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Nov 23 2021

DIFERENCIA y UNIÓN/UNIDAD: La visión para la Instrucción Cristiana de San Gregorio Palamás.

DIFERENCIA y  UNIÓN/UNIDAD: La visión para la Instrucción Cristiana de San Gregorio Palamás.

(Por Stavros Fotiu, Profesor de la Universidad de Chipre)

Si cada teología conlleva una correspondiente antropología, sociología y cosmología, entonces la aceptación o no del discernimiento entre esencia y energías (increadas) en Dios no es un tema no relacionado con la vida, sino un tema de suma importancia existencial para el hombre y la sociedad. Es un tema que promueve dos culturas distintas, dos maneras de visión distinta del hombre en su relación con Dios y por extensión consigo mismo, su prójimo y la naturaleza. Negación del discernimiento entre esencia y energías a Dios significa que: entre Dios y el hombre no hay ninguna relación personal ni puede existir. Dios se toma como el primer “motor inmóvil”, un principio del mundo causal abstracto. En este Dios exiliado en los cielos platónicos, el hombre no puede orar, ni llorar, tampoco quejarse por la sencilla razón que no lo conoce y no lo encuentra a ninguna parte. La única relación que puede tener el hombre es mediante representantes, que pueden ser un papa, un partido y generalmente una autoridad de arriba e impuesta exteriormente al hombre. Allí donde no existe discernimiento entre esencia y energías no puede existir una comunidad y comunión pragmática, real y una gnosis verdadera. Porque sólo existen dos elecciones: una es que cada existencia permanecerá encerrada en sí mismo y la otra es que en sus encuentros una existencia se perderá dentro de la otra. Panteísmo (todo dios) o ateísmo, individualismo o masificación (globalización) son los dos polos que la teología occidental enjauló el pensamiento humano. La negación de discernimiento de esencia y energías crea una cultura de la cual sus principales cualidades o atributos ponen en separación, distensión lo trascendental y lo endocósmico, el acercamiento intelectual de la verdad, la regionalización del Cristianismo, la pugna de los hombres y la explotación de la fisis, naturaleza. El hombre solo y huérfano es esclavo de la necesidad y del nihilismo o cero. El resultado es la muerte: de Dios, del hombre y de la naturaleza.

Al contrario la aceptación del discernimiento en la deidad entre esencia y energías significa que el hombre puede tener relación personal y empírica con Dios, puede encontrarse en comunión inconfundible e indivisible junto a él. Entonces su vida entera toma sentido y se inspira de la θεανθρώπινα zeantrópina (divino-humana) sinergia, cooperación. Lo espiritual se encarna, lo material se deifica, se diviniza, lo ésjaton (último, o lo esjatológico) se introduce en la historia. La aceptación del discernimiento de esencia y energías crea una cultura en la cual la belleza y la filocalía, (amor al bien y la bondad), la familiarización y la participación del uno con el otro se hacen destacar como primeras necesidades, crea una cultura de la cual Dios, hombre y naturaleza no se pugnan, ni se confunden, sino que se encuentran en una continua comunión, conexión comunicación e unión.

Así el conflicto teológico del siglo 14º con protagonistas principales san Gregorio Palamás y Barlaam, expresa la lucha de dos mundos, una pugna con enorme significado para la historia humana.

Para san Gregorio Palamás, Dios es κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión) de agapi de tres personas: del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dios no podría ser una persona, porque entonces no sería agapi (amor incondicional y desinteresado, increada energía). Con una persona hay soledad, distancia e indiferencia. Pero Dios tampoco es dos personas, porque entonces peligraría y sería una relación exclusiva, es decir, una relación que dejaría algunos terceros fuera. Entonces tendríamos una separación, una pugna y un dualismo. Como Dios es agapi perfecta, es tres personas, mostrando así la superación tanto del individualismo estéril como de la dualidad maniqueísta. La agapi supera tanto la inconexa soledad como la inhospitalaria exclusividad. En la κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión) agapítica trinitaria cada persona vive dentro de la otra, por y para la otra. La agapi en la interrelación y coexistencia del yo y del tú del otro, del amante, del amado y del co-amado.

Dentro de la κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión) trinitaria coexisten armónicamente la diferencia, la equivalencia y la unión. Diferencia: en la κοινωνία kinonía de personas, cada persona es única e irrepetible. La κοινωνία kinonía no amenaza la otredad (el otro), al contrario es ella la que la hace destacar y resaltar. Equivalencia: cada persona es absolutamente equivalente con las otras. Porque cada una con su propia manera absoluta expresa exactamente la misma naturaleza. Unión: las tres personas se encuentran en una unión absoluta, inseparable e indivisible.

Ahora el hecho que el hombre se ha creado “como a imagen y semejanza de Dios” significa que la κοινωνία kinonía (participación, conexión, cominión y unión) humana debe de existir y funcionar de la manera de existencia de Dios, es decir, como eje básico la agapi1. Cada hombre, superando por un lado el individualismo y la concentración del foco egocéntrico, por otro lado, superar cada relación exclusiva que nos separa de los demás, está llamado a vivir la unión con todos sin condiciones ni límites. La realización de esta posibilidad existencial unirá a los hombres en una κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión) universal hermanada de la cual los principales atributos serán las características de la ontología trinitaria persono-céntrica: diferencia, equivalencia y unión.

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En mi breve introducción intentaré mostrar cómo estos tres atributos de la κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión) trinitaria,-diferencia, equivalencia y unión-, atributos que deben definir cada relación auténtica- pueden ser vividos en los aspectos básicos de los procedimientos instructivos, es decir, cómo la teología de san Gregorio Palamás inspira la Instrucción Cristiana haciéndola excepcionalmente actual al mundo contemporáneo.

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En principio la interrelación circundante y coexistente entre diferencia, equivalencia y unión tiene que marcar la relación entre alumno y maestro. Maestro y alumno son personas distintas, por eso también tiene papel distinto dentro de la comunidad educacional. Cualquier identificación o confusión de estos papeles tiene consecuencias negativas a la maduración espiritual del alumno. Pero al mismo tiempo maestro y alumno son equivalentes o son del mismo valor, por eso cualquier imposición o cualquier coacción psíquica del maestro hacia alumno no tiene sitio en la relación entre ellos. Además, los dos, maestro y alumno, no son ajenos sin relación, sino dos personas relativas: soy su maestro y es mi alumno. Esto significa que la paternidad espiritual es la relación más adecuada que debe de existir entre el maestro y el alumno. Por un lado, el maestro ofrece a su alumno los indicadores y los criterios de la verdadera vida, de manera que pueda discernir lo verdadero de la fantasía, lo máximo de lo mínimo, lo honrado, honesto de lo mezquino. Cosa que significa que el maestro da a su alumno su propia vida. Por otro lado, el alumno aceptando la agapi-amor incondicional y desinteresada del maestro, no la guarda para sí mismo sino que la recompensa plenamente. En su reciprocidad la agapi es regalada y la que regala.

Pero también la situación entre los alumnos toma sentido de la misma manera. Cada alumno es persona única e irrepetible, por eso cada clasificación y sumisión de él a categorías estáticas constituye una deformación de su verdad personal. La persona humana, es decir, el alumno concreto con nombre aquí y ahora, no está reducida a la nada, sino que todo debe servirle, de otra manera caen de su finalidad o propósito.

Pero esta catáfasis (afirmación positiva) de la otredad se expresa con la equivalencia que es exactamente el respeto a la diferencia. Lo complementario así se proclama el componente básico de la vida. Esto significa que no hay alumnos superiores e inferiores sino otros y distintos. Equivalencia entre los alumnos significa que cada distinción de ellos –biológica, de clase, filética, nacional y aún hasta ética- es equivocada. Aquí la defensa de san Gregorio Palamás sobre las otras dos personas de la Santa Trinidad tiene mucho que enseñarnos. La Enseñanza Cristiana juzga a los humanos no de acuerdo con su pasado, es decir, con la justicia, sino de acuerdo con su futuro, o sea, con agapi. La visión esjatológica deja tiempo y espacio al otro para cambiar y metamorfosearse.

Equivalencia de los alumnos significa también equivalencia entre varios carismas o virtudes que les adornan, tal como equivalentes e iguales son los atributos que tienen las personas divinas2. Las distintas virtudes de los alumnos son equivalentes, por eso todo se tiene que mostrar y cultivar. Ninguno tiene que desconsiderar al otro y ninguna virtud se debe despreciar.

Pero la diferencia y la equivalencia coexisten con la unión. Esto significa que las virtudes no existen para uso y explotación individual sino para el bien común y para la coexistencia armónica. Cada carisma se juzga “por su adecuado y efectuado acto y energía y la finalidad de esto”3. Por lo tanto, no considero nada mío y no guardo nada para explotación individual. Lo que tengo y sobre todo lo que soy lo ofrezco a los demás. Todo es regalo, pero regalo que me lo ha dado Dios4, por eso también el hombre si lo cultiva y lo aumenta de su parte lo devuelve y lo regala a Dios y a los hombres.

Así la educación promueve la universal unión humana y forma hombres que se ofrecen a sí mismos a los demás. Hablamos de una κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión) de solidaridad de la cual las principales necesidades son la participación psíquica y la plenitud espiritual, la auto-superación y el auto-ofrecimiento. Nos referimos a una κοινωνία kinonía en la cual los hombres se sienten muertos cuando no mueren por los otros, donde el estado, los partidos políticos y la educación no son simples instituciones convencionales, sino que expresan las relaciones interpersonales de los hombres y manifiestan el traspaso del rebaño a la ciudad, de la política a la cultura. Así educado o instruido es el político que sirve a la unión de los ciudadanos, el médico que sufre por el enfermo y el arquitecto que adorna el espacio.

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Pero para que exista la unión armónica con los demás es necesaria la relación armónica del hombre consigo mismo. Esto significa el desarrollo equilibrado de las tres fuerzas de la psique: la voluntad, la lógica y la emoción. Esto supone negación de toda consideración unilateral del mundo psíquico y de cada educación que desarrolla asimétrica o desproporcionadamente el mundo interior del alumno. La praxis tiene que ser lógica, sensata, la emoción estable y la voluntad activa. Una educación que no cultiva la lógica, la sensatez se constituye en cienciologismo o cienciología. Una educación que no cultiva la emoción conduce a la superstición. Y una educación que no cultiva la voluntad resulta a una ideología. Tal como dice el santo característicamente: “logos en praxis y praxis lógica, sensata”6.

El desarrollo unilateral de las fuerzas psíquicas supone también una estimación unilateral del hombre. En este caso una parte se considera que es la que representa en su totalidad al hombre con el resultado de la amputación de la parte restante de la hipóstasis humana. Esta estimación unilateral del hombre era la que poseía Barlaam producto de condiciones teológicas. Para Barlaam sólo tenía importancia la parte gnóstica del hombre7, por eso identificaba también la salvación con la gnosis8. La base de su tesis o posición era que todos los pazos se siembran por la ignorancia, por consiguiente, la gnosis sana y purifica la psique9. Así no es ninguna casualidad que apoyaba la plena inactividad de las partes irascible y anhelante (voluntad y emoción) de la psique, puesto que según él, todo desarrollo de ellas va en contra del normal funcionamiento de la parte gnóstica de la psique10.

Para Barlaam gnosis es el examen intelectual de un objeto, ajeno y sin relación del sujeto. Pero gnosis sin κοινωνία kinonía (participación, conexión, comunión y unión), es decir, sin agapi es gnosis “emocional y demoníaca”, gnosis que “infla”11 y que busca conquistar e imponerse. Los otros y el otro recaen en objetos impersonales para adquirir y conquistar, para el uso, abuso y explotación12.

Al contrario para san Gregorio Palamás el hombre debe cultivar el conjunto de su dinamismo psíquico, puesto que la psique es polidínami-de muchas fuerzas polivalente e unitaria o uniforme13. La finalidad de la posición de la Instrucción Cristiana16 en su apertura hacia Dios debe ser la metamorfosis de todas las fuerzas de la psique-alma15 y no la anulación de algunas dinamis (potencias y energías) psíquicas14. La gnosis es de doble sujeto, es gnosis entre personas, donde el uno se abre para recibir al otro. La gnosis es sinónima de la agapi, es participación en la vida del otro17.

Por eso la Instrucción, Educación Cristiana no cubre sólo un aspecto, matiz de la vida, la llamada religiosa, sino que contiene todo el aspecto de la vida humana. Se dice a menudo que la educación es un oficio litúrgico. Para san Gregorio Palamás educación es aquella conducta que todo lo hace litúrgima (misión, función para el bien común), es decir, que asciende la economía en filantropía, el trabajo en creación, la política en diaconía (servicio), el amor en participación de psiques y cuerpos. En una educación así todas las lecciones aspiran a la coexistencia fraternal de los hombres, pero a la vez a una relación de absoluta equivalencia y cada lección con su propia manera contribuye a esta causa común. Así, por ejemplo, la lengua transporta vivencias y experiencias, la historia da a conocer particularidad personal, la geografía contribuye al conocimiento a unos con otros, las matemáticas manifiestan la composición lógica del mundo, la física certifica la interacción universal, la música divierte al mundo interior.

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Esta visión para la Instrucción Cristiana que san Gregorio Palamás inspira con su vida y obra, podría hacernos imaginar como un reflejo platónico, un prototipo celeste sobre lo trinitario. Pero san Gregorio nos protege de algo así conectándonos e uniéndonos con la cristología y pnevmatología (espiritualidad).

Porque, supongamos que los hombres consiguen su convivencia armoniosa que antes hemos desarrollado. Pero existen también desigualdades, puramente existenciales, que ninguna estimación humano-sociológica las puede borrar. Uno nace bello y otro feo, uno listo y el otro no. Aún existe la máxima desigualdad existencial del tiempo. Uno tiene ochenta años y está sano y otro tiene veinte y está enfermo y en sus veintiuno muere. En este punto entramos en el corazón de las consecuencias de la aceptación o no del discernimiento entre esencia y energías en Dios.

El hombre cada día entiende que es creado y vive diariamente el problema de su mortalidad. Pues, sólo su unión con Dios, la vida eterna, puede ayudarle a superar su mayor enemigo que es su corrupción y su muerte. He aquí porque san Gregorio Palamás necesita un Dios no sólo prótipo o modelo y también un Salvador que pueda y quiera sanar, salvar y divinizar al hombre: “…Y generalmente debemos de buscar Dios quien será partícipe de todas maneras y del cual cada uno participando por analogía  en sí mismo y viviendo realmente sobre la analogía y participación, nos divinizaremos.”18. Solamente el encuentro agapítico y la unión del hombre con el Dios increado puede mantenerlo en la vida. Sólo una Instrucción, Educación que es presabor de la Resurrección, es realmente cristiana.

El Dios de san Gregorio Palamás, el Dios de la tradición ortodoxa entera, no es un Dios de la antigua filosofía helénica donde el hombre bienaventurado, feliz en su autosuficiencia y su aislamiento, se niega a tener comunión y comunicación con su desemejante, permaneciendo así sin relación con los de exterior y mucho menos con los de abajo. El Dios de la Ortodoxia es Dios que baja para ofrecerse, “se fragmenta y fragmentado no queda dividido o fragmentado, siempre se come y nunca se gasta, pero santifica, diviniza a sus participantes, y sana los enfermos y los pobres de este mundo. Dios y los hombres dialogan y se comunican, se unen y se conectan dentro de la reciprocidad de la agapi: el hombre se sale de sí mismo y así se une con Dios, pero se hace superior también a sí mismo. Y Dios también sale de sí mismo y así se une a nosotros, con nuestro nus (espíritu) de manera inconcebible, pero por condescendencia…”19. Dios con sus energías increadas viene hacia el hombre conecta y se une con él cara a cara, amigo hacia amigo. Como el hombre puede tomar comunión y tener conexión con Cristo, el Dios encarnado20, puede vencer la muerte. El hombre se hace templo de toda la deidad21. En nuestra unión con Cristo nos convertimos y somos hijos de Dios realmente hijos de la resurrección22.

Pero nuestra unión con Cristo no se hace individualmente sino con nuestra entrada a la Iglesia, la comunión y comunidad universal de la agapi. Esta entrada se ofrece por el Espíritu Santo23, que nos constituye en miembros de la Iglesia, es decir, en relación de dependencia y solidaridad los unos a otros.

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La Iglesia es comunidad-sociedad persono-céntrica en la cual Dios entero circunde y contiene a todos los dignos y también todos los santos; esta visión de la Iglesia que la defendió e interpretó aún más san Gregorio Palamás, trae a los hombres la Instrucción Cristiana. Así frente a las ideologías dualistas contemporáneas recuerda que sociedad/comunidad no es una suma de individuos, hombres sin relación y aislados entre sí, sino una comunión y sociedad/comunidad), es lo común del espíritu, es la libertad que ama y la agapi-amor incondicional que libera. El otro es una bendición, su existencia es condición de vida. Lo que sana y salva al hombre es la unión y la kinonía (comunión y cominidad/sociedad). Y exactamente σωτηρία sotiría, (redención, sanación y salvación) tal como lo testifica la palabra significa que el hombre permanece sano, es decir, entero y en plenitud y no separado. Al contrario cada separación es también una forma de muerte: así que, muerte espiritual que trae todas las demás muertes es la separación del hombre de Dios; la muerte biológica es la separación del cuerpo y la psique; muerte social es la separación del hombre y el prójimo; muerte ecológica es separación del hombre y la naturaleza25.

En definitiva la visión que la Instrucción Cristiana evangeliza a sus alumnos es una unión armoniosa de todos. El hombre que se encuentra en relación armoniosa con Dios se encuentra en relación armoniosa consigo mismo, con el prójimo y con la naturaleza. Dentro en esta visión de vida de la Ortodoxia coexisten la otredad y la comunidad/sociedad (lo otro y lo común) la diferencia y la unión. La unión no significa nivelación o aplastamiento y la diferencia no se sobrentiende como aislamiento. Nada vive por sí solo, nada se contrapone a lo otro. Todo coexiste y se interrelaciona circundante entre sí dentro en la liturgia cósmica que es la vida.

La vivencia de los hombres de esta unión que no confunde, de esta diferencia que no divide y de esta divina belleza trinitaria26, constituye la visión, el camino y el fin de cada Instrucción/Educación Cristiana.

Stavros Fotiu, Profesor de la Universidad de Chipre

SUMARIOS DE LOS CONGRESOS INTERNACIONALES DE ATENAS Y LEMASOL DE CHIPRE

Traducido por Χρῆστος Χρυσούλας (Jristos Jrisulas) www.logosortodoxo.com

 

 

 

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