Después del análisis de la Parábola del insaciable hijo pródigo, donde se ven todas las verdades básicas de nuestra fe, podemos seguir en el análisis del vigente “Símbolo de la Fe”, que confiesa el iluminado antes del bautismo y a continuación al convertirse en miembro de la Iglesia, el “Símbolo de la Fe” pasa a ser una recitación duradera.
Al principio debemos de decir algunas cosas sobre la utilización de los Símbolos en la Iglesia antigua.
La Iglesia aún desde el principio consideró imprescindible la utilización de textos simbólicos, es decir, pequeñas frases confesionales. Esto se hacía por dos razones. Una para poner límites entre la verdad y el engaño, es decir, expresar la fe ortodoxa con pocas palabras de manera que se puedan enfrentar las herejías. La segunda razón es para que sean utilizadas como confesiones bautismales, de manera que los Catecúmenos antes del Bautismo dieran confesión de fe. Además la necesidad de una enseñanza resumida de la Iglesia impulsó a la creación de los símbolos.
El análisis de los antiguos símbolos indica que al principio se referían a la confesión de que el Cristo es Hijo de Dios; a continuación tomaron también la confesión de la deidad del Padre y del Hijo y fueron llamados símbolos duales; después fueron desarrollados los llamados símbolos tripartitos, que se referían al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y también se desarrollaron otros aspectos confesionales.
La primera y la más corta formulación dogmática, que fue la que dio el principio del desarrollo de todos los demás textos confesionales, es la exhortación de Cristo a Sus discípulos: “Id por todos los pueblos a instruir a los hombres bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo enseñándoles a aplicar y cumplir todo lo que yo os he revelado” (Mat. 28,19-20).
El que en la antigua Iglesia los bautizados tenían que dar confesión de fe antes del Bautismo, lo vemos en la Santa Escritura e indica la praxis de la Iglesia apostólica. Muchas veces se habla del “depósito” y la “confesión”. Es característico el versículo del Apóstol Pablo en la epístola hacia los Hebreos, donde se hace eco sobre la enseñanza de los bautismos. Escribe el divino Pablo: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento de la metania o arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.” (Hebr. 6,1-2). En este versículo vemos que la praxis de la antigua Iglesia precede de la enseñanza del Bautismo y se hace confesión de fe antes de la entrada en la Iglesia.
Es sostenido por muchos que en el Nuevo Testamento existen frases enteras, de las que, mejor dicho, eran textos confesionales que se utilizaban antes del Bautismo. Citaré tres versículos que se utilizaron más bien como símbolos bautismales.
El primero proviene de la epístola del Apóstol Pablo a su discípulo Timoteo. Dice el Apóstol: “Dios se ha manifestado como hombre, ha sido acreditado por el Espíritu, visto de los ángeles, ha sido anunciado, predicado a las naciones, creído en el mundo y elevado y recibido arriba en gloria” (1ª Tim 3,16); y esto es calificado como el Misterio de la piedad.
El segundo está tomado de la epístola de San Pablo en la Iglesia de Corinto: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya murieron…” (1ª Cor 15,3-8).
El tercero proviene de la epístola del apóstol Pablo: “Procurad, pues, tener la misma conducta y sentimiento que tuvo Cristo Jesús, el cual teniendo naturaleza de Dios, no consideró codiciable tesoro, el mantenerse igual a Dios, sino que se vació y se despojó a sí mismo, tomando naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y en su condición exterior de forma humana se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le regaló el nombre de Señor Jesús Cristo, que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doblen su rodilla los seres del cielo, de la tierra y de los abismos, los demonios y toda lengua que confiese a Jesús Cristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre” (Fil. 2,5-11).
En estos versículos se ve claramente la confesión de que Cristo es el verdadero Dios, el Cual se hizo hombre para la sanación y salvación del hombre. Se ve que eran frases litúrgicas de la Iglesia y es posible que hayan influido en la creación de semejantes textos confesionales. Es un hecho que al principio, los bautizados daban confesión de fe, de que el Cristo es el verdadero Dios y también confesaban la Trinidad de Dios.
A causa de las herejías que inmediatamente aparecieron en la primera Iglesia, fue necesario componer textos simbólicos para afrontar las nuevas kakodoxías contra-ortodoxas. Se salvan muchos textos de este tipo, como el de San Ignacio, San Irineo, del mártir y filósofo Justino etc.
Generalmente el uso de textos simbólicos para afrontar a los herejes y la confesión de los bautizados, lo vemos en la tradición de la vida de la Iglesia antigua.
El “Símbolo de Fe” que se utiliza hoy para la confesión de los Catecúmenos antes del Bautismo y los fieles después del Bautismo es obra del I y II Sínodos Ecuménicos. Los primeros artículos han sido compuestos al I Sínodo ecuménico de Nicea y el resto y la formulación definitiva se hizo al II Sínodo Ecuménico en Constantinopla.
Ya se habían aumentado entonces los heréticos, que utilizando la filosofía y la meditación alterando la verdad revelada de la fe. Principalmente contra la herejía de Arrio, como también para otras herejías gnósticas que la precedieron, apareció la necesidad de componer el “Símbolo de la Fe” que constituye la sinopsis de la enseñanza ortodoxa.