Diagrama
1. Adhesión a la comunidad eclesiástica.
2. Continuación de la Catequesis.
3. Se necesita tiempo para la vivencia personal de la verdad.
4. Cuidado a la aparición del fanatismo.
5. Enfrentamiento de un posible escándalo.
6. Conducción en el período de privación energía increada de la divina Jaris.
El servicio pastoral de los Cristianos y particularmente de los Catecúmenos requiere un camino crucíficante, misión responsable y vida testimonial. El sacerdote no se contenta sólo en una presentación típica de las verdades de la fe, no se agota como en un trabajo social, sino que se crucifica y sacrifica diariamente para hacer renacer a los Cristianos.
Prototipo del pastor debe ser el logos de Cristo: “el buen pastor da su vida por sus ovejas” (Jn 10,11), y también el logos del apóstol Pablo que expresa la vida sacrificante: “Hijos míos por quienes de nuevo sufro ¡hasta ver que la personalidad de Cristo esté formada en vosotros!” (Gal 4,19). El Clérigo-Catequista se interesa principalmente en formar a Cristo en el corazón del Catecúmeno y nuevo iluminado. Esto significa que el esfuerzo catequético no se detiene sólo en el Bautismo sino que se extiende más allá de esto, continúa en toda la vida del bautizado.
A continuación me gustaría subrayar algunos puntos básicos que hay que tener en cuenta el Catequista –Sacerdote después del Bautismo de los Catequizados. Creo que estos son indispensables para el correcto afrontamiento de los bautizados.
Primero: Se debe adherir orgánicamente dentro de la comunidad parroquial. Esto presupone que la Parroquia está organizada correctamente, tiene vida de culto, es filantrópica y hay acción social, etc. El bautizado con el Bautismo debe sentir que entró en una familia y se ha hecho miembro del Cuerpo de Cristo y de una Parroquia concreta. Debe vivir la realidad que tiene un padre espiritual y hermanos espirituales. La fe no un acontecimiento individual es fe eclesiástica. No se ha catequizado y bautizado para seguir viviendo como individuo y considerar que con el Bautismo simplemente adquirió una mejor impresión dogmática sobre Dios, la creación del mundo y la salvación del hombre. Todo esto tiene que vivirlo personalmente en una Parroquia.
Por eso los contemporáneos padres espirituales experimentados sugieren que no bauticemos a las personas, sino les aseguramos esta comunidad parroquial y espiritual, porque creamos personalidades divididas. Si por ejemplo, un protestante se hace Ortodoxo en la Santa Montaña Athos, pero con el regreso a su ciudad no le aseguramos su adhesión a una comunidad ortodoxa, entonces vive trágicamente. No es ni Protestante ni Ortodoxo, puesto que no puede participar ya en asambleas protestantes tampoco pertenece a una comunidad ortodoxa. Esto significa que nos tenemos que ocupar en estos casos, como sea, en encontrar la manera que pueda adherirse a una comunidad ortodoxa.
Segundo: Continuamos catequizando y guiando espiritualmente a los neo-iluminados. Tienen que aprender mucho, principalmente a vivir la vida en Cristo. Tal y como se exige catequesis para los creyentes, lo mismo para los bautizados. Los Apóstoles cuando creaban una Iglesia a continuación seguían teniendo una continua comunicación con ella. Esto lo muestran las epístolas de los Apóstoles. El Apóstol Pablo se interesa personalmente por las Iglesias que había fundado, afronta pastoralmente todos los problemas que aparecen y catequiza a los neo-bautizados en la vida en Cristo y soluciona las diferencias que se crean.
Los clérigos sugieren a los bautizados cumplir con los mandamientos de Dios en sus vidas diarias. De esta manera llegarán a la perfección y la Santidad. Cuando hablamos de vida ascética, comprendemos principalmente el cumplimiento de los logos, mandamientos de Cristo. Exhortan a los bautizados a comulgar los Inmaculados Misterios, del Cuerpo y Sangre de Cristo. Este punto es muy básico porque sin Cristo no existe virtud ni vida. Naturalmente en caso de un pecado serio es necesaria la metania y la confesión.
Tercero: Debe conocer el Catequista-sacerdote que aunque el bautizado haya aprendido la mayoría de las verdades de la fe, a pesar de esto pasará mucho tiempo para que se conviertan en vivencia personal. Es decir, el nuevo bautizado posee y proviene de una religión y cultura o tradición distintas. Intelectualmente entendió las verdades de la Ortodoxia, pero para que se conviertan en comida y sangre, para que se hagan vivencia, experiencia y se estabilicen, pasarán muchos años. Se esfuerza en concebirlas racionalmente, pero para que se hagan convicción personal y cambie toda su tradición cultural y religiosa anterior pasará mucho tiempo. Por eso hace falta continua instrucción y metania grande. Así entendemos que existe diferencia entre los que han nacido Ortodoxos que muchas cosas en ellos están ya dadas y cultivadas consigo mismos y otros que se convirtieron en ortodoxos en edad adulta. Es cierto que el gran celo y entusiasmo de ellos puede superar muchos problemas.
Cuarto: Se necesita conducción seria y responsable para la manera que reaccionan los neo-bautizados. El experimentado Catequista conoce claramente que éste que ha venido a la ortodoxia fácilmente puede pasar al fanatismo, que se manifiesta de dos maneras. Uno es que acusa a su anterior religión y el otro es que hace de maestro a los demás Ortodoxos. A lo mejor puede ser que se vea en mejor situación que ellos. Por esta razón el Catequista-sacerdote tiene que tener mucho cuidado. Sin deprimirlo y desencantarlo debe de ayudarlo.
Principalmente esto significa que cuando escuche al nuevo bautizado acusar a su antigua religión que no participe de sus pensamientos y dichos. Es posible que el bautizado más tarde se arrepienta (metania) por todo lo que ha dicho durante su primer entusiasmo. Pero si se acuerda que participaban también en estos diálogos los demás Ortodoxos, el sacerdote, o lo peor, si se acuerda que le impulsaban a esto los demás, entonces se indignará contra ellos, considerará que le han fanatizado o que le hicieron proselitismo, pudiendo incluso volver a su antigua religión con odio contra la Ortodoxia. Se han cometido muchos errores espirituales de este tipo.
Además no tiene que dejar al nuevo bautizado hacer de maestro de los demás. Es posible que el nuevo bautizado pertenezca a un nivel social elevado y tener muchos conocimientos creados, experiencia y extraordinarias cualidades intelectuales, etc. esto provoca a veces interés a los demás Ortodoxos, consideran un honor que esta persona sea miembro de su Iglesia y por eso le elogian, le provocan y le invitan a hablar al pueblo. Esto aumenta al fanatismo y el celo del nuevo iluminado, le crea exaltación y egoísmo con consecuencias catastróficas para su futuro desarrollo. No es correcto que el neófito o recién convertido haga de maestro de los demás creyentes. Esta es la causa por la cual Pablo aconseja a su discípulo Timoteo que no ordene obispo a un recién convertido o “que no sea neófito, para que no le seduzca el orgullo y envanecido venga a caer en condenación del diablo” (1ª Tim. 3, 6).
En el caso del apóstol Pablo es muy característico. Después de la apocálipsis, revelación de Cristo en él, no se dirigió hacia a sus parientes de sangre y espíritu, ni en Jerusalén para encontrarse con los demás Apóstoles, sino que se fue a Arabia (Gal. 1,16-18). En el desierto de Arabia el divino Apóstol por tres años lloraba por su caída anterior cuando perseguía la Iglesia de Cristo. En toda su vida se acuerda de este terrible estado cuando perseguía la Iglesia y eso le aumenta la humildad a pesar de las grandes Apocalipsis (revelaciones) que tuvo.
Esto debemos de tenerlo en cuenta para poder tener éxito en esta gran misión de Catequesis a los nuevos miembros. Se requiere metania total de los bautizados en toda su vida. Si no existe esta gran e integral metania, entonces la vida anterior dejará algunas malas señales con el resultado de volver a su antigua fe. Generalmente no debemos de inspirar a los recién iluminados que hagan de maestro y enseñen a otros Ortodoxos.
Quinto: existe el gran peligro que los nuevo-iluminados se escandalicen por la mala conducta de otros ortodoxos. Mientras ellos han recibido la Catequesis como instrucción terapéutica, es posible que al introducirse en la Iglesia, encontrarse con distintas personas con pazos y escandalizarse espiritualmente. Por eso el Catequista-sacerdote tiene que preparar a los Catecúmenos para el afrontamiento de esta situación. Debe de concienciarse de que dentro de la Iglesia existen miembros vivos y muertos, sanos y enfermos. Si uno no tiene cuidado en su vida puede perder la Jaris la energía increada que recibió con el Bautismo y convertirse en peor que los infieles. Esto ocurre porque el Bautismo y la venida de la divina Jaris no anulan la libertad del hombre.
Sobre todo los posibles errores espirituales por parte de miembros de la Iglesia deben ser causa de enseñanza al recién bautizado, porque es posible que le ocurra también a él si no tiene cuidado en su vida. Finalmente el recién bautizado debe de aprender que la Iglesia es cuerpo, que tiene distintos miembros que luchan para llegar al perfeccionamiento o la zéosis y la santificación, que el Santo Bautismo es el principio del camino, no el final, además, se necesita también nuestra lucha personal. Ocurre aquí lo mismo que los Hebreos que marchaban hacia la tierra prometida. Muchos salieron de Egipto, pero no todos llegaron a la tierra prometida. La Iglesia es militante que lucha, vence y también tiene heridos. La Iglesia es Hospital, centro terapéutico. Sus miembros se separan en tres categorías: los psíquicamente terapiados o sanados (los Santos), los terapiados y los enfermos psíquicos que alguna vez puede ser que empiecen la terapia.
Con este espíritu el bautizado tocará con los pies al suelo y conocerá la realidad, no estará volando por las nubes y así estará creciendo espiritualmente. Entenderá que la vida en Cristo es asunto personal. A pesar de distintos escándalos, hay Santos, existen Cristianos luchadores y rebeldes contra el mal. Además los que hoy pecan es posible que mañana estén en la metania y puedan salvarse. La definitiva limpieza y separación entre los buenos y los corrompidos se hará en la Segunda Parusía de Cristo. (Mat 13,24-30).
Sexto: Hay un punto fino que debemos de subrayar para conocer la manera de instrucción a los bautizados.
De la enseñanza ortodoxa sabemos que existen tres estadios espirituales en relación con la energía increada Jaris de Dios. El primero es la venida de la Jaris increada en el corazón del hombre, el segundo es la privación de la Jaris por causas que Dios conoce y el tercero la nueva venida de la divina Jaris. Todos los hombres en un momento determinado sienten la venida de la divina Jaris en el corazón. Todos la pierden porque el Dios quiere que se energice y active su libertad personal, entonces empieza la lucha espiritual, el dolor y la ascesis. Naturalmente pocos se hacen merecedores de adquirir otra vez la divina Jaris* increada permaneciendo fija en sus corazones. Durante la privación de la divina Jaris se necesita mucha instrucción sabia con discernimiento.
Sobre todo esto ocurre principalmente a los catequizados y bautizados. Si precede esta tradicional catequesis, entonces durante el bautismo sienten la divina Jaris increada en sus interiores y se desarrolla la oración noerá o del corazón y tienen todos los resultados de este estado, es decir, lágrimas de metania y alegría, oración, agapi para todo el mundo, celo y embriaguez espiritual para Dios, etc… Los clérigos tienen que conocer este camino de la divina Jaris increada, de manera que cuando llega el tiempo después de unos meses o años y los bautizados pierdan la divina Jaris no se desanimen. Sobre todo los Clérigos tienen que instruirlos diciendo que esto es un estado natural y que de esta manera se energiza, se activa más su libertad personal. Dios nos priva de la Jaris por agapi para aprender también Su filantropía, pero también para progresar en la lucha personal.
Si el Catecúmeno no aprende este fino trabajo espiritual entonces es posible que se aparte, se desanime y caiga en una gran depresión o abatimiento con el inmediato gran peligro espiritual. La experiencia ha demostrado que esta es la mayor tentación que reciben los bautizados. Con el Misterio del Bautismo se sienten como embriagados, se alegran existencialmente, todo es alegría y felicidad. Pero en el período de la privación de la Jaris se encuentran en un estado trágico. Entonces es posible que crean que el estado anterior era simplemente un entusiasmo, una euforia psicológica o creer que su estado actual es una demostración que han enfermado psicológicamente. La sensata y prudente instrucción y la observación paternal los ayudará a entender que este es el camino de santificación. De esta manera los regalos de Dios se convertirán en un estado personal fijo e inalterable.
Por todo esto decimos que la Catequesis de los bautizados es muy dolorosa y más difícil que la Catequesis de los Catecúmenos antes del Bautismo.