Filocalía, tomo 3. San Macario el Grande, paráfrasis de san Simeón el Traductor de los 50 logos en 150 capítulos
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Resumen biográfico.
Nuestro padre san Macario el Egipcio, que se renombra como el Megas-Grande, vivió en la época del rey Teodosio el Grande, sobre el año 370 dC. Una vez que por sus grandes esfuerzos y fatigas de la ascesis se ha convertido en modelo y ejemplo de la vida monástica, y al haber estudiado y meditado al grado máximo las santas Escrituras, escribió muchos tipos de logos, plenos de beneficio psíquico y de sofía-sabiduría divina del Espíritu; todos estos son cincuenta.
Estos logos, Simeón el Traductor, quien floreció en tiempos de Basilio el Macedonio, cerca del año 860, admirado por la enseñanza de utilidad para la comunidad y la sabiduría espiritual que contienen estos escritos, los tradujo y los separó en 150 para mayor claridad. Al hacerlos esplendorosos con lenguaje bello y atractivo, por el encanto, belleza, la elocuencia y la jaris-gracia de la lengua ática (ateniense), los volvió más dulces que la miel en los oídos de los que los escuchan. Y así como por la sublimidad de los conceptos y la ética de sus enseñanzas son superiores a muchos, así también por la belleza del lenguaje y la fuerza de los esquemas. Por eso, fascinan y encantan con estas cualidades incluso a los corazones de los que buscan el dulce eco de la composición y se leen con mucho agrado y gozo.
Paráfrasis de san Simeón el Traductor de los 50 logos de san Macario el Egipcio, en 150 capítulos
a) Sobre la perfección espiritual
b) Sobre oración
c) Sobre la paciencia y el discernimiento
d) Sobre la elevación del nus (espíritu de la psique).
e) Sobre la agapi
f) Sobre la libertad del nus
a) sobre la perfección espiritual
1. Con la χάρις jaris (gracia, energía increada) y la donación o regalo del Espíritu cada uno de nosotros gana la σωτηρία sotiría (redención y sanación, psicoterapia y salvación); por otra parte, con la fe y con la agapi (amor incondicional desinteresado) y con la lucha de la independencia o libre albedrío de la predisposición y la voluntad uno puede llegar a la medida perfecta de la virtud. Y esto para heredar la vida eterna no sólo por la jaris sino también por la justicia; y no puede hacerse digno del progreso perfecto con sólo la divina potencia y la jaris, si no contribuye y ofrece al mismo tiempo también sus propios esfuerzos, ni alcanza la medida perfecta de la libertad y de la catarsis, (psicoterapia, purgación y pureza) solamente por su propia predisposición, voluntad y dinami (potencia y energía), sino ayuda en ello desde lo alto la mano de Dios. Como dice también el Salmista: “Si el Señor no edifica la casa y no vigila y guarda la ciudad, en vano vigilan los vigilantes y en vano se esfuerzan los constructores” (Sal 126, 1).
2. Pregunta: ¿Cuál es la voluntad de Dios hacia la cual nos llama el Apóstol (Rom 12,2) a cada uno de nosotros exhortándonos a alcanzarla?
Respuesta: La perfecta catarsis de todo pecado, ser libres de los pazos de la deshonra y la adquisición de la virtud puntal. Estos son la catarsis (psicoterapia, purgación y purificación) y la santificación del corazón que se hace por la participación del perfecto y divino Espíritu, con percepción, sentimiento y sentido espiritual interior. Porque dice el Señor: “Bienaventurados los que han hecho la catarsis del corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8), y “haceos perfectos igual que vuestro Padre celeste es perfecto” (Mt 5,8). Y David dice: “Ojalá que mi corazón se haga impecable en los mandamientos (logos, principios espirituales), para que no me avergüence” y de nuevo dice: “Sólo cuando no aplico ni cumplo los mandamientos seré avergonzado” (Sal 118, 6). También en aquel que pregunta: “¿Quién es digno de subir al monte del Señor y se quede en Su santo lugar?” y responde: “El que tiene las manos inocentes y al corazón hecha la catarsis” (Sal 23, 3-4), con estas palabras da a entender la perfecta destrucción del pecado que comete por la praxis y por la diania (mente, intelecto, cerebro).
3. El Espíritu Santo conociendo que los pazos invisibles, escondidos y secretos difícilmente se van y están arraigados en la profundidad de nuestra psique-alma, nos muestra mediante David con qué modo o manera emprendemos la catarsis de los pazos. Dice el mismo: “Hazme la catarsis de mis pazos escondidos y secretos” (Sal 18,3). Así revela que esto lo conseguiremos con mucha súplica y fe y nuestro giro total hacia Dios, junto con la sinergia (cooperación, co-energía, la energía de nuestra voluntad y la increada) del Espíritu. Paralelamente, que resistamos nosotros también a los pazos y vigilando de cualquier modo con mucho cuidado a nuestro corazón.
4. Y el bienaventurado Moisés queriendo con ejemplos indicar que la psique-alma no debe seguir las dos opiniones, es decir, el bien y el mal, sino sólo el bien, ni cultivar dos tipos o especies de frutos, es decir, beneficiosos y perjudiciales, sino sólo los que aportan beneficio. “No ararás tu ejido (terreno) con dos animales de distinta especie, como un buey y un asno, sino que juntarás animales de la misma especie para trillar tus cosechas”, es decir, en el ejido o terreno de tu corazón que no trillen juntas la virtud y la maldad (y pazos, vicio), sino sólo la virtud. “No tejerás lino en ropa de lana, ni lana con una de lino, no cultivarás en tu terreno juntas dos especies distintas. No cruzarás dos animales distintos, sino que las juntarás y las acoplarás de la misma especie de animal” (Deu 22,9-11). Con todos estos ejemplos, Él nos indica místicamente que no debemos cultivar en nuestro corazón, como dijimos, la virtud y la maldad (y pazos, vicio), sino que se deben engendrar y nacer exclusivamente los hijos de la virtud; ni que la psique-alma participe en dos espíritus, al espíritu de Dios y al espíritu del mundo, y sólo fructificar los frutos del Espíritu (Gal 5,22). Por eso dice el Salmista: “Me corregía y me guiaba en todos tus mandamientos (logos, principios espirituales) y odié todo lo que conduce a la injusticia” (Sal 118,128).
5. La psique-alma que desea mantener su castidad y unirse con Dios, no permanece pura sólo por los pecados manifiestos y visibles, como son la fornicación o lujuria, el asesinato, el hurto, la gula, la maledicencia, la mentira, la falsedad, el amor al dinero, la avaricia, la codicia y los similares, sino mucho más de los invisibles y ocultos, como hemos dicho. Es decir, por deseo (vicioso), la vanagloria, el gustar a los hombres, la hipocresía, el amor al poder y prestigio, el engaño, la inmoralidad o maleducado, el odio, la incredulidad, la envidia, la filaftía (egolatría, excesivo amor a sí mismo y al cuerpo). Según la Escritura, estos pecados interiores son iguales que los exteriores. Porque dice: “Dios dispersa los huesos de los buscan gustar a los hombres” (Sal 52, 6), y “el Señor odia al hombre sanguinario y falso” (Sal 5,7), indicando con esto que el Señor, la falsedad la aborrece igual que el asesinato. También dice sobre “los hombres que hablan pacíficamente a los demás pero en sus interiores proyectan males (Sal 27,3) y de nuevo dice: “Dentro en vuestros corazones meditáis como cometeréis las injusticias en la vida” (57,3), y “ay de vosotros hombres cuando os elogian” (Lc 6, 26), es decir, cuando pretendéis a oír de los hombres cosas buenas sobre sí mismos y os colgáis de la opinión, las alabanzas y los elogios de ellos; por otra parte, ¿cómo es posible escapar de la atención de los hombres para siempre cuando hacéis el bien?; además también el mismo Señor dice: “que brille la luz delante de los hombres” (Mt 5, 16), pero añade: “que busquéis y pretendáis hacer el bien por la doxa-gloria increada de Dios y no para vuestra gloria y alabanza, ni que os mueva el amor para alabanzas y elogios humanos”. Porque el Señor ha demostrado y revelado que tales hombres son incrédulos, diciendo: “Cómo podéis tener fe ya que buscáis el elogio y la gloria de unos a otros y no pedís ni buscáis la doxa-gloria increada de Dios?” (Jn 5,31). Prestad atención también al Apóstol cómo requiere exactitud incluso en la comida y en la bebida, diciendo: “Sea que comáis o que bebáis, o cualquier otra cosa que hagáis, lo hagáis para lo doxa-gloria increada de Dios” (1Cor 10,31). Y el Teólogo Juan el Evangelista hace coincidir el odio con el asesinato, diciendo: “El que odia a su hermano o prójimo es asesino del hombre” (1Jn 3,15).
6. “La agapi (amor incondicional, desinteresado) todo lo acepta, y todo lo soporta con paciencia; la agapi nunca cae” (1Cor 13, 7-8), dice el Apóstol. Con lo “nunca cae” da a entender lo siguiente: Aquellos que han recibido los carismas o dones del Espíritu que se refirió (1Cor 12,28), y no se hicieron dignos aún de la libertad absoluta de los pazos mediante la plena y operante agapi, aún no han llegado a la seguridad, sino que su virtud aún se encuentra en peligro, en lucha y temor, a causa de la imposición de los astutos malos y malignos espíritus (Ef 6, 12). Pero la perfecta agapi no se somete ni en caída, ni en pazos, sino, como indicó, el Apóstol, es de tal tipo que las lenguas de los Ángeles, la profecía, toda la gnosis (conocimiento espiritual) y los carismas de sanaciones son cero o nada cuando se exponen y se comparan con la agapi (1Cor 12,28 · 13,1-2).
7. La razón por la que el Señor presentó la perfección como propósito u objetivo (Mt 5,48), es para que vea cada uno cuánto pobre es de una riqueza tan grande y correr con fervor e ímpetu hacia este fin y atravesar así el camino espiritual hasta llegar al fin, como dice el Apóstol: “Corred de tal manera hasta que consigáis el premio” (1Cor 9,24).
8. El que uno se reniegue de sí mismo (Mt 16, 24) significa lo siguiente: que uno esté totalmente entregado en la hermandad y no siga para nada su propia voluntad, ni poseer nada propio, sino sólo vestimenta, para que sea libre de todo y hacer con alegría lo que le mandan; a todos los hermanos y sobre todo a los superiores y aquellos que se han tomado las cargas del monasterio, considerarlos sus señores y guías para causa de Cristo y obedeciendo a Cristo que dijo: “El que entre vosotros quiere ser primero y más grande, que sea el último de todos y servidor a todos y dulos-esclavo de todos” (Mrc 9,35). Que no busque de los hermanos ni gloria, ni alabanza o elogios, incluso de aquel elogio o alabanza por su buen servicio y conducta. Porque dice el Apóstol: “Servidles no con hipocresía sólo cuando os ven, como para quedar bien con ellos, sino como esclavos/servidores (trabajadores bajo nómina) de Cristo, haciendo de corazón la voluntad del Dios con toda vuestra psique-alma; servidles de buena gana, como si fuera al Señor y no a hombres, considerando que el Señor retribuirá a cada uno todo el bien que haga, lo mismo al esclavo que al libre” (Ef 6, 6-7). Y considerarse siempre deudor de la diaconía-servicio hacia los hermanos con agapi y sinceridad.
9. Los encargados de la hermandad, como han asumido una obra grande, deben luchar con humildad contra las malas astucias de la maldad, para no caer al pazos de la soberbia u orgullo, y ejerciendo un poder tiránico hacia los hermanos obedientes, pueden provocar daño grande, perjuicio y pérdida en vez de la mayor ganancia. Sino que se preocupen por ellos y los cuiden siempre como hijos de Dios, como padres caritativos y misericordiosos y como si hubiesen entregado a Dios el sí mismo corporalmente y espiritualmente en la hermandad. Por supuesto que no rechacen abiertamente los deberes y las funciones del encargado o del guía, como el de dar órdenes, aconsejar a los más probados y cultivados, o reprender e inspeccionar donde hace falta, o consolar donde es debido, para que no venga confusión y desorden en los monasterios con la excusa de la humildad o apacibilidad, ya que se anula el discernimiento de la función de los encargados y de los subordinados. Pero profundamente en sus corazones deben creer que son dulos-sirvientes indignos de todos los hermanos y, como buenos pedagogos o educadores que les han sido confiados los hijos de su señor, se preocupan y se ocupan con toda buena disposición y temor a Dios a edificar (espiritualmente) cada hermano en toda obra buena, conociendo que por estos esfuerzos Dios les ha preparado salario grande e irreducible.
10. Los que han asumido la pedagogía o educación de los jóvenes que a veces son por suerte también sus amos, evitan también a golpearlos por motivo de educación y buen orden tratándolos con gran agapi (amor incondicional, desinteresado). Así también los superiores deben castigar a aquellos hermanos que tienen necesidad de instrucción, no obrando con ira y altanería, ni para venganza, sino con gran bondad de corazón y con el propósito y objetivo de producir la corrección y el beneficio espiritual.
11. Cada uno que quiere que sean marcados en su interior los buenos hábitos de su carácter, debe antes que nada y en todo pretender tener el temor a Dios y la divina agapi-amor, la cual agapi es el primero y más grande mandamiento (Mt 22,37-38). Y que pida del Señor incesantemente hacerla contenido de su corazón, y así con el continuo e interrumpible recuerdo de Dios, progresando día a día con la jaris (gracia, energía increada) añadiéndola y aumentándola. Porque con el celo y el valor, el cuidado y la lucha nos hacemos dignos y capaces de adquirir la agapi de Dios, la cual se va formando en nuestro interior por la jaris y la donación o regalo de Cristo. De ella conseguimos fácilmente también el segundo mandamiento, es decir, la agapi (amor incondicional e desinteresado) hacia el prójimo. Porque las cosas que están primero entran por delante y debemos cuidarlas más que las otras, y después las segundas siguen las primeras. Ahora bien, si uno quiere descuidar el primer y gran mandamiento, es decir, la agapi hacia Dios, -que proviene de nuestra disposición interior, de nuestra conciencia bondadosa y de las conductas y actitudes ortodoxas sobre Dios junto también de la ayuda divina- y del segundo, quiere sólo dedicarse al cuidado de la diaconía-servicio, es imposible desarrollarlo correctamente y limpiamente. Porque cuando la maldad encuentre el nus (espíritu de la psique) desierta del recuerdo, de la agapi y la búsqueda de Dios, o hace que se vean difíciles y fatigosos los preceptos divinos, encendiendo en la psique-alma murmuraciones, lamentaciones, tristezas y acusaciones contra la diaconía-servicio de los hermanos, o engañarle con la idea de que es supuestamente virtuoso y le infla y le convence que se considere a sí mismo digno de honor, importante y perfecto cumplidor de los mandamientos-logos.
12. Cuando el hombre cree y presume que se cuida perfectamente de los mandamientos (logos, principios espirituales), entonces está claro que peca y transgrede el mandamiento, porque se juzga a sí mismo y no espera a Quien juzga verdaderamente. Cuando el Espíritu de Dios da testimonio común con nuestro espíritu, según el dicho de Pablo (Rom 8,16), entonces somos verdaderamente dignos de Cristo e hijos de Dios; pero no cuando nos juzgamos y nos justiciamos a nosotros mismos. Porque, como dice el Apóstol, “que no es hombre de probada virtud el que a sí mismo se recomienda, sino aquel a quien el Señor recomienda”. Cuando el hombre se encuentra desnudo y privado del recuerdo/memoria y del temor de Dios, entonces es inevitable que ame la gloria vana y persiga el elogio y la alabanza de aquellos que sirve. Pero éste es inspeccionado y acusado por el Señor como incrédulo, tal como hemos dicho. Porque dice: “¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la doxa-gloria que viene sólo de Dios?” (Jn 5,44).
13. Como se ha dicho, la agapi (amor incondicional) a Dios se consigue con mucha lucha y esfuerzo del nus (espíritu de la psique-alma) mediante conceptos divinos y cuidado continuo de todo lo que es el bien. Por eso el enemigo impide al nus y no le permite fijarse y unirse con el divino eros (amor ardiente) a través del recuerdo de los bienes, sino que le irrita y contamina la parte sensible (sentimiento, emoción) con deseos terrenales. Porque la muerte del enemigo y su guillotina, por así decirlo, es cuando el nus sin distracción trata sobre la agapi y el recuerdo/memoria de Dios. De esto puede nacer también la agapi (amor incondicional, desinteresado) al prójimo; y también la verdadera sencillez, la apacibilidad, la humildad, la integridad, la bondad y la oración, y en general toda corona bella de las virtudes, por el uno, único y primer mandamiento, la agapi a Dios (Mt 22,38), absorbiendo la perfección. Por tanto, tenemos necesidad de mucha lucha y trabajo doloroso interior e invisible del examen de los loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía) y también el ejercicio de los sentidos (psíquicos) débiles de nuestra psique-alma para discernir entre el bien el mal (Heb 5,14); y del refuerzo y reanimación de los miembros doloridos y fatigados de la psique-alma, mediante la elevación del nus (espíritu de la psique) hacia Dios. Porque cuando nuestro nus se apega de tal manera continuamente a Dios, se hará un espíritu con el Señor, según lo dicho de Pablo (1Cor 6, 17).
14. Quienes aman la virtud deben día y noche tener incesantemente la lucha invisible, el dolor o fatiga y el estudio o meditación durante el trabajo de cualquier mandamiento (logos, o principio espiritual), es decir, cuando oran, cuando sirven, cuando comen, cuando beben o cuando hacen cualquier otra cosa, de modo que cualquier bien se realice para la doxa-gloria de Dios (1Cor 10,31) y no para nuestra gloria. Así será fácil y agradable para nosotros todo cuidado de los mandamientos, ya que la agapi de Dios facilita y aligera el esfuerzo. Porque toda la lucha y el cuidado del enemigo, como hemos dicho, se concentra en arrastrar el nus (espíritu de la psique) del recuerdo de Dios y de Su temor y agapi, y engañando con trampas y cebos terrenales hacerle volver desde la bondad y el bien real a los bienes pensados, supuestos y creídos.
15. El patriarca Abraham, cuando se encontró con el sacerdote de Dios, Melquisedec, le dio como regalo de sus mejores primicias y así recibió su bendición (Gen 14,19). Con esto, el espíritu se eleva en zeoría contemplación espiritual más alta. Es decir, debemos ofrecer como holocausto-sacrificio las extremidades y las mejores partes de toda nuestra mezcla y composición psicosomática, los cuales son el nus (espíritu de la psique), la conciencia y la dinami (potencia y energía) agapítica-amorosa de nuestra psique-alma. Después, los primeros y mejores loyismí (pensamientos simples o compuestos con la fantasía) dedicarlos al recuerdo de Dios y hacerlos que se ocupen continuamente a Su agapi y a Su eros (amor ardiente) místico y supralógico. Así podemos progresar en la virtud día a día con la ayuda de la divina jaris (gracia, energía increada) y entonces la carga de la justicia de los mandamientos (logos o principios espirituales) se nos parecerá ligera (Mt 11,30), realizándolos lúcidamente, irreprochablemente y limpiamente ayudados por el mismo Señor con nuestra fe hacia Él.
16. En relación con la ascesis (ejercicio) exterior y qué trabajo es superior y primero, debéis saber también esto amados míos: que las cualidades de las virtudes están atadas y conectadas entre sí y siguen una la otra como una cadena divina, asidas una por la otra. Por ejemplo, la oración a la agapi, la agapi a la alegría, la alegría a la apacibilidad, la apacibilidad a la humildad, la humildad al servicio-diaconía, la diaconía a la esperanza, la esperanza a la fe, la fe a la obediencia, la obediencia a la sencillez. También las cualidades de las contrarias están atadas y entrelazadas una con la otra; el odio a la ira, la ira a la soberbia y ella con la vanagloria; la vanagloria a la incredulidad, la incredulidad a la dureza del corazón, ella a la negligencia, la negligencia a la languidez (o flojera, relajación), la languidez a la indiferencia, la indiferencia a la acidia, la acidia a la impaciencia o intolerancia y ella junto con la acidia a la filidonía hedonismo (amor al placer). Así también el resto de maldades, (pazos y vicios) una sigue la otra.
17. Todo lo que de bueno hace el hombre, el maligno astuto pretende mancharlo y contaminarlo con la mezcla de sus espermas-semillas. Es decir, con la vanagloria, la presunción, la murmuración o cualquier otra cosa similar, de modo que el bien no se haga exclusivamente para Dios o no provenga de la buena predisposición y voluntad. Se dice en la Escritura que Abel ofreció a Dios sacrificio de lo mejor, la grasa y los primeros partos de las ovejas. También Caín ofreció regalos de los frutos de la tierra, pero no de los mejores y primeros. Por eso Dios aceptó los sacrificios de Abel, y no los de Caín (Gen 4, 3-5). De esto aprendemos que hacer una cosa bien puede ser que no sea tan buena; o sea, hacerlo con negligencia o despectivamente o por cualquier otra cosa y no para Dios. Y por eso sucede que no sea bien recibido y agradable a Dios.
b) Sobre oración
18. La recapitulación y conclusión de todo esfuerzo bueno y el vértice de los logros o éxitos es la constancia en la oración, por la que adquirimos también las otras virtudes, ya que el Dios que Le invocamos, nos tiende la mano para ayudarnos. En efecto, durante la oración, para los que fueron hechos dignos de ella, se produce una conexión y comunión con la energía (increada) mística de Dios y una cohesión de la disposición hacia Su santidad, como también del nus (espíritu de la psique) hacia al Señor con agapi (amor incondicional) inefable e indescriptible. Dice el Salmista: “Has dado deleite, gozo y alegría en mi corazón” (Sal 4,8). Y el mismo Señor dice: “La realeza (increada) de los Cielos se encuentra en vuestro interior” (Lc 17,21). El que se encuentre en nuestro interior la realeza (o la energía o la jaris-gracia increada o la doxa-gloria increada) ¿qué otra cosa significa, sino que el gozo celestial del Espíritu se revela con claridad en las psiques-almas dignas? Porque las psiques dignas, a través de la comunión operante del Espíritu, reciben desde aquí las arras y el anticipo de la felicidad y del gozo, de la alegría y del deleite que participarán en la eterna luz (increada) los Santos/as en el reinado de la realeza increada de Cristo. Algo correlato nos da a entender también el divino Apóstol: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesús Cristo, el Padre de las misericordias increadas y Dios de todo consuelo para los hombres afligidos y angustiados, que nos consuela y nos serena en todas nuestras tribulaciones y sufrimientos, para que podamos consolar nosotros a todos los hombres encontrados en tribulación, dolor, sufrimiento y angustia con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2Cor 1,4). Pero también: “Mi psique-alma se saciará como de una comida nutritiva y grasa” y los similares, tienen el mismo significado y aluden la alegría, el gozo y el alivio del Espíritu.
19. Igual que la mayor obra de todas las demás es la obra de la oración, así también hace falta más esfuerzo y cuidado el que tiene eros (amor ardiente) para ella, no vaya ser que le engañe la maldad y el astuto mal sin darse cuenta. Porque aquellos que se ocupan y se cuidan para el bien y la bondad mayor, los ataca y los afecta también más el maligno astuto. Por eso el que ora, le hace falta mucha nipsis (sobriedad y atención, vigilancia interior de sí mismo) para presentar cada día más frutos de agapi (amor incondicional) y humildad, sencillez y bondad, como también de discernimiento mientras permanece perseverante en la oración. Estos frutos manifestarán claramente su progreso y su éxito en las realidades y cosas divinas, mientras que estarán incitando y moviendo también a los demás al mismo celo y esmero.
20. El divino Apóstol enseña que debemos orar incesantemente (1Tes 5,17) y perseveremos en la oración, como también el Señor con aquello que nos dijo: “Mucho más Dios concederá la justicia a los que Le suplican día y noche” (Lc 18,7), y también: “Estaos en alerta y vigilancia continua y orad” (Mt 26, 41). Debemos siempre orar y no ser negligentes e indolentes (Lc 18,1). Por tanto, igual que aquel que persevera en la oración ha escogido la obra principal y la más importante, así también debe asumir una lucha grande y el vigor inflexible, por la razón que la maldad trae muchos impedimentos en la oración persistente, es decir, trae sueño, acidia, pesadez del cuerpo, desviación de los loyismí (pensamientos), nus (espíritu del corazón) inestable y desordenado, relajamiento, languidez y otros artificios de la maldad. Después, tribulaciones, sufrimientos y sublevaciones de los astutos malignos espíritus que combaten y se oponen a nosotros con ardor e impiden la psique acercarse a Dios, la que verdaderamente Le busca sin descanso.
21. Quien se cuida y se dedica en la oración, debe mostrar valor con toda diligencia, buen ánimo y nipsis (vigilancia en la sobriedad), con paciencia y lucha de la psique y fatiga o esfuerzo del cuerpo, sin relajarse y dejarse a las desviaciones de los loyismí (pensamientos), o al sueño excesivo o a la acidia, a la relajación, a la languidez y a la confusión, o utilizar palabras ruidosas y gritos indebidos, o entregar su diania (mente, intelecto, cerebro) en cosas de este tipo, permaneciendo satisfecho sólo en permanecer largo tiempo en pie en la oración y de rodillas, mientras que su nus y mente vaga lejos de lo que está sucediendo. Porque si no lucha para tener el nus limpio y claro con nipsis, de modo que, por un lado, se oponga a los pensamientos vanos, y por otro lado, a examinarlos detalladamente y analizarlos con gran exactitud, y si no anhela ardientemente siempre al Señor, nada le impedirá de ser seducido ocultamente de distintos modos o maneras por el astuto maligno; e incluso puede que se exalte y se enorgullezca contra aquellos que no pueden perseverar más en la oración y con estos artificios, maquinaciones o tecnasmas del maligno destruya el buen trabajo de la oración y dedicarlo y sacrificarlo al astuto demonio.
22. Si nuestra oración no la adornan la humildad, la agapi (amor incondicional, desinteresado), la sencillez y la bondad, entonces esta oración nuestra, más bien, aparente oración, muy poco nos puede beneficiar. Y esto no lo decimos sólo para la oración, sino para todo esfuerzo y empeño, castidad, ayuno, vigilia, salmodia, diaconía-servicio, cualquier trabajo que hacemos para la virtud. Si no vemos que tenemos en nuestro interior los frutos de la agapi, de la paz, de la alegría, de la sencillez, de la humildad, de la apacibilidad, de la falta de fingimiento, de la fe ortodoxa, de la magnanimidad o tolerancia, de la benevolencia y de la paciencia, no nos hemos beneficiado de nada por nuestros esfuerzos y fatigas. Porque los esfuerzos y las fatigas los soportamos para beneficio de los frutos. Si no se encuentran en nuestro interior los frutos de la agapi (amor incondicional, desinteresado), no se diferencian de nada de las cinco vírgenes tontas, insensatas, las cuales, como no tenían en sus corazones el aceite espiritual desde este mundo, es decir, las energías de las virtudes anteriores por la dinami (potencia y energía) increada del Espíritu, fueron llamadas tontas, necias y excluidas de modo muy lamentable y miserable de la boda del novio real (Mt 25 y 12), sin haber obtenido ningún beneficio del esfuerzo de la virginidad.
Tal como cuando se cultiva la vid, todo el cuidado, esmero y esfuerzo se hacen con la esperanza de los frutos, y si no se producen los frutos, resulta vano todo el trabajo, así si con la energía del Espíritu no hemos visto en nuestro interior los frutos de la agapi, de la paz, de la alegría y del resto de los que enumera el Apóstol (Gal 5,22) y si esto no lo confesamos con toda certeza interior, sentido y sentimiento espiritual, entonces se demuestra vano el esfuerzo de la virginidad, de la oración, de la salmodia, del ayuno y de la vigilia. Porque tal como dijimos, estos frutos y los intentos de la psique-alma y del cuerpo se deben hacer con la esperanza de los frutos espirituales, mientras que los frutos de las virtudes es el gozo y la alegría espiritual con el placer (hidoní) incorruptible que es operada por la energía del Espíritu de modo indescriptible dentro en los corazones fieles y humildes. De modo que los esfuerzos y los intentos que se consideren lo que son, es decir, esfuerzos, fatigas e intentos, mientras que los frutos, frutos. Ahora bien, si uno por falta de gnosis (conocimiento espiritual), de trabajo y de esfuerzo, los considera como frutos del Espíritu, que no se olvide que engaña y se engaña a sí mismo, y así es privado de los frutos del Espíritu Santo verdaderamente grandes.
23. Igual que aquel que está completamente todo entregado en el pecado, comete como naturales los deshonrosos pazos contra natura, es decir, la impudicia, la fornicación o lujuria, la codicia, la avaricia, el odio, el engaño, la falacia y las demás manifestaciones de los pazos de la maldad con gozo, deleite y placer, así también el verdadero y perfecto Cristiano ortodoxo, todas las virtudes y todos los frutos sobrenaturales del Espíritu Santo, es decir, la agapi, la paz, la paciencia, la fe, la humildad, la magnanimidad o tolerancia y todo el género de oro de las virtudes, las realiza como naturales con gran gozo, alegría y placer espiritual, ya sin esfuerzo y fácilmente. Y ya no combate contra los pazos de la maldad, porque fue redimido totalmente por el Señor y recibió el espíritu bueno en su corazón, la perfecta paz, el gozo, el deleite y la alegría de Cristo. Él es quien se ha apegado al Señor y se ha hecho un espíritu con Él (1Cor 6, 17).
24. Los que por inmadurez aún no pueden dedicarse totalmente a la obra de la oración, ellos deben asumir el servicio a los hermanos con piedad, fe y temor a Dios, como si sirviesen el mandamiento de Dios y como cuestión espiritual, y no como los que esperan de los hombres compensación, honor y gloria. A esto también no murmurar por nada, ni enaltecerse o descuidarse por la negligencia, vanagloriarse y relajarse. Así esta buena obra no queda manchada y arruinada, sino más bien será hecha con devoción, piedad, temor y alegría y será bien recibida de Dios.
25. ¡Cuánta es la divina caridad hacia nosotros!!! El Señor con tan grande filantropía y bondad ha sido tan condescendiente a los seres humanos, de modo que prometió de no descuidar ninguna compensación de ninguno por sus obras buenas, sino que las eleve desde las pequeñas virtudes a las grandes, de modo que si uno da hasta un vaso de agua fresca, no le privará de su recompensa. Porque dijo: “El que da una vaso de agua fresca uno sólo por ser mi discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa” (Mt 10,42), y añade: “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto, en verdad os digo, en cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. (El Cristo, el Rey, que es el Hijo de Dios y también Hijo del hombre, a los pacientes, a los pobres y a los desnudos, a estos que los vanidosos y orgullosos menosprecian, los considera como hermanos suyos, hijos del Padre celestial y los asiste con toda Su agapi. Por eso cada ayuda que se ofrece a ellos la considera como ofrecida a él mismo). Sólo con la condición que lo que se hace, se haga porque Dios lo quiere y no por la gloria humana; y acusando a los que hacen el bien con ostentación, acabó diciendo que: “os aseguro que no recibirán otra recompensa” (Mt 6, 2), asegurando así con Su logos su decisión irrevocable.
26. Antes que todas las virtudes que se ponga en marcha como fundamento o cimiento en la hermandad como la sencillez, la sinceridad, la agapi (amo incondicional, desinteresado) recíproca, la alegría y la humildad, para que no murmuremos el uno con el otro y nos ensalcemos haciendo así inútil nuestro esfuerzo y fatiga. El que persevere incesantemente en la oración, que no se exalte ni se enorgullezca contra aquel que no puede hacer lo mismo, y aquel que está dedicado al servicio-diaconía que no murmure contra aquel que se dedica a la oración. Si los hermanos unos con otros se comportan con esta sencillez y buena disposición, lo que excede en los que perseveran en la oración recompensa lo que falta en los que sirven o diaconizan, y lo que excede de los que sirven irá en lo que falta de los que oran, de esta manera se produce la igualdad en todo, según lo dicho: “Ni el que recogió mucho abundaba, ni el que recogió poco estaba escaso” (2Cor 8, 14-15).
27. Entonces se hace la voluntad de Dios sobre la tierra igual que en el cielo, cuando como dijimos, no nos enorgullecemos y no nos exaltamos el uno contra el otro, y cuando no sólo sin celos sino también con la sencillez unidos en la agapi (amor incondicional, desinteresado), la paz, el gozo y alegría entre nosotros, considerando el progreso de nuestro prójimo como nuestro y considerando como propio lo que él pueda faltarle y dañarle.
28. Aquel que durante la oración es perezoso y negligente, y al servicio de los hermanos es parsimonioso y descuidado, éste por el Apóstol Pablo es llamado claramente ocioso y es considerado indigno hasta de su mismo pan. “El ocioso, dijo, ni siquiera coma” (2Tes 3,10). Y en otra parte: “Dios odia a los ociosos, y el ocioso ni fiel puede ser”. Y en la Sabiduría se dice: “La ociosidad, vaguedad, ha enseñado mucho mal y mucha maldad” (Sab. Sir 33,28). Por lo tanto, cada uno en cualquier obra que hace según la voluntad de Dios, que presente sus frutos e indique el celo, aunque sea a una de las buenas obras, para que no se encuentre totalmente estéril sin frutos, y se convierta absolutamente desconectado y excluido de los bienes eternos.
29. Para aquellos que dicen que es imposible alcanzar la perfección y liberarnos totalmente de los pazos, o también conseguir la participación y la plenitud del bondadoso y bueno Espíritu, es necesario llevar el testimonio de las divinas Escrituras y demostrar que ellos no saben bien y no dicen lo correcto y la verdad. Así dice el Señor: “Haceos perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial” (Mt 5,48) y “donde yo estoy que ellos también estén conmigo, para que contemplen mi doxa-gloria, (luz increada) (Jn 17,24). Estos son logos de Él que dijo: “El cielo y la tierra pasarán y dejarán de existir, pero mis logos no dejarán de tener valor” (Mt 24,35). El mismo significado tienen también los logos del Apóstol: “a quien nosotros anunciamos aconsejando, enseñando e instruyendo a todo hombre en toda sabiduría, para hacerlo y presentarlo perfecto en Jesús Cristo” (Col 1,28), y “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe sin diferencias y contrariedades y al conocimiento completo del Hijo de Dios, y a constituir el estado del hombre perfecto desde el aspecto de sabiduría y virtud espiritual, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13). Cuando, pues, de esta manera aspiramos con la mirada hacia esta perfección, conseguimos dos cosas bellísimas: primero asumimos y perseguimos esta intensa e incesante lucha, yendo hacia el fin, hacia la meta con la esperanza de la adquisición de esta situación o estado culminante, y segundo, no nos dominamos por el orgullo, por la arrogancia, sino que actuamos de modo moderado, considerándonos a nosotros mismos pequeños, porque aún no hemos alcanzado la perfección.
30. Los que dicen estas cosas perjudican mucho la psique-alma de muchas maneras: primero, porque demuestran no tener fe en las Escrituras inspiradas de Dios; segundo, ya que no se familiarizaron con el propósito u objetivo superior y perfecto del Cristianismo ortodoxo, no luchan para llegar a este propósito y no pueden entender el esfuerzo y el cuidado o tener hambre y sed para la justicia (Mt 5, 6), sino que permaneciendo satisfechos por las figuras, imágenes y costumbres exteriores y por el logro de algunas pocas y pequeñas obras buenas, se privan de la bienaventurada esperanza y perfección y la catarsis o psicoterapia total de los pazos; y tercero, ya que creen que han llegado a la cúspide, y por el logro de unas pocas virtudes, como dijimos, sin aspirar a lo que es perfecto, no sólo no pueden tener mínimamente humildad, pobreza y quebrantamiento del corazón, sino que tampoco presentan progreso y ascenso diario, porque se justifican a sí mismos creyendo que ya han conseguido su propósito y objetivo.
31. Aquellos que creen que es imposible esta metamorfosis-transformación y perfección que se realiza en los hombres a través de la energía increada del Espíritu y que es “nueva creación” (2Cor 5,7) del corazón catartizado, purgado y psicoterapiado, el Apóstol los asimila claramente con aquellos que, a causa de su incredulidad, no se hicieron dignos de entrar en la tierra prometida y por eso han dejado sus huesos en el desierto (Heb 3,17-18). Y por supuesto lo que entonces era exteriormente la tierra prometida, esto es para nosotros místicamente (y espiritualmente) la redención de los pazos, que el Apóstol mostró que es el fin de cada virtud y por ella se nos han sido entregadas todas aquellas prefiguraciones o protiposis del Antiguo Testamento. Por eso el divino Pablo, queriendo a asegurar que sus discípulos ninguno sea dominado por la incredulidad, dice: “Por tanto, hermanos, tened cuidado, que no haya entre vosotros un corazón tan malo, duro e incrédulo que se aparte del Dios vivo” (Heb 3,12). Con la palabra “apartarse” no da a entender la negación de Dios, sino en el sentido de no creer a Sus promesas. Explicando, pues, alegóricamente las prefiguraciones del Antiguo Testamento y comparándolas con la verdad, continúa: “¿quiénes fueron los que, después de haber oído, se rebelaron? ¿No fueron todos aquellos que salieron libres de Egipto conducidos por Moisés? Y ¿contra quién se irritó Dios durante cuarenta años? ¿No fue contra los culpables, que pecaron ante Dios y se endurecieron sus corazones, cuyos cadáveres cayeron en el desierto? Y ¿contra a quién juró Dios que no entrarían en su tierra prometida de descanso y paz, sino a aquellos que habían sido desobedientes y duros de corazón? Vemos, pues, que ellos a causa de su incredulidad no pudieron entrar a la tierra prometida” (Heb 3-19). Y Pablo añade: “Por tanto, nosotros también teniendo en cuenta el castigo a los hebreos, no temamos de que, mientras sigue en vigor la promesa de entrar en el descanso eterno de su Realeza increada, alguno de vosotros parezca que ha retrasado y queda fuera. Porque también nosotros, como ellos, hemos recibido la divina promesa de la vida eterna, exactamente igual que aquellos habían recibido la promesa para la tierra de su descanso; pero a ellos no les aprovechó el logos que habían oído, porque al escucharlo no se unieron a él por la fe y la libre buena voluntad. Entremos, pues, nosotros, que hemos creído, en el descanso eterno del cielo, según lo que dijo Dios: «Y juré en mi indignación contra ellos: ¡No entrarán jamás en mi tierra de descanso que los prometí!», a pesar que las obras de Dios, y por consecuencia también la tierra del descanso, se hicieron desde que se constituyó el mundo-cosmos” (4, 1-3). Y después de poco añade: “Esforcémonos, pues, por entrar en este descanso celeste, para que nadie sucumba imitando aquel ejemplo de desobediencia de los hebreos” (Heb 4,11). ¿Y cuál es el verdadero descanso o reposo de los Cristianos, sino la liberación de los pazos pecaminosos y el habitar plenamente y activamente el bondadoso Espíritu en el corazón? Y así Pablo de nuevo conduciendo a sus discípulos a la fe, dice: “comparezcamos con un corazón sincero y honesto, con fe iluminada e inquebrantable, por la sangre redentora, purgados y purificados los corazones de toda mancha y de todo remordimiento que tengamos en la conciencia, a causa de nuestras obras malignas y astutas” (Heb 10,22). También dice: “¿cuánto más la sangre de Cristo, que unido del Espíritu eterno se ofreció como sacrificio a sí mismo a Dios como víctima inmaculada, purgará y purificará nuestra conciencia de sus obras que conducen a la muerte eterna y dará la fuerza de dar culto ortodoxo al Dios vivo?” (Heb 9,14). Por tanto, conviene que por la desmesurada bondad de Dios prometida a los hombres con estas palabras anteriores, nosotros acojamos y confesemos como sirvientes-dulos agradecidos y consideremos verdaderas y ciertas Sus promesas. De modo que si por negligencia, pereza o debilidad de la predisposición y voluntad no nos hemos ofrecido de una vez por todas totalmente a Dios, ni siquiera hemos buscado y aspirado a las grandes y perfectas medidas de la virtud, por lo menos que podamos conseguir un poco de misericordia por nuestra conducta y actitud ortodoxa y firme y por nuestra fe saludable.
32. La obra de la oración y del logos, cuando se hace como es debido, es superior de toda virtud y mandamiento (logos). Y testigo de esto es el mismo Señor. Había ido a casa de Marta y de María, y mientras María estaba ocupada en la filoxenía-hospitalidad del Señor, María sentada a Sus pies, disfrutaba del deleite y de la ambrosía de aquella lengua divina. Cuando su hermana la reprochó de que no le ayudara y por este motivo se dirigió a Cristo, Él haciéndola ver la cosa más importante antes que la segunda, dijo: «Marta, Marta, te ocupas, te cansas y te apuras para preparar muchas cosas; pero sólo una cosa es necesaria e indispensable, el alimento espiritual, el que yo ofrezco, y María escogió la parte mejor, la espiritual, la cual no le será quitada nunca a nadie; porque los beneficios de los alimentos espirituales son eternos e irreducibles» (Lc 10, 38-42). Esto lo dijo no porque desaprobaba la obra de la diaconía-servicio, sino para proponer los que es más grande a lo que es inferior. De distinta manera, ¿cómo el mismo aceptaría la diaconía-servicio, dado que Él mismo sirvió y lavó los pies a Sus discípulos (Jn 13, 14-15), donde tanto evitó de impedir la diaconía-servicio, sino que mandó a Sus discípulos hacer uno con el otro de acuerdo con Su propio ejemplo? (Jn 13, 14-15). Aún puedes ver también a los Apóstoles que al principio servían en las mesas de los fieles, después determinaron la preferencia a una obra mayor, es decir, a la obra de la oración y del logos. Dijeron pues: “Los doce Apóstoles convocaron a todos los fieles, y dijeron: “No está bien y agradable a Dios que nosotros abandonemos el divino logos y servir a las mesas. Por eso, elegid cuidadosamente entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encomendaremos este servicio; nosotros perseveraremos más en la oración y en el servicio del kerigma y de la proclamación del logos divino” (Hec 6, 2-4). ¡Ves que decidieron y prefirieron las primeras cosas a las segundas, aunque conocían que las dos son brotes de la misma raíz buena!
c) Sobre la paciencia y el discernimiento
33. Aquellos que quieren obedecer al logos de Dios y trabajar para su fruto bueno y bondadoso, les acompañan los siguientes signos: gemido, llanto, tristeza, hisijía (serenidad y paz interior divina), agitación de la cabeza, oración, silencio, perseverancia, luto espiritual (o según Dios) pleno de pena o aflicción, dolor o sufrimiento que procede de la disposición piadosa y devota; y las siguientes obras: vigilia, ayuno, autodominio o contención, apacibilidad, magnanimidad o tolerancia, oración incesante, estudio de las divinas Escrituras, fe, humildad, filadelfia (amigo de los hermanos), subordinación, fatiga o esfuerzo, sufrimiento, agapi (amor desinteresado, incondicional). Aquellos que no producen fruto de vida, sus señales son los siguientes: acidia, negligencia, inflamiento, distracción, mirada curiosa, desatención, murmuración y estupidez; y las obras son las siguientes: glotonería o gula, resentimiento, ira, rencor, odio, maledicencia, vanidad, conversar fuera de lugar y tiempo, incredulidad, desorden, inestabilidad, olvido, agitación, amor al dinero, ganancias deshonestas, avaricia, codicia, ambición, envidia, celos, contienda, altanería o megalomanía, charlatanería, risa desproporcionada e inoportuna, y en general oscuridad y tinieblas que es el Satanás.
34. Según la Divina Economía, el astuto maligno no fue enviado directamente a la gehena que él mismo había escogido, sino que fue dejado suelto para la prueba y el examen del hombre. Y esto para hacer sin querer más dignos y justos los Santos con la paciencia y así ser causa de doxa-gloria más grande para los Santos. En cambio, por otra parte, con su maldad voluntaria y sus malas astucias contra los Santos, hace más justo el infierno. Y como dice el Apóstol, para que quede manifestado y visto el pecado en toda su pecaminosidad (Rom 7,13).
35. El enemigo al seducir y engañar a Adán (Gen3, 1-6) y dominar sobre él, le quitó el poder y se denominó el mismo “príncipe de este mundo” (Jn 12,31). El Señor había instituido y definido al hombre desde principio príncipe de este mundo y dueño de las cosas visibles (Gen 1, 26). Porque ni el fuego fue más fuerte que él, ni el agua lo sumergía, ninguna fierra le causaba daño, ni veneno de serpiente le afectaba. Pero desde el momento que retrocedió y sucumbió al engaño del diablo, le entregó el dominio y principado que tenía al diablo. Por este motivo, magos y hechiceros, con la energía demoníaca y por concesión/permiso de Dios realizan cosas extraordinarias y falsos milagros. También dominan las serpientes venenosas y desafían el agua y el fuego, como Janés y Jambrés se enfrentaron a Moisés (Ex 7,11-12 y 2Tim 3,8), y como el mago Simón que se enfrentó al puntal de los Apóstoles, Pedro (Hec 8,18-19).
36. Yo creo que el enemigo cuando vio la doxa-gloria (luz increada) primitiva de Adán resplandeciente sobre el rostro de Moisés (Ex 34, 29-30), habría quedado muy herido al ver en esto la demostración de su realeza (increada doxa o jaris). Y nada impide que interpretemos también el significado del dicho del Apóstol: “La muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aún sobre aquellos que no pecaron” (Rom 5,14). Porque, me parece que el rostro resplandeciente y glorioso de Moisés era tipo o modelo y muestra del primer hombre que fue creado con las manos (Espíritu Santo) de Dios. Este rostro cuando lo vio la muerte, es decir, el causante de la muerte diablo, entonces allí sospechó que el reinado de su realeza caerá, cosa que sucedió y sufrió de verdad más tarde por el Señor. Por lo tanto, esta gloria resplandeciente la revisten de aquí y ahora los verdaderos Cristianos ortodoxos y se expulsa, se anula y se aniquila en sus interiores la muerte, es decir, los pazos de infamia y deshonra, porque ya no pueden operar, ya que sus psiques-almas son iluminadas por el resplandor del Espíritu en todo sentido y plenitud. Y en la resurrección la muerte será totalmente aniquilada, abolida.
37. El enemigo engañó a Adán por la mujer, es decir, con algo similar suyo y le quitó el esplendor del que le había vestido Dios. Y así se encontró desnudo y vio su fealdad y su vergüenza, que antes no veía, porque se deleitaba con las bellezas celestiales con su conducta, pensamiento y sentimiento (Gen 3, 1-7). Porque después de la transgresión, sus pensamientos y conceptos se convirtieron en terrenales y bajos, y su actitud y conducta sencilla y buena se mezcló con la conducta carnal de la maldad. El que se cerró el Paraíso en Adán y en la puerta fue puesto un querubín con espada de fuego para impedir la entrada (Gen 3,24), creemos que constituye un acontecimiento visible, como se ha dicho. Y es algo que sucede sin darnos cuenta, y también en toda psique-alma. Es decir, alrededor del corazón se extiende el velo de la tiniebla u oscuridad, me refiero al fuego del espíritu mundano, el cual no deja al nus (espíritu de la psique) acercarse a Dios, ni la psique-alma a orar, creer y amar al Señor como quiere. De todo esto maestro es la experiencia en aquellos que confiaron a sí mismo verdaderamente al Señor, mediante la perseverancia en la oración y el impetuoso ataque contra el diablo.
38. Bastón pedagógico y correa de flagelo es el príncipe de este siglo en aquellos que espiritualmente aún son niños. En ellos, como antes hemos dicho, produce doxa-gloria grande y mayor honor mediante las tribulaciones, los sufrimientos y las tentaciones. Es decir, de estas realidades y cosas el resultado es que ellos adquieren también la perfección. Mientras que aquel prepara para sí un infierno y castigo mayor y más duro. Mediante el diablo se economiza o se administra un plan divino muy grande; como dijo alguien, el mal, con una intención no buena, coopera con el bien. Porque en las psiques-almas buenas y con buena voluntad, las cosas que se consideran dolorosas resultan en bien, como dijo también el Apóstol: “En los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para el bien” (Rom 8,28).
39. Por eso ha sido dejado libre este bastón pedagógico (el diablo), para corregir y que las vasijas se hagan más sólidas, como si fueran quemándose y asándose en el fuego del horno, y que se separen las inadecuadas de baja calidad, las cuales como son frágiles no aguantarán al calor del fuego. Porque también el diablo es dulos-siervo-esclavo y criatura del Dios, no tienta cuando a él le parece, ni trae consigo todas las tribulaciones que quiere, sino lo que Dios le consiente y le permite con su concesión/permiso. Porque el Señor conoce exactamente la situación de cada uno y cuanta fuerza tiene cada uno, tanta prueba concede, tal como dice también el Apóstol: “No os ha llegado ninguna tentación insuperable. Dios es fiel y no permitirá que seáis sometidos a pruebas superiores a vuestras fuerzas; junto con la prueba os dará fuerza para soportarla y superarla” (1Cor 13,10).
40. Aquel que busca, pide y llama la puerta y pide hasta el fin (Mt 7,8), según el logos del Señor, consigue sus peticiones. La única condición es que tenga la franqueza y el valor de buscar y pedir continuamente con el nus (espíritu de la psique) y con la boca, y persevere sin ceder en el culto corporal hacia Dios, sin inmiscuirse en las cosas y en los asuntos mundanos, ni ser complaciente con los pazos viciosos y malos. Porque no miente Aquel que ha dicho: “Toda cosa que pidáis en oración con fe, las recibiréis” (Mt 21,22). Ahora bien, aquellos que dicen que aunque uno haga todas las cosas mandadas, si no recibe la jaris (gracia, energía increada) en este mundo, no fue beneficiado en nada, piensan y hablan equivocadamente y en desacuerdo con las santas Escrituras. Porque el Dios no es injusto de modo que cuando nosotros cumplimos con todos los deberes y con todo lo requerido de nosotros, Él se descuide y no cumpla con los suyos. Sólo cuídate cuando la psique-alma se separa de este mísero cuerpo que te encuentres en la lucha, pleno de fuerza en la espera de la promesa divina, siendo perseverante, pleno de fe y pidas con discernimiento. Y yo te digo, y tú no seas incrédulo, que entonces te irás de la vida de aquí con alegría, gozo y franqueza y serás digno de la realeza increada. Porque tal hombre con fe, con buen deseo y con buena disposición se encuentra ya en comunión y unión concienciada con Dios. Es decir, igual que aquel que mira una mujer con deseo vicioso, ya ha cometido en su interior adulterio con ella (Mt 5,28), y a pesar de que no se ha contaminado en el cuerpo, es considerado ya adúltero; así también el que ha rechazado con el corazón las cosas malignas y viles y conecta y se une con el Señor con anhelo y búsqueda, con perseverancia y con predisposición divina, se encuentra ya de una manera en comunión con Dios, entonces ha recibido de Él el gran regalo, es decir, el perseverar en la oración, mediante el buen celo o buena diligencia y la vida virtuosa. ¡También, si un vaso de agua fresca que damos no queda sin recompensa (Mt 10,42), con más razón dará Dios lo que ha prometido a los que están dedicados a Él día y noche suplicándole!
41. En aquellos que dudan diciendo que “llega el día en el que tengo odio al hermano, u otros males que me vienen en el pensamiento, los cuales me suceden aunque sin quererlo”, es necesario decirles lo siguiente: “Toda la lucha, el cuidado y la diligencia del hombre que sea para resistir al astuto maligno y los malignos loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía). Pero es imposible que, donde estén las tinieblas y la oscuridad de los pazos y de la muerte, es decir, la conducta y el sentir carnal, no se presente también algún fruto particular del mal y del pazos, a escondidas o manifestados. Un trauma o herida del cuerpo aún no curada, hasta que no se cure totalmente, es imposible que no saque aunque sea un poco de pus, o que no sea líquido y podrirse, o que no se hinche y se entumezca, esto sucede a pesar que se hace la terapia y se hace todo lo posible para su curación; pero si se descuida probablemente traerá putrefacción y algunas veces daño total en todo el cuerpo y la catástrofe. Del mismo modo debes entender que también los pazos de la psique-alma, aunque absorben mucho nuestro cuidado, sin embargo, interiormente persisten en quemar lentamente sin llama. Pero con cuidado y diligencia perseverante, con la jaris (gracia, energía increada) y con la ayuda de Cristo, se psicoterapian y se sanan perfectamente. Porque hay una suciedad escondida y una oscuridad profunda de los pazos, la cual, a pesar de la naturaleza limpia del hombre, se ha introducido a escondidas, ocultamente por la transgresión de Adán en toda la humanidad, y esto enturbia, infecta y contamina la psique-alma y también el cuerpo. Pero de la misma manera en que se purifica el hierro cuando está candente y es golpeado, o el oro mezclado con el cobre o el hiero, sólo por el fuego se separa, así también la psique-alma es catartizada (psicoterapiada, purgada y purificada) de todo pazos y pecado, cuando está candente y golpeada por el bondadoso Espíritu con los sufrimientos y pazos-padecimientos inmaculados e incontaminados del Salvador.
42. Tal como muchas lámparas que son encendidas con un mismo aceite y un mismo fuego, no sacan la misma intensidad de luz, así también los carismas del Espíritu bondadoso no tienen la misma intensidad de luz. O igual que muchas personas habitan en una ciudad y consumen el mismo pan y beben la misma agua, algunos son hombres, otros son niños y otros son ancianos, y tienen entre ellos grandes diferencias, o como la semilla de trigo sembrada en el mismo terreno produce diferentes clases de espigas, que, no obstante, son cosechadas en la misma era y puestas en el mismo granero, de igual manera, durante la resurrección de los muertos será también la diferencia de la doxa-gloria de aquellos que resucitarán, los cuales serán glorificados y conocidos según el valor y mérito de sus obras o hazañas y según la participación y comunión del Espíritu divino que ya desde aquí ha habitado en ellos. Y esto significa el logos: “Y una estrella difiere de la otra en resplandor” (1Cor 15,41).
43. Aunque existen estrellas más pequeñas que las otras, no obstante resplandecen con la misma luz. Por tanto, la imagen es clara. Sólo de esto debe ocuparse cada uno, una vez nacido del Espíritu Santo, lavarse del pecado que se encuentra en su interior. Porque también este nacimiento que se hace por el Espíritu divino, por supuesto que contiene una perfección parcial, tanto en la forma o figura como en las partes, pero no en la dinami (potencia y energía) en el nus (espíritu de la psique) o en la fortaleza. Y aquel que alcanza al pleno estado de hombre perfecto (Ef 4,13), naturalmente que anula las cosas o maneras del niño (1Cor 13,11). Y esto es lo que dice el Apóstol: “por tanto las lenguas y las profecías cesarán, dejarán de existir” (1Cor 13,8). Es decir, igual que aquel que se ha hecho ya hombre, ya no acepta comer y hablar como niño, sino que esto lo considera indigno para sí, porque su comportamiento ya ha cambiado, así también aquel que progresa al perfeccionamiento de las obras y hazañas espirituales, abandona ya su niñez y resulta al perfeccionamiento (interminable). Como dice el Apóstol: “Cuando me hice hombre, abandoné y anulé las maneras y modos de niño” (1Cor 13,11).
44. Lo que se genera y nace por el Espíritu es de una manera perfecto, como hemos mostrado; igual que un niño decimos que es perfecto porque conserva todas sus partes. Sin embargo, el Señor no da el espíritu y la jaris (gracia, energía increada) para caer uno en pecados. Los hombres por sí solos son causa de sus propios males, porque no siguen la jaris y por ello son dominados por los males. Porque el hombre también por sus propios loyismí (pensamientos) naturales puede resbalar por negligencia, menosprecio, arrogancia y altanería. Escucha lo que dice Pablo: “y a causa de la sublimidad de mis apocalipsis-revelaciones, para que yo no me engríe y me enorgullezca, me fue dada una espina en el cuerpo (o enfermedad incurable), un emisario de Satanás, que me abofetea, para que no me enorgullezca y presuma” (2Cor 12,7). ¿Ves, pues, que también aquellos que han alcanzado medidas tan grandes, tienen necesidad de protección? Además, si el hombre no da motivos al Satanás, él no puede dominar en el hombre por la fuerza y violencia. Por esta razón nadie es con certeza de Cristo o del Satanás, sino que si permanece hasta el final, se va por la parte de Cristo, mientras que si no actúa así, entonces incluso si ha nacido del Espíritu y se ha hecho partícipe del Espíritu Santo, seguirá la voluntad del Satanás siendo él el responsable por su propia responsabilidad, “porque algunas/os ya se han extraviado yendo en pos de Satanás” (1Tim 5,15). Porque si el Señor o el Satanás lo tomaran a la fuerza, el hombre por sí no sería causa de su caída ni de ser arrojado al infierno, ni tampoco ganar el reino de la realeza increada.
45. El amigo de la virtud debe tener mucho discernimiento, de modo que pueda conocer bien la diferencia entre el bien y el mal e inspeccionar, controlar y comprender bien la variedad de los artificios o tecnasmas-técnicas del maligno astuto, -el cual acostumbra engañar a la mayoría con fantasías inverosímiles-, teniendo en cuenta que lo que está seguro es para todo útil siempre. Es decir, igual que uno quiere probar la modestia de su esposa, va por la noche como un extranjero y si ve que le expulsa, se alegra porque no deja que se le acerquen y comprueba con alegría su seguridad, así también nosotros debemos ser cuidadosos y preparados durante las visitas de las potencias espirituales. Y si además rechazas a los seres celestiales, mucho más ellos se agradarán y te prepararán para hacerte partícipe de una mayor jaris (gracia, energía increada) y te colmarán de gozo y deleite espiritual, al haber sido probado justamente por esta posición sobre la agapi (amor incondicional) a tu Señor. Por tanto, intelectualmente no te abras inmediatamente y fácilmente, por ligereza de la mente, en visitas espirituales, incluso si son ángeles celestes, sino quédate firme y ponlos todos a examen severo. Y así, aceptando lo bueno y rechazando lo malo, harás que aumenten en tu interior las manifestaciones de la jaris, las cuales el pecado por mucho que disimule hipócritamente como bueno, no podrá ofrecerte en absoluto. Porque como dice el Apóstol, el Satanás sabe metamorfosearse, transformarse en ángel de luz (2Cor 11,14), para engañar; pero aunque aparezca con imagen muy luminosa, no puede, como dijimos, ofrecer y dar buena y bondadosa energía, de esto se revela su careto o geta o falsa cara. Es decir, no puede dar agapi hacia Dios o hacia al prójimo, ni apacibilidad, ni humildad, ni alegría, ni paz, ni pureza y lucidez de pensamientos, ni odio al mundo pecador, ni reposo espiritual, ni puede producir deseo de las cosas y realidades celestes, ni eliminar los pazos y los placeres o hedonismo. Todas estas cosas son operaciones claras de la jaris (energía increada); tal como dice el Apóstol, los frutos del Espíritu son, agapi, alegría, paz, paciencia, continencia, etc., (Gal 5,22). Al contrario, el Satanás es muy hábil y capaz de producir presunción, altanería, orgullo y soberbia. Por tanto, por la energía de su operación entenderás si la luz que iluminó en tu psique-alma es de Dios o del Satanás. Pero también la misma psique-alma, si tiene discernimiento fuerte, inmediatamente por su sentido, sentimiento e intuición espiritual reconoce la diferencia. Igual que el vinagre y el vino a la vista son iguales, pero después del gusto los distingue la garganta, así también la psique-alma por este sentido espiritual y energía puede discernir los carismas del Espíritu y los fantasmas del Satanás.
46. Es necesario que la psique alma observe y vea perfectamente y atentamente en sí misma lo que es mejor para no caer, por poco que sea, en el poder y energía del enemigo. Tal como cuando un animal cae en la trampa enganchado por una pata y por fuerza cae a las manos de los cazadores, así sucede por regla general también en la psique-alma por los demonios. Y esto lo manifiesta el Profeta diciendo: “Ha preparado una trampa en mis pies y doblaron mi psique-alma” (Sal 56, 7).
47. Aquel que quiere entrar por la puerta estrecha (Mt 7,13) a la casa del fuerte diablo y arrebatar sus enseres (Mt 12,29), no debe desear la blandura y el volumen del cuerpo, sino que debe estar fortaleciéndose por el espíritu bueno y acordarse siempre Aquel que te dijo que “carne, cuerpo y sangre no heredarán la realeza increada de Dios” (1Cor 15,50). ¿Pero cómo nos fortaleceremos por el Espíritu Santo? Observemos con cuidado al Apóstol que dice que, la sofía-sabiduría de Dios es considerada necedad o tontería por los hombres (1Cor 1, 23-24); también el Profeta dice: “He visto al Hijo del hombre, y su forma era sin ningún honor y depreciada como de ningún otro hombre” (Is 3,3). Por tanto, aquel que quiere convertirse y hacerse hijo de Dios, primero debe sufrir la misma humildad, ser considerado como tonto o necio, deshonesto y mezquino, no apartar su rostro o cara de los escupitajos (Is 56,6), no buscar doxa-gloria ni belleza de este mundo o algo similar del mundo, no debe tener dónde reclinar la cabeza (Mt 8,20), debe ser injuriado y despreciado, debe ser considerado como algo aborrecible y digno de ser despreciado y pisado por todos, debe afrontar la guerra invisible, espiritual y mental o intelectual, la oculta y la visible. Entonces el mismo Hijo de Dios, Aquel que dijo: “Habitaré en vuestro interior y caminaré junto con vosotros” (Lev 26, 12), se apocaliptará-revelará en su corazón y la dará la dinamis (potencia y energía) y valor, de modo que pueda atar al fuerte y arrebatar sus enseres, y pisar sobre el áspid y el basilisco (Sal 90,13), y encima de escorpios y serpientes (Lc 10,19).
48. No es pequeña la lucha que hace falta para aniquilar la muerte. Es cierto que el Señor dice: “La realeza increada de Dios está en vuestro interior” (Lc 17,21), pero también la muerte se encuentra de una manera en nuestro interior, la cual nos hace la guerra y nos quiere hacer prisioneros. Por tanto, la psique-alma que no retroceda ni ceda por nada, hasta que mortifique a aquel que quiere hacerla prisionera. Y entonces huirá y se marchará todo dolor, tristeza, sufrimiento y llanto (Is 35,10), porque en la tierra sedienta y seca emanará agua y el desierto se llenará de fuentes de agua (Is 41,18). Porque el Señor prometió que llenará el desierto-corazón con agua viva, primero mediante el Profeta que dice: “Yo daré aguas a los sedientos que caminan en el desierto” (Is 44,3), después también con todo lo que dice el mismo Cristo: “El que bebe del agua que yo le daré, no tendrá sed en el siglo” (Jn 4,14).
49. La psique-alma que es vulnerable y débil por la acidia, está claro que es dominada también por la incredulidad; por eso transcurre día a día posponiendo y no acepta al logos de Dios. En concreto, muchas veces da alas a sí misma con sueños, y no entiende la guerra que sucede en su interior, porque ha sido dominada e invadida por la presunción. Pero la presunción es invalidez de la psique-alma que no le deja para nada ver su debilidad e impotencia.
50. Igual que el recién nacido es icona/imagen del hombre perfecto, así exactamente es también la psique-alma icona de Dios que la ha creado. Por tanto, igual que el niño mientras va creciendo, tanto más conoce a su padre y cuando alcanza la edad adecuada, entonces se ven claramente las características del padre al hijo y del hijo al padre y se le manifiesta la fortuna paternal, así también la psique-alma antes de la desobediencia, debería progresar y llegar a ser hombre perfecto (Ef 4,13). Pero a causa de la desobediencia se hundió al mar del olvido y en la profundidad del engaño y habitó en las puertas del Hades. Por tanto, la psique alejada en distancia tan grande de Dios, no podía ya acercarse y conocer ortodoxamente y correctamente al Creador. Pero Dios la llamaba que retorne cerca de Él y la conducía en Su reconocimiento, inicialmente a través de los Profetas y al final viniendo Él Mismo. Entonces borró el olvido y el engaño. Después, al haber roto también las puertas del hades, entró en la psique-alma engañada, dando en ella el ejemplo de Sí Mismo, mediante el Cual le será posible alcanzar la plena madurez y la perfección del Espíritu.
Por tanto, el Logos de Dios se somete en la tentación por el astuto maligno (Mt 4,1) por economía o concesión. A continuación soporta ultrajes y desprecios, insultos y violencias, escupitajos y bofetadas de aquellos temerarios, y finalmente soporta incluso la muerte por la cruz (Mt 27, 26-30), para mostrarnos, como dijimos, cuál es la disposición que debemos tener hacia aquellos que nos ultrajan, nos desprecian y nos injurian o incluso a los que persiguen nuestra muerte. Es decir, hacerse el hombre sordo y mudo ante sus enemigos, sin abrir su boca (Sal 37,14), de modo que viendo la energía, acción y destreza de la maligna astucia y como si estuviese clavado en la cruz, clamar con voz muy potente a Aquel que le puede redimir y salvar de la muerte (Heb 5,7) y decir: “Catartízame, púrgame y purifícame de mis pazos escondidos, si estos no han dominado sobre mí, entonces seré ser humano irreprochable e impecable” (Sal 18, 13-14). Entonces pues, el hombre una vez hecho irreprochable e impecable, encuentra a Aquel que ha sometido todas las cosas (Sal, 8, 6), reinando y reposando junto con el Cristo (Tim 2,12). A causa de la desobediencia han tragado la psique-alma loyismí pensamientos sucios y materiales y se ha hecho insensata como si no tuviese lógica. De modo que no es poco el esfuerzo que necesita para levantarse derecha en pie desde esta penumbra material y entender bien la sutileza de la maligna astucia, y escapándose de ella juntarse y mezclarse con el nus (espíritu de la psique) sin principio.
51. Si quieres volver en ti mismo, hombre, y quieres adquirir la doxa-gloria (increada) que poseías desde el principio y que se ha perdido a causa de la desobediencia, haz lo siguiente: Tal y como descuidaste los mandamientos (logos, principios espirituales) de Dios y has puesto tu atención y cuidado a los mandamientos y consejos del enemigo, así ahora alejado de aquel al que habías obedecido, vuelve al Señor. Pero, sepas que con mucho esfuerzo y sudor de tu rostro (Gen 3,19) volverás a recuperar tu riqueza. No es beneficiosa para ti la adquisición del bien sin esfuerzos y sudores, porque empezando desde el principio sin esfuerzos y sudores, has perdido lo que recibiste y tu herencia la has entregado al enemigo. Por tanto, que entendamos cada uno de nosotros lo qué hemos perdido y clamemos lamentos como el Profeta, porque realmente nuestra herencia ha pasado a los enemigos y nuestras casas a los extranjeros (Lam. Jer. 5,2). Y esto porque desobedecemos los mandamientos y nos doblegamos a nuestras voluntades y nos contentamos con los loyismí-pensamientos sucios y terrenales, y entonces nuestra psique-alma se encuentra a gran distancia de Dios y nos parecemos a los huérfanos que no tienen padre. Por tanto, el que cuida de su psique debe luchar con todas sus fuerzas y energías para destruir los loyismí malignos astutos y todo lo que se levanta con arrogancia contra la gnosis (conocimiento) de Dios, y que se esfuerce duramente a sí mismo para mantener el templo de Dios sin mancha e inmaculado. Entonces la psique-alma toma en sus manos la herencia y se hace digna de convertirse templo de Dios. Porque el mismo Dios, ya que con Su ejército expulsa al maligno astuto, reinará a partir de aquí en nuestro interior.
52. El logos dicho por Dios a Caín mediante la clara formulación: “Tu vida en la tierra será llena de llantos y lamentos, temblor y agonía” (Gen 4,12), según su contenido misterioso es tipo o modelo, imagen y figura de todos los pecadores. Es decir, la generación de Adán, después de la transgresión del mandamiento, se ha hecho culpable de los pecados y así es agitada por loyismí (pensamientos simples o unido con la fantasía) y está llena de miedo, cobardía y turbación, ya que el Satanás con la variedad de deseos y placeres perturba cada psique-alma que no ha renacido de Dios y la revuelca como el trigo en el tamiz. Pero el mismo Señor, queriendo mostrar que aquellos que siguen las voluntades del astuto maligno, mantienen la imagen de Caín, los controlaba y los acusaba diciendo: “Vosotros tenéis como padre al diablo, y queréis hacer los deseos, las codicias, y las ambiciones de vuestro padre. Él era homicida desde el principio de la creación humana y no se mantuvo en la verdad, ni está en su interior el deseo por ella. Cuando inventa y habla la mentira, habla según su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44).
53. Debemos reflexionar y considerar que así como la visión del rey terrenal es deseada y buscada de cualquier modo por los hombres y que cada uno que viene en la ciudad donde está el rey, desea ver aunque sea solamente su espléndida vestimenta lujosa y la ostentación ambiciosa. Sólo los hombres espirituales son indiferentes por estas cosas y las desprecian, porque han sido heridos por la belleza divina y desean otra doxa-gloria. Por tanto, si a los hombres carnales la visión del rey es tan deseada, ¿cómo no va a ser más deseada y buscada la visión del Rey inmortal en aquellos que cae una gota del divino Espíritu, y ha herido sus corazones el divino eros (amor ardiente)? Por eso ellos liberan de sí toda amistad del mundo, para poder tener aquel anhelo y deseo siempre en sus corazones y nada más que esto. Y son muy pocos aquellos que ponen buen principio y permanecen hasta el final sin tropezar. Porque muchos vienen en katánixis (dilatación del corazón, compunción) y muchos se hacen partícipes de la jaris (gracia energía increada) celeste y quedan heridos por el divino eros (amor ardiente). Pero como no soportan por mucho tiempo los interpuestos esfuerzos y las tentaciones del astuto maligno, quien ataca con muchos y variados artificios o tecnasmas/técnicas, quedaron en el mundo y se hundieron en su abismo, por la languidez y la debilidad de su opinión y voluntad, o también porque han sido aprisionados por alguna inclinación pasional o viciosa en algo terrenal. Porque los que quieren correr con seguridad hasta el final del camino, no toleran que se mezcle otro eros (amor ardiente) y otra agapi (amor incondicional) que la celestial.
54. Tal y como son grandes e indescriptibles los bienes que nos ha prometido Dios, de la misma manera requieren grandes esfuerzos y fatigas, combates y luchas, en combinación con la esperanza y la fe. Y esto es claro por los siguientes logos del Señor: “Si alguno quiere venir en pos de mí y quiere ser mi discípulo, olvídese y niéguese a sí mismo, de su pecaminosidad y se prepare a sufrir muchas tribulaciones incluso hasta muerte por la cruz, tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24), y: “Si alguno viene a mí para ser mi discípulo, y no aborrece y no deja a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, si ellos son impedimento en la nueva vida y aun también su propia vida cuando la ocasión lo requiera sacrificarla, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 26). La mayoría de los seres humanos son tan necios e insensatos, de modo que quieren adquirir la realeza increada celestial y heredar la vida eterna y reinar por siempre con Cristo –cosa que es tan grande y por encima de todo concepto-, sin dejar de vivir con sus propias voluntades (egoístas y egocéntricas) y seguir a estas realidades, o más bien siguiendo a este que siembra estas cosas descabelladas, vanas y claramente demoníacas, perjudiciales y dañinas.
55. Estos son los que permanecen impecables, sin caer hasta el fin, es decir, los que han odiado todos los deseos (concupiscencias) del mundo y a sí mismos, las distracciones fantasiosas del mundo, los placeres o el hedonismo y las preocupaciones mundanas. Porque esto quiere decir “negarse a sí mismo” (Mt 16, 24). De modo que con su propia voluntad cada uno es expulsado de la realeza increada, es decir, porque no ha preferido verdaderamente los esfuerzos y las fatigas y no se ha negado a sí mismo, sino que quiere junto con el anhelo divino probar y gozar también de algunos deseos de este mundo y no dejar que su voluntad decline enteramente a Dios. Esto se puede entender realmente con este ejemplo: Cada uno discierne examinando las cosas del mundo y no se le escapa que lo que va hacer es absurdo, inoportuno e inútil. Primero siente en su corazón la duda, y el peso de la balanza de la conciencia declina claramente hacia la parte de la agapi (amor incondicional) de Dios o hacia el amor del mundo, y entonces se manifiesta también exteriormente. Digamos que, uno pelea con un hermano y examinando discierne que, como se ha dicho, primero entra en conflicto consigo mismo y se objeta: “¿Digo o no digo? ¿Respondo a los insultos a los que me dijeron o más bien me callo? Así de esta manera él quiere seguir a los mandamientos-logos de Dios sin renunciar a su propia opinión y reputación, ni tampoco ha preferido negarse completamente a sí mismo. Entonces si la balanza del corazón se declina, aunque sea poco, hacia la parte del amor al mundo, inmediatamente la palabra se extiende y llega hasta los labios. Después el nus (espíritu de la psique) se extiende interiormente como un arco y golpea y hiere al prójimo induciéndole a utilizar la lengua con las palabras y el mal llega a las manos, y a veces el mal lo incita hasta herirlo y matarlo. Por tanto, vemos de dónde ha empezado y dónde ha llegado un movimiento pequeño de la psique-alma. Así sucede en todo pecado y praxis, donde la maldad seduce y acaricia la voluntad de la psique-alma en deseos mundanos y placeres carnales. Así se comete también el adulterio, así también el robo y la avaricia, codicia, la vanagloria y así cualquier otro mal.
56. Las mismas buenas praxis también muchas veces se hacen por vanagloria, la cual Dios la juzga igual que el robo, la injusticia y los demás pecados. Porque dice la Escritura: “Dios dispersó los huesos de los que buscan gustar a los hombres” (Sal 52, 6). De modo que con las buenas praxis, el enemigo busca y aspira a recibir culto, ser servido y alabado, porque él es tramposo y astuto, sagaz y pervertido
57. Lo que uno ha amado de este mundo presente, esto también es lo que pesa su diania (mente, intelecto, cerebro) y de una manera la arrastra hacia abajo, la presiona y no la deja emerger. Porque de tales hombres la balanza, la declinación y el peso de la voluntad es como si estuviesen colgados en sus corazones y de aquí se hace la inspección y el examen de todo el género humano, es decir, de los Cristianos que habitan en las ciudades, en los monasterios, en el campo, en los montes o en los desiertos. Es decir, si alguien se deja seducir voluntariamente de algo que ama, se revela que aún no ha entregado toda su agapi (amor) a Dios. Por ejemplo, uno ama poseer tierras, otro dinero, otro servir su panza o regalarse en los deseos viciosos de la carne, otro amó la sofía-sabiduría de los logos para gloria temporal, otro los axiomas o mandos mundanos, otros los honores de los hombres, otro la ira y el resentimiento, porque el que uno se entregue a sí mismo al pazos, significa que lo ama. Otro amó discursos y discusiones, otro por regla general deja sus nus (espíritu de la psique) y su mente deambulando por aquí y por allá, o da mucha importancia a las palabras vanas y presume de maestro para tener gloria humana. Otro declina hacia la relajación, la languidez y la negligencia, otro se agrada adornarse de prendas lujosas y bonitas; éste del sueño, aquél de la trivialidad y otro está atado y dominado de alguna cosa grande o pequeña del mundo y no le deja levantar cabeza. Porque el pazos que uno no lo ataca y no lo resiste con fortaleza, por supuesto que goza con este pazos, y este pazos teniéndolo y arrastrándolo hacia abajo, se le convierte como una cadena y una costra pesada en su diania (mente, intelecto, cerebro) que no le deja a elevarse hacia Dios, ni dar culto, adorar y venerar solamente a Él (Deut 6, 13). Porque la psique-alma que verdaderamente ha girado y dirigido su impulso hacia el Señor, entrega todo su deseo a Él y se niega a sí misma y no sigue las voluntades de su nus (espíritu de la psique).
58. Que seamos enseñados con ejemplos cómo se pierde el hombre por su voluntad. Es decir, por agapi a alguna cosa mundana y es echado al fuego y hundido al mar y se entrega a sí mismo a la prisión. Supongamos que se prende fuego el campo o la casa de alguien. Por tanto, aquel que se quiere salvar a sí mismo, apenas perciba el fuego se marcha desnudo dejándolo todo y sólo se ocupa de su vida. Sin embargo, otro que pensó de llevar también algunas cosas de su casa, se quedó, y mientras recogía sus cosas el fuego se extendió en toda la casa, le rodeó y también le quemó. ¡Mira cómo éste por su propia voluntad por amar algo a lo que parecía que amaba más que a sí mismo, se perdió en el fuego!
Otros, por otro lado, estuvieron en naufragio; aquel que quiere salvarse a sí mismo se desnuda y cae desnudo en el agua, y así consigue salvar su vida. Pero otro que quiso salvar también algo de su ropa, fue arrojado a las aguas, y tan solo por una pequeña ganancia -¡qué desgracia!- se perdió.
Y de nuevo, supongamos que se anuncia un ataque e invasión de los enemigos, y apenas uno lo escucha rápidamente salió corriendo tal y como se encontraba y se marchó sin preocuparse por nada de sus cosas; mientras que otro por desconfianza no lo creyó, o quiso llevarse consigo también algunas cosas, y al haberse retrasado fue capturado por los enemigos. ¿Ves cómo uno a causa de su voluntad por negligencia o por su dedicación y apego en algo del mundo pierde su cuerpo y también su psique-alma?
59. Realmente son pocos aquellos que han adquirido la perfecta agapi (amor incondicional, desinteresado) a Dios sin tener en cuenta para nada los placeres y los deseos del mundo y soportan las tentaciones del astuto maligno con paciencia y magnanimidad. Pero por esto no debemos desesperarnos ni ser indiferentes para la buena esperanza. Porque aunque el naufragio aguarda muchos barcos, existen también otros que atraviesan la tempestad y llegan a buen puerto. Por eso tenemos necesidad de mucha fe, paciencia, atención y luchas; además de hambre y sed de bien con mucha prudencia y mucho discernimiento, pero sin vehemencia e insolencia en la oración. Puesto que la mayoría de los hombres quieren conseguir la realeza increada sin luchas, sin fatigas y sin sudores. Es cierto que llaman bienaventurados a los Santos/as y desean su honor y sus carismas, pero no quieren participar al mismo grado en las tribulaciones, sufrimientos, esfuerzos y padecimientos que ellos. La realeza increada la desean también las prostitutas, los publicanos y todo hombre, pero para esto están las tentaciones y las pruebas, para que se manifieste quiénes amaron verdaderamente a su Señor, de modo que con justicia hereden la realeza increada de los cielos.
60. Debes saber que dentro en las tribulaciones, en los sufrimientos y en los padecimientos, en la paciencia y en la fe, están escondidas las promesas de Dios, como también la doxa-gloria increada y la adquisición de los bienes celestiales. Porque también el grano de trigo que se siembra en la tierra o el árbol que es injertado antes debe alcanzar la putrefacción y la deshonra, aparentemente, y así disfrutemos después de la belleza y del fruto multiplicado. Pero si no pasasen por aquella putrefacción y la aparente deshonra, después no tendrían aquella belleza y hermosura. El mismo sentido y significado expresa también el Apóstol: “…animando a los discípulos y exhortándolos a permanecer en la fe, diciéndoles que tenemos que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reinado de la realeza increada de Dios” (Hec 14,22). Y el Señor dice: “Por vuestra paciencia sanaréis y salvaréis vuestras psiques almas o vidas” (Lc 21,19), y “al mundo tendréis tribulaciones, tristezas y sufrimientos” (Jn 16, 33).
61. En la misma medida que cada uno de nosotros se ha hecho digno, por la fe y la diligencia, de hacerse partícipe del Espíritu Santo, tanto en aquel día será glorificado también su cuerpo; puesto que lo que ahora posee atesorado en su psique-alma, entonces será manifestado también en su cuerpo. El ejemplo lo tomamos de los árboles, cuando pasa el invierno y el sol ha comenzado a brillar con más esplendor y fuerza y soplen los vientos, entonces desde sus interiores comienzan a brotar las hojas, las flores y los frutos, y se los visten como vestidura. También en forma similar al mismo tiempo salen las flores salvajes desde las entrañas de la tierra, y por estas, la tierra es cubierta y vestida como si fuera un vestido bello. Para estas cosas dijo también el Logos de Dios que: “También en cuanto al vestido, ¿por qué os preocupéis, os estreséis y os angustiéis? Observad atentamente los lirios y las flores del campo, cómo crecen, no trabajan con fatiga, ni se cansan, ni tampoco hilan, pero os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos” (Mt 6, 28-29).
Todas estas cosas son prefiguraciones, ejemplos e imágenes de la recompensa de los salvados durante la resurrección. Ya que en todas las psiques-almas que aman a Dios, o sea a los verdaderos cristianos ortodoxos, el primer mes es la xántico (brotador o productor de flores), es decir, el Abril que manifiesta también la potencia de la Resurrección. Porque dice la Escritura: “Este mes será para vosotros el primer mes del año” (Ex 12,2). Este mes revestirá los árboles desnudos con la doxa-gloria que antes tenían escondida en sus cuerpos. Porque entonces serán glorificados mediante la luz inefable e increada que tienen desde ahora en sus interiores, es decir, la dinami (potencia y energía increada) del Espíritu, el cual entonces será también para ellos vestimenta, alimento, bebida, deleite, gozo, alegría, serenidad y paz y en general, la vida eterna.
d) Sobre la elevación del nus (espíritu de la psique).
62. El bienaventurado Moisés con la doxa-gloria increada que radiaba sobre su rostro, en la cual ningún hombre podía fijar la mirada (Ex 34, 29-30), prefiguró cómo serán glorificados los cuerpos de los Santos en la resurrección de los justos, con la doxa-gloria increada que desde ahora se hacen dignos a tener en el hombre interior las psiques-almas fieles de los santos/as. Dice el Apóstol: “Todos nosotros a cara descubierta y el corazón libre -el hombre interior-, recibimos y resplandecemos la doxa-gloria luz increada del Señor como en un espejo y nos metamorfoseamos, transformamos en esta Su imagen, progresando espiritualmente de doxa-gloria en doxa-gloria, a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor (2Cor 3,18). Y sobre Moisés dice la Escritura que se quedó en el monte cuarenta días y noches y no comió ni bebió (Éx 34,28), cosa que no es de la naturaleza humana; por tanto, recibía algún alimento espiritual. Este alimento lo saborean desde ahora las santas psiques-almas por el Espíritu.
63. La doxa-gloria increada de la que son ricas desde aquí las psiques-almas de los santos/as, ella cubrirá y vestirá los cuerpos desnudos en la resurrección y los llevará a los cielos sin darse cuenta. Entonces ya los Santos con el cuerpo y la psique-alma reposarán para siempre en la realeza increada de Dios. Cuando Dios creó a Adán, no le puso en su cuerpo alas como los pájaros, ya que en el futuro en la resurrección le daría las alas del Espíritu, para que con ellas vaya elevándose y sea arrebatado a donde quiere el Espíritu. Estas alas espirituales se han dado desde ahora a las psiques-almas de los Santos y los elevan a lo alto hacia la virtud celestial. Porque el adorno de los Cristianos ortodoxos es distinto y las vestiduras distintas, distinta la mesa de comer y distinto el gozo y el deleite, porque conocemos que el Cristo vendrá desde el cielo y resucitará a todos los muertos desde el principio del mundo, como testifican las divinas Escrituras. Entonces los separará en dos partes, y los que tendrán Su señal que es el sello del Espíritu divino, los colocará a Su derecha y los hablará (Mt 25, 32-34). Porque tal como dijo, “las ovejas oyen y reconocen su voz, llama a sus ovejas por su nombre y las saca fuera para pastar. Y cuando ha sacado fuera todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10, 3-4). Y entonces sus cuerpos se revestirán de la divina doxa-gloria increada, es decir, la gloria de las obras buenas y la doxa-gloria increada del Espíritu que han recibido desde aquí las psiques-almas de los santos/as. Y así una vez glorificadas con la divina luz increada y arrebatadas a los cielos para encontrar al Señor, como se ha escrito, estarán para siempre junto con el Señor (1Tes 4,17).
64. Quienes se ocupan y se cuidan para conseguir la mejor vida posible cristiana ortodoxa, es necesario que primero se cuiden con todo detalle sobre la psique-alma: la parte intelectual, la parte que discierne y la parte hegemónica, de modo que puedan discernir con exactitud del bien y del mal; y habiendo separado de la naturaleza pura los pazos contra natura que se introdujeron en ella, puedan vivir irreprensiblemente sin añadidos, utilizando como ojo el órgano o instrumento del discernimiento y así puedan permanecer libres de influencias de los motivos de la maldad. Porque la voluntad de la psique-alma es para mantener los miembros del cuerpo incontaminados por el daño y perjuicio de los sentidos, excluir de sí las distracciones y preocupaciones del mundo y mantener protegido su corazón, para que no se esparzan sus pensamientos por el mundo, sino que los delimite de todo y los contenga protegidos de toda preocupación baja, indecente y placentera. Y el Señor cuando vea que uno vive de esta manera y se ocupa por mantenerse con esta actitud y atención y tener la intención y predisposición de servirle con temor (Sal 2,11), entonces le ofrece también la ayuda de Su jaris (gracia, energía increada). Puesto que, ¿qué podría hacer Dios para quien se ofrece a sí mismo voluntariamente al mundo y va corriendo detrás de sus placeres (hedonismo)?
65. Las cinco vírgenes que quedaron despiertas, vigilantes y recibieron en los vasos de su corazón el aceite ajeno a su naturaleza, es decir, la jaris (gracia, energía increada) del Espíritu, pudieron entrar junto con el Novio en la sala de boda. Las otras que eran necias, las malas que permanecieron en los límites de sus naturalezas, no fueron vigilantes, quedaron dormidas, ni se ocuparon de adquirir este aceite de deleite y gozo en sus corazones, mientras aún estaban en vida, sino que de una manera quedaron dormidas por su negligencia, por su relajación y por su presunción de sus virtudes; por eso se les fue cerrada la entrada en la sala nupcial de la realeza increada (Mt, 25, 1-10). Por tanto, está claro que las detenía algún vínculo y alguna amistad con el mundo, ya que habían entregado toda su agapi y todo su eros (amor ardiente) al Novio celestial. Porque las psiques-almas que buscan la santificación del Espíritu ajena de la naturaleza humana, encienden toda su agapi para Cristo y allí caminan, allí oran, allí piensan, allí meditan y estudian y se han alejado de todo lo demás. Los cinco sentidos de la psique-alma, es decir, la prudencia o templanza, la gnosis, la distinción o discernimiento, la paciencia y la misericordia, si no reciben la jaris increada celestial y la santificación del Espíritu, entonces serán realmente “vírgenes prudentes”. Pero si se quedan abandonadas en los límites de la su propia naturaleza, entonces son realmente necias y criaturas del mundo y de la ira (Ef 2,3).
66. La maldad (pazos y vicio) es algo ajeno para la naturaleza humana, pero se introdujo por la transgresión del primer ser humano y con el tiempo se ha convertido como natural en nosotros. Así también con algo ajeno a nuestra naturaleza, o sea, por la donación celeste del Espíritu, debemos expulsar la maldad lejos de nuestra naturaleza y restablecerla a la pureza inicial. Pero esto si no se hace con mucha oración y fe, atención y alejamiento de las cosas del mundo, y si nuestra naturaleza, que la manchó la maldad, no se santifica por aquella agapi (amor incondicional e increada) que es el Señor y si no permanecemos firmes e intachables hasta el fin y si no nos apropiemos de Sus divinos mandamientos (logos, principios espirituales), no podemos conseguir la realeza increada celestial.
67. Quiero por un minuto examinar un logos sutil y profundo, según mi fuerza. El Señor infinito e incorpóreo por su infinita bondad toma cuerpo humano –puede decir uno- y se empequeñece a Sí Mismo, Él que es grande y suprasustancial, para poder unirse con Sus creaciones espirituales y lógicas, es decir, con las psiques-almas de los santos/as y de los ángeles, de modo que ellas puedan también hacerse partícipes de la vida inmortal de Su deidad. Porque también cada uno, ángel, psique, demonio, según su naturaleza, es cuerpo. Y por más finos que sean cada uno según su hipóstasis (base substancial), su forma e imagen que corresponde a la finura de su naturaleza, es también cuerpo fino o sutil. Por tanto, igual que el cuerpo según su hipóstasis es grueso, así también la psique-alma que es cuerpo fino o sutil, tomó y se revistió los miembros de este cuerpo. Se vistió los ojos por los que ve, los oídos por los que oye, las manos, la nariz y en general todo el cuerpo y sus miembros se los vistió la psique-alma y se unió con él, por el cual también opera en todas las cosas que conectan con la vida. De la misma manera o modo, la inexpresable, inconcebible e increada bondad de Cristo empequeñece a Sí y toma cuerpo y se une con las psiques-almas fieles y amantes de Él y se hace un cuerpo con ellas según el logos de Pablo (1Cor 6, 17), y las abraza y se hace, podemos decir psique-alma en la psique-alma e hipóstasis en hipóstasis, de modo que tal tipo de psique-alma pueda vivir y existir dentro en Su deidad, alcanzar la vida eterna, disfrutar y gozar de impecable placer e de inexpresable doxa-gloria increada.
68. El Señor, cuando quiere, para esta psique-alma se convierte en fuego que devora todo mal introducido en su interior, como dice el Profeta: “Nuestro Dios es fuego devorador” (Dr 4,24). Otras veces se convierte en reposo, descanso (psicoterapia, sanación) inefable e indecible, y otras en alegría, serenidad y paz (Rom 14,17). Tan sólo uno debe luchar con buena voluntad y buenas maneras para amarLe y agradecerLe; y con la experiencia y el sentido (espiritual) verá que ha tocado bienes inenarrables, que ojo no ha visto, oído no ha escuchado y hombre no ha pensado ni ha sentido en su corazón (1Cor 2,9), es decir, todos los bienes que en ellos transforma el Espíritu del Señor, por una parte, reposo y por otra deleite y gozo, alegría y vida de la psique-alma que ha alcanzado ser digna de Él. Porque Él se convierte en cuerpo y se hace alimento espiritual, pero también vestidura y bellezas indescriptibles, para colmar así la psique-alma con alegría espiritual. Dice: “YoSoY el pan de la vida” (Jn 6, 35), y «Quien bebe de esta agua volverá a tener sed; pero, el que beba del agua que yo le dé, no tendrá jamás sed, además, el agua que yo le daré se convertirá en agua manantial espiritual de fuente inagotable que siempre brotará regalándole vida eterna» (Jn ,14).
69. De esta manera, Dios también se les apareció a cada uno de los sacerdotes y los Santos del Antiguo Testamento, tal y como el Mismo quería en virtud de la necesidad y beneficio del santo que Le veía. Por ejemplo, de una manera a Abraham (Gen 18,2) de otra manera a Isaac (Gen 26,24), a Jacob (Gen 28,13), a Noé (Gen 9, 12-13), a Daniel (Dan 7,13), a Moisés (Ex 3, 4-6), a David (2Re 24, 16-17), y de distintos modos a cada uno de los Profetas (3Re 19, 11-12), empequeñeciéndose a Sí Mismo y tomando forma de soma-cuerpo, como hemos dicho, se metamorfoseaba, transformaba y aparecía a los que Le amaban, no tal como el Mismo es, -porque es infinito y no cabe en ninguna parte- sino según la receptividad y la dinami (potencia y energía) de cada uno, por la gran e incomprensible agapi (amor increado) que tenía por ellos.
70. La psique-alma que se ha hecho digna de ser habitada por la dinami (potencia y energía increada) y de aquel fuego divino e increado y que la agapi (amor increado) del bondadoso Espíritu se ha unido con sus miembros, es liberada completamente de todo amor mundano y terrenal. El hierro, el cobre, el oro y la plata cuando son arrojados al fuego se funden cambiando su naturaleza dura en blanda y mientras se encuentran en el fuego son flexibles y fluidos y han expulsado su dureza natural a causa de la dinami (potencia y energía) del fuego. Así también la psique-alma que ha recibido aquel fuego celestial (increado) de la agapi increada del Espíritu, se aparta y se separa de todo apego y atadura hacia el espíritu mundano, es liberada de las cadenas de la maldad y del mal y expulsa la dureza natural del pecado, dando poca importancia a las cosas considerándolas despreciativas. Digo en concreto que, la psique-alma que fue poseída por este eros (amor ardiente), si aún tuviera hermanos que los ama mucho, pero la impiden para esta agapi increada, también a ellos los abandonará y dejará de amarlos. Pues, si el amor de la comunión carnal separa del padre, de la madre y de los hermanos en las bodas, y si aún uno ama a alguno de ellos, lo ama superficialmente, mientras que toda su disposición íntima y su anhelo lo tiene hacia su esposa; por tanto, si el amor carnal separa de todo otro amor del mundo, mucho menos podrían ser retenidos por la fuerza por un eros (amor ardiente) mundano los que fueron heridos por este divino anhelo y amor.
71. Dios, como es bondadoso y filántropo (amigo del hombre), es magnánimo, tolera y espera mucho tiempo la metania de todo pecador y realiza una fiesta por aquel que ha regresado en la metania. Porque el Mismo dice: “Os digo que así habrá más alegría en el cielo por un pecador que se vuelve a la metania, se convierte, se confiesa y se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan metania, arrepentimiento, conversión y confesión. (Así también se alegra Dios y los ángeles)” (Lc 15,7). Pero si uno, viendo esta bondad y magnanimidad y que Dios no castiga cada pecado, porque espera nuestra metania, como hemos dicho, alguno transgrede el mandamiento y considera la bondad como ocasión para su propio menosprecio -ay de él- añadiendo un pecado al pecado, edificando impedimentos y tropiezos y uniendo negligencia a negligencia, llegará al colmo o sumum del pecado y resultará a tal caída que ya no podrá levantarse; sino que una vez sufra la destrucción y se entregue completamente al astuto maligno, llegará a la perdición. Así sucedió en Sodoma; los habitantes colmados y superados todos los límites del pecado, y al no haber quedado en ellos ni una chispa de metania, fueron destruidos con fuego por la divina justicia (Gen 19, 24-25). Así también en la época de Noé; como los hombres eran indomables e irrefrenables en los impulsos de la maldad y no mostraban ninguna señal de metania, acumularon tal cantidad y magnitud de pecados, de modo que fuera destruida totalmente toda la tierra. (Gen 6, 7). Así sucedió también con los egipcios, que pecaban mucho y maltrataban el pueblo de Dios, Dios era indulgente con ellos, y no los entregaba a la ruina total, sino que con varios castigos parciales los conducía a la metania; pero como después de un arrepentimiento temporal volvían otra vez con amor a la maldad y continuaban su anterior incredulidad, y finalmente perseguían al pueblo de Dios que se marchaba de Egipto, la justicia divina los exterminó y los destruyó totalmente (Ex 14, 27-28). Así también al pueblo Israelita que pecaba mucho y mataba a los Profetas de Dios, el Dios mostraba Su acostumbrada magnanimidad y tolerancia. Pero una vez que avanzaron tanto al pecado, de modo que no respetasen ni el axioma soberano de Cristo, poniendo sobre Él sus manos sanguinarias y asesinas, fueron expulsados, aniquilados y pisoteados ellos también para siempre; y les fue quitado el poder de la profecía, la santidad o sacerdocio y el culto, que fue confiado a las naciones que creyeron (Mt 21,43).
72. Corramos, pues, con buena disposición, ánimo y prontitud a Cristo que nos llama y abramos y volquemos sobre Él nuestros corazones, y no seamos cobardes ni nos desesperancemos para nuestra salvación. Porque esto es un sofisma o invento del enemigo, que con el recuerdo de los pecados pasados abre el camino a la desesperación, a la depresión, al agobio y al oscurecimiento (espiritual). Sino que entendamos bien que, cuando Cristo vino, se hizo médico, psicoterapeuta y sanador de ciegos, paralíticos y sordomudos y resucitaba los muertos que habían comenzado a descomponerse (Jn 11, 39-44), ¿cuánto más psicoterapiará y sanará la ceguera del nus (espíritu de la psique), el parálisis de la psique-alma y la sordera del corazón negligente? Ya que no hay otro sino Él que ha creado el cuerpo, Él ha creado también la psique-alma. Y si para aquellas cosas que se disuelven y mueren tuvo tanta simpatía, ¿cómo no va a mostrar filantropía y no psicoterapiará, sanará la psique inmortal que fue dominada por la enfermedad de la maldad y de la ignorancia y que después viene a Él y le suplica? Porque suyas son las palabras: “¿Y acaso el Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche, aunque en muchos casos tarda en responder (con el propósito de apoyarlos en la fe y a los injustos llamarlos en metania, confesión, arrepentimiento y conversión)? Os digo que pronto Dios les hará justicia” (Lc 18, 7-8), y “Pedid de Dios bienes espirituales y de las materiales las necesarias y se os dará, buscad y encontraréis el bien que queréis, llamad a la puerta de la divina agapi-amor incondicional y se os abrirá” (Mt 7,7) y en otra parte: “Os digo que, aunque no se levante para darle los panes por ser su amigo, al menos para que deje de molestarle, se levantará y le dará todo lo que necesite” (Lc 11,8).
Con estas cosas nos exhorta que nuestra petición a Dios sea oportuna y perseverante; dado que para esto vino, para que vuelvan los pecadores con Él (Mt 9,13). Entonces nosotros si nos alejamos con todas nuestras fuerzas de nuestros malos hábitos y adicciones, si nos fijamos al Señor, Él no nos abandona dejándonos de lado, sino que está preparado para ayudarnos.
73. Uno cuando está dominado por alguna enfermedad larga, cuando ya no recibe alimento y agua, se desespera y esto es una señal de muerte, los parientes y amigos se lamentan de él y lloran. Así también el Dios y los Ángeles se entristecen mucho y se lamentan por las psiques-almas que no pueden recibir el alimento espiritual. Por tanto, si te has convertido en trono de Dios, si tu psique-alma se ha hecho toda ojo espiritual y toda luz (increada), si te has alimentado de aquel alimento del Espíritu, si bebes del agua viva (Jn 4,10) y del vino espiritual que deleita el corazón (Sal 103,15), si tu psique-alma se ha revestido las vestimentas de la luz increada e inefable, si tu hombre interior ha recibido experiencia y certeza de todas estas realidades y cosas, entonces, pues, vives desde ahora realmente o pragmáticamente la vida eterna y descansas desde ahora junto con Cristo. Pero si aún no ha recibido estas cosas ni has llegado a su posesión, llora ardientemente y gime por no haber obtenido todavía a esta riqueza tan grande, y haz incesante tu ocupación en la invocación y súplica por tu pobreza. Pero, ojalá que la percepción de su propia pobreza la sintiese aquel que no posee esta riqueza divina y que no se disipe despreocupado como uno que está harto de ella. Porque dice el Señor: “El que busca encuentra y el que llama la puerta se le abrirá” (Mt 7,8).
74. Si aquel aceite que se hacía de varias fragancias (Ex 30, 23-25) tenía tanta potencia, de modo que los que se ungían de este adquirían el axioma real (1Re 26, 11), ¿cuánto más aquellos que se ungen en el nus (espíritu de la psique) y al hombre interior con el aceite santificante del deleite y alegría (Sal 44,8) y reciben las arras del bondadoso Espíritu para alcanzar a las medidas de la perfección, es decir, de la realeza increada de Cristo y de la divina adopción, teniendo el permiso de acercarse al Padre cuando quieran? Porque aunque no han recibido aún totalmente la herencia, porque aún levantan el peso del cuerpo, pero a causa de las arras del Espíritu son seguras sus esperanzas y no dudan para nada de que co-reinarán con Cristo (2im 2.12) y que tendrán en abundancia y sobrante el Espíritu; porque ya desde esta vida han probado aquella dinami (potencia y energía increada) y aquel placer divino. El velo que el Satanás ha puesto sobre los hombres después de la desobediencia y la transgresión, viene la jaris (gracia, energía increada) y con la catarsis y psicoterapia del hombre interior y del nus (espíritu del corazón), lo quita totalmente y lo tira como un trapo sucio lejos de toda contaminación e infección y del loyismós (pensamiento) sucio de la psique-alma, queriendo hacerla sana, limpia y pura y retornarla en su estado o situación inicial, de modo que vea sin impedimentos y con ojos limpios la doxa-gloria de la luz verdadera e increada. Tales hombres son arrebatados espiritualmente desde ahora en aquel siglo y ven las bellezas y sus milagros. Es decir, tal y como los ojos corporales, cuando están fuertes y sanos, se fijan con valor a los rayos del sol, así también ellos, utilizando su nus (espíritu de la psique) iluminado y catartizado (psicoterapiado, purgado y limpiado), ven continuamente los rayos y los resplandecimientos del Señor.
75. Esta medida no se consigue fácilmente por los hombres, sino que requiere continuos esfuerzos y trabajos, muchas luchas y sudores. Porque muchos son aquellos que la jaris (gracia, energía increada) está junto con ellos y opera, y la maldad se esconde en los interiores y no se aleja para nada, sino que los dos espíritus, el de la luz y el de tiniebla u oscuridad, operan en el mismo corazón. Por supuesto que me dirás: “¿Qué existe en común entre la luz y la oscuridad? ¿O cómo pueden haber en el mismo lugar el templo de Dios y el templo de los ídolos?” (2Cor 6, 14 y 16). Y yo te responderé lo mismo: ¿Realmente qué hay de común entre la luz y las tinieblas u oscuridad? O bien, ¿dónde la luz divina puede ser oscurecida, enturbiada o contaminada, esta que es completamente clara, pura e incontaminada? Como dice la Escritura, la luz brilla en las tinieblas, y la oscuridad no pudo apagarla (Jn 1,5). Así que estas cosas no se beben tomar separadamente ni de manera uniforme. Algunos de ellos descansan por poseer tanta jaris (gracia, energía increada) de Dios, justo la que pueden contenerse en sí mismos y no los venza el pecado que habita en sus interiores. Y así sucede que ahora tienen oración sobria y descanso, y luego son atacados por loyismí (pensamientos) sucios y sean tentados por el pecado, es decir, mientras co-existe también la divina jaris. Por tanto, aquellos que son superficiales y aún no buscan la exactitud, cuando sintieron algo la energía increada de la divina jaris, creyeron que se liberaron una vez para siempre del pecado. Pero aquellos que tienen discernimiento y tienen el nus enseñado, no negarán que también cuando habita en su interior la jaris de Dios, de nuevo serán perturbados por los loyismí (pensamientos) indecentes y absurdos.
76. Hemos conocido hermanos que han disfrutado tan abundante la divina jaris (gracia increada), de modo que durante cinco, seis años se marchitó y se borró en ellos el deseo carnal. Después, cuando pensaron y creyeron que habían alcanzado el puerto de la serenidad y de la paz, entonces la maldad demoníaca, como si fuera de un acecho, se arrojó encima de ellos de un modo tan salvaje, cruel y feroz, de modo que quedaron sorprendidos y espantosos en la incertidumbre. Porque actúan también los dos, como dijimos, la jaris y el pecado, al mismo nus (espíritu de la psique), aunque los superficiales e ignorantes, apenas sientan algún pequeño movimiento espiritual, dicen que “hemos vencido”. Pero yo creo que las cosas son de la siguiente manera: como cuando brilla el sol limpio y de repente cae en la oscuridad o en la niebla, se oscurece la luz del sol, de manera parecida sucede también con aquellos que han recibido la jaris de Dios, pero aún no se han catartizado, psicoterapiado, purgado y limpiado completamente, sino que en su fondo interior están contenidos aún por el pecado. Por lo que es necesario realmente mucho discernimiento para que uno perciba y se dé cuenta de estas cosas con la perfecta experiencia.
77. Tal y como es imposible para uno sin ojos y lengua, oídos y pies, ver y hablar, oír y caminar, así también es imposible sin Dios y sin la divina energía increada hacerse uno partícipe de los divinos misterios y conocer la sofía-sabiduría de Dios o adquirir la riqueza del Espíritu. Porque los sabios Helenos-Griegos se ejercitan en logos y se ocupan diligentemente en logomaquias-controversias. Pero los dulos-esclavos-sirvientes de Dios se ocupan continuamente con la gnosis divina (conocimiento increado y espiritual) y con la jaris (gracia, energía increada) de Dios.
78. Mi suposición y conclusión es que, incluso los mismos Apóstoles que estaban plenos de la jaris (gracia, energía increada) del Espíritu bondadoso, no estaban totalmente liberados de las preocupaciones, sino que junto con el deleite y la inexpresable alegría tenían también algún temor, que por supuesto provenía de la misma jaris y no de la maldad. Porque la misma jaris increada los protegía de modo que no cayesen ni siquiera en la más mínima desviación. Y tal como un niño pequeño que golpea una pared con una piedrecita no le hace nada, o tal como una flecha débil apenas daña a una coraza fuerte, así también una pequeña cantidad de la maldad al afectar a los Apóstoles no conseguía nada, porque estaban armados muy bien con la coraza y la dinami (potencia y energía) de Cristo. Sin embargo, aunque eran perfectos, estaba presente en ellos también la libertad de albedrío o la independencia, y no como algunos dicen tontamente que después de la jaris-gracia increada se da enseguida la liberación de las preocupaciones y el alivio. Porque, el Señor, también en los perfectos busca la voluntad de la psique-alma al servicio del Espíritu, de modo que estas dos co-caminen juntas. Como dice el Apóstol: “no apaguéis la energía (increada) del Espíritu” (1Tes 5,19).
79. El que uno hable sobre las cosas sólo con palabras es fácil, vano y superficial. Es fácil a cada uno decir, este pan, por ejemplo, se hace por el trigo. Pero la forma detallada de su elaboración no puede exponerla cada uno sino sólo los que la conocen. Por tanto, el hablar uno a la ligera sobre la apázia (sin pazos, impasibilidad) y la perfección, es fácil, pero aprenderlo y saberlo realmente con la experiencia, significa que debe entender verdaderamente en la praxis (en hecho, práctica) cómo se obtiene la perfección.
80. Los que realmente dicen palabras espirituales sin saborearlas ni probarlas, a estos los asimilo con un hombre que en pleno verano y exactamente en pleno mediodía atraviesa un lugar desierto sin agua, y después, por la sed grande y ardiente que siente, se imagina con su mente que está cerca una fuente de agua fresca, dulce y limpia y debe de ella tanto como quiere sin que nadie se lo impida. O se asemeja como un hombre que no ha saboreado nunca la miel e intenta dar explicaciones a los demás para que entiendan cómo y qué clase es su dulzura. Tales hombres son realmente los que no han probado en la praxis y con información interior las realidades relativas con la perfección, la santificación y la apázia (sin pazos, impasibilidad) y quieren hablar a los demás sobre estas cosas. Porque si Dios los concediese una pequeña percepción y sentimiento sobre algo de lo que dicen, entonces seguramente comprenderán que las cosas no son como las decían, sino que la verdad es muy diferente. Es decir, peligra, de una manera, el Cristianismo ortodoxo y real poco a poco desviarse de su camino real y cae en el ateísmo (o en grupos de herejías). Así el Cristianismo ortodoxo y real es como comida y bebida, y cuando más uno se hace digno de saborear y gustar, tanto más se enciende el deseo para más, y el nus (espíritu de la psique) se convierte insaciable e imparable. Es como si alguien, ofreciendo una bebida dulce y refrescante a un sediento, se la prepara no sólo para la sed, sino también para el placer de la bebida, haciéndola así más apetecible. Pero estas cosas, como hemos dicho, no las comprendemos solamente con simples palabras sin experiencia, sino que se realizan en el nus (corazón o espíritu de la psique) por la operación mística espiritual (noerá) del Espíritu Santo, y así se puede hablar sobre ellas.
81. El Evangelio manda categóricamente a cada ser humano hacer o no hacer una cosa, de modo que pueda hacerse amigo del filántropo (amigo del hombre) Rey. Es decir, dice: “No te enfades o enojes (Mt 5,22), no desees (Mt 5,28), si uno te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra” (Mt 5,39). En cambio el Apóstol, siguiendo de cerca los mandatos, instruye también cómo se debe gradualmente hacerse el trabajo de la catarsis (psicoterapia y purgación), con paciencia, tolerancia y magnanimidad. Primero los alimenta con leche como los niños pequeños (1Cor 3,1-2), después creciendo los lleva a más edad (4, 14-16), y finalmente a la perfección (Heb 5, 14 y 6,1). Para entenderlo nos da un ejemplo: el Evangelio dijo que el abrigo se haga perfecto de lana, mientras que el Apóstol explicó claramente también como se carda el pelo, y cómo se teje, se cose y se prepara el abrigo.
82. Hay algunos hombres que se abstienen de la fornicación, del robo, de la codicia, de la ambición y de similares miserias y males, y por eso se consideran a sí mismos y por los demás como santos. Pero esto se distancia mucho de la verdad. Porque muchas veces, mientras que la maldad anida, serpentea y vive en el nus (espíritu del corazón de la psique) de ellos, muestra cómo los ha dejado y se marcha. Pero santo es aquel que se ha santificado y ha hecho completamente la catarsis de su hombre interior. Un hermano, mientras estaba orando junto con otros hermanos, fue cautivado por la dinami (potencia y energía) divina, y con el arrebatamiento de su nus (espíritu de la psique) vio la suprema Jerusalén y las moradas luminosas y la luz infinita, increada e inexpresable que allí hay, y escuchó una voz que le decía que este es el lugar de reposo y descanso de los justos. Después de esto, se infló de orgullo y creyéndose como muy importante, cayó en las profundidades de los pecados y luego fue dominado por muchos males. Por tanto, si éste ha sufrido este tipo de cosas, ¿cómo es posible para cada uno decir, “yo ayuno y vivo alejado del mundo y doy limosna o caridad de mis existencias” (1Cor 13,3) y me he protegido de los males que hemos dicho y no me hace falta nada, por consiguiente yo también soy santo? Porque, como hemos dicho, la perfección no es la abstención y el alejamiento de los males manifiestos, sino la catarsis completa del hombre (de la psique) y la catarsis de la diania (mente, intelecto, cerebro).
83. Tú que sostienes estas cosas, entra -dice- en tu interior por la atención que prestas a tus loyismí (pensamientos, simples o unidos con la fantasía), y asómate encima de tu nus (espíritu del corazón de la psique) y esclavo del pecado, y mira también la serpiente que está anidada más abajo aún del nus y más profundamente que los loyismí, en los llamados recónditos impenetrables de la psique-alma, que ella busca matarte hiriendo las partes más esenciales de tu psique-alma. Porque realmente es un abismo incomprensible el corazón (espiritual, psicosomático). Por tanto, si has matado la serpiente, si has hecho la catarsis de toda tu suciedad que tienes en tu interior y has rechazado el pecado, entonces gloríate en Dios por la limpieza, psicoterapia y sanación que te ha dado Dios. Pero si aún no lo has hecho, entonces humíllate como pobre y pecador, y acércate rogando y suplicando a Cristo que te haga la catarsis, te purgue y te purifique de tus pecados escondidos (Sal 18,13). Porque todo el Antiguo y el Nuevo Testamento se presenta hablando sobre la catarsis, la psicoterapia y la purgación, la lucidez y la pureza. Y todo hombre judío e idólatra ama la pureza aunque no sea por todos lograda. La pureza del corazón no se puede realizar de otra manera, sino sólo mediante de Jesús. Porque Él es la Verdad en-hipostasiada (fundamentada esencialmente) y la Verdad absoluta. Sin esta Verdad es imposible para uno conocer la Verdad o conseguir la σωτηρία sotiría salvación (psicoterapia y sanación redención y salvación).
e) Sobre la agapi
(https://www.logosortodoxo.com/filocalia/minilexico-filocalico/ De nuestro Miniléxico: 1. Αγάπη (agapi) amor, cariño. “Ὁ θεός ἀγάπη ἐστίν Dios es agapi-amor… Porque la agapi proviene de Dios” (1 Jn 4,7-8).
La Αγάπη (agapi) cristiana en su faceta divina y como término teológico ortodoxo es la primera y superior energía increada de las energías increadas de la Jaris de Dios. Se aproxima más a la misericordia increada y perdón de Dios que enseñaba Cristo Dios. La agapi está vinculada y unida estrictamente con la libertad y la verdad. Cada una depende y se enlaza con la otra, fuera de esta interrelación ninguna es auténtica. Dicen los Santos Padres Ortodoxos: Nadie puede conocer la increada agapi como energía increada de Dios si no es a través de la energía increada Χάρις (Jaris, Gracia) del Espíritu Santo. La agapi cristiana en su faceta secular, mundana se refiere al amor desinteresado, altruista o cariño, amor al cónyuge, a los padres, a los amigos, a los jefes y trabajadores, como también a las comunidades sociales y toda la creación.
Éste es el propósito de la psicoterapia de la Iglesia Ortodoxa, el convertir, mediante la constante metania (introspección, arrepentimiento y confesión), la φιλαυτία (filaftía, egolatría) que es el creado amor interesado egocéntrico y enfermizo a uno mismo y al cuerpo y convertirla en agapi desinteresada divina e increada de Dios. Ésta comprende tres estadios: catarsis, iluminación y zéosis o glorificación. (Ver también sobre este término en nuestro libro “12 Léxis apocalípticas” en el blog en español: www.logosortodoxo.com).
84. Tal y como en las cosas visibles has renunciado al hombre exterior, dando caridad, limosna y has repartido tus existencias, así debes renunciar los hábitos pecadores. Y si has adquirido sabiduría carnal y gnosis (conocimientos) terrenales, reniégalas. Si estás sostenido en las virtudes y cualidades de la carne, apártate de estas cosas, hazte humilde y empequeñécete. Porque sólo así podrás hacerte discípulo de la necedad del kerigma o predicación (del Evangelio) (1Cor 1,21). Y en esta necedad encontrarás la verdadera sofía-sabiduría, no en palabras elegantes, sino en la dinami potencia de la energía de la Cruz, teniendo en tu interior las mismas operaciones y sensaciones con aquellos que se han hecho dignos de adquirirla. Como dice Pablo, la Cruz de Cristo es para los judíos escándalo, y para los helenos-griegos necedad, pero para los salvados es sabiduría divina y dinami potencia de la energía de Dios (1Cor 1, 23-24)
85. Incluso si has recibido sabor y gusto celestial y te has hecho partícipe de aquella sofía-sabiduría y has conseguido descanso, reposo en tu psique-alma, no presumas, no te enorgullezcas, ni confíes como si hubieses llegado ya a conquistar toda la verdad, para que no oigas tú también: “Y vosotros los Corintios esta idea tenéis, de que sois grandes y de alto rango. ¡Ya estáis saciados y satisfechos de todo! ¡Ya sois ricos por las dádivas espirituales! ¡Habéis llegado a reinar sin nosotros! ¡Ojalá reinaseis de verdad, para que nosotros también juntos con vosotros tomásemos parte en la realeza increada de Dios!” (1Cor 4,8). Pero aunque hayas saboreado las realidades celestes, debes creer que no has tocado aún al Cristianismo ortodoxo. Esta conducta y actitud que no sea superficial, sino que debes tenerla siempre sembrada y asegurada definitivamente en tu diania (mente, intelecto, cerebro).
86. Tal y como el codicioso, avaricioso que ha acumulado mucho dinero no se sacia, sino el dinero que añade (en su cuenta corriente) cada día, tanto más aumenta su deseo para más, o como aquel que se aleja de un río con agua dulce antes de quitarse la sed, siente aún más sed, así también a cada uno el sabor de Dios no sacia ni tiene fin, sino que cuanto más se enriquece de esta riqueza, tanto más se cree a sí mismo pobre. Los cristianos ortodoxos no consideran su vida preciosa e importante, sino que se sienten totalmente ínfimos y nimios ante Dios, y se consideran a sí mismos esclavos o sirvientes de todos los hombres. El Dios mucho se alegra y reposa con esta psique-alma por su humildad. Por tanto, si uno tiene algún bien o es rico espiritualmente, no crea y piense que por eso es algo o que tiene algo. Porque al Señor le da asco la presunción, y ella inmediatamente desde el inicio ha expulsado desde el Paraíso al hombre que escuchó que “seréis como dioses” (Gen 3,5) y se animó por esta esperanza falsa y vana. Piensa que tu Dios y Rey, pero también el Hijo de Dios, se ha vaciado a Sí Mismo (kenosis) tomando forma de siervo o esclavo (Fil 2,7), que se hizo pobre (2Cor 8,9) y se ha incluido entre los indecentes y deshonrados (Mrc 15,28) y fue crucificado. ¿Si así se hizo con Dios, tú hombre que estás constituido de sarx-carne, cuerpo y sangre, que eres ceniza y tierra (Gen 18,27) y que no –ay de ti- tienes nada bueno, sino que estás completamente sucio e impuro, cómo tienes una gran idea de ti mismo y presumes? Por tanto, tú, por supuesto si eres prudente, aún por el bien que has recibido de Dios, debes decir: “Esto no es mío, lo he recibido de Otro, y si Éste lo cree conveniente me lo quitará”. Así cada bien que lo atribuyas al Señor, y cada mal lo atribuyas a ti mismo.
87. El tesoro que dice el Apóstol que lo tenemos en recipientes de barro, (2Cor 4,7), debes creer que es la potencia de la energía increada del Espíritu, de la que se hizo digno de recibirla aún desde esta vida. Porque dice de nuevo el mismo en otra parte: “Por Dios vosotros estáis unidos y salvados con y en Jesús Cristo, el cual de parte de Dios se ha hecho y demostrado para nosotros los fieles infinita sabiduría increada, nuestra justificación y salvación gloriosa gracias a su sacrificio, y nuestra santificación y renacimiento de nuestros corazones, mas nuestra redención y liberación del pecado, para que, como dice la Escritura, “el que quiera presumir de los bienes que tiene, que presuma glorificando a Dios atribuyéndolo a Él y no a sí mismo” (1Cor 1,30).
Por tanto, aquel que ha encontrado y guarda en su interior este tesoro celeste del Espíritu, puede trabajar cada virtud y cada mandamiento-logos, no sólo limpiamente e impecablemente, sino también sin esfuerzos, sin fatigas y sin cansancio, cosa que antes lo hacía con mucho cansancio, esfuerzo y fatiga. Porque esto uno no puede hacerlo, incluso si quiere cultivar verdaderamente el fruto del Espíritu, antes de recibir el espíritu bondadoso. Cada uno, pues, debe esforzase y obligarse a sí mismo y corra con paciencia (Heb 12,1) y fe, y que suplique con fervor a Cristo, de modo que pueda conseguir a este tesoro celestial. Y entonces, como dijimos, con Su potencia y la jaris (gracia, energía increada) podrá trabajar la totalidad de las virtudes limpiamente, perfectamente e incansablemente, sin fatigas ni calamidades.
88. Aquellos que tienen en sus interiores la riqueza divina del Espíritu, cuando dirigen logos espirituales a otros, los transmiten a los que hablan como si los sacaran del tesoro que tienen en sus interiores (Mt 12,35). Pero los que no han adquirido este tesoro en el fondo de sus corazones, desde el cual emana bondad de divinos recuerdos y de misterios y logos profundos, sino que escogen sólo algunos de una parte y de otra de la Escritura y los tienen a la punta de su lengua o bien, escucharon también de hombres espirituales, se aprovechan de estos logos de los discursos de ellos presentándolos como propios los que no son suyos, y se manifiestan como padres de hijos extranjeros. Ellos, en efecto, ofrecen a otros un gozo y disfrute gratuito de los logos que dicen, pero ellos, después de la conversación u homilía se encuentran y parecen como los mendigos, porque cada logos suyo es como si volviese a casa de aquellos a quienes se los habían tomado, y ellos se quedaron sin su propio tesoro, por el cual pueden gozar y deleitar también primero ellos mismos y luego beneficiar a los otros. Por esto debemos buscar y pedir de Dios que ponga en nuestro interior esta verdadera riqueza y entonces será fácil también a beneficiar a los otros y transmitirlos logos espirituales y misterios divinos. Porque así ha complacido la bondad de Dios en venir a habitar en cada uno que cree. Porque dice: “El que cumple mis mandamientos (logos, principios espirituales) y los tiene interiorizados, ése es el que me ama; y al que me ama, lo amará mi Padre y yo también lo amaré y me apocaliptaré-revelaré a él, mediante la iluminación interior por la energía increada… En la casa de mi Padre hay sitio y muchas habitaciones; si no fuera así, os lo hubiera dicho; yo voy a preparaos el lugar» (Jn 14, 21 y 2).
89. Quienes se han hecho dignos hijos de Dios y tienen resplandeciendo en sus interiores a Cristo, son dirigidos por el Espíritu de modos variados y diferentes y son reconfortados por la jaris (gracia, energía increada) en las profundidades de sus corazones. No hay nada mejor que presentar algunos ejemplos de los disfrutes y gozos mundanos, para que tengamos una idea de las divinas operaciones de la jaris en nuestra psique-alma. Es decir, a veces sucede que estos hombres disfrutan y deleitan como si estuviesen en una cena real y se alegran con un deleite inexpresable e indecible. Y otras veces, sienten el placer espiritual como una pareja joven recién casados, en cambio, otras veces como ángeles incorpóreos sienten tanta ligereza y agilidad en sus cuerpos de modo que crean que no tienen cuerpo. Y otras veces como si gozaran y se emborracharan por una embriaguez inexpresable de los misterios del Espíritu, mientras que otras veces lloran y gimen orando para la salvación de los hombres. Porque son incendiados por la divina agapi increada del Espíritu hacia todos los hombres y toman encima suyo el luto de todos los descendientes de Adam. Además, otras veces, son encendidos por el Espíritu con tanta agapi (amor incondicional), unida con indecible placer, de modo que si fuera posible abrazar a todo hombre sin hacer ninguna diferencia entre bueno y malo. Otras veces, se agotan despreciándose tanto a sí mismos que podríamos creer que no hay nadie inferior a ellos, que se consideran los últimos de todos.
Algunas veces los inunda una inexpresable alegría espiritual, y otras del mismo modo que un valiente que se vistió de su armadura real y al marchar a la guerra, ha puesto en fuga a los enemigos, ellos, se han armado con las armas del Espíritu, se enfrentaron contra los enemigos invisibles y los han arrojado bajo sus pies. Algunas veces los sobrecoge una gran calma, serenidad y paz interior (hisijía divina) y los domina un admirable placer espiritual, y a veces se colman de prudencia y sabiduría-sofía divina y gnosis espiritual (conocimiento increado) investigable. Y en general, reciben tanta sofía-sabiduría por la jaris (energía increada) de Cristo, tanta que ninguna lengua pueda expresar. No obstante a menudo a simple vista exterior se parecen como todos los demás. Así que la divina jaris, cambia de muchas maneras y se diferencia dentro en ellos, parece que quisiera instruir y ejercitar la psique-alma, para presentarla perfecta e impecable, limpísima y purísima al Padre celestial.
90. Las operaciones anteriores del Espíritu pertenecen a altas medidas o escalones espirituales que están muy próximos a la perfección. Estas variadas consolaciones de la jaris (gracia, energía increada) son operadas en ellos por el Espíritu con distintas maneras, pero incesantemente una operación espiritual sucede la otra. Cuando uno alcanza la perfección espiritual, una vez haber hecho la catarsis completamente de todos los pazos y se una y se restablezca totalmente mediante la inexpresable participación con el Paráclito (Consolador o Espíritu Santo), cuando también esta misma psique-alma se hace digna de hacerse espíritu, porque se ha unido con el Espíritu, entonces se vuelve todo luz, todo espíritu, todo caridad, todo alegría, todo reposo, todo deleite, todo gozo, todo agapi (amor incondicional), todo dulzura, todo bondad y belleza. Y de alguna manera está como absorbido en las virtudes de la potencia de la energía increada del Espíritu bondadoso, como una piedra al abismo del mar que está rodeado toda de agua.
Por tanto, los que se han unido enteramente con el Espíritu de Dios, se han hecho semejantes a Cristo y poseen las virtudes del Espíritu invariables y presentan en todos tales frutos. Porque, ya que por el Espíritu se han hecho impecables e irreprochables, lúcidos y puros en el corazón (Mt 5,10), es imposible que presenten exteriormente frutos de maldad, sino que siempre brillan y resplandecen en ellos los frutos del Espíritu Santo. Este es el progreso del perfeccionamiento espiritual, de la plenitud que concede Cristo, de la que nos aconseja el Apóstol alcanzar, diciendo: “y conocer bien la agapi-amor incondicional que tiene Cristo hacia nosotros, la que sobrepasa todo conocimiento-gnosis humana, a fin de que seáis llenos de los múltiples carismas y donaciones que emanan y se dan de Dios” (Ef 3,19) y de nuevo: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe sin diferencias y contrariedades y al conocimiento completo del Hijo de Dios, y a constituir el estado del hombre perfecto desde el aspecto de sabiduría y virtud espiritual, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13).
91. Sucede que, apenas que uno se arrodille en la oración, se llene su corazón de divina energía (increada) y la psique-alma se alegra junto con el Señor como la novia con el novio, como se ha dicho. Esto lo dice también el gran Isaías: “Igual que se alegra el novio con la novia, así se alegrará el Señor junto a ti” (Is 62, 5). A veces sucede que este hombre esté ocupado todo el día y cuando en algún momento tiene la oportunidad de orar, es arrebatado el hombre interior a la profundidad infinita del mundo espiritual. Entonces le inunda un placer inexpresable e inconmensurable, de modo que el nus (espíritu de la psique) queda dominado de sorpresa y asombro mientras todo ha sido arrebatado en las alturas y durante este espacio de tiempo se produce el olvido de toda percepción y conducta terrenal, porque sus pensamientos –como hemos dicho- se han llenado y han sido llevados prisioneros hacia las realidades infinitas e inefables. Y en esa hora, por la oración sucede al hombre que se vaya también la psique-alma junto con la oración.
92. En aquel que pregunta si es posible siempre al hombre encontrarse en tal situación o estado, debemos decir lo siguiente. No hay tiempo que la jaris (gracia, energía increada) no coexista con el hombre, que no esté arraigada y no se vuelva como algo natural unido al hombre con el que coexiste. Y mientras la jaris increada es una, administra o economiza las cosas para el bien del hombre como quiere y de muchas maneras. Es decir, el fuego dentro en él, a veces arde y quema más y a veces menos; y la luz a veces brilla más y a veces se vuelve más pálido, de todas formas según la divina economía o administración, a pesar que la vela o lámpara arde sin apagarse. Pero cuando la luz se hace más luminosa, entonces el hombre se presenta como si se embriagara más por la agapi (amor increado) de Dios. A veces esta misma luz que ilumina incesantemente en el corazón, abre un paso hacia la luz más interior y más profunda, de modo que el hombre entero sumergido y absorto en aquella dulzura y zeoría contemplación espiritual, no se encuentre ya en sí mismo, sino que viva al mundo como tonto, necio y salvaje a causa de la agapi excesiva (amor divino) que se esparció en la psique-alma, y del placer y la profundidad de los misterios que se ha hecho digno de penetrar y experimentar. Y sucede muchas veces en este tiempo alcanzar las medidas o grados de la perfección y liberarse de todo pecado y mancha, pero después de estas cosas sucede que la jaris se retira de alguna manera y la psique-alma caiga en el velo de la dinami potencia de la energía enemiga (demoníaca).
93. Sepas que en cuanto a las cosas relativas con la jaris (gracia, energía increada) así son. Supongamos que la perfección tiene doce escalones. Sucede, pues, que uno alcance también a esta medida. Pero otra vez la jaris se retira y bajando un escalón se detiene, digamos, al onceavo. Antes hemos mostrado aquellas realidades y cosas admirables, las que probó aquel hombre. Por tanto, si tuviese estas cosas admirables y maravillosas continuamente al mismo grado, entonces no le sería posible administrar y enseñar a los hermanos. Porque no podría ni escuchar, ni hablar o ocuparse de algo, aunque sea muy pequeña cosa, sino que se encontraría en un rincón extático y como un borracho. Por esto, no se le ha sido dada la medida perfecta, para que tuviese tiempo de dedicarse también al cuidado de los hermanos y ocuparse con la diaconía-servicio del Logos.
94. Cuando escuchamos los logos de la realeza increada y nos vienen lágrimas, que no nos detengamos y delimitemos en nuestras lágrimas, ni pensemos que esto nos basta como si hubiésemos escuchado bien con nuestro oído y visto bien con nuestros ojos; ya que existen otros oídos y otros ojos y otras lágrimas, como también otra diania (mente, intelecto) y psique-alma, que es el mismo Espíritu divino y celestial el cual escucha, llora, reza, conoce y hace verdaderamente la voluntad de Dios. Ya que también el Señor cuando prometía a los Apóstoles la máxima donación del Espíritu, dijo: “Yo me marcho, pero el Paráclitos, es decir, el Espíritu Santo, el que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las verdades salvíficas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Revelará-apocaliptará a los fieles mi misión, mi obra y lo relativo con mi nombre y mi persona y extenderá mi obra por toda la οικουμενη icumeni la tierra habitada” (Jn 14 26), y de nuevo: “Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis comprender, ni retener y sobrellevar a causa de vuestra imperfección. Pero cuando venga Aquel, el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad. Porque no os hablará por su cuenta, sino que os hablará lo que ha oído del Padre y os anunciará las cosas que habrán de ocurrir en mi Iglesia” (Jn 16, 12-13).
Aquel, pues, orará y llorará; porque como dice el Apóstol, nosotros no sabemos cómo es debido orar, pero el Espíritu mismo intercede para nosotros con gemidos inenarrables que no se expresan en palabras (Rom 8, 26). Porque sólo en el Espíritu está manifiesta y clara la voluntad de Dios: “¿Qué hombre, en efecto, conoce el espíritu y las cosas íntimas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? De la misma manera, nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” 1Cor 2,11).
Y cuando durante el día del Pentecostés, según la promesa, vino el Paráclitos (Espíritu Santo) y la dinami (potencia y energía increada) del Espíritu bondadoso acampó y habitó en las psiques de los Apóstoles (Hec 2, 1-4), les fue quitado de una vez para siempre el velo de la maldad, fueron abolidos los pazos y destapados, develados los ojos de sus corazones. Ya que se llenaron de sofía-sabiduría y por el Espíritu se hicieron perfectos y mediante el Espíritu aprendieron cómo hacer la voluntad de Dios, ya que Aquel se hizo guía, soberano y rey de sus psiques-almas. Por tanto, cuando a nosotros nos vienen ganas de llorar, mientras estamos escuchando el logos de Dios, supliquemos a Cristo con fe inquebrantable que venga en nosotros el Espíritu, tal como lo esperanzábamos, el cual verdaderamente escucha y ora de acuerdo con la voluntad y el consejo de Dios.
95. Que consideres que la realidad de la cosa es la siguiente: Existe alguna fuerza oscura que cubre ligeramente al nus (espíritu de la psique) como una niebla fina. Y a pesar de que la lámpara arde siempre e ilumina, como hemos dicho, no obstante existe algo que cubre aquella luz (increada). Por eso tampoco podemos decir que tal hombre no es perfecto o completamente libre del pecado, pero es, podríamos decir, libre y no libre. Todo esto por supuesto no se hace en ausencia de Dios, sino por la divina economía o administración. Y otras veces es derrumbado y quebrado aquel muro de separación que está en medio (Ef 2,14), en cambio otras veces no es derrumbado totalmente. Ni tampoco la oración es siempre la misma, sino que a veces la jaris (gracia, energía increada) más enciende, más consuela y más reposo da, otras veces la oración se vuelve más floja y reducida, tal y como la misma jaris economiza o administra para el interés y el bien del hombre. Sin embargo, a veces en algunos casos yo he llegado a la medida perfecta y he saboreado y recibido la experiencia de aquel mundo. Pero no he visto aún a ningún cristiano perfecto o libre completamente. Pero, por una parte, uno puede descansar por la jaris y hacerse digno de ver misterios y apocalipsis-revelaciones y hacerse partícipe de la jaris y saborear la abundancia de su dulzura y, por otra parte, coexiste el pecado en su interior. Estos hombres, por la jaris excesiva y la luz (increada) que los ilumina, fueron considerados, por inexperiencia, perfectos y libres. Yo no he conocido aún ninguno totalmente libre. Porque en mi también sucedió que algunas veces alcance en aquella medida que he dicho, y he aprendido bien y conozco por experiencia quién es el hombre perfecto.
96. Cuando escuchas sobre unión o comunión entre novio y novia y de bailes, danzas, órganos de música y fiestas, no pienses en algo material y terrenal. Estas cosas se dicen sólo por condescendencia, sólo como ejemplo. La esencia de estas es inexpresable, inaccesible y espiritual a los ojos carnales, y sólo las psiques-almas santas y fieles pueden entender estas realidades. Porque la comunión del Espíritu Santo, los tesoros celestiales, los bailes y las fiestas de los santos Ángeles, se manifiestan sólo en aquel que ha probado estas realidades; en cambio al que no está iniciado, no es posible ni siquiera entenderlas. Por tanto, escucha estas realidades y cosas con piedad hasta que te suceda a ti, por tu fe y te haga digno de conseguirlas. Y entonces entenderás por la experiencia de los ojos psíquicos, en qué misterios y bienes pueden participar las psiques-almas de los cristianos ortodoxos desde esta vida. Porque en la resurrección, también el mismo cuerpo de los hombres será digno de ver estas cosas y de alguna manera mantenerlas, cuando este también se haya convertido en espíritu.
97. Las bellezas y los frutos buenos de nuestra psique-alma, es decir, la oración, la agapi, la fe, la vigilia, el ayuno y el resto de las virtudes, cuando sean mezcladas y unidas con el Espíritu Santo, entonces ellas como incienso arrojado al fuego, sacan en abundancia fragancia y perfume; pero entonces nosotros también nos gobernamos y vivimos fácilmente según la voluntad de Dios. Porque sin el Espíritu Santo, como hemos dicho, nadie puede conocer la voluntad de Dios. Igual que la mujer antes de su boda sigue su opinión y hace sus voluntades, pero cuando se casa, vive bajo la conducción de su marido y no hace nada suyo, así también la psique-alma tiene su propia voluntad y sus propias leyes y obras; pero cuando se hace digna de unirse con el hombre celestial, el Cristo, se somete ya a la ley de su novio/marido y ya no sigue ni obedece a su propia voluntad, sino la voluntad del Novio/Marido Cristo.
98. El vestido de bodas del que habla Cristo (Mt 22,11), debes considerar que es la jaris (gracia, energía y luz increada) del Espíritu Santo, y el que no se ha hecho digno de ser revestido no participará en la boda celestial y en aquella cena espiritual.
99. Intentemos pues, con anhelo beber el vino espiritual y divino y embriagarnos con borrachera sobria, de modo que, igual que aquellos que beben mucho vino y después hablan mucho, así también nosotros debemos hablar al haber bebido hasta saciarnos por este vino espiritual, narrando los misterios divinos, como dice el divino David: “Tu cáliz me emborracha como el vino más fuerte” (Sal 22,5).
100. “Pobre en espíritu” (Mt 5,2) es aquella psique-alma que conoce bien sus heridas, como también la oscuridad de los pazos que la está rodeando y busca continuamente por el Señor la psicoterapia, la redención y la liberación. Esta psique-alma soporta con paciencia las fatigas y no se alegra por ningún bien terrenal, sino que sólo busca al Médico bueno y tiene la esperanza y la convicción que Él la psicoterapiará y la sanará. Por tanto, ¿de qué manera esta psique-alma herida se hará buena y bella y será adecuada y con buena presencia para vivir con Cristo? ¿De qué otra manera, sino es tal como estaba cuando fue plasmada desde el inicio y con clara gnosis (conocimiento) y el reconocimiento claro de sus heridas y de su pobreza? Porque si no se agrada en sus errores y en los hematomas de sus pazos, ni justifica sus errores, el Señor entonces no la hace responsable de la causa de su enfermedad, sino que viene y la psicoterapia y la sana, la cuida y la restablece una belleza incorruptible y sin pazos (impasible). Sólo con una condición, que participe con su predisposición y voluntad a las cosas que hace, como dijimos, ni se consienta en sus pazos que están operativos, sino que con toda su fuerza esté clamando hacia al Señor para hacerla digna con Su bondadoso Espíritu a ser liberada de todos los pazos. Por tanto, esta psique-alma es bienaventurada y feliz. Pero, ay de aquella psique-alma que no está concienciada de sus heridas y cree que no tiene nada de maldad, cuando es tan grande la que posee junto con el endurecimiento y el embotamiento. Esta psique-alma el bondadoso Médico no la visita, ni la psicoterapia ni la cura, ya que ella tampoco le busca ni le pide terapia, ni le importa de sus heridas, ya que cree que está bien y sana. Porque dice el Señor: “No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos” (Mt 9,12).
101. Son realmente bienaventurados, felices y admirables por sus vidas y el gozo sobrenatural, los que con fe ferviente y conducta virtuosa conocieron por experiencia y sentimiento los misterios celestiales del Espíritu y tienen como patria los cielos (Fil 3,20). Ellos son los mejores entre todos los hombres juntos. La demostración es obvia. ¿A quién de los que tienen poder y sabiduría, prudencia y virtud, mientras aún vivía en la tierra, sucedió subir al cielo y allí trabajar obras espirituales y contemplar las bellezas del Espíritu? Y ahora un pobre exteriormente, totalmente pobre, despreciado y desconocido por los vecinos que le rodean, cayendo con su rostro delante del Señor, sube al cielo conducido por el Espíritu y, con plena conciencia y sentimiento de su psique-alma disfruta con su loyismós (pensamiento) las realidades y cosas admirables de allí y allí trabaja, allí se alimenta, allí tiene su patria, según el Apóstol que dice: “Nuestra patria se encuentra en los cielos” (Fil 3,20), y en otra parte: “«Lo que el ojo no vio, lo que el oído no oyó, lo que ninguna inteligencia y mente humana imaginó, eso preparó Dios antes de la creación del mundo para los que le aman». Y a nosotros nos lo manifestó Dios por medio de su Espíritu Santo; porque el Espíritu Santo lo penetra todo, hasta las cosas infinitamente profundas de Dios, y Espíritu es capaz de transmitir las grandezas de Dios, las que puedan caber en cada διάνοια diania mente/intelecto e inteligencia humana” (1Cor 2, 9-10). Ellos son los verdaderos sabios, poderosos, ellos son los verdaderos nobles y virtuosos.
102. También, sin tener en cuenta aquellos carismas celestiales, si juzgas los Santos a partir de las realidades presentes, no dudarías de llamarlos superiores de todos. Por ejemplo, Nabucodonosor, el rey de Babilonia, construyó su estatua y llamó a todas las naciones para adorarle. Esto por supuesto que lo economizó Dios sabiamente, para que se manifieste y se revele en todos la virtud de los tres Jóvenes y que sepan todo que uno es el verdadero Dios, el Cual habita en los cielos. Los tres Jóvenes prisioneros y privados de su libertad, se presentaron con buen ánimo y valor delante de Nabucodonosor, y mientras que todos los demás con mucho miedo le veneraban y no se atrevían otra cosa que obedecerle, sino que estaban casi afónicos, como los animales que son arrastrados por la nariz, ellos permanecieron tan diferentemente de modo que no querían que no se diese a conocer que respetan al verdadero Dios, ni toleraban a esconderse, sino que delante de todos dijeron: “Tus dioses oh Rey no los adoramos, ni nos postramos delante de tu estatua de oro que has levantado”. Entonces para castigarlos los arrojaron en aquel terrible horno, pero este horno dejó de ser horno ardiente y no mostró su energía candente”, sino que volviéndose como piadoso, los guardó intocables e indemnes de todo mal. Y entonces todos y el mismo rey a causa de los tres Jóvenes reconocieron y aceptaron al verdadero Dios (Dan 3). Y por esta posición de ellos no sólo se asombraron los hombres de la tierra, sino también los coros celestiales. Porque en las grandes hazañas buenas de los Santos no son ausentes ni los Ángeles del cielo, sino que se encuentran con ellos, como deja ver el Divino Apóstol, diciendo: “Nos hemos convertido en espectáculo para los Ángeles y para los hombres” (1Cor 4,9). Puedes informarte de cosas y realidades semejantes también por el profeta Elías. Él siendo un hombre, fue demostrado el más poderoso de la multitud, bajando fuego desde el cielo (3Re 18,38). Pero también Moisés venció a todo Egipto y al tirano Faraón. Esto también lo verás con el Lot (Gen 19,29) y al Noé (Gen 7,1) y de muchos más, los cuales exteriormente parecían hombres de gran modestia, se sobrepusieron y dominaron por encima de muchos otros, nobles y poderosos.
103. Si a cada una de las cosas visibles no viene para ayudarla alguna otra naturaleza exterior, ella permanece de por sí tosca, bruta e informe. Y eso porque la indecible sofía-sabiduría de nuestro Dios muestra mediante los misterios visibles y los tipos o figuras, que la naturaleza humana por sí misma sin la ayuda divina, no puede presentar la plenitud del adorno de las virtudes y la belleza espiritual de la santidad. Como también la tierra si permanece tal y como está y no es cultivada por los agricultores y no vienen a ayudar las lluvias y el sol, es inadecuada e incapaz de producir frutos. Así también cada casa, para que no esté a oscuras, tiene necesidad de esta misma luz solar, la cual no tiene la misma naturaleza que la casa. Hay también muchas otras cosas y realidades similares. Así también la naturaleza humana, como es imposible dar por sí misma los frutos de las virtudes, tiene necesidad del agricultor de nuestras psiques-almas, es decir, el Espíritu de Cristo, el cual es completamente extranjero y diferente de la naturaleza humana. Porque nosotros somos creaciones, formaciones, en cambio Aquel es increado. Esto es lo que cultivará con Su propio arte los corazones de los fieles, es decir, aquellos que se entregaron con toda su voluntad al agricultor espiritual y las preparará para que produzcan frutos del Espíritu, y brillará y resplandecerá Su luz increada en la casa de nuestra psique-alma que está oscurecida y entenebrecida por los pazos.
104. La guerra de los cristianos ortodoxos es doble y doble también la lucha. Por un lado, con las cosas que ve por la vista corporal, porque estas incitan, estimulan y cosquillean la psique-alma y la provocan que esté atada apasionadamente con ellas y ser agradada por ellas. Por otro lado, por los principios y las potencias del terrible y maléfico dominador del mundo.
105. La gloria esplendorosa que había en el rostro de Moisés (Ex 34, 29-30) era el tipo o prefiguración del verdadero esplendor del Santísimo Espíritu. Es decir, igual que entonces nadie podía mirar al rostro de Moisés, así también ahora, este esplendor o gloria-doxa que brilla en las psiques-almas de los cristianos ortodoxos, no puede soportarla la oscuridad de los pazos, sino que es rechazada y expulsada por su fulgor y se marcha.
106. Al cristiano ortodoxo que ama la verdad y a Dios, que ha saboreado la dulzura celestial y tiene arraigada y unida con su psique-alma la jaris (gracia, energía increada) y que se ha entregado toda en sí a las voluntades de la jaris, le son odiadas todas las cosas de este mundo. Porque éste se ha hecho superior a todas las cosas del mundo. Y nada de estas le puede dominar, sea oro, plata, sean honores y glorias, sean alabanzas y elogios. Porque este hombre ha recibido la experiencia de la otra riqueza, otra doxa-gloria y honor, y es alimentado psíquicamente con el placer incorruptible e increado, y tiene plena conciencia, sentido espiritual y plenitud mediante la comunión del Espíritu Santo.
107. Este hombre ortodoxo tiene tanta diferencia de los otros hombres en inteligencia, gnosis (conocimiento espiritual increado) y discernimiento, cuanta tiene el pastor lógico de los animales ilógicos-irracionales que pasta. Porque participa en otro espíritu y otro nus (espíritu de la psique), en otra inteligencia y sofía-sabiduría distinta de este mundo. Dice el Apóstol: “Y nosotros los Apóstoles por supuesto que enseñamos sabiduría-sofía entre los hombres formados y avanzados desde el aspecto espiritual, pero no la de los hombres de este mundo y de este siglo, ni la de los soberanos pasajeros de este mundo, que todo esto es provisional y se disolverá; sino que proclamamos una sabiduría divina, misteriosa, oculta e inaccesible por la διάνοια diania mente/intelecto e inteligencia humana, sabiduría increada que designó Dios, antes de la en tiempo creación, y decidió apocaliptarla-revelarla para glorificar a nosotros los fieles” (1Cor 2, 6-7). Por eso también este hombre ortodoxo difiere de todos los hombres que tienen el espíritu del mundo, como hemos dicho, sean prudentes o virtuosos, sean sabios, y entiende todos los hombres, como está escrito (1Cor 2,15), y conoce a cada uno de dónde habla y en qué se sostiene y entre quiénes se encuentra. Pero a él nadie de los hombres que tienen el espíritu del mundo le puede examinar y entender, sino sólo el que tiene el mismo espíritu, el espíritu de la deidad, como dice el Apóstol: “Hablamos de esto no con un lenguaje que nos ha enseñado la sabiduría y la retórica humana, sino con logos que nos los inspira el Espíritu, que expresan los conceptos y acontecimientos espirituales en términos espirituales para que comparándolos con otros espirituales los entendamos mejor. El hombre mundano carnal, es decir, el que no ha renacido y despertado espiritualmente y vive conforme sus instintos inferiores animales y sus pazos pasiones-emociones, no acepta las cosas que apocalipta-revela el Espíritu de Dios, porque le parecen que son locuras, necedades para él, no tiene la capacidad espiritual de conocerlas porque estas realidades se investigan, se razonan y se entienden de modo espiritual por la iluminación de la χάρις jaris gracia energía increada del Espíritu Santo. En cambio el hombre espiritual, por el contrario, lo analiza e investiga todo, lo discierne y entiende fácilmente todo acontecimiento y a todo hombre, mientras que a él ningún hombre mundano (que vive de la forma de este mundo pecaminoso) y ajeno de la vida en Cristo Dios-Hombre, puede comprenderlo y juzgarlo” (1Cor 2, 13-15).
108. Es imposible para uno recibir el Santísimo Espíritu de otra manera, si no se aparta y no se desprende completamente de las cosas de este mundo y no se dedique a la búsqueda de la agapi (amor incondicional, desinteresada) de Cristo, para que su nus (espíritu de la psique) sea liberado de todas las preocupaciones de la materia y así hacerse digno de ser un espíritu con el Señor, como dice el Apóstol: “Pero el que se une al Señor de un modo misterioso se hace un espíritu con él, y se santifica por él” (1Cor 6, 17). Ahora bien la psique-alma que está atada con alguna cosa del mundo y declina hacia esta, sea riqueza, sea para gloria, sea para amistad mundana, no es posible escaparse y atravesar la tiniebla u oscuridad de las potencias malignas astutas (demoníacas).
109. Las psiques-almas que aman a Dios y la verdad, no sufren ni la más mínima reducción de su eros (amor ardiente) hacia al Señor. Sino que, clavadas enteramente en Su cruz, tienen conciencia y percepción clara del progreso espiritual que se hace en sus interiores. Por tanto, heridas por Su anhelo y, por decirlo así, hambrientas para la justicia (Mt 5, 6) de las virtudes y del resplandecimiento del Espíritu bondadoso, y si aún se hacen dignas de los divinos misterios y participan en la alegría, el gozo y la jaris (gracia increada) celestial, no confían en sí mismas ni se creen que son algo. Sino que cuanto más dignas se hacen para recibir los carismas espirituales, tanto más insaciables se muestran y con más lucha buscan los bienes celestiales. Y cuanto más progreso sienten, tanto más se hacen golosas para las realidades y cosas divinas. Y mientras que espiritualmente son ricas, hacen como si fueran pobres, según la divina Escritura que dice: “Los que me comen tendrán más hambre y los que me beben tendrán más sed” (Sab Sirac 24,21).
110. Este tipo o especie de psiques-almas se hacen dignas también de recibir la perfecta liberación de los pazos, y adquirir la iluminación y la comunión del divino Espíritu en plenitud de la jaris (gracia, energía increada). Pero las que son perezosas y negligentes y evitan las fatigas y los esfuerzos y no buscan la santificación del corazón desde aquí en esta vida, no en parte, sino que la reciban completamente con paciencia, tolerancia y magnanimidad, ellas tampoco tienen esperanza de comulgar con el espíritu Paráclito (Consolador, Suplicante) en todo sentido y certeza y mediante a Él liberarse de los pazos de la maldad. Ellas aunque se hagan dignas de la divina jaris (gracia, energía increada), sin embargo, son engañadas por la maldad y dejan todo cuidado espiritual con la idea que ya han recibido la jaris y son sostenidas de ella y disfrutan de dulzura espiritual. Así estas psiques-almas es fácil que caigan en exaltación y presunción, ya que no quebrantan sus corazones, ni buscan la humildad y no humillan su conducta, ni son sedientas espiritualmente, ni luchan para llegar a la perfecta apázia (sin pazos, impasibilidad). Y mientras se conforman en este pequeño refuerzo de la jaris y progresan no en la humildad, sino en la exaltación, presunción, quedan despojadas a veces también de este carisma que se hicieron dignas de recibir. Porque la psique-alma que ama verdaderamente a Dios, como hemos dicho, aunque consigue innumerables virtudes, aunque consuma su cuerpo con grandes ayunos y vigilias, aunque se haga digno de recibir varios carismas del Espíritu, apocalipsis-revelaciones y divinos misterios, posee tal modestia como si aún no hubiera comenzado a vivir según la voluntad de Dios o sin haber adquirido ningún bien, y como si se sintiese dispuesta con eros (amor ardiente) insaciable para la agapi (amor increado incondicional) que inspira el Cristo.
111. Para alcanzar estas medidas espirituales enseguida y fácilmente, no es fácil para nadie; sino que deben preceder muchas luchas, fatigas y esfuerzos, y pasen años con diligencia, pruebas y varias tentaciones, hasta llegar a la medida perfecta de la apázia (sin pazos, impasibilidad). Así uno, después de haber sido probado por todo dolor y esfuerzo y toda aflicción y al haber sufrido valientemente todas las tentaciones que provoca la maldad, se hace digno de recibir grandes honores y los carismas del Espíritu y la riqueza divina. Y después se hace también heredero de la realeza increada celestial.
112. La psique-alma que no tiene la exactitud de la forma de vida que hemos dicho y aún no ha recibido el sentimiento de la santificación del corazón, pues, que esté en luto (espiritual) y busque y pida del Señor que le sea dado este bien y la energía increada del Espíritu que se manifiesta en el nus (espíritu de la psique) con inefables zeorías contemplaciones espirituales. Según la ley eclesiástica, aquellos que han caído en pecados corporales, primero son castigados por el sacerdote con la privación de la divina comunión o efjaristía, y después, si muestran la metania correspondiente, se hacen dignos de comulgar. Pero los que en su vida no han tenido este tipo de caídas y son limpios y puros, aprueban y pasan al Sacerdocio y desde el lugar exterior pasan y son colocados al altar, para que sean liturgos-servidores del Señor sentados con Él. Por tanto, así debemos pensar también sobre la comunión mística del Espíritu, por la que el Apóstol dijo: “La χάρις jaris-gracia, energía increada, del Señor Jesús Cristo y la agapi-amor (incondicional y energía divina) de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2Cor 13,13).
Las cosas siguen el orden de la siguiente manera. La Santa Trinidad habita en la psique pura (la que ha hecho la catarsis) en sinergia-cooperación también con la divina bondad. Por supuesto que no habita tal y como es, porque es incontenible, no cabe en ninguna parte, ni en toda la creación, sino a la medida que sea idóneo y receptivo el hombre para recibirla. Pero cuando el hombre por alguna cosa se desvíe de su conducta según la voluntad de Dios y haya entristecido el espíritu divino, el nus (espíritu de la psique) es alejado y privado del gozo espiritual, ya que la divina jaris, la agapi y toda buena energía del Espíritu se retiran y el nus es entregado en aflicciones y sufrimientos, tristezas y tentaciones y en espíritus astutos malignos, hasta que la psique vuelva a caminar correctamente para agradar el Espíritu. Después, al haber demostrado su metania con toda confesión y humildad, de nuevo se hace digna de ser visitada por la jaris y disfrutar del gozo y del deleite celeste más que antes. Por el contrario, si no entristece en nada el Espíritu y continua viviendo de modo que gusta a Dios y se opone a todos los loyismí (pensamientos) malignos astutos y viles y permanece siempre unida y apegada al Señor, entonces esta psique-alma con justicia y en consecuencia, de acuerdo con su comportamiento, progresa y se hace digna de recibir donaciones inefables y progresa de doxa-gloria en doxa (2Cor 3,18). Después, al llegar a la medida perfecta del cristianismo ortodoxo, será considerada e incorporada entre los perfectos e irreprochables obreros de Cristo en Su eterna realeza increada.
113. Las cosas visibles que las consideres como figuras o tipos y sombras de las invisibles. El templo que vemos es tipo o figura del templo del corazón, el sacerdote es el tipo o figura del verdadero sacerdote, de la jaris (gracia, energía increada), es decir de Cristo, etc. Por tanto, si en esta iglesia visible, si primero no se hacen las lecturas, las salmodias y lo que sigue en orden del canon eclesiástico, el sacerdote no puede celebrar el divino Misterio del cuerpo y de la sangre de Cristo. Si se cumple todo el canon eclesiástico, pero no se hace por el sacerdote la efjaristía mística de la ofrenda o prósfora y la comunión del cuerpo de Cristo, entonces tampoco el rito eclesiástico se ha completado, y el culto al Misterio es incompleto. Lo mismo sucede también con el cristiano ortodoxo. Es decir, si no ha logrado el ayuno, la vigilia, la salmodia y toda la ascesis-ejercicio y virtud y la energía mística del Espíritu no se realiza por la jaris en el altar de su corazón con conciencia en todo sentido y descanso espiritual, entonces todo este proceso ascético es incompleto y casi inoperante, porque no lleva el deleite y el gozo del Espíritu llenando de modo místico su corazón.
114. Son buenos el ayuno y la vigilia, así como buenos son la ascesis y la xenitía (apartarse y desprenderse del mundo). Por supuesto que estas cosas son un principio y la antesala de la vida gustada por Dios, por eso es irrazonable que uno confíe y cuente absolutamente en ellas. Porque alguna vez, como antes hemos dicho, también la jaris increada la tenemos en algún grado, pero también la maldad acecha en nuestro interior, piensa mal con astucia y retrocede voluntariamente y no actúa ni se muestra como es, pero hace al hombre creer que tiene su nus catarizado, purgado y psicoterapiado, limpio y purificado y le conduce por su presunción en la exaltación por su supuesta perfección. Después lo ataca como un atracador y le arroja a las profundidades de la tierra. Puesto que frecuentemente sucede a hombres que veinte años se han dedicado a ser atracadores y bandidos, o algunos otros soldados profesionales, conocen perfectamente poner dolos a los enemigos y acechan e inventan trampas y atacando la retaguardia de los enemigos con un ataque repentino los matan todos; tanto más la maldad (el diabo) que tiene miles de años y su obra más agradable es conducir psiques-almas a la perdición, ¿cómo no va a inventar este tipo de trampas en las profundidades ocultas del corazón y, cuando quiere, permanece inamovible acaso hecho e inoperativa, de modo que arrastre la psique-alma a la presunción de la exaltación de que ha alcanzado a la supuesta perfección? Por tanto el cimiento del cristianismo ortodoxo es, aunque uno posea todas las virtudes, que no confíe, ni se anime, ni crea que ha logrado algo importante. Incluso si se ha hecho partícipe estable de la jaris increada, no creer que ha conseguido algo, ni que se sienta saciado, más bien, tener por eso mismo más hambre y más sed, estando en luto espiritual, llorando y teniendo el corazón totalmente quebrantado.
115. Ten en cuenta en tu mente que el estado espiritual es algo así: Supón un palacio real que tienes varios pórticos, patios y habitaciones, unas exteriormente y a continuación otras interiormente donde están guardados la púrpura y los tesoros. Después una habitación interior aún más escondida, adecuada sólo para el rey. De esta manera si uno entra por las habitaciones exteriores y cree que ha llegado en las habitaciones más interiores, se engaña. Así también son las realidades espirituales, aquellos que combaten contra la panza, el sueño y se ocupan continuamente con salmos y oraciones, que no crean de que han llegado al fin y al descanso (espiritual). Así se encuentran en las entradas y en los patios y no allí donde están guardados los tesoros reales y la púrpura. Y si se han hecho dignos de recibir alguna jaris espiritual, tampoco esto que los engañe de que han llegado al fin. Conviene, pues, que uno investigue si ha adquirido el tesoro en su recipiente de barro (2Cor 4,7), si se ha revestido de la púrpura del Espíritu, si ha visto al rey y ha descansado (espiritualmente). Supón otra vez, que la psique-alma tiene una profundidad y muchos miembros, y el pecado, ya que se ha introducido, ha capturado y dominado todos los miembros y los conceptos del corazón. Luego el hombre pidió la jaris (energía increada) del Espíritu y ella vino y se envolvió en las dos partes, digamos, de la psique-alma. Por tanto, aquel que no tiene experiencia, cuando sea estimulado y animado por la jaris, cree que todos los miembros de la psique-alma han sido envueltos por ella y que el pecado se ha desarraigado completamente, y no conoce que la mayor parte de la psique-alma está contenida aún por el pecado. Porque es posible, como muchas veces lo dijimos, que la jaris operar incesantemente, igual que el ojo en el cuerpo, y también que coexista la maldad robando de un modo inteligente la diania (mente, intelecto, cerebro). Por tanto, quien no puede discernir, cree que ha logrado algo grande, se enorgullece y presume que ha recibido la catarsis perfecta; mucho menos, está muy lejos de la verdad. Como dijimos también antes, el arte del Satanás es también este, retroceder voluntariamente muchos años y no obrar las cosas que acostumbra, por supuesto con el propósito de meter en la mente y en el nus (espíritu del corazón) de los que se están ejercitando en ascesis la falsa idea de que han llegado a la perfección. Aquel que planta una viña, ¿recibe también su fruto de inmediato? O quien siembra los granos de trigo, ¿enseguida siega? O el bebé recién nacido, ¿acaso se hace inmediatamente hombre perfecto? Mira a Jesús, de qué gloria, era Hijo de Dios y Dios, el Cristo, en qué padecimientos, deshonra, cruz y muerte ha descendido, y de nuevo, cómo por esta humillación Suya ha sido ensalzado y está sentado a la diestra del Padre (Ef 1,20). Pero la mala astuta serpiente, al sembrar desde el principio al Adam el deseo de hacerse Dios (Gen 3,5), en qué deshonra le descendió, exactamente por esta idea soberbia y orgullosa. Por lo tanto, tú también prestando atención en tu nus (espíritu de la psique), vigílate y protégete a ti mismo a lo máximo que puedas, y ocúpate con gran diligencia y esmero tener siempre tu corazón humilde y quebrantado o contrito (Sal 50,19).
f) Sobre la libertad del nus
116. Cuando oigas decir que Cristo bajó al hades y ha liberado todas las psiques-almas que allí estaban, no creas que estas cosas son tan lejanas y distintas que las que hoy se hacen. Es decir, considerar que el corazón es un sepulcro y allí están enterrados prisioneros los loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía) y el nus (espíritu de la psique) se encuentra en profunda oscuridad. Viene entonces el Señor a las psiques-almas que le gritan e imploran desde el hades, es decir, en la profundidad del corazón, y allí dando orden a la muerte, dice: “deja libres la psiques-almas prisioneras, las cuales buscan a Mi que puedo salvarlas”. Después, quitada la enorme piedra que cubre la psique-alma, abre el sepulcro y resucita al que verdaderamente estaba muerto y libera la psique-alma encarcelada sin luz por la prisión oscura.
117. Sucede muchas veces que el Satanás te hable según la fantasía en tu corazón, diciéndote: “Mira cuantas obras malas has hecho, tu psique-alma está llena de iniquidades, te has cargado con el peso de muchos y graves pecados”. Que no te engañe, pues, el Satanás con estas cosas y con el pretexto de la humildad, te empuje a la desesperación y a la depresión. Porque desde el tiempo que por la transgresión se introdujo en el hombre la maldad, el satanás ha tenido acceso y capacidad para conversar diariamente de una manera en la psique, como de un hombre con otro hombre y a sugerirle cosas absurdas y necedades. Por tanto, tú respóndele: “Sí, pero tengo escritas las afirmaciones de Dios que dice: No deseo la muerte del pecador, sino que retorne con la metania y tenga vida” (Ez 18,23 · 33,11). Entonces ¿por qué quiso bajar Dios en la tierra, si no para salvar a los pecadores e iluminar a los que viven en la oscuridad y dar vida a los muertos (espiritualmente) por el pecado?
118. Igual que la dinami potencia y energía adversa, así también la divina jaris (energía increada) exhorta y persuade sin obligar, y eso para salvaguardar la libertad y nuestra independencia o libre albedrío. Por eso también por cuantos males hace el hombre por la indicación del satanás, recibe él el castigo y no el satanás, porque no fue arrastrado por la fuerza o la violencia, sino que con su voluntad obedeció a la maldad (o al satanás). Lo mismo sucede también con el bien. La jaris increada no atribuye el bien a sí misma sino al hombre, y por esto le glorifica, porque él se ha hecho causa del bien en sí mismo. Por otro lado, la jaris no encadena, como dijimos, la voluntad del hombre con una fuerza obligatoria de modo que no pueda dirigirse hacia otra parte. Sino que aunque coexiste, no obstante da la prioridad a la independencia para que se manifieste la voluntad del hombre que declina hacia la virtud o hacia la maldad. Porque la ley no es para la naturaleza humana, sino para independencia y libertad de la predisposición y de la voluntad, la cual se puede dirigir hacia el bien o hacia el mal.
119. Debemos proteger nuestra psique-alma y no dejarla conversar con loyismí (pensamientos) profanos, malignos y astutos. Igual que el cuerpo cuando se toca y se une con otro cuerpo se contamina y comete el pecado, así también la psique-alma se corrompe cuando recibe y acepta malignos astutos loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía) y condesciende por ellos. Y no solo los loyismí de la mala astucia y de la lujuria o fornicación, sino también de toda maldad, por ejemplo, de la incredulidad, de la cobardía, de la vanagloria, de la ira, de la discordia y del conflicto etc. Esto quiere decir “hacer la catarsis” de nosotros mismos de toda mancha y contaminación, sea carnal o espiritual (2Cor 7,1). Pero debes conocer que existe corrupción y prostitución también en la parte invisible de la psique-alma, la cual prostitución es operada por loyismí absurdos e indecentes; y tal como aquel que corrompe el templo de Dios, o sea, el cuerpo, Dios le extinguirá, según el Apóstol (1Cor 3,17), así también aquel que corrompe la psique-alma y el nus (espíritu de la psique) por estar conforme y consentir en las cosas absurdas e indecentes, será digno de castigo. Por tanto, tal como debemos proteger el cuerpo del pecado visible, así debemos proteger también la psique-alma de los loyismí indecentes y absurdos, porque ella es la novia de Cristo. Dice el Apóstol: “porque os quiero exageradamente con celo de Dios, porque os he unido con lazos de arras o alianza a un solo hombre, es decir, a Cristo, para presentar vuestra psique-alma pura y limpia, como virgen y novia espiritual” (2Cor 11,2). Y mira con atención lo que dice la Escritura: “Con toda tu atención vigila y protege tu corazón, porque de él serás conducido a la vida” (Por 4,23). Sepas aún que los loyismí perversos e indecentes separan de Dios, como enseña la divina Escritura en (Sab. Sol. 1,3).
120. Cada uno de nosotros debe pedir cuentas a su psique-alma interrogando y examinando cuáles son sus tendencias. Si ve que su corazón no está de acuerdo con las leyes de Dios, que luche con todas sus fuerzas, igual el cuerpo, así también el nus que lo mantenga inflexible e indiferente a los malignos astutos loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía), por supuesto que si quiere, de acuerdo con la promesa divina, hasta que venga habitar en su interior el Καθαρός kazarós Puro. Porque Él prometió que habitará y caminará (2Cor 6, 16) en las psiques-almas puras, limpias y lúcidas que aman el bien.
121. Tal como el agricultor que pone toda su atención y esmero a su tierra, primero hace el arado renovando la tierra y recoge las espinas, y después le echa las semillas, así también aquel que espera recibir de Dios la semilla de la jaris (gracia, energía increada), primero debe limpiar o hacer la catarsis de su corazón, de modo que caiga la semilla del Espíritu para que rinda plenamente y dar muchos frutos. Si antes no se hace esto y no se limpia o no hace la catarsis de sí mismo de toda mancha y contaminación carnal y espiritual (2Cor 7,1), aún es carne y sangre (1Cor 15,50) y se encuentra lejos de la vida.
122. Debemos observar por todos los lados cuidadosamente los sortilegios, los engaños, los dolos, los maleficios y los planes del enemigo; porque como dice el Espíritu Santo con la boca de Pablo que se ha hecho todo a todos, para ganar a todos (1Cor 9,22), así también la maldad (el satanás) se ocupa y se hace de todo para conducirlos a la perdición y a la ruina. Así el satanás en aquellos que oran finge que ora y reza con ellos con el propósito de engañarlos, entregándolos a la presunción y exaltación con el pretexto de la oración. A los que ayunan finge que ayuna con ellos, queriendo arrastrarlos a la presunción del ayuno. A los que tienen gnosis-conocimiento de la Escrituras hace las mismas cosas, deseando desviarlos y sacarlos del camino ortodoxo con el pretexto de la gnosis. En aquellos que se han hecho dignos de que les sea apocaliptada-revelada la divina luz increada, opera de un aspecto parecido, es decir, se metamorfosea, transforma en ángel luminoso (2Cor 11,14) para engañarlos presentando su propia falsa luz y atraerlos consigo. Y en general, así de distintas maneras aparece transformado a cada uno, tomando la forma adecuada, de modo que con la semejanza hacer prisionero al hombre y conducirlo a la ruina con un pretexto aparentemente bueno. Dice el Apóstol: “pues las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas del enemigo, destruir sofismas y toda altanería que se levante arrogantemente para impedir a los hombres conocer a Dios; además con estas armas espirituales atraemos a todo corazón con buena voluntad y lo entregamos a la obediencia de Cristo Dios-Hombre” (2Cor 10, 4-5).
En efecto, mira hasta qué punto este arrogante satanás se atreve a empujar su audacia, queriendo poseer también aquellos que ya tienen a Dios con conocimiento de la verdad. Así que cada uno con atenta vigilancia debe proteger y guardar su corazón (Pro 4,23) y que pida gran virtud y mucha inteligencia a Dios, para que nos conceda el entendimiento y conocimiento de los tecnasmas-artes, artilugios y maleficios de la maldad o del satanás. Aún debemos tener incesantemente el trabajo espiritual intentando proteger y guardar con prudencia el nus (espíritu del corazón) y los loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía), y nos vayamos estructurando a nosotros mismos de acuerdo con la voluntad de Dios. Porque no hay obra mayor y más honrada que este trabajo. Como dice el Salmista, su trabajo y obra es la doxología y la majestuosidad (Sal 110,3).
123. La costumbre de la psique-alma amante de Dios es que, aunque realice todas las obras de la virtud, que atribuya y adjudique todo a Dios y no a sí misma. Por eso Dios a su vez, viendo a esta sana y recta inteligencia y conocimiento-gnosis, por el contrario, lo atribuye y lo pone todo a cuenta de ella; y cuenta Sus recompensas como si lo hubiera hecho todo ella sola con sus esfuerzos y fatigas; no obstante, si quisiera juzgarnos no se encontrará nada justo que justifique al hombre. Puesto que el dinero y todas las cosas que consideramos buenas por las que uno puede hacer obras buenas son de Dios, la tierra y todo lo que ella contiene (Sal 23,1), incluso el cuerpo y la psique-alma. Pero también, el que uno sea ser humano, esto también gracias a Dios lo tiene. Por tanto, ¿qué le queda propio, por lo que pueda en realidad presumir o considerarse justo? Sin embargo, Dios recibe y acepta como la mayor oferta de los hombres y la que más Le agrada, la siguiente: que la psique alma, que conoce como es la realidad de la cosas, todo el bien que hace, todo lo que trabaja con esfuerzo y fatiga, lo hace por Dios, todo que aprende, comprende y conoce sólo lo adjudica y atribuye a Él y a Él asigna y encomienda todo y todas las cosas y realidades.
124. Cuando una mujer viene en convivencia y unión con el marido, todas las cosas personales de cada uno se hacen comunes entre ellos, una casa y una fortuna, de las cosas visibles e invisibles. Y no sólo los haberes del hombre, sino que del mismo cuerpo del hombre la mujer se hace dueña, como dice el Apóstol: “La mujer no es dueña de su cuerpo, sino el marido; igualmente el marido no es dueño de su cuerpo, sino la mujer” (1Cor 7,4). Así es también la comunión verdadera y mística de la psique-alma con el Cristo, que se une con Él en un espíritu (1Cor 6, 17). Por consiguiente, es de una manera dueña también de Sus inefables tesoros, ya que se ha hecho Su novia. Porque cuando el Dios se hace propiedad de ella, es obvio que Sus propiedades son también propiedades de ella, ya sean el mundo, la vida, la muerte, los ángeles, los principios, ya sean actuales o futuros (Rom 8,38).
125. Mientras que el pueblo de Israel agradaba al Señor, aunque nunca lo que debería, de todos modos mientras mantenía algo saludable la fe hacia Él, le conducía la columna de fuego y la nube (Ex 13,21) y muchas otras cosas maravillosas disfrutaba. Pero cuando se alejaban de Su agapi (amor increado incondicional), entonces eran entregados a los enemigos y sometidos en amargas esclavitudes. Lo mismo sucede también en la psique-alma que ha conocido la jaris (gracia, energía increada) de Dios, y al haberse primero catartizarse (psicoterapiarse, purgarse y purificarse) de las multitud de infecciones y contaminaciones, después de hizo digna también de recibir las divinas donaciones; pero como no mantuvo hasta el fin la agapi (amor incondicional) adecuada a su marido celestial, recayó de la vida de la que se había hecho partícipe. Porque es posible que el enemigo levante cabeza también contra aquellos que han llegado en estas medidas. Así debemos luchar con todas nuestras fuerzas y cuidarnos para nuestra vida eterna con temor y temblor; y en concreto los que han recibido el espíritu de Cristo, que no hagan nada con descuido y negligencia, sea pequeña cosa o grande y por eso entristezcan el espíritu del Señor (Ef 4,30). Porque tal y como se alegran en el cielo, según dice la Escritura (Lc 15,7), para un pecador que vuelve en la metania, así también vuelve la tristeza para una psique-alma que pierde la vida eterna.
126. Cuando la psique-alma ha sido juzgada digna de recibir la jaris (gracia, energía increada), entonces el Dios aún más concede las donaciones útiles, la gnosis (conocimiento espiritual), la templanza y el discernimiento. Por supuesto que estos regalos los concede Dios cuando ella los pide, de modo que pueda diaconizar-servir agradablemente al Espíritu, del cual se ha hecho digna de recibir, sin ser engañada por la maldad, sin errar por la ignorancia, sin declinar por el descuido y la negligencia, viviendo sin miedo y no hacer nada que no sea de acuerdo con la voluntad del Señor.
127. Igual que la energía y acción de los pazos, que el espíritu mundano del engaño, de la oscuridad y del pecado, habitará en hombre que está pleno de conducta carnal, así también la energía increada del Espíritu luminoso habita en el interior del hombre que ha sido santificado, según los logos del Apóstol: “puesto que buscáis una prueba de demostración de que en mí habla Cristo” (2Cor 13,3) y “ya no vivo yo, sino que en mi interior vive el Cristo” (Gal 2,20) y “los que habéis sido bautizados en el nombre de Cristo, os habéis revestido a Cristo” (Gal 3,27). También el Señor dice: “Vendremos yo y el padre y habitaremos en él” (Jn 14,23). Estas cosas no vienen de forma insensible y a escondidas, ni tampoco sin la energía efectiva, sino por la dinami (potencia y energía) y de verdad en los que son considerados dignos de ello. Antiguamente la ley del Antiguo Testamento buscaba retornar a los hombres en la teognosía (conocimiento de Dios) con palabras que eran difíciles de soportar, y ponía encima de ellos un yugo pesado e inaguantable, sin extender una mano de ayuda, y esto porque no podía proporcionar la dinami (potencia y energía) del Espíritu. Como dice también el Apóstol: “La Ley era imposible que fuera aplicada, a causa de la debilidad humana, etc,…”(Rom 8,3). Pero después de la parusía (presencia) de Cristo, se abrió la puerta de la jaris (gracia, energía increada) a los que creyeron de verdad, y se dona en ellos potencia de Dios y energía (increada) del Espíritu Santo.
128. En cuanto Cristo mandó a Sus discípulos la donación principal y la bondad natural del Espíritu Santo (Hec 2,3), entonces venía de ellos la potencia de la divina energía increada en todos aquellos que creían y habitaba en sus psiques-almas y psicoterapiaba, sanaba los pazos del pecado y los liberaba de la oscuridad y de la necrosis o mortificación (de ser espiritualmente cadáveres andantes). Porque hasta entonces la psique-alma estaba herida, encarcelada y prisionera en la densa oscuridad del pecado. Pero ahora también, la psique-alma que no se ha sido hecha digna de tener al Señor habitando y acampada en su interior la potencia de la energía increada del Espíritu Santo activamente con toda certeza interior, se encuentra aún en la oscuridad. Pero en aquellos que ha venido la jaris (energía increada) del Espíritu Sato y habitó en las profundidades del nus (espíritu de la psique), en ellos el Señor se hace como psique-alma, como dice el divino Apóstol: “ El que se une con el Señor, se hace junto con Él un espíritu” (1Cor 6, 17), y el mismo Señor dice: “Padre, tal como tú y yo somos uno, lo mismo también ellos sean uno con nosotros” (17,21). ¡Qué gran favor y bondad ha mostrado el Dios a la naturaleza humana, que tanto se ha humillado por el pecado! Cuando la psique-alma convivía con la maldad de los pecados, era una igual que ella, y pesar que tenía su propia voluntad, no podía hacer lo que quería hacer, como dice el Apóstol: “No hago esto que quería hacer” (Rom 7,15); tanto más, pues, cuando la dinami potencia de la energía increada de Dios visite la psique-alma que se ha santificado y se ha hecho digna de Él, ¿no se hará una su voluntad con la voluntad de Dios? Porque entonces se hace de una manera la voluntad una sola con la voluntad de Dios, por ser voluntariamente gobernada por la potencia de la energía increada del bondadoso Espíritu y ya no siga su propia voluntad. Porque dice el Apóstol: “¿Quién nos separará de la agapi incondicional de Cristo” (Rom 8,35), es decir, de la psique-alma que se ha unido con el Espíritu Santo?
129. Por tanto, quien quiere hacerse imitador de Cristo, para que él también sea nominado hijo de Dios, nacido por el Espíritu, debe antes que nada con valentía y esperanza sufrir los padecimientos y tristezas que vienen, es decir, las enfermedades del cuerpo o los insultos, los ultrajes y los desprecios de los hombres, incluso los ataques de los enemigos invisibles. Porque por economía de Dios se conceden en las psiques como pruebas varias tribulaciones, tristezas y sufrimientos para que se manifiesten que Le aman verdaderamente. Esto es una señal y característica de los Santos de todos los siglos, Patriarcas, Profetas, Apóstoles y Mártires, de que han pasado no por otra parte sino por el camino estrecho de las tentaciones, de las tristezas y de las tribulaciones y así agradaron a Dios. Dice la Escritura: “Hijo mío, si vienes a servir al Señor, prepara tu psique-alma para las tentaciones; ten corazón recto y esperanza” (Sab Sir 2, 1-2). Y en otra parte dice: “Todo lo que te viene acéptalo como bueno, conociendo que sin que Dios quiera nada se hace”. Por tanto, la psique alma que quiere agradar a Dios, debe antes que nada poseer la paciencia y la esperanza. Un artilugio o arte de la maldad es también este, en el tiempo de tribulación poner en nuestro interior la acidia, para alejarnos de la esperanza a Dios. Pero el Dios la psique-alma que tiene esperanza en Él, nunca la ha abandonado para ser dominada por las tentaciones, de modo que llegue al camino sin salida. Como dice el Apóstol: “No os ha llegado ninguna tentación insuperable. Dios es fiel y no permitirá que seáis sometidos a pruebas superiores a vuestras fuerzas; junto con la prueba os dará fuerza para soportarla y superarla” (1Cor 10,13). Pero el astuto maligno, tampoco entristece la psique-alma lo que él quiere, sino lo que Dios le permite. Los hombres conocen cuánto peso puede soportar una mula, cuánto un asno, cuánto un camello y cada uno lo cargan el peso que puede soportar; y el ceramista conoce cuánto tiempo pondrá los recipiente de cerámica en el fuego, para que no se queden en el fuego más tiempo de lo normal y se rompan, ni tampoco que queden inutilizables si las quita del fuego antes de lo normal. Por tanto, si el hombre tiene tanta inteligencia y virtud, mucho más, infinitamente más es la inteligencia de Dios que conoce cuánta tentación debe permitir que venga en cada psique-alma, para que sea probada, experimentada y adecuada para el reinado de la realeza increada de los cielos.
130. Como el cáñamo, que si no es golpeado largamente no puede ser utilizado para hacer hilos finísimos y tejidos, en cambio, cuanto más es golpeado y peinado, más se vuelve puro y bien útil; y si un vaso de barro acabado de hacer si no es puesto al fuego no es adecuado para ser usado por los hombres; también el niño es inexperto para trabajos del mundo, porque no sabe ni construir, ni sembrar, ni tampoco algún otro trabajo puede hacer; así también en las psiques aquellas que, por la bondad del Señor hacia su estado infantil, han recibido y participado también frecuentemente de la jaris (gracia, energía increada), llenas de la dulzura y del reposo del Espíritu, pero no han sido aún probadas ni tocadas por las distintas tentaciones y tribulaciones de los astutos espíritus malignos, estas psiques-almas se encuentran aún en la edad infantil, por así decirlo, no están todavía maduras y adecuadas para la realeza increada de los cielos. Dice el Apóstol: “Si estuvieseis sin esta pedagogía, a la que a todos los verdaderos hijos de Dios participaron y saborearon, no seríais hijos auténticos, sino bastardos” (Heb 12,8). Así también las tentaciones, las tribulaciones y las tristezas de la vida son mandadas a los hombres para su propio interés y convierte la psique-alma más auténtica y más firme. Y si ella persevera hasta el fin con la esperanza en el Señor, es imposible que no consiga su esperanza al Señor y la liberación de los pazos de la maldad.
131. Los santos Mártires, al superar muchas torturas, mostraron una paciencia y constancia hasta la muerte, se hicieron dignos de las coronas y de la doxa-gloria increada; y cuanto más y más duros eran las torturas que sufrían, tanto más doxa-gloria, seguridad y franqueza han adquirido ante Dios. Del mismo modo también las psiques-almas que se entregaron en distintas tribulaciones y tristezas, ya sea las que provienen exteriormente de los hombres, ya sean las que se crean en sus interiores por pensamientos absurdos e indecentes, ya sea que nazcan de enfermedades del cuerpo- si perseveran y aguantan hasta el fin, se harán dignos de conseguir las mismas coronas que los Mártires y su misma franqueza o certeza. Y esto porque el martirio de las tribulaciones y tristezas que los Mártires han sufrido por los hombres, ellos sufren los martirios por los astutos malignos espíritus, los que entonces estimularon e incitaron a los torturadores de los Mártires. Y cuando más tribulaciones del enemigo han soportado, tanto mayor será la doxa-gloria increada que disfrutarán de Dios, no sólo en el futuro, sino también aquí se harán dignos de la consolación del bondadoso Espíritu Santo.
132. Como el camino que conduce a la vida celestial está reconocido de que es éste camino estrecho, angosto y lleno de tribulaciones (Mt 7,14), y son pocos los que lo recorren, por eso debemos soportar firmemente toda prueba que viene del astuto maligno, gracias a la esperanza depositada en el cielo. Puesto que, por todas las tribulaciones que deberemos soportar, ¿qué podemos ofrecer que sea equivalente a la futura promesa que nos prometió Dios o la consolación que concede desde aquí abajo a nuestras psiques-almas el bondadoso Espíritu, o por nuestra liberación de la oscuridad de los pazos de la maldad, o por la deuda por la multitud de nuestros pecados? Porque pienso y estimo que los padecimientos de la vida presente no se pueden comparar con la doxa-gloria luz increada que ha de apocaliptarse-revelarse y darse en nosotros (Rom 8,18). Por lo tanto, como hemos dicho, todo lo debemos tolerar y soportar por el Señor, como soldados valientes que morimos por nuestro rey. ¿Por qué, si cuando nos encontrábamos en el mundo y en las cosas de la vida, no nos encontrábamos con estas tristezas y tribulaciones, sino ahora, que hemos venido a servir a Dios, sufrimos estas múltiples tentaciones? Ves, pues, que las tristezas y tribulaciones son para el Cristo, porque el enemigo tiene envidia de la recompensa que esperamos y quiere meter en nuestras psiques-almas relajamiento, pereza y negligencia, a fin de que no vivamos de forma agradable a Dios y seamos dignos de Su realeza increada. Por lo tanto, cuanto más el astuto maligno se arme contra nosotros, si nosotros soportamos sus ataques con valentía y coraje, se disuelven todas sus maquinaciones contra nosotros por la alianza con Cristo. Porque nosotros tenemos como protector y defensor a Jesús. Recordemos que también Él ha pasado en este mundo siendo insultado, ultrajado, perseguido y burlado, y finalmente con una muerte deshonrosa en la Cruz.
133. Si queremos soportar fácilmente todas las tribulaciones y todas las tentaciones, debemos desear la muerte por Cristo y tenerla siempre ante nuestros ojos; ya que tenemos en concreto este mandamiento de levantar nuestra cruz y seguirle (Mt 16, 24), que significa que estamos bien dispuestos y preparados para la muerte. Si tenemos esta disposición, como hemos dicho, es mucho más fácil sufrir toda tribulación, visible e invisible. Porque el que tiene el deseo de morir por Cristo, por nada se dificultará ni se enojará por las cosas dolorosas y tristes. Por esta razón creemos que las tribulaciones, los sufrimientos y las tristezas son pesadas y duras, porque no deseamos la muerte por Cristo, ni tenemos siempre nuestro nus (espíritu de la psique) y mente fijados a Él. Pero el que quiere hacerse heredero de Cristo, debe desear también Sus pazos (padecimientos) con celo. Así que los que dicen que aman al Señor, se demuestran como tales en toda tribulación y tristeza que les viene, las soportan no sólo con valentía sino también con buena disposición y ánimo, porque tienen esperanza en Él.
134. Quien se acercó a Cristo, debe antes que nada empujar con fuerza a sí mismo hacia el bien, aunque no lo quiera su corazón. Porque dice el Señor que no miente: “La realeza increada de los cielos se gana por la dureza y la violencia y se apoderan de ella los que ejercen violencia a sí mismo” (Mt 11,12), y de nuevo: “Luchad para entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24). Por lo tanto, como dijimos, debemos aunque sea sin quererlo, empujarnos a nosotros mismos hacia la virtud, es decir, hacia la agapi (amor incondicional, increada y desinteresada), ya que no la tenemos; hacia la apacibilidad, aún careciendo de ella; en tener corazón amable y amante del hombre, tolerar y soportar desamor y desprecios y tener paciencia con los despreciados, aunque aún no tengamos esta costumbre; perseverar en la oración, aunque no tengamos aún la oración espiritual. Si el Dios ve que luchamos y empujamos con dureza y violencia a nuestro sí mismo hacia el bien, a pesar de que nuestro corazón resista, entonces nos da la oración verdadera, nos da el corazón caritativo, la paciencia, la tolerancia, la magnanimidad, la alegría y en general nos llena con todos los frutos del Espíritu Santo (Gal 5,22). Ahora bien, si alguno está privado de las otras virtudes y se esfuerza con dureza o se violenta sólo a sí mismo, digamos, en la oración para recibir el carisma de la oración, pero no se esfuerza duro o no se violenta a sí mismo para adquirir la apacibilidad, la humildad, la agapi y todo el género nobble de las virtudes, de modo de mantenerse firme en la fe y confianza en Cristo y no vida indiferente y negligente, entonces alguna vez se le da por el bondadoso Espíritu la jaris de la oración con alivio y alegría, tal como la pidió, pero permanece desierto de todos los demás bienes, porque no se ha forzado duramente o no se ha violentado a sí mismo para adquirirlos, ni ha suplicado a Cristo por ellos. Porque uno debe, no sólo por lo que hemos dicho empujar a sí mismo, incluso en contra de nuestra voluntad, y pedir que podamos recibirlos de Dios, pero también en el discernimiento de nuestras palabras, las que son inútiles, vanas y completamente ociosas y no son dignas de ser pronunciadas; y en estudiar y meditar siempre con la boca y el corazón los logos de Dios; incluso que no se enoje y no grite, porque dice el Apóstol: “Desterrad toda la amargura interior, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad contra el otro” (Ef 4,35); también no acusar, no juzgar a nadie y no enorgullecerse. Y así el Señor viendo que uno se presiona a sí mismo, como hemos dicho, y que se empuja con dureza o violencia, seguro que le dará la jaris de hacer sin esfuerzo ni fatiga y con facilidad aquellas cosas que antes ni con la violencia y con la dureza podría hacer, por causa de la convivencia con el astuto maligno. Y entonces se hacen todas estas obras de la virtud de una manera natural, porque ya vino el Señor, según Su promesa y se ha unido junto con él (Jn 15,5), y él también se ha unido con el Señor, por lo tanto con Su jaris (gracia, energía increada) cumple con gran facilidad las virtudes.
135. Aquel que ha esforzado violentamente a sí mismo sólo en la oración, como antes hemos dicho, pero en la humildad, en la agapi, en la apacibilidad y en el conjunto de las otra virtudes no se ejerce fuerza y violencia a sí mismo, llega a este fin: Alguna vez, allí donde está orando, viene la divina jaris; porque el Dios es bondadoso y por eso satisface con filantropía (amor al hombre) las peticiones de los que piden. Pero si este no se ha habituado a sí mismo y no se ha hecho experimentado y ejercitado en las virtudes, pierde la jaris que ha recibido y cae en el orgullo o quizás la mantiene pero no progresa en ella ni la aumenta. De modo que podemos decir que la morada y el descanso del bondadoso Espíritu son la humildad, la agapi, la apacibilidad todos los demás divinos mandamientos (logos, principios espirituales) de Cristo. Entonces quien quiere alcanzar la perfección mediante todas estas virtudes, que se tome como compañera la primera virtud, la oración y se ejercite con dureza y violencia en amarla, y si su corazón resiste y disputa entrando en conflicto, que se ocupe en hacerlo obediente a Dios. Porque en aquel que ha aplicado primero este tipo de violencia y dureza a sí mismo y de una manera ha domado la resistencia de su psique-alma y con el hábito bueno la hizo completamente obediente, y con este tipo de estado psíquico pide y suplica, en este hombre crece y prospera en su interior el carisma de la oración, y el carisma regalado en él por el Espíritu queda y reposa en su justa medida; este carisma lo ha perseguido en combinación con la agapi y la apacibilidad amorosa. Y entonces el Espíritu le regala también estas virtudes y le enseña la verdadera humildad y la auténtica agapi, con la mansedumbre y con la apacibilidad, las cuales había perseguido antes ejercitando violencia y dureza a sí mismo. Y al haber progresado y perfeccionado según la voluntad del Señor, se muestra digno de la realeza increada. Porque el humilde no cae nunca. Es decir, ¿a dónde va a caer quien tiene a sí mismo por debajo de todos? Así que la soberbia o la altanería es una gran caída, y por el contrario, la humildad es una gran elevación y un axioma seguro.
136. Aquellos que amaron verdaderamente a Dios, no han buscado servirlo por la realeza celeste, ni como si persiguiesen beneficio comercial, ni por el infierno que espera a los pecadores, sino porque le amaron como su único Dios y Creador y entendieron que los dulos-esclavos deben agradar al Señor y Creador. Ellos afrontan también con mucha inteligencia y prudencia todo lo que les sucede, porque son muchos los impedimentos y las trabas para lograr el agrado a Dios. Porque no son solamente la pobreza, el anonimato y la soledad, sino también los similares, como la riqueza y el honor se convierten en tentaciones para la psique-alma. También lo son en parte, también de alguna manera el mismo consuelo y descanso, por los que llena en la psique la jaris (gracia, energía increada), si la psique-alma no percibe ni se da cuenta que se ha hecho digna de recibirla y no la utiliza con medida y con mucha prudencia, es mucho más fácil que se le convierta en tentación más bien que impedimento; porque la maldad con algún pretexto busca aflojar la tensión de la jaris de la psique y con astucia provoca relajación, aflojamiento e indiferencia. Por eso es necesario que la jaris la reciba una psique-alma piadosa y prudente, de modo que pueda honrarla y presentar frutos dignos. Por tanto, existe el peligro que no sólo las tribulaciones, sino también las comodidades se vuelvan en tentaciones de la psique-alma, porque con estas dos también son probadas las psiques por el Creador, para que se vea claramente cuáles son las que han puesto su agapi hacia Él, no por ganancia, porque Él sólo, en realidad, es digno de gran agapi y honor. Y para el negligente y pobre en la fe y niño en la virtud, estas realidades se vuelven impedimento para la vida eterna, es decir, cosas como la tristeza, dolor, enfermedades, pobreza y nimiedad, o por el contrario, riquezas, doxa-gloria y alabanzas de parte de los hombres; además también la guerra del astuto maligno que atenta sin ser visto. Ahora en sentido opuesto, encontrarás que al fiel, al sensato, al prudente y al valiente, estas realidades más bien cooperan para la adquisición de la realeza increada de Dios. Porque, según el divino Apóstol, sabemos que en los que aman a Dios todo contribuye y coopera para el bien de ellos (Rom 8,28). Con todo esto, pues, es evidente que cuando el que ama de verdad a Dios, después de haber destruido, vencido y sobrepasado todas estas cosas que en el mundo son consideradas como un impedimento, es contenido sólo por el divino eros (amor ardiente) como dice el divino Profeta: “Me han enrollado las tramas y las confabulaciones de los pecadores, pero tampoco entonces me olvidé de Tu ley” (Sal 118, 61).
137. El divino apóstol Pablo ha mostrado claramente con mayor exactitud y lucidez que el misterio perfecto del cristiano ortodoxo se hace conocido por la experiencia en cada psique-alma fiel, mediante la operación de la energía increada, la cual es resplandecimiento o esplendor de la luz increada celestial por la potencia apocalíptica-reveladora del Espíritu Santo. Así nadie va a creer que la iluminación del Espíritu se hace sólo con la gnosis (conocimiento) de los conceptos divinos, de modo que peligre por ignorancia, pereza y negligencia de ser privado del misterio de la jaris (gracia, energía increada). Por esto puso como ejemplo la doxa-gloria del Espíritu que irradiaba al rostro de Moisés (Ex 34,29), para representar con claridad y certeza la gnosis (conocimiento espiritual, que empieza por la luz increada según san Basilio el Grande). Dice pues: “…si la antigua ley que conduce a la muerte y se había escrito con letras sobre piedras fue gloriosa, hasta el punto de que no pudieran los hijos de Israel mirar el rostro de Moisés a causa de su resplandor, sin embargo fue transitoria y quedaría abolida, ¡cuánto más no será glorioso el servicio-diaconía del Nuevo Testamento que dona a los hombres el Espíritu Santo! Si aquel servicio-diaconía de la Ley antigua, que su consecuencia era condenación del hombre, era gloriosa, mucho más será el servicio del Nuevo Testamento que proporciona justicia, psicoterapia y salvación y tiene más rica y abundante la doxa-gloria, luz increada. Porque lo que bajo este aspecto fue glorioso en aquel servicio, ni siquiera merece tenerse en cuenta comparado con esta otra doxa-gloria sobreeminente e increada del Nuevo Testamento. Porque si la ley antigua que fue transitoria tenía su doxa-gloria, ¡el Nuevo Testamento será acompañado de mucha más doxa-gloria increada que permanece por los siglos de los siglos! Teniendo, pues, tal esperanza, es decir, que nuestra obra en Cristo es inimaginablemente gloriosa y eterna, procedemos con plena franqueza…” (Cor 3, 7-11). Dijo “abolida” porque el esplendor de la luz increada resplandecía e irradiaba en el cuerpo mortal de Moisés; y añade: “Teniendo, pues, tal esperanza, es decir, que nuestra obra en Cristo es inimaginablemente gloriosa y eterna, procedemos con plena franqueza” (2Cor 312).
Y siguiendo un poco más abajo demuestra que esta gloria increada del Espíritu que es acompañada con revelación-apocálipsis, desde ahora resplandece e ilumina a los dignos en la parte inmortal del hombre interior, de modo no pasajero e inmortal. Dice pues: “Todos nosotros a cara descubierta y el corazón libre (de la psique-alma se entiende), reflejamos y resplandecemos la doxa-gloria luz increada del Señor como en un espejo y nos transformamos, metamorfoseamos en la misma imagen, progresando espiritualmente de doxa-gloria en doxa-gloria, a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor” (2Cor 3,18). Aún dice: “mas cuando algunos de ellos sea conducido de vuelta al Señor Jesús Cristo, entonces es corrido el velo del su corazón para que pueda entender claramente la verdad. El Señor es espíritu, y donde está el espíritu del Señor, está la libertad, por el espíritu del Señor se quita el velo y la esclavitud de la ley y allí se encuentra la verdadera libertad” (2Cor 3, 16-17). Con todo esto ha mostrado claramente que un velo oscuro se ha colocado encima de la psique, el cual por la transgresión de Adam encontró el paso para introducirse en la humanidad. Pero ahora creemos que con el resplandecimiento o esplendor del Espíritu es quitado el velo de las psiques-almas realmente fieles y dignas. Además por esta razón ha sido la venida de Cristo, y el Dios ha complacido que lleguen a estas medidas o grados de santidad los que creen verdaderamente.
138. Este esplendor del Espíritu no es sólo una apocálipsis-revelación de conceptos e iluminación de la jaris (gracia, energía increada), como hemos dicho, sino que es un esplendor o alumbramiento de la luz hipostática (con base substancial) en el interior de las psiques-almas. Algunos logos (dichos) de la Escritura con este significado son los siguientes: “Porque Dios, en tiempos de la creación, dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas, es el que ha hecho resplandecer y brillar la luz en nuestros corazones para que nosotros conozcamos y demos a conocer a los demás la gnosis-conocimiento pura e iluminada de la doxa-gloria luz increada de Dios que se ha manifestado en persona por Jesús Cristo” (2Cor 4, 6), también: “Ilumina mis ojos, para que no duerma para muerte” (Sal 12,4), es decir, cuando la psique-alma se separe del cuerpo que no sea oscurecida por el velo de la maldad de la muerte. Más aún: “Abre más mis ojos para ver las realidades y cosas maravillosas de Tu ley” (Sal 118,18), y “Mándame Tu luz (increada) y Tu verdad; ellas me conducirán y me llevarán en Tu santa montaña y en Tu templo” (Sal 42,3), y “Resplandeció o alumbró sobre nosotros la luz (increada) de Tu rostro, Señor” (Sal 4,7).
139. También la luz (increada) que resplandeció y alumbró al bienaventurado Pablo en el camino de Damasco (Hec 9,3), por el cual fue elevado hasta el tercer cielo y escuchó misterios inefables, no fue una iluminación de conceptos y de gnosis-conocimiento, sino un alumbramiento o esplendor hipostático (substancial) de la potencia del bondadoso Espíritu, en la psique-alma. Pero, por el brillo excesivo de esta luz (increada) no pudieron soportarla los ojos carnales y quedaron ciegos (Hec 9,8). Por esta luz es apocaliptada-revelada toda gnosis (conocimiento espiritual increado) y es conocido verdaderamente el Dios en la psique-alma digna y amada por Él.
140. Toda psique-alma que con su propio cuidado, esmero y fe, se ha hecho digna de revestir perfectamente a Cristo desde aquí abajo con la potencia y la información interior de la jaris (gracia increada) y se ha unido con la luz increada celeste de la icona/imagen celeste, es iniciada desde ahora en la gnosis (conocimiento) de todos los misterios celestes hipostáticamente (substancialmente). Y durante el gran día de la Resurrección también será co-glorificado el cuerpo de ella con la doxa-gloria increada celestial y será arrebatado en los cielos por el Espíritu, según la Escritura (1Tes 4,17), y se hará digno de ser semejante con el cuerpo glorificado de Cristo (Fil 3,21), y así heredará también la eterna y sin sucesión realeza increada junto con el Cristo.
141. Cuanto uno con su propio cuidado, esmero y fe se ha hecho partícipe de la doxa-gloria increada celeste del Espíritu Santo y ha adornado su psique-alma con obras bondadosas, tanto más también su cuerpo en aquel día se hará digno de ser co-glorificado. Es decir, lo que uno ha atesorado o guardado ahora en su interior, entonces esto saldrá fuera, al igual que en primavera brota el fruto que en el invierno permanece dentro de los árboles, como aclaramos en alguna ocasión. Por tanto, la icona/imagen divina del Espíritu que los de alguna manera tienen como impresa en sus interiores desde ahora, entonces hará también al cuerpo en lo exterior de forma divina y celestial; pero, en los impíos y pecadores, -ay de ellos-, el velo oscuro del espíritu mundano que cubrió la psique-alma y con la fealdad de los pazos ha vuelto a su nus (espíritu de la psique) oscuro y feo, entonces lo sacará y lo mostrará en lo exterior y el cuerpo será tenebroso lleno de todas las vergüenzas junto con la psique-alma.
142. Como después de la transgresión, la bondad de Dios condenó a muerte a Adam (Gen 3,19), vino primero la muerte (espiritual) en su psique-alma, porque por la privación del gozo y del disfrute celestial y espiritual, se apagaron los sentidos espirituales e inmortales y se han vuelto como muertos, y luego siguió la muerte del cuerpo después de novecientos treinta años (Gen 5,5). Así también Dios ahora, que con la cruz y la muerte del Salvador se ha reconciliado con la humanidad, restablece la psique-alma que cree de verdad, incluso también desde esta vida aquí, reincorpora el gozo y el disfrute de las luces celestiales y los misterios y revivifica con la divina luz increada los ojos espirituales de la psique-alma. Después también el cuerpo lo revestirá con la doxa-gloria increada, incorrupta e inmortal.
143. Existen hombres que se han alejado del mundo y viven con decencia, honestidad y amor para la virtud, pero tienen el velo de los pazos, de los cuales todos somos culpables por la desobediencia del primero en ser creado, es decir, los que tienen conducta carnal, la cual el Apóstol Pablo la llamó muerte, diciendo: “La conducta carnal es la muerte” (Rom 8, 6). Ellos, pues, parecen a los hombres que caminan de noche iluminados por las estrellas, las cuales son los mandamientos/logos de Dios. Pero como aún no se han liberado completamente de la oscuridad, les es imposible ver siempre claro y limpio. Ellos les conviene que se dediquen con mucho esfuerzo, fatiga y mucha fe para la virtud y que supliquen a Cristo, el Sol de la justicia (Mt 3,20) que alumbre sus corazones, de modo que puedan ver todo con exactitud y claridad, es decir, ver también el ataque contra ellos de las fieras inteligibles y espirituales que se hace de muchas y variopintas maneras, y también las bellezas del mundo incorruptible, ocultas a la vista cuyo placer es inenarrable; es conveniente también, que puedan ver de la misma manera cómo éstas se vuelven claras y manifiestas a los que han alcanzado las cimas de la virtud y en los que la luz increada espiritual ha refulgido activamente con fuerza en sus corazones. Porque, como dice el bienaventurado Pablo, el alimento sólido es para los perfectos, de los que por la costumbre han ejercitado sus sentidos espirituales en el discernimiento del bien y del mal (Heb 5,14). Pero también el divino Pedro dice: “con lo cual después de este testimonio del Padre nos confirmamos más aún en los logos de los profetas del Antiguo Testamento sobre Jesús Cristo. Por tanto, vosotros mismos hacéis bien en poner vuestra atención en estos logos proféticos, como en lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que alboree el día y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones, es decir, nazca y brille en vuestros corazones el sol espiritual de la justicia, de nuestro Señor Jesús Cristo” (2Ped 1,19). Pero la mayoría no difiere en nada de los que caminan de noche completamente a oscuras sin tener ni un rayo tenue, es decir, algún logos divino que ilumine sus psiques, de modo que parecen casi a los ciegos. Ellos están completamente atados con las cadenas de la materia y los vínculos de la vida, no los retiene ni el temor a Dios, ni hacen alguna obra buena; mientras que, como se ha dicho, esos hombres, aunque vivan la vida del mundo son iluminados por los santos mandamientos de Dios como por estrellas, y mantienen la fe y atentos al temor a Dios, ya que no están completamente envueltos en la oscuridad, por eso pueden también tener la esperanza de la salvación.
144. Igual que los hombres en el mundo acumulan riqueza por distintos motivos y trabajos, es decir, unos por axiomas o magistraturas públicas, otros por el comercio, otros por trabajo manual o trabajos de agricultura y otros de otras maneras, lo mismo sucede también en los trabajos y las cosas espirituales. Unos recogen la riqueza celestial por diferentes carismas, como se manifiesta por las palabras del Apóstol: “Tenemos distintos carismas, según la jaris de Dios que se nos ha sido dada” (Rom12, 6); otros por medio de diversos ejercicios ascéticos y de distintos trabajos espirituales y virtudes que se hacen sólo para Dios. Gracias a esta riqueza está prohibido para uno juzgar, condenar o depreciar a su prójimo. Pero está claro que también están los que cavan el oro, es decir, los que luchan con magnanimidad, tolerancia y paciencia y adquieren alguna riqueza mientras los refuerza la buena esperanza. Tampoco faltan los que, por ser indolentes y perezosos, son como mercenarios que devoran enseguida lo que cae en sus manos y no llevan a término con paciencia lo que tienen en sus manos, de modo que andan siempre desnudos, pobres y miserables. Es decir, éstos siendo hasta demasiado dispuestos y entusiasmados de recibir la jaris, pero perezosos y vagos en cuanto al trabajar y al adquirir, son cambiantes y enseguida se cansan de lo iniciado, conocidos como inconstantes y torpes al esfuerzo, así son privados incluso de esa jaris (gracia increada) que habían recibido. Porque siempre la predisposición o voluntad indolente, perezosa, desganada y negligente, desde el principio se muestra contraria a la jaris y sin buenas obras, inadecuada para Dios y sin gloria, tanto en este mundo como en el futuro.
145. Cuando el hombre pisoteó el mandamiento de Dios y recayó de la vida del Paraíso, siguió su atadura con dos cadenas. Una es la cadena de las cosas de la vida y de los placeres carnales, como son la riqueza, la gloria, la amistad, la esposa, los hijos, los parientes, la patria, las propiedades de la tierra y en general todas las cosas visibles, de las cuales el logos de Dios nos manda que nos liberemos por nuestra voluntad. La otra cadena es invisible e interior. Es decir, la psique-alma está atada con los vínculos oscuros por los astutos malignos espíritus, a causa de los cuales, no puede amar a Dios, ni creer y orar como quiere. Porque por la transgresión del primer hombre en ser creado, todos encontramos en nuestro interior resistencia en todo, tanto en las cosas visibles como en las invisibles. Porque cuando uno obedece al logos de Dios y se aleja de todas las cosas mundanas y terrenales y renuncia a los placeres carnales, entonces al permanecer cerca de Dios y al dedicarse a Él, recibe la divina dinami (potencia y energía) y aprende que en las profundidades del corazón se esconde otro combate y otra guerra de los loyismí (pensamientos simples o unidos con las fantasías). Y si así permanece cerca de Dios e implora la piedad de Cristo con gran fe y paciencia, pero también con la ayuda de Dios, puede liberarse de las cadenas, de los cercos y de la oscuridad de los astutos malignos espíritus, es decir, de las energías demoníacas de los pazos escondidos. Esta guerra por la jaris (gracia, energía increada) y la potencia de Cristo, podemos ganarla, aniquilarla y anularla. Pero sin la ayuda de Dios, es totalmente imposible que uno pueda liberar a sí mismo del combate de los loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía). Lo único que uno puede hacer es oponerse y contradecir a los loyismí (pensamientos) y no complacerse con ellos.
146. El que está mezclado y retenido en las cosas de este mundo y de las variedades de sus ataduras, y es arrastrado por los pazos de la maldad, está muy lejos de conocer –como hemos dicho, que existe otro combate y otra guerra que son invisibles no se ven. Basta que uno desate y se desligue a sí mismo de todas las cosas visibles y comenzar a permaneces cerca al Señor, para poder percibir, sentir y entender la continua lucha de los pazos y la guerra invisible que está en nuestro interior. Porque, como hemos dicho, si estas cosas no se hacen completamente con nuestro corazón y uno no se contenta enteramente en apegarse a Dios, no percibe, ni siente estos pazos inefables de la maldad y los vínculos o cadenas interiores, sino que peligra mientas tiene traumas y abriga pazos escondidos, creyendo que está saludable y no enfermo (psíquicamente, mentalmente y espiritualmente). Pero el que desprecia el deseo y la gloria, primero puede ver los pazos que están en su interior, y después suplicar a Cristo con fe; y una vez haber recibido desde el cielo las armas del Espíritu, la coraza de la justicia, el yelmo o casco de la σωτηρία sotiría (psicoterapia, redención y salvación) y la espada del Espíritu (Ef 6, 14-16), luchar y combatir, vencer y triunfar.
147. El enemigo maquina miles de maneras para arrancarnos de la esperanza y de la agapi (amor incondicional, desinteresado) de Cristo. Es decir, interiormente trae tribulaciones, tristezas, angustias y depresiones en la psique mediante los astutos malignos espíritus, o provoca loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía) indecentes, impuros e intolerables, removiendo la memoria con recuerdos de antiguos pecados, para conducir a la languidez, a la flojera y en pensamientos de desesperación e impaciencia a fin de que no es posible encontrar la σωτηρία sotiría (psicoterapia, redención y salvación). Incluso el demonio hace creer la psique-alma que estos loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía) nacen de ella misma y no por un espíritu maligno (demoníaco) que maliciosamente inspira, sopla y siembra a escondidas con mucha maldad (sin darnos cuenta en milésimas de segundo). Por tanto, hace estas cosas o bien provoca fatigas corporales o inventa y planea tribulaciones y ultrajes, tristezas, angustias y depresiones de los hombres. Pero, cuanto más el astuto maligno lanza contra nosotros estos dardos encendidos (Ef 6, 16), tanto más es conveniente que nosotros nos aferremos a la esperanza en Dios y sepamos con certeza que ésta es Su voluntad, es decir, poner a pruebas a las psiques-almas que tienen eros (amor ardiente) hacia Él, para ver si Le aman verdaderamente.
148. Mil años de esta vida, comparados con el mundo incorruptible y eterno, son como si uno recogiese un granito de arena del mar. Ahora piensa y reflexiona de esta manera: supongamos que te fuese posible ser el único rey de toda la tierra y pudieses dominar y disponer de todos los tesoros de toda la tierra. Supongamos también que el inicio de tu reino hubiese comenzado con el principio de la creación de los hombres, y su fin con el fin del mundo, cuando todas estas cosas visibles y todo el kosmos cambiarán y se transformarán. Ahora, pues dime, ¿si tuvieras que elegir, preferirías a este reinado terrenal, en vez del seguro y estable que no tiene absolutamente nada de transitorio y corruptible? Yo respondería que no, por supuesto si hubieses reflexionado y juzgado correctamente y pensaras bien por tu interés y beneficio. Porque dice el Señor: “Pues, ¿qué le vale el hombre ganar el mundo entero si arruina y pierde su psique-alma inmortal? O, ¿qué dará el hombre a cambio de su psique-alma?” (Mt 16, 26); y sabemos que para la psique-alma no hay ningún otro rescate; porque la psique-alma sola, tiene más valor que el mundo, cierto que cómo no va a tener más valor la realeza increada de los cielos. Decimos que tiene más valor la psique-alma, en el sentido que en ningún otro ser o existencia Dios se ha complacido de establecer la unión y la comunión con Su Espíritu; ni al cielo, ni al sol, ni a la luna, ni a las estrellas, ni a la mar, ni a la tierra, ni a cualquier otra creación de todo lo que vemos, sino sólo al ser humano, al cual ha amado más que todas Sus creaciones. Por tanto, tomando las grandes cosas de este kosmos, es decir, la gran cantidad de riqueza y todo el reino de la tierra, reflexionando y juzgando correctamente no las preferiríamos a cambio de la realeza increada de los cielos, ¿cómo puede sucederle a la mayoría que estime esto menos que cosas viciosas, corruptas y fortuitas, es decir, algún deseo, un poco de gloria, una ganancia escasa y los semejantes? De todas formas, lo que uno ama de este mundo y está atado con ello, esto es lo que prefiere más que la realeza increada de los cielos, y lo peor es que esto lo llega a considerar como Dios, como se ha dicho: “Les prometen la libertad, mientras ellos son esclavos de los pazos y de la corrupción que conduce a la destrucción; porque de aquel pazos por el que uno ha sido vencido, en este pazos se ha esclavizado” (2Ped 2,19). Por tanto es absoluta necesidad que acudamos a Dios, depender de Él, crucificarnos psíquicamente y corporalmente, caminando de acurdo con Sus santos mandamientos (logos o principios espirituales).
149. Por otra parte, si acaso, ¿te parece justo que esta gloria corruptible y el reino temporal y todas las demás cosas parecidas temporales que las ambicionan y las adquieran con muchas fatigas y sudores, mientras que el co-reinar uno eternamente con Cristo y conseguir aquellos bienes inenarrables, deba ser algo tan barato y que lo obtenga quien lo desea sin fatigas, sin esfuerzos y sin sudores?
150. ¿Cuál es la economía de la parusía (presencia) de Cristo? El retorno y el restablecimiento (apocatástasis) de la naturaleza humana a sí misma. En efecto, el Cristo ha devuelto de nuevo a la naturaleza el axioma y la dignidad del primer hombre en ser creado, Adam, -oh divina y real gran jaris-gracia- la donó y la regaló la herencia celeste del bondadoso Espíritu, y sacándola de la prisión de la tiniebla y oscuridad, le ha indicado el camino y la puerta de la vida, por la que cuando venga, toque y llame, pueda entrar en la realeza increada. Porque dice: “Pedid de Dios bienes espirituales y de las materiales las necesarias y se os dará, buscad y encontraréis el bien que queréis, llamad a la puerta de la divina agapi-amor incondicional y se os abrirá” (Mt 7,7). Por medio de esta puerta, es posible a todo al que lo desee y quiere encontrar la libertad de su propia psique-alma, y la psique adquirir pensamientos que le convienen y hacerse digna de recibir y ser su co-habitante el Cristo, teniéndoLe como novio en y con la comunión del bondadoso Espíritu. ¡Qué inexpresable e inefable agapi (amor increado, desinteresado, incondicional) del Señor hacia el hombre que le ha creado como a Su propia icona-imagen! (Gen 1,27). Amín. 10/09/2022
Traducido por Jristos Jrisulas Χρῆστος Χρυσούλας www.logosortodoxo.com