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Feb 09 2014

La sinergía de la voluntad divina y la humana

377152-92

 

Yérontas Sofronio, el teólogo de la luz increada

Sumarios de congreso científico internacional, Atenas, (19-21 Octumbre 2007)

Es un honor excepcional para mí, el que se me haya propuesto participar como conferenciante en este Congreso Científico Ortodoxo. He venido con un gran interés para escuchar aquellos que conocieron personalmente al Yérontas Sofronio y especialmente a los que vivieron con Él como hijos espirituales.

En mi introducción me ocuparé selectivamente de determinados conceptos y significados de los textos del bienaventurado Yérontas, sin querer reivindicar el auténtico acercamiento interpretativo de la obra del autor, puesto que no tuve la bendición de conocerle personalmente y hablar con él sobre algunos puntos de sus textos de difícil compresión.

La sinergia de la voluntad divina y la humana concierne íntegra y determinantemente a la salvación y la zéosis* (glorificación) carismática del hombre. Constituye la enseñanza dogmática de la Iglesia, que se cimienta en el dogma Cristológico, es decir, en la verdad de la humanización del Logos* de Dios. La sinergia es completamente la manera indispensable, insustituible y práctica con la que el hombre adquiere su acceso activo a la misma vida increada del Dios Trinitario. Es el principio fundamental y determinante de la santidad de todos los santos.

Con la sinergia, la relación de dependencia del hombre con Dios, se convierte en una acción voluntaria, mientras simultáneamente la persona humana se dignifica colaborando con su principio hipostático (substancial). Con la sinergia el hombre no sólo no se autonomita, sino que vive empíricamente su ser en Cristo y no repite más el pecado original en su vida personal.

La consideración Ortodoxa de la sinergia presupone la conducta y actitud correcta del hombre para su sanación y salvación. Y la conducta correcta es por excelencia la humilde. Esto se concreta realmente en el auto-conocimiento del hombre, porque él solo no puede conseguir el propósito que le ha puesto Dios creándole como imagen y semejanza de Él.

El creyente tiene energizada, activada en su interior la presencia continua de la energía increada Jaris (Gracia) deificante sólo con su libre correspondencia a la llamada amorosa de Dios para cumplir su voluntad. En esto consiste generalmente la estimación Ortodoxa de la sinergia para nuestra salvación.

El misterio de la sanación y salvación es obra de la voluntad del Dios Trinitario, que se realiza y es proporcionado como regalo exclusivamente por la deificante Jaris increada dentro de la Iglesia Ortodoxa.

Su familiarización, apropiación y sobre todo, su vivencia en todos los aspectos y sentidos presupone en todo caso la continua sinergia de la voluntad humana. Dios no puede salvar al hombre sin su participación, observa epigramáticamente el padre Sofronio. (Lucha para la Teognosía, pág. 331).

Del hombre depende “cuanto abrirá la puerta de su corazón para que sea introducido sin violencia el Señor”. (Sobre oración, pág. 168). El Señor nunca viola la voluntad del hombre, pero a Dios nadie puede obligarle a lo que sea. (Sobre Oración, pág. 168).

Dios no se introducirá en nuestros corazones, si no estamos dispuestos a abrirle la entrada (Apoc. 3,20). Cuando más abrimos la puerta, tanta más abundancia de luz increada llena nuestro ser interior. (Sobre oración, pág. 102.) Esto significa que Dios respeta la libertad del hombre que es el principio básico de su creación como imagen (icona). Respeta la posibilidad de la autodeterminación del hombre (6) (Su vida mi vida, pág, 92).

Hemos sido creados por Dios “como imagen” suya para vivir “como semejanza” suya (8), es decir, para nuestra zéosis o glorificación final, nuestra participación en la plenitud de la vida divina (9). Nuestras relaciones con Dios conllevan exclusivamente carácter personal y se cimientan sobre los principios de la libertad (10).

El hombre, dice el Yérontas Sofronio, no lleva por definición en su interior la vida eterna. “Ella le es dada por Dios. Es donación de la divina Jaris increada. La obra de la salvación se consuma con la Jaris increada de Dios, pero en todo caso también con la coparticipación de la libre voluntad y preferencia del hombre” 12.

Pero cuando la donación anterior salvadora de la vida increada está inactivada en nuestro interior, a causa de nuestra vida pecaminosa, se necesita mucho esfuerzo humano para reenergizarla, reactivarla.

En este caso los esfuerzos humanos, cuales quiera que sean, son caracterizados por el nuevo teólogo de la luz increada (se refiere al p. Sofronio) como  “cero, comparados con las donaciones de lo alto” (13). Y esto, según nuestra opinión, es porque los intentos del hombre son creados, en cambio la donación de Dios es increada.

La auténtica vida cristiana se cimienta en la identificación de las dos voluntades: la divina, eternamente imperturbable, y la humana, que está sometida en oscilaciones. Dios se revela a sí mismo de muchas maneras al hombre. Cuando aceptamos amorosamente su acercamiento a nosotros, entonces visita a menudo la psique con humildad y afabilidad.

La psique viendo a Cristo en la luz increada de su agapi (amor, energía increada) es atraída por él. Entonces no puede ni quiere resistir a esta atracción, (14). “La Jaris-Gracia increada de Dios, no reduce la libertad” nos dirá San Siluán el Athonita “sino que sólo sinergiza, coopera con el cumplimiento de los mandamientos de Dios, (15).

La sinergia del hombre consiste en la entrega voluntaria y agapítica (amorosa) de su voluntad a la voluntad de Dios, según el prototipo o modelo de la Zeotocos (Madre de Dios), la que correspondiendo a la llamada de Dios para que sirviese a su voluntad, dijo: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según lo dicho por ti o según tu voluntad”  (Luc. 1,38)

Durante el proceso de la sinergia “el lugar principal, en cualquier caso, pertenece a la divina Jaris” (17). Primero siempre energiza Dios revelándosenos sin violencia y con orden (18). Cuando Dios se revela, “espera”  que el hombre le conteste correctamente y que quiera hacerse a semejanza él.

De esta contestación depende la vida entera y la salvación del hombre. Dios nos llama a un cambio radical de nuestra vida. Y este cambio no se consigue de otra manera sino con la fusión de nuestro candente anhelo con la energía increada candente del fuego celeste que ablanda nuestro corazón. A continuación el corazón blandecido es martilleado con golpes de martillo fuerte (20).

Concretamente, antes de que el hombre llegue al estado espiritual de la enseñanza en Cristo, de modo que coopere libremente con el cumplimiento amoroso de la voluntad del Dios Trinitario, es atraído primero por la agapi (amor, energía increada) de Dios Padre hacia las huellas de Cristo. Esta agapi increada de Dios es vivida por el hombre al principio como divino y doloroso auto-odio.

En este caso el hombre se odia a sí mismo, porque ve que existencialmente está cautivo de sus pazos e incapaz de seguir a Cristo a causa de su egoísmo.

Esta concienciación conduce al hombre a la metania profunda (introspección, arrepentimiento y confesión), que es la condición indispensable para participar en la plenitud de la vida de Dios22. Cuando en el hombre domine y reine su repugnancia hacia el mal que tiene en su interior, entonces estará sediento y hambriento para el “como semejanza de Dios” con divina humildad

Además, en esta espera se encuentra la semilla de la santidad23. La buena preferencia de la voluntad del hombre se manifiesta exactamente en este anhelo por la libertad de la horrible esclavitud, y se expresa en la práctica con la fuerza de la resistencia al pecado y la búsqueda y petición de la ayuda divina24.

La sinergia es un procedimiento continuo y está contenida en todos los niveles de la escalera espiritual del hombre.  El caso de las aflicciones voluntarias crea condiciones excepcionales de sinergia de la independencia humana con la divina Jaris increada.

Por esto rotundamente dirá el Yérontas Sofronio: “Corazón que no ha sido destruido por las heridas de las aflicciones y no se ha hecho humilde hasta el final de cualquier clase de necesidad (espiritual y física, corporal), no es capaz de recibir la divina Jaris increada.

¿Pero tiene el hombre las condiciones ontológicas (existenciales) depositadas en su naturaleza para una auténtica cooperación con Dios Trinitario, de modo que pueda concebir y cumplir su voluntad y estar familiarizándose con su increada y eterna vida?

El Yérontas Sofronio nos dirá que “el creado hombre, como no tiene la eterna vida divina en su existencia creada, no puede vivir con sus fuerzas naturales de acuerdo con los mandamientos de Dios. Pero tiene la cualidad de tender hacia el Bien, la eternidad y hacia Dios. Pero esta persecución suya quedaría irrealizable, sí no colaborara (sinergizara) la divina increada Jaris (Gracia), que por otra parte es la que se está buscando26.

Del hombre se pide mostrar la máxima diligencia posible para el cumplimiento de la voluntad de Dios, que expresan sus mandamientos. Pero la plena y perfecta correspondencia a estos no puede ser hazaña suya. Permanece siempre donación, regalo de Dios27.

Para que el hombre comprenda correctamente la divina voluntad y mucho más, para que corresponda plenamente en ella, debe de hacerse participe de la luz increada. Esta luz de la divina Jaris increaa revela al hombre el contenido de los mandamientos de Cristo, y como en su interior lleva la vida eterna y la divina agapi, se vuelve capaz de cumplir los mandamientos, pero sin esto el hombre permanece en oscuridad espiritual29.

“Cuando la Jaris increada del Espíritu Santo nos ensombrece, envuelve y se convierte en fuerza, energía que opera en nuestro interior”, apunta el Yérontas Athonita, “entonces los movimientos de nuestra psique se acercan a la perfección de los mandamientos”29.

La divina iluminación y la “energía y fuerza de lo alto”30 son la perfecta e indispensable sinergia de Dios, de manera que pueda el hombre cumplir los divinos mandamientos31. Tal como característicamente subraya: “Ninguno de los hombres puede conformar su vida hacia el Evangelio sólo con su propia fuerza y energía. Por mucho que lo intentemos el mandamiento permanece inaccesible en su perfección”32.

Esto es absolutamente natural, porque según el p. Sofronio, “nuestro esfuerzo en Dios para cumplir los mandamientos, tendrá como consecuencia natural el reconocimiento de nuestra debilidad e impotencia. Con el esfuerzo doloroso nuestro nus permanecerá al espíritu de los mandamientos y comprenderá que los preceptos de Cristo, según su esencia espiritual, son la increada luz de la deidad.

Así, ninguna energía y acción nuestra puede llegar a la perfección que exige Dios”33. Por esto justamente, el cumplimiento de los mandamientos de Dios sólo se puede conseguir por la fuerza y energía de la luz increada, es decir, del mismo Dios.

Sin embargo, sí la sinergia de la voluntad divina y la humana constituye la condición fundamental de la sanación y salvación, pero la divina voluntad no está siempre clara en nosotros.

Por eso, en cada caso de nuestra vida debemos buscar y pedir el reconocimiento de la voluntad de Dios, pero también el camino para su cumplimiento. A menudo no conocemos como debemos de actuar para que nuestra praxis se encuentre dentro del espíritu de la divina voluntad. No basta sólo conocer como se expresa generalmente la voluntad de Dios en los mandamientos34.

Razonablemente en el día a día, nos nace la pregunta: ¿Cuál es la manera concreta y práctica mediante la que el creyente sinergiza (colabora) de modo que sea conducido al reconocimiento de la voluntad de Dios?

El P. Sofronio apunta: “El creyente afrontando la necesidad de encontrar una solución de acuerdo con la voluntad de Dios, en un caso concreto, se desapega de todos sus conocimientos y de todo pensamiento, deseo y plan preexistente. Entonces liberado de toda cosa propia, ora a Dios con la atención en su corazón. Lo primero que nacerá de su psique a causa de esta oración lo acepta como indicación de lo alto… Pero para escuchar el hombre con más confianza la voz de Dios en su corazón, bebe de rechazar su voluntad y estar preparado para todo tipo de sacrificio35.

El reconocimiento de la voluntad de Dios en su forma más perfecta con la oración es un fenómeno difícil y escaso. Es realizable sólo después de grandes esfuerzos, larga y profunda experiencia, combate contra los pazos, después de muchas tentaciones de los demonios por un lado, y gran cantidad de Jaris (gracia, energía increada) y ayuda por otro lado.

Pero la oración ardiente que busca y pide la ayuda divina es un trabajo bondadoso e indispensable para todos: sacerdotes, encargados, obedientes, yérontas, guías, ancianos, mayores, jóvenes, maestros, niños… todos sin excepción alguna independientemente del oficio, estado y edad, todos en todas partes deben siempre rogar a Dios, cada uno a su manera, para que les dé prudencia y virtud. Así, gradualmente sus vías se estarán acercando al camino de la santa voluntad de Dios, hasta llegar a la perfección36.

“Con el problema del reconocimiento de la voluntad de Dios conecta estrechamente el problema de la obediencia”37 al guía espiritual. Este es el camino alternativo más seguro para la información y conocimiento de la divina voluntad. A causa de la fe del que pregunta, la contestación del guía es siempre beneficiosa y agrada a Dios38.  La voluntad de Dios se notifica al creyente, cuando este acepta “sin contradecir” el primer consejo del guía, que es fruto de la oración de él39.

Finalmente, el fin ulterior de Dios para el hombre, que es su carismática zéosis o glorificación, habitualmente se dice que es energizada, activada por Dios y que el hombre “padece”, sufre la zéosis.

En esta experiencia patrística de la zéosis que es representada prominentemente por los Padres Filocálicos -especialmente por los Santos Macario de Egipto, Máximo el Confesor, Simeón el Nuevo Teólogo y Gregorio Palamás- el Yérontas Sofronio emprende una fina y acertada observación. “El hombre recibe la zéosis. Dios la energiza, opera y el hombre la recibe, la asume. “Pero esta toma” señala, “no es totalmente pasiva”.

La zéosis no se puede consumar de otra manera sino sólo con el acuerdo y principalmente con la sinergia del mismo hombre”40. La participación en la divina bondad no depende sólo de Dios sino también de la voluntad del hombre41.

Venerables,

Más allá de su experiencia personal, el padre Sofronios tuvo la bendición de vivir en la Santa Montaña de Athos, cerca de San Siluán durante los últimos y maduros años de la vida del Santo. Así, su logos, con su particular carácter empírico, enriqueció también la Tradición patrística escrita y la enseñanza de la Iglesia sobre la sinergia.

Es característica en este punto su contribución. El hombre viviendo su elevado estado de perfeccionamiento, participa en la misma vida increada de Dios y nos dice que no peligra de la exaltación frente sus hermanos que están privados de esta experiencia.

Tal como explica, “esto es factible mediante esta misma sinergia de la divina fuerza, porque el mismo Dios es humildad”42. Es decir, la auténtica vivencia de la increada vida divina, según nuestra opinión, tiene aquellas pruebas espirituales y empíricas sobre las que Cristo habla, cuando recomienda el cumplimiento de su voluntad diciendo: “Cargad mi yugo de la obediencia y la enseñanza sobre vosotros, y aprended de mí que soy apacible e humilde de corazón, y encontraréis alivio, reposo y paz en vuestras psiques” (Mat. 11,29).

Profesor Dimitrio Tseleguidis

De los libros del Yérontas Sofronio

Contemplamos a Dios tal como es, Essex Inglatera 1992;

2p191, 8p176. 11p176, 14p91,18p141, 20p76-77, 21p331, 22p62, 32p202, 33p221, 42p35

San Siluan el Athonita;

15p419, 19p146, 26p238, 28p221, 29p206, 31p93, 34p92-93, 35p93-94, 36p100, 37p100, 38p95, 39p96-97, 40p244,

Sobre oración, Essex 1993.

3p92, 5p102, 7p116, 9p193, 10p50, 27p35,

Lucha por la Teognosía (conocimiento de Dios) Essex Inglatera 2004;

1p331, 12p332, 17p330, 24p332, 25p240,

Su vida mi vida, Tesalónica 2005; 6p92, 13p120, 23p127,

Oración y contemplación, Essex 1996; 41p167

Traducido por: χΧ jJ

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