Jesús Cristo – La vida del mundo

 

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JESÚS CRISTO – LA VIDA DEL MUNDO

© Juan Romanidis

INTRODUCCIÓN

El principal objetivo de la fe, de la teología y del dogma sobre el Cristo y Su relación con Su Padre y el Espíritu Santo es conducir la humanidad 1) a la catarsis e iluminación del corazón, es decir, a la terapia del centro de la personalidad humana y 2) a la glorificación o deificación (zéosis), que es el perfeccionamiento de la personalidad en la visión, expectación o contemplación de la increada doxa-gloria y realeza increada de Cristo a través de Sus Santos, los miembros de Su Cuerpo, de la Iglesia. La fe, la oración, la teología, el dogma y los Misterios Ortodoxos son los métodos terapéuticos y señales sobre el camino de la catarsis e iluminación del corazón hacia la glorificación o zéosis, que cuando se consigue cesa la fe, la oración, la teología y el dogma, puesto que la finalidad definitiva de estos es abolirlos con la zéosis y la agapi-amor desinteresada o altruista (1Cor 13, 8-10).

Por tanto, el tema “Jesús Cristo – La Vida del Mundo”, en principio en su naturaleza es esencialmente terapéutico y perfeccionador y con esta noción también eclesiástico. Sólo los iluminados y glorificados son miembros del Cuerpo de Cristo y Templos del Espíritu Santo. Desde esta perspectiva, la catarsis y la iluminación tienen algunos paralelismos con las ciencias terapéuticas, especialmente con la psiquiatría, pero la zéosis es conocida y se mantiene sólo en el núcleo de la tradición cristiana ortodoxa y quizás también en el Judaísmo. Son parientes con las ciencias sociales, pero no como principios morales, sino como ascetismo o ejercicio espiritual terapéutico. Tal y como uno no puede separar la gnosis-conocimiento psiquiátrico de la práctica, igualmente la fe, la oración, la teología y el dogma no pueden separarse de la aplicación terapéutica. Tal y como uno no puede cambiar el conocimiento psiquiátrico en un sistema metafísico abstracto, de la misma manera uno no puede hacer lo mismo con la tradición Ortodoxa. La relación entre el diagnóstico y la terapia es más o menos la misma para la ortodoxa teología patrística, como es para la ciencia de la medicina. La verdad se mide por el éxito y acierto de la terapia y la terapia acertada demuestra el análisis descriptivo de las formas y los medios por los que se consigue.

Separaremos nuestro tema en los siguientes capítulos: 1) Cristo en el Antiguo Testamento y los Sínodos Ecuménicos, 2) Iniciación a la Vida y “a toda la Verdad” de Cristo por el Espíritu Santo durante el Pentecostés, 3) Diagnóstico y terapia, 4) El Cuerpo de Cristo, 5) Profetizar y Teologizar 6) Consecuencia y conclusiones.

1) Cristo en el Antiguo Testamento y los Sínodos Ecuménicos

Hay un punto de vista esencial sobre las condiciones y presuposiciones teológicas de todos los Sínodos Ecuménicos que concierne la Persona de Cristo, que fue rechazado, ignorado y omitido de aquellos que siguen a Agustín. ¿Esto crea la pregunta: ¿hasta qué punto aquellos que operan, actúan así, aceptan éstos Sínodos?

Con la única excepción de Agustín, los Padres sostienen que Jesús Cristo antes de Su nacimiento de la Virgen Zeotocos, en Su Persona creada es el Ángel del Señor, el Ángel de la Gran Voluntad, el Kirios-Señor de la Gloria, el Kirios-Señor Sabaóz, es Éste mismo que se apocaliptó=reveló “a Sí mismo” como Dios a los Patriarcas y a los Profetas del Antiguo Testamento. Arrianos y evnomianos, ambos acordaron que Cristo era Aquel el Cual hizo esto en Su Persona o Su Hipóstasis (base substancial), la que existía antes de la creación de los siglos, pero ellos insistían que Éste fue creado «ex nihilo» (a partir de la nada) y entonces no es de la misma naturaleza (omoúsios) con el Dios, el Cual es solo Dios verdadero “por naturaleza”.

Para demostrar estos puntos suyos los arrianos y los evnomianos conversaron, igual que el judío Trifón con Justino filósofo y Mártir, de que en la zarza ardiente y sin consumir, no era el Ángel del Señor quien dijo “YoSoY el Ων (on) el ser o auto-existencia” (Ex 3,14), sino el mismo Dios mediante el creado Logos-Ángel. Los Padres insistían que el Ángel-Logos esto lo reveló también para Sí Mismo y no sólo para Dios. Ángel del Señor habló de Sí Mismo, cuando dijo a Moisés: “¡YoSoY el Señor Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacobo!” (Ex 3,16).

Contra los arrianos san Atanasio sostiene que el nombre “ángel” a veces se dirige y se refiere al increado Logos y a veces a un ángel creado. Él insiste que no puede haber confusión cuando uno ve un ángel creado o el increado Hijo de Dios, el cual algunas veces en el Antiguo Testamento se llama “Ángel”.

Insiste que “cuando se ve el Hijo entonces se ve el Padre, porque el Hijo es el destello, el fulgor del Padre, y así el Padre y el Hijo son uno… Está muy claro que lo que dice el Dios, lo dice mediante el Logos y no mediante algún otro… Y el que ha visto al Hijo, conoce que ha visto a Él y no a un ángel, ni alguno de los ángeles superiores, ni alguna abreviatura formada, sino al Mismo Padre. Y el que escucha al Logos conoce que escucha lo del Padre.

Tal y como aquel que es irradiado, alumbrado de los rayos, conoce que es iluminado del sol.5 Como llave en el Antiguo y Nuevo Testamento, san Atanasio dice que “no hay ninguna cosa más que el Padre que energiza, opera…por el Hijo”6.

Esto significa que Antiguo Testamento es Cristocéntrico, puesto que el Cristo es el Ángel del Señor y de la Gran Voluntad antes de la encarnación, el Señor de la Doxa-Gloria y el Señor Sabaoz, en el Cual los patriarcas y los profetas ven y escuchan a Dios y mediante el Cual reciben la jaris (gracia, energía increada), la ayuda y el perdón.

El que los Ortodoxos y los Arrianos estaban de acuerdo que el Ángel-Logos era Aquel que apareció y reveló a Dios en los Profetas e igualmente era la Misma Persona, la Cual se hizo Hombre y Mesías, se debería de tener muy en cuenta, como la llave del entendimiento de las decisiones del primer Sínodo y los siguientes Sínodos Ecuménicos.

Es importante que uno entienda que Ortodoxos y Arrianos no discrepaban teóricamente sobre una abstracta Segunda Persona de la Santa Trinidad. Aquello por lo que discrepaban y discutían era la experiencia de los profetas y los apóstoles, especialmente, si es un Logos creado o increado, el Cual se manifiesta “en doxa (gloria, luz increada)” en ellos y se apocalipta, se revela “en Sí Mismo”, como Icona-Imagen de Dios, al Padre, como Arquetipo.

Como los Evnomianos aceptaban las mimas tesis o posiciones que los Arrianos, sobre las manifestaciones del supuesto creado Logos-Ángel en los profetas, esta misma discusión se transfirió en el 2º Sínodo Ecuménico.

San Basilio el Grande con inquietud se dirige a Evnomio, de la siguiente manera: «Tú ateo, no pararás de llamar inexistente, a éste que realmente existe, la fuente de la vida, a éste que da en todos los entes (seres) la existencia. Éste que cuando transmitía los mandamientos a su siervo Moisés, encontró para sí mismo el nombre adecuado y apropiado llamándose a sí mismo “on, ser, o existente”; dice: “YoSoY el ὤν on o soy el que soy o el ser real o existente” (Ex 3,14). Y que estas cosas se dijeron para el Señor, y nadie lo contradecirá según la lectura de Moisés, es decir, las condiciones y presuposiciones judaicas de Moisés, las que como velo cubren el verdadero sentido y significado cristiano7 (ver Cor 3,15). Porque en la Escritura se dice que “se manifestó en Moisés el Ángel del Señor en zarza ardiente en forma de fuego candente”8. Aunque en la descripción de la Escritura precede el ángel y a continuación la voz de Dios dice a Moisés: “YoSoY el Dios de tu padre Abraham” y después de poco: “YoSoY el ὤν on soy el que soy o el ser real o existente”. ¿Entonces, qué, el mismo es ángel y también Dios? ¿Por consiguiente, no se trata de esto que hemos sido enseñados de que el nombre de él es “Ángel de la Gran Voluntad”? Yo creo que no es necesario decir más, porque para los amantes de Cristo, los cristianos, basta con este recordatorio, pero para los que están enfermos y no están curados no tendrán ningún beneficio por muchas palabras que digamos.»10

Después reduciendo las mismas observaciones por el encuentro entre Ángel-Logos y Jacobo, lo que uno encuentra en san Atanasio el Grande y en los Padres anteriores, san Basilio expresa el mismo principio exegético, tal y como hemos visto al Obispo de Alejandría san Atanasio. “En cada uno pues está claro que, allí donde la misma persona se llama ángel y también Dios, se expresa el Unigénito, quien se manifiesta de generación en generación a los hombres y anuncia la voluntad del Padre en sus santos”11. (1. Logos contra Evnomiano pag 173-176)

Evnomio contestó a estos argumentos de san Basilio con la reivindicación de que el Hijo es el ángel del Ων-Ser, pero no el Mismo “Ων-Ser”. Este ángel se llama Dios para mostrar su superioridad sobre todas las cosas que fueron creadas por él, pero esto no significa que es “el Ων-Ser”. Así que Evnomio insiste que “El que envía a Moisés este es el On (Ser, existente), en cambio aquel que era enviado mediante el cual hablaba era el mensajero o ángel de este que existe, el Dios de todo lo demás”12.

La astucia sapiencial del argumento se puede ver como extraña, pero a pesar de eso, es importante como el testimonio del hecho que la identidad del Ángel, el Cual se llama Dios en el Antiguo Testamento, con el Cristo, el Unigénito Hijo de Dios y Creador, estaba tan afianzada y asegurada, de manera que los Evnomianos nunca podían pensar y dudar como Agustín, más joven y contemporáneo de ellos, listo para hacer esto en el norte de África. A pesar del hecho que el supuesto maestro de Agustín, Ambrosio y el resto de los Padres occidentales, estaban de acuerdo con esta tradición, la que aquí hemos descrito.

San Basilio el Grande no podía contestar a las preguntas de Evnomio, contra sus argumentos, porque ya había muerto. Así que su hermano Gregorio ha hecho esto en sus 12 libros, “Contra Evnomio”, los cuales comunicó a san Jerónimo durante el II Sínodo Ecuménico, el año 381.

San Gregorio entre otras cosas, sostiene que “si Moisés aquel mismo que habla con él niega que sea el ángel”13 y se hace cocaminante y conductor del pueblo14, con estas cosas se demuestra con certeza que éste que se nos ha sido conocido con el sobrenombre o apellido de que aquel que existe o el On-Ser es el Unigénito Dios. Si uno es contradictorio a este aspecto, será defensor del aspecto judaico y no hará al Hijo cooperante en la salvación del pueblo. Es decir, no acompaña a los israelitas como mensajero, y este que se declara con el apellido o sobrenombre de on (ser) no es el Unigénito, -como quiere Evnomio- entonces no hace otra cosa que transferir las enseñanzas de la Sinagoga a la Iglesia de Dios. Confesarán, pues, una de las dos cosas: una es que no aparece a Moisés para nada el Unigénito Dios; y segundo que el on (ser) es el mismo Hijo, quien habla a su servidor. Pero continúa sus objeciones en lo que hemos dicho que propone la misma Escritura que dice “que precedió la voz del mensajero, y así después siguió el diálogo con Aquel que existe o con el On-Ser”. Pero esto no es una objeción sino confirmación de nuestros aspectos. Y nosotros sostenemos que el profeta queriendo manifestar con claridad y certeza a los hombres el misterio relativo con Cristo, llamó ángel a este que existe o el On-Ser, para que no se encuentre aislado el apellido del Ser…”16 (EPE: Erga 3 pag 432-4)

Estos textos de los ilustres y distinguidos Padres del I y II Sínodos Ecuménicos deberían ser suficientes demostraciones que para los Padres de los Sínodos, el dogma de la Santa Trinidad era idéntico con las manifestaciones de Cristo, del Logos no encarnado a los profetas y del Mismo Logos con Su naturaleza humana a los apóstoles. Ninguno en la Tradición Ortodoxa, excepto Agustín, dudó alguna vez de esta identidad del Logos con esta Persona concreta, que revelaba “en Si mismo” a Dios invisible del Antiguo Testamento en los Profetas y, Quien se hizo hombre y continuó esta misma apocálipsis, revelación de la doxa (gloria, luz increada) de Dios dentro y mediante Su propia naturaleza humana, la que recibió de la Virgen.

La disputa entre Ortodoxos, Arrianos y Evnomianos no era en relación sobre quién era el Logos del Antiguo Testamento y del Nuevo, sino en relación con lo qué es el Logos y cuál es Su relación con el Dios Padre. Los Ortodoxos sostenían que el Logos es increado e inalterable, siempre existiendo de la usía-esencia o hipóstasis del Padre, el Cual eternamente también según su naturaleza es una causa de la existencia de Su Hijo antes de los siglos. Los Arrianos y Evnomianos insistían que este mismo Ángel Logos es una alterable, cambiable creación de Dios, el cual tiene Su existencia antes de los siglos ex nihilo, (de la nada), no de la naturaleza de Dios sino de Su voluntad.

Así que la pregunta básica era: Si los Profetas y Apóstoles vieron dentro, en la increada doxa-gloria de Dios (Ortodoxos y Arrianos) o en la energía creada (Evnomianos), un Logos increado o creado; El cual es Dios por naturaleza y por consiguiente tiene todas las energías y dinamis (potencias) por naturaleza; o un Dios por la jaris (gracia, energía), el Cual tiene algunas, pero no todas las energías del Dios Padre, por lo tanto, por la jaris y no por naturaleza; Ortodoxos y Arrianos-Evnomianos en principio estaban de acuerdo que si el Logos tiene todas las dinamis y las energías del Padre por naturaleza, por tanto es increado, si no, entonces Él es creado o creación.

El problema central de esta discusión, fueron las experiencias de apocálipsis-revelación, de glorificación o de zéosis, las que facilita el Dios, en Su Espíritu por Su Logos-Ángel-Cristo a los Profetas, Apóstoles y Santos. Estas experiencias o las mismas vidas de los santos están registradas en la Biblia y a continuación también metabíblicamente, después del Pentecostés, al cuerpo de Cristo, la Iglesia. Por lo tanto, ambos lados apelaban a los Padres de todos los siglos, empezando de las vidas de los que estaban registrados al Génesis y los que se habían extendido hasta sus días. Ellos no podían estar de acuerdo con la autenticidad de los mártires, testigos de su época, pero tenían el punto común de discusión en el Antiguo y Nuevo Testamento, como también a la tradición patrística anterior.

Así los Ortodoxos y los heréticos utilizan el Antiguo y el Nuevo Testamento sin distinción, para demostrar si los profetas y los apóstoles vieron en la persona de Cristo una hipostasis divina creada o increada. La argumentología es sencilla. Las dos partes registran todas las potencias y energías de Dios que están escritas en la Biblia. Hacen lo mismo para el Ángel-Logos-Hijo Unigénito. Entonces estas las comparan para ver si se identifican o no. No basta que estas energías sean simplemente semejantes, sino que sean lo mismo o idénticas.

Ambos, Ortodoxos y Arrianos, estaban de acuerdo plenamente con la tradición heredada, del Antiguo Testamento, testificada por los apóstoles y los Santos, en los cuales el Dios apocalipta, revela Su doxa (gloria, luz increada) en Su Hijo Encarnado, porque las creaciones no pueden conocer la increada usía-esencia de Dios y porque entre increado y creado de la nada, no existe ninguna similitud.

Así que, los Arrianos para demostrar que el Logos es creado, sostenían que Éste no conoce la usía-esencia de Dios, ni Su propia esencia y no es de ninguna manera semejante con el Dios. Los Ortodoxos sostenían que el Logos conoce la esencia del Padre y es semejante al Padre en todo, teniendo todo lo que tiene el Padre (lo tiene el Hijo), menos la paternidad o ser la cusa de la existencia de Sí Mismo y del Espíritu Santo.

Los Ortodoxos y los Arrianos estaban de acuerdo en que el Dios es en Sí Mismo por naturaleza, y lo que Él es y lo que hace por voluntad no se identifica, sino que discrepaban agudamente en la aplicación del discernimiento entre divina esencia y divina voluntad o energía. Así que los Ortodoxos sostenían que el Dios es la causa de la existencia del Logos por naturaleza y la existencia de las creaciones por voluntad; en cambio los Arrianos sostenían que ambas, es decir, el Logos y todas las demás creaciones son productos de la divina voluntad.

Contra estas tesis o posiciones los Evnomianos sostenían que la esencia y la energía increada de Dios es lo mismo y que el Logos es producto de la energía creada de Dios y que el Espíritu Santo es producto de la creada energía del Logos y que cada género creado es producto de las distintas energías creadas del Espíritu Santo. Si cada género o especie no tuviera su energía individual o particular del Espíritu Santo, existiría sólo una especie creada o género y no muchos, según Evnomio.

Evnomio con estas cosas realmente imita con su manera propia la testificación bíblica y patrística de la glorificación o zéosis. En la glorificación bíblica y patrística, cada creado y cada santo participa o está en comunión con el Logos, el Cual está presente en cada uno, multiplicándose indivisiblemente Su increada doxa (gloria, luz), la que es entera y no parcial en cada uno, presente en cada uno y en el interior, tal y como enseñó el Cristo 17 y apocaliptó, reveló durante el Pentecostés, y la cual gloria-doxa lleva en el Logos también al Padre y al Espíritu Santo18.

Esto significa que en Dios no existen arquetipos y que el Dios contiene no sólo los géneros o especies sino cada parte terrible de la existencia en todas sus múltiples formas. Así que el átomon-individuo nunca está sacrificado por el Cristo para una supuesta buena causa común, sino que a la vez el bien común es bueno para cada individuo. Como consecuencia del misterio de la Ascensión de Cristo en Su propia doxa-gloria principal y en Su aparición a Sus alumnos en Espíritu de la doxa-gloria, el Pentecostés. Él ahora es Todo presente en cada uno y en el interior de aquel que se encuentra en los estadios de iluminación y glorificación o zéosis.

Por esta razón cada uno que toma la comunión o comulga con el Cuerpo y Sangre de Cristo en la Divina Efjaristía, no comulga sólo parte de Cristo, sino entera la naturaleza humana de Cristo, la cual desde el Pentecostés se divide indivisiblemente (o se reparte quedándose entera) a cada miembro de Su Cuerpo. Así por la coparticipación al pan efjarístico, el cual también está en el cáliz que es uno, cada miembro del Cuerpo de Cristo comulga y recibe a Cristo Entero no parte y se convierte, o ya es, templo o monasterio del Padre y del Espíritu Santo en el Encarnado Logos, en común con los demás miembros del Cuerpo de Cristo.

2) Iniciación en la Vida y en “toda la Verdad” de Cristo por el Espíritu Santo durante el Pentecostés

Todos los discernimientos que se desarrollaron y se esclarecieron durante las conversaciones referidas a los dos primeros Sínodos Ecuménicos, se transfirieron mediante los siguientes Sínodos Ecuménicos, que en realidad eran extensiones del I Sínodo. Pero los logos, dichos, significados y conceptos de los Padres no se pueden separar de los requisitos de estos. Puede que haya una variedad de conceptos y dichos pero no en los requisitos de estos.

Lo requisitos sobre los logos y conceptos de Dios de los Padres se encuentran en los estadios espirituales: 1) de la catarsis de corazón 2) de la iluminación del corazón y 3) de la glorificación o zéosis del corazón y de toda la existencia de cada uno, en el cual estado, el Logos aparece en su Espíritu y en Si Mismo apocalipta, revela al Padre. El que por el Espíritu ve a Cristo ve al Padre. Esta experiencia es la piedra angular de las formulaciones dogmáticas en la tradición patrística.

Ya hemos citado algunos textos Patrísticos, los cuales indican claramente que los Padres recibieron la tradición heredada, entregada como ya un hecho, que en las experiencias de la glorificación o zéosis, éstos mismos Profetas, Apóstoles y Santos tenían una visión real de Dios en el increado Ángel-Logos antes y después de Su Encarnación. El Cristo apocaliptando, revelando la increada doxa (gloria, luz) o la realeza increada del Padre durante Su Metamorfosis como Su propia doxa-gloria natural, es decir, delante de los tres discípulos con la presencia de Moisés y Elías, es repetición de las mismas apariciones de Cristo como Kirios-Señor de la Doxa-Gloria en el Antiguo Testamento, pero ahora a través de Su naturaleza humana. El grave error de Pedro de pedir hacer tiendas de campaña (una para Cristo, otra para Moisés y otra para Elías) en imitación de la escena del martirio, en el cual Moisés participó de la doxa-gloria increada de Dios, se debía en el hecho que la naturaleza humana de Cristo, la misma había sustituido la escena del martirio de Moisés y del templo de Salomón e hizo que todo esto sobrase y que el Mismo Cristo es Aquel el Cual apocalipta, revela Su gloria increada, la que tenía por naturaleza del Padre.

Según los Padres de la Iglesia, la homilía y la oración de Cristo que está referida en el Juan 13´31 y 17´26, contienen la promesa que cuando venga el Espíritu de la Verdad “Él… nos conducirá a toda la Verdad” (Jn 16´13), se cumplió durante el Pentecostés, y se ha convertido en experiencia continua, quienes desde entonces se unieron con la comunión de los glorificados.

Esto no significa que los Profetas y Apóstoles no se habían conducido a la Verdad, algunos mediante la iluminación y otros mediante la glorificación o zéosis. Sino que los Apóstoles serán conducidos a toda la Verdad durante la apocálipsis, revelación del Pentecostés. De ninguna manera esto significa que la Iglesia sería conducida gradualmente en la más cercana comprensión de toda la verdad, o en la apocatástasis, restablecimiento de la unidad entre las divididas iglesias. La homilía y la oración de Cristo, es para unidad de los Apóstoles y de los creyentes en la experiencia de la zéosis o glorificación, es decir, la visión, expectación de la increada doxa (gloria, luz) de la Santa Trinidad en la naturaleza humana de Cristo20 (Jn17´24), regalada en plenitud por la participación en la experiencia del Pentecostés.

La glorificación o zéosis del Pentecostés, fue seguida de los estadios de la catarsis e iluminación de los discípulos de Cristo, como ciertamente se refleja en la tradición evangélica. Los Evangelios de Mateo, Marco y Lucas corresponden al estadio de la catarsis del corazón de los catecúmenos y el Evangelio de San Juan al estadio de la iluminación y la glorificación o zéosis. En el estadio de iluminación, la interesada agapi-amor se convierte en desinteresada agapi y prepara los discípulos a ver en Cristo la deidad de la Santa Trinidad, como doxa (gloria, luz increada) y no como fuego ardiente consumador. La desinteresada agapi-amor (energía increada) es la condición para que el creyente sea conducido “a toda la verdad”, por el Espíritu de Cristo. Esto significa que los dogmas y la espiritualidad están inseparablemente unidos en los estadios de catarsis e iluminación. Pero en el estado o situación de glorificación o zéosis, el dogma de la gnosis-conocimiento sobre Dios se sustituye por la increada realidad, la que este dogma quiere indicar, mostrar pero no puede expresar.

San Gregorio el Teólogo, quien apela su propia experiencia de glorificación o zéosis en la refutación de los insistentes alegatos de los Evnomianos de que el hombre puede conocer la esencia (usía) de Dios, este punto lo recalca claramente sin ninguna duda21 (Logos teológico 2,3). Se refiere que un filósofo (Platón) decía que “es difícil comprender a Dios y expresarle casi imposible”. San Gregorio discrepa recalcando que “expresar a Dios es difícil, pero comprender a Dios más difícil aún, casi imposible. Porque lo que uno ha entendido quizás lo pueda expresar aunque no satisfactoriamente, pero sí imprecisamente, en oyentes que no tienen destruidos su diania (mente, intelecto) y sus sentidos espirituales…”22 (Logos teológico 2,4). Esto significa que uno para comprender y expresar a Dios no es solo imposible a los que no creen, sino también a estos mismos amigos de Dios, quienes han llegado a la iluminación o a la glorificación. Dios permanece misterio incluso cuando es visto, contemplado.

A pesar de esto, aquellos que llegan a la iluminación y a la glorificación, usan dichos, frases y conceptos en las homilías sobre el Dios. Ciertamente, estos conceptos, significados y dichos son inspirados de la experiencia de la glorificación o zéosis. Los padres espirituales utilizan dichos, conceptos y significados para conducir a los demás mediante la catarsis a la iluminación, tal y como hacían los profetas, los apóstoles y el mismo Cristo. Entonces el que uno utilice estos dichos, conceptos y significados como medio de reflexión filosófica sobre el Dios hace un mal uso de estos; es decir, a la vez a uno le conduce automáticamente al engaño, fraude, y le corta, le aísla de la posibilidad de estar catartizado, limpiado en el corazón y de la posibilidad de llegar a la iluminación. Este mal uso de los dichos, conceptos y significados sobre el Dios es la fuente de todas las herejías (errores, fraudes y engaños).

La meditación, reflexión pietista y filosófica sobre la Biblia y la crítica bíblica en estos marcos de relación, son caminos sin salida, los cuales no conducen a la realidad, la que indica el Cristo en el Antiguo y Nuevo Testamento. La Biblia no es apocálipsis revelación o Logos de Dios, sino relativa sobre estos. La apocálipsis, revelación y Logos de Dios son comunicados, participados y conectados en los hombres sólo mediante la catarsis en los estadios de iluminación y especialmente con la zéosis o glorificación, en la que la Pentecostés es transmitida de generación en generación como base y punto céntrico de la tradición y sucesión apostólica.

En el antiguo Testamento tenemos las apariciones de Dios en los profetas a través del Ángel-Logos, el cual en Su Encarnación continúa apareciendo en doxa-gloria increada en algunos Apóstoles, por ejemplo durante Su Metamorfosis. Él dice a Sus discípulos que dentro de poco ya no le verán, porque debe ir hacia Su Padre, pero otra vez dentro de poco ellos le verán, (Jn 16´11,16-33). Esto se realizó previamente en las apariciones de Cristo a Sus discípulos después de la Resurrección, en las que el mundo no podía participar libremente. A continuación, en Su Ascensión, tenemos Su desaparición definitiva de los ojos del mundo y Su reaparición durante el Pentecostés en Espíritu Santo, el Cual desde entonces instruye y forma el Cristo entero en cada uno de los discípulos y creyentes, los cuales reconciliados con Cristo y amigos de Dios24 (Jn 16´27) superan el estadio de servidor o esclavo25 (Jn 15´14-15).

El término de Pablo sobre la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, es el resultado de la nueva forma o manera por la que la naturaleza humana de Cristo participa al misterio de la presencia de Dios mediante el Ángel-Logos en los iluminados y glorificados, dividiéndose en Sí mismo indivisiblemente en Su doxa (gloria, luz increada).

Así que desde el Pentecostés la naturaleza humana de Cristo se divide indivisiblemente, de manera que sea presente entera en cada uno de los reconciliados amigos de Dios. Esto exactamente es aquello que explicó Cristo que ocurriría en el Jn 14,23. Así cada amigo de Dios se convierte y se hace portador del Cuerpo de Cristo entero y a la vez todos los amigos de Dios son un Cuerpo de Cristo reunidos en el mismo lugar participando en el Pan Uno y en el Cáliz Uno. Este es el Misterio de la Iglesia fundado durante el Pentecostés y “toda la verdad”, la que había prometido Cristo, de que el Paráclitos conducirá a Sus amigos. Así el Cuerpo de Cristo está constituido con la añadidura de los iluminados y glorificados de cada generación hasta el juicio final.

Antes de la muerte y la Resurrección de Cristo aún los glorificados, como los Patriarcas y los Profetas, tenían muerte natural y espiritual y esperaban su espiritual y física resurrección, la que los Padres llaman primera y segunda resurrección. La muerte espiritual es que no vean la doxa (gloria, luz increada) de Dios, o que vean ésta misma doxa-gloria como ardiente fuego consumador y “oscuridad exterior” del infierno. La primera resurrección es la continua e in-interrumpible contemplación de la creación en la doxa-gloria increada de Dios en Cristo. Ellos han terminado la boda con el Cristo, la que se completará con la resurrección definitiva y la apocatástasis (restablecimiento) de todo. Desde aquí en el sepulcro los creyentes tienen el “lazo del Espíritu Santo” en sus corazones, es decir, la oración noerá o del corazón26.

No hay reconciliación sin el Misterio de la Cruz, el cual se identifica con la glorificación o zéosis. Nadie puede hacerse amigo de Dios, al no ser, que voluntariamente levante Su propia cruz y siga a Cristo. Glorificarte significa crucificarte, lo que significa tener la fuerza y energía de Dios para metamorfosear, transformar la interesada y egocéntrica agapi-amor en divina (desinteresada), es decir, en agapi-amor “que no busca ni pide nada para sí mismo”. Esta reconciliación del hombre con el Dios estaba operativa y energizada en los Patriarcas, los Profetas y los Apóstoles antes de la Crucifixión, porque ellos participaban al Misterio de la Cruz. Por eso, ellos se convirtieron en amigos de Dios y recibieron la donación de pelearse con ánimo y lealtad con Dios a favor de la sanación y salvación de los demás.

El Misterio de la Cruz es la fuerza y energía increada reconciliadora de Dios, la que sana las enfermedades de aquellos que quieren aceptar la terapia, obedeciendo hasta la muerte la voluntad de Dios Logos, el Cual dio la ley a Moisés y las bienaventuranzas a los Apóstoles. La Crucifixión voluntaria del Kirios-Señor de la Doxa-Gloria es completa, pero no la única aparición en la historia de la fuerza del Misterio de la Cruz. Cada zéosis o glorificación de un amigo de Dios antes y después de la Crucifixión de Cristo es también aparición de la fuerza, potencia de este Misterio27.

 

3) Diagnosis y terapia

La tradición patrística estaba obligada usar la lengua filosófica de su época, para ser comprendida y luchar contra las tergiversaciones heréticas de la tradición eclesiástica. Sin embargo, esto no significa que la filosofía sirvió para entender la enseñanza de Cristo. En todo caso, los Padres rechazaban las meditaciones intelectuales abstractas sobre el Dios y Su relación con la creación e insistían en el acercamiento empírico, por experiencia de la unión con el Dios, mediante la catarsis e iluminación del corazón. Dentro de estos marcos se deben de comprender éstos términos de los Padres «πράξις» (praxis- catarsis e iluminación) y «θεωρία» (zeoría-visión, contemplación). Esto no tiene ninguna relación con la distinción, de la edad media occidental, entre acción social y zeoría-contemplación intelectual o meditativa sobre el Dios, la cual para los Padres es demoníaca y fuente de todas las herejías. «Πράξις» Praxis es la catarsis del corazón y «θεωρία» zeoría es la visión, expectación de la doxa (gloria, luz increada) de Dios, que el corazón la tiene por su fe interior de la iluminación o por la glorificación o zéosis. Zéosis es visión, expectación de la doxa-gloria increada de Dios en Cristo. Zéosis no es iluminación o la simple participación en la Divina Efjaristía, como parece que creen algunos Ortodoxos hoy.

Estos discernimientos presuponen el hecho que el corazón y no la διάνοια- (diania-mente, intelecto, cerebro) es el centro espiritual y la parte donde se forma el Teólogo, y también el hecho que el corazón por regla general, no funciona correctamente. Aquellos de los que los corazones sólo bombean sangre, creen que el cerebro y el sistema nervioso son los centros gnósticos del hombre para el análisis de las relaciones exteriores e interiores de uno hacia el Antiguo y Nuevo Testamento. El corazón parece que se toma como un centro así. Ellos naturalmente concluyen que esto se hace a causa de la percepción inicial e inexacta de esto.

En cambio la tradición Ortodoxa conoce que el corazón, paralelamente con el bombardeo de la sangre, cuando se cultiva adecuadamente es el lugar de la comunión, conexión y unión con Dios, por la incesante oración, es decir, la perpetua memoria de Dios. Los logos de Cristo “bienaventurados los catartizados (sanados de sus pazos y pecados) del corazón, porque ellos contemplarán y verán a Dios” (Mt 5´8)28, se han tomado muy en serio, porque se han cumplido en todos aquellos que recibieron el carisma de la glorificación o zéosis antes y después de la Encarnación.

La Teología Patrística y Dogmática para los Padres es la misma realidad y se aprende adecuadamente, cuando la diania observa las energías y acciones del Espíritu Santo en el corazón y coopera, co-energiza en echar todos los loyismí buenos y malos, los cuales no pertenecen allí y para sustituirlos con el único pensamiento-oración- memoria de Dios, la monóloga oración del corazón o de Jesús bendición.

Con el paso de los años algunos Padres llamaron «νοῦς-nus» la energía de la psique dentro del corazón, cuando retorna en su estado natural, y reservaron los nombres «λόγος-logos» y «διάνοια-diania» para la lógica, la que hoy muchos llamarían enkéfalos-cerebro y el sistema nervioso. Otros Padres incluirán la energía oradora del corazón con el término «νοῦς-nus», en el cual entonces también se incluirán las energías intelectuales y lógicas de la psique concentradas en el cerebro. Para evitar la confusión utilizamos los términos “noerá energía” y “noerá oración”, para definir la energía del nus en el corazón, llamada “noerá oración o bendición”.

La oración del corazón se puede convertir y hacerse incesante, en cambio la oración de la diania cerebro (mente, intelecto) opera por la decisión del orante y en períodos de tiempo escogidos por él. Aquel que tiene el jarisma de la oración incesante en su corazón, ora también con su diania o cerebro, (mente, intelecto) cuando ora con y por los otros en presencia de ellos y para la instrucción y formación de ellos. Éste, realmente en estos períodos del tiempo, el mismo ora con la diania y a la vez ora en su corazón el Espíritu, con la lengua del Pentecostés o el logos, que se dio en él por Dios en Cristo. Una es la oración del hombre a Dios, y la otra es la oración del Espíritu Santo en Cristo a Dios.

En esto, Apóstol Pablo toma esta doble oración de los carismáticos, que es un fenómeno natural en la Iglesia de Corinto, pero amonesta a los Corintios que tenían este carisma, porque no oraban también con la diania (cerebro, mente, intelecto) para el beneficio de los demás que estaban presentes quienes eran capaces de orar solo con el cerebro29 (1Cor 14´14). Verdaderamente Pablo nos dice que, cuando los creyentes llegan en la adopción en Cristo esto significa que: “por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de la jaris (energía increada) de Cristo 30 (Gal 4, 6-7). Cuando habla sobre esta oración por el Espíritu o por la lengua, Pablo no se refiere a la oración escuchada por los otros. “2 Porque el que clama-habla en lengua no habla-clama a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios, (es decir, su psique iluminada está dirigida por la energía increada del Espíritu Santo y habla verdades místicas o logos inefables)”31 (1Cor 14´2); y “así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza (teologiza) que el que habla en lenguas, a no ser que el mismo las interprete y explique para que la iglesia, los creyentes, reciban formación y edificación espiritual”32 (1Cor 14,6). Esto no se debe confundir con cómo los Apóstoles fueron percibidos y comprendidos por los oyentes cada uno en su propia lengua o dialecto durante el día del Pentecostés. Pablo habla para los que no tenían la oración del Espíritu en sus corazones y así no conocían que oraban los otros, porque estos no oían nada.

Pablo considera esta oración por el Espíritu o por las lenguas en el corazón como condición del jarisma de la profecía. Él sostiene que aquellos que recibieron la jaris (gracia) de la oración de Dios están obligados a llegar a profetizar: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza (teologiza) que el que habla en lenguas, a no ser que el mismo las interprete y explique para que la iglesia, los creyentes, reciban formación, edificación espiritual”33 (1Cor 14,5). Este regalo de la oración en Espíritu es la llegada de Dios en Cristo en el corazón y el levantamiento del velo del corazón que oscurece la correcta lectura de Moisés. “Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”34 (2Cor 3,15-17).

Sin embargo, este regalo de la profecía ya no se refiere a la llegada del Ángel de la Gran Voluntad, sino que explica cómo se ha cumplido la profecía del Antiguo Testamento en Kirios-Señor de la Doxa (Gloria, luz increada), el Cual se hizo Cristo, por el Nacimiento como Hombre de la Virgen, de Quien la obra se perfeccionó por Su muerte, Crucifixión, Ascensión y el retorno en Espíritu Santo durante el Pentecostés. Esto ocurrió, porque éste que ora mediante lenguas o mediante el Espíritu, conoce a Cristo resucitado personalmente, habitando en su corazón con el Padre, haciéndose templo de Dios y no simplemente leyendo sobre Él en la Escritura35. “El que me ama aplicará y cumplirá la enseñanza de mi logos, y mi Padre lo amará y vendremos a él y en él nos alojaremos permanentemente, metamorfoseando, convirtiendo su corazón y su cuerpo en templo vivificado del Dios vivo” (Jn 14,23).

La oración en Espíritu o la oración noerá del corazón, se llama también perpetua memoria de Dios. Es esta, la que desapareció por la caída, teniendo como consecuencia el oscurecimiento del nus y el endurecimiento del corazón.

Hoy generalmente existen dos sistemas de memoria que se conocen en las existencias vivas: 1) La memoria celular, que es la que define el desarrollo y la actividad del individuo en relación consigo mismo y 2) La memoria encefálica o del cerebro que es la que define las energías y las relaciones del individuo en sí mismo y con su ambiente. Además, existe en los hombres una no energizada, inoperativa o sub-activa memoria de Dios en el corazón, la cual, cuando retorna en su energía y acción normal (estado operativo natural), resuelve la apocatástasis-restablecimiento de todas las demás relaciones, por la conversión de la interesada y egocéntrica agapi-amor basada en el miedo, en agapi-amor desinteresada liberada del miedo36. “En la agapi-amor no hay lugar para el miedo o temor, el perfecto amor echa fuera el miedo, porque el miedo en sí infierna y supone culpabilidad y castigo; y el que teme, no ha logrado la perfección de la agapi.

El temor al Señor, a cusa de nuestra culpa, por la que nos juzgará, en aquel que ama no existe; pero cuando la agapi-amor es perfecta, ella echa fuera del corazón de la psique-alma al temor o miedo que le está infernando. Porque el miedo presupone y condiciona sufrimiento y castigo, a causa de la culpabilidad. Por lo tanto, aquel que tiene miedo a causa de su culpabilidad, está claro que no ha progresado ni se ha perfeccionado en la agapi-amor” (1Jn 4,18).

La caída del hombre o situación, estado de pecado heredado es: 1) el fracaso de la energía noerá en funcionar correctamente o que no funcione nada estando bloqueada, 2) La confusión con los funcionamientos del enkéfalos-cerebro y del cuerpo generalmente y 3) la por consecuencia esclavitud, sometimiento al miedo y al ambiente. Cada individuo toma la experiencia de su propia caída de la energía noerá en varios grados, cuando se expone en un ambiente no operativo o sub-operativo de actividades. Lo contrario habitualmente es verdadero, cuando el ambiente es dominado por la en Cristo iluminación, en varios grados.

Los resultados por el incorrecto funcionamiento de las energías noerás o del nus, son las relaciones no naturales entre el Dios y el hombre, de los hombres entre sí y también la utilización interesada de ambos, Dios y hombre caído para la comprensión y la compensación individual de seguridad y felicidad. El Dios o Dioses que imagina el hombre que existen fuera de la iluminación, son proyecciones psicológicas a causa de su necesidad de propia seguridad. A causa del miedo y la inquietud sus relaciones con los demás y con el Dios son por conveniencia y sólo para provecho propio. Pero no menos, cada individuo se mantiene por la increada creadora y cohesiva doxa, gloria, luz, fuerza, jaris etc. (energías increadas) de Dios, aún cuando no es miembro del cuerpo de Cristo, puesto que no se ha conducido en la iluminación por la catarsis de su noerá energía en el corazón. Esta reacción de su inmediata relación o comunión con el Dios, llega desde la corrupción o embotamiento del corazón, (es decir, del corte de la chispa de la jaris, la increada energía), hasta la experiencia de la glorificación de los santos. Esto significa que todos los hombres están igual en la posesión de la noerá energía, pero no en el grado, cualidad o funcionamiento de ella.

Es interesante apuntar la clara y precisa distinción o discernimiento entre la espiritualidad que inicialmente está arraigada en la fuerza noerá (espiritual perceptiva) del corazón y de la intelectualidad que está arraigada al enkéfalos (cerebro, mente, intelecto). Así tenemos las siguientes cuatro categorías de hombres: 1) Aquellos con pocas facultades que llegan al más alto nivel de perfeccionamiento noeró (del nus, espiritual). 2) Aquellos que con altísimas cualidades o facultades intelectuales caen en un nivel bajo, aún en el nivel más bajo de la imperfección noerá (espiritual). 3) Aquellos que llegan en ambos, o sea, en altísimas facultades, cualidades intelectuales y perfección noerá-espiritual del nus y 4) Aquellos que con pobre capacidad intelectual y cualidades llegan a la corrupción, al embotamiento del corazón.

Estos factores son la llave de la comprensión de la didascalía-enseñanza patrística, la bíblica y las formulaciones de los dogmas de los Sínodos Ecuménicos. No tienen nada que ver ni hacer con la filosofía y las metafísicas, y son mucho más similares con la psiquiatría contemporánea. El hombre, no tiene la natural noerá energía, la que debería funcionar correctamente en el corazón. La terapia de ésta enfermedad, que se llama pecado original, es el perpetuo recuerdo o memoria de Dios, llamada de otra manera “incesante oración o iluminación”, la cual no tiene nada que ver ni hacer con la percepción Agustiniana o Platónica de iluminación mediante visión o la gnosis-conocimiento de los arquetipos.

La preparación adecuada para la visión, contemplación de Dios en Su doxa (gloria, luz increada) común junto con Cristo, es que uno se convierta en templo del Espíritu Santo mediante la conversión de la agapi interesada y de conveniencia, en agapi desinteresada y no sólo de interés propio de esta. Esta conversión se hace en el más alto nivel del estadio de la iluminación que se llama θεωρία (zeoría), es decir, visión, contemplación o expectación – en éste caso es visión de los increados logos o energías increadas de Dios en la creación por la incesante oración y la perpetua memoria de Dios. La noerá energía (nus) se libera de su esclavitud en su diania (cerebro, mente, intelecto) o en la lógica, en los pazos y en el ambiente y se influye sólo de esta memoria de Dios, la cual funciona a la vez con las distintas actividades de la vida diaria. Cuando la noerá energía (nus) se encuentra en este estado o situación, el hombre se ha convertido en naós-templo de Dios en Cristo por el Espíritu Santo.

San Basilio el Grande escribe a San Gregorio el Teólogo que «buena oración es aquella que implanta en la psique concepto claro sobre el Dios. Huésped de Dios es esto: tener formado uno a Dios en su interior a través de la memoria. Entonces nos convertimos en templos de Dios, cuando la adhesión y el contacto consciente de la memoria, no se interrumpe por las preocupaciones terrenales y el nus no es perturbado de los pazos improvistos. El amigo de Dios transciende hacia el Dios, evitando todo lo anterior y expulsando los pazos que le provocan descontrol, y ocuparse con las cosan que conducen a la virtud”.37 (Erga 1 2,4 pag 69). San Basilio el Grande aquí no dice que un individuo se convierte en templo de Dios por la interrupción de la ocupación de sí mismo con las ocupaciones terrenales, y pensar solo con la lógica incesantemente sobre Dios, sino que da a entender la memoria de Dios y la energía noerá a la vez continúa con la ocupación con los asuntos diarios y especialmente cuando uno sufre molestias y fatigas.

San Gregorio el Teólogo, el receptor de ésta carta, recalca que: «Es más preferible que uno piense en Dios que respirar; y si es posible decir también: que no debe hacer nada más que esto… también debo decir el logos de Moisés38, que: cuando uno está acostado, levantado, caminando y cualquier otra cosa, debe tener grabada en su pensamiento la memoria a Dios limpiándose, sanándose y purificándose”39.

San Gregorio el Teólogo insiste que filosofar sobre Dios sólo se permite en aquellos que han superado a los exámenes (no académicos), las pruebas y han llegado a la zeoría (visión, expectación, contemplación) y los cuales antes han sido catartizados, sanados y limpiados, en la psique y cuerpo o por lo menos ahora están en este proceso.

Esta situación de zeoría tiene dos estadios que ya nos hemos referido: 1) La correlación del ambiente de alguien por la memoria perpetua de Dios en el corazón y 2) La visión ambiental de uno y de si mismo erosionado por la doxa (gloria, luz increada) de Dios y con el alojamiento de la naturaleza humana de Cristo. La glorificación o zéosis es regalo de Dios que uno no lo pide, sino que lo da el Dios a Sus amigos, según las necesidades de los demás y las suyas.

Durante este último estadio de doxa (gloria, luz increada), la incesante oración, la profecía y la gnosis-conocimiento de Dios (Teología) terminan, puesto que se sustituyen por la visión de la doxa-gloria de Dios en Cristo, entonces queda solo la agapi-amor: “Profecías se anularán… lenguas cesarán… gnosis-conocimiento queda abolido… cuando viene lo perfecto41…” pero “la agapi nunca recae o disminuye, sino que queda permanente para siempre”42 (1Cor 13´8-9). “Porque ahora vemos como en el espejo borroso, como enigma de manera que nos queden muchas cosas desconocidas y oscuras, problemas y dudas insolubles, entonces conoceremos y veremos cara a cara, claro y limpio; ahora conozco una parte de la verdad, entonces la conocerá tal y como la he conocido”43 (1Cor 13´12). Aquí Pablo habla para una experiencia futura, la que el mismo conoció y vivió, “tal y como la he conocido y he sido reconocido, (por Dios)”.

A continuación, cuando la glorificación o zéosis en Cristo por este encuentro “cara a cara” termina, entonces la noerá oración, la profecía y la gnosis-conocimiento sobre Dios (Teología) retornan. Así, aunque todo esto había cesado en Pablo durante su zéosis, él retornó a la oración por el Espíritu, a la profecía y a la gnosis, esperando la repetición de esta experiencia, sea como intermedia o como en su forma final, durante la aparición general de Cristo en Doxa (gloria, luz increada).

Antes del Pentecostés la glorificación era provisional y no continuaba después de la muerte. Ahora la zéosis en el Cuerpo de Cristo otra vez es experiencia provisional hasta en interior del sepulcro, pero para los Santos en Cristo es experiencia permanente después de la muerte de sus cuerpos. Además, la glorificación en el Cuerpo de Cristo no se limita en el corazón ni se manifiesta sólo en la cara, tal y como ocurría con los profetas, de los que la doxa-gloria había cesado44 (2Cor 3,7), sino que se extiende en todo el cuerpo de los que se han glorificado. Así también los cuerpos de los santos manifiestan la permanente glorificación a sus propietarios, habiéndose convertido y hecho santas reliquias, siendo inspirados inalienablemente por la glorificación.

Durante la glorificación, los pazos irreprochables del cuerpo como sueño, hambre, sed, miedo, fobias, muerte, cansancio, corrupción se retienen. Pero el cerebro y el cuerpo funcionan regularmente en otro aspecto, una vez que uno sea adaptado a verse a sí mismo y su ambiente envuelto abundantemente por la doxa (gloria, luz increada) de Cristo, la que es dos cosas, luz y gnofos (oscuridad, o luz que supera toda la luz) y nada de éstos, puesto que no se parece con nada creado. Totalmente distinto de la iluminación es la zéosis que no es gnosis creado (conocimiento), porque es superior o por encima de la gnosis creada45, es gnosis increada. La primera glorificación o zéosis de alguien se realiza con su pérdida de orientación, porque inicialmente ve lo increado, pero cuando delinque o peca empieza otra vez a ver su ambiente creado en ésta Luz, la que es el día del Kirios-Señor que no tiene fin. Así que, aunque la oración incesante y la gnosis sobre el Dios (teología) cesan y finalizan, sin embargo la gnosis-conocimiento y la experiencia del ambiente del glorificado continúan.

Sanación, absolución y salvación solo por la fe, es la enseñanza de la Biblia. Pero ésta fe sanadora y salvadora es un estado o situación de iluminación de corazón, tal y como hemos descrito hasta ahora, la cual muchas veces se llama fe interior o íntima: “Porque todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque los que os habéis bautizado en Cristo, os habéis revestido a Cristo”47 (Gal 3´26-27). “Puesto que sois hijos, envió Dios en vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba, el Padre! De manera que ya no eres esclavo o siervo, sino hijo; y si hijo también heredero de Dios mediante Cristo” (Gal 4´6-7). La adopción, salvación y oración del Espíritu Santo en el corazón son realidades parientes, consanguíneas. No hay salvación, justicia y perdón por la ley o por las obras, sino solo por Cristo, Quien dio la ley. La ley no da vida, sólo Cristo da vida: “Si se hubiera dado una ley capaz de vivificar, entonces la justicia y la salvación hubiera sido realmente por la ley” (Gal 3´21). Es la fe la que se forma en aquellos que tienen por el Santo Espíritu el regalo de la oración en los corazones, la que confirma la agapi-amor de Dios en Cristo y resulta a la agapi-amor “la que no busaca lo suyo”49 (1Cor 13,5).

Esta terapia y transformación de la personalidad humana en relación con la humanidad en general, hace la diferencia muy clara y precisa entre los que se terapian, sanan y aquellos que aún no son sanados. Fe en Cristo sin el sometimiento en la terapia, sanación, no es fe para todos. Tener confianza en un médico, sin someterse en terapia que él recomendó, sería exactamente el mismo tipo de antífasis-contradicción, sobre la terminología.

Con el propósito de que esta terapia se tendría en cuenta relativamente en el mundo en general, se podría recalcar que si el Judaísmo profético y su heredero Cristianismo Ortodoxo apareciesen en el siglo veinte, probablemente no se clasificarían como religiones, sino como ciencias médicas parecidas, como la psiquiatría, con amplia repercusión sobre la sociedad, debido al éxito por psicoterapiar, sanar en distintos grados la enfermedad de los parcialmente o insuficientemente funcionamientos de las personalidades humanas. De ninguna manera estas se podrían confundir con las religiones, las que con distintos métodos mágicos y tecnicismos, prometen la huida de un supuesto mundo material proyectado por el mal o fenómenos inhipostasiados (sin fundamento o sin base substancial), en un supuesto mundo de seguridad y ευδαιμονία (efdemonía, bienestar, dicha y felicidad).

Otro punto de consideración de esto es concentrarnos un poco más sobre las consecuencias de la tradición bíblica y patrística sobre paraíso e infierno. El mismo Dios es paraíso e infierno, recompensa y castigo. Todos los hombres fueron creados para que vean incesantemente a Dios en la increada doxa (gloria, luz increada) de Cristo. Si Dios será para cada hombre paraíso o infierno, compensación o castigo, depende de la correspondencia del hombre a la agapi (amor, energía increada) de Dios en Cristo y en la aceptación de la receta de conversión de su interesado y egocéntrico agapi-amor en agapi de cualidad divina, (energía increada), “la cual no busca lo suyo”.

Con esto se entiende que ninguna religión o iglesia puede reivindicar para sí mismo el derecho de decidir quién va al paraíso y quien va al infierno, puesto que antes todos verán la doxa (gloria, luz increada) de Dios en Cristo, sea como luz, sea como fuego ardiente consumador. La verdadera vida en Cristo es una preparación para la catarsis y la iluminación del corazón, de manera que ésta visión, expectación sea paraíso y no infierno. La principal responsabilidad de los que están en el estadio de la iluminación es que iluminen a los demás, de manera que trabajen y vivan juntos en la sociedad con la agapi-amor desinteresada, y no la interesada y por conveniencia a los instintos animales, y a la vez se preparen ellos mismos y los otros para la eterna experiencia, la que cada uno tendrá.

Al momento que uno separa paraíso e infierno y se imagina que estos estados o situaciones son lugares o partes distintas, y que el infierno es privación de la visión, expectación de Dios, en ese momento en la percepción bíblica de la terapia éste introduce aspectos mágicos. Así la visión de Dios se convierte en paraíso para todos los que por una manera u otra ganan este estadio. Esta magia puede tomar forma de destino, de sanación y salvación solo por la fe o por las obras buenas, o por participación en los misterios o por las expiaciones sacerdotales de pecados o por combinación de todo esto. Estas variaciones y cambios de la tradición, trasladan invariablemente la necesidad de cambio del hombre en Dios, de quien la actitud y posición sanadora y salvadora para el hombre, se define como una obediencia esclavizadora a Su voluntad. Estos no conocen que Dios ama todas Sus creaciones sin excepción (incluido al mismo diablo) con la misma agapi (amor, energía increada), que el Dios es siempre amigo de los hombres, y que el hombre y no el Dios es el que tiene necesidad de reconciliación, es decir, terapia y sanación de su personalidad de la parte que funciona mal.

 4) El Cuerpo de Cristo

El que Cristo vino con el Espíritu Santo y el Padre después de Su Resurrección, esto es una condición básica también del Apóstol Pablo y del Apóstol y Evangelista Juan. Dada la relación de Apóstol Lucas con Pablo, el acontecimiento del Pentecostés, referido por Lucas, es muy posible que tenga una base eclesiológica Paulina. Sin embargo, en un aspecto importante, es decir, en relación con el fenómeno de la glosolaliá (hablar o clamar en lengua), realmente Lucas se ha hecho la llave para Pablo en vez de lo contrario.

Se debería de apuntar que las epístolas del Apóstol Pablo se dirigen a los ya iniciados en los misterios de la Iglesia. El Evangelio de Juan es un libro de catequesis después del Bautismo, destinado para aquellos que ya tienen el Espíritu Santo. Sin embargo, el Evangelio de Luca, como también los de Marco y de Mateo, son catequesis antes del bautismo y los Hechos de los Apóstoles están destinados para auditorio no iniciado a la vida esotérica (interior) de Cristo. A pesar de esto, puesto que Lucas era discípulo y acompañante de Pablo, sus escritos presuponen y reflejan esta vida interior en Cristo.

Para el Evangelista Juan, la venida del Espíritu Santo es un cumplimiento de la promesa de Cristo, que preparará un lugar allí, donde cuando regrese, llevará Sus discípulos Consigo, de modo que los mismos estén donde está Él50 (Jn 14, 2-3). Con la intercesión de Cristo, el Padre dará a Sus discípulos otro Paráclito, a quien ellos le conocen, porque habita en ellos y estará en sus interiores51 (Jn 14, 16-17). “En aquel día” los discípulos de Cristo conocerán que el Cristo está “en el Padre” y ellos están “en Cristo” y Él “en ellos”52 (Jn 14,20). Ellos ven a Cristo porque vive y vivirán53 (Jn 14,19). El Cristo estará revelándose en aquel que Le ama54 (Jn 14,21). El Cristo y Su Padre vendrán y habitarán en él55. Cuando el Espíritu de la verdad venga, los enseñará toda la verdad y los recordará con todo detalle lo que Él les dijo56 (Jn 15, 26). Cuando el Espíritu de la verdad venga, que lo enviará el Padre mediante el Cristo, testificará sobre Cristo y los discípulos darán testimonio, porque ellos están con el Cristo desde el principio57 (Jn 15, 26-27). Cuando el Espíritu de la verdad venga, conducirá a los discípulos “a toda la verdad”, porque Este no hablará “de Sí Mismo, sino que hablará de lo que ha escuchado y anunciará lo que ha de venir” en Su discípulos. Éste glorificará a Cristo, porque tomará de Él lo que tiene que anunciar a Sus discípulos. El Cristo dijo: “todo lo que tiene el Padre” es Suyo. Por eso el Espíritu de la Verdad tomará de Él y lo anunciará a los discípulos. Después el Cristo repite que “aún poco tiempo y ya no me veréis más…”58

Juan 16, 13-16: 13 Pero cuando venga Aquel, el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad. Porque no os hablará por su cuenta, sino que os hablará lo que ha oído del Padre y os anunciará las cosas que habrán de ocurrir en mi Iglesia.

14 Aquel me glorificará, porque tomará de mi infinita riqueza y os lo revelará.

15 Todo lo que el Padre tiene es mío; por eso os he dicho que el Paráclitos tomará de lo mío, es decir, de mí sabiduría y conocimiento que son también del Padre y os lo revelará.

16 Aún poco tiempo y ya no me veréis más con vuestros ojos y dentro de otro poco (después de mi resurrección) me veréis, contemplaréis (espiritualmente en Espíritu Santo), porque yo me voy a mi Padre.

  1. Todavía un poco ya no me veréis, y todavía otro poco y me veréis, es decir, inmediatamente después de mi resurrección, en Espíritu Santo me estaréis contemplando espiritualmente con los ojos de vuestra psique y me estaréis sintiendo en vuestro interior, porque yo me voy al Padre, al cual yo rogaré que os envíe el Paráclitos o Espíritu Santo.

Después viene el punto definitivo de los capítulos 14-17: “Padre, quiero los que tú me has dado estén conmigo donde yo estoy, para que vean y disfruten de mi doxa (gloria, luz increada), que me has dado antes de los siglos, porque me has amado desde antes de la creación del mundo” (Jn 17,24).

Para Juan, la Ascensión de la naturaleza humana de Cristo es una condición absoluta para el envío del Espíritu Santo por parte de Cristo, como también es obvio para Luca y por extensión a Pablo: Juan 16, 5-7 “5 Ahora voy al que me envió y como estáis tristes por la separación y las persecuciones que os he anunciado, ninguno me pregunta: ¿A dónde vas?

6 Antes, porque os he dicho estas cosas, vuestro corazón se ha llenado de tristeza, de modo que no podéis estar atentos a mis promesas gratificantes y salvadoras.

7 Pero yo os digo la verdad, os conviene que yo me vaya. Porque si no me voy, el Paráclitos, Consolador no vendrá a vosotros, pero si me voy, os lo enviaré.

  1. Pero yo os digo la verdad, os conviene que yo me vaya, porque si no muero en la cruz y no me voy, el Paráclitos no vendrá a vosotros. Pero si ofrezco mi redentor sacrificio de expiación sobre la cruz y me voy de este mundo hacia mi Padre, os enviaré el Paráclitos.

El que Juan no confunda las apariciones de Cristo después de la Resurrección con Su retorno en Espíritu Santo, está claro por lo que refiere a las palabras de María Magdalena: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre”61 (Jn 20,17). Pero en las siguientes apariciones dijo a Tomás el gemelo que ponga su mano en el costado. Tomás más bien creyó por haber visto en vez de tocar: “Porque me has visto, has creído”62 (Jn 20,29).

El lugar de la casa común de este, quien ama al Padre en Cristo, es la naturaleza humana de Cristo, el Templo del Logos por naturaleza y de Su natural doxa (gloria), la que el Cristo como Logos ha recibido del Padre y por naturaleza participa con el Espíritu Santo. Con lo que uno se convierta y se haga miembro del Cuerpo de Cristo, se hace templo de Dios y a la vez permanece en Dios, como en Su templo. El Pentecostés es el nacimiento (cumpleaños) de la Iglesia, porque la naturaleza humana de Cristo está presente y por la jaris (gracia, energía increada) unida con cada miembro del Cuerpo de Él; pero no como parte de Cristo en cada uno, sino el Cristo entero está en cada miembro por la Jaris increada. El Cristo salió, porque debía volver en Espíritu Santo para una nueva presencia de Su naturaleza humana, la cual como increada doxa (gloria) de Dios se parte indivisiblemente entre muchos fieles, de manera que el Cristo por la jaris increada está presente en el interior y unido en cada uno de los miembros de Su Cuerpo. A la vez, el Cuerpo de Cristo permanece Uno, de modo que Sus miembros sean uno con cada otro en la doxa (gloria) y realeza increada de la Santa Trinidad.

Según los Hechos de los Apóstoles, el Cristo dijo a Sus discípulos antes de Su Ascensión que después de poco serán bautizados en Espíritu Santo63 (Hec 1,5 y Mt 3,12). Durante el Pentecostés “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”64 (Hec 2, 3-4).

En vista de la conexión de Juan sobre la venida del Espíritu Santo con la reaparición de Cristo en sus discípulos, como hemos visto, y las apariciones reales de Cristo después del Pentecostés, por ejemplo, a Esteban (Hec 7,55-56) y a Pablo (Hec 9,3 y 22,6 y 17) etc, hay una probabilidad y una base incluso de aceptar que el pasaje de los Hechos 1,11, podría tomarse como realizado por el pasaje de los Hechos 2,1 etc. Puesto que en tiempo que el Cristo ascendía y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, “he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales dijeron a los Apóstoles que el Cristo así vendrá como le habéis visto yendo al cielo” (Hec 1,11).

De todas formas lo «λαλείν ετέραις γλώσσαις hablar en otras lenguas» y el «αποφθέγγεσθαι apofzénguesze* hablar en apotegmas” no se deben confundir. El«αποφθέγγεσθαι apofzénguesze hablar en apotegmas” en el pasaje de los Hechos 2,4 significa profetizar, como se ve claro de toda la homilía del Apóstol Pedro en el pasaje 2.14 etc. Uno recibe primero el carisma de glosolaliá (hablar o clamar en lengua) en el corazón y después es inspirado en el cerebro a entender los profetas y a Cristo, con el fin de profetizar. Estas distinciones son claras en Apóstol Pablo y en Mateo. Una vez que el ser humano haya recibido la donación de glosolaliá (clamr en lengua), entonces el Espíritu Santo puede, si quiere, crear estos estados, como en el pasaje en los Hechos 2, 6-13. *«Aποφθέγγεσθαι apofzénguesze producir en voz o hablar en frases breves que se formulan razones o juicios como axiomas; opiniones que son consideradas de indudable prestigio y en general con carácter didáctico. El sustantivo del verbo es la palabra αποφθέγμα apofzégma apotegma en español.»

De todas formas, el bautismo en Espíritu Santo es lo mismo con el recibimiento del regalo de la glosolaliá y está claramente distinguido del bautismo en agua. Pablo primero fue glorificado en su visión con el Cristo en doxa (gloria, luz increada) y después se bautizó. Cuándo recibió el don de lenguas no nos lo dice, aunque se describe que lo tenía. Los doce discípulos de Apoló, los cuales habían recibido el bautismo de metania de Juan, “cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban”66 (Hec 19, 5-6).

En el caso del ecatóntarco Cornelio y su séquito, ellos primero fueron bautizados en Espíritu, puesto que han recibido la donación de lenguas en y por la glorificación y después se bautizaron en agua; por lo tanto, Pedro así ya no podría reaccionar: ”Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión, los que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se había derramado el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (Hec 10,44-47). En su apología (confesión) que hizo para esto, Pedro interpela su memoria lo que dijo el Cristo antes de Su Ascensión sobre el Bautismo en Espíritu Santo (Hec 1,5) y llega a la conclusión: “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesús Cristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? (Hec 11,17).

La palabra helénica “ίση isi igual” en el texto significa que la donación recibida aquí no es solamente la misma, como en el Pentecostés, sino también igual. Es esta idea de igualdad, la que se encuentra en el núcleo de los problemas en Corinto, donde muchos con sólo la donación de lenguas se creían a sí mismos que son iguales que los otros, sin percibir que esto ocurre sólo cuando las lenguas preceden o siguen la glorificación o zéosis; puesto que durante la visión, expectación o contemplación de Dios todos los dones o carismas quedan abolidos excepto la agapi.

Este bautismo en Espíritu que resulta en la donación de lenguas y que regularmente está acompañado del don de la profecía, obviamente es el principio de la crismación, del misterio por el que uno se hace miembro del Cuerpo de Cristo y templo de Dios. Para el Apóstol Pablo la donación de lenguas parece ser que es la condición mínima para que uno se convierta y sea miembro del Cuerpo de Cristo. Es la base no sólo de la profecía, sino también de todos los carismas. Después de ellos están los particulares y los incrédulos. Estos no son miembros del Cuerpo de Cristo, ni carismáticos.

Los particulares tienen un lugar especial en la Iglesia y dicen amén en los momentos adecuados durante la oración69. El hecho que ellos dicen amén en las oraciones eucarísticas, significa que ellos quizás estuviesen bautizados en agua y esperaban la llegada del Espíritu Santo en sus corazones; es decir, la donación de lenguas, y así podrían participar en la comunión eucarística, como habían hecho los apóstoles también antes del Pentecostés. Estos obviamente eran laicos bautizados de la comunidad apostólica.

Es obvio que los catecúmenos eran de procedencia idólatra, quienes no podían tener el mismo trato que los judíos. Los judíos se consideraban aún como fieles, puesto que no negaban ya totalmente al Humanizado Señor de la Doxa (gloria, luz increada).

Aquellos con los carismas, en los versos 1Cor 12, 4-10 (donde estaban incluidos los servicios y la diversidad de operaciones, está claro en el pasaje 1Cor 12, 28-31) y estos con los carismas en los últimos versos de la epístola, son todos miembros del clero, adscritos de acuerdo con las donaciones espirituales, pero no estrictamente con la actividad litúrgica, funcional u ordenación. Estos fueron llamados directamente de Dios, Quien da la donación de la oración por la lengua, después de la preparación adecuada por padre espiritual. Pablo dice que los Corintios puede que tengan muchos maestros en Cristo pero no muchos padres: “pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” 1Cor 4,15). A pesar de esto, Pablo agradece a Dios, porque no ha bautizado a ninguno de los Corintios excepto pocos. Esto significa que Pablo los introdujo, engendró en el campo de los carismas, en los cuales el cimiento o la base es que uno hable o haga oración en lenguas. En otras palabras, los carismas son fruto del bautismo en Espíritu Santo y una señal que uno se ha hecho miembro del Cuerpo de Cristo. “Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo, sean judíos o helenos, sean esclavos o libres y de un mismo Espíritu todos hemos bebido (1Cor 12,13), el agua viva, la energía increada jaris dentro a la Iglesia. Esto es claramente el bautismo del Espíritu Santo. De todo lo que sigue, el Cuerpo de Cristo contiene sólo aquellos que se han bautizado así.

Tal y como en los Hechos, así también en Pablo, hablando en lenguas es el punto básico de que uno se ha bautizado en Espíritu Santo. Pero en el pasaje 1Cor 12,10 y 12,28-30, lo de “γένη γλωσσών géneros de lenguas” en primera vista se ve que está separado de los carismas más altos, dando la impresión que la Iglesia puede operar sin estos. Pero, el texto “no todos tienen el carisma de lenguas” (1Cor 12,30), no se refiere a los carismáticos más altos, sino más bien que los “particulares” y los “infieles” no hablan lenguas, como está claro en el pasaje 1Cor 14, 15, 23, 24. Cuando Pablo enumera a los que el Dios ha puesto en la Iglesia, él empieza en el primer lugar con los apóstoles y acaba con el “género de lenguas” en el último lugar. En el pasaje 1Cor 14,16 los “particulares” aquí no están incluidos, ni en la orden de la Iglesia. La razón de esto es que aún no tienen en su interior la donación del Espíritu Santo para que oren incesantemente, y por tanto, no se han colocado por el Dios en el Cuerpo de Cristo.

El que los carismas más altos contienen los más bajos, pero no los bajos los altos, está claro de lo que dice el Apóstol Pablo para sí mismo: “Doy gracias a Dios porque me ha dado el carisma y hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida (1Cor 14,18-19). Con esto no se da a entender que el Apóstol Pablo no ora en la Iglesia en lengua, es decir, en Espíritu, sino que en la Iglesia él estaba obligado a orar con la diania (cerebro, mente) para la edificación de los demás: “Oraré con el carisma en espíritu, pero oraré también con la mente, entendiendo y explicando lo dicho”76 (1Cor 14,15).

Con “los géneros de lenguas” el Apóstol Pablo obviamente da a entender la oración, recitar salmos y psalmodiar, cantar himnos y odas espirituales: “antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo a Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesús Cristo77 (Ef 5,18-20). Así que algunos tienen “géneros de lenguas” y otros tienen además “interpretación de lenguas” (1Cor 12, 18,29). “Buscad la agapi-amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis o teologicéis, (es decir, la inspiración, por la energía increada jaris, del carisma de profecía o teología para enseñar y formar a los creyentes)… Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza (teologiza) que el que habla en lenguas, a no ser que el mismo las interprete y explique para que la iglesia, los creyentes, reciban edificación espiritual” (1Cor 14, 1-5). Igual que en los Hechos, así también aquí la profecía existe a causa de las donaciones de lenguas, pero esto lo último no siempre puede conducir a la profecía. No hay muestra de que Cornilio y su séquito profetizaban, aunque hablaban lenguas como resultado de la glorificación, zéosis de ellos.

Cuando el Apóstol Pablo dice: “quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza (teologiza) que el que habla en lenguas, a no ser que el mismo las interprete y explique para que la iglesia, los creyentes, reciban formación y edificación espiritual “, no da a entender que aquel que sólo “habla lenguas” debe aprender a interpretar los salmos y las oraciones en su corazón, es decir, traerlos en su diania-mente-intelecto para que sean escuchados: “13 Por lo cual, el que habla o clama en lengua, pida en oración poder interpretarla. Porque si oro con el carisma de lengua, ora mi espíritu del corazón (y la psique que se encuentran bajo la jaris energía increada del E. Santo), pero mi mente queda sin fruto (porque no puede conceptuar, intelectualizar y ofrecer beneficio espiritual a los demás). Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el carisma en espíritu, pero oraré también con la mente (entendiendo y explicando lo dicho). Cantaré salmos con el carisma en espíritu, pero también los cantaré con la mente. Porque si con el carisma de lenguas glorificas a Dios ¿cómo dirá «amén» a tu acción de gracias el que ocupa el lugar del particular o simple oyente no iniciado, puesto que no sabe lo que has dicho? Porque tú, bien das gracias y glorificas a Dios; pero el otro no es edificado espiritualmente. Doy gracias a Dios porque me ha dado el carisma y hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida”82 (1Cor 14, 13-19).

Pablo nunca dice que uno interpreta lo que el otro “habla en lenguas”. Uno interpreta lo que el mismo “habla en lenguas” en su corazón. Por lo tanto, el pasaje 1Cor 14, 27-28 significa que “si habla alguno en lengua, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno y uno interprete. Si no hay quien interprete, calle en la iglesia, y hable consigo mismo y con Dios”. Está claro que el intérprete, quien tiene la jaris (gracia, energía increada) de traer la oración del espíritu de su corazón en la diania-mente-intelecto para que sea escuchada para la edificación de los otros.

El Apóstol Pablo se entristeció, porque un grupo de Corintios carismáticos, obviamente había convencido a los otros hacer en grupo culto de corazón sin que transmitan la oración del Espíritu Santo a través de la lógica del intelecto, de modo que no escucharan los demás. Para Pablo esto está claro: “Porque tú, bien das gracias y glorificas a Dios; pero el otro no es edificado espiritualmente” (1Cor 14, 17) y “porque si con el carisma de lenguas glorificas a Dios ¿cómo dirá «amén» a tu acción de gracias el que ocupa el lugar del particular o simple oyente no iniciado, puesto que no sabe lo que has dicho? (1Cor 14,16). Está claro que orar en lengua o por el Espíritu son términos intercambiables.

El apóstol Pablo habla de tipos de voces que existen en el mundo, tanto de objetos inanimados como flautas, arpas y trompetas, como también humanas. El que Pablo hablara sobre voces que se producen y no de voces que provocan confusión y no son percibidas, se ve claramente por el término “sonido confuso” en 1Cor 14,8, que significa que la voz del que habla no es perceptida ni entendida. En el pasaje 14,9 Pablo habla de la debilidad de entender el logos (discurso o concepto), al no ser que sea transmitido con palabras formadas por la lengua. Entonces continua diciendo, “tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. Pero si yo desconozco el valor del lenguaje seré un bárbaro, como extranjero para el que me habla; y el que me habla, un bárbaro ο como extranjero para mí”85 (1Cor 14, 10-11).

Se ve claro que el capítulo 14 de la 1ª Epístola a los Corintios no se contradice en ningún punto con aquel punto que principalmente se puso desde el principio como objeto de discusión: “Porque el que clama-habla en lengua no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios, (es decir, su psique iluminada está dirigida por la energía increada del Espíritu Santo y habla verdades místicas o logos inefables) 1Cor 14,2. Y “ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con apocálipsis (revelación de Dios), o con gnosis (conocimiento), o con profecía (teología), o con enseñanza? (1Cor 14,6).

El hecho que algunos Corintios hablaban en lenguas, pero no interpretaban ni profetizaban, sería la demostración definitiva que esto, es decir, la “glosolalia” no sería lo mismo que «αποφθέγγεσθαι apofzénguesze* hablar en apotegmas” de los Hechos 2,1… Por otro lado, Pablo no hace ninguna alusión en comprender el uno al otro. Se ve que sólo los particulares y los infieles no podían participar en lo que ocurría. Sin embargo, cuando todo el cuerpo de los carismáticos se ocupa de la profecía, entonces ambos, particulares e infieles, conciencian que “investigados y examinados en su interior por todos, así las cosas ocultas de sus corazones se hacen manifiestas”88; (1Cor 14, 24-25). Esto es el diagnóstico por el que hemos hablado en el último capítulo. Ellos adquirían la convicción que los profetas realmente tenían a Dios en su interior. Pero la confianza definitiva y la subordinación de ellos en la terapia de los Padres espirituales, conduce a la adopción en Espíritu Santo y en la unión con el Cuerpo de Cristo, es decir, en la recepción del carisma de lenguas.

Así que el diagnóstico de la enfermedad espiritual del corazón por uno de los terapeutas con el carisma del discernimiento de espíritus (Cor 12,10), es la condición más fundamental y básica para la adquisición de la oración terapéutica del Espíritu Santo en el corazón; la que sola da la compresión de aquellas cosas que se refieren a Cristo y a Su Cuerpo, es decir, la Iglesia. Esto es porque “las lenguas sirven de señal sobrenatural, no a los creyentes, sino a los incrédulos, para que vuelvan en la fe; pero la profecía (teología), no a los incrédulos, sino a los creyentes, para que sean edificados e iluminados espiritualmente90 (1Cor 14, 22).

En otras palabras, las lenguas no son una señal, para aquellos que tienen el carisma de la oración interior en el corazón, sino para aquellos que no tienen este carisma. La profecía (teología), por otro lado, no es una señal para aquellos que no tienen esta fe, puesto que no tienen el carisma de lenguas; es una señal para aquellos que tienen la fe puesto que teniendo este carisma de lenguas comprenden la profecía (teología). Así que uno debe empezar, con el abandono de la autenticidad de la fe exterior o con la capacidad del terapeuta. Permanecer en el estado de oración y recitando salmos en el corazón, sin progresar por lo menos a la interpretación, la que edifica espiritualmente a los otros, es una detención del progreso y crecimiento espiritual y no será conducido a la agapi la que “no busca sus propios intereses” (1Cor 12, 5) y “por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos mueren”91 (1Cor 11, 30).

La glosolaliá (clamar en lengua) no es un fenómeno peculiar en Corinto. El Apóstol Pablo en la epístola a los Romanos habla sobre “el culto lógico” y sobre la metamorfosis, transformación mediante la renovación del nus92 (Rom 12, 1-2). Esto es posible por la liberación del nus de la ley que habita en los miembros de uno y combate, lucha contra la ley, la que ha aceptado con el nus y cautiva este mismo hombre a la ley del pecado: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”93 (Rom 7, 23). “Así que, yo mismo con la mente y el nus sirvo a la ley de Dios, pero con la carne srvo a la ley del pecado. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”94 (Rom 7, 25 y 8,1-2). “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia” (Rom 8, 10). “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Rom 8, 14-16). En otras palabras, uno conoce la absolución, la justicia, la salvación y la adopción en Cristo por el Espíritu Santo, cuando escucha la oración del Espíritu incesantemente en su corazón.

El que esta ley del Espíritu de la vida en Cristo es el carisma de la 1 Epístola a los Corintios y los Hechos, está claro y cierto por el desenlace de la exposición de Pablo: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”97 (Rom 8, 26-27). En otras palabras, para que uno sea miembro del Cuerpo de Cristo, debe tener este carisma de lenguas: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”98 (Rom 8, 9). Entonces uno puede entender por qué san Juan el Evangelista llama al Espíritu Santo “el otro Paráclitos, Suplicante o Consolador” que literalmente significa suplicante, alguien que intercede, interviene por otro.

Quizás uno de los pasajes más asombrosos sobre el “género de lenguas” es el de Efesios 5, 18-20: “No os embriaguéis con vino, en el que hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesús Cristo” (Ef 5,18-20) (que coincide con 1Cor 14,28: Si no hay quien interprete, calle en la iglesia, y hable consigo mismo y con Dios). Esto por supuesto está discernido de lo “cantaré o psalmodiaré con el nus (espíritu o energía del corazón de la psique)”. Esto también es el reflejo claro de lo qué ha dicho Pablo para sí mismo en el pasaje 1Cor 14,8 “si la trompeta de guerra diere sonido confuso, ¿quién se preparará para la batalla?”, y también el testimonio sobre la naturaleza incesante de “los géneros de lengua”.

Bajo esta luz uno puede dirigirse hacia la 1 Epístola a los Tesalonicenses: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1Tes 5,16-22). Esto es el resumen de lo que hemos examinado hasta aquí.

La ley del Espíritu de la vida en Cristo es de esta manera que no está en desacuerdo con la creada Torá (Pentateuco), sino la que hace posible su cumplimiento. Uno puede ver porque los Padres no piensan dentro de los marcos de que el Antiguo Testamento es la ley y el Nuevo Testamento la jaris (gracia, energía increada). Para Pablo, fe no es simplemente la aceptación de los dogmas, sino el carisma de lenguas en el corazón. Las mismas posiciones son recalcadas también en la epístola de Pablo a los Gálatas: “De manera que la ley ha sido nuestro maestro, instructor, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos salvados por la fe”99 (Gal 3, 24). Pablo aquí no hace una contraposición histórica entre Antiguo y Nuevo Testamento en la terminología de la ley, la que supuestamente fue abolida por la jaris (energía increada) con la venida de Cristo. Él habla sobre el discernimiento entre los catecúmenos bajo la conducción de la ley y también de aquellos, quienes se han bautizado en espíritu en su época. Los Gálatas, como hijos espirituales, estaban bajo la conducción de la Torá, pero ahora habiendo recibido el bautismo “en Espíritu” ya no son particulares o infieles, porque tienen la increada ley del Espíritu Santo de Cristo en sus corazones. Aquí fe no es sólo convicción o confianza en Cristo, sino fe profunda e interiorizada, la que viene como el carisma de lenguas: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos… Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”100 (Gal 3, 26-27 y 4, 6-7). Absolución, justicia y salvación por la fe, el carisma de lenguas, bautismo en Cristo, reconciliación y adopción son una y la misma realidad.

En los marcos de la vida en Cristo “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”101 (Gal 3,28). En el marco de la oración en lenguas y profecías, todos son uno en Cristo. Así tenemos “todo varón que ora o profetiza” y “toda mujer que ora o profetiza” del pasaje 1Cor 11, 4-5. Sin embargo, los hombres podían hacer esto con sus cabezas descubiertas y las mujeres con sus cabezas cubiertas, porque “quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”102 (1Cor 14, 3). Puesto que uno profetiza para edificación de los demás (1Cor 14,3) y de la Iglesia (1Cor 14,4), uno esperaría que las mujeres profetizasen también en la Iglesia: “Pues podéis profetizar (teologizar) todos por turno para que todos aprendan y sean exhortados y consolados” (Cor 14, 31). Sin embargo, Pablo prohíbe a las mujeres hablar en la Iglesia (1Cor 14, 34-36), y por otro lado, el mandamiento de Pablo es que las mujeres deberían profetizar con la cabeza cubierta, se ve que se refiere en relación con la ropa que vestían en las congregaciones de la Iglesia. El que las mujeres profetizan paralelamente con los hombres es principalmente el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento referida por Pedro en su homilía del Pentecostés: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu (es decir, el Espíritu Santo derramará la energía increada jaris) sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán…” (Hec 2,17).

Los profetas a quienes se refiere en Ef. 2,20 obviamente no son aquellos del Antiguo Testamento, sino de la Iglesia, como en el caso de Ef 3,5: el Cristo “en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas (teólogos) por el Espíritu”. Esto parece ser una clara referencia al hecho de que aquellos que tienen la segunda posición en la Iglesia son los profetas (teólogos) después de los Apóstoles (1Cor 12,8), la tienen porque el Cristo se ha apocaliptado (revelado) a Sí Mismo en doxa (gloria, luz increada) en ellos, tal y como lo había hecho a los Apóstoles. En otras palabras, ellos no sólo profetizaban (teologizaban) porque tenían el carisma de lenguas, sino porque también se habían glorificado en Cristo a través del Espíritu Santo. En la duda de que los miembros del Cuerpo de Cristo, no son lo mismo, Pablo concluye diciendo: “…si un miembro es glorificado, todos los miembros gozan con él y participan de su alegría. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular; y así los puso el Dios en la Iglesia, en primer lugar apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan a los necesitados, los que administran y los que tienen el don de lenguas, cada uno según su capacidad ha recibido de Dios su carisma y su sitio”109 (1Cor 12, 26-2). Bajo la luz del pasaje Ef 3,19 y otros, esto significa que los profetas (teólogos) fueron llamados de la misma manera que los Apóstoles. Obviamente bajo este prisma debe entenderse el pasaje Ef 2,19: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (teólogos), siendo la principal piedra del ángulo Jesús Cristo mismo…”.

Lo que tenemos ante nosotros es una escalera de perfeccionamiento que se culmina en la agapi, la que “no busca sus propios intereses”110 (1Cor 13, 5) y la que “nunca decae”111 (1Cor 13, 8), cuando todos los carismas quedan abolidos con la venida de lo perfecto, es decir, la glorificación, zéosis o expectación de Dios en el encuentro de “cara a cara o persona a persona” con el Cristo en doxa (gloria, luz increada)112 (1Cor 13, 10-12). Sin embargo, después de este encuentro, la agapi permanece paralelamente con la fe y la esperanza y los carismas que las acompañan.

Lo que se conoce como eclesiología eucarística es un fenómeno estructural, cuya expresión original era la realidad Paulina del Cuerpo de Cristo. En el centro de esta estructura estaba el diagnóstico de la enfermedad del corazón y su terapia con los conceptos de los carismas, de los cuales la oración del Espíritu Santo en el corazón era la condición sine qua non y la base de la glorificación o zéosis. Cuando la comunidad local era el Paulino Cuerpo de Cristo, la eclesiología eucarística era Su natural expresión institucional. Sin embargo, con las distintas etapas de debilitación de este centro de eclesiasmo local, la Iglesia sufrió una evolución, y el resultado fue la decisiva fuerza de voluntad y valentía de aquellos que mantuvieron la tradición de la oración del Espíritu Santo en el corazón de generación en generación, puesto que esta es el centro de la tradición y sucesión apostólica.

El clero se supone que se elige de los fieles, es decir, de aquellos que están en el estadio o etapa de iluminación y glorificación o zéosis. La elección era el reconocimiento de la autenticidad de la espiritualidad que había llegado uno. El camino histórico por el cual se hizo posible que algunos patriarcas y metropolitas sean ordenados obispos, quienes no habían llegado a la experiencia espiritual que conducen los dogmas y que no podían expresar el misterio, se describe por San Simeón el Nuevo Teólogo (murió 1042), reconocido como uno de los más grandes padres. Esto significa que el análisis histórico es una parte completa de la comprensión de la Iglesia Ortodoxa.

En un trabajo en relación con la confesión que se atribuye a San Juan el Damasceno, san Simeón explica que los “particulares” en la Iglesia fingían, simulaban como si hubiesen llegado a la iluminación –la que no tenían, y empezaron a ser ordenados obispos. A causa de aquellos no iluminados aparecieron las herejías en la Iglesia. Sin embargo, esto no significa que uno es Ortodoxo, porque no introduce dogmas nuevos, sino porque no está iluminado. Imposibilitados y debilitados en encontrar estos candidatos o habiendo encontrado los falso-iluminados, preferían los no merecedores, indignos, e inútiles. Así algunos obispos y metropolitas ordenaban obispos los cuales no habían llegado a la etapa o estadio de la iluminación. En la posición de iluminación, entraron incompetentes simuladores que trajeron grandes discordias, odios, fanatismos y problemas graves en la Iglesia (aún hasta hoy en día).

En la persona de san Simeón el Nuevo Teólogo, uno puede distinguir claramente desde la antigüedad la lucha de siglos entre, tradición apostólica del diagnóstico y terapia, y, de aquellos que rebajan y subestiman la sanación y salvación en la fe y confían en los dogmas, la recompensa por las buenas obras y la moral.

Aunque, de donde quiera que sean las causas reales de la procedencia del monaquismo, la oración del Espíritu Santo en el corazón permaneció el centro y la base de este y su psique. Aún desde el principio de la vida de san Antonio, san Atanasio nos informa que “oraba constantemente, para aprender la oración incesante y luego enseñarla”114. San Juan Casiano nos informa que la oración incesante es obra de cada monje para su progreso hacia la memoria continua de Dios115

Esta tradición era muy viva también en los reinos Merovingios de los Francos. Pero el obispado se había transformado en un órgano administrativo de los Reyes Francos. Así que aunque san Gregorio de Turón era un gran admirador de san Casiano, de san Basilio el Grande y de los descendientes espirituales de Galatia-Galia (Francia), no entendía realmente qué hacían exactamente. En su descripción sobre Patroclo el Eremita, Gregorio de Turón escribe que “su comida era pan mojado y rociado con sal. Sus ojos nunca se cerraron para dormir. Oraba incesantemente, y cuando paraba de orar, por algún momento, gastaba su tiempo escribiendo o leyendo”116. Gregorio cree que, para que esté orando incesantemente debería permanecer de una manera incesante sin dormir. También, puesto que era conocido que Patroclo gastaba el tiempo en la lectura y escribiendo, esto para Gregorio significa que debería parar de orar para ocuparse en escribir y leer. Su aseveración de que “los ojos del Patroclo no se cerraban nunca para dormir” es excepcionalmente imposible. Sólo que cuando Pátroclo estaba en el estado de zéosis o glorifición, no dormía. Pero no comía pan ni bebía agua y lo más importante durante este estadio paraba de orar también (lenguas cesarán-1Cor 13,8). Cuando él no estaba en este estadio de doxa (gloria, luz increada), oraba incesantemente, cuando dormía y cuando leía y escribía.

5) Profetizar y teologizar

Lo que hemos observado hasta ahora son grandes muestras e indicaciones que profetizar y haciéndose uno profeta, según el Apóstol Pablo, es lo mismo que teologizar y haciéndose teólogo en el sentido de la tradición patrística (helénica). La desaparición del término profeta y profecía, puede ser que se deba en la aparición del Canon del Nuevo Testamento, en el que predominaron los términos presbítero y obispo y en la escasez de la experiencia de la glorificación o zéosis y a causa de esto el de profeta con la subsiguiente escasez del don de lenguas. Pero, las realidades de los carismas de lenguas y de glorificación o zéosis, no han desaparecido y se han mantenido en el movimiento monástico, que se convirtió el principal centro de esta tradición, la cual proporciona en la Iglesia los metropolitas, los archiobispos y finalmente también los obispos.

Lo que hemos investigado en la Epístola 1Corintios 12, 13, 14, y especialmente 1Cor 14,26 es la Escuela Teológica de la Iglesia. Esta es la escuela que asistieron los Padres de la Iglesia. Recordamos el interesantísimo argumento que utilizó san Gregorio el Teólogo contra los Evnomianos, que teologizar o filosofar sobre el Dios es permitido sólo en aquellos que han alcanzado la zeoría (expectación contemplación de la luz increada), lo cual significa la oración del Espíritu Santo en el corazón, es decir, la memoria incesante de Dios, la que se interrumpe durante la glorificación o zéosis. Así que para uno profetizar o teologizar es interpretar la Santa Escritura bajo el carisma de lenguas y para uno convertirse en Profeta o Teólogo es haber llegado a la zéosis o glorificación.

Sin embargo, esta Teología es puramente terapéutica y expresión de la salud. El que uno vaya subiendo a la glorificación o zéosis encima del carro de la oración incesante (o noerá, del corazón o de Jesús), es el camino para la terapia, y para llegar uno a la glorificación es sabor del comienzo de la salud y del perfeccionamiento. A la vez esta glorificación o zéosis es “la apocálipsis (revelación) de toda la verdad” por el Espíritu Santo.

Según los Padres de la Iglesia, los profetas tenían también la oración incesante, la que era el camino natural de ellos hacia la glorificación o zéosis. Así que, después del Pentecostés, tenemos los dones o carismas, donde el último carisma contiene el anterior, pero no a la inversa. Por lo tanto, el que tiene el último conoce el sentido y concepto del anterior. Aquel que tiene el carisma de lenguas u oración noerá o de Jesús, pero sin la glorificación, este puede evolucionar hacia la virtud profética. Pero el que no tiene el carisma no puede serlo. “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, regalado117…” (1Cor 2,12).

Dentro de una cohesión de este tipo, cada Corintio carismático durante las reuniones interpretaba un salmo o un punto de la enseñanza o una experiencia de la apocalipsis (revelación) o tenía algo que decir, interpretar y enseñar sobre el carisma de lenguas (1Cor 14,26): “En cuanto a los profetas (teólogos), hablen dos o tres, y los demás juzguen si es un profeta o un falso-profeta. Si algún otro que está sentado tiene una apocálipsis-revelación, cállese el primero. Pues podéis profetizar (teologizar) todos por turno para que todos aprendan y sean exhortados y consolados. Los espíritus de los profetas (teólogos) o los carismas de las profecías están sometidos a los profetas-teólogos, así pueden hablar o callar cuando lo quieran, pues el Dios no es Dios de confusión, sino de paz (1Cor 14, 29-33). En otras palabras, los profetas conocen el método de profetizar. Así cada enseñanza e intercambio de opiniones o aspectos entre aquellos que estudian los profetas y aún no lo son, debe hacerse bajo la conducción de los profetas. Son los glorificados o deificados en Cristo, quienes juzgan a los demás, pero ellos no son juzgados por ninguno: “En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente-intelecto y el espíritu del Señor? ¿Quién le instruirá? Además nosotros tenemos la diania (mente, intelecto) y el espíritu de Cristo” (1Cor 2, 15-16). Es decir, los nus o dianias (mentes, intelectos, cerebros) de los Apóstoles y los profetas se han hecho como el de Cristo, gracias a la glorificación, el resultado es que ya no viven, se han crucificado y muerto para el pecado, sino que vive el Cristo “en el interior de ellos”. Estos son por excelencia los amigos de Dios121 (Gal 2, 18-20).

Lo que tenemos en el pasaje 1Cor 14, 26-33 es un intercambio de la experiencia del Espíritu Santo de uno por la conducción de los profetas para la edificación, el aumento del entendimiento y del perfeccionamiento. Esta es la forma apostólica de confesión pública ante la iglesia, como también está muy claro en 1Cor 14,24; donde la profecía conduce al interrogatorio de los particulares y los infieles y la revelación de las cosas escondidas en el corazón de ellos. Se ve muy claro y cierto que el término profecía de Pablo y el término teología de la percepción patrística son lo mismo. El profeta y el teólogo se forman por la catarsis, la iluminación y la zéosis o glorificación, y en esta zéosis o glorificación la energía increada del Espíritu Santo erosiona la diania-mente y los pazos, de modo que transforma la agapi-amor interesada en agapi desinteresada, “la que no busca lo suyo”.

Aquello que es importante es que el Cristo, a Quien los carismáticos han conocido a través de la experiencia en sí mismos y de vez en cuando vieron a través del Espíritu Santo a Dios en doxa (gloria, luz increada), que es el Mismo Cristo, a Quien encontraron en el Antiguo Testamento en la glorificación o zéosis de los Profetas. Pablo revela una breve observación de una estructura básica del culto y de la fe de las comunidades apostólicas. “Porque si hubieran conocido la doxa (gloria, luz increada), nunca habrían crucificado al Señor de gloria-doxa increada (1Cor 2, 8). La forma en la que se inserta este texto y la singularidad de las epístolas de Pablo, significa que es el dato y hecho dado de la fe de todos los fieles. No puede haber ninguna duda sobre el sentido y el significado, porque un poquito más abajo Pablo dice que el Cristo fue Quien condujo los hebreos durante la salida de Egipto y los apoyaba mientras permanecían al desierto: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo (1Cor 10, 1-5). Los Gálatas recibieron a Pablo “como ángel de Dios, como Jesús Cristo” (Gal 4,14) -probablemente como una comparación de la filoxenía (hospitalidad, acogimiento) de Abraham del Ángel de la Doxa (gloria, luz increada). Pablo no ve a Cristo en el Antiguo Testamento como una especie de Mesías celeste o terrenal, sino como el Mismo Señor de la Doxa-Gloria, Quien se hizo Mesías mediante Su Nacimiento por la Virgen.

El nombre profeta en el uso Paulino significa aquel que ha visto al mismo Señor de la Doxa, como los Profetas del Antiguo Testamento. Esta es la clave-factor de la experiencia del carisma de profecía y es el centro del culto y del estudio de la congregación Paulina de los carismáticos. La Santa Escritura que utilizaban era el Antiguo Testamento, en el que con testigo sus propias experiencias de lenguas, veían a Cristo en todo como el Señor y el Ángel de la Doxa-Gloria, siempre dentro de la vida de los profetas. Si leyesen el Antiguo Testamento con las condiciones y las perspectivas de Agustín y sus descendientes, nunca existirían Arrianos y Evnomianos, ni Sínodos Ecuménicos históricos, no, porque no existirían heréticos, sino porque no existirían Arrianos, ni Evnomianos, naturalmente ni Ortodoxos. El que uno teologice sobre un monoteísmo abstracto que cree encontrar al Antiguo Testamento, o sobre una idea filosófica sobre el Dios, es como si uno hiciese astronomía con la fantasía en vez de estar bajo la conducción de los telescopios. Desde este aspecto los Arrianos y los Evnomianos pertenecían en la tradición de la teología empírica, en cambio Agustín deambulaba en el campo del misticismo neoplatónico y del monoteísmo abstracto.

El que el Apóstol Pablo creía que el Dios en Cristo por el Espíritu Santo apocalipta (revela) “toda la verdad” durante la glorificación o zéosis, se desprende claramente por la distinción de la exposición entre niño y hombre. “Cuando yo era niño pensaba, razonaba y hablaba como un niño. Cuando llegué a ser hombre, se despojaron y desaparecieron las cosas de niño, las niñerías. Porque ahora vemos confusamente como en un espejo de manera que quedan muchos enigmas e interrogantes que no podemos explicar. Entonces veremos y será claramente, cara a cara, en persona a Persona o hipóstasis a Hipóstasis. Ahora conozco parcialmente la verdad, pero entonces tendré perfecta la gnosis, tan perfecta como cuando fui reconocido por Dios como apóstol (1Cor 13, 9-12). Uno de niño bajo la ley pasa por la fe a la edad de hombre, teniendo el carisma de lenguas, en la que la ley creada se sustituye por la ley increada en el corazón. Durante este tiempo uno ve como en un espejo de manera que quedan muchos enigmas e interrogantes, conoce y profetiza parcialmente (1Cor 13, 9-12).

Pablo habla ante aquellos que profetizan como resultado del carisma de lenguas. “Cuando vega lo perfecto, entonces desaparecerá lo parcial e imperfecto… entonces tendré perfecta la gnosis, tan perfecta como cuando fui reconocido por Dios” (Cor 13, 10-12). Lo que dice Pablo es que uno no es profeta sólo porque con el carisma de lenguas profetiza (1Cor 12,29). Superior de la profecía (teología) es la abolición o el cese de esta por la zéosis o glorificación que es la venida de lo perfecto, cuando uno “es conocido”, puesto que Pablo “fue conocido, reconocido” por el Dios. Esta es la experiencia que hace Apóstoles y Profetas.

Lo que el Apóstol Pablo se enfurecería totalmente con la idea de que la Iglesia es conducida “a toda la verdad” o a una mejor percepción hacia “toda la verdad”, se ve claramente por lo siguiente: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu…” (1Cor 2, 9-10). Para Pablo el Dios apocalipta-revela en cada glorificado o deificado aquellas cosas de las que Dios ha preparado para los que le aman. En otras palabras, “toda la verdad”131 (Jn 16,13), de la que participarán aquellos que aman a Dios.

Se ve claramente que en ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos la idea de que “toda la verdad” se apocalipta-revela en la Iglesia, o que la Iglesia está conducida a una comprensión de “toda la verdad”. “Toda la verdad”, la que es el Cristo, y se apocalipta-revela mediante Su Espíritu o Espíritu de la Verdad en aquellos que son glorificados o deificados en Su Cuerpo. Los otros miembros del Cuerpo de Cristo, los cuales no son miembros, porque ni tienen el carisma de la oración incesante en sus corazones, conocen, profetizan o teologizan parcialmente. Son aquellos que ven confusamente como en un espejo de manera que quedan muchos enigmas e interrogantes y en parte conocen y profetizan o teologizan, (1Cor 13,12). Los restantes de aquellos que creen en Cristo son niños bajo la ley. El que ellos deberían profetizar o teologizar, para los Padres serían heréticos o laicos, quienes simularían que son Teólogos.

Se supone ya claramente que en el pensamiento de Pablo, el profeta sería miembro necesario en la estructura del Cuerpo de Cristo (Ef 2,19-22, 5-6 11-13 y 1Cor 12,28), siendo parte de los cimientos, paralelamente con los Apóstoles, que sin ellos no hay Iglesia. Esto naturalmente es verdad, puesto que si hemos entendido que el nombre profeta significa aquel que tiene la experiencia de la glorificación o zéosis, como los Apóstoles. Así que se llamen profetas o Padres es una cosa segundaria. Lo importante es que aquellos que con la oración incesante llegan a la glorificación es el núcleo central y básico de la Santa Tradición, puesto que sin ellos no existe el Cuerpo de Cristo.

Por tanto, si hay este tipo de Padres en las Iglesias locales o en los monasterios, no cambia el hecho que ellos son los especialistas para la progresión de los miembros del Cuerpo de Cristo. Sin ellos los misterios de la Iglesia se convertirían en un sistema de magia. El Apóstol Pablo no dice que el Cuerpo de Cristo se edifica realmente mediante el bautismo, el crisma, la divina efjaristía, etc., sino por los Apóstoles y los profetas, dando a entender Apóstoles y Padres, quienes generan espiritualmente otros en Cristo, preparándoles para la recepción de la oración del Espíritu Santo en sus corazones. Sólo dentro de estos marcos los misterios de bautismo, crisma, divina efjaristía, sacerdocio, confesión y metania… no son magia.

Con las condiciones que se han dado y presentado en este estudio, debería ser claro por qué, excepto Agustín, ningún Padre de la Iglesia se ha imaginado a sí mismo estar ocupado a un intento de la Iglesia supuestamente en entender mejor el misterio de Dios y la Encarnación progresivamente con el paso del tiempo. La redacción del dogma no tiene ninguna relación con el intento de comprender estos misterios. Todos los Padres están de acuerdo con san Gregorio el Teólogo y se remiten a él, porque había llegado a la glorificación o zéosis, y dijo: “Es difícil hablar de Dios y comprenderle más difícil aún”. Teología es la gnosis (increada) de Dios en incesante oración y estudio de la Santa Escritura y el Dogma. Es un camino hacia el Dios, en un océano de supersticiones y conceptos erróneos acerca de Él. Ambos durante la expectación de Cristo en doxa (gloria, luz increada) de Su Padre, por el Espíritu Santo son abolidos y a la vez es una experiencia que supera los logos, los conceptos y los significados, e inspira estos logos y conceptos que conducirán a los otros en Él. Esto significa que uno debe determinar un discernimiento claro entre el dogma y el misterio de Dios. Agustín confundía estas dos cosas y creía que con la aceptación de uno, uno podía comprender lo otro a través de la fe. Pero el propósito y fin del dogma no es entender el misterio, sino que quede abolido el dogma en el misterio de la glorificación o zéosis que es superior de la comprensión, puesto que el Dios es misterio y permanece misterio incluso en aquellos que en Cristo ven a Dios. Además, nadie comprende el dogma, sino sólo cuando conoce su propósito y no lo confunde, ni lo mezcla con el Mismo Dios.

La formulación del dogma en el Símbolo de la fe y en los Sínodos Locales y Ecuménicos de la Tradición Ortodoxa se ha hecho en cada caso una reacción hacia toda herejía y protección de los falsos dogmas.

Los Padres teologizan mediante la formación de su noesis (percepción comprehensiva con el nus-corazón), hacia: 1) la oración incesante 2) la Escritura dentro de la Tradición de sus propios Padres y 3) la zéosis o glorificación propia, si estuvieran en este estadio o de la zéosis de los otros, pero no a través de la dialéctica.

Para cerrar este capítulo, apuntar que Orígenes (185-225) identifica la “glosolaliá o clamor de lengua”, de la primera epístola a los Corintios, con la oración del Espíritu Santo incesantemente en el corazón y ve esta tradición operativa también en el Antiguo Testamento, puesto que es la que hace destacar Profetas. Los Padres Capadocios no muestran signos de desavenencia en este punto con Orígenes, hasta el punto que me fue posible investigar. Sin embargo, durante la época de san Juan el Crisóstomo (344-407), la tradición que había dominado en algunos círculos de Antioquía era que el carisma de la “glosolaliá o clamor de lengua” era el que tenían los Apóstoles en hablar lenguas de las naciones donde estaban evangelizando. Pero no menos este carisma presuponía que estaba acompañado por el carisma de la oración incesante, por la que se refiere san Juan Crisóstomo que Pablo describe en 1Cor 14,14-16. San Cirilo de Alejandría (375-444) se ve que sigue un camino intermedio, puesto que apunta, tal y como nosotros también hemos recalcado, que “nadie escucha”. Él no parece ser tan seguro como san Juan el Crisóstomo de que esto significa que nadie entiende. Está claro que los Apóstoles estaban en un nivel espiritual tan desarrollado, en comparación con los carismas de ellos, de manera que los sobrevividos del Espíritu Santo en la Iglesia sean considerados inferiores. De todos modos, lo que es importante para este trabajo que realizamos, es que el carisma o don de la oración incesante en el corazón y la glorificación o zéosis nunca dejaron de ser consideradas como núcleo de la tradición desde la época de los profetas del Antiguo Testamento.

6) Consecuencias y conclusiones

1) Para que seamos coherentes con la precoz compresión Paulina cristiana y patrística de Jesús Cristo, como la Vida del Kosmos-Mundo, sería conveniente que uno abordara el tema desde la perspectiva de la teología empírica o por experiencia, la que cubre y supera las ciencias terapéuticas. Probablemente, uno puede metodológicamente separar la experiencia de la oración del Espíritu Santo en el corazón, con el fin de examinar y comparar este fenómeno con aquellas ciencias cercanas a la ciencia de la medicina.

La existencia de la energía noética o noerá (del nus) y su funcionamiento o no, no puede ser sólo cuestión y competencia de los teólogos. Realmente, la terapia del nus y su energía, la tradición que conoce cómo conseguir esta terapia la hace más ciencia positiva que la psicoterapia en su forma actual. En todo caso la hipótesis de reunificación de la cristiandad se debe de conseguir con la participación de científicos dedicados y experimentados en esta terapia y en examinar este acercamiento. Podríamos anotar que ni la Biblia ni los Padres consideran la glorificación o zéosis como experiencia para después de la muerte. Terapeutas normales no son solamente aquellos que tienen la incesante oración del Espíritu Santo en sus corazones, sino también los que tenían la experiencia de la zéosis o glorificación en esta vida. Ellos son los principales portadores de la tradición de la terapia de la energía noerá (o noética, perceptiva y comprensiva), es decir, del nus.

2) Esto significa que la tradición de los Profetas, Apóstoles y Padres, no es muy diferente que la tradición de las sociedades científicas actuales. Las hipótesis, consideraciones y teorías no se pueden separar de la tradición de la comprobación empírica, por experiencia. La medicina no puede separarse de la diagnosis y la terapia. Diagnosis y terapia no pueden cambiarse en praxis litúrgicas o funcionales que no pueden producir la apocatástasis-restablecimiento de la salud comprobada. De la misma manera, los misterios y la liturgia no pueden separarse de la catarsis y la iluminación del nus, tampoco puede la fe, la oración, la teología y el dogma separarse de la confirmación empírica de la incesante oración del Espíritu Santo en el corazón y de la zéosis o glorificación.

3) Pero en realidad la fe, la oración, la teología y el dogma por un lado, y por otro lado, los misterios y la liturgia, se han separado de la diagnosis y la terapia de la enfermedad del nus. Esto ocurrió no sólo fuera de la Tradición Ortodoxa, sino dentro de ella también. Verdaderamente esto ocurrió, en algunos casos en amplios sectores de las iglesias sinódicas y por largo tiempo, cuando el monaquismo tradicional o patrístico por espacios de tiempo fue reprimido o puesto al margen.

4) Uno puede fácilmente discernir de la relación entre iluminación y glorificación o dogma y misterio, que existe gran amplitud para el desarrollo de los medios noéticos y glosológicos (lingüísticos) usados para ayudar uno en la preparación para recibir el jarisma de la oración incesante y de la profunda fe interior, para que se convierta en naós-templo del Santo Espíritu y miembro del Cuerpo de Cristo. Pero este desarrollo noético y lingüístico no es el punto de la comprensión más profunda. La sublime comprensión es la participación en la glorificación o zéosis, que supera y transciende la comprensión intelectual.

El Pentecostés nunca está superado y siempre está operativo, energizando en la iluminación y la glorificación o zéosis. Ni la iluminación ni la glorificación se pueden constituir. La identidad de la experiencia de la iluminación y la glorificación entre los jarismáticos, no supone identificación exacta en la formulación dogmática, especialmente cuando los jarismáticos están separados geográficamente por largo período de tiempo. Pero cuando se encuentran fácilmente se ponen de acuerdo por la uniformidad de la formulación dogmática de sus idénticas experiencias espirituales.

El gran empuje por la idéntica formulación dogmática se dio durante la época que el cristianismo se hizo la religión oficial del Imperio Romano y facilitó la necesidad del gobierno de discernir los auténticos terapeutas de los curanderos o matasanos, de la misma manera que las instituciones actuales tienen la responsabilidad de discernir los auténticos miembros de la ciencia médica de los curanderos o matasanos de las tribus primitivas de sus ciudadanos. La terapéutica ortodoxa se creía que era un fenómeno verdaderamente comprobado y verificado.

5) La tradición bíblica, tal y como se conservó por los padres no puede ser identificada o rebajada en un sistema de enseñanzas morales o ética cristiana. Más bien es un ascetismo terapéutico, el cual no se intimida de ningún grado de la enfermedad del nus o del corazón, tampoco de su total corrupción o embotamiento. El que uno tome la forma de este ascetismo sin su corazón y su núcleo y aplicarlo en sistemas de enseñanzas para la ética personal y social es como presentar una comunidad de puritanos hipócritas, que creen que ellos tienen un requerimiento especial por la agapi-amor de Dios gracias a su moral o su destino o de ambos. Los mandamientos de Cristo no se pueden cumplir por una decisión por praxis, o por alguna confianza de que son elegidos. Un hombre con los pies rotos, no puede correr la carrera, aunque lo desee mucho. Lo puede conseguir sólo cuando ha sanado sus pies y han vuelto al grado de competición. De la misma manera uno no puede cumplir los mandamientos, al no ser que se someta a la catarsis e iluminación del nus y llegar al umbral de la zéosis o glorificación.

6) La aproximación patrística del tema en la Asamblea General del Consejo Internacional de Iglesias en Bancuber el 1983, y que está descrito en esta introducción, debería de ser una clara indicación que la atención se debería girar en un cuidadoso estudio de la identidad del A. y N. Testamento, en un ascetismo terapéutico y en su Cristo-centrismo. Esto se puede demostrar y tener como la llave para el diálogo con los hebreos. Cristo en el Antiguo Testamento no es el Mesías, sino el Ángel del Kirios-Señor y de la Gran Voluntad, el Kirios-Señor de la Doxa-Gloria. No es algún Mesías el cual se elevó en deidad por el antiguo cristianismo. Al contrario, era el Señor de la Doxa-Gloria, Quien se hizo hombre mediante Su nacimiento de la Virgen Mariam y así se convirtió e hizo Mesías.

7) Nunca en la historia de la Tradición Ortodoxa, se ha recalcado y proyectado que los creyentes son una sociedad de iniciados, los cuales no tienen responsabilidad para sociedad en general. Al contrario, el Cristianismo se introdujo en cada aspecto de la sociedad, especialmente por el ascetismo terapéutico, en el cual participaban igualmente emperadores, funcionarios públicos, militares, intelectuales, comerciantes, campesinos, obreros, jóvenes y viejos, los cuales veían el monaquismo como centro de ascesis (ejercicio) del perfeccionamiento de sus terapeutas.

8) El interés de la Tradición Ortodoxa para todos los aspectos de la Sociedad, la cultura y manifestaciones culturales también proviene del sentimiento que todos los hombres no solo tienen la noerá energía sino también la gloria increada, la jaris increada y la realeza increada de Dios en su interior, aunque estas en una forma muy baja, casi inoperante, innenergizada a causa de sus enfermedades del nus y su esclavitud en la lógica, la razón, los pazos y el ambiente, con consecuencia del predominio del miedo, la ansiedad, la angustia y las percepciones exteriores. Los Ortodoxos también operan, actúan bajo la percepción que 1) el Mismo Dios opera, energiza inmediatamente en cada hombre, independientemente de sus convicciones equivocadas y su estado terapéutico, 2) ama todas sus creaciones con la misma agapi-amor y 3) todos verán la increada gloria de Dios, unos como luz y otros como fuego y oscuridad exterior, en función de si sus corazones se han iluminado o embotado, corrompido.

9) No existe otra unión con Cristo de esta que se consigue por la catarsis, la iluminación y la glorificación o zéosis en la vida presente. La estructura visible de la Iglesia es a la vez la expresión de la unión y el aval de que todos los que desean pueden introducirse en esta terapia, ofrecida por Cristo a través de Sus santos.

10) Los criterios para la reunificación de los divididos Cristianos, no pueden ser distintos de aquellos que se usan para la unión de las asociaciones científicas. Los astrónomos templarían con la idea de que se deberían unir con los astrólogos. Los últimos deberían convertirse en astrónomos para que fueran aceptados. Los miembros de una asociación médica contemporánea, por igual estaría templando si tuvieran que unirse en una asociación con curanderos o matasanos de las razas primitivas. De la misma manera los Padres templarían con la idea sobre una unión de su tradición y las iglesias, las que tienen pequeña o nula concepción y comprensión sobre la terapia de catarsis, iluminación y zéosis o glorificación y a la vez dejar el lugar de co-asociación en manos de matasanos o curanderos. El problema de la unión se simplifica solo y está en el éxito de las iglesias en producir resultados, por los que se supone que están. “Bienaventurados los catartizados (sanados de sus pazos y pecados) del corazón, porque ellos contemplarán y verán a Dios” (Mt 5´8). Amín.

+Juan Romanidis, catedrático y sacerdote

[1] Homilía que se hizo durante el C.M.I Consejo Ortodoxo en Damasco, 5 a 9 feb 1982
[2] I Cor. 13,8-10.
[3] Ex. 3, 14.
[4] Ex. 3, 6.
[5] San Atanasio el Grande, Contra los arrianos 3,12-14.
[6] Ibid, 3, 12.
[7] II Cor. 3, 15.
[8] Ex. 3, 2.
[9] Ex. 3, 6.
[10] Is. 9, 6.
[11] Jn. 1 2. San Basilio el Grande, logos apologético contra Evnomiano
[12] San Gregorio de Nisa, contra Evnomio 11 3.
[13] Ex. 33, 15, 34, 9.
[14] Ex. 33, 17.
[15] Ex. 3, 2.
[16] Contra Evnomio 11 3.
[17] Jn. 14 2-2.
[18] Hechos. 2, 3-4.
[19] Jn 16, 13.
[20] Jn 17, 24.
[21] Logos Teológico, 2, 3.
[22] Logos Teológico, 2, 4.
[23] Jn 16, 11, 16-33.
[24] Jn 16, 27.
[25] Jn 15, 14-15.
[26] IICor 1, 22, 5, 5, Efe 1, 14.
[27] Sobre el misterio de la Cruz, justicia y reconciliación, ver Pecado Original, Atenas, 1957, pp. 60-91, especialmente la nota. 82.
[28] Mat. 5, 8.
[29] Cor. 14, 14 ss
[30] Gal. 4, 6-7.
[31] I Cor. 14, 2.
[32] I Cor. 14: 6.
[33] I Cor. 14, 5.
[34] II Cor. 3, 15.
[35] Jn 14, 23.
[36] I Jn. 4, 18.
[37] Epístola 2.
[38] Lev 6, 7.
[39] Teológico A, 5.
[40] Ibid A ‘, 3.
[41] I Cor. 13, 8-9.
[42] Ibid.
[43] I Cor 13, 12.
[44] II Cor. 3, 7 y ss
[45] I Cor. 13, 8.
[46] Gal. 3, 26-27.
[47] Gal. 4, 6-7.
[48] Gal. 3, 21.
[49] I Cor. 13, 5.
[50] Jn 14, 2-3.
[51] Jn 14, 16-17.
[52] Jn 14, 20.
[53]. Jn 14, 19.
[54] Jn 14, 21.
[55] Jn 14, 23.
[56] Jn 14, 26.
[57] Jn 15, 26-27.
[58] Jn 16, 13-16.
[59] Jn 17, 24.
[60] Jn 16, 5-7.
[61] Jn 29, 29.
[62] Jn 20, 29.
[63] Hechos. 1, 5, cf. Mat. 3, 12.
[64] Hechos. 2, 3-4.
[65] Hechos. 9, 18, 22, 16.
[66] Hechos. 19 5-6.
[67] Hechos. 10, 44-47.
[68] Hechos. 11, 17.
[69] I Cor. 14, 16.
[70] I Cor. 4, 14-15.
[71] I Cor. 1, 14-16.
[72] I Cor. 12, 13.
[73] I Cor. 12, 30.
[74] I Cor. 12, 28.
[75] I Cor. 14, 18-19.
[76] I Cor. 14, 15.
[77] Efe. 5, 18-20.
[78] I Cor 12, 18, 29.
[79] I Cor 14, 1, 5.
[80] Los dos párrafos fueron reemplazados por otros dos párrafos por sugerencia del autor.
[81] I Cor. 14, 5.
[82] I Cor. 14, 13-19.
[83] I Cor. 14, 17.
[84] I Cor, 14, 16.
[85] I Cor. 14, 10-11.
[86] I Cor. 14, 2.
[87] I Cor. 14: 6.
[88] I Cor. 14, 24-25.
[89] I Cor. 12, 10.
[90] I Cor. 14, 22.
[91] I Cor. 11, 30.
[92] Rom. 12 01 al 02.
[93] Rom. 7, 23.
[94] Rom. 7, 25, 8, 1-2.
[95] Rom. 8, 10.
[96] Rom. 8, 14-16.
[97] Rom. 8, 26-27.
[98] Rom. 8, 9.
[99] Gal. 3 24.
[100] Gal. 3, 26-27, 6-7.
[101] Gal. 3, 28.
[102] I Cor. 11, 3.
[103] I Cor. 14, 3.
[104] I Cor. 14, 4.
[105] I Cor. 14, 31.
[106] I Cor. 14, 34-36.
[107] Ley. 2, 17.
[108] A. Cor 12, 28.
[109] A. Cor 12, 26-28.
[110] I Cor. 13, 5.
[111] I Cor. 13, 8.
[112] I Cor. 13, 10-12.
[113] PG 95, 300AV,
[114]. Cap 3.
[115] Collationes X, 10.
[116] Historia de los Francos, 5, 10.
[117] I Cor. 2, 12.
[118] I Cor. 14, 26.
[119] I Cor. 14, 29-33.
[120] I Cor. 2, 15-16.
[121] Gal. 2, 18-20.
[122] I Cor. 2, 8.
[123] I Cor. 10, 1-5.
[124] Gal. 4, 14.
[125] I Cor. 13, 9-12.
[126] Gal. 3 24
[127] I Cor. 13, 9-12.
[128] I Cor. 13, 10-12.
[129] I Cor. 12, 29.
[130] I Cor. 2, 9-10.
[131] Jn 16, 13.
[132] I Cor. 13, 12.
[133] Efe. 2, 19-22, 5-6, 4, 11-13, I Cor. 12, 28.
[134] I Cor. 14, 2.
[135] Mat. 5,

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