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5ª Catequesis: Comunión de Santos

Diagrama

1. Los sirvientes o esclavos de Dios

2. Los Apóstoles de Cristo

3. Los Clérigos

4. La Iglesia triunfante (Profetas, Apóstoles y Santos).

Después del regreso del hijo pródigo y el abrazo de su padre, el caritativo padre dio órdenes de vestirle y prepararle para festejar y alegrarse de su regreso. En la parábola se dice que el padre ordenó a sus sirvientes (Luc 15, 26). ¿Quiénes son los sirvientes que cumplen u obedecen la voluntad del Padre? Según los Padres de la Iglesia ya que la casa es la Iglesia los sirvientes son los Clérigos. Ellos reciben el mandamiento de Dios de vestir al hijo pródigo que ha vuelto.

Cristo cogió los doce Apóstoles, los Santificó, los formó, los dio el Espíritu Santo y los mandó por todo el mundo a bautizar, catequizar e instruir a los hombres. Sobre todo dijo a Sus discípulos: “el que os escucha a vosotros, me escucha a Mi; y el que os rechaza a vosotros, me rechaza a Mi, y el que me rechaza a Mi rechaza al que me ha enviado” (Luc 10,16). Así los Apóstoles no son los representantes de Cristo sino el Misterio sensible de la presencia de Cristo entre nosotros, son Sus instrumentos sensibles para la celebración de Sus Misterios. Esto significa que los Clérigos no se parecen a los Embajadores de un Estado a otro, tampoco a los representantes de un Soberano, sino que mediante los Apóstoles, energiza y opera el Mismo Cristo. Cuando los Apóstoles perdonan también perdona y ratifica el Mismo Dios.

A los Clérigos pertenecen los obispos, los presbíteros y los diáconos. Los obispos son la cabeza visible de una Iglesia concreta como tipo y lugar de la Cabeza de la Iglesia, es decir, de Cristo. En la persona de los obispos recibimos a Cristo. Existe la sucesión apostólica. Es decir, tal y como de una vela encendemos una segunda, tercera etc. y transportamos la luz por todas partes, lo mismo ocurre también con la sucesión apostólica. Con la ordenación y vivencia de la Ortodoxa Parádosis (Santa Entrega, Tradición) se transmite de generación en generación la Jaris la energía increada de los Apóstoles y la bendición que ellos recibieron de Cristo. La interrupción de la tradición apostólica crea la herejía. Por eso tiene un gran significado verificar de quien hace memoria el obispo durante el tiempo de la Liturgia. Si este obispo está en comunión con las demás Iglesias Ortodoxas quiere decir que es canónico y ortodoxo; si no está en comunión tenemos que alejarnos.

Los obispos ordenan presbíteros y diáconos para la sanación y salvación del hombre. Son los líderes del laós (pueblo) de Dios que diaconizan (sirven) al pueblo para llegar al Paraíso, a la tierra prometida. Tal y como Moisés con la bendición de Dios conducía al pueblo hacia la tierra prometida, lo mismo hacen también los Clérigos. Conducen el pueblo de Dios al Paraíso.

Por esto se requiere respeto para los Clérigos. No podemos decir que “amo la Iglesia pero no quiero tener relación con los Clérigos.” Esto constituye una esquizofrenia espiritual. Los Clérigos nos bautizan, nos crisman, nos alimentan con el Misterio de la divina Comunión, nos confiesan, nos casan y generalmente hacen todos los Misterios. Claro está que debemos de decir que los Clérigos hacen este trabajo con la Jaris increada y la bendición de Dios y no con sus propias fuerzas. Durante la oración del himno querrubínico, el obispo o el sacerdote ora a Cristo: “Tu eres el que ofrece y el ofrecido, el prestado y el transmitido, Cristo nuestro Dios…”. Los Clérigos oran al Padre para que Santifique los dignos regalos, el Padre manda el Espíritu Santo y transforma el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, y mediante el sacerdote se ofrecen al pueblo.

Pero la Iglesia es una comunión de Santos, sínodo (asamblea) de ángeles y hombres, celestes y terrenales. Así la Iglesia se distingue en la llamada Iglesia militante y la triunfante. A la militante pertenecen todos los bautizados y los que confirman la fe, es decir, aquellos que se han bautizado y mantienen encendida la Jaris la luz increada del Santo Bautismo y a la Iglesia triunfante pertenecen los Santos.

Santos no se llaman simplemente las buenas personas, sino aquellos que participan de la deificante y santificadora energía increada de Dios. Dios con Su increada energía creadora creó al mundo, con la increada vivificadora y gobernante le vivifica y le gobierna y con la increada deificante o santificadora energía le santifica o glorifica. La increada energía vivificante y gobernante no sana al hombre ni le salva, es decir, no significa que han sido creados y se salvarán. Se salvan aquellos que participan de la deificante energía increada de Dios. Además para participar de esta energía, primero se tiene que “psicoterapiar” limpiar, purificar y sanar el corazón de los pazos, es decir, se necesita una intensa preparación.

Un lugar central en la Iglesia tiene la Zeotocos, la que ofreció su cuerpo a Cristo. Se llama Zeotocos porque da a luz por el Espíritu Santo en cuerpo y carne a Dios, la Segunda Persona de la Santa Trinidad. Es decir, no dio a luz a un hombre bueno que más tarde se convirtió en un gran Profeta el cual tomó la Jaris de Dios y se ha convertido en Hijo de Dios. El Logos de Dios era Dios antes de la concepción y después del nacimiento por la Παναγία Panayía. La Panayía se caracteriza como siempre virgen. Era virgen antes del nacimiento y permaneció virgen durante y después del nacimiento. Uno es el mediador entre Dios y los hombres y este es Cristo. La Panayía es mediadora entre nosotros y Cristo. Amamos la Panayía por dos razones. Primero porque amamos a Cristo y segundo para llegar a la agapi (amor) de Cristo. Así nuestra agapi hacia la Panayía es fruto o camino para la agapi hacia Cristo.

E la Iglesia triunfante pertenecen también los Santos. Ellos son los Profetas y los justos del Antiguo Testamento, los Apóstoles y los Santos durante los siglos. A los últimos pertenecen los mártires que dieron testimonio y sufrieron el martirio por Cristo, los osios (santificados) que se ejercitaron en los Monasterios o en el desierto para Cristo, los casados que cumplieron la voluntad de Cristo dentro de su familia. Existen Santos de todas las capas sociales del pueblo, de todas las edades, de todos los Estados y de todas las épocas. Esto indica que no podemos excusarnos que hoy es imposible la sanación, salvación y santificación. El objetivo y finalidad más profunda del hombre es convertirse en santo.

En este punto podemos referirnos a la biografía, la vida y el gobierno de algunos Santos, en concreto con los que tienen relación con el país del que proviene el Catecúmeno, con la edad que tiene y con el trabajo que está ejerciendo. Tenemos que hacer una referencia especial también al Santo que ama especialmente y del que quiere llevar el nombre en el Bautismo. Esto es de mucha importancia, porque le indicará que es posible la sanación y salvación en cualquier época.

 

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