«…pero, el que beba del agua que yo le dé no tendrá jamás sed, además, el agua que yo le daré se convertirá en agua manantial espiritual de fuente inagotable que siempre brotará regalándole vida eterna»
«…τό ὕδωρ ὅ δώσω αὐτῷ, γενήσεται ἐν αὐτῷ πηγή ὕδατος ἁλλομένου εἰς ζωήν αἰώνιον» (Ἰωάν. 4,14)

Queridos hermanos estamos al 5º Domingo después de la Santa Pascua, el conocido Domingo de la Samaritana. El Domingo pasado la Lectura Evangélica nos ha hablado sobre el acercamiento cariñoso y el regalo de la curación física del enfermo paralítico crónico por el gran y divino Médico, el Θεάνθρωπος (zeánzropos Dios y hombre). El Domingo de hoy el Santo Evangelio nos habla sobre el encuentro del Sanador y Salvador Cristo con la Samaritana en el pozo de Job; A la que nuestro filántropo Señor, después de aquel diálogo sanador y salvador que tuvo con ella sobre “el agua viva”, “el verdadero Culto Divino” y “la apocálipsis=revelación de su cualidad como Mesías”, la regaló la terapia psíquica y la verdadera teognosía (conocimiento de Dios).
El Cristo pidió a la Samaritana el agua natural que quita la sed natural del hombre, para abrir el diálogo con ella y en la duda de ella la dijo que: si conociera la donación del Espíritu Santo y el interlocutor, aquella pediría y tomaría el “agua viva”, el agua inagotable de la Jaris (gracia, energía increada) del Espíritu Santo, que como otra agua espiritual limpia, refresca, consuela, sana y vivifica las psiques. (Agua increada, la jaris increada que quita la dipsomanía y la ansiedad del alcohólico, del drogadicto y del depresivo).
Literalmente «agua viva» es el agua de la fuente que fluye y no este que está en un depósito o pozo. Es agua que no está parada, dice un intérprete eclesiástico, no como las aguas que están en las ciénagas y los pozos que traen hedor, mal olor y están podridas, sino agua viva, es decir, esta agua que brota, salta y se mueve. Como agua viva se llama también la vida eterna, la sanación y salvación como plena satisfacción de todos los anhelos y necesidades del corazón. “Agua viva” es también “el agua manantial de la divina enseñanza”. Por un lado, agua que limpia la suciedad del pecado, apaga la llama de los pazos y sana la sequedad de la incredulidad y la infructuosidad. Por otro lado, agua viva porque es imparable y en movimiento perpetuo.
San Cirilo de Alejandría dice que “agua viva” se llama la dación vivificante del Espíritu Santo, con la que la humanidad… que está ya seca y estéril de cada virtud… bebe la jaris (gracia, energía increada) vivificante con la que se adorna con muchas y buenas ideas de los bienes.
Se llama también “agua viva” según Teofilacto, intérprete eclesiástico, porque “la jaris (gracia, energía increada) del Espíritu Santo convierte la psique en movimiento perpetuo hacia el bien y la regala ascensiones espirituales”.
Y cuando la Samaritana, después de la revelación de su pasado pecaminoso que la hizo el Cristo, fue convencida que ante ella no tenía un hombre simple, sino un profeta; entonces pidió de su interlocutor que le resuelva la diferencia entre Samaritanos y Judíos sobre la manera del Divino Culto, y el Divino Maestro la reveló la gran sanadora y salvadora verdad sobre la manera del Culto Divino, puesto que «el Dios es espíritu y los que le adoran han de hacerlo en espíritu y verdad» (Jn 4,24).
El Dios es espíritu, porque es Nus infinito, increado y perpetuo. Es un Ser (o Existencia) lógico, incorpóreo, invisible e incorruptible. Es más fácil decir y confirmar uno lo que no es el Dios (teología apofática), que confirmar y definir lo que es (teología catafática). Es espíritu que no tiene cuerpo, huesos y carne. ¿Pero quién conoce los caminos del Espíritu de Dios?
San Juan el Crisóstomo aconseja que nuestro culto al Dios incorpóreo debe ser de tal manera que sea ofrecido a través de nuestro incorpóreo que tenemos en nuestro interior, es decir, con la psique y la limpieza, pureza y claridad del nus… No sacrifiques pues, ovejas y terneras, sino con todo vuestro ser haced sacrificio vivo… crucificar vuestros egoísmos y los deseos animales rechazarlos y degollarlos.
El culto de Dios, Quien es espíritu, requiere por encima de todo la naturaleza más interior del hombre que está liberada de cualquier impedimento, allí viene la apocálipisis=revelación de Dios, sea en el lugar interior o por el culto de la carne exterior. El culto exterior debe estar acompañado con el culto que se hace en el altar interior del corazón siendo una manifestación de ello. Porque el culto es inclusión entera de nuestra naturaleza a Dios. Es un despertar de nuestra conciencia de Su santidad, una saciedad de nuestra diania (mente, intelecto, cerebro) de Su verdad, es catarsis-sanación, purificación de nuestra fantasía de Su belleza, la apertura de nuestro corazón de Su agapi y la paciencia de nuestra voluntad a Sus divinas voluntades.
El agua viva, que el mismo Cristo, Su Santísimo Espíritu y el Culto Divino nos quitan la sed (la ansiedad), nos fortalecen y nos estimulan en la nuestra lucha para nuestra vida. Con la Jaris energía increada y la fuerza de los Misterios nos alimentamos, nos vivificamos y nos santificamos.
Esto ha ocurrido también con la Samaritana, que antes era una mujer mundana y desviada. Sin embargo, cuando conoció a Cristo y conversó con Él, se giró hacia la comida espiritual de la Divina enseñanza y su vida cambió radicalmente con la verdadera metania (introspección, arrepentimiento y confesión), se hizo predicadora de las verdades divinas y ha dado testimonio y martirio junto con sus hermanas y sus hijos. Ojalá que tengamos sus intercesiones. Amín.
† Metropolita Serafin de la isla de Kízira
Fuente: ΑΚΤΙΝΕΣ
Traductor: xX.jJ