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4º Catequesis: La Iglesia y su trabajo

Diagrama

1. La Iglesia el nuevo Paraíso.

2. Fuera de la Iglesia está la insaciabilidad.

3. Regreso al nuevo Paraíso.

4. Los tres principales Misterios.

5. La Iglesia es el verdadero Cuerpo de Cristo.

Como la verdadera vida del hombre se encuentra cerca de Dios, por eso debe volver a su casa. Hemos dicho hasta ahora que la casa es el Paraíso y la comunión del hombre con Dios. Después de la caída esta comunión se hace dentro de la Iglesia, que es el verdadero Paraíso. Entonces el caído hombre debe volver otra vez a su casa que es la Iglesia. A continuación veremos la dimensión eclesiológica y efjarística de la parábola del hijo pródigo, tal y como la analiza San Juan el Crisóstomo.

Esta análisis se hace para los Cristianos y Catecúmenos, concretamente para los que se preparaban para bautizarse, los llamados iluminados. Por esta razón tiene un intenso contenido efjarístico. En el período del Triodion la Iglesia preparaba con más intensidad a los Catecúmenos para aceptar el Bautismo. San Crisóstomo dice que debemos de ver la filantropía de Dios, especialmente en este período, para el beneficio común y para la beneficencia de las futuras estrellas que nacerán de la Santa pila bautismal. Los bautizados que salen de la Santa pila se llaman estrellas, porque son iluminados por la energía (increada) Jaris del Espíritu Santo. Sol iluminado es el Dios y los bautizados reciben la luz (increada) del sol espiritual de la justicia.

Donde no se cultiva el trigo de la sofrosini (mente y espíritu con conducta serena, sana e humilde) y el viñedo de engratia (ayuno, autocontención y autodominio), allí domina fuerte hambre y gran inanición. Esto, claro está, significa que fuera de la casa espiritual que es la Iglesia hay hambre y privación espiritual. Aquel que siente esta realidad decide volver otra vez a su casa de la que se había marchado. Le espera el caritativo y filántropo padre que está preparado a darle su agapi y caridad. No es un asunto de intercambio comercial, sino de derramamiento de agapi y filantropía. Naturalmente esta agapi y comunión se hace con los Misterios de la Iglesia. Lo que siguió y los mandamientos que dio el Padre indican esta realidad.

“Dijo el padre a sus servidores que estaban allí: sacad el mejor traje y vestídselo, dadle también a poner un anillo y calzado en los pies; y traed el novillo cebado y matadle, preparad la mesa para comer, deleitaros y festejad este acontecimiento; porque este hijo mío estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado y se han puesto a celebrarlo” (Luc 15, 22-24).

El traje que mandó para que le vistieran es el uniforme espiritual que está hecho por el fuego del Espíritu Santo. Este uniforme es tejido en las aguas de la pila bautismal e indica que el hombre lejos de Dios queda desnudo y pierde su belleza. La Jaris la energía increada de Dios le viste y le embellece. El Padre, según el divino Crisóstomo, parece decir característicamente: “Asead y adornad a mi hijo, no puedo verle descuidado, no aguanto ver a mi propia imagen desnuda, descuidada y abandonada”.

Con el Santo bautismo uno se viste la Jaris de Dios, por esto psalmodeamos: “los que os habéis sido bautizados, os habéis vestido a Cristo”. Además con el Santo Bautismo se limpia el “como imagen” que se había ennegrecido y oscurecido.

El anillo que le puso en la mano indica el noviazgo espiritual y que está protegido por el Espíritu Santo. Es señal de adopción. Llevando puesto este anillo le temen todos los enemigos de Dios. Demuestra su comunión con Dios y manifiesta desde lejos que es hijo de Dios por la Jaris.

Los zapatos que le ponen en los pies son la fuerza de Dios de forma que el mal astuto y maligno no encuentre su pierna desnuda y vuelva a golpearla, sino que este mismo bautizado pueda pisotear el dragón y destruirlo.

El ternero cebón es el Mismo Cristo que se sacrificó para el género humano, es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Esto simboliza la divina Efjaristía, donde el hombre se regocija y deleita espiritualmente y adquiere de nuevo la vida. Fuera de la Iglesia y la divina Efjaristía se encuentra el mundo de la caída y la corrosión.

Según San Nicolaos Kabásilas tres son los Misterios básicos que componen la vida espiritual. Uno es el Bautismo, el otro el Crisma y el tercero la Divina Efjaristía. Con el Bautismo el hombre nace espiritualmente, puesto que la pila bautismal es la matriz espiritual de la Iglesia. Tal como en la matriz de nuestra madre adquirimos la vida biológica, también en la matriz de la Iglesia, la Santa pila, adquirimos la vida espiritual. El Crisma es el movimiento que energiza y activa la Jaris* que hemos recibido mediante el Santo Bautismo. No es necesario solamente que uno nazca, sino que viva también después del nacimiento. Esto se hace con el Santo Crisma. La divina Efjaristía también es vida, puesto que comulgamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Nos bautizamos y nos crismamos para poder de esta manera, como miembros de la Iglesia, comulgar de los inmaculados Misterios y vivir. Porque el Santo Bautismo debe ir junto con la divina Efjaristía y la divina Comunión. La divina Efjaristía es el centro de todos los Misterios y toda la vida eclesiástica. Es la que indica que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Un filósofo materialista decía que el hombre es lo que come. Con esto quería derrumbar la metafísica y todas las teorías y recalcar que la única realidad es la materia. Podemos aceptar esta frase en el sentido que cuando el hombre come sólo comida material es materialista, carnal. Cuando come comida espiritual, que es el cuerpo del Hijo del hombre, es espiritual, es decir, maduro y entero.

El divino Crisóstomo analizando toda esta dimensión efjarística de la parábola del hijo pródigo, al final se dirige con sugerencias tanto a los bautizados como a los iluminados que estaban a las puertas del Bautismo. Les exhorta a que rechacen cualquier tipo de loyismós perverso y dirijan sus psiques (almas) hacia el novio celeste para gozar de la Jaris la energía increada de Espíritu Santo. Dice característicamente: “El redentor ha llegado a la puerta, el médico se encuentra cerca de los que creen, la consulta ha sido abierta, los fármacos están delante nuestra, la pila bautismal acepta a todos, la divina Jaris se extiende por todas partes, la prenda espiritual se está tejiendo por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Bienaventurados los que se han hecho dignos de vestir esta prenda”.

Aquí aprovechamos la ocasión para subrayar que la Iglesia no es un organismo o institución, no es un grupo social y filantrópico, sino Cuerpo Zeantrópino (divino-humano) de Cristo. Esto significa que existe comunión, conexión interior espiritual de los Cristianos con Cristo. Los Cristianos no son miembros de una asociación sino miembros del Cuerpo de Cristo.

En Occidente se ha desarrollado la teoría de que una cosa es el Cuerpo místico de Cristo, del cual son miembros los bautizados, y otra cosas es el Cuerpo real de Cristo que es el pan Efjarístico que se encuentra encima de la Santa Mesa. Pero en la Iglesia Ortodoxa no existe este tipo de distinción. Recalcamos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, el cual es a la vez el cuerpo que tomó de la Panayía (Santísima), lo deificó y resucitó, el pan efjarístico que se encuentra encima de la Santa Mesa y los Santos que constituyen los miembros del Cuerpo de Cristo. Así, comprendemos perfectamente el gran valor que tiene ser Cristiano ortodoxo, miembro del Cuerpo de Cristo. Desde la luz de esta perspectiva sentimos la gran beneficencia del Santo Bautismo y la divina Efjaristía.

Con el Santo Bautismo nuestros miembros se convierten en miembros del Cuerpo de Cristo. Esto significa que cada pecado personal tiene su importancia y peso. El Apóstol Pablo dice que cuando pecamos, pecamos en Cristo, de quien somos miembros. No nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Cristo, que nos ha santificado y nos ha unido Consigo Mismo. Tal y como pecado es pisotear y despreciar el Cuerpo de Cristo que se encuentra en el divino Cáliz y el artoforio (portador del pan), el mismo pecado es pecar con nuestros miembros que son miembros del Cuerpo de Cristo.

En la Iglesia debemos sentirnos como en la casa de la fiesta donde se sacrifica la ternera cebona y domina el deleite espiritual. La Iglesia es misericordia espiritual de toda la humanidad, sínodo o asamblea del cielo y la tierra.

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