“Más tarde, Jesús lo encontró en el templo, y le dijo: «Mira, has sido sanado, no vuelvas a pecar más para que no te suceda algo peor.»»
Xριστός Ανέστη Cristo ha resucitado
Es admirable el acontecimiento de hoy que nos describe el Evangelista Juan. En concreto el Señor ha curado al paralítico de Jerusalén, un milagro que se hizo el segundo año de Su acción pública.
Casa de caridad
El Señor había subido a Jerusalén y se encontró cerca de la piscina de Bitszaidad que en heleno-griego significa “casa de la caridad o de la misericordia”, es decir, la casa de la agapi (amor desinteresado, altruista). Es característico que el Dios de una manera sobrenatural mostraba Su gran agapi (amor energía increada divina) a nuestros semejantes dolidos. El Cristo se encontró ante un ser humano dolido que pedía su curación y redención.
Concretamente era un paralítico que por treinta y ocho años se encontraba en la cama del dolor. Del diálogo del Señor con el paralítico resulta que su prueba de aflicción era resultado de su pecado. En el lugar donde permanecía por muchos años solo y sin ayuda. Realmente había una gran lucha sobre quien caería primero en la piscina, cuando el Ángel del Señor bajaba y removía las aguas una vez al año.
La redención
“¿Quieres sanarte? Una pregunta de este tipo por supuesto que sobraba. Sin embargo, si miramos un poco más profundamente entenderemos la importancia sobre el milagro que se ha hecho.
En este caso concreto, para garantizar la salud del paralítico y generalmente de cada persona, está vinculado estrictamente con la libertad que puede disfrutar el hombre, siempre en la perspectiva y los horizontes de la renuncia del pecado. Esto se puede interpretar con la capacidad del hombre en utilizar la libertad de su voluntad en la órbita de la comunión con la agapi de Dios; y seguro que no en aquella que se refleja con el estado de su vida pecaminosa. Esencialmente el Cristo con esta pregunta es como si invitara al paralítico a expresar su fe como condición imprescindible para su terapia.
Con el milagro el Cristo sanó al paralítico, puesto que por el perdón y la agapi alejó la causa de la enfermedad que era el pecado. El pecado es el estado aquel que a menudo nos atrapamos en nosotros mismos, nos autodeificamos y desterramos a Dios de nuestra vida, que sin duda es nuestro apoyo y seguridad. Por esta razón el Señor atrajo la atención al sanado paralítico cuando le dijo: «Mira, has sido sanado, no vuelvas a pecar más para que no te suceda algo peor». Es verdad que muchas veces recibimos las donaciones de la agapi de Dios y después fácilmente las olvidamos. Dejándonos arrastrar otra vez al barro del pecado, que como se ha recalcado antes, es la raíz y la causa de cada mal.
Queridos hermanos, los mensajes que se derriban del acontecimiento de la terapia del paralítico son tan actuales que tocan profundamente también nuestra existencia (que padece de la parálisis espiritual). Lo que tenemos que hacer es buscar y tratar nuestra enfermedad y nuestra parálisis espiritual pidiéndo la terapia al único Sanador, Salvador y Redentor nuestro Cristo Dios, de quien su agapi nos persigue en cada paso nuestro. Tengamos en cuenta también la exhortación del Señor: «Mira, has sido sanado, no vuelvas a pecar más para que no te suceda algo peor» (Jn 5,14).
Jristakis Efstacíu, teólogo Iglesia Chipre
Fuente:ΑΚΤΙΝΕΣ
Traductor: xX.jJ