« y se oyó que estaba en una casa.» (Mc 2,1)
Queridos míos, hablaré sobre la lectura evangélica. Veremos, dónde el Cristo hizo el milagro de la terapia del paralítico. Este milagro no lo hizo en el templo de Salomón, tampoco en una sinagoga, ni en un ambiente sagrado, sino que lo hizo dentro de una casa. El Cristo se fue en Capernaum que era su base operativa. Se fue a visitar una casa amiga. “Y se oyó que estaba en una casa” (Marc 2,1). Apenas se difundió de boca en boca que el Cristo estaba allí, e inmediatamente los hombres corrieron para escuchar el logos de Dios, tal y como corren los ciervos sedientos en las fuentes para refrescarse.
La enseñanza de Cristo no se parece con la enseñanza de Platón, ni de los otros filósofos, tampoco con la enseñanza de los fariseos y escribas (tiólogos intelectuales). Es algo inalcanzable. Toma al hombre y le conduce a los cielos, entre los ángeles y los arcángeles. Por eso en su ambiente hostil y de sus enemigos se escuchaban palabras espontáneas como: “Nunca un hombre habló como éste hombre” (Jn 7,46). La casa donde se encontraba el Cristo estaba llena. Todos escuchaban el logos de Dios.
El Cristo es amigo de la familia y de la casa. Y cada casa honesta tiene su bendición. En casas hizo muchos milagros. El primer milagro lo hizo cuando le rogaron que fuera a una casa de Kaná donde había una boda. Allí bendijo el agua y se hizo vino. Otra vez antes de Su Pasión se encontró en otra casa amiga. Era la casa de su amigo Lázaro y sus hermanas Marta y María. Allí el Cristo enseño el logos de Dios. Marta con pensamiento humano y práctico, se fue a la cocina para preparar la comida, porque creyó que con la comida selectiva agradecería al Maestro. Pero el Cristo la recriminó y la dijo: “Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas; pero sólo una cosa es necesaria”.
Muchas cosas son necesarias al hombre, pero lo más necesario es escuchar el logos de Dios y por supuesto aplicarlo. Y entonces encontró la ocasión para elogiar a María que estaba sentada “sobre sus pies” escuchando con gran alegría y deleite, diciendo que “María ha escogido la parte mejor y nadie se la quitará” (Lc 10, 41-42).
El Cristo se fue aún hasta a casas de enemigos. Se encontró una vez en la casa de un fariseo. Allí como es conocido ocurrió un acontecimiento, que lo festejamos el Martes Santo. Una mujer pecadora que los fariseos la despreciaban y la expulsaban de todas partes, había huido en aquella casa. Se arrodilló y ungió con fragancia aromática los pies de Cristo, y la casa se perfumó. Con mirra y sus lágrimas lavó los pies de Cristo y después con su cabello limpió sus pies. Y el Cristo dijo: “Son perdonados los muchos pecados de ella, porque amó mucho” (Lc 7,47). Mientras que los fariseos no derramaban ni una gota de lágrima por sus pecados, los ojos de esta mujer se convirtieron en manantiales que salían lágrimas de metania (introspección, arrepentimiento y confesión). Amigo y protector de la familia es el Cristo.
Antes de Cristo no había familia, había una manada. Los hijos no valían nada. El hombre despreciaba e ignoraba la mujer. La mujer deshonraba al marido. Los hijos no valían nada, el padre los agarraba y los tiraba a las rocas del monte Taíyeto. Cuando vino el Cristo en la tierra, honró la familia. Nadie más ha honrado tanto la familia que Cristo. Cimentó y fundó la vida familiar sobre la fe firma del evangelio. En la lectura evangélica de hoy vemos a Cristo en una casa de Capernaum enseñando el logos de Dios. ¡Bienaventurados los que escuchan! Luz (increada) iluminó en las oscuridades, tinieblas de la humanidad.
Nace la pregunta: ¿está hoy el Cristo en las casas? Para que se quede el Cristo en una casa debe haber unas condiciones. Aquel no entra por la fuerza. Es inmortal este logos suyo: “El que quiera que me siga…” (Mt 16,24). Tú solo, pues, escoja: la luz (increada) o la oscuridad, a Cristo Dios o el satanás. Si quieres a Cristo, entonces en una esquina de tu casa, por muy pobre que sea, debe haber iconostasio; debe haber el icono de Cristo y de la Panayía, también iconos de padres santos e hijos. Aún debe estar encendido un candil y un incensario. Antiguamente, la ama de casa por la mañana y por la noche incesaba toda la casa y las casas estaban bendecidas.
Lo más importante aún es que haya Evangelio en casa. No como lo tenemos nosotros ahora, que está pero no lo abre nadie. ¿Existen hoy estas cuestiones? No. Porque falta el Cristo de sus casas. Desgraciadamente los hombres muchas veces expulsan a Cristo. ¿Queréis demostraciones?. Observamos que dentro de la casa existe desarmonía. El hombre no ama la mujer con los conocidos sentimientos finos y caritativos. La mujer egoísta y orgullosa, la feminista de este siglo, niega cualquier autoridad del hombre. No acepta que el hombre es la cabeza y ella es el cuerpo el precioso tesoro. Los hijos no obedecen. La casa ha resultado ser un hotel de comer y dormir. No existe el Cristo en la casa porque se escuchan palabras feas, críticas malignas y cualquier otra cosa sucia y miserable.
Y lo peor es que dentro de las casas muchas veces se escuchan blasfemias. Aún dentro de las casas se hace el mayor crimen. La casa que es la fuente de la vida se convierte en un matadero. Y los criminales no tienen ninguna conciencia y sensibilidad. Una estadística revela que en Grecia se hacen cuatrocientas mil abortos anuales. Oh! Dios mío, cómo no se abre la tierra y tragarnos. Otro crimen es el divorcio. Lo normal es que el matrimonio sólo con la pala del sepulturero debe separarse. Hoy los divorcios se han multiplicado. En Atenas la mitad de los matrimonios se disuelven. De los divorcios ganan los abogados.
Muchas de las pruebas que pasamos se deben a la falta de protección de Dios. Dicen algunos por este sitio geográfico que está Grecia, entre Oriente y Occidente, por eso está siempre en disputa de las dos grandes potencias. Pero no es esta la causa.
Otra cosa falta; por eso “viene la ira para los hijos de la desobediencia” (Ef 5,6). Si fuéramos hombres de Dios, tendríamos como protector al Omnipotente. Y cuando tenemos a Dios con nosotros ¿quién nos puede molestar? “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8,31).
Ahora es más fácil encontrar diamantes que una familia cristiana. ¿Hoy se hace catequesis en casa, oración y ayuno? Cosa rara. ¿Cómo va estar entonces esta tierra? Sólo con la rectificación, sólo si cada casa se convierte otra vez iglesia casera “iglesia de su casa” (Rom 16,4), tal y como se hacía antes. Allí se reunían los Cristianos de los primeros siglos.
La familia, como correctamente se dijo, es la célula de la sociedad. Si enferma la familia, entonces enferma también toda la sociedad. Así que la “iglesia casera” es la célula de la cristiandad. Igual que el cuerpo humano, para que sea sano, debe tener células sanas, lo mismo también el total de una sociedad cristiana, si tiene familias con “iglesias caseras”, será un cuerpo sano y fuerte.
Cuidemos, pues, “la iglesia casera”. ¿Quién ha mantenido al cristianismo en Rucia? ¡La abuela con “la iglesia casera! No son nada hoy las catequistas delante de la gran fe que tenían aquellas abuelas. Dadme abuelas como las de Rusia, dadme madres Cristianas, y Grecia (y España) se convertirán otra vez los países más felices. Amín.
(+) obispo Agustín, homilía grabada en templo de san Panteleimon, 3-3-1991
Fuente: ΑΚΤΙΝΕΣ Tr. xX.jJ