En la Iglesia Ortodoxa de Cristo el hombre puede conseguir la zéosis, porque la jaris de Dios, de acuerdo con la enseñanza de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia, es increada. Dios no es sólo sustancia o esencia como creen los occidentales, sino también energía. Si Dios fuera sólo esencia, no podríamos unirnos y comunicarnos con Él, porque la esencia de Dios es terriblemente poderosa e inaccesible para el hombre, «porque no puede verme el hombre y seguir viviendo» (Ex.33,20).
Pongamos un ejemplo relativo a lo que acabamos de decir. Si cogemos un cable eléctrico pelado, de alto voltaje, moriremos, pero si lo unimos a una bombilla nos iluminará. La energía de la corriente eléctrica la vemos, nos alegra, nos ayuda. La esencia no la podemos tocar. Algo semejante, si nos permiten la comparación, ocurre con la increada energía jaris de Dios.
Si pudiéramos unirnos con la οὐσία (usía, esencia, sustancia) de Dios, también nos haríamos dioses en esencia. Es decir, todo resultaría ser dios, la confusión sería total, y nada sería esencialmente dios; en pocas palabras, lo que creen las religiones orientales, por ejemplo el Hinduismo, donde dios no es una existencia personal sino, una fuerza confusa y dispersa por el cosmos – universo, así en las personas como en los animales y en las cosas, (Panteísmo-tododios).
Además si Dios tuviera sólo la divina esencia incomunicada e increada sin Sus energías, quedaría en un dios autosuficiente, un dios encerrado en si mismo e incomunicado con sus criaturas.
Dios, según la contemplación teológica ortodoxa, es Unidad en la Trinidad y Trinidad en la Unidad. Como dicen especialmente San Máximo el Confesor y San Dionisio el Aeropayita y otros Santos Padres, Dios está lleno de un Santo Amor, un divino eros – enamoramiento por Sus criaturas. De este inmenso y extático amor Suyo sale de Si mismo y busca la unión con ellas. Esto se manifiesta y se realiza con su energía o mejor con Sus energías.
Con éstas energías increadas, Dios creó el cosmos y sigue manteniéndolo. Da contenido e hipóstasis (fundamento básico subsitencial) a todo nuestro cosmos-mundo, con Sus esenciadoras, generadoras energías. Está presente en la naturaleza y mantiene el universo con Sus energías de mantenimiento. Ilumina al hombre con Sus energías iluminadoras. Lo santifica con Sus energías santificadoras. Finalmente le hace con la zéosis con Sus energías glorificadoras. Así pues con Sus energías increadas el santo Dios entra en la naturaleza, en el cosmos, en la historia, en la vida de los hombres.
Las energías de Dios son energías divinas. Son también Dios sin ser Su esencia. Son Dios, por eso glorifican al hombre. Si las energías de Dios no fueran divinas, increadas energías, entonces no serian Dios, ni podrían hacernos la zéosis y unirnos con Él. No existiría un puente de la distancia entre Dios y los hombres. Pero por tener Dios divinas energías y con ellas unirse a nosotros, podemos comunicarnos y comulgar con Él uniéndonos con su Jaris, sin identificarnos con Dios tal como sería, si nos uniéramos con Su οὐσία (usía, esencia, sustancia) .
Nos unimos a Dios, pues, a través de las energías divinas e increadas y no por Su esencia. Éste es el gran misterio de la Fe Ortodoxa y de nuestra vida.
Esto no pueden aceptarlo los herejes occidentales. Como son racionalistas no distinguen, no hacen discernimiento entre οὐσία (usía, esencia, sustancia) y energías de Dios, y dicen que Dios es sólo esencia. Por eso no pueden hablar sobre la zéosis del hombre. Porque para ellos, ¿cómo se hará la zéosis en el hombre, si no aceptan las energías divinas increadas y las califican de construidas o creadas las divinas energías? Y ¿cómo puede algo construido, creado, es decir, fuera del mismo Dios, hacer la zéosis o glorificar al creado hombre?.
Para no caer en al panteísmo (todo-dios) no hablan nada de la zéosis. Y entonces, para ellos ¿cuál es la finalidad de la vida del hombre? Simplemente, un mejoramiento moral. Es decir, que si el hombre no puede adquirir la zéosis por la divina Jaris, por estas energías divinas, ¿qué finalidad tiene su vida? Simplemente que sea moralmente mejor. Pero el perfeccionamiento moral es muy poco para el hombre. No basta que nos hagamos mejores que antes y realizar acciones moralmente buenas. Nosotros tenemos como objetivo y meta final la unión con el santo Dios. Esta es la finalidad de la creación del universo. Eso queremos. Ésta es nuestra alegría, felicidad, integridad y perfeccionamiento progresivo e interminable.
La psique del hombre creado como imagen y semejanza de Dios anhela y ansía a Dios, así como la unión con Él. Por muy moralista que sea el hombre, por muy bueno que sea, por muy buenas acciones que haga, si no encuentra a Dios, si no se une a Él, no descansa. Porque el mismo Buen Dios puso dentro de él esa divina sed, el divino amor – eros, el anhelo de unión con Él, la zéosis. Tiene la fuerza, energía amorosa dentro de sí mismo, que recibe de su Creador, para amar y enamorarse de verdad, con fuerza, sin buscar el provecho propio, desinteresadamente de la misma manera que su Santo Creador ama y se enamora de Su mundo, de todos Sus seres. Que ame y se enamore con este santo ímpetu y fuerza amorosa a Dios. Si el hombre no tuviera dentro de él la imagen de Dios, no podría buscar su prototipo o modelo (primera imagen, el original). Cada uno de nosotros somos imagen de Dios, y Él es el prototipo. La imagen necesita y busca su prototipo y sólo cuando lo encuentra descansa en él.
En el siglo XIV hubo una gran perturbación en la Iglesia que provocó el escolástico monje occidental Barlaam. Supo lo que los monjes de la Santa Montaña Azos hablaban y predicaban acerca de la zéosis. Se enteró que después de muchos sufrimiento y lucha, después de mucha – catarsis – de las pasiones – pazos – y de mucha oración, llegaban a ser merecedores de la unión con Dios, de vivir la experiencia de Dios, de contemplar a Dios (con el ojo psíquico: nus). Oyó que veían la luz increada que vieron los Santos Apóstoles durante la Metamorfosis – Transfiguración – del Salvador Jesucristo en el monte Tabor.
Pero Barlaam, siguiendo el espíritu occidental, francolatino, racionalista, desviado, no podía concebir y percibir la auténtica realidad de esas divinas experiencias de los humildes monjes, y así empezó a acusar a los monjes del Monte Azos de equivocados, herejes e idólatras. Decía que era imposible que uno viera la jaris de Dios, porque él no conocía nada sobre el discernimiento entre la esencia y la energía increada de Dios.
Entonces la χάρις (jaris) de Dios destacó un gran e iluminado maestro de nuestra Iglesia, el Ayiorita San Gregorio Palamás, Arzobispo de Salónica. Él con mucha sabiduría e iluminación de Dios y también con su experiencia personal, dijo y escribió mucho y enseñó según la Santa Escritura y la Divina Tradición de la Iglesia, que la luz de la Χάρις (Jaris) de Dios es increada energía divina. Que efectivamente, ven esta luz los hombres que adquirían la zéosis, como experiencia altísima y superior de la zéosis y son vistos dentro de esta luz de Dios. Esto es la gloria de Dios, Su esplendor, luz del Tabor, luz de la Resurrección del Cristo y de Pentecostés, la nube luminosa del Antiguo Testamento. Realmente luz increada de Dios y no simbólica, como fraudulentamente creía y predicaban Barlaam y sus colegas
A continuación, toda la Iglesia, con tres grandes Sínodos en Constantinopla, dio la razón a San Gregorio Palamás y proclamó que la vida en Cristo no es simplemente educación ética y moral del hombre sino zéosis, que significa participación en la Δόξα (Doxa-Gloria) de Dios, visión, expectación, contemplación de Dios, de Su Χάρις (Jaris), de Su Luz increada.
Debemos un grandísimo agradecimiento a San Gregorio Palamás, porque con la iluminación que recibió de Dios, con su experiencia y su teología nos entregó la enseñanza y la eterna experiencia de la Iglesia respecto a la zéosis del hombre. El Cristiano no es Cristiano porque sencillamente pueda hablar de Dios. Es Cristiano porque puede tener experiencia de Dios. Y tal como cuando amas de verdad a una persona conversas y compartes con ella, la sientes, te alegras, así ocurre también en la comunión del hombre con Dios. No hay simplemente una relación exterior, sino una unión mística de Dios y el hombre en el Espíritu Santo.
Hasta hoy los Occidentales consideran creada la divina Jaris, la energía de Dios. Esto también, desgraciadamente, es una de las muchas diferencias nuestras, que se debe de tener en cuenta seriamente, en el diálogo teológico con los Romano – católicos. No son sólo el filioque, la jefatura del poder, la «infalibilidad» del papa y el celibato sacerdotal, las diferencias básicas entre la Iglesia Ortodoxa y los Papistas. Es también todo lo anterior. Si los Romano – católicos no aceptan que la Jaris de Dios es increada no podemos unirnos con ellos, aunque acepten todo lo demás. Porque si no fuera así, ¿quién efectuaría, energizaría la zéosis, si la divina Jaris es obra, creación y no energía increada del Espíritu Santo?