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LA ZÉOSIS o GLORIFICACION COMO FINALIDAD DE LA VIDA HUMANA

El tema del destino de nuestra vida es muy serio, porque concierne al asunto más importante del hombre: saber la razón y finalidad por la cual nos encontramos sobre la tierra. Si el hombre se sitúa y se orienta bien sobre este tema, si encuentra su verdadero destino, entonces se sitúa correctamente en los objetivos parciales y en los asuntos diarios de la vida, como son sus relaciones con los demás, estudios, profesión, matrimonio, nacimiento y educación de los hijos. Pero si no se sitúa correctamente en este concepto básico, entonces fracasará en las cosas parciales del ámbito cotidiano. Pues ¿qué valor pueden tener los objetivos  parciales del hombre cuando la totalidad de la vida carece de significado?

Ya desde el primer capítulo de la Sagrada Escritura se manifiesta la finalidad de nuestra vida, cuando el autor sagrado nos dice que Dios creó al hombre como a Su «imagen y semejanza». Comprobamos así, el gran amor que tiene el Dios de la Trinidad respecto al hombre. No lo quiere simplemente como un ser con algunos , talentos, algunas cualidades, alguna superioridad del resto de la creación, sino que lo quiere dios por la Χάρις (jaris-gracia, increada energía).

Exteriormente el hombre se ve como una simple existencia biológica, como otros seres vivos, los animales. Es ciertamente animal, pero «animal que hacia Dios inclina la cabeza por señas contemplándolo» como dice San Gregorio el Teólogo (Logos en Teofanía, MPG 36,13). Es el único ser que destaca de toda la creación, el único que puede hacerse dios.

Cuando decimos » como imagen» significa los  o dones que ha dado Dios sólo al hombre, opuestamente al resto de los seres creados por Él, de forma que se constituye en imagen de Dios. Estos dones son: el nus, la lógica, la conciencia, autogobierno (o libre voluntad, independencia) o sea la libertad, la creatividad, el ’Ερως (eros) amor y el anhelo de lo absoluto y de Dios, la autoconciencia personal y cualquier otra cosa que hace al hombre superior al resto de la creación de los seres vivos y le convierte en ser humano con personalidad. Así pues, lo que hace al hombre prósopon, persona y rostro, son los -dones «de cómo imagen».

Siendo «cómo imagen» el hombre es llamado a adquirir «cómo semejanza», o sea, la zéosis.  El Creador, Dios por naturaleza, llama al hombre a  hacerse dios por la Χάρις (Jaris).

Los dones del «cómo imagen» fueron dados por Dios al hombre para llegar muy alto y conseguir así su semejanza con su Dios y Creador, para no tener una relación externa ética y moral con Él, sino una unión personal con su Creador.

Quizás sea muy atrevido aún hablar y pensar que la finalidad de nuestra vida es que nos hagamos dioses por la Jaris. Pero la Santa Escritura y nuestros Santos Padres no nos lo han ocultado.

Desgraciadamente existe ignorancia en las personas, tanto fuera como dentro de la Iglesia. Porque piensan que la finalidad de nuestra vida es, en el mejor de los casos, una sencilla mejora personal ética y moral, el hacernos mejores personas. Pero en el Evangelio, en la Tradición de la Iglesia Ortodoxa y en los Santos Padres, se nos entrega que el fin de nuestra vida no es éste, es decir, que sólo mejore todavía aquello que ya es el hombre, más ético y moral, más justo, más autocontrolado, más cuidadoso. Todo esto se debe hacer, pero no es el gran objetivo, el fin definitivo por el cual nuestro Creador y Hacedor hizo al hombre. ¿Cuál es este objetivo o fin?  La zéosis, la unión del hombre con Dios, no de una manera exterior o sensible,  o emocional, sino esencialmente, realmente, ontológicamente.

Tan alto coloca al hombre la antropología ortodoxa. Si comparamos los sistemas de todas las filosofías, sociologías, psicologías, con la antropología ortodoxa nos daremos cuenta, y acreditaremos fácilmente, qué pobres son, puesto que no se corresponden al profundo anhelo del hombre hacia  algo tan grande y verdadero en su vida.

Ya que el hombre es «llamado a ser dios», es decir, ha sido creado para convertirse y hacerse dios, si no se encuentra en el camino de la zéosis, siente un vacío interior y que algo no anda bien. No se alegra, ni  siquiera cuando intenta tapar este vacío con otras actividades. Puede narcotizarse él mismo, construir un mundo imaginario y fantasmagórico pero a la vez pobre, pequeño, limitado, y encerrarse, enjaularse, encarcelarse a sí mismo dentro de él.  Puede organizar así su vida, de forma que nunca permanezca sereno y tranquilo, solo consigo mismo. Puede, con los ruidos, la intensidad, la televisión, la radio, la información continua sobre cualquier cosa, intentar de la misma forma que los narcóticos, las drogas, el alcohol… olvidar, no pensar, no preocuparse, no acordarse que no marcha bien, que se extravió de su propio fin.

Finalmente no descansará el hombre contemporáneo pobre y fatigado, hasta que no encuentre ese  algo más, lo superior que existe realmente en su vida, lo verdaderamente bello y creativo.

¿Puede el hombre unirse con Dios? ¿Puede entrar en comunión, conectar, comunicarse con Él? ¿Puede hacerse dios por la increada energía Χάρις (Jaris)?

1 comentario

  1. Carlos de la Puente

    Es el destino del hombre, ser «imagen y semejanza» en sentido pleno, mediante la acción de la Jaris, la Gracia concretar en sí noblemente la Theosis, ápice de la cosmovisión teológica ortodoxa con la cual comulgo hace ya muchos años ..

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