Según los Santos Padres: «la αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche, autocensura, autocondena con discernimiento, no desesperanza, es “el progreso invisible”, es una de las más grandes virtudes cristianas. ¡Αὐτομεμψία (aftomepsía) es el arte de los artes y la introducción en todas las virtudes! La ascética espiritual es muy rica sobre esta enseñanza. Es muy apreciada en el contexto de la ética cristiana y se proyecta como una escalera para la humildad. La αὐτομεμψία (aftomepsía) es el espíritu de la oración. El Dios derrama Su Jaris (gracia, energía increada) y el hombre se autocritica y se reprocha a sí mismo. Este es el canon o regla de la cooperación con la Divina Jaris (gracia, energía increada), porque el Dios sólo “a los humildes da Jaris”»
A continuación presentamos, sobre este importante término y virtud, cinco textos cortos de Santos Padres:
Yérontas José el Hisijasta, de Athos
Hermandad de teólogos o Σωτηρ el Salvador
Yérontas Paisios el Athonita
San Andrés de Creta
Ieroteo Vlajos
Αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche, autocensura
Por el Yérontas José el Hisijasta, de Athos
¡Αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche, autocensura es el arte de los artes y la introducción en todas las virtudes! La ascética espiritual es muy rica sobre esta enseñanza, y el Yérontas José el Hisijasta (athonita) es un maestro especial y aplicador de esta virtud.
Realmente es difícil la lucha contra el sí mismo, contra el egoísmo, contra la autojusticia y especialmente para el hombre contemporáneo que es producto de la abusiva sociedad, en la que el hombre lucha contra el otro para exterminarlo y quedarse solo.
Nuestro estudio presentará cómo el Yérontas enseña la práctica de la αὐτομεμψία (aftomepsía). La Divina Jaris (gracia, energía increada) es el maestro y la fuerza atractiva que viene y se va, instruyendo al combatiente de manera que pueda adquirir la ταπεινοφροσύνη (tapinofrosini) conducta y actitud humilde sana y serena, y que se auto-reproche continuamente pero sin desesperarse. La αὐτομεμψία (aftomepsía) es la primera expresión clara del esfuerzo por adquirir la ταπεινοφροσύνη (tapinofrosini) conducta y actitud humilde sana y serena, mas el camino principal hacia la virtud.
La αὐτομεμψία (aftomepsía) presupone un nuevo sentido y significado de los derechos personales, sólo los pazos personales son injustos ningún otro. «Εὐλόγησον evlóyison bendiga» es la única palabra al vocabulario del Yérontas; por eso en la oración, la principal preocupación nuestra es pedir la misericordia increada de Dios, y el principal nombre nuestro es “esclavo, servidor” del Señor.
La αὐτομεμψία (aftomepsía) es el espíritu de la oración, puesto que es la fuente de las lágrimas del corazón, la redención de las “excusas por los pecados”, el camino del autoconocimiento y la verdad.
La αὐτομεμψία (aftomepsía) recapitula la relación con el prójimo, apunta el Yérontas, y significa que uno vea sus propios errores y faltas, y viceversa, ver los carismas de los demás y sus defectos. La Αὐτομεμψία (aftomepsía) rebaja la altanería y “la abnegación sube a la contemplación”. La αὐτομεμψία (aftomepsía) conduce a estimar al prójimo más que a sí mismo.
La αὐτομεμψία (aftomepsía) hace que las virtudes conduzcan no a la autojusticia, sino a la ταπεινοφροσύνη (tapinofrosini conducta y actitud humilde sana y serena y no la autojusticia), sin embargo las obras no compran la Jaris, (gracia, energía increada) sino que la atraen. Toda la vida del Yérontas, tal y como él mismo dice, fue un martirio. El agotamiento de su cuerpo en su lucha fue un esfuerzo y violencia despiadada y αὐτομεμψία (aftomepsía) reproche a sí mismo. Siempre quería ofrecer más y tenía la sensación de insuficiencia de sus esfuerzos, por lo tanto, tenía αὐτομεμψία (aftomepsía), lágrimas, súplicas y esperanza a la ayuda de la Divina Jaris.
El Dios derrama Su Jaris (energía increada) y el hombre se autocritica y reprocha a sí mismo. Este es el canon o regla de cooperación con la Divina Jaris (gracia, energía increada), porque el Dios sólo “a los humildes da Jaris”.
La αὐτομεμψία (aftomepsía) es un canon o regla imprescindible a la vida espiritual para los creyentes y especialmente de los monjes. El obediente cree que el sí mismo está enfermo y malo, y libremente se somete a sí mismo bajo la conducción de un Yérontas experimentado y bueno.
El yérontas José el Hisijasta es el maestro del arte de la αὐτομεμψία (aftomepsía), qué es, cómo se aprende y que es imprescindible.
Hermandad de teólogos o Σωτηρ el Salvador
¿Cuál es la correcta αὐτομεμψία (aftomepsía)?
La correcta αὐτομεμψία (aftomepsía) es la que está conectada estrictamente con la humildad. Es fundamental aclarar esto muy bien. La αὐτομεμψία (aftomepsía) no es simplemente una sensiblería, es decir, palabras humildes que tienen muchos, quienes repiten continuamente “yo el pecador” o “yo el indigno”, pero nadie se atreve a indicarles algo por muy pequeño e insignificante que sea, entonces enseguida son afectados y algunas veces se convierten en bestias por la reacción. Este tipo de αὐτομεμψία (aftomepsía) no tiene ningún valor porque está unida con la soberbia, el orgullo.
También αὐτομεμψία (aftomepsía) defectuosa es la que tienen algunos que se ocupan continuamente de una manera enfermiza con nosotros mismos. Examinan continuamente las mismas y las mismas cosas, por regla general segundarias e insignificantes, y a la vez ellos hacen los grandes y graves errores sin escrúpulos y sin conciencia. Por otro lado, otros se ocupan continuamente a examinar y condenar a los demás, por si acaso no se escapen de sus propios errores que tendrán como resultado perder la buena imagen que tenían los demás sobre ellos o el qué dirán. En estos casos también la fuente de la αὐτομεμψία (aftomepsía) es el egoísmo.
Pero otra cosa es la verdadera αὐτομεμψία (aftomepsía). Esta proviene del profundo sentimiento de la pecaminosidad o enfermedad espiritual del hombre, de la comprobación de su pobreza espiritual, su indignidad y su miseria. Por eso, está acompañada de dolor profundo y temor a Dios. La verdadera y auténtica αὐτομεμψία (aftomepsía) proviene de la humildad y la aumenta, mas su principal característica es que el hombre que la tiene no juzga ni condena a los demás. Por lo tanto, si uno juzga y condena a los demás, por mucho que diga que es un pecador, simplemente se engaña a sí mismo e intenta engañar a los demás.
Yérontas Paisios: Aὐτομεμψία (aftomepsía) sí, no desesperanza ni angustia.
¿Yéronta, es fácil desde el principio sentirnos profundamente nuestra pecaminosidad o enfermedad espiritual?
El Dios por agapi, al comienzo de nuestra vida espiritual no nos permite sentir nuestra pecaminosidad o enfermedad espiritual, para que no nos detengamos y decaigamos. Hay psiques-almas que son muy sensibles y espléndidas que no podrían aguantar y se dañarían. Deslumbra nuestros ojos y no vemos nuestras faltas todas juntas. Por ejemplo, puede ser que en nuestras mangas tengamos manchas de cagadas de pájaros y nosotros creamos que son flores. Progresando en la lucha, poco a poco el Dios permite que empecemos a ver nuestros errores y defectos y nos da fuerza para luchar y rectificarlos. El trabajo fino, minucioso perjudica cuando no hay experiencia. Lo mismo ocurre con la percepción y sentimiento de las beneficencias de Dios. Si el hombre al comienzo de su vida espiritual viera las beneficencias de Dios sufriría una hemorragia espiritual. Porque cuando uno ve las beneficencias de Dios y siente su ingratitud, después se funde.
Yéronta, no veo mis errores y faltas y mi corazón está como una piedra. Algunas veces el Dios permite que no veamos nuestras faltas y errores y nuestro corazón como una piedra, porque el diablo puede empujarnos a la desesperanza, decepción y depresión. El hombre debe pensar en su pecaminosidad o enfermedad con discernimiento. La metania (introspección, arrepentimiento y confesión) que lleva desesperanza, ansiedad y decepción no es de Dios, el tagalaki (diablillo) ha metido también su pata.
Uno debe tener cuidado, porque el diablo puede captarle por la derecha, es decir, de la metania y arrojarle a la izquierda, o sea, a la tristeza, la melancolía y la frustración de modo que le destruya psíquicamente y físicamente, haciéndole inútil. Es decir, trae el otro quebrantamiento que tiene ansiedad y angustia para hacerle pedazos. Por ejemplo, puede decirle: eres un pecador y no te sanarás ni salvarás. ¡Hace como si se interesara de su psique, y le crea ansiedad, angustia y desesperanza! Pero yo no voy a dejar al diablo hacer lo que le da la gana. Cuando el diablo te dice: eres pecadora, tu contéstale: ¿a ti qué te importa? Cuando yo quiera diré que soy pecadora, no cuando tú lo quieras.
¿Yéronta, a qué se debe la melancolía que viene muchas veces a la psique?
La melancolía y el aplacamiento o peso de la psique por regla general se deben por, remordimientos, por sensibilidad, y entonces el hombre necesita confesarse para poder ser ayudado por su guía espiritual. Porque si es muy sensible, puede que el error o falta que haya cometido sea muy pequeña, pero el enemigo diablo puede agrandarlo y se lo presenta con microscopio para arrojarle a la desesperanza y destruirle. Puede ser que le diga, por ejemplo, que ha entristecido mucho a los demás, les puso en dificultades, etc., y así se entristece y preocupa mucho más de lo que puede aguantar. ¿Si el diablo se interesa tanto, por qué no va a tentar la conciencia de un hombre insensible? Pero al insensible le hace ver que un error grande suyo lo considere como nada, para que no lo perciba con su conciencia.
El hombre debe conocerse a sí mismo tal y como es, y no como se le presenta el enemigo diablo, porque éste se interesa para nuestro mal. Nunca debe desesperarse, basta que esté en metania, porque sus pecados son menos que los del diablo y también tiene atenuantes, porque está hecho de tierra y por descuido resbaló y se ensució de barro. Para que la lucha sea correcta, debemos girar la rueda al revés del diablo. Aunque nos diga que somos algo, nosotros debemos cultivar la αὐτομεμψία (aftomepsía). Aunque nos diga que no somos nada, nosotros decir siempre que: el Dios tendrá misericordia de mí. Así de sencillo se mueve el hombre, con confianza y esperanza a Dios, entra en su vida la metania, la humildad y sube en alturas espirituales.
Es decir, Yéronta, ¿la αὐτομεμψία (aftomepsía) no ayuda a la lucha espiritual?
Ayuda, pero hace falta discernimiento. Por ejemplo, puede ser que uno diga a sí mismo: eres tonto… Pero que lo diga con humildad para engañar y burlarse del diablo y también con valentía no como miserable. Αὐτομεμψία (aftomepsía) sí, no desesperanza. Una señal de madurez espiritual es creer que no hago nada, decepcionarme de mí mismo, en el buen sentido, de mi yo y estar sintiendo que lo que hago es añadir continuamente ceros y continuar mi buena lucha teniendo esperanza a Dios. Entonces el buen Dios, cuando vea los ceros de mi buena predisposición, será caritativo de mí y añadirá al principio la mónada (el uno o la unidad) y mis ceros tendrán valor y me enriqueceré espiritualmente. Dentro de un humilde estado decepcionante de mi mismo se esconde el buen estado espiritual.
Αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche.
Por san Andrés de Creta
El Gran Canon (de san Andreas de Kreta) sugiere una palabra rara, quizás será la primera vez que la escuchan, tampoco está en los vocabularios. Es la palabra αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche. Como concepto se refiere mucho a ella san Juan el Clímaco.
¿Qué quiere decir αὐτομεμψία (aftomepsía)?
En palabras sencillas significa lo siguiente: el hombre es arrogante y orgulloso, y se hace a sí mismo un ídolo. San Andreas de Kreta dice que el hombre es un auto-ídolo: “Me he convertido en auto-ídolo… (4ª oda, tropario 26, Gran Canon). Hemos puesto nuestro corazón, nuestro yo, muy a lo alto. Solos lo elogiamos, y nos agradamos cuando los demás nos alaban. Y si alguien, madre o padre o guía espiritual, nos hacen una observación, entonces nos convertimos en bestias. El yo es nuestro ídolo y nuestro dios.
Mientras pues el egoísta y orgulloso se alaba a sí mismo y acusa a los demás, igual que el fariseo, al contrario el humilde no acusa a los demás sino a sí mismo. Se autoreprocha, autocensura, eso es lo que quiere decir αὐτομεμψία (aftomepsía). Entonces la αὐτομεμψία (aftomepsía) es una categoría de nuestro yo o carácter.
¿Pero cómo se consigue esta cosa tan difícil?
San Andrés utiliza un espejo. Y este espejo es la Santa Escritura. Se refleja allí dentro a las páginas de la Escritura; comprueba sus defectos y se acusa a sí mismo. Estudiaba el Antiguo y Nuevo Testamento. Veía varias personas que habían cometido pecados. ¿Qué hacía, los acusaba? No. Atención y lo entenderéis.
Habrán oído muchas veces algunos acusar a los primeros en ser creados. ¡Hay, dicen, lo que nos han hecho Adán y Eva! ¡Ellos tienen la culpa de nuestra desgracia y miseria… Se expresan duramente! La Eva la primera mujer, cuántas calumnias habrán escuchado sobre ella! ¿Pero qué dice el Gran Canon sobre ella? ¡Yo soy la Eva! Esto que ha hecho la Eva, es decir, ser atraída por la fruta prohibida escuchando el consejo del Satanás, esto mismo lo hago yo también; tengo en mi interior una Eva, no física sino espiritual o imaginable que me empuja hacia el mal (1ª oda 5º trop).
¿Qué hizo Adán? Trasgredió el divino mandamiento y entonces se ha sentido desnudo. Lo que él hizo, yo lo hago diariamente. Tengo en mi interior el “complejo o entramado adánico” así lo llaman psicológicamente.
A continuación enumera otro ejemplo de Caín. Dice que ha matado a su hermano y se ha convertido en un asesino. Yo también soy un asesino (1ª oda, 7º trop.). Soy Caín. Aunque no he matado a mi hermano con mis manos, lo he matado con mi pensamiento. Cuando odio al otro, no hago otra cosa que matar. Porque “todo aquel que odia a su hermano es un asesino” (1Jn 3,5).
Después se acuerda de Esaú. Quien estaba dominado por la gula que le había hecho esclavo de su panza y como tenía hambre, vendió por un plato de comida su primogenitura y los grandes privilegios que tenían los primogénitos. Pero yo también soy Esaú, dice el poeta del Gran Canon; porque cada momento entrego a mi enemigo diablo “las cosas primogénitas de la primera belleza” (4ª oda 11º trop).
Después me acuerdo de David que cometió adulterio y asesinó, pero mostró metania. Pero, yo también soy David, dice. Porque hago lo mismo y peor que él. Me prostituyo y mato, aunque no físicamente, por lo menos psíquicamente; pero no muestro la análoga metania (4ª oda, 4-5 trop.)
Estos son algunos ejemplos de tantos que contiene el Gran Canon. Yo soy Eva, Adán, Caín, Esaú, David, yo soy el gran pecador. Así pensaba san Andrés de Creta, por eso dice: “Dios mío, no hay pecado que yo no he cometido” y no hay otro que sea más pecador que yo (4ª oda, 17 trop.).
Entendéis ahora lo que es αὐτομεμψία (aftomepsía). Y estas cosas no son palabras, el santo las sentía profundamente desde la edad de los catorce años que se fue al desierto.
Ahora vamos a echar un vistazo a nosotros mismos. Si nos mirásemos al espejo espiritual, veríamos que somos egoístas, arrogantes y orgullosos. Cada uno de nosotros tiene un auto-ídolo. Nos incensamos (alabamos) a nosotros mismos y nos gusta que nos inciensen (alaben). ¡Cuánta distancia estamos de la αὐτομεμψία (aftomepsía)!
¿Quieren una prueba? Cuando un guía espiritual o predicador inspecciona y pone entre la espada y la pared a los oyentes, al final dicen: “les puso a gusto, les dijo las cosas como son”. No dicen: “nos puso a gusto, nos dijo las cosas en la cara”, el sí mismo lo excluyen. Imaginaos si se hiciera la inspección pública en nombre y apellido! Odiarían mortalmente al guía espiritual o predicador, en vez de decirle: te agradecemos por habernos indicado nuestros pecados.
La αὐτομεμψία (aftomepsía) se ha convertido en un fenómeno raro. Nosotros no hacemos otra cosa que tirar piedras hacia los otros. Por eso yo no confieso. Aún hasta en la confesión. Vienen y se ríen, se justifican, echan la culpa a los demás, no se acusan ni reprochan a sí mismos. La confesión es αὐτομεμψία (aftomepsía). Si tienes αὐτομεμψία (aftomepsía) vete y confiésate; ¿si no tienes αὐτομεμψία (aftomepsía), por qué vas?, te infernarás. ¿No hay conócete a ti mismo?
El Gran Canon nos da una lección importante de αὐτομεμψία (aftomepsía); solos tenemos que inspeccionarnos a nosotros mismos y nuestro yo, sentarlo al banquillo, acusarlo y castigarlo. El Gran Canon nos va armando con el gran arma de la αὐτομεμψία (aftomepsía) para vencer ell egoísmo, el orgullo, la arrogancia y la altanería y convertirnos como humildes publicanos diciendo: Dios mío, ten misericordia de mí, el pecador” (Lc 18,13). Entonces aplicaremos aquello que dijo el Cristo: “la Realeza (increada) de los cielos se violenta y los violentos y rebeldes la arrebatan” (Mt 11,12). Entonces tendremos la conducta y actitud que tenía el Apóstol Pablo y estaremos diciendo: “El Cristo Jesús vino al mundo a sanar y salvar los pecadores entre los cuales el primero soy yo” (1ªTim 1,15).
Ojalá que el Dios por las intercesiones de san Andrés de Kreta, quien nos ha enseñado estas grandes lecciones para adquirir este arma imprescindible, la αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche.
† obispo Agustín
Autojusticia y αὐτομεμψία (aftomepsía) autoreproche.
Por Ieroteo Vlajos
«El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo… y el publicano, estando lejos… (Lc 18,11-13). Φαρισαῖος σταθεὶς πρὸς ἑαυτόν… καὶ ὁ τελώνης μακρόθεν ἑστώς…» (Λουκ ιη´ 11-13)
El Fariseo de la parábola expresa perfectamente el cristianismo occidental con su trabajo social tipo ONG, pero alejado de la vida interior, en cambio el silencioso gemido del publicano expresa la vida interior de la Iglesia Ortodoxa.
Ortodoxos son los que superan la justicia farisaica, la justificación y absolución por sus obras y la autojusticia, y son como el Telonis pidiendo la misericordia (increada) de Dios. Son aquellos que se distinguen por la gran virtud de la αὐτομεμψία (aftomepsía). Se debe apuntar también lo que la αὐτομεμψία (aftomepsía) o como dice san Basilio el Grande, la πρωτολογία (protologhía), es decir, que seamos nosotros los que digan la primera frase contra nosotros mismos, es el elemento esencial de la ética y moral ortodoxa. Porque está conectada siempre con la humildad de la psique, por eso aquel que tiene esta virtud se muestra la presencia de la Divina Jaris (gracia, energía increada). La αὐτομεμψία (aftomepsía) es “el progreso invisible” según los Santos Padres. No deja lugar para crearse la ansiedad, angustia, depresión y todos estos entramados y complejos psicológicos, por los que habla la psicología contemporánea; la cual además es una creación del clima de la autojusticia y la justicia farisaica del cristianismo occidental. Esta diferencia se expresa también en la forma de adoración. Los Ortodoxos en nuestros troparios hablamos de pecado y enfermedad y pedimos la sanación y misericordia de Dios; en cambio los occidentales se gustan con “cancioncillas” que están regadas con autojusticia y auto-absolución.
Ojalá que vivamos el espíritu ortodoxo de la metania de modo que podamos disfrutar la Resurrección de Cristo Dios.