: una es un simple movimiento de la cabeza hacia abajo y otra grande reverencial, arrodillándose. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Misterio Μυστήριο (mistirio), , sacramento y vida mistiríaca. La palabra helénica misterio significa “iniciación”, “secreto” y “revelación y secreto”.
El Cristianismo heredó este concepto y por extensión es “apocálipsis-revelación de Dios”. «Y conozco al tal hombre, si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios los sabe, que fue arrebatado al paraíso, donde escuchó logos, verbos inefables, que no le es dado al hombre expresar» (2ªCor 12,3-4).
Los Misterios son a la vez símbolo y Misterio. Mientras que el misterio permanece oculto en los rituales o cultos ortodoxos, está en el nivel de lo simbólico e iconográfico. Pero cuando es recibido y la jaris (increada energía) energiza, opera entonces los Misterios revelan las cosas que están detrás del “velo”. Misterio lleva doble significado, es decir, de algo que está oculto y se revela y a la vez es enigma y apocálipsis-revelación.
Pero dentro de la Iglesia los misterios son interminables. Porque dentro de ella todas las cosas liturgizan, funcionan de una manera misteriosa o mística, para que revelen la realeza de Dios. La terapia ascética conecta y se asocia inseparablemente con los Misterios de la Iglesia. Se trata de la catarsis (sanación), la iluminación y la zéosis o glorificación, que encontramos en toda la enseñanza patrística de la Iglesia. Es difícil para uno creer en la vida Mistiríaca de la Iglesia, si antes no entiende primero qué significa la palabra “Misterio”. Misterio es algo que vemos que se celebra o realiza, pero es difícil para el espíritu y mente humana entender cómo se celebra. Si comprendiésemos el modo de realización del Misterio entonces no sería Misterio, sino una praxis-acción acostumbrada de la vida diaria.
Por ejemplo: decimos que el Dios es Trinitario. Os pregunto: ¿quién de nosotros entiende el Misterio de la Santa Trinidad? ¡Tres Personas dentro de una esencia! Este Misterio juzgado o razonado por la lógica humana es paradójico. Pero si uno lo ve con la dimensión de la Fe, entonces entiende que no es paradójico, sino supralógico. Quién puede entender, qué es Dios. Es decir, ¿cuál es la esencia de Dios? ¡NADIE! Y a pesar de eso, creemos en Dios. No porque lo entendemos, sino porque sentimos místicamente Su presencia y saboreamos con el corazón Su agapi (amor como energía increada). Es decir, podemos entender las increadas energías de Dios, pero no Su Esencia, tal como, muy bien, han teologizado los grandes Padres de la Iglesia Ortodoxa.
Lo mismo ocurre también con todos los temas de la fe que superan las leyes naturales. Los “vemos sin verlos”, “los conocemos sin comprenderlos”, porque todos están enrollados dentro del “divino gnofos”, (san Gregorio de Nicea). (Gnofos, luz que supera toda luz”. Los vivimos y participamos de ellos sólo con la fuerza de la Fe. Si insistimos en creer sólo a lo que entendemos con nuestra lógica limitada, estrechamos inimaginablemente nuestro horizonte espiritual y finalmente no podemos ser Cristianos. El humilde que confía en Dios más que en su lógica, con la jaris (gracia, energía increada) de Dios puede entender los Misterios de la Iglesia. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Nipsis Νήψηs Sobriedad, su principal interpretación es sobriedad, o sea, el estado aquel que es contrario a la embriaguez.
Metafóricamente en el lenguaje y escritura ortodoxos, es la sobriedad espiritual, lucidez, vigilancia y alerta que se expresa por la actitud del cuidado y la vigilancia, donde el hombre inspecciona y cuida su pensamiento interior y su fantasía o imaginación. A la vez supone inspección y vigilancia del corazón y del nus. La nipsis depura la oración y la oración purifica, clarifica la nipsis.
San Hisíjio en la Filocalía nos describe algunos métodos de la nipsis: 1) Un método de nipsis es examinar frecuente y atentamente la fantasía del malo y astuto loyismós; es decir, el “ataque o asalto”, porque el satanás sin la fantasía no puede crear loyismí y presentarlos al nus para engañarlo. 2) Otro método es mantener el corazón siempre en profundo silencio e hisijía, alejado de todo loyismós, y orar. 3) Otro método es rogar, suplicar continuamente al Señor Jesús Cristo con humildad para que venga en nuestra ayuda. 4) Otro método es tener ininterrumpido el recuerdo de la muerte. 5) Sobre el importante método que consiste en mirar sólo al cielo considerando a la tierra como nada, que es también una práctica tan eficaz como otras, hablaré al respecto más extensamente en otro momento. Todas estas prácticas, querido mío, son como porteros terribles que impiden los pensamientos malignos y viles.
Metropolita Ieroteo Vlajos: «Hablando sobre la nipsis ortodoxa entendemos la alerta y atención del hombre en mantener limpio su nus de varios loyismí (pensamientos, reflexiones) e imágenes, fantasías que mortifican su libertad interior y su claridad, limpieza y le separan de la comunión con Dios que consiste en la gnosis (conocimiento increado) de Dios. En el corazón se debe de encontrar sólo el nus, la atención y su energía y no los loyismí. Esta nipsis es llamada por los Padres de la Iglesia también como “santa hisijía” o santa serenidad o serenidad cardíaca (del corazón psicosomático)».
La nipsis es el camino para la adquisición de cada virtud y los mandamientos-logos de Dios.
- Nus Νοῦς o νοερά ενέργεια noerá energía, términos que los usan los Padres con varios significados; no se debe confundir con la diania (mente, intelecto, cerebro).
Es el espíritu del hombre o nus como energía espiritual humana siendo el corazón como esencia, es el ojo de la psique (alma). Los santos Padres helénicos lo llaman nus o noerá energía para no confundir con la energía espiritual increada Jaris, gracia del Espíritu Santo. Cuando el nus queda preso o apegado en la diania por un loyismós, pensamiento, reflexión y en la fantasía o imaginación es cuando viene nuestra caída y el nus tiene que estar en alerta, vigilante y sobrio para impedir la entrada en la psique de los malos loyismí, y no caer en esta trampa. El nus constituye la fuerza y energía más alta del hombre es el «principal ojo” de la psique. El estado natural del nus, en el hombre creado por Dios, es la permanencia mediante la oración y la alabanza en la memoria de Dios, más la expulsión de los loyismí del corazón. Porque esta es exactamente la práctica ascética ortodoxa, el regreso y estancia del nus o su energía en el interior del corazón, este nus por causa de la caída del hombre se pierde, se esclaviza y se convierte en idólatra o se autodeifica y alaba sus propias creaciones en vez de agradecer y alabar a Dios.
- Vlajos: “Νοῦς nus, en la enseñanza patrística el término se utiliza diversamente. Unas veces el término lo usan para mostrar la psique (alma), otras el corazón psicosomático o el espíritu del corazón de la psique y otras una energía de la psique. Pero principalmente nus es el ojo de la psique, la parte más pura, es la finísima atención. Se llama también energía noerá (espiritual humana) y su esencia es el corazón, está en todo el cuerpo principalmente en el cerebro, pero no se identifica con la energía racional del cerebro, ni con la emocional sentimental, sino que contiene todas las energías”. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Oración noerá o del corazón o de Jesús Νοερά προσευχή (noerá prosefjí).
Es la oración que se hace con el nus (el espíritu humano, o la energía noerá ) en el corazón. Cuando el nus ha sido liberado de su esclavitud a la lógica intelectual, de los pazos, pasiones y del mundo que le rodea y regresa desde su dispersión al interior del corazón, entonces se hace la oración del corazón o noerá . Así la noerá oración del corazón se hace con el nus dentro del corazón, en cambio la oración lógica se hace con la lógica de la diania mente o intelecto. Generalmente los Padres se refieren a la monologa oración “Jesús Cristo hijo de Dios eleisón me (compadécete de mí o ten caridad o alíviame o ten misericordia de mi) que soy un pecador“. Se llama también la oración de Jesús y es el mayor y mejor psicofármaco, una bomba atómica increada, y a nosotros nos ilumina y al diablo le quema, dicen los santos Padres.
- Pazos Πάθος, padecimiento, pasión, emoción, hábito, mala costumbre, vicio, patología también fervor, manía u obsesión según el contexto.
En la terminología patrística se llama así a todo movimiento anormal, en el sentido de no natural, de las fuerzas y energías de la psique. Pazos son fuerzas que con su energía de la voluntad han tomado el camino equivocado. Todos los pazos que nacen de algún pecado que se repite, y así se consolida en la psique una tendencia pecadora o apego/adictiva, que con el tiempo llega a ser una segunda «naturaleza», influyendo en los pensamientos y decisiones, dominando la voluntad y sellando toda su “psicosíntesis”. Es preferible reeducarlos, convertirlos y sanarlos, que oprimirlos o reprimirlos y así finalmente se usarán de forma fructífera y no negativa. Los santos sabios Padres distinguen entre los pazos los nobles, decentes y los indecentes. Pazos decentes son el hambre, la sed… Y los indecentes los ocho pazos capitales: 1) Gula, la tiranía y el dominio de la panza referente a la comida, bebida y sus ansiedades. 2) Lujuria manía sexual y prostitución. 3) Avaricia, el deseo, ansia, codicia de acaparar riquezas. 4) Ira (rencor, odio, resentimiento). 5) Acedia o pereza desgano por obrar trabajo, ascesis físico o espiritual. 6) Pena, tristeza, aflicción o depresión. 7) Soberbia, orgullo. 8) Vanagloria el deseo de alto honor, alabanza y gloria mundana. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Psique Ψυχή psijí alma, ánima, el término viene desde la antigüedad y se usa con excepciones más o menos igualmente hasta hoy.
En el Nuevo Testamento y en los santos Padres, se usa a menudo en vez de la palabra άνθρωπος anzropos, ser humano, hombre, (Rom.13,1). A veces en la Sagrada Escritura significa simplemente la vida. (Mt 2,20. Jn 10,11. Rom 16,4). Pero psique se dice sobre todo del elemento espiritual, no material de nuestra existencia (Mt 10,28); Es la base substancial que vivifica el cuerpo. Es un componente de las dos partes de nuestra naturaleza; el otro es el soma, cuerpo. El cuerpo no contiene la psique sino que la psique contiene y conjunta al cuerpo. La prueba está en que cuando la psique sale del cuerpo este se convierte en cadáver y se disuelve. Los hombres tienen psique con esencia y energía, por eso tienen nus, logos (lógica) y espíritu, el cual espíritu, es la increada energía Jaris que vivifica psique y el cuerpo conjuntado; nus y logos están unidos e inseparables de la psique después de la muerte física; los animales tienen psique por energía, por eso no tienen nus y logos (lógica) como la humana que se crea de la energía increada hiperlógica suprema de Dios Logos increado en Espíritu Santo procedente del Padre, por tanto a imagen y semejanza del Θεάνθρωπος zeánzropos Dios-Hombre, el Cristo . (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Lexis apocalípticas” al blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Realeza de Dios/de los cielos, Βασιλεία τοῦ Θεοῦ/τῶν ουρανῶν (vasilía tu Zeú/ton uranón) el nombre Reino (βασίλειο vasilio) no está en ninguno de los textos originales Helénicos del Nuevo Testamento.
Si bien “Reino” en castellano también tiene el significado de «nuevo estado de cosas en que rige la voluntad de Dios», no es el significado habitual de la palabra (territorio o conjunto de personas que lo gobiernan); por lo cual ponemos realeza que es la más cercana a la teología helénica original. Realeza (cualidad, atributo) es el elemento básico de las enseñanzas de Jesús y el tema central de los libros del Nuevo Testamento, donde, con esta expresión, se manifiesta una nueva época que se inaugura con la obra de Cristo y en la cual domina, en vez de odio agapi-amor; en vez de la oscuridad tinieblas, la luz; en vez de la incredulidad, la luz increada de la fe; en vez de la desesperación, la esperanza. La nueva época con la realeza se anuncia ya como actual presente, pero también esperada por completo en el futuro con la Segunda Presencia venida de Cristo. La realeza increada de Dios es el predominio entero de la energía increada de la voluntad de Dios en la vida de los hombres, tanto en la personal «la realeza de los cielos está dentro de vosotros» (Luc 17,21), como en la vida social «que venga tu realeza en nosotros, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6,10). La realeza de Dios, como realidad terrenal del presente, se materializa en las personas por la vida santa de los cristianos, «los hijos de la realeza” (Mt 8,12), y entonces coincide con la institución de la Iglesia. Realeza de Dios es el Paraíso, la comunión del hombre con Dios. Esta Realeza la vivimos desde ahora como noviazgo, en cambio entonces la viviremos como boda. La Realeza de Dios no tiene fin. Es eterna, increada e interminable. Nada tiene que ver con reino, porque este término manifiesta un estado creado. En cambio la Realeza increada manifiesta un estado interior y exterior de estar y de ser con la energía increada Jaris (gracia) y con la Doxa-gloria, luz increada. Muchas veces según el contexto en la teología ortodoxa jaris (gracia, energía increada), doxa (gloria, luz increada) y realeza son sinónimas.
San Máximo el Confesor en la Filocalía nos dice que la realeza (increada) es el Espíritu Santo de Quien percibimos su increada energía Jaris y la zeoría (expectación) de la increada Luz, la cual hemos perdido por la desobediencia a Dios. Porque, el nombre de Dios y Padre en hipostasis (base substancial) es el Hijo Unigénito, y la realeza de Dios y Padre en hipostasis es el Espíritu Santo procedente del Padre. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
- Skiti Σκήτη plural skites es una comunidad de pequeñas comunidades organizadas de monjes y ermitaños bajo el mandato de un monasterio, a los que se les permite la práctica de su culto de forma aislada pero aportándoles cierta ayuda y seguridad.
En el centro de la Skiti normalmente consta de un área común de culto el «Κυριακό kiriakó» templo principal y alrededor de este están construidas varias kalivis casetas o chozas para un pequeño número de monjes o monjas. Hoy día este tipo de asceterios se puede encontrar, por su mayor parte, en la Iglesia Οrtodoxa y sobre todo en la Santa Montaña Athos.
La administración de Skete se lleva a cabo por el llamado “Justo”, que generalmente se elige cada año el 8 de mayo por los » ancianos » de Skiti con la ayuda de 2 o 4 consejeros, la mitad de los cuales proviene de Skiti y la otra mitad de Monasterio dominante al que pertenece Skiti.
Los monjes establecidos allí se llaman skitas y también se ocupan de la agricultura y la ganadería, así como de la hagiografía o iconografía, talla de madera, música, etc. En Grecia, las Skites más importantes son las Atonitas.
En la tradición temprana del cristianismo, las skites eran una forma de vida monástica, siendo el puente entre el movimiento cenobítico (comunidad de monjes o monjas viviendo juntos) y los anacoretas (ermitaños viviendo en soledad). En los inicios de la Iglesia, a medida que el ascetismo se iba desarrollando, los hombres y mujeres que deseaban ser ermitaños, primero debían pasar por una skiti como preparación.
- Xenitía Ξενιτεία, el término se podría traducir como «alejamiento, exilio, emigración, ir al extranjero” en general, pero en la vida monástica el término indica “alejamiento, exilio,” libre y voluntario.
Indica, como la hisijía, tanto una actitud interior como una exterior. Es, antes que nada, una actitud interior de alejamiento, que tiende a mantenernos ajenos, peregrinos y exiliados (cf. 1 Pe 2:11), en camino hacia la Ciudad celeste, puesto que nuestra ciudadanía está en los cielos (Flp 3:20). En este sentido, la xenitía se manifiesta con humildad, rechazando toda curiosidad, no interfiriendo en lo que no nos concierne, dejando de lado todo juicio y evaluando cada cosa en continua referencia con la eternidad, la incertidumbre del mañana, la hora desconocida de nuestra muerte. Pero la xenitía ha sido también definida en un sentido amplio, dentro de la vida monástica, como una elección material de vida, en un país extranjero, para vivir a fondo, en la carne y en la cotidiana percepción, aun psicológica, ese desgarro que es antológicamente propio en todo cristiano, desde el momento en que el bautismo lo ha convertido en un extranjero en el mundo, un sin patria, tendiendo a esa Ciudad bien fundada que está en los Cielos (cf., Hb 11:10).
- Yérontas Γέροντας, monje que se ha terapiado, sanado o está sanándose con la Jaris la energía increada Gracia de Dios, y ayuda a sus obedientes a sanarse, para que pasen de la catarsis del corazón a la iluminación del nus y la zéosis o glorificación.
- Zéosis Θέωσις –glorificación, es la participación, conexión, comunión y unión de la energía increada Jaris (gracia) con el hombre, permitiéndonos con ello tomar parte en la vida y la doxa- gloria luz increada de Dios en relación con Sus energías increadas.
Es sabido que el término zéosis es patrístico, san Dionisio el Areopagita es de los primeros Padres que lo utiliza y lo han utilizado los Padres para interpretar los términos hagiográficos: perfección, santidad, “como semejanza”, hijos de la luz o hijo de la realeza increada de Dios. San Thalasio en la Filocalía escribe que: “zeosis es la gnosis de la Santa y Consubstancial Trinidad”. La zéosis constituye esencialmente la consumación del «como semejanza», el cumplimiento del propósito, la finalidad del objetivo y destino de los hombres, los cuales hemos sido llamados a convertirnos y hacernos «partícipes de divina naturaleza» (2ª Pedro 1,4). La fuerza de la energía de la zéosis que perdió el hombre por el pecado de los primeros en ser creados, se obtiene otra vez con la encarnación de Cristo; San Marcos en Asceta nos explica: “El Logos se convirtió en sarx cuerpo-carne para que la sarx se convierta en Logos” y San Máximo el Confesor: “Por eso el Logos de Dios se hace hombre de verdad, para que con la increada energía Jaris podamos metamorfosearnos, convertirnos y hacernos dioses/as”. San Basilio el Grande dice que: Θέωσις Zéosis no es “θεοποίησις (zepíisis) “deificación” como es traducido por muchos. “Deificación” se identifica con el acto que hace el hombre por su propia cuenta para edificarse en Dios. En cambio, en la Zéosis, el hombre se prepara y Dios actúa, opera por la Jaris energía increada, es decir, es un regalo de Dios, el acto lo hace Él no el hombre.
Se sugiere leer el https://www.logosortodoxo.com/uncategorized/alfa%cf%89mega-gran-lexico-ortodoxo-helenico-espanol/
Traducido or la Doxa y la Jaris de CristoDios-Hombre, Χρῆστος Χρυσούλας (Jristos Jrisulas) www.logosortodoxo.com, heleno-griego nativo, criado con la lengua del Nuevo Testamento y la Santa Parádosi-Tradición.`
Copyright © Santo Hisijastirion san Juan el Precursor
63088 Metamorfosis Halkidikí
Disposición central y exclusiva al Monasterio, Tel: 0030/2375061592 y 0030/2375061103. Fax: 0030/2375061103